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México: Va SEP por cambios en la función de Supervisores y Directivos

La SEP señaló que hay tareas y funciones que desempeñan Directivos y Supervisores que requieren ser transformadas.

La Secretaria de Educación Pública, Leticia Ramírez Amaya, lanzó un llamado a Supervisoras, Supervisores y Directivos escolares a que se involucren en las escuelas a partir de una gestión colaborativa y participativa.

En el mensaje que dirigió a dicha figuras educativas con motivo de la Primera Sesión Ordinaria del Consejo Técnico Escolar 2023-2024, Ramírez Amaya reconoció que, la implementación del nuevo Plan de Estudios 2022 para educación básica, implica un cambio en el papel que desempeñan Supervisores y Directivos.

Y es que advirtió que si bien la implementación del nuevo currículo educativo depende en gran medida de los docentes frente agrupo, los esfuerzos que éstos realicen no serán suficientes si no cuentan con el apoyo, el acompañamiento, la orientación y asesoría de Directivos y Supervisores.

“La transformación educativa requiere el impulso de Ustedes (supervisores y directivos), y para lograrlo, una condición es el conocimiento y apropiación de la nueva propuesta educativa”, dijo la funcionaria federal.

Del mismo modo, Ramírez Amaya recordó que son los Supervisores y Directivos escolares quienes conocen los perfiles, trayectorias y prácticas pedagógicas de los maestros que se encuentran trabajando en sus zonas escolares o escuelas.

“Sus saberes y experiencias como directivos y supervisores son fundamentales para promover el análisis y la reflexión de los colectivos docentes sobre qué enseñar y cómo hacerlo”, afirmó.

En ese sentido dijo que hay tareas y funciones que desempeñan Directivos y Supervisores que requieren ser transformadas.

“Por diversas circunstancias, muchos supervisores y directivos se ven absortos en diversas actividades administrativas y no siempre son percibidos, por maestras y maestros, como figuras de orientación pedagógica. Las características del Sistema Educativo Nacional hace muy compleja la labor directiva. Garantizar el acceso a la educación de todas las niñas, niños y adolescentes está aparejado a un número de trámites y procesos administrativos que son su responsabilidad y que limitan el tiempo que puede dedicar al acompañamiento pedagógico de las y los docentes”, dijo la titular de la SEP.

Por lo anterior, Ramírez Amaya señaló que es momento de resignificar la función de supervisores y directivos, de que acompañen los procesos de enseñanza y aprendizaje, “de estar en las escuelas, de formar parte de los colectivos docentes, de dialogar, de escuchar y dar confianza a las y los maestros, de respaldar sus decisiones cuando son producto de la reflexión, la información y el trabajo colectivo”.

Fuente de la información e imagen: https://profelandia.com

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Un grito desesperado de cambio, al borde del precipicio

Por Aram Aharonian

Tras las elecciones primarias del domingo 13 con la victoria parcial del ultraderechista Javier Milei, Argentina transita semanas de incertidumbre: el hartazgo del electorado con los políticos parece acercar al país al borde del precipicio. El 22 de octubre se sabrá si se da un paso al frente o no. No hubo estallido social, pero sí un grito desesperado de cambio, de que no va más.

Sus primeras declaraciones tras el triunfo primario sacudieron a muchos, al plantear que sus “máximos referentes” son Estados Unidos e Israel. Afirmó que el plan es no promover la relación con comunistas: “Ni con Cuba, ni con Venezuela, ni con Corea del Norte, ni con Nicaragua, ni con China”, aseguró el precandidato. “Nosotros no hacemos pacto con comunistas, no aceptamos transacciones con comunistas».

Afirmó que rompería relaciones con Brasil y China, de llegar a la presidencia. “En China la gente no es libre, no puede hacer lo que quiere. Y cuando hacen lo que quieren, los matan”, aseveró. China es el principal socio comercial de Argentina, por encima de EEUU y Brasil. En 2022 se llegó a la cifra récord de 17.500 millones de dólares en  importaciones de China y  7.900 millones de exportaciones.

Y, para sorpresa de uruguayos, brasileños y paraguayos, dijo que“ hay que eliminar el Mercosur porque es una unión aduanera defectuosa que perjudica a los argentinos de bien”.

Milei y Black Rock

Milei canalizó con mensajes ultraderechistas, el hartazgo y la frustración con el desastre que afronta el país. La misma tendencia se verifica en numerosos países, pero Milei es más impredecible. Fue fabricado por los medios de comunicación y llegó a la política sin ninguna trayectoria. No se asienta en un partido tradicional como Trump, ni en la base ideológico-social de Kast o el sostén evangélico-militar de Bolsonaro. Esa singularidad puede erosionarlo o catapultarlo, señala Claudio Katz

Tiene un discurso ultra reaccionario, pero capturó seguidores con poses y exabruptos. Muchos de sus propios votantes respondieron encuestas aprobando la educación pública y rechazando la privatización de Aerolíneas Argentinas, que él propuso. Ha creado la ilusión de cobrar altos sueldos con la aventura de la dolarización, añade el economista

Milei defiende la institucionalidad mundial del capital financiero, sobre todo cuando está en juego una operación como el financiamiento de una fuga de capitales contra la Argentina. Si Adam Smith y Carlos Marx elevaron a la economía política a la condición de ciencia, Milei la convierte en misticismo y religión y quiere “disolver” el Banco Central y prohibir el uso de los depósitos en los bancos con fines crediticios.

Un régimen monetario sin garantía ni supervisión del Banco Central reforzaría la actuación de los fondos internacionales que casi quiebran el sistema bancario estadounidense en el 2000 y que se desarrollaron ampliamente después de la gran crisis de 2008. “Avance Libertad”, es el grito de BlackRock, Templeton y otros fondos de inversión, que vaciaron a Argentina bajo el gobierno de Mauricio Macri.

BlackRock -y similares- han lucrado largamente con los fondos privados de jubilaciones, que en Argentina volverán a ser presentados como complemento o alternativa ante la miseria previsional. El otro pilar mileinista es una reforma laboral, dirigida a convertir a los trabajadores en una legión de monotributistas sin beneficios sociales, claro.

También BlackRock es uno de los fondos de inversión acreedores de Argentina. La cercanía de su CEO, Larry Fink, con el expresidente Mauricio Macri, en cuyo gobierno  compró miles de millones de dólares. En Argentina, esos brokers no están obligados a declarar sus tenencias (de hecho, el Gobierno debió contratar a la firma internacional Morrow Sodali para saber quienes son los principales titulares de deuda argentina).

BlackRock tendría más de mil 600 millones de dólares en veinte bonos distintos según una lista que publicó la agencia Bloomberg. Otras fuentes dicen más de dos mil millones. Hay más: el jefe de BlackRock fue designado para gerenciar las operaciones con títulos públicos y obligaciones privadas de la Reserva Federal de EEUU (el Banco Central estadounidense), un mercado de 20 billones de dólares.

Con su verborragia Milei y sus ‘anarcocapitalistas’ fingen ignorar la grave crisis capitalista, esa que los bancos centrales jamás podrán evitar, pero que salen al rescate del capital después que estallan. Milei incluso rechazó la “estigmatización” a los paraísos fiscales, desde donde operan los fondos internacionales y los fugados, los mismos que vaciaron a la Argentina bajo la gestión macrista.

Sus planes

En entrevista con la agencia financiera  Bloomberg, Milei criticó a China y a los líderes izquierdistas latinoamericanos a los que considera “socialistas”, dijo que intentaría abandonar el Mercado Común del Sur (Mercosur) y que actuaría rápidamente para desregular los mercados de materias primas.

Asimismo, se comprometió a cerrar el Banco Central -“no tiene razón de existir”, dijo- y dolarizar la economía de 640.000 millones de dólares. Añadió que haría todo lo posible para evitar un impago de la deuda soberana del país si gana la votación de octubre, y que su audaz ajuste fiscal mejorará la reputación y el perfil crediticio de Argentina, haciendo innecesario un default.

Su plan incluye recortar el gasto en al menos un 13% del producto bruto interno (PBI) antes de mediados de 2025, reduciendo drásticamente las obras públicas, el número de ministerios, los subsidios y las restricciones de capital que permitirían a las empresas realizar transacciones en dólares estadounidenses.

También prometió terminar rápidamente con las políticas que este siglo han frenado las inversiones agrícolas; unificaría las tasas de cambio, eliminaría los impuestos y cuotas de exportación, y terminaría la intromisión directa en los precios de los alimentos.

Milei detalló su plan de desguazar el peso argentino por el dólar estadounidense como forma de bajar la inflación y redobló sus críticas al Banco Central, “la peor basura que existe en esta Tierra”. Planea entregar las llaves del Banco Central al economista Emilio Ocampo, su asesor informal en el programa de dolarización, para que pueda cerrarlo.

Dijo que ya ha desarrollado un plan para dolarizar la economía, siguiendo el modelo de El Salvador. Una vez convertidos dos tercios de la base monetaria, la economía estaría totalmente dolarizada, afirmó. “Nadie quiere tener pesos en Argentina, no estamos hablando de agua en medio del desierto. Estamos hablando de algo que nadie quiere”, dijo Milei.

Uno de los principales temores de los mercados es que Milei no consiga respaldar sus planes. Dijo que convocaría referendos si no lograba el consenso legislativo para aprobar sus medidas.

Mientras el peronismo aún gobernante se reagrupa en silencio y la derecha tradicional reescribe su guión, a Javier Milei los principales canales de televisión argentinos lo han recibido estos días con aires de presidente electo. “No descarto asumir antes de tiempo”, lanzó envalentonado en una entrevista.

En otra, contó que ya ha sido contactado por el Fondo Monetario Internacional y que planea una reunión; y descartó unir fuerzas con Patricia Bullrich. “Es menos que mi segunda marca”, dijo. El tercio de los votantes que lo eligieron celebra  cada una de sus osadías: “Están en juego nuestros derechos”, “Es cambiar todo ahora o nunca”, repiten.

Las primarias

Milei y Juntos por el Cambio (JXC) sumaron el 60 por ciento de los votos apelando al «cambio». Casi el 48% (Milei más Patricia Bullrich), votó por un cambio a «todo o nada». Las PASO -elecciones Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias- dejaron muchas preguntas pero una certeza: se terminó una época en el país, y fueron la oportunidad para que el profundo malestar que se acumula en la sociedad se expresara con toda su fuerza de corrosión.

Hubo perdedores: el oficialismo y la oposición neoliberal. Inesperada victoria de un supuesto outsider de la política pero no así de los medios del establishment, de los que lleva al menos dos años siendo un asiduo visitante encargado de traccionar, con sus desplantes y su histrionismo, todo el espectro político de la Argentina hacia la derecha, señala Atilio Borón.

Lo extraño es que algunos crean que se dio de manera sorpresiva. Y para ellos tenía razón cuando Rubén Blades cantaba “la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida”. Decía el siempre vigente Antonio Gramsci que “La crisis consiste precisamente en el hecho de que lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer: en este interregno se verifican los fenómenos morbosos más variados”.

La “apatía electoral” tiene grado de general y esta anemia es un fenónemo que seguramente se instalará también en las elecciones generales del 22 de octubre. No cabe duda: para las fuerzas populares y progresistas esta elección primaria ha sido un golpe durísimo donde la ultraderecha extrajo su potencial de los votantes jóvenes, los sectores empobrecidos y desesperanzados: consigue representar la rebeldía contra el orden existente.

Lo cierto es que casi la tercera parte de los 35 millones de ciudadanos habiltados se abstuvo de votar y otra 30 por ciento se decantó por un candidato “libertario” que prometió un ajuste fiscal durísimo, propuso privatizar la salud y la educación, dolarizar la economía, liberar la venta de órganos, poner fin a programas sociales, reducir salarios y cerrar el Banco Central. Además, se opone a la educación sexual y al aborto, niega el cambio climático, y espera resolver la inseguridad con la libre portación de armas.

La situación es novedosa. En los últimos 20 años la ciudadanía vivió dividida por la grieta entre la peronista Cristina Fernández de Kirchner y el neoliberal Mauricio Macri, y la irrupción de una ultraderecha que cautivó el hartazgo de los votantes con la política hoy la acerca al precipicio. El bipartidismo de los últimos cuarenta años está debilitado y nació una nueva fuerza ultraliberal.

El peronismo se refundará… o desaparecerá diluido en lav“minoría intensa progresista”, o con dirigentes migrando a Juntos por el Cambio, donde se pueden sentir cómodos. La tarea será revisar sus bases programáticas, elaborar un nuevo plan de desarrollo, deshacerse de dirigentes que han sido el lastre de estas elecciones y volver a enamorar el pueblo, como lo hizo Juan Domingo Perón en 1945.vPero ya no existe ni Perón ni el pueblo trabajador…

Lo del peronismo oficialista fue dramático: pasó de 12 millones 200 mil votos en 2019 (47.79%) a obtener 7.058.830 (32.43%) en 2021, para tocar fondo ahora con menos de seis millones y medio de seguidores (27,27%), con una caída de casi la mitad del electorado en apenas cuatro años. Y, para peor, estando en el poder.

Sin duda, el peronismo atraviesa la peor crisis de su historia: perdió San Luis, San Juan, Chubut y Santa Cruz y tiene posibilidades de perder Santa Fe, Entre Ríos, Chaco y Buenos Aires.  Con estos números, pareciera que la única garantía real del triunfo oficialista es la división de la oposición y no el caudal electoral y político propio.

Pero la irrupción de La Libertad Avanza dejó en terapia intensiva también a la tradicional coalición opositora Juntos por el Cambio, que pese a lograr el segundo puesto, su lugar en un eventual balotaje en noviembre sigue amenazado. Dentro de JxC también hubo ganadores y perdedore. Entre los primeros, el expresidente Mauricio Macri, quien logró que su primo triunfara en la capital y que la candidata presidencial más cercana, Patricia Bullrich, ganara la interna presidencial.

El triunfo de Bullrich contra la maquinaria electoral de su contrincante, Horacio Rodríguez Larreta, la convirtió en una de las figuras con más proyección en el escenario político venidero, pero sin tener allanado el camino a la presidencia: puede  terminar convirtiéndose en una aliada de Milei en la tarea de demoler lo que queda del gobierno peronista. Rodríguez Larreta, al que la mayoría de los analistas daban como casi seguro próximo presidente, sacó apenas el 11% de los votos.

El presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador opinó sobre lo sucedido: “La crisis ayuda a la derecha, es un poco lo que pasa en Argentina. Hitler se consolidó después de la inflación que se padeció. No comparo a Milei con Hitler, es una referencia histórica”, expresó. La respuesta fue de la actriz, exmodelo, conductora y empresaria argentina Susana Giménez: “López Obrador es un zurdo de mierda”. Si bien borró el tuit, usuarios capturaron su “análisis” y lo compartieron en redes sociales.

Una de las preocupaciones del sistema político argentino era la fragmentación y por ello intentó generar mayor estabilidad  a través de la concentración de la oferta política en pocas opciones, e inventó las PASO, que encierra al electorado en rediles de los que no pueden escapar de cara a las elecciones nacionales.

A los políticos argentinos se les presenta la opción de silenciar el grito popular de cambio en su intento de controlar o reducir los daños, o -por una vez por todas- tratar de comprender el mensaje que los aterroriza, horroriza. Hay pánico: muchos ven que trastabillan sus interese personales. ¿Será cierto eso de que el pueblo nunca se equivoca?

Podemos hablar de apatía, de desinterés, pero la desafección ciudadana va mucho más allá del descontento, más allá del voto castigo al gobierno o del voto rabia por disconformidad con todos y con el sistema. Es cuando los políticos vuelven a hablar de defensa de la democracia, que ellos creen que se limita a la acción ciudadana de ejercer el voto para que ellos sigan en el poder.

¿Cómo se puede explicar que en apenas dos años la fuerza libertaria, ultraderechista, se haya convertido en la más votada? El establishment no lo puede explicar, porque se trata de un discurso que promete un futuro distinto capaz de ilusionar, en un país donde más del 40 por ciento pasa hambre.

Algunos hablan de la proeza del gobierno de Alberto Fertnández y Sergio Massa de haber logrado matar al peronismo, que cuatro años atrás aún arañaba la mitad de los votos y ahora apenas el 20 por ciento. Desde 1945, cuando nació, jamás había sido tercero en unas elecciones. De todas formas, su derrota es inapelable. La derecha  está exultante: «Gracias Alberto, gracias Massa por los servicios prestados».

Dada la crisis de representación y la imagen negativa de los candidatos que ejercieron el gobierno los últimos 12 años, los tres principales mandatarios y figuras políticas no pudieron presentarse a las elecciones. Cristina Fernández de Kirchner, Mauricio Macri y Alberto Fernández se bajaron (o los bajaron) de la competencia. La primera, acechada por el lawfare y el intento de magnicidio. Macri derrotó a su adversario interno, Rodríguez Larreta, y conservó el gobierno capitalino. El presente de Alberto Fernández no es promisorio y de su futuro, mejor no especular.

Si bien JxC redujo su volumen electoral nacional, mantuvo con una importante cantidad de votos las provincias que administraban la Unión Cívica Radical (Corrientes, Jujuy y Mendoza) y el PRO macrista (Ciudad Autónoma de Buenos Aires). Además, sumó varias provincias más, cuestión que augura el protagonismo de esa fuerza en los próximos años.

A dos meses

«Argentina es una sociedad astillada, golpeada por la crisis económica y la pandemia, que manifiesta su bronca pero que también expresa un deseo de reseteo profundo, una necesidad de shock», señala José Natanson.

La única certeza, mientras tanto, es que los argentinos son todos un poco más pobres que el domingo: el Banco Central devaluó el peso un 18,3% el lunes, el dólar paralelo trepó a 800 pesos frente a los 350 del oficial, y el índice de precios al consumidor trepó otro 6%, hasta el 113% de inflación interanual. Faltan dos meses para las elecciones del próximo 22 de octubre.

El drama social de la pobreza estructural, hoy convertida en marginalidad, violencia y ámbito para el desarrollo del narcotráfico, requiere de nuevas y enérgicas acciones. Sin duda, la tendencia que marca un descenso en la participación electoral y el crecimiento del voto en blanco como previsible consecuencia del descontento generalizado por los problemas económicos y el malestar por otras demandas  insatisfechas en la última década, son algunos de los motivos de esta anemia electoral.

El voto en blanco fue la cuarta opción más elegida. Alejandro Kaufman dice que se presenta como una solución mágica de lo que se alega como descontento, inmoralidad o injusticia, sirve de botón antipánico. Eso es el voto a Milei, un botón antipánico, un señuelo que abre una trampa letal, pero que para el votante es una salida salvadora.

Para las fuerzas populares y progresistas esta elección ha sido un golpe durísimo. Los peores temores se han confirmado: la ultraderecha extrae su potencial de los votantes jóvenes, también entre los sectores empobrecidos, incluso en los territorios periféricos, porque consigue representar la rebeldía contra el orden existente, a todas luces injusto.

Esta vez van por todo e intentarán liquidar el Mercosur, convenios colectivos, indemnizaciones, van con indultos a los militares y anulación del aborto. Hay algo que (me) preocupa más; ¿es posible imponer los planes de Milei y la ultraderecha sin una fuerte represión, sin el uso de la fuerza, sin los militares? No está en sus libretos, quizá, pero deberán lidiar con la resistencia social.

*Periodista y comunicólogo uruguayo. Magíster en Integración. Creador y fundador de Telesur. Preside la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)

Fuente: https://estrategia.la/2023/08/18/argentina-un-grito-desesperado-de-cambio-un-pais-al-borde-del-precipicio/

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Una barriga ´e mango

Por: Yelitza Delvalle Roa Méndez

Eso es lo que le quedó a nuestra madre Patria, un montón de hembras paridas “cargando” con una barriga ´e mango, pues es lo único que en estos aciagos tiempos nuestra Pacha Mama les ha regalado con creces para nutrir a su frágil descendencia.

Las razones que nos han traído a esta “situación país” obedecen a un sin número de intereses encontrados de los grupos hegemónicos que hoy “conducen” los destinos de todos los que tuvimos el privilegio de nacer en esta tierra de “gracia” por eso en honor a nuestros paisanos, hombres y mujeres que han perdido su vida buscando una mejor “calidad de vida” hoy iniciamos esta serie de textos sobre lo que hoy golpea a “lo venezolano”.

Deseos no empreñan

Cuando entenderán los “afectados” que el hecho de que el territorio de la República Bolivariana de Venezuela posea un cuantioso volumen de riquezas en minerales y biodiversidad no es sinónimo de prosperidad para el “pueblo” que aquí reside.

Feracidad a raudales

Aquí y acuyá usted lanza una pepa ´e lo que sea y ahí tiene su “mata”, sin embargo doscientos años después aún no hemos entendido a los Bolivarianos cuando afirman que el talento sin probidad es un azote.

Donde come uno

Ese cuento se difuminó como la sombra “barata” porque en este tiempo y en el que fue “mejor” igualito si no alcanza para uno, mucho menos para dos.

Así, pare de contar

En este espacio geográfico contamos con diversas potencialidades que están allí “prestas” para ser desarrolladas atendiendo a un proyecto país que se “perdió” en el tiempo.

Ergo aspiramos que lo brevísimo de estas mudas cavilaciones sea el “detonante” para seguir construyendo sueños en nuestra Matria.

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Diez puntos sobre el cambio constitucional en Chile

Por:  Roberto Gargarella

Jaime Guzmán, el temible jurista del pinochetismo, concibió la Constitución de 1980 como una especie de cerrojo para evitar cambios futuros. Hoy, en el marco de un movimiento social sin precedentes en las calles, los chilenos abrieron el camino para redactar, desde cero, una nueva Carta Magna. La experiencia latinoamericana de estos años muestra los límites de avanzar en derechos sin avanzar sobre el núcleo duro: la organización del poder. No obstante, las resistencias conservadoras no harán fácil moverse en esa dirección.

Introducción

Quisiera presentar a continuación algunas reflexiones teóricas, surgidas a partir de interrogantes que nos plantea el constitucionalismo chileno de este tiempo, que nos llevan a pensar sobre problemas que lo incluyen y lo trascienden. Propondré entonces algunas consideraciones, relacionadas con cuatro «grandes temas» teóricos en el área, que examinaré de manera «situada», tomando como caso de estudio el cambio constitucional que se avecina en Chile. Los temas incluirán cuestiones como las siguientes: las relaciones entre el constitucionalismo y la democracia; los procedimientos del cambio constitucional; la «sustancia» o contenido del cambio; y el ideal democrático que anima o merece animar tales cambios. En el tratamiento de tales cuestiones aparecerán diez puntos principales sobre los que me interesará llamar la atención conforme a lo que es el espíritu de este escrito: presentar solo algunas primeras notas y varios apuntes exploratorios, relacionados con los temas que, en estas horas de crisis democrática y cambio constitucional, requieren de nuestro estudio más profundo.Constitucionalismo y democracia

1. La validez de las normas de facto. Cuando examinamos las relaciones entre el constitucionalismo y la democracia en Chile, un primer tema que inmediatamente exige nuestra reflexión es el de la validez de las normas de facto. Existe una enorme discusión teórica en torno del tema, que también, necesariamente, ha llegado a Chile, sobre todo a la luz de la Constitución de 1980, promovida por el dictador Augusto Pinochet y aprobada a través de una consulta que muchos expertos consideraron fraudulenta. ¿Tiene la democracia chilena las «manos atadas» por esa (así llamada) «Constitución tramposa»? ¿Puede entenderse que la Constitución de Pinochet sigue constriñendo las posibilidades de acción de las nuevas generaciones? En los hechos, la discusión sobre el peso y valor de las normas de facto reapareció en tiempos recientes, en Chile, cuando se comenzó a hablar de la necesidad de un profundo cambio constitucional. Así, por ejemplo, el ex-presidente Ricardo Lagos habló de una «nueva Constitución» aludiendo a la necesidad de «comenzar con una hoja en blanco», o el constitucionalista Fernando Atria se refirió a la importancia de «partir de cero» en materia constitucional1. En principio, ellos hablan de este «nuevo comienzo» (desde «cero» o desde una «hoja en blanco») para separarse de lo que fueran otros cambios constitucionales anteriores (i.e., la reforma de 2005) y para decir, como afirma explícitamente Atria, que lo que ahora se requiere es una «nueva constitución» y no una mera «reforma constitucional».Entiendo lo que ellos sugieren y estoy de acuerdo con lo dicho, pero creo que el problema es mucho más radical y debe ser tratado radicalmente. Pienso, en línea con el análisis que hiciera, en su momento y para Argentina, Carlos Nino, que las únicas normas válidas, prima facie, son las que surgen de procedimientos democráticos elementales, mientras que las normas de facto, en principio, no gozan de una presunción de validez2. La preservación de las normas de facto puede justificarse por razones de «paz social y seguridad» (por ejemplo, porque se generaría un caos innecesario si se declararan inválidos todos los matrimonios o los alquileres o contratos firmados durante la vigencia de esas normas), pero no porque esas normas tengan un valor intrínseco. De allí que la «prisión» que vino a establecer la Constitución de 1980 no debiera considerarse tal: la democracia no debe sentirse constreñida por el «atenazamiento» que le haya querido imponer una dictadura (un punto al que quiero referirme en el próximo acápite). Resulta sorprendente, en tal sentido, el acuerdo que parece haber en buena parte de la clase política y en parte de la comunidad jurídica chilena en torno de lo contrario: la validez prima facie de las normas de facto. Esa validez prima facie es una propiedad exclusiva de las normas que emergen de un proceso de discusión democrático. En definitiva, se puede y debe pensar en qué forma definir las nuevas normas que organicen la vida en común y cómo llegar a ellas, pero no desde la idea de que se trata de un laberinto de difícil salida y en el que la democracia aparece atrapada, como si hubiese un efectivo valor normativo en la legislación de la dictadura.

2. El constitucionalismo como «prisión» de la democracia: Jaime Guzmán. En 1979, y poco antes de la aprobación de la Constitución pinochetista, su principal ideólogo, Jaime Guzmán, declaró:

La Constitución debe procurar que si llegan a gobernar los adversarios, se vean constreñidos a seguir una acción no tan distinta a la que uno mismo anhelaría, [para que] el margen de alternativas que la cancha les imponga a quienes juegan en ella sea lo suficientemente reducido como para hacer extremadamente difícil lo contrario3.

Pocas veces en la historia del constitucionalismo nos encontramos con un reco- nocimiento tan abierto y descarnado de lo que aparece como la peor cara que una Constitución puede ofrecernos: la Constitución como «cárcel» de la democracia –como forma de aprisionarla– y no como manera de organizarla, hacerla posible o realizarla. Guzmán, como tantos, confundió la «validez» de una norma –su justificación pública– con su «vigencia», es decir, con su efectividad o estabilidad, que pudo deberse, como en el caso de Chile y la Constitución de 1980, primero al miedo y a las armas y luego a la dificultad de modificarla. Y lo cierto es que, en el presente, no hay ninguna razón filosófica, ninguna buena justificación para que las generaciones actuales se sientan aprisionadas por la Constitución de la dictadura. Los «enclaves autoritarios» que legó el pinochetismo no debieron considerarse tales, y los pocos que siguen operando en la actualidad (por ejemplo, a través de vetos minoritarios/quórums agravados) no debieran considerarse limitativos: es la regla de los iguales –la democracia– la que ha de gobernar y prevalecer, y no (no lo es, no puede serlo, no debe serlo, no hay ninguna buena razón para pensar que lo sea) la voluntad remanente de la dictadura.

Procedimientos

3. Sobre los plebiscitos de aprobación constitucional. La Constitución chilena de 1925 (la que fuera reemplazada durante la dictadura pinochetista por la de 1980) había nacido para «reparar» muchos de los problemas que eran propios de la pionera y autoritaria Constitución de 1833 (una de las más estables en la historia del constitucionalismo latinoamericano4). Para lograr su cometido, la Constitución de 1925 fue sometida a un plebiscito (en agosto de ese año), celebrado pocas semanas después de que el proyecto de Constitución fuera concluido en julio. El antecedente es interesante para subrayar algunas cuestiones. En primer lugar, la forma de redacción de ese documento constitucional resultó muy elitista: este fue elaborado mediante comisiones designadas siempre por el presidente Arturo Alessandri (es decir, no se trató de comisiones elegidas democráticamente). En segundo lugar, el plebiscito posterior (como suele ocurrir con las consultas populares, según veremos) apenas tuvo lugar para incluir algún matiz en relación con el tipo de preguntas cruciales que se presentaban a la ciudadanía5.

Mi opinión es que los demócratas que entendemos la democracia como una «conversación entre iguales» tenemos razones para resistir (al menos en principio, y dada su forma habitual y esperada) estos plebiscitos ratificatorios, aun cuando celebremos el gesto o «disposición democrática» que tales consultas populares, en su mejor expresión, nos ofrecen. Ello es así porque este tipo de plebiscitos constitucionales (tal como suele ocurrir con los plebiscitos sobre textos amplios y complejos, como el Acuerdo de Paz en Colombia o la consulta del Brexit) tienden a someter a la población a una inaceptable «extorsión democrática». Ilustro aquello en lo que estoy pensando con un ejemplo que se ha convertido en caso bastante típico en la región (un ejemplo que simplifica en exceso una situación que suele ser mucho más grave y forzada). En 2009, en Bolivia, se sometió a la consideración popular una Constitución de 411 artículos que incluía, entre muchas otras, una cláusula favorable a la reelección presidencial y varias normas relacionadas con los derechos sociales y multiculturales de los grupos más marginados. Un votante promedio, bien informado o sin mayor información sobre la Constitución, podía rechazar enfáticamente lo primero (la reelección), pero ansiar sin hesitaciones lo segundo (los nuevos derechos). Sin embargo, la consulta popular solo le permitía aprobar el «paquete cerrado y completo»: todo o nada. De este modo y para aprobar aquello que más ansiaba, ese votante quedaba «extorsionado» a aceptar lo que más rechazaba. Mucho peor: luego del plebiscito, la reelección que ese votante habría querido repudiar sería aplaudida y presentada por las autoridades de turno como un simple producto del clamor de la «soberanía del pueblo» (adviértase que aquí realizamos este ejercicio teniendo en cuenta solo dos de esos cientos de artículos plebiscitados como «paquete cerrado»).

4. El procedimiento de creación constitucional y el «reloj de arena». Existe un debate importante acerca del camino procedimental apropiado que debe adoptar la creación constitucional, en el contexto de una sociedad democrática. El especialista Jon Elster ha ilustrado lo que considera la forma ideal de diseño con la imagen de un «reloj de arena»: amplio e inclusivo por abajo (i.e., un plebiscito inicial para ver si la sociedad apoya el cambio constitucional); estrecho en el medio (i.e., la escritura de la Constitución a cargo de una comisión de expertos); y amplio otra vez por arriba (i.e., el cierre del proceso a través de un nuevo plebiscito ratificatorio6). La modalidad que parece haber ganado peso en Chile es una que está en línea con la sugerida por Elster, que en parte corrige y en parte mejora el proceso de redacción que culminara con la Constitución de 1925 (i.e., a través del plebiscito inicial y no solo final que se propone ahora; o a través de una comisión redactora más legítima y democrática, es decir, ya no –como en 1925– como producto exclusivo de la voluntad presidencial).Otra vez, sin embargo, las razones que teníamos para resistir los plebiscitos constitucionales son las que tenemos para encender una luz de alarma sobre las formas cerradas de la redacción constitucional, que luego pretenden «abrirse» (con un «sí» o un «no») a la consideración popular. Las objeciones surgen «naturalmente», tanto si partimos de la idea de democracia en tanto «conversación entre iguales» como si retomamos lo dicho por Nino en torno de la «validez» del derecho. El hecho es que las normas deben resultar de una discusión inclusiva, no por una cuestión antojadiza sino porque, en sociedades multiculturales, marcadas (como diría John Rawls7) por el «hecho del pluralismo» y (como diría Jeremy Waldron8) por el «hecho del desacuerdo», necesitamos que nuestros arreglos institucionales más básicos queden informados por las necesidades, demandas y puntos de vista de toda la sociedad. Cualquier comisión –pequeña y/o cerrada; de técnicos o expertos; de especialistas o de políticos– tiende a fracasar en su propósito de reconocer la diversidad y razonabilidad de los reclamos existente, por más bienintencionados y lúcidos que sean sus miembros. Finalmente, este tipo de dificultades «epistémicas» son las que explican las históricas dificultades que han mostrado los parlamentos compuestos solo por hombres (aun empáticos) para lidiar con los derechos de las mujeres; o los congresos sin representantes de los grupos indígenas, para dar cuenta de las necesidades de los derechos de tales grupos (y de allí, por tanto, la sabiduría del Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo –oit–, al exigir la «consulta previa» y directa a los grupos indígenas cuando se discuten normas que afectan directamente sus intereses).

Contenido o «sustancia»

5. Derechos: una carta de derechos «espartana» y conservadora. Toda Constitución moderna aparece dividida en dos grandes secciones: la «declaración de derechos» (o «parte dogmática») y la «organización del poder» (o «parte orgánica»). Sobre la declaración de derechos presente en la Constitución de 1980 merecen decirse varias cosas. En primer lugar, ella destaca por incluir una de las cartas de derecho más espartanas, de entre las existentes, en una región que se caracteriza por su constitucionalismo «generoso» y «barroco» en relación con los derechos que reconoce. En segundo lugar, su texto resulta notable, también, por su carácter poco remozado o «antiguo»: la Constitución de 1980 insiste con una declaración de derechos de un estilo que fuera muy propio del siglo xviii o mediados del xix. Es una carta que mira con distancia y recelo la larga lista de derechos sociales, económicos y culturales y de derechos humanos que América Latina adoptó de manera pionera en la historia del constitucionalismo mundial con la Constitución de 1917 en México, y que sigue exhibiendo hoy como uno de sus principales orgullos. De modo similar, la actual Constitución de Chile resalta tanto por la virtual ausencia de herramientas participativas (herramientas que ya no son excepcionales, sino la regla común dentro del constitucionalismo regional), como por la negación del carácter multicultural del país (como si le avergonzara reconocer los componentes indígenas y plurinacionales que distinguen y dan riqueza al país). En tercer lugar, la declaración de derechos de la Constitución de Chile llama la atención por su carácter deficitario y conservador. En efecto, la Constitución chilena asombra por las trabas que establece a la negociación sindical (por ramas de actividad); la prohibición de la huelga de los empleados públicos; el bloqueo a las prestaciones plenamente públicas en salud, etc. Más aún, su lista de derechos enumera tales protecciones como si sus redactores se hubieran visto obligados a reconocer intereses fundamentales que el pueblo no merece, por lo cual la Constitución rodea la lista de derechos con restricciones y negativas que pocas constituciones exhiben (un ejemplo: en unos 20 casos, la Constitución usa la idea de «conductas terroristas» para justificar la limitación de derechos).

6. Organización del poder. Dicho todo lo anterior, llegamos al «núcleo duro» de la Constitución, a la organización del poder (a la que en trabajos anteriores me he referido como la «sala de máquinas» de la Constitución9). En todos mis escritos sobre la materia, me interesó señalar que el gran problema del constitucionalismo latinoamericano, al menos desde comienzos del siglo xx, ha sido el de promover reformas significativas en el área de los derechos (incluyendo las largas listas de derechos sociales y económicos, que siguen ausentes en el constitucionalismo chileno), sin modificar de manera acorde la organización del poder (o, para seguir con la vieja metáfora, «manteniendo cerrada la puerta de la sala de máquinas de la Constitución»). De ese modo, el constitucionalismo latinoamericano comenzó a virar, desde comienzos del siglo xx, hacia un «constitucionalismo con dos almas»: una, la relacionada con los derechos, que comenzaba a relucir nueva, moderna, de avanzada, de perfil social acentuado y democrática en sus ambiciones; y la otra, relacionada con la organización del poder, que se preservaba con los rasgos elitistas y autoritarios que fueran propios del constitucionalismo latinoamericano del siglo xix. Mi gran temor es que, en este tiempo de cambio constitucional profundo, el constitucionalismo chileno opte por «modernizarse» de la manera implausible, inatractiva, en que lo hiciera todo el constitucionalismo latinoamericano a comienzos del siglo xx. Más precisamente, el gran riesgo es que Chile opte por cometer ahora el «error» que el constitucionalismo regional cometió durante el siglo pasado y abrace una innovadora modificación en su declaración de derechos para mantener intocada su vieja, elitista y conservadora organización del poder. Por supuesto, entrecomillo la idea de «error» latinoamericano porque esa supuesta equivocación se debió a una decisión consciente de los sectores de poder tradicionales, que prefirieron entregar derechos, como concesiones a las demandas sociales que recibían de parte de los grupos más postergados, como forma de preservar todo lo demás, relacionado con la vieja organización de la maquinaria del poder. Como dijera la jurista Rosalind Dixon10, en América Latina, al igual que en otras áreas del mundo, se optó entonces por pensar los «derechos como sobornos»: si los grupos indígenas, o las minorías sexuales, o los estudiantes protestaban en las calles, los poderosos les «ofrecían» entonces derechos constitucionales, mientras preservaban inmodificados sus propios poderes. El riesgo que se advierte es ese: una nueva vuelta de los «derechos como sobornos», mientras la «sala de máquinas» del poder se mantiene incólume, cerrada como lo ha estado desde hace décadas.

La amenaza en cuestión es particularmente seria en Chile, dadas las condiciones de partida: el país no solo tiene una de las declaraciones de derechos más regresivas de la región, sino que además preserva una organización del poder tan autoritaria como pocas11. Ello es así (y solo para marcar algunos casos salientes) tanto por los modos en que concentra el poder en el Ejecutivo como por la forma jerárquica y verticalista en que diseña el Poder Judicial (algo asombroso en términos comparativos12); también por el centralismo que mantiene, además del insólito lugar que les sigue reservando a las Fuerzas Armadas (un capítulo para las Fuerzas Armadas, un capítulo para el Consejo de Seguridad Nacional). En ese contexto, se impone una «modernización» de la Constitución para que alcance el piso mínimo de derechos, garantías y procedimientos democráticos, que son parte ya del acervo del constitucionalismo contemporáneo –un cambio que, insisto, se impone, dado el carácter todavía retrógrado de la organización constitucional–. Sin embargo, Chile debe tomar este desafío que le impone su inaceptable «retraso» como una oportunidad para no «modernizarse» constitucionalmente de la manera impropia en que lo ha hecho toda la región. Chile tiene la oportunidad de optar por una declaración de derechos –no «barroca», pero sí– liberal, social y democrática, y de hacerlo ajustando de modo acorde toda su organización del poder de modo de convertirla en una organización, también, al servicio de ideales liberales, sociales y democráticos –un paso que, repito, los resabios del poder concentrado en América Latina han impedido–. Democracia

7. Democracia. En mi opinión, el tema mayor que subyace a todo cambio constitucional contemporáneo –el hilo que recorre y debe recorrer todo el debate constitucional– es el relacionado con la democracia. Como sabemos, la relación entre constitucionalismo y democracia no es armoniosa, sino tensa: el constitucionalismo refiere en primer lugar a los límites sobre el accionar mayoritario, mientras que la democracia se afirma en la apelación a la soberanía del pueblo, que reclama primacía. El devenir político puede ayudar a «aceitar» y facilitar los vínculos entre constitucionalismo y democracia o puede obstaculizar o enturbiar tales relaciones. Por ejemplo: en la declaración de Guzmán que citábamos al comienzo de este escrito, encontrábamos un ejemplo extremo de cómo ciertas apelaciones al constitucionalismo (a los límites sobre el accionar mayoritario) pueden servir como excusa para «ahogar» a la democracia.Ahora bien, aunque es cierto que el constitucionalismo pinochetista (en parte todavía presente en la Constitución de 1980) se propuso maniatar o sofocar la democracia –y en tal sentido fue un ejemplo desmesurado de lo que el constitucionalismo no debe hacer–, la realidad nos dice que, más allá de Chile y de manera común, el constitucionalismo tendió a imponer, a través de sus reglas, limitaciones demasiado exigentes y no siempre justificadas a la democracia. En buena medida, podría decirse, el constitucionalismo nació y se impuso, desde finales del siglo xviii, a través de un principio de «desconfianza democrática». Así, el académico brasileño Roberto Mangabeira Unger se ha referido al tema señalando el «pequeño secreto sucio» del derecho contemporáneo: la «disconformidad con la democracia»13. Según Unger, esa «disconformidad» ha quedado traducida, institucionalmente, en un «sinnúmero de instituciones» destinadas a socavar el peso de la regla mayoritaria (i.e., el control judicial, el Senado, el presidencialismo concentrado y unipersonal, las elecciones indirectas, los mandatos largos, la ausencia de mecanismos más directos y populares de control sobre los representantes, etc.).

8. Sociología política. Según entiendo, esa fricción que se ha ido profundizando entre el constitucionalismo y la democracia, y que hoy genera una relación muy tensa entre ambos ideales, reconoce dos fuentes principales (más allá de algunos «excesos brutales», como los representados por el pinochetismo de Guzmán). La primera de tales fuentes tiene que ver con un cambio en lo que llamaría la «sociología política» del constitucionalismo: las constituciones «fundacionales» –que en buena medida moldearon las nuestras– fueron diseñadas pensando en sociedades muy particulares, que ya no son las nuestras. Más precisamente, el constitucionalismo nació pensando en sociedades relativamente pequeñas, divididas en pocos grupos internamente homogéneos y compuestos por personas fundamentalmente movidas por el autointerés (i.e., mayorías y minorías; pobres y ricos; deudores y acreedores; no propietarios y propietarios). De allí que se pensara que, con la incorporación de algunos pocos actores al escenario institucional (algunos representantes del grupo de los propietarios, algunos representantes del grupo de los no propietarios, etc.), toda la sociedad podía quedar representada. Ese esquema «estalló en el aire» en estos tiempos caracterizados por la presencia de sociedades muy numerosas, multiculturales, divididas en infinidad de grupos internamente heterogéneos y compuestas por personas que, a la vez, son –cada una de ellas– «muchas personas» diferentes (hoy ya nadie se siente identificado con su «mero» carácter de obrero, gay, vegetariano, izquierdista: cada uno es muchas cosas al mismo tiempo y se identifica con todos esos rasgos diversos a la vez). De allí que, en buena medida, el viejo diseño institucional ya no sirva para albergar y dar cuenta de la infinita variedad propia de nuestras sociedades culturalmente plurales: el viejo traje constitucional quedó demasiado chico. Por ello, insistir con su recomposición nos lleva a un callejón sin salida: no hay vuelta atrás posible, capaz de reparar aquel diseño tan imperfecto, tan propio de otro tiempo.

9. Filosofía pública. El otro cambio radical –el más importante– entre el ayer y el hoy tiene que ver con la renovación de ideas y supuestos que se ha dado con el correr de los años, tal como sugiriera más arriba. En efecto, nuestras constituciones nacieron (algunas más –como la chilena–, otras menos –como las primeras constituciones revolucionarias francesas–) muy marcadas por un «principio de desconfianza» que fue imponiéndose en las latitudes más diversas, hasta aparecer como rasgo distintivo del constitucionalismo moderno: la idea de la «disconformidad democrática» de la que hablaba Unger. Un problema al respecto, que ya sugerí, es que tal «desconfianza democrática» no quedó como mera retórica de otro tiempo, sino que resultó plasmada en todo un esquema de instituciones («contramayoritarias») que pasaron a convertirse en marca de identidad del constitucionalismo, de ayer y hasta hoy. El problema mayor, desde entonces, es que ese ideario original de raíz elitista, plasmado en un esquema institucional todavía vigente, opera hoy en el marco de un contexto por completo diferente, en términos de nuestro modo de pensar compartido, en términos de lo que Michael Sandel denominara nuestra «filosofía pública»14. Hoy, para bien o mal, nos guste o no, lo compartamos o no, tiende a primar un sentir extendido de «empoderamiento democrático»: nos asumimos dueños de nuestro propio destino y, como tales, nos consideramos impropia e injustificadamente limitados en nuestras demandas y decisiones por un procedimiento legal y por un cuerpo de representantes, que consideramos no dispuesto a tomar en serio a la ciudadanía, a considerar y seguir la dirección política que esta propone. Aquí reside, entiendo yo, el quiebre mayor: el sistema institucional aparece preparado para «resistir» las demandas de la sociedad y poco sensible frente a ellas, poco capacitado para recuperar y procesar los reclamos. Este punto es el que parece explicar los «estallidos democráticos» que hoy advertimos en todo el mundo: desde la «primavera árabe» hasta los «chalecos amarillos», de los «pingüinos» chilenos a los «caceroleros» colombianos o argentinos, recorre el mundo un sentido compartido de disconformidad con los sectores de poder en general, y con la clase política en particular. Se trata de un «enojo» o una «incomodidad» profundos, que estallan ante la incapacidad del tejido institucional para receptar o entender siquiera la importancia, el sentido, la extensión o la profundidad de tales reclamos democráticos.

10. Constitucionalismo democrático en Chile. A la luz de lo dicho, Chile encuentra una buena oportunidad para adelantarse al constitucionalismo regional y plasmar, en su Constitución, el tipo de cambios que el resto de los países latinoamericanos se demora en plasmar. Tales cambios exigen reconocer que en una sociedad de iguales, cada individuo debe ser capaz de vivir su vida como quiere y cada sociedad debe tener la posibilidad de organizar su vida futura del modo en que considere más apropiado. Y esto último no se logra ni reparando el dañado sistema de «frenos y controles» propio del constitucionalismo, ni agregando nuevos derechos, ni concediendo nuevos plebiscitos, ni copiando del derecho comparado alguna institución saliente (i.e., defensor del pueblo, etc.). No se trata, en definitiva, de resucitar instituciones «muertas»15. Entiéndase: todos los cambios citados pueden ser deseables, justos y necesarios. Pero repito: tales cambios en el constitucionalismo no resuelven nuestro problema mayor, que es de carácter democrático. Lo que necesitamos es reconstruir la maquinaria democrática para permitir que aquel viejo esquema que fuera exitoso en algún momento (i.e., un esquema de frenos y balances destinado a canalizar institucionalmente la guerra civil) se transforme en otro, orientado en una dirección diferente: (no ya evitar la guerra, sino) favorecer por fin el diálogo inclusivo, entre iguales.La oportunidad es excelente, por la avidez del cambio que existe; por el reconocimiento de la necesidad de cambiar la Constitución; por los niveles de «empoderamiento democrático» que se advierten; por la ansiedad participativa que muestra la ciudadanía; por el excepcional compromiso constitucional que esa ciudadanía ya demostró en años anteriores (desde el «marca tu voto»16 a los cabildos constitucionales con más de 200.000 participantes); por el vigor y la dignidad notables que han demostrado los movimientos sociales y las movilizaciones de ciudadanos autoconvocados. Está la necesidad, está la oportunidad, está la capacidad, está la disposición ciudadana.Pero existe el riesgo de que, a pesar de todo, los sectores dominantes vuelvan a imponerse y la vieja dirigencia vuelva a intentar (ante todo) autopreservarse. El riesgo de que, en un nuevo ejercicio de ceguera política, los sectores conservadores tradicionales intenten nuevamente salirse con la suya, apostando a la desmovilización; procurando engañar a una sociedad a la que ya no se engaña (a través de las luces de colores de los nuevos derechos y las nuevas instituciones); actuando otra vez con el nivel de alienación política y desconexión social que han demostrado sus principales dirigentes en las semanas pasadas, como si todo esto se tratara de una cosa de niños, una aventura adolescente, un capricho social pasajero. Las señales al respecto no son buenas y se advierten en cada paso de los dados por el poder constituido en estos tiempos recientes: la dilación del proceso constitucional hasta abril o mayo, buscando la desmovilización ciudadana; los innecesarios quórums autoimpuestos (de dos tercios), adoptados con la excusa del consenso (un piso tan alto que va a dificultar, antes que facilitar, los acuerdos deseados y que va a ofrecer una herramienta de extorsión habitual a los sectores más conservadores); en el plebiscito de entrada y en el de salida, a los que se pretende asignar –tramposamente– el carácter de magia democrática (es decir, el poder de transformar en democrático un proceso que no lo es, y cuando, por las razones que vimos, tales plebiscitos tienden a constituirse en enemigos, antes que en aliados, de los demócratas); en la nueva apuesta por procedimientos elitistas de redacción constitucional (visible también, y no solo, en el peso de las comisiones técnicas y políticas); en el desaliento o la falta de aliento a los procesos de intervención directa de la ciudadanía (procesos de participación directa como los que pudieron distinguir a los recientes cabildos chilenos17 y como los que caracterizaron a los mejores procesos de creación constitucional de nuestro tiempo; quiero decir, procesos como los desarrollados en Canadá, Islandia o Irlanda, con puros representantes ciudadanos directos, sin la presencia en algunos casos de partidos políticos y con la selección realizada a través de mecanismos de «lotería»); en la sobreabundancia de propuestas de cambio cosméticas o irrelevantes (otra vez, las luces de colores de derechos que se cambian, sin cambios en la organización del poder); o en los cambios gatopardistas que se ofrecen para la organización del poder, orientados a cambiar algo para que todo siga como estaba.

Quiero decir –y con esto concluyo– que la sociedad civil chilena muestra en este momento una lucidez y un compromiso constitucional excepcionales. Sin embargo, ello se da en un contexto político e institucional agobiante, caracterizado por una dirigencia político-económica regresiva, conservadora, indispuesta a cambiar y que –esto es lo peor de todo– ni siquiera advierte la naturaleza y dimensión de la crisis que enfrenta. Espero que, contra lo que dice la historia y contra las «tenazas» impuestas por las viejas reglas (el «viejo traje constitucional»), la ciudadanía se mantenga de pie y firme, como lo está hoy, y logre que se tomen en serio sus decentes, sensatos, razonables y a la vez radicales reclamos democráticos.

  • 1.Atria Lemaitre: La Constitución tramposa, IOM, Santiago de Chile, 2013.
  • 2.C. Nino: La validez del derecho, Astrea, Buenos Aires, 1985.
  • 3.J. Guzmán: «El camino político» en Realidad No 7, 1979.
  • 4.Pablo Ruiz Tagle: Cinco repúblicas y una tradición, IOM, Santiago de Chile, 2016.
  • 5.

    El artículo 2º del decreto-ley 462, firmado por Alessandri, dispuso que cada elector recibiría tres cédulas: una roja, una azul y una blanca. La primera decía: «Acepto el proyecto de Constitución presentado por el Presidente de la República sin modificación»; la segunda, «Acepto el proyecto de Constitución, pero con régimen parlamentario y la consiguiente facultad de censurar Ministerios y postergar la discusión y despacho de la ley de presupuestos y recursos del Estado»; y la tercera, «Rechazo de todo el proyecto».

  • 6.J. Elster, R. Gargarella, Bjorn-Erik Rasch y Vatsal Naresh: Constitutional Conventions, Cambridge UP, Cambridge, 2018.
  • 7.J. Rawls: Political Liberalism, Columbia UP, Nueva York, 1991.
  • 8.J. Waldron: Law and Disagreement, Oxford UP, Oxford, 1999.
  • 9.R. Gargarella: Latin American Constitutionalism, Oxford UP, Oxford, 2013.
  • 10.R. Dixon: «Constitutional Rights as Bribes» en Connecticut Law Review vol. 50 No 3, 2018.
  • 11.Jaime Bassa, Juan Carlos Ferrada Bórquez y Christian Viera Álvarez: La Constitución chilena, IOM, Santiago de Chile, 2015.
  • 12.

    Jorge Correa Sutil: «The Judiciary and the Political System in Chile» en Irwin Stotzky (ed.): Transition to Democracy in Latin America, Westview Press, Nueva York, 1993; Javier Couso: «The Politics of Judicial Review in Chile» en Siri Gloppen et al.: Democratization and the Judiciary, Frank Cass, Londres, 2004; Lisa Hilbink: Judges beyond Politics in Democracy and Dictatorship: Lessons from Chile, Cambridge UP, Cambridge, 2007.

  • 13.R. Mangabeira Unger: What Should Legal Analysis Become?, Verso, Londres, 1996.
  • 14.M. Sandel: Public Philosophy, Harvard UP, Cambridge, 2005.
  • 15.F. Atria Lemaitre: La forma del derecho, Marcial Pons, Madrid, 2016.
  • 16.Movimiento promotor de una Asamblea Constituyente que llamó a marcar el voto con la sigla «AC».
  • 17.

    V. al respecto Constanza Salgado Muñoz: «La Constitución de 1980 y la demanda por una Asamblea Constituyente» en Revista Argentina de Teoría Jurídica vol. 16 No 2, 2015; Sergio Verdugo y Jorge Contesse: «Auge y caída de un proceso constituyente: lecciones del experimento chileno y del fracaso del proyecto de Bachelet» en Derecho y Crítica Social vol. 4 No 1, 2018; Claudia Heiss: «Participación política y elaboración constitucional: el caso de Chile» en Derecho y Crítica Social vol. 4 No 1, 2018; Domingo Lovera: «Proceso constituyente en Chile: el plebiscito como transición institucional» en Revista Argentina de Teoría Jurídica vol. 16 No 2, 2015; Fernando Muñoz: «Crítica del imaginario histórico del proceso constituyente de Bachelet» en Derecho y Crítica Social vol. 4 No 1, 2018.

Este artículo es copia fiel del publicado en la revista Nueva Sociedad 285, Enero – Febrero 2020, ISSN: 0251-3552

Fuente e imagen: https://nuso.org/articulo/diez-puntos-sobre-el-cambio-constitucional-en-chile/

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César Bona: “Los docentes debemos creer que somos agentes de cambio”

Por: César Bona/blog.tiching/28-02-2018

Las personas somos seres sociales, y sin embargo seguimos educando como seres individuales. ¿Por qué?
Yo creo que porque queremos educar de la misma forma en la que nosotros hemos sido educados. Tenemos cierta resistencia al cambio. Es curioso, porque vemos que todo a nuestro alrededor evoluciona: tecnología, medicina, transportes… y sin embargo la educación camina más lenta. Me parece una paradoja: en un momento que está en permanente cambio, nos resistimos a cambiar la educación, tenemos miedo.

¿Cuáles cree que serían las bases de una educación que entienda a los niños y niñas como seres sociales?
Creo que para responder a esta pregunta debemos hacernos otra: ¿qué habilidades creemos que deben tener nuestros pequeños para desenvolverse el día de mañana? ¿Empatía? ¿Tolerancia? ¿Trabajo en equipo? ¿Resolución de problemas? Todas estas herramientas que hacen que nos tomemos la vida de una forma positiva son importantísimas. Es muy necesario en las escuelas porque el ser humano no solo se construye con conocimiento.

¿Cómo afecta a la vida de los pequeños esta falta de herramientas?
Pues como nos afectó a nosotros. Sin estas habilidades, cada uno improvisa delante de la vida como puede. A unos les sale mejor y a otros peor. Entenderse mejor a uno mismo es fundamental, pero también conocer a los demás. Prácticamente todo lo que hacemos durante el día son interacciones con otras personas. Esto no significa perder de vista quienes somos.

¿A qué se refiere?
Debemos distinguir entre individualismo e individualidad. Seguimos educando en el individualismo, pero sin tener en cuenta cómo es cada uno, sin tener en cuenta la individualidad. Hay que educar en la individualidad sabiendo que todos somos diferentes. Somos iguales ante la ley, los derechos, los deberes, pero cada uno es como es y esto también es una riqueza.

¿La individualidad no se tiene en cuenta?
No, pero cada vez se proponen más prácticas en los centros para potenciarlo y es importante que a través de los medios de comunicación esto se explique. Debemos conocer a las personas con las que trabajamos cada día, y esto vale tanto para adultos como para niños. Por eso es tan importante escuchar.

Cada niño es un mundo, igual que cada centro…
La escuela no ha de educar para la escuela, ha de educar para la sociedad. La escuela no es una burbuja. Hay que invitar a los chicos a expresar sus inquietudes para que ellos tomen partido en aquello que les toca de cerca.

¿Qué elementos cree que son esenciales para que produzca un aprendizaje efectivo en el aula?
Yo creo que lo más importante es que los niños sientan que les sirve para algo aquello que les enseñas. Es una obviedad tremenda pero… parece que se nos olvida. Cuando vamos a un conferencia lo hacemos porque esperamos sacar algo de ello, ¿no? Los niños igual. Es curioso que nos esforcemos en darles “herramientas para el futuro”, cuando nosotros queremos las herramientas para ya. Deberíamos ponernos más a menudo en la piel de los niños. Debe ser significativo para ellos, aunque igual no lo sea tanto para ti.

¿Y qué es lo más importante?
Escuchar, no me cansaré de decirlo. Lo decía Sócrates: “habla para que yo te conozca”. ¿Cómo podemos pretender enseñar a chicos y chicas que no conocemos? Creo que es esencial que las familias también participen. Si ellos ven que sus padres se involucran en el colegio, perciben que lo que se hace en el colegio es importante.

¿Sería también una propuesta para que los niños no pierdan la motivación de ir a la escuela?
Sí, pero esto también nos pasa a los adultos. Te puede apasionar tu trabajo, pero cuando llega el viernes quieres descansar y tener tiempo libre. Cuando llega el fin de semana ¿por qué no les dejamos descansar? ¿Por qué les ponemos tareas extra? Si los adultos fuéramos conscientes de que somos sus referentes, podríamos estimular su curiosidad con nuestro propio ejemplo.

¿No somos conscientes de que lo somos?
No siempre. Miramos con nuestros propios ojos, pero no con los de los demás. Es un ejercicio difícil pensarse referente para los niños. Más allá de los adultos cercanos, los niños se fijan en estrellas de música o de deporte, por lo que  también es importante que ellos sean conscientes de la fuerza que tienen sobre los más pequeños.

¿Qué papel tiene el docente hoy en día?
Sigue siendo básico. Tenemos que pensar que solo podemos exigir a los alumnos aquello que nosotros podemos dar. Si queremos que trabajen en equipo, nosotros tenemos que trabajar en equipo. Si queremos que controlen sus emociones, nosotros también debemos hacerlo. El respeto por ejemplo, es importante hablar de respeto pero sobre todo hay que practicarlo. Empezando por uno mismo, que hay personas que se niegan a sí mismas,
Debemos invitar a los niños a que sean agentes de cambio, pero para ello los docentes debemos creernos que nosotros también lo somos. Por ejemplo, en el tema del medio ambiente: no es solo que les demos la clase, sino que les demostremos nuestro compromiso. O con la lectura: no es solo que les recomendemos leer, sino que ellos aprecien que nosotros amamos la lectura.

Si me tuviera que decir tres habilidades de todo docente, ¿cuáles serían?
Lo primero es el rigor. Creo que es fundamental. Lo segundo, aunque sea algo que puede parecer etéreo, la ilusión. Y por último diría “aptitudes sociales”, porque engloba muchas cosas, y como solo puedo decir 3 cosas…

Y saber escuchar… ¿no?
¡Por supuesto!

¿Por qué cree que no les escuchamos?
Porque son niños. Los adultos miramos desde una altura que nos han dado los años, pero que nos impiden ver cosas que ellos sí que ven. Esa mirada fresca, sin prejuicios, rompiendo los límites que impone la lógica, la creatividad… Los niños no son adultos del futuro, son niños del ahora y tienen mucho que aportar, y tienen una visión de la vida muy interesante.

¿Qué recomendaría a padres, madres y tutores para potenciar la escucha activa?
Que se pongan en su lugar. Debemos aprender también a escuchar sin juzgar. Cuando juzgas a un niño estás poniendo una losa sobre lo que el niño percibe. No se trata de evitar educarlos o de aportarles valoraciones, sino de que se sientan libres a la hora de hablar y opinar sin temor a que caiga el juicio desde las alturas.

¿Cómo podemos enseñarles a ellos a escuchar?
Se supone que desde el primer minuto que entras en una aula hasta el final, tienes que tener material para darles. Tenemos un currículum cargado de temario, y así es muy difícil educar en la escucha. Educar en la escucha supone plantear temas y darles margen para la reflexión. Para escuchar hay que estar cerca de las personas: esto también es importante.

Para finalizar, ¿qué papel cree que tiene la tecnología en las aulas?
Son una herramienta más que podemos usar para conseguir información, para crearla, etc. Es tremendamente útil si sabemos sacar el partido de sus cosas buenas, pero también puede ser tremendamente peligrosa si caemos en sus inconvenientes. Hay que educar en un uso responsable de la tecnología, no podemos dejarla fuera del aula porque forma parte de la vida. El autoconocimiento ahora mismo es muy importante, y más en la era de las redes sociales: parece que nos socializan, y en realidad lo que hacen es esclavizarnos a los ojos y los likes de los demás.

Fuente entrevista: http://blog.tiching.com/cesar-bona-los-docentes-debemos-creer-somos-agentes-cambio/

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Innovación pedagógica en Colombia, ¿más de lo mismo?

24 de enero de 2018 / Fuente: https://compartirpalabramaestra.org/

Por: Javier Pombo

Las propuestas de cambio en las aulas educativas del país han sido casi siempre de mejora, no de innovación profunda. 

Una tarea compleja que tienen los miembros del sector educativo es el de definir y comprender el concepto de innovación educativa, ya que según el estudio El aprendizaje bajo la lupa: Nuevas perspectivas para América Latina y el Caribe, de Inés Aguerrondo y Denise Vaillant (2015), los sistemas escolares en América Latina y el Caribe han demostrado ser algunos de los aparatos institucionales más renuentes al cambio.

Las propuestas de cambio han sido casi siempre de mejora, no de innovación profunda, y han ofrecido hasta ahora ‘más de lo mismo’. Las estrategias difícilmente cuestionan los supuestos arraigados que estructuran el modelo educativo tradicional, por lo que es necesario hacer cambios radicales ya que no es suficiente reformar el antiguo sistema.

En cuatro casos inspiradores de innovaciones educativas en América Latina se identificó que tienen en común que rompen con el modelo tradicional de enseñanza. Estás son: Comunidades de Aprendizaje basadas en Relaciones Tutoras, en México; la Escuela Nueva, en Colombia; los proyectos de Aprendizaje en Servicio, en varios países de la región, y el uso de los MOOC, en Uruguay.

Es de notar que el peso de estas experiencias reside en las competencias que desarrollan en los estudiantes más que en los contenidos que se enseñan. Las cuatro experiencias se basan en la necesidad de cambiar la cultura memorística y de reproducción de la información por una nueva, en la que la información no sólo se busca, sino también se procesa, se transfiere y se utiliza como estrategia de solución a problemas concretos en situaciones específicas.

Este cambio en los factores permiten que la tendencia de un proceso cambie de dirección y es ahí cuando podemos hablar de una disrupción, como por ejemplo el caso de Tomás Alva Edison, quien al descubrir el bombillo eléctrico en 1879, cambio las prácticas de la iluminación, tal y como como lo refiere Luis Maldonado en su artículo Experiencia disruptiva (Revista Magisterio No. 84, pg, 15).

Lo nuevo surge a partir de los conocimientos previos y en ese sentido las experiencias individuales juegan un papel importante, por eso es que si se quiere propiciar un cambio educativo se deben tener en cuenta las experiencias: perceptiva del entorno y de sí mismo, imaginaria o virtual y la práctica, cuando esto se asimila de manera diferente a la tradicional abra cambios en los procesos de aprendizaje y por lo tanto podemos hablar de prácticas disruptivas.

Por eso es que cualquier cambio que se le realice a una práctica o gestión pedagógica para alterarla puede ser o no considerada como una innovación. Los cambios no solamente se dan en el salón de clase, razón por la cual una innovación puede darse entre otros contextos: distribución de los estudiantes en el salón de clase, uso de materiales de enseñanza novedosos para favorecer el aprendizaje de los estudiantes, planes de área que introducen competencias y contenidos que responden a las necesidades de los educandos para el siglo XXI, horarios flexibles, sistemas de evaluación basados más en procesos que en resultados, trabajo por proyectos  y en diversas formas de administrar una institución educativa.

Para tratar de delimitar el concepto y no caer en el facilísimo de que todo vale, es decir que cualquier cosa es una innovación educativa o lo contrario, la Fundación Compartir ha concentrado sus esfuerzos, en estos meses, en recoger experiencias y artículos que hablan sobre innovación, los cuales han sido publicados en el portal, adicionalmente se hizo miembro de la Red Nacional de Escuelas por la Innovación (Redeinnova) y sus funcionarios han estado entrevistando rectores y directivos docentes de colegios, con el fin de aportar a la discusión de que se puede considerar una innovación educativa y que no lo es.

Por eso, invitamos a los lectores a comentar, divulgar y reseñar a través del portal los artículos, entrevistas y videos que conozcan sobre innovación, para así entre todos poder generar un repositorio de experiencias y textos sobre innovación pedagógica que sean de utilidad para todos los interesados que están y estamos llamados a innovar.

Fuente artículo: https://compartirpalabramaestra.org/editorial/innovacion-pedagogica-en-colombia-mas-de-lo-mismo

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Colombia: En Antioquia se trabaja para cambiar la educación

14 Enero 2018/Fuente: ElColombiano/Autor: CAMILO TRUJILLO VILLA

Los modelos de aprendizaje de los colegios privados de Medellín y el Valle de Aburrá vienen evolucionando para preparar mejor a sus estudiantes, quienes en el mediano plazo se convertirán en parte de la dirigencia empresarial o de la fuerza laboral del país y deberán enfrentar una sociedad que exige más habilidades sociales y emocionales que el conocimiento tradicional.

“Desde hace tiempo venimos pensando en las competencias que los estudiantes necesitan para este nuevo momento formativo. Uno de nuestros referentes es el documento ‘¿Cuáles son las habilidades que todos los estudiantes necesitan para el 2020?’, publicado por el Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés), entre otros modelos pedagógicos que existen en el país y en el mundo. Pero todos los podemos agrupar en componentes básicos: pensar, comunicar, crear y emprender, convivir y trascender”, manifestó Juan Andrés Escobar Vélez, presidente de la Asociación de Educación Privada, Adecopria.

El propósito no es cambiar el aprendizaje tradicional, sino hacer que evolucione y se adapte a las exigencias del mundo de hoy.

“Es una búsqueda constante de la pertinencia para formar de manera óptima a los estudiantes ciudadanos que se necesitan para el 2020. Queremos que los niños y jóvenes que formamos utilicen su inteligencia, talentos y habilidades en beneficio de sí mismo, de los demás”, dijo.

Sea cual sea el modelo educativo, la Secretaría de Educación de Medellín los vigila e inspecciona; es su deber velar por la formación de todos los ciudadanos, sin importar si está en el sector oficial o privado.

“Debemos garantizar que en los colegios se brinde una educación de calidad, que los manuales de convivencia estén ajustados a la norma y garanticen los derechos fundamentales y que, en general, cumplan con los requisitos de ley”, le dijo a EL COLOMBIANO Luis Guillermo Patiño, secretario de Educación de Medellín.

Habilidades y cualidades

Además de los contenidos básicos de aprendizaje (lenguaje, matemáticas, ciencias y ciencias sociales), que según el Foro Económico Mundial ya no alcanzan para proveer a los estudiantes del conocimiento que necesitan para progresar, estas instituciones privadas asociadas de Medellín —aparte del modelo de formación que cada una tiene— se enfocan en el dominio de la lengua materna (alfabetismo) y de un segundo idioma, las habilidades numéricas, el pensamiento científico, financiero, cívico y cultural y de las tecnologías de la información y las comunicaciones.

“Dichos contenidos no logran ser útiles si el estudiante no tiene habilidades de comunicación, de pensamiento colaborativo —con capacidad para trabajar en equipo— y creatividad. Igualmente, debe tener cualidades de buen carácter como interacción, adaptabilidad, liderazgo, iniciativa y persistencia, entre otras”, resaltó el presidente de Adecopria.

El resultado de esta mezcla de habilidades y cualidades es un aprendizaje social y emocional, el cual servirá para un mejor desempeño en las etapas de educación superior y laboral.

Por su parte, el doctor en Educación Queipo Timaná considera que se debe habilitar a los estudiantes para la invención, investigación, cuestionamiento y la crítica; según él, es la gran carencia que tiene el sistema educativo colombiano, tanto público como privado.

“Nuestro sistema educativo se armó para impartir unos conocimientos muy escasos y dejó a un lado la lectura, la observación, la interrogación y la crítica; son estos elementos los que necesitan desarrollar las generaciones que hoy estamos formando en los colegios para poder saber consumir los diferentes medios de información a los que están expuestos. Los jóvenes deben saber si ese conocimiento es válido o no; saber diferenciar cuándo les están presentando una mentira como verdad”, explicó Timaná.

Y agrega: “debemos fomentar más la lectura en los colegios. Hay que enseñarles a los estudiantes a usar las redes sociales y a que sepan interpretar la información que brindan; para eso debemos fortalecer el sentido crítico, desde niños, para que sean capaces de pensar por sí mismos y tener criterios. Es la única manera para que después puedan entender la realidad, que es muy compleja y que ahora la presentan como posverdad”.

Evolución de la clase

El director académico del colegio Aspaen – Gimnasio Los Alcázares, John Fredy Ortiz Cardona —licenciado en Ciencias y especialista en Educación—, le expuso a EL COLOMBIANO que la clase magistral también ha evolucionado en las últimas dos décadas.

“Antes, la clase tradicional estaba basada en un modelo pedagógico, que en nuestro país era instruccionista o conductista, en la que lo principal era la enseñanza, se calificaba lo que se aprendía a través de un método y dejaba contenidos que tenían que aprenderse de memoria. La participación del estudiante era pasiva, nula, porque solo el docente era el que sabía”, recordó Ortiz Cardona.

En contraste, el especialista agregó que “el enfoque de la clase de hoy es pedagógico, desarrollado en una clase con estudiantes activos, que aprenden y, al mismo tiempo, son protagonistas, que no se califican sino que se evalúan, que no se les enseñan contenidos sino técnicas y habilidades y que producen conocimiento y evidencias de lo que está aprendiendo”.

Los docentes, el gran reto

En los últimos años, una de las grandes preocupaciones de los rectores de los colegios privados y del sector educativo en general ha sido la calidad de los profesores.

“Queremos maestros muy bien preparados y hemos tenido diálogos con las facultades de educación de la ciudad y del departamento, insistiéndoles a los decanos que cuidemos mucho la formación de los educadores, los distintos programas y que no abandonen el esfuerzo de mantener un nivel alto en su preparación y de dar más facilidades para hacer doctorados, para poder dotar a los colegios e instituciones educativas con personas idóneas para las exigencias de hoy”, indicó Juan Andrés Escobar Vélez.

Según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane) la realidad es que cada vez menos jóvenes en Colombia contemplan la docencia como parte de su futuro profesional, debido a razones como condiciones laborales y los salarios —tanto de colegios públicos como de privados, instituciones de educación superior y universidades—; eso sin contar que muchos egresados de pedagogía no ejercen la profesión.

En este sentido, el docente de bachillerato Andrés Contreras y el presidente de Adecopria coinciden en que es responsabilidad de todos los sectores de la sociedad colombiana volver a dignificar la profesión del maestro, para que las nuevas generaciones que salen de los colegios se animen a ser docentes, porque todos se quejan de la calidad de la educación, pero muy pocos hacen algo por mejorar la formación del maestro.

“Hay que incentivar a los jóvenes para que decidan ser docentes, hay que tener buenas facultades de educación y licenciatura y buenas ofertas laborales. Sin buenos maestros será difícil graduar buenos estudiantes”, afirmó Contreras.

Alianzas por la calidad

Los resultados de las pruebas Saber 11 del Icfes son consideradas por muchos como el principal indicador para determinar la calidad de la educación de un colegio público o privado. En el segundo semestre de 2017, 1.066 planteles de Antioquia que estudian en calendario A presentaron las pruebas Saber 11. El listado de los 10 mejores colegios de Medellín y Antioquia —por su desempeño en las pruebas—, quedó conformado solo por privados y la mayoría de ellos, bilingües.

Para aprovechar la calidad del sector privado, desde el año pasado, el sector educativo oficial de la capital antioqueña cuenta con 21 alianzas estratégicas con empresas, universidades y colegios privados para ayudar a mejorar la calidad de la educación y el desarrollo integral de más de 17.000 rectores, docentes y estudiantes.

Para el alcalde de Medellín, Federico Gutiérrez Zuluaga, la calidad en la educación no se refleja solo en las pruebas o los índices, sino también desde cómo se fortalecen los entornos protectores

Para este 2018, no solo se espera que las 21 alianzas continúen, sino que se concreten más, para lograr un mayor número de instituciones educativas oficiales beneficiadas.

Fuente de la noticia: http://www.elcolombiano.com/antioquia/en-antioquia-se-trabaja-para-cambiar-la-educacion-FD7995236

Fuente de la imagen:

http://www.elcolombiano.com/documents/10157/0/580×387/0c9/580d365/center/11101/KLEO/image_content_302585

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