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Chile: El cambio climático y la sustentabilidad formarán parte de mallas curriculares en los colegios

Chile / 26 de julio de 2017 / Fuente: http://www.diarioaysen.cl

Susana Figueroa Meza, Seremi del Medio Ambiente, valoró el anuncio realizado por la Presidenta de la República, destacando la importancia que este Gobierno le ha dado a la educación en todos sus ámbitos.

“El cambio climático afecta todas las dimensiones de la vida, por lo que se debe asumir con urgencia el desafío de educar sobre los efectos de este fenómeno con el fin de que cada uno de los chilenos y chilenas puedan contribuir a disminuir su impacto” señaló la Presidenta Michelle Bachelet al anunciar, el día de ayer, la entrega por parte del Ministerio de Educación de las bases curriculares para incluir la enseñanza sobre Cambio Climático al Consejo Nacional de Educación. “No hay más tiempo para seguir observando, tenemos que actuar ahora. Es por eso, que hace pocas semanas lanzamos el Plan de Acción Nacional de Cambio Climático, para tener un Chile mejor preparado frente a los efectos del cambio climático. Y una pieza central de nuestra acción climática es la educación ambiental. Porque creemos que es a través de la educación y formación de ciudadanos ambientalmente conscientes, que construimos una sociedad que se desarrolla sustentablemente. Creemos que para proteger el medio ambiente se necesitan cambios sociales y que estos son posibles si hay un cambio cultural en las personas” indicó la Presidenta Bachelet.

Al respecto Susana Figueroa Meza, Seremi del Medio Ambiente, destacó el hecho de que esto “fue un compromiso adquirido por la Presidenta durante su última cuenta pública, cuando anunció la incorporación de esta temática ambiental en las mallas curriculares de la educación básica y media de nuestro país. Esa promesa, el día de ayer comenzó a materializarse”.

La Propuesta

En el documento propuesto por el Mineduc resaltan dos ideas importantes: señala como fundamental que los estudiantes desarrollen actitudes que los lleven a valorar el medioambiente que hace posible la existencia de sus sociedades; y, se busca promover una conciencia de la interrelación que existe entre ser humano y medio, haciendo énfasis en la necesidad de construir una sociedad sustentable como una condición necesaria para el fortalecimiento de la democracia.

Las asignaturas en las que se pretende impartir estos conocimientos son Ciencias, Educación Ciudadana e Historia, Geografía y Ciencias Sociales. Tanto en el plan común como en los electivos se contemplan varios objetivos de aprendizajes que buscan analizar y evaluar la fragilidad del medioambiente y la explotación que se hace de los recursos naturales, la interacción entre el medio y las personas en el contexto de una sociedad democrática, así como promover una ciudadanía activa y responsable en la promoción y aseguramiento de la sustentabilidad de la democracia y el desarrollo.

Finalmente Susana Figueroa Meza, Seremi del Medio Ambiente, indicó que “el Ministerio del Medio Ambiente desde hace tiempo ha venido trabajando estas y otras materias en la educación a través del Sistema Nacional de Certificación de Establecimientos Educacionales, que en nuestra región y al término de este gobierno tendremos un 61% de establecimientos educacionales de la región certificados y el 100% de los jardines infantiles JUNJI e Integra. Además, y muy en la línea de lo dado a conocer por nuestra Presidenta, en Coyhaique desde este año como seremía estamos trabajando una guía educativa sobre contaminación ambiental especialmente diseñada en contenido y forma para Coyhaique con todos los colegios y jardines infantiles de la ciudad. Como vemos, una pieza central de nuestra acción climática es la educación ambiental. Porque tenemos la convicción que es a través de la educación y formación de ciudadanos ambientalmente conscientes, que construiremos una sociedad que se desarrolle sustentablemente. Creemos que para proteger el medio ambiente se necesitan cambios sociales y que estos son posibles si hay un cambio cultural en las personas”.

Fuente noticia: http://www.diarioaysen.cl/sitio/2017/07/25/el-cambio-climatico-y-la-sustentabilidad-formaran-parte-de-mallas-curriculares-en-los-colegios/

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Medioambiente e igualdad social

Por: Alvaro García Linera

¿Puede la naturaleza hablar? ¿Puede la naturaleza contarnos los males que le afectan? Descontando el lenguaje verbal creado por el ser humano, la naturaleza no verbaliza; lo que sí tiene es una capacidad infinita de comunicar, mediante otros lenguajes no proposicionales, un conjunto de conmociones que la están perturbando. El calentamiento global es uno de estos cambios dramáticos que a diario la naturaleza nos informa. Cambios abruptos del clima, sequias en regiones anteriormente húmedas; deshielo de glaciales, cataclismos ambientales, huracanes con fuerza nunca antes vista, desbordes crecientes de ríos., etc., son solo unos de los cuantos efectos comunicacionales con los que la naturaleza informa de lo que le está sucediendo.

No obstante, la manera en que las catástrofes ambientales afectan la vida de la humanidad no es homogénea ni equitativa; mucho menos lo es la responsabilidad que cada ser humano tiene en su origen.

Clase y raza medioambiental

En la última década, se puede constatar que las catástrofes naturales más importantes están presentes por todo el globo terráqueo, sin diferenciar continentes o países; en ese sentido, existe una especie de democratización geográfica del cambio climático. Sin embargo, los daños y efectos que esos desastres provocan en las sociedades, claramente están diferenciados por país, clase social e identificación racial. De manera consecutiva, hemos tenido en el periodo 2014-2016, los años más calurosos desde 1880, lo que explica la disminución en el ritmo de lluvias en muchas partes del planeta. Aun así, los medios materiales disponibles para soportar y remontar estas carencias y, por tanto, los efectos sociales resultantes de los trastornos ambientales, son abismalmente diferentes según el país y la condición social de las personas afectadas. Por ejemplo, ante la escasez de agua en California, la gente se vio obligada a pagar hasta un 100% más por el líquido elemento, aunque esto no afectó su régimen de vida. En cambio, en el caso de la Amazonía y las zonas de altura del continente latinoamericano se tuvo una dramática reducción del acceso a los recursos hídricos para las familias indígenas, provocando malas cosechas, restricción en el consumo humano de agua y ‒especialmente en la Amazonía‒ parálisis de gran parte de la capacidad productiva extractiva con la que las familias garantizaban su sustento anual.

Asimismo, el paso del huracán Katrina por la ciudad de Nueva Orleans en 2005, dejó más de dos mil muertos, miles de desaparecidos y un millón de personas desplazadas. Pero los efectos del huracán no fueron los mismos para todas las clases e identidades étnicas. Según el sociólogo P. Sharkey [1] , el 68% de las personas fallecidas y el 84% de las desaparecidas eran de origen afroamericano. Ello, porque en las zonas propensas a ser inundadas, donde el valor de la tierra es menor, viven las personas de menos recursos; mientras que los que habitan en las zonas altas son los ricos y blancos.

En este y en todos los casos, la vulnerabilidad y el sufrimiento se concentran en los más pobres (indígenas y negros), es decir, en las clases e identidades socialmente subalternas. De ahí que se pueda hablar de un enclasamiento y racialización de los efectos del cambio climático.

Entonces, los medios disponibles para una resiliencia ecológica ante los cambios medioambientales dependen de la condición socioeconómica del país y de los ingresos monetarios de las personas afectadas. Y, dado que estos recursos están concentrados en los países con las economías dominantes a escala planetaria y en las clases privilegiadas, resulta que ellas son las primeras y únicas capaces de soportar y disminuir en su vida esos impactos, comprando casas en zonas con condiciones ambientales sanas, accediendo a tecnologías preventivas, disponiendo de un mayor gasto para el acceso a bienes de consumo imprescindibles, etc. En cambio, los países más pobres y las clases sociales más vulnerables, tienden a ocupar espacios con condiciones ambientales frágiles o degradadas, carecen de medios para acceder a tecnologías preventivas y son incapaces de soportar variaciones sustanciales en los precios de los bienes imprescindibles para sostener sus condiciones de vida. Por tanto, la democratización geográfica de los efectos del calentamiento global se traduce, instantáneamente, en una concentración nacional, clasista y racial del sufrimiento y el drama causados por los efectos climáticos.

Este enclasamiento racializado del impacto medioambiental se vuelve paradójico e incluso moralmente injusto cuando se comparan los datos de las poblaciones afectadas y de las poblaciones causantes o de mayor incidencia en su generación.

La nueva etapa geológica del antropoceno ‒un concepto propuesto por el Premio Nobel de Química, P. Crutzen‒, caracterizada por el impacto del ser humano en el ecosistema mundial, se viene desplegando desde la Revolución Industrial a inicios del siglo XVIII. Y, desde entonces, primero Europa, luego Estados Unidos, y en general las economías capitalistas desarrolladas y colonizadoras del norte, son las principales emisoras de los gases de efecto invernadero que están causando las catástrofes climáticas. Sin embargo, los que sufren los efectos devastadores de este fenómeno son los países colonizados, subordinados y más pobres, como los de África y América Latina, cuya incidencia en la emisión de CO2 es muchísimo menor.

Según datos del Banco Mundial [2] , Kenia contribuye con el 0,1% de los gases de efecto invernadero, pero las sequías provocadas por el impacto del calentamiento global llevan a la hambruna a más del 10% de su población. En cambio, en EEUU, que contribuye con el 14,5%, la sequía solo provoca una mayor erogación de los gastos en el costo del agua, dejando intactas las condiciones básicas de vida de su ciudadanía. En promedio, un alemán emite 9,2 toneladas de CO2 al año; en tanto que un habitante de Kenia, 0,3 toneladas. No obstante, quien lleva en sus espaldas el peso del impacto ambiental es el ciudadano keniano y no el alemán. Datos similares se puede obtener comparando el grado de participación de los países del norte en la emisión de gases de efecto invernadero, como Holanda (10 TM por persona/año), Japón (7 TM), Reino Unido (7,1 TM), España 5 TM), Francia 8% TM), pero con alta resilencia ecológica; frente a países del sur con baja participación en la emisión de gases de efecto invernadero, como Bolivia (1,8 TM), Paraguay (0,7 TM), India (1,5 TM), Zambia (0,2 TM), etc., pero atravesados de dramas sociales producidos por el cambio climático. Existe, entonces, una oligarquización territorial de la producción de los gases de efecto invernadero, una democratización planetaria de los efectos del calentamiento global, y una desigualdad clasista y racial de los sufrimientos y efectos de las conmociones medioambientales.

Medioambientalismos coloniales

Si la naturaleza comunica los impactos de la acción humana en su metabolismo de una forma jerarquizada, también existen ciertos conceptos referidos al medioambiente, parcializados de una manera todavía más escandalosa; o, peor aún, que legitiman y encubren estas focalizaciones regionales, clasistas y raciales.

Como señala McGurty [3] para el caso norteamericano en la década de los 70 del siglo XX, lo que hizo posible que el debate público sobre las demandas sociales de las minorías étnicas urbanas, e incluso del movimiento obrero sindicalizado, fuera soslayado, llevando a que la “temática social” perdiera fuerza de presión frente al gobierno, fue un tipo de discurso medioambientalista. Un nuevo lenguaje acerca del medio ambiente, cargado de una asepsia respecto a las demandas sociales, que ciertamente puso sobre la mesa una temática más “universal”, pero con responsabilidades “adelgazadas” y diluidas en el planeta; a la vez que distantes política y económicamente respecto a las problemáticas de las identidades sociales (obreros, población negra). Aspecto que no deja de ser celebrado por las grandes corporaciones y el gobierno que ven encogerse así sus deudas sociales con la población.

Por otra parte, el sociólogo francés Keucheyan [4] subraya cómo en ciertos países como Estados Unidos, el “color de la ecología no es verde sino blanco”; no solo por la mayoritaria condición social de los activistas ‒por lo general, blancos, de clase media y alta‒, sino también por la negativa de sus grandes fundaciones a involucrarse en temáticas medioambientales urbanas que afectan directamente a los pobres y las minorías raciales.

Al parecer, la naturaleza que vale la pena salvar o proteger no es “toda” la naturaleza ‒de la que las sociedades son una parte fundamental‒, sino solamente aquella naturaleza “salvaje” que se encuentra esterilizada de pobres, negros, campesinos, obreros, latinos e indios, con sus molestosas problemáticas sociales y laborales.

Todo ello refleja, pues, la construcción de una idea sesgada de naturaleza de clase, asociada a una pureza original contrapuesta a la ciudad, que simboliza la degradación. Así, para estos medioambientalistas, las ciudades son sucias, caóticas, oscuras, problemáticas y llena de pobres, obreros, latinos y negros, mientras que la naturaleza a proteger es prístina y apacible, el santuario imprescindible donde las clases pudientes, que disponen de tiempo y dinero para ello, pueden experimentar su autenticidad y superioridad.

En los países subalternos, las construcciones discursivas dominantes sobre la naturaleza y el medioambiente comparten ese carácter elitista y disociado de la problemática social, aunque incorporan otros tres componentes de clase y de relaciones de poder.

En primer lugar se encuentra el estado de auto-culpabilización ambiental. Eso quiere decir que la responsabilidad frente al calentamiento global la distribuyen de manera homogénea en el mundo. Por tanto, talar un árbol para sembrar alimentos tiene tanta incidencia en el cambio climático como instalar una usina atómica para generar electricidad. Y como en la mayoría de los países subalternos existe una apremiante necesidad de utilizar los recursos naturales para aumentar la producción alimenticia u obtener divisas a fin de acceder a tecnologías y superar las precarias condiciones de vida heredadas tras siglos de colonialidad, entonces, para estas corrientes ambientalistas, los mayores responsables del calentamiento global son estos países pobres que depredan la naturaleza. No importa que su contribución a la emisión de gases de efecto invernadero sea del 0,1% o que el impacto de los millones de coches y miles de fábricas de los países del norte afecte 50 o 100 veces más al cambio climático. Surge así una especie de naturalización de la acción anti-ecológica de la economía de los países ricos, de sus consumos y de su forma de vida cotidiana, que en realidad son las causantes históricas de las actuales catástrofes naturales. Dicha esquizofrenia ambiental llega a tales extremos, que se dice que la reciente sequía en la Amazonía es responsabilidad de unos cientos de campesinos e indígenas que habilitan sus parcelas familiares para cultivar productos alimenticios y no, por ejemplo, del incesante consumo de combustibles fósiles que en un 95% proviene de una veintena de países del norte, altamente industrializados.

La financiarización de la plusvalía medioambiental

Un segundo componente de esta construcción discursiva de clase es una especie de “financiarización medioambiental”. En los países capitalistas desarrollados ha surgido una economía de seguros, expansiva y altamente lucrativa, que protege a empresas, multinacionales, gobiernos y personas de posibles catástrofes ambientales. Así, el desastre ambiental ha devenido en un lucrativo y ascendente negocio de aseguradoras y reaseguradoras que protegen las inversiones de grandes empresas, no solo de crisis políticas, sino de cataclismos naturales mediante un mercado de “bonos catástrofe” [5] , volviendo al capital “resilente” al calentamiento global. Paralelamente a ello, en los países subalternos emerge un amplio mercado de empresas de transferencia de lo que hemos venido a denominar plusvalía medioambiental.

A través de algunas fundaciones y ONG, las grandes multinacionales del norte financian, en los países pobres, políticas de protección de bosques. Todo, a cambio de los Certificados de Emisión Reducida (CER) [6] que se cotizan en los mercados de carbono. De esta manera, por una tonelada de CO2 que se deja de emitir en un bosque de la Amazonía gracias a unos miles de dólares entregados a una ONG que impide su uso agrícola, una industria norteamericana o alemana de armas, autos o acero, que utiliza como fuente energética al carbón y emite gases de efecto invernadero, puede mantener inalterable su actividad productiva sin necesidad de cambiar de matriz energética o de reducir su emisión de gases ni mucho menos parar la producción de sus mercancías medioambientalmente depredadoras. En otras palabras, a cambio de 100.000 dólares invertidos en un alejado bosque del sur, la empresa puede ganar y ahorrar cientos de millones de dólares, manteniendo la lógica de consumo destructiva inalterada.

Así, hoy el capitalismo depreda la naturaleza y eleva las tasas de ganancia empresarial. Convierte la contaminación en un derecho negociable en la bolsa de valores. Hace de las catástrofes ambientales provocadas por la producción capitalista, una contingencia sujeta a un mercado de seguros. Y finalmente transforma la defensa de la ecología en los países del sur, en un redituable mercado de bonos de carbono concentrado por las grandes empresas y países contaminantes. En definitiva, el capitalismo esta subsumiendo de manera formal y real la naturaleza, tanto en su capacidad creativa, como el mismísimo proceso de su propia destrucción.

Por último, el colonialismo ambiental recoge de su alter ego del norte el divorcio entre naturaleza y sociedad, con una variante. Mientras que el ambientalismo dominante del norte propugna una contemplación de la naturaleza purificada de seres humanos ‒su política de exterminio de indígenas le permite ese exceso‒, el ambientalismo colonizado, por la fuerza de los hechos, se ve obligado a incorporar en este tipo de naturaleza idealizada, a los indígenas que inevitablemente habitan en los bosques. Pero no a cualquier indígena porque, para ellos, el que cultiva la tierra para vender en los mercados, el que reclama un colegio, hospital, carretera o los mismos derechos que cualquier citadino, no es un verdadero sino un falso indígena, un indígena a “medias”, en proceso de campesinización, de mestización; por tanto, un indígena “impuro”. Para el ambientalismo colonial, el indígena “verdadero” es un ser carente de necesidades sociales, casi camuflado con la naturaleza; ese indígena fósil de la postal de los turistas que vienen en busca de una supuesta “autenticidad”, olvidando que ella no es más que un producto de siglos de colonización y despojo de los pueblos del bosque.

En síntesis, no hay nada más intensamente político que la naturaleza, la gestión y los discursos que se tejen alrededor de ella. Lo lamentable es que en ese campo de fuerzas, las políticas dominantes sean, hasta ahora, simplemente las políticas de las clases dominantes. Por eso, aun son largos el camino y la lucha que permitan el surgimiento de una política medioambiental que, a tiempo de fusionar temáticas sociales y ecológicas, proyecte una mirada protectora de la naturaleza desde la perspectiva de las clases subalternas, en lo que alguna vez Marx denominó una acción metabólica mutuamente vivificante entre ser humano y naturaleza [7] .

Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=226695

 

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España: Fapar propone que la educación ambiental sea una asignatura

Europa/España/23 Julio 2017/Fuente: elperiodicodearagon/Autor:A. LAHOZ

Desde la Federación de Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos de Aragón (Fapar) propusieron ayer que el cambio climático y el estudio de los problemas medioambientales se incluyan en los currículos educativos de los alumnos de Aragón. «Ayudarían a sensibilizar y formar en una educación ambiental que garantice la habitabilidad de nuestro planeta no solo a las generaciones actuales, sino a las venideras. Y eso, también debe ser responsabilidad compartida», argumentó la federación.

La reflexión del colectivo llega tras la situación de altas temperaturas que se registró durante los meses de mayo y junio en Aragón y que generó varios problemas en aulas de la comunidad. Fapar cree que es «necesario» un estudio de la situación para poder acometer las medidas necesarias que palien esta situación. En este sentido, Educación ya anunció que elaborará un plan de actuación para que no vuelva a repetirse este hecho de altas temperaturas en clase y que será aplicable para el próximo curso escolar.

Adaptación / «Es necesaria la intervención de todas las Administraciones con una doble actuación que garantice que los centros educativos públicos cumplan con los criterios que la normativa marca y que puedan adaptarse a los cambios de temperatura a los que estamos asistiendo», dijo Fapar.

Sobre las actuaciones a acometer, las familias de la escuela pública apuntaron a que los nuevos centros educativos tengan cubiertas, fachadas y espacios, tanto interiores como en los patios, «que permitir seguir la actividad educativa con normalidad en cualquier época del año», señaló Fapar. Con las construcciones ya existentes, la federación valora las obras anunciadas ayer por el Ayuntamiento de Zaragoza de mejorar la eficiencia energética en diez colegios de la ciudad.

«Insistimos en exigir a nuestros políticos actuaciones responsables. No podemos conformarnos con asumir una realidad que tendrá graves consecuencias y no trabajar para que se frene el cambio climático», indicaron desde el colectivo.

Fuente de la noticia: http://www.elperiodicodearagon.com/noticias/aragon/fapar-propone-educacion-ambiental-sea-asignatura_1216140.html

Fuente de la imagen: https://ongvitalis.files.wordpress.com/2012/07/dia-medio-ambiente-2014.jpg?w=7

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Gigantesco iceberg de 5.800 kilómetros cuadrados se desprende de la Antártida

Julio del 2017/http://www.ecoportal.net/

 

Un satélite estadounidense confirmó lo que se temía: el desprendimiento de un gigantesco iceberg en la Antártida, equivalente a cuatro veces el tamaño de la ciudad de Los Ángeles.

Gigantesco iceberg de 5.800 kilómetros cuadrados se desprende de la Antártida

Los investigadores del proyecto MIDAS monitoreaban desde 2014 la región conocida como Larsen C, año en el que detectaron el aceleramiento del desprendimiento del bloque de hielo, que se estima comenzó al menos hace una década.

Se prevé que este desprendimiento no afectará el nivel del mar global porque el bloque ya estaba a flote en el océano, aunque algunos científicos temen que pueda acelerar la desestabilización de la plataforma de hielo, de acuerdo a lo que recoge Infobae.

El iceberg, que se espera se denomine A68, pesa más de un billón de toneladas, según precisó MIDAS, que informó en su comunicado que la ruptura –producida estimativamente entre el 10 y el 12 de julio-  fue detectada por el instrumento satelital Aqua MODIS de la NASA.

En total unos 5.800 kilómetros cuadrados de hielo se separaron de la plataforma, de acuerdo a la información satelital.

“Hemos estado anticipando este evento por meses. Estamos sorprendidos por cuánto demoró a la grieta causar la ruptura”, declaró el profesor Adrian Luckman, investigador líder del grupo.

Este iceberg se convierte entonces en uno de los más grandes de la Antártida: 190 metros de espesor, 1.155 kilómetros cúbicos de hielo y podría rellenar 462 millones de piscinas olímpicas.

Asimismo Luckman afirmó que es difícil predecir el futuro próximo del iceberg, que podría permanecer en una sola pieza, aunque “es más probable que se rompa en fragmentos”.

“Parte del hielo puede permanecer en el área durante décadas, mientras que partes del iceberg pueden derivar hacia el norte en aguas más cálidas”, explicó.

El desprendimiento ha reducido alrededor de un 12 % el tamaño de Larsen C y los científicos advierten de que este fenómeno transformará para siempre el paisaje de esta península antártica.

El hielo es una parte de la península antártica que se ha calentado con mucha celeridad en las últimas décadas, aunque no todos los científicos lo atribuyen directamente al cambio climático.

No obstante, los investigadores del proyecto MIDAS advierten que desde ahora la plataforma de la Antártida queda en una situación muy vulnerable.

Fuente:

http://www.ecoportal.net/Eco-Noticias/Gigantesco-iceberg-de-5.800-kilometros-cuadrados-se-desprende-de-la-Antartida

Fuente imagen:

https://lh3.googleusercontent.com/XQZLR4sH7b72oWcQKPnofCK0W-tDoQkRwHOzx7wdVk3EX2brZvea6UrURp2uvYNfCmqj=s85

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Cuba: Barrera natural de protección costera

Cuba/Junio de 2017/Autor: Orfilio Peláez/Fuente: Granma

Considerados entre las formaciones boscosas que más embellecen el paisaje natural, los manglares ocupan hoy alrededor del 5,1 % de la superficie total de nuestro archipiélago y son los más representativos del Caribe insular.

Suelen localizarse en zonas costeras de origen biológico, acumulativas, cenagosas y con esteros donde haya escurrimiento de agua dulce. Abundan, asimismo, en ambientes salinos, principalmente en los cayos e islas de la plataforma, y tienen la particularidad de ser el único tipo de bosque que puede vivir en contacto con el mar.

Estudios realizados durante muchos años por la recientemente fallecida doctora Leda Menéndez Carrera, investigadora titular del Centro Nacional de Biodiversidad del Instituto de Ecología y Sistemática del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (Citma), y quien fuera una de las más reconocidas autoridades en el tema a nivel regional, sustentan que los manglares son de vital importancia para la biodiversidad al ser, por ejemplo, un refugio ideal donde habitan y se reproducen peces, moluscos, crustáceos, reptiles, aves y mamíferos.

Asimismo, el 80 % de las especies marinas, dependen del manglar para subsistir, y muchas de ellas son la base de la cadena alimentaria no solo de las comunidades que viven  en sus alrededores, sino también de los consumidores de productos pesqueros asentados en lugares distantes.

Filtran  los sedimentos y sustancias contaminantes que llegan al mar proveniente de los ríos, además de amortiguar el impacto de las inundaciones absorbiendo y almacenando agua. Constituyen también una valiosa y estratégica reserva forestal.

Cuatro especies conforman básicamente los bosques de mangle en Cuba: mangle rojo (Rhizophora mangle), mangle prieto (Avicennia germinais), pataban o mangle blanco (Laguncularia racemosa) y yana (Conocarpus erectus).

Están presentes en más del 50 % de las costas cubanas y dentro de las zonas con mayor representación y desarrollo del ecosistema aparece la región occidental, sobre todo desde el cabo de San Antonio a Bahía Honda en el litoral norte, y de cabo Francés a Bahía de Cochinos por el sur.

Según las evaluaciones hechas por la doctora Leda Menéndez y el doctor José Manuel Guzmán, exdirector del Centro Nacional de Biodiversidad, casi un tercio de los manglares cubanos han sido afectados por diferentes causas atribuibles en lo esencial a acciones del hombre.

La relación de las identificadas incluye la contaminación provocada por los vertimientos de residuales químicos procedentes de la actividad agrícola, ganadera y de los asentamientos humanos, la diminución del aporte de nutrientes al ecosistema debido al represamiento de ríos y canales, interrupción de la circulación del agua y muerte del manglar ocasionada por la construcción de viales y otras obras, la tala y alteraciones en la línea de costa.

Pudo detectarse asimismo una tendencia al desarrollo de bosques de mangles con baja altitud y pequeños diámetros en correspondencia con las actuales condiciones de los regímenes hidrológicos, que implican menor escurrimiento de agua dulce y disminución de la llegada de nutrientes y energía.

PROMISORIO RENACER

Tomando en cuenta su condición insular que la hace altamente vulnerable a los efectos del cambio climático, la recuperación de las poblaciones de manglares es un asunto de máxima prioridad para el país, pues estos constituyen una suerte de escudo protector de las costas al resguardarlas de la erosión ocasionada por el embate combinado del viento y el oleaje de los huracanes y otros eventos meteorológicos. Al mismo tiempo son una efectiva barrera natural frente al progresivo aumento del nivel medio del mar y el avance de la intrusión salina hacia los acuíferos y tierras cultivables.

Resalta también que son capaces de almacenar cinco veces más carbono que los restantes bosques tropicales, desempeñando así otra importante función en la mitigación del calentamiento global.

Dentro de los proyectos dirigidos a rescatar tan valioso ecosistema figura  el denominado Manglar Vivo, que desde el 2014 comenzó a implementarse en el litoral sur de las provincias de Artemisa y Mayabeque donde muestran un apreciable deterioro, con la ayuda del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

Con la rehabilitación de los manglares se pretende aumentar la capacidad de resistencia a los impactos del cambio climático de las comunidades localizadas allí, e incorporar la adaptación a dicho proceso en las estrategias de desarrollo local, entre otros objetivos.

Vale señalar que el mangle rojo es el que ejerce mayor protección porque al anclar sus raíces en forma de tenedor estas penetran profundamente en el fondo arenofangoso, convirtiéndose de ese modo en un potente valladar frente a la ocurrencia de grandes marejadas, por solo citar algunos de sus beneficios.

Las acciones investigativas y de cuidado de los manglares en Cuba están respaldadas por un cuerpo de leyes y normativas jurídicas que regulan el manejo y control del ecosistema, fomentando su restauración.

Un paso crucial en los esfuerzos nacionales para promover el crecimiento de sus poblaciones se acaba de materializar con la aprobación por el Consejo de Ministros, el pasado mes de abril, de la Tarea Vida: Plan de Estado para el enfrentamiento al cambio climático.

De las 11 tareas previstas, la quinta plantea dirigir la reforestación hacia la máxima protección de los suelos y las aguas en cantidad y calidad, así como a la recuperación de los manglares más afectados.

Como refiere el documento, a corto plazo se prevé sembrar 1 766 hectáreas de manglares de protección al Dique Sur, y otras 1 290 en el tramo comprendido entre Surgidero de Batabanó y Playa Tasajera, a fin de resguardar la zona costera. En esencia se trata, sin duda, de una apuesta por el futuro y el desarrollo sostenible de la nación.

Fuente: http://www.granma.cu/ciencia/2017-06-23/barrera-natural-de-proteccion-costera-23-06-2017-21-06-49

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Francia: Presentan pacto mundial por el medio ambiente

Francia/Junio de 2017/Fuente: Los Tiempos

Personalidades y expertos internacionales presentaron ayer en París un proyecto de pacto mundial por el medio ambiente, con el objetivo de reforzar el derecho internacional en la materia, que busca convertirse en un tratado internacional adoptado por la Asamblea General de la ONU.

Al acto en la Universidad de la Sorbona asistieron personalidades como el presidente francés, Emmanuel Macron; el exsecretario general de la ONU Ban Ki-moon; el exgobernador de California y actor Arnold Schwarzenegger, que preside la ONG R20 (Regions of Climate Action), y la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, como presidenta de la red de grandes ciudades por el clima C40, entre otros asistentes. En la presentación, el mandatario galo prometió llevar la iniciativa ante la ONU en septiembre.

La idea es reunir en un solo texto los grandes principios internacionales del derecho medio ambiental y darle un carácter de cumplimiento obligatorio, gracias a la posibilidad de esgrimirlo ante la justicia.

“Sobre la base de este anteproyecto de pacto mundial por el medio ambiente —anunció Macron— me comprometo a actuar” para establecer “un texto, convencer a nuestros socios” y, bajo la égida de la ONU, “desde septiembre, sentar las bases de lo que será no un anteproyecto, sino un pacto mundial sobre el medio ambiente que Francia defenderá”.

El jefe del Estado hizo hincapié en que Francia “tiene en materia de medio ambiente una gran ambición” y, al respecto, recordó su papel en el Acuerdo de París sobre el cambio climático de 2015.

El nuevo pacto completaría el edificio jurídico constituido por los acuerdos internacionales adoptados por la ONU en 1966, uno sobre los derechos civiles y políticos y, el segundo, sobre los derechos económicos, sociales y culturales.

El proyecto consta de una treintena de artículos en los que se recogen, entre otros, los principios de precaución, de reparación o de que quien contamina paga.

También incluye el principio de “no regresión” para evitar, por ejemplo, lo que ha ocurrido con la retirada de Estados Unidos del Acuerdo de París sobre cambio climático anunciada por el presidente de ese país, Donald Trump, pese a que Washington lo había suscrito cuando se consensuó en diciembre de 2015.

El presidente del Consejo Constitucional de Francia, Laurent Fabius, que, como ministro francés de Exteriores cuando se fraguó el Acuerdo de París, fue el encargado de dirigir las negociaciones internacionales, en tanto que presidente de la Cumbre del Clima COP21 reconoció que, a primera vista, puede parecer muy complicado pretender que se convierta en un tratado internacional, pero defendió su utilidad con vistas a reforzar la lucha contra el cambio climático.

PROYECTO

En la elaboración del texto participaron decenas de juristas, académicos y expertos de unos 40 países, bajo el impulso del Club de Juristas.

La iniciativa forma parte de la voluntad de robustecer la lucha contra el calentamiento global, tras la decisión del presidente estadounidense, Donald Trump, de retirar a su país del Acuerdo de París sobre el clima que nació de la COP21, la conferencia de la ONU sobre el clima celebrada en París en 2015.

Fuente: http://www.lostiempos.com/actualidad/mundo/20170625/presentan-pacto-mundial-medio-ambiente

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Cuba: Comienza en Camagüey Congreso Internacional de Educación Superior

Por: Prensa Latina 
Camagüey, Cuba, este 21 de junio Estudiantes y académicos de esta centro-oriental provincia cubana se dieron cita hasta el día 22 en el décimo primer Congreso Internacional de Educación Superior, Universidad 2018, a nivel regional.
La Universidad de Camagüey (UC)acoge el evento científico que tuvo en la jornada inaugural la conferencia Enfrentamiento al cambio climático, a cargo del doctor Isidro Méndez, quien se refirió al papel de las ciencias en su misión de alertar acerca del fenómeno a la población mundial.

El programa incluye además cursos, pre-eventos y la presentación de ponencias en un total de 14 talleres, donde se debaten asuntos relacionados con medio ambiente, energía y desarrollo sostenible; internacionalización de la educación superior, retos y perspectiva de la enseñanza médica, así como seguridad y soberanía alimentaria.

Resulta espacio propicio además para que los especialistas intercambien en un simposio dedicado a la Enseñanza de las Artes en el sistema de la Educación Superior en la mayor de las Antillas.

Sobresalen en Universidad 2018, los cursos sobre desarrollo sostenible, y su vínculo con las tecnología de información y comunicación como soporte para la investigación, a cago de la doctora María de los Ángeles Legañoa; y educación socio-emocional en el ámbito universitario, de Silvia Colunga.

Según el cronograma, para este jueves 22 se debatirán aristas sobre el intercambio académico entre diversas instituciones latinoamericanas, postgrados, formación universitaria de profesionales del sector educacional.

El proceso nacional preparatorio se convierte para la comunidad universitaria cubana en un momento de encuentro especial desde la base, que favorece el diálogo de saberes entre todos los actores de la educación superior en cada una de las localidades del país, reza uno de los documentos del Congreso.

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