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Filosofía imprescindible

Europa/España/26 de Agosto de 2016/Autora: Adela Cortina/Fuente: El País

Nuestras sociedades son sumamente contradictorias en lo que hace a la enseñanza de la filosofía y de esa parte esencial suya que es la ética.

En la ESO la ética se ha reducido a una materia de escuálidos “Valores Éticos”, alternativa a la religión por más señas, con lo que se abona la falsa convicción de que hay una moral para ateos y otra para creyentes. Cuando lo cierto es que todos deberían compartir la misma ética cívica. En el Bachillerato la Historia de la Filosofía, que en un tiempo fue obligatoria, se pierde entre una maraña de optativas. Y en las universidades, las Humanidades, entre ellas la Filosofía, se devalúan con la coartada de que no parecen engrosar el PIB de los países.

Y, sin embargo, responder con altura humana a los desafíos de nuestro tiempo sigue exigiendo contar con un bagaje como el que proporciona muy especialmente la filosofía. Para muestra, algunos botones.

Se repite hasta la saciedad que la falta de ética es una de las causas de las crisis económica y política, se insiste en la perversidad de la corrupción, en la falta de responsabilidad de los líderes, que ponen su ego frente al bien común, se habla de la importancia de las emociones en la vida pública y de que no pueden llevarnos, sin embargo, a olvidar los argumentos. Catástrofes como la victoria del Brexit en el referéndum británico nos instan a construir una mejor Europa, fiel a su compromiso con los derechos económicos y sociales de las personas, leal a las exigencias de la hospitalidad con quienes no tienen más alternativa que la desesperación y la muerte. Seguimos creyendo que el camino para construir democracias auténticas es una ciudadanía lúcida y madura, capaz de reflexión, crítica y argumentación, convencida del valor de la autonomía y de que sólo puede conquistarse desde la solidaridad. Nombramos comités de bioética en distintos niveles y, salvo honrosas excepciones, ninguno de sus miembros se ha formado en ética. Criticamos las consecuencias nefastas del capitalismo financiero y abjuramos verbalmente de la pobreza y la desigualdad.

Y si nuestras convicciones son éstas, ¿no es una contradicción flagrante abandonar en las aulas aquellos saberes que, codo a codo con los demás, cobran su sentido de potenciar la reflexión y la crítica, la argumentación frente al fundamentalismo y los dogmatismos, la deliberación y la apuesta por los mejores valores?

Fuente: http://elpais.com/elpais/2016/07/08/opinion/1467975405_816873.html

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¡Hablemos de desigualdad!

Fernado Luengo

En los últimos años han visto la luz un buen número de publicaciones –algunas de ellas lanzadas desde organismos y agencias internacionales de indudable tono conservador- centradas en la desigualdad. Advierten sobre su continua progresión y sus negativas consecuencias sobre el funcionamiento de las economías, proponiendo medidas encaminadas a corregir o, al menos, suavizar este fenómeno.

Sin embargo, poco o nada se ha hecho al respecto. España, ubicada en el (nada selecto) grupo de países comunitarios que exhiben una fractura social más profunda, sigue siendo un pésimo ejemplo. En nuestro país, el peso de los salarios en la renta nacional se ha reducido de manera sustancial en los últimos años, al tiempo que ha aumentado el índice de gini, así como el número y porcentaje de personas que viven en situación de pobreza o exclusión social. Hemos asistido, igualmente, al aumento del peso en la renta y la riqueza nacional del 10% y del 1% de la población situada en la cúspide de la estructura social; de hecho, ahora hay más mega ricos que al comienzo de la crisis.

Encontramos una situación similar en Portugal y Grecia. En cuanto a las prósperas economías del norte, aunque con registros algo mejores, no escapan a esta tendencia de degradación social; por ejemplo, en Alemania, el país que se presenta y es presentado como indiscutible ejemplo a seguir, una quinta parte de la población, aproximadamente, experimentan el drama de la pobreza o la exclusión social.

Las elites políticas y económicas, a lo suyo -instaladas en un universo de privilegios y desmesuras-, a enriquecerse, a saquear las arcas públicas y las cuentas y el patrimonio de las empresas privadas que (mal)gestionan. Y los partidos tradicionales, tanto de derecha como de izquierda, más allá de la retórica y la impostura de las campañas y los programas electorales, se limitan, con pocas diferencias, a gestionar un capitalismo extractivo y atrapado en una deriva crecientemente autoritaria. Por su parte, Europa, con sus (supuestas) señas de identidad extraviadas, aplica y reivindica como ejemplo a seguir unas políticas que han empobrecido a la mayoría social y que incluso han agravado los problemas que pretendían resolver (como la deuda y los déficit públicos); políticas que, eso sí, han servido para llenar los bolsillos de una minoría de privilegiados.

La lucha contra la desigualdad, sobre la que tantos ríos de tinta se han derramado, está fuera de la agenda política y de la agenda europea. No es extraño que, alimentados del descontento que prende entre amplios segmentos de la población, especialmente de los más desfavorecidos, se abran paso la extrema derecha, los populismos xenófobos y las tendencias centrífugas.

Es necesario, si se quiere poner freno a todo ello (lo digo, porque algunos grupos están apostando claramente a la no Europa), un planteamiento decidido y ambicioso en materia de igualdad, que pasa por situar este objetivo en el centro mismo de las políticas que aspiran a superar la crisis. En el centro, asimismo, de una nueva Europa, que sólo será nueva, que sólo será atractiva si impugna la que emerge de la crisis, la que se reconoce en las políticas de austeridad presupuestaria y en la represión salarial (no para los ricos, claro), y en una gobernanza a la medida de las grandes corporaciones y de las economías más competitivas; la que, ignorando todos los convenios internacionales y sus propios tratados, está maltratando a los refugiados y la población inmigrante.

Urge actuar porque hay mucha gente que está perdiendo, y mucho, con la gestión autoritaria y oligárquica que Bruselas, la clase política del régimen y las elites están haciendo de la crisis; porque las instituciones han sido ocupadas por los poderosos, y estos no están dispuestos a ceder su privilegiada posición; porque Europa está rota y porque ese proceso de fractura abre un escenario de colisión e incertidumbre muy desfavorable para abrir y consolidar una agenda social.

Fuente del articulo: https://fernandoluengo.wordpress.com/2016/07/11/hablemos-de-desigualdad/#more-402

Fuente de la imagen: https://c2.staticflickr.com/6/5742/22588504405_1f0e4a923f_b.jpg

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“Profe…” e inclusión educativa

Por: Pablo Romero

Hace pocos días, nuevamente una profesora fue agredida por un alumno, esta vez en el liceo 49 (Uruguay). El chico en cuestión fue el mismo que muy poco tiempo antes había cometido una agresión similar en el liceo 25. La docente debió soportar toda clase de agresiones verbales, sumado a que fue empujada y acorralada contra una pared mientras el alumno discurría en sus groseros insultos. Violencia física y verbal.

El caso se hizo público a partir del paro convocado por los docentes, a partir de la resonancia mediática que suelen tener los paros. Por supuesto, algunos prefirieron cuestionar la medida y no debatir lo importante del asunto, que es la violencia que se vive a diario en nuestras instituciones educativas y que sufren tanto los alumnos como sus educadores.

El sistema educativo público uruguayo es el epicentro de distintas formas de violencia, que reproducen y canalizan, por supuesto, la violencia que circula a raudales en nuestra sociedad. Se sabe: el sistema escolar es atravesado por todos los hilos sociales. Pero en tal sentido, y aunque la violencia allí presente sea cometida y padecida tanto por hombres como por mujeres, debemos ser claros en un punto: son en particular las mujeres (y eso más allá de la evidente feminización del sistema educativo) las permanentemente agredidas en nuestras instituciones escolares.

Desde hace ya unos cuantos años asistimos a situaciones en las que maestras son golpeadas por padres (y, en la mayoría de los casos, madres, que atacan a la referente educativa de sus hijos), y venimos asistiendo también desde hace un buen tiempo a una realidad aun más desoladora, que es la del ciclo básico, en donde no sólo se producen casos de alumnos que golpean a profesoras, sino que se ha convertido en moneda corriente la agresión verbal.

Nuestras educadoras suelen ser insultadas de manera denigrante, sobre todo en el ciclo básico, en donde es habitual escuchar a alumnos (justo en esa edad en que se están construyendo como sujetos que valoran) que tratan de “putas” y “zorras” a sus profesoras, amén de recurrir a otros adjetivos que responden a ciertos códigos contrarios a toda forma de autoridad y puesta de límites por parte del mundo adulto. Así, el docente con frecuencia es tildado de “alcahuete”, botón”, “ortiva” y calificativos similares.

Para ejemplificar esta situación contaré un caso ocurrido hace poco en el liceo de ciclo básico en el que ejerzo mi tarea docente. Con motivo de las primeras reuniones docentes de evaluación, los profesores de un grupo particularmente complicado del liceo tuvimos la oportunidad de evaluar en equipo la situación de cada uno de los alumnos y del grupo en general. Al llegar el momento de detenernos en un alumno particularmente violento, que viene generando problemas graves dentro de la institución, una de las colegas narró lo que le había tocado vivir con él recientemente. Contó que en una de sus clases lo tuvo que “invitar” a salir del salón, para poder seguir con la clase sin que siguiera agrediendo física y verbalmente a otros alumnos que intentaban ejercer su derecho a ser educados en un clima adecuado. Tras el pedido de la profesora, el alumno se retiró, insultándola, pero se colocó luego con la cabeza atravesando la ventana (que no tiene vidrio) de la puerta del salón de clases, y allí permaneció, repitiendo una y otra vez la misma frase, “profe puta, profe prostituta”, a la que sumaba otras referencias de tono sexual referidas a la docente. Todo esto ocurrió ante la mirada del resto de los alumnos, que reclamaban “que se hiciera algo” para terminar con el violento espectáculo que estaban padeciendo.

Frente a una situación que no sólo constituía un ataque a su dignidad y era motivo de un estrés emocional marcado, la profesora trató de no responder a la provocación, quizá por miedo, quizá para evitar males mayores. Lo cierto es que se mantuvo estoica. Justamente, cuando terminó de contar lo que le había sucedido, fue esto último -su estoicismo frente a una situación absolutamente violenta- lo que motivó la primera reacción de las autoridades presentes (una representante de la dirección, una adscripta y la psicóloga de la institución), que atinaron a felicitarla por no haber reaccionado, por haber permanecido en su rol de “profesional”, en su rol de “adulto”, y no haber siquiera pestañeado. A su vez, la invitaron a escribir un papelito en el que debía contar el hecho, y le dijeron que luego lo juntarían con otros papelitos que narraran casos similares en los que estuviera involucrado ese alumno y los elevarían, finalmente, al Consejo de Educación Secundaria, para ver si en un futuro próximo se podía lograr que comenzara a asistir sólo medio turno. Eso sí, el alumno involucrado no sería nuevamente suspendido -a esa altura, las observaciones de conducta se contaban en números de dos cifras: acumula agresiones y faltas de todo tipo dentro de la institución-, porque, según indicaron las mencionadas autoridades presentes, “no es la solución”. Cuando se lo ha suspendido “vuelve peor”, dijeron, y además remarcaron que “se lesionan” los “derechos educativos” del estudiante cuando se le suspende su concurrencia al liceo. La cuestión, según parece, es apelar a incluir a toda costa, aunque sea fomentando -sin que sea la intención, pero sí la consecuencia- la cultura de la impunidad con que estamos educando a muchos de nuestros adolescentes en los liceos.

En lo esencial, son las mismas explicaciones que brindó por estos días la directora general de Secundaria frente al caso de agresión ocurrido en el liceo 49: minimizar los hechos de violencia, pensar las agresiones bajo parámetros de una supuesta inclusión, educar a los gurises en la lectura de que no hay consecuencias punitivas frente a los actos de violencia cometidos contra otros, frente al no respeto a las reglas, incluyendo las no escritas sobre lo que implica la mínima convivencia social. El ejercicio de la autoridad es visto como un ejercicio autoritario que lesiona derechos. Confundir autoridad con autoritarismo o con insensibilidad ante alumnos en situaciones vulnerables termina por resultar un combo explosivo que afecta negativamente a todos los involucrados.

Por supuesto, este caso narrado no es el único dentro del liceo; hay casos aun más graves de conducta violenta, casi todos vinculados a alumnos con variadas patologías psiquiátricas que están sufriendo esta concepción errónea de lo que, efectivamente, implica incluir. Son, a la vez, víctimas y victimarios del sistema educativo.

¿Se entiende la gravedad de esta lógica? ¿Se entiende lo que están padeciendo nuestros alumnos y lo que estamos viviendo los educadores y, en particular, las mujeres que ejercen la docencia en nuestro país?

Los profesores, viene bien recordar, también somos personas, más allá de que seamos profesionales de la educación. Muchos colegas terminan padeciendo problemas de salud mental a causa del estrés laboral y del desamparo que vivimos a diario frente a situaciones que nos violentan desde lo emocional hasta lo estrictamente profesional.

Y la tan mentada inclusión no deja de ser una farsa de consecuencias nefastas, porque para incluir tienen que darse las condiciones adecuadas, que son justamente las que hoy no tenemos ni por asomo. La amplia mayoría de los liceos no cuenta con equipos multidisciplinarios ni con personal docente e infraestructura adecuada que permita apelar a estrategias pedagógicas y de salud mental que, al menos, hagan visualizar formas mínimas de integración. Por el contrario, en este panorama que tenemos estamos simplemente generando formas permanentes de estigmatización y discriminación, de exclusión dentro de una supuesta inclusión. O sea: obtenemos exactamente lo contrario de lo que se busca.

Porque es fundamental cuidar a nuestros adolescentes y a nuestros colegas, es clave enterar a la población de las situaciones que se viven a diario en la educación. Alcanza, en tal sentido -sin detalles de nombres particulares y con referencias generales a roles y situaciones, para proteger la identidad de todos-, con narrar los casos particulares y colectivos que a diario vamos viviendo, para trascenderlos y exponer un tema que va más allá de nombres y rostros. Sería un primer paso para dejar de ser cómplices involuntarios de la violencia, para dejar de enmascararla y justificarla en nombre de “derechos” sin responsabilidades y teorías psicológicas que, paradójicamente, generan instituciones vulneradas en las que se lesionan derechos más amplios de alumnos y educadores y en donde se patologizan los vínculos, generando problemas de salud mental aun mayores que los que ya estamos padeciendo.

No permanecer estoicos frente al “profe puta”, y cuestionar el patológico modo de inclusión que estamos amparando, es socialmente vital y éticamente imprescindible.

Fuente: http://ladiaria.com.uy/articulo/2016/6/profe-puta-e-inclusion-educativa/

Fuente de la imagen: http://1.bp.blogspot.com/-CR4lctb4zYE/UGnVX9wJ1WI/AAAAAAAACQ4/Ut6peB_uzj8/s1600/gokusen+1.jpg

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Pedagogía del valor

Mayra Castañeda

Hablar de valor hoy en día tiene muchas implicaciones, comenzando por el mercado que manipula, coerciona, regula y hasta constriñe nuestras existencias como individuos y también como sociedad, otorgándole un valor en metálico a la vida y la muerte, al conocimiento y a la ignorancia, al amor y al desamor.

El valor que se otorga actualmente al individuo está en directa proporción con sus posesiones, cuánto más posees (objetos, títulos, persona, relaciones, acciones, etc.) más valor te es otorgado socialmente. Y es en este concepto de valor donde nos desarrollamos, nos relacionamos y también nos enfrentamos y aniquilamos.

Existen múltiples formas de aniquilación, lo vemos en ámbitos escolares formales pero también lo vemos en los medios de información masiva, en la calle, en la oficina en las fábricas (donde es más evidente), en los campos de cultivo y en el interior de los hogares, ahí donde el  individuo construye, desde que nace, su singularidad, su relacionalidad y parece adquirir un valor constitutivo.

También el concepto de valor, en el idioma español, implica contar con la fuerza interna para enfrentar las dificultades, se ha manejado como una concepción de lo positivo al pluralizarlo (los valores) y ciertamente en este punto de la civilización humana resulta una de las características preponderantes con las que debería contar todo educador. Tener el valor de asumir y dirigir un acto educativo es, en las condiciones de control mental de la globalización, requisito fundamental si es que con tamos con una mínima dosis de conciencia de la trascendencia del ser un verdadero educador.

Las ideas sobre las que se sostiene el actual sistema político-económico ha debido relegar a la educación a un instrumento utilitario ¿para qué sirve al sistema la educación? Para domesticar, amansar, alienar a los millones de seres que habitamos el planeta.

Puede sonar a paranoia o película de ficción, sin embargo si observamos, no mucho, nos podremos dar cuenta que el sistema se sostiene en una amplia pirámide de productores-consumidores.

Si no existieran esos millones de consumidores inducidos ¿qué sucedería con todos los excedentes de producción?

Durante un desayuno con un investigador colombiano me platicaba de un experimento, no intencional, que llevó a cabo con su hijo pequeño. El y su pareja, por decisión conjunta, no adquirieron un aparato televisor, sin embargo en algunos departamentos que había arrendado, existía tal aparato. Había podido observar que durante los períodos de estadía en esos lugares su hijo se había convertido en un consumidor compulsivo y violento. Esto, obviamente, no sólo le sucede a este niño, nuestra sociedad está sostenida sobre ese único pilar: el consumo.

En torno al consumo se erige una industria multimillonaria, calificada por algunos como ciencia y que inclusive ha aspirado a ser nombrada como arte, no es nueva pero tiene la gran y redituable facultad de reinventarse cotidianamente: la mercadotecnia y/ o mercadología. Llamada antiguamente propaganda puede aplicarse para vender cualquier producto. Cualquiera puede convertirse en un producto y la idea central sobre la que se ha cimentado es la originalidad. Todos, en sociedades capitalistas, pueden aspirar a ser únicos, admirados, poderosos y ricos. La máxima aspiración es la fama y la gran oferta es justamente esa: convertirse en alguien que goce de todos los beneficios del consumo y se supone que con ello experimentará placer y finalmente será feliz.

Esa es la gran promesa de la mercadotecnia, cualquiera (no todos, sino UN alguien cualquiera particular) puede ser feliz,  y todos aspiran a ser ese cualquiera pero en esa lucha se pierde todo lo que puede realmente proporcionar la felicidad. El enfrentamiento es la apuesta más común del capitalismo, mientras más comunidades, países, grupos e individuos se enfrenten mayor será la ganancia. El famoso “divide y venc(d)erás” se ha convertido en el credo de los grupos de poder que aspiran a controlar el mundo y el rumbo de miles de millones de almas.

¿Qué puede hacer la escuela en este contexto? La acción que las instituciones no han podido controlar completamente es la que ejerce el docente cuando está dentro de su aula. En ese espacio las posibilidades son infinitas, un maestro o maestra dispuest@ y comprometid@ puede transformar la vida de miles de niños y niñas que pasan por sus aulas durante su período de ejercicio profesional, pero tiene que convertirse a su vez en una persona capaz de potencializar los talentos, construir competencias de alto nivel y observarse constantemente, ahí está el reto para la docencia, no dejarse vencer, no dejarse doblegar ni manipular por intereses que no son los de la población. Por eso la educación, el ser educador en toda la extensión de la palabra, no es para cualquiera.

Fuente del articulo: http://mayracastaneda.org/blog_60931_Pedagogia-del-valor.html

Fuente de la imagen: http://mayracastaneda.org/images/14445/IMG_1287.JPG

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España: La inversión en educación retrocede a niveles de 1990

España/23 junio 2016/Autor: Daniel Sánchez Caballeros /Fuente: El Diario

El nivel de inversión en educación en España ha caído como consecuencia de la crisis hasta los valores que tenía hace 25 años. Las administraciones públicas gastaron en esta partida en 2013, último año del que hay estadísticas oficiales, 44.974 millones de euros, según un informe de CC OO a partir de datos oficiales. Esta cifra supuso ese año un 4,36% del PIB del país. Para encontrar un dato relativo equivalente hay que retroceder hasta el año 1990 (entonces fue del 4,45%), aunque en estos 25 años el PIB español se ha casi duplicado y por tanto la cifra absoluta también.

 En 1990 el sistema educativo español sólo era obligatorio hasta los 14 años y había más de 9 millones de estudiantes no universitarios, según la estadística del Ministerio de Educación, un millón largo por encima de los ocho que hubo el curso 2014-15 y además no estaba extendida la etapa entre los tres y seis años, que ahora ronda el 95% de escolarización.
Este descenso en la inversión viene motivado por los recortes durante la crisis. Según el informe de CC OO, entre 2009 y 2013 la educación ha perdido 9.000 millones de euros que serán 11.000 millones si se cumple el plan de estabilidad que el Gobierno ha enviado a Bruselas. Esta caída supone que en cuatro años el gasto educativo es un 16,6% menos en un contexto de ganancia de estudiantes (medio millón más en la etapa preuniversitaria y cien mil más en la universitaria). En 2013 se invirtió menos en educación que en 2007 en cifras absolutas.

Con este panorama, España se queda a la cola de Europa en gasto en educación sobre el PIB y lejos del 7% que los expertos consideran óptimo, aunque casi ningún país alcanza (aunque sí Finlandia, el eterno ejemplo europeo en educación). El 4,36% español está al nivel de países como Chile, Colombia o Togo y entre un punto y punto y medio por debajo de los principales países europeos.

Las consecuencias

«Ha descendido la inversión, el grado de equidad y la igualdad de oportunidades», ha afirmado el secretario general de CC OO, Ignacio Fernández Toxo, durante la presentación del informe. Según el responsable de educación del sindicato, Francisco García, las consecuencias de la caída del gasto han sido que hay menos profesores (unos 30.000 en una plantilla de 600.000), ha subido su precariedad laboral (hay más interinos), se ha envejecido el cuerpo docente, se ha visto afectada la atención a la diversidad (desdobles, refuerzos, tutorías, etc.), han caído en cuantía las becas y ayudas (se dan más porque más familias cumplen los requisitos para obtenerlas debido al empobrecimiento generalizado), han subido las ratios de alumnos por aula, han subido las tasas universitarias (se han hasta triplicado en algunas regiones) y ha subido el gasto privado en educación porque las familias han tenido que suplir lo que no ponen las administraciones (se ha duplicado, del 0,3% del PIB al 0,6% en cuatro años).

La caída de la inversión se ha reflejado también en que el Estado invierte un 20% menos por alumno al año. Así, las administraciones gastan de media 3.998 euros por estudiante en las enseñanzas de régimen general y 5.304 en la etapa universitaria (un 24% menos que hace cuatro años). En este apartado son notables las diferencias entre las diferentes comunidades autónomas. El País Vasco, a la cabeza la tabla, invierte 5.467 euros por cada alumno al año en la etapa general. Le siguen Navarra (4.652 euros) Asturias (4.446) y Galicia (4.402). En el otro extremo Castilla La Mancha (3.465 euros por alumno y año), Cataluña (3.386), Andalucía (3.335) y Madrid, en el último lugar con 3.153, cierran la tabla. Entre Euskadi y Madrid la diferencia es del 73%. «Hay tantas diferencias dentro de España como en la Unión Europea», ha asegurado Juan Martínez, autor del estudio.

Por último, el porcentaje de gasto en educación respecto al gasto público total tampoco sale mejor parado, siempre según el informe de CC OO. En España está en un 8%, casi cuatro puntos por debajo de la media de la OCDE (11,6%) y dos menos que en la UE.

Los responsables de CC OO han finalizado lanzando un mensaje a los partidos con vistas a la próxima legislatura. «Sin recursos no hay resultados», ha asegurado García. «¿Cómo van a universalizar la educación hasta los 18 años o el 0-3 si no aumentan la inversión?», se ha preguntado el secretario general de la Federación de Enseñanza.

Fuente: http://www.eldiario.es/sociedad/inversion-educacion-retrocedido-niveles_0_529497650.html

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