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Programación del Portal Otras Voces en Educación del Domingo 24 de marzo de 2019: hora tras hora (24×24)

24 de marzo de 2019 / Autor: Editores OVE

Recomendamos la lectura del portal Otras Voces en Educación en su edición del día domingo 24 de marzo de 2019. Esta selección y programación la realizan investigador@s del GT CLACSO «Reformas y Contrarreformas Educativas», la Red Global/Glocal por la Calidad Educativa, organización miembro de la CLADE y el Observatorio Internacional de Reformas Educativas y Políticas Docentes (OIREPOD) registrado en el IESALC UNESCO.

00:00:00 – Puerto Rico: Viva la lucha contra las escuelas chárter

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01:00:00 – 10 Técnicas educativas para TRIUNFAR con tus alumnos

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02:00:00 – Qué dicen los últimos informes sobre la educación en Argentina

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03:00:00 – La educación, el capitalismo y la 4T

http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/303129

04:00:00 – UNICEF y la OEI firman un acuerdo para fortalecer los sistemas educativos de América Latina y el Caribe

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05:00:00 – WhatsApp nos conecta. Cómo usar Whatsapp en Educación (Video)

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06:00:00 – Libro: El Fin de la Educación Pública (PDF)

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07:00:00 – El sistema de enseñanza en Cuba: un modelo alternativo para la educación

http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/303507

08:00:00 – Libro: Hacia una pedagogía feminista: géneros y educación popular (PDF)

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09:00:00 – Jóvenes impulsan masivas protestas internacionales por el cambio climático (Audio)

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10:00:00 – Libro: “Cambio Educativo y Políticas Públicas en México” de Juan Carlos Miranda Arroyo (PDF)

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11:00:00 – “¿Quién está cambiando el mundo?” La pregunta que responderán los mejores docentes del mundo en Dubái

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12:00:00 – México: Buscan 54 mil terminar la Prepa por internet con la SEP

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13:00:00 – Estados Unidos: La lucha por la Universidad Hampshire: cómo la calamidad financiera de una escuela expone una crisis en la educación superior

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14:00:00 – «Me llamo Gennet», el periplo de la primera sordociega en ir a la universidad

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15:00:00 – Tres hábitos de nuestro alumnado causados por el modelo educativo que lastran el aprendizaje ¿Cómo luchar contra ellos?

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16:00:00 – España: El movimiento ‘Fridays for future’ seguirá convocando protestas todos los viernes en España contra el cambio climático

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17:00:00 – Radio: Encuentros pedagógicos- Sábado 16 de marzo del 2019 (Video)

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18:00:00 – Lecciones educativas de Japón

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19:00:00 – La propuesta educativa de MORENA

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20:00:00 – China: Zhejiang implementará clases a distancia para disminuir el desequilibrio pedagógico urbano-rural

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21:00:00 – Amanda Labarca, pionera de la educación en Chile (Video)

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22:00:00 – España: Expertos del mundo universitario proponen un decálogo para ‘resetear’ la educación superior

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23:00:00 – Experta en educación global dice que medir el conocimiento con exámenes estanca el proceso innovador

http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/304292

En nuestro portal Otras Voces en Educación (OVE) encontrará noticias, artículos, libros, videos, entrevistas y más sobre el acontecer educativo mundial cada hora.

ove/mahv

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Chile pide a gritos una Educación No Sexista con enfoque Feminista

Por: Eugenia Belén Villagrán Escobar.

En los primeros tres días del 2019 el machismo ha pisado fuerte y se ha hecho visible mediante los femicidios de María Barría de 56 años el 1 de enero en Puerto Montt, asesinada por su esposo que posteriormente se suicidó y Sandra Pozo Rivas de 49 años el 2 de enero en Rancagua, asesinada y encontrada con múltiples puñaladas que su conviviente confesó realizar, intentando justificarse mediante “los celos” que sentí. Eso, sumado al femicidio frustrado de una mujer de 36 años en Calama, en manos de su expareja, que contaba con una medida cautelar.

Es importante recordar que un femicidio es la expresión máxima del machismo y la violencia contra las mujeres, pero está lejos de ser la única; a diario en las relaciones cotidianas vemos como pequeñas acciones y discursos van dando forma y reforzando la cultura patriarcal que hoy está vulnerando a mujeres de todas las edades, orígenes y clases sociales en diferentes formas.

En las relaciones de pareja, por ejemplo, podemos observar la necesidad de un cambio en la forma en que percibimos a cada compañera/o de vida, ya que tendemos a naturalizar sentimientos  como la posesión, la obsesión con el cuerpo y su cosificación, los insultos o violencia psicológica, la violencia económica y entre otras cosas la reproducción del rol de mujer/esposa/madre que trae consigo: aumento de las horas de trabajo, mínimo o nulo reconocimiento del trabajo doméstico en la limpieza, cocina, cuidados, administración y abastecimiento del hogar; que para las mujerestienen como resultado contar con menos tiempo para el desarrollo personal y en muchos casos la dependencia económica de un otro.

Pero… ¿qué hay detrás de esta relación desigual que mantiene a las mujeres en un lugar desfavorable y corriendo el riesgo constante de ser agredidas y/o asesinadas?

Por una parte, podemos encontrar al sujeto privilegiado, hombre heterosexual enajenado por las ventajas de tener el poder, con las ideas de posesión y superioridad desarrolladas y fortalecidas mediante el modelo de crianza basado en la educación sexista y estereotipada, que puede pertenecer a cualquier estrato de la clase social, origen o rango etario, con mínima o nula conciencia de la dominación y violencia que (re)produce y ejerce en los cuerpos de las mujeres y que por lo general prefiere hacer oídos sordos y continuar sin hacerse cargo de su responsabilidad en los cambios culturales que se necesitan y exigen las mujeres desde hace siglos.

El sistema capitalista, dominando históricamente por hombres, basado en la subordinación, desigualdad en la acumulación de ingresos y falta de derechos laborales, necesita a las mujeres pariendo mano de obra, cuidándola y educándola servil y funcional, manteniéndola mientras se encuentra siendo parte de la fuerza laboral, cuidando no solo a las niñas/os, sino que también a adultas/os mayores y personas con discapacidad en muchas ocasiones sin recibir remuneración, ni reconocimiento social, sumado a  trabajos remunerados y/o estudios, generándose dobles y triples jornadas para las mujeres.

Existe una cultura que naturaliza la violencia como práctica de control social y herramienta de aprendizaje, que lleva a las víctimas a asumir parte de la responsabilidad de ser violentadas, culpabilizándolas. Los medios de comunicación lo representan como conductas vinculadas al amor romántico y los celos, sobrepasando los límites de la vida privada, como pudimos observar en el caso de Nabila Rifo y con un sistema judicial que falla a favor del agresor y reduce condenas exponiendo a otras mujeres a ser víctimas de actos y relaciones violentas.

La internalización del modelo patriarcal en la cultura, que genera competencia entre mujeres, necesidad de validación por parte de otro/a, uso y precarización de otras mujeres de estratos socioeconómicos bajos para suplir funciones de cuidado, la aceptación de cánones de belleza y comportamiento poco sanos que visibilizan la dominación y tarea de complacer al hombre en el cuerpo de las mujeres.

Por esto y más, es que necesitamos incorporar la educación no sexista con enfoque feminista, con la idea de obtener como resultado, entre otras cosas, relaciones más sanas y horizontales, donde las mujeres al igual que toda otra persona, puedan desarrollarse de forma plena y aportar a tener un mundo más equitativo, menos violento y en armonía con el medio ambiente.

Pero… ¿qué significa en términos concretos incorporar la Educación no Sexista?

Que a toda la población se le eduque en igualdad de condiciones, permitiendo el desarrollo de sus talentos y capacidades independiente de su género, origen o clase social, sin seguir estereotipos o roles que encasillan desde pequeñas a las mujeres en las labores domésticas y de cuidados, y no llaman a los hombre a asumir su responsabilidad en dichas labores, con el fin de consolidar cambios en la forma en la que nos relacionamos.

Que se desincentive el uso de juguetes que encasillen a las niñas, como muñecas, cocinas o planchas, cambiándolas por juegos de trabajo en equipo y espacios para encontrar talentos artísticos, intelectuales, deportivos u otros en las niñas y niños. Evitar los juguetes bélicos que naturalizan la violencia, (re)construyendo desde la infancia el tejido social y las redes de apoyo.

Que todas y todos cuenten con una educación sexual, derechos sexuales y reproductivos y acceso a garantías en salud reproductiva, educando en los colegios, mediante los medios de comunicación y fomentando el dialogo en las familias, que tendría como consecuencia menos embarazos no deseados, menos interrupciones de embarazos, menos contagio de infecciones de transmisión sexual, menos violaciones y abusos, procesos menos engorrosos a la hora de optar por esterilizaciones o procedimientos de apoyo para el embarazo y adopción, y que comienza con el simple acto de perder el pudor, hablar, preguntar e informarse al respecto.

Que se fomente una construcción de sociedad democrática, donde todas/os aportemos en la toma de decisiones y asumamos una mayor responsabilidad en la construcción de la sociedad que queremos para hoy y para el futuro, subiendo el volumen a la voz de quienes han sido históricamente silenciadas/os y actuando de forma más consciente con el entorno y quienes nos rodean. Fortaleciendo la práctica de intercambio de ideas desde el respeto, siendo capaces de asumir las críticas desde una mirada constructiva.

Y entre tantas otras cosas, que comencemos a despertar y nos pongamos los “lentes morados” para observar la desigualdad y sexismo a nuestro alrededor, asumiendo la responsabilidad de construir una sociedad más segura para todas/os, donde no tengamos que lamentar una muerta más para el largo listado de femicidios del año y de una vez por todas eduquemos para la prevención, ya que si empezamos a hablarle al potencial agresor para evitar los hechos y no solo a la víctima para que denuncie y se cuide, comenzaremos a ver cambios.

Fuente de la noticia: https://www.eldesconcierto.cl/2019/01/08/chile-pide-a-gritos-una-educacion-no-sexista-con-enfoque-feminista/

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Entrevista: Beatriz Gimeno. “En España, la única educación sexual que reciben los jóvenes es a través de la pornografía y esto es muy peligroso”

Por Jennifer Jiménez

Beatriz Gimeno es responsable del área de Igualdad de Podemos en la Comunidad de Madrid y diputada en la Asamblea. Es escritora y expresidenta de la Federación estatal de lesbianas, gays, transexuales y bisexuales (FELGTB). Estará este viernes en Las Palmas de Gran Canaria en el ciclo Feminismo y Sexualidad que organiza su partido. Sostiene que desde el movimiento feminista se ha hablado muy poco de este tema y que, por ello, es necesario construir una agenda sexual feminista ya que “la sexualidad es un campo definido por el androcentrismo y la cultura patriarcal”. Por ello, lamenta que las mujeres no tengan herramientas para hablar de sexualidad y de su propio placer.

La diputada considera que “la igualdad entre hombres y mujeres es imposible mientras exista la prostitución. Es un foco de desigualdad” y lamenta que la única educación sexual que están recibiendo los jóvenes  en España sea a través de la pornografía y esto “es muy peligroso, es una educación sexual creada por la industria del poder, desde el patriarcado y desde el machismo más rancio”.

Usted lleva años reivindicando la necesidad de una agenda sexual feminista que no esté exclusivamente vinculada al movimiento LGTBI. ¿Por qué es necesaria?

Las feministas hemos hablado poco de sexualidad por múltiples razones. Una de ellas es la institucionalización de parte del movimiento. Además, desde parte de las instituciones, hemos dejado todo el campo del sexo a un determinado tipo de feminismo con el que a veces no compartimos cosas y eso que en la segunda ola del feminismo se hablaba mucho de sexualidad. Luego, nos encontramos con cuestiones como el debate de la prostitución, la pornografía y con debates en los que hablamos de prostitución, pero no de sexo. Creo que tenemos que hablar de sexualidad y nos cuesta porque no tenemos ni siquiera vocabulario para hablar de una sexualidad feminista y también femenina. La sexualidad es un campo definido por el androcentrismo y la cultura patriarcal y tenemos que abrir hueco para poder hablar de la redistribución más justa de lo que habla el feminismo, pero también de los placeres. Reivindicar el placer, el cuerpo, una cultura sexual construida desde el feminismo y las mujeres.

¿La sexualidad es actualmente un tema tabú dentro de los debates feministas?

En los debates feministas, más que un tabú puede que hayamos abandonado ese campo desde hace mucho tiempo y nos cuesta porque no tenemos herramientas. La sexualidad está definida desde el androcentrismo y no tenemos herramientas para hablar de nuestro deseo y nuestro placer. Hace falta hablar del deseo feminista. Hay un cierto tabú, pero también hay muchas dificultades.

¿La importancia de abordar esta reflexión va relacionada también con esas relaciones de poder que se crean en la sexualidad y que puedan estar ligadas a la violencia machista?

No sé si con las relaciones de poder, pero la sexualidad está muy relacionada con la violencia y con el aumento de la prostitución. Si queremos combatir la violencia, hablar de sexualidad no es lo único o la prostitución no es lo único, pero es un asunto importante de la misma. Aprender a ser sexualmente autónoma y empoderarnos también sexualmente no solo desde el punto de vista económico o político, sino que las mujeres también tenemos que ser conscientes de que la igualdad sexual es importante.

Habría que abordar este tema entonces desde la Educación y hacer mucha más pedagogía para los jóvenes…

En este país, desgraciadamente, no se ha dado nunca Educación Sexual para la Igualdad y es una quimera. Lo que se hace a veces es dar Educación Sexual, pero en realidad, lo que te explican es Biología. En otros países, en cambio, sí que se da y hay que hablar de deseo, placer y de los cuerpos desde el punto de vista de la subjetividad y no solo desde el punto de vista biológico. Tienes que hablar también de pornografía, de educación sexual alternativa y es una quimera hoy día. Imagina un partido que propusiera ese tipo de clases en la escuela, pues se montaría el escándalo de siempre por parte de la derecha o por parte de los más conservadores a los que, sin embargo, les parece bien que la educación sexual que reciban nuestros niños y niñas sea la que pueden ver en la pornografía mayoritaria. Para desmontar eso, hay que tomar el toro por los cuernos y hay que hablar de sexualidad, cuál es la sexualidad que deseamos y, sobre todo, cómo relacionarnos sexualmente desde un punto de vista ético.

¿Cree que la sentencia de los sanfermines y el debate que suscitó también con el voto particular del juez demuestra esa falta de educación sexual que existe en España?

Realmente, sí que hay una educación sexual pero basada en la pornografía mayoritaria. O sea, la única educación sexual que reciben los jóvenes es la que tienen cuando encienden internet y entran en una página porno. Y esto es muy peligroso, es una educación sexual creada por la industria del poder, desde el patriarcado y desde el machismo más rancio. Para contrarrestar esto, pues hay que hablar de pornografía y ver qué alternativas tenemos. Hay que hablar de deseo, de placer… Y claro, ahora mismo, en este país es un poco complicado.

Quizás sigue siendo un tema difícil de tratar precisamente porque los sectores conservadores lo monopolizan …

La derecha intenta sacar sus intereses, que son los intereses patriarcales y al porno mayoritario no se le pone ningún límite. Es como si, por no hablar de ello, no existiera. Entonces, simplemente, lo que estamos haciendo es dejar que reciban una educación profundamente machista. Supongo que a los conservadores sí que les interesa esa educación puesto que en el fondo esa educación patriarcal y conservadora es un contrapeso al feminismo y que va contra sus valores.

En uno de sus artículos, habla de la importancia de la empatía en el sexo, porque muchas veces en este tipo de relaciones se contribuye a deshumanizar al otro y un ejemplo de ello es la prostitución.

Yo creo que ese artículo que fue muy polémico, en realidad, lo fue porque la gente no lo entendió. Tener empatía en el sexo no presupone ningún tipo de práctica sexual o de relación de ningún tipo. Te relacionas igual que en otro tipo de relación con otras personas, como te relacionas en el trabajo, salvando las distancias, o en cualquier tipo de relación y sabiendo que hay un ser humano ahí. A eso simplemente me refería y creo que es incontestable. Debes relacionarte con las personas en tanto que son personas, pues así en el sexo, en la calle o en una cola. Creo que no se puede estar en contra y, sin embargo, mucha gente salió en contra. Simplemente, consiste en humanizar y saber que al otro lado hay una persona con su propio deseo y sensibilidad.

Por parte de las mujeres, sí que existe esa empatía o esa voluntad, nos han educado para ello, para hacer feliz al otro…

Claro, las mujeres hemos sido educadas para satisfacer a los demás, el feminsimo ya lo dijo: es ser para otro. En el trabajo doméstico, por ejemplo, es ser para otros y así en todas partes. Yo creo que el feminismo también tiene que hablar a las mujeres del ser para sí, no solo respecto a otros ámbitos de la vida, también en el aspecto sexual.

Con el debate que se ha producido en los últimos días con el tema de la prostitución y el sindicato. ¿Por qué cree que sigue generando diferencias en el movimiento feminista este asunto?

He pensado mucho en eso y creo que tiene que ver con el miedo que tiene una parte del movimiento feminista a ser identificado con sectores conservadores. Identifican cualquier politización de la sexualidad y cualquier crítica a la sexualidad como se puede criticar o politizar cualquier ámbito de la vida. Lo identifican con ser poco sexual, o antisexual o algo así. Si no, no lo entiendo. Yo creo que el miedo a ser considerada puritana o antisexual es lo que lleva a las feministas a ello. Eso y que la transgresión se ha convertido en una mercancía. O sea, cuanto más transgresor, más capacidad de incidencia tienes. Incluso la publicidad ahora mismo vende transgresión. Si te venden un coche en un anuncio, las imágenes que vemos son falsamente transgresión. Es puramente hegemonía cultural vestida de falsa transgresión para vender más y es lo que explica la posición de una parte del movimiento feminista en cuestiones como esta. Lo que yo creo es que no lo ven, que están cegadas por la luz de esa transgresión que lo visten de antisistema…

En este asunto, muchas veces entra en juego el concepto de la libertad, al que recurre una parte del movimiento feminista.

Sí, pero esto de la libertad es imposible de trasplantar a otros sectores. Imagínate un sindicato que cuando habláramos de las vacaciones dijera: “libertad para cogerlas o no cogerlas, libertad para que te bajen el sueldo…” Esta es la única discusión donde la gente de izquierdas el único argumento que utiliza es el de la libertad de elección y además en la prostitución se dan unas condiciones de muchísima desigualdad material y de origen. Sin embargo, su único argumento es ese: la libertad de elección, algo que llevado a otros ámbitos de la vida es insostenible. Los avances civilizatorios se basan en avances sobre la igualdad y no exclusivamente sobre la libertad. Si ese es el único argumento, no se puede trasplantar a otros sectores y a otras discusiones. Es un argumento muy pobre e indefendible.

¿Considera entonces que la salida política a la prostitución es el abolicionismo al estilo de Suecia?

Parece ser que Suecia ha conseguido después de debates muy profundos en el Parlamento y de estudios reducir la prostitución enormemente y sobre todo la trata. Yo soy bastante contraria a trasplantar soluciones sin suficientes debates y estudios porque la realidad española es muy diferente a la sueca, pero sí que es el camino que hay que tomar. Quiero decir, la igualdad entre hombres y mujeres es imposible mientras exista la prostitución. Es imposible y es un foco de desigualdad.

Hace unos meses, en una entrevista con eldiario.es, llegó a decir que el tema de lactancia está generando que la sociedad haga una división entre buenas y malas madres. ¿Cree que hay cierto retroceso en el tema de la crianza y que parece que últimamente parece que vamos hacia atrás?

Yo no lo llamaría retroceso porque me da un poco de miedo. Hay elementos contradictorios ahí. Uno de retroceso y otro más progresista como ecologistas, anticapitalistas … pero sí que creo que hay una vuelta hacia la esencialización maternal, una vuelta a la figura de la maternidad como una identidad fuerte. En tiempos duros y de incertidumbre, las identidades fuertes son un consuelo. Y, por tanto, creo que hay una vuelta a la búsqueda de identidades fuertes en ese sentido y, para las mujeres, la maternidad es una identidad muy potente.

Con el tema de los vientres de alquiler, recientemente hemos visto en una televisión en momento de ‘prime time’ cómo se normalizaba esta situación. ¿Qué opina de ello?

Me pareció penoso. Simplemente, porque cada uno puede tener la opinión que quiera, pero lo que sí que se le puede exigir a un periodista es que a la hora de tratar un tema lo haga desde la profundidad. Es decir, si va a tratar los vientres de alquiler y presentar solo a los padres que pagan ese vientre de alquiler, es una manera de no profundizar en el tema o no tratarlo de una manera completa. Hay una parte que está escondida y que lo conocemos, que está en Ucrania, donde hay mujeres explotadas, también mujeres que no querrían hacerlo si no tuviera dinero, las que se arrepienten de no haberlo hecho… Eso, no apareció en absoluto. Hay otra parte que es que muchos comités de ética del mundo han llamado la atención sobre si es permisible o estamos de acuerdo en comercializar con la vida humana. Sobre si dejamos que el mercado entre en todos los aspectos de nuestra vida. Es un asunto mucho más complejo de lo que se presentó y un buen periodista por lo menos tiene que presentarnos las dos perspectivas.

Fuente de la reseña: https://www.eldiario.es/canariasahora/entrevistas/Espana-educacion-reciben-pornografia-peligroso_0_816469026.html

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Feminismo radical, ideología de género y el Papa Francisco

Por: Religión Digital

«El humo generado por críticos de la ‘ideología de género’ impide ver el sentido cristiano de la gracia».

Suena siniestro leer que tras la ideología de género se encuentra el marxismo cultural y el feminismo radical, amén de otros agentes, empeñados en acabar con la familia tradicional y el mundo occidental tal como lo conocemos.

¿En relación a qué es «radical» el feminismo así calificado? Según sus críticos es «radical» en relación al feminismo moderado o tradicionalde las primeras feministas, las cuales fueron buenas chicas que portaron el estandarte de la liberación femenina con justas reivindicaciones sociales como un salario digno o acceso a profesiones consideradas exclusivamente de hombres. Un feminismo al cual nada se puede objetar, sino todo lo contrario.

Pero a finales de los años sesenta surge en Estados Unidos un grupo de feministas radicales que empieza a desmarcarse de lo que hasta ese momento había sido el movimiento feminista reivindicativo en todo el mundo, dando lugar al feminismo agresivo contra el hombre y toda su cultura patriarcal, cuyo germen debe buscarse en la nueva izquierda surgida después de mayo del 68. «El corpus de esta ideología totalitaria incluye el sexo libre, el aborto, y la desaparición del matrimonio, la familia y la religión por ser instituciones opresoras».

A juzgar por lo extremado de las afirmaciones de algunas de sus representados es fácil satanizar el feminismo radical, sin pararse a pensar en sus causas y razones reivindicativas, tras las que se esconden muchas experiencias de dolor, como la de, por ejemplo, la escritora estadounidense y activista Andrea Dworkin, cuya vida es todo un rosario de abusos.

Para empezar, abusos por parte de su padre, abusos de su primer marido. A los 18 años fue arrestada durante una protesta contra la guerra del Vietnam y estuvo en la cárcel de mujeres del Village, donde sufrió abusos de dos médicos. Todos estos factores dominaron sus batallas subsiguientes contra toda forma de violencia contra la mujer.

Tras licenciarse en Literatura en 1968 por el Bennington College, dedicó todas sus fuerzas a la lucha feminista. Básicamente, fueron batallas contra la pornografía, la pedofilia, la violencia contra la mujer y la conducta sexual del hombre como referente de la desigualdad imperante, ahondando en la utilización del sexo por el hombre como vehículo del poder patriarcal. En 1999, a los 53 años, fue drogada y violada en un hotel de París, un suceso que le hizo un daño enorme, agravado, además, porque hubo quien no creyó su historia.

Es evidente que muchas mujeres no han llegado al feminismo radical por pura teoría ni por promover caprichosamente una ideología de género, sino sencillamente como consecuencia de su propia experiencia de vejación y dolor. Se entiende perfectamente que sea una mujer, monja y teóloga católica, Ivone Gebara, la que pueda escribir una teodicea teológica hasta aquí no tratada por ningún teólogo o filósofo masculino, me refiero a El rostro oculto del mal. Una teología desde la experiencia de las mujeres (Trotta, Madrid, 2002).

Ciertamente, la experiencia de violencia sexual o machista no justifica necesariamente las posiciones extremas o radicales, pero ayuda a comprenderlasy obliga a buscar otras perspectivas y hermenéuticas más comprensivas, según el principio cristiano destacado por San Ignacio, de que antes de condenar la posición contraria, hay que intentar salvarla. Así es como se es fiel a aquel que dijo, «no he venido a condenar al mundo, sino a salvarlo» (Jn 12, 47).

Cuando cada día somos testigos del abuso de la mujer, que en estos últimos meses ha tenido por protagonista a la industria del espectáculo de Hollywood, pero que es una realidad cotidiana que muchas niñas -y niños- llevan sufriendo desde la más tierna infancia en el seno mismo de su familia. Es triste comprobar que la violencia contra la mujer está presente en tanto en ámbitos privados como públicos; en el hogar y en trabajo; en la economía canalla de la prostitución, la pornografía y la trata de blancas; en la violencia física directa; en los feminicidios, que muchas veces quedan impunes.

Los que señalan los años 60 como génesis de la ideología de género, deben recordar que aquellos fueron marcados no solo por el movimiento feminista radical, sino también por protestas internacionales contra la guerra en Vietnam y contra la aceptación y hasta el apoyo de brutales dictaduras en Latinoamérica. Parte de aquella juventud se radicalizó al no ver posibilidades de eliminar esta violencia institucional. Protestaba por igual contra la violencia política y todo tipo de violencias, entre ellas la violencia de género.

Dicho esto, hay que aclarar que este tipo feminismo radical de los años 60-70 ya apenas si existe, excepto en Estados Unidos, donde siempre ha contado con grandes representantes, cuyo pensamiento fluctuó entre lo radical y lo moderado. Hoy muchas feministas abogan más por la cooperación que por la confrontación. En la actualidad, se puede decir con María Blanco, que «nadie tiene el monopolio de lo que piensan las mujeres, ni del feminismo auténtico, ni de la feminidad» (Afrodita desenmascarada. Una defensa del feminismo liberal, Deusto Ediciones, Barcelona, 2017).

Cathy Young, escribiendo a mediados del 2016 para The Washington Post, afirmaba que casi nadie niega la realidad histórica de la dominación masculina, pero la solución al problema, que ha creado un gran fractura en nuestra cultura, pasa no sólo por la guerra entre sexos. «Para formar parte de la curación, el feminismo debe incluir a los hombres, no sólo como aliados sino como socios, con una misma voz y una misma humanidad».

Después de una década complicada, la Conferencia Episcopal Española reconocía que el tiempo transcurrido desde la publicación Directorio de la Pastoral Familiar en España (2003), donde los obispos llamaban la atención sobre las nuevas circunstancias en las que se desarrollaba la vida familiar, y la presencia en la legislación española de presupuestos que devaluaban el matrimonio, en la actualidad «permite advertir que, desde entonces, no son pocos los motivos para la esperanza. Junto a otros factores se advierte, cada vez más extendida en amplios sectores de la sociedad, la valoración positiva del bien de la vida y de la familia; abundan los testimonios de entrega y santidad de muchos matrimonios y se constata el papel fundamental que están suponiendo las familias para el sostenimiento de tantas personas, y de la sociedad misma, en estos tiempos de crisis».

Los múltiples desafíos al concepto cristiano de la sexualidad y la familia están ahí, pero para responder a esta problemática, amplia y compleja, a la Iglesia no le queda otra vía que volver a reflexionar las viejas creencias a la luz de las nuevas realidades. Su labor es la búsqueda de la paz y el bien en cada nuevo contexto y en cada nuevo momento de la historia, sanar el egoísmo visceral que nos lleva a preferir siempre nuestros intereses en detrimento de los demás.

El ser humano, debido a lo arraigado de su pecado, ha construido una sociedad injusta y discriminadora, donde las esclavitudes antiguas da lugar a nuevos tipos de esclavitud, donde en última instancia todo se reduzca a mantener la diferencia entre los de arriba y los de abajo, entre la élite y la no-élite; entre los nuestros y los otros.

«Establecemos», como dice Ivone Gebara, «colores y etnias superiores unas a otras, sexos superiores a otros, orientaciones sexuales más normales que otras. Y quien está del lado del poder y de la normalidad no duda en mantener relaciones excluyentes y culpabilizar a ‘los diferentes’ por muchos males del mundo».

La Iglesia no es inmune a estos combates históricos entre la igualdad y la desigualdad, lo que en la Biblia se describe como «acepción de personas», intolerable para el creyente. La Iglesia tiene miedo de las feministas radicales y la feministas tienen miedo de la Iglesia. «Las feministas», escribía Alicia Miyares, «sabemos que los valores, tanto morales como políticos, de la igualdad y la libertad son falazmente cuestionados por discursos religiosos que pretenden interrumpir de continuo la marcha de la humanidad hacia modelos de democracia más perfectos».

Los últimos papas, comenzando por Juan Pablo II, pasando por Benedicto XVI y llegando a Francisco, se han pronunciado inequívocamente contra la «ideología de género»; esto no se puede negar.

En la exhortación apostólica postsinodal Amoris laetitia sobre el amor a la familia, publicada en marzo de 2016, el Papa Francisco advierte: «Otro desafío surge de diversas formas de una ideología, genéricamente llamada gender, que niega la diferencia y la reciprocidad natural de hombre y de mujer. Esta presenta una sociedad sin diferencias de sexo, y vacía el fundamento antropológico de la familia. Esta ideología lleva a proyectos educativos y directrices legislativas que promueven una identidad personal y una intimidad afectiva radicalmente desvinculadas de la diversidad biológica entre hombre y mujer. La identidad humana viene determinada por una opción individualista, que también cambia con el tiempo» (n. 86). Con ello no hace sino defender la enseñanza sustentada en la Escritura y la Tradición sobre las relaciones hombre-mujer y el matrimonio.

Pero, téngase en cuenta una nota importante. Para Francisco, denunciar la ideología de género no implica negar ayuda o compañía a los homosexuales; no cierra los ojos a la urgencia de una teología pastoral adecuada, sensible y atenta a la realidad.

En la habitual conferencia de prensa que concede en el retorno de sus viajes internacionales, específicamente en el vuelo de Azerbaiyán a Roma, el Papa señaló que «las personas se deben acompañar como las acompaña Jesús. Cuando una persona que tiene esta condición llega hasta Jesús, Jesús no le dirá seguramente vete porque eres homosexual. No. Lo que yo he dicho, es esa maldad que hoy se hace en el adoctrinamiento de la teoría del género».

«Antes que nada, yo he acompañado en mi vida como sacerdote, obispo y también como Papa, he acompañado personas con tendencia homosexual y también con prácticas homosexuales. He acompañado, los he acercado al Señor, algunos no podían, pero yo he acompañado y nunca he abandonado a nadie, esto que quede claro».

Anteriormente, el 26 junio 2016, Francisco se había atrevido a decir que la Iglesia católica debería disculparse con las personas gays por la forma en que las ha tratado. Fue durante el vuelo de regreso al Vaticano tras su visita a Armenia. El Papa hizo estas declaraciones cuando le preguntaron si estaba de acuerdo con los comentarios del cardenal alemán Reinhard Marx, quien dijo que la Iglesia debía disculparse con los homosexuales por haberlos «marginado».

Francisco respondió literalmente: «Creo que la Iglesia no sólo debe pedir disculpas a una persona homosexual que ofendió, sino que hay que pedir perdón a los pobres, a las mujeres que han sido explotadas, a los niños obligados a trabajar, pedir perdón por haber bendecido tantas armas».

Por si fuera poco, el 3 de octubre de 2016, de nuevo a bordo de un avión, de regreso de su viaje a Georgia y Azerbaiyán, Francisco aseguró que Jesús no abandonaría a un homosexual o un transexual. Fue en respuesta a la pregunta sobre qué opinaba de las personas transexuales, de aquellas con disfunciones hormonales o aquellas que cambiaban de sexo porque no aceptaban su cuerpo de hombre o mujer. «Cuando una persona con esta condición llega delante de Jesús, nunca le dirá vete porque eres homosexual», dijo y agregó: «A las personas hay que acompañarlas cómo hace Jesús siempre».

A la luz de estas declaraciones «en vuelo», no es de extrañar que el Papa Francisco haya sido reconocido por la comunidad gay como el papa más «clemente» de los últimos años. El escritor colombiano Giuseppe Caputo, aunque no cree que es para echar las campanas al vuelo, reconoce que «ha habido un cambio, dentro del estrecho margen de cambio que un discurso de derecha como el católico puede tener: el suyo es un gesto sutil, muy sutil, pero ha demostrado ser simbólico y, sobre todo, beneficioso. Definitivamente no es lo mismo que una institución con tanto poder de influencia hable de hogueras y penalización a que pida abiertamente que los gays no sean marginados. Que la extrema derecha rechace las declaraciones de Francisco, evidencia que ha habido un giro: las personas homosexuales, señores creyentes, no pueden ser discriminadas ni tratadas con violencia, lo pide el Papa».

Esta es lo diferencia de la crítica papal de la «ideología de género» de la crítica de los que la instrumentalizan para sus intereses particulares, principalmente políticos. En todos los países latinoamericanos, con nula educación política en general, muchos políticos debeladores de la «ideología de género» la utilizan interesadamentecomo un instrumento muy importante para ganarse la voluntad que pueblo, siempre dispuesto a defender la moral tradicional y sus creencias religiosas, al tiempo que también, cómo no, excitan los prejuicios, odios y fobias populares, con el fin de conseguir su voto, o al menos, el rechazo de aquellos partidos zurdos señalados como defensores de la subversiva «ideología de género».

Muchos pastores, principalmente de las iglesias evangélicas fundamentalistas, pentecostales y carismáticas, se suman a con tal fervor a este discurso que arrastran tras de sí a toda su congregación, llegando a traspasar el límite del rechazo a la homosexualidad por causas doctrinales, para caer en el odio más visceral al que es tildado de abominable y digno de la pena de muerte, según la ley de Moisés. Imagino que aderezado con amor por la salvación del alma.

En estos casos, la «ideología de género» se convierte en una nube de humo que no solo oculta los problemas del pueblo de carácter social y económico, y desvía la atención del subdesarrollo y la corrupción política, sino lo que es mucho más grave, oculta por completo el mensaje evangélico de gracia y misericordia.

El humo generado por muchos críticos de la «ideología de género» impide ver el sentido cristiano de la gracia y la reconciliación. En lugar de ser portadores de esperanza, se convierten en mensajeros de odio y miedo. Han pisado el umbral de la gracia, sí, pero se han quedado en la antesala de ley; pertenecen más en la escuela del Juan Bautista tronante que del apacible Jesús de Nazaret.

Para Amelia Valcárcel, desde su posición de observadora, estos predicadores evangélicos pentecostistas son más veterotestamentarios que neotestamentarios; son capaces de sacar enseñanzas de los versículos más abstrusos del Antiguo Testamento, por el que tienen especial predilección. Los Evangelios se escuchan poco, pero Josué, Jueces, Esdras, Reyes, o Ezequiel son citados de continuo.

Lamentablemente, los rigoristas e integristas, «convierten la defensa de la moral, de la vida y familia en una ideología e ideologización que les lleva a despreocuparse o legitimar, al mismo tiempo, otros males e injusticias sociales-globales. Como son el hambre y la pobreza, la precariedad (explotación) laboral, el trabajo basura e indecente y el paro, la pena de muerte, las guerras, armas e industria militar, las violencias y destrucción ecológica.

«Es la parcialización e ideologización de la fe y la moral que cae en la moralina burguesa e individualista, obsesionada por las cuestiones personales como la familia o la sexualidad. Sin enmarcarlas y responsabilizarse por las otras cuestiones sociales y éticas, que o bien no les preocupan o quieren justificar dichas injusticias sociales. Para ser una moral coherente, hay que defender la vida en todas sus fases, dimensiones y aspectos, desde el inicio con la concepción-fecundación, durante toda la existencia humana con el bien común, la dignidad y derechos de las personas hasta el final de la misma».

En la Carta a los obispos de la Iglesia católica sobre la atención pastoral a las personas homosexuales, publicada en 1986 durante el papado de Juan Pablo II y que estuvo a cargo del cardenal Joseph Ratzinger, entonces prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, se afirma con rotundidad que los actos homosexuales son «intrínsecamente desordenados» y que en ningún caso pueden recibir aprobación -enseñanza que recogía la anterior declaración sobre la «Persona humana» y la ética sexual, del 29 de diciembre de 1975-, sin embargo en dicha carta el cardenal Ratzinger, advierte con no menos énfasis, que «es de deplorar con firmeza que las personas homosexuales hayan sido y sean todavía objeto de expresiones malévolas y de acciones violentas. Tales comportamientos merecen la condena de los pastores de la Iglesia, dondequiera que se verifiquen» (n. 10).

Importante nota pastoral que muchos parecen ignorar. Lo grave es que aquí no están en juego ciertas doctrinas o ideas, sino las personas, las mismas que estamos llamados a servir con amor y diligencia.

Fuente: http://www.periodistadigital.com/religion/opinion/2018/01/13/religion-iglesia-opinion-feminismo-radical-ideologia-de-genero-papa-francisco.shtml

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El mito de la super woman y la autoestima femenina

Coral Herrera Gómez

Resulta difícil quererse bien a una misma cuando los medios de comunicación nos bombardean a diario con mensajes en los que nos recuerdan lo imperfectas que somos. Resulta difícil, también, no sucumbir a la amenaza de que si somos feas, gordas o viejas nadie nos va a querer (ni el príncipe azul, ni las demás mujeres, ni el mercado laboral).

La industria de la belleza nos impone unos cánones de belleza irreales que muy pocas mujeres logran cumplir (aproximadamente sólo unas ocho mil mujeres en todo el planeta, según Naomi Klein,  periodista e investigadora canadiense). A pesar de ello, somos muchas las que hacemos grandes esfuerzos para mantenernos jóvenes y guapas: invertimos mucho tiempo, energías y recursos en parecernos a las mujeres más bellas del planeta, pero resulta muy frustrante porque no hay fórmulas mágicas para luchar contra el paso del tiempo y la fuerza de la gravedad.

Una gran mayoría de mujeres vive acomplejada por sus carencias e imperfecciones físicas. Vivimos en permanente lucha contra nosotras mismas: contra nuestros kilos de más, nuestras arrugas, y esos pelos que florecen en todas las partes de nuestro cuerpo.

Asumimos las exigencias de la tiranía de la belleza como propias, por eso nos torturamos físicamente con dietas terribles de adelgazamiento, extenuantes sesiones en el gimnasio, invasivos tratamientos de belleza, cirugías peligrosas para modificar nuestros imperfectos cuerpos, etc., y decimos que lo hacemos por nosotras mismas, para sentirnos bien.

Lo perverso de esta tiranía es que somos capaces de poner en peligro nuestra salud e invertir todos o gran parte de nuestros escasos recursos en estar bellas porque así creemos que nos van a admirar y a querer más. Y como nunca logramos parecernos a esas modelos despampanantes, nos sentimos frustradas, y culpables.

En los anuncios nos venden métodos y productos milagrosos, y la filosofía de que todo es posible: sólo tienes que poner de tu parte, tener fuerza de voluntad, desearlo con fuerza, invertir al máximo, y lograrás todo lo que te propongas… No sólo estar bella, sino también ganar la lotería o encontrar a un hombre millonario que se enamore locamente de ti.

Por eso nos sentimos tan mal cuando rompemos con la dieta, cuando dejamos de ir al gimnasio, cuando nos negamos a pasar por el quirófano una vez más. Nos sentimos culpables si no adelgazamos, si se nos caen los pechos, si nuestra piel pierde elasticidad, si no hacemos nuestros sueños realidad. Y al sentirnos culpables, batallamos más contra nosotras mismas y nuestros cuerpos: nunca nos aceptamos tal y como somos, porque (nos dicen) podríamos ser mejores.

En esta guerra que se libra en nuestro interior, tendemos a castigarnos en lugar de dedicar nuestras energías a buscar el placer y el bienestar propio. Y es porque vivimos en una cultura que sublima el sufrimiento y el sacrificio femenino en la que nos convencen de que para estar bella hay que sufrir, y que cuanto mayor es el sacrificio, mayor es la recompensa.

Además de la tiranía de la belleza física, las mujeres tenemos otros monstruos internos y externos que amenazan nuestra autoestima a diario. Vivimos en una sociedad muy competitiva que nos exige estar siempre a la última, que nos motiva a ser las mejores en todo. El mito de la súper mujer o la super woman aparece en todas las revistas de moda, y resulta difícil no compararse  con esas súper madres, súper hijas, súper esposas, súper profesionales que aparecen en los medios de comunicación.

La súper mujer no sólo es exitosa en su vida laboral (no renuncia a ascender en su trabajo y  a dar lo máximo de sí misma a su empresa), sino que también es una gran ama de casa que cocina de maravilla. La súper mujer limpia sin mancharse, cuida a las mascotas, cambia pañales, cose los disfraces para el colegio de los niños, va a la compra, quita la grasa, plancha cerros de ropa, y además tiene tiempo para formarse y reciclarse profesionalmente, cuidarse a sí misma, hacer deporte, acudir a sesiones de terapia, hacer el amor y disfrutar de su pareja.

Las súper mujeres no se cansan, ni se quejan: siempre están de buen humor y tienen energía para levantar un camión si hace falta.Nosotras las admiramos, al tiempo que no podemos evitar sentirnos malas madres, malas trabajadoras, malas hijas y nietas, malas compañeras, malas amigas… porque no llegamos a todo, porque no sabemos cómo ser las mejores en todo, y porque encima nuestra relación de pareja no es tan maravillosa como habíamos soñado.

La conciliación entre la vida laboral, personal y familiar es otro mito de la posmodernidad que complementa al mito de la super womansegún el cual todo es posible: si nos lo proponemos, podemos disfrutar mucho de nuestros diferentes roles sin tener que renunciar a nada. Podemos ser buenas madres, buenas profesionales, buenas esposas, buenas hijas, buenas amigas de nuestras amigas, y todo sin perder la sonrisa.

Sin embargo, la realidad es que la conciliación sólo existe en los países nórdicos, y que por mucho que lo intentemos, no somos esas super mujeres que vemos en la televisión y en la publicidad. Nosotras, las mujeres de carne y hueso, estamos sometidas a una gran presión interna y externa para ser las mejores en todo.

Queremos ser mujeres modernas sin deshacernos de nuestro rol femenino tradicional: queremos cumplir con los mandatos de género para que se nos admire como una “verdadera mujer”, y a la vez, queremos ser tan buenas en todo como cualquier hombre.

La diferencia es que los hombres al salir de su jornada laboral van al gimnasio, y nosotras a nuestra segunda jornada de trabajo en la casa. En las estadísticas es fácil ver como ellos viven mejor gracias a la modernidad: dedican de media una hora al día a las tareas domésticas, y nosotras entre cuatro y cinco.

Esto quiere decir que ellos tienen más tiempo libre, en general, y por tanto tienen mayor calidad de vida. Nosotras seguimos viviendo por y para los demás, y seguimos, de algún modo, sometidas a la tiranía del “qué dirán”. Nuestra condición de mujer tradicional, moderna y posmoderna nos lleva a querer agradar y complacer a los demás, a necesitar la aprobación y el reconocimiento de los demás: sólo así podemos  valorarnos a nosotras mismas.

Nuestro estatus y prestigio está condicionado por los aplausos y la admiración que somos capaces de generar a nuestro alrededor. Como está mal visto que una mujer hable bien de sí misma en público, se espera que seamos humildes y nos ruboricemos cuando alguien nos aplaude o nos halaga. Muchas de nosotras tendemos a atribuir nuestros éxitos a los demás: nos cuesta aceptar interior y exteriormente que somos buenas en algo, o que valemos mucho.

Por eso si los demás no nos reconocen, nos sentimos insignificantes, poca cosa, incapaces… Para que los demás nos admiren y nos quieran, las mujeres aprendemos a sacrificarnos, a entregarnos de un modo absoluto, y a pensar más en la salud, el bienestar y la felicidad de los demás que en la nuestra propia.  

En la cultura patriarcal, las mujeres nos sentimos culpables y egoístas cuando pensamos en nuestras necesidades o en nuestro placer. Nos enseñan que una mujer de verdad es aquella que piensa más en los demás que en sí misma, una mujer que se entrega sin pedir nada a cambio y sin perder la sonrisa.

Sin embargo, lo cierto es que para poder cuidar a los demás, tenemos que estar bien, sentirnos a gusto con nosotras mismas, y empoderarnos, es decir, confiar en nuestras capacidades y habilidades, y tener una buena percepción de nosotras mismas y de nuestras pequeñas y grandes hazañas.

Por eso es tan importante trabajar la autoestima femenina: aprender a querernos bien a nosotras mismas no solo mejora nuestra calidad de vida, sino la de todo el mundo a nuestro alrededor. Si nos queremos bien a nosotras mismas, podremos querer bien a los demás: el amor es una energía que se mueve en todas las direcciones, y que cuanto más se expande, a más gente llega.

Cuando tenemos una buena autoestima, somos capaces de querernos a nosotras mismas, y de aceptar nuestras imperfecciones. Si nos conocemos bien, y apreciamos nuestra valía, dejamos automáticamente de compararnos con las demás y comprendemos que somos seres únicos, y que somos humanas.

Si aprendemos a aceptarnos tal y como somos, y si nos centramos en aprender a querernos bien a nosotras mismas, podríamos acabar con las torturas y auto-castigos porque pensaríamos más en nuestro bienestar que en la opinión de los demás. No nos sentiríamos tan presionadas a cumplir con las expectativas ajenas o los mandatos de género: pensaríamos más en nuestro derecho al placer, a disfrutar del tiempo libre, a hacer lo que más nos gusta.

Elevar nuestros niveles de autoestima nos permitiría delegar y compartir responsabilidades con la pareja, y con el resto de los miembros de la familia: aprenderíamos a trabajar en equipo sin hacer tantos sacrificios personales, y sin hacer tantas renuncias: compensaríamos la balanza entre las obligaciones y los placeres, y estando más contentas, nuestro entorno también se verá beneficiado.

Tu pareja, tus compañeros y compañeras de trabajo, tus hijos e hijas tendrán una madre con más salud mental, física y emocional, con menos preocupaciones, sin sentimientos de culpa y frustración, sin decepciones con una misma por no estar a la altura. No llegar a todo no nos generaría tanta insatisfacción y malestar: seríamos más comprensivas con nosotras mismas, viviríamos más relajadas, y por tanto, tendríamos más energía para disfrutar de la vida.

Quererse bien a una misma: todo son ventajas.

Fuente del articulo: http://haikita.blogspot.com/2016/10/el-mito-de-la-super-woman-y-la.html

Fuente de la imagen:https://1.bp.blogspot.com/-WW-NZS38KpU/WAOqyxipnYI/AAAAAAABH2g/D07md6g2tK8qEhu6ewq-4P6j1jXAhdetgCLcB/s1600/superwoman-feminista-que-perfora-con-el-p

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Por unos feminismos inclusivos y diversos: Claves para la autocrítica en torno al feminismo patriarcal

Coral Herrera Gómez  

A algunos feminismos les sobra un poquito de patriarcado, y les hace falta más diversidad. Hoy es un buen día, como otro cualquiera, para hacer autocrítica y hablar de las estructuras patriarcales con las que construimos un colectivo feminista, un departamento de género en una universidad,  una sección de un partido político, una asociación de mujeres, un instituto de estudios de género, una ONG de mujeres, un grupo de investigación feminista, etc.

Con algunas de mis compañeras llevo años hablando sobre este tema y no me he atrevido hasta ahora a lanzar las preguntas en los foros sociales, pero me parece fundamental que empecemos por preguntarnos por qué algunos feminismos están tan enfrentados o divididos, por qué las mujeres nos hacen fotos cuando salimos a manifestarnos como si fuéramos bichos raros, por qué nuestras reivindicaciones no tienen el impacto que desearíamos en la opinión pública, o por qué no logramos sensibilizar a la mayoría de la población sobre el tema de la violencia de género. Urge un debate profundo para reflexionar colectivamente en torno a los estereotipos negativos del feminismo, analizar el modo en cómo estamos comunicando y visibilizando nuestro trabajo, debatir acerca de nuestras debilidades y nuestras fortalezas, y re-plantearnos el modo en el que podríamos contagiar a más gente para que se unan a la lucha feminista por los derechos humanos de las mujeres.

Un primer paso podría ser trabajar en la despatriarcalización de nuestras estructuras, y analizar la forma que tenemos de relacionarnos y organizarnos. Existen muchas organizaciones que practican el feminismo patriarcal: me refiero a esos colectivos que funcionan de manera similar a otros colectivos sociales o políticos construidos sobre bases patriarcales. Bases que preferimos no ver porque creemos que nos hemos liberado de todas las opresiones, y que al ser feministas no reproducimos la misma estructura que el resto de los movimientos sociales.

El patriarcado dentro de nuestros movimientos feministas se expresa fundamentalmente a partir de las jerarquías que establecemos entre nosotras, y a partir del pensamiento binario que nos obliga a definirnos en oposición a las otras. Estas dicotomías nos dividen en pequeños grupos separados por diferencias ideológicas o intereses particulares­: feminismo islámico, feminismo católico, feminismo decolonial, feminismo campesino, ecofeminismo, feminismo anarquista, feminismo lesbiano, feminismo queer, etc.

Al definirnos con etiquetas identitarias, nos diferenciamos unas de otras en base al pensamiento binario que nos hace creer que somos una cosa y no somos otra: feministas/no feministas, mujeres cisexuales/mujeres transexuales, lesbianas/heteros, académicas/activistas, blancas/negras, ricas/pobres, etc. En medio se quedan todas aquellas que no encajan en estas etiquetas, y son categorizadas con otros términos que las discriminan todavía más (transgénero, bisexuales, mestizas, indias claras, precarias, travestis, trabajadoras sexuales, etc.).

Otra característica del feminismo patriarcal es que se construye sobre la dicotomía entre “nosotras” y “las otras”, de modo que cerramos las puertas a otros colectivos y personas que no son “nosotras”, o que no son como “nosotras”. Pese a que dentro de los feminismos tenemos unos objetivos básicos comunes (derechos humanos de las mujeres y las niñas), se nos olvidan cuando nos aferramos a estas etiquetas para diferenciarnos unas de otras. Y si bien es cierto que los recursos en nuestra área son limitados, deberíamos poder compartirlos  para hacerlos más grandes. Además, las diferencias son enriquecedoras y deberíamos aprovecharlas para construir feminismos inclusivos, no para crear oposiciones irreconciliables entre nosotras.

Yo estoy convencida de que para lograr la igualdad y para que todas podamos disfrutar de nuestros derechos básicos fundamentales, es necesario despatriarcalizar el feminismo, abrirlo a todo el mundo, y aplicarle un enfoque basado en los valores de la inclusión y la diversidad. El feminismo, creo, no es solo cosa de mujeres, y por eso tenemos que liberarlo de las etiquetas de género, nacionalidad, etnia, edad, clase socioeconómica, orientación sexual, religión, edad, etc. que nos diferencian y nos discriminan.

Estas son algunas propuestas que he elaborado para el análisis del patriarcado en los feminismos desde una perspectiva autocrítica.

–          Creo que es esencial que empecemos a hablar de las jerarquías patriarcales que reproduce el feminismo institucional y que anidan en muchos de nuestros colectivos. Dentro de los mundos feministas, unas mujeres ocupan altos cargos, acceden a información valiosa (consultorías, subvenciones, puestos de trabajo, etc.), toman decisiones y obtienen buenos salarios, y otras son el proletariado feminista.  Sería interesante analizar por qué reproducimos este sistema vertical de organización, y debatir conjuntamente cómo podríamos crear estructuras horizontales de trabajo.

–          Otras jerarquías que tenemos dentro del feminismo están basadas en torno a la famosidad y/o estrellato de teóricas y activistas. Algunas de nosotras de pronto nos ponemos de moda y acaparamos micrófonos, estrados, escenarios, publicaciones, premios y reconocimientos. Otras trabajan arduo por visibilizar sus obras o acciones, y no  obtienen el mismo reconocimiento. Algunas son encumbradas como divas, y otras caen en desgracia para siempre cuando desentonan con alguna idea escandalosa.

–          Si nuestro objetivo principal es luchar contra la discriminación, no podemos discriminar a otras personas porque no sean mujeres, o porque no sean heterosexuales, o porque no sean lesbianas. Ni tampoco cerrar nuestros espacios a mujeres  transexuales, ni impedir la entrada a nuestros foros a las trabajadoras del sexo…. Cualquier discriminación que establezcamos es patriarcal.

–          La guetización de nuestros espacios tiene como consecuencia que las que no son como “nosotras” se sienten excluidas. Los espacios cerrados de gente que se apropia de los intereses colectivos huelen demasiado a corporativismo cuando son incapaces de aliarse con otros colectivos con las mismas reivindicaciones. Habría que ventilar estos espacios con un poco de aire fresco y nuevas ideas que permitan que nuestras luchas se expandan más allá de las cuatro paredes en las que nos reunimos.

–          La gestión de los recursos podría colectivizarse en lugar de dejar el tema en manos de las lideresas de cada grupo. Es importante que nos responsabilicemos de los recursos con los que contamos, y aprendamos a gestionarlos conjuntamente.

–          Los liderazgos que tenemos dentro de los feminismos. Debemos democratizar el feminismo, pero no para elegir representantes, sino para crear estructuras basadas en la autogestión y en la participación activa de todas las participantes. Los absolutismos de ciertas lideresas provocan, creo, la desmotivación de todas aquellas personas que se mantienen al margen de esos círculos de poder, y que prefieren trabajar en equipo y tomar decisiones conjuntamente.

–          Las relaciones marcadas por el interés propio. En el mundo de la política y las empresas los hombres se relacionan tratando de tener contactos clave para sus posiciones estratégicas, dentro del feminismo sucede algo parecido. Las lideresas suelen estar rodeadas de mujeres precarias que se relacionan con ellas en base a intereses económicos o políticos, pues tener contactos sigue siendo imprescindible para abrirse un hueco en el mundo de la investigación, las políticas públicas de género o la cooperación y ayuda al desarrollo con enfoque de género. Estas relaciones jerárquicas e interesadas fomentan la competitividad y la rivalidad que se establecen en torno a los recursos, a las mujeres con poder,  o en torno a las diferencias ideológicas entre nosotras. Las luchas de poder y los boicots entre nosotras se pueden solucionar con solidaridad, comunicación y redes de trabajo horizontales, diversas e internacionales.

–          La xenofobia feminista, basada en la idea de que cuando las feministas extranjeras de países en crisis acuden a tender redes de trabajo a los países pobres,  en realidad su intención es imponer sus ideas, sacarles la plata y quitarles sus puestos de trabajo en el área del género. La justificación de esta xenofobia parte de la idea de que las colonizadoras vuelven a tierras colonizadas para extraer sus recursos, imponer sus agendas, dar lecciones a las feministas locales, y perpetuar el colonialismo blanco. Pese a que todas estamos colonizadas por el capitalismo y el patriarcado, y nuestras causas sean comunes, la xenofobia feminista se sustenta sobre la construcción de una identidad grupal en oposición a otras identidades, reproduciendo los binarismos patriarcales que perpetúan el rechazo hacia “las otras”. Este feminismo xenófobo se construye también sobre el concepto de nación decimonónico que define a las personas según su lugar de origen, y que justifica plenamente la hostilidad de las colonizadas hacia las colonizadoras. Esta división parece un asunto de justicia histórica que vuelve de revés la opresión, porque impone una nueva división entre “nosotras” y “las otras”, las de dentro y las de fuera, las autóctonas y las inmigrantes, las colonizadoras y las colonizadas.

–          Las luchas no son de tu colectivo o el mío: no podemos apropiarnos de las problemáticas ni de los logros como si fueran nuestros, porque pertenecen al  ámbito del poder popular. Es importante trabajar conjuntamente con otros colectivos, compartir protagonismos creando redes de trabajo conjunto, y asumir los éxitos como colectivos.

Seguro que hay muchos puntos más que podríamos tratar en foros para despatriarcalizar nuestros feminismos y liberarlos de etiquetas discriminatorias y jerarquías de todo tipo. Yo apuesto por incorporar el enfoque de la diversidad para que sean más plurales y abiertos, y para que nuestras reivindicaciones despierten la solidaridad de otros colectivos que trabajan en otros ámbitos sociales y políticos. Yo apuesto, también, por crear redes y espacios de trabajo conjuntos sin renunciar a nuestro trabajo en una comunidad o área específica.

Creo que solas no podemos,  y la muestra es que no sirve de mucho que haya mujeres presidiendo países si lo hacen con las mismas estructuras patriarcales que los hombres. Tampoco sirve de mucho empoderar a mujeres porque después se quedan solas, rodeadas de señoras y señores patriarcales. Absolutamente dañino es también el lenguaje bélico que empleamos para insultarnos y descalificar a compañeras feministas que no comparten nuestros puntos de vista. Ni el desprecio que algunas feministas muestran hacia el trabajo de feministas porque son blancas, porque son gringas, porque son europeas. O la indiferencia que existe entre las feministas ateas y las feministas islámicas, o las feroces críticas que se cruzan entre abolicionistas y no abolicionistas, activistas y académicas, entre las queer y las feministas institucionales, por poner unos pocos ejemplos.

Si queremos sumar a la gente, sensibilizar y transformar el mundo que habitamos, tenemos que dejar a un lado los intereses personales, eliminar las etiquetas que nos separan y establecer alianzas no solo con otros colectivos de mujeres feministas, hombres igualitarios y grupos LGBTQI, sino también con el resto de los movimientos sociales y políticos.

Unidas tenemos el poder de colapsar ciudades y detener la barbarie y la violencia de los gobiernos. En España, antes de las mareas indignadas y el 15M, los colectivos solo sacaban a la calle a unos pocos cientos de simpatizantes y su impacto era mínimo. Ahora en cambio sabemos que podemos generar grandes estructuras de lucha masiva y una prueba de ello es la cantidad de gente que salió el 8 de Marzo en Madrid a defender el derecho a decidir de las mujeres. Creo que es maravilloso que el tema del aborto no sea una problemática exclusiva de grupos feministas, sino una reivindicación de la ciudadanía entera.

Tenemos que articular la construcción de un feminismo global que nos permita apoyar las luchas que sostienen las mujeres en todos los puntos del planeta, como es el caso de la soberanía alimentaria o la trata de esclavas con fines de explotación sexual. Ambos asuntos son cosa del capitalismo transnacional, y por lo tanto, nuestras luchas han de ser transnacionales también, construidas en redes múltiples que generen cambios en diversos puntos del planeta.

Yo apuesto por la sororidad, este hermoso concepto de Marcela Lagarde: es preciso crear un “nosotras”  en el que quepa todo el mundo. Trabajando desde la solidaridad dentro de los feminismos y con otros movimientos sociales, será más fácil contribuir a la transformación de nuestras sociedades desde nuestras posiciones feministas. Somos muchas las que ya estamos apostando por la creación de espacios de discusión inclusivos donde podamos establecer estrategias de lucha conjunta, gestión colectiva de los recursos, estructuras horizontales de relación,  y redes de apoyo mutuo y solidaridad internacional.

Necesitamos sumar gente, en definitiva, y para eso hay que abrir las puertas, tender puentes, ensanchar conciencias, dialogar y cooperar mucho, compartir recursos, pactar y llegar a acuerdos, practicar la sororidad, y ejercer la autocrítica. Las redes virtuales son una de las mejores herramientas que tenemos para visibilizar nuestro trabajo en todos los ámbitos, para intercambiar información y transmitir conocimiento, para debatir y ejercer la autocrítica sin miedo. Sólo así podremos sensibilizar al planeta entero para luchar por nuestros derechos, y para eliminar la desigualdad, la violencia y los discursos de odio.

Porque lo personal es político, tenemos que trabajar también dentro de nuestros colectivos para aprender a tratarnos entre nosotras con cariño, cuidar a la gente aunque tenga posiciones ideológicas diferentes a las nuestras, construir relaciones en las que no exista la competitividad, las luchas de poder, ni los “malos rollos”. Así podremos acabar con las estructuras patriarcales de nuestros colectivos, aprender a organizarnos de otras maneras, sacar el debate a la calle, y crecer juntas en el proceso.

Compañeras, necesitamos solidaridad internacional,  sororidad feminista, espacios abiertos y plurales, y mucho amor del bueno para construir unidas unos feminismos más inclusivos y diversos.

Fuente del articulo: http://haikita.blogspot.com/2014/05/por-unos-feminismos-inclusivos-y.html

Fuente de la imagen: http://4.bp.blogspot.com/-QZpn8ipQaqA/U3tTjvuyE-I/AAAAAAAAUPI/DcdctgqMBP4/s1600/adespatriarcalizar.jpg

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Entrevista a Vandana Shiva: “El patriarcado destruirá el planeta si no lo frenamos”

20 Noviembre 2016/Fuente: La Vanguardia/Autor: Equipo La Contra

Tengo 63 años. Soy de Dehradun (India). Soy filósofa de la ciencia y ciudadana profesional de la Tierra. Tengo un hijo de 33 años. ¿Política? ¡Democracia planetaria verdadera! ¿Creencias? Las diosas-madre antiguas, el Principio Femenino. El ecofeminismo traerá la biocivilización.

 

¿Qué es el ecofeminismo?

La mejor respuesta a la crisis civilizatoria que padecemos. La formulé hace veinte años: cada día es más vigente y necesaria.

¿Ecología más feminismo?

Sí, porque tanto la crisis medioambiental como la socioeconómica son de raíz sexo­genérica.

¿El varón es culpable?

No simplifique: el sistema patriarcal capitalista. Un orden de valores que desvaloriza, esclaviza y explota a las mujeres, cuyo trabajo en casa y en el campo ha sido siempre el verdadero sostén de la humanidad.

¿Desde cuándo sometemos a la mujer?

Hablo de era antropocénica, intrínsecamente destructiva de la naturaleza y de la feminidad, ligada a la violencia y la guerra. No siempre fue así: en la remota antigüedad venerábamos a diosas, representación del respeto a la Tierra Madre.

¿El capitalismo expresa el patriarcado?

Obviamente, es fruto de la prolongada ­explotación masculina, acumulativa y destructiva, con violencia contra las mujeres, los niños, los débiles, las semillas…

¿Las semillas?

Las variedades semillas de los cereales y hortalizas han sido seleccionadas por las mujeres generación tras generación, durante miles de años. Las mujeres son las parteras de la agricultura. Y ahora resulta que nos piratean las semillas…

¿Piratean? ¿Quién?

Grandes corporaciones de agroingeniería alimentaria como Monsanto: modifican algún gen de una variedad de semilla ¡y la patentan, como si no fueran de la vida, como si fuesen suyas! Eso se llama biopiratería.

¿Tan grave es la cosa?

¡Nuestra libertad está en juego! Perdemos variedades de semillas, empobreciendo este patrimonio de la humanidad. Si viniese una plaga, la falta de variedad arrasaría todo, o acabaríamos en manos de una corporación. El 1% de la humanidad domina al otro 99%.

¿Podemos enderezar esto?

Luchando juntos, sí. En India hemos conseguido nuevas leyes que protejan a los campesinos de abusos, y también a las mujeres.

¿Ha mejorado el trato a las mujeres desde su niñez?

Recuerdo a las mujeres en las minas: se enfrentaron a una mafia armada, bloqueando la mina. ¡Las mujeres son valientes! Cada vez que flaqueo, pienso en aquellas mujeres y me vuelven las fuerzas. ¿Y sabe de dónde viene esa fuerza?

¿De dónde?

De la hierba que pisan, de la tierra misma. El poder de la naturaleza está en nosotras.

¿Y no en el varón?

También… si renuncia al patriarcado, sistema de explotación destructiva de la tierra, de sus minerales, vegetales y animales. Tres aspectos expresan el patriarcado: la colonización, el maquinismo industrial…

Las máquinas nos han reportado prosperidad.

Sólo para los que mandan. No hay progreso con maltrato a la naturaleza, si la agredimos como a un objeto inanimado, eso es esquilmarla, un atraso. Y la tercera expresión patriarcal es el atropello a la sabiduría de la mujer, culminada por el capitalismo .

¿Qué puede hacer el ecofeminismo?

Eco viene del griego oikos: casa. De ahí economía: ¡sin el trabajo doméstico femenino, no hay riqueza! Es un trabajo creativo. El capitalismo es extractivo, destruye.

Un ejemplo.

Desde 1995, en India se han suicidado 300.000 campesinos, extorsionados económicamente por los amos de semillas y pesticidas. Es un crimen contra la Tierra y la humanidad. Incluyo los transgénicos.

¿Qué les pasa?

Causan patologías: si hay más niños autistas que nunca, se debe a los transgénicos.

Es una afirmación arriesgada…

La sostengo. Están afectando al desarrollo neuronal de los bebés y propician cánceres en la población. ¡Hay que frenarlos!

Debe de ser usted una bestia negra para muchos.

Me llaman ludita, reaccionaria, incendiaria… Pero no me callarán. De las mujeres vendrá la salvación, seguiremos luchando. Igual que fuimos lectoras de semillas, ahora somos lectoras del presente y predictoras de la biovicilización.

¿Qué es la biocivilización?

Hacernos conscientes de que los humanos formamos parte de la Tierra, que no somos un ente separado. Cambiemos de modelo y diluiremos las miserias del patriarcado: cambio climático, desigualdad, insolidaridad, guerra.

¿Ecofeminismo al poder?

Frenaría el proyecto tóxico de dominación sobre la naturaleza y la mujer, insalubre e irresponsable. La naturaleza viviría, sería sostenible.

Y si no… nos iremos a otro planeta.

Un concepto muy patriarcal: seguir conquistando y destruyendo… No, respetemos los recursos de la tierra y vivamos a gusto en este planeta: el ecofeminismo es el camino de la biocivilización planetaria.

Vandana Shiva recibió en 1993 el premio Nobel Alternativo de la Paz y Zapatero la tuvo como asesora en un grupo de pensadores durante su mandato. Es una mujer fogosa, combativa y vehemente que se crece ante los poderes de los bancos y corporaciones como Monsanto. Doctora en Ciencias Físicas, es una de las ecologistas, feministas y filósofas de la ciencia más prestigiosas a escala internacional, beligerante contra el neoliberalismo y defensora de los derechos de los pueblos. Publicó Ecofeminismo (Icaria) y ha participado en el IV Seminario Internacional de Convivencia Plane­taria: Construimos Biocivilización, organizado por la Associació Imago en Barcelona.

Fuente de la entrevista: http://www.lavanguardia.com/lacontra/20160509/401662158815/el-patriarcado-destruira-el-planeta-si-no-lo-frenamos.html?utm_campaign=botones_sociales&utm_source=whatsapp&utm_medium=social

Fuente de la imagen: http://cdn.c.photoshelter.com/img-get/I0000aNrQFAptyGE/s/850/850/SLee20090906-Dr-Shiva-Dehradun-0303.jpg

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