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Libro (PDF): Convivialidad y desigualdad: explorando los nexos entre lo que nos une y lo que nos separa

Reseña: CLACSO

*Disponible sólo en versión digital

La vida en sociedad se basa, al menos aparentemente, sobre una contradicción. Nuestra supervivencia como sociedad y también como especie está estrechamente vinculada a la interdependencia tanto entre los seres humanos entre sí, como entre éstos y otros seres vivos como las plantas y los animales. Esta interdependencia, sin embargo, es negada por las formas de vida concretas de las sociedades contemporáneas, casi todas ellas estructuradas sobre profundas desigualdades sociales y basadas en la ideología del excepcionalismo humano. En vista a ello, el nuevo campo de estudios que definimos como convivialidad-desigualdad pretende llenar este vacío mediante la construcción de un marco teórico-analítico y del desarrollo de estudios empíricos correspondientes, en el que se puedan investigar en toda su extensión los nexos inseparables entre la diferencia, la desigualdad y la coexistencia entre los seres humanos entre sí, así como entre éstos y otros seres vivos. La articulación de estas dos nociones, desigualdad y convivialidad, constituye la base de la colaboración interdisciplinaria que se lleva a cabo en Mecila. Desarrollados en varios campos temáticos, los estudios sobre convivialidad-desigualdad en el Centro ofrecen una plataforma abierta para la innovación en la cooperación interdisciplinar en el amplio campo de las humanidades, las ciencias sociales y en diálogo con las ciencias naturales. El presente libro inaugura la serie de publicaciones que consolida la cooperación entre Mecila y CLACSO y busca ofrecer al público hispanohablante una introducción cualificada a los estudios sobre convivialidad-desigualdad.

Autoras(es):  Arjun Appadurai. Sérgio Costa. Tilmann Heil. Fernando Baldraia. Nilma L. Gomes. Encarnación Gutiérrez Rodríguez. Maya Manzi. Peter Wade. Claudia Briones. Ramiro Segura. João José Reis. Raquel Rojas Scheffer. Gabriel Feltran. [Autoras y Autores de Capítulo]

Editorial/Edición: CLACSO. Mecila.

Año de publicación: 2022

País (es): Argentina.

ISBN: 78-987-813-216-7

Idioma: Español

Descarga: Convivialidad y desigualdad: explorando los nexos entre lo que nos une y lo que nos separa

Fuente e Imagen: https://www.clacso.org.ar/libreria-latinoamericana/libro_detalle.php?orden=&id_libro=2507&pageNum_rs_libros=0&totalRows_rs_libros=1651

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Libro(PDF): ¿Por qué luchamos? Un libro sobre amor y libertad

Reseña: CLACSO

*Disponible sólo en versión digital

Manuela D ́Avila explica el feminismo actual para quien todavía no lo conoce o comprende. Con ella es posible entender que el feminismo es un asunto de todas y de todos. Es un libro dedicado especialmente a mujeres jóvenes que se quieren comprometer o quieren saber más y no se animan a preguntar. Es, también, una conversación, un abrazo y un punto de apoyo para reflexionar sobre la maternidad y la sororidad, las diferencias y la igualdad, la deconstrucción y la libertad, la violencia doméstica y el miedo, en definitiva: todo aquello por lo que luchamos. La autora sugiere pero también interactúa con las lectoras, incita a la reunión, la cofradía y la escucha para asegurarse (y asegurarnos) de que las mujeres no estaremos nunca más solas.
Autora: Manuela D’Ávila

Editorial/Edición: CLACSO. Siglo XXI.

Año de publicación: 2021

País (es): Argentina.

ISBN: 978-987-813-051-4

Idioma: Español

Descarga: ¿Por qué luchamos? Un libro sobre amor y libertad

Fuente e Imagen: https://www.clacso.org.ar/libreria-latinoamericana/libro_detalle.php?orden=&id_libro=2413&pageNum_rs_libros=0&totalRows_rs_libros=1598

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Feminismo, salud mental, antirracismo: qué nos están enseñando los Juegos Olímpicos de Tokio más allá del deporte

Alice Milliat, la mujer que inyectó feminismo al deporte olímpico

Que los Juegos Olímpicos no solo van de deporte es algo que está demostrando con creces la insólita edición que se celebra este año tras la suspensión por la pandemia. Todos los ojos del mundo miran a Tokio, donde casi 12.000 atletas buscan una medalla en sus respectivas disciplinas. Pero las olimpiadas están sirviendo también para poner en el centro cuestiones socialmente relevantes que trascienden la propia competición deportiva y que han originado conversaciones públicas sobre feminismo, salud mental, racismo o visibilidad LGTBI y que reflejan, en parte, cómo somos, qué discriminaciones siguen arraigadas y por dónde se están dando avances.

La retirada de Simone Biles en los Juegos abre otra grieta en el muro de silencio que estigmatiza la salud mental

El momento con más repercusión ocurrió el pasado 27 de julio, cuando la gimnasta estadounidense Simone Biles se retiró de la competición de equipos por su estado psicológico. La multicampeona olímpica ha regresado este miércoles y se ha llevado el bronce en barra de equilibrios pero, al margen del podio, deja otra impronta en estos juegos porque su gesto ha contribuido a agrietar el muro de silencio que estigmatiza y silencia la salud mental. «Esto no es simplemente salir y hacer lo que el mundo quiere que hagamos […] Es más importante la salud mental que el deporte ahora mismo», reivindicó.

Simone Biles en los Juegos Olímpicos de Tokyo 2020. AFP7 / Europa Press

Visibilidad del machismo

Ya antes de la ceremonia inaugural era la capitana del equipo español de natación sincronizada, Ona Carbonell, la que denunciaba públicamente la imposibilidad de dar de mamar a su hijo Kai durante los Juegos Olímpicos y ponía el foco en uno de los principales problemas que las deportistas llevan años señalando: las dificultades para conciliar trabajo y maternidad. Es una constante en sus carreras de alto nivel, pero la desatención de los cuidados y el conflicto con el trabajo productivo es aún una ecuación pendiente en todos los ámbitos que sigue solucionándose mayoritariamente a costa de las mujeres de una forma soterrada e invisible.

A Tokio han llegado también denuncias relacionadas con el sexismo en las equipaciones. Fue el caso del equipo alemán de gimnasia artística, que decidió salir a competir con una prenda de cuerpo completo, algo que no suele ser habitual en la disciplina, como forma de reivindicar la libertad de que «cada mujer y todo el mundo pueda decidir lo que ponerse». Es un símbolo se ha convertido también la imagen de las tres chicas de 13 y 16 años en el podio de una de las pruebas de skate, que se ha estrenado este año como deporte olímpico. Una práctica tradicionalmente copada por hombres, pero al que cada vez y con más fuerza se suman chicas jóvenes que reivindican su lugar sobre el patín.

Pauline Schaefer, del equipo alemán de gimnasia artística, el pasado 25 de julio. Marijan Murat / Dpa

Es una realidad que el empuje feminista de los últimos años tiene su reflejo en las olimpiadas, y no solo por una cuestión de participación femenina, que alcanza el 49%. Las mujeres aún pelean por competir en igualdad de condiciones, pero hay avances. «Queda muchísimo, pero se ha logrado cierta visibilidad y conciencia de las discriminaciones e injusticias que vivimos. Se ha roto el silencio y creo que las propias deportistas ven que se cuentan más cosas, que no son igual de penalizadas que antes por hablar, y cuando una lo hace, anima a las demás», opina Pilar Calvo, secretaria general de la Asociación para Mujeres en el Deporte Profesional (AMDP).

«Somos negros»

Para la historia se queda el récord del mundo en triple salto femenino de la venezolana Yulimar Rojas y el bronce de la española Ana Peleteiro, pero también el abrazo en el que ambas, rivales en la pista y amigas fuera de ella, se fundieron al terminar, y la alegría de Peleteiro por el oro de Rojas. La gallega se ha convertido en una de las protagonistas de los juegos también por las palabras que pronunció después, en una entrevista junto a Ray Zapata, plata en gimnasia. «Somos de color pero representamos a España», empezó Zapata, momento en el que la triplista le interrumpió: «Somos negros, qué ‘de color’. De color son ellos, que cambian más de color que el sol», dijo en referencia a quienes enarbolan mensajes racistas.

Ana Peleteiro, del Equipo Español, bronce en la final de triple salto de atletismo, celebra la medalla junto a Yulimar Rojas (oro) durante los JJOO 2020 SportMedia / Europa Press

La participación de ambas ha hecho aflorar una evidencia: la diversidad racial que existe en España, y también ha sacado a la luz los prejuicios y episodios racistas que siguen enfrentando las personas no blancas y que la propia Peleteiro ha narrado en alguna ocasión. «En la gasolinera un señor me gritó: ‘Negra de mierda, vete a tu país’. Estoy en mi país, da mucha rabia», contó en 2020 en una entrevista con El País. Un discurso discriminatorio que formaciones como Vox no condenan, e incluso alientan, como ocurrió en la Asamblea de Madrid el pasado junio con el diputado de Unidas Podemos Serigne Mbaye. Tras la medalla lograda por Peleteiro y Zapata, las redes sociales han criticado que ni Pablo Casado ni el partido de extrema derecha les hayan felicitado inmediatamente por sus triunfos.

A estas imágenes se ha unido en los últimos días el gesto de la atleta estadounidense Raven Saunders, medallista de plata en lanzamiento de peso, que quiso mandar un mensaje en el podio para denunciar «la instersección en la que se encuentran todos los que están oprimidos». La olímpica, lesbiana y negra, cruzó los brazos sobre su cabeza en forma de «X», un gesto que será estudiado por el Comité Olímpico Internacional, puesto que no permite manifestaciones políticas durante la competición, y que ha recordado a muchos al icónico puño en alto del black power en México 68.

Raven Saunders (EEUU), medalla de plata durante los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. AFP7 / Europa Press

Primera atleta trans

Las palabras de Tom Daley, que se hizo con la medalla de oro en trampolín de 10 metros sincronizado también dieron la vuelta al mundo. «Creo que es una de las cosas de las que me siento enormemente orgulloso: soy gay y campeón olímpico», dijo en la rueda de prensa posterior, en la que compartió cómo en su infancia se sintió carente de referentes con su misma orientación sexual. «Cuando era joven me sentí solo, diferente, sentía que no encajaba… había algo en mí que nunca sería lo suficientemente bueno como la sociedad quería que fuese», dijo el británico, que, sin embargo, ha recibido críticas por ser padre por gestación subrogada.

Además, Tokio ha sido escenario de la participación por primera vez de una atleta trans en los Juegos Olímpicos, la neozelandesa Laurel Hubbard, en halterofilia. Esto es posible después de que el Comité Olímpico Internacional cambiara las reglas en 2015, cuando descartó obligar a las deportistas trans a someterse a operaciones genitales para poder competir en la categoría femenina, que era la normativa entonces vigente. Ahora lo que deben es cumplir con un nivel máximo de testosterona.

Su presencia ha sido duramente criticada por un sector del feminismo que aquí en España es contrario a la Ley Trans y a la autodeterminación de género por considerar que habría hombres que podrían declararse mujeres para lograr triunfos deportivos frente a las mujeres. Hubbard es una mujer trans que cumple con los criterios impuestos por el Comité Olímpico Internacional para competir y se da la circunstancia de que en esta ocasión ha sido descalificada tras hacer tres nulos seguidos. Para la Agrupación Deportiva Ibérica LGTBI+ (ADI), «suponer que las personas trans en el deporte son tramposas que fingen ser quienes son por interés competitivo» es «contrario a los valores del deporte» y «un prejuicio tránsfobo».

Además de Hubbard también compite Quinn, persona trans no binaria, con la selección femenina de fútbol. La asociación ha contabilizado hasta 179 deportistas LGTBI visibles en Tokio, el triple que en los anteriores Juegos Olímpicos, celebrados en Río de Janeiro, pero aún así, una cifra ínfima comparada con el total de participantes, casi 12.000, «un síntoma de la difícil situación de las personas LGTBI en el mundo del deporte», concluye.

Fuente: https://www.eldiario.es/sociedad/feminismo-salud-mental-antirracismo-ensenando-juegos-olimpicos-tokio-deporte_1_8191107.html

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CME: Rechazamos toda acción prejuiciosa y punitiva con relación a raza

Por: CLADE.

 

A través de manifiesto público, Campaña Mundial por la Educación condena el racismo sistémico, la injusticia y la violencia estructural que han provocado la desigualdad en Estados Unidos de América y en Brasil

“Los recientes eventos en Brasil, EUA y otros lugares, han reforzado nuestra creencia en la necesidad universal de una educación global e inclusiva que instale en nuestros jóvenes los valores de respeto por la diferencia y la diversidad y por la dignidad humana, y que enseñe valores de antirracismo, inclusión civil y reconocimiento de todas las voces de nuestras respectivas comunidades y sociedades, tal como se establece en la Ley de Derechos Humanos”, afirmó la Campaña Mundial la Educación (CME) en un manifiesto público divulgado ayer, 18 de junio.

La nota fue publicada en el marco de la serie de asesinatos y abusos contra personas negras que han sucedido últimamente, como la muerte de George Floyd, en Estados Unidos, y de João Pedro, en Brasil, debido a la acción violenta de miembros de la policía en estos países. “Condenamos plenamente la pérdida de vidas humanas y la negación de justicia y el desprecio del imperio de la ley. También rechazamos toda acción prejuiciosa y punitiva en relación con raza, casta, etnia, creencia religiosa, sexualidad, género, discapacidad o cualquier otra barrera por la que los individuos sean percibidos como diferentes y, por lo tanto, desiguales”, dice el documento.

Según la CME, la educación es vital para generar conocimiento dentro de sociedades inclusivas, donde la participación, el respeto por la diversidad y la realización de los derechos humanos deben constituir el corazón de todos los sistemas educativos. “Por lo tanto, la CME condena el racismo sistémico, la injusticia y la violencia estructural, que han demostrado unas profundas divisiones y unos prejuicios étnicos y raciales que han provocado la desigualdad en Estados Unidos de América, Brasil y muchos otros países, donde debe cesar la violencia contra las personas negras, las minorías y los jóvenes”, afirma el manifiesto.

>> Manifiesto completo

Fuente de la reseña: https://redclade.org/noticias/cme-rechazamos-toda-accion-prejuiciosa-y-punitiva-en-relacion-con-raza/

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De la interculturalidad al antirracismo

Por: Xavier Besalú

Es momento de postular abiertamente una educación antirracista, que haga frente con decisión al racismo que es más que una doctrina que clasifica –falsamente– a la humanidad en razas distintas; una ideología que justifica la desigualdad, que otorga privilegios y ventajas a unos y deshumaniza y restringe derechos a los otros.

A finales de 1989 se celebró en San Sebastián un Seminario interuniversitario bajo el lema La educación multicultural en el estado de las Autonomías y, el año 1992, el X Congreso Nacional de Pedagogía tuvo como argumento La Educación Intercultural en la perspectiva de la Europa unida. Podríamos convenir que uno y otro dibujan la irrupción, en el ámbito científico, de la interculturalidad en España. Con algunos matices interesantes: en uno de los encuentros se habla de educación multicultural; en el otro, de educación intercultural. Mismo contenido, pero distinta etiqueta. Y mientras el primero ciñe su análisis a España, a la diversidad interna que supone el Estado de las Autonomías, el segundo lo hace en la perspectiva de una Unión Europea preocupada por la gestión de la inmigración que arriba, sobre todo, desde su frontera meridional. Treinta años después, merece la pena una cierta lectura retrospectiva del camino recorrido.

De la LOGSE (1990) a la LOE (2006) serían los años de la emergencia y el asentamiento del discurso sobre la interculturalidad, en paralelo a la llegada de un número creciente y diversificado de inmigrantes extranjeros, interrumpida por la eclosión de una profunda crisis económica. El balance, en pocas palabras, sería el de una decepcionante confusión teórica –no solo conceptual–, el de una perversa combinación entre los cantos a unos supuestos beneficios de la diversidad cultural y la permanente problematización de la inmigración, y la consolidación de un discurso político cada vez más identitario y más a la defensiva. Un discurso que reconoce (unos con la boca pequeña, otros con arrogancia) que efectivamente el Estado se identifica siempre, con más o menos intensidad, con una determinada comunidad de las que residen en su territorio y, en buena lógica, privilegia una determinada lengua, una determinada religión, unas determinadas manifestaciones culturales y festivas, por encima de las demás. Y que las minorías, tanto las autóctonas como las extranjeras, lo que deben hacer es admitirlo sin más y aceptar la subalternidad de sus propios derechos para salvaguardar la identidad y la unidad de la nación y evitar el riesgo de la disgregación comunitaria y la dispersión identitaria.

Esas políticas tienen su correlato en las prácticas sociales y pedagógicas calificadas de interculturales, cuyos efectos a la vista están. A lo largo de esos años, la segregación escolar ha adquirido visibilidad y se ha intensificado; el aprendizaje de la lengua vehicular de la escuela se ha considerado la medida intercultural más urgente y necesaria, dando a entender, en algunos casos, que ese era el único problema que resolver; y los resultados escolares –tanto las calificaciones de los centros como los que constata PISA– ponen de manifiesto no solo que  los alumnos de familias extranjeras son sustancialmente peores, sino que también están subrepresentados en las etapas postobligatorias del sistema.

De la LOE (2006) a la LOMCE (2013-2020?) el discurso oficial experimenta un giro significativo: la interculturalidad se desvanece y suben al podio la convivencia (la LOE obliga a que todos los centros educativos españoles aprueben y apliquen un plan de convivencia) y la cohesión social como bienes que salvaguardar. Las preguntas a las que pretende responder este nuevo enfoque no carecen de sentido; el problema está justamente en la respuesta: ¿Cómo garantizar la coexistencia pacífica, en un mismo espacio, de personas socioeconómicamente desiguales y culturalmente distintas? ¿Cuáles deberían ser los límites admisibles de estas diferencias y esas desigualdades para no poner en riesgo la convivencia? ¿Qué normas y convenciones deberían regular el espacio público y compartido?

La interculturalidad, entendida como el reconocimiento pleno del derecho de las minorías a mantener y desarrollar su propia identidad, a participar en pie de igualdad en los asuntos públicos, se considera perjudicial en la práctica, pues podría erosionar la convivencia y propiciar el enfrentamiento por motivos culturales o religiosos. Y esa educación para la convivencia se plantea, en términos generales, como una estrategia al servicio de un nuevo orden, que recluye lo diverso en el ámbito de lo privado y pone el foco en las actitudes y comportamientos de los individuos pertenecientes a minorías, presuntos responsables de los hipotéticos conflictos y violencias a prevenir y evitar. Pero el verdadero adversario para garantizar esa convivencia no es tanto el conflicto, ni las diferencias, sino, sobre todo, el conformismo, la pasividad, la adaptación acrítica…

No sabemos si este año 2020 será, finalmente, el que abra una nueva etapa en la política educativa… Si así fuera, tal vez sería llegada la hora de postular abiertamente una educación antirracista, que haga frente con decisión al racismo que es más que una doctrina que clasifica –falsamente– a la humanidad en razas distintas; es, por encima de todo, una ideología que justifica la desigualdad, que otorga privilegios y ventajas a unos y deshumaniza y restringe derechos a los otros. No importa el marcador utilizado para ello (el color de la piel, la religión, la lengua, el origen, la etnia, las manifestaciones culturales, el lugar de residencia…), porque lo realmente relevante es la jerarquía de dominación que divide al mundo, en general, y a cualquier sociedad, en particular, entre lo que se considera plenamente humano y civilizado, superior, y aquellos que están en proceso de humanización o que son considerados directamente salvajes, primitivos, inferiores.

Y es que la cultura occidental se ha construido sobre unas bases profundamente racistas. El imaginario colectivo europeo está impregnado de prepotencia, de superioridad. El Otro ha sido permanentemente inferiorizado, explotado o sometido, y tratado como bárbaro, infiel, monstruo o esclavo… El Holocausto habría sido la culminación de esta lógica: judíos, gitanos, homosexuales, discapacitados… una vez despojados de su condición humana y asimilados a las ratas, a las alimañas, no merecerían otra cosa que el exterminio. Las reservas, los guetos, los campos de concentración… en realidad ya habían sido probados con los indios en América, con los hereros y los bosquimanos en África…

Deberemos esforzarnos, pues, en revisar críticamente nuestros conocimientos y nuestro imaginario. Después de haber pasado por el sistema educativo, después del grado o el máster universitario, todos estamos plenamente imbuidos de esa mentalidad etnocéntrica, de esa creencia en la supremacía occidental. Y si no sometemos a revisión ese poso, es más que probable que lo sigamos propalando y, con ello, vayamos consolidando las bases del racismo. Si sabemos a ciencia cierta que el canon educativo actual es parcial, sesgado, sexista, racista, homófobo… habrá que desenmascararlo y que reconstruirlo sobre bases más científicas, más funcionales, más humanas y más justas. Ya no bastan los discursos, bienintencionados pero estériles, que invitan a niños y jóvenes a reflexionar sobre la diversidad cultural y la inmigración, ni las dinámicas y simulaciones, emocionalmente potentes pero de impacto limitado. ¿O habrá que esperar treinta años más?

Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/blog/2020/02/18/de-la-interculturalidad-al-antirracismo/

Imagen: https://www.shutterstock.com/image-photo/multiracial-group-college-studentsfriends-male-female-77612251?irgwc=1&utm_medium=Affiliate&utm_campaign=Pixabay+GmbH&utm_source=44814&utm_term=https%3A%2F%2Fpixabay.com%2Fimages%2Fsearch%2Feducacion%2520multicultural%2F

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‘Lawfare’ educativo: políticas educativas del fascismo

Por: Enrique Javier Díez Gutiérrez

La censura y control sobre la educación pública, plural, democrática e inclusiva es una estrategia que los grupos fascistas han hecho y siguen haciendo en muchos países. Anclados en la falsa creencia de todas las dictaduras: “si controlas su educación, controlarás sus mentes”. Lo están impulsando vía “lawfare educativo”.

Con ello consiguen cuestionar y desprestigiar la educación pública por su capacidad de formar en valores democráticos y favorecer la igualdad social, acusándola de adoctrinar; atacar el modelo de escuela pública sembrando la sospecha sobre la labor del profesorado y socavando la relación de confianza entre la familia y la escuela; impulsar el miedo (o, al menos, la prevención) del profesorado que empieza a sentirse acosado y amenazado ante las denuncias; y sobre todo hacer girar la agenda mediática sobre estos aspectos en vez de los verdaderos retos de la educación: reducir el número de alumnado por aula (ratios), la falta de recursos, las plantillas inestables y las altas tasas de interinidad o la religión en la escuela  del siglo XXI.

Estrategia clásica

Esta estrategia, impulsada en España por el grupo fascista VOX, a través del que ya muchos denominan “PIN de censura educativa”, tiene un largo recorrido. Es un clásico de la manipulación de los sistemas autoritarios, presentando el control y la censura como un paternal ejercicio de “protección de los menores”, incluso de sí mismos. Con los mismos esquemas, con las mismas falsas imágenes, con las mismas “fake news” o mentiras y con los mismos vídeos, que se difunden en redes sociales y grupos familiares de whatsapp, donde niños y niñas “encantadores” piden que en el colegio se dé matemáticas y en casa se eduque en valores.

Son las estrategias de “lawfare” (guerra jurídica contra la democracia) que los grupos ultraderechistas y los grupos evangélicos ultraconservadores (financiados por EEUU en Latinoamérica para combatir la teología de la liberación, que cuestionaba la desigualdad y la injusticia y apostaba por los pobres), han utilizado para dar golpes de estado “blandos”, como en Brasil, y poner en el poder a líderes ultraderechistas, como el militar Bolsonaro.

Lawfare educativo

Una de las primeras medidas de Bolsonaro, cuya ministra de familia declaraba “las niñas de rosa y los niños de azul”, fue combatir la educación en el respecto a la diversidad y contra el bullying homofóbico, denominándola “kit gay”, utilizando para ello ‘fake news’, en donde aseguraba que se pasaban películas porno gay en las escuelas. La versión brasileña de este pin fue “Escuela sin partido” que, según el militar, pretendía “acabar con la prevalencia de ideas de izquierda en las aulas”, persiguiendo las ideas del gran pedagogo Pablo Freire y estimulando a que los estudiantes grabaran las clases y denunciaran al profesorado que considerasen que cometían el delito de ‘adoctrinamiento ideológico’.

Dado que en España no pueden imponer este adoctrinamiento de una forma directa, por ley como en Brasil o Bolivia, han optado por una vía indirecta, el lawfare educativo: el acoso vía judicial contra los valores democráticos e inclusivos de una escuela pública abierta, libre y plural.

Censura educativa

Exigen una censura educativa previa, un nihil obstat, para controlar que los centros educativos públicos y los profesionales cualificados que en ellos educan, no aborden “temas controvertidos”, según los definen ellos.

Lo cual, traducido en sus categorías, significa que el profesorado no cuestione la homofobia, no critique el racismo o la desigualdad. Lo que hay detrás de este pin es su incapacidad para admitir una sociedad democrática plural y tolerante. No admiten pensamientos diversos, visiones críticas o que cuestionen el sistema. Es su discurso del odio trasladado a la educación. El discurso del odio a la diversidad, a la igualdad, a la justicia y los derechos humanos, propio del fascismo.

Acoso a la educación pública: vigilancia y control del profesorado de la pública

Pero estas campañas de censura educativa tienen una finalidad añadida que es clave. Sembrar la desconfianza sobre la educación pública. Buscan cuestionar la labor de los profesionales de la educación, a quienes acusan de adoctrinar y “corromper”. Profesionales que han accedido a su labor docente por oposición, tras una formación universitaria certificada. Este acceso garantiza la diversidad de personas, de creencias y de ideologías que pueblan la escuela pública y que trasladan la diversidad social en la que va a convivir el alumnado.

La “vigilancia y control” que reclaman sobre el profesorado de la pública, es censura. Lo cual es un atentado no solo contra la autonomía de los centros educativos sino, también y especialmente, respecto a la libertad de cátedra de los docentes, que es un derecho fundamental recogido en la Constitución.

Se empieza con el «Pin», se continúa grabando con cámaras de seguridad en las aulas y se termina persiguiendo y encerrando al profesorado disidente. Ya se ha descrito suficientemente en novelas como 1984 de Orwell.

Efectos colaterales

Este lawfare educativo está teniendo efectos colaterales muy graves. Está provocando, de hecho, que una parte del profesorado se empiece a replegar cada vez más, porque se siente amenazado y no quiere ser denunciado. En buena parte de los claustros de los centros escolares públicos se empieza a percibir la autocensura para “no tener problemas”.

Además, está socavando la confianza de las familias hacia el profesorado de la pública. Lo cual acaba deteriorando la percepción que se tiene sobre la propia educación pública y el servicio público educativo. Esta confianza se tarda mucho en consolidar y está sólidamente demostrado que es uno de los factores que inciden positivamente en la mejora de la educación.

La dificultad añadida es que este enfoque lo está asumiendo la derecha conservadora y la neoliberal, y las difunde la denominada “caverna mediática”, es decir, los medios de comunicación conservadores y reaccionarios. Lo cual significa que están marcando la agenda mediática y parece que toda la acción política y pública se galvaniza en torno a estos desvaríos trasnochados, en vez de hablar de los temas importantes en educación.

Alternativa: asignatura de ciudadanía

La solución parece clara: más información y más formación a las futuras generaciones para que no vuelvan a cometer los mismos errores que han “engendrado estos monstruos”. Por eso se hace necesaria e imprescindible la urgente implantación de una asignatura obligatoria y evaluable, impartida por el profesorado, con contenidos de derechos humanos y sociales, libertad afectivo-sexual, antirracismo y antifascismo, como en Suecia, Alemania o Reino Unido, donde son asignaturas obligatorias desde hace casi 50 años y las familias alemanas que se oponen a que sus hijos e hijas reciban educación sexual pueden acabar en la cárcel o ser sancionados con multas de hasta 5.000 euros.

Hay que educar en la diversidad, en la igualdad, en la inclusión, en la justicia social y los derechos humanos. Lo que necesitamos es acordar un “Pin Mental” sobre estos disparates nacionales. Necesitamos un “Pin” que aísle el discurso del odio. Esta sociopatía integrista de VOX, heredada de la dictadura franquista, no puede tener cabida ni debate en una sociedad democrática.

Fuente: https://www.eldiario.es/opinionsocios/Lawfare-educativo-politicas-educativas-fascismo_6_987661243.html

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