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ONU: Lidera México las estadísticas de género en América Latina

América del Norte/México/29 de septiembre de 2016/Fuente: rotativo

Nueva York. Estados Unidos, septiembre (SEMlac).- La Organización de Naciones Unidas (ONU) reconoce el liderazgo de México en la producción de estadísticas de género en la región de América Latina y el Caribe y México.

Esto fue dado a conocer durante los trabajos del 71º período de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas, en la ciudad de Nueva York que culminaron el pasado día 22.

La presidenta del Instituto Nacional de las Mujeres (INMUJERES), Lorena Cruz Sánchez, participó en los debates sobre diversas estrategias para el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y la Agenda 2030.

Entre los principales temas, se incluyó el empoderamiento económico, la lucha contra la violencia de género, el rol de la ciencia y la tecnología para la inclusión de mujeres y niñas en la economía del conocimiento.

En el panel de alto nivel “Haciendo que cada mujer y cada niña cuente”, la ONU reconoció el liderazgo que ese país ha tenido en la producción de estadísticas de género en la región de América Latina y el Caribe.

En su participación, la canciller Claudia Ruiz-Massieu anunció la creación de un Centro Global de Excelencia en esta materia.

Los países manifestaron la importancia de unir sinergias entre los diversos actores como los gobiernos, las Organizaciones de la Sociedad Civil y el sector privado para trabajar hacia una misma dirección que permita el progreso de las mujeres y niñas, a partir de dichas alianzas.

Para ello, se mencionó que es requisito fundamental asegurar un enfoque integral que enfatice la importancia de los derechos y servicios básicos como la educación, la salud, la higiene, el agua potable y la seguridad alimentaria.

Entre otros, la presidenta del INMUJERES participó en un evento convocado por los Gobiernos de Finlandia y Tanzania y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), con el fin de conocer sobre casos exitosos realizados en diversos países para impulsar la inclusión de mujeres en áreas del conocimiento no tradicionales, como ciencia y tecnología.

Particular acento se puso en prácticas que deben desarrollarse en la educación formal y no formal desde la niñez para superar las brechas tecnológicas y digitales que aún siguen enfrentando las mujeres en el mundo.

Cruz Sánchez asistió también al evento sobre “El costo de la violencia contra las mujeres”, convocado por la presidenta de Chile, Michelle Bachellet, y de Lituania, Dalia Grybauskaite.

En él, se habló sobre las alarmantes cifras de violencia física y psicológica contra las mujeres que se registran aún en todas las regiones del mundo, reconociendo, sin embargo, la urgente necesidad de continuar invirtiendo en estudios que den cuenta del impacto económico de la violencia en las cuentas nacionales de cada país. Se discutió sobre el papel fundamental de las estadísticas desagregadas, la recolección de datos para la medición de la violencia y el diseño de estrategias y políticas adecuadas para luchar contra este flagelo.

La titular del INMUJERES refrendó el compromiso de México con la iniciativa lanzada por el Reino Unido en relación con los estigmas derivados de la violencia sexual en los conflictos y participó en un panel de Alto Nivel del Secretario General sobre Empoderamiento de la Mujer, donde compartió junto al presidente de Costa Rica, Luis Guillermo Solís; la primera ministra de Noruega, Erna Solberg, y la embajadora de Estados Unidos para Asuntos Internacionales de la Mujer, Catherine Russell, algunas de las buenas prácticas que México ha puesto en marcha para el desarrollo sostenible.

Asimismo, Lorena Cruz asistió al evento convocado por el secretario de Estado de Estados Unidos de América, John Kerry y la presidenta de Croacia, Kolinda Grabar-Kitarovic, para refrendar el compromiso de México en la “Alianza para un futuro igualitario: expandiendo la participación política y las oportunidades económicas de las mujeres”.

De la Redacción
(redaccion@semexico.org)

Fuente: https://rotativo.com.mx/mujer/563444-onu-lidera-mexico-las-estadisticas-de-genero-en-america-latina/

Imagen: iknowpolitics.org/sites/default/files/onu_mujeres_lac.jpg

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Las mujeres en Turquía

Por Juan Pablo Aguirre Quezada

Intensa discriminción

 “Tengo un sueño, un solo sueño, seguir soñando. Soñar con la libertad, soñar con la justicia, soñar con la igualdad y ojalá ya no tuviera necesidad de soñarlas”. Martin Luther King

Las mujeres en Turquía —como en otros países de Medio Oriente— no tienen las mismas oportunidades de acceso que los hombres, a diferentes elementos de desarrollo como trabajo, vivienda o educación. En ese sentido el Instituto Turco de Estadística refiere que de cerca de 5.5 millones de estudiantes en el país -en educación media, superior o posgrado- 45.8% son mujeres y 54.2% hombres.

Más preocupante aún es que si bien la expectativa de escolaridad es de 15 años, para las mujeres es un año menos; además, el analfabetismo afecta a 8.2% de la población femenina mayor de 15 años, por únicamente 1.6% de los varones. En materia de empleo, las mujeres jóvenes enfrentan una situación de vulnerabilidad en este país, ya que cerca de 22% de la Población Económicamente Activa (PEA) de este sector y género está en situación de paro; mientras, que en la misma edad, el desempleo masculino es de 16.9%.

Si bien existen factores culturales, históricos o familiares que pueden explicar esta inequidad, también influyen las políticas educativas. En este país la educación obligatoria consiste en la etapa primaria (Ilkögretim), media (Ortaöğretim) y preparatoria (Lise); cada período es de cuatro años.

En este sentido, la Gran Asamblea Nacional aprobó a finales de marzo de 2012 una reforma educativa comúnmente conocida como 4+4+4 (en referencia a los años de escolaridad en cada ciclo académico), pero ha dividido las opiniones del país, ya que algunas voces consideran que el cambio puede causar más inequidad y fortalecer el aspecto religioso dentro de las aulas, lo que puede afectar el desarrollo formativo de las mujeres. Otros sectores consideran que esta medida es una reinvidicación de derechos que habían sido ignorados por los anteriores gobiernos.

Si bien el cambio brinda doce años de educación obligatoria -en contraste con los ocho que eran ofrecidos anteriormente-, la reforma también supone la posibilidad de que los estudiantes asistan a escuelas religiosas, lo que podría incrementar la deserción en el último ciclo y marginar de su asistencia a diferentes sectores sociales. Ejemplo de ello es que de acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) 38% de los hombres entre 25 y 64 años han concluido su bachillerato, por 29% de las mujeres. Esto, pese a que en el Programa para la Evaluación Internacional de Estudiantes (PISA, por sus siglas en inglés) el promedio femenino es 16 puntos mayor que el masculino en áreas como matemáticas, ciencias o lectura.

Esta vulnerabilidad atrajo el interés de diferentes organizaciones sociales en la cuestión de equidad de derechos en este país. Human Rights Watch documentó que además de los rezagos en materia educativa y laboral, mujeres y niñas en Turquía reciben maltratos en su hogar, lo que afecta a cuatro de cada diez personas del género femenino. El informe señala que los vacíos legales y errores en la aplicación de la Ley son los principales elementos que permiten la impunidad en los casos de violencia a las mujeres en esta nación.

La equidad y no violencia a las mujeres es un reto importante para Turquía de cara a los compromisos internacionales y las relaciones exteriores con la Unión Europea, ya que por geografía y política es uno de los países de Medio Oriente que tienen  más lazos con las naciones del “viejo continente”. Es, además, una oportunidad para brindar mejores condiciones de vida a más de la mitad de la población turca.

Por su parte, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) alertó de las dificultades que enfrentan las mujeres para acceder al pleno empleo que les permita desarrollarse personal y familiarmente. Dicha instancia señala que en promedio, el porcentaje de participación laboral femenino fue de 29.5% en 2012; sin embargo, esta cifra se eleva por las damas que trabajan en la parte europea del país, ya que en el resto (la península de Anatolia) la cifra no llega alcanza 10%. Además, 37% de la población femenina que labora no percibe ingresos debido a que se desempeñan en negocios familiares; en contraste, únicamente uno de cada 20 trabajadores varones están en esta situación. En tanto, la OCDE informó que tres de cada diez mujeres trabajadoras en Turquía tienen que laborar más allá de su horario laboral, lo que afecta el balance vida-trabajo.

Ante estas circunstancias, instituciones internacionales como la Organización de las Naciones Unidas (ONU) han hecho llamados y realizado actividades a fin de sensibilizar a la población y ponerle un alto a la discriminación y violencia de género en diferentes países, incluyendo Turquía.

Dentro de la población vulnerable existen sectores que son los más desprotegidos. En este sentido en el territorio turco se han refugiado migrantes de zonas limítrofes en conflicto como Siria e Irak. Lamentablemente diferentes medios de información y organizaciones de la sociedad civil refirieron la venta de mujeres esclavas por parte del Estado Islámico (ISIS) en la frontera sur, lo que infringe los derechos humanos.

En los últimos años Turquía ha tenido un importante desarrollo económico —con algunos periodos de crisis—  siendo uno de los primeros países en afiliarse a la OCDE y tiene participación en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Sin embargo, aún tiene retos importantes en materia de desarrollo social y en especial, mejorar la calidad de vida de las mujeres.

Fuente: http://www.siempre.com.mx/2016/09/las-mujeres-en-turquia/

Imagen: www.siempre.com.mx/wp-content/uploads/2016/09/3302-aguirre.jpg

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Los derechos de las mujeres se juegan en el transporte público

Por: Rose Delaney

El acoso que sufren las mujeres en el transporte público está tan generalizado en todo el mundo, que lo más común es que se callen y no denuncien el acoso verbal, sexual y físico que sufren en ese espacio.

Hay estudios que estiman que alrededor de 1,5 millones de las niñas que en 2030 serían susceptibles de sufrir algún tipo de violencia y acoso por su condición de género en el transporte público, residirán en las ciudades. Si en tanto que comunidad internacional de mujeres, hacemos la vista gorda a las miradas que chorrean saliva y al contacto denigrante de los hombres, ¿no estaremos avivando un “mercado de carne” y sucumbiendo a la objetivación sexual de las mujeres a escala global?.

En Bogotá, la ciudad colombiana considerada como la que tiene el transporte público más peligroso del mundo para la población femenina, seis de cada 10 mujeres denunciaron haber sido víctimas de acoso físico mientras viajan. ¿Acaso la renuncia de las mujeres a reconocer el temor generalizado que les provocan bien adentro no le da a los hombres que chistan un poder imbatible?.

Al desestimar el acoso, ¿las mujeres no estarán fortaleciendo la cadena represiva del patriarcado al no cuestionar ni reprender ese comportamiento? Una buena oportunidad para hacer frente al acoso sexual y a la amenaza que soportan las mujeres en el transporte público y luchar por su derecho básico a la libertad de movimiento en su propio entorno es la Tercera Conferencia de Naciones Unidas sobre vivienda y desarrollo urbano sostenible (Hábitat III). En especial porque en el encuentro, organizado por ONU Hábitat y que tendrá lugar en Quito del 17 al 20 de octubre, se discutirá una Nueva Agenda Urbana mundial.

Muchas personas podrán considerar que chistar o que un “pequeño manoseo” son inofensivos, pero el retroceso que implica que los hombres supongan una amenaza para ellas en el transporte público es vital. La gente no se pone a considerar que un comentario amenazante ni que una mirada lujuriosa puede representar un obstáculo para la libertad y el desarrollo educativo y social de las mujeres. Según los últimos debates dirigidos por el espacio digital de debates Wikigender, las cuestiones relacionadas con la accesibilidad y la seguridad pueden disuadir a las mujeres de usar espacios públicos, de continuar su educación, de aprovechar oportunidades económicas y de recibir atención médica.
Si la Nueva Agenda Urbana que saldrá de Hábitat III se concentra en cómo hacer para que el transporte público contemple a las mujeres, se estará más cerca no solo de lograr el quinto de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), que promueve la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres y las niñas. También ayudará a cumplir con el 11 ODS, que se propone lograr que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles.

La necesidad de erradicar los sistemas de transporte que son omisos frente a las cuestiones de género es especialmente importante en la coyuntura actual y por primera vez en la historia, pues hay más personas viviendo en las ciudades que en las áreas rurales. No hay mejor momento para implementar iniciativas inclusivas de género en el transporte que el actual. En los países en desarrollo, cinco millones de personas comienzan a vivir en las ciudades cada mes. Un informe de la organización humanitaria a favor de la infancia y la adolescencia Plan International indica que el miedo a la violencia que sienten las adolescentes prevalece particularmente en ciudades de países en desarrollo como Kampala, Nueva Delhi y Lima, donde se realizó la investigación.

Las conclusiones hablan a gritos del terror y de la incomodidad que genera un sistema de transporte que no contempla las cuestiones de género en perjuicio de niñas de apenas 12 años. En Nueva Delhi, solo 3,3 por ciento de las consultadas dijeron sentirse seguras en un medio de transporte público. En tanto, en Lima, solo 2,2 por ciento dijeron sentirse seguras cuando caminaban en espacios públicos. Mientras que en Kampala, más de 80 por ciento de las jóvenes mujeres entrevistadas dijeron no sentirse seguras en la transición urbana, en general. El estudio se realizó en distintas partes del mundo, sin embargo, el silencio fue el común denominador en todas partes. La duda de las mujeres a la hora de denunciar situaciones difíciles permite que se mantenga el círculo vicioso de victimización, acoso y amenaza en el transporte público. Las entrevistadas subrayaron el hecho de que sus opiniones no fueron consideradas a la hora de realizar la planificación urbana y compartieron un sentimiento generalizado de exclusión en lo que respecta a la toma de decisiones clave en sus respectivas ciudades. Y lo que es irónico, muchas jóvenes restaron importancia o excusaron las acciones de los acosadores y agresores. Durante las entrevistas para el informe de Plan International, palabras como “agresión” y “acoso” fueron reemplazadas por “tonteo inocente” en Nueva Delhi y por “contacto inapropiado” en El Cairo. Eso revela que la renuncia de las mujeres que sufren acoso y violencia a condenar a los agresores deriva de un sentimiento intrínseco de la vergüenza que les ha sido inculcada. Y en lo que puede considerarse como un proceso de revictimización, el profundo temor social de ser responsable del acoso, la consiguiente consecuencia de ser objeto de burla, de ridículo y hasta de sufrir castigos, funciona como eje del silencio que rodea al acoso contra las mujeres en el transporte público. A la larga, la recurrente negación del derecho fundamental que tienen las mujeres a desplazarse en las ciudades no genera nada menos que indignación.

La incomodidad y la inseguridad femenina ya no pueden considerarse una “norma social” o una consecuencia asociada o vinculada al hecho de ser mujer. La apatía de los testigos del acoso es consecuencia de un miedo subyacente a intervenir de alguna forma en la situación. Si nadie elige condenar la agresión, seguirán existiendo los obstáculos a la libre circulación de las mujeres. Es fundamental comprender que este asunto no es menor ni específico de las mujeres, sino que es una epidemia mundial avivada por un sentimiento de machismo adquirido. De hecho, una investigación realizada por Hollaback, un movimiento internacional contra el acoso callejero, y  la estadounidense Universidad Cornell, en base a 16.000 entrevistas en 22 países, concluyó que entre 80 y 90 por ciento de las mujeres sufren acoso en espacio públicos.

La evidencia revela la impactante dimensión del acoso público al punto que 66 por ciento de mujeres alemanas consultadas dijeron que las habían manoseado o toqueteado en público y que 47 por ciento de las indias fueron testigos de distintos tipos de exposición masculina en espacios públicos. En Nueva York, se estima que no se denuncian 96 por ciento de los casos de acoso sexual ni 86 por ciento de las agresiones sexuales que ocurren en los trenes metropolitanos subterráneos. En Bogotá, la ciudad colombiana considerada como la que tiene el transporte público más peligroso del mundo para la población femenina, seis de cada 10 mujeres denunciaron haber sido víctimas de acoso físico mientras viajan.

Esos datos revelan que el continuo acoso de los hombres es una amenaza generalizada y perjudicial para el futuro de la igualdad de género.  Por eso es fundamental que la Nueva Agenda Urbana de Hábitat III implemente iniciativas con un fuerte énfasis en lograr que la movilidad de las mujeres y las niñas sea segura en los entornos urbanos.  Al garantizar un transporte seguro y la protección de las mujeres, crear una red de apoyo y reconocer el significado fundamental de la voz femenina en los procesos de decisión en los ámbitos urbanos, estará allanado el camino para que se desplacen libremente en las ciudades. De esa forma, la próxima mujer o niña que se sienta amenazada por una mirada denigrante o por un comentario humillante no temerá a las consecuencias de los reproches, y en cambio denunciará al acosador y ayudará a poner fin a la inseguridad y a la victimización en el transporte público.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=216734&titular=los-derechos-de-las-mujeres-se-juegan-en-el-transporte-p%FAblico-

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Y ahora… el burkini

Por: Lidia Falcón

El debate sobre el burkini ha consumido los tiempos muertos de este interminable agosto y ha permitido que nuevamente los temas que afectan a la mujer sean portada y objeto de editoriales y comentarios de los importantes y sesudos intelectuales que no sabían de qué hablar. Lo peor es que también ha encendido nuevamente la discusión entre las tendencias del feminismo. Las partidarias de la libertad de elección, como dicen, y las que pretendemos liberar a las mujeres de su esclavitud corporal.

La libertad, como el nombre de Dios, no debería ser utilizada en vano. El patriarcado que está tan afianzado, que tiene voceros tan preparados y tan listos, sabe manipular desde hace tiempo la categoría de libertad para convencernos de que diversas esclavitudes, opresiones y humillaciones que sufren las mujeres son deseadas por ellas mismas. La prostitución está siendo el tema sacramental, del que ya me he ocupado pero que desdichadamente tendremos que seguir debatiendo. Ha seguido el de los vientres de alquiler y ahora el burkini, que es en realidad el burka y todos los atuendos que el patriarcado musulmán obliga a las mujeres a vestir para demostrar su poderío.

A este debate circular e inacabable se ha unido la brutalidad de los gendarmes franceses –tan propia de ellos- obligando a desnudarse en público a una mujer. ¡Para qué queríamos más! Sobre todo porque el perverso debate se centra ahora no en si el burkini ofende y aherroja a las mujeres, por orden patriarcal, sino si las feministas queremos perseguir y penalizar a las que lo adoptan por propia voluntad. Y aquí no tiene nada que ver la seguridad de los racistas ciudadanos franceses ni los símbolos religiosos. Estamos hablando de la dignidad de las mujeres. Pero aparecen las abanderadas del multiculturalismo, que se han convertido a todas las tolerancias a partir de su sentimiento de arrepentimiento por ser blancas, europeas y ricas. De tal modo nosotras, las privilegiadas, tenemos que aceptar el burka, el velo, el burkini y todas las formas de taparlas como si fueran asquerosas, que los hombres musulmanes imponen a sus mujeres, que se excitan y desmandan con solo verle el pelo a una mujer.

Y ahora tendré que hacer una declaración expresa de que ni yo ni ninguna de las feministas que queremos liberar a las mujeres de las prohibiciones de vestuario pretendemos que los policías desnuden mujeres, ni en público ni en privado. Ya sabemos que los fascismos siguen en activo y encuentran siempre ocasión de actuar. La prohibición del burkini debe cumplirse explicándose, educando y protegiendo a las víctimas, de ninguna manera victimizándolas más. Pero, señoras multiculturalistas, no utilicen esa manifestación de brutalidad y estupidez para defender las vestimentas que marcan y reprimen a las mujeres.

Recuerdo, ¡que rabia tener tan buena memoria! mi batalla de varios decenios contra la cliteridectomía, en lucha contra los machistas que estaban tan contentos en medio planeta de castrar a sus niñas, impidiéndoles el placer sexual, ocasionándoles dolores inacabables y produciéndoles lesiones que las llevaban a la invalidez y a la muerte en el caso de embarazos y partos. Pero ni en España ni en Nairobi fuimos más que unas cuantas del Partido Feminista las que nos manifestamos frontalmente contra tal práctica, mientras Carlota Bustelo, que era la directora del Instituto de la Mujer, se negaba a sumarse a la crítica para no molestar a las africanas y musulmanas, que habían hecho contra las europeas un casus belli del tema. Hizo falta que Nawal al Sadaawui se pronunciara contra la mutilación genital, con el valor de confesar que también a ella se la habían practicado a los 6 años, para que comenzaran a variar su criterio las multiculturalistas españolas. Han transcurrido treinta años y empieza a prohibirse en la mayoría de países africanos.

Me argüirán enseguida que la mutilación genital causa lesiones físicas incurables y atenta contra la salud de las mujeres, pero, ¿es que acaso el burka y el velo y el burkini no atenta contra la salud psíquica? ¿Es que acaso saberte perteneciente a un sexo tan pecador, poseer un cuerpo objeto de toda clase de lascivias masculinas, tener que taparlo completamente porque no puedes exhibirlo inocente y normalmente, no causa trastornos mentales permanentes? ¿Qué clase de conciencia de sí mismas tendrán las niñas que aprenden desde antes de la menarquia que están condenadas a taparse, a ocultarse de todas las miradas porque han sido fabricadas para ocasionar la perdición de los hombres? ¿Qué clase de enfermedad mental es la que ha inventado que todas las pertenecientes al sexo femenino deben ocultarse de las miradas de los demás, so pena de ser consideradas perversas, putas, deshonradas?

El cuerpo de las mujeres es territorio de presa masculino. Al fin y al cabo dominarlo significa disponer de él para el goce sexual exclusivo: se buscan, se compran y se raptan vírgenes, se persigue a la que no lo sea, se mata a las adúlteras. Porque así se garantiza la seguridad de la reproducción propia, porque así se domina totalmente la sexualidad femenina.

Y me dirán que el burkini no tiene nada que ver con esas atrocidades, pero lo cierto es que la ropa es el signo distintivo del lugar en el mundo que te ha designado el poder. Durante toda la historia de la humanidad, la ropa ha señalado la distinción de las clases, de los sexos y de las edades. Ropa para las clases pudientes, para los pobres, para las mujeres respetables, para las prostitutas, para las jóvenes, para las viejas. Nosotras luchamos por poder vestir pantalones -¡las jóvenes no lo creerán!-, por quitarnos las medias de cristal con costura, un invento de tortura de los años 50, por llevar minifalda, por vestirnos como nos diera la gana, por bañarnos con bikini, por tener playas nudistas. Y ahora, las afortunadas que nos han sucedido, que disfrutan de tales auténticas libertades, defienden que otras deban taparse hasta las cejas por mandato de los ayatolás. Si hasta las musulmanas feministas aseguran que no es un mandato de la religión sino un invento de los talibanes modernos.

Recuerdo también como en Marruecos, en Irán, en Irak, en Afganistán, en Egipto, en los años setenta las mujeres vestían con falda corta, pocas llevaban velo y en consecuencia –porque todo está relacionado- estudiaban y trabajaban en una serie de tareas, en público, sin que fueran objeto de agresiones masculinas. Esta regresión en el papel de las mujeres y en consecuencia en su vestimenta se produce a partir de la derrota de las tropas soviéticas en Afganistán y en el desencadenamiento del monstruo fundamentalista, organizado y financiado por occidente para destruir esa área del mundo. Un tema que ha desarrollado magistralmente Nazanin Amidian en las páginas de este mismo diario. Y con esa catástrofe las que más han perdido han sido las mujeres. Degradadas a la condición de esclavas sexuales de los hombres, desde los 10 años y antes -en Irak se ha aprobado el matrimonio de hombres con niñas- despreciadas, humilladas, vendidas y secuestradas, y siempre tapadas como seres detestables. Ver las fotos que exhibe Boro Haram de las desgraciadas secuestradas y convertidas en concubinas de sus militantes, debería ser suficiente para que nadie defendiera ni el burka ni el burkini ni el velo ni las variantes de trapos múltiples que obligan a vestirse.

El discurso de la libertad no puede utilizarse perversamente para justificar y tolerar las humillaciones de los demás, porque ninguna de las que arguyen que esas mujeres pueden vestir de tal manera, lo harían ellas mismas. Ninguna persona de las que disfrutamos de los avances de varios siglos de luchas, en Europa y en América, desearíamos ir enfundadas en esos trajes para tomar el sol en la playa y bañarnos en el mar. Porque no solo le priva al cuerpo de la bendición del contacto con sol, arena y agua, y que debe producir un calor insoportable, sino sobre todo porque acepta la indignidad de ser una persona que debe taparse de las miradas de los demás ya que es diferente. Es tan diferente que no es un hombre, el único que puede lucirse en tanga y vestir tejanos y camiseta mientras obliga a taparse a su mujer con un sudario.

Cuando dentro de un milenio esta polémica se estudie en las cátedras de arqueología espero que nos vean como restos de una civilización destinada a la extinción como los dinosaurios.

Fuente: http://blogs.publico.es/lidia-falcon/2016/09/01/y-ahora-el-burkini/

Fuente de la imagen: http://trib.com/lifestyles/french-uproar-creates-opportunity-for-israeli-burkini-makers/article_9db1aa28-b822-567c-9c80-2dbc77c6e74a.html

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África: UNICEF denuncia que mujeres y niñas dedican 200 millones de horas al día a recoger agua

Africa/ Mauritania, Somalia, Túnez y Yemen/Septiembre2016/Noticia/

http://www.antena3.com/

UNICEF resalta que para las mujeres implica consecuencias de gran alcance y, en el caso de las niñas, la recogida del agua puede restar tiempo a su educación y a veces incluso impide por completo su asistencia al colegio.

El Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) ha afirmado este martes que las mujeres y niñas dedican diariamente 200 millones de horas para ir a recoger agua, en el marco de la Semana Mundial del Agua en Estocolmo.

«Imagínense simplemente que 200 millones de horas son 8,3 millones de días, o más de 22.800 años», ha dicho el jefe mundial de Agua, Saneamiento e Higiene de UNICEF, Sanjay Wijesekera. «Sería como si una mujer comenzara con su cubo vacío en la edad de piedra y no llegara a casa con el agua hasta 2016. Piensen en todo lo que el mundo ha avanzado en ese tiempo. Piensen en todo lo que podrían haber logrado las mujeres en ese tiempo», ha recalcado.

UNICEF ha destacado que el coste de oportunidad de la falta de acceso al agua recae de forma desproporcionada sobre las mujeres, agregando que «cuando el agua no está en el lugar donde se vive y es preciso buscarla, son las mujeres y niñas quienes lo pagan con su tiempo y pérdida de oportunidades».

El Objetivo de Desarrollo Sostenible sobre agua y saneamiento plantea un acceso universal y equitativo al agua potable segura y asequible de cara al año 2030, consiguiendo que todo el mundo tenga, en un radio de un viaje de ida y vuelta de media hora como mucho, acceso a ella. Sin embargo, UNICEF ha apuntado que estos viajes en África subsahariana suponen una media de 33 minutos en zonas rurales y de 25 minutos en zonas urbanas.

En el caso de Asia, los tiempos son de 21 y 19 minutos,respectivamente, si bien en algunos países las cifras pueden ser mayores. En los casos de Mauritania, Somalia, Túnez y Yemén, los trayectos de ida son de más de una hora. El organismo ha recalcado que, según un estudio realizado en 24 países subsaharianos, cuando el tiempo necesario era superior a 30 minutos estuvieron a cargo de la recogida 3,36 millones de niños y niñas y 13,54 millones de mujeres adultas.

En el caso de Malaui, por ejemplo, la ONU calcula que las mujeres que recogen agua emplean unos 54 minutos de media, mientras que los hombres dedican unos seis minutos a esta tarea. En el caso de Guinea y Tanzania, las mujeres dedican 20 minutos, el doble que los hombres.

Así, UNICEF ha resaltado que para las mujeres implica consecuencias de gran alcance, recortando el tiempo que tienen disponible para dedicar a sus familias, salud infantil, otras tareas del hogar y actividades de ocio. En el caso de los niños y niñas, la recogida del agua puede restar tiempo a su educación y a veces incluso impide por completo su asistencia al colegio.

Fuente:

http://www.antena3.com/noticias/mundo/unicef-denuncia-que-mujeres-ninas-dedican-200-millones-horas-dia-recoger-agua_2016083157c736230cf29c8e1d8b94e8.html

Fuente imagen:

https://lh3.googleusercontent.com/hAEIiZJnKbyap3BZ0_A2vnRYCpBW8GI7z7PYqf81AWtmwAtZlozqwKLVoRMd2KublHcTnw=s150

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Brigitte Vasallo: “Pensar que el burka es patriarcal y que las mujeres no tienen manera de redomarlo es una mirada colonial”

Brigitte Vasallo es una firme defensora de los derechos de la mujer, de todas las mujeres, en los unos y en los otros rincones del mundo. Hija de migrantes y migrante por cuenta propia ha vivido parte de su vida en Marruecos, país que considera una de sus muchas matrias.

Por Adrián Solana, colaborador de AraInfo

Brigitte Vasallo es una firme defensora de los derechos de la mujer, de todas las mujeres, en los unos y en los otros rincones del mundo. Hija de migrantes y migrante por cuenta propia ha vivido parte de su vida en Marruecos, país que considera una de sus muchas matrias. Es escritora y periodista especializada en la construcción de diálogos interculturales. Integra el grupo Red Musulmanas de feminismo islámico y desde hace años lucha contra la prohibición del burka en el Estado español. Imparte talleres sobre relaciones amorosas con el título #OccupyLove y ha escrito el libro PornoBurka con el que pretende explicar el mundo en un lenguaje esperpéntico desde una perspectiva disidente.

Quienes defienden la prohibición del burka y algunas feministas occidentales consideran que el velo integral es vejatorio para las mujeres que lo utilizan ¿Está de acuerdo?

Precisamente ese no tiene que ser el tema del debate porque lo que yo opine sobre una prenda que no uso no tiene ningún tipo de importancia. El debate debería estar en torno a si es legítimo obligar o prohibir a una mujer vestirse de una manera determinada y si realmente nuestras prohibiciones u obligaciones no atentan contra el derecho al propio cuerpo y la propia imagen.

Entonces, el tipo de ropa que usa una mujer ¿no la puede hacer más o menos libre?

Por supuesto que no. Yo creo en lo que cada mujer como persona adulta, racional e independiente es capaz de hacer con sus circunstancias materiales. Por ejemplo, hace poco una compañera me explicaba que en Afganistán hay grupos de mujeres que hacen teatro social y están amenazadas, por lo que el burka les sirve para que no les reconozcan en la calle. El velo les da privacidad, así que eso de pensar que esta prenda es patriarcal y que las mujeres no tienen manera de redomarla es una mirada totalmente colonial.

La prohibición del burka ¿fomenta la construcción del odio hacia minorías religiosas?

En todo. Yo no considero que haya mucho más detrás de esto que precisamente una construcción de alteridad que no nos lleva a ningún sitio positivo. Las leyes se hacen para responder a una necesidad social, pero la prohibición del burka no es una urgencia pública. Este mensaje se lanza para hacer una cortina de humo sobre temas que son mucho más importantes y para criminalizar a según qué culturas y librar de culpa a otras. Sin embargo, en el Estado español llevamos 88 mujeres asesinadas este mismo año, lo que tendría que ser un escándalo de dimensiones astronómicas y no lo es.

Desde las sociedades occidentales a menudo intentamos dar lecciones a otros países sobre la libertad y la tolerancia. Por ejemplo, fue muy polémica las acciones que Femen realizó en su particular ‘Día Internacional de la Yihad Topless’, exhibiéndose desnudas de cintura para arriba delante de mezquitas y embajadas de países árabes. ¿Qué le pareció esta acción?

No solamente de una gran ignorancia, porque hay muchos países árabes que ni siquiera son totalmente musulmanes y también hay gente de otras religiones, si no de una gran estupidez porque esas mujeres a las que quieren ‘liberar’ también son musulmanas y van a las mezquitas. Fue un insulto decirles que no saben ser tan libres como Femen porque no enseñan los pechos. A mí me parece estupendo que enseñen los pechos pero también me parece perfecto que haya mujeres que se quieran cubrir. Desde organizaciones musulmanas y desde el feminismo islámico llevan tiempo denunciando que este tipo de campañas están desprestigiando el trabajo que las feministas realizan día a día sobre el terreno.

¿Por qué desde algunos sectores del feminismo occidental se establece una diferenciación entre las mujeres occidentales y las mujeres musulmanas, ‘nosotras y ellas’?

Aquí hay dos líneas interesantes. Una es la concepción lineal de la historia que parte de un conflicto universal donde la historia de la humanidad va desde la barbarie hasta la civilización; y entiende que Occidente es la vanguardia y que el resto van más despacio pero acabarán llegando aquí. Sin embargo, la evolución no es lineal y cada civilización tiene un entorno y un conocimiento determinado, situado en su historia y en su momento.

Por otro lado, es una falsa construcción distinguir entre las europeas y las musulmanas porque hay muchísimas musulmanas europeas. Se les está obligando a decidir entre dos identidades que no están en absoluto enfrentadas. Tenemos que plantearnos por qué siempre las pensamos como exógenas y que intereses hay detrás de ello.

Wassyla Tamzali, directora durante casi 20 años del Departamento de Igualdad de Género de la Unesco, rechaza el uso de todo tipo de velo y lo considera una práctica ideológica y social a combatir en el marco de la deconstrucción del patriarcado y sus atributos religiosos. Cómo dice Tamzali ¿considera que la deconstrucción del patriarcado pasa por la deconstrucción de atributos religiosos?

Estoy de acuerdo con que Wassyla Tamzali quiera combatir cosas, lo que no veo tan claro es que la prohibición sea la manera de combatirlas o trabajarlas. Además, me asusta mucho abrir la puerta a las prohibiciones de las decisiones de las mujeres sobre su propio cuerpo, como también ha ocurrido con el tema del aborto.

Las mujeres no podemos seguir retirándonos de los espacios patriarcales, porque no hay espacio que no sea patriarcal; si no que tenemos que ocuparlos y exigir nuestros derechos. Por ejemplo, la tan vitoreada democracia no nos permitió votar hasta hace cuatro días, pero no nos hemos retirado si no que la hemos ocupado. Entonces hay que despatriarcalizar y luchar todos los espacios, también los religiosos, y no creo que haya otra manera de acabar con esos atributos patriarcales.

¿Hay algún ejemplo de organización o empoderamiento protagonizado por mujeres musulmanas que considere referente?

Todas las luchas por el derecho a llevar el velo y el velo integral en Europa me parecen un ejemplo de los procesos emancipatorios propios de las mujeres musulmanas. El mensaje que trasmiten: “Decís que estoy sumisa a Dios por llevar velo y que queréis que me lo quite para estar sumisa al Estado”, me parece una reivindicación muy interesante sobre qué patrones queremos tener y qué patrones nos imponen. A mi esa me parece una reivindicación muy clara, que las mujeres musulmanas no necesitan que les digamos nada, sino que nos dejemos acompañar por ellas y nos acompañemos entre todas.

¿Cree que tanto la obligatoriedad de usar el burka en algunos países islámicos como su prohibición en Occidente tienen un propósito común que es la discriminación de la mujer?

Las dos ideas vienen de la misma concepción, que las mujeres no podemos decidir por nosotras mismas y que por lo tanto hay que hacer leyes que decidan sobre nuestro cuerpo y nuestra vestimenta, porque nuestro cuerpo y nuestra imagen siempre son una amenaza. Prohíben nuestra libertad y nos excluyen a través de leyes represivas.

¿Hasta qué punto las mujeres que usan el burka lo hacen obligadas?

Lo primero que se dice sobre el velo integral es que las mujeres lo llevan obligadas. Sin embargo, muchas mujeres dicen que lo llevan porque quieren e incluso en contra de la voluntad de su familia que no quiere ser estigmatizada. Otras en cambio afirman que lo llevan porque a su marido le gusta, pero que levante la mano la mujer que está libre de hacer cosas para gustarle más a su pareja. Lo que pasa es que estos procesos de violencia simbólica es más fácil verlos en los ojos de las demás que dentro del propio cuerpo y es más cómodo acusar a las demás al mismo tiempo que, por ejemplo, sometemos a nuestros cuerpos a procesos estéticos brutales.

¿Es el islam una religión que restringe especialmente las libertades de las mujeres, más que otras religiones como el cristianismo o el judaísmo?

En absoluto, ni más ni menos. Para empezar depende mucho de las interpretaciones que se hagan. Según las lecturas de las feministas islámicas el islam es una religión bastante igualitaria. Pero nosotros tenemos esa imagen del islam porque la islamofobia llega a lugares bastante insospechados. Por ejemplo, en las traducciones del Corán, la palabra ‘insan’ (persona) se traduce como ‘hombre’ genérico, entonces el machismo del lenguaje castellano pasa a incorporarse a un machismo en el Corán que en realidad no existe en el texto original.

El capitalismo puede fomentar medidas racistas para dividir a las clases populares y que pierdan de vista problemas de mayor magnitud ¿Cree que es el caso de la prohibición del burka?

Los procesos de lucha contra el burka siempre vienen promovidos por grupos políticos que nunca se han posicionada a favor de los derechos de las mujeres. Están creando una cortina de humo sobre problemas más importantes de urgencia social y consiguiendo apoyos de manera sorprendente desde los propios contextos feministas para aplicar violencia sobre algunas mujeres en nombre de las libertades de todas.

Es algo similar a lo que ocurre con el Pinkwashing (utilización de los derechos sexuales para lavar, ocultar, blanquear acciones o atropellos contra derechos humanos), cuyo paradigma es Israel, porque protege algunos derechos de la comunidad LGTBI, pero vulnera otros – por ejemplo la ocupación imposibilita la articulación de la comunidad LGTBI palestina -. Además, Israel, también presume de defender los derechos de las mujeres, pero según un estudio realizado entre el año 2000 y 2007, el 10% de las mujeres palestinas embarazadas fueron retenidas en checkpoints cuando iban a dar a luz. Pues eso mismo ocurre con la prohibición del burka, cuando con la excusa de defender los derechos y libertades de las mujeres se aplican violencias a unas mujeres en concreto.

Tomado de: http://arainfo.org/brigitte-vasallo-pensar-que-el-burka-es-patriarcal-y-que-las-mujeres-no-tienen-manera-de-redomarlo-es-una-mirada-colonial/#.V72EfXucPfA.facebook

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Las mujeres, la guerra y la paz

Rubín Morro

Las mujeres siempre han estado en la lucha política y en las victorias de los pueblos por la emancipación, la justicia y libertad. Su presencia ha sido permanente en el protagonismo social, político, cultural y económico, aunque su reconocimiento y visibilización en esa gran labor ha sido opacada, incluso excluída del disfrute de las conquistas, por patrones patriarcales existentes.

Por el contrario continúnan en su vida cotidiana con el doble rol, la doble jornada laboral. Constituye ésta una de las facetas más excluyentes e impositivas que han llevado a la mujer a la más horrible explotación y discriminación.

Es un odioso y profundo lastre que hemos llevado los humanos por miles de años arrastrando como una pesada carga, es una enfermedad terminal que debemos combatir con una nueva concepción de la vida y de las relaciones entre las personas, sin importar nuestra condición de clase, raza, credo, sexo y otras realidades diversas de identidad.

Como si fuera poco, se les ha asignado específicamente la reproducción, los oficios domésticos, y en la vida laboral si debenga un salario está por debajo de lo que le pagan a los hombres por cumplir el mismo trabajo. Sin embargo a pesar de la existencia de normas legales para vincularla al proceso productivo, luego de hacerlo, terminan en responsabilidades secundarias, imponiéndose el hombre por encima de ella, exclusivamente por su condición masculina.

Las guerras convencionales y los conflictos internos, han hecho de las mujeres sus principales víctimas, han sido asesinadas, desplazadas, amenazadas, son miles las viudas y huérfanas; millones las que han padecido violencias de todas las maneras y tipos posibles.

En medio de semejante adversidad, las mujeres continúan construyendo sus sueños y anhelos, a través de sus luchas por la igualdad de género y social, por la conquista plena de sus derechos, por el reconocimiento como sujetos sociales y políticos. De ahí su protagonismo en el proceso de paz que se desarrolla en La Habana.

Porque es claro que en Colombia no habrá paz sin el concurso creador y masivo de la mujer, sin su participación activa. La inclusión de las mujeres en todas las etapas de construcción de la paz es un requisito esencial para el sostenimiento de la misma.

Un informe de la ONU, señala que en procesos de paz desde 1992 a la fecha, la participación de las mujeres ha sido baja, sin embargo, en estos procesos, la violencia sexual contra ellas ha sido referenciada en el debate. En la década de 1990, en la República de El Salvador en la Mesa de Negociación con el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) las mujeres propusieron un plan de reparación.

En Irlanda del Norte, las mujeres aseguraron la participación de una representante en la Mesa de paz creada en 1997, al constituir una agrupación política de mujeres de distintos partidos que participó en la reconciliación y la reintegración de los presos políticos. En la República de Sudáfrica, a mediados de la década de 1990, la Comisión Nacional de la Mujer pidió que la mitad de los multipartidistas fueran mujeres, y logró que uno de cada dos representantes de cada partido también fuera una mujer, participantes en el proceso de negociación.

En la república de Guatemala, las mujeres influyeron de manera significativa en las conversaciones que condujeron al acuerdo de paz de 1996. En Asha Hagi Elmi constituyó el Sexto Clan de mujeres en la República de Somalia en las conversaciones de paz donde se había excluido a las mujeres. En Burundi, Las mujeres presentaron su lista de recomendaciones al facilitador de las negociaciones, Nelson Mandela, y más de la mitad de dichas propuestas quedaron recogidas en el acuerdo de paz.

Es apenas una muestra de los esfuerzos que han hecho las mujeres por alcanzar su espacio en la sociedad, por ser activas constructoras de paz.

El 26 de agosto de 2012, el Gobierno y las FARC-EP, firmaron un «Acuerdo General para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera”. Cabe recordar acá que los recientes procesos de paz llevado acabo en Colombia, las mujeres no han sido incluidas como debiera ser, sin embargo, en la Delegación de Paz de las FARC-EP, casi la mitad son mujeres y a instancias de la Mesa de Conversaciones en La Habana, se creó la Subcomisión de Género para darle un enfoque de género a los acuerdos, para interlocutar con representantes de organizaciones de mujeres, de las cuales hicieron presenica 16 lideresas y 2 representantes de la comunidad LGBTI. Las conclusiones de las tres audiencias realizadas, serán recogidas y tenidas en cuenta en los acuerdos pactados desde la perspectiva de género.

Definitivamente debemos todos y todas sin excepción, desarrollar una campaña de visibilización, reconocimiento del papel y los derechos de las mujeres, con medidas afirmativas temporales, mientras sea necesario, que permitan alcanzar la igualdad de género. Debe ser un compromiso de los hombres junto a ellas, avanzar en este necesario y urgente objetivo de vida y de esperanza para el futuro de la sociedad.

Fuente del articulo: http://mujerfariana.org/vision/315-las-mujeres-la-guerra-y-la-paz.html

Fuente de la imagen: https://www.todopuebla.com/blog_medias/photos/Mujeresdenegro.399914408.jpg

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