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En varios países de Africa los asuntos de la menstruación tienen sus efectos en el absentismo escolar

Africa/Uganda/globalpartnership

En los países en desarrollo, las mujeres y las niñas como Maureen enfrentan serios desafíos a la hora de gestionar sus períodos menstruales lo que puede tener un efecto devastador en su asistencia a la escuela.

Maureen, de 16 años y de Uganda ha faltado mucho a la escuela debido a su periodo: «Mi período comenzó cuando tenía 15 años», explica. «Mi madre nunca me habló de la menstruación, y cuando vi por primera vez la sangre, yo estaba asustada. Mis amigos me dijeron que cuando comienza mis períodos debo utilizar un trapo. No explicaron porque – sólo me dijo que lo hiciera. Así que rompí mi ropa vieja e hice los trapos para su uso. Cada mes me pierdo de tres o cuatro días de asistencia en la escuela. Tenía miedo de ir a la escuela cuando tenía el período «.

La mayoría de las niñas comienzan su periodo entre las edades de 10 y 18 años. A partir de entonces, la menstruación es una realidad mensual durante décadas, y sin embargo, en muchas culturas, el período menstrual está rodeado por el estigma, la vergüenza y el silencio.

La menstruación lleva a ausentismo escolar

En los países en desarrollo, las mujeres y las niñas como Maureen enfrentan a serios desafíos a la hora de gestionar sus períodos. No tienen acceso a productos asequibles para su higiene menstrual y se ven obligadas a utilizar materiales improvisados, tales como trapos, que son incómodos y pueden dar lugar a fugas y a infecciones. También pueden carecer de los conocimientos y la comprensión de lo que es la menstruación, y sus opciones para su gestión. Para empeorar las cosas, a menudo, los tabúes sociales sobre la menstruación excluyen a las mujeres de ciertas actividades, como cocinar o rezar, y los exponen a acoso y a burlas. 

Para las niñas en edad escolar, esta situación puede tener consecuencias de largo alcance. Las escuelas en los países en desarrollo a menudo no tienen letrinas limpias, privadas y seguras, ni tienen letrinas separadas para niñas. Incluso cuando se dispone de letrinas, con frecuencia no hay agua limpia dentro o cerca de los baños, y no hay ningún sitio para que las niñas se limpien, discretamente adquieran productos para la higiene menstrual, o laven sus toallas sanitarias de tela. Como resultado, en algunos casos, las niñas faltan a la escuela durante sus períodos. Por ejemplo, se estima que el precio de los suministros de higiene menstrual es el conductor de un 36% de absentismo de las niñas de la escuela en Ruanda . Algunas chicas incluso abandonan la escuela por completo. Esto puede tener un impacto negativo en la vida posterior de las niñas debido a que las que tienen menos años de educación ganan menos y son más propensas a contraer matrimonio a temprana edad. Por el contrario, las niñas educadas y mujeres jóvenes generalmente son más saludables que las niñas que no van a la escuela; También tienden a tener hijos más sanos y compartirán sus conocimientos y comportamientos de búsqueda de atención sanitaria en la salud y la higiene con sus futuros hijos e hijas.

Las organizaciones como Plan Internacional y la Alianza Mundial para las niñas trabajan en los países en desarrollo de muchas formas diferentes, para romper los tabúes que rodean la menstruación y ampliar las instalaciones de las escuelas para acomodarlo.

Por su parte GPE ayuda a los países a realizar evaluar el sector de la educación para identificar las barreras de igualdad de género y a definir estrategias para superarlas. El Plan de implementación incluye una serie de proyectos específicos para la proporción de equipos de higiene incluyendo la dotación de cojines y ropa interior para que sean usadas por las niñas durante las situaciones de emergencia, así como orientaciones para la construcción de letrinas separadas para las niñas en la escuela que respondan a sus necesidades relacionadas con la menstruación.

Las soluciones simples en Uganda y Etiopía

En Uganda, El Plan Internacional se ha asociado con AFRIpads empresas sociales locales, para ayudar a las niñas y mujeres de Uganda a gestionar mejor su menstruación. AFRIpads capacita a las mujeres de Uganda para la fabricación de toallas sanitarias reutilizables, luego el plan adquiere las almohadillas y los vende a los vendedores locales a una tasa subsidiada. Esto permite a los vendedores vender esos productos a las niñas y las mujeres en las zonas que rodean a un precio asequible y al mismo tiempo obtener un beneficio. El proyecto está mejorando el acceso a las toallas sanitarias, al tiempo que proporciona los vendedores con una fuente confiable de ingresos.

Viola, de 15 aos, mantiene su kit Afripad en una bolsa que cuelga en una pared en su casa de Tororo, en el este de Uganda. Ella solía usar toallas desechables caras, y cuando no había dinero, usaba trapos. «AfriPads son buenos porque me han mantenido limpio», dice Viola. «He estado usándolas durante siete meses.»

La asociación AFRIpads ha tenido tanto éxito, que su plan esta siendo desarrollado por otras asociaciones con empresas sociales. Una de estas empresas es BeGirl quien ha desarrollado bragas impermeables lavables que tienen un bolsillo que puede ser llenado con cualquier material disponible. Estas bragas se han distribuido en Etiopía, y la mayoría de las niñas informaron un mayor confort y una reducción en el número de fugas de su menstruación. Además de proporcionar estas bragas de época, el Plan también capacita a las niñas y los maestros sobre el tema de la menstruación. A través de proyectos innovadores como estos, el Plan se ha comprometido a romper el estigma que rodea a la menstruación y asegurándose de que el tema está en la agenda global.

Es por eso que es el momento de hablar, y es el momento de actuar.

Fuente:  http://www.globalpartnership.org/blog/menstruation-matters-thats-bottom-line

 

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Arabia Saudí, donde la mitad de la población es “discapacitada”

Asia/ Nazanin Armanian, Público/Resumen Medio Oriente

En este país cuya bandera está adornada con un arma, y que lleva el nombre de la dinastía tribal que lo fundó (gracias a los colonialistas británicos), las mujeres como género necesitan por ley un tutor, que además debe ser varón. No les salva de esta humillación ni ser doctora en filosofía o en tecnología punta ni millonaria. Arabia ocupaba en 2014 el puesto 134 entre 142 países del Informe sobre la Brecha Mundial de Género (España tiene el número 29). Esta brecha ha ido aumentando en los últimos años.

En 2017, por primera vez en su historia, la teocracia islámica de Riad ha autorizado la celebración del Día Internacional de la Mujer Trabajadora para lavar su cara. ¿Cómo pueden hacerse oír y cambiar el sistema, las mujeres de un país que junto con Estados Unidos es el principal patrocinador del terrorismo misógino de Al Qaeda, Taliban y el Daesh y que ha prohibido todas las formas de organizarse? El Partido Comunista, que siempre fue ilegal y perseguido, aceptó disolverse en 1991 a cambio de la liberación de varios de sus presos políticos, algo absolutamente inaudito entre las fuerzas de izquierda del mundo.

Apartheid de género

La dictadura saudí utiliza la religión y la estrategia de “divide y vencerás” para mantener el control sobre la población. En nombre de Dios ha legitimado las desigualdades entre las clases sociales, entre los inmigrantes y los nativos y, sobre todo, entre los hombres y las mujeres. En la nación más segregada por género del mundo, a ellas se les impide:

  1. Tener el estatus de ser humano “completo”. Son consideradas subgénero, algo parecido al Untermensch (subhumano) alemán. Para sobrevivir en éste sistema político, la mujer necesita ser tutelada por un hombre para sobrevivir.
  2. Trabajar, estudiar, viajar, enamorarse o casarse sin permiso.
  3. Estudiar en diversas carreras “masculinas” universitarias, como las ingenierías.
  4. Divorciarse cuando se le acaba el amor, si lo hubo en el matrimonio forzoso y concertado que tuvo.
  5. Practicar la poliandria (pues, los hombres practican la poliginia).
  6. Ser tutora de sus hijos.
  7. Cantar, bailar, vestirse como quiera, soltar una carcajada en público, vivir sola, pasear sola…
  8. Usar las piscinas públicas, mientras en Occidente, los y las fundamentalistas tiene la misión de forzar a las autoridades a que se les permitan entrar en las piscinas con burquini.
  9. Manifestar alegría y júbilo, utilizar colores vivos en su abaya.
  10. Abrir una cuenta bancaria (¡pero puede invertir en la bolsa!).
  11. Participar en la vida pública y política.
  12. Ni mucho menos intercambiar ideas y opiniones con la otra mitad de la población.
  13. Conducir vehículos. El fracaso de las campañas de las feministas de Arabia en contra de esta norma, se debe a que las autoridades son conscientes de que el objetivo de las mujeres, más que conducir, es conseguir un derecho, que podría agrietar la estructura totalitaria del país, planteando más demandas.

Desde hace unos años, las mujeres ya pueden ir al médico sin sus guardianes: Cuando un sistema político como el Saudi arrebata los derechos fundamentales a toda una nación, presenta este tipo de “cesiones no esenciales” como “avance social” para el agrado de sus aliados occidentales, que de vergüenza ya no saben cómo presionar a los jeques para que al menos guarden las apariencias.

Uno de sus clérigos propuso que para paliar esta situación y para que las mujeres puedan compartir el mismo espacio que los hombres, sin caer en pecado, pueden amamantarlos, y así crear unos lazos materno-filiales. No entremos en los detalles pornográficos de las discusiones que generó este antiguo edicto religioso: las mentes más moralistas suelen ser las más enfermas y perversas.

La pedofilia es legal

Miles de niñas, incluso de 7-8 años, son entregadas en matrimonio por su padre, a cambio de dinero: cuanta más niña, más cotizada. La primera causa de esta venta de hijas es la pobreza de familias que mientras caminan sobre un mar de Oro Negro, no tienen agua corriente ni luz. Aunque algunos jueces se han opuesto a estas formas tan aberrantes de la violencia de género – que mata cada año de decenas de niñas por la hemorragia causa de las violaciones del “esposo” o en el primer parto a los 12-13 años-, la ley considera un delito la desobediencia filial.

Las esclavas

Se desconoce qué porcentaje de los 6 a 10 millones de inmigrantes que realizan los trabajos más duros y más “bajos” de Arabia, son mujeres. Huyendo de la pobreza más absoluta, las mujeres que procedentes de Bangladesh, Etiopía, Indonesia, Filipinas y Sri Lanka, trabajan de sirvientes. La mayoría no pueden ni salir de la prisión que se convierte las casas de sus amos, ya que necesitan “guardián varón” para hacerlo, sus pasaportes son retenidos, y son objetos de abusos sexuales por los amos. Para denunciar una violación deben testificar en su favor cuatro personas, que sean hombres, y además musulmanes. A ello se añade el problema de idioma: la mayoría de los “musulmanes” del mundo no hablan el árabe. En enero del 2015 el régimen decapitó a la ciudadana birmana Lausa Bint Muttalib Basin acusada de asesinato. Sus gritos y llantos de “yo no lo he hecho” no llegaron a los oídos tapados de los jueces.

La crisis económica que atraviesa el país es el pretexto del gobierno para expulsar a 4 millones de inmigrantes. El gobierno de Etiopía ha anunciado facilitar el regreso de 200.000 de sus mujeres que trabajaban en Arabia en las tareas domésticas. Los activistas pro derechos humanos, hombres y mujeres son acusados de “atentar contra la seguridad nacional” para así imposibilitar que se defiendan.

Las profundas contradicciones sociales que vive la sociedad de Arabia, lejos de ir solucionándose con míseras concesiones, se agravan. Arabia Saudí es un “proyecto” inviable: la situación de sus mujeres así lo confirma.

Fuente original: http://blogs.publico.es/puntoyseguido/3788/arabia-saudi-donde-la-mitad-de-la-poblacion-es-discapacitada/

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La educación sobre igualdad de género divide a Perú

Perú/Marzo de 2017/Autora: Jacqueline Fowks/Fuente: El País

El currículo nacional 2017 es una herramienta de trabajo del Ministerio de Educación que postula ocho enfoques para el trabajo en la escuela. Uno de ellos es el de la igualdad de género, rechazado por grupos conservadores —principalmente, evangélicos, católicos y fujimoristas— que exigen retirar la «ideología de género» del documento y aseguran que el ministerio promueve la homosexualidad. Este viernes participan en una manifestación para insistir en su petición. Educación aclara que promueve la igualdad de oportunidades y la no discriminación.

La campaña Con mis hijos no te metas llega a las calles. La manifestación nacional, que rechaza el enfoque de género que plantea el currículo del ministerio, se celebra una semana antes de que empiece el año escolar.

Los activistas, que forman parte de las mismas agrupaciones que una vez al año marchan contra el aborto, colgaron este jueves pancartas en los puentes peatonales de las avenidas más transitadas de Lima para pedir a la población que se sume a la manifestación «contra la ideología de género» y «contra la perversión sexual». Los organizadores usan los colores celeste y rosa en los letreros para, según dicen, mostrar las diferencias entre niño y niña, entre hombre y mujer.

Desde febrero, el Ministerio de Educación ha realizado cinco encuentros en Lima para explicar a los padres de familia que el currículo no va a «homosexualizar» a sus hijos. En uno de estos talleres, celebrado el jueves pasado en la escuela pública Mercedes Cabello, en el distrito del Rímac, participaron padres involucrados en la campaña Con mis hijos no te metas, otros que acusaban a los primeros de querer manipularlos y un tercer grupo que no conocía el documento. Ante el ambiente tenso que generaban quienes acusan al ministerio de «promover la ideología de género», algunas mujeres se retiraron de la reunión.

«La ministra está con un pie afuera y ahora se preocupa por el currículo. ¡La igualdad de oportunidades ya está en la Constitución!», alegaba un padre. María Angélica Alvarado, residente en el distrito de Los Olivos, respondió: «Una cosa es que exista en la ley y otra cosa es que se aplique. Por eso tiene que estar en la educación. En las familias se cree que el chico tiene que ser ingeniero, estar bien vestido y tener un buen teléfono móvil. Y a la chica hay que enseñarle las tareas de la casa y que puede ser secretaria».

La representante del ministerio, Pilar Biggio, destacó en este taller que el 40% de las niñas no termina la secundaria en Perú y que las mujeres ganan un tercio del sueldo de los hombres en el mismo cargo. «Por eso hay que trabajar desde la escuela el enfoque de género, de igualdad de oportunidades de hombre y mujer», añadió Biggio. Según el Ministerio de Educación, cada día hay en Perú tres denuncias de acoso escolar «por color de piel, por discriminación social o por ser diferente».

Una treintena de menores del Movimiento de Adolescentes, Niños Trabajadores, Hijos de Obreros Cristianos protagonizaron el pasado miércoles un plantón frente al Ministerio de Educación para respaldar el currículo nacional. «Queremos educación con igualdad. ¿Cuándo la queremos? ¡Ahora!», coreaban.

Los chicos de este movimiento conocen los problemas de embarazo adolescente y bullying a los hombres que no quieren jugar al fútbol. Por ello exigen que los enfoques de igualdad de derechos, igualdad de género y atención a la diversidad se mantengan en el currículo nacional.

El Ministerio de Justicia difundió el jueves una carta de la Coordinadora del Sistema de Naciones Unidas en Perú en la que felicita al Estado porque el currículo incorpora «los estándares internacionales de derechos humanos» y prepara a los niños para «asumir una vida responsable en una sociedad libre, con espíritu de comprensión, paz y respeto».

Fuente: http://internacional.elpais.com/internacional/2017/03/03/america/1488578133_128529.html

 

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Las maleducadas

Por: Lidia Falcón

Durante los más de setenta años que duró la lucha sufragista en Estados Unidos y Gran Bretaña –en España comenzó más tarde y se prolongó diez más- los periodistas llamaron “las locas” a Emmelyn y Christabel Pankhurst, Susan B. Anthony, Lydia Becker, Lucrecia Mott, Elisabeth Cady Stanton, Lucy Stone, Harriet Beecher Stowe,  que lideraron el Movimiento, y a todas sus seguidoras, que invirtieron su vida y su hacienda en reclamar su derecho a ser consideradas sujetos políticos en su país. Ninguno de los comentaristas de los periódicos de la época las trataron en forma diferente durante el largo periplo que tuvieron que recorrer las anglosajonas hasta conquistar el derecho al voto.

Transcurridos cien años, ante las vehementes protestas de las militantes del Partido Feminista en la asamblea de Izquierda Unida, por el olvido de los planteamientos feministas que mostraban los dirigentes de esa formación, en la valoración de los resultados electorales del 26 de junio, nos llamaron maleducadas. En cien años hemos pasado del manicomio a la escuela. Es un avance sin duda pero de recorrido demasiado lento.

Seguramente el pomposo Adolfo Barrena y el didáctico Alberto Garzón se creen que pueden darnos lecciones de educación cuando nos dirijamos a ellos. Para eso, con la benevolencia que les caracteriza, nos permiten intervenir cuatro minutos cuando pedimos la palabra, y argüirán, convencidos de su equidad, que es el mismo tiempo que se le concede a los demás participantes. Pero los allí presentes, ni dirigentes ni representantes, van a reflexionar, ni reconocer, que de los 60 o 70 intervinientes solamente las mujeres del Área de la Mujer y del Partido Feminista tratamos los temas que afectan al 52% de la población española.

Ninguno de los bien educados y elegantes componentes de la mesa se refiere, ni aun tangencialmente, cuando denuncia los problemas que el gobierno de la derecha ha ocasionado a las clases trabajadoras, las 62 mujeres asesinadas en este medio año, ni aun siquiera las últimas violaciones de San Fermín, que constituían sangre fresca en la información reciente. La infame esclavitud de la prostitución no merece una palabra para esos señores.  Para qué hablar de las abismales diferencias salariales, cuyas máximas explotaciones femeninas se han denunciado por las limpiadoras de hoteles.  Ni estas ni  las más de veinte causas de discriminación machista que padecemos las féminas españolas, son temas que perturben los previstos discursos de los señores dirigentes de Izquierda Unida. En todo caso, como también está previsto, nos permiten recordarlos a las feministas.

Un tema que me tortura desde hace 50 años es cómo se podría convencer a los hombres de izquierda –sea ya lo que sea hoy eso- de que no pueden esquivar ser feministas  y comportarse como tales.

A pesar de los años de luchas, que han consumido la vida y la salud de miles de mujeres españolas que, desde los diferentes frentes de esta guerra inacabada, se han mostrado decididas a no permitir que los hombres de sus mismas formaciones políticas siguieran portándose como los de derechas, el comportamiento feminista no ha calado profundamente ni siquiera en los dirigentes de los partidos que se reclaman del cambio. Para demostrar lo cual no es preciso más que observar los planteamientos y disputas políticas que se están desarrollando, interminablemente, con motivo del drama de la investidura de gobierno.

Ninguno de los señores –todos señores- que acaparan las cámaras de televisión, los artículos, editoriales y entrevistas de prensa y los programas de radio, con sus propuestas y programas del futuro gobierno, hace mención alguna a las reformas y cambios que son precisos para proteger a las mujeres de la masacre que se comete sistemáticamente contra ellas, sin escándalo social alguno. Ninguno de los nuevos líderes que han venido a revolucionar el esclerotizado panorama político español nos explica cómo piensa avanzar hacia un sistema más justo de reparto de derechos y deberes entre las mujeres y los hombres.

La sociedad española está anestesiada ante la violencia machista, resignada a las múltiples agresiones, represiones y explotaciones que padecen las mujeres, y contenta con mantener el mismo estado de cosas “in eternum”. Y en ella incluyo a los hombres y a las mujeres que dirigen formaciones de izquierda, con las conocidas –por escasas- excepciones.

Y lo que es más triste, tampoco veo a las mujeres que han liderado alguno que otro movimiento feminista, que han sido, o son, responsables de varias áreas de gobierno o administración, y que se pretenden élite de la política, la cultura, las ciencias o las artes, reprocharles a esos señores tan flagrantes olvidos. Seguramente para no ser tachadas de maleducadas por los siempre dignos, bien educados y elegantes rectores de su conciencia política.

Fuente: http://blogs.publico.es/lidia-falcon/2016/08/11/las-maleducadas/

Imagen de archivo

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Las mujeres y el deporte: el machismo que no cesa

Sonia Sierra

Convertirse en deportista de élite y llegar a competir en unos Juegos Olímpicos -y no digamos ya conseguir una medalla- significa una vida de trabajo, constancia y sacrificio: horas y horas de entrenamiento, una alimentación concreta y unos hábitos y horarios al servicio de una disciplina.

Sin embargo, cuando las protagonistas de una noticia deportiva son las mujeres, todo esto parece quedar en segundo (o tercer) lugar. Pongo un ejemplo: en la entradilla de una noticia dedicada a Lydia Valentín, medalla de bronce en la categoría de 75 kg, explicaban que la campeona olímpica siempre se maquilla. Mientras la mayoría de los mortales no somos capaces de cargar las bolsas de la compra ni dos manzanas sin pararnos a tomar aliento, Lydia Valentín levanta 141 kilos; y todo lo que se le ocurre destacar al medio es… ¡que se maquilla!

Por supuesto, si solo fuera esto, se quedaría en una anécdota, pero desgraciadamente no es así. La Universidad de Cambridge hizo un estudio que en el que concluyó que 160 millones de palabras prueban el trato machista y denigrante a las mujeres en los Juegos Olímpicos.

Pese a que el 45% de los participantes en Río son mujeres, los hombres reciben tres veces más espacio o tiempo en la información deportiva. Y, cuando se habla de ellas, se suele aludir a su aspecto, su edad o su situación civil. De hecho, las palabras que más se utilizan, según ese estudio, para referirse a las mujeres, son «edad», «embarazada», «soltera», «casada» y «mayor». Un léxico muy diferente al utilizado para los hombres: «Rápido», «fuerte», «grande» y «fantástico».

Las palabras que más se utilizan, según ese estudio, para referirse a las mujeres, son «edad», «embarazada», «soltera», «casada» y «mayor».

Según los cronistas deportivos, las mujeres «compiten», «luchan» o «participan», mientras que los hombres «ganan» y «dominan» en «batallas». Eso, sin contar cómo se las infantiliza llamándolas «chicas», mientras que a los hombres rara vez se les llama «chicos».

Sería interesante que se hiciera un estudio similar en el resto de países, y lo más probable es que los resultados fueran similares. Estas olimpiadas nos han regalado titulares sin distinción: hemos visto que, según la prensa, «el trío de las gorditas roza el milagro olímpico» (Italia), que «la mujer de un jugador de los Chicago Bears gana una medalla de bronce» y que «Hosszu logra el récord mundial gracias a su marido» (ambos de Estados Unidos), o que, en lugar de deportistas, tenemos «buenorras internacionales en los Juegos de Río» (España).

Uno de los deportes que más juego da en el tema que ahora nos ocupa es el del vóley-playa. Posiblemente, una de las imágenes más icónicas de estas olimpiadas ha sido en la que se ve a una jugadora egipcia con un traje de cuerpo entero y un velo (su compañera no llevaba velo y no ha merecido tanta atención) frente a una alemana enfundada en un minúsculo bikini.

Cabe recordar que, hasta 2012, las jugadoras de vóley-playa tenían la obligación de jugar en bikini, absurda norma que finalmente ha desaparecido tras un alud de críticas por su sexismo. Si en unos países el cuerpo de la mujer es considerado pecaminoso y debe ser tapado, en otros se considera un objeto de deseo y, como tal, debe ser lucido. El caso es controlar el cuerpo de la mujer. Y si a alguien le quedan dudas sobre el uso del cuerpo femenino como objeto en el vóley-playa, este reportaje sobre cómo serían el resto de deportes si se fotografiaran igual puede disipar sus dudas.

Si en unos países el cuerpo de la mujer es considerado pecaminoso y debe ser tapado, en otros se considera un objeto de deseo y, como tal, debe ser lucido. El caso es controlar el cuerpo femenino.

 En estos Juegos Olímpicos son las deportistas españolas las que más alegrías nos están dando, y esperemos que eso sirva para dar más visibilidad al deporte femenino y para acabar con la brecha salarial entre hombres y mujeres en los deportes. En tenis, por ejemplo, Federer gana 67 millones, muy lejos de la tenista mejor pagada, Sharapova, con 29,7. En baloncesto, más de 50 jugadores de la NBA cobran en un año más que todas las jugadoras de la WNBA juntas. Del futbol mejor ni hablamos, porque los más de 70 millones que ganaron Cristiano Ronaldo y Leo Messi son inimaginables para cualquier mujer futbolista (y para la mayoría de hombres, también hay que decirlo).

El tema de la brecha salarial es un problema en todos los ámbitos, y está en relación directa con la dificultad de las mujeres para llegar a los puestos más altos de la escala salarial y del poder. Ciudadanos ha presentado una propuesta de resolución en el Parlamento de Cataluña para intentar acabar con esa lacra social. De hecho, nuestro partido lidera en dicho Parlamento autonómico la lucha por la igualdad efectiva entre mujeres y hombres, al ser el grupo que más iniciativas ha presentado en este ámbito.

Los Juegos Olímpicos de Río nos recuerdan, una vez más, el machismo imperante, y nos interpela como sociedad para que sigamos reivindicando el lugar de la mujer en el mundo, en igualdad de condiciones que los hombres. En la anterior y brevísima legislatura, C’s presentó diferentes iniciativas en ese sentido, como el Pacto Nacional por la Conciliación, la protección de la baja por maternidad de las autónomas y un estudio sobre la tasa rosa, entre otras. Tenemos que seguir batallando para conseguir la medalla de oro en igualdad, y no pararemos hasta conseguirlo.

Fuente del articulo: http://www.huffingtonpost.es/sonia-sierra/las-mujeres-y-el-deporte-_b_11562150.html

Fuente de la imagen: http://i.huffpost.com/gen/4610062/images/n-DEPORTISTAS-large570.jp

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Entrevista a Juana Gallego: «Los hombres siguen siendo noticia por lo que hacen y las mujeres por lo que son»

Feminismo & Medios de Comunicación
«Los hombres siguen siendo noticia por lo que hacen y las mujeres por lo que son»
Anna Flotats
Público.es
Entrevista a Juana Gallego directora del Observatorio para la Igualdad de la UAB.
Dice Juana Gallego: «Más mujeres dirigiendo medios no garantizan el abandono de discursos machistas»
Juana Gallego lleva más de 30 años estudiando cómo los medios hablan y escriben de las mujeres, analizando qué destacan de ellas y cómo abordan los temas que verdaderamente las influyen. Directora del Observatorio para la Igualdad de la UAB y codirectora del Máster de Género y Comunicación de esta misma universidad catalana, Gallego insiste en que las mujeres siguen siendo tratadas como objetos en vez de sujetos y que los medios de comunicación —incluidos los digitales— «frenan el avance hacia la igualdad» porque reproducen estereotipos machistas ya superados en muchos ámbitos de la sociedad.

La autora de De reinas a ciudadanas. Medios de comunicación, ¿motor o rémora para la igualdad? (Aresta, 2013) advierte además de que la presencia femenina tanto en las redacciones como en los puestos directivos de los medios no es garantía de que las noticias que publiquen tengan una perspectiva de género.

¿Cuál es la responsabilidad de los medios de comunicación en la prevalencia del machismo en España?

Los medios contribuyen al mantenimiento del esquema patriarcal que aún nos rige porque ponen de relieve aspectos machistas con demasiada facilidad. Por un lado, siguen dando pábulo a las visiones de los supuestos agresores en casos de violencia machista, restando credibilidad a las víctimas y dando voz a meras opiniones. Por otro, los medios no se centran en los problemas reales de las mujeres. Dan mucha relevancia a temas superficiales en los que están implicadas muchas mujeres —la moda, la belleza y el cotilleo— y eso ayuda a reforzar la idea de que sólo (o sobre todo) nos preocupan ese tipo de asuntos. Los artículos triviales sobre mujeres son una constante en los medios. En cambio, los temas verdaderamente importantes para las mujeres —la conciliación, la brecha salarial o la violencia de género— no tienen la relevancia suficiente.

¿Los medios de comunicación son, por tanto, un freno para la igualdad?

Sí. Porque parece que tengan reparos en abordar los temas realmente importantes. Serían motor de cambio para la evolución de la sociedad si pusieran de relieve aspectos de fondo. Sin embargo, frenan el avance porque, al centrarse en superficialidades, reproducen viejos estereotipos sobre las mujeres. El cambio fundamental en el rol de las mujeres es uno de los más importantes del siglo XX y lo seguirá siendo en el siglo XXI, pero los medios no están a la altura. Aún no se ha hecho un balance de lo que ha significado el cambio de las mujeres en los últimos 30 años. Se sigue reproduciendo el mismo esquema del pasado y como los medios no visibilizan este cambio están dando a entender que no hemos cambiado.

Echando la vista atrás… ¿no ha habido ningún avance?

Ha habido un avance y un retroceso simultáneo. Por ejemplo, en lo referente a la violencia machista, hay temas que son tratados con mayor sensibilidad, pero algunos medios siguen reproduciendo estas noticias como un mero suceso, sin entrar en la profundidad de lo que está ocurriendo. Por ejemplo, en el reciente caso de Alfons Quintás, muchos medios están dando relieve a la trayectoria profesional de una persona que no es noticia por otra cosa que por asesinar a su exmujer. No se debería realzar su figura porque ha cometido un crimen y, por tanto, hay que tratar el tema como un asesinato más en el contexto de un problema más amplio que es la violencia contra las mujeres. Falta un relato que explique no sólo qué pasa sino por qué pasa. Según el último informe anual de la profesión periodística de la Asociación de la Prensa de Madrid, sólo el 10,9% de los puestos directivos en los medios de comunicación están ocupados por mujeres, mientras que ellas son mayoría en las redacciones (51,8%).

¿Explica eso la falta de perspectiva de género en las informaciones?

Que haya más mujeres en los cargos directivos de los medios de comunicación no garantiza que se acaben los discursos machistas. No por culpa de las mujeres, ellas no son las responsables. Lo que hay que cambiar no es tanto la proporcionalidad en las redacciones o el género en los cargos directivos (aunque estaría muy bien que hubiera más mujeres en los mandos), sino el propio discurso. Es decir, lo que consideramos importante y lo que no, la mirada y el enfoque sobre los temas que nos interesan, las rutinas profesionales. Ahí está el problema. Por eso no es imprescindible que sean mujeres las que ocupen los cargos directivos. No hay que mezclar el aumento del porcentaje de mujeres en todos los niveles profesionales de los medios de comunicación con la reproducción de estereotipos convencionales y anacrónicos. Las mujeres asumen la cultura profesional del sector, hacen suya esa cosmovisión de género dominante que aún es androcentrista, pero no las culpo por ello. A menudo son deslegitimadas en su entorno laboral cuando intentan plasmar otra visión («este tema ya lo hemos dado, ya está la feminista dando la tabarra») y por eso muchas prefieren no significarse.


¿Cuál es la manera, entonces, de que los medios publiquen noticias donde las mujeres tengan discurso, donde sean protagonistas o expertas y no meros objetos?

El camino es que las mujeres que lleguen a los puestos directivos sean feministas, que sean conscientes de esta desigualdad y que la entiendan como un problema colectivo. Muchas mujeres afirman que nunca se han sentido discriminadas en el trabajo, pero luego cuentan como si tal cosa que sus compañeros hombres han ascendido más rápido que ellas. Eso ya es discriminación. En un orden patriarcal y androcéntrico como el nuestro, las mujeres tenemos que trabajar el doble para demostrar nuestra valía y ascender.

¿Es acertado pensar que hay una manera femenina de mandar? ¿Que hombres y mujeres ejercen el poder de modo diferente?

Habría mucho que analizar sobre este tema, pero lo primordial es que las mujeres no tenemos referentes. No ha existido ninguna sociedad donde las mujeres hayan ejercido el poder, así que cuando llegan a puestos de responsabilidad tienen que inventarse la manera de mandar. Algunas reproducen esquemas masculinos y mandan con autoridad, otras son más dúctiles y ejercen el poder de manera más horizontal y democrática… Cada una hace lo que puede, pero siempre son juzgadas. A Margaret Thatcher —que optó por el primer modelo— la llamaron «mujer de hierro», de Condolezza Rice se decía que mandaba «con puño de hierro en guante de seda» y Angela Merkel es aceptada porque gobierna como los hombres creen que las mujeres tienen que gobernar. Se adapta a ese papel y no destaca su feminidad porque si lo hiciera, la censurarían. La sociedad quiere que las mujeres seamos niñas monas y buenas. Si te ajustas a este modelo, te apoyan. En cambio, si te muestras como una mujer capaz de pensar por sí misma y no te sometes al cliché de la niña mona y buena, te cuestionan.

Y los medios también se apuntan al cliché de la niña mona y buena.

Exacto. Es muy difícil encontrar noticias en las que los hombres no hagan nada. Nunca están posando, siempre están haciendo algo y, por tanto, las noticias destacan esa acción. En cambio, lo que los medios ponen de relieve sobre las mujeres no es lo que hacen sino lo que son. Vivimos un tránsito en el que las mujeres están dejando de ser objetos para pasar a ser sujetos. Hasta que las mujeres no sean representadas siempre y exclusivamente como sujetos, el discurso sobre ellas no cambiará.

¿Cree que algún día las mujeres serán consideradas como sujetos en la publicidad?

No lo creo, lo veo muy difícil. En publicidad, las mujeres actúan como objetos y son despedazables. El cuerpo femenino se hace piezas y todas ellas tienen significado porque forman parte de un objeto que se puede desmontar: el pelo, los ojos, un hombro, los pies, una rodilla… En cambio, los hombres, al ser sujetos, no son despedazables. Siempre están completos. Por eso es tan difícil utilizar el cuerpo masculino en publicidad, salvo en los anuncios de maquinillas de afeitar en los que se muestra su mentón. Los hombres anuncian calzoncillos, pero muy pocas veces los spots muestran únicamente sus partes genitales o sus glúteos. Aunque esté anunciando calzoncillos, el cuerpo del hombre se ve completo. El de la mujer se ve a trozos.

¿Qué papel juegan en esa visión de las mujeres las llamadas revistas femeninas?

Desgraciadamente, se han convertido en un catálogo publicitario y están centradas absolutamente en la belleza y la moda. Han dejado de lado cualquier otro tema de interés para las mujeres, no hablan de feminismo, ni la situación de las mujeres en el mundo… Todas están cortadas por el mismo patrón y no hay ninguna que realce nada que no sea la belleza o la moda.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=221288&titular=%22los-hombres-siguen-siendo-noticia-por-lo-que-hacen-y-las-mujeres-por-lo-que-
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Experts warn Japan’s language schools are becoming a front for importing cheap labor

Japón/Enero de 2017/Fuente: The Japan Times News

RESUMEN: Una estudiante nepalesa de 29 años de edad en Tokio se ha visto atrapada en el limbo con sus sueños descarrilados, y el estado de las escuelas de idiomas de Japón es culpable. Un sobreviviente de la trata de personas en el pasado, la mujer, que deseaba ser identificada sólo por su apellido, Puri, llegó a Japón en 2014 como estudiante de intercambio. Brimming con grandes expectativas en el momento, dijo que estaba decidida a adquirir una maestría en sociología, con un énfasis en un tema querido a ella, los derechos de las mujeres. Imagine su decepción, entonces, cuando su sueño fue interrumpido por la escuela de japonés en Tokio, donde estudiaba. La escuela le enseñó sólo lo básico de la lengua, la agrupó con los estudiantes desmotivados que con frecuencia se quedaban dormidos en clase y – a su conmoción – le informó que una escuela vocacional era el único camino educativo que podría preparar para ella. Ser negada la oportunidad de avanzar a la escuela de posgrado refrenó su motivación académica, lanzando sus planes para el futuro en desorden.

A 29-year-old Nepalese student in Tokyo has found herself stuck in limbo with her dreams derailed, and the state of Japan’s language schools is to blame.

A survivor of human trafficking in the past, the woman, who wished to be identified only by her last name, Puri, came to Japan in 2014 as an exchange student.

Brimming with high expectations at the time, she said she was determined to acquire a master’s degree in sociology, with an emphasis on a subject dear to her, women’s rights.

Imagine her disappointment, then, when her dream was cut short by the Japanese-language school in Tokyo where she was studying.

The school taught her only the very basics of the language, lumped her in with unmotivated students who frequently fell asleep in class and — to her shock — informed her that a vocational school was the only educational path it could prepare her for. Being denied the opportunity to advance to graduate school curbed her academic motivation, throwing her plans for the future into disarray.

Today, Puri finds herself trapped at a vocational school in western Tokyo studying tourism, a subject completely unrelated to her interest in gender issues.

“I don’t know what I should do next,” she said.

Puri’s plight highlights the apparently falling quality standards of Japanese-language schools and their shifting emphasis from education to commercialism, with some even turning into what critics call a hotbed of profiteering. These subpar institutes allow, or even actively arrange, illegal overwork on the part of students, facilitating their transformation into an unofficial, cheap source of labor in Japan’s rapidly shrinking workforce.

Prime Minister Shinzo Abe’s government seeks to boost the number of foreign students to 300,000 by 2020, viewing their talent as vital to making Japan more internationally competitive.

But a recent influx of students with low academic motivation highlights a disparity between the reality and the rosy goals Abe espouses.

Justice Ministry statistics show that the number of exchange students hit a record 257,739 as of last June, up about 30,000 from a year earlier.

The rise is due mainly to a spike in Vietnamese and Nepalese students, whom language institutes here have been bending over backward to attract to offset a recent decline in Chinese and South Korean students.

Many students from these developing countries come here after being hoodwinked by brokers back home into believing they can make a fortune working part time in Japan, experts say. That Japan imposes no language proficiency test as a prerequisite for their entry — not to mention the fact that they are allowed to work up to 28 hours a week — makes Japan seem like an alluring option, they say.

In line with this influx, the number of Japanese-language schools has increased steadily, from 461 in 2011 to 549 in 2015, according to the education ministry.

While some language institutes are under the jurisdiction of that ministry or a municipal government, the majority are subject to no such oversight and simply operate as private companies — although they are required to fulfill guidelines set forth by the Justice Ministry before launching their businesses.

This lack of proper monitoring has seen many language institutes engage in malpractice, allowing them to prioritize business over education and increasingly cater to Vietnamese and Nepalese students whose central motive is, by and large, to save money by working in Japan, according to Susumu Ishihara, president of the Japan Immigrant Information Agency, a Tokyo-based company that publishes a magazine called Immigrants for researchers and nonprofit organizations.

“The Japanese government is gung ho about getting top-notch exchange students as ‘global talent,’ but in reality, such individuals are becoming harder to come by,” Ishihara said.

Indeed, out of the 21,208 students at Japanese-language schools who advanced to higher education in fiscal 2014, an overwhelming 60.3 percent ended up in vocational schools, versus 26.4 who went to universities, according to a survey released in March by the Association for the Promotion of Japanese Language Education.

It is against this backdrop that a cross-party group of lawmakers was established in November with the aim of crafting a law to better manage the Japanese-language education system.

Currently, different ministries and agencies divvy up the responsibilities in the absence of a central policy, but the envisaged law seeks to correct this half-hearted government commitment by specifying which entity should be in charge.

“We need to take the leadership role in solving this issue, with an eye to creating a relevant law and providing a common platform” to discuss it, Hiroshi Hase, a lawmaker from the ruling Liberal Democratic Party who serves as secretary-general of the group, said in a recent interview.

One of the group’s priorities is how to eradicate malpractice, which is seemingly rife in Japanese-language schools.

In Fukuoka Prefecture, three executives running a language institute were arrested last January for reportedly arranging for its Vietnamese students to work “part time” for up to 72 hours a week, far beyond the 28-hour limit currently permitted for exchange students, to make sure they did not default on their tuition payments.

Schools in Gunma and Tochigi prefectures have made headlines for similar misconduct.

The Okinawa-based newspaper Ryukyu Shimpo, meanwhile, reported in December that a language institute in Naha had confiscated the zairyu residence cards from 90 of its Nepalese students to keep them from running away.

These incidents hardly strike Bijay Gyawali, a 33-year-old Nepalese clinical psychologist in Tokyo, as surprising.

Gyawali himself recalls being told to surrender his passport to a language school in Saga Prefecture in 2007 after being informed that it needed to be “kept safe.” In hindsight, Gyawali says, the school probably wanted to keep him and other students on a short leash so that they wouldn’t run away.

Students from countries such as Vietnam and Nepal have it tough.

Many hail from ordinary working-class families and usually wind up deep in debt after paying tuition and other fees.

Like many others, Gyawali, then 23, found himself up to his neck in debt after paying about ¥1.2 million both to a consultancy firm in Nepal and the Saga language school when he first came to Japan on a student visa in 2007.

As he put it, “¥1.2 million is big money in Nepal. . . . And after coming to Japan, my first priority was to work part-time” to pay off the loans.

Gyawali had it better than most of his compatriots during his time at the language institute, thanks mainly to financial support he received from his family back home. He said that of the 400 Nepalese students who studied at the Saga school, only two — including himself — advanced to universities in his year.

As a clinical psychologist, he has dealt first-hand with a number of debt-laden Nepalese students who overworked themselves to the point of depression. Everybody, he says, works well beyond the 28-hour limit and fears they might get busted by Immigration and deported at anytime. Distraught, some turn to alcohol, sometimes excessively so, before killing themselves.

Gyawali, who works closely with the Nepal Embassy in Tokyo, said that last year alone at least four Nepalese students took their own lives.

“Many persons who come here as students. . . . They’re not students. They’re workers. The Japanese government brings in lots of workers on a student status (because) it needs a lot of workers,” the doctor said.

Masako Tanaka, an associate professor at Sophia University who has conducted extensive research into the situation in Nepal, said the dark side of Japanese-language schools doesn’t end there.

She pointed out collusion between language schools in Japan and those in Nepal. Prior to their arrival in Japan, most Nepalese students learn rudimentary-level Japanese in their local language schools, which, according to Tanaka, now increasingly advertise their “easy admission” and “free-of-charge course” in vernacular newspapers.

Those schools, she said, thrive on “rewards” they get from Japanese institutes for funneling students to them. Last time she checked, such shady under-the-counter payments typically amounted to ¥200,000 per head, she said.

The professor says these backstreet profits have corrupted schools in Nepal, which no longer make an effort to hire good teachers and improve their classes. As a result, Nepalese students arrive in Japan these days with an abysmally low command of the language, she said.

“The whole thing is turning into an underground business now. I’d say it verges on human trafficking,” Tanaka said.

Fuente: http://www.japantimes.co.jp/news/2017/01/03/national/social-issues/experts-warn-japans-language-schools-are-becoming-a-front-for-importing-cheap-labor/#.WGwXDLlGT_s

Imagen: Bijay Gyawali, a 33-year-old clinical psychologist from Nepal, says the Japanese government brings in lots of workers on a student status (because) ‘it needs a lot of workers.’ | TOMOHIRO OSAKI

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