Costa Rica/Febrero de 2017/Autora: Andrea Rodríguez Valverde/Fuente: El Financiero
Megan Reynolds es estudiante regular en University of Massachusetts Amherst . Por los próximos tres meses hará de Costa Rica su sede de estudios.
Alternará su aprendizaje del español con cursos sobre derechos humanos, justicia social y medioambiente. Así como con visitas a las playas de nuestro país.
Como Reynolds, para el 2015, 9.300 estudiantes estadounidenses universitarios eligieron Costa Rica como destino de enseñanza, por encima de países como Australia o Japón.
Se trata de un número que ha crecido en un 156% desde el 2001, cuando el país registraba poco menos de 4.000 estudiantes internacionales procedentes de ese país y por diferentes periodos de estadía.
Las estadísticas provienen del Instituto de Educación Internacional de los Estados Unidos ( Open Doors ) y son utilizadas por instituciones como la Promotora de Comercio Exterior (Procomer) –ante la ausencia de datos locales– para seguirle el paso al comportamiento de lo que ellos mismos denominan “exportación de servicios educativos”.
Condiciones idóneas
Varias son las causas que han permitido ubicar a Costa Rica en el top ten de principales destinos mundiales para educación, al menos para este mercado.
En primer lugar, se habla de una intensificación en las estrategias de promoción, tanto del país como de las mismas universidades, para dar a conocer al país como destino educativo.
Para el presente año, por ejemplo, Procomer alista la participación a dos ferias internacionales en Shanghái (China Eduexpo) y Estados Unidos (Nafsa). Esta última es catalogada como una de las más importante a nivel internacional en el tema.
“Costa Rica cuenta desde el 2014 con una asociación (Asucrei) para la promoción internacional de programas. La conformamos 10 universidades privadas y claro que nos da réditos”, afirmó Alejandra Barahona, directora del centro de programas internacionales de la Universidad Véritas.
Este centro educativo contabiliza al año unos 800 estudiantes extranjeros, la mayoría de Estados Unidos, de estadía corta –de tres a cinco semanas de aprendizaje– y cerca de 160 estudiantes de carrera regular.
Por otra parte, la exposición y consolidación de Costa Rica como destino turístico también contribuye a impulsar los programas educativos nacionales.
Para el 2016, el Instituto Costarricense de Turismo (ICT) confirmó que el país registró el arribo de 2,9 millones de visitantes extranjeros, en su mayoría estadounidenses. La cifra significó un récord en la cantidad de llegadas internacionales a nivel nacional.
Como factores externos, los altos costos en la educación privada universitaria de Estados Unidos terminan de impulsar los números a favor de Costa Rica.
Datos de Bloomberg, aseguran que estudiar en algunas universidades privadas en EE. UU. cuesta unos $50.000 al año, solo en costo de matrícula, sin considerar hospedaje, alimentos, libros u otros gastos adicionales.
Claro está, las consecuencias que trae el dinamismo de este nicho se traduce en impactos directos e indirectos a la economía costarricense, muchos de ellos apenas contabilizados.
Tareas pendientes
Justamente, en este punto está una de los esfuerzos más ineludibles para el país.
Hoy no se cuenta con la generación de estadísticas propias de Costa Rica que permitan detallar el comportamiento de este subsector en la economía.
Desde el ICT se vislumbran algunos indicios para seguirle el paso a esta población pero sin poder llegar a ser utilizado como referencia.
Pese a ello, desde Procomer sí dibujan un perfil de ese visitante y son coherentes con las estadísticas que aseguran se trata de un subsector en pleno auge.
“Ya empezamos a ser fuertes en mercados internacionales. Hablamos de estudiantes que vienen al país y reportan un gasto promedio de entre $6.000 y $7.000 a lo largo de su estadía. Además, que vienen a disfrutar de la naturaleza, que cursan programas cortos, que están iniciando sus pasos universitarios y sus edades no superan los 27 años”, detalló Álvaro Piedra, director de exportaciones de Procomer.
Más allá de las estadísticas, pero muy ligado a ellas, se habla de la necesidad país de contar con una política diferenciada a nivel de visas para estudiantes.
A la fecha, un estudiante que visite el país para cursar un plan de estudios de dos meses debe de pagar lo mismo en permisos que uno que prolongue su estancia por cuatro años.
A criterio de Barahona, esto obliga a las personas que optan por una estadía corta a ingresar como turistas, lo que hace que el país no pueda contabilizar su actividad principal de forma correcta y que se pierda la posibilidad de captar más divisas.
“Hay estudiantes que vienen por cinco meses y a los 90 días tienen que estar saliendo del país porque están en calidad de turistas. Aquí se pone en riesgo hasta la seguridad del estudiante. No hablamos que no se cobre nada sino que se den opciones de costos más sensatos y con procesos más expeditos”, añadió.