Por: Paulette Delgado
Investigadores advierten de los efectos del calor en las funciones cognitivas y ejecutivas, así como en la memoria y atención.
Durante los meses de junio y julio, gran parte del mundo enfrentó una ola de calor sin precedentes. En el caso de México, por ejemplo, rompió el récord de muertes y golpes de calor registrados… y esto es sólo el comienzo.
Según predicciones de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), “hay un 66 % de probabilidades de que, entre 2023 y 2027, la temperatura media mundial anual cerca de la superficie supere en más de 1,5 °C los niveles preindustriales durante al menos un año. Hay un 98 % de probabilidades de que al menos uno de los próximos cinco años, así como el lustro en su conjunto, sean los más cálidos jamás registrados”. A esto es importante agregar que cuando dicen “los niveles preindustriales” se refieren a 1850-1900, ya que “es anterior a la emisión de gases de efecto invernadero procedentes de actividades humanas e industriales”.
Esto quiere decir que tanto las próximas semanas como años, se espera que se rompan récords relacionados con las altas temperaturas, y con esto, la constante sensación de que es más difícil poner atención, formar pensamientos, y demás funcionamientos cognitivos.
Además, se necesita mucha energía para conservar la temperatura del cuerpo y mantenerse fresco. Mantener una temperatura interna constante es vital para el funcionamiento del cuerpo, puesto que este proceso requiere energía. Y con la sudoración, viene la pérdida de líquidos, así como de sales y electrolitos esenciales, como el potasio, el calcio y el magnesio, lo que provoca cansancio.
¿Qué impacto tiene el calor?
Joe Allen, codirector del Centro para el Clima, la Salud y el Medio Ambiente Global de la Universidad de Harvard, y varios colegas suyos analizaron a estudiantes que vivían en dormitorios de la universidad durante una ola de calor en Boston. La mitad de los estudiantes vivían en edificios con aire acondicionado central, con una temperatura de 22 grados; la otra mitad sin aire acondicionado con una temperatura promedio de 27 grados.
«Por la mañana, cuando se despertaron, les enviamos pruebas a sus teléfonos celulares», explica Allen. Los estudiantes tomaron dos pruebas al día durante 12 días consecutivos. Una prueba incluía sumas y restas básicas para medir la velocidad cognitiva y memoria, otra evaluaba la atención y velocidad del procesamiento.
Los investigadores descubrieron que aquellos estudiantes que no contaban con aire acondicionado reaccionaba 13 % más lento en las pruebas de aritmética y dieron casi 10 % menos respuestas correctas por minuto.
Diez años antes del estudio de Joe Allen, en el 2006, el Laboratorio Nacional Lawrence Berkeley descubrió que, cuando la temperatura de la oficina supera los 22 grados, el rendimiento de los trabajadores comenzaba a decaer. Especialmente cuando supera los 27 grados, en donde el rendimiento de los empleados bajaba un 9 %.
¿Cómo se ven afectados el aprendizaje y el bienestar de los estudiantes por el calor?
Al comienzo del ciclo escolar 2022-2023, varias escuelas en Estados Unidos se vieron obligadas a mandar a los estudiantes a casa temprano o cerrar y dar clases de manera remota debido a las altas temperaturas, al no contar con aires acondicionados. Ese verano se registró como el tercer verano más caluroso registrado en la nación y, aún así, el OMM advierte que lo peor está por venir.
En el 2021, los economistas R. Jisung Park y Joshua Goodman combinaron datos de las pruebas estandarizadas de 58 países y 12 mil distritos escolares de EE. UU. con información detallada sobre el clima y el calendario académico para “mostrar que la tasa de aprendizaje disminuye con un aumento en la cantidad de días escolares calurosos”. Esto dejó como resultado evidencia que las diferencias climáticas contribuyen a las diferencias en el rendimiento académico.
R. Jisung y Joshua Goodman también publicaron una investigación, la cual analizó a 10 millones de estudiantes de bachillerato que tomaron la prueba preliminar de la Prueba de Aptitud Académica (SAT por sus siglas en inglés) entre el año 2001 y el 2014. Encontraron que la exposición al calor disminuye la productividad del tiempo de instrucción. “Sin aire acondicionado, un año escolar 1°F más caluroso reduce el aprendizaje de ese año en un 1 por ciento” reportaba la publicación. En su investigación también resultó que realizar un examen en un día de 32 grados puede hacer que sea 10.9 % menor la probabilidad de aprobarlo.
Psychology Today advierte de los efectos del calor en las funciones cognitivas y ejecutivas, así como en la memoria y atención. Las funciones cognitivas las midieron a través de la Tarea de búsqueda visual (VST por sus siglas en inglés) que pedía a los participantes a responder lo más rápido posible a una señal visual que aparece en una pantalla frente a ellos.
El portal describe el procedimiento de la siguiente manera: “en la versión simple de la tarea, el triángulo era un triángulo verde en negrita, sólidamente delineado. En la versión compleja de la tarea, el triángulo era un triángulo hecho de puntos presentados sobre un fondo de puntos parpadeantes. La tarea VST está diseñada para medir la capacidad de filtrar información que distrae e interpretar una señal muy específica”.
Las funciones ejecutivas se midieron utilizando Stroop, donde se presenta una palabra en pantalla y los participantes la emparejan lo más rápido posible. En la versión compleja de esta tarea, se les pidió a los participantes que indicaran el color de la fuente utilizada para presentar la palabra en lugar de la palabra en sí. Algunas palabras eran congruentes (la palabra rojo con tinta roja), y otras eran incongruentes (la palabra rojo escrita en tinta verde), esto con el propósito de registrar el tiempo de reacción junto con el número de respuestas correctas.
La memoria se midió utilizando la prueba de bloques de Corsi, donde “se presentó una cuadrícula de cuadrados de 3 x 3 y se iluminaron secuencias de cuadrados. Se pidió a los participantes que reprodujeran el orden en que se iluminaba el cuadrado, con secuencias de cuadrados iluminados que aumentaban en longitud en cada prueba de tres a nueve. Se registraron las tres secuencias más largas correctamente recordadas”, mencionó la publicación.
Y por último, la atención se midió mediante el Test de Procesamiento Rápido de Información Visual (VP) donde se presentaron aleatoriamente secuencias de tres números entre los valores de dos y nueve. Se pidió a los participantes que indicarán lo más rápido posible si esas secuencias eran pares o impares, mientras que se medía el tiempo de reacción y precisión.
Además de estas pruebas, los participantes también informaron sobre su estado de ánimo y sus sentimientos subjetivos sobre el calor y las tareas que se les pidió que realizaran. También se midieron sus respuestas fisiológicas, por ejemplo, revisando la temperatura corporal, la frecuencia cardíaca, la temperatura de la piel, etc. La mitad de los participantes pasaron una hora sentados en una habitación con la temperatura en 39.6 grados y la otra en 21.2 grados para medir el impacto de la temperatura.
La función cognitiva y ejecutiva se midió nuevamente después de una hora de exposición al calor de ambos grupos. Después se les pidió que regresaran una semana después, en donde se cambiaron las condiciones de exposición y se repitió el estudio.
Psychology Today reportó que “tanto la función ejecutiva como la percepción se vieron afectadas por la exposición al calor”, ya que los tiempos de respuesta fueron más lentos después que los participantes fueran expuestos al calor para las pruebas Stroop y VST simple. Las respuestas a la parte más compleja del VST mejoró después de la exposición a las altas temperaturas, aunque los tiempos de reacción fueron más lentos.
Para los investigadores, esto podría demostrar lo que se conoce como la compensación de velocidad/precisión. Los participantes sacrificaron la velocidad por la precisión en esa prueba después de estar expuestos, ya que la mejora no se vió al no estar sujeto a los 39.6 grados. Así que parece que la temperatura más alta del verano podría tener un efecto en la función ejecutiva impulsada por el lóbulo frontal y nuestras habilidades de percepción.
Pero esta no es la única área negativamente impactada por las altas temperaturas; la salud mental también sufre.
Con el calor pareciera que la salud mental se derrite
Los días de calor extremo afectan las interacciones sociales y el bienestar personal, lo cual se vuelve una amenaza para la estabilidad mental. Según un estudio del 2018 publicado en Nature Climate Change, un aumento de 1 grado celsius en la temperatura promedio en los Estados Unidos y México se correlaciona con un aumento del 1 % en los suicidios. Este dato es preocupante si las predicciones de la OMM son ciertas y si las temperaturas empeorarán en los próximos años, si no es que en semanas.
Shabab Wahid, experto en salud mental del Departamento de Salud Global de la Universidad de Georgetown, dijo a Time Magazine que “es fácil entender cómo pasar por una experiencia traumática como un huracán puede afectar la salud mental. La conexión entre el calor y la enfermedad mental no es tan intuitiva”.
Robin Cooper, profesor clínico asociado de la Universidad de California en San Francisco y presidente de la Alianza de Psiquiatría Climática, dice a TIME que “tenemos que empezar a pensar en el cambio climático como una crisis de salud mental. Si ignoramos el cambio climático como una amenaza para la salud pública, estamos abdicando de nuestro papel como proveedores de atención médica”. Lo que significa aún más investigación, especialmente explicando el efecto del calor en los mecanismos exactos de la función cerebral. Los científicos señalan una multitud de factores psicológicos, sociales y biológicos interrelacionados que van desde la interrupción del sueño hasta la función alterada por el calor de neurotransmisores y hormonas vitales.
Una de las áreas más afectadas por el calor es el sueño, especialmente para aquellos que no tienen ventiladores o aire acondicionado ya que hace que la calidad del sueño sea difícil de alcanzar. Con el tiempo, esto puede provocar pérdida de memoria, falta de concentración y aumento de la irritabilidad. Además, los problemas para dormir están a menudo relacionados con desencadenar episodios maníacos en personas con trastorno bipolar.
Josh Wortzel, quien estudia la intersección del cambio climático, las olas de calor y la salud mental en la Universidad de Brown, explicó a TIME que “el calor también afecta el neurotransmisor serotonina, uno de nuestros reguladores del estado de ánimo más importantes, estrechamente relacionado con mantener la agresión bajo control”.
Wortzel señala que “la serotonina ayuda a transmitir información sobre la temperatura de la piel al hipotálamo del cerebro, que luego controla las respuestas de escalofríos y sudoración cuando es necesario. Los pacientes con depresión suelen tener dificultades con este proceso de termorregulación; el hecho de que estos problemas puedan mejorar cuando los pacientes toman antidepresivos inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina sugiere una relación entre la exposición al calor y la producción de serotonina”.
Aún así, queda mucho por saber sobre cómo el cambio climático y las altas temperaturas afectan la salud mental, pero existe poco apoyo financiero. Si no se tiene más conocimiento sobre el tema, se vuelve difícil para los psiquiatras saber cómo prepararse y ayudar a sus pacientes. Especialmente ante el hecho de que se esperan veranos más calientes y la relación que tiene con el suicidio.
Aunado a todos estos efectos, las altas temperaturas también pueden provocar calambres musculares, agotamiento, náuseas, vómitos, fatiga, fiebre, y golpe de calor, que en casos extremos puede provocar convulsiones o incluso la muerte. Si tienes alguno de estos síntomas, busca ayuda con un profesional de la salud.
Fuente de la información e imagen: https://observatorio.tec.mx