Uruguay/26 junio 2017/Fuente: MBA America Economia
En la última década cerraron en promedio cinco escuelas rurales por año, debido a la caída de la población en esas zonas; hay 24 centros con un único alumno.
La historia de Hilario Caetano habla mucho de aquel Uruguay de fines de la década del 20. Ese hombre, que no era maestro, se las ingeniaba para enseñarle a los niños de la zona a leer, a escribir y a hacer cuentas. Aquella vieja escuela que él mismo construyó sobrevivió varias décadas hasta que finalmente cerró sus puertas este año.
Hace pocos días, el bisnieto de Caetano no pudo evitar sentir una gran tristeza cuando pasó frente al lugar que supo ser el escenario no solo de recreos ruidosos, sino también de fiestas populares a las que asistía todo el vecindario.
El pasto largo evidenciaba que ya no había niños correteando por allí, como los que veía Hilario a principio de siglo y los que disfrutaban otros maestros hasta hace poco. El descendiente de aquel maestro por vocación no es otro que el intendente de Cerro Largo, el nacionalista Sergio Botana.
«Sentí un gran dolor cuando me enteré de la noticia y cuando paso por ahí me vuelve a invadir ese sentimiento», dijo el jerarca. La realidad de la escuela 70 de aquel pequeño pueblito de Cerro Largo no es, ni por asomo, aislada. A causa de la falta de alumnos, en la última década han cerrado en promedio cinco escuelas cada año.
¿A qué se debe ese hecho? A la ya conocida (y creciente) emigración del campo a la ciudad. Las cifras son elocuentes. En 1985, vivían en el campo 374.154 personas, un 12,7% de la población total. Once años más tarde, en 1996, la cifra ya había descendido a 291.686 (9,2%) y en 2011 residían en zonas rurales solo 175.614 (5,3%).
El consejero de Primaria, Héctor Florit, aportó otros datos que ayudan a dimensionar la crisis de la educación rural. «En la década del 60, teníamos 60.000 alumnos en las escuelas rurales. Hoy hay 16.000», dijo el jerarca. Hoy en día hay 1.105 escuelas rurales en Uruguay, pero el promedio de alumnos en ellas es cada vez más bajo.
«Yo cuestiono el cierre de las escuelas. La escuela es el centro social en la campaña», dijo el intendente de Cerro Largo, Sergio Botana
De hecho, hay 24 que tiene un único alumno. Otras 42 cuentan con tan solo dos estudiantes, al tiempo que hay otras 72 con tres asistentes.
Las autoridades afirman que hacen todos los intentos por evitar el cierre de las escuelas del interior profundo, pero a veces resulta imposible mantener sus puertas abiertas.
«Una escuela cierra cuando hay cero alumno. Ese es el único criterio, no hay otro», dijo Florit. De hecho, han mantenido algunos centros educativos abiertos sin alumnos por un período breve, en casos en los que saben que hay un niño en la zona que pronto será inscripto para estudiar.
A veces, administrativamente, puede ser más eficiente dejar las puertas abiertas en vez de cerrar todas las cuentas (luz, agua, teléfono) y volver a darles de alta pocos meses después. «Hacemos reuniones con los vecinos y un censo en la zona a ver si hay algún niño próximo a hacer la escuela», explicó Florit.
La otra realidad
La cada vez más evidente falta de alumnos no es la única realidad de las escuelas rurales hoy. En forma silenciosa, en centenares de sitios perdidos en el medio del campo, cada día, temprano en la mañana, llega el maestro y espera a los alumnos (o al alumno).
“Ahora vamos a lavarnos las manos porque vamos a comer”, le dijo a los niños Rossana Montero, la directora de la escuela 7 del paraje Paso del Bote, una zona rural ubicada cerca de Los Cerrillos, en Canelones. Unos minutos antes, con la paciencia que solo un maestro de escuela puede tener, Montero recorría uno a uno los bancos de sus alumnos ayudando a los estudiantes. “Maestra, ¿está bien lo que hice?”, le preguntó una niña peinada con dos colitas luego de mostrar el cuaderno en el que había dibujado una brújula. “Está muy bien”, respondió Rossana con una sonrisa en su rostro este jueves, cuando El Observador concurrió a la clase.
«Creo que la educación rural tiene mucho que aportar al pienso de la educación en general», dijo Rossana Montero, maestra/directora de la escuela 7 de Paso del Bote.
La escuela, que cuenta con 15 alumnos, está repleta de detalles que la hacen acogedora. Además de su perfecta limpieza, sus paredes pintadas de colores vivos y su hermosa huerta, hay un intento porque los niños sientan que tienen su lugar. Con el nombre de cada uno de ellos inscripto, hay bolsas de telas colgadas de las paredes en las que los alumnos pueden guardar sus materiales. A su vez, una colorida cartelera recuerda sus cumpleaños.
La historia de la escuela ya ha atravesado tres siglos. Comenzó sus actividades en 1875, en los tiempos de la reforma vareliana. Desde entonces, varias generaciones de las familias de la zona han aprendido allí.
La zona, por la que pasó José Artigas junto a sus paisanos en el éxodo de camino al norte, tenía a fines del siglo XIX las condiciones perfectas para contar con una escuela. Los campos pertenecían a Dalmiro Veracierto, una gran personalidad de ese lugar. “Había muchísima gurisada y no había ninguna escuela en la zona”, dijo la directora. Entonces, un vecino llamado Julián prestó un rancho y un vecino ilustrado de apellido Achía comenzó a enseñar.
16.000 son los niños que concurren actualmente a las escuelas rurales de todo el país entre educación inicial y sexto de escuela. En la década del 60, la cifra ascendía a 60.000.
Tiempo más tarde, otra vecina prestó un viejo galpón, que aún está en pie y pertenece a la abuela de una de las alumnas. En 1912, se construyó por primera vez una edificación pensada para ser una escuela y, desde entonces, allí hay clases cada día. En sus tiempos de auge, llegó a tener una matrícula de 120 alumnos.A las 12, los niños se sentaron a la mesa a almorzar un sopón con verduras, fideos y carne que cocinó Irma, quien trabaja hace 30 años en la escuela. De postre, hubo bananas.
“¿Me puedo ir a lavar los dientes?”, preguntó una alumna. “Si, pero bien cepilladitos”, le contestó la maestra, enseñando el gesto correcto con su mano derecha. Poco después, sobre las 13, llegó la hora de la despedida. Uno a uno, la maestra saludó con besos y abrazos a los alumnos, hijos de trabajadores de tambos, de plantaciones hortícolas y del frigorífico Las Piedras. Rossana defendió el modelo de cercanía que logra con los niños. “Yo trabajé en Montevideo toda mi vida y venir acá era un desafío. Creo que la educación rural tiene mucho que aportar al pienso de la educación en general”, dijo.
Tras grupos más numerosos
A juicio de las autoridades de la educación, no es positivo que haya uno o dos niños estudiando solos en una escuela, porque hay varias experiencias que no viven y eso no es bueno para su aprendizaje. Por ese motivo, hay una experiencia en marcha en cuatro departamentos (Tacuarembó, Cerro Largo, Paysandú y Rivera) en los que se agrupa a varios alumnos en una única escuela. Por ejemplo, los niños de la escuela 44 de Cerro Largo ahora están yendo a la 60 en un ómnibus.
Esa decisión fue resistida por varios padres, quienes tuvieron reuniones con los jerarcas de Primaria de la zona. Sus gestiones no tuvieron el éxito deseado. Como se verá, las escuelas rurales corren el riesgo de desaparecer pero aún hay quienes se aferran a un sueño como aquel, que en la década del 20, soñó don Hilario.
Las cifras
- 24 Escuelas tiene un solo alumno
- 42 Escuelas tiene dos alumnos
- 72 Escuelas tiene tres alumnos
- 81 Escuelas tiene cuatro alumnos
- 83 Escuelas tiene cinco alumnos
- 79 Escuelas tiene seis alumnos
Fuente: http://mba.americaeconomia.com/articulos/reportajes/las-escuelas-rurales-uruguayas-luchan-por-sobrevivir