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La prueba de que es posible reducir la pobreza en una crisis sanitaria está en Sierra Leona

Por: Alejandra Agudo

El Índice de Pobreza Multidimensional muestra que se habían mejorado las condiciones de vida más allá del ingreso de millones de personas. La covid-19 pone en riesgo el progreso, pero no es imposible seguir avanzando, según los datos del PNUD

Sierra Leona es un país muy pobre. Un 40% de su población vive con menos de 1,90 euros al día, el 58% no tiene combustible saludable para cocinar, el 54,4% carece de saneamiento adecuado y casi el mismo porcentaje (54,5%) no tiene acceso a electricidad. Pero todas esas cifras, recogidas en 2017, son mejores que las que registraba en 2013, cuando la proporción de personas que padecían estas privaciones era unos 20 puntos superior. De hecho, el país es el que más rápido ha reducido la pobreza multidimensional, que se mide con 10 indicadores de salud, condiciones de vida y educación en esos años. Su situación es todavía muy precaria y el país ocupaba la posición 181 de 189 en el Índice de Desarrollo Humano de 2019, pero todo ese progreso lo consiguió durante uno de sus períodos más críticos: en plena crisis del ébola.

Estos datos, recogidos en el último informe de pobreza multidimensional del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), demuestran que «en las peores circunstancias, la esperanza es posible; se puede reconstruir mejor», opina Sabina Alkire, directora de la Oxford Poverty and Human Development Initiative (OPHI), entidad que firma el estudio. «Sierra Leona es inspiradora. Durante la crisis del ébola se puso la atención en prevenir muertes y, por ello, en campañas para promover el lavado de manos, programas contra la desnutrición y educación», comenta la líder del equipo de autores en una entrevista telefónica tras la presentación telemática del estudio. «Se enfocaron en los más pobres porque no tenían ni acceso al agua». Gracias a eso, explica, la pobreza multidimensional en el país africano pasó de afectar al 74% de la población en 2013 al 58% en 2017. «Y mejoraron en todos los indicadores, sobre todo en acceso a electricidad y combustibles limpios para cocinar», detalla.

Como Sierra Leona, otros países venían realizando importantes progresos en la reducción de la pobreza multidimensional entre el 2000 y 2019. Concretamente, 65 de los 75 analizados (que abarcan a 5.000 millones de personas) en este estudio. «Estos son logros notables y no tienen que ver solo con recursos económicos, sino con voluntad política», considera Alkire. Según los datos del informe, India es el país en el que más personas salieron de la pobreza multidimensional, unos 270 millones entre 2005/2006 y 2015/2016. En China, 70 millones entre 2010 y 2014. Y en Bangladés fueron 19 millones entre 2014 y 2019. «Nos dimos cuenta de que para luchar contra la pobreza teníamos que tomar medidas, pero que no solo tenían que ver con el ingreso; teníamos que abordar todas las caras de la pobreza», comenta Muhammad Abdul Mannan, ministro de Planificación del país asiático en su intervención en la presentación del informe.

Con todo, todavía 1.300 millones de personas padecen pobreza multidimensional, el 98,8% sufren más de tres carencias del listado de diez, como no disponer de agua potable, un suelo pavimentado en la vivienda o estar desnutridos. El 83,5% viven privados de más de cinco de estos parámetros. La mitad son niños menores de 18 años. ¿Dónde? África subsahariana concentra la mayor parte de este problema.  El 55 % de su población (558 millones de personas) se encuentra en situación de pobreza multidimensional. De estas, el 98 % (547 millones) no tienen acceso a combustible de cocina limpio, el 84 % (470 millones) carece de electricidad, y el 66 % (366 millones) no tiene acceso a agua potable.

«Pero todo esto era antes de la covid», apunta Alkire. Todos los avances conseguidos —47 países estaban en la buena senda de reducir a la mitad su pobreza multidimensional para 2030— están ahora en peligro, advierte el PNUD. Un temor compartido por el mandatario bangladesí que estima que 35 millones de los más de 160 millones habitantes del país están en riesgo de caer en la miseria debido a la crisis desencadenada por la pandemia. Más optimista, Achim Steiner, administrador del PNUD, ve en el momento actual «una oportunidad para repensar el desarrollo y reconstruir mejor». Algo indispensable, anota, porque «habrá nuevas crisis, sobre todo teniendo en cuenta el impacto del cambio climático».

En este sentido, los participantes en el encuentro digital, coinciden en destacar la importancia de usar la información del Índice de Pobreza Multidimensional (IPM) para tomar decisiones políticas acertadas para la reducción de la miseria. «Esto no es una herramienta para controlar a los Gobiernos, sino ara apoyarles a medir sus avances», precisa Isabel Saint Malo, ex vicepresidenta de Panamá. Así, la asesora técnica en equidad de la Organización Mundial de la Salud, Theadora Swift Koller, sugiere observar los datos de distribución de la pobreza entre áreas urbanas y rurales. «Estas últimas concentran el 85% de los pobres multidimensionales y tienen peor acceso a la salud. En este contexto de recuperación, hay que invertir más en recursos humanos sanitarios para reducir la desigualdad en el acceso a la salud en áreas rurales», plantea.

«Aprendamos las lecciones de los países que lo han hecho bien», pide Steiner. «No es imposible reducir la pobreza, no es tan difícil como ir a la luna; sería un cambio histórico que en este tiempo de covid-19 se hiciera más para proteger a los más pobres», apunta Alkire. Pero ve que en algunos países las ayudas están llegando a clases acomodadas y no a los más necesitados quienes, además, no tienen voz para reclamar apoyo. Otros, matiza la experta, «sí tratan de obtener información de cómo es la situación de la gente con voluntad de responder a sus necesidades». Así lo hizo Sierra Leona, según muestran los datos, en una crisis sanitaria de gran magnitud. Las ayudas internacionales sirvieron al propósito de mejorar la vida de los más pobres.

En esta ocasión, hace falta todavía el primer paso: que haya suficiente ayuda internacional. La ONU ha lanzado tres llamamientos para recaudar 10.300 millones de dólares (9.000 millones de euros) para su Plan Global de Respuesta Humanitaria. Desde el primero, en marzo, cuando se solicitaron 2.000 millones a la comunidad internacional, apenas se han recaudado 1.700 millones dólares. «La respuesta hasta ahora de las naciones ricas (…) a situaciones en otros países ha sido extremadamente inadecuada», ha criticado recientemente Mark Lowcock, subsecretario general de la ONU para asuntos humanitarios. «Existe un grave riesgo de hambrunas múltiples a fines de este año y principios del próximo. Tenemos que invertir ahora para evitarlo», ha advertido.

La OPHI y el equipo de investigadores del PNUD han realizado sus propias proyecciones de cuántos pobres multidimensionales habrá debido al impacto de la pandemia. Con simulaciones para 70 países (4.800 millones de personas) en desarrollo a partir de los efectos anticipados en cuanto a nutrición y asistencia escolar, la conclusión es que, en el escenario más conservador —que un 25% de las personas en pobreza multidimensional o vulnerables entren en situación de desnutrición, y la mitad de los niños en edad de educación primaria dejen de asistir a la escuela—, los niveles de pobreza podrían volver a los de hace nueve años, lo que significa que 490 millones de personas más caerían en situación de pobreza multidimensional.

Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/elpais/2020/07/16/planeta_futuro/1594916645_258161.html

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Covid-19 problema sanitario: Crisis en la educación

Por: Telesur.

Unesco ha alertado que existen 258 millones de niños y jóvenes totalmente fuera del sistema educativo.

La crisis sanitaria mundial ha obligado al cierre de escuelas y universidades, afectando a un número sin precedente de estudiantes. Maestros y padres han sentido también el peso de la Covid-19.

El cierre de las escuelas en más de 180 países ha mostrado las desigualdades en materia de educación.

Es tiempo para que los garantes de la educación consigan experiencias de este periodo.

Covid-19: ¿Crisis del aprendizaje?

En 2017, Jim Yong Kim, médico surcoreano nacionalizado en Estados Unidos, y presidente en ese entonces del Banco Mundial, detallaba sobre lo que definía como una crisis del aprendizaje. Kim hacía referencia a que “la escuelas primarias y secundarias no les ofrecen a los estudiantes las herramientas necesarias para prosperar en la vida”. Y es que, según una investigación del propio Banco, se apreciaba ya, desde entonces, lo que definían como “una escolarización sin aprendizaje”.

Kim decía que “no es solo una oportunidad desaprovechada, sino también una gran injusticia para los niños y los jóvenes de todo el mundo”. La investigación mostraba cómo, por ejemplo en Kenya, Tanzanía y Uganda, cuando se les pidió a los alumnos de tercer grado que leyeran una frase sencilla como “El perro se llama Fido”, en inglés o en suajili, el 75 por ciento de los evaluados no entendió lo que leía. En las zonas rurales de la India, casi el 75 por ciento de los alumnos de tercer grado no pudo resolver una resta con números de dos dígitos como 46 − 17, y en quinto grado, la mitad aún no era capaz de hacerlo.

En Brasil, si bien las habilidades de los estudiantes de 15 años habían mejorado, al ritmo actual de avance les llevaría 75 años alcanzar el puntaje promedio en matemática de los países ricos. En lectura, les llevará 263 años. Si bien en 2017 se alertaba sobre la crisis en el aprendizaje, ¿qué sucede ahora cuando una pandemia ha obligado al cierre de todos los niveles formales de educación en 189 países, debido al confinamiento?

Antes de la pandemia… ¿ya había pandemia?

Según estadísticas de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en el mundo hay, estadísticamente, 670 millones de analfabetos. En su discurso ante la reunión anual de la Unión Interparlamentaria en la sede de la ONU, en enero de 2020, el presidente de la Asamblea General, el nigeriano Tijjani Muhammad-Bande, lamentó que, actualmente, uno de cada cuatro países no asigna el 4 por ciento de su producto interno bruto (PIB) ni destina el 15 por ciento de la inversión pública a la educación.

Por su parte, la presidenta de la Unión Interparlamentaria, la mexicana Gabriela Cuevas Barrón, expuso que 258 millones de niños no estarán escolarizados en 2030; que en la actualidad se necesitan 69 millones de docentes en todo el mundo; y que se requieren 39.000 millones de dólares en el mundo para construir escuelas y mejorar capacidades.

Era enero de 2020, cuando la pandemia del coronavirus no había transmitido golpes tan fatales en todas las regiones del planeta. ¿Qué sucede hoy, apenas seis meses después?

La internet: ¿Solución para todos?

Hubo un momento –el 12 de abril de 2020- en que, según la Unesco, más de 1.578 millones de educandos, el 90.1 por ciento de la matricula mundial, cesaron las actividades docentes. Una de las primeras medidas –léase soluciones- tras el cierre de escuelas y universidades en todo el mundo, fue la educación virtual. Pero las diferencias, que aparecían por todas partes, también se mostraban aquí.

El sitio de la Unión Internacional de las Telecomunicaciones (UIT) – agencia de Naciones Unidas especializada en las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) – muestra, en su último informe, no solo al equipamiento y los costos, sino también al estado del conocimiento y las aptitudes necesarias para avanzar con las tecnologías en el mundo.

En el informe, es fácil observar las enormes brechas digitales que existen, lo que hace pensar que el planeta no está preparado para la educación virtual. Pero… ¿cuál era, según el informe, la situación del acceso a internet en el momento mismo de aparecer la pandemia?

1.- En términos generales, la mitad de la población mundial usa Internet y menos de la mitad de los hogares tiene una computadora.
2.- Estimaciones globales sugieren que 826 millones de estudiantes no tienen computadora en casa, 706 millones no tienen acceso al Internet en casa y 56 millones no tienen cobertura de redes móviles 3G/4G» (Instituto de Estadísticas de la Unesco, 2020).
3.- En 2018, 57,8 por ciento de los hogares tenía conexión de Internet, 48,3 por ciento en los países en desarrollo y 17,8 por ciento en los países menos desarrollados.
4.- En 2019, Internet tenía una penetración de 53,6 por ciento en el mundo. 86,6 por ciento de los usuarios estaba en los países desarrollados y 19,1 por ciento en los PMD.
5.- 6.500 millones de personas (85,5 por ciento de la población mundial) carecen de una conexión fiable a Internet de banda ancha (PNUD, abril 2020).
6.- En 40 de los 84 países para los cuales hay datos, menos de la mitad de la población tiene competencias digitales básicas, como copiar un archivo o enviar un correo electrónico con un adjunto.

Quizás pueda pensarse que las mayores insuficiencias están en el África subsahariana, pero el informe muestra que notables diferencias hay por todo el planeta, incluso en los países desarrollados donde existen también notables disonancias. Un mundo así no ha podido responder por igual a los embates de una pandemia.

Sistema de respuesta en América Latina: Mapeo regional-país por país 

24 países de América Latina y el Caribe, actualizado al 17 de junio de 2020.

Los que nunca han asistido a un aula

Por estos días, es común en los medios leer cifras de estudiantes que están fuera de las aulas a causa de la pandemia… pero ¿cuál es la cifra de estudiantes que, independientemente de la pandemia, no ha asistido nunca a un aula?

Según el estudio de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco). el dato más voluminoso es que hay 258 millones de niños y jóvenes totalmente fuera del sistema educativo, y la pobreza fue el principal obstáculo para su acceso.

De ellos, 93 millones (31 por ciento de población en edad escolar) están en África subsahariana; 94 millones en Asia meridional y central (21 por ciento); 33 millones en Asia oriental y sudoriental (9 por ciento); 15 millones en África del norte y Asia occidental (17 por ciento); y casi 12 millones en América Latina y el Caribe. De la población no escolarizada, 15 por ciento son niños y niñas con discapacidades.

La ONU, en un documento titulado “Shared responsibility, global solidarity: Responding to the socio-economic impacts of Covid-19″ (Responsabilidad compartida, solidaridad global: Respuesta a los impactos socioeconómicos de Covid-19), ha estimado que, entre 42 y 66 millones de niños y niñas podrían caer en la pobreza extrema como resultado de la crisis de este año.

En las poblaciones vulnerables, los niños y jóvenes tienen mayores dificultades para acceder a una educación a distancia. I Foto: elsoldepuebla.com.mx

De igual forma, las Naciones Unidas, en un texto publicado este 2020 bajo el título “The Impact of Covid-19 on Children” (El impacto de Covid-19 en los niños) ha proyectado que, en solo un año, se pueden revertir los últimos dos a tres años de avance en la reducción de la mortalidad infantil, y se espera que la desnutrición ascienda a 368.5 millones de niños en 143 países que normalmente dependen de los Programas de Alimentación Escolar.

Ya en marzo de 2020, el Programa Mundial de Alimentos calculaba que 300 millones de alumnos de primaria habían dejado de recibir sus alimentos al haberse suspendido sus clases. Unesco ha señalado, además, que la inactividad física, el acceso restringido a espacios al aire libre, la escasez de espacios interiores abiertos y un mayor tiempo frente a las pantallas, debilitará de manera general el sistema inmunológico. Stefanía Giannini, subdirectora general de Educación de la Unesco, y Anne-Birgitte Albrectsen, directora ejecutiva de Plan Internacional por la Covid-19, han agregado que es posible el aumento en las tasas de deserción escolar que afectará de manera desproporcionada a las niñas adolescentes, a la vez que se arraigarán las brechas de género en la educación y llevará a un aumento en el riesgo de explotación sexual, embarazo precoz y matrimonio infantil forzado.

Las preguntas que rondan

Ante estadísticas y previsiones de organismos internacionales que pueden resultar alarmantes, y teniendo en cuenta, además, el contraste de algunos países u organismos que sí han ofrecido respuestas acertadas, varias preguntas comienzan a rondar:

¿Qué estrategias o modalidades educativas, una vez reabiertas las escuelas, van a perdurar? ¿Qué habilidades tendrán el vigor de programar trasformaciones en los sistemas educativos del mundo? ¿Qué hacer con los millones de niños para los que siempre –no solo ahora, en tiempos de pandemia- la escuela ha permanecido cerrada?

Fuente de la reseña: https://www.telesurtv.net/telesuragenda/covid-problema-sanitario-crisis-educacion-20200720-0063.html

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Maestros de Haití podrían ir a huelga tras reanudación de clases

Centroamérica/Haití/16 Julio 2020/prensa-latina.cu

El Grupo de Iniciativa de Maestros en Lucha, que aúna a docentes de la enseñanza pública, anunció hoy que podrían ir a huelga si las autoridades ignoran sus demandas.
Dady Charles, coordinador adjunto de la plataforma, señaló que el Ministerio de Educación tomó la decisión de reiniciar el curso académico sin consultar a los diversos sindicatos, en la conformación de protocolos pedagógicos y sanitarios, en el contexto de la actual crisis de salud.

Asimismo, reiteró que no tomaron en cuenta exigencias de varios años como el ajuste salarial, aplicación de a ley relativa a estatus especial de los maestros, el pago de honorarios atrasados, entre otras demandas.

Charles aseguró a la plataforma digital Vant Bèf Info que si es necesario relanzarán el movimiento de huelga en todas las escuelas públicas, tan pronto como se reanuden las clases.

A inicios de julio, el presidente Jovenel Moïse informó la reapertura de las escuelas a partir del 10 de agosto, luego de que el azote de la Covid-19 y su rápida propagación obligaran a su cierre.

Además de la pandemia que lo cercenó unos tres meses, el año académico 2019-2020 también fue mutilado por las masivas protestas antigubernamentales en septiembre y octubre pasado, y muchas escuelas solo abrieron sus puertas a finales de noviembre.

El titular del sector, Pierre Josué Argenor Cadet, detalló que la fecha anunciada solo afecta a estudiantes de noveno grado en adelante, mientras que a partir del 17 de agosto se reincorporarán las otras clases.

Señaló además que la cartera educativa informará en breve los protocolos sanitarios y las instrucciones pedagógicas a seguir por los centros docentes del país para facilitar la reanudación de las actividades escolares y proteger de la pandemia a los estudiantes, profesorado y personal administrativo.

De igual manera, se publicará un calendario revisado que incluirá indicaciones sobre la organización de eventos oficiales.

Fuente: https://www.prensa-latina.cu/index.php?o=rn&id=381888&SEO=maestros-de-haiti-podrian-ir-a-huelga-tras-reanudacion-de-clases
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Entrevista a Albert Sangrà: “La mayor angustia de alumnos, familias y docentes es que desconocíamos lo que se nos venía encima”

Entrevista/09 Julio 2020/Autor: Nacho Meneses/elpais.com

El posible impacto de los rebrotes de coronavirus una vez iniciado el curso hace necesario avanzar a un modelo de escuela híbrida, bien diseñado y con los recursos suficientes

La crisis sanitaria provocada por la pandemia de covid-19 ha supuesto un verdadero terremoto para la educación de muchos países. En España, más de 10 millones de alumnos se vieron de la noche a la mañana empujados a un largo confinamiento que obligó a repensar, de urgencia, todo un sistema educativo, y la posibilidad de que surjan nuevos rebrotes de la enfermedad en el otoño obliga a considerar todos los escenarios posibles. Entre ellos, el de la escuela híbrida, que de una u otra manera combina periodos de enseñanza presencial y online, se erige como uno de los más probables. Pero ¿cómo debería ser esta educación mixta? ¿De qué manera es necesario prepararse? De ello hablamos con Albert Sangrà, profesor de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).

Pregunta. ¿Cómo debería ser un modelo híbrido presencial y online?

Respuesta. Hay a quien le gusta decir que los modelos híbridos son la solución a todo porque toman lo mejor de los dos mundos, el presencial y el virtual. Pero lo cierto es que eso depende de muchas cosas. Tenemos que prepararnos para modelos híbridos no programados, aquellos que, desgraciadamente, sean el resultado de un nuevo confinamiento general o parcial, o de la necesidad de no disponer de todo el espacio en las aulas, y tener que funcionar con grupos alternos, en los que unos días van unos y otros días van otros.

Si la escuela no puede ser presencial, ¿cómo actuamos? No podemos repetir lo que hemos hecho hasta ahora, porque entonces sí que demostraríamos ser incapaces de gestionar de forma adecuada nuestro sistema educativo. Si ya sabemos que esto puede suceder, vamos a establecer protocolos y mecanismos que nos permitan hacer frente a modelos híbridos no programados, que no sabemos cuándo van a suceder; son los que nos sacarán mejor las castañas del fuego.

P. Pero no todos los centros tienen los mismos recursos.

R. Los modelos han de ser lo suficientemente flexibles en su aplicación como para tener en cuenta la diversidad entre centros. Más que de muchas directrices, soy partidario de desarrollar unos modelos híbridos que permitan a los centros tener una cierta capacidad de actuación.

A los centros educativos se les está dando la responsabilidad de aplicarlo, pero no sé si se les proporciona la formación y las herramientas necesarias para hacerlo. Si no se hace, la sensación es que tenemos que volver a clase a cualquier precio, y en estos momentos ese precio es muy alto. Vamos a empezar el curso de manera presencial, pero nadie nos dice cuántas veces tendremos que dejar de hacerlo a lo largo del próximo año o de los dos próximos cursos.

P. ¿El modelo mixto es siempre preferible a un modelo puramente virtual?

R. Si nos encontramos en una situación en la que nos dicen que mañana no se puede ir a clase, tengo que tener una solución preparada, y si no puedo ir a la escuela, a lo mejor no es híbrida. Es necesario desarrollar una buena solución online, no un parche, como hemos intentado poner hasta ahora, con muy buena voluntad. Claro que tendríamos que dar un enorme reconocimiento a todos los profesores y profesoras, y a los directores y directoras de centros, que durante ese periodo han hecho lo posible (y más) para dar servicio a todos los alumnos y alumnas; pero eso no significa que fuera lo mejor: es lo que era posible y viable en esos momentos y condiciones.

Ahora es diferente, porque lo podemos ver venir. Por eso, si no nos preparamos para otra eventualidad semejante, es que somos tontos de remate. Hay que hablar de cómo tiene que ser una educación online de calidad, que nos permita alcanzar resultados parejos e incluso superiores a lo presencial. Cuando podamos, volveremos a hacerlo presencial y, a lo mejor, como hemos aprendido mucho al hacer lo otro, podremos pasar por periodos en los que digamos “mira, esto lo podéis hacer desde casa, en el entorno virtual”. Hibridizar eso nos resulta más fácil, porque sabemos hacerlo y porque vemos que tiene unos beneficios que antes desconocíamos y que ahora pueden dar un valor añadido.

El profesor Albert Sangrà.
El profesor Albert Sangrà. UOC

P. ¿No sería mejor comenzar el curso con un modelo ya híbrido establecido, sin esperar a ver si pasa algo?

R. Yo creo que sí, y por eso te hablo de un modelo híbrido no programado. Hay que diseñar las actividades que vayamos a realizar de manera que puedan ser reversibles, y que si sucede algo puedan continuarse de manera online. Eso significa diseñarlas muy bien, y dedicarles mucho más tiempo. Las familias y la sociedad a veces no se dan cuenta del tiempo que implica trabajar como docente; no es solo las horas físicas delante de los alumnos, sino todas aquellas de programación para que luego todo funcione como es debido. En un entorno online, eso es todavía más exigente y necesario.

Es imprescindible formar a nuestros estudiantes en este tipo de actividades, que a veces serán presenciales y a veces virtuales; sobre cómo funcionan y cómo pasar de un momento a otro. Debemos tener transiciones fluidas, y esto solo puede suceder si están ya diseñadas y si hemos formado a las personas para que sepan cómo actuar llegado el momento. La mayor angustia que estos días han sentido muchos alumnos, alumnas, docentes y familias, se ha debido a que desconocíamos lo que se nos venía encima. No sabíamos lo que iba a pasar después.

P. ¿Tenemos tiempo para formar a los docentes?

R. Lo primero que es necesario es un cambio de cultura, pero también hay que asumir que no va a suceder de un día para otro. Probablemente nos costará bastante la primera vez; pero si lo vamos trabajando, cada vez tendremos más facilidad. Yo doy por sentado que vamos a empezar el curso presencialmente, pero supongamos que tenemos un rebrote a mediados de octubre o principios de noviembre. Si en septiembre hemos empezado a formar a los estudiantes sobre lo que pueda venir, sobre cómo se tienen que preparar y cómo vamos a cambiar el tipo de actividades, cuando tengamos que migrar a un entorno completamente online, es posible que muchas cosas ya sepan hacerlas.

En estos entornos, es fundamental desarrollar al máximo la autonomía de trabajo personal. Es verdad que en edades más tempranas esto es más difícil, porque aún no se ha generado, pero hay que empezar a trabajar en ello. Para el curso próximo, la competencia básica de aprender a aprender tendría que trabajarse en todos los centros de España, porque eso permitirá a los alumnos organizarse y sacar más provecho de los momentos de no presencialidad.

P. La brecha digital no facilita la implantación de un modelo como este…

R. La situación actual ha puesto de manifiesto una serie de problemas del sistema educativo que ya vienen de antes, y que nadie puede esperar que lo solucionen ni la educación digital ni la híbrida. Las desigualdades sociales existen con y sin online, solo que de esta manera se ponen más de manifiesto y no se pueden esconder.

Tenemos que resolver un problema de recursos, empezando por la conexión a Internet de todo el mundo. El acceso a Internet tendría que ser un derecho universal, porque a través de él accedemos a la mayor parte de la información; es lo mismo que cuando se desarrollaron las bibliotecas populares en el siglo pasado, para que todo el mundo tuviera acceso a los libros y a la lectura. En este momento, garantizar el acceso a la alfabetización significa darles acceso a Internet para que puedan ser competentes digitales, con el criterio necesario para poder usar los dispositivos a su alcance, ya sean móviles, tabletas u ordenadores portátiles.

Las administraciones y gobiernos deberían de ocuparse de este aspecto tecnológico, porque sería su contribución para eliminar la brecha digital: esta existe solo si queremos que exista, y hasta ahora, los gobiernos no han puesto de su parte para eliminarla. Ahora nos damos cuenta de que, si no hubiera habido brecha digital, la situación vivida hubiera sido mucho más llevadera para todos. En algunas comunidades, como es el caso de Cataluña, el Gobierno ha facilitado ese acceso a través de paquetes de conectividad para las familias que no lo tenían, e incluso ha facilitado tabletas y computadoras en préstamo o dación. No significa un gasto excesivo para el erario público, y te resuelve un problema de brecha digital. No sé a qué estamos esperando.

P. ¿Qué otras necesidades hay?

R. Es necesario formar tanto a los alumnos como a los docentes, para que el uso de estos mecanismos digitales no sea una mera trasposición en el entorno digital de lo que hacemos en clase presencialmente. Y eso requiere un cierto tiempo. A veces me dicen: “Bueno, pero es que los alumnos de eso saben más que nosotros”. No, perdone. Sus alumnos saben usar más Instagram y TikTok, y si me apuran, en algún caso Tinder. Pero no saben utilizarlo con una finalidad de aprendizaje.

Por otro lado, tenemos de educar también a las familias, para que estas crezcan en su propia competencia digital ciudadana y que entiendan mejor el trabajo que hacen los alumnos en casa, y también la labor de los profesores. Hay un gran nivel de incomprensión sobre el trabajo escolar en entornos digitales, porque las familias, en general, tienen su propia imagen de lo que tiene que ser la escuela, que proviene de cuando ellos mismos iban a la escuela. Pero de eso hace 30 o 40 años, en los que han pasado muchas cosas, los métodos han cambiado y los contenidos no son exactamente los mismos.

Hay quien piensa que la docencia en línea requiere menos trabajo, pero es justo al revés. Y si alguien tiene que gestionar a la vez un entorno virtual y presencial, su carga de trabajo va a ser muy alta. Aquí valdría la pena empezar a introducir en los centros figuras docentes (profesionales de la educación) que sean asistentes de los profesores en esos entornos online. El concepto adecuado sería tender a escenarios de codocencia en los que nos distribuimos lo online y presencial a partes iguales. Hay multitud de mecanismos para poderlo hacer; muchísimos docentes que están en situación de interinaje, y que no tienen plaza en estos momentos; otros que están esperando oposiciones o haciendo sustituciones temporales; estudiantes en prácticas que también podrían ayudar… Si repensamos la organización de los centros escolares a partir de la idea de ese modelo híbrido no programado, lo haremos de otra manera, y la Administración ha de ayudar.

P. ¿Debemos adoptar un sistema de enseñanza basado en las competencias?

R. Sí, pero tengo que recordar que esto no es nuevo; el currículum por competencias hace años que está instalado y que teóricamente funciona. El gran problema que tenemos es que seguimos evaluando por contenidos, no por competencias. Una de las grandes asignaturas pendientes de nuestro sistema es cambiar el sistema de evaluación, porque parece que todo gira en torno a la evaluación; que lo más importante es si vamos a realizar exámenes o no, cuando en realidad lo verdaderamente relevante es que los estudiantes aprendan. Y luego ya veremos de qué forma disponemos de evidencias para saber lo que han aprendido.

Para basarse en competencias, yo recomendaría desarrollar metodologías globalizadas, tendentes hacia el aprendizaje por proyectos, basado en problemas y casos, que integren conocimientos de distintos campos disciplinarios. Se trata de romper un tanto la estructura en asignaturas por otra que nos permita adquirir las competencias, a la vez que desarrollamos conocimientos a partir de situaciones reales.

P. Si esta situación se prolonga mucho en el tiempo, ¿qué impacto podría llegar a tener en la socialización y el desarrollo de los estudiantes?

R. Es importante que la socialización sea presencial, si es posible. Pero si no puede ser, vamos a desarrollar mecanismos que nos permitan socializar en los entornos virtuales. Si me conecto en un entorno de forma síncrona, pero lo hago con seis alumnos en vez de con 30, más que dar una clase lo que tengo que intentar es que sea un espacio de socialización, que nos comprendamos, que nos entendamos y expliquemos lo que pensamos o lo que nos sucede. Después, los contenidos se pueden a aprender de otras maneras, no hace falta que siempre haya una persona que lo dicte. En estos modelos híbridos, el profesorado debería diseñar, y tener preparadas, actividades que sean tendentes a esta socialización.

P. Un modelo híbrido de esta naturaleza puede presentar serios problemas de conciliación a las familias…

R. Es un tema más delicado, ya que si hablamos de empresas no siempre puedes intervenir de la misma forma. Se podrían desarrollar ayudas para las familias que no puedan atender a su hijo, porque por ejemplo los dos trabajen fuera. Creo que una de las estrategias que se va a utilizar, de entrada, es reducir al máximo que estos alumnos tengan que quedarse en casa. En países europeos como Bélgica u Holanda, donde el índice de contagios no había superado un umbral determinado, se ha resuelto sin hacer confinamientos totales: los niños de las familias con ciertas dificultades han podido seguir yendo a la escuela, atendidos por un retén de maestros. Hay que ser muy creativos e imaginativos, para identificar todas las casuísticas que pueden darse, y a partir de ahí vehicular mecanismos que ayuden.

Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/economia/2020/07/08/actualidad/1594200109_228848.html

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Dan por imposible retorno a clases presenciales en Honduras

Centroamérica/Honduras/09 Julio 2020/prensa-latina.cu

Los estudiantes de los diferentes niveles de enseñanza en Honduras reciben sus clases en la modalidad virtual desde que en marzo comenzara la cuarentena, una situación que resulta hoy casi imposible revertir, según expertos.
Para el rector de la Universidad Pedagógica Nacional Francisco Morazán (UPNFM), Alduvín Díaz, constituye una quimera que los alumnos vuelvan a las aulas este año debido a la crisis sanitaria que vive el país por la Covid-19.

Debemos de seguir preparándonos en las plataformas virtuales, el sistema educativo tenemos que fortalecerlo para poder trabajar en línea, sostuvo el pedagogo en declaraciones al diario Criterios.

Díaz también explicó que actualmente se implementa un plan de mitigación para no dejar totalmente abandonado los trayectos formativos, ‘los temas que nos permitan seguir avanzando en el logro educativo de los niños y jóvenes’, añadió.

El especialista catalogó de catastrófico un posible regreso de los niños a los centros educativos para recibir clases presenciales.

‘La recomendación es que sigamos en el desarrollo de contenidos, en el fortalecimiento de los recursos docentes y en el acompañamiento de los padres de familia para iniciar el otro año con nuevas disposiciones establecidas’, concluyó.

El sector educacional es uno de los más frágiles en este sentido, por lo cual las autoridades han decidido mantener la modalidad virtual todo el tiempo que sea necesario para no correr riesgo con la salud de los menores de edad.

Fuente: https://www.prensa-latina.cu/index.php?o=rn&id=379864&SEO=dan-por-imposible-retorno-a-clases-presenciales-en-honduras
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Coronavirus: un relato sobre la población

Por:  Daniel Seixo

 

«Así pues, tanto las sociedades como los grupos humanos más pequeños pueden tomar decisiones catastróficas por toda una serie secuenciada de razones: la imposibilidad de prever un problema, la imposibilidad de percibirlo una vez que se ha producido, la incapacidad para disponerse a resolverlo una vez que se ha percibido y el fracaso en las tentativas de resolverlos«

Jared Diamond

La muerte solo tiene importancia en la medida que nos hace reflexionar sobre el valor de la vida.

André Malraux

Con lo que sabemos hoy, el mundo no hubiera actuado de la misma manera

Pedro Sánchez

«Esto no es solo una crisis de la salud pública, sino de todos los sectores«

Tedros Adhanom Ghebreyesus, director General de la OMS

La medicina tiene que pasar de ser reactiva y genérica a ser predictiva y personalizada

Doscientos cuarenta y ocho mil casos confirmados, ciento cincuenta mil curados y veintiocho mil trescientos treinta y ocho fallecidos, esas son las cifras que hasta el momento deja el coronavirus en el estado español. Desde que el 25 de enero se registraron los primeros casos sospechosos en nuestro país, muchas cosas han cambiado para siempre. El virus, inicialmente detectado en Wuhan, China, ha logrado lo impensable, paralizar al mundo capitalista y por primera vez en mucho tiempo hacernos dudar de la seguridad y la viabilidad de nuestro modelo social y productivo, el capitalismo.

Cierto es que las buenas intenciones, la responsabilidad y por qué no decirlo, el miedo, rápidamente han abandonado nuestras calles y nuestras instituciones fruto de la necesidad económica y consumista, esa que en plena pandemia y con los primeros rebrotes asomando en diversos puntos de nuestra geografía, nos hace abandonar las más básicas medidas de protección y supervivencia, para arrojarnos inmediatamente y sin sentido del riesgo y de la conservación social a diversas tareas tan innecesarias como propias del Homo Consumens como las rebajas, las terrazas, la búsqueda de un buen moreno o la celebración de algún título deportivo o fiesta tradicional en honor a un santo o una santa, que difícilmente va a poder hacer milagros por nosotros si es que la ciencia cede la partida a la irresponsabilidad social, los intereses empresariales y el electoralismo político. Lejos quedan los primeros casos sospechosos procedentes de Wuhan, los casos importados, los primeros positivos locales y la falsa sensación de seguridad que nos dejaba caminar despreocupadamente por la calle, reunirnos sin miedo en aglomeraciones en nuestras ciudades y hacer uso del transporte público sin atender a preocupaciones o riesgos invisibles. Lejos queda el 11 de marzo y el inicio del aumento repentino de los contagios y los fallecimientos, una cascada precipitada de temor y desinformación que hace que el gobierno español decida decretar el estado de alarma y comenzar a buscar desesperadamente material médico en el mercado internacional a una escala nunca antes vista. Los sanitarios, las fuerzas de seguridad, las instituciones locales, autonómicas y todo el equipo de gobierno, cada uno de los resortes de nuestro esquema de organización social se mostraba sacudido por el inesperado golpe que supone el impacto de la pandemia, pero poco a poco, pese a los numerosos errores y la evidente improvisación inicial, el enramado público de salud comenzaba a reaccionar frente al virus y a salvar vidas.

El COVID-19 supone una enmienda directa a las disfunciones de nuestra sociedad, por ello podemos ver como al tiempo que señala las claras debilidades en la estructuración de la niñez y la vejez, etapas de nuestro ciclo vital no productivas para el capitalismo, también lo hace de forma clara y evidente con los sectores sociales más desfavorecidos por el sistema

Fueron numerosa las debilidades de nuestro sistema social y económico que se pusieron en clara evidencia durante los días más duros de la crisis del coronavirus, que aunque parezca ya olvidada, estamos todavía viviendo. La incapacidad para dotarnos en nuestro propio sistema productivo de elementos tan básicos como los respiradores, los diversos tipos de mascarillas o los equipos de protección, evidenciaron claramente como el occidente capitalista, capaz de adaptar su consumo a las más diversas modas y muy acostumbrado a los ritmos de una sociedad consumista y caprichosa,  se mostraba ciertamente incapaz de garantizar a su pueblo las más básicas medidas de seguridad que países hasta ese momento demonizados por sus diversos sistemas sociales alternativos al capitalismo como China, Cuba o Venezuela, sí parecían poder desarrollar sin apenas complicaciones más allá de las evidentemente organizativas. La economía liberal se mostraba una vez más incapaz de atender a otros factores ajenos al mero consumo y determinantes para los pueblos como la salud física y mental, la estabilidad social o la solidaridad. Las escenas de acaparamiento de bienes, el mercadeo salvaje, las estafas e incluso los casos de piratería y uso de la fuerza entre países para adquirir material de primera necesidad, destinado a salvar vidas, dejaban claro que en el occidente capitalista, la moneda y el peso militar, iban a decidir individualmente el curso a seguir en la estrategia de lucha contra el coronavirus. Desde el pasotismo inicial de Reino Unido, solo rectificado tras el contagio e ingreso hospitalario de Boris Johnson, hasta la reacción del ejecutivo español con numerosas sombras y también luces solapadas por la magnitud de la tragedia, pasando por la inicial eficiencia portuguesa, el ejemplo vietnamita o la locura vivida en Francia, hasta la negligente actitud del Brasil de Bolsonaro y la locura y decadencia del Imperio estadounidense en manos del Donald Trump, si algo ha terminado quedando patente durante esta crisis sanitaria, es la inexistencia de verdaderos organismos de gestión global y el excesivo peso del campo económico frente a otros factores de la existencia humana, aun cuando lo que está en juego es la vida de numerosos congéneres e incluso nuestra propia existencia como especie.

Y si una realidad ha evidenciado el solapamiento de la vida por la economía en nuestro estado durante toda esta crisis sanitaria, es la de las residencias de ancianos. Sometidos a curas extremas de adelgazamiento presupuestario durante los años previos en busca de lograr rentabilizar sus servicios, las diferentes residencias del estado español encararon el desafío sanitario del coronavirus tras años de reducción de personal, precarización salarial y de las condiciones de trabajo, bajando la calidad de la comida, ahorrando en material, limpieza y mantenimiento e incluso llegando a degradar las condiciones en la atención a los ancianos, con el único objetivo de lograr aumentar los beneficios empresariales de directivos y en muchos casos, accionistas. Con la llegada del coronavirus, la situación estalló dejando un saldo de 19.500 muertos con Covid-19 o síntomas compatibles en las 5.457 residencias de ancianos públicas, privadas y concertadas españolas, una situación grave en uno de los principales focos de la pandemia de este coronavirus por la cifra de fallecidos, pero que se convierten en dantesca cuando uno atiende a situaciones de auténtica pesadilla en la que los fallecidos llegaron a encontrarse entre siete y diez días abandonados a su suerte en sus habitaciones, por el colapso de los servicios de atención y las funerarias. Una situación que tal y como desvela un mensaje de WhatsApp recientemente filtrado del jefe de gabinete del consejero de la Asamblea de Madrid, Alberto Reyero, apenas comienza a revertirse hasta el 26 de marzo. Tiempo en el cual los beneficios económicos de un sector tan vital como las residencias de ancianos, en Madrid se contaron por vidas humanas.

El liberalismo económico y su vertiente especulativa, especialmente presente en nuestro país, han situado en el centro del debate a la muerte, especialmente la dignidad de la misma. La generación de la guerra, el hambre, el trabajo esclavo para sacar adelante a sus familias y a todo un país, se ha encontrado en esta situación abandonada a su suerte y utilizada por unos organismos que lejos de garantizarles unos servicios dignos y de calidad, han decidido mercantilizar el final de la vida de toda una generación de españoles, por meros criterios economicistas. La explosión de casos de coronavirus en el interior de las residencias ha puesto de manifiesto el poco respeto que realmente poseen por el tramo final de la vida, todos aquellos dirigentes y meapilas procesionarios que continuamente habíamos visto en manifestaciones antiabortistas jurando defender el derecho a la misma por encima de cualquier otra cosa o posicionándose parlamentariamente contra el derecho a garantizar la llamada muerte digna, pero que sin embargo cuando el lucro económico ha entrado en escena, han decidido dejar a un lado sus supuestas prioridades, para suculentos contratos mediante, abandonar a la más absoluta indefensión a muchos de nuestros mayores.

En apenas tres meses de epidemia, hemos perdido 0,71 años de esperanza de vida, pasando de los actuales 83,6 años a 82,9, la esperanza de vida que nuestra población poseía en 2015

Son los mayores pertenecientes a las clases obreras, los que han sufrido en sus propias carnes y con especial incidencia los efectos de este cambio de paradigma acerca de la recta final de la vida. Ya poco queda de la vejez tradicional de gran parte de nuestros mayores, cuyo transcurso inserto en el núcleo familiar y en gran parte de las ocasiones bajo los cuidados  de las mujeres de la familia, garantizaba una mayor atención basada en una doble, incluso triple, carga de trabajo para las mujeres. Debido al aumento de la esperanza de vida y las nuevas dinámicas económicas claramente precarizadas, en la actualidad son más de 2 millones de personas mayores de 65 años las que viven solas en nuestro estado, suponiendo esta situación un desafío para un estado que ha decidido gestionar la posible «carga» de una población más envejecida, mediante la privatización de los cuidados que hasta ese momento recaían, tal y como hemos señalado, en las mujeres, como garantes de los cuidados familiares de forma no remunerada. El gasto público en servicios de atención a la dependencia por parte del estado español, resulta casi irrelevante, algo que sin duda alguna, guarda relación directa con el elevado número de persona mayores fallecidos en nuestra residencia a causa del COVID-19. No podemos por tanto obviar la relación directa entre nuestras decisiones económicas y la implicación en la realidad material de nuestra estructura poblacional.

En este sentido, podemos observar como la crisis sanitaria producida por el coronavirus, pone de relieve no solo como la primacía de la actividad económica y la precariedad de la misma, provoca en muchas ocasiones que resulte prácticamente imposible el cuidado de nuestros mayores en el seno de la estructura familiar, sino que además saca también a relucir las evidentes contradicciones y desafíos a los que nos aboca el doble modelo de atención dividido entre acción pública y privada por el que parece haber optado en gran medida nuestra clase política. Las elevadas tasas de paro, la precariedad laboral y los acuciantes problemas de la estructura pensionista española, no parecen dibujar la mejor carta de presentación para adscribirnos fielmente a un sistema de residencias de ancianos en el que el componente económico parece primar claramente por encima de la propia salud de nuestras personas mayores, transformadas por obra y gracia de las dinámicas capitalistas, en meros clientes. Protocolos como el firmado por la Comunidad de Madrid y fechado el 18 de marzo por el entonces director general de Coordinación Sociosanitaria, Carlos Mur, en el que se limitaba el acceso a las UCIs, priorizando a los pacientes más jóvenes y sanos, frente a las personas de edad avanzada y discapacitados, suponen el primer paso cara a la gestión de la muerte bajo criterios de rentabilidad y mercado. Si bien estos parámetros no basados en el derecho a la vida y a la asistencia sanitaria han sido en esta ocasión utilizados de forma negligente durante un período de máxima tensión sanitaria, urge ahora depurar responsabilidades con la intención de intentar evitar que también la esperanza de vida se convierta en nuestro país en un mero reflejo de la capacidad económica de las personas.

Si algo ha terminado quedando patente durante esta crisis sanitaria, es la inexistencia de verdaderos organismos de gestión global y el excesivo peso del campo económico frente a otros factores de la existencia humana

Con una fertilidad media cercana a 1,3 hijos, muy por debajo del 2,1x / 2,3x que se requeriría para asegurar el reemplazo generacional y una esperanza de vida claramente en aumento, la pirámide de población española dibuja ya hoy el final del proceso de transición de nuestra sociedad cara a una economía neoliberal en la que las condiciones materiales de gran parte de los habitantes de nuestro país limitan claramente el desarrollo de sus proyectos familiares. La inestabilidad y el miedo al futuro, condicionan en la actualidad el devenir de nuestra sociedad. La realidad de la pobreza extrema y cada vez en mayores porcentajes de los trabajadores pobres, no hacen sino incidir en la ya de por sí precaria estructura de las cotizaciones sociales en nuestro país. Los parados y el precariato de hoy, supone la tercera edad desatendida y arrojada a los cuidados privatizados y rentabilistas del mañana. La actual pandemia pone de manifiesto la ineficiencia no solo del cuidado de nuestros mayores, sino también de la estructura de atención a nuestros infantes y el delicado equilibrio que sus cuidados requieren en muchos hogares españoles. Con jornadas laborales extenuantes y apenas retribuidas, los progenitores españoles tradicionalmente han derivado los cuidados de los más pequeños a los centros educativos y en gran parte de los casos a los abuelos y abuelas, una situación que debido a la especial incidencia del COVID-19 en los tramos de edad más avanzada, ha resultado en esta ocasión insostenible, sin poner directamente en riesgo sus vidas.

El teletrabajo, situado como solución inmedaita y transformación a largo plazo con el que solucionar problemas que se han hecho patentes en nuestra sociedad durante esta crisis, como la aglomeración en las ciudades, la debilidad de nuestros sistemas de transporte en las mismas o el despilfarro de tiempo y recursos en muchos casos de forma innecesarias, si bien supone una salida cómoda y adecuada para el interés empresarial de cara al futuro, vuelve a plantear para los trabajadores una difícil encrucijada entre su realidad familiar y laboral. Resulta indecente e impropio de un sistema social solidario, abandonar nuestra esfera familiar a una especie de aventura dependiente de la suerte individual, la vejez y la infancia, curiosamente las dos etapas no productivas y por tanto no rentables para el sistema capitalista, no pueden seguir suponiendo un mero nicho de mercado para empresas privadas o lo que es peor, en caso de insolvencia económica, una continua yincana solventada únicamente con la asistencia «benéfica» del estado o con la atención gratuita cargada sobre los hombros de las mujeres de la familia o las personas mayores. Una clara lección de esta pandemia se basa en la necesidad de una estructura colaborativa entre la esfera pública y la privada, para lograr de ese modo legislar de cara a compaginar la vida laboral con los cuidados familiares. Continuar en la senda de la precariedad vital y laboral, supone un suicidio para nuestro estado, pero también para nuestras familias y para nuestras propias empresas. Caminamos de forma ciega y obcecada cara a una realidad basada en una pirámide poblacional claramente envejecida, en la que día a día, los recursos de nuestras familias para criar y formar a sus hijos desaparecen. El lucro inmediato de una élite empresarial, no puede seguir suponiendo para el conjunto social un claro lastre perpetuado a expensas de los intereses del gran capital trasnacional, sus anónimos accionistas y el cortoplacismo rentista de la cúpula empresarial de nuestro país.

Fueron numerosa las debilidades de nuestro sistema social y económico que se pusieron en clara evidencia durante los días más duros de la crisis del coronavirus

El COVID-19 supone una enmienda directa a las disfunciones de nuestra sociedad, por ello podemos ver como al tiempo que señala las claras debilidades en la estructuración de la niñez y la vejez, etapas de nuestro ciclo vital no productivas para el capitalismo, también lo hace de forma clara y evidente con los sectores sociales más desfavorecidos por el sistema, entre ellos los migrantes. La situación de la emigración en nuestro país hace tiempo que viene arrastrando un cínico e indeseable juego en el que continuamente se entremezcla la dependencia de mano de obra barata por parte del empresariado, especialmente en el sector agrícola, y el total desprecio por los derechos de las personas migrantes. Debemos recordar que ya la situación previa al estallido de la crisis sanitaria era en este punto especialmente tensa no solo en España, sino en el conjunto de la Unión Europea. Pero hoy, tras el anuncio de varios rebrotes de contagio de coronavirus en torno a trabajadores temporeros, las deleznables condiciones laborales a las que se enfrenta este colectivo salen a la luz al tiempo que actitudes racistas parecen señalar al árbol, sin mostrar capacidad para ver el bosque. La extrema precariedad laboral y las nefastas condiciones de alojamiento a las que se ven abocados los trabajadores migrantes, fruto de sus propias condiciones laborales, han hecho que varios de los nuevos focos de contagio se den entre estos trabajadores precarios. El hacinamiento y la escasa inversión en medidas de seguridad, son sin lugar a dudas la verdadera causa tras esta situación, pese a los argumentos racistas de toda índole que hemos podido encontrar incluso en grandes tiradas de la prensa nacional.

Nuestra necesidad de mano de obra migrante ha quedado patente cuando en lo peor de la crisis del COVID-19 y en pleno confinamiento social para evitar nuevos contagios, las voces de gran parte de los empresarios del sector agrícola español clamaban por abrir la puerta a la mano de obra extranjera que cada año acude a nuestro estado para desarrollar tareas a las que difícilmente accederá el trabajador nativo. Lejos de estar directamente relacionadas con la solidaridad y las necesidades y capacidad propia de nuestra población, las políticas migratorias de nuestro estado, topan así con una imposición de mercado que si bien puede abrir la mano durante una pandemia para permitir la entrada de contingentes de mano de obra, totalmente necesarios, no duda ni por un segundo en criminalizarlos, denigrarlos e incluso expulsarlos cuando lo considere oportuno, bien sea debido a las nuevas condiciones sanitarias o a la mera apetencias del patrón de turno. El uso de la migración como un mero recurso de presión en forma de ejército industrial de reserva o como un mero engranaje más para nuestros circuitos productivos, con el que poder maximizar beneficios, ha quedado patente durante estos últimos meses. Los perdedores del mejor de los mundos, los migrantes, aquellos que explotados por el sistema global en sus lugares de origen, deciden seguir las redes comerciales para aterrizar en occidente en busca de un futuro mejor, son la muestra de todo lo que está mal en el proceso de globalización.

Desde que el 25 de enero se registraron los primeros casos sospechosos de COVID-19 en nuestro país, muchas cosas han cambiado para siempre

Resulta por tanto necesario replantearnos socialmente una nueva política migratoria, capaz de aunar la solidaridad propia de un estado democrático, las necesidades poblacionales de nuestro estado y un proyecto económico que se muestre capaz de absorber la fuerza productiva y cultural de la migración que tan necesaria resulta para nuestro país, sin por ello disminuir la capacidad material de sus habitantes. Todo ello pasa por una reestructuración de las responsabilidades en nuestro estado, en las que el sector privado se muestre capaz de aportar vía impuestos un mayor peso económico, con el objetivo de que este se encargue de la formación y estructuración de una población que supone a fin de cuentas la base material y humana de nuestro tejido empresarial y los beneficios futuros también del sector privado. No podemos seguir caminando a ciegas cara un país envejecido, con un menor porcentaje de población activa encargada de sostener los cuidados de nuestras personas mayores y de la infancia. La apuesta por un modelo público en colaboración con el sector privado, el cual debe asumir su peso en la contribución económica del mismo, es el único modelo viable a corto-medio plazo. El coronavirus ha llegado para cambiar las cosas y la estructura de población de nuestro estado, además de la gestión desde las instituciones de la misma, suponen hoy uno de los más acuciantes retos que debemos encarar como sociedad para lograr salir preparados de un golpe que ya ha cambiado nuestra realidad para siempre. A causa del COVID-19, el estado español se encuentra entre los países que más longevidad al nacer ha perdido durante estos meses.

En apenas tres meses de epidemia, hemos perdido 0,71 años de esperanza de vida, pasando de los actuales 83,6 años a 82,9, la esperanza de vida que nuestra población poseía en 2015. El replanteamiento de nuestro modelo de cuidados, pero también el replanteamiento de nuestro modelo social y principalmente el papel que el estado y las instituciones públicas deberían jugar en nuestra sociedad, se antojan como debates clave de cara a decidir si apostamos por una sociedad en la que la salud prime por encima de otros factores o si por el contrario, las vidas humanas pueden medirse con meros instrumentos economicistas, en los que los beneficios y los balances de cuentas sigan cobrándose un precio demasiado caro en vidas humanas. Cuando al fin decidamos, deberíamos tener muy presente en nuestro pensamiento la historia de todos aquellos que en estos tres meses se han enfrentado a la muerte solos, a la espera de una ayuda que nuestro sistema social y sanitario, debilitado por los profundos recortes de la crisis de 2008, no ha podido facilitarle. Nunca, debería la muerte ser una cuestión de precios.

Fuente e imagen: https://nuevarevolucion.es/coronavirus-un-relato-sobre-la-poblacion/

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Las poderosas Ramonas

Claudia Korol

A Ramona la mató la negligencia y el silencio de los de arriba. Su voz habló y gritó fuerte como ella sabía gritar. Su ejemplo de entrega a la organización popular será un fuego que se multiplicará.

Por Claudia Korol

Poderosa era Ramona. Sosteniendo al mundo que la rodeaba, la comunidad construida a fuerza de energía solidaria. Rebelde, comprometida, luchadora conciente era Ramona, porque hay que tener mucha pero mucha conciencia para organizar cada día la olla, el comedor, la exigencia de agua, de luz, la organización del barrio por cada demanda. Ramona tenía una conciencia encarnada, no proclamada. Una conciencia nacida de la necesidad, y también de la necedad de no aceptar el orden social como una fatalidad. Una conciencia de mujer, que piensa con y desde el sentir, el creer, el reflexionar de las, les, y los de abajo, para cambiar la realidad y terminar con las opresiones. Una compañera del feminismo villero, para la que decir y hacer tiene la misma densidad.

Poderosa era Ramona. Una laburante de jornada completa, de sol a sol, de lluvia a lluvia. Criando a sus hijas y a todos los pibes y pibas del barrio. Abrazando a sus hermanas, las mujeres y disidencias que llegaban a la Casa Poderosa para buscar apoyo, y en ella, y en otras compañeras, lo encontraban.

Poderosa era Ramona. Parándose con el cansancio del mundo a conseguir el alimento, para que no falte, para que se multiplique no por designio divino, sino por la magia de las brujas que desde tiempos ancestrales saben acrecentar y repartir con generosidad los peces y los panes.

Ramona tenía en su cuerpo la memoria incendiada de un barrio que tuvo Mugicas, que tiene mujeres, travas, trans, migrantes bolivianas, peruanas, paraguayas, que jamás se rindieron ante las políticas de despojo y mal trato. Que pararon a las topadoras en la dictadura. Que organizaron la resistencia al hambre y a la desidia criminal del estado en todos los gobiernos. Con esas voces y ejemplos en su memoria, Ramona denunció cuando el COVID llegaba al barrio, sin agua y sin luz, sin alimentos fundamentales, sin elementos de limpieza. Al comienzo mismo de la cuarentena La Garganta Poderosa distribuyó su voz y su alerta.

Ramona no fue escuchada por el gobierno porteño ni por el gobierno nacional. No fue cuidada. No fue acompañada. Nadie del arriba respondió. Ramona fue asesinada.

La compañera sabía lo que sucedía, y dolorosamente su familia ahora llora su ausencia, como cada familia en estos territorios lloran las ausencias de las guerreras que nos arrebataron.

Ramona incendia la conciencia colectiva, con el fuego de todas las compañeras, ese hilo rebelde del movimiento villero que volvieron a levantar las mujeres que cocinan en las ollas populares, y abrazan a las que sufren la violencia patriarcal, racista, xenofóbica, colonial, capitalista.

Ramona tiene en su nombre el brillo de la Ramona zapatista que dinamitó el silencio de las mujeres chiapanecas, llevando su voz hasta el centro del México feminicida y brutal.

Ramona nos conmueve por el ejemplo que supo darnos de una vida entregada cotidianamente a la organización popular. Una vida Poderosa, como la de las Joanas, las Jesis, las Danis, las Claudias, las Vickis, que hoy la gritan en cada uno de sus rincones de resistencia.

A Ramona y a todas las celebramos, y con ellas nos comprometemos a no olvidar el crimen, a hacer justicia, pero sobre todo, a multiplicar el ejemplo. Ramona está en nosotras compañeras, hermanas, hasta la sobrevivencia cada día, hasta la victoria en la que las Ramonas todas serán visibles y audibles, hasta la rebeldía feminista siempre.

Fuente: https://www.marcha.org.ar/las-poderosas-ramonas/

Foto: La Garganta Poderosa

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