Rodrigo Santodomingo
Directrices vagas, con un amplio espectro interpretativo, abiertas al work in progress. El pasado 9 de mayo, con media España a las puertas de la fase 1, el Ministerio de Sanidad lanzó una orden que fijaba las condiciones para la reapertura de centros educativos. La norma hace recaer buena parte de la responsabilidad en los equipos directivos. Detalla el qué, pero no aclara mucho sobre el cómo.
Mientras siga rondando el virus (o hasta nueva orden), los directores asumen cargas inéditas. Se convierten de pronto en expertos sobre contención de enfermedades infecciosas. Han de adoptar “las medidas de limpieza y desinfección adecuadas a las características e intensidad de uso de los centros”. También deben “proveer a sus trabajadores del material de protección necesario para la realización de sus funciones”. Y es de su competencia “determinar el personal docente y auxiliar necesario para llevar a cabo” las labores permitidas en fase 1: limpiar, desinfectar y tareas administrativas.
Las CCAA han desarrollado la orden en instrucciones más concretas. “El panorama es muy heterogéneo”, apunta Encarnación Pizarro, secretaria de Salud Laboral en FE-CCOO. Algunas, como Murcia, “han escurrido el bulto y cuelgan el mochuelo a los equipos directivos, que no tienen formación en prevención de riesgos laborales”. Otras (Comunidad Valenciana) “están coordinando la acción desde sus comités de seguridad y salud”. Pizarro opina que dejar que cada centro tome la iniciativa resulta “económicamente ineficiente y aumenta la probabilidad de adquisición de materiales defectuosos”.
Dirigida desde arriba o a expensas del buen hacer individual, no hay estrategia que contemple todas las vicisitudes del día a día. A José Luis Brito, director del CEIP Taibique, en la isla de El Hierro (Canarias), se le prohibió acudir a su colegio hasta que este estuviese desinfectado. Al mismo tiempo, en teoría ha tenido que supervisar que el centro quedara en efecto libre de virus. “Un poco contradictorio: o estoy o no estoy”.
En territorio fase 1 desde hace semanas, el Taibique reabrió el pasado lunes 18, con la isla ya en fase 2. Ha desinfectado las instalaciones una empresa contratada por el Ayuntamiento. Sus alrededores corrieron a cargo del Cabildo. Por ahora acuden Brito y la secretaria. “El profesorado aún no puede venir. Supongo que la mayoría pedirán incorporarse y les autorizarán. Tienen aquí lo necesario para hacer las memorias de fin de curso, etc…”.
Vuelta de alumnos
A la incertidumbre, se une la premura. José María Ruiz Palomo, director del IES Cartima (Cártama, Málaga), explica que todos los centros públicos de su municipio han recogido -el mismo lunes 18- mascarillas, gel y guantes en un punto común. El miércoles 13, los centros andaluces recibieron una instrucción de la Consejería “muy exhaustiva” sobre las condiciones de reapertura. “Hablando con otros directores y directoras, vemos que, más que desinfección, se ha hecho una limpieza en profundidad. Tampoco creo que las empresas concesionarias dispongan de equipos para desinfectar toda la pública andaluza en tiempo récord”, asegura. Pizarro, por su parte, considera que lo más importante es mudar la noción de limpieza “una o dos veces al día” por otra entendida como “labor continua, de mantenimiento, y para ello hay que incrementar plantillas”.
Aunque Málaga no hubiese pasado finalmente a fase 1 (hasta el domingo 17 seguía en fase 0), la Consejería había decidido abrir todos los centros de la provincia el lunes 18. Ruiz Palomo no entiende “por qué no se ha optado por una estrategia meditada y con tiempo para garantizar que se dispone del material suficiente y se han puesto en marcha las medidas de seguridad”. Y va más allá: “¿Es necesario este dispositivo tremendo para unas cuantas solicitudes de admisión y matriculación que, en principio, no se pueden gestionar por vía telemática?”.
Ambos directores se quejan de la escasez de información directa suministrada desde sus consejerías. “Ha sido un desastre, el cabreo es generalizado. Nos hemos enterado de casi todo a través de redes informales”, protesta Ruiz Palomo. “Se ha disparado la rumorología”, añade Brito. “Alumnos de infantil sí y luego no; alumnos de cambio de ciclo en primaria sí y luego no. Mi impresión es que lanzan globos sonda para ver por dónde respiramos”.
La vuelta de alumnos este curso marca un cambio de escenario drástico. Reducir al mínimo el riesgo de contagio en ciertas salas y espacios comunes para un número reducido de adultos supone un gran reto. Añadir a la ecuación decenas o, incluso, centenares de chavales lo multiplica. Ante el permanente tira y afloja negociador entre Ministerio y CCAA, se antoja difícil pronosticar qué alumnos (y dónde) pisarán las aulas antes de las vacaciones. En especial tras la negativa casi unánime de las comunidades a reanudar la escolarización en infantil y especial.
Brito y Ruiz Palomo afirman rotundamente que, en su caso, el cerrojo es seguro hasta septiembre. “Quizá aquí, con la pandemia relativamente controlada, se debería haber permitido la vuelta de aquellos alumnos que realmente lo necesiten por su situación personal o familiar”, afirma el director canario. “Aunque ya sabemos que después del uso viene el abuso. Si el hijo de mi vecino sí, ¿por qué el mío no?”.
Compromiso social
Euskadi sorprendió a todos tras fijar, a comienzos de mayo, la obligatoriedad de acoger alumnos de 4º de ESO y Bachillerato desde el lunes 18. Familias y sindicatos se llevaron las manos a la cabeza. Y la Consejería dio marcha atrás: la decisión final corresponde ahora a los equipos directivos y no tendrá efecto antes del día 25.
Iñigo Salaberria, presidente de la asociación de directores de escuelas públicas del País Vasco (HEIZE por sus siglas en euskera), aprecia que finalmente se haya apostado por la voluntariedad. Más aún, estima que esta crisis nos ha enseñado a valorar, por fin, el concepto de autonomía. “Durante el confinamiento, los centros han vivido un proceso de enriquecimiento y madurez en la toma de decisiones y definición de sus necesidades, académicas y emocionales”, apunta. Reactivado el formato presencial, los equipos directivos han de fijar ahora si vuelven o no los estudiantes y, en caso afirmativo, organizar los tiempos y espacios del retorno.
La Consejería vasca ha remitido a las escuelas un protocolo de actuación para salvaguardar la salud de docentes y alumnos. Algunas indicaciones son precisas: metro y medio entre pupitres, cinco horas de estancia máxima en el centro. Otras, como la “especial atención” que se debe prestar a la limpieza de manos, más ambiguas. El texto incluye, además, recomendaciones que aspiran a mantener un tránsito ordenado en las instalaciones. La Administración está enviando gel y termómetros infrarrojos a los centros de secundaria que lo han solicitado. Y anima a que los estudiantes traigan mascarilla de casa, aunque garantiza una cuando no sea el caso.
Salaberria percibe que los directores y directoras vascos están afrontando el desafío “desde un compromiso social basado en el sentido común”. Para el presidente de HEIZE, las precauciones ante el virus no deben obviar que “está en juego la imagen de calidad de nuestros centros”. Por ello, resulta necesario “asumir, aunque se haga duro, una cierta normalidad que logre un clima en el que el alumnado esté receptivo al aprendizaje”.
Pizarro defiende una vuelta a las aulas sujeta a un requisito de amplio alcance: “Que se garantice la salud de todos”. Mientras la comunidad educativa va definiendo qué implica esta condición, la sindicalista sostiene que, más allá del “factor edad”, se debería priorizar al alumnado que “precise refuerzo y tenga difícil conseguirlo fuera de la escuela por su situación de vulnerabilidad”.
Una sensación extendida atribuye al tramo final de 2019-2020 un rol de laboratorio, de puesta a punto ante lo que se avecina en septiembre. Brito ya ha preparado, por iniciativa propia, un plan de adaptación que habla de salud e higiene, pero también de metodología y didáctica. “¿Qué va a pasar con las asambleas o el trabajo colaborativo?”, se pregunta. Salaberria recurre a una antítesis para sintetizar lo que espera tras el verano: “Una escuela nueva en edificios antiguos”.
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