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Es Disney quien enseña a los niños lo que es el amor

Por María Acaso

Ocurre cada mañana en los patios de los colegios. Niñas que juegan a casarse con otras niñas (con una o con varias) o niños que se comprometen con sus mejores amigos. «Los niños suelen enamorarse de sus amigos aunque sean del mismo sexo. Eso no significa que sean homosexuales. También es muy común el poliamor entre ellos. Es la educación la que al final les acaba llevando hacia el ideal del amor romántico convencional», explica María Acaso experta en innovación educativa.

Pareja heterosexual, y remarcando lo de pareja, porque en el modelo de amor vigente sólo es posible enamorarse de una sola persona a la vez. «La idea de pareja es muy potente en nuestra sociedad. Sólo te enamoras de tu pareja, con el resto puedes mantener otro tipo de relaciones afectivas, pero nunca amor romántico». De no ser así incurrimos en el concepto ‘amante’, cargado de connotaciones negativas como el engaño o la traición.

Los niños asumen todo ello como dogma. Pero lo paradójico es que no suelen hacerlo por lo aprendido en casa ni en clase, sino a través del ocio. «Son las películas de Disney, los cuentos populares o las canciones las que establecen que las relaciones tienen que ser así, de esa manera».

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Que, en La Sirenita, la protagonista acceda a estar con el príncipe a cambio de perder su voz resulta paradigmático para Acaso. «¡Para estar con él tiene que renunciar a algo tan importante! Está claro que el amor romántico es un instrumento del patriarcado».

El matrimonio es también otra de las instituciones que se mete entre ceja y ceja a los niños desde que son pequeños. «Parece que si no te casas, esa relación no tiene validez». Son precisamente mujeres solteras las que encarnan el mal en muchos de esos cuentos y películas: «Las brujas, por ejemplo, suelen ser lo que se consideraría una ‘solterona’».

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El bombardeo al que niños y niñas son sometidos desde el entretenimiento les lleva a concebir una única idea del amor. «Y de ahí se derivan varios problemas. Tengo muchísimas amigas con verdaderos estados de depresión y angustia sólo porque han llegado a cierta edad y no han encontrado ‘el amor’. Eso por no hablar de otros problemas tan graves como la violencia de género, o incluso el acoso escolar, que podría paliarse si ese modelo de amor no fuese el único ‘válido’».

La solución, según Acaso, pasa por «desarmar el amor romántico». «Lo ideal sería hacerlo desde casa y desde el colegio mediante, por ejemplo, talleres en los que se hable a los niños de las distintas formas de amar. Entre ellos, el amor a uno mismo, que no suele trabajarse y que es la base del amor a los demás».

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Maria Acaso cita a Montse Barderi, autora del libro El amor no duele, cuando asegura que no saber amarse a uno mismo es lo que genera las relaciones de dependencia. «Si estamos desposeídos del amor hacia nosotros mismos, tenemos que buscarlo en los demás». Los cuentos populares y las películas infantiles tampoco ayudan en este sentido.

Alcanzar el ansiado final del «y vivieron felices y comieron perdices» pasa por desposarse con una persona del sexo contrario, preferentemente de la misma edad y raza. «Si desde pequeños los únicos mensajes que recibimos son estos, ¿cómo intentas convencer luego a una adolescente de que no hace falta que tenga novio para ser feliz?».

Desarrollar el pensamiento crítico sobre este tipo de temas a edades tempranas resulta fundamental. «Los niños deberían ser capaces de analizar los mensajes de las canciones de amor (¡algunas letras son tremendas!), de las películas, de los libros y cuentos».

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Pero ¿quién y cómo les enseña a hacerlo? «Lo ideal sería hacerlo desde asignaturas relacionadas con la educación artística. Pero, normalmente, este tipo de asignaturas están concebidas para enseñar a los niños a crear sus propias obras, no a analizar o entender las de los otros (películas, libros, etc.)».

Entrevista realizada por Gema Lozano en YOROKOBU el 20 de Diciembre de 2016 http://www.yorokobu.es/amor-romantico/ 

Fuente: http://www.mariaacaso.es/es-disney-quien-ensena-a-los-ninos-lo-que-es-el-amor/

Imagen de cabecera: Fallen Princess. Dina Goldsstein

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Colombia:La estrategia nazi y el No en el plebiscito

Colombia / www.elespectador.com / 25 de Enero de 2017

Una de las tutelas contra el No en el plebiscito del 2 de octubre plantea una tesis inesperada y polémica: compara la estrategia que utilizó el uribismo con los 11 principios de la propaganda nazi de Joseph Goebbels, cuya supuesta similitud demuestra cómo se ejerció violencia psicológica sobre el electorado.

Bien es sabido que el triunfo del No en el plebiscito del 2 de octubre, con el que se buscaba refrendar el acuerdo final de paz firmado con las Farc, generó una serie de acciones jurídicas, incluyendo demandas de tutela,  por parte de muchos ciudadanos que consideraron vulnerado el derecho a vivir en paz. Más aún después de que el entonces gerente de la campaña opositora en el Centro Democrático, Juan Carlos Vélez, admitiera en una entrevista que todo estuvo fundamentado en una serie de mentiras, con lo cual lograron “que la gente saliera a votar verraca”.

Precisamente, una de esas tutelas contra la estrategia del No, aceptada para su estudio por el Tribunal Administrativo de Cundinamarca, plantea una tesis polémica que, según el demandante, abogado Carlos Alberto Maya, desde hace rato ronda la manera de hacer política del uribismo: la utilización de los postulados de Joseph Goebbels, responsable del Ministerio de Educación Popular y Propaganda en la Alemania de Adolfo Hitler. En concreto, lo que le pide al Tribunal es “comparar los 11 principios de la propaganda nazi con las mentiras que transmitieron los promotores del No al plebiscito, para que verifiquen su similitud y comprueben cómo se ejerció violencia psicológica sobre el electorado”.

¿De qué se tratan esos 11 principios? El primero habla de la simplificación y del enemigo único, y consiste en adoptar una única idea y un único símbolo, además de individualizar al adversario en un único enemigo. El segundo es el método de contagio y apunta a reunir diversos adversarios en una sola categoría o individuo. El tercero es el principio de la transposición, cuyo objetivo es cargar sobre el adversario los propios errores o defectos, respondiendo el ataque con el ataque. “Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan”, es la tesis.

El cuarto principio tiene que ver con la exageración y desfiguración, es decir, convertir cualquier anécdota, por pequeña que sea, en amenaza grave. El quinto es el de la vulgarización: “Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar”, decía Goebbels.

El sexto es el de orquestación: “La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentadas una y otra vez desde diferentes perspectivas pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas”. De aquí viene también la famosa frase: “Si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad”. El séptimo principio es el de la  de renovación y plantea que hay que emitir constantemente informaciones y argumentos nuevos a un ritmo tal que cuando el adversario responda, el público esté ya interesado en otra cosa. “Las respuestas del adversario nunca han de poder contrarrestar el nivel creciente de acusaciones”.

El octavo es el de la verosimilitud y tiene que ver con construir argumentos a partir de fuentes diversas, a través de los llamados globos sondas o de informaciones fragmentarias. El noveno es el de la silenciación, es decir, acallar sobre las cuestiones sobre las que no se tienen argumentos y disimular las noticias que favorecen el adversario, también contraprogramando con la ayuda de medios de comunicación afines. El décimo principio es el de la transfusión y estipula que, por regla general, la propaganda opera siempre a partir de un sustrato preexistente, ya sea una mitología nacional o un complejo de odios y prejuicios tradicionales. Y por último, está el principio de la unanimidad: llegar a convencer a mucha gente que se piensa “como todo el mundo”, creando impresión de unanimidad.

Según el abogado Maya, quien instauró la tutela, lo que hizo el Centro Democrático fue ejercer “violencia psicológica sobre el electorado, lo cual determina una causal de anulación electoral” frente al resultado del plebiscito. Por eso, le pide al Tribunal que anule la votación del 2 de octubre y le ordene al Congreso legislar de forma inmediata, concreta y taxativa sobre este tema, con el fin de evitar que la conducta de las mentiras “se incruste en los próximos certámenes electorales”.

Una tesis que da para arduo debate, al fin y al cabo, hay quienes creen que la política y la mentira, disfrazada en promesas que nunca se van a cumplir, suelen caminar juntas. El meollo del asunto, según los analistas, es poner un límite. Y es al filósofo francés François Marie Arouet, mejor conocido como Voltaire, a quien se le atribuye el aforismo de que “la política es el arte de mentir a propósito”. Y en su obra “El arte de la mentira política”, el escritor irlandés Jonathan Swift acotó: “La mentira política no se improvisa. Se calcula, se cultiva, se destila y se sopesa. Tiene sus reglas. Es un arte sabio, útil y bello”.

La discusión puede dar para todo tipo de debates. Lo cierto es que en su momento, Juan Carlos Vélez fue calificado por varios movimientos que impulsaron el Sí en el plebiscito como el “Goebbels criollo”, término que también se utilizó en el pasado con respecto al hoy senador del Centro Democrático José Obdulio Gaviria, cuando oficiaba como asesor del gobierno de Álvaro Uribe y fue quien le preparó toda la “artillería” con la que enfrentó la batalla por la reelección en 2006.

Hoy el debate en torno al plebiscito está en un segundo plano y la implementación del acuerdo de paz con las Farc ya avanza en el Legislativo, después de que el Gobierno decidiera hacer algunos replanteamientos a raíz del triunfo del No en las urnas y lo refrendara en ese mismo escenario, pasos que, por cierto, no convencieron a la oposición uribista. Aun así, en la Corte Constitucional, el Consejo de Estado y varios tribunales administrativos muchas demandas siguen vivas y todo indica que tarde que temprano el debate revivirá con igual o mayor intensidad.

Fuente:http://www.elespectador.com/noticias/politica/estrategia-nazi-y-el-no-el-plebiscito-articulo-676393

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La contra-revolución sí será transmitida

Por: Fernando Buen Abad Dominguez

Todos los territorios simbólicos que dejemos vacíos serán ocupados por las maquinarias de guerra ideológica burguesas. Sembrarán ahí sus ofensivas y sus “interpretaciones” de la realidad entre anuncios publicitarios y trompadas a la “lógica” hasta deformar integralmente la historia y terminar contándonos su insoportable moralina de la mercancía. Nada está a salvo. Cuando se practique la autopsia del Capitalismo escurrirán torrentes de odios putrefactos, incubados durante siglos contra el proletariado.

Todo el odio burgués (con tufo a Miami) acumulado contra Hugo Chávez, toma (ahora) forma de “tele-serie” para paliar la impotencia de quieres no pudieron derrotarlo ni asesinándolo. Ponen en escena buena parte de las perversiones incubadas en los cerebros de la farándula más reconocida por su mediocridad, su analfabetismo cultural, su lógica pigmea y su revanchismo bobo. En suma “más de lo mismo”. Creatividad de mercenarios.

Todo el esfuerzo que realizan tanto la productora, los anunciantes y las televisoras (acompañadas por prensa, Internet y redes sociales) es engendro de un pecado de tontería originaria que desconoce la Historia y se auto-condena a repetirla: cuanta más propaganda reaccionaria hagan contra Hugo Chávez más ayudarán a consolidar su figura como un líder, socialista y revolucionario, monumental en el siglo XXI. Abran sus apuestas.

Han gastado fortunas en inventar un “personaje” y una serie (mal logrados); se han tomado el trabajo de anunciarlo con toda anticipación; han hecho honores a su lógica publicitaria y han involucrado a sus jaurías de anunciantes para cerrar el cuadro de lo que será uno de los fracasos televisivos más estruendosos de la historia reciente, no sólo en materia de “audiencia” sino en lo contra-producente que les resultará el discurso su propio discurso de odio. Desde hoy ya podemos avisar cómo se expresará su derrota: a) se auto-premiarán con todos los galardones que uno pueda imaginar, b) habrá entrevistas, lisonjas y besamanos de todos los tamaños y géneros c) habrá vítores y habrá leyendas. Muestra clara, todo ello, del fracaso aquí preanunciado.

Ellos necesitan supurar el odio que les quema las entrañas, necesitan exteriorizar los elíxires perversos de su irá de clase y andan como locos a la cacería de pretextos. Chávez les parece idóneo porque acarician la peregrina idea de que muerto el comandante muere el Socialismo y la Revolución. Se aferran a la estupidez de que la ausencia física de Chávez será convertida en debilidad popular que a ellos les facilitará el negocio turbio de entregar Venezuela en charola de plata televisiva. Incluso. Está claro que el odio los ciega.

Casi no vale la pena detenerse en repasar la suma de falsedades que la “tele-serie” “El Comandante” acumula como producto de ignorancia y de la venganza obcecada de sus autores y financistas. Casi no tiene sentido repetir que escribir con tinta de odio desnuda la intencionalidad perversa de un plan de propaganda disfrazado de tele-drama para embelezar a los propios y fabricarse orgasmos revanchistas. Casi es innecesario acudir a un recuento de inexactitudes, episodios falsos, diálogos forzados, ripios, tonterías y inoperancias de la dramaturgia y de la historiografía que saltan a la vista en todos los capítulos de esta serie fallida en todos sus renglones. Pero no se la debe banalizar ni se la debe suponer más paupérrima de los que realmente es.

Este ejercicio de “calumnia” audiovisual o de usurpación simbólica ya ha sido ensayado por muchos especialistas en guerra psicológica de todos los continentes y todos los frentes oligarcas. Una veces y otras han errado en el intento por una suma de razones que hacen ya antología de barbaridades comunicacionales de coyuntura. Lo han intentado con películas, reportajes, documentales, fotografías y “revistas del corazón”. Lo intentaron con Internet, con Twitter, con Factbook y con cuanta cosa han tenido a mano y el fracaso se les hizo costumbre por ignorar tozudamente el lugar excepcional del líder Hugo Chávez en la lucha Revolucionaria y la lucha Socialista de los pueblos encarnada en sus líderes. Más allá de Venezuela y del continente americano.

Pero la peor metedura de pata producida por esta serie televisiva es que nos regala la oportunidad de revisar (y acaso corregir) auto-críticamente nuestras debilidades en el campo de la disputa simbólica y del uso de las herramientas de comunicación para salvaguardar los patrimonios revolucionarios que las luchas han forjado. No se trata de rasgarse las vestiduras, se trata de pasar a la ofensiva, de una vez por todas, en la Revolución de la Comunicación y en la Guerrilla Semiótica que debemos desplegar por todos los medios.

Venezuela cuenta con los expedientes audiovisuales más originales, extraordinarios y potentes que la Revolución ha producido en presencia y en ausencia de Hugo Chávez. Cuenta con documentos históricos avalados por expertos de todo tipo. Cuenta con escritores reconocidos en el mundo entero, por propios y por extraños, cuenta con músicos fenomenales, con actores y actrices de primer nivel. Cuenta con sonidistas, vestuaristas, editores, escenógrafos, maquillistas… historiadores, sociólogos, filósofos y semiólogos. ¿Qué falta para no esperar a que vengan a robarse otros el territorio simbólico que pertenece a la lucha revolucionaria? Quien no tenga estos ingredientes producirá basura como es ya costumbre de muchos medios oligarcas.

Por método y por disciplina de ciencia semiótica (estamos en plena Guerra Mediática) habrá que dar seguimiento a todo lo que inventen para darle oxigeno y artificios a “El Comandante” en las televisoras de las burguesías. Ya se escuchan voces anhelantes de exhibir en sus terruños, los episodios de la estulticia televisada. Ya hablan de “rating” y de “marketing” quieren “prime time” y quieren “branding”. Avanzan hacia el abismo de su desmemoria. Mientras tanto, en otro extremo de la realidad social, los pueblos salen a las calles animados por la búsqueda histórica de su victoria definitiva contra el capitalismo y en labios de no pocos se repite sin cesar la frase “¡Chávez Vive!”

Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=217702

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Apagar los medios, derribar el marketing

Por Alejandro Floría Cortés

“Lo único que revelaremos de nosotros es este aviso. Nada de lo que construisteis ha perdurado. Cualquier sistema que montéis sin nosotros será derribado” Leonard Cohen

Comenta mi hija de 11 años que habla con sus compañeras, en el patio del colegio, acerca de los candidatos a la presidencia de los Estados Unidos. Convienen las pequeñas analistas, que Trump es “machista, racista y xenófobo” y que “ha dicho muchas barbaridades”, mientras que Clinton, dicen, “podría ser mejor que Trump” o, directamente, “una buena presidenta”.

Le pregunto a mi hija en qué fundamentan sus opiniones y entiendo, de su razonamiento, que mientras la opinión sobre Trump viene claramente conformada por lo que han captado, personalmente, de losmiedos de masas y, por una acrítica extensión, de la vox populi, la opinión sobre Clinton no parece tener más fundamento que la contraposición que se le supone a la opción de la elección que le enfrenta.

Le doy a mi hija, entonces, unas ligerísimas pinceladas de la política exterior estadounidense, en particular, en Oriente Medio, así como de su conexión con las consecuencias que, bajo otra causa, se nos presentan en los medios, y me responde con los ojos como platos, con una de sus expresiones que más le admiro: “¿Cómo puede ser eso posible?”. Algún día le tendré que hablar de la Guerra de las Galaxias de Ronald Reagan y del espanto que me producía la bomba de neutrones.

La anécdota resulta bien ilustrativa de la efectividad de la operación de los miedos de masas sobre lo social y de la función mercadotécnica que le prestan, fielmente, a la megamáquina capitalista. Estos medios promueven, sin rubor, un patrón de consumo de ideas (pensamiento único) y, una pausa para la publicidad, un patrón de consumo material. En la sociedad del espectáculo se exponen informaciones estructuradas para promover candidaturas electorales de la misma forma que se venden seguros o lavadoras. Y lo cierto es que ambas cuestiones están bien conectadas.

Philip Kotler, el padre del engendro, tal y como lo conocemos hoy, definía el marketing (mercadotecnia) como «el proceso social y administrativo mediante el cual grupos e individuos obtienen lo que necesitan y desean a través de generar, ofrecer e intercambiar productos de valor con sus iguales». Sin ánimo de entrar a discutir ni contra-argumentar la gestión de empresas desde la perspectiva del marketing, que es otro tema, parece evidente que esta ¿disciplina?, ¿caja de herramientas?, en algún momento perdió el norte. O, precisamente, lo alcanzó.

Kotler siempre argumentó que las necesidades existían por sí mismas (véase la tramposa pirámide de Maslow), que el marketing, válgame Dios, no las creaba y que sólo influía en el modo de materializar su satisfacción (“deseo hacerlo así, y así lo elijo”), que en el ámbito de un mercado “tan perfecto”, en el que la diferenciación en costes y prestaciones tendía a desaparecer en el tiempo, eran otros los atributos del producto que podían marcar la diferencia en la decisión de compra. La cuestión es si esos atributos brotaban naturalmente o eran ubicados de manera forzosa.

Los medios, con un discurso de poder que es un discurso de venta, atomizan al colectivo en individualidades competitivas y desconfiadas.La hiperinformación y la hipercomunicación no inyectan ninguna luz en la oscuridad. Para multiplicar el efecto, la separación se traslada convenientemente a las redes sociales, desde las que se construye la marca personal. En el aquí y en el ahora, el consumidor quiere (cree necesitar) posicionarse en un mercado total mediante la ilusión de una elección política o mediante la adquisición de un determinado producto.

Sólo saliendo de este momento y este lugar es posible cuestionar esta realidad: ¿cómo hemos llegado al punto en el que estas sean nuestras (únicas) opciones?. Negándose tiempo para reflexionar, el individuo no entrará a analizar si su decisión guarda algún tipo de relación con el bombardeo de una ciudad en Oriente Medio, el hundimiento de una patera en el Mediterráneo, la degradación del Ártico o del Amazonas o las desigualdades que genera, a nivel local o global, las políticas que sustentan su patrón de consumo.

La falsa percepción de elección proporciona una falsa percepción de libertad. Tanto las ideas como los productos están impregnados de atributos ajenos a la utilidad primera de los mismos y se reconfirma queel tener suplanta al ser. Las necesidades dejaron de existir por sí mismas el día que se confundieron con los deseos. Escribe Byung-Chul Han que ya no trabajamos para nuestras necesidades, sino para el capital. El capital genera sus propias necesidades, que nosotros, de forma errónea, percibimos como propias. Participamos de la producción de objetos de deseo que creemos necesitar.

En la soledad del emprendimiento del yo y el cansancio de la autoexplotación se pretende, en una realimentación demencial, la mejora de la eficacia y la eficiencia en los ámbitos de lo personal y lo profesional, que se confunden. Los empresarios de sí mismos aceptan, sin cuestionarlo, un cambio continuo que demanda, a su vez, un re-posicionamiento continuo, cuya energía debe surgir, de forma imposible, de la actitud personal o, ¿cómo si no?, del expolio de los otros.

El consumidor va a ser consumido y quien no pueda consumir será excluido. Se consumen experiencias, productos, eventos, viajes, información,… con un valor usurpado para engrosar una luminosa marca personal que oculta a un agotado yo y una insatisfacción infinita.La primera salida de emergencia sólo puede ser apagar los medios y empezar a disfrutar de un silencio no mercantilizado que de una oportunidad a la toma de conciencia.

Solamente atendiendo a la degradación de los sistemas educativos, de las relaciones laborales y de las relaciones sociales (atendiendo estas desde la perspectiva de comunidad, de colectivo), y por supuesto recuperando la memoria, podemos empezar a vislumbrar cómo hemos llegado al punto de aceptar, sin reflexión ni crítica, una variedad de opciones de oferta de ideas y productos que no tienen absolutamente nada que ver con nuestras necesidades ni con nuestra naturaleza. Lo hemos cedido todo.

La oferta de cualquier cosa se antepone a la demanda, limitándose en su construcción a las opciones de rentabilidad para sus productores, asumiendo la programación de su obsolescencia y sin contemplar, ni por asomo, el perjuicio irreparable para un planeta finito con recursos finitos. Desarrollamos una ingeniería logística sin precedentes para fabricar mierda en un país, con los recursos naturales de otro, y todo ello con un coste humano y medioambiental que debería sepultarnos en la vergüenza para detenernos aquí y ahora.

La rentabilidad no ha sido ajena a las ideas. El plato del día es la Epistemología del Norte. La economía podía y debía ser circular, horizontal, natural, cooperativa, social,… pero no tenía que serescasez, ni mucho menos ciencia. Esta oferta no tiene que ver con esta demanda. El mercado es un campo de concentración. Cuando tomemos conciencia habremos empezado a derribar el marketing.

Artículo enviado por su autor a la redacción de OVE

Imagen tomada de: https://elcomunista.files.wordpress.com/2016/11/apagar-los-medios-derribar-el-marketing.png?w=605&h=378&crop=1

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La sociedad del miedo

Por: Marcelo Colussi

El miedo paraliza. Eso no es nuevo, en absoluto. Todos lo sabemos inmemorialmente, y quienes ejercen alguna cuota de poder, además de saberlo, lo utilizan.

El miedo comporta algo de irracional, de primario; la lógica «bienpensante» pierde ahí la supremacía. Alguien asustado, no digamos ya aterrorizado, es presa de las reacciones más viscerales, mas impensadas, dejando totalmente a un lado las decisiones razonadas, frías y llevadas por la lógica. Hacer uso de esas circunstancias en función de un proyecto hegemónico, es algo por demás conocido en la historia: quien manda se aprovecha del miedo del otro para ejercer su poder. Eso es, a todas luces, un mecanismo perverso; pero ¿quién dijo que la perversión no hace parte consustancial de lo humano?

Hoy día, en nuestra hiper tecnocrática sociedad, el manejo de las emociones, en cuenta el miedo, es un elemento de importancia capital para el mantenimiento del sistema. Y obviamente, si alguien maneja y manipula ese miedo, no es el ciudadano de a pie. Él es quien lo sufre, el objeto de la manipulación; los hilos del títere nos los mueve él precisamente. Para eso está lo que la academia estadounidense llama «ingeniería humana». «En la sociedad tecnotrónica el rumbo lo marcará la suma de apoyo individual de millones de ciudadanos incoordinados que caerán fácilmente en el radio de acción de personalidades magnéticas y atractivas, quienes explotarán de modo efectivo las técnicas más eficientes para manipular las emociones y controlar la razón«, dijo uno de los principales exponentes de esa línea de pensamiento, el polaco-estadounidense Zbigniew Brzezinsky.

Esas técnicas -cada vez más refinadas y eficaces, por cierto- responden, por su parte, a un proyecto de dominación global. Lo que antes pueden haber hecho el shamán o la Iglesia católica («La religión existe desde que el primer hipócrita encontró al primer imbécil«, dijo Voltaire. «Las religiones no son más que un conjunto de supersticiones útiles para mantener bajo control a los pueblos ignorantes«, comentó por su parte el teólogo Giordano Bruno), hoy lo realiza la industria mediática (nuestra «religión» moderna).

Pero hoy -y eso es lo que queremos resaltar- el manejo de ese miedo ha cobrado dimensiones tremendas. Los seres humanos no solo vivimos asustados por los avatares naturales que no manejamos, tal como siempre ha sido (catástrofes, muerte, la incertidumbre ante el destino), sino que padecemos, en forma creciente, ante las «catástrofes» humanas. Pero más aún, cosa que torna más patética la situación, ese miedo está racionalmente inducido desde un determinado proyecto de dominación.

En la actualidad ya no nos atemorizan los espíritus ni los demonios que andan sueltos (las religiones, que lidian con todos ellos, están en retirada en un mundo cada vez más tecnocrático). Hoy día tememos… al terrorismo (en los países del Norte) o a la delincuencia (en el Sur empobrecido).

Aunque los motivos de nuestros terrores, si los analizamos con exhaustividad, no son precisamente esos difusos nuevos espantos, sino la percepción que tenemos de ellos.

Ahora bien: la percepción que tenemos de ellos es la que nos construyen los medios masivos de comunicación. La casi totalidad de las percepciones del mundo que vamos teniendo, nos las dan -nos las imponen- esos medios.

Pregúntese el lector cómo es por dentro, por ejemplo, un submarino. En general todo el mundo dará aproximadamente la misma respuesta: un panel de control, palancas, tableros con luces, marineros que reciben órdenes, un capitán al mando de un periscopio, etc. ¿De dónde sale ese «conocimiento»? De los cientos o miles de veces que hemos sido bombardeados con esas imágenes.

¿De dónde salen nuestros paralizantes miedos ante el terrorismo o ante la delincuencia desbocada? De las matrices mediáticas que ya se nos han impuesto. ¿Acaso todos los musulmanes son unos sanguinarios terroristas listos a sacar una bomba de entre sus ropas? ¿Acaso todos los jóvenes de barriadas pobres son unos delincuentes listos a amenazarnos con un cuchillo? Obviamente no. Pero eso son los imaginarios que se nos han impuesto.

Sin dudas el mundo no es un lecho de rosas: hay muertos por doquier debido a acciones violentas. Por supuesto que explotan bombas y hay asaltos a mano armada; por supuesto que existen actos suicidas, en general llamados «terroristas», y por supuesto también que hay delincuencia callejera, robos a mano armada y «áreas rojas» donde ni la policía entra. ¡Vaya novedad! Por minuto mueren dos personas en el planeta debido a la detonación de un arma de fuego. Obviamente no estamos ante un paraíso. Pero según estudios consistentes, diariamente fallecen en el mundo no menos de 2.000 personas por falta de alimentos, y más de 1.000 por falta de agua potable, en tanto que el siempre mal definido e impreciso «terrorismo» produce en promedio… 11 muertes diarias.

Tenemos miedo a las cosas que se nos dice que debemos tenerle miedo. Y curiosamente, esos temores parecen manipulados: en el Norte del mundo la gente vive paranoica con el próximo acto terrorista, que seguramente será de algún denominado «grupo fundamentalista islámico». La muerte de una persona a manos de, por ejemplo, un marido celoso o un paranoico delirante, es ya presentada como ataque terrorista, dando pie a una hiper militarización de la vida cotidiana… y a las guerras preventivas (que, curiosamente, se hacen siempre contra países que tienen petróleo en su subsuelo. ¿Qué casualidad, no?).

En el Sur, en los países empobrecidos y donde la vida es violada a diario por las balas, el hambre y la falta de agua potable, se vive paranoico con la delincuencia que puede aparecer en cada esquina. Pero como dijo un dirigente comunitario de una barriada pobre de algún país latinoamericano: «Todo el tema de la mara [pandillas juveniles] se ha inflado mucho por los medios de comunicación; ellos tienen mucho que ver en este asunto, porque lo sobredimensionan. En realidad, la situación no es tan absolutamente caótica como se dice. Se puede caminar por la calle, pero el mensaje es que si caminás, fijo te asaltan. Por tanto: mejor quedarse quietecito en la casa«. En un punto u otro del planeta para que la consigna es esa: de la casa al trabajo y del trabajo a la casa. Los espantos malos que andan por ahí (musulmanes terroristas o delincuentes) nos acechan, nos hacen la vida imposible, nos van a devorar. Lamentablemente, la ingeniería humana sabe lo que hace… ¡y consigue tenernos quietecitos!

Mantener poblaciones aterrorizadas es buen negocio (para quienes detentan el poder, claro). Nunca tan oportunas como ahora las palabras de la lideresa indígena de Bolivia, Domitila Barrios, con respecto a todo esto: «Nuestro enemigo principal no es el imperialismo, ni la burguesía ni la burocracia. Nuestro enemigo principal es el miedo, y lo llevamos adentro«. El miedo es una reacción psicológicamente muy normal en determinadas situaciones; el miedo puede ser patológico en ciertos casos (neurosis fóbicas, por ejemplo). Pero el miedo del que aquí hablamos (contra el «musulmán malo» o el «delincuente que nos acecha detrás de cada árbol») es una pura invención de la ingeniería humana, preparado desde un proyecto de dominación. ¿Será hora de abrir los ojos?

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=217149&titular=la-sociedad-del-miedo-

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Entrevista a Sergio Ciancaglini: “El periodismo convencional es una burocracia gigantesca”

25 Agosto 2016/Fuente: Revistaajo/Autor:Federico Polleri

Sergio Ciancaglini trabajó en La Razón, en Página 12, editó los domingos de Clarín cuando vendía un millón de ejemplares, publicó libros y ganó premios internacionales. En 2001, renunció a todo y fundó una cooperativa de periodistas. Años después, publicaron un ensayo en el que anunciaban la novedad: el periodismo murió.

Tenés mucha experiencia en medios tradicionales. ¿Qué cosas aprendiste cuando los dejaste?

–Unas de las cuestiones fue la de no seguir agenda. Tratar de entender qué cuestiones están ocurriendo y pueden estar representando algo diferente. El periodista asalariado, en cierta medida, está condicionado por determinadas agendas y cosas de las que se habla. La etapa nueva, un poco lo que me hizo ver, es que todo lo interesante está en lo que no se habla.

¿Por ejemplo?

–Para cuando Rodolfo Walsh se metió en José León Suárez a investigar esto de “el fusilado que vive”, se metió en algo de lo que nadie hablaba. No era ninguna noticia de nada, pero ahí estaba lo que terminó siendo una obra maestra de la investigación periodística. Y la realidad es que no salió en ningún medio. Paradójicamente, salió sólo en revistas independientes.

En plena dictadura, Walsh creó una agencia clandestina que hacía lo que en aquel entonces se denominaba “contrainformación”. Más tarde, a los medios que comunicaban desde otra agenda se los llamó “alternativos”. Sin embargo, a Ciancaglini y a sus compañeros nunca les gustó el mote. “Son cuestiones de palabras. Respeto muchísimo a los medios que se dicen alternativos. A mí me pasa que yo no los considero alternativos”.

¿Por qué no?

–El equipo alternativo de River es el suplente. A mí la palabra me remite a un plan B. Que frente a los grandes medios, los medios “centrales”, hay “alternativos”, que van por el costado. Además, yo discuto que aquellos sean grandes medios. Todos repetimos como loros estúpidos que “los grandes medios” tal cosa. Y no es así, son diarios cada vez más chicos, que cada vez lee menos gente. Paralelamente, hay un proceso de pluralización de las voces. Internet sería un ejemplo de esto, que nazca Ajo es un ejemplo de esto. Hace unos años una revista así era impensable, ahora es pensable; eso marca una diferencia. Entonces, yo digo: ese tipo de medios, y se nota clarísimo con las radios comunitarias, no son un plan B, no son alternativos a nada, son medios centrales, son muy importantes. Me parece que es como atacar la importancia que pueden tener. Por eso yo hago la broma: ¿No será que Clarín es un medio contrainformativo o que La Nación es un diario zonal y marginal?

Ciancaglini estira una mano como quien pone un freno y aclara: “Igual, no me voy a pelear con nadie por esto”.

¿Y cómo prefieren llamarse?

–A mí me gustaba usar: medios sociales de comunicación.

El fin del periodismo

En 2011, el semiólogo, historiador de la cultura y periodista, Ignacio Ramonet, publicó un libro con un título que de sutil tuvo poco: “La explosión del periodismo”. En él describe cómo internet, la revolución digital y las redes sociales pusieron en jaque a los medios tradicionales. Algo como decir que la biblioteca del viejo periodismo se había prendido fuego y estábamos obligados a repensar todo de nuevo. Cuando todo quiere decir: todo.

¿Quiénes van a sobrevivir a la explosión del viejo periodismo?

–En realidad no lo sé. La lógica diría que van a sobrevivir los que mejor logren sintonizar con la época que están viviendo. Los que mejor logren tener los pies en los lugares en donde estén ocurriendo cosas, que logren tener agilidad para entender los nuevos fenómenos, corazón para entenderlos -porque no se entiende sólo con la cabeza- y, a la vez, los que logren resolver bien cuestiones tan importantes como la gestión, una cosa siempre omitida pero que hay que aprender. Son muchos elementos y modos, no es fácil saber cuáles subsistirán. Incluso no importan mucho los soportes, pueden estar en revista de papel, en internet, puede ser una radio, video, eso es lo de menos.

“El futuro de los medios está en la calidad. Esa debe ser nuestra obsesión”, dicen integrantes de lavaca cuando se calzan el traje de docentes. Es que desde hace diez años organizan seminarios en la Cátedra Autónoma de Comunicación Social. Primero fue el Diplomado en Gestión de Medios de Comunicación y Cultura, luego el Diplomado Dr. Andrés Carrasco en Periodismo y Comunicación Ambiental. Allí se realizan especializaciones para periodistas en ejercicio o en crisis con el oficio. Este año, por ejemplo, está cursando uno de los fotógrafos recientemente despedidos del diario Perfil. No pudo decidir abandonar los medios tradicionales: ellos lo abandonaron antes.

Hay quienes están convencidos de que la crisis del periodismo es una crisis laboral. ¿Te parece correcta esta lectura?

–Para mí es un aspecto de la crisis, pero un aspecto pequeño. Hay varios problemas. Uno es que, al ocurrir lo que ocurrió durante la década menemista, se cerró la posibilidad de acceder al tipo de trabajo periodístico que uno valoraba. Esto es por la necesidad de las empresas de sostener operaciones políticas, políticas de extorsión, líneas editoriales que no pueden ni siquiera tener disonancias. En otras épocas se permitían disonancias: en La Naciónescribía José Martí, por ejemplo. Eso se acabó. Antes los medios querían tener gente que pensara con cabeza propia, hasta en conflicto, porque eran los tipos que te traían algo bueno, algo nuevo. Al acabarse eso, el tipo de trabajo por el cual yo quería ser periodista no está más ahí.

¿Y qué hay ahora?

–Un sistema de obediencia, de sostener la línea del diario. Vos hoy no podés pensar muy distinto que la línea de un medio porque te echan a los diez minutos. Un antikirchnerista en Tiempo Argentino no puede trabajar y un kirchnerista en La Nación, tampoco. Y no estoy opinando sobre dónde hay que ubicarse, lo que quiero decir es que una persona con ideas propias que no son compatibles con las del medio en que trabaja está en un problema.

Sin embargo, siguen siendo esos los espacios de trabajo para los periodistas.

–Hoy los medios grandes tienen criaderos de periodistas, que son las maestrías que ellos mismos crearon para nutrirse de mano de obra. Ya no buscan reporteros en la calle, sino que los sacan de sus escuelas, en donde encima los tienen cinco años pagando. Es maravilloso… En este marco, el periodista que anda con problemas laborales la tiene muy complicada, porque tiene una camada de gente dócil que pagó y que ya trabaja ahí. Por supuesto que, como me han dicho mis compañeros y amigos de Clarín, son prácticamente iletrados estos tipos, pero entran a ocupar esos espacios. La otra cuestión es que se reducen los puestos de trabajo, por los temas de precarización y flexibilización laboral.

Dependencia o autonomía

Cuando Sergio Ciancaglini entró a trabajar a Clarín, en 1990, tuvo su entrevista de rigor con Héctor Magnetto. Al salir, confirmado ya en su nuevo empleo, un secretario de redacción le dijo: “Bienvenido al gran diario argentino”, pero enseguida se corrigió: “…bueno, en realidad es un diario grande, que no es lo mismo”.

Quedaron atrás los años en que se pensaba a sí mismo como empleado. Su espacio de trabajo es hoy una cooperativa, y su modelo, la autogestión. Para los incrédulos de la factibilidad de un medio autónomo están los datos duros: revista Mu vende entre 10 mil y 12 mil ejemplares mensuales, el programa Decí Mu, conducido por Ciancaglini, se emite semanalmente por unas 300 radios de todo el país, y La Vaca Editora tiene más de media docena de libros publicados, algunos con traducción en varios idiomas. Si con eso no basta, hay un relato más que puede ayudar: a Sergio, de tanto en tanto, le suena el teléfono. La escena se repite y para él es algo sintomático. Son periodistas sin trabajo, cuyo planteo es casi siempre el mismo: “te hablo de parte de fulano, trabajó con vos hace unos años, es para saber si no necesitan a alguien en lavaca”.

Este año hubo despidos en el grupo Crónica y en Perfil. La sensación que da es que, a pesar de la lucha, los puestos de trabajo se pierden irremediablemente. ¿Cómo ves el futuro para los periodistas profesionales?

–Nosotros planteamos en la cátedra la pregunta: ¿por qué no creo mi propio medio?, ¿por qué tengo que pensarme como asalariado del diario Crónica?, ¿quién dijo que ese era mi destino como periodista? Muchos nunca se pensaron como sujetos capaces de llevar adelante su propio medio. A mí me parece mucho más interesante pero, además, hasta me parece más factible en términos prácticos. Hacer lo que querés, y con la gente que querés, es posible.

Alguna vez ustedes escribieron que “para salvar el pellejo nos queda siempre un recurso salvador: convertir nuestra vocación en un arte”. ¿Qué importancia tiene la dimensión creativa en el rescate del periodismo?

–El buen periodismo te exige salirte de lo rutinario, del estereotipo, del cliché, y poder encontrar un modo de comunicar que sea interesante y atractivo para la persona que está leyendo o escuchando. Todo el periodismo convencional es una especie de gran burocracia gigantesca en la que todos dicen lo mismo. Se repite y repite, y el cerebro se va esclerosando hasta llegar a convertirte en una especie de alzheimer periodístico caminando. En este marco, la actitud creativa te permite abrir, liberar, preguntarte cosas. No sólo es buena para comunicar, es buena para uno.

En la actual degradación del periodismo ¿qué responsabilidad tienen las empresas de medios y qué responsabilidad los periodistas profesionales? ¿Somos víctimas o también responsables?

–A mí me parece que las empresas tienen gran responsabilidad en las líneas editoriales que bajan, para las que, como te decía, requieren cada vez más obediencia. Pero decir que son las empresas las responsables hace que una cantidad de turros, que quieren trepar en esas empresas, zafen diciendo: “el problema es la empresa”. También encontrás gente muy resignada que piensa que se acabó, que no se puede hacer nada, que hay que cobrar el sueldo porque hay que pagar el colegio de los chicos y demás. Me parece bien, yo lo comprendo al tipo que me dice esas cosas. Lo único que le solicito, por un problema de que soy viejo y que hay poco tiempo en la vida, es que no me hable de periodismo. Hablemos de oficinismo, si quiere, hablemos de otra cosa, pero no de periodismo, ni de falta de libertad de expresión, ni de nada. Porque lo que hay ahí es un simulacro.

Crear lo nuevo

En una época, Ciancaglini se ganó el título de periodista de denuncia. En ese rol fue invitado a congresos y seminarios, en los que presentaba sus libros y contaba su experiencia. Quizá por eso lo descolocó la hipótesis de las monjas piqueteras: “Ellas venían de la línea del padre Mujica. Me dijeron que el periodismo de denuncia deprime a la gente en los barrios. Lo sentían como un discurso que entraba en una zona sin salida”.

¿Te sentiste interpelado?

–Sí. Las monjas llegaron a decirme que había una relación entre este periodismo y los suicidios en las villas. Así lo planteaban. Encontraban un vínculo entre la denuncia sin salida y la sensación de angustia. Yo, que denunciaba la corrupción menemista, en ese momento pensé: claro, si no planteamos algo, además de la denuncia, se da una suerte de encierro. Entonces me quedó la idea de que también es interesante contar las formas nuevas de producción social que van surgiendo. Creo que todos los temas que implican formas de producción de la sociedad, de las personas, de los grupos sociales, para generar situaciones de superación de dificultades, son interesantes.

Desde los comienzos de lavaca ustedes se plantearon no escribir notas de opinión. ¿Por qué?

–Hoy en los diarios tenés las notas editoriales y tenés veintisiete tipos que opinan ¡hasta con foto! Creo que hay una especie de delirio raro con eso. Nosotros sentíamos que la opinión comenzó a sobreponerse a la información y a la crónica. Yo estoy de acuerdo con la teoría de Gabriel García Márquez de que los diarios están al revés. Si ves cómo se organizan las redacciones, tenés una pirámide donde están el director, los editorialistas, jefes y va para abajo. El de abajo de todo es el cronista. García Márquez decía: hay que dar vuelta ese artefacto llamado staff. Ponerlo al revés, que se caigan todos para abajo y que queden arriba los cronistas, que son los únicos que salen a la calle a ver cómo son las cosas.

Se ha dicho mucho que con los cambios en los ritmos de vida, la aparición de internet y el exceso de información circulante, la gente ha dejado de leer o lee mucho menos que antes, ¿cómo se apuesta a un medio gráfico en este contexto?

–Le están echando la culpa al público de algo que pasa en los medios. Un día, de esto hace muchos años, cayó enClarín un genio que decía que como la gente mira televisión, no lee. Entonces, había que hacer un diario con notas más chiquitas, letras más grandes y más fotos. Hicieron eso. El diario empezó a tener cuerpo de letra más grande, de 100 líneas pasamos a tener 70, se suponía que la gente necesitaba más faroles y más firuletes porque ya nadie leía. Después llamaron a otro tipo, que era un yanqui o un francés, que llegó con la teoría contraria; dijo: “No, parece que cuando la gente quiere mirar televisión, lo que hace es mirar televisión; y cuando compra el diario, parecería que no es para mirar televisión, sino para leer”. Le pagaron como 50 mil dólares. Yo pensaba: ¡no encontré el destino de mi vida que era dar charlas para esta gente!

Lo viejo que no termina de morir

Sobre el final de la conversación, Ciancaglini plantea un desafío para el futuro: lograr que se sancione la “Ley de Fomento para la Producción Autogestiva de Comunicación Social por Medios Gráficos y de Internet”. El proyecto –presentado por un conjunto de revistas independientes nucleadas en Arecia– tiene estado parlamentario desde 2013, y propone lo que ellos consideran la pata gráfica que le faltó a la Ley de Medios. Buscan terminar con la concentración en el mercado de diarios y revistas. Son parteras abriendo espacios para lograr que lo nuevo termine de nacer.

La entrevista concluye en medio de mucho ruido. Hay gente acondicionando “Mu. Punto de Encuentro” para la proyección de un documental. Arriba se escuchan carcajadas, porque algunos integrantes de la cooperativa se ríen junto a Pablo Marchetti, el ex director de Revista Barcelona, que está mostrando sus primeros programas de un proyecto audiovisual independiente que acaba de lanzar a través de Youtube.

La presidenta de la cooperativa, Claudia Acuña, atiende una de las mesas del bar, uno de sus compañeros barre la vereda, otro prepara café. Todos, paralelamente a sus tareas, piensan en la tapa del próximo número de la Mu, en los invitados al programa de radio, en un posible libro por editar, en la próxima actividad para seguir impulsando la sanción de la Ley de Fomento.

La última pregunta queda sin responder.

¿Cuándo vamos a poder asistir al funeral del viejo periodismo?

Sergio Ciancaglini sonríe. Sabe que las cucarachas sobreviven hasta a las bombas nucleares. Pero –también sabe– sobrevivir no asegura recuperar la forma humana.

Fuente de la entrevista: http://www.revistaajo.com.ar/notas/580-el-periodismo-convencional-es-una-burocracia-gigantesca-slide.html

Fuente de la imagen: http://t3.gstatic.com/images?q=tbn:ANd9GcTpCy2VMS0N5u2X576DLO-STlGtSh0zMkG9kZE22FJpqVguoNgi0i8S

– Fotos: Romira Elvira

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Los personajes fuera de la pantalla

Centroamérica/Cuba/19 de Agosto de 2016/Autor:

Javi, de cinco años de edad, quería ver una pe­lícula en inglés y con una trama bastante violenta, aunque no entendiera nada, porque “a mí lo que me gusta es la fajatera”, expresó sonriente.

El primo, quien escribe estas líneas, le dijo ¡no!, y el niño dio unas pataditas sobre el piso, acompañadas por el inicio de un forzado llanto.

Hace varios días, Javi soñó que unos bi­chos se llevaban a su hermana en una jaula para convertirla en reina mala. Luego, estuvo desvelado hasta las dos o tres de la madrugada.

La madre lo acompañó hasta que la claridad del día borró el miedo a que aparecieran otra vez los “malhechores”, vistos antes en la pantalla.

Desde hace varias jornadas, observa con frecuencia otro material audiovisual sobre un caballo salvaje, e incorporó a sus juegos el hábito de tirar patadas y correr a toda velocidad.

Josué, de ocho años, hace un tiempo se disfrazaba de hombre araña y de otros superhéroes y hasta repetía gestos y parlamentos de aquellos con frecuencia.

¿Cuánto influyen la televisión, videojuegos y otras escenas de pleitos en los infantes? ¿Cuál es la responsabilidad de los adultos a su alrededor?

El investigador mexicano Eduardo Reyes Virrueta asegura que quienes ven violencia se comportan más agresivos sin importar su localización geográfica, sexo, nivel socioeconómico ni problemas emocionales. Eso se refuerza en los de menos edad.

Para la española María del Carmen García Galera los efectos pueden ser conductuales, emocionales y cognitivos.

Según otros estudiosos, los infantes aprenden más que imitación e incorporan soluciones “bravuconas”, aunque no las ma­nifiesten de forma inmediata, y pueden considerar las pe­leas como un mecanismo normal para resolver conflictos.

El efecto de programas y dramatizados provoca que hasta adultos repitan expresiones y formas de vestir. En los pequeños, cual esponjas nuevas, la dimensión es mayor.

Estudios sobre agresividad en la televisión revelan que ciertos dibujos animados suelen incluir 23 escenas de ese tipo durante cada hora, como promedio, e incluyen fuertes golpes, explosiones, caídas por precipicios…, pero las víctimas nunca mueren. Y, lamentablemente, esos materiales audiovisuales han sido aceptados como forma de entretenimiento desde hace bastante.

Algunos personajes suelen mostrar una gran fortaleza y otras características atractivas para los niños, y resuelven casi todo a través de la violencia.

Muchos juegos digitales privilegian los disparos, lanzar lava, matar animales o escapar de oficiales… Tal vez, ahora mismo usted, amigo lector, recuerde varios.

Afortunadamente, existen ejemplos de lo contrario. Al­gu­nas propuestas resaltan el sentido educativo y didáctico.

Los padres, familiares y otras personas cercanas a los infantes, debemos prestar atención a sus formas de esparcimiento, y establecer límites. Además, evitar los episodios agresivos o de otro tipo, que constituyan ejemplos desfavorables.

No impidamos que los pequeños pasen tiempo frente a la pantalla, pero guiémoslos en la selección de lo observado, conscientes de la importancia para su formación y comportamiento presente y futuro.

Javi, como tantos niños, sigue entre carreras, palos de escoba convertidos en potros, matas de mango y personas que lo quieren y cuidan. Seguramente, su gusto por la televisión persistirá, aunque lo mejor será que sus películas y muñes sean otros.

Fuente: http://www.granma.cu/opinion/2016-08-18/los-personajes-fuera-de-la-pantalla-18-08-2016-22-08-43

Fuente de la imagen: http://melhorepiordomundo.blogspot.com/2011/04/superman-ameaca-renunciar-cidadania.html

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