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El atronador silencio de los docentes en la política educativa

Por: Julio Rogero

Necesitamos a los expertos más allá del poder, cosidos a la práctica del profesorado de la educación básica, acompañando el placer y el dolor que con frecuencia produce la tarea titánica de hacer realidad el derecho de todos a la educación.

Cuando los partidos de oposición acceden al poder, tras unas elecciones o una moción de censura como ha sucedido, ponen en marcha toda una forma de hacer que quiere mostrar que sus respuestas son diferentes y alternativas a las de los que estaban anteriormente gobernando. También sucede con los nuevos administradores en el Ministerio de Educación y Formación Profesional. Sin embargo, las urgencias de hacer llevan a cometer errores que se convierten en habituales. En unos casos porque siempre queda poco tiempo y hay que mostrar resultados para poder seguir postulándose para continuar con la buena obra comenzada y así captar el apoyo de los ciudadanos en las siguientes elecciones. En otros porque se entiende que es suficiente con rodearse de buenos consejeros-expertos que conocen bien los problemas de la sociedad y tienen las soluciones para resolverlos.

El pasado 6 de noviembre se celebró, convocado por el MEFP, un foro en día laboral dedicado a la profesión docente: “Educar para el siglo XXI. Desafíos y propuestas sobre la profesión docente”. El contenido son paneles de debate con expertos sobre formación inicial del profesorado, inducción a la profesión docente, formación permanente y evaluación docente. A él estaban invitadas las consejerías de Educación de las autonomías, representantes de diversos colectivos y organizaciones educativas. Se hacían llamadas a la participación a todo el profesorado a través de las redes sociales.

Cuando los docentes ven las propuestas de los expertos en estos foros y lo lejos que están de los problemas que se viven cotidianamente en los centros educativos la decepción se acrecienta y las esperanzas de cambio se frustran. También ven las propuestas acertadas que incluyen, pero consideran que se hacen desde fuera y sin ellos. Y muchos dicen que sigue el “despotismo ilustrado educativo” de los expertos de la educación: “Todo para el profesorado sin el profesorado”. Con frecuencia se sienten expropiados de su capacidad de ser sujetos de su propio desarrollo profesional desde la formación inicial y a lo largo de su quehacer docente. ¿Alguien ha leído las voces clamorosas del silencio de los docentes que cada día consumen sus energías en las dinámicas, a veces demoledoras, a veces gratificantes y regeneradas, que se viven en las relaciones educativas que se dan en el espacio y el tiempo escolar?

A veces solo piden que se les tenga en cuenta, que se les escuche, que se valore su trabajo, que se mejoren sus condiciones laborales, que se dediquen más recursos económicos a la educación, que se facilite la mejora de su formación… Sin negar la necesidad de cambiar lo que sea necesario para que su profesionalidad mejore con todas las exigencias necesarias y se ponga a la altura de un sistema educativo inclusivo que dé respuesta adecuada al derecho a la educación de la máxima calidad de todos los ciudadanos.

Por eso, cuando se encuentran con foros sobre el profesorado en los este está ausente, el malestar por sentirse ninguneados crece. Y quizás no se haga con mala voluntad, porque desde el poder se cree que su voz silenciada la encarnan los expertos. La realidad es que parece haber una gran distancia entre lo que los expertos expresan y lo que dicen los docentes. Es suficiente asomarse a las redes sociales estos días para ver esa lejanía que constatan tantos docentes entre lo que viven y lo que se dice en estos foros diseñados desde arriba y que solo se nutren de personas que no son maestros/as en activo, en un horario que excluye directamente la participación de los verdaderos protagonistas. Esto es algo de lo que se manifiesta públicamente en algunas redes sociales, como ejemplo podemos ver en Twitter: #Yosoyprofe, #EllosNoSonProfes. Eso dicen algunos de los que hablan y quieren tener voz, desde la indignación y el malestar que sienten. Es verdad que parece una sinfonía caótica de voces discordantes, pero coincidentes en que la voz la tienen los que no conocen las aulas de la educación básica. Estas reacciones contradicen el balance positivo que, según la ministra, ha tenido esta jornada entre el profesorado.

La mayoría de los docentes sigue en silencio. Un silencio que es necesario leer e interpretar, quizás como síntoma de otras demandas y otras necesidades múltiples no manifestadas con la fuerza y la intensidad que se debiera porque son muchas las realidades impuestas que las aplastan y ocultan. Generalmente, las políticas educativas no son sensibles a estas realidades opresivas y más bien las acentúan cuando no tienen un norte de apoyo decidido a la educación y al profesorado de la educación básica de la escuela pública. En ese silencio se inscriben y manifiestan a gritos muchas cosas como la falta de apoyos, el exceso de ratios, la inestabilidad laboral de un amplio colectivo de docentes, el exceso de burocracia, la escasez de recursos, los recortes de las plantillas, la privatización creciente y el desvío de recursos de todo tipo a la enseñanza privada o la mala calidad de determinados servicios privatizados.

Todos conocemos a muchos de los expertos que han intervenido en este foro. De algunos sabemos de su valía y buen hacer cuando están pegados a la vida cotidiana de los centros educativos. Sin duda, se les necesita cuando son demandados por los docentes para sentirse apoyados en la definición de ser docentes hoy. Pero no se bastan solos para dirigir la función a la que son convocados por la administración de turno. Les necesitamos más allá del poder, cosidos a la práctica docente del profesorado de la educación básica, acompañando el placer y el dolor que con frecuencia produce la tarea titánica de hacer realidad diariamente el derecho de todos a la educación en las aulas, a pesar de las inciertas políticas educativas de hoy y las lamentables de ayer.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2018/11/08/el-atronador-silencio-de-los-docentes-en-la-politica-educativa/

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“Las aulas en las que se da clase responden a otro tipo de sociedad. Hoy no sirven y hay que cambiarlas”. Entrevista a Mariano Fernández Enguita

Entrevista/08 Noviembre 2018/Autora: Laura Galaup/Fuente: El diario la Educación

El catedrático de sociología de la educación Mariano Fernández Enguita abre el debate sobre la profesión docentes planteado por el Ministerio de Educación.

El Ministerio de Educación ha iniciado este martes un debate para la reforma de la profesión docente. La titular del departamento, Isabel Celaá, ha inaugurado un foro en el que más de una decena de expertos han planteado algunas propuestas. En su discurso de apertura, la ministra ha abierto la puerta a la elaboración de un sistema de “evaluación riguroso” para los profesores. Uno de los participantes, el catedrático de Sociología de la Educación de la Universidad Complutense, Mariano Fernández Enguita, aboga en una entrevista con eldiario.es por una modificación completa del sistema de acceso a la impartición de clases.

¿Qué opina sobre las evaluaciones a docentes que ha planteado la ministra?

Estoy por la transparencia y creo que la oposición a la evaluación, es la oposición a la transparencia. Los centros son opacos, hubo un tiempo en el que no se podía preguntar nada a un centro. Nadie defiende que se va a evaluar a los profesores por las notas de sus alumnos. Son maneras de fomentar miedos. Si tenemos transparencia, la evaluación viene sola. Si las cosas se ven, el centro lo ve, los compañeros lo ven, las familias lo ven y la dirección también.

¿Cómo cree que se puede mejorar la profesión docente?

Lo dividiría en tres fases. Creo que hay un amplio acuerdo en lo que sería la mayor novedad, la inducción o periodo de prácticas. Es necesario que sea selectivo, no puede ser que todo estudiante vaya ahí. Debe haber una prueba. También tiene que haber una selección de los centros, no vale cualquier centro. Tienen que ser buenos centros, que sean innovadores o de calidad. Se debe seleccionar a los mentores, no se aprende con cualquier profesor.

Por supuesto, que también tendría que regularse el salario: entre el salario mínimo y las [becas predoctorales] FPI o FPU. Si hacemos eso, podremos librar a la formación universitaria del prácticum. Sustituiremos los tres o siete meses, según el máster o magisterio equivalente, del prácticum que nadie controla por dos años de un buen prácticum.

Después de una evaluación positiva de ese periodo de inducción, ya se debería habilitar al profesor en todo el territorio nacional. Tendría que ser una habilitación única a la que las comunidades autónomas puedan añadir requisitos adicionales, no alternativos. Si quieren ir a Catalunya y País Vasco y les requieren la lengua, adelante, que se la exijan. Pero no que les planteen que tienen que estudiar otro temario de geografía. Hay que mantener la movilidad del profesorado, que las personas y los trabajadores se puedan mover libremente por España,

Dentro de su planteamiento, ¿en qué punto quedan las oposiciones?

No veo al profesorado pasando del periodo de prácticas al funcionariado, haciendo corriendo la oposición. Creo que la oposición no es un buen método y se debería mirar a la universidad. Antes, en los campus no había nada más que la inestabilidad y luego la oposición. En la práctica se ha configurado un periodo intermedio. La carrera típica de un profesor universitario son cuatro años de beca, otros tantos de ayudante y luego contratado doctor, antes de ser funcionario. Podríamos pensar en periodos contractuales como profesor de pleno derecho, con una contratación laboral. Un par de periodos de cinco años, en los que habría que revalidar la acreditación.

El sistema universitario también ha recibido críticas por favorecer la endogamia o casos [como en el Instituto de Derecho Público de la URJC] que han demostrado que los profesores jóvenes tienen que encontrar a alguien que les tutele para poder crecer profesionalmente…

Endogamia, no. Antes, había mucha. Tenías que encontrar a alguien que te tutelase y que podía tutelar al mejor candidato o a su sobrino. Hoy no hay eso, pero hay un tremendo localismo, si no estás dentro no hay manera de entrar. Es muy difícil moverse en la universidad. En términos estrictos antropológicos es una matrilocalidad, no te mueves de donde está tu madre. No te mueves de la universidad en la que entraste por primera vez. Pero eso no tiene lugar aquí porque no procede.

Aquí hay que asegurar una oferta formativa, que tendría que consistir en ofertar en parte toda la formación inicial que el profesor tuvo a su disposición y no usó. Por ejemplo, no aprendió nada sobre autismo y ahora le parece que debe hacerlo. En segundo lugar, hay que apostar por una formación determinada por los programas de las comunidades autónomas, por las necesidades de los centros. Y en tercer lugar, dar un poco de margen para la barra libre. Si alguien piensa que hay que estudiar mindfulness, que lo estudie. De ahí puede venir un poco de innovación, sin pasarnos. Esa formación tendría que ser parte de la carrera docente.

También apuesta por modificar los criterios de movilidad que tienen los profesores…

Creo que hay que cambiarlos. La antigüedad podrá dar dinero pero la asignación a un centro deben hacerla los centros, grupos de centros o autoridades locales. Hay muchos métodos para eso. Tienen que ser seleccionados por concurso de méritos y no por antigüedad. Por ejemplo, si se necesita a alguien que trabaje sobre minoría gitana o sepa trabajar con alumnos con dificultades del lenguaje. El centro dice qué necesita y se realiza un concurso público regulado. En Japón los centros plantean sus necesidades y una instancia local saca un concurso al que la gente se presenta con sus méritos y se decide. Entre esos méritos se podría incluir haber tenido iniciativa, haber emprendido innovaciones o haberse formado en cosas relevantes.

¿Considera que el sistema actual valora estos méritos?

El sistema actual es absolutamente burocrático. Al contrario, el sistema actual desmoraliza a los profesores que se lo toman en serio. Da igual tomárselo en serio, que no. Da igual hacer un curso bien, que firmar. Da igual hacer algo que tiene que ver con las necesidades que tú vives, que hacer lo te viene bien porque es el miércoles a las cinco. Da igual, se ha burocratizado de tal manera que sirve de poco. Hay gente que sobrevive en eso porque tienen conciencia profesional, ven lo que hay que hacer y buscan la manera de hacerlo, pero el sistema no ayuda.

¿Cómo se consiguen que las ideas que está planteando usted y sus compañeros se implementen?

Creo que hay una cierta oportunidad en la inestabilidad política, paradójicamente. Nadie puede dictar sus condiciones. Si hay un acuerdo para poner en pie eso que llamamos inducción, sí que creo que hay una oportunidad.

El fracaso del pacto educativo ha demostrado las dificultades que tienen los grupos políticos para llegar a un acuerdo…

Creo que hay que abandonar la idea de un pacto educativo, creo que lo que hay que hacer son muchos pactos educativos. Creo que no es posible un acuerdo educativo porque cada cual tiene su veto. Es un sistema de pactos cruzados que hace imposible la decisión. Pactemos sobre las lenguas, sobre la carrera docentes, financiación, ordenación básica del sistema, sobre la autonomía de los centros, la distribución de capacidades y decisión de los centros.

¿Qué responsabilidad tiene la situación actual de la profesión docente con las altas tasas de fracaso escolar de nuestro país?

Muchísima. En toda institución la profesión es decisiva, da igual que sean los tribunales, los hospitales o los Ejércitos. En una fábrica, no. En una fábrica el decisivo es el ingeniero o el patrón, el resto más o menos obedecen. No quiero simplificar. Todos tienen su importancia, pero las órdenes vienen de arriba y están muy reglamentadas.

En las instituciones la profesión manda. Otra cosa es que el profesional individual esté limitado. Está limitado por la reunión colectiva de los profesionales, llámese claustro; está limitado por los editores de los libros de texto, pero los que los hacen también son profesores; está limitado por los ministros y consejeros, que son profesores; o por la herencia del pasado, que la han formado los profesores y los estudiantes de universidad que dicen que no cambie nada, que se han preparado para esto. Todo eso es la profesión. La profesión es esencial, es la que puede arreglar las cosas y puede estropearlas.

¿Qué papel juega en esa afirmación los recortes o los aumentos de ratio?

La ratio es un problema maldito, no tiene solución. Cuanto más pequeño es un grupo y más intenta un profesor diversificar la enseñanza, no puede tener tiempo. Cuanto más intenta diversificar, más mareado está con la ratio. Me parece que hay otras formas. Hay algo que llamo la hiperaula, para lo que hay que olvidarse de un profesor, un grupo de alumnos y un aula, y pensar más en grandes grupos, con varios profesores, que cambian constantemente de configuración.

Esto que llamamos el aula, que en inglés lo llaman classroom, que es más exacto porque quiere decir la habitación de la clase y no la habitación en la que damos clase, responde a otro tipo de sociedad. Hoy no sirve y hay que cambiarlo. Eso lo inventaron los curas entre los siglos XVII y XIX, es un plagio del monasterio y de la fábrica de la Primera Revolución Industrial.

Una de las críticas que se ha planteado es la escasa retroalimentación que hay entre profesores en nuestro país. ¿Por qué los docentes españoles no meten en sus clases a observadores o a otros compañeros para recabar opiniones?

Se debe a la desconfianza. En un país que no ha sido democrático durante cerca de medio siglo se genera una desconfianza hacia el poder y las instituciones. Por lo tanto, el maestro y el profesor piensan que si les ven, algo malo les va a pasar. Creo que hay una conciencia de que uno nunca está a la altura de la tarea. Cuando pregunto a los profesores el balance siempre es el mismo, al principio sienten pánico y luego un alivio enorme. Al final, el gran problema de un profesor no es que le vean y le evalúen.

El problema es que un niño se ha cortado y qué haces con los otros treinta, o que te atascas y no sabes responder a una cuestión. La docencia no es una técnica precisa, estar con otras personas es mil veces mejor.

Fuente e imagen: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2018/11/07/las-aulas-en-las-que-se-da-clase-responden-a-otro-tipo-de-sociedad-hoy-no-sirven-y-hay-que-cambiarlas/

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¿Cómo modificar radicalmente la relación teoría-práctica? Mejora de la formación inicial (y 3)

Por: Jaume Carbonell

La creación de un cuerpo único docente, con una rama común inicial y especializaciones posteriores, además de importantes cambios y mejoras en la formación (inicial y permanente) así como en el sistema de acceso deberían ser estudiadas.

Como implementación de las reflexiones contenidas en el MIF: Programa de Mejora e Innovación en la Formación de Maestros (véase artículos anteriores) se ha abierto un debate con agentes sociales y educativos para proponer algunas acciones estratégicas. Con el propósito de mejorar la competencia docente del futuro se plantean dos objetivos: conseguir un máster universitario como nivel mínimo de formación inicial para el profesorado de la etapa obligatoria, y disponer de una estructura de estudios flexible que se adapte a los perfiles que necesita el sistema educativo, para hacer posible un cuerpo único de docentes de educación básica con la capacidad de cambiar de perfil en el marco de una carrera profesional. Así, se plantea que profesores y profesoras de secundaria puedan compartir actividades en primaria y en la ESO, así como diversificar los requisitos de titulación para impartir la docencia en las dos etapas. Todo esto será posible en la medida que se vayan creando Institutos-Escuela que unifican la enseñanza primaria y secundaria en un único centro público.

Se apuesta por un modelo que prioriza un tronco común formativo en los primeros cursos en contraste con la especialización prematura para facilitar la adquisición de visiones educativas globales compartidas entre el profesorado que ejerce en diferentes niveles y áreas, así como las pasarelas entre ambos. Se trata de un paso importante en el avance del cuerpo único de enseñantes, una reivindicación que en un plano más pedagógico planteó ya la Institución Libre de Enseñanza (ILE) hace siglo y medio, y que diferentes sindicatos y grupos políticos han recogido a partir de la premisa “a igual trabajo, igual salario”. Esta unificación docente evita la jerarquización profesional: “¿Por qué un catedrático de universidad debe tener más ciencia y reconocimiento que un maestro de párvulos?”, se preguntaba Giner de los Ríos, el alma de la ILE. Esta apuesta por la dignificación incluía procesos formativos similares, diálogo y colaboración entre docentes de cualquier tipo y unificación en las condiciones salariales y de trabajo.

Más en concreto, las mejoras afectan, al menos, estos cuatro ámbitos:

1 – El prácticum. La clave de las prácticas reside en la estrecha colaboración entre la tutoría universitaria y la escuela, a partir de un plan formativo compartido que se traduce en un acompañamiento intensivo tanto durante el grado como en el transcurso de un postgrado profesionalizador mediante un modelo de docente residente. Por ello se fijan una serie de criterios: selección de centros educativos como centros formadores de prácticas; la existencia de un responsable del plan de formación en cada lugar para garantizar la coordinación pedagógica entre todas las tutorías, así como el seguimiento de estudiantes. Para esta figura se contempla una dedicación especial con un complemento retributivo. Este tipo de medidas conllevan un cambio sustantivo en la cultura y organización del centro no universitario, así como una ampliación mínima de las plantillas, ya que sin una disponibilidad de tiempo suficiente puede quedarse en mera retórica.

2 – El profesorado universitario. La mejora del prácticum está asociado a la mejora de la calidad docente universitaria y del aprendizaje del alumnado, fomentando el trabajo colaborativo, la investigación y las competencias en los diferentes ámbitos. ¿Cómo establecer las necesarias sinergias para conseguir el acercamiento universidad-escuela? Para ello se piensa en tres tipos de docentes para impartir los grados de educación infantil y primaria:

  • Los perfiles académicos típicamente universitarios, actualmente el más habitual si no el único, para ocuparse de las materias teóricas. Se trata de un profesorado con escasa o nula experiencia y relación con el mundo escolar no universitario y que ha hegemonizado una oferta formativa mayoritariamente al margen de las necesidades reales.
  • Docentes que combinan una formación académica con una experiencia docente en la escolarización obligatoria y que, por tanto, pueden estar en disposición de conectar la teoría con la práctica.
  • Docentes que ejercen en la enseñanza infantil, primaria y secundaria pero que dedican un tiempo a la formación inicial, sobre todo en el ámbito del prácticum, didácticas y otras cuestiones más pegadas a la práctica escolar. A este perfil se le llama profesor vinculado, y formaría parte del claustro de la Facultad de Educación.

Asimismo se contempla la posibilidad de que el profesorado universitario pueda impartir docencia en etapas obligatorias. Esta deseada trilogía docente exige una revisión radical de los procesos formativos -¿cómo y quién forma el profesorado universitario, inicialmente y a lo largo de su carrera profesional? – y de los procesos de selección. Y conlleva también la superación de los departamentos actuales, concebidos como compartimentos estancos, y su sustitución por equipos docentes que impulsan un proyecto educativo global que marque la agenda formativa del futuro profesorado.

3 – Acceso a la profesiónYa lo decíamos en el artículo anterior: hay que romper con el modelo tradicional de las oposiciones memorísticas y de otro tipo de pruebas que se limitan a cuantificar la cantidad de conocimientos de los aspirantes, arbitrando otro tipo de medidas que valoren la competencia profesional, la experiencia y otro tipo de variables más ligadas al ejercicio de la profesión.

4 – Formación permanente. Esta no se concibe desligada de la formación inicial: sea para seguir un posgrado, participar en una investigación o experimentar una innovación. Todo es un continuo. Sin embargo, surgen varios interrogantes. ¿Cuáles son sus fines? ¿De qué contenidos se dota? ¿Cómo se lleva a cabo? ¿Quién la imparte y la dinamiza? ¿Cómo se combina la autoformación con la formación externa? ¿En qué tiempos y espacios se realiza? ¿Puede valorarse la eficiencia de las diversas modalidades y estrategias formativas? ¿Qué aportaciones nos han proporcionado el intercambio de experiencias, los seminarios y grupos de trabajo, la formación en el mismo centro, la visita comentada a otros centros, las redes virtuales y presenciales, la observación compartida de nuestra propia aula y de otros, el viaje, el diario de clase y otros recursos narrativos, la simple charla informal?

Hay mucha, muchísima experiencia acumulada que circula en varias direcciones. Pero ya va siendo hora de que se proceda a un diagnóstico para averiguar qué hay que priorizar y rechazar: desde la libertad de elección pero también desde el conocimiento sólido y fundamentado.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/pedagogiasxxi/2018/11/07/como-modificar-radicalmente-la-relacion-teoria-practica-mejora-de-la-formacion-inicial-y-3/

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La evaluación, una condición propia de la docencia

Por: Pluma Invitada

En las últimas semanas la noticia sobre el futuro del INEE, se ha convertido en un tema de conversación y controversia entre políticos, investigadores y maestros en general. El INEE fue creado mediante decreto en el gobierno de Vicente Fox, en el año 2002, en ese momento asumió el compromiso de calidad de la educación; la misión era generar información sobre el sistema educativo nacional, las características y el funcionamiento bajo una mirada prospectiva que ayudara a la toma de decisiones para la mejora de un sistema educativo. El INEE fue el encargado de hacer públicos por primera vez los resultados de las evaluaciones nacionales e internacionales, lo que generó confiabilidad en el plano internacional sobre la veracidad de la información que emitía.

En las tres últimas décadas la evaluación estandarizada se instauró como la herramienta idónea para la medición de los procesos educativos; no obstante, la inestabilidad de la aventura se cristalizó en un posicionamiento modernista bajo el riesgo validar la factibilidad de los modelos educativos vigentes y con ello atender las recomendaciones de la OCDE para México en el 2010, la estrategia fue simple, mejorar la calidad de la educación mediante estándares nacionales claros para los profesores, atendiendo un enfoque de evaluación y de desarrollo profesional.

En el 2013 en el mandato de Peña Nieto se reconstruyó la idea del INEE y se le dotó de autonomía para convertirse en un organismo público autónomo, cuyo principal objetivo es contribuir a lo dictado por el marco de ley en materia de una educación de calidad; para lograr el objetivo se le solicitó al instituto enfocarse a evaluar distintos aspectos de orden académico, los resultados en las diferentes modalidades y niveles de los procesos educativos, así como emitir lineamientos para la evaluación a los docentes a partir de un marco de Ley con la finalidad de asegurar un mejor desempeño docente que fortalezca la calidad y equidad de la educación obligatoria en México.

En el marco de la Ley de Servicio Profesional Docente emitida en 2013, se establecieron los criterios, términos y condiciones para el ingreso, la promoción, el reconocimiento y la permanencia al servicio docente; así mismo se definieron los perfiles, parámetros e indicadores, aspectos que todo docente de educación básica y media superior debe de atender para asegurar la mejora de la educación de acuerdo al servicio profesional docente.

El estigma social sobre la evaluación generado en los maestros fue el enemigo de los objetivos de la política educativa y el proceso de evaluación se convirtió en el tema de controversia dentro y fuera de la escuela, muy a pesar de la resistencia de los docentes, se anunció la evaluación como la opción inmediata para  mejorar la calidad en el servicio educativo.

Los organismos de evaluación en otros países al igual que en México plantean contribuir a los objetivos del mejoramiento de la calidad y equidad de la educación, de acuerdo con el estudio Sinergies for Learning (Sinergias para un mejor aprendizaje) realizado por la OCDE, la evaluación de profesores se realiza para proporcionar retroalimentación acerca de sus capacidades y desempeño, se manifiesta que el monitoreo y la valoración eficaz de los profesores es fundamental para la mejora continua, los profesores necesitan retroalimentación sobre su desempeño para ayudarles a identificar de qué manera mejorar y conformar mejor su práctica de la enseñanza y, con apoyo de un liderazgo escolar efectivo mejorar sustantivamente como comunidades profesionales de aprendizaje.

La evaluación es una condición propia de la práctica docente, todos los días los docentes evalúan lo realizado, se analiza y se reflexiona sobre lo que se hace y lo que se dejó de hacer; la evaluación que realiza el INEE cumple con lo solicitado por un organismo; sin embargo  no existe un plan estratégico para dar seguimiento al desempeño sobre los resultados arrogados, el acompañamiento de tutoría en la mayoría de los casos brilla por su ausencia, los diferentes cursos aleatorios que ofrecen diversos organismos son seductores y satisfacen el oído de los asistentes.

El acompañamiento en prácticas de colaboración puede ser una alternativa para mejorar la práctica docente; en Shanghái es un requisito para los docentes, observar y enseñar a otros docentes, en Japón, un pequeño grupo de profesores planean una lección juntos, se observan unos a otros al impartirla, y luego comentan para mejorarla de manera colectiva. En Inglaterra se ha desarrollado un enfoque llamado trio de aprendizaje, que se utiliza para compartir el conocimiento y las experiencias exitosas entre una escuela excelente y dos menos exitosas.

El acompañamiento puede ser una alternativa para mejorar la práctica docente después de la evaluación; sin embargo, ante la encrucijada sobre el devenir del INEE, es necesario reconocer que la pluralidad privilegia la razón, y que la coyuntura política puede ser detonante para mejorar la educación.

Referencias

Matthews, P. (2016). Mejores Escuelas: Estrategias de acción en México. En G. Guevara Niebla, M. T. Meléndez, R. Fausto, S. Hidalia, & T. Felipe., La evaluación docente en el mundo(págs. 41-75). CDMX, México: Fondo de Cultura Económica.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/la-evaluacion-una-condicion-propia-de-la-docencia/

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La transformación de la profesión docente: una oportunidad para el consenso

Por: Saray Marqués

El Ministerio de Educación convoca hoy un foro de debate en torno a los desafíos y propuestas sobre la profesión docente. El grado de acuerdo sobre la necesidad de reformularla roza la unanimidad.

El sistema debe reformularse si realmente quiere “educar para el siglo XXI” y no puede hacerlo sin la ayuda de los docentes. Precisamente por eso, y con ese título, el Ministerio ha organizado un debate hoy en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, en el que un plantel de 15 expertos analizará aspectos como la formación inicial, la inducción, la formación permanente y la evaluación como aspectos clave de la profesión docente.

Una reciente encuesta impulsada por Proyecto Atlántida y Fundación Cotec ha mostrado un consenso casi absoluto entre los 772 docentes encuestados. Un 93% considera adecuado actualizar su profesión, definir un nuevo modelo. El Ministerio acepta el reto de comenzar a analizar la cuestión, en las voces de José Antonio Marina (padre del Libro blanco de la profesión docente y su entorno escolar encargado por el ministro José Ignacio Wert) o Álvaro Marchesi (padre de la LOGSE), pasando por Carmen Fernández, presidenta de la Conferencia de Decanos de Educación, y representantes del Foro de Sevilla, el Colectivo Lorenzo Luzuriaga y del Proyecto Atlántida. “Que no falte nadie”, parece haber sido la premisa del Ministerio al celebrar un acto en el que compartirán mesa el que fuera presidente del Consejo Escolar del Estado, Francisco López Rupérez, hoy director de la Cátedra de Políticas Educativas de la Universidad Camilo José Cela, y Miguel Soler, director de FP con Ángel Gabilondo como ministro y hoy secretario de Educación e Investigación en la Generalitat Valenciana. Ambos hablarán sobre inducción a la profesión docente, con la que tres de cada cuatro encuestados por Cotec se muestran de acuerdo.

Consensos y disensos

A ambos les hemos preguntado por sus expectativas respecto a las futuras políticas en torno al profesorado. Si para Soler la redefinición de la profesión docente es “una de las cuestiones más relevantes” dentro de las actualizaciones que requiere el sistema educativo, López Rupérez es más tajante, y asegura que es “la prioritaria”: “Lo es por la evidencia empírica disponible, dado que el factor de calidad del profesorado explica el 30% de la varianza de los resultados de los alumnos dentro del 50% de factores sobre los que se puede intervenir [el 50% restante se relaciona con capacidades innatas]. Y lo es porque buena parte de los países que están obteniendo buenos resultados en las evaluaciones internacionales se pusieron en su día a la tarea de mejorar las políticas centradas en el profesorado”.

Fracasado el pacto -un fracaso que un 84% de los encuestados atribuye a los intereses de los partidos políticos-, a ambos les parece buena idea centrarse en cuestiones que generan consenso entre los distintos grupos, como esta. “El hecho de que se necesite un pacto global, social y político, no sustituye al hecho de que haya acuerdos parciales. Por los diferentes documentos y declaraciones públicas, hay un alto grado de coincidencia en que en la formación de los futuros profesores debe ganar mucho más peso el periodo de formación en el centro de trabajo, esto es, en el centro educativo, emulando a la FP. Se debe poder responder mejor a las demandas de los centros educativos, definir el perfil del profesor del siglo XXI, lo que conlleva repercusiones tanto en la formación inicial como en el acceso a la función docente. El acuerdo es unánime en que hay una serie de competencias profesionales que el futuro profesor solo adquirirá en un centro junto a un tutor experimentado”, expone Soler.

López Rupérez, por su parte, siempre se ha mostrado partidario de “empezar por lo que nos une”. De hecho, reconoce que tras comparecer en la subcomisión para el pacto educativo del Congreso para hablar precisamente de políticas centradas en el profesorado tuvo la sensación de que el acuerdo era posible. Tras el fiasco, no pierde la esperanza. Acuña una máxima de Julián Marías -“Que por mí no quede”-, y agradece el detalle del Ministerio al invitarle. Eso sí, apunta que “para que la inducción se beneficie de toda su virtualidad es imprescindible que se inserte en un modelo robusto de profesión docente (formación, acceso, desarrollo profesional, evaluación, incentivos, promoción), que le dote de significado y de potencia transformadora”.

Mientras, Soler es partidario de rescatar una propuesta del Ministerio que se quedó en un cajón a finales de 2011. Abordada en varias reuniones con los sindicatos, consistía en modificar el acceso a la función pública docente de forma que, aprobada la fase inicial, en que se valoran los conocimientos científicos y didácticos, se introdujera un año de prácticas, “de verdad, no meramente formal”, en que un aspirante a profesor de secundaria tendría 10 horas lectivas semanales y otras 10 para estar en el aula con el tutor, aprendiendo sobre la práctica, asistiendo a reuniones de departamento, tutorías… Todo ello en centros de prácticas seleccionados que, además, incorporarían al candidato a funcionario de carrera a su proyecto de mejora. El aspirante defendería finalmente su memoria didáctica ante un tribunal, así como su contribución. Para Soler, se trataría de “una forma mejor que la actual de completar la formación inicial y de demostrar que se sabe ser profesor”.

“Creo que es un buen comienzo. No evita que haya otros cambios, que se introduzcan numerus clausus para evitar que se estudie el máster profesionalizante de secundaria ‘por si acaso’, que se planifique cuántas plazas se van a necesitar los próximos 20 años en educación, igual que en sanidad… pero si se hubiera materializado en 2011 todas las oposiciones que se han celebrado en estos siete años podrían haber aplicado este modelo y no habría venido mal para mejorar la formación del profesorado”, plantea Soler. “¿Que el ideal es un modelo global? Sí, pero las medidas parciales suman siempre que no entren en contradicción con un futuro modelo global. Merece la pena empezar a hacer cosas ya”, proclama Soler, que considera un lastre, además, que en esta cuestión se mezclen debates: “Hasta que se logre el modelo más adecuado habrá que implantar medidas transitorias, por ejemplo, para el profesorado interino. Pero no se puede condicionar el modelo a un colectivo u otro. Si no, tendremos parches permanentes”.

Para López Rupérez existe un riesgo: “No soy partidario de subordinarlo todo, incluso la calidad del modelo, a un amplio consenso. Podríamos caer en el espejismo de que avanzamos cuando realmente permanecemos más o menos en el mismo sitio”. Para él, cualquier inducción que se precie debería entenderse en el marco de un modelo MIR, esto es, la trasposición del actual esquema sanitario al ámbito educativo. “Si decimos: vamos a empezar con una cosita por aquí y otra por allá, iremos rápido, pero el resultado no se parecerá en nada a la inducción característica del sistema sanitario, que es una de las claves del éxito de nuestro Sistema Nacional de Salud”. Un modelo habilitante de postgrado, en el que la selección precede a la formación (según su cálculo, solo un tercio de quienes obtienen el grado como maestros tiene cabida real en el sistema, contando con una tasa de reposición del 100%), de ámbito nacional y de carácter universal, que afecte igualmente a quienes se vayan a dedicar a la docencia en la pública, en la privada o en la concertada: “Solo así el Estado garantizará a la sociedad que esos profesionales cuentan con la cualificación y la competencia profesionales adecuadas para satisfacer el derecho fundamental a la educación en condiciones de calidad, y de igual calidad”, subraya. “Es un modelo que se podrá matizar en función de quién esté en el poder cuando toque legislarlo e implementarlo, de sus compromisos con las comunidades autónomas y los distintos grupos de interés, pero si no se dan esas cuatro características no se puede llamar MIR”, concluye.

¿Qué cambiarías tú?

A Miguel Soler le gusta recordar que cuando aterrizó para dar clases de Matemáticas por primera vez, la bienvenida fue: “Buenas, segunda aula a la derecha”. En la encuesta de Cotec y Atlántida, la formación práctica insuficiente para la llegada al aula, la brecha entre los centros educativos y la universidad, junto con la ausencia de una carrera profesional clara y atractiva y la escasa experiencia en proyectos colaborativos, destacan como debilidades del modelo actual para los docentes encuestados.

Estefanía Pastor (36) fue una de las participantes en el sondeo. Es maestra, con experiencia en puestos de dirección, en la universidad y en formación para preparar a opositores. Para ella, revisar la formación inicial es clave: “Los centros educativos deberían transformarse en entornos formativos para la gente que empieza, a imagen de los hospitales universitarios. Hoy es todo muy observacional. Ves qué hacen los otros, y se te permite poco margen, hay poca implicación en el día a día del centro. Además, los periodos de prácticas son muy cortos”.

Pastor es partidaria de definir mejor las capacidades necesarias para ser profesor y de establecer diferentes itinerarios formativos para especializarse en distintos ámbitos, nuevamente imitando las especialidades en medicina. “Parece que en docencia tengamos que saber de todo, y en formación permanente muchas veces te formas en muchas cosas y acabas sabiendo un poquito de cada una pero sin llegar a ser especialista en grandes temas, con lo que se pierde eficacia en determinados ámbitos”, señala.

De los hospitales universitarios envidia el trabajo en equipo, la cultura de centro: “Medicina y educación no son campos idénticos, pero echo en falta esa forma de cuidar a los profesionales por vocación, ese rigor en la formación Si te vas a dedicar a la educación, el valor más preciado es la formación. Ejercerás ante alumnos que no dejarán de evolucionar, con lo que hacen falta personas dinámicas, con capacidad de trabajar en equipo, de ofrecer soluciones a alumnos, familias…”. Algo que el actual sistema de oposiciones, para ella, no mide: “Genera injusticias. No es un sistema de selección del profesorado de calidad. Está concebido como un mero filtro”.

Otro de los participantes en la encuesta es el director de instituto Carlos Arrieta (58). Cree que debe haber una inserción en el aula previa al inicio de la vida laboral, y ve atractivo el formato MIR. “Es positivo que se comprometa a profesores con cierta experiencia como tutores reales, no meramente documentales, encargados al final de firmar una lista de cotejo, como ahora: ‘¿Buen clima de aula? Sí ¿Programa sus actividades? Sí…’. Este periodo debería ser de, al menos, dos años para garantizar una experiencia directa y amplia, con un alto grado de interacción y empatía con el tutor”, apunta. “A mí me resulta aterrador que una persona sin ninguna experiencia, sin necesidad de haber aprobado siquiera las oposiciones, se haga cargo de un 2º de bachillerato sin cotejo previo. Las cosas suelen salir bien, por un principio de profesionalidad, pero no deberíamos estar en manos de la casualidad o la buena suerte”, reflexiona. A su vez, aspira a superar la concepción de la formación permanente como mero trámite -“Cada 100 horas, un sexenio”-. Y considera que debería introducirse la evaluación docente desde el punto de vista constructivo, con la Inspección implicada no solo en la supervisión procedimental y documental, también en visitas de aula y puesta en común de experiencias: “Debería haber algún modo de acreditar el trabajo en las aulas, sin reducir la escala al número de años, de forma que se generen expectativas, que no sientas que vas a entrar y a salir con la misma categoría”.

Anna Solans (25) lleva mes y medio como maestra. Antes estudió el Grado de Educación Primaria dual de la Universitat de Lleida. Antes había estudiado Empresariales, pero entonces no había descubierto su verdadera vocación. Considera que su formación inicial ha sido bastante buena, pues ha realizado muchas prácticas: “Sé que no siempre es así. A veces hay mucha distancia con la universidad, lo veo por otros compañeros. Para mí está claro que existe un vínculo entre la teoría y la práctica, pero es necesario que te ayuden a establecer ese vínculo”. En los tres primeros años de carrera, Solans pasó cada curso por una escuela, dentro del modelo dual. El primero, por una escuela estándar. El segundo, por una zona escolar rural. El tercero, por un centro de máxima dificultad. Así, dos días a la semana. “A mí me reafirmó en que esa era mi vocación, del mismo modo que hay personas que cuando se enfrentan a las prácticas descubren que no es lo suyo”, explica.

Josep Borràs tiene 63 años y no quiere oír hablar de jubilación. Es coordinador y director de la Zona Escolar Rural L’Eral (Lleida), director de la escola d’Alfés, tutor de los alumnos que aterrizan en su centro para ser docentes… “y portero”, añade: “Cuando estás en una escuela pequeña se te acumulan los cargos. Te da una visión global, la escuela es poco menos que tu casa”.

Valora del proyecto de formación inicial de la Universitat de Lleida la interacción escuela-universidad “más real”: “Es una reivindicación perpetua. Echo la vista 40 años atrás, cuando estudiaba Magisterio, y ya se criticaba la excesiva separación entre teoría y práctica. Los profesionales en activo desmontaban buena parte de las teorías de la universidad. Es un problema de comunicación que siempre ha estado ahí. Y creo que por ahí habría que empezar, por cambiar el esquema de formación inicial de los maestros, renovando, al tiempo, los contenidos de docencia”.

Otro paso, a su juicio, es introducir la variedad de escuelas que existen en esa formación inicial. Es otro aspecto que valora de la modalidad dual de la universidad de Lleida, de la que se declara fan, que saque a los alumnos de esas escuelas “normalitas” que a priori elegirían para sus prácticas, que se enfrenten al “fantasma del multicurso” en la escuela rural, que se enamoren al conocerla, en muchos casos… -“Casi, casi debería ser obligatorio para todos los maestros pasar por una escuela rural para pensar en la globalidad de la escuela, no solo en lo que pasa en su clase y poco más”, apostilla-, que descubran el reto de la diversidad en escuelas de gran dificultad… “Se trata, eso sí, de un modelo más pesado que el normal, pues requiere una gran coordinación, un plan de trabajo que involucre realmente a la escuela y al alumno”, reconoce. “En parte, por eso no cambian las formaciones iniciales, por comodidad. En una profesión, al funcionarizarte, es fácil caer en esa comodidad, ir suprimiendo las cosas que más te cuestan”, asevera.

Para él, las oposiciones constituyen un gran problema: “Tenemos oposiciones porque no somos capaces de encontrar un método mejor, no porque de por sí sean buenas. Al opositar demuestras que cuentas con una base suficiente para evolucionar a partir de ahí… pero superada esta evaluación en la escuela pública no tienes que demostrar nada más. Yo creo que es necesario que haya fases posteriores a las oposiciones, o anteriores, de interinaje, para filtrar a quienes no tienen el carácter apropiado para la profesión, por más que sean capaces de desarrollar trabajos teóricos. Si una persona no es empática con los niños, no debería trabajar en esto. Debería ser un condicionante de entrada, pues va a ser infeliz ella y a hacer infelices a los niños. La selección debería ser mucho más rigurosa. También nosotros, al relacionarnos, muchas veces tenemos miedo de valorar mal a los compañeros, cuando deberíamos estar siempre a favor de los niños; deberían ser lo primero”.

El balance, con todo, es positivo. Borràs ha coincidido con muchísimos compañeros y compañeras “fantásticas, ilusionadas, con muchísimas cualidades, con enorme prestigio”, pero “en medio, ha habido algunos elementos que no sabes cómo han logrado colarse dentro del sistema, que no deberían estar”. “Yo no culpo a la universidad, sino a los filtros posteriores que se deberían crear para que no ocurran estas cosas”, zanja.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2018/11/06/la-transformacion-de-la-profesion-docente-oportunidad-para-el-consenso/

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En huelga profesores de 90 universidades públicas de Nigeria

África/Nigeria/08 Noviembre 2018/Fuente: Prensa Latina

Cientos de profesores de las 90 universidades públicas de Nigeria entraron hoy al segundo día de una huelga por tiempo indefinido en protesta contra lo que llaman subfinanciación de esos altos centros docentes.
Representantes del Sindicato de las Universidades del país africano acusaron al Gobierno de negarse a aplicar un denominado Memorando de Acuerdo firmado por las dos partes, que defiende los derechos a ingresos adecuados para esos profesionales de la educación superior.

Todos los llamados lanzados al Ejecutivo federal para honrar su acuerdo con el sindicato fueron ignorados, subrayó el presidente nacional de la agrupación gremial, el profesor Biodum Ogunyemi, tras una reunión del Consejo Nacional Ejecutivo de esa institución.

Según el líder obrero, ‘esta huelga será total, global e ilimitada. Nuestros miembros no la abandonarán hasta que el Gobierno aplique totalmente todas las cuestiones pendientes, contenidas en el Memorando de 2017, y finalice la renegociación de los acuerdos de 2009’.

De las 90 universidades públicas de Nigeria, 43 son federales, 47 estatales y 75 privadas.

Fuente: https://www.prensa-latina.cu/index.php?o=rn&id=226351&SEO=en-huelga-profesores-de-90-universidades-publicas-de-nigeria
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