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África: Los casos de COVID se multiplican por las nuevas variantes del coronavirus

Los casos de COVID-19 y las muertes están aumentando en África a medida que nuevas variantes más contagiosas del virus se propagan a otros países, informó la Organización Mundial de la Salud.

Desde que se identificó la variante del virus de Sudáfrica a finales de diciembre, las muertes se han duplicado, con más de 15.000 concentradas en 10 naciones principalmente del sur y norte del continente.

La variante 501Y.V2 es predominante y está generando un número récord de casos en Sudáfrica y la subregión. Se ha encontrado en Botswana, Ghana, Kenia, la región francesa del Océano Índico de Mayotte, Zambia y en 24 naciones no africanas.

Mientras tanto, en Europa, el director regional de la OMS ha definido la situación actual de las variantes y la vacunación como una “paradoja”.

“Esta paradoja, donde las comunidades sienten que se vislumbra un final con la vacuna, pero, al mismo tiempo, están llamadas a adherirse a medidas restrictivas ante una nueva amenaza, está provocando tensión, angustia, fatiga y confusión. Esto es completamente comprensible en estas circunstancias”, explicó Hans Kluge.

A la fecha, 33 países europeos han informado casos de la variante inicialmente identificada en el Reino Unido; mientras que 16 han informado de la identificada en Sudáfrica. Varios hospitales, escuelas y entornos de atención a largo plazo han informado de brotes que involucran nuevas variantes preocupantes.

Kluge pidió “utilizar todas las reservas de paciencia y mantener la guardia alta” para tolerar y cumplir todas las medidas necesarias para proteger los sistemas de salud del colapso.

Fuente: https://www.finanzasdigital.com/2021/01/oms-los-casos-de-covid-se-multiplican-por-las-nuevas-variantes-del-coronavirus/

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Entrevista a Adelino Sousa: ‘Los maestros tienen que volver a la escuela’

Adelino Sousa, líder de la organización internacional Virtual Educa, que aglutina a 22 países, advierte que todo aquel que no se adapte a la tecnología, se quedará atrás. Así de simple.

El mundo vive una pandemia que ha puesto en evidencia, no solo la brecha digital, sino también la pobreza extrema, el hacinamiento y el equilibrio tremendamente precario de la clase media.

La pandemia ha impactado al mundo entero de manera terrible en todos los aspectos: económico, social, en la salud y en la educación.

Unos mil 500 millones de estudiantes han estado confinados y el 50% de ellos no tiene un computador o un equipo para poder conectarse y recibir sus clases, ha dicho la Unesco.

El virus, que según los entendidos no tiene precedentes en cuanto a los estragos que ha producido al mundo, ya ha causado casi 70 millones de contagiados y un millón 600 mil muertos en el planeta.

En el nuevo escenario mundial, la tecnología ha pasado a ocupar un papel determinante, sobre todo en la educación, pues estamos enfrentados a un cambio de metodología, expresa Adelino Sousa, líder de Virtual Educa, una organización que cuenta con 20 años de existencia con sede principal en Washington D.C. y la cual tiene tres objetivos principales: innovación, educación e inclusión.

Conversamos con Sousa sobre la educación virtual y sus desafíos. Se trata de un hombre sencillo, conversador y que se considera “soñador” y “atrevido” en el buen sentido de la palabra.

Como ejemplo de su “atrevimiento” se refirió a un evento que organizó en junio de este año, en plena pandemia… “no teníamos plataforma, nada; pero tuvimos 300 ponencias durante tres días, y 85 mil inscritos de más de 85 países. Cuando el evento terminó me dije que era un inconsciente, un soñador y atrevido”. El tema de fondo fue la educación virtual, era justo y necesario.
El país cambia cuando se invierte en educación, esa es la base. Vivimos años dándole la prioridad al combate al analfabetismo y experimentamos un cambio muy bueno, pero hoy, más del 60% de las personas que saben leer, no entienden lo que leen.

Aprender desde casa es un gran desafío, y muchos niños y jóvenes no regresarán a clases, pues solo en Panamá, tras nueve meses de efectos de la pandemia, un total de 46 mil 744 estudiantes del sistema oficial no han sido ubicados por el Ministerio de Educación, según el último reporte dado a conocer por la entidad.

¿Cómo cree usted que se está llevando a cabo esa misión de educar a través de una forma nueva de hacerlo?

No nos queda otra forma de hacerlo. Tiene que ser a través de la tecnología, porque la pandemia nos encerró en casa. Infortunadamente, muchos niños no tienen acceso. La realidad es que ningún país estaba preparado para esto y los gobiernos se vieron obligados a cambiar el modelo. Antes hablábamos de educación digital, pero solo se hablaba, no se ponía en práctica. No había necesidad de hacerlo. La pandemia aceleró algo que empezó antes y como no estábamos preparados, la reacción fue entrar a una plataforma y empezar a dar clases. Otros países activaron la escuela por medio de la televisión, volvieron 50 años atrás.

¿Usted cree que la educación retrocedió 50 años?

No. La educación no retrocedió. Pusimos en práctica una tecnología que tiene 50 años, porque la educación mediante el sistema televisivo empezó en ese tiempo, cuando no había tecnología. Como los gobiernos no estaban preparados, buscaron alternativas para llegar a más estudiantes, como la televisión, la cual puede presentar contenidos para miles de alumnos, pero no hay interacción. Es como ver una película y ahí sí retrocedemos, pues es un método que no es efectivo.

¿Cómo afecta socialmente esta situación a los estudiantes?

A los jóvenes no les afecta tanto como a nosotros. Ellos tienen sus comunidades digitales como Whatsapp, Tiktok, Instagram y otros. Yo me imagino que si esto hubiese pasado en mis tiempos de escuela, me quedo en mi casa y no podría hablar con mis amigos. No había forma. Pero ahora los niños y jóvenes se conectan entre ellos por medio de muchas redes digitales. Sin embargo, los maestros no están tan conectados como los alumnos. Es importante entender cómo serán las relaciones después de esto. Los maestros no siguen tan conectados, no están acostumbrados. El tema es cómo en un modelo híbrido, podemos desarrollar y mantener ese desarrollo motor. Los estudiantes sí necesitan esto. Será un tema meramente de adaptación.

¿Qué cosas nuevas involucra la educación virtual?

Cuando empezó el sistema educativo formal, se comenzó por crear espacios que ahora llamamos escuelas. Pero esos espacios son solo edificios que se deben llenar con estudiantes, docentes y todo lo demás. Ahora, para tener una nueva escuela, tenemos que construir todo de nuevo: El concepto de la relación, del aprendizaje, de las competencias, de los medios… todo va a tener que construirse. Definitivamente el modelo de la enseñanza tiene que cambiar. Los niños seguirán aprendiendo mediante un sistema que va a tener que desarrollarse y adaptarse a cada realidad, a cada país. Después de una guerra, la humanidad siempre da un salto brutal en términos de desarrollo. Esta pandemia constituye ese impulso para el nuevo desarrollo en todos los aspectos: trabajo, salud, educación y la forma en cómo se hace el comercio.

¿Qué se necesita para tener una educación  del futuro?

El reto de la educación es construir y hacer mejores ciudadanos. El mundo necesita que se formen mejores profesionales, capaces de pensar, investigar y analizar, que sean más participativos. Ese es el desafío de la educación del futuro: preparar seres humanos con valores, que se interesen por la política, por el prójimo, por el ambiente. No solo es importante saber matemáticas y física, sino que hay que desarrollar también la capacidad de análisis. Definitivamente, nuestra educación actual no está formando a los ciudadanos que necesitamos.

¿Cómo se puede elevar la competencia de los educadores?

Todos los días aprendemos. Para aprender debemos estar preparados para aprender, porque el que piensa que lo sabe todo, entonces no está preparado para aprender. Los maestros necesitan volver a la escuela para entender este nuevo mundo, pues el que no entiende la tecnología, se quedará atrás.

Uruguay es un país de referencia en el tema de la tecnología aplicada a la escuela, ¿cómo logró ese avance?

A todos los países donde voy, me refiero al ejemplo de Uruguay. Desde hace muchos años conozco ese avance. El suceso de Uruguay se resume con una palabra: resiliencia. Esto empezó en 2006, como un proyecto no de un partido, sino de un país. Un proyecto de igualdad de oportunidades dirigido a todos los ciudadanos. Hoy, 14 años después, logra estar muy adelante de todos los países. Otros caen en el error de comprar miles de equipos para proyectos de tecnología que duran un año, pues al año siguiente no siguen con los planes. El proyecto desaparece, sobre todo cuando cambian los gobiernos. No hay continuidad. Así es en todos los países de Latinoamérica.

¿Usted piensa que la política ha tenido que ver con la deficiencia en la educación?

Yo no soy político. Sin embargo, le puedo decir que el Plan Ceibal de Uruguay no le rendía cuentas a ningún ministerio, por eso se mantuvo y llegó a ser un plan de una nación, que no cambia, aunque cambie el gobierno. Ese es el desafío que yo propongo a los países: hacer proyectos de nación. Si fuera así, el mundo volaría.

¿Cómo ve a Panamá en el tema de la educación virtual?

Lo veo con mucha esperanza. Hay muchos retos y dificultades, pero hay voluntad en Panamá, con mucha gente capaz de construir. Mi recomendación es que sean resilientes. El país cambia cuando se invierte en educación, esa es la base. Vivimos años dándole la prioridad al combate al analfabetismo y experimentamos un cambio muy bueno, pero hoy, más del 60% de las personas que saben leer, no entienden lo que leen. Ese es otro tipo de analfabetismo. Panamá tiene ese desafío: formar mejores ciudadanos que entiendan el mundo. La mayor inversión debe estar en la educación, aunque muchas veces pareciera que para los políticos no es una prioridad.

¿Usted piensa que se debe abrir la internet para el uso gratuito de los estudiantes y docentes, dada la situación?

La educación es gratuita y obligatoria; entonces, como la internet ha pasado a formar parte fundamental para educar, se deben dar las condiciones para poder cumplir con esa importante tarea… en este caso, debe ser un servicio gratuito.

Fuente: https://www.laestrella.com.pa/nacional/201217/adelino-sousa-maestros-volver-escuela

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Entrevista a Hernán Cuervo: “Para que los jóvenes cumplan las normas contra la covid se necesita una fuerte presencia del Estado”

El director adjunto del Centro de Estudios de la Juventud de la Universidad de Melbourne advierte que la pandemia dejará problemas de salud mental y económicos en las nuevas generaciones.

Hernán Cuervo (Buenos Aires, 49 años) es director adjunto del Centro de Estudios de la Juventud de la Universidad de Melbourne, Australia, país al que llegó hace una década para hacer el doctorado. Especializado en la transición de la juventud a la edad adulta, el sociólogo fue el encargado de inaugurar, por streaming, las terceras jornadas sobre estudios de juventud que organizan las principales entidades académicas y de investigación españolas en la materia, y en esta edición están centradas en los efectos de la pandemia.

Pregunta. ¿La actitud de los jóvenes ante la crisis sanitaria tiene características comunes?

Respuesta. Yo creo que está siendo parecida en buena parte de los países, y se basa en una dualidad. Por un lado, los jóvenes se contagian más porque se exponen más, pero el resultado no es fatal como lo es para los mayores de 60 o 70 años, así que tienen más la oportunidad de continuar una vida normal que otros sectores de la población porque saben que para ellos la enfermedad tiene una baja mortalidad y en la mayoría de los casos van a ser asintomáticos, o van a pasarla como un resfriado. Por otro lado, si me tomo a mí, una persona de cuarenta y pico, casado y con una hija, cuando llega la noche pongo a mi hija a dormir, ceno con mi mujer, quizá veo una película. La juventud, en cambio, vive más en la calle, en los espacios públicos, aunque ahora también en los privados, y buscan socializar. Tienen más necesidad de contactos y de amistad para generar su identidad.

P. ¿Cómo puede conseguirse que cumplan más las normas de prevención?

R. Son necesarias varias medidas, como las que se han aplicado en Melbourne, que ha sido el principal foco de Australia. La primera han sido campañas de información dirigidas a los jóvenes por los canales por donde se informan y comunican, que son las redes sociales, explicándoles que cuando se contagian el problema no es para ellos, sino para sus seres queridos. En segundo lugar, un toque de queda desde las siete de la tarde a las cinco de la mañana, porque se vio que los jóvenes, y también adultos, salían, y si los bares estaban cerrados se reunían en casas, lo cual resulta aún más peligroso. La siguiente fue, dado que mucha gente se quedó sin empleo, ofrecer ayudas económicas, así como destinar una gran partida al servicio de salud mental para hacer frente al impacto del confinamiento. Y también mucha presencial policial en la calle y multas. Es decir, una fuerte presencia del Estado en apoyo, pero también en control.

P. ¿Cómo están viviendo los jóvenes esta situación?

R. De manera difícil. Los resultados no los vamos a ver hoy, sino probablemente dentro de dos años. Ahora se trata de pasar el momento y los jóvenes viven el presente, el día a día, y las redes sociales les ayudan a estar conectados. Pero va a haber problemas, de salud mental debido a los confinamientos y también económicos. Muchos de ellos ya están desempleados. Y el impacto en los niños que están en la secundaria puede ser fuerte, aunque eso va a depender en gran medida de cuál sea la reacción del Estado para reducirlo. El futuro de los jóvenes es tal vez más preocupante que el presente.

P. ¿El virus también va a hacer más difícil el tránsito de la juventud a la adultez?

R. Las transiciones a la adultez, en muchos países, desde Australia y Gran Bretaña a España o Italia son cada vez más extensas. Antes, tener un empleo seguro a jornada completa, comprarte una casa y casarse, se producía en la cultura anglosajona a mediados de los 20 años, en España o Italia un poco más tarde, pero ahora esos objetivos se alcanzan pasados los 30 años. La covid va a producir que las transiciones sean aún más extensas y aún más precarias. Van a necesitar más al banco de los padres, y cuando se necesita a la familia lo que sucede es que se genera más inequidad. Por otra parte, mientras en la pandemia algunos la estamos pasando sin mayores problemas económicos, incluso estamos pudiendo ahorrar dinero, porque hemos mantenido el empleo teletrabajando y hemos gastado menos, esto no les ha ocurrido a muchos jóvenes. Sus ingresos han decrecido porque los bares, restaurantes, negocios relacionados con el turismo o tiendas de ropa donde ellos consiguen empleo han estado y quizá vuelvan a estar cerrados.

Fuente: https://elpais.com/educacion/2020-12-06/hernan-cuervo-el-futuro-de-los-jovenes-preocupa-mas-que-el-presente.html

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Entrevista a Andreas Malm: «Nuestra lucha es la de una fuerza contra otra, no la del conocimiento contra la ignorancia»

Andreas Malm (Mölndal, Suecia, 1977) se ha convertido en uno de los pensadores con más visibilidad dentro del ecosocialismo, también en el estado español, con dos libros aparecidos en apenas unas semanas y otros más que están por venir.

Desde que publicara Capital fósil, recientemente traducido al castellano, su preeminencia no ha dejado de crecer, en parte debido a la claridad y el vigor de su manera de escribir, pero sobre todo gracias a la contundencia (incluso la brutalidad) de sus análisis y propuestas. La editorial Errata Naturae ha publicado hace poco uno de los últimos libros del autor sueco, El murciélago y el capital. Coronavirus, cambio climático y guerra social, en el que, inspirándose en cómo los bolcheviques lidiaron con una situación catastrófica de varias dimensiones (social, política, económica, bélica, energética…) durante el fin de la primera guerra mundial, la revolución de octubre y la guerra civil rusa, propone retomar la noción de comunismo de guerra y poner en marcha un leninismo ecológico que nos permita salir de la actual crisis ecosocial global, la cual se está manifestando también en múltiples niveles: pandemia, emergencia climática y desigualdades sociales rampantes a escala planetaria. Para ello, Malm pone sobre la mesa la necesidad de apropiarnos de todos los recursos materiales y sociales a nuestro alcance, utilizarlos para recuperar el ímpetu comunista de salvación y redirigir esta crisis contra sus causas y, especialmente, contra sus causantes. Hemos tenido la oportunidad de entrevistar al autor en torno a estas propuestas, sus complicaciones y sus posibilidades.

Aunque a primera vista podría parecer que el cambio climático y la crisis del COVID-19 presentan profundas similitudes debido a sus implicaciones globales y de urgencia, en tu libro subrayas las muchas diferencias que hay entre ellos. Pese a que no existían muchas pruebas científicas acerca del COVID-19 ni análisis políticos sobre las posibles soluciones, muchos gobiernos aplicaron medidas rápidas y drásticas sin demasiado debate político. En el caso del cambio climático, tras décadas de investigación disponemos de una cantidad abrumadora de pruebas sobre sus causas y sobre qué hacer, pero en este momento las medidas que es necesario aplicar parecen políticamente irrealizables. ¿Qué crees que puede aprender el movimiento climático de esta aparente paradoja y de la relativa importancia que tiene la «verdad científica» si no está vinculada a la importancia del poder?

Esta es una muy buena pregunta, porque señala una lección que al movimiento climático se le debería quedar grabada a fuego después de este año: el progreso no deriva del conocimiento, deriva del poder y del equilibrio de fuerzas. Parece haber una relación inversa entre las acciones más relevantes y la cantidad de conocimiento que las acompaña; como sugerís, la sobreabundancia de pruebas científicas sobre el calentamiento global viene acompañada por una actitud de pasividad, mientras que las acciones más dramáticas para combatir el COVID-19 (se llegó al punto de dejar en suspenso economías enteras) emergen de una base con una comprensión muy rudimentaria acerca de la pandemia. Por lo tanto, el movimiento por el clima ya no puede simplemente seguir pidiendo a los políticos que presten atención y «escuchen a los científicos», un enunciado repetido por gente como Greta Thunberg. Si bien esa postura tiene, por supuesto, muy buenas intenciones, está pasando por alto lo que es la clave del asunto: los políticos se alinean con las posturas científicas solo si los intereses de la clase dominante, responsable de la destrucción que ahora mismo está en marcha, son sobrepasados y derrotados o si estos no aparecen siquiera cuestionados. La pregunta que el movimiento debería hacerse es más bien esta: «¿Cómo construimos el músculo social necesario para obligar a los estados a hacer lo que hace falta?». No tanto «¿por qué no escucháis a la ciencia?» sino «¿cómo forzamos a los gobiernos, tan plegados hasta ahora al capital fósil que han ignorado la montaña inmensa de pruebas científicas, para que empiecen a actuar?». En otras palabras, ¿cómo rompemos los lazos que los unen al capital fósil y los ponemos a funcionar como aparatos que apliquen una transición ecológica? Lo que yo creo, por supuesto, es que esta transición no puede tener lugar sin que los estados se encarguen de ella, pero nunca va a suceder si son los estados los que tienen que tomar la iniciativa: el principal motor serán las fuerzas situadas fuera del estado, fuerzas populares, dentro del movimiento climático y aliado con él, que hagan que los gobiernos se comporten de manera distinta a como lo han venido haciendo hasta ahora. No estoy diciendo que el movimiento (incluida Thunberg y sus cuadros) no hayan intentado lograr precisamente esto; probablemente la generación de 2018-2019 se ha acercado más que ninguna otra dentro de la historia del movimiento a encarnar este papel. Pero tenemos que pensar en nuestra lucha como la de una fuerza contra otra más que como la del conocimiento contra la ignorancia. Porque la política no viene determinada por la presencia de la verdad científica; desde luego, esta es una lección que sacar de la comparación entre la crisis del coronavirus y la crisis climática.

Afirmas que la deforestación y la destrucción de ecosistemas están entre los principales desencadenantes de la zoonosis, las pandemias y el cambio climático. ¿Qué podrían hacer los países del norte global para frenar esta destrucción y comenzar a restaurar ecosistemas situados más allá de sus fronteras? ¿Está sucediendo esto de algún modo que nos pueda resultar visible?

Lo primero sería tomar el control público de las cadenas de suministro que llegan a zonas tropicales de tala masiva de árboles. Los estados del norte global deberían dejar de aplicar su capacidad de orden, mando y mapeo sobre la ciudadanía (y, añadiría, sobre la gente migrante) y empezar a hacerlo sobre las compañías que sacan sus mercancías de pastizales y plantaciones y minas y cultivos situados donde hasta hace poco se alzaban bosques. Que esto se puede hacer es evidente, no hay ningún obstáculo técnico. Pero no estamos viendo nada que se le parezca; de hecho, a estas alturas de 2020 solo hemos visto lo contrario: una deforestación acelerada de las áreas tropicales más sensibles del planeta. Las carreteras penetran tanto en las selvas tropicales del Amazonas, del centro de África y del Sudeste Asiático que la integridad de estos ecosistemas se halla en peligro inminente. La devastación del interior del Amazonas llegó este verano a un punto de intensidad nuevo, cuando hubo empresarios que se adentraron en la región para incendiar bosques enteros, al tiempo que el gobierno de Indonesia decidía abrir sus selvas a la inversión extranjera, sin límite alguno a la tala. Y todo eso en mitad de una pandemia, cuando cabría pensar que los estados se lo iban a pensar dos veces antes de dar alas a una mayor destrucción forestal. Porque lo cierto es que la ciencia es tremendamente clara acerca del hecho de que la deforestación es el principal desencadenante de la zoonosis. Cuando las carreteras se abren paso a través de los bosques, los patógenos que habitan en ellos entran en contacto con los seres humanos; cuando se talan bosques enteros, los portadores (como los murciélagos, que portan los coronavirus) se ven obligados a irse a otro lugar. Es aquí donde el contraste entre el coronavirus y el cambio climático se esfuma: es precisamente allí donde se ven involucradas las principales entidades de acumulación de capital donde los estados no han estado preparados para llevar a cabo ningún movimiento contra las causas de la pandemia. En su lugar, lo que hemos visto este año ha sido cómo se echa más gasolina al fuego de la fiebre global: más deforestación, lo que ha causado el surgimiento de nuevas enfermedades infecciosas, junto a una mayor quema de combustibles fósiles. Todos los pasos se están dando en la dirección equivocada.

En «El murciélago y el capital» hay una idea que aparece con frecuencia y que nos resulta interesante: no solo la deforestación y la destrucción de ecosistemas están entre los principales desencadenantes tanto de las pandemias como del cambio climático, sino que también es muy importante en este sentido la mercantilización y subsunción de la vida animal a los circuitos del capital. Llegas incluso a proponer, de manera bastante provocativa, que deberíamos alcanzar un «veganismo global obligatorio». En este sentido, ¿crees que el antiespecismo, que ahora mismo en la práctica parece estar políticamente separado de la lucha ecologista, podría tener un papel relevante en la lucha contra el cambio climático y viceversa?

Eso creo, sí. El «veganismo global obligatorio» es, por supuesto, una provocación. No tengo ninguna intención de prohibir el consumo de carne al pueblo sami o a comunidades del Amazonas con las que no se ha establecido ningún contacto. Pero sí que creo que la generalización del veganismo sería un fin deseable dentro de la transición que necesariamente tiene que hacer en su dieta el norte global rico; eso para empezar. Nuestras metrópolis no pueden seguir cebándose gracias a las preciadas tierras que hay por todo el planeta. Lo que hace falta es utilizar la tierra para otros fines que no son ni la producción de carne ni la de lácteos; especialmente se deben dedicar a la resilvestración y la reforestación, que permitirán absorber CO2 y estabilizar el clima. Estamos alcanzando un punto en el que el interés de la humanidad por su propia supervivencia (y debemos suponer que existe tal interés, al menos más allá de las clases dominantes, de la extrema derecha y demás gente que parece poseída por una arrebatadora pulsión de muerte) se está alineando de manera objetiva con la de otras especies. Lo que quiero decir es lo siguiente: la crisis de biodiversidad ahora mismo se ha vuelto también peligrosa para los seres humanos. El COVID-19 es la primera manifestación épica de esta respuesta. Lo que ha sucedido hace poco en la granja de visones en Dinamarca nos ha puesto ante los ojos de nuevo el mismo asunto: al tener enjaulados a quince millones de criaturas, la industria danesa de visones (que es la más grande del mundo, pues produce abrigos de piel y productos de pestañas falsas para un segmento de consumidores espantosamente rico) generó las condiciones perfectas para que el Sars-Cov-2 saltase de nuevo a organismos animales, mutase y volviese otra vez a los seres humanos de una forma potencialmente desastrosa. Por tanto, el estado danés ahora está liquidando esa industria. Esto es algo que, por supuesto, los y las activistas por los derechos de los animales han estado exigiendo desde hace una eternidad por compasión hacia los visones, que necesitan deambular y nadar y andar escarbando; para estas criaturas, la vida en una jaula es de un terror abyecto. Y ahora finalmente se ha convertido en una fuente de terror también para los seres humanos. En el mismo espíritu, el cambio de la comida de origen animal a la de origen vegetal en nuestra dieta debería estar motivado por un interés humano por nosotros mismos. Por decirlo de algún modo, el antiespecismo se convierte así en un abandono con base antropocéntrica del reino animal.

En tu libro hay una parte en la que hablas de algo que para mucha gente de izquierdas no es fácil de asumir: la necesidad de hacer cesiones, un asunto que incluso los bolcheviques tuvieron que afrontar y que se vuelve aún más inevitable cuando apenas disponemos de fuerza política y queremos empezar a crecer, que es lo que sucede actualmente. ¿Cómo podríamos combinar esta necesidad con la de empezar a ver cambios drásticos de manera inmediata? ¿Cómo puede el movimiento climático empezar a levantarse a partir de esta idea de un diálogo entre reforma y revolución, y no solo a partir de la oposición negativa entre reforma revolución?

A mí, que vengo del movimiento trotskista, la conceptualización que más me atrae de la relación entre reforma y revolución sigue siendo la idea de «reivindicaciones transitorias»: se elevan reivindicaciones que articulan intereses materiales inmediatos de los grupos subalternos, pero ello, precisamente por esta razón, entra en conflicto con el statu quo y acaba apuntando aún más allá. Las reivindicaciones más básicas por una transición climática tienen esta forma. La abolición total de aquello que normalmente denominamos «industria de combustibles fósiles» (las compañías que extraen sus beneficios directamente de la producción de petróleo, gas y carbón) es una reivindicación de mínimos para lograr la estabilización del clima. Toda aquella persona que tenga cierta idea sobre la crisis climática sabe también que esas empresas no pueden seguir existiendo en cuanto tales. Deben ser apartadas de la economía de manera inmediata y para siempre. Sin embargo, eso abriría un agujero enorme en el tejido del capitalismo tal cual existe actualmente y no sabemos qué puede surgir al otro lado; perfectamente podría ser alguna versión de una sociedad poscapitalista. No obstante, es importante no poner el carro delante de los bueyes. No se arranca diciendo «acabemos con el capitalismo», esa no es la lógica de las reivindicaciones transitorias. Uno empieza exigiendo lo que es necesario ahora y luego sigue la dinámica social de esa demanda allí donde le lleve. Por poner un caso un poco más concreto, pensemos en un país del que rara vez se habla en este contexto: Francia. La empresa privada más grande del país es Total, una de las compañías de petróleo y gas más grandes del mundo. Como cualquier otra empresa del sector, ahora mismo está planeando una expansión de su producción para la década actual, la misma en la que las emisiones se deben reducir a la mitad a nivel mundial si queremos conservar alguna posibilidad de tener un calentamiento global que esté por debajo de 1,5 ºC. Evidentemente, Total tiene que dejar de existir. La manera más obvia de lograr que eso suceda sería nacionalizar la compañía y poner fin a toda su producción de petróleo y gas (y yo añadiría que habría que convertirla en una entidad dedicada a absorber CO2 de la atmósfera en lugar de a emitirlo). Es también evidente que el estado francés no está pensando hacer esto ni nada que se le parezca. Al contrario, el presidente Macron respalda los planes que tiene Total de irse al Ártico a hacer perforaciones en busca de más petróleo, y lo hace en el mismo momento en el que hay científicos informándonos de que el calentamiento en el Ártico se está dando a tal velocidad que los depósitos de hidrato de metano ubicados en el fondo del mar se están activando, filtrando así a la atmósfera este gas de efecto invernadero ultrapotente, uno de los mecanismos de retroalimentación más temidos y peligrosos del sistema climático. Pero imaginemos que el estado francés, sometido a algún tipo de presión de masas, de hecho socializase Total y se la quedase. ¿Sería eso compatible con el capitalismo tal cual lo conocemos en Francia o apuntaría, de manera más o menos inevitable, a un lugar situado más allá del statu quo? Esa es la lógica de las reivindicaciones transitorias en la crisis climática: trascienden la oposición binaria entre reforma y revolución. Y, en este momento de emergencia, lo cierto es que no podemos permitirnos quedarnos atascados en ningún tipo de insistencia purista en ninguna de las dos. Sencillamente hay que hacer lo hay que hacer.

Dentro del mismo marco de reforma revolución, en el libro sugieres que incluso los revolucionarios más radicales del siglo veinte tuvieron que mantener cierta continuidad con el antiguo régimen debido a las circunstancias extremas que estaban afrontando. Las nuestras no solo son extremas, sino que además nos dan muy poco tiempo para reaccionar. ¿Crees que deberíamos hacernos a la idea de que los cambios políticos más importantes de la próxima década para superar lo peor del cambio climático se darán dentro del antiguo régimen capitalista? ¿O esta es la receta perfecta para el desastre y el derrotismo?

Retomo la respuesta a la pregunta anterior: no podemos aceptar el capitalismo como un marco del que no podemos escapar y en el que tenemos que permanecer mientras resolvemos el problema del clima. No obstante, tampoco podemos decir que solo acabando primero con el capitalismo vamos a poder abordar el asunto del clima. Eso es una bobada. La lógica de la reivindicaciones transitorias, a riesgo de repetirme, es la de insistir en las políticas que resulten más evidentes (pensemos en la petición de paz en Rusia en 1917) y después, dado que estas políticas solo pueden ser llevadas a cabo a través de la confrontación con las clases dominantes, o al menos con fracciones de la clase dominante, prepararnos para ir más allá de su gobierno, si es eso lo que hace falta. La transición climática es un viaje que no empieza (que no puede empezar) con el fin del capitalismo, como tampoco pudo la revolución rusa. Puede terminar en ello, pero eso aún no lo sabemos. Lo que sí sabemos es que ninguna de nuestras exigencias (emisiones cero, la liquidación de la industria de combustibles fósiles, revertir la deforestación, etcétera) va a darse sin lucha. Y esa lucha debemos darla hasta el final. Todo depende de ello.

En otras entrevistas has señalado que esta cuarentena a nivel global ha supuesto todo un golpe para la lucha contra el cambio climático, la cual parecía estar en auge antes de marzo. Además, como decíamos antes, la pandemia ha demostrado que es más que necesario un movimiento social potente para dotar de ambición y sentido a las intervenciones estatales. Esto nos podría recordar otro de los preceptos leninistas: debemos estar preparados para aprovechar el momento. ¿Cómo podría prepararse el movimiento climático antes de una posible vuelta a la normalidad, cómo debería proceder cuando eso suceda (si es que sucede)? ¿Crees que la actual situación podría ser redirigida contra el capital fósil? En resumidas cuentas, ¿qué aspecto podría tener hoy ese «momento a aprovechar»?

Una cosa que defiendo en How to Blow Up a Pipeline: Learning to Fight in a World on Fire, que aparecerá en la editorial británica Verso en enero y algo más tarde en castellano [Cómo dinamitar un oleoducto. Nuevas luchas en un mundo en llamas será publicado también por Errata Naturae], es que el movimiento por el clima tiene que aprovechar los momentos de desastres climáticos, es decir, debemos aprender a actuar cuando nos golpeen sucesos meteorológicos extremos. Hasta el momento, el movimiento ha seguido un calendario ajeno al clima (huelgas los viernes, eventos contra las cumbres de la COP) y rara vez ha ajustado sus acciones a desastres reales, pero la próxima vez que Australia sufra unos incendios infernales, el movimiento debería lanzar una serie de acciones militantes contra la industria del carbón del país, y el próximo verano que Europa padezca un calor y unas sequías insoportables, deberíamos atacar las infraestructuras y tecnologías de combustibles fósiles para dejarle claro a la gente que, a menos que desarmemos esta maquinaria, vamos a arder hasta la muerte. El leninismo ecológico en funcionamiento sería eso: transformar una crisis de los síntomas en una crisis contra las causas. Los momentos de condiciones meteorológicas extremas y el sufrimiento que los acompaña deben ser politizados como los episodios bélicos que en realidad son. Son también los momentos en los que existe el potencial de ganar un apoyo masivo para la resistencia contra los combustibles fósiles; el verano de 2018 en Europa y lo que vino después (Fridays for Future y Extinction Rebellion) así lo indican. Tenemos que aprender a golpear cuando la cosa se está poniendo caliente, de manera bastante literal. Es entonces cuando las acciones militantes de masas se deben escalar, llegando a tomar las infraestructuras y tecnologías de combustibles fósiles, también dentro de las ciudades, para asfixiarlas hasta tal punto que los estados se vean obligados a negociar su desmantelamiento permanente. Pero está claro que hay algo de camino que recorrer hasta llegar ahí.

Como dices en el libro, el comunismo ha sido un movimiento fuertemente vinculado a las ideas de emergencia y salvación, desde el Manifiesto comunista hasta el periodo de 1914-1945 y hasta, queremos creer, la actual crisis climática. ¿Crees que si abordamos el cambio climático y la destrucción de ecosistemas desde una perspectiva realmente de emergencia, esta sería inherentemente comunista, al menos en espíritu (si es que existe tal cosa)?

Debemos atrevernos a enfrentarnos a la propiedad privada. Esto es inevitable, es el alfa y el omega. Que eso requiera un comunismo en toda regla es harina de otro costal; yo creo que en ningún caso lo hace de manera axiomática. Uno puede concebir de manera lógica la abolición de las industrias de combustibles fósiles sin la abolición del capitalismo como modo de producción. Pero, de nuevo, la abolición de las primeras perfectamente puede llevar a una ruptura con el capitalismo. A fin de cuentas, las reivindicaciones transitorias básicas y de mínimos apuntan algo que se parece bastante al comunismo de guerra.

En todo caso, sí afirmas que las experiencias comunistas históricas fueron una especie de operación de rescate a partir de fallos catastróficos anteriores, esto es, fueron empresas inherentemente trágicas. Dices que deberíamos estar dispuestos a aceptar esta situación y a tener por delante una vida de lucha sin cuartel. Todo indicaría que esto es así y, pese a todo, vivimos en sociedades en las que cualquier cambio significativo viene después de haber convencido a un porcentaje importante de la población. Un comunismo del desastre, en estas condiciones, podría parecer un suicidio político perfecto a la hora de hacer campaña por él. ¿Qué opinas al respecto?

En las pancartas yo no escribiría «¡Comunismo del desastre ya!», sino que plasmaría reivindicaciones como las que hemos mencionado, que puedan granjearse un apoyo extenso, como lo hacen, claro está, la reivindicaciones por un Green New Deal, por una transición justa y otros proyectos similares. Lo que pasa con el comunismo en el siglo veintiuno (si pensamos en el comunismo como una sociedad sin clases en la que todo el mundo tiene sus necesidades básicas cubiertas) es que probablemente tendría que construirse en una situación de escasez más que de abundancia. No tenemos más que pensar en el aumento del nivel del mar. Si crece dos metros, la mayor parte de Bangladés y todo el sur de Irak van a estar inundados, y puede que ya sea demasiado tarde para evitar este crecimiento, dada la velocidad y la irreversibilidad potencial del derretimiento del hielo en Groenlandia y en la Antártida occidental. Así pues, de aquí a un siglo, el comunismo en países como Bangladés o en el sur de Irak tendría una forma más parecida a la del comunismo de guerra o del desastre que a propuestas como el «comunismo de lujo totalmente automatizado», que parten de una «capacidad de suministro extremo» de cualquier bien que podamos desear. Bien pudiera ser que hubiera una escasez extrema de los bienes más básicos, incluso de un suelo sobre el que poner los pies. ¿Cómo cubriríamos entonces las necesidades de todo el mundo? ¿Podemos hacerlo sin dejar atrás las terribles desigualdades que existen en una sociedad de clases? Son preguntas que debemos hacernos de manera seria. Tendríamos que formular nuestras reivindicaciones más inmediatas pensando en evitar hacer más daño a la Tierra, pero sabiendo que hay un daño que ya se le ha hecho.

Dicho todo esto, cierras tu libro vinculando las ideas de supervivencia y utopía. La de utopía es una noción que nos resulta muy cercana, pensada no solo como la necesidad de dibujar un futuro imaginario mejor, sino también, y de manera muy concreta, un presente diferente. ¿En tu idea de «comunismo de guerra» hay espacio para el pensamiento utópico?

Desde luego. Como señalo en el libro (si bien no me extiendo en ello, ya lo han hecho otras personas) una transición que deje atrás los combustibles fósiles es compatible con mejoras radicales en las vidas de la gente. Puede venir acompañada de mejores trabajos, trabajos más seguros y, lo que no es menor, menos trabajo: jornadas laborales más cortas, más tiempo libre. De hecho en el comunismo de guerra original existía también una pulsión utópica: la emergencia de la guerra civil rusa ofreció la ocasión de experimentar con una vida sin dinero ni propiedad privada. Evidentemente, no salió demasiado bien. Pero la supervivencia y la utopía no son conceptos opuestos por definición. La primera podría hallarse en la segunda y necesitarla.

Fuente: https://contraeldiluvio.es/nuestra-lucha-es-la-de-una-fuerza-contra-otra-no-la-del-conocimiento-contra-la-ignorancia-entrevista-con-andreas-malm/

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Unesco alerta sobre mayores brechas educativas en Latinoamérica

Noticia/UNESCO/Noviembre 2020/prensa-latina.cu

La pandemia de la Covid-19 profundiza las brechas educativas en América Latina y el Caribe, un escenario que demanda medidas urgentes para apoyar a los más vulnerables, alerta la Unesco en un informe publicado hoy.

El texto refleja el llamado de la organización de la ONU especializada en temas de educación, ciencia y cultura a no olvidar a los desfavorecidos en el actual contexto de la crisis sanitaria, en una región que antes de la irrupción del coronavirus SARS-CoV-2 era ya la más desigual del planeta en el ámbito educativo.

De acuerdo con el ente multilateral, si bien merecen reconocimiento los esfuerzos de países latinoamericanos y caribeños para continuar el proceso de enseñanza mediante las modalidades a distancia, muchos estudiantes quedaron rezagados y necesitan atención.

En ese sentido, advierte que para evitar un desastre generacional derivado de la emergencia educativa creada por la Covid-19, deben adoptarse respuestas a este desafío en los planes de recuperación.

Según el reporte denominado ‘Todos y todas sin excepción’, antes de la pandemia, los alumnos de hogares de mayores ingresos en 21 naciones tenían cinco veces más probabilidades de terminar la enseñanza secundaria superior que en los de hogares pobres.

Brasil, Colombia, Guatemala, Jamaica, México, Panamá, Perú y Uruguay están entre los países incluidos en el estudio producido por el equipo del Informe de Seguimiento de la Educación en el Mundo, la Oficina Regional de Educación y el Laboratorio de Investigación e Innovación en Educación para América Latina y el Caribe-SUMMA.

La investigación señala las dificultades existentes para alcanzar un dominio mínimo de competencias lectoras, las habilidades matemáticas básicas y la asistencia a clases, agravadas durante la crisis sanitaria, sobre todo entre los desfavorecidos, como los indígenas, los afrodescendientes y los afectados por discapacidades.

Para el director de SUMMA, Javier González, ‘los sistemas educativos de la región no sólo se caracterizan por su baja calidad, sino también por sus altos niveles de desigualdad y exclusión social. Este problema se ha visto exacerbado con la pandemia’.

Por esta razón, debemos invertir y reformar urgentemente nuestros sistemas educativos para desarrollar su capacidad de adaptación a las necesidades particulares de sus estudiantes y territorios, reconociendo, valorando y construyendo sobre la diversidad, como elemento esencial y constitutivo de la calidad educativa, subrayó.

El reporte incluye un conjunto de recomendaciones para la siguiente década, destinadas a ayudar a los países latinoamericanos y caribeños en la consecución de los objetivos de la Agenda 2030 y la reducción de las desigualdades en el sector.

La Unesco adelantó que el informe será el tema central del Foro Regional de Políticas Educativas 2020: Inclusión y educación en tiempos de post-pandemia, que se realizará del 9 al 12 de noviembre con la participación de funcionarios ministeriales y expertos.

Fuente e imagen tomadas de: https://www.prensa-latina.cu/index.php?o=rn&id=408999&SEO=unesco-alerta-sobre-mayores-brechas-educativas-en-latinoamerica
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Los “Don nadie” con rostro humano

Por: Sergio Ferrari

Seres humanos sin identidad ni coordenadas. Figuras escondidas y fantasmagóricas diseminadas en todas las regiones del planeta. Desclasados, necesarios, a veces imprescindibles, casi siempre ‘desechables’.

Ciudadanos de segunda categoría, los 272 millones de migrantes a nivel mundial, avivan pasiones y atizan discursos xenofóbicos con cálculos electorales en buena parte de la geografía planetaria.

Integran un sector sumamente vulnerable a los impactos sanitarios, económicos y sociales de la actual pandemia. Al mismo tiempo, por su aporte a nivel económico y laboral, constituyen un resorte importante –a veces esencial- para la recuperación económica integral.

Así lo entiende, en todo caso, las Naciones Unidas.  En particular, su Programa para el Desarrollo Humano (PNUD), que publicó el 21 de octubre un informe donde analiza las migraciones en la última década.

Movilidad humana, oportunidades compartidasAnálisis del Informe sobre Desarrollo Humano 2009 y la ruta hacia delante (https://www.undp.org/content//human-mobility/en/home.html)  examina las grandes tendencias pasadas y , al mismo tiempo, arriesga anticipar pistas futuras para facilitar una migración segura, ordenada y regular.

Escondidos detrás de los números, cuadros y análisis, se desvanecen ciertos mitos ligados a la migración, que sigue siendo una temática de principal actualidad civilizatoria, atravesada-manipulada por retóricas políticas y convertida en espantapájaros en el debate societario mundial.

Con expresiones simbólicas muy fuertes, como la construcción del muro entre Estados Unidos y México o bien la ‘barrera de seguridad’ instalada por la Unión Europea en las aguas del Mediterráneo o el chantaje permanente de Turquía hacia la Unión Europea, al tener en sus manos una gigante llave maestra migratoria.

Algunos de esos mitos son repetidos hasta el cansancio por muchos medios de información y un importante sector de la clase política y el poder. Que la migración mundial es incontrolable cuantitativamente a nivel planetario; que es una población que aprovecha de las ventajas de países más ricos a donde se dirige; que el impacto de los refugiados –una ínfima parte de dicho grupo humano- amenaza la paz interna de las regiones más estables del planeta.

Población minoritaria

La Organización Internacional de Migraciones (OIM) calcula en su Informe 2020 la existencia de unos 272 millones de migrantes internacionales, cifra que representa apenas un 3.5% de la población mundial. (https://publications.iom.int/books/informe-sobre-las-migraciones-en-el-mundo-2020)

La tendencia es creciente. Las cifras actuales superan las proyecciones hechas para el año 2050, que pronosticaban un 2,6%, es decir 230 millones de migrantes internacionales, recién dentro de tres décadas. Sin embargo, los porcentajes siguen siendo mínimos en el marco demográfico mundial.

Como lo sostiene la OIM, la escala y el ritmo de la migración internacional son muy difíciles de predecir con exactitud, porque están estrechamente relacionados con acontecimientos puntuales o de duración limitada, como las situaciones de inestabilidad grave, crisis económica o conflicto. Además del impacto que pueden tener las tendencias a largo plazo, que también tienen una repercusión esencial: los cambios demográficos, el diferente desarrollo económico regional, los avances de la tecnología de las comunicaciones y el acceso al transporte.

En cuanto a coordenadas geográficas, India sigue siendo el principal país de origen de migrantes internacionales (17,5 millones).  El segundo en importancia es México con 11,8 millones y China se ubica en tercer lugar con algo más de 10 millones. Si se analizan el destino, los Estados Unidos mantienen el primer lugar, captando más de 50 millones migrantes internacionales.

Tres cuartas partes de los 272 millones -52 % hombres y 48% mujeres- tienen entre 20 y 64 años y constituyen una fuerza de trabajo potencialmente activa.

Las remesas internacionales que origina ese movimiento migratorio ascendieron en 2018 a los 689.000 millones de dólares estadounidense. Las mismas terminan en un sin número de países. Tres de ellos son los principales receptores: India, China, y México. Sin embargo, en regiones enteras, como Centroamérica y el Caribe o la África subsahariana, el impacto económico de las remesas impacta en la sobrevivencia misma de numerosas familias o comunidades. Para Haití representan un 37,1 % del Producto Interno Bruto (PIB). Para Honduras, un 22 %; El Salvador, 21%; Jamaica,16 %; Nicaragua y Guatemala, 13,1%. El Banco Mundial calcula que, en 2019, América Latina y el Caribe recibió, en conjunto, 96.000 millones de dólares en transferencias enviadas por los migrantes.

Según el reciente informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo Humano (PNUD), la migración forzosa – desplazados internos y refugiados- si bien se ha duplicado en los últimos 10 años significa actualmente unos 79 millones de personas.  Una pequeña minoría en el contexto ya minoritario del conjunto del movimiento migratorio a nivel mundial.

Actor productivo

El discurso xenofóbico de enorme impacto a nivel mediático internacional subraya el “oportunismo”, cuando no el “ocio”, de los migrantes que llegan a países de alto o mediano desarrollo.  Cuando este discurso se embebe de componentes raciales, como sucede en Europa con los inmigrantes provenientes del África subsahariana o de países árabes, el coctel resulta socialmente explosivo, discriminador y racista.

Sin embargo, “bien gestionada, la movilidad humana impulsa el crecimiento económico, reduce inequidades y conecta a sociedades diversas”, subraya el nuevo Informe del PNUD, desmitificando una parte de los argumentos descalificadores. Y subraya que “aunque únicamente representan el 3,5% de la población mundial, las personas migrantes generaron el 9% del PIB mundial en 2015”.

Otros estudios de instituciones internacionales como el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional, citados por el PNUD en su informe, “muestran que un aumento porcentual de la proporción de migrantes en países de altos ingresos aumenta el ingreso per cápita en un 2%”. Y anticipa que “si las personas inmigrantes aumentaran la mano de obra de los países ricos en 3%, el Producto Interno Bruto mundial incrementaría 356.000 millones de dólares para 2025.

Con la mirada retrospectiva, el PNUD reconoce que desde 2009 se ha avanzado poco en cuanto a abordar la movilidad de personas migrantes poco cualificadas. Los derechos de las personas migrantes están más protegidos en el papel; pero, en la mayoría de los países, su acceso a protección y servicios sociales sigue siendo limitado. Y los costos de transacciónpara documentos, desplazamiento y transferencias monetarias siguen siendo obstinadamente elevados.

La crisis sanitaria mundial no debería ser un factor para cerrar aun más las fronteras. Al presentar el estudio, Asako Okai, administradora adjunta y directora de la Oficina de Crisis del PNUD enfatiza que “las economías y las sociedades saludables dependen de la movilidad humana. Los esfuerzos de recuperación de la COVID-19 deben incluir a las personas migrantes, asegurando que sus derechos no sean marginados y que no se desperdicie su contribución”.

«Nadie está seguro hasta que todos estén seguros» enfatiza el resumen técnico del informe, lo que implica la necesidad de “una respuesta inclusiva”, que integre a las personas migrantes.

Humanizar la migración

Movilidad Humana, oportunidades compartidas no se queda en el diagnóstico, sino que propone pasos concretos para valorizar y dignificar la migración.

Recomienda tomar y asumir ciertas decisiones políticas internacionales. Entre las cuales:  ampliar las rutas legales, reducir los costos de transacción de las remesas, garantizar los derechos de las personas migrantes, especialmente para las mujeres, fomentar la integración y la cohesión social, y movilizar a las diásporas.

Y concluye que «la pandemia y la pausa en los viajes son una oportunidad para redefinir la movilidad humana y construir un mundo mejor”.  El Administrador de la PNUD Achim Steiner al presentar el nuevo informe sobre las Migraciones 2020, sostuvo que “promover los beneficios, reducir los costos y hacer que la migración sea una opción nos preparará hoy para hacer frente a los nuevos retos que plantee el cambio climático, la creciente inequidad y la transformación digital del trabajo de mañana».

A la crisis económica mundial de 2008 le siguió una década de un debate muy politizado, algunos avances y muchas oportunidades desperdiciadas en relación con la movilidad humana, enfatizó Steiner.  Debemos redoblar esfuerzos ahora y centrarnos en los progresos en los próximos diez años si queremos alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible», enfatizó.

El PNUD anticipa, de cara al futuro, nuevos enfoques para potenciar los beneficios de la movilidad humana, tanto para las personas migrantes y sus familias, como para los países de origen y destino. Van en la dirección de ampliar las rutas legales de migración, innovaciones digitales para ayudar a las personas a ganarse la vida mientras están en tránsito, un enfoque renovado en protección social y la participación de las diásporas en las políticas de los países de origen.

Las imágenes casi cotidianas definen el argumentario planetario. Los migrantes centroamericanos que intentan llegar a Estados Unidos vía México. O las barcazas repletas de hombres, mujeres y niños africanos golpeando a las puertas europeas – solo el año pasado murieron 1.283 en la travesía en tanto 110 mil lograron entrar al Viejo Mundo. Lo que esconden los reflectores mediáticos es, sin embargo, lo esencial: el enorme aporte de los trabajadores migrantes a las economías de los países centrales, así como el efecto de oxigenación intercultural imprescindible para las tan ricas como envejecidas sociedades opulentas.

Fuente: https://rebelion.org/los-don-nadie-con-rostro-humano/

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Aprendizajes positivos y lecciones de resiliencia desde la educación ambiental para momentos pandémicos

Por: Carmelo Marcén

  • Abrimos de par en par nuestra Ecoescuela para que entren propuestas didácticas que faciliten el desarrollo de actuaciones escolares que aminoren las dificultades que en este curso 2020-2021 debe sortear la educación formal, especialmente el profesorado y el alumnado que ensayan sin entrenamiento,

Seguimos trayendo a nuestro blog aportaciones varias para trabajar la educación ambiental; unas muy conocidas, otras menos. Abrimos de par en par nuestra Ecoescuela para que entren propuestas didácticas que faciliten el desarrollo de actuaciones escolares que aminoren las dificultades que en este curso 2020-2021 debe sortear la educación formal, especialmente el profesorado y el alumnado que ensayan sin entrenamiento previo nuevas relaciones entre ellos y con los aprendizajes. Por este motivo, convendría que los centros educativos anotasen diariamente en su Agenda escolar lo que ha sucedido cada día, las dificultades que han surgido y cómo las han ido solucionando.

Todo ayuda a la mejora del proyecto colectivo, todo sirve para un curso en el que va a haber que sortear muchas dificultades similares a las que han surgido en la vuelta a las aulas. Queremos pensar, necesitamos creer, que dentro del marasmo escolar en el que estamos inmersos; hacer convivir gestión y educación para que las personas aprovechen lo mejor de sí mismas casi nunca resulta fácil. ¡Qué decir en este curso 2021 que permanecerá en la microhistoria de cada cual y veremos cómo queda reflejado en la Historia del siglo XXI. ¿Servirá la Educación Ambiental de cauce para aprender? Es una hipótesis que habría que investigar, una vez superados los primeros días de vértigo.

Siempre es conveniente conocer reflexiones sobre la Educación Ambiental y experiencias didácticas que se desarrollan en centros diferentes al propio. Pero especialmente cuando se viven momentos tan críticos en las escuelas, se agradece que alguien se pregunte si se pueden mezclar propósitos de aprendizajes positivos que nos sirvan a la vez de lecciones de resiliencia. De lo primero se puede aprender mucho en La Firma del mes de la Carpeta Informativa del Ceneam (Centro Nacional de Educación Ambiental), donde se recogen cientos de aportaciones de reflexión y para el debate. Se puede hacer una búsqueda por autores o por temas. También merece la pena entrar en Recursos para la Educación Ambiental. Allí se aportan muchas ideas prácticas muy útiles en estos momentos.

El título de la presente entrada, y todo lo que viene a continuación es una especie de análisis y a la vez resumen de un interesante artículo de Marta López Abril e Isabel Fernández Domínguez publicado en la Carpeta. Las autoras quieren ejercer el papel de difusoras y lo logran con apuntes generales y detalles finos. Recogen propuestas diversas en torno a problemáticas graves de la actualidad: cambio climático, movilidad, contaminación, alimentación, consumo, etc., relacionadas con la Educación Ambiental pero que integran también cuestiones sociales como cuidados y cooperación. En el artículo se explican, y enlazan, ejemplos de iniciativa social durante la pandemia de los cuales recogemos solamente uno de algunos ámbitos: laboratorios ciudadanos y cartografías de iniciativas ecosociales como ESenRED comentado ya en este blog; sobre alimentación y consumo como #soscampesinado; de transformación comprometida de las ciudades como Paisaje transversal; propuestas de reconexión con la naturaleza como Red de Equipamientos de Educación Ambiental para el Desconfinamiento (REDEEA) de la cual ya hablamos en la anterior entrada de este blog; de apoyo mutuo como la Red Mundial de Ciudades y Comunidades Amigables con las Personas Mayores auspiciada por la OMS; sobre creatividad y cultura como El Laboratorio ESCOITASME?; de arte y naturaleza como Naturaleza artificial del Museo Nacional de Ciencias Naturales; cuestiones de desigualdad y nuevo modelo económico como la Guía de iniciativas de economía solidaria frente a la crisis del COVID-19 editada por la Red de Redes de economía colaborativa y solidaria (REAS); entre otras).

Desgranan también y justifican al final algunas reflexiones y aprendizajes para compartir: que gran parte de las iniciativas han surgido de contextos sociales previos, que buscan satisfacer necesidades humanas, que casi todas tienen origen urbano, que buscan la transformación de los modelos de vida, que generan círculos de cuidados, que han sido experimentadas.

En fin, que, como dicen las autoras: “La crisis sanitaria y el confinamiento han mostrado claramente la íntima relación entre nuestro insostenible modo de vida como sociedad, los problemas ambientales y nuestra salud”. A la vez, llaman la atención sobre el hecho de que antes ya nos encontrábamos en una crisis multisistémica que justificaba una Educación Ambiental que mejorase las relaciones entre las personas y de estas con el planeta. Por eso, las acciones positivas para fomentar la resiliencia que han seleccionado merecen una consideración en los centros educativos. Habrá que darles las gracias por semejante aportación.

Fuente e imagen tomadas: https://eldiariodelaeducacion.com/ecoescuela-abierta/2020/10/02/aprendizajes-positivos-y-lecciones-de-resiliencia-desde-la-educacion-ambiental-para-momentos-pandemicos/

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