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Libro: Jóvenes y soberanía

Jóvenes y soberanía
Hegemonía, discursos y trayectorias hacia la emancipación

Josefina Bolis [Autora]
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ISBN: 978-950-34-1187-2
EdicionesEPC
Argentina – Buenos Aires
Marzo de 2016

Jóvenes y soberanía contiene un conjunto de problematizaciones epistemológicas para indagar cómo se transforma y subvierte el sentido en la sociedad, cómo se unifica simbólicamente la comunidad y cómo se constituyen los sujetos políticos. La soberanía, como poder de decisión o como demanda, ha sido desde América Latina una proclama emancipatoria. Los jóvenes ‒con sus reclamos de ciudadanía‒ recorren esas trayectorias que los proyectan de sujeciones tutelares a posiciones de sujeto soberanas.
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Fuente de la reseña:
http://www.clacso.org.ar/libreria-latinoamericana-cm/libro_detalle.php?id_libro=1289&pageNum_rs_libros=0&totalRows_rs_libros=1296
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Todos inquilinos

Fernando Savater

Si son los habitantes de cada territorio quienes deciden, todos son independientes de hecho. La ciudadanía se sustituye por el inquilinato; allá donde vives, decides. Europa tendrá franceses, italianos, alemanes y los realquilados de la PostEspaña

Las personas que han sufrido de verdad suelen desarrollar un carácter intensamente agrio o más dulce y amable: parece que Pili Zabala se encuadra por suerte en la segunda opción. El otro día fue entrevistada por la SER y varios medios de prensa se hicieron eco de sus declaraciones: casi todos lamentaban que no hubiese dejado claro si apoyaba o no al independentismo en Euskadi. En efecto, la candidata de Podemos dijo que su opinión personal no era relevante en ese asunto y que creía que el País Vasco tenía otros prioridades políticas. Pero también aseguró sin perder el buen tono que “en cada territorio decide la ciudadanía de ese territorio, y en Cataluña tienen que decidir los catalanes, mientras que en Euskadi decidirá la ciudadanía vasca”. Después abogó por un nuevo modelo territorial para el país “en el que las personas se sientan cómodas e identificadas con el mayor consenso posible”.

No hay nada de raro en estas afirmaciones, estamos acostumbrados, pero resulta extraño que ningún periodista señale que si es la ciudadanía de cada territorio (sea cual fuere) la que decide allí, es evidente que todos los territorios son de hecho independientes. El derecho a salir de casa lo tiene uno cuando aún está en casa no sólo cuando efectivamente ya pisa la calle. De modo que lo que habrá que modificar no es el modelo territorial, que nada tiene que ver con el asunto, sino el concepto mismo de ciudadanía, que ya no corresponde a la pertenencia cívica a un Estado sino a un territorio, sea el que sea y como sea.

En efecto, los criterios para establecer esos territorios son de lo más variados y no muy concretos. Se establecen de acuerdo a interpretaciones legendarias de la historia (lo que pudo ser y no fue), rasgos consuetudinarios, lengua regional junto a la común, demarcaciones administrativas tan consagradas que parecennaturales, presencia de grupos nacionalistas que definen su identidad separada del resto, agravios reales o supuestos en relación con la Hacienda estatal, etc… En resumen, aspectos de la diversidad social que alberga cualquier Estado presentados como incompatibles con la homogeneidad institucional de éste. Ninguno de estos criterios tiene por qué ir más allá de lo cultural ni implica una legitimación política independentista salvo para quienes deciden usarlos con tal fin: la propia Pili Zabala dijo en su entrevista que para ella “Euskal Herria es aquellos lugares en que se habla euskera” además de la lengua común, lo cual no implica por sí mismo ninguna ideología separatista. Pero al reconocer a los “ciudadanos” de cada territorio su derecho a decidir (sobre su pertenencia o no al conjunto del Estado) pasamos de la cultura a la política y convertimos lo que era una unidad institucional y legal en una gavilla de independencias yuxtapuestas, unas adormecidas salvo a la hora de reclamar privilegios o denunciar los ajenos, otras activas en su proyecto de segregación.

La aparentemente generosimagen100a concesión de reconocer el derecho a decidir o autodeterminación de cada territorio, más allá de la confusión al establecer cuáles y cuántos son, lleva en realidad a mutilar los derechos cívicos de todos los hasta ahora considerados españoles. Porque la ciudadanía estatal (la única reconocida hoy) concede precisamente el derecho a decidir a partir de la ley común sobre el conjunto de territorios o entidades culturales que forman el Estado. Pero si son los habitantes de cada territorio los llamados a decidir por separado, ésto limita drásticamente la capacidad decisoria de cada uno: el único derecho nuevo que adquieren es el de negar a los demás la posibilidad de intervenir en la gestión común, necesariamente fragmentada y por tanto disminuida.

Por lo demás, no sé cómo los territorios van a conceder ciudadanía: ¿se necesita genealogía local, sean ocho los apellidos o dos?; ¿hay que nacer y vivir en ellos?; ¿se puede nacer en uno y luego vivir en otro o en otros, cambiando según toque de ciudadanía? Como preguntaría el confesor: ¿cuántas veces? Un caso práctico que me deja perplejo: una persona nacida en Gerona de familia gerundense, que habla catalán (y castellano también, claro, como todo el mundo), pero que vive en Sevilla porque trabaja y se ha casado allí… ¿a qué territorio pertenece? Antes habríamos dicho que a España, pero ahora vaya usted a saber. ¿Será de donde quiera ser? Según Pili Zabala, “los navarros deben decidir si quieren ser o no vascos”. O sea que ser navarros es una fase como de transición, si les da por ser vascos. ¿O los vascos también pueden dejar de ser vascos para convertirse en navarros? ¿Eso les pasa sólo a los vascos y navarros o también a los aragoneses y riojanos, a los extremeños y salmantinos, etc…? Ya puestos, ¿por qué el gerundense de mi caso práctico no puede ser a la vez catalán y andaluz? Pero entonces lo de los territorios… En fin, que la cosa no está muy clara.

Para resolver el asunto, podríamos decir que no se trata propiamente de ciudadanos, sino de inquilinos. Uno es inquilino de un territorio y decide sobre él, pero cuando se muda a otro, se convierte en inquiliimagen101no del nuevo y cambia su ámbito decisorio. Habrá así inquilinos de renta antigua (o históricos), realquilados, subarrendados… En cada lugar, mediante el oportuno referéndum, los inquilinos podrán cambiar los límites de su territorio, fusionarse, independizarse… La cosa tiene dificultades prácticas pero la diversión general parece garantizada. Otro cambio para la UE: en ella habrá franceses, alemanes, portugueses, italianos… y los inquilinos variopintos de la pos-España. Ya casi puedo sentir la perplejidad de Bruselas. Esta macedonia de identidades (porque los inquilinos tendrán su identidad local y la que les quede de sus alojamientos anteriores) a mí me resulta difícil de digerir, pero es probablemente porque soy un caso raro. A los nacionalistas propiamente dichos les debe parecer bien y también a los millones de votantes de Podemos, a quienes a lo mejor no les gusta la independencia (como dice Pablo Iglesias), pero tienen que reconocer que éso no depende sólo de ellos, sino de los inquilinos correspondientes. Y me temo que algunos socialistas de comunidades fuertemente “nacionalizadas” están también próximos a esta actitud.

En cuanto a los demás, a quienes prefieren la ciudadanía española a los inquilinatos locales y tratan de mantener las instituciones legales, económicas, sociales, etc… para todos, y no troceadas como porciones de pizza según convenga al caciquismo revoltoso de cada territorio inventado o por inventar, a ésos no se les oye demasiado quejarse y si se quejan se les escucha aún menos. Representan la rigidez anticuada, la caspa política, la falta de diálogo y la herencia del fascismo, la desfachatez que se preocupa exageradamente por lo que en realidad no representa problema alguno. Creen ser españoles, pobres cuitados: ¿puede imaginarse algo más arbitrario o peor?

Fuente del Artículo:

http://elpais.com/elpais/2016/08/08/opinion/1470678644_824800.html

Ilustración: Eduardo Estrada

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Entrevista a Edgardo Álvarez:“Es necesario visibilizar en los estudiantes, la dimensión de ciudadano»

26 Junio 2016/Fuente y Autor: Revistadocencia

Edgardo Álvarez : Sociólogo, Planificador Social y Educador Popular. Desde 1996 es Investigador del Programa Interdisciplinario de Investigaciones en Educación (PIIE). Miembro del Comité Ejecutivo del Consejo de Educación Popular de América Latina y El Caribe (CEAAL). Cuenta con diversas publicaciones sobre educación y desarrollo, escuela y comunidad, educación popular, educación de jóvenes y adultos, violencias urbanas y derecho a la educación, convivencia y ciudadanías.

La diversidad de las culturas juveniles y la generalmente homogeneizadora cultura escolar parecen dos mundos opuestos. Sin embargo, una escuela que aspira a formar ciudadanos activos y comprometidos necesita reconocer las propias formas de organización y participación de los jóvenes, a través de las cuales construyen una mirada crítica hacia la sociedad y articulan sus propuestas y demandas. Sobre la amplitud de estos desafíos en el marco de la nueva política de formación ciudadana, conversamos con Edgardo Álvarez, educador popular e investigador.

A partir de su larga experiencia de trabajo con organizaciones juveniles comunitarias, ¿qué opina de este diagnóstico que se repite acerca de una baja participación juvenil frente a lo político?

No lo comparto, creo que es un diagnóstico construido en oficina, que se hace sobre una estigmatización del mundo juvenil, es un diagnóstico que tiende a homogeneizar y no ver la diversidad que tienen las culturas juveniles. Una mirada muy “ochentera”, digo yo, porque en la década de los ochenta, en dictadura, si hay algo que se hizo, fue homogeneizar el mundo juvenil, cuando ese mundo es todo lo contrario. Esto genera una fuerte tensión en la escuela; mientras la cultura juvenil es diversidad, la cultura escolar es precisamente homogeneidad.

Lo que hacen los jóvenes en su territorio, en su espacio, son construcciones de ciudadanía autónoma, autogestionada, que tienen que ver con una noción de la ciudadanía que va más allá de un enfoque cognitivo sobre ciertos contenidos jurídicos, es decir, no estamos hablando de educación cívica, estamos hablando de una noción de ciudadanía mucho mayor. En las comunidades ves colectivos de jóvenes absolutamente movilizados, articulados, pero por fuera de este sistema político del cual desconfían y que está completamente desacreditado para ellos. No olvidemos que nosotros tenemos como país una deuda histórica con los jóvenes, porque hemos construido una noción de participación social bastante ficticia, bastante simbólica. No hemos construido políticas públicas desde las prácticas, experiencias y acumulados que tienen los jóvenes, sino que se les invita a participar con restricciones, con programas y proyectos que no promueven, sino que contienen, o se les invita cuando ya está todo decidido previamente.

Los jóvenes tienen nociones de construcción de democracia y de ciudadanía que se desprenden de una epistemología mucho más crítica; ellos tienen una visión, Chile les interesa (ese es precisamente el título de nuestro proyecto1, que tiene que ver con reivindicar la mirada política que tienen los jóvenes del país), es decir, ellos tienen narrativas, tienen imaginarios sobre el Chile que les gustaría construir y vivir. Y esa mirada, claro que es contrahegemónica y por lo tanto aparece en una marginalidad, no solamente territorial, sino también marginal desde el plano de las ideas. En definitiva, la exclusión no solo es territorial y socioeconómica, también es política.

Al respecto, quizás sería atingente hacer la distinción entre “la política” y “lo político”. Para estas culturas juveniles de organización comunitaria, ¿qué es lo político?

Para ellos lo político es entendido como acción colectiva destinada a la construcción de una capacidad local, esa es la acción política que realizan en sus territorios y por eso yo la asimilo mucho a esta idea de la dimensión política que tienen los movimientos sociales y las ciudadanías activas, que no es la que tiene el sistema político de representación tradicional, a través de los partidos, por ejemplo. Ellos tienen militancia activa en colectivos y movimientos sociales, en los cuales lo político tiene que ver con una acción concreta que tiene objetivos colectivos y que está orientada a la construcción de una capacidad local.

Para los jóvenes lo político es entendido como acción colectiva destinada a la construcción de una capacidad local, esa es la acción política que realizan en sus territorios.

¿A qué se refiere con capacidad local?

La capacidad local son aquellas habilidades, conocimientos, destrezas, competencias, que tienen las comunidades en el plano político, administrativo, territorial, para gestionar y efectivamente mejorar sus condiciones de vida; y esa capacidad local que se va construyendo es la que te permite entrar en diálogo con otros actores, sociales y políticos, con los cuales hay que interactuar. Entonces, cuando los jóvenes se entienden con el municipio, por ejemplo, se entienden desde una dimensión territorial y autónoma muy potente; al contrario, ¿cuál es la oferta de los municipios para los jóvenes? Los típicos talleres, una oferta muy limitada y vinculada al uso del tiempo libre, pero que no recoge efectivamente un sentido político de lo que es la participación social real que tienen los jóvenes en sus comunidades y en sus territorios.

Estamos en un escenario en que debemos replantearnos la relación entre lo social y lo político, eso es un elemento sustantivo para poder incluso pensar el diseño de políticas públicas, porque si no, seguimos teniendo un actor invisibilizado como han sido los jóvenes, que en términos de política pública tienen un bajo estatus. El tema juventud, desde la política pública, es una de las mejores expresiones de intersectorialidad, pues permite realizar política pública hacia los jóvenes desde un arco de organismos que van desde el Ministerio de Educación hasta el del Trabajo. Sin embargo, por ejemplo, el Instituto Nacional de la Juventud es muy débil, hay que ser honestos, no es una instancia institucional que pueda articular mesas ministeriales para poder accionar desde la intersectorialidad y la especificidad del mundo de los jóvenes.

Entonces, no solo desde el Estado, también desde la sociedad civil, desde el mundo de la investigación y de las organizaciones no gubernamentales, es un desafío replantearse los modelos de articulación con los movimientos sociales, con la comunidad y con las ciudadanías activas, es un desafío entrar en este mundo porque la desconfianza y la falta de credibilidad es hacia la institucionalidad en general, los jóvenes no solamente desconfían del Gobierno.

Para estas formas de organización juvenil, ¿qué sería la ciudadanía?

Cuando empiezas a explorar en las comunidades te encuentras con un sinnúmero de esfuerzos y de experiencias que despliegan ciudadanías de manera muy potente. Yo diría que los ejes de esa construcción de ciudadanía entre las organizaciones comunitarias juveniles tienen que ver con autonomía, identidad, gestión territorial, proyecto de vida y lazos afectivos. Esas cinco ideas centrales sostienen las experiencias que hemos sistematizado.

Los ejes de esa construcción de ciudadanía entre las organizaciones comunitarias juveniles tienen que ver con autonomía, identidad, gestión territorial, proyecto de vida y lazos afectivos.

Entonces, cuando hablo de ciudadanía, estoy hablando de la capacidad que tienen los jóvenes de apropiarse de su realidad, de apropiarse de su entorno y transformarlo. Tú no puedes incidir en la política pública si no lo haces en tu territorio, los profesores no pueden incidir solamente en la política pública educativa si no son capaces de transformar los proyectos educativos en su escuela, y es lo mismo que sucede con los jóvenes, ellos/as inciden políticamente transformando los contextos en los cuales se desenvuelven. Es una política que se hace desde lo cotidiano, de manera colectiva.

¿Qué tipo de prácticas de construcción ciudadana desde la juventud ha investigado usted?

Actualmente, estamos sistematizando cinco experiencias de trabajo juvenil colectivo en sectores populares con un fuerte componente de autonomía y de historia barrial. En Peñalolén, principalmente en Lo Hermida, tomamos tres experiencias de jóvenes: las “Kolor Crew”, un grupo de chicas que bailan caporal (bailes nortinos) y preparan carnavales, murgas y batucadas, pero fundamentalmente bailan, y su apuesta es recoger el mundo cultural de los carnavales. Ahí mismo en Lo Hermida, una segunda experiencia que estamos acompañando son “Los maestros del subsuelo”, bailarines de break dance, de baile callejero. Y la tercera es un colectivo de cultura hip-hop con una fuerte apuesta artística y política a la vez. Ahí hay un claro ejemplo de que ellos tienen posiciones políticas, porque cuando escuchas sus letras hablan de lo cotidiano, del país, de la sociedad chilena, con una mirada no solo crítica, sino también bastante propositiva.

Además, en La Pintana, nos encontramos sistematizando dos experiencias, una del sector nororiente, Santo Tomás, donde estamos acompañando –en esta idea de buscar ciertas diversidades de experiencias juveniles– al “Grupo Yaganes”, un colectivo de jóvenes que juegan básquetbol con una mirada muy interesante de lo que significa el espacio público para el desarrollo comunitario. La última experiencia es en El Castillo, La Pintana, un sector histórico hacia el suroriente de la comuna, y se trata de un colectivo de rap que se llaman LSD, con una propuesta cultural y social que expresan en sus composiciones musicales.

Lo interesante de las cinco experiencias, es que tienen una posición política, que se expresa en su mirada sobre cómo gestionar los espacios públicos y cómo ellos entienden su posicionamiento en el espacio público desde el punto de vista de la construcción de esta ciudadanía.

Ahora, considerando estos aspectos que caracterizan las prácticas de lo político en las organizaciones comunitarias juveniles, ¿cómo se relacionan con la cultura escolar o cómo la interpelan?

Yo creo que el problema es que no hay relación, es decir, lo que ha hecho la escuela durante los últimos años es hacer educación a espaldas de la comunidad, y hoy día estamos pagando ese costo. Por un lado, está la fuerte tendencia de entender la calidad de la educación desde una perspectiva solamente cognitiva y no de esta otra dimensión más formativa, priorizando la instrucción por sobre la formación. Por otro lado, se percibe la ausencia de la dimensión comunitaria en los proyectos educativos de nuestras escuelas, que cuando están, aparecen solamente de una manera declarativa, es decir, no hemos logrado que los proyectos educativos en nuestras escuelas desarrollen el componente comunitario desde una gestión escolar integral. Y por último, hemos ido construyendo una cultura escolar que es la negación de la diversidad. La cultura del mundo juvenil que se sostiene en la diversidad irrumpe al interior de la escuela y se enfrenta con la cultura escolar, y es por ello que nuestros profesores se ven desafiados por una realidad que los desborda, y no hemos sido capaces de entender que los procesos formativos también tienen un fuerte componente de convivencia democrática.

De allí la importancia de la escuela, la defensa de la educación pública y el derecho a la educación tiene que ver con que efectivamente recuperemos el espacio de la escuela como la construcción de lo público, desde la diversidad.

A partir del segundo semestre de 2016 las escuelas deben implementar planes de formación ciudadana, ¿cómo debiera preparase la escuela para este desafío?

La defensa de la educación pública y el derecho a la educación tiene que ver con que efectivamente recuperemos el espacio de la escuela como la construcción de lo público, desde la diversidad.

Me parece que es un proceso en que hay que acompañar a la escuela, no quedarse solamente con estas nuevas orientaciones que entrega el Ministerio de Educación. A la escuela van llegando siempre programas a implementar, pero todavía no se termina de ejecutar uno cuando ya está llegando otro, no cerramos procesos. Mi temor y mi preocupación es que esta sea una anécdota más, y la escuela está llena de anécdotas, está demandada permanentemente.

Creo que hay que hacer apuestas muy concretas y acompañadas. Preguntarse: ¿qué significa hacer formación ciudadana desde el currículum?, ¿qué significa hacer formación de formadores para preparar estos temas?, ¿qué significa la convivencia democrática y la educación para la paz en la escuela? Y eso asumirlo como un desafío didáctico, un desafío estratégico.

Y lo último que yo señalo con mucha fuerza, es que la formación ciudadana no se enseña, la ciudadanía es una experiencia de vida, por lo cual sería adecuado pensar cómo generamos las condiciones en la escuela para que, a través de lo que desarrollan, y sin pedirles más cosas, puedan generar condiciones para que nuestros estudiantes vivan experiencias ciudadanas al interior de la escuela. Se trata de cómo la escuela genera condiciones y se adecúa, para que esa ciudadanía se viva.

Desde la micro política de la escuela –que es el proyecto educativo institucional (PEI)–, hay que hacer de la formación ciudadana un elemento sustantivo, es decir, si no está en la propuesta educativa de la escuela, va a estar rondando entre una actividad marginal o se ubicará en lo extraprogramático. Hay que vivir la ciudadanía desde el quehacer de la escuela, no hay que hacer ningún proceso de instalación formal, pues la ciudadanía se vive desde lo cotidiano; y aquí es necesario visibilizar en los estudiantes no solamente la dimensión de alumno, sino también la de ciudadano, de manera que efectivamente, bajo un enfoque de derechos, nuestros estudiantes se transformen en sujetos críticos.

Las condiciones están. Por ejemplo, existen los planes de mejoramiento, la dimensión de convivencia; puedes desarrollar y visibilizar los gobiernos escolares, los centros de alumnos. Es decir, adaptar lo que existe en una sintonía que dé cuenta de la cotidianidad de la escuela, no se trata de incluir más cosas al currículum, ni de tener más actividades extraprogramáticas, porque la escuela ya no aguanta más, está colapsada. La apuesta tiene que ser una concepción nueva de escuela pública donde se entienda que la calidad educativa también tiene que ver con estas vivencias. Hay calidad educativa cuando hay convivencia democrática en la escuela, cuando hay educación para la paz, cuando hay inclusión, y eso también es ciudadanía.

Un proyecto que realmente se proponga formar ciudadanos en la escuela tiene que generar una transformación en las relaciones entre todos los actores. ¿Cómo generar un proceso que involucre a la comunidad completa?

Yo creo que en esto hay que ser bastante subversivo y atreverse, en el sentido de romper con un esquema de gestión escolar poco participativa y centralizada, y apostar por que la articulación entre los actores que conviven al interior de la escuela tenga que ver con un proyecto educativo colectivo y no de unos pocos; es un cambio cultural que requiere transformación de las prácticas y de los quehaceres instalados históricamente en la escuela.

Por ejemplo, necesitamos equipos directivos que realmente efectúen liderazgo pedagógico −que concentren su gestión en el involucramiento y participación colectiva− y no “patrones de fundo” que todavía gestionan la escuela de manera autoritaria e individualista. También sugeriría darles más importancia a los asistentes de la educación, que generalmente son olvidados en todas las dinámicas y planificaciones, a pesar de que son actores educativos clave, pues manejan una cantidad de información increíble, son los que más cerca están de los estudiantes, un porcentaje importante de ellos vive en el barrio, y por lo tanto conocen el territorio. Además, hay que sacar provecho de la misma capacidad que tienen los estudiantes, muchos son líderes comunitarios que desarrollan actividades muy importantes y potentes, y que la escuela no considera, pues mira muy poco hacia la comunidad. Este joven cuando entra a la escuela es un alumno, pero cuando sale de la escuela es un líder comunitario.

Yo creo que el desafío supone una escuela que recupere su rol de espacio donde se forma lo público, y desde ese punto de vista transitar desde la integración a la inclusión, construir colectivamente un espacio educativo a la luz de esta diversidad. ¿Cómo ser innovador en estos contenidos, en estos campos? Abrir la escuela a la comunidad, articularse, trabajar en redes con otras organizaciones, no todo es soporte y resolución al interior de la propia escuela, porque son escenarios en los cuales aún no se han desarrollado ni acumulado competencias. La escuela puede articularse con otros actores en sus territorios para mejorar su propuesta educativa.

Por otro lado, el profesor está inserto en una institución que legitima relaciones de poder y subordinación como su forma normal de funcionar, y sin embargo se le está pidiendo que sea un agente formador de ciudadanos en ese mismo contexto. ¿Cómo hacer esa transformación cuando están estas condiciones?

Yo comparto que las condiciones y la estructura no es facilitadora de procesos de formación ciudadana y menos del protagonismo del profesor en este tránsito que estamos conversando. Siempre he pensado que lo primero es recuperar la idea del profesor como un formador, quebrar con esta lógica de profesor relator (el sistema efectivamente te invita a hacer solamente relatoría, porque además tienes que estar en una escuela y después irte a otra, y a otra), pues un profesor que está en esas condiciones no va a tener nunca adhesión, pertenencia o involucramiento con un proyecto educativo. Ahí hay un elemento que debiera variar a partir de la Carrera Docente y otras políticas que se están haciendo actualmente en el marco de la reforma educacional que estamos viviendo.

Lo segundo es comprender que el profesor es un investigador, es decir, debe tener capacidad de “sorpresa epistemológica”; un profesor que está abierto a sorprenderse epistemológicamente, que investiga desde su práctica, que sistematiza su experiencia, es un profesor que produce conocimiento desde su quehacer. Ese es un elemento fundamental para la transformación, pero esto tampoco es facilitado por el sistema.

Un tercer elemento es que, finalmente, a pesar de todas las dificultades que existen estructuralmente, yo siempre les digo a los profesores que hay un nivel de libertad al que accedes cuando cierras la puerta en tu sala de clases, ahí eres tú y el colectivo de muchachos, ahí no hay nadie que te diga nada; es cierto que tienes ciertos parámetros con los cuales te tienes que mover, planificaciones que respetar, pero ahí estás tú y puedes ejercer un nivel de libertad que supone también tener una concepción del poder democrático, lo que a su vez supone asumir la construcción colectiva sobre un objetivo común. Yo invito siempre a los profesores a ser subversivos en ese sentido, a que rompan, a que busquen los espacios de libertad que, por muy mínimos que sean, todavía existen.

Por otro lado, hay que mirar cómo los profesores gestionan el poder al interior del aula, es un elemento sustantivo para entender su percepción de calidad. Es decir, los estudiantes, más allá de sus condiciones sociales o económicas específicas, son sujetos de derecho, y tú como docente debes partir de esa base; respetar sus conocimientos acumulados, las historias personales, sus prácticas y experiencias son también puntos de entrada para desarrollar currículum.

¿Nos puede describir alguna experiencia concreta al interior de la escuela de formación ciudadana transformadora e innovadora en que ustedes hayan trabajado?

Claro, hemos ido desarrollando algunas experiencias piloto preparándonos para este escenario 2016 de formación ciudadana, de una manera bastante flexible y poco formal. Por ejemplo, experiencias de participación ciudadana vinculada al deporte con la realización de un campeonato de “baby futbol sin reglas”, donde no solamente se gana por los goles, sino que también por el nivel de convivencia en el respeto, pues no hay árbitros. Se pone énfasis en la construcción de valores colectivos, de un quehacer que se sostiene en el respeto y reconocimiento del otro.

Otra experiencia se ha dado en el marco de la educación para la paz que desarrollamos con una red de escuelas latinoamericanas, a propósito de un proyecto que realizamos hace un par de años con Unesco. Registramos acá en Chile un par de experiencias de cómo se podía desarrollar la paz desde el currículum, más específicamente desde las artes escénicas y artísticas como didáctica para la formación ciudadana, es decir, la convivencia democrática, el respeto por los derechos humanos y comprometidos con la paz.

Fuente de la entrevista: http://www.revistadocencia.cl/es-necesario-visibilizar-en-los-estudiantes-no-solamente-la-dimension-de-alumnos-sino-tambien-la-de-ciudadanos/

Fuente de la imagen:  http://www.revistadocencia.cl/new/wp-content/uploads/2016/05/04-58.jpg

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Educación Ciudadana y Transformación Cultural de la Escuela

DOCENCIA 58 / MAYO 2016 REFLEXIONES PEDAGÓGICAS

Moacir Gadotti

En el presente artículo, Moacir Gadotti, uno de los protagonistas de las grandes transformaciones educativas vividas en Brasil en las últimas décadas, sintetiza los principales rasgos del Proyecto Escuela Ciudadana, una corriente de pensamiento pedagógico que tuvo diversas concreciones en el sistema educativo del país. Sus fundamentos fueron enunciados por Paulo Freire: la escuela concebida como un centro de derechos y deberes, comprometida con una educación democratizadora y liberadora, y gestionada desde la corresponsabilidad y colaboración del poder público, la escuela y la comunidad.

Una invitación a actualizar mi reflexión, así es como recibí la propuesta del Colegio de Profesores de Chile, pidiéndome que escribiera sobre educación ciudadana. Acepté con gusto. El tema es un desafío y cada invitación, una nueva oportunidad de volver a examinarlo y mantener vivo un debate necesario. Para lograr esta tarea, lo mejor es reflexionar críticamente sobre la propia práctica.

Es cierto que hay quienes ya no quieren hablar o escribir sobre la ciudadanía, pues en las últimas décadas, a esta palabra se le han asignado sentidos muy diferentes de aquel en el que nosotros creemos. El proyecto neoliberal, como una manera perversa de acabar con nuestros sueños y nuestra resistencia, ha usado estrategias como la despolitización, la naturalización de lo social, el culto al sector privado, las críticas al sector público, la destitución de la memoria y de la historia, y la resignificación de conceptos clave como ciudadanía, autonomía, derecho, solidaridad, democracia y calidad¬. Las corporaciones económicas han determinado el escenario político, social, ambiental y económico en todos los rincones del mundo. Se han apropiado de nuestros conceptos y luchas, dándoles otro contenido, intentando convencernos de que aquello por lo cual luchamos es una causa perdida.

Ante esto, constatamos la necesidad de mantener vivo el debate y persistir en la defensa de las causas que nos mueven, como una manera de enfrentar los nuevos desafíos planteados por el capitalismo globalizado, y para no perder de vista el carácter político y emancipatorio de la educación ciudadana que defendemos. Por eso, necesitamos entender el concepto de ciudadanía a partir de un contexto histórico y, en el caso de una educación para y por la ciudadanía, eso se hace aún más necesario.

Trato de comprender la educación para la ciudadanía a partir de un movimiento educacional concreto que se inició a finales de la década de los ochenta, acompañado de una particular corriente de pensamiento pedagógico. Ese pensamiento y esa práctica se caracterizan por la democratización de la educación en términos de acceso y permanencia, por la participación en la gestión y la elección democrática de los líderes educacionales, por una determinada concepción de currículum y evaluación, y por la democratización del Estado mismo. Fue dentro de este movimiento que surgió en Brasil el concepto de “Escuela Ciudadana”, una escuela que forma para y por la ciudadanía (Gadotti, 2013).

Educar para y por la ciudadanía
Se puede decir que la ciudadanía es esencialmente conciencia de derechos y deberes, y ejercicio de la democracia: derechos civiles, como la seguridad y la movilidad; derechos sociales, como trabajo, salarios justos, salud, educación, vivienda; derechos políticos, como libertad de expresión, de voto, de participación en partidos políticos, en sindicatos, y en movimientos sociales y populares. No hay ciudadanía sin democracia. Sin embargo, el concepto de ciudadanía, es ambiguo. En 1789, la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano establecía las primeras normas para garantizar la libertad individual y la propiedad. Nacía así la ciudadanía como una conquista liberal. Hoy en día, en cambio, el concepto de ciudadanía es mucho más complejo.

Con la ampliación de los derechos, nace también una concepción más amplia de la ciudadanía. Por un lado, hay una concepción consumista y liberal, la del consumidor; y por el otro, una concepción plena, que se manifiesta en la movilización de la sociedad para la conquista de nuevos derechos y en la participación directa de la población en la gestión de la vida pública a través de, por ejemplo, la discusión democrática del presupuesto del Estado. Esta ha sido una práctica, especialmente a nivel de gobierno local, que ha ayudado a la construcción de una democracia participativa, superando los estrechos límites de la democracia representativa. Adela Cortina (1997) afirma que existen dimensiones complementarias que constituyen los requisitos de una ciudadanía plena: la ciudadanía política, o el derecho a participar en una comunidad política; la ciudadanía social, que entiende la justicia como una exigencia ética de la sociedad del buen vivir; la ciudadanía económica, o la participación en la gestión y utilidades de una empresa, la transformación productiva con equidad; la ciudadanía civil, o la afirmación de valores cívicos como libertad, igualdad, respeto activo, solidaridad, diálogo; y la ciudadanía intercultural, entendida como la afirmación de la interculturalidad como un proyecto ético y político contra el etnocentrismo.

Pareciera que fue Paulo Freire quien mejor ha definido una educación para y por la ciudadanía cuando, en el Instituto Paulo Freire, Sao Paulo, el 19 de marzo de 1997, en una entrevista con TV Educativa de Río de Janeiro, habló de su concepción: “La escuela ciudadana”, dijo, “es aquella que se asume como un centro de derechos y deberes. Lo que la caracteriza es la formación para la ciudadanía. La escuela ciudadana, entonces, es la escuela que viabiliza la ciudadanía de los que están y de los que vienen a ella. No puede ser una escuela ciudadana en sí y para sí. Es ciudadana en la medida en que se ejercita la construcción de la ciudadanía de los que usan su espacio. La escuela ciudadana es una escuela coherente con la libertad. Es coherente con su discurso formador, liberador. Es toda la escuela que, luchando por ser ella misma, lucha para que los educandos-educadores también sean ellos mismos. Y puesto que nadie puede ser en soledad, la escuela ciudadana es una escuela de la comunidad, del compañerismo. Es una escuela de la producción conjunta del saber y de la libertad. Es una escuela que vive la experiencia tensa de la democracia”. Paulo Freire concebía la ciudadanía en el contexto de una sociedad radicalmente democrática, asociándola con la autonomía (Freire, 1997).
La Escuela Ciudadana freiriana es una y diversa, una escuela en la perspectiva unitaria de la sociedad y la educación. Unitaria no significa uniformadora, al contrario, significa síntesis de lo diverso.
La Escuela Ciudadana se ha venido desarrollando en Brasil desde el principio de la década de los noventa, en el contexto de un movimiento de renovación educacional y de prácticas concretas de educación para y por la ciudadanía, especialmente en los municipios que realmente priorizan en sus políticas la escuela pública, ofreciendo una respuesta concreta al deterioro de la enseñanza. Paulo Freire fue uno de sus principales inspiradores.
La Escuela Ciudadana freiriana es una y diversa, una escuela en la perspectiva unitaria de la sociedad y la educación. Unitaria no significa uniformadora, al contrario, significa síntesis de lo diverso. Pero la diversidad solo es democrática cuando existen condiciones igualitarias de producción social de la existencia, por eso es una escuela que lucha por la superación de las desigualdades frente al derecho a la educación.
Escuela Ciudadana: movimiento y proyecto
La Escuela Ciudadana está profundamente arraigada en el movimiento de educación popular, que en la década de los ochenta se traducía por la expresión “escuela pública popular”, tal como aparece en los primeros documentos de la gestión de Paulo Freire en la ciudad de Sao Paulo (Freire, 1991).
En 1994, sobre la base de las primeras experiencias de educación ciudadana, el Instituto Paulo Freire sistematizó las líneas fundamentales de un proyecto de educación para y por la ciudadanía: el Proyecto de la Escuela Ciudadana (Projeto da Escola Cidadã), acentuando la corresponsabilidad en la gestión de la educación pública entre el poder público, la escuela y la comunidad, un verdadero “régimen de colaboración” conforme a lo dispuesto por la Constitución de 1988, llamada “Constitución Ciudadana”. Aun cuando el objetivo es la formación para y por la ciudadanía, estas escuelas y las políticas educacionales que han promovido, tienen su propio formato en cada realidad. Lo que tienen en común, además de su objetivo principal, es el respeto por las características histórico-culturales de la región, los ritmos y las coyunturas específicas.
En la propuesta inicial del Instituto Paulo Freire la concepción e implementación de una Escuela Ciudadana es precedida por un diagnóstico de la situación de las escuelas, frecuentemente realizado a través de instrumentos como la carta escolar ¬¬–un informe detallado en el cual se confrontan los datos de la oferta y la demanda educacional en una determinada área–, una investigación etnográfica, que tiene en cuenta los elementos culturales de los sujetos y los grupos que en ella actúan, y una planificación socializada ascendente o participativa, que se construye a partir de la integración de todos los sujetos, segmentos o grupos comunitarios y sociales que conviven y actúan en la escuela (Gadotti y Romão, 1997). Esta es la propuesta del Instituto que fue llevada a la práctica en diferentes municipios como los de Bicas, Mercês, Oliveira Fortes, Guarará y Resende Costa, en el Estado de Minas Gerais, bajo la coordinación de José Eustáquio Romão, que era Secretario Municipal de Educación en el municipio de Juiz de Fora, en el mismo Estado.
Como líder y responsable de la escuela, el director tiene un papel decisivo en la construcción del proyecto eco-político-pedagógico de la escuela. La forma de su elección es, por lo tanto, también muy importante. En Brasil, el director de la escuela es escogido por diferentes mecanismos: designación directa o por medio de listas que se ofrecen a los designadores, concurso, esquemas mixtos y también a través de la elección directa. El tipo de vínculo y la relación del director con la institución educativa y con la comunidad escolar es diferente dependiendo de la forma en que es escogido.
Otro tema importante de la gestión democrática en la perspectiva de la Escuela Ciudadana es la institución de los consejos escolares, los gremios estudiantiles y otras formas de colaboración entre profesores y estudiantes en el ejercicio de la participación y la expresión de su pensamiento. La idea de los consejos o juntas colegiadas surgió a fines de la década de los setenta con el objetivo de democratizar las relaciones de poder en el interior de las escuelas. El consejo escolar es un organismo colegiado formado por todos los segmentos de la comunidad escolar: padres, alumnos, profesores, directivos y demás funcionarios. A través de este, todas las personas relacionadas con la escuela pueden ser representadas y decidir sobre los aspectos administrativos, financieros y pedagógicos, volviendo este colectivo no solo un canal de participación, sino también un instrumento de gestión de la propia escuela. Normalmente, los consejos escolares desempeñan cuatro funciones: consultiva, deliberativa, normativa y fiscal (Antunes, 2002).
Cada escuela es única, fruto de sus propias contradicciones y luchas, pero solo será verdaderamente ciudadana si se alía y solidariza con todas las demás escuelas. Por eso, los consejos escolares no se quedan aislados en su propia escuela, también actúan organizados en inter-consejos por medio del Consejo de Representantes de los Consejos Escolares, el Crece. Autonomía no significa aislamiento. Para que la escuela sea realmente creadora, instituyente y no burocrática, pasiva, debe superar el localismo y el particularismo, y establecer, con autonomía, relaciones en el ámbito nacional y global.
Cada escuela es única, fruto de sus propias contradicciones y luchas, pero solo será verdaderamente ciudadana si se alía y solidariza con todas las demás escuelas.
Muchas experiencias de educación cívica se inspiran en el pensamiento de Paulo Freire. Algunos de sus principios pedagógicos se encuentran fácilmente en estas experiencias de educación ciudadana, fundadas en relaciones eminentemente democráticas. Estos son algunos de esos principios: 1) partir de las necesidades de los estudiantes; 2) establecer una relación de diálogo profesor-alumno; 3) considerar la educación como producción, y no como transmisión y acumulación de conocimientos; 4) educar para la libertad y la autonomía; 5) defender la educación como un acto de diálogo en el descubrimiento riguroso, y a la vez creativo, de la razón de ser de las cosas; 6) ser una ciencia abierta a las necesidades populares; y 7) realizar planificación comunitaria y participativa.
No se puede hablar del movimiento de la Escuela Ciudadana, sin mencionar la reorientación curricular asociada a ella. El currículo de la Escuela Ciudadana es considerado como un espacio de relaciones socioculturales (Padilha, 2007). Además de ser el espacio del conocimiento, es también el espacio de debate de las relaciones sociales y humanas, el espacio del poder, del trabajo y del cuidado, de la gestión y de la convivencia. Por eso el currículo tiene que ver con la ética, la sustentabilidad y la cultura de paz. Currículo y proyecto eco-político-pedagógico de la escuela son realidades inseparables. El currículo revela la trayectoria político-pedagógica de la escuela, sus aciertos y desaciertos, sus fracasos y victorias. Por lo tanto, no puede ser reducido a contenidos disciplinares.
Otro punto central de la Escuela Ciudadana es la formación docente. El profesor es mucho más un mediador del conocimiento, un “problematizador” en palabras de Paulo Freire, y no un “facilitador”. Facilitador es el computador, la tecnología. Eso no sustituye al profesor. El estudiante necesita construir y reconstruir permanentemente sus conocimientos; para eso, el profesor también debe ser curioso, buscar sentido a lo que hace y señalar nuevas direcciones para el quehacer de sus estudiantes (Gadotti, 2008), dejar de ser un aleccionador para ser un organizador del conocimiento y del aprendizaje. Por eso Paulo Freire creó el neologismo “dodiscencia” (Freire, 1997, p. 31), docente + discente, para designar esta relación dialógica entre el acto de enseñar y el de aprender.
Para avanzar en la construcción de la Escuela Ciudadana necesitamos superar los actuales modelos instruccionistas de formación de profesores, en los cuales su saber no se tiene en cuenta. Los maestros están excluidos de la discusión sobre el tema de la calidad. No tienen voz. Lo que se busca es la estandarización de la calidad, de la evaluación, del aprendizaje.
Desmercantilizar la educación
En las últimas décadas, la concepción de la Escuela Ciudadana fue enriquecida por la ecopedagogía, diseñando el nuevo currículo basado en la idea de la sustentabilidad, entendida como el buen vivir, consigo mismo, con los demás y con la naturaleza (Gadotti, 2002). La educación para y por la ciudadanía es también una educación para una sociedad sustentable, para la vida sustentable, para un otro mundo posible (Gadotti, 2012). No se trata de una escuela y de una pedagogía “alternativas”, en el sentido de que deberían ser construidas por separado de la escuela y la pedagogía actuales, se trata de, a partir de la escuela y de la pedagogía que tenemos, dialécticamente, construir otras posibilidades sin aniquilar todo lo que existe. El futuro no es la destrucción del pasado, es su superación (Gadotti, 1996).
La mayor ambición de la Escuela Ciudadana es contribuir a crear las condiciones para el surgimiento de una nueva ciudadanía, como espacio de organización de la sociedad para la defensa de los derechos y la conquista de otros nuevos, es educar al “pueblo soberano” (Tamarit, 1996). Se trata de formar por y para la ciudadanía, para la gestión de un nuevo espacio público no-estatal, que lleva a la sociedad a tener una voz más activa en la formulación de las políticas públicas y así poder participar en la transformación del Estado que tenemos hacia uno radicalmente democrático. No se puede transformar la escuela pública de hoy sin una nueva concepción de Estado. Una escuela pública democrática supone la existencia de un Estado democrático y viceversa. De igual manera, educar para y por la ciudadanía supone una concepción democrática de la educación. No tendría sentido hablar de gestión democrática, por ejemplo, en el contexto de una educación tecnocrática o autoritaria. Esta debe ser coherente con una concepción democrática y emancipatoria de la educación.
La mayor ambición de la Escuela Ciudadana es contribuir a crear las condiciones para el surgimiento de una nueva ciudadanía, como espacio de organización de la sociedad para la defensa de los derechos y la conquista de otros nuevos, es educar al ‘pueblo soberano’.
Como ha argumentado István Mészáros (2005) la globalización capitalista neoliberal robó de las personas el tiempo para el buen vivir y el espacio de la vida interior, robó la capacidad de producir dignamente nuestras vidas. Cada vez más personas son reducidas a máquinas de producción y reproducción del capital. El neoliberalismo niega el sueño y la utopía, y concibe la educación como una mercancía, reduciendo nuestras identidades a la de meros consumidores, despreciando el espacio público y la dimensión humanista de la educación. Pero otra globalización es posible, otra educación es posible.
El neoliberalismo, al transferir a la relación profesor-alumno la lógica de la rentabilidad y el lucro del mercado, causa tensión en las relaciones sociales y humanas dentro de la escuela. La relación profesor-alumno se torna tensa y agresiva, y la escuela acaba reproduciendo las relaciones de producción dominantes en la sociedad. La educación no puede estar subordinada a las exigencias del mercado. Necesitamos sustituir esas relaciones mercantiles por nuevas relaciones y una cultura de paz. Oponiéndose a esa concepción, la Escuela Ciudadana es parte de la lucha por la desmercantilización de la educación, por la afirmación del derecho universal a una educación emancipadora, entendida como educación para la justicia social. Su referencia es la ciudadanía y no el mercado.
El proyecto de la Escuela Ciudadana, como alternativa al neoliberalismo se ha tratado en diferentes estudios e investigaciones. Destaco la tesis doctoral de José Eustáquio Romão (2000), que contrapone el proyecto de la Escuela Ciudadana al proyecto educativo neoliberal, y la tesis doctoral de José Clovis de Azevedo (2007) que, basada en la experiencia político-pedagógica del municipio de Porto Alegre, contrapone dos polos constitutivos de los movimientos educativos de nuestro tiempo: la mercoescuela, o la escuela liberal que convierte la educación en una mercancía; y la Escuela Ciudadana, un movimiento y acción pedagógica contrahegemónica. Para él, la Escuela Ciudadana consiste en la conversión cultural de la escuela en un proyecto político-pedagógico basado en los principios emancipatorios de democratización política, social, económica y cultural. Clovis de Azevedo fue secretario municipal de educación de Porto Alegre, capital del Estado de Rio Grande do Sul, en dos gestiones (desde 1993 a 2000), donde implementó la educación para la ciudadanía a partir de la experiencia concreta del proyecto “Escuela Ciudadana”, como parte del proyecto político desarrollado en los 16 años de Administración Popular en aquel municipio.
Educación Ciudadana como Educación en Derechos Humanos
La participación ciudadana es un principio pedagógico, pero también es un derecho humano. Paulo Freire, como secretario municipal de Educación de la ciudad de São Paulo, instituyó en 1989 una política de educación en derechos humanos, valorizando el diálogo y la participación popular, firmando un acuerdo de cooperación técnica con la Comisión de Justicia y Paz de São Paulo, y repensando el currículo escolar. Uno de los ejes básicos de su reorientación curricular fue la participación social a través de organismos colegiados, entendiendo la educación en derechos humanos como educación para la ciudadanía (Pontuschka 1993, p. 132). La educación para la ciudadanía es una educación en derechos humanos, y viceversa. La educación para la ciudadanía, buscando fortalecer la participación y el control social, y empoderando a las personas como sujetos de derechos, forma en la lucha para garantizar los mismos.
Como toda educación, la educación en derechos humanos no es neutral (Pini y Moraes, 2011). Paulo Freire no defendía cualquier educación en derechos humanos. Para él, esta era la educación popular, entendida como un proyecto político de construcción de poder popular. Él demostró, como secretario municipal de Educación, que este es un proceso que se construye, al mismo tiempo, dentro y fuera del Estado (Freire, 1991). Por eso la educación popular puede y debe inspirar las políticas públicas de educación. Como concepto general, la educación popular no se limita al campo de la educación no formal. Se trata de una de las más bellas contribuciones de América Latina al pensamiento pedagógico universal, y en las últimas décadas está siendo entendida como “una concepción de educación que debe ser extendida al conjunto de los sistemas educacionales” (Brandão, 2006, p. 54).
No hay una sola concepción de educación en derechos humanos: hay una concepción popular, emancipatoria, integral (interdependencia de los derechos), transformadora; y hay una concepción “bancaria”, instruccionista, fragmentada, que separa los derechos políticos de los derechos sociales, económicos, etc. La Educación Popular en Derechos Humanos se centra en la transformación y no en la mera instrucción en derechos humanos. Es una formación para una cultura de valores (Pini y Moraes, 2011). Eso supone la superación de una visión reformista de los derechos humanos por una visión transformadora, como está planteado en la Pedagogía del oprimido.
Una de las principales tesis defendidas por Paulo Freire en su libro más famoso, Pedagogía del oprimido (Freire, 1970), que escribió en Santiago de Chile entre 1966 y 1968, podría tener el siguiente enunciado: “Cuando la educación no es transformadora, el sueño del oprimido es ser el opresor”. La educación capitalista, “bancaria”, no forma para emancipar, sino para domesticar: el domesticado, recibiendo esta educación, busca convertirse en domesticador, condicionado por su situación vivida. Incluso porque, como dijo Paulo Freire, el oprimido puede “hospedar” al opresor dentro de él. Los oprimidos, dice, “realmente para ellos el ideal es ser hombres. Pero serlo, dentro de la contradicción en que siempre estuvieron, y cuya superación no tienen clara, significa ser opresores” (Freire, 1970, p. 33). El oprimido acaba asumiendo los valores de los opresores y deseando ser como ellos. Al soñar ser como el opresor y no conseguirlo, el oprimido pasa a avergonzarse de su situación, a considerarse incompetente, incapaz. Para superar la relación de opresor-oprimido, los oprimidos necesitan una educación transformadora, emancipadora. No basta incluir, es preciso emancipar.
Paulo Freire nos enseñó que el diálogo es la principal práctica de la educación en derechos humanos. Pero el diálogo y la participación solo pueden ser enseñados a través de su práctica. De ahí la importancia del fortalecimiento de los consejos escolares y de la gestión democrática en las escuelas y en todos los consejos representativos de la sociedad civil, para promover la conciencia de los derechos y deberes, y para ampliar el control social y la participación como un método de gobierno.
La Educación Ciudadana, como educación popular, se centra en la participación popular, la ciudadanía y la autonomía de los ciudadanos, y engloba el respeto y la defensa de los derechos humanos, la pedagogía crítica, los movimientos sociales, la comunicación y la cultura popular, la educación de adultos, la educación no formal y la educación formal en todos los niveles y la educación ambiental; en definitiva, la educación integral e inclusiva (Antunes y Padilha, 2010). Esta tiene en cuenta las diferentes expresiones de la vida humana, sean artísticas o culturales, ligadas al desarrollo local y a la economía social, a la sustentabilidad socioambiental, a la afirmación de las identidades de los diferentes sujetos y sus colectivos, a la inclusión digital y al combate de cualquier tipo de prejuicio.
Referencias
Antunes, A. y Padilha, P. R. (2010). Educação cidadã, educação integral: fundamentos e práticas. São Paulo: Instituto Paulo Freire.
Antunes, A. (2002). Aceita um conselho? Como organizar o colegiado escolar. São Paulo: Cortez/Instituto Paulo Freire.
Azevedo, J. C. (2007). Reconversão cultural da escola: mercoescola e escola cidadã. Porto Alegre: Sulina.
Brandão, C. R. (2006). O que é Educação Popular. São Paulo: Brasiliense.
Cortina, A. (1997). Ciudadanos del mundo: hacia una teoría de la ciudadanía. Madrid: Alianza.
Freire, P. (1970). Pedagogia do oprimido. Rio de Janeiro: Paz e Terra.
Freire, P. (1991). Educação na cidade. São Paulo: Cortez.
Freire, P. (1997). Pedagogia da Autonomia: saberes necessários à prática educativa. São Paulo: Cortez.
Gadotti, M. y Romão, J. E. (eds.) (2013). Autonomia da escola: princípios e propostas. São Paulo: Cortez/Instituto Paulo Freire.
Gadotti, M. (1996). Pedagogía de la praxis. Buenos Aires: Miño y Dávila.
Gadotti, M. (2002). Pedagogía de la Tierra. México: Siglo XXI.
Gadotti, M. (2008). La escuela y el maestro: Paulo Freire y la pasión de enseñar. Caracas: Centro Internacional Miranda.
Gadotti, M. (2012). Educar para outro mundo posible. Caracas: Centro Internacional Miranda.
Gadotti, M. (2013). Escuela ciudadana. Barcelona: Octaedro.
Mészáros, I. (2008). A educação para além do capital. São Paulo: Boitempo.
Padilha, P. R. (2007). Educar em todos os cantos: reflexões e cações por uma educação intertranscultural. São Paulo: Cortez/Instituto Paulo Freire.
Pini, F. R. y Moraes, C. V. (2011). Educação, participação política e direitos humanos. São Paulo: Instituto Paulo Freire.
Pontuschka, N. N. (ed.) (1993). Ousadia no diálogo: interdisciplinaridade na escola pública. São Paulo: Loyola.
Romão, J. E. (2000). Dialética da diferença: o projeto da escola cidadã frente ao projeto pedagógico neoliberal. São Paulo: Cortez.
Tamarit, J. (1996). Educar o soberano: crítica ao iluminismo pedagógico de ontem e de hoje. São Paulo: Cortez/Instituto Paulo Freire.

Crédito de la imagen: Pintura del artista chileno José Santos Guerra (1938-2016).Pintura del artista chileno José Santos Guerra (1938-2016).

Fuente del artículo: http://www.revistadocencia.cl/educacion-ciudadana-y-transformacion-cultural-de-la-escuela/

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El voluntariado, fuerza social conectada por la solidaridad

Fausto Segovia Baus

En tiempos de paz y en tiempos de guerra o de catástrofes, el voluntariado se ha hecho presente. Cuestionados por el poder, los voluntarios constituyen una fuerza social de la sociedad civil, que debe ser apoyada y canalizada. Ser voluntario es algunos países es un honor, pero, ciertamente, no persigue ningún título o mención porque su característica básica es el servicio, sin remuneración alguna. Peor ser catalogado como ‘héroe’, cuando cumple una función para la cual se ha preparado.

Quienes en un momento de nuestras vidas fuimos voluntarios sabemos su esencia, nacida de una vocación de atender al prójimo que sufre, independientemente de su color, condición social, económica o religiosa.

• Todos somos voluntarios No es un eslogan. El terremoto de Manabí es un ejemplo real de la capacidad de la gente para organizarse y ofrecer lo más urgente –alimentos y vituallas- a sus hermanos. Decenas de camiones salieron de inmediato de las principales ciudades, llenos de pertrechos con fundas y cartones acumulados en los centros de acopio. Las llamadas de auxilio de los pobladores dieron resultados. Y las redes sociales entraron en acción, y todos nos conectamos para ayudar, sin esperar nada del oficialismo. Es que se trató de una reacción espontánea e inmediata ante una tragedia de grandes proporciones. Todos, sin excepción, nos convertimos en voluntarios en favor de una causa justa.

• ¿Qué es el voluntariado? La sociedad civil está vinculada al voluntariado, que es una fuerza social de carácter plural, no estatal, cuyo origen es la ciudadanía que asume responsabilidades sociales, sin otra recompensa que el servicio humanitario. El voluntariado no tiene partida de nacimiento precisa, pero existen hitos importantes donde los voluntarios comenzaron a actuar, en defensa de los seres humanos. Los inicios del Movimiento Internacional de la Cruz Roja, fundada por Henri Dunant, en 1863, es un claro ejemplo de la actitud humanitaria de personas y organizaciones en favor de la defensa de la vida. Otra organización mundial es el Movimiento Scout, con su lema ‘ser útil’ liderado por su fundador Robert Baden-Powell; también los Clubes de Leones, Kiwanis, Rotary, YMCA (Asociación Cristiana de la Jóvenes), y otras organizaciones altruistas, sin fines de lucro. El voluntariado se expresa en función de los problemas sociales y se orienta a ayudar a personas en situación de desventaja o de privación afectiva o económica. Sus campos son amplios: la educación, la salud, la microempresa, la agricultura, la artesanía, los derechos humanos, el ambiente, los migrantes, etc. Y ahora, con toda autoridad, en tiempos de emergencias y desastres.

• ¿Elitismo en el voluntariado? Este es un mito muy difundido. Hay que reconocer que existen numerosas organizaciones de la sociedad civil, que actúan como sociedades de beneficencia o fundaciones sin fines de lucro. Y que, inclusive, podrían formar parte de grupos pudientes. De hecho, algunas empresas privadas han creado corporaciones para atender a personas en situación de vulnerabilidad, en el ámbito de la responsabilidad social. Por ejemplo, los niños de la calle, los ancianos, el hombre doliente, las madres solteras, los enfermos de sida o cáncer, los indígenas, entre otros grupos. ¿Es que esta gente se organiza para aliviar los dolores de conciencia? Talvez sí, talvez no; pero lo cierto es que se rigen bajo estatutos y realizan o realizaban acciones sociales, que en los últimos tiempos han sido cuestionadas por el oficialismo, que ven intromisiones inaceptables de organismos internacionales (Decreto 16).

• Otra pregunta y la respuesta ciudadana ¿Quién dice que los voluntarios son exclusivamente los ricos que desean entregar las migajas que caen de la mesa? La respuesta a esta pregunta la ha dado el pueblo ecuatoriano –la sociedad civil- que actuó de inmediato en el terremoto de Manabí y Esmeraldas. El ciudadano del Ecuador ha dado muestras de su fortaleza moral y cívica, y ha actuado en forma libre; las diferencias socio-económicas fueron superadas por ese valor tan maravilloso como es la solidaridad. El voluntariado, por lo tanto, mira la humanidad y los principios, y no los intereses o ventajas. El voluntario da su tiempo, sus ideas, sus brazos y sus piernas, y sobre todo sus corazones al servicio de una noble causa. Y esto sucedió en esta catástrofe. Las lecciones del voluntariado del Ecuador –que se autoconvocó e integró a decenas de rescatistas, médicos, enfermeros, bomberos, estudiantes de diferentes carreras y activistas sociales- son aprendizajes valiosos que deben ser asumidos por la sociedad. ¿Un nuevo estatus para el voluntariado? ¿Cómo capitalizar estos aprendizajes de la sociedad civil?
Fuente: :http://www.elcomercio.com/blogs/la-silla-vacia/voluntariado-fuerza-social-conectada-solidaridad.html.

Fuente de la imagen: http://www.caritasecuador.org/wordpress/wp-content/uploads/2014/06/voluntariado.jpg

 

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Bolivia: agresores de mujeres o de miembros de la familia no ejercerán cargos públicos

6 MAY, 2016/ Nodal

El Ministerio de Justicia y el Consejo de la Magistratura implementaron el martes el certificado de antecedentes del Sistema Integral Plurinacional de Prevención, Atención, Sanción y Erradicación de la Violencia en razón de Género (Sippase), que inhabilitará a las personas a acceder a cargos público cuando tengan sentencia ejecutoriada.

Para implementar el certificado se trabajó entre el Consejo de la Magistratura y el Ministerio de Justicia cumpliendo con la ley 348 para obtener los antecedentes penales a través del Sistema Integral Plurinacional de Prevención, Atención, Sanción y Erradicación de la Violencia en razón de Género (Sippase), dijo la ministra de Justicia, Virginia Velasco.

Explicó que de acuerdo con el artículo 13 de la ley 348, que sanciona la violencia contra la mujer, se menciona que “para el acceso a un cargo público de cualquier órgano del Estado o nivel de administración sea mediante elección, designación, nombramiento o contratación, además de las previstas por ley, se considerará como un requisito inexcusable el no contar con antecedentes de violencia ejercida contra una mujer o cualquier miembro de su familia, que tenga sentencia ejecutoriada en calidad de cosa juzgada”.

Además, el Sippase del Ministerio de Justicia certificará los antecedentes referidos a violencia para lo cual, deben depositar en el Banco Unión la suma de 25 bolivianos en la cuenta 1-8830932 del Órgano Judicial DAF Recursos Propios y 10 bolivianos a la cuenta 10000020459281 del Ministerio de Justicia.

Por su parte, el presidente del Consejo de la Magistratura, Wilber Choque, indico que con la implementación del sistema Sippase se podrá solicitar directamente de forma electrónica cualquier antecedente penal, para conocer rápidamente si algún individuo tiene sentencia condenatoria ejecutoriada, en delitos cometidos contra la mujer.

Recordó que las personas que tienen sentencias condenatorias ejecutoriadas, no podrán acceder a ningún cargo público. Instó a las mujeres a denunciar “sin miedo y no callar” maltratos físicos y psicológicos, para vivir libres de violencia.

Además, tendrá la facultad de crear datos de personas que ejerzan violencia contra su familia y certificará los referidos.

Fuente: http://www.nodal.am/2016/05/bolivia-agresores-de-mujeres-o-cualquier-miembro-de-la-familia-no-ejerceran-cargos-publicos/

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En Ceuta España: La Dirección Provincial formará a los docentes sobre el aprendizaje «ayudando a los demás»

Impulsado por la Dirección Provincial, el Campus Universitario acogerá los días 18 y 19 de mayo unas Jornadas sobre Aprendizaje-Servicio que se desarrollarán en horario vespertino

Ceuta/ 2 Mayo/ Ceuta al dia

La Unidad de Programas Educativos (UPE) de la Dirección Provincial ha programado para los días 18 y 19 de mayo en el Salón de Grados del Campus Universitario unas Jornadas sobre ‘Aprendizaje-Servicio (ApS)’, «una nueva metodología para el trabajo educativo», que se desarrollarán en horario de 16.30 a 20.30 horas. La inscripción está abierta desde el jueves para todo el profesorado y puede realizarse a través de Internet.

El ponente de esta actividad es Pedro Uruñuela, que ha sido Catedrático de Bachillerato, Inspector de Educación y Subdirector General de la Alta Inspección del MECD entre 2004 y 2008. Ha impartido numerosos cursos y conferencias sobre dirección y organización escolar y, sobre todo, convivencia escolar y Educación para la Ciudadanía. Jubilado en la actualidad, es miembro honorífico de la Asociación Convivencia en la escuela (CONVIVES) y forma parte de la junta directiva de la asociación sin ánimo de lucro Red Española de Aprendizaje–Servicio (REDAPS).

Según ha explicado la UPE este lunes en un comunicado, el Aprendizaje-Servicio (ApS) consiste en «aprender haciendo un servicio a la comunidad, en aprender ayudando a los demás». Se trata de «una propuesta educativa que combina procesos de aprendizaje y de servicio a la comunidad en un solo proyecto bien articulado».

«Si se analizan las experiencias de trabajo de esta metodología de ApS, vemos que se trata de una potente herramienta educativa que incide sobre la motivación e interés del alumnado, dando sentido a lo que están estudiando y, a la vez, es una herramienta social muy importante que abre el centro escolar a su entorno, le pone en relación con las organizaciones e instituciones que trabajan en el mismo y contribuye a educar a los alumnos y alumnas como ciudadanos que asumen compromisos con su comunidad», ha ampliado.

Tres son los elementos clave en esta metodología: en primer lugar, la identificación de las necesidades sociales del entorno y la necesidad de dar una respuesta a las mismas, junto con las personas e instituciones que ya trabajan en ellas. En segundo lugar, la elección de una acción de servicio concreto, relacionado con esa necesidad detectada, formulando claramente sus características, objetivos y forma de realización. Por último, la identificación de los aprendizajes que se pretenden llevar a cabo, tanto los vinculados con el curriculum formal como los relativos a los valores de convivencia y a las competencias personales e interpersonales necesarias para la vida.

Son «muchos» los campos de actuación en los que puede plantearse un proyecto de ApS, tantos como necesidades humanas y sociales hay en nuestro entorno. Desde esta metodología se considera que nuestros niños y jóvenes son ya ciudadanos capaces de provocar cambios en su entorno y que, a través del ApS, «van a aprender más y mejor tanto los contenidos del programa como las competencias personales e interpersonales necesarias para la vida, ya que van a encontrar sentido a todo lo que hacen y trabajan». En definitiva, el ApS «es un planteamiento educativo integral, que no se limita sólo a la instrucción, sino que busca el desarrollo de personas solidarias y comprometidas».

«Si la educación no sirve para formar y desarrollar otro tipo de persona que, además de adquirir un buen curriculum académico, desarrolle una forma de ser y actuar solidaria y comprometida, ¿para qué sirve entonces la educación?», ha reflexionado la UPE.

Fuente: http://www.ceutaldia.com/index2.php?option=com_content&do_pdf=1&id=112394

Fuente de la imagen: http://3.bp.blogspot.com/-Cf3-WH3XWgU/Up373d9OWrI/AAAAAAAAAE0/qE9ZHTeNBFM/s1600/que-es-aprendizaje-servicio.png

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