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Formación en tiempos de crisis

Por: ABC

Fernando Nistal González, coordinador del Título de Experto en Liderazgo y Compromiso Cívico CEU, rompe en este artículo una lanza a favor de los jóvenes.

No cabe duda de que llevamos un 2020 curioso. El escenario pandémico que nos ha tocado vivir continúa generando dificultades y mucha incertidumbre, pero también un sentimiento de esperanza: sabemos que esta excepcional situación pasará y volveremos a nuestra vida de siempre.

En este contexto de crisis generalizada (política, económica, sanitaria, moral) y de ausencia de referentes éticos, muchos padres sugieren a sus hijos un modo de «protegerles» de este titubeante periodo, proponiéndoles nuevas expectativas a través de un valor seguro: la formación. Esta protección filial, que debería ir acompañada de un sincero sentimiento de confianza en el primogénito, no suele aflorar de manera espontánea en los padres. «Qué sabrás tú» o «yo tengo más experiencia» son expresiones habituales que no siempre reciben con agrado nuestros hijos. Y con razón.

Es en este punto donde me gustaría romper una lanza a favor de nuestros jóvenes, los cuales no viven ajenos a la decadente realidad que nos rodea y manifiestan su interés por sentirse partícipes en la construcción de un mundo mejor. Son ellos, y no los padres, los que demandan muchas veces una formación complementaria más allá de lo puramente técnico o especializado. Son ellos los que ansían tener una base del conocimiento que les acerque a la Verdad, que les enseñe a pensar y a interpretar las claves de la sociedad contemporánea.

Por eso, ante la abundancia de referentes superficiales y cortoplacistas, apostemos por formar a nuestros líderes del mañana. Solo mediante la formación de personas virtuosas y libres lograremos revertir la actual crisis de valores, un modelo de sociedad utilitarista que se olvida cada vez más del verdadero destino del Hombre en el mundo.

Fuente e Imagen: https://www.abc.es/familia/educacion/abci-formacion-tiempos-crisis-202009200108_noticia.html

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Educación y violencia contra las mujeres

Por: Santiago Molina

A quien hay que responsabilizar es a la cultura y a los valores que los niños maman en el seno familiar.

C omo es lógico, en el debate televisivo que mantuvieron las líderes femeninas de cinco partidos políticos, durante la campaña electoral de las elecciones celebradas el pasado 10 de noviembre, el tema estrella fue el referido a la violencia de los hombres contra las mujeres y a las agresiones/violaciones sexuales. A pesar de las diferencias ideológicas entre ellas, hubo un aspecto en el que todas coincidieron: dieron por supuesto que una de las causas fundamentales de la violencia y de las agresiones sexuales contra las mujeres es la falta en las escuelas de unos programas formativos eficaces cuyo objetivo sea el reconocimiento de la igualdad de la mujer y del hombre. Por tanto, habría que concluir admitiendo que el número de casos de violencia contra la mujer descendería si existieran ese tipo de programas escolares. Personalmente, creo que esa suposición no se corresponde con la realidad del problema.

Es evidente que la relación entre escuela y sociedad no es unívoca, sino que, por el contrario, es rica en matices e interferencias. Sin embargo, suele existir acuerdo entre la mayoría de los expertos que han estudiado esa relación en el sentido de aceptar que la educación escolar refleja los valores y costumbres hegemónicos de cada sociedad. Merrill (1967) afirma que la educación escolar transmite las costumbres, ideales, actitudes y valores de cada sociedad a las generaciones jóvenes. Es esa función de adoctrinamiento ideológico de las nuevas generaciones lo que explica que todas las confesiones religiosas y los grupos políticos hayan tratado de controlar las escuelas. En los países con gobiernos totalitarios, ese control es absoluto por parte del Estado, exactamente igual que sucede con las iglesias en aquellas comunidades donde una determinada confesión religiosa impone a toda la ciudadanía sus dogmas.

El estudio de esa función legitimadora y reproductora de la escuela no es nada nuevo. Marx y Engels (1844) la analizaron en sus Tesis sobre Feuerbach y quienes la evidenciaron de forma más elocuente fueron Bourdieu y Passeron (1970) en su libro titulado La Reproducción. En nuestro país, uno de los autores pioneros fue Carlos Lerena, quien en su libro titulado Escuela, Ideología y Clases Sociales en España (1976) afirmaba categóricamente que la función de reproducción cultural de los sistemas de enseñanza logra que las generaciones jóvenes, al salir de la escuela, legitimen y reproduzcan la ideología y los valores culturales existentes en la sociedad. No creo que merezca la pena cansar más a los lectores con citas bibliográficas para tratar de demostrar que la educación escolar se limita a inculcar a los alumnos los valores predominantes en cada sociedad y, por lo tanto, a reproducirlos.

Tomando como referencia esa relación existente entre la escuela y la sociedad, lo lógico es inferir que los valores que el profesorado transmite en las escuelas son aquellos que predominan en las creencias y costumbres que vehiculan las relaciones familiares y comunitarias. Por ello, a quien hay que responsabilizar de la violencia y de las agresiones sexuales de los hombres contra las mujeres es a la cultura y a los valores que los niños maman en el seno familiar, que ven en su entorno social y que perciben a través de las redes sociales y de los medios de comunicación.

Tendría sentido culpabilizar a las escuelas si existieran profesores y profesoras que se dedicaran de forma sistemática a inculcar en los alumnos que las mujeres son inferiores a los hombres, que lo correcto es que sean las esclavas de sus maridos y que su misión fundamental es la de satisfacer todos los deseos del hombre. Sin embargo, yo no conozco ninguna escuela donde el profesorado se dedique a interiorizar esos valores en los alumnos y alumnas. Es más, me temo que no exista en nuestro país ni una sola escuela de ese tipo. Esos eran los valores que transmitían los programas educativos de las escuelas católicas hace muchas décadas, o incluso siglos, y los que actualmente son hegemónicos en la educación musulmana. En cambio, hoy todos los materiales curriculares y los valores que transmite el profesorado español hacen hincapié en todo lo contrario.

Si se admite que hoy en día en todas las escuelas se enseñan y se practican normas positivas en favor de la igualdad de género y del respeto del hombre hacia la mujer, parece pertinente hacerse esta pregunta. ¿Cómo es posible que no descienda el número de feminicidios y que, por el contrario, crezca de un año a otro? La respuesta a esta aparente contradicción es fácil inferirla, dada la función legitimadora y reproductora de la escuela con respecto a los patrones culturales hegemónicos de la sociedad. Por muchos programas de respeto a la mujer que se introduzcan en las escuelas y por mucha formación feminista que se imparta al profesorado, su eficacia será nula si previamente no se modifican los valores que controlan de forma subyacente las relaciones de dominación de la mujer por parte del hombre en nuestra sociedad. Yo creo que esa es también la razón que explica el nulo efecto que tienen las disposiciones legales con sus correspondientes correlatos coercitivos contra los violadores y los agresores machistas.

Como dije al principio, el único objetivo de este artículo ha sido intentar mostrar lo escasamente eficaz que resulta intentar acabar con esos comportamientos incívicos y criminales de un número importante de hombres incidiendo en lo que Ball (1989) denomina la micropolítica de las escuelas. En ningún caso he pretendido pontificar sobre cuáles deben ser las soluciones (para eso ya están los líderes políticos). Entre otras razones, por la extraordinaria complejidad del problema y también porque solo me considero una persona normal y corriente preocupada por esa lacra social.

Fuente: https://www.elperiodicodearagon.com/noticias/opinion/educacion-violencia-mujeres_1396069.html

 

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Puerto Rico: Educación investiga altercado entre estudiantes de Vega Baja

Puerto Rico/Agosto de 2017/Fuente: Metro

“Lamenté mucho el altercado entre los estudiantes del undécimo grado de la escuela Lino Padrón Rivera, cuyas imágenes circularon ayer por las redes sociales. El Departamento de Educación (DE) a nivel central está llevando a cabo la investigación y recolección de información relacionada con el incidente”, expresó hoy la secretaria del DE, Julia Keleher.

La funcionaria indicó que los vídeos representan dos situaciones diferentes. Uno presenta a estudiantes que son separados por un oficial de la escuela, y que fue grabado alrededor de las 10:00 de la mañana del jueves. El otro muestra múltiples peleas entre los estudiantes fuera de un restaurante que está frente a la escuela. Esta última ocurrió el viernes, alrededor del mediodía.

El secretaria se comunicó con el alcalde de Vega Baja, Marcos Cruz, así como con el maestro que intervino en la lucha y está convencida, de acuerdo con estas conversaciones, que el altercado no es el resultado de las condiciones en la escuela, donde existe supervisión y una gerencia ordenada.

Según los informes, el guardia de la escuela apareció rápidamente en la escena, y el director, actualmente una colocación provisional, manejó la situación con profesionalismo. Además, los trabajadores sociales intervinieron con los estudiantes.

Por otro lado, se informó que los padres de las dos mujeres jóvenes fueron invitados para reunirse el viernes en la mañana con la administración de la escuela, pero no se presentaron.

“Esta escuela se enorgullece de proporcionar un buen ambiente de aprendizaje para sus estudiantes. Sirve a estudiantes de Sabana, La Trocha y Altos de Cuba y hay un fuerte sentimiento de orgullo entre los maestros que creen en la capacidad de sus estudiantes y se esfuerzan por brindar programas después de la escuela que enriquezcan sus experiencias”, indicó la secretaria.

Agregó que el DE “está interesado en apoyar a la escuela y a sus comunidades. Nos asociaremos con el liderazgo municipal para ofrecer apoyo a través de nuestros trabajadores sociales y consejeros. Y aplaudimos la pronta respuesta del alcalde en la activación de recursos comunitarios mediante el programa Renace, coordinado a través del Departamento de Justicia”.

Para Keleher, el DE está interesado “en conectarse con los líderes comunitarios para aprender más acerca de cómo podemos promover estrategias de solución de conflictos, promover programas de mediación y conectarnos con la comunidad para promover los valores y comportamientos correctos que nuestra juventud necesitará para tener éxito en el futuro”.

“Acogemos con beneplácito el diálogo continuo con la comunidad y la facultad en la introducción de un sistema de apoyo que beneficie a todos los estudiantes en la escuela Lino Padrón. También trabajaremos con la Policía y las familias para que comprendan las consecuencias legales que pudieran tener las acciones de los estudiantes y trataremos de mitigarlos”, concluyó la secretaria.

Fuente: https://www.metro.pr/pr/noticias/2017/08/19/educacion-investiga-altercado-estudiantes-vega-baja.html

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La patología del odio

Por: Adela Cortina

Las fobias sociales son enfermedades que se deben superar. Convertir en creencia la idea de la igual dignidad es el modo ético de superar los conflictos entre el discurso de la intolerancia y el respeto a la libertad de expresión.

Hacia 1944 vio la luz el libro autobiográfico de Stefan Zweig El mundo de ayer. Memorias de un europeo.En él recordaba el comienzo del siglo XX desde el peculiar observatorio en el que había vivido como austríaco, judío, escritor, humanista y pacifista. Y consideraba un deber moral contar ese relato para aviso de navegantes, porque nada podía llevar a pensar en los umbrales del nuevo siglo que ya en su primera mitad se iban a producir dos guerras salvajes en suelo europeo. Los jóvenes educados en la Austria imperial, en un ambiente seguro y estable, creían periclitado cualquier episodio de barbarie y no veían en el futuro sino signos de progreso. No podían sospechar que ya se estaba incubando el huevo de la serpiente.

Ese relato resulta familiar a quienes hemos vivido la experiencia de la transición española a la democracia. En los años setenta del siglo pasado creíamos haber ingresado en la senda del progreso social y político, quedaban atrás los conflictos bélicos, propiciados por ideologías enfrentadas, por la desigualdad en oportunidades y riqueza, y se abría un camino de cambios a mejor. Hoy, sin embargo, es urgente aprender de europeos como Zweig para tomar conciencia de que las semillas del retroceso pueden estar puestas y es necesario frenar su crecimiento destructivo. Como bien dice Federico Mayor Zaragoza, la Unión Europea debería ser el catalizador de la unión mundial. Una de esas semillas destructivas, como en el tiempo de Hitler y Stalin, es el triunfo de los discursos del odio.

Se entiende por discurso del odio cualquier forma de expresión cuya finalidad consiste en propagar, incitar, promover o justificar el odio, el desprecio o la aversión hacia determinados grupos sociales, desde una posición de intolerancia. Quien recurre a ese tipo de discursos pretende estigmatizar a determinados grupos y abrir la veda para que puedan ser tratados con hostilidad, disuelve a las personas en el colectivo al que se agrede y lanza contra el conjunto su mensaje destructivo.

Tal vez el rótulo “odio” no sea el más adecuado para referirse a las emociones que se expresan en esos discursos, como la aversión, el desprecio y el rechazo, pero se trata en cualquier caso de ese amplio mundo de las fobias sociales, que son en buena medida patologías sociales que se deben superar. Se incluyen entre ellas el racismo, la xenofobia, el antisemitismo, la misoginia, la homofobia, la aversión a los miembros de determinadas confesiones religiosas, o la forma más común de todas, la aporofobia, el rechazo al pobre. Y es que las emociones, a las que tan poca atención se ha prestado en la vida pública, sin embargo la impregnan y son especialmente manipulables por los secuaces del flautista de Hamelín. Así fue en la primera mitad del pasado siglo y está siéndolo ahora cuando los discursos fóbicos proliferan en la vida compartida.

Desde un punto de vista jurídico, el principal problema estriba en el conflicto entre la libertad de expresión, que es un bien preciado en cualquier sociedad abierta, y la defensa de los derechos de los colectivos, objeto del odio, tanto a su supervivencia como al respeto de su identidad, a su autoestima. El problema es sumamente grave, porque ninguno de los dos lados puede quedar eliminado.

En principio, por decirlo con Amartya Sen, la libertad es el único camino hacia la libertad y extirparla es el sueño de todos los totalitarismos, lleven el ropaje del populismo o cualquier otro. La experiencia de países como China, Corea del Norte o Venezuela no puede ser más negativa.

Pero igualmente el derecho al reconocimiento de la propia dignidad es un bien innegociable en cualquier sociedad que sea lo bastante inteligente como para percatarse de que el núcleo de la vida social no lo forman individuos aislados, sino personas en relación, en vínculo de reconocimiento mutuo. Personas que cobran su autoestima desde el respeto que los demás les demuestran. Y, desde esta perspectiva, los discursos intolerantes que proliferan en países de Europa y en Estados Unidos están causando un daño irreparable. Por sus consecuencias, porque incitan al maltrato de los colectivos despreciados, y por sí mismos, porque abren un abismo entre el “nosotros” de los que están convencidos equivocadamente de su estúpida superioridad, y el “ellos” de aquellos a los que, con la misma estupidez, consideran inferiores.

Naturalmente, el derecho está abordando desde hace tiempo estas cuestiones, preguntándose por los criterios para distinguir entre el discurso procaz y molesto, pero protegido por la libertad de expresión, y los discursos que atentan contra bienes constitucionales. Como se pregunta también por las políticas de reconocimiento desde el marco de las instituciones.

Sin embargo, el derecho, con ser imprescindible, no basta. Porque el conflicto entre libertad de expresión y discurso del odio no se supera solo intentando averiguar hasta dónde es posible dañar a otros sin incurrir en delito, hasta dónde es posible humillar su imagen sin llegar a merecer sanciones penales o administrativas. En realidad, las libertades personales, también la libertad de expresión, se construyen dialógicamente, el reconocimiento recíproco de la igual dignidad es el auténtico cemento de una sociedad democrática. Tomando de Ortega la distinción entre ideas y creencias, que consiste en reconocer que las ideas las tenemos, y en las creencias somos y estamos, podríamos decir que convertir en creencia la idea de la igual dignidad es el modo ético de superar los conflictos entre los discursos del odio y la libertad de expresión, porque quien respeta activamente la dignidad de la otra persona difícilmente se permitirá dañarla.

En su libro El discurso del odio se preguntaba Glucksmann si el odio merece odio y respondía que para combatirlo basta con sonreír ante su ridículo. Sin embargo, y regresando al comienzo de este artículo, no creo que haya que sonreír ante el odio, ni siquiera con desprecio. Porque es destructor y corrosivo, quiebra el vínculo humano y provoca un retroceso de siglos.

Cultivar un êthos democrático es el modo de superar los conflictos entre la libertad de expresión y los derechos de los más vulnerables. Porque de eso se trata en cada caso: de defender los derechos de quienes son socialmente más vulnerables y por eso se encuentran a merced de los socialmente más poderosos.

Fuente: https://elpais.com/elpais/2017/03/16/opinion/1489679112_916493.html

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Nuestros hijos

Por: Graziella Pogolotti

Cuando nace una criatura, sus rasgos son borrosos. Todos la contemplan, deseosos de reconocer en ella las huellas de un parecido. En su desarrollo, la ciencia ha demostrado que somos portadores de cierto determinismo genético. Sin embargo, la impronta definitiva en términos de hábitos, expectativas y valores habrá de imponerse a través de la vida.

Porque lo hemos engendrado, el bebé que dormita en la cuna es nuestra hechura. Habrá de serlo mucho más en el delicado proceso de construcción de su subjetividad, porque la responsabilidad no se limita tan solo a afrontar sus necesidades materiales básicas. La siembra más profunda, aquella que nos acompaña a lo largo de la existencia y nos capacita para afrontar desafíos, desgarramientos y para hacernos de un destino propio, se produce en el fértil terreno de los valores espirituales.

Bajo el aplastante calor veraniego, en medio de los apremios laborales y domésticos, se impone encontrar un instante para meditar acerca del presente y el futuro de nuestros hijos, porque el mañana se nos viene encima en el día que transcurre. De manera natural, en la criatura que traemos al mundo con plena responsabilidad, estamos colocando nuestros sueños. Aspiramos a reconocer en ellos lo mejor de nosotros y buscamos también en la realización personal de cada uno el logro de todo aquello que no pudimos alcanzar en términos de bienestar, y sobre todo, quisiéramos que encontraran la clave de la felicidad. El desafío se  acrecienta cuando la sociedad, nuestro referente inmediato, se transforma rápidamente por la acción simultánea de numerosos factores económicos, sociales y tecnológicos.

En contextos cambiantes, cuando muchos valores parecen tambalearse, cuando las vías de escape se manifiestan en la aparición de adicciones destructivas y los comportamientos al margen de la legalidad proponen caminos peligrosos, hay que defender, desde las edades más tempranas, el espacio sagrado hecho de diálogo y calores de intimidad. La realidad virtual nunca podrá sustituir el apoyo y consuelo de la palabra, el contacto reconfortante de una mano en el hombro en los instantes de angustia y de incertidumbre. La  protección ante las trampas que ofrece la vida consiste en formar hombres y mujeres de bien, capaces de autorregularse. La continuidad en el vínculo cercano permite detectar en la difícil etapa de tránsito de la pubertad y la adolescencia las primeras anomalías en gestos y actitudes, síntomas de la aparición de fenómenos indeseados.

Tan rápido se desliza el tiempo, que los crecidos en el periodo especial han devenido hombres y mujeres actuantes en la vida. Los hijos del nuevo milenio avanzan hacia la pubertad y la juventud, edades siempre complejas en lo sicológico, en las que comienzan a definirse los horizontes del porvenir. Para las generaciones que les precedieron, tuvo peso significativo la posibilidad de acceder, independientemente del origen social, a los más altos niveles de educación. Los padres asistían orgullosos a la graduación del primer universitario de la familia. Ahora, los apremios son otros. Prevalece la necesidad de ingresar desde temprano a empleos mejor remunerados. Palpable en la vida cotidiana, la tendencia se refleja en el descarte de la opción de proseguir estudios en los institutos preuniversitarios.

El problema traspasa el ámbito familiar para convertirse en cuestión que atañe el presente y el futuro de la sociedad. Algunos –los conozco– se apresuran en vincularse a un trabajo remunerado para afrontar necesidades objetivas propias y de sus familias. Otros vacilan por insuficiente información. En este sentido, la orientación profesional tiene que ser más precisa, abarcadora e incluyente para abrir horizontes desde la escuela y a través de los medios de comunicación.

Además, habrá que considerar en algún programa de desarrollo vías de rescate y recalificación.
Nuestros hijos son también hijos de su época. En medida diversa, según las particularidades individuales, ambos factores intervienen en la formación de la personalidad y de los sueños que acompañan nuestras vidas. De ese modo, se constituye el perfil generacional. Portadores de historias de vida que consolidaron un hacer y un pensar, los adultos también conservamos rasgos generacionales. Atravesamos etapas de cambios en las que arraigaron convicciones y conductas.

Entonces, enjuiciamos con frecuencia a nuestros mayores y fuimos enjuiciados por ellos. Reconocer las razones de las diferencias es un primer paso para viabilizar un diálogo imprescindible, liberado de paternalismo y de intolerancia. En ese camino de encuentro, no podemos andar solos, validos apenas de nuestros sentimientos, de nuestra inteligencia y de nuestra perspicacia para observar el entorno inmediato. A escala social, lo visible, con frecuencia impactante, enmascara realidades más profundas y contradictorias. Ciertas tendencias de la moda nos resultan perturbadoras. La aglomeración de jóvenes en el ocio nocturno de las noches capitalinas sugiere preguntas inquietantes. En ese contexto, las diferencias en las posibilidades de ingreso se tornan más palpables. Sobre esas impresiones surgidas de una realidad parcial concreta se derivan generalizaciones abstractas que conforman juicios acerca de la juventud de ahora. Tras los rasgos generacionales comunes se oculta una multiplicidad derivada de la especificidad de factores ambientales, urbanos y rurales, asentados asimismo en las disparidades de origen de una sociedad cada vez menos homogénea.

Para encontrar la verdad en el complejo territorio sumergido en lo no visible, el auxilio de las ciencias sociales resulta imprescindible en la formulación de las preguntas adecuadas y en el trabajo de campo destinado a tomar el pulso de la realidad palpitante en su mayor cercanía a la base de la pirámide. Sabido es que existen investigadores dedicados a esa tarea. Pero los resultados se socializan de manera insuficiente y con tardanza. Debidamente empleados, pueden constituirse en herramientas al servicio de acciones transformadoras eficaces, ofrecen información para intervenir en la solución de problemas de orden objetivo y en aquellos otros nada desdeñables relacionados con el delicadísimo tema de la subjetividad humana. Pueden iluminar problemas económicos, sociales, y deben ser tenidos en cuenta en el diseño de las políticas de nuestros medios de comunicación. El periodismo renovador al que aspiramos tendrá que contar con ese instrumental.

Fuente: http://www.granma.cu/opinion/2017-07-23/nuestros-hijos-23-07-2017-21-07-48

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Aborto en Bolivia: Iglesia exige que legislación respete vida humana

Bolivia/Julio de 2017/Autora: Bárbara Bustamante/Fuente: Aci Prensa

En la celebración de la festividad de Nuestra Señora del Carmen, Patrona de Bolivia, el Secretario General Adjunto del Episcopado de ese país, P. José Fuentes, pidió que “en la legislación boliviana se respete la vida humana desde la concepción a su fin natural”.

“Ojalá en Bolivia, que tiene a la Virgen del Carmen como modelo, no avance más la cultura de la muerte, de la comodidad, del descarte de la vida humana que estorba, que molesta”, expresó el P. Fuentes en una multitudinaria Misa que fue transmitida por medios de comunicación nacionales.

En ese sentido, el presbítero abogó por un “sistema de justicia para todos, una justicia de verdad, no al servicio de intereses económicos o políticos, que ya no es justicia”.

Este sistema, además del derecho a la vida, también debe incluir “que haya educación de calidad para todos, también para los que no pueden pagarse un buen colegio” y una “atención de salud para tantos pobres que mueren sin soluciones, sin atención, porque no tienen plata”.

“Que la Virgen del Carmen ruegue a Cristo por todas nuestras necesidades, por Bolivia entera”, concluyó su homilía.

El 19 de mayo de este año, la Comisión de Constitución de la Cámara de Diputados aprobó el artículo Nº 157 (ahora en adelante Nº 154) de la Ley del nuevo Código Penal, que amplía las causales para permitir el aborto.

El proyecto permitiría un aborto en las primeras ocho semanas de embarazo. Podrá ser solicitado por una mujer que se encuentre en situación de calle o pobreza extrema, que no cuente con recursos suficientes para la manutención propia o de su familia, que sea madre de tres o más hijos, o bien que sea estudiante.

Además, la norma plantea el aborto en cualquier etapa de la gestación ante el “riesgo presente o futuro” de la vida o de la “salud integral” de la madre, por “malformaciones fetales incompatibles con la vida”, por “violación o incesto” o cuando la madre sea niña o adolescente.

Fuente: https://www.aciprensa.com/noticias/aborto-en-bolivia-iglesia-exige-que-legislacion-respete-vida-humana-28152/

 

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Ética para la Emancipación

Por: Fernando Buen Abad Domínguez

“Y por ética entendemos la atención reflexiva, teórica, a la moral en uno u otro plano

 –el fáctico o el ideal– que no son para ella excluyentes.” Adolfo Sánchez Vázquez

Entendida como ciencia la Ética es la praxis rigurosa de todos los rigores por el bien de la humanidad. Y eso no acepta disquisiciones blandengues. Poseedora de protocolos paradigmáticos, la Ética ha madurado -a lo largo de su historia- con el instrumental necesario para intervenir en el análisis y la critica del comportamiento moral más diverso. Algunos de esos instrumentos, especialmente los de matriz más añeja, se han pulido con esmero y han perfeccionado su precisión al calor de las necesidades históricas de una humanidad cada vez más compleja, diversa y amenazada. Y el poderío teórico-metodológico de ese instrumental no puede ser sepultado por ningún delirio reduccionista tenga la factura ideológica que tenga.

Se entiende aquí la Ética como la definió Adolfo Sánchez Vázquez: ciencia del comportamiento moral de los hombres en sociedad constituido por un tipo peculiar de hechos y donde lo científico radica en el método, en el tratamiento del objeto, y no en el objeto mismo. Con tal Ética es urgente intervenir sobre un mundo secuestrado por la Industria de la Guerra que, sólo en lo que va del siglo XX y XXI, ya ha producido monstruosidades abrumadoras muy opuestas al ideal humano de paz, desarrollo, solidaridad y fraternidad para todos por igual. Que la Ética sea la Estética del futuro.

Con la Ética es urgente intervenir en un mundo secuestrado por las Industrias de la “información” y el “entretenimiento” (en manos de 6 dueños) que ya han logrado obturar el derecho a pensar, sentir y actuar independientemente en innumerables países hoy sometidos a la dictadura de la desinformación y de las banalidades de mercado. Con la Ética es necesario fijar orientaciones firmes contra un circo de espejismos, empeñado en destruir la verdad y la realidad, para convertir en mercancía de moda esa “post verdad” de la que tanto se habla; necesitamos con urgencia Ética para la crítica al capitalismo, para diseñar el proyecto de nueva sociedad y para la práctica política revolucionaria y permanente. Ética contra las mercancías del miedo y de la mentira.

A estas alturas de la Historia, el respeto por la Vida, tanto como el respeto por el trabajo, el respeto por la inteligencia y el respeto por la identidad de los pueblos, deberían ser paradigmas inviolables. No debería haber objeción ni debería haber excusas. A estas alturas de la Historia no deberíamos aceptar un sistema de valores basado en el desprecio, la exclusión, la esclavitud o la postergación del derecho humano al “buen vivir”. No deberíamos aceptar una sistema económico corrupto basado en robar a los trabajadores el producto de su trabajo ni deberíamos aceptar estratagema alguna para engañar a quien produce la riqueza, obligándolo a ceder su trabajo para que unos cuantos vivan en un paraíso y la mayoría viva en un infierno.

Así, la Ética como conjunto sistemático de conocimientos racionales y objetivos, debe desarrollar el escrutinio minucioso de la moral (actividad humana, histórica y social) que regula las conductas concretas de los seres humanos. Actos no siempre conscientes y no siempre voluntarios de los individuos que afectan a otros, a determinados grupos sociales o a la sociedad en su conjunto. La Ética no es un recetario de conductas.

 Hoy la Ética, entre mil tareas, debe responder a las necesidades de la juventud que es blanco de todas las desorientaciones más perversas, para luchar contra los anti-valores burgueses aunque fuse en un grado modesto, e interrogar desde la Ética al poder, a la democracia, a la libertad, al Estado, a la sociedad civil, las relaciones (visibles e invisibles) de la economía y la política, con sus sedimentos culturales y mediáticos.

En el plano teórico-político, la realidad nos impone la necesidad de abordar la verdadera utilidad de la Ética que ha sido ocultada tras los más diversos velos ideológicos. A esa necesidad, entre muchas otras instancias, deben responder los laboratorios de análisis y producción simbólica (que necesitamos) armados sobre una base Ética rigurosa para esclarecer la praxis que es necesaria, deseable y posible de una Ética confrontada con lo realmente existente.

Ante las recientes lecciones de la historia bélica, en todo su arco destructor, incluidas las máquinas de guerra ideológica y las perspectivas de la incertidumbre para la humanidad, estamos obligados a preguntar también: ¿es posible la transformación del mundo, por qué luchar en condiciones asimétricas? ¿por qué no resignarse y pensar, como quieren algunos, que la humanidad no tiene remedio? Para responder eso la Ética debe ser una herramienta científica poderosa capaz de poner en claro que el desastre que vive la humanidad no es obra suya sino de un sector dominante empeñado en someter a la mayoría.

Bajo el capitalismo los problemas morales son inseparables de las relaciones de producción y de los modos de producción y eso es un problema, también, Ético con las consecuencias que afectan a una comunidad entera y a los individuos. Bajo el capitalismo los seres humanos se ven obligados a ajustar su conducta a las normas que impone la ideología de la clase dominante que determina qué actos son aprobados o desaprobados moralmente. En la vida diaria los seres humanos asimilan las normas imperantes, con base en ellas formulan juicios y desarrollan argumentos que justifican decisiones prácticas y teóricas. Y eso constituye una Cultura que se comunica transversal y generacionalmente. Urge la crítica.

Necesitamos desarrollar la crítica del método de dominación de la conciencia convertida en mercancía y que la burguesía impone como in-transformable para que perviva “intacto” ante la lucha de clases y la historia. Critica Ética a un mundo de mercancías que absorbió a la mano humana y a los productos de la mente humana, hundiéndolos en las “neblinosas comarcas del mundo religioso” como “figuras autónomas dotadas de vida propia, en relaciones unas con otras y con los hombres”. Fetiches, pues.

Nuestra Ética considera la importancia central de no quedarse encerrada en idealismos sino intervenir en el campo histórico-cultural concreto como una praxis social necesaria, posible y realizable. Esta Ética no se apoya solamente en las tradiciones filosóficas sino también en la experiencia práctica de las luchas humanas más diversas. La tarea fundamental de nuestra Ética es la de toda ciencia: observar críticamente, explicar, esclarecer o investigar hechos y resolver problemas sociales. Ética que busque servir socialmente para fundamentar una moral superadora orientada por ese anhelo humano sabedor de que “de lo que se trata es de transformar al mundo”. Ojalá pronto.

Urgencia de escrutinio ético sobre la producción cultural y comunicacional.

Fuente: http://www.telesurtv.net/bloggers/Etica-para-la-Emancipacion-20170519-0004.html

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