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¿Sabes qué es la crianza consciente?

Christian Pérez

Todos deseamos ser unos buenos padres, y aunque es difícil, tener algunas pautas o consejos útiles puede ser de enorme ayuda. La crianza consciente puede sernos de mucha utilidad.

Aunque es cierto que la crianza consciente es una palabra que en los últimos años se ha puesto muy de moda, la realidad es que se trata de una filosofía que, de alguna u otra forma, siempre ha estado presente en muchos padres y madres, a pesar de tratarse de una tendencia creciente en muchos círculos de mamás, y a pesar de que se considere como una auténtica tendencia ‘New Age’. Sea como fuere, es también entendida como un tipo de paternidad consciente, o incluso como crianza pacífica.

Muchos padres y madres, cuando esperan su primer hijo, suelen tener una especie de crisis existencial acerca del tipo de padre o madre que serán. Y muchos se hacen la siguiente pregunta: ¿Cómo se supone que deberíamos educar a nuestro hijo para que se convierta en un ser humano seguro de sí mismo, cuando, sobre todo, nosotros mismos todavía nos podemos sentir deficientes en muchos sentidos?

¿Qué es la crianza consciente?

La conciencia, concebida como un concepto, es algo que podemos entender, pero que en la mayoría de los casos es algo complicada de practicar. Sin embargo, una práctica constante puede ser útil para ayudarnos a mejorar.

En lo que se refiere a la crianza consciente, consiste en ser consciente en todas las interacciones que tenemos con nuestro hijo. Se trata, en definitiva, de conectarnos con él a un nivel mucho más profundo, y nutrir su esencia.

Es evidente que, en la mayoría de los casos, requiere y necesita un cambio en la forma en la que vemos el comportamiento del niño, y responder de forma total y completamente consciente a sus diferentes necesidades. En pocas palabras: significa ver a nuestros hijos cómo son, viendo incluso el “espíritu o la auténtica esencia de su ser”.

La crianza consciente no opera sobre reglas específicas, pero esto no significa que los niños no tengan límites. Suele ser, de hecho, un error bastante común.

Una de las mayores defensoras y una de las principales responsables de la difusión de la crianza consciente es la Doctora Shefali Tsabary, quien en su libro ‘The Conscious Parent’ dice: “Si bien puedes creer que tu desafío más importante es crear bien a tus hijos, hay una tarea aún más esencial que debes atender, que es la base de una crianza efectiva. Esta tarea es elevarte a la persona más despierta y presente que puedas ser”.

Algunos aspectos fundamentales de la crianza consciente

Son varios los elementos o aspectos imprescindibles en los que se centra la conocida como crianza consciente. Y lo podemos explicar incluso a modo de unos sencillos ejemplos:

  • El control del medio ambiente. Cerrar la puerta de la despensa, en lugar de castigar al niño que se escabulle después de haber abierto su paquete de galletas sin nuestro permiso (y cuando no era el momento oportuno para ello).
  • La regulación emocional de los padres. Especialmente en los momentos de mayor tensión, realizar respiraciones profundas, tratando de mantener una voz lo más tranquila y sosegada posible.
  • La conexión con el niño/a. Porque, en definitiva, la mayor influencia en el comportamiento de los más pequeños tiene una relación directa con la propia conexión emocional.

Qué se debe hacer y qué no cuando practicamos la crianza consciente

La paternidad tradicional hace especial hincapié en mostrar las diferencias entre el padre y el hijo. Es decir, hace especial hincapié en expresiones como ‘Soy tu padre y tu eres mi hijo, debes seguirme, porque me criaron de esa manera’. Sin embargo, la paternidad -o crianza consciente- se trata del cambio de paradigma de la paternidad tradicional.

Así, necesitas tener en cuenta algunas de las siguientes cuestiones si deseas empezar a ser un padre o una madre muchísimo más consciente:

Beneficios de la crianza consciente
  • Concéntrate en tu objetivo, pero siempre a largo plazo. La indisciplina y la desobediencia del niño pueden desencadenar emociones negativas. Si no es posible regular nuestras emociones, no lograrás ser un padre consciente. La clave, de hecho, es concentrarse en cumplir con el objetivo a largo plazo, ya que el tiempo es fundamental a la hora de construir una relación basada en el amor, la empatía y la confianza, en lugar de perder la calma.
  • Aprende a perdonar. Errar es humano, y es aún más humano en los niños. En lugar de castigarlos por sus faltas, lo que debemos hacer es ayudarlos a comprender su error. Perdónalos. De esta forma, serán más conscientes de ello y tratarán de no repetir sus errores.
  • Escucha más, habla menos. Siempre debemos escuchar lo que nuestros hijos tienen que decir. Hacerles preguntas y escuchar sus respuestas nos ayudará a la hora de comprender su perspectiva. De esta manera, además, se sentirán escuchados y mucho más valorados.
  • Resuelve tus problemas. En ocasiones, las acciones de nuestro hijo pueden afectar a una memoria sensible con la que no hemos hecho aún las paces. Por tanto, es esencial primero resolver nuestros propios problemas, antes de que nos afecten a nosotros mismos y posteriormente a nuestros hijos. Puedes hacerlo, por ejemplo, conectándote con tu yo interior o hablando con tu pareja. Es fundamental que las inseguridades no afecten a tu paternidad.
  • Comunícate siempre de forma cortés. Habla con tu hijo como si estuvieras hablando con un adulto, respétalo y trata siempre de ser cortés. Como padre o madre, debes tener en cuenta que eres el primer maestro/a del pequeño. Por lo tanto, enséñale cómo debe comunicarse y responder. No debes olvidarte de algo fundamental: el pequeño toma todo el aprendizaje emocional de sus padres, y lo usará más tarde en sus interacciones con los demás.
  • Compórtate como quieres que sea tu hijo. En lugar de lo que dices, los niños en realidad aprenden de lo que haces. Entonces, antes de decirles algo, muéstraselo con tu comportamiento. Debes ser consciente en tus palabras y también en tus acciones, por lo que si no coinciden, es común que el niño/a acabe por confundirse. Por ejemplo, si no quieres que tu hijo grite, no debes decirle que no lo haga a la vez que tú sí alzas la voz, porque es una completa incongruencia. Es más, es probable que el niño acabe por preguntarte: “¿Entonces por qué gritas mamá/papá?”.
  • Sé empático/a. Antes de responder a tu hijo/a, haz una pausa y reflexiona sobre cómo actuarías si estuvieras en el lugar de tu hijo, en una situación particular. Esto podría serte útil a la hora de obtener cierta perspectiva, y responder en consecuencia. De esta manera, cuando eres empático/a, tu hijo comenzará a confiar más en ti, y te pedirá consejo.
  • Ámalo incondicionalmente. A todos nos gusta ser amados, y a los niños también. El amor les brinda una red de seguridad y confianza, los hace sentir seguros. Los niños perciben enormemente las emociones de sus padres, por lo que cualquier sentimiento negativo que proyectemos sobre ellos puede confundirlos o asustarlos.

Aunque es fácil gritarle al niño o imponernos por encima de él, lo cierto es que intentar llevar a cabo una crianza mucho más consciente será mucho más positivo no solo para ti como padre/madre, sino también para el pequeño.

 

El enlace de origen es:  https://www.serpadres.es/1-2-anos/educacion-estimulacion/articulo/sabes-que-es-la-crianza-consciente-301575811734

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Libro: Reflexiones sobre la formación y el trabajo docente en Ecuador y América Latina

Main Authors: Ortiz E., María Elena, Crespo Burgos, Carlos, Isch L., Edgar, Fabara Garzón, Eduardo
Format: Libros
Published: 2015
Subjects:
Online Access: http://dspace.ups.edu.ec/handle/123456789/10650

Fuente:https://www.bibliotecasdelecuador.com/Record/oai-:123456789-10650

Descarga: https://dspace.ups.edu.ec/bitstream/123456789/10650/1/Reflexiones%20sobre%20la%20formaci%3f%3fn%2017%3aseptiembre%3a2015.pdf

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Entrevista con Mónica Uanini “Hay que interpelar las biografías formativas”

Por Revista Saberes

—¿En qué sentido la formación docente es importante si se busca la inclusión y la calidad educativas?

—El destinario de la política educativa es el estudiante y el docente, el mediador. Los diseños curriculares fueron pensados en el marco del paradigma de educación con inclusión y de ciencias para todos, que va contra la selectividad y meritocracia que caracterizaron al nivel secundario. Entonces, el Estado debe ver cómo hace para institucionalizar eso, teniendo en cuenta que las biografías personales de los educadores, sus trayectorias formativas, tienen una fuerte impronta del carácter selectivo. La mayoría ha naturalizado una escuela selectiva, aun cuando la hayan cursado dentro de la obligatoriedad. Porque, para decirlo sociológicamente, el arbitrario cultural que ha ido conformando la secundaria, que está enraizado en diferentes instituciones, sujetos, cuerpos, prácticas, tiene más de 100 años.

—¿Cómo se modifica? ¿O cada quien enseña como aprendió?

Las biografías no son deterministas, hay plasticidad. El punto es cómo el Estado interpela esas formas de entender la enseñanza y genera espacios de transformación de las disposiciones que tengan alcancen jurisdiccional: desde el desarrollo de las didácticas específicas, hasta la propia formación docente. Si no se interpela eso que se tiene hecho cuerpo y no se ofrecen instancias para ensayar nuevas formas de pensar, de enseñar, de forma orientada, regulada por el propio Estado, con plazos prolongados y continuos; las biografías siguen teniendo su peso.

En las investigaciones sobre cómo saben lo que saben los docentes que están en el aula, en el marco de los nuevos diseños curriculares ¿qué pudiste observar? ¿Es cada maestrito con su librito?

—Hay una delgada línea. Hay criterios que hay que repensar acerca de qué significa institucionalizar un currículum: siempre hay márgenes de maniobra para que el docente lo recree según su propia formación. Ahora, si esos mandatos curriculares ni siquiera son objeto de lectura y valoración porque no hay nadie que esté ejerciendo la fuerza, de modo que se conviertan en asunto de trabajo para los educadores, estamos descuidando los procesos de inclusión de los chicos. Para mí es importante, políticamente, pensar la inclusión, en el saber. El modo en que el Estado gestione los procesos de mediación que los docentes producen respecto de ese saber es relevante, en términos de democracia, de igualdad educativa.

 —Y estos procesos de mediación ¿son desiguales, personales, difieren según cada docente?

—Son poco regulados, aunque ha habido cambios con las iniciativas del ISEP (Instituto Superior de Estudios Pedagógicos). Cuando uno lee los diseños, por ejemplo de Ciencias Naturales, dice ¡qué belleza!, pero cuando ves las mediaciones que se instalan respecto del discurso curricular, no es casualidad que no funcionen los laboratorios en las escuelas, que sigamos pensando de la Física en términos de caracterización de fenómenos naturales como fenómenos acabados o que todos los procesos que definen el hacer ciencia (la valoración de preguntas, hipótesis, experimentación, etc.) aparezcan parcialmente, sin conexión entre sí, o directamente no aparezcan. Transformar la enseñanza supone mucho trabajo estatal, porque detrás hay 100 años de sedimentación de prácticas que perviven no sólo en las instituciones y sus cuerpos, sino también en los institutos formadores. En los ISFD (Institutos Superiores de Formación Docente) uno todavía encuentra que lo que el diseño curricular da por sentado —contenidos y formas de enseñanza— todavía es objeto discusión por parte de los profesores.

—¿Cómo se produce este cambio cultural? ¿A través de la práctica? Parece que la teoría sola no alcanza…

—Pero de una práctica reflexivamente regulada desde un saber específico. Hay dos cuestiones que afronta la enseñanza de cualquier área de conocimiento. Uno, que todos puedan acceder y que  los saberes sean de calidad. Dos, que se rompan con los límites que establece entre asignaturas, el currículum de colección: los proyectos integrados forman parte de este desafío. Pero, a veces, un dispositivo pedagógico didáctico se olvida que hay que poder transformar también el modo en que los docentes saben lo que tienen que enseñar. El modo en que han aprendido el contenido disciplinar también tiene que ser objeto de trabajo, junto con la enseñanza. Por ejemplo, tenemos muchos docentes que no tienen formación pedagógica. Todos pueden recibir un curso teórico sobre el sujeto del aprendizaje, sobre las políticas de inclusión, pero ¿cómo se traduce eso en el aula: con este grupo de chicos, en este marco institucional, con estos compañeros docentes? En ese marco de traducciones, que es la propia práctica, faltan formas de ir registrando cómo se produce.

—¿Cómo se hace con los profesionales que dan clase sin título docente?

—Ahí tenés un problema estructural. Sin esos profesionales, los egresados de los profesorados no dan abasto para cubrir las horas en el sistema. Por eso es importante pensar no sólo la formación inicial, sino la continua. Flavia Terigi dice que la política tiende a depositar en la formación docente inicial, el cambio. Pero, hasta que eso ocurra, tenés chicos estudiando en la escuela secundaria, desatendidos en relación a modificaciones que el currículo ya planteó. Hay que trabajar con los educadores en el sistema. Muchos ingresan con biografías personales donde la enseñanza no ha sido trabajada como una práctica que tiene su sofisticación: abordar el aprendizaje de 30 estudiantes en contextos de problemáticas acentuadas, que aprendan todos y cada uno dentro de sus posibilidades, es de un nivel de complejidad altísimo, en un marco institucional de un currículum de colección, con escasas horas para determinadas materias.

—¿Quedan fuera contenidos a enseñar y capacidades a desarrollar?

—Muchas veces los docentes hacen recortes de aquellas cuestiones que les resultan inabordables (en el caso de Formación para la vida y el trabajo, por ejemplo, la cuestión de género). La línea de civismo se fue expandiendo con una serie de contenidos, como los derechos, que son socialmente controversiales: cuáles y cómo los entendemos. Dirimir esos procesos de mediación para garantizar la apropiación de los estudiantes de esos saberes supone un trabajo fuerte y esa es responsabilidad de la política. En el terreno conjetural, diría que en las prácticas del nivel secundario se reproduce una concepción de la enseñanza que está ligada a la libertad de cátedra, que en la universidad tiene otra función. En la secundaria, que tiene diseños, muchas veces es un escudo para desinteresarte sobre la política curricular. Hay cierta naturalización de que uno enseña lo que sabe; que si sos biólogo o ingeniero tenés un determinado saber y producís ciertas modificaciones al programa en función de en lo que sentís cómodo. Si uno sabe eso tiene que pensar la institucionalización de la política curricular con otra densidad y otra complejidad, lo que supone plantearse la formación continua de un modo mucho más orgánico y continuo.

 (*) Magister en Investigación Educativa por el CEA, Profesora adjunta de la cátedra de Antropología Cultural de la Escuela Ciencias de la Educación de la UNC y directora del proyecto de investigación radicado en el CIFFyH “¿Cómo saben los docentes lo que saben? Una aproximación a la relación con el saber en docentes de escuela secundaria estatal de Córdoba”.

Fuente: https://revistasaberes.com.ar/2019/05/hay-que-interpelar-las-biografias-formativas/

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Trabajar para obtener datos de calidad sobre la educación en Liberia

África/Liberia/23 enero 2020/es.unesco.org

Disponer de datos de calidad es esencial para construir sistemas educativos sólidos y eficaces, ya que los datos pueden aportar información para la toma de decisiones públicas en materia de asignación de fondos, elaboración de políticas y planificación. Esto contribuye también a mejorar la responsabilidad y la transparencia.

En Liberia, en diciembre de 2019, equipos especiales interministeriales de la EFTP y de la UNESCO organizaron conjuntamente un taller sobre el acopio, tratamiento y análisis de datos. El taller tuvo como objetivo mostrar a las partes interesadas en todos los niveles del sistema educativo, desde los docentes de la educación primaria hasta los miembros del personal del ministerio central, cómo sacar provecho del sistema de información para la gestión de la educación (SIGE) en el trabajo. Un SIGE es un sistema cuya función es recopilar, integrar, procesar y difundir los datos apoyándose en la elaboración y la planificación, el seguimiento y la gestión del sistema educativo.

“Contaremos con los medios para saber cuántos alumnos tenemos, cuántos alumnos han dejado la escuela, y lo que debemos prever en el sistema educativo en términos de estadísticas”.

Cecelia Reeves, una responsable de la educación de un condado que participó en el taller, abordó la repercusión del sistema de recopilación de datos. “Contaremos con los medios para saber cuántos alumnos tenemos, cuántos alumnos han dejado la escuela, y lo que debemos prever en el sistema educativo en términos de estadísticas”, afirmó. También hizo un llamamiento a extender la iniciativa de formación a los directores y otros responsables de la educación. El Sr. Zeogar Wilson, ministro de la juventud y los deportes, quien también participó en el evento, comunicó la voluntad del Gobierno de seguir desarrollando los datos sobre la educación en Liberia y agradeció a la UNESCO por su apoyo.

Durante el taller, los participantes recibieron una formación práctica sobre la obtención de datos del SIGE y estudiaron los límites posibles de la interpretación de los resultados. Con estos conocimientos y las competencias adquiridas, se espera que los responsables utilicen activamente las estadísticas sobre la educación para mostrar los progresos y defender las prioridades en los relativo a la asignación de los recursos.

En el futuro, el Gobierno y el Programa del CapED seguirán transformando la calidad de la recopilación y el análisis de datos sobre la educación en Liberia. Concretamente, en 2020, los responsables educativos a nivel de los condados y el equipo del SIGE extenderán la formación al conjunto de 124 responsables educativos de los distritos a escala nacional y garantizarán que se creen otros equipos de acopio de datos en el plano local.

El Programa de Desarrollo de Capacidades para la Educación (CapED) de la UNESCO ayuda a Liberia a mejorar la calidad de la recopilación y difusión de datos. También será necesario mejorar los datos sobre la EFTP mediante la formación de centros de EFTP y del equipo del SIGE, en lo relativo a la necesidad de indicadores específicos de EFTP, como los que informan, por ejemplo, sobre el mercado laboral.

Fuente e imagen tomadas de: https://es.unesco.org/news/trabajar-obtener-datos-calidad-educacion-liberia

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Nicaragua es reconocida en el Foro Mundial de Educación en Londres

Centroamérica/Nicaragua/23 enero 2020/el19digital.com

Una delegación del Gobierno de Nicaragua, conformada por la Ministra de Educación, compañera Miriam Ráudez y la Embajada nicaragüense en Reino Unido, dio inicio a su participación en la más importante cita anual de Educación en el Mundo, el Foro Mundial de Educación, que en su Séptima Edición en Londres, bajo el tema “Una Generación : ¿Qué se necesita para transformar la Educación?, reúne desde este pasado Domingo a Ministros de Educación y 1,263 representantes de más de 95 países, que representan dos tercios de la población mundial, procedentes de Gobiernos, sectores público y privado y No Gubernamental, para debatir y enriquecer políticas educativas, así como los logros, desafíos y oportunidades en el futuro de la educación.

En los productivos intercambios sostenidos por la Ministra nicaragüense con el Ministro de Educación Británico, Gavin Wiliamson, y de otros países de Europa, Asia y África, así como otras autoridades y representantes, se ha conversado sobre los significativos avances logrados en los últimos 13 años por el Buen Gobierno Sandinista, a través de un modelo educativo basado en la familia, con políticas educativas centradas en asegurar acceso y cobertura universal de educación gratuita y de calidad, enfocada desde la Justicia Social, como restitución de un derecho humano, como un factor fundamental para erradicar la pobreza y la desigualdad.

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Ministra de Educación, Compañera Miriam Raudez; Embajadora de Nicaragua, Compañera Guisell Morales; Ministro de Educación del Reino Unido, Señor Gavin Williamson; Director del Foro Mundial de Educación, Señor Dominic Savage.

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Ministras de Educación de Cuba y Nicaragua.

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Ministra de Educación de Nicaragua junto a la Baronesa Gloria Hopper, miembro de la Casa de los Lores del Parlamento Británico.

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Ministra de Educación, Compañera Miriam Raudez, junto la Señora Georgina Dhillon, Agregada Cultural Honoraria de Nicaragua en Reino Unido, y el Compañero Ricardo Carioni, Primer secretario de la Embajada Nicaragüense.

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Ministra de Educación de Nicaragua junto a Ministro de Educación de Mauritania.

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Ministras de Educación de Seychelles y Nicaragua.

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Ministra de Educación y Embajadora de Nicaragua en Reino Unido en plenaria del Foro.

Fuente e imagen tomadas de: https://www.el19digital.com/articulos/ver/titulo:99103-nicaragua-es-reconocida-en-el-foro-mundial-de-educacion-en-londres

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Flavia Terigi: “Tenemos un serio problema con la calidad de la educación”

Revista Saberes

Las iniciativas para asegurar las trayectorias escolares de los más pequeños; la inclusión entendida como garantía de aprendizajes y no como mera presencia en la escuela; la dificultad para atender la diversidad no sólo de los que aprenden despacio sino también de los que lo hacen velozmente y la necesidad de reflexionar y generar conocimiento pedagógico por parte de los docentes, algunos de los tópicos abordados en la entrevista a Flavia Terigi.

“Si lográramos darle más visibilidad al comportamiento individual de cada uno y discutir más, con mayores acuerdos de trabajo, sería más complicado que algún maestro se refugie en la privacidad de su aula –que no es tal–, para no ocuparse de lo que tiene que ocuparse, que es que los chicos aprendan”. La frase resume de manera contundente la postura de la especialista en políticas educativas, magíster en Ciencias Sociales con orientación en Educación de FLACSO y profesora de posgrado de las universidades nacionales de Buenos Aires, Córdoba y Entre Ríos, para quien es necesario “recuperar mecanismos de evaluación que estén más cerca de la práctica de los educadores”.

Haciendo hincapié en el rol formativo que deben ocupar los directivos escolares, Flavia Terigi apela a la responsabilidad que tienen los docentes en lograr que los alumnos se apropien de los conocimientos: “Los chicos pasan cuatro, a veces ocho, horas diarias en el colegio, 180 días al año, durante 12 ó 13 años de su vida. La escuela tiene una tarea y no se puede excusar en la familia para no realizarla”.

La unidad pedagógica ha sido presentada como una medida que busca asegurar los procesos de alfabetización inicial de todos los niños, y sin embargo ha tenido resistencias ¿cuál es su opinión?

Argentina es un país que tiene históricamente un 10% de repitencia en 1° grado. Si un sistema está diseñado de manera tal que uno de cada diez niños no logra aprender lo que está previsto en el ciclo lectivo, algo está mal en esa previsión. La unidad pedagógica es una medida oportuna, que responde a un problema de diseño histórico del sistema escolar. Ahora, revisar los criterios de evaluación que suele haber al final de 1° grado; dar más tiempo para que los chicos incorporen la cultura de la escuela y se apropien de dos instrumentos simbólicos como la escritura y la numeración, claves para el resto de la escolaridad, y la posibilidad de que un mismo maestro acompañe a sus alumnos en los dos años escolares y se haga responsable del proceso completo del aprendizaje –y de ser necesario produzca reagrupamientos con quienes necesitan un trabajo más específico en esas áreas–, requiere no sólo una norma que lo habilite. Demanda generación del tipo de conocimiento que necesitan los docentes para poder trabajar en esa lógica. Requiere construcción de saber, de investigación, producción de materiales, capacitación, cuya respuesta le corresponde a la política educativa.

¿Por qué cree que ha habido resistencias?

En educación, siempre cuando se trata de generar alguna medida que destrabe las trayectorias escolares de los chicos, muchos actores –no solamente los padres, sino el público en general– consideran que se trata de una medida espuria para maquillar los números. Yo diría que es al revés. Después de 130 años de repitencia –que es la respuesta a las dificultades que experimentan los alumnos para alfabetizarse en el corto plazo–, no hemos logrado revertir la situación, que los niños aprendan mejor. Al contrario. Suele ser la antesala de repitencias posteriores que no pocas veces terminan con el abandono de la escuela: chicos que tienen 11 ó 12 años y están todavía en 4° grado. Todos sabemos que las personas somos diversas y aprendemos a ritmos diferentes. De lo que se trata es que la organización pedagógica de la primaria responda mejor a esa diversidad. No creo que sea la única respuesta, pero sí que en nombre de una supuesta exigencia hemos hecho repetir a los niños durante 130 años sin que luego tengan una escolaridad adecuada. Es momento de pensar si una parte del diseño del sistema vinculada a la repitencia no puede ser modificada en pos de la educación, de que los chicos aprendan y no simplemente que se queden haciendo lo mismo, en el mismo grado escolar.

Inclusión de calidad

Interrogada acerca de si cree que con las distintas medidas de política educativa que se están tomando, se está logrando una mayor inclusión educativa, Terigi es cauta y no generaliza: “Depende mucho de las condiciones en las que el docente lleva a cabo su trabajo, del saber pedagógico con el que cuenta, su capacidad para interpretar las respuestas y producciones de los chicos”.

Se suelen presentar como posiciones antagónicas la inclusión y la calidad educativas, ¿qué piensa al respecto?

A veces los maestros piensan –y se enojan con razón– que cuando les plantean que tienen que incluir, les están diciendo que tienen que hacer que los chicos estén en la escuela a cualquier costo. En el primario hemos logrado la casi universalización y sin embargo no estamos conformes con los logros de aprendizaje. Nosotros tenemos un serio problema con la calidad de la educación, que no se soluciona únicamente por la vía de que los niños estén en la escuela. Deben estar dentro, pero aprendiendo. Las instituciones escolares apuntan a una especie de alumno medio, que es muy distinto al de la realidad. A veces recogemos el desafío de la diversidad sólo con aquellos que tienen dificultades, pero no con los que aprenden más rápidamente que lo que se les puede proponer: ahí tampoco hay recursos acumulados para promover aprendizajes en tiempo y forma. Eso está vinculado con que la primaria está diseñada grado por grado. Yo entiendo que a quien le fue bien se pregunte por qué cambiar, la respuesta es porque hay muchos chicos a los que ese planteo no les funciona, se quedan fuera de la escuela o están dentro y no aprenden.

¿Cuánto tiene que ver en eso la formación y capacitación docente?

Muchísimo. Los maestros estamos formados con un modelo que apunta a enseñar las mismas cosas, al mismo tiempo, a todos y que tiene muchas dificultades para generar situaciones que permitan a quienes ya lograron ciertos aprendizajes seguir profundizándolos, mientras uno se puede detener a trabajar con más cuidado con aquellos que están experimentando algún problema. No hemos desarrollado modos de colaboración entre los chicos –que en otros sistemas educativos del mundo se ponen en práctica– y en cambio promovemos actividades y resultados de aprendizaje individuales.

Por otra parte, hay aspectos que los maestros deben saber hacer –por ejemplo para abordar la unidad pedagógica–, que todavía tienen que ser investigados. Entonces además de la formación de los docentes, también debe haber producción de conocimiento pedagógico, acompañando las experiencias de las escuelas, sistematizando aquello que está funcionando; de manera que ese saber producido localmente por los maestros que logran encontrar soluciones a las situaciones de aprendizaje se pueda extender, hacer disponible para el resto de sus colegas.

En educación, los resultados de las políticas que se implementan no se ven inmediatamente ¿cuándo se podrían visibilizar los resultados de medidas como la unidad pedagógica?

–Los resultados en educación dependen de las condiciones. Si las condiciones son puramente normativas –sin intervenir en la formación docente, sin investigar lo que pasa en las escuelas, sin estudiar la evaluación con más detalle–, nos va a pasar como con muchas otras normas: en el ’93 una ley estableció la obligatoriedad del ciclo básico y 20 años después tenemos una parte importante de jóvenes que no están en la secundaria. Si fueran las adecuadas, me atrevería a decir que en una cohorte escolar –dentro de cinco, seis, siete años– podríamos tener un acumulado de conocimiento. En lo inmediato, lo que va a ocurrir –y eso va a alimentar los peores pensamientos– es que va a disminuir la repitencia; pero acá el problema no es bajar esos índices, sino hacerlo con aprendizajes. El primer ciclo de la primaria es el que requiere mayor atención, porque es donde se empiezan a producir desfasajes etarios y donde los niños producen la entrada a estas dos herramientas semióticas que son la numeración y la escritura.

¿Cómo se generan cambios en educación; qué es primero –el huevo o la gallina–: la normativa o las condiciones?

Si lo planteás así es una especie de sin salida argumentativa. Porque para que ciertas condiciones sean posibles, hay que poder hacer experiencias en las escuelas y si la norma no habilita las experiencias en las instituciones, ese conocimiento no se puede construir. Por caso, hace más de 15 años, el 50% de los chicos en muchas provincias de nuestro país termina la escuela secundaria. Llegamos a un punto de condiciones que amerita declarar la obligatoriedad. ¿Qué cambia eso? Que obliga al Estado a brindar más recursos para que los jóvenes se puedan escolarizar, a modificar la formación de los profesores, a producir conocimiento nuevo. Las normas no inventan de cero: se apoyan en experiencias que han venido funcionando y las habilita en otra escala.

De recursos y condiciones

Terigi, quien es “proclive a un equilibrio entre las normas y las condiciones”, opina que actualmente en algunos aspectos estamos bien y en otros no tanto. Entre los primeros, señala que “comparando lo que ocurría hace algunos años atrás, hay una situación general que es más favorable para la crianza y para que los chicos asistan a la escuela”. Además –indica– “tenemos una mayor sensibilidad en el sistema educativo –por muchos años de trabajo, formación–, que está mucho más dispuesto a la inclusión educativa, a la articulación con el nivel inicial , a la evaluación de lo que se ha hecho hasta el momento”.

¿Cuáles son las mayores dificultades, entonces?

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Tenemos un sistema educativo muy grande y una capacidad técnica, todavía, del Estado nacional y de los gobiernos provinciales que es pequeña al lado de todo lo que hay que atender. Lo que muchas provincias están haciendo, como el caso de Córdoba con la implementación de la unidad pedagógica, es algo acertado: comenzar con una escala más pequeña, experimentando con 200 ó 300 instituciones educativas, que si bien es un número grande es acotado en cuanto a la capacidad técnica para estudiar las mejoras, sistematizarlas y convertirlas después en un conocimiento disponible para todos.

En cambio si una jurisdicción decidiera implementarla masivamente porque solamente hace llegar la norma a las escuelas, es bastante probable que se encuentre al poco tiempo con que nada ha cambiado demasiado porque aunque se haya absorbido el discurso, las prácticas siguen relativamente inmodificadas.

¿Y con respecto a los recursos?

Cuando hablamos de recursos no sólo me refiero a los tangibles (como netbook o edificios), sino a sostener un plan de formación para maestros en servicio o a la capacidad técnica del Estado para acompañar las experiencias de las escuelas; o a que lo que se produce en una propuesta ingrese en el campo de la formación. Son recursos humanos, materiales, producción de textos y conocimientos ad hoc. El sistema ha tenido más recursos para pagar el funcionamiento regular del sistema, o inversiones en infraestructura o en computadoras que para investigar, formar a quienes trabajan, consolidar experiencias y generalizarlas. Las inversiones de bienes, aunque bien vistas, tienen un límite: sin el conocimiento pedagógico, por ejemplo, una netbook se puede convertir en un instrumento para hacer dictado. No necesitamos una computadora para lo mismo que puede ser usado un pizarrón, sino para un tipo de relación con el conocimiento y con un tipo de producción colaborativa que no la podríamos haber realizado en las condiciones anteriores al desarrollo tecnológico.

Hemos hablado del sistema, de los docentes, de los alumnos, ¿qué podemos decir de la familia?

Yo celebro las políticas que contribuyen a fortalecerla en el cumplimiento de sus responsabilidades. Pero la institución escolar históricamente ha hecho mucho más responsable a la familia por las situaciones de aprendizaje de los niños que a sí misma. Cuando un niño de 6 años ingresa a una institución educativa, independientemente de las condiciones en las que tenga lugar su crianza, se abre el espacio de la escuela: no se puede utilizar las diferencias que puedan existir con la familia como una coartada para no hacer lo que se tiene que hacer.

En este marco ¿es necesario evaluar a los docentes?

Los docentes son evaluados todos los años: hay un director que debe asentar en el libro de actuaciones la manera en que estos han cumplido su trabajo. Lo que sucede en muchos casos es que no se aprovecha la herramienta, se iguala a todos como si fueran todos fantásticos, pensando que señalarle al maestro un punto de su desempeño que tiene que fortalecer es hacer una crítica y que eso entre colegas no se debe hacer. Hay una función formativa en el directivo de una escuela que tiene a su cargo profesores y quienes seguramente tienen cosas que saben hacer bien y otras no tanto. No somos todos iguales. No todos asumen la tarea con idénticos niveles de responsabilidad, hay pisos mínimos que el director tiene que exigir. No creo que haya que generar grandes novedades en cuanto a la evaluación, sino hacer reales los mecanismos que ya tenemos. Yo apuntaría a esa función y a un proceso de autoevaluación que dé mayor visibilidad a la tarea de cada uno: hoy el maestro se puede encerrar en su aula y nadie se puede meter.

Fuente: https://revistasaberes.com.ar/2013/09/tenemos-un-serio-problema-con-la-calidad-de-la-educacion/

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Cuando ‘lo digital’ no deja tiempo a lo importante

Por: Linda Castañeda

Lo digital, entendido como las herramientas que usamos, nos ha distraído de debates de fondo sobre lo que es ser profesor, lo que es la calidad de la educación, o lo que es el propósito de la universidad.

Lo “digital”, antaño lo “multimedia”, después las “Nuevas Tecnologías”, las “TIC”, lo “2.0”, se ha usado como adjetivo que caracteriza lo nuevo, lo moderno, lo interesante. Al menos en educación ha sido así. Una de las reflexiones que me ocupan desde hace unos cuantos años, tiene que ver con la forma en que el excesivo uso de “lo digital”, como adjetivo en sus distintas variaciones, ha influido en debates fundamentales sobre la educación y ha contribuido, al menos desde mi punto de vista, a la “descafeinación” -cuando no desnaturalización- de cuestiones importantes.

Antes de seguir quiero aclarar que no es que crea que lo digital no sea importante. El cambio tecnológico de los últimos 70 años me parece absolutamente maravilloso y descomunal. Pero si algo me resulta fascinante y preocupante a la vez es la forma en la que nuestra sociedad evoluciona en ese cambio. Dicho esto, volvamos al argumento.

Tras cada una de las “marquesinas” de títulos “tecnologizados” más o menos rimbombantes (atención, no tengo nada en contra de los títulos llamativos; cuando se ha de invitar a alguien a que se una a algo, mejor un buen título) relativas a la revolución “digital” (o 2.0, o TIC), se han incluido acciones básicamente idénticas en el fondo: medidas -en casi todos los niveles educativos- que intentan mejorar la educación a través de la implementación de las tecnologías más modernas posibles. Y sí, siempre esas implementaciones se enmarcan teóricamente en propuestas de cambios didácticos, al menos el cambio metodológico siempre aparece en teoría como objetivo. De hecho, lo de “no es la tecnología sino la metodología que usemos” es un mantra en educación desde hace más de 20 años.

Así, pasamos de las Nuevas Tecnologías Aplicadas a la Educación en todos los planes educativos, a la Innovación con TIC (TAC, TEP, entre otros), que a su vez pasó a ser la Escuela 2.0 (para un mundo 2.0, 3.0 y hasta 4.0) y ahora se incluye en todo lo relativo a la “transformación” digital (que incluye, cómo no, educación digital, universidad digital, pensamiento crítico digital, y así todo). Todos ellos basados en el mismo principio: debemos responder al cambio en la tecnología (entendida solo como artefactos -aunque esa es otra reflexión que puede que haga otro día-) y para ello qué mejor que adoptarla como base para ayudarnos a estar más updated, más “en la onda”.

Sin embargo, las cuestiones a las que se le ha ido aplicando el término digital -como antes todos sus predecesores-, han terminado prácticamente ausentes de la discusión de fondo o francamente desnaturalizadas. Es como si en lugar de actuar como término que adjetiva el sustantivo, “lo digital” (lo 2.0, lo TIC…) se hubiese convertido en lo sustantivo. Hay que ser ciudadano digital, profesor digital, competente digital, no tanto por lo de ciudadano, lo de profesor y lo de competente sino, según parece sobretodo, por lo digital. Casi todos los modelos de loquesea digital entienden que se trata de usar la tecnología de la forma más eficiente posible, aprovechándose de todas sus cualidades, para hacer ese loquesea. Entendiendo que es sólo cuestión de usar mejores herramientas, pero para hacer lo mismo, solo que de un modo más… contemporáneo.

La cuestión es que, en esa visión, hay varios problemas de fondo y de forma. Veamos algunos.

El principal problema de fondo es que la capa digital que aplicamos sobre casi cualquier concepto invade todo el discurso e inunda, u obvia, discursos de fondo sobre la naturaleza del sustantivo. Por ejemplo, en el caso de la llamada “competencia digital docente” se ha entendido tradicionalmente que se trata de usar más eficientemente la tecnología contemporánea para ser profesor, pero casi nunca se ha hecho un debate de fondo, ideológico, sobre qué es ser un buen profesor en los tiempos socio-tecnológicos que corren. Como si las necesidades de los estudiantes, de las personas (atención, no solo como futuros trabajadores) hoy, fueran las mismas que las de las personas de hace 20 años, como si los contextos escolares fueran los mismos, como si nuestras familias, o nuestros pueblos y ciudades, las comunidades en las que se enmarcan -y a las que deberían contribuir nuestras escuelas- fueran iguales… como si fuera solo cuestión de ponernos la máscara de lo digital y entonces, todo solucionado.

La fulgurante inmediatez percibida por la necesidad del cambio de tecnologías nos ha entretenido lo suficiente para evitar que dedicásemos tiempo a debates importantes que deberían ser la base de los cambios para el mundo digital, en el que lo digital no debería usarse como adjetivo, ni siquiera como marco, sino como contexto, como entramado.

Pero también hay algunas cuestiones de forma que son problemáticas -y definitorias- de “lo digital” en la sociedad. Además de ocultar el debate sobre los cambios que deberían acometerse en los sustantivos antes de cualquier barniz digital, y seguramente como consecuencia de ese ocultamiento, el adjetivo “digital” se ha unido a una hiperindividualización del proceso de transformación, innovación, implementación o como queramos que se llame.

La transformación digital descansa -injusta e ingenuamente- sobre la responsabilidad de los individuos. En la práctica totalidad de los casos se plantea como un cambio que está definido por individuos que hacen cosas, que manejan mejor las tecnologías. No se habla de las condiciones del sistema en el que se insertan, no se habla tampoco de su margen de acción para hacerlo, ni de cómo se crean condiciones para que los grupos de personas compartan visiones consensuadas sobre hacia dónde se transforman.

Hay pocos planteamientos sistémicos. Cuando se hacen planes de “transformación digital” de la educación, por ejemplo, se entiende que es una cuestión de herramientas “transformadoras” (más ordenadores, más tabletas, más conectividad), y de que los profesores y los alumnos usen más y mejor esas herramientas, entonces se piensa en la formación para que “ellos” (sobre los que descansa toda la responsabilidad), cambien. Se evade la importancia de invertir en las comunidades, en los contextos de las escuelas, en las condiciones familiares, en los mecanismos de inspección, en el currículum, incluso. Se ignora una y otra vez, aunque la investigación en cambio educativo y en tecnología educativa hace tiempo que nos dice que no debería ser así, que personas, espacios, tecnologías y demás elementos de la actividad educativa no se pueden entender ni variar aisladamente, sino que es imprescindible entender las relaciones que existen entre ellos e intentar operar el cambio en ellas.

Así, si tomamos otro ejemplo, objetivos como el de la “universidad digital” ha obviado debates en torno a preguntas francamente importantes, como cuál es el papel de la universidad en el tejido industrial, cuál es el papel de la universidad en el tejido social actual, cuál es el de la investigación y cómo se contribuye desde la investigación universitaria al conocimiento de la sociedad, a la mejora de esa sociedad global en la que todos presumimos -o nos quejamos de- vivir. El objetivo de la universidad digital ha eludido cuál es el papel del profesorado universitario, si son meros entrenadores de futuros operarios o si nuestro rol de docentes e investigadores incluye un compromiso mayor que trasciende los números con los que se miden los criterios ya tristemente “clásicos” de la eficiencia. Es más, ha eludido la discusión sobre si las estrategias para conseguir “lo digital” mejoran las condiciones de trabajo y estudio de los participantes en esa comunidad universitaria.

Lo digital, entendido como las herramientas que usamos, nos ha distraído de debates de fondo sobre lo que es ser profesor, lo que es la calidad de la educación, o lo que es el propósito de la universidad. Incluso nos ha llevado a pensar que la naturaleza de esos sustantivos en el mundo digital tiene que ver solo con un cambio “mecánico” de con qué se hace. Y lo que es peor, ha llevado a las personas encargadas de pensar y ejecutar la estrategia para enfrentar esos cambios (sí, políticos) a creer que las soluciones simples o parciales son suficientes.

Y eso son sólo algunos ejemplos.

En algunos casos esa visión cortoplacista y parcial es claramente interesada, alguien ofrece una solución (en forma de software o de toolkit), se beneficia de esa inversión y presiona, haciéndolo ineludible y urgente. Pero en otros casos, parece solo una especie de atolondramiento que nos invade ante el volumen de las necesidades… a todos, pero muy especialmente a los dedicados a organizar, a gestionar… En estos tiempos de esperanza de grandes cambios, más valdría que le diéramos una vuelta a nuestras prioridades.

Fuente e imgen tomadas de: https://eldiariodelaeducacion.com/blog/2020/01/13/cuando-lo-digital-no-deja-tiempo-a-lo-importante/

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