Entrevista a Jane Goodall: “Defender el medio ambiente con rabia es contraproducente”

Por: Noor Mahtani

La reputada primatóloga y etóloga británica reflexiona a sus 90 años sobre la fuerza de la empatía y hace un llamado a los tomadores de decisiones: “Espero que la COP 16 no sea solo hablar y hablar”

Tenía cuatro años cuando llegó de vacaciones con su madre a una granja. Era una gran finca donde vivían vacas, cerdos y caballos, todos juntos. Entonces, una pequeña Jane Goodall (Londres, 90), se obsesionó en averiguar cómo era posible que un huevo saliera de una gallina, así que se escondió en uno de los seis gallineros de la casa y esperó. Aguantó de cuclillas cuatro horas hasta que vio a la ave marrón levantar levemente las alas y dejar caer un huevo blanco sobre la paja. Ese fue, según la etóloga, el nacimiento de una pequeña científica. La paciencia y la curiosidad que acompañaron a esa menuda niña británica siguen dándole la mano a la primatóloga más reconocida del mundo a sus 90 años. Ahora, empecinada en “tocar los corazones” de quienes la escuchan, defiende el activismo ambiental con dos armas únicas: la empatía y una fuente desbordante de esperanza. “Hay aún margen de acción”, dice a EL PAÍS durante su visita a Medellín, Colombia. “Tenemos cuatro motores: el intelecto de los humanos, la resiliencia de la naturaleza, la gente joven y el espíritu indomable”.

Con menos de 30 años ya había sacudido los conceptos básicos de la ciencia, al demostrar lo parecidos que somos con los chimpancés, con los que hoy sabemos que nos une el 98,7% del ADN. Además de revolucionar la definición de ‘ser humano’ al descubrir que los primates también eran capaces de construir herramientas (y no sólo nosotros, como se creía), demostró que compartíamos emociones como la tristeza, la empatía y hasta sentido del humor. “Si los primates tuvieran un lenguaje, también nos asombraríamos con lo similar que sería al nuestro”, cuenta este jueves la mensajera de la paz para la ONU en el conversatorio ‘Razones para la esperanza’, organizado por la Caja de compensación de Antioquia (Comfama) y Elemental.

Sube al escenario con el famoso Señor H., un mono de peluche del que no se separa, y una copa de whisky. No deja que nadie la ayude con las escaleras, pero sonríe amablemente a quien lo intenta. Se sienta en silencio envuelta en un chal de colibríes que tiene hace años -no compra ropa hace dos décadas- y cuenta decenas de recuerdos con la misma pasión y ternura con la que las contó por primera vez. Dice que si cierra los ojos puede volver a vivir sus recuerdos. Regresa al coraje de su madre, con quien entró a las selvas tanzanas hace siete décadas porque no le permitían estar sola; a la primera vez que Barbagris se sentó a su lado y le mostró cómo le daba forma a un artilugio para comer termitas; o a cuando los profesores del doctorado que cursó sin ningún estudio previo le dijeron que lo había hecho todo mal. “Me decían que no podía hablar de emociones de los chimpancés, ni ponerles nombres, ni decir que tenían gestos altruistas o personalidad”, cuenta la ganadora del galardón Templeton. “Pero tuve un profesor antes que ellos que demostró que lo que decían era una absoluta tontería. Ese profesor era mi perro Rusty”.

Es difícil no hacerse la pregunta de cómo esta mujer que lleva años hablando de lo mismo -está de gira mundial 300 días al año- y usando las mismas anécdotas sea capaz de agotar las entradas de este Teatro Metropolitano de Medellín en 12 minutos. Unos segundos de charla son suficientes para entenderlo. Sus palabras son un bálsamo ante un discurso ambientalista a veces catastrofista y abrumador. “Defender el medio ambiente con rabia es contraproducente”. Y ahí es cuando Goodall vuelve a ponerlo todo patas arriba: “Hay que encontrar la historia que pueda tocarle el corazón al que no piensa como nosotros”.

Pregunta. Usted ha dicho que los animales van a terminar reclamando el territorio que les hemos robado. ¿Cómo cree que lo harán?

Respuesta. No pueden hacerlo sin nuestra ayuda. Estamos construyendo maquinaria que está destrozando la naturaleza. ¡Y eso que somos los que tenemos intelecto! Ellos no pueden hacer nada al respecto, solo tratarán de volver si colaboramos. Y vamos a estar fastidiados si no entendemos que destruir la biodiversidad y el cambio climático van de la mano y hacemos algo por evitarlo. Pero hay muchas comunidades en muchos países que saben la importancia de vivir en armonía y con la naturaleza y no son necesariamente parte del sistema educativo. Eso es lo que tiene que cambiar. La gente tiene que entender lo que estamos viviendo genuinamente y después empezarán a cambiar. Mientras a más personas les importe el futuro, más podemos garantizarlo.

P. Hay una gran parte del activismo ambiental que está profundamente enfadado. ¿Es el enfado efectivo?

R. No. Defender el medio ambiente con rabia es contraproducente. Conozco a activistas que van detrás de los empresarios o los políticos, les apuntan con el dedo y están enfadados y les dicen que tienen que cambiar porque son malos. Lo único que vas a conseguir así es que te ataquen de vuelta o que no te escuchen. Antes que atacarlos intelectualmente, es mejor intentar llegar al corazón. ¿Cómo se hace? Descubrir cómo es esa persona hasta encontrar la historia que pueda tocarle el corazón. Y tal vez en ese momento ni te enteras de que algo le cambiaste por dentro. Pero pasará.

P. ¿Está formándose una nueva generación política preocupada con la ecología?

R. Sí, absolutamente. Conocemos a muchas personas en puestos de poder que empezaron en nuestro programa de Roots and Shoots [el programa educativo de la activista presente en 70 países], en 1991. Pero tenemos un gran reto en hacer llegar este tipo de conocimiento donde hay dictaduras o Gobiernos que no quieren esta información. Es un gran desafío. Y no soy la persona que tiene que resolver esos problemas.

P. Hay estudios que hablan de la importancia de la amistad entre chimpancés machos para su reproducción. Nosotros, los humanos, ¿somos también más fuertes juntos?

R. Para mí, el chimpancé macho está inmiscuido en una fuerte competencia por la dominación y tiene tres estrategias para lograrlo. La primera es a través de la fuerza brutal. Esos machos llegan arriba pero no duran mucho ahí, porque consiguen que todos se vuelvan en su contra. Segundo, usando el intelecto. Un buen ejemplo es como cuando vi que un macho sólo se atrevería a atacar a uno superior en la jerarquía si está ahí su hermano para protegerlo. Y la tercera es la perseverancia. Vas y lo intentas una y otra y otra vez. Hasta que los demás se cansan y dicen: ¡ya no puedo más! Y te dejan ascender. Y eso puede ser algo interesante para los humanos que quieran llegar a la cima: hay que usar el intelecto, ser perseverante y no ser agresivo.

Jane Goodall
Goodall en una escena del documental ‘Jane Goodall regresa a Gombe’, que recoge imágenes de la primatóloga con los chimpancés en los años 60.National Geographic

P. ¿Qué podemos esperar de la COP16, que se celebrará en Colombia?

R. Espero que la COP 16 no sea solo hablar y hablar. Y que los políticos lleguen a la conclusión de que la afectación a la biodiversidad y el cambio climático tiene que parar. Esto tienen que entenderlo las personas en el poder. Y también que aún tenemos un espacio de tiempo para trabajar juntos. Primero, para que las personas tengamos una vida decente, para que los nietos y bisnietos tengan una oportunidad de vivir. Y segundo para darle espacio a la naturaleza a sobrevivir.

P. Después de su trayectoria, ¿qué le sigue sorprendiendo hoy en día?

R. Lo estúpidas que son algunas personas. (Risas).

P. Hasta que usted llegó a la ciencia, se decía que para ser un buen científico había que ser objetivo. ¿En qué medida influyó la frialdad de la ciencia en nuestra capacidad para empatizar?

R. Es que así era antes. Ahora ya hay cada vez más científicos que entienden que necesitamos estudiar la empatía y las emociones. Antes solo se estudiaban especies, no individuos. Y había que cambiar esa forma de hacer ciencia. Hasta que no lo entendimos no nos dimos cuenta de que los individuos son capaces de cambiar comunidades. Y pasa lo mismo con los humanos. Un ejemplo son las guerras; son individuos los que hacen que sucedan. Pasó con Hitler y Stalin y ahora con Netanyahu y Putin.

https://elpais.com/america-futura/2024-08-23/jane-goodall-defender-el-medio-ambiente-con-rabia-es-contraproductivo.html

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Protestan en Brasil en defensa de la educación

Redacción: TeleSUR

La Unión de Estudiantes rechazará la interferencia con la autonomía universitaria y el intento de privatizar los centros superiores de estudios

La Unión Nacional de Estudiantes (UNE) de Brasil, anunció que saldrán este sábado a manifestarse contra los ataques del gobierno de Bolsonaro al sector de la educación pública, incluida la reducción de fondos para el sector, y en defensa de la Amazonia.

La organización advierte además que se rechazará la interferencia con la autonomía universitaria y el intento de privatizar los centros superiores de estudios e institutos federales, a través del llamado programa Future up.

Esta será la cuarta movilización contra las políticas de Bolsonaro y su ministro de Educación, Abrahan Weintraub. Las anteriores, el 15 de mayo, el 30 de mayo y el 13 de agosto, llevaron a millones de personas a protestar en todo el país.

La organización señala que el 7 de septiembre, el día en que se celebra la independencia de Brasil, el movimiento estudiantil fortalecerá la lucha. Según la UNE, los lugares de los actos están definidos en 19 estados, 11 de los cuales son capitales estatales.

La UNE alerta que las empresas aparecen como una solución de financiación, pero la educación es de todos. Denuncia que el proyecto Future up, ‘ignora el problema inmediato de las universidades que siguen sin recursos y pueden subcontratarse a organizaciones sociales.

Este año hubo otras manifestaciones contra la impopular reforma de la Seguridad Social y en apoyo de la huelga general de los trabajadores. El sábado, los estudiantes incorporarán la bandera del medio ambiente y la defensa de la Amazonia, foco de una crisis y tensiones por los incendios forestales.

La UNE advierte que aunque los incendios pueden ser comunes en tiempos de sequía, la relajación en los controles ambientales en el gobierno actual ha acelerado la pérdida de vegetación en la mayor selva tropical del mundo.

Fuente: https://www.telesurtv.net/news/brasil-movimiento-estudiantil-protestas-educacion-amazonia-20190904-0011.html

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Entrevista a Sonia Guajajara: “No es posible la dignidad sin tierra”

Entrevista/22 Agosto 2019/Autora: María Pitarch/El país

La activista en defensa del Amazonas destaca en su visita a España que la lucha ambiental y la indígena “no pueden separarse”

Sonia Guajajara (Maranhão, 1974) es uno de los rostros visibles de la lucha mundial por el medio ambiente y líder de la resistencia pacífica a los planes que el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, tiene en la Amazonia y que ponen en peligro la vida de los pueblos que habitan este pulmón verde. Es la primera mujer indígena que ha optado a la vicepresidenta del Ejecutivo brasileño (en la lista encabezada por Guilherme Boulos, del izquierdista Partido Socialismo y Libertad) y el motor que ha estado tras el último campamento Tierra Libre celebrado en abril, que reúne cada año a los 800.000 indígenas de 225 tribus que habitan casi el 14% del territorio de Brasil. Un encuentro que clamó, esta vez, contra el decreto que transfiere al Ministerio de Agricultura la demarcación de tierras, competencia hasta la fecha de la Fundación Nacional del Indio.

Formada en Letras, Enfermería y Educación Especial en la Universidad Estatal de Maranhão, Guajajara llega a Benicàssim (Castellón) tras la primera manifestación de mujeres indígenas que han recorrido Brasilia para alzar su voz contra las políticas del ultraderechista Bolsonaro. Lo hace para participar en el debate Tierra y Dignidad del Foro Social del festival internacional Rototom Sunsplash, que acoge la localidad castellonense hasta hoy.

Pregunta. Su ponencia en Rototom Sunsplash lleva por título Tierra y Dignidad. ¿No hay dignidad sin tierra?

Respuesta. No es posible la dignidad sin tierra. La tierra es determinante. Para que sea posible otra política educativa, cultural y social es necesaria esa garantía de acceso a la tierra.

P. ¿Cómo se está manifestando la presión ambiental, social y cultural del ejecutivo Bolsonaro sobre la población indígena?

R. El primer impacto de la política Bolsonaro fue extinguir el Ministerio de Derechos Humanos y de Cultura, y colocar al frente de Medio Ambiente a una persona totalmente favorable a los agronegocios. Fue entonces, desde enero, cuando los pueblos indígenas empezamos a movilizarnos. Lo llamamos el enero rojo, por el genocidio de los pueblos indígenas, por la resistencia. La lucha ambiental y la indígena no pueden separarse. Es una lucha única. Estamos trabajando con parlamentarios para frenar esas medidas que están acabando con las leyes ambientales.

P. ¿Cuál es la principal amenaza para la Amazonia en este momento?

R. La deforestación, los incendios forestales y los macroproyectos autorizados por el Gobierno que abren paso a los grandes cultivos, a las explotaciones a gran escala, como las de soja, caña de azúcar o eucalipto, junto a la explotación minera.

P. ¿Qué es la Amazonia para los pueblos indígenas?

R. Vida (sonríe).

P. Tiene voz en el Consejo General de Derechos Humanos de la ONU y ha llevado sus denuncias a las Conferencias Mundiales por el Clima y al Parlamento Europeo. ¿Su batalla va más allá del plano medioambiental?

R. Reivindico el respeto a los derechos sociales, ambientales y a las culturas. Precisamente, nuestra cultura es la garante de esta relación con el medio ambiente, con la madre naturaleza. Es lo que garantiza la ciudadanía plena de los pueblos indígenas.

P. ¿Cómo es el Brasil de Bolsonaro?

R. Ningún Gobierno ha visto como prioritarios los derechos de los pueblos indígenas, pero con Bolsonaro la situación se agrava mucho más. Tiene intereses en negocios propios que alientan la destrucción del medio ambiente. Es un momento muy grave. Si esto se prolonga durante mucho tiempo no solo Brasil se verá perjudicado sino todo el planeta, porque si se destruye la Amazonia todos los pueblos se verán afectados. No es solo luchar por la Amazonia, es hacerlo contra el fascismo. Es una responsabilidad de todas las personas.

P. Está recién llegada de la protesta de activistas ambientales en Brasil. Más de 2.500 mujeres unidas bajo el lema Nuestro territorio, nuestro cuerpo, nuestro espíritu. ¿Qué ha supuesto?

R. Hemos logrado un fortalecimiento de la lucha de las mujeres, un empoderamiento. Dar visibilidad a esta conciencia política y ecológica. Todas ellas han reaccionado de manera muy fuerte y directa ante esta política genocida del Gobierno Bolsonaro.

P. Berta Cáceres. Olivia Arévalo. Son dos de las activistas que han pagado con su vida su compromiso en defensa de la tierra. ¿Se siente amenazada? ¿Teme por su seguridad?

R. Todas las personas que hoy hacemos esta lucha en defensa de la Madre Tierra estamos en peligro. Sobre todo, si esta voz tiene fuerza en todo el mundo, estamos en el punto de mira. Se pone el ojo en quienes lideran este movimiento. Pero no he tenido una amenaza directa. Los propios discursos del Gobierno ponen a la sociedad en nuestra contra. Incitan a la violencia. Es como si la sociedad tuviera el respaldo del Gobierno para practicar actos de violencia contra todas las personas que estamos en esta causa.

P. Mujer e indígena. ¿Qué pluses aporta este binomio a su defensa por la Tierra?

R. Las mujeres del mundo entero están protagonizando muchos frentes de lucha. Las mujeres indígenas nos sentimos en el compromiso de unir a todas las del resto del mundo.

P. ¿Qué le inspira el ecofeminismo?

R. (Sonríe). Es luchar en defensa de la vida. Del agua, de los bosques y de todos los bienes comunes que están amenazados. La mujer tiene mucha más sensibilidad y capacidad de darse cuenta de que es una batalla urgente.

P. ¿Quedan muchos prejuicios por derribar sobre los pueblos indígenas?

R. La gente nos ve como salvajes. Somos personas que luchamos, que plantamos cara a los conflictos y que tenemos una relación de respeto hacia el medio ambiente muy diferente. Necesitamos que nuestros derechos sean garantizados. También nuestro modo de vida, tanto por parte de las sociedades como de los Gobiernos.

P. En este festival ha trasladado historias del Amazonas a los más pequeños en una sesión de cuentacuentos. ¿Hay futuro para el planeta?

R. Es necesario invertir en educación, en la formación de la infancia para que crezca con otro pensamiento, para crear esa conciencia ecológica y política y entender que con este modelo actual basado en la destrucción esto se acaba.

Fuente e imagen: https://elpais.com/sociedad/2019/08/20/actualidad/1566321378_818654.html

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Los científicos redoblan la presión sobre Trump

Por: Leonard Klein y Elizabeth Schulte. Viento Sur. 19/05/2017

Biólogos moleculares, botánicos, investigadores, doctores, informáticos, maestros de escuela pública y científicos de toda clase, junto con cientos de miles de personas más, se manifestaron el pasado 22 de abril para expresar su oposición a un presidente que piensa que el cambio climático es un engaño y está afilando sus tijeras presupuestarias para recortar la financiación pública en materia de protección medioambiental y sanidad. El 22 de abril es el Día de la Tierra, que se celebró por primera vez en 1970, cuando se manifestaron millones de personas, y que dio el pistoletazo de salida a un nuevo movimiento de defensa del medio ambiente.

Con más de 600 manifestaciones en siete continentes, y con cientos de organizaciones profesionales de científicos, grupos ecologistas, sindicatos obreros y entidades sin ánimo de lucro que apoyaron la Marcha por la Ciencia del 22 de abril, los organizadores esperan que esto forme parte de su propia nueva resistencia. Como rezaba una pancarta, “Los océanos ascienden, nosotros también”. Los científicos, una profesión que no destaca por organizar protestas, salieron masivamente a la calle para participar en esta jornada de lucha nacional en apoyo a la ciencia y en respuesta al presupuesto de Trump que cercena la dotación de la Agencia de Protección Medioambiental (EPA) y los Institutos Nacionales de Salud. Beka Economopoulos, del Museo de Historia Natural, declaró a Democracy Now!:

Esto es insólito. Los científicos y las instituciones científicas no suelen luchar por nada. Durante décadas ha habido fuertes debates sobre si la ciencia es política o no. Y es realmente esperanzador ver cómo nace un nuevo movimiento de científicos comprometidos en la esfera pública, que luchan en nombre de la ciencia y de las comunidades que se verán más duramente afectadas por estos ataques a la ciencia.

Nada menos que 100 000 personas participaron en la manifestación de Washington, D.C., algunas disfrazadas de Albert Einstein o del nervioso asistente de laboratorio Beaker, de los Muppets, mientras que otras llevaban batas blancas y gafas protectoras. Muchas portaban carteles que decían “No hay planeta B”, “Esta primavera no será silenciosa”, “Ciencia NO silencio”, “Estoy con ella [la Madre Tierra]”, cuando se juntaron para acudir a la manifestación tan temprano como las 8 de la mañana. En los discursos intervinieron representantes de diversas disciplinas científicas y sectores de la población, inclusive indígenas, inmigrantes, con una gran diversidad racial, étnica y de género. Mustafi Ali, que dimitió del Programa de Justicia Medioambiental de la EPA –un programa fundado por él– en marzo, destacó la importancia de unir las luchas:

Hoy nos alzamos por Standing Rock, para proteger y apoyar culturas que honran a la Madre Tierra y las vidas de nuestra gente. Hoy nos alzamos por Flint. Hoy nos alzamos por Baltimore. Hoy nos alzamos por el este de Chicago, donde los efectos devastadores del plomo tendrán secuelas de salud y económicas de larga duración.

Estuvo allí Mona Hanna-Attisha, la pediatra que descubrió que el agua de Flint estaba envenenando a los niños de la ciudad con plomo, acompañada de Mari Copeny, la “pequeña Miss Flint”, quien ayudó a contar la historia de Flint. Hanna-Attisha dijo:

Hace alrededor de un año, mi investigación demostró que nuestra agua contaminada en Flint estaba inundando de plomo los cuerpos de nuestros niños. Entonces asumí un riesgo. Salí de mi clínica para hablar públicamente en defensa de mis niños. Me atacaron. Pero cuando luchas por los niños, contraatacas. Y alcé la voz y no me bajé del burro, y la ciencia dijo la verdad al poder.

La ciencia no es un dato alternativo. Es hora de que todos y todas contraataquemos a quienes reniegan de la ciencia y la degradan. Copeny, la niña de nueve años de edad, añadió: “Cuando nuestro gobierno no cree en la ciencia, los niños sufren.” Hanna-Attisha declaró: “Es hora de que todas nosotras salgamos de nuestras clínicas, nuestras aulas y nuestros laboratorios. Hemos de hacernos oír en los salones del gobierno.” Aunque el manifiesto de la Marcha por la Ciencia califica a los organizadores y patrocinadores de “apartidistas”, Trump fue decididamente la diana de muchas expresiones airadas desde la tribuna y de las críticas mordaces de muchos carteles. Los manifestantes portaban carteles hechos en casa con frases como “¡Es el medio ambiente, estúpido!”, “Que EE UU vuelva a pensar” y “Alto al calentamiento global, salvemos Mar-a-Lago”. Esta última hacía referencia al hecho de que el club de golf de Palm Beach, Florida, visitado a menudo por Trump, quedará inundado si el nivel del mar asciende de 60 a 180 centímetros de aquí a 2100, como indica el modelo realizado por la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica.

Las discusiones entre los participantes sobre si la manifestación era realmente “apartidista” o “apolítica” quedaron reflejadas en los comentarios de varios oradores. Uno de los primeros, Jonathan Foley, director ejecutivo de la Academia de Ciencias de California, dijo que “hay quien dirá que estamos politizando la ciencia, pero no: la defendemos”. Más tarde, sin embargo, Derek Muller, uno de los maestros de ceremonias, declaró que “hay quien dice que no hay que politizar la ciencia. Pero dejadme que os diga algo: la ciencia es intrínsecamente política”. Esta afirmación dejó boquiabierta a buena parte del público, quitando algunas exclamaciones de asentimiento. Pero Muller continuó: “Porque cuando la ciencia descubre toxinas en el agua de boca, hay que hacer política para remediarlo.” Cuando Muller citó unos cuantos ejemplos más que requerían una solución política, la muchedumbre se convenció y comenzó a asentir con más fuerza.

También hay que reconocer que la amenaza para el medio ambiente comenzó mucho antes de Trump. El gobierno de Obama no solo incumplió su promesa de un “New Deal verde”, sino que intensificó la extracción de combustibles fósiles y la construcción de gasoductos y oleoductos. Muchos oradores llamaron a una mayor participación ciudadana en la política y en los movimientos. El investigador de salud pública Kellan Baker retó al público y a sus colegas científicos:

El poeta Dante escribió que los lugares más calientes del infierno están reservados para quienes permanecen neutrales en tiempos de crisis moral. No podemos pretender estar por encima de la refriega. La ciencia es objetiva, pero no neutral. Como científicos, como seres humanos, nuestro mandato es claro: todos y cada uno de nosotros hemos de defender lo que sabemos que es cierto. Y estar unidos cuando trabajamos para crear un futuro en que todos podamos prosperar.

Washington ha sido escenario de un gran número de manifestaciones desde el mes de noviembre, y cada vez más personas encuentran vías de oponerse a Trump y construir las redes que necesitaremos para generar una resistencia sólida y sostenida. Buena parte de las manifestantes llevaban sus gorras rosas de la Marcha de Mujeres, pero para otros la Marcha por la Ciencia fue su primera experiencia en el activismo. Dada la amplitud de los ataques de Trump y la enérgica respuesta de muchas de estas nuevas activistas, tanto en torno a la ciencia como en los aeropuertos, la línea de frente está realmente por todas partes. Las Marchas de los Pueblos por el Clima del 29 de abril y las acciones del Primero de Mayo son las próximas ocasiones para mostrar nuestra solidaridad en las calles y unirnos a otras personas que tratan de construir la resistencia a los ataques de Trump.

El espíritu de la Marcha por la Ciencia de Washington se replicó en ciudades de todo el país el 22 de abril, en grandes y pequeñas manifestaciones.

En Chicago, más de 40 000 personas participaron en la Marcha por la Ciencia, muchas más que las que nadie había previsto, con oleadas de gente saliendo del metro y enfilando hacia Columbus Drive. Para muchas personas fue probablemente la primera o segunda manifestación en que participaban. Los carteles iban de lo gracioso –“Sin ciencia no hay cerveza”– a lo rebelde –“Más ecuaciones, menos invasiones”–. Muchos manifestantes también portaban carteles de apoyo a la investigación científica controvertida, como “Las células madre me han salvado la vida”. Algunos establecían conexiones directas con la política de inmigración de Trump, mostrando nombres y fotografías de científicos inmigrantes como Einstein y Nikola Tesla. Un joven manifestante llevaba un cartel que decía “Todos mis científicos favoritos son socialistas”.

Después de los discursos, la gente estuvo manifestándose durante una hora por la calle en una atmósfera de celebración de la ciencia y de protesta contra las políticas destructivas del gobierno de Trump. La marcha llegó al “campus museo” de la ciudad, al sureste del centro, donde los activistas, entidades sin ánimo de lucro, departamentos científicos académicos y organizaciones que promueven la implicación del público en la ciencia organizaron mesas redondas para discutir ideas y realizar demostraciones.

En Nueva York, miles de personas salieron a la calle para manifestarse por la ciencia; el cortejo se extendió a lo largo de diez manzanas en la avenida Central Park West. Estudiantes de medicina codo a codo con médicos, científicos y otros que trabajan en el campo de la ciencia, acompañados de familias enteras, inclusive muchas personas que jamás habían estado antes en una manifestación. “Queremos transmitir el mensaje de que los estadounidenses nos preocupamos por la ciencia, nos preocupamos por este mundo y que realmente necesitamos la ciencia para que nos ayude a prosperar”, declaró el científico Dawn Cohen a CBS New York. Algunos manifestantes gritaban: “Dinero para la ciencia y la educación, no para bombas ni deportaciones”, “Oye, Trump, te conocemos, tú no pasas una revisión colegiada” y “Oye, Trump, ¿has oído? No puedes silenciar a todo el mundo”.

Más de 20 000 personas se manifestaron en Seattle por el centro de la ciudad, desde Capitol Hill hasta Seattle Center, en defensa de la ciencia. Gente de todas las edades, incluidas muchas familias con niños, acudieron al acto. Aparte del tema central de defensa de la ciencia, muchos manifestantes querían protestar contra todas las políticas de Trump con miles de carteles caseros que decían cosas como “Resistamos a Trump: empleos verdes”, “¿Tienes viruela? Yo tampoco”, “Nací con el corazón partido. La ciencia me salvó” y “Dump Trump” [“Echemos a Trump”].

En San Diego, unas 15 000 personas se manifestaron desde el Civic Center hasta la City Hall. Entre los oradores figuró el climatólogo Ralph Keeling, quien calificó el aumento de la temperatura planetaria de cuestión de seguridad nacional. Algunos manifestantes destacaron el ataque del gobierno Trump a todos nosotros, gritando “No a la prohibición, no al odio, los inmigrantes engrandecen la ciencia”. Las loas a la ciencia, la educación y el medio ambiente tienen una relevancia tanto local como global. El distrito escolar unificado de San Diego acaba de anunciar una nueva tanda de despidos, entre ellos los de docenas de bibliotecarios y asistentes de salud mental. Al mismo tiempo, las instalaciones vetustas y las deficiencias del abastecimiento de agua han hecho que en numerosas escuelas de todo el condado se detectara la presencia de contaminación por plomo en los análisis del año pasado.

En Austin, Texas, numerosos habitantes de la capital del Estado y de los alrededores se concentraron junto al Capitolio para expresar su apoyo a la ciencia; la policía calculó que eran unos 10 000 manifestantes. El día comenzó con sendas charlas impartidas en varios lugares a las 9 de la mañana, seguidas de una concentración a las 11. El apoyo a la ciencia por parte de la muchedumbre se puso de manifiesto en algunos de los carteles más creativos: “No hay planeta B”, “Vine por el π” y “Toda vida es materia”/1. A mediodía, la muchedumbre recorrió el largo trecho hasta la Universidad de Huston-Tillotson para unirse a la celebración anual del Día de la Tierra.

En Rochester, Nueva York, más de 1 500 personas se manifestaron por la ciencia, no solo en oposición a Trump, sino también para celebrar el Día de la Tierra y su querencia por la ciencia y la diversidad. En los carteles se leía, entre otras cosas, “Volved a enfriar la Tierra”/2 y “La ciencia no son datos alternativos”. Un estudiante de bioquímica del Instituto de Tecnología de Rochester dijo que “todo el mundo debería tener acceso a la ciencia”. Una participante vio la conexión entre las amenazas de Trump a la ciencia y sus ataques más amplios a la inmigración: “Si cierras la puerta a culturas foráneas, das la espalda a la ciencia. Necesitamos el cuadro completo.”

Una profesora de ciencia de enseñanza media expresó su preocupación por sus estudiantes y por la educación científica en general. Según comentó, la negación por parte de Trump de la ciencia del cambio climático “dificulta a los estudiantes el acceso al conocimiento de base científica”. La manifestación concluyó con una marcha a la Science Expo de Rochester, que los organizadores previeron como colofón para destacar la investigación científica. Oradores de universidades locales y de centros de investigación científica hablaron de su labor, y unos expositores dirigidos a la población más joven mostraba datos curiosos de la ciencia y ofrecía demostraciones interactivas.

En Olympia, Washington, unas 5 000 personas se manifestaron por la ciencia a las puertas del Capitolio y después desfilaron hasta el Heritage Park, acompañados de una banda informal de músicos de la llamada “Olympia Arkestry”, que para la ocasión levaban batas blancas. Sharon Versteeg dijo que participó en varias manifestaciones contra la guerra de Vietnam en la década de 1960 y que de nuevo se sentía motivada para protestar desde las elecciones de noviembre. “Todo lo que está ocurriendo en estos días está acabando con aquello por lo que hemos trabajado durante años”, dijo Versteeg, “y me gustaría ahora armarme de valor para que en estos próximos cuatro años no perdamos demasiadas cosas.” Jhana Chinamasta habló de esperanza en el futuro. “Confío mucho en que otros ciudadanos que están desamparados y desesperados puedan dejar de sentirse así”, dijo. “No tenemos nada que perder. Podríamos ser positivos y salir a la calle y hacer algo, porque esto se propaga, es contagioso. La esperanza crea esperanza.”

 En Columbus, Ohio, unas 4 000 personas se reunieron ante la sede del parlamento para manifestarse el 22 de abril. Secciones enteras de departamentos de la Universidad Pública de Ohio y de facultades y academias próximas se habían organizado para acudir. La gran asistencia al acto –una de las más numerosas en Columbus desde las protestas contra la legislación antisindical del gobernador John Kasich en 2011– da continuidad a una tendencia iniciada con la elección de Trump, por la que cada vez más personas que todavía no son activistas se movilizan para unirse a la resistencia a los planes del gobierno. Los asistentes a la marcha representaban una amplia gama de ideas políticas, y entre los oradores hubo algunos que dijeron que querían evitar la política, aunque entre los manifestantes hubo cánticos que decían “El cambio climático es una guerra. De los ricos contra los pobres” y “¡O-H-I-O! ¡Scott Pruitt tiene que largarse!”

Alrededor de 1 000 personas participaron en la Marcha por la Ciencia en la Universidad de California-Berkeley, concentradas en la plaza de Sproul Hall. Por el altavoz sonó el discurso de Mario Savio de 1964, “Cuerpo y alma para parar la máquina”. Después, los manifestantes cruzaron el campus hasta el Civic Center Park, que apenas una semana antes había sido ocupado por nacionalistas blancos con una pancarta que decía “A favor de EE UU, orgullosos, fuertes y sin miedo en Berkeley”. Los oradores relacionaron esta lucha con otras, incluida la batalla de los estudiantes graduados para sindicarse. Entre las consignas más coreadas cabe citar “Financiar la ciencia, no la guerra”. En los carteles se leía “El pensamiento crítico es crucial”, “Financiar la ciencia, no murallas” y “Apoyo a la ciencia y a los refugiados”.

En Amherst, Massachusetts, alrededor de 1 000 personas se manifestaron por la mañana hasta el Town Commons, donde se había organizado una feria sobre el tema del Día de la Tierra. La feria atrajo a unas 4 000 personas a lo largo del día e incluyó un seminario sobre “La crisis ecológica capitalista y cómo combatirla”.

Este artículo se ha elaborado con las contribuciones de Timothy Adams, Brian Bean, Cindy Beringer, JC Boyle, Brian Huseby, Steve Leigh, Kate Nadel, Luke Pickrell, Zakary Skinner, Laura Snedeker y Natalia Tylim.

Fuente: http://vientosur.info/spip.php?article12551

Fotografía: viento sur

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