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El ecologismo popular: una forma de activismo frente a los conflictos ambientales

Por: GABRIEL ALBERTO ROSAS SÁNCHEZ

El ecologismo popular, en tanto activismo y pensamiento situados, nos permite tener una visión que amplía los problemas ecológicos y económicos frente a los cuales nos enfrentamos

El proceso productivo es una actividad inherentemente perturbadora de las condiciones materiales y energéticas de los ecosistemas. Esta lección fue magistralmente expuesta por Nicholas Georgescu Roegen (1971) quien concibió al sistema económico sujeto a leyes que rigen el mundo energético. La entropía, tercera ley de la termodinámica, es un límite energético a la fabricación ilimitada de mercancías. A medida que se dispone de energía para la elaboración de bienes, disminuye el nivel de energía disponible capaz de convertirse en mercancías y trabajo para el siguiente periodo. Por lo cual, cada ciclo productivo se enfrenta a las leyes energéticas y no sólo a las leyes económicas vinculadas a la oferta, demanda y costos de producción.

Tal descripción del proceso económico situó a la economía en una relación de interdependencia de los flujos materiales y energéticos que dota la naturaleza. Por consiguiente, los flujos económicos -además de salarios, ganancias, capital y trabajo- integran balances energéticos vinculados al consumo energético, generación de residuos, entre otros, teniendo así un enfoque bioeconómico de la generación de mercancías. Una visión dual del sistema económico y ambiental en interacción ha sido el soporte de la economía ecológica, disciplina que considera a la economía como un subsistema del mundo natural finito. Si bien esta relación no suena extraña para la mayoría de las personas, desde la ortodoxia económica existe un distanciamiento entre la esfera económica y el medio natural.

En efecto, desde el consenso de la disciplina, la economía neoclásica, se ha desarrollado instrumentos teóricos para un “mundo vacío” tal como afirmó Daly (2005). Es decir, hacer un modelo económico considerando al planeta infinito y con poca influencia de los humanos sobre la naturaleza donde no resulta relevante considerar sus acciones sobre los balances materiales. Desde este punto de vista, epistemológicamente el sistema económico se considera un sistema cerrado (sin interacciones ni retroalimentación con otro sistema) en donde el mecanismo de precios permite la coordinación entre oferentes y demandantes. El equilibrio de la oferta y la demanda garantiza el óptimo social donde el bienestar social es máximo. Esta interpretación argumenta que el “bienestar” está determinado exclusivamente de las cantidades ofrecidas y demandadas que maximizan la utilidad subjetiva de los “agentes”, cuyo comportamiento humano se limita a la racionalidad económica, es decir, el consumo de aquellos bienes que reportan satisfacción personal.

Desde este enfoque se reconoce la posibilidad de perturbar el equilibrio de mercado debido a la existencia de fallas de mercado o “externalidades”, refiriéndose a fenómenos secundarios a la producción de mercancías y que no forman parte central del ciclo productivo. Entre las externalidades más estudiadas se encuentra los problemas asociados al medio ambiente. Por ejemplo, la escasez de agua para la fabricación de un bien obliga a las empresas a producir por debajo del nivel óptimo. La asignación ineficiente se asocia a la falta de un mercado que determine los precios óptimos y reflejen la disponibilidad de los bienes naturales. De modo que gran parte de los economistas que tratan los problemas ambientales como “externalidades” dentro de la ortodoxia económica se dedican al desarrollo de métodos de valorización de la naturaleza y servicios ambientales para “internalizar las externalidades”, determinación de impuestos a la contaminación, evitar las fallas de mercado y garantizar la eficiencia productiva.

Esta forma de concebir el modelo económico refleja su limitada comprensión de la esfera ecológica. Describe al mundo económico capaz de funcionar de manera autónoma de la base física y material sin plantear límites físicos (Álvarez-Cantalapiedra, 2011). Se plantea una reproducción de las formas vigentes de producción sin cuestionar el daño al ambiente que nos sitúan dentro de la actual crisis ecológica y climática en el Antropoceno. Basta con la implementación de algún impuesto a la contaminación para evitar las fallas de mercado y garantizar el equilibrio eficiente. Asimismo, la naturaleza es un factor implícito de la producción el cual no interesa saber nada más que su precio. Los bienes y servicios ambientales entran a la lógica de una mercancía cualquiera y de los cuales seria posible garantizar su disponibilidad con adecuadas medidas intervencionistas.

La visión de un mundo económico ilimitado se ha respaldado con indicadores bastante difundidos en foros académicos y literatura especializada. La hipótesis llamada curva de Kuznets desarrollada en 1955 plantea una relación en forma de “U inversa” entre ingresos y la desigualdad. Dicha relación empírica se ha utilizado además para vincular el crecimiento económico y el nivel de contaminación. A medida que los países incrementan su riqueza en sus primeras etapas elevan su nivel de emisiones contaminantes y posteriormente se reduce cuando se estabilizan las tasas de crecimiento.

A partir de esta relación se ha construido una narrativa sobre el crecimiento económico y el cuidado ambiental. Por un lado, la posibilidad de seguir expandiendo el potencial industrial y continuar en el sendero del crecimiento económico sin modificar las pautas productivas y, por otro lado, el incremento de la riqueza genera un despertar de la conciencia ambiental y el cuidado del medio ambiente. Aún cuando la curva de Kuznets medioambiental es sujeta de diversas críticas debido a su falta de robustez empírica (véase el excelente trabajo de Husnain et al. 2021) y cuya relación causal depende principalmente del método de estimación, en la discursiva internacional parece imperar una visión que confirma el hecho: las naciones desarrolladas tienen una conciencia ambiental superior a los países de ingreso medio y bajo. Incluso, la llamada maldición de los recursos naturales establece una relación entre el bajo nivel de desarrollo y la abundancia de bienes naturales ligado además a una falta de cuidado hacia la naturaleza.

“Una visión dual del sistema económico y ambiental en interacción ha sido el soporte de la economía ecológica, disciplina que considera a la economía como un subsistema del mundo natural finito”

Así, la discursiva medioambiental cotidianamente se concentra en personajes como Greta Thunberg, mujer europea que representa la conciencia ambiental y respalda los esfuerzos ecológicos de países desarrollados como Suecia. Si bien no es interés debatir los aportes de esta joven activista, muestra una tendencia maliciosa sobre quiénes son los culpables del daño ambiental y quiénes son los salvadores de la naturaleza.

Resulta importante destacar algunos elementos. Desde una perspectiva global los países desarrollados han consolidado su potencial gracias a las tasas de extracción de minerales, combustibles y biomasa de otras regiones del mundo. De acuerdo con los datos del Global Material Flows Database, durante 2019 Asia importó 54% de los flujos materiales existente, Europa representó 13%, Norteamérica 12%, América Latina y el Caribe 9%, África 6% y el oeste de Asía 3%. Es decir, no puede olvidarse la dependencia energética de las regiones avanzadas y en proceso de industrialización de la extracción de bienes del resto de economías y regiones del mundo. Adicionalmente, la huella ambiental de la población de mayores ingresos es diferencial. El 10 % más rico de la humanidad fue responsable de más de la mitad (52 %) de las emisiones acumuladas en la atmósfera entre 1990 y 2015 (OXFAM, 2020).

Posicionar el papel de los países desarrollados y los segmentos de ingresos altos respecto al daño ambiental permite replantear las responsabilidades diferenciadas, volviendo a estos grupos de ciudadanos igual o mayormente responsables del daño ecológico y no sólo a la población de aquellos países proveedores cuya ventaja competitiva son los bienes naturales. Asimismo, rompe con la idea heredada de la curva medioambiental de Kuznets donde elevados niveles de ingreso incide sobre mejoras en la calidad ambiental y mayor responsabilidad-conciencia ecológica.

Uno de los problemas del discurso medioambiental desde países desarrollados es su intento por deslindarse de culpas y responsabilidades ambientales, así como posicionarse como únicos ciudadanos de vanguardia sin reconocer que gran numero de sus empresas se vuelven exitosas gracias a la debilidad institucional en materia del cuidado medioambiental en los países receptores. Si no fuera por la posibilidad de contaminar y depredar a la naturaleza fuera de sus territorios, seguramente el valor agregado, niveles de empleo y estándares de vida distarían de las condiciones actuales.

Frente a esta visión dominante del activismo ecológico se posiciona una corriente que surge del conflicto distributivo. El “ecologismo popular”, también conocido “ecologismo de los pobres”, es un concepto que se encuentra en Ramachandra Guda (2002) y Joan Martínez-Alier (2004) y quienes reconocen luchas por la defensa del territorio frente a proyectos económicos destructivos de la naturaleza. Estas personas, en palabras de Alier (2007), son activistas ecológicos incluso sin ellas tener conciencia.

Desde la economía ecológica, el proceso económico se concibe a partir del metabolismo social. Este marco de referencia principalmente desarrollado por Toledo (2013) se refiere al espacio donde interactúan la naturaleza a fin de analizar simultáneamente los procesos sociales y ambientales. Cada sociedad cuenta con flujos de entrada, internos y salida de energía y materiales. Paralelamente, al interior ocurren ciclos de apropiación, transformación, consumo, distribución y excreción de los flujos energéticos y materiales disponibles. Mientras cada sociedad incremente la cantidad de servicios y mercancías generadas demandará mayores intercambios metabólicos interna y externamente, consolidando asimetrías del consumo, en las responsabilidades con el medio natural y entre naciones.

Por lo tanto, el conflicto ecológico-distributivo está ligado al crecimiento del metabolismo social de los países desarrollados y actualmente zonas de creciente industrialización como Asia. Las tensiones provocadas por el incremento en la demanda de bienes naturales no son resueltas desde la asignación de un precio de mercado o la valoración económica de cada bien en la naturaleza. Desde la ortodoxia económica no se cuenta con mecanismos de resolución de conflictos pues se trata de situaciones ajenas al mercado.

En efecto, la mayoría de los conflictos ambientales acontecen en regiones diversas en ecosistemas, flora y fauna donde la mayoría de la población es pobre. De acuerdo con Álvarez-Cantalapiedra (2011), el 75% de la población pobre del mundo vive en áreas rurales donde los medios de vida dependen principalmente de las condiciones climáticas. En consecuencia, la perturbación de los territorios a causa de actividades extractivas crea inconformidades en la población por vulnerar los significados y valorizaciones culturales apropiadas a la naturaleza.

Estas relaciones en el metabolismo socioambiental no caben en la lógica racional de la economía ortodoxa y la economía ambiental (Leff, 2003). Por este motivo, corrientes heterodoxas como la economía ecológica y la ecología política son campos de estudio y de acción para el análisis de las controversias creadas por la asimetría en el uso de los bienes naturales y los conflictos creados por la homogenización de la naturaleza como un valor mercantil.

El ecologismo popular es un movimiento de reapropiación de la naturaleza, exigencia por la justicia social y mayor igualdad entre la población pobre afectada por la creciente demanda energética-material y mayormente vulnerables frente a las consecuencias del cambio climático. A diferencia del movimiento ecológico “culto silvestre” donde los partidarios se interesan estrictamente en la preservación de la naturaleza por su estética, el ecologismo popular es una lucha protagonizada principalmente por gente indígena y campesina por el uso, acceso, y defensa de los bienes naturales (Martínez-Alier, 2004).

“Las tensiones provocadas por el incremento en la demanda de bienes naturales no son resueltas desde la asignación de un precio de mercado o la valoración económica de cada bien en la naturaleza”

Considerando este proceso, el ambientalismo latinoamericano se nutre profundamente del conocimiento de las poblaciones originarias que intenta crear servicios con valor agregado, enfrentarse a la desaparición de los valores culturales a consecuencia de las prácticas extractivistas y preservar el acceso a los bienes naturales (Martínez-Alier et al. 2012). En América Latina desafortunadamente cientos de activistas han sido asesinados por la defensa de su territorio y por la protesta activa contra proyectos predatorios. También, existen diversos proyectos locales para la recuperación de especies endémicas y la creación de esquemas económicos comunitarios enfocados en los cuidados del territorio, creación de empleo y excedente.

Conocer el activismo ecológico popular radica en la difusión de herramientas y medios informativos que den cuenta de los sucesos más actuales. Se cuenta con el Atlas de Justicia Ambiental, disponible gracias al trabajo de gracias al trabajo de Joan Martinez-Alier, Leah Temper y Daniela del Bene. El mapeo informa sobre los conflictos ambientales en todo el mundo clasificados por origen:  1) Nuclear, 2) Extracción de minerales de construcción, 3) Gestión de residuos, 4) Biomasa y conflictos por la tierra (gestión forestal, agrícola, pesquera y ganadera), 5) Combustibles fósiles y justicia climática/energética, 6) Gestión del agua, 7) Infraestructura y ambiente construido, 8) Turismo y recreación, 9) Conflictos por biodiversidad/conservación, 10) Conflictos industriales o servicios. Para conocer más al respecto, recomiendo a la audiencia un trabajo de mi autoría Visibilizando los conflictos ecológicos: el Atlas de Justicia Ambiental

Un espacio muy valioso donde se visibiliza los avances del ecologismo popular y desafortunadamente las batallas que enfrentan esta forma de activismo es Mongabay Periodismo Ambiental Independiente en Latinoamérica. El espacio dedica cotidianamente una serie de notas informativas sutilmente detalladas sobre la defensa del territorio en nuestra región. Adicionalmente, visibiliza el nombre de las y los protagonistas apoyándose de entrevistas, videos y material de muy alto valor.

Poner sobre la mesa el ecologismo popular no trata de menospreciar las diversas formas de protesta ambiental sobre la problemática climática que como especie estamos viviendo. Al final, en una realidad convulsa se agradece todo intento positivo de crear conciencia entre la población. Tampoco se busca romantizar e idealizar la relación entre las sociedades rurales latinoamericanas y la naturaleza ni deslindar a ningún segmento social ni país de la responsabilidad del cuidado del medio ambiente (nunca olvidando las responsabilidades diferenciadas). Desafortunadamente, algunas comunidades y países de ingreso bajo a partir de la mercantilización de los servicios ambientales y pautas son responsables del daño ecológico.

Hablar del ecologismo popular muestra una de las múltiples formas de activismo medioambiental desde las regiones marginadas de nuestro territorio y que no sólo desde los países desarrollados es posible hablar de un activismo ambiental. Sin necesidad de autonombrarse activistas, son personas que dedican su tiempo y esfuerzo a la defensa de su cosmovisión con relación al espacio natural. Corrientes heterodoxas como la economía ecológica y ecología política son campos teóricos para avanzar en la comprensión.  A medida que los foros internacionales y debates actuales integren y visibilicen a este grupo de activistas se podrá avanzar fuertemente en la solución de las problemáticas socioambientales.


*Bibliografía

Álvarez-Cantalapiedra, S. (2011). La civilización capitalista en la encrucijada. En S. Álvarez-Cantalapiedra (Coord). Convivir para perdurar. Conflictos ecosociales y sabidurías ecológicas (pp.17-36)Icaria Editorial

Daly, H.  (2005). Economics in a full world. Scientific american293(3), 100-107.

Georgescu-Roegen, N. (1971). The Entropy Law and the Economic Process. Harvard University Press.

Guha, R. (2002). Environmentalist of the Poor. Economic and Political Weekly, 204-207.

Husnain, M., Haider, A., y Khan, M. A. (2021). Does the environmental Kuznets curve reliably explain a developmental issue? Environmental Science and Pollution Research, 28, 11469-11485.

Leff, E. (2003). La ecología política en América Latina. Un campo en construcción. Polis. Revista Latinoamericana, (5).

Martinez-Alier, J. (2004). El ecologismo de los pobres: conflictos ambientales y lenguajes de valoración. Icaria Editorial.

Martínez-Alier, J. (2007). El ecologismo popular. Ecosistemas16(3).

Martinez-Alier, J., Baroudi, M., y Tafforeau, C. (2012). L’écologisme des pauvres, vingt ans après: Inde, Mexique et Pérou. Ecologie politique45(2), 93-116.

OXFAM (2020). Combatir la desigualdad de las emisiones de carbono. Disponible en https://oxfamilibrary.openrepository.com/bitstream/handle/10546/621052/mb-confronting-carbon-inequality-210920-es.pdf

 

Toledo, V. (2013). El metabolismo social: una nueva teoría socioecológica. Relaciones. Estudios de historia y sociedad34(136), 41-71.

Fuente de la información e imagen:  https://www.alai.info

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Mundo: La ONU entra en la campaña para proteger los humedales

Las Naciones Unidas conmemoraron por primera vez el miércoles 2 el Día Mundial de los Humedales, sumándose a las campañas para proteger esos ecosistemas en los que viven o se reproducen 40 % de las especies vivas.

“Los humedales sanos son fundamentales para la mitigación del cambio climático, la adaptación, la biodiversidad y la salud y prosperidad humanas”, expuso Leticia Carvalho, coordinadora de asuntos marinos y de agua dulce del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma).

Martha Rojas Urrego, secretaria general de la Convención sobre los Humedales (Convenio Ramsar, en vigor desde 1975) dijo que esos ecosistemas “aportan servicios por valor de 47 billones (millones de millones) de dólares al año, incluida casi toda nuestra agua dulce, alimentos, materias primas y medicinas vitales”.

“Pero a pesar de estos beneficios críticos, estamos perdiendo humedales tres veces más rápido que bosques”, apuntó.

Alrededor de 85 % de los humedales existentes para el año 1700 se habían perdido en el 2000, muchos de ellos drenados para convertirlos en zonas urbanizadas, agrícolas o para otros usos considerados productivos.

Su desaparición supone una amenaza existencial para cientos de miles de especies animales y vegetales, pues las existentes en los humedales se extinguen más rápido que las terrestres o marinas.

La Asamblea General de las Naciones Unidas decidió el año pasado que el 2 de febrero, fecha de la suscripción en 1971 de la Convención Relativa a los Humedales de Importancia Internacional, en la ciudad de Ramsar (Irán), se observase como Día Mundial de los Humedales.

Cubren aproximadamente seis por ciento de la superficie terrestre y, además de ser vitales para gran cantidad de especies animales, vegetales y conservación de aguas, se estima que unos 1000 millones de personas, uno de cada ocho habitantes de la Tierra, dependen de ellos para su subsistencia.

Además filtran la contaminación y son importantes depósitos de carbono.

“Almacenan más carbono que cualquier otro ecosistema, y sólo las turberas almacenan el doble que todos los bosques del mundo. Los ecosistemas de humedales interiores también absorben el exceso de agua y ayudan a prevenir las inundaciones y las sequías”, indicó Carvalho.

El Pnuma aprovechó este día para destacar cinco tipos de humedales prácticamente desconocidos como tales, el primero de los cuales es el de los artificiales, como los embalses y estanques de peces, que ayudan a enfriar el planeta y a absorber carbono.

Esas instalaciones aprovechan los procesos naturales de depuración de la vegetación, los suelos y los microbios para eliminar los contaminantes de las aguas residuales, y pueden servir como puntos de biodiversidad y escalas de migración.

Luego están las turberas del Ártico, pues el área alrededor del Polo Norte alberga casi la mitad del carbono orgánico del suelo del mundo, en gran parte en forma de turba permanentemente congelada.

Como en el Ártico se registra el mayor ritmo de calentamiento global, el gran temor es que, a medida que se derrita el hielo que las rodea, las turberas se degraden y emitan masas de dióxido de carbono (CO2) almacenado, así como metano, lo que podría provocar un punto de inflexión catastrófico en el cambio climático.

Luego están los “lagos de soda”, como el lago Van en Turquía y el Bogoria en Kenia, fuertemente alcalinos y que contienen agua no potable pero proporcionan valiosos servicios ecosistémicos, entre ellos codiciados minerales y enzimas.

Las marismas de agua salada o de marea, que se encuentran en las regiones costeras, son hábitats importantes para la vida silvestre, la reproducción de peces, el almacenamiento de carbono y la protección de las costas.

También están amenazados, y un estudio del Pnuma considera que “dependiendo de la cantidad de aumento del nivel del mar, entre 20 y 90 % de los actuales humedales costeros podrían desaparecer a finales de siglo”.

Finalmente están los bosques pantanosos, o ecosistemas forestales de tierras bajas, formados en suelos de turba, y se encuentran principalmente en Indonesia y Malasia.

Muchos de ellos han sido deforestados y desecados para dar paso a las plantaciones de aceite de palma, pero cada vez se reconoce más su valor como puntos calientes de vida silvestre y sumideros de carbono.

La buena noticia es que mejorar la gestión de los humedales aporta beneficios para la salud, la alimentación y la seguridad del agua, algo fundamental para la salud y el sustento de 4000 millones de personas que dependen de sus servicios.

Prácticamente todos los países del globo se han comprometido formalmente con la protección de los humedales, lo que recogen los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas para 2030.

En el ODS 6, garantizar la disponibilidad de agua y su gestión sostenible y el saneamiento para todos, la meta 6.6 establece “proteger y restablecer los ecosistemas relacionados con el agua, incluidos los bosques, las montañas, los humedales, los ríos, los acuíferos y los lagos”.

Fuente: https://rebelion.org/la-onu-entra-en-la-campana-para-proteger-los-humedales/

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Más de 100 sociedades de ciencias oceánicas se unen para advertir sobre los peligros del cambio climático

En un documento, más de 80 mil científicos de siete continentes, alertan sobre cómo el cambio climático antropogénico está afectando a los ecosistemas marinos y de agua dulce, llamando a evitar su mayor degradación.

Este año será crucial en lo relacionado al cambio climático. En Estados Unidos, el nuevo mandatario Joe Biden se ha inclinado por retornar al Acuerdo de París, el Pacto Verde Europeo está en marcha, y las promesas de alcanzar emisiones netas cero de China, Japón y Corea del Sur se están acercando a los objetivos establecidos por el acuerdo climático de 2015. Además, en noviembre de este año se realizará la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, considerada la última oportunidad para unificar la acción de los países en torno al tema.

Por ello, se cree que una vez recuperada la normalidad post pandemia, lo ocurrido debería ayudar a concentrar los esfuerzos entre los países para frenar el derretimiento de las capas de hielo, calentamiento y la acidificación de los océanos, y los cambios en los patrones de precipitación y el flujo de agua dulce, así como aliviar sus impactos. Pero la situación se hace insostenible.

El jueves pasado, la ONU declaró a 2020, junto con 2016, como el año más cálido de la historia. Y para el secretario general del organismo, Antonio Guterres, “el mundo se dirige hacia un aumento catastrófico” del calentamiento en este siglo”.

El año 2020 terminó con 1,25°C por encima del período preindustrial “y asistimos ya a fenómenos meteorológicos sin precedentes en todas las regiones y todos los continentes”, destacó Guterres, advirtiendo que “nos encaminamos hacia un aumento catastrófico de la temperatura de 3 a 5ºC en el curso del siglo 21”.

El Acuerdo de París tiene como objetivo mantener el calentamiento por debajo de +2°C, y si es posible en +1,5°C. Según la Organización Meteorológica Mundial, hay un 20% de posibilidades que este aumento supere temporalmente los 1,5°C antes de 2024.

Nuevos reclamos

Es por ello que, impulsadas por la urgencia de la situación, 111 sociedades de ciencias acuáticas, representando a más de 80 mil científicos de siete continenteshan emitido un comunicado sobre cómo el cambio climático antropogénico está afectando a los ecosistemas marinos y de agua dulce, llamando a evitar su mayor degradación.

Estas sociedades piden a los líderes mundiales y a la población que actúen para proteger y mantener los ecosistemas acuáticos mundiales y sus servicios, de los que todos dependemos. Se acaba el tiempo para controlar las emisiones, mejorar las medidas de adaptación y reducir otros estresores ambientales que actúan de forma sinérgica con el cambio climático.

“Los recursos acuáticos de todo el mundo se encuentran ahora bajo la mayor amenaza en la historia de la humanidad. El cambio climático causado por el hombre está acelerando la degradación de los ecosistemas acuáticos y los servicios que brindan. Los ecosistemas acuáticos se encuentran entre los más afectados en todo el mundo. Por ejemplo, en el caso de los ecosistemas acuáticos continentales, una medida de la biodiversidad, el índice planetario de vida para las poblaciones de especies, disminuyó un 83% de 1970 a 2014, mientras que, como ejemplo para los marinos, se prevé que hasta el 90% de los arrecifes de coral desaparecerán a mediados de siglo si continúan las tendencias actuales”, señala el documento.

“En los últimos años, las migraciones han aumentado y las tensiones geopolíticas se han exacerbado: entre 2008 y 2016, más de 20 millones de personas al año se han visto obligadas a desplazarse debido a fenómenos meteorológicos extremos, mientras que, según Naciones Unidas, en 2017 el agua era uno de los principales factores de conflicto en 45 países. Se espera que estos efectos negativos aumenten con las tendencias climáticas actuales. Por ejemplo, en los Estados Unidos, se estima que el daño económico relacionado con el clima alcanzará el 10% del producto interior bruto a finales de siglo. En Europa, el coste mínimo de no adaptarse al cambio climático se estima en 100 mil millones de euros por año en 2020 y en 250 mil millones de euros en 2050”, sentencia la declaración, firmada entre otros por la Sociedad Chilena de Limnología.

En relación a las respuestas necesarias para combatir el problema, los científicos afirman que “es necesaria una acción rápida para frenar drásticamente la liberación de gases de efecto invernadero, eliminar CO2 de la atmósfera y almacenarlo en ecosistemas naturales, para evitar las consecuencias más catastróficas del cambio climático causado por el hombre en los ecosistemas acuáticos, tanto marinos como continentales, de los que depende toda la humanidad”.

“Son necesarios objetivos mundiales y nacionales para proteger y restaurar ecosistemas sumideros de carbono, como las turberas, las praderas marinas y otros humedales que contribuyen a secuestrar carbono, y con ello prevenir emisiones de gases de efecto invernadero y reducir los impactos del cambio climático”.

“Se requiere una transición rápida hacia fuentes de energía y otros productos y servicios que no liberen gases de efecto invernadero, así como investigaciones y políticas que favorezcan una transición eficiente hacia una economia descarbonizada para frenar la degradación de los sistemas acuáticos. Todos los gobiernos podrían lograr dicha transición si actuaran inmediatamente con el asesoramiento de especialistas en tecnologías de energía verde, secuestro de carbono, marketing, educación, principios socioeconómicos y disciplinas relacionadas”.

“Si se hace de manera inteligente, el movimiento para reducir el cambio climático causado por la especie humana puede resultar en tecnologías avanzadas y novedosas; economías fuertes; ecosistemas acuáticos más saludables; mayor seguridad alimentaria y un incremento del bienestar humano”, señalan los firmantes.

 Fuente: https://www.latercera.com/que-pasa/noticia/mas-de-100-sociedades-de-ciencias-oceanicas-se-unen-para-advertir-sobre-los-peligro

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Entrevista a Santiago Martín:“Los ecosistemas sanos frenan la propagación de enfermedades; son la vacuna más eficaz”.

Entrevista/20 Agosto 2020/Autor: Yayo Herrero/insurgenciamagisterial.com

Santiago Martín Barajas (Teruel, 1962)  es ingeniero agrónomo y vive en Madrid desde los tres años. Trabaja en su propia empresa en temas de ingeniería ambiental. Lleva cuarenta años formando parte del movimiento ecologista –y lo que le queda– y ha reflejado esa trayectoria en un libro titulado Río Arriba. Ha querido escribirlo porque “cuatro décadas de vida dan para mucho y, de vez en cuando, es bueno mirar hacia atrás, hacer memoria y aprender de lo andado”.

Ccuarenta años de ecologismo. En 1977 te hiciste socio de Adena y empezaste tu andadura en las organizaciones ecologistas. Apenas unos años antes se había publicado el informe sobre los límites al crecimiento del Club de Roma, y hoy la situación es mucho peor de la ya terrible que vaticinaba aquel informe. ¿Cómo vives esto?

Me entristece que, a pesar del trabajazo que hemos metido y de todo lo que hemos avanzado en materia de protección y de legislación, el estado de los ecosistemas sea cada vez peor y la crisis ecológica sea cada vez mayor. Cuando yo empecé, no se nombraba el cambio climático, ni muchos de los otros problemas estructurales que tenemos ahora, aunque ya había científicos que los habían denunciado. Yo me involucré de forma muy activa en la conservación de los ecosistemas y de las especies. Y ahí hemos tenido muchas satisfacciones. Tengo que confesar que, a veces, prefiero no mirar los problemas estructurales y dedicar cada momento a defender el territorio concreto. Soy consciente de que están y de que afrontarlos suponen un cambio de mentalidad, de visión y de organización social absolutamente radical pero también de que, por el momento, no hay voluntad política u osadía para afrontar la situación desde las raíces. Alguien lo tiene que hacer y nosotros somos parte de ese alguien. Recuerdo que Ladis (un compañero y amigo de Aedenat y después de Ecologistas en Acción) siempre decía que los ecologistas tenemos mucha más razón de la que nos gustaría tener.

Pero además, la defensa del territorio concreto es clave. Ante los problemas climáticos y de desbordamiento físico que tenemos ahora, la supervivencia dependerá de mantener y conservar los cada vez más escasos espacios naturales que tenemos. Por eso, cada valle, cada río, por pequeño que sea, importa.

Tu vienes de un ecologismo conservacionista ¿Por qué es tan importante la conservación?

La preservación de la mayor cantidad de territorio es el legado que le dejamos a las generaciones que vienen para que puedan construir su presente. Que tengan posibilidades de vivir y acceder a recursos básicos, como el agua, la energía o la alimentación, dependerá de que defendamos esos espacios del cemento, de las macrogranjas, de la sequía estructural, de los proyectos especulativos delirantes o de la construcción de infraestructuras innecesarias. Hay que conservar el territorio, los ríos, los valles… Puede que dentro de unos años, con lo que está cayendo, la sociedad haya cambiado y sea consciente de lo que se juega. Entonces, la posibilidad de sobrevivir y reconstruir una organización social diferente pasará por esos valles, ríos y bosques que hayamos sabido y podido conservar. Si no, no hay opción.

La lucha contra el cambio climático y las desigualdades atroces se juega también en estas acciones, en lo micro. Los daños ambientales en muchos casos son irreversibles. La satisfacción de las necesidades, la justicia y la conservación no son cosas separadas.

¿Cómo te haces ecologista?

Desde muy pequeño me gustaba la naturaleza, los animales, las plantas. Según iba creciendo me di cuenta de cómo iban desapareciendo. Tendría diez o doce años y recuerdo que en Moralzarzal destruyeron un bosque para meter una urbanización. Yo me bañaba en el río Samuriel que venía desde Becerril y desembocaba en el embalse del Manzanares. Tuvimos que dejar de hacerlo porque se contaminó con las aguas residuales de Becerril.

Recuerdo que una vez, íbamos a Teruel y mi padre paró en una gasolinera. Había un guarda de finca y llevaba atado un tejón muerto en la parte de atrás de la moto. Yo nunca había visto un tejón. Pensé pero ¿por qué?, ¿por qué le ha matado?

A mi padre le gustaba la naturaleza. Me señalaba las aves rapaces cuando aparecían planeando , indicándome que eran águilas. Me fue entrando la curiosidad y el cariño por la naturaleza. En mi casa aprendí que había que moverse por lo que te importaba. Si no quería que todo desapareciese, yo también me tenía que hacer responsable de la conservación. Tenía que organizarme para defenderlo y actuar.

Hace unos días, en el curso de verano sobre cambio climático que ha organizado La Marea, Héctor Tejero señalaba que parte del movimiento ecologista ha sido maximalista y algo cenizo. Plantea que, dado el orden de las cosas, sin perder el norte, hay que apostar también por el pragmatismo. ¿Cómo ves tú esa relación entre el cambio de modelo y el pragmatismo?

Creo que hay que ser pragmático. No creo, la verdad, que se pueda decir que el movimiento ecologista no lo haya sido. Es verdad que tenemos un análisis y propuesta de conjunto ambiciosa, que no es que no sea pragmática, sino que apunta a la línea de flotación de la economía en la que vivimos, a la forma de resolver las necesidades y el consumo que es lo que, de fondo, se nos está llevando por delante. Pero teniendo eso claro, nos hemos metido en todos los charcos. No da igual que un valle se haya salvado a que haya sido destruido. No se puede perder el horizonte. Queremos salvar el planeta en sí mismo y para la población. Nunca he tenido problemas en reunirme con cualquiera, pero los objetivos siempre los he tenido claros. El estar en un grupo ayuda, Si tú te pierdes, los compañeros te ayudan a encontrarte de nuevo.

Recuerdo, por ejemplo, el grupo de trabajo que estudió el Plan Hidrológico Nacional en el seno del Consejo Nacional del Agua. Nos miramos 60.000 alegaciones, y analizamos el plan con sumo detalle. Como consecuencia de ese trabajo, metimos varios artículos en la ley que llevan vigentes desde hace 19 años. Echamos abajo 13 proyectos de grandes embalses. Eso significa que se salvaron trece valles. En ese proceso, aguanté recriminaciones, críticas e incluso alguna amenaza velada de regantes. Estuvimos en medio del choque entre gobiernos autonómicos. Improperios muchos. Discusiones acaloradas también.

Somos radicales en los planeamiento pero nos hemos sentado en mesas con gobiernos y representantes políticos de todos los colores, y digo todos. Hemos hablado con empresarios y con quien nos ha querido escuchar. Hemos presionado y negociado leyes y decretos frase a frase y hemos conseguido algunos logros. Hemos elaborado proyectos y protocolos que le hemos dado hechos a la administración y que han aprobado y aplicado. Hemos realizado cientos de estudios rigurosos, hasta tal punto que las propias administraciones públicas los han tomado como referencia. Nos hemos metido en todos los charcos que se nos han puesto delante. No hay denuncia o juicio por corrupción en el que no estemos personados. Y nuestros abogados y abogadas, todas ellas activistas, han conseguido doblarle el brazo a corruptos que tenían a los mejores bufetes de abogados detrás. Otra cosa es que las sentencias se cumplan.

No perdemos el norte de dónde están los problemas estructurales, pero eso no ha impedido que nos hayamos arremangado y entrado en las cosas más prácticas de forma pragmática… Ha sido una satisfacción y creo que es un trabajo útil. Creo que merecía la pena y a mí desde luego me compensa.

Insisto, no hay nada más pragmático que saber que te moviste para preservar un río, un valle o un espacio público en la ciudad y que ese valle seguirá ahí porque nosotros y nosotras nos movimos para defenderlo.

¿Cuáles han sido los peores momentos, los que te han hecho sufrir?

Que los regantes o los cazadores te llamen de todo la verdad es que no me afecta mucho. Pero sí que me ha dolido perder algunas campañas en las que invertimos mucho tiempo y energía: Riaño, Itoiz, el desdoblamiento de la M-501… No es que me hayan hecho sufrir, pero sí que me preocuparon, sobre todo por mi familia, algunas campañas de acoso y amenazas. Cuando todo el follón del desdoblamiento de la M-501, un periódico de la Sierra Norte (en 2006) sacó su número y en la portada en letras enormes ponía Santiago Martín Barajas: enemigo público de la Sierra Oeste. La revista se regalaba en los ayuntamientos y comercios, y la portada se colocó en los tablones de anuncios de bastantes ayuntamiento de la zona, incluyendo el del pueblo donde vivo. Finalmente los tribunales nos dieron la razón. El desdoblamiento era ilegal, pero hacía varios años que Esperanza Aguirre lo había inaugurado. De todos modos, lo que llevo peor son los problemas internos de las organizaciones. Es mi talón de Aquiles. Al principio lo único que veía eran escisiones y eso lo llevaba fatal.

Fuiste una de las personas clave para la conformación de Ecologistas en Acción…

Yo entré en Aepden (Asociación Ecologista para la Protección de la Naturaleza) a finales de 1979. En los años siguientes me di cuenta de que el movimiento ecologista estaba atomizado y era poco eficaz. Volvemos a lo de antes del pragmatismo, el ecologismo no era un fin en sí mismo, tenía sentido solo si se conseguían cosas. Apostamos por la unificación del movimiento por razones fundamentalmente de eficacia. Yo no veía diferencias ideológicas insalvables, más bien transformábamos problemas de egos en diferencias ideológicas. Trabajamos mucho, yo lo hice sobre todo con Theo Oberhuber , para unificar, primero a través de la Coda (Coordinadora para la Defensa de las Aves, que después pasó a llamarse Coordinadora de Organizaciones de Defensa Ambiental) y luego ya en la constitución de Ecologistas en Acción. Lo empezamos a gestar a finales de los ochenta y lo conseguimos en 1998.

La clave fue el respeto a la gente y las ideas de los demás. Fue compleja la unificación pero lo que vino después no fue tampoco fácil, cuando hubo que mantener lo unificado y surgían los conflictos. Ahí aprendimos que la mediación y el abordaje de los conflictos era muy importante. Tuvimos que ir aprendiendo y hubo compañeros y compañeras que, con mano izquierda y no dejando pudrirse las cosas, ayudaron a conseguirlo. La constitución de Ecologistas fue muy satisfactoria. La mayor parte de los colectivos que se quedaron fuera hoy ya no existen. Se ha ido incorporando mucha gente joven al colectivo y hoy podemos decir que no desaparecerá según se vayan ‘jubilando’ los activistas más mayores.

La confederación supuso también el encuentro entre un ecologismo conservacionista y otro más político que anteriormente estaban separados e incluso algo enfrentados.

Con el tiempo fuimos penetrando unos en las ideas de otros y aprendimos mutuamente. Todos fuimos acercando nuestras posturas y entendiendo que las dos miradas eran complementarias. No había posibilidad de conservar nada en un sistema económico que lo transforma todo en mercancías, ni había posibilidad de construir un mundo alternativo sin tierra, agua, biodiversidad… Recuerdo especialmente los debates y la relación con Ramón Fernández Durán y Ladislao Martínez, dos compañeros que ya no están. Con los dos tuve muy buena relación. De Ramón apreciaba su inteligencia ligada a una coherencia personal impresionante. Era una persona tremendamente valiosa. Ladis también era muy inteligente, aportaba un gran empuje, y tenía una enorme capacidad para crear plataformas y mover gente.

Ahora, la diferencia entre los “pajareros”, que nos llamaban así, y los de la ecología política ya apenas existe. Ha sido una homogeneización enriquecedora. Hay veces que la homogeneización pasa por perder riqueza y dejarte casi todo por el camino. Aquí no. Todos hemos ido asumiendo. Ese es el mayor valor. Creo que lo hemos conseguido porque hacemos cosas en común: las manis, los proyectos, las acciones , los informes, las fiestas, salir de vez en cuando al campo… Lo ves de otra manera si hay aprecio. También por el tiempo que se le ha metido a la mediación y resolución de conflictos. Lo que hemos conseguido permite que podamos llegar prácticamente al último rincón de España, donde casi siempre hay un pequeño grupo de Ecologistas en Acción.

Llama la atención que en el movimiento ecologista casi todas las personas de más edad sean hombres. Son muy pocas las mujeres que han aguantado ¿por qué?

Se ha producido un cambio espectacular. En los ochenta teníamos la teoría clara pero la realidad era la que era. A las mujeres se las relegaba a puestos muy poco visibles. Nosotros creíamos que eran ellas las que se autorrelegaban, luego vimos que no era así, que las formas de relacionarnos eran importantes y que para dejar hueco había que quitarse de en medio. Entonces, teníamos muchas compañeras potentes pero la mayor parte de las que pintaban pancartas eran mujeres y nosotros teníamos las tareas más visibles. Mi compañera llevó la tesorería muchos años, la colocación de stands en ferias y similares, y yo no hubiera dedicado el tiempo que he dedicado al activismo si ella no hubiese asumido una buena parte de la organización cotidiana de nuestra casa.

Para cambiar ha sido fundamental la llegada de mujeres feministas a la organización. Ellas se han dado la palabra y se han dado visibilidad, aunque hay que estar vigilantes porque, en cuanto nos despistamos, se puede volver a lo de antes. Nosotros en las cosas más visibles y ellas en las menos visibles. Esta organización se ha enriquecido mucho con la presencia masiva de mujeres.

Has tocado muchos “palos ecologistas”, pero tu línea de trabajo más constante ha estado vinculada al agua ¿cómo está ahora la situación?

En nuestro país, los recursos hídricos disminuyen a causa del cambio climático pero el regadío no para de crecer. Supone más del 85% del consumo. Vivimos al día con el agua. Antes, los embalses eran almacenes, ahora son prácticamente estaciones de transferencia. Hemos tenido una primavera lluviosa este año pero los embalses están más de siete puntos por debajo de la media anual. Como falle una primavera y un otoño seguidos, sufriremos un colapso hídrico y tendrá que haber cortes de agua en núcleos de población importantes. Cuando el Plan Hidrológico ya advertíamos de ello. Recuerdo una reunión de la Comisión Permanente del Consejo Nacional del Agua en la que estaba el consejero de Agricultura de Murcia y, después de que yo dijese que no se había tenido en cuenta la reducción de recursos hídricos a causa del cambio climático, interrumpió y dijo que eso del cambio climático era una tontería y que lo único que se había publicado hasta el momento sobre el tema eran poco más que “hojas parroquiales”. Qué peligro que nos gobierne gente que llama a los informes científicos hojas parroquiales…

¿Resolvería el problema hacer más embalses?

Es un mantra repetido lo de hacer más embalses, pero la construcción de los mismos no implica que esa agua aparezca como por arte de magia. No llueve más ni hay más agua por construir más embalses. Hay que pensar en la utilización racional del agua, en las necesidades reales y más con el cambio climático que se está produciendo.

¿Y la desalación?

La desalación no es una solución. Se puede recurrir a ella puntualmente, en caso de apuros, pero no es una solución estructural. Por una parte se genera un problema de vertidos de salmuera (70 gramos de sal por litro). Esos vertidos al ir a parar al mar, liquidan las praderas de posidonia y expulsan a los peces. Además está el problema del consumo energético, ya que hay que quemar carbón o fuel para desalar, lo que conlleva un incremento de las emisiones de gases de efecto invernadero. No puede ser un continuo, puede ser un apoyo puntual. Si las metemos de forma continua, lo único que conseguiremos es estimular el crecimiento de las demandas y generar un efecto rebote. Se disparará aún más el consumo de agua.

Tenemos ya más de 4.000.000 de hectáreas de regadío. No debería haber más de 3.000.000. Con esa cantidad se puede dar de comer a toda la población y sigue quedando parte para la exportación. Si no se reajusta el riego a lo físicamente posible, se reconvertirá por las malas, cuando llegue la siguiente sequía plurianual.

El problema está en que la conservación del planeta es incompatible con un crecimiento económico ilimitado, y establecido como principal objetivo. Esto hay que tenerlo claro. Porque si no, lo que sucede es que se agravan los problemas y se agudizan las desigualdades.

Otro de los temas sobre los que insistes recurrentemente es la importancia de la biodiversidad…

Sí. Estamos viviendo una pérdida de biodiversidad aceleradísima. Es tirar piedras contra nosotros mismos. La pérdida de biodiversidad supone perder un patrimonio genético irrepetible e irrecuperable que nos ha servido y nos puede seguir sirviendo para curar enfermedades, producir alimentos en ámbitos climáticamente hostiles, para la fabricación de útiles de todo tipo, etc.

En los años setenta u ochenta, ya no me acuerdo, había un anuncio en la tele que decía “el ser humano ha llegado a la luna, ha creado ciudades inmensas, pero somos incapaces de fabricar una flor.” Perder biodiversidad supone condenar a montones de personas de antemano. Los ecosistemas sanos frenan la propagación de enfermedades, son la más eficaz vacuna.

Cada especie que se extingue, significa que desaparece para siempre el fruto de un proceso evolutivo de miles de años. Me resulta tremendo pensar en la extinción de algo que estuvo vivo durante milenios en apenas unas décadas. ¿Quiénes somos nosotros para hacerla desaparecer?

¿De qué te sientes especialmente orgulloso?

Es un orgullo haber podido contribuir a la conservación y mejora de muchas áreas naturales. He dedicado, con otros, muchos y muchas, años a ello. Comarca a comarca, laguna a laguna, río a río, monte a monte, hemos ido consiguiendo territorios liberados para la vida natural. Pero uno de los proyectos que me ha hecho más feliz ha sido la renaturalización del Manzanares. Una buena parte de la actividad ecologista tiene que ver con oponerte a las burradas que se hacen sistemáticamente y a nadie nos gusta el conflicto. Este fue un proyecto en positivo. No nos hemos tenido que enfrentar con casi nadie. Teníamos la intuición de que funcionaría y la naturaleza ha estado a la altura, e incluso ha superado nuestras expectativas. Se ha generado un bosque de ribera espectacular. Ahora los madrileños y madrileñas nos felicitan. Gente de más de ochenta años que pasea por allí y te dice que nunca había mirado al río y que se sienten orgullosas de él. Ahora todos los grupos municipales apoyan plenamente el proyecto de renaturalización.

Fuente: https://insurgenciamagisterial.com/los-ecosistemas-sanos-frenan-la-propagacion-de-enfermedades-son-la-vacuna-mas-eficaz/

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La naturaleza no podrá cuidarnos en los próximos 30 años

Por: Agencias SINC

El primer estudio sobre las contribuciones de los ecosistemas a la humanidad refleja que la capacidad de la naturaleza para satisfacer las necesidades de la gente está disminuyendo. El informe asegura que dentro de 30 años, más de 5.000 millones de personas –en la actualidad viven 7.600 millones– sufrirán la inseguridad alimentaria, la contaminación del agua y el aumento de tormentas costeras.

La naturaleza aporta numerosas necesidades básicas al ser humano, como los servicios de los ecosistemas, que nos aseguran agua limpia o alimentación. Sin embargo, el creciente impacto mundial en el medio ambiente ha provocado una disminución de estos sistemas.

Por eso, la Plataforma Intergubernamental de Políticas Científicas en Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES, por sus siglas en inglés), ha elaborado un informe para determinar cómo de importante es la naturaleza para los seres humanos y quiénes corren más peligro si dejan de cuidarla.

Los resultados confirman que, en los próximos 30 años, es posible que más de 5.000 millones de personas tengan que enfrentarse a la contaminación del agua, el aumento de las tormentas costeras y la inseguridad alimentaria.

Rebecca Chaplin-Kramer, investigadora de la Universidad de Stanford (EEUU) y principal autora del estudio, explica que los países en desarrollo de África y Asia meridional serán los más afectados por estos impactos.

Análisis a escala global

Para llevar a cabo la investigación, se desarrolló un modelo de alta resolución y a escala global, que capta de manera única tanto el ‘lado de la oferta’ (las aportaciones de la naturaleza a las personas) como el ‘lado de la demanda’ (las necesidades de la gente).

Donde la gente necesita más la naturaleza, la capacidad de esta para satisfacer esas necesidades está disminuyendo

Los científicos evaluaron las tendencias en la calidad del agua, la polinización de los cultivos y la protección de las costas en tres posibles escenarios futuros.

Así concluyeron que en el futuro sufriremos la inseguridad alimentaria relacionada con la deficiente polinización de los cultivos, la escasez de agua limpia y el aumento de tormentas costeras severas provocadas por la erosión y las inundaciones.

Además, los resultados muestran que donde la gente necesita más la naturaleza, la capacidad de esta para satisfacer esas necesidades está disminuyendo.

Se trata del primer modelado global de las aportaciones que la naturaleza hace a las personas y sus conclusiones son determinantes. “Este artículo ofrece una imagen única y profundamente preocupante de las cargas sociales que soportará la pérdida de la naturaleza”, escribe Patricia Balcanera en Perspective. El informe se ha lanzado para concienciar de la magnitud del problema.

Referencia bibliográfica: 

Rebecca Chaplin-Kramer et al. “Global modeling of nature’s contributions to people”. Sciences. 10 de octubre de 2019. DOI:

Fuente e Imagen: https://www.tercerainformacion.es/articulo/ciencia/2019/10/11/la-naturaleza-no-podra-cuidarnos-en-los-proximos-30-anos

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El calentamiento global transformará la faz de la Tierra

Por: tendencias 21

En 200 años casi todos los ecosistemas sufrirán profundas transformaciones

 

El 67% de los ecosistemas vitales de la Tierra están amenazados por el cambio climático y pueden sufrir una gran transformación en los próximos 200 años, según una investigación en la que han participado 42 científicos de 9 países. La Tierra se calentará tanto como hace 10.000 años y gran parte del carbono vegetal se liberará a la atmósfera.

Ls bosques, desiertos y ecosistemas vitales de la Tierra están en peligro de sufrir una grave transformación debido al calentamiento global, según un estudio realizado por 42 científicos de nueve países que publica la revista Science.

Algunos de estos cambios ya se han iniciado en el suroeste de Estados Unidos, donde los incendios forestales están destruyendo los bosques y extendiendo las zonas de matorrales.

Durante más de cien años, estos cambios se extenderán a las sabanas, desiertos y bosques de todo el mundo, y alterarán los ecosistemas y pondrán en peligro la vida vegetal y animal en todo el mundo, particularmente en Europa y Estados Unidos.

El estudio analizó  registros de polen y fósiles de plantas de 594 sitios del mundo (excepto la Antártida) y realizó la más completa compilación de vegetación y otros datos desde la última glaciación (hace unos 21.000 años) hasta la era preindustrial.

A continuación proyectó lo que podrían cambiar los ecosistemas planetarios en el futuro a medida que la Tierra se calienta como consecuencia del aumento de emisiones de gases de efecto invernadero, para comparar lo que pasó en el planeta antes de la revolución industrial con lo que ha pasado en los últimos 200 años.

El estudio estableció que nuestro planeta  se calentó entre 4ºC y 7ºC  desde la última edad de hielo hasta el Holoceno temprano (hace unos 10.000 años). Las proyecciones climáticas indican que, si no se reducen las emisiones de gases de efecto invernadero, la Tierra se calentará en una proporción similar en los próximos 100 a 150 años.

Los investigadores estiman que más del 67% de la vegetación podría sufrir cambios profundos dentro de un siglo si continúa el calentamiento global. Otro 26% de la vegetación planetaria lo haría de forma más moderada. América del Norte, Europa y América del Sur, las que más se han calentado desde la última glaciación, serán las más afectadas.

Esta estimación se considera conservadora porque el calentamiento natural que tuvo lugar desde la última glaciación se produjo en un espacio de tiempo que duró entre 10.000 y 20.000 años, mientras que los cambios previstos en el estudio van a tener lugar en unos 150 años.

Cambios en la vegetación

Para llegar a estas conclusiones, los investigadores usaron datos paleo-climáticos de varias fuentes para inferir los aumentos de temperatura responsables de los cambios de vegetación observados en los fósiles. Eso, a su vez, les permitió calcular cómo varios niveles de calentamiento futuro afectarían a la vegetación del planeta y a sus ecosistemas.

«Usamos los resultados del pasado para ver el riesgo del futuro cambio en los ecosistemas», explica Connor Nolan, autor principal de la investigación, en un comunicado. «Descubrimos que a medida que aumentan las temperaturas, hay riesgos cada vez mayores de un mayor cambio en los ecosistemas».

En un escenario de emisiones de gases de efecto invernadero como el actual, la probabilidad de cambio de vegetación a gran escala es mayor del 60 por ciento. Pero si las emisiones de gases de efecto invernadero se reducen a los niveles previstos en el Acuerdo de París, la probabilidad de un cambio de vegetación a gran escala es inferior al 45 por ciento.

Gran parte del cambio podría ocurrir durante el siglo XXI, especialmente cuando la perturbación de la vegetación se vea amplificada por otros factores, como los extremos climáticos, la mortalidad generalizada de plantas, la fragmentación del hábitat, las especies invasoras y la recolección de recursos naturales. Es probable que los cambios continúen hasta el siglo XXII e incluso más allá, advierten los investigadores.

Atención al carbono
Los investigadores llaman la atención sobre una de las consecuencias más graves de estos cambios: la liberación de las grandes cantidades de carbono que en la actualidad se almacenan en las plantas y suelos de los ecosistemas terrestres que pueden ser destruidos por el calentamiento global.»Gran parte del carbono ahora encerrado por la vegetación en todo el planeta podría ser liberado a la atmósfera, lo que amplificaría aún más la magnitud del cambio climático», señala Jonathan Overpeck, otro de los investigadores.

Los autores dicen que su enfoque paleo-ecológico basado en la base empírica proporciona una perspectiva innovadora sobre el cambio de la vegetación impulsado por el clima, una perspectiva que complementa estudios previos basados ​​en el modelado y las observaciones.

Destacan que las predicciones de estos diversos enfoques están convergiendo, lo que «fortalece la inferencia de que los cambios climáticos proyectados impulsarán grandes transformaciones de los ecosistemas», escribieron los autores.

«Es un gran desafío que nosotros, como nación y como comunidad global, necesitamos tomar más en serio», dijo Overpeck.

Referencia

Past and future global transformation of terrestrial ecosystems under climate change. Connor Nolan et al. Science, Vol. 361, Issue 6405, pp. 920-923. DOI: 10.1126/science.aan5360
Fuente: https://www.tendencias21.net/El-calentamiento-global-transformara-la-faz-de-la-Tierra_a44732.html
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La patria es ahora

Ilka Oliva Corado

Cuando ganó las elecciones Otto Pérez Molina, pensé que Guatemala había tocado fondo, una sociedad que fue incapaz de enjuiciarlo por los crímenes de lesa humanidad lo estaba llevando a la presidencia, aquello fue una puñalada por la espalda a los familiares de las víctimas y una falta a la Memoria Histórica y a la dignidad, de por sí.

Nos lo tuvimos que calar hasta que a saber ni cómo la justicia empezó a resollar, una justicia vapuleada, mancillada, desaparecida, enterrada en cuanta fosa clandestina existe en la historia guatemalteca. Una mancilla con rostro de niños agonizando por hambruna, de niñas vulneradas en lo más puro de su ser, de campesinos y jornaleros explotados históricamente. De miles de migrantes que en el desarraigo de la diáspora y el sacrificio de las remesas, sueñan con el retorno a la patria que los echó.

Lo imposible sucedió en Guatemala, el genocida Pérez Molina fue presidente. Caímos hondo.

Pensé que habíamos tocado fondo pero por el contrario, el acabose fue que se rajaron a ir a por una Asamblea Nacional Constituyente (porque decir revolución ya son palabras mayores) y en nombre de Dios y el petate del muerto votaron por Jimmy Morales, que era peor que Pérez Molina, por solapar el Genocidio negándolo y el oportunismo de ultrajar una vez más a ese suelo que ha visto correr tanta sangre. Desleal a la patria, a la identidad y afín a la injusticia y a la corrupción. Un personaje dantesco ad hoc a esa parte de la sociedad fanática y manipulable, en nombre del odio y el petate del muerto.

De esa sociedad recalcitrante ya no sorprende nada, es la alfombra por donde desfilan los que hacen de la fe y la doble moral las armas más poderosas para saquear a un pueblo. Ya vimos en lo que resultó el flamante “ni corrupto ni ladrón.” Ya no se puede caer más hondo, llegamos al culo del abismo, es hora que nos saquemos las estacas, nos levantemos y nos pongamos de pie, por dignidad colectiva.  Guatemala necesita una revolución, cortar de raíz con la impunidad, con la corrupción, con el tuétano de la miseria en el país.

El momento es éste, y las revoluciones se pueden hacer de muchas maneras, pero necesitamos cambiar patrones, necesitamos indignarnos de verdad, necesitamos sentir en carne propia el oprobio que viven los más golpeados del sistema. Necesitamos dignificarnos colectivamente. Para cambiar Guatemala no es suficiente ir a gritar los sábados e ir a sonar bacinicas con chinchines dos horas frente al Congreso.

Guatemala no se cambia retuiteando y haciendo reventar las redes sociales con cuanta palabrería sale de la comodidad de estar atrás de una pantalla de computadora o teléfono celular, redes sociales a las que poca parte de la población tiene acceso. Nos convertimos campantes, en revolucionarios de redes sociales, donde no hay mayor esfuerzo que el teclear una oración o un párrafo. Compartir una fotografía o un video. En ese mundo paralelo a la realidad. Y con eso sentimos que ya pusimos nuestra dosis diaria de amor a la patria. La patria, que deambula en cada cargador de bultos, en cada huele pega, en cada niño encerrado en una cárcel porque el Estado lo abandonó.

La patria que llora en cada feminicidio, en cada árbol arrancado, en cada río envenenado. La patria que llora cuando se mutila ecosistemas en nombre de minerías y limpiezas sociales. Cuando se escupe la cultura y se le pisotea, en nombre de convenios y carencias.

Una patria a la que hemos maltratado, una patria que no merecemos. Unos por hacer y otros por solapar.

Celebrar la impunidad, celebrar la corrupción en nombre de religiones y doble moral, nos convierte en igual de corruptos. Ser revolucionarios de redes sociales, tampoco nos dignifica colectivamente. Es pura pantalla nada más. Aquí la pregunta obligatoria es, ¿14 millones de guatemaltecos se van a dejar majear por 105 diputados y una clica criminal que se cubre cada vez que puede, con el petate del muerto?

Es ahora, la patria es ahora. Guatemala se merece reverdecer.

Fuente del articulo: https://cronicasdeunainquilina.com/2017/09/13/la-patria-es-ahora/

Fuente de la imagen: https://cronicasdeunainquilina.files.wordpress.com/2017/09/21731579_1698361696841883_7674523669635408153_o.jpg?w=166&h=289

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