Entrevista a Juanjo Vergara. Maestro y profesor de instituto.:

Por: Daniel Sánchez Caballero

«Los docentes quieren cambiar, pero luego llegan a los centros y solo tienen papeleos que hacer»

Reformar el sistema curricular por materias estancas, «casi contradictorias»; evaluación de la práctica docente o buscar experiencias para enriquecer los aprendizajes. Estas son algunas de las ideas de Juan José Vergara, maestro y docente desde hace 32 años.

Juan José Vergara podría vivir de dar conferencias y sus libros. Se lo han propuesto, pero no se ve. Este profesor de Intervención Sociocomunitaria y maestro no quiere dejar el aula porque, dice, “perdería credibilidad”. Y ahí sigue 32 años después. Autor de Aprendo porque quiero (SM, Biblioteca de Innovación Educativa), le ha dado continuidad con el recién publicado Narrar el Aprendizaje. La fuerza del relato en el Aprendizaje Basado en Proyectos (SM) en el que cuenta “cómo construir la enseñanza utilizando los recursos narrativos de guionistas, literatos, etc.” y expone otras ideas. Por ejemplo, Vergara cree que la educación se ha quedado estancada en un modelo antiguo, de los 70, que necesita grandes reformas, por ejemplo: acabar con el modelo de asignaturas “casi contradictorias entre sí”. También sostiene que todo iría mejor si se preguntara “a quien sabe”. O sea, a los profesores que están en clase.

Una pregunta quizá muy amplia para empezar. ¿Cómo debe ser un buen docente?

Doy algunas claves que me parecen interesantes: alguien que es capaz de generar experiencias educativas y no exclusivamente transmitir contenidos. Alguien que se cuestiona su perfil como líder de esas experiencias educativas, reconociendo que el centro del aprendizaje es el alumno, asumiendo que el aprendizaje no solo se produce en su cabeza y no solo dentro de las clases. Se produce dentro y fuera de las aulas y sobre todo a partir de las experiencias de los alumnos. Alguien que deja de ser un transmisor y pasa a ser un provocador de proyectos y aventuras.

¿Los sistemas formativos empujan a los maestros a ser estas personas?

Vivimos una situación un poco enloquecida. Sabemos que es importante que los alumnos aprendan en el SXXI. Y se da una dejación inercial tecnocrática representada por los currículums educativos. Esta es la encrucijada. Estamos por un lado en modelos legislativos que organizan la enseñanza ordenando los contenidos en asignaturas, bloques, cursos, incluso momentos de evaluación en cuanto a rendición de cuentas y que no reconocen lo que es importante que aprendan los alumnos en este mundo que nos ha tocado vivir. El desafío es ser capaz de construir modelos educativos que respondan a una visión más global de la enseñanza que la que tenemos. No creo que el gran desafío sea seguir en una dinámica de responder a políticas de derechas o izquierdas en relación a la defensa de unas asignaturas u otras, sino más bien dar un salto cualitativo y entender que el aprendizaje se produce de otra manera y es necesario que sea así si queremos educar a chavales para el mundo que estamos viviendo.
Fotografía: Teresa Rodríguez

Hay cierta polémica entre si en la docencia debe primar el conocimiento o la pedagogía. Si es más importante el qué o el cómo. ¿Qué opina?

Creo que se nos olvida algo fundamental. La educación es algo político, es el compromiso con cómo queremos entender que una persona es capaz de habitar el mundo y le dotamos de las habilidades personales para hacerlo, tanto a nivel personal, ciudadano, etc. ¿Qué es lo importante? Que el alumno o aprendiz seamos capaces de analizar la realidad, ver dónde está en nuestras vidas, en nuestra realidad concreta, y ver cómo el aprendizaje mejora la comprensión de esta realidad y de lo que hacemos con ella. Cómo actuamos, cómo realizamos acciones innovadoras. El qué es importante, hay que tratar cosas que son importantes para los alumnos. El cómo también, hay que adaptarse a cómo se producen los aprendizajes de forma real. Heredamos un modelo educativo en el que el qué, los contenidos, han sido muchas veces elementos no demasiado relevantes y el cómo se ha organizado de una manera lógica que no responde a cómo aprendemos que es, sobre todo, habitando los contenidos. Creo que ese es el problema.

¿Qué le parece la evaluación que propone el Gobierno para docentes?

Sobre la evaluación, llevo años diciéndolo: no es lo mismo evaluar que calificar. Calificar es etiquetar, poner un número. Evaluar es invitar a la reflexión. Creo que es importante que los docentes nos evaluemos y nos evalúen y nos ayuden a reflexionar sobre nuestras prácticas educativas. Para eso sería fantástico que se haga en torno a elementos que nos ayuden a esa reflexión. Luego está la parte de calificación. Si evaluar a los docentes se trata exclusivamente de ponerles en un ránking y calificar habría que ver cómo se genera ese ránking, en virtud de qué, etc. y ahí ya entramos en unas arenas movedizas.

Es importante que los docentes tengamos procesos de reflexión sobre nuestra práctica. Hay experiencias claras: que varios profesores trabajen juntos y comenten su labor. Eso es evaluación por pares. Que los alumnos sean capaces de evaluar a sus profesores, que los docentes sean capaces de evaluar y vean si se adecuan o no a sus necesidades. Que los docentes sean capaces de ver cuáles son sus demandas en cuanto a innovación metodológica y que haya organismos. Eso es un proceso de evaluación interesante, que no tiene mucho que ver con la calificación.

¿Se siente señalado por la administración como culpable de (casi) todos los males de la educación, tal y como lamentan muchos docentes?

En educación los cambios son muy lentos y esto es algo que no se termina de entender. El cambio no es ideológico ni legislativo solo, exige un cambio de mentalidad y estos son muy lentos. Hay que ir hacia ellos, pero son lentos. La salida fácil entonces es decir que el docente tiene la culpa. Creo que estamos en un momento realmente estupendo en relación a la iniciativa y las ganas de los docentes, lo veo a diario. Se generan centenares de foros con docentes que quieren cambiar, que se preguntan cómo mejorar sus clases y responder a las necesidades educativas. Vas un sábado a un foro y te encuentras a 500 docentes. Me dicen que quieren cambiar, pero luego llegan a los centros y solo tienen papeleos que hacer. Los docentes han cubierto una masa crítica y hacen que el cambio sea imparable. Pero está en la mesa de los administradores facilitar que esto suceda. Se tienen que sentar con ellos y darse cuenta de que son los expertos en sus alumnos.

Yo llevo 32 años dando clase, no he hecho otra cosa en mi vida. Veo que los docentes tienen una desconfianza importante respecto a la administración y esta también tiene desconfianza por alguna razón. Legislar al margen de ellos es un error. Creo que habría que subirse a la ola de esa ilusión que está habiendo en los docentes, que es generar un cambio y, a partir de ahí, trabajar en un cambio real que se adecue. La administración sigue generando modelos basados en cursos, asignaturas. Ahora quitan los estándares o no. No son elementos de calado.

Lo ha mencionado un par de veces. ¿Cree que las asignaturas están obsoletas?

Todos los que hablamos o escribimos sobre las necesidades educativas o cómo hacerlas (yo me centro sobre todo en el cómo hacer las clases y desarrollarlas), decimos lo mismo. El aprendizaje es algo global, holístico. No nos podemos quedar en herederos de modelos de los 70 del siglo pasado, de hace 50 años. Los alumnos aprenden globalmente y no hay diferencia entre lo que aprenden dentro de las aulas y fuera, todo se ha roto. Las empresas exigen de los profesionales no ya que desarrollen saberes técnicos, si no de otro tipo. A mí no me gusta mucho citar a Finlandia, pero allí están trabajando en su currículum. Nosotros insistimos en asignaturas casi contradictorias entre unas y otras.

Fotografía: Teresa Rodríguez

Pero no parece que esto esté en los debates educativos a nivel administrativo ahora…

No, pero al margen de eso, no me parece lo más importante. Al alumno un docente le tiene que generar una experiencia, ponerle una serie de retos. Lo que está sucediendo es que seguimos en el modelo en el que recibe una serie de contenidos que parece que son los buenos. Vamos a dejar esto. A nivel organizativo, en los centros de secundaria, por citar un ejemplo, seguimos con el modelo de departamentos, de tal manera que hay departamentos unipersonales que se reúnen. Una persona consigo misma. Es el colmo. Claro que hay que cambiar cosas, pero son cosas ridículas.

¿Cómo ve la formación inicial? ¿Hace falta un MIR educativo?

Con la formación inicial creo que hace falta generar un cuerpo de docentes. Existen personas que cuando terminan el Bachillerato y van a las universidades quieren ser docentes porque es su vocación, y luego hay otros con vocaciones dispares y por avatares de la vida acaban convirtiéndose en docentes. Y eso no puede ser. El reto es saber cuál es el sistema para que los que lleguen a la docencia. Ellos mismos reconocen que sus lagunas metodológicas son espectaculares. Los sistemas que ha habido hasta ahora, desde luego, no han funcionado bien. El modelo MIR habría que verlo. Un modelo en el que los docentes que empiezan, entren a trabajar colaborativamente con otros docentes que tienen más experiencias y se vean inmersos en procesos metodológicos, no tendría por qué ser negativo.

¿Es apropiado que un alumno pueda obtener el Bachillerato sin aprender todas las asignaturas como propone el Ministerio de Educación?

No voy a entrar, necesitaría leer la propuesta directa. Como concepto general que todo lo que sea adaptarse a las necesidades educativas de la gente es fantástico, pero tengo que ver el detalle. Me parece ridículo hablar de suspensos y aprobados. Deberíamos cambiar de concepto, y en vez de que sea la escuela la que aprueba o suspende, que eso solo genera exclusión, lo haga la sociedad.

¿Me desarrolla un poco este concepto?

Tenemos que pasar a este concepto, es importante. Se empezó a decir que era importante que las familias entren en la escuela, que la comunidad participe. Tenemos que empezar a creernos que la educación no es una tarea solo de la escuela, tiene que ser de toda la comunidad. El fracaso o el éxito de un aprendiz no depende de la escuela, sino de que la comunidad en su conjunto… En una familia con altos niveles socio-culturales el índice de fracaso escolar son realmente menores que los de una familia en una situación de mayor vulnerabilidad. ¿Esto por qué es? Porque en un caso la tarea educativa se ha relegado a un solo agente (la escuela) mientras en la otra se apoya en la familia: clases particulares… Es una cuestión social. Entiendo que esto llevarlo a la práctica desde el punto de vista legislativo es complicado, pero creo que es dónde tenemos que ir.

¿Le molesta que “gente que nunca ha pisado un aula” —queja que realizan muchos maestros— pretendan decirles a los maestros y profesores de instituto cómo dar clase?

Tienen toda la razón, no se me caen los anillos en decirlo. El modelo de formación docente que se está realizando desde las universidades deja mucho que desear. Es raro encontrar docentes de universidad que sean expertos en didáctica. Es muy excepcional y maravilloso cuando sucede. El modelo de formación universitaria está muy orientado a la investigación, a la reproducción de contenidos y poco a la implementación en la práctica. Los docentes de la universidad que quieren hacer algo distinto, muchas veces se ven en problemas en las universidades para sacar a los alumnos, llevarlos a colegios, etc.

Juan José Vergara es experto en innovación educativa y metodologías activas. Docente en ejercicio, es autor -entre otros- de los libros “Narrar el aprendizaje. La fuerza del relato en el aprendizaje basado en proyectos” (2018)https://www.juanjovergara.com/copia-de-aprendo-porque-quiero-1 y “Aprendo porque quiero. El aprendizaje basado en proyectos paso a paso” (2015)https://www.juanjovergara.com/aprendo-porque-quiero

[juanjovergara.com@juanjovergara

Fuente e imagen: https://eldiariodelaeducacion.com/blog/2018/11/15/los-docentes-quieren-cambiar-pero-luego-llegan-a-los-centros-y-solo-tienen-papeleos-que-hacer/

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Mar Romera: «En temas de educación no hay que mirar tanto a Finlandia»

Por: Amaya Garcías/06-02-2019

«La escuela debe preparar a los niños para el cambio», explica la profesora

«Normalmente los padres pensamos en sobreprotegerles y en estimularles»

«La calidad de una escuela la hacen las personas no los recursos», defiende

Acaba de publicar ‘La escuela que quiero (Destino), una guía cargada de sentido común

La elección del colegio de los hijos se ha convertido casi en cuestión de estado en muchas casas. Hay incluso quien empieza la búsqueda del ‘centro perfecto’ cuando el retoño aún no ha empezado a gatear. «Todo lo que hacen los padres es con la mejor de las intenciones», explica Mar Romera (Heidenheim, Alemania, 1967) , maestra y pedagoga que acaba de publicar el libro ‘La escuela que quiero’ (Destino), un manual cargado de sentido común sobre este tema. «Normalmente pensamos en sobreproteger y en sobreestimular y quizá deberíamos centrarnos en las potencialidades de ese niño y en la capacidad para que gane autonomía».

A juicio de Romera, «no hay que mirar tanto a Finlandia» -siempre referente en los informes PISA (Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos)- en temas educativos. «Hay cosas que podemos aprender de ellos, por ejemplo, en lo que respecta a la formación del profesorado, pero en el método no están tan avanzados. Además, tienen menos horas de clase que nosotros, menos días lectivos y menos asignaturas, algo que quizá debería hacernos reflexionar. Pero aquí sólo oímos hablar de resultados«. Y estos «siempre son relativos». A veces olvidamos que cada niño es un mundo y que la generalización suele salir cara. «En educación no hay una comparativa objetiva en datos».

Los problemas de la educación en nuestro país los centra Romera en dos puntos principalmente: «la burocratización y la politización»: «No se hace escuela de calidad cambiando de modelo cada cuatro años», explica. Defiende que «la calidad de una escuela no la hacen los recursos sino las personas». Y pone en valor la figura del profesor, no siempre valorado como se espera: «Si la familia no confía en el docente, los alumnos tampoco».

La pedagogía del siglo XXI tiene que buscar nuevos enfoques. Se habla mucho de innovación en las aulas, pero conviene acotar un término tan amplio. «La escuela innovadora será aquella capaz de mirar con ojos de niño. No son consumidores de escuela; son protagonistas de lo que pasa en ella». En este sentido, la escuela que pretenda ser innovadora tendrá «que empoderar a los alumnos y también a los profesores».

En ese discurso por hacer una escuela acorde a los tiempos, aboga por centrarse más en el «ser» y no tanto en el «saber». «Hay que ajustar el sistema a los niños; y convendría dejar de meter cosas en él: que si robótica, ajedrez… No tendremos éxito si seguimos cargando el sistema». El ‘cuanto más mejor’ quizá deba dar paso al ‘menos es más’. Muchas veces los niños van «como autómatas: Estamos construyendo TDtodo», concluye. La paciencia y el saber escuchar son herramientas más útiles para construir esa escuela ‘ideal’.

Y aquí la palabra cambio es clave, tal y como explica en el libro. «La escuela debe preparar a los niños para el cambio, debe enseñarles a tomar decisiones, a conquistar esa autonomía mientras deciden». Y dentro de esto hay que enseñar a gestionar el miedo, pero también el amor.

Volviendo de nuevo a los rankigs y las comparativas que tanto gustan, Romera asegura que «probablemente ningún chaval del Norte de Europa aprobaría nuestra Selectividad. Tampoco de EEUU». Insiste en la idea de que un niño es comparable sólo consigo mismo. «Igual que un colegio. No puedo comparar un centro del Pozo del Tío Raimundo y uno de La Moraleja».

El tirón de orejas final lo reserva para la «falta de corresponsabilidad de toda la comunidad para con la infancia». Vivimos una época en la que «una ‘influencer’ tiene más influencia que 50 horas de una asignatura». Frente a esto sólo ve una solución: «Remar en una dirección y ganar conciencia

Fuente: https://www.elmundo.es/vida-sana/familia-y-co/2019/01/24/5c45ade0fc6c83560a8b469e.html

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“Lápiz, tinta”… y tiza.

«Tenemos a los que denominamos con ironía y cierta sorna como ‘desertores de la tiza’, algunos de los cuales, tras olvidar rápido que han sido compañeros de faenas educativas, vienen a sentar cátedra a los colegios e institutos y sermonearnos con las cuatro consignas gubernamentales bien aprendidas y a darnos lecciones de cómo se debe enseñar, precisamente ellos, los que han abandonado todo contacto con las aulas ¡Tiene miga el asunto!»

Europa/España/Fuente: http://www.eldiario.es/

Por:Jose Jeronimo Rodriguez Carrasco.

Al llegar a una determinada edad “en el limbo del tiempo que se nos va” y con un buen trecho ya recorrido, tanto en el itinerario de la vida como en el del ejercicio profesional, toca pararse en la vera del camino, mirar hacia arriba, decir al viento “libro, nube, este es mi destino” y recogerse “en la templanza  que (…) da la anestesia del recuerdo” para reflexionar sobre todo aquello que ha quedado atrás.

Lejos del manido tópico de: “¡qué largas vacaciones tienen los profesores!”, la realidad educativa del día a día en un centro educativo es muy distinta a la que mucha gente imagina ya que esta se manifiesta como compleja, poliédrica, llena de matices…y, algunas veces, frustrante.

Durante los últimos años los profesores en la Enseñanza Pública hemos sufrido una cascada de leyes y medidas preventivas que estigmatizan de entrada a todo el profesorado con la etiqueta de “malos”. Por unos pocos, la Administración ha puesto el ventilador parar tratar de esparcir el olor a podrido que genera una minoría absentista y despreocupada sobre todo el colectivo docente. ¡Qué podemos esperar si hasta una antigua ministra del ramo nos ha puesto en la picota! ¡La misma que dice no haberse enterado de tener como mano derecha a un corrupto durante su etapa como gobernante madrileña!

No obstante, mi impresión en los distintos centros donde he trabajado durante más de dos décadas ha sido la de toparme con un nutrido grupo de excelentes profesionales que siempre han dado lo mejor de sí para explorar nuevas vías  didácticas con las llegar mejor a sus alumnos.

Por otra parte, tenemos a los que denominamos con ironía y cierta sorna como “desertores de la tiza”, algunos de los cuales, tras olvidar rápido que han sido compañeros de faenas educativas, vienen a  sentar cátedra a los colegios e institutos y sermonearnos con las cuatro consignas gubernamentales bien aprendidas y a darnos lecciones de cómo se debe enseñar, precisamente ellos, los que han abandonado todo contacto con las aulas ¡Tiene miga el asunto!

Mientras escribo este artículo me viene a la mente el oportuno comentario que hizo una chica de 2º de Bachillerato durante el Acto de Graduación del pasado curso 2015 -2016 en mi Instituto. Comenzó su intervención diciendo que se consideraba como una auténtica superviviente del mareo producido por esa legión de leyes educativas de los últimos tiempos…LOCE, LOE, LOMCE. Ese mismo sentimiento de ser una especie de náufragos perdidos en el mar de la ausencia de un marco legal estable y duradero en materia educativa es una percepción muy extendida entre el profesorado.

A ello habría que sumar algunas limitaciones insalvables propias de las infraestructuras de los centros y que condicionan de forma grave las estrategias didácticas. ¡Cuántas veces en las reuniones de tutores nos hemos lamentado por esas mesas absurdamente ancladas al suelo en las aulas para sostener unos ordenadores obsoletos! ¿En esas condiciones y con clases llenas hasta la bandera, en las que no hay un espacio libre, cómo trabajar en grupos con los alumnos?

Además,  en los últimos tiempos estamos inmersos en un serio retroceso en las condiciones laborales y de pérdida de derechos del profesorado. El aumento de las horas lectivas de unos ha sido la excusa perfecta para meter las tijeras en los puestos de trabajo de otros. En el caso de retraimiento de derechos tan solo un botón de muestra entre otros muchos: la progresiva falta de control de los claustros de profesores sobre las direcciones de los centros educativos, las cuales han pasado de ser elegidos primero por el propio profesorado, más tarde por la comunidad educativa a través de los Consejos Escolares y ahora de forma directa por la Administración.

Por si esto fuera poco, se constata que no hay una verdadera voluntad política y de la sociedad en general para coger el toro por los cuernos de los auténticos males que aquejan a la Enseñanza Pública, en especial, la todavía alarmante tasa de fracaso escolar.

Otro aspecto a  resaltar es el de la progresiva burocratización de la vida del enseñante en la que cada vez se exigen más “papeles” (programaciones, memorias, informes, evaluaciones…), que son completamente inoperativos y que, a mi parecer, encubren  el fracaso de unas políticas educativas que no quieren ir a la verdadera raíz de los problemas de la enseñanza. Decía Carandell, el antiguo y brillante cronista parlamentario ya desaparecido, que los políticos del signo que fueran cuando querían que un asunto durmiera el sueño de los justos creaban una comisión. Ahora tenemos esas comisiones convertidas en montañas de papeles inútiles.

En mi opinión, las verdaderas reformas educativas son las que se emprenden desde abajo por un puñado de quijotes que, por su cuenta y riesgo, de forma altruista, con muy pocos recursos y escaso apoyo, tratan de explorar nuevas vías educativas que se salgan de la inercia en la que está metida este gigantesco mastodonte desfasado que es nuestro actual sistema educativo. Uno de estos valientes innovadores es César Bona, quien en el libro la “Nueva Educación” trata de recuperar para las aulas principios básicos como la estimulación de la imaginación, la creatividad, la curiosidad… También nos recuerda este maestro ejemplar la necesidad de fomentar la empatía  hacia los alumnos, de promover en  niños y jóvenes la formación y la expresión  de opiniones libres y críticas  y de favorecer modelos que convivencia en los que compartir prevalezca sobre competir.

Pero también toca entonar el “mea culpa” y asumir nuestra propia responsabilidad en todo que ha ocurrido por la gran pasividad y desunión que hemos mostrado el profesorado de la Enseñanza Pública, curso a curso, sin ser capaces de articular una única voz de protesta contra esta situación continuada de degradación y de abuso, -a excepción de esas combativas “mareas verdes”-; e igualmente debemos reconocer que, bien por comodidad o desidia,  no intentamos ir más allá y dar alternativas a este modelo caduco de repetición de conocimientos, de “examinitis” y de “notitis”.

Por otra parte, después de años y años de asistir como convidados de piedra a esa dilapidación de recursos públicos en forma de evaluaciones externas de “diagnóstico”,  que, por mucho que se hagan una y otra vez, siguen mostrando de forma terca los mismos síntomas de una enfermedad, para la que no hay más remedio desde arriba que “la cebada al rabo del burro muerto”… ahora, encima, nos vienen con las reválidas. ¡Si no quieres evaluaciones, pues tres  cazos de revalidas!

En las aulas cada vez se ve un creciente ambiente de competición entre los alumnos por la nota pura y dura y los profesores observamos  alarmados el aumento de casos de ansiedad entre los chicos y chicas jóvenes  por la calificación de un examen de dos temas o una mala nota, ¿qué ocurrirá con un niño de Primaria o un chaval de Secundaria que se juegue en un examen el tener o no un título?, y además  ¿qué valor tendrán a partir de ahora las calificaciones dadas por los maestros y profesores frente al negocio de unos evaluadores privados  externos pagados con dinero público?

Me perece una auténtica locura meter a los alumnos desde una temprana edad dentro de esta espiral insana de competición a la que nos están encaminando estos gurús del individualismo y del neoliberalismo político y económico y que, para mayor desgracia, es aceptada de forma acrítica y preocupante por una mayoría  social ¿En qué quedará el placer de saber, de descubrir, de caminar y crecer junto a otros, si todo se limita una combate feroz por la mejor nota de examen en examen, de prueba en prueba y de reválida en reválida?

Sin embargo, a pesar de los recortes de profesores, del empeoramiento de las condiciones laborales, de la falta de respuesta desde el poder político a los acuciantes desafíos de la educación,  de la desunión del colectivo docente, de sufrir el escarnio de una parte de la sociedad… a partir de septiembre, con el comienzo de un nuevo curso escolar intentaré convertirme en un “maestro salmón”, como dice César Bona, para saltar y sortear los obstáculos, y me podré con ilusiones renovadas delante de nuevos grupos de alumnos para cantar junto al “Ultimo de la Fila”:

“Ahora quiero sentir, caminar; ahora quiero pintar, percibir; lápiz, tinta,…tiza y el placer de reencontrar”.

Fuente: http://www.eldiario.es/eldiarioex/sociedad/Lapiz-tinta-tiza_0_545945745.html

Imagen: 

http://images.eldiario.es/eldiarioex/sociedad/Lapiz-tinta-tiza_EDIIMA20160808_0246_5.jpg

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