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“La educación no cambia el mundo: cambia a las personas que van a cambiar el mundo”. Esta frase del pedagogo brasileño Paulo Freire sintetiza la importancia de la enseñanza para la sociedad. ¿Podremos mejorar la salud del planeta a través de la educación ambiental?
La educación ambiental puede cambiar el mundo. Lo transforma de manera individual, reforzando el perfil de cada persona a través del fomento de valores, pero, sin duda, también de manera global. Solo así seremos capaces de construir un mundo mejor. No se trata de una frase hecha o de un eslogan. Es una realidad que, con el retorno a las aulas, adquiere un mayor significado. En especial en este nuevo e ilusionante curso escolar en el que la pandemia, las medidas y los protocolos de protección seguirán estando presentes.
La crisis motivada por la pandemia de la COVID-19 ha modificado nuestra perspectiva. Dieciocho meses en los que el mundo ha sido testigo de uno de los procesos de cambio más rápidos de la historia, que ha dejado muchos retos, pero también muchas lecciones a su paso. Por este motivo, es importante poner en marcha los aprendizajes que hemos adquirido tras esta situación. El que nos ocupa hoy es la relación directa que hay entre el cuidado del medioambiente y la salud.
De hecho, existen muchas coincidencias entre la situación provocada por el coronavirus y el deterioro que padece, muchas veces de manera sigilosa, la Tierra. Por ello, debemos aprovechar los avances en materia medioambiental que se han con seguido de manera rauda debido a los efectos tan fulminantes del coronavirus. Es un impulso que debemos ver como un filón que hay que aprovechar para intentar paliar el resto de las situaciones que provocan daño a nuestro planeta.
Solo a través de esta relación podremos entender la realidad actual. María Neira, directora de Salud Pública de la OMS señalaba hace algunos meses en esta dirección que teníamos que empezar a considerar «ya el respeto al medioambiente y entender por qué estamos aquí”. Porque el entendimiento es la fase previa al conocimiento. Una afirmación que solo se puede alcanzar a través de la educación.
En este sentido, la propia OMS calcula que un 23% de la mortalidad es atribuible a factores medioambientales. Respecto a la población mundial, esta cifra supone 12,6 millones de muertes cada año, distribuyéndose de manera desigual alrededor del planeta. Y es que la salud humana está estrechamente relacionada con nuestro entorno. Los alimentos que comemos, el aire que respiramos, el agua que bebemos y el clima que hace posible que vivamos. El estado de esos elementos, según el lugar en el que habitemos, determinarán la calidad de nuestro bienestar.
Unos datos que coinciden con la publicación del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) de Naciones Unidas, en el sexto informe de evaluación, que ha ocupado recientemente las portadas de numerosos medios de comunicación. El organismo señala de manera muy precisa hacia dónde se encamina el planeta si no tomamos medidas inaplazables.
En cualquier caso, aún hay tiempo para la esperanza. De hecho, el texto señala que estamos a tiempo de revertir “el peor escenario en 30 años si actuamos ya” reduciendo nuestras emisiones de gases de efectos invernadero. Puede sonar lejano, pero es la única alternativa que tenemos. No podemos esperar más.
DAR LA ESPALDA AL MEDIOAMBIENTE PERJUDICA A TODOS
El aumento de estos gases en la atmósfera, por lo tanto, ha tenido, tiene y seguirá teniendo un grave impacto en nuestro entorno y, en un futuro, en la calidad de nuestras vidas. Un ejemplo han sido los fenómenos atmosféricos que se han producido durante este verano. Desde olas de calor, que cada año siguen alcanzando registros históricos, pasando por fuertes inundaciones e incendios que han generado un importante desastre a su paso en países del centro de Europa o incluso en países del arco mediterráneo, como Italia, Turquía o Grecia, y del que nuestro país tampoco se ha salvado.
Desafortunadamente, hace pocas semanas, pudimos ver como ardían más de 20.000 hectáreas de bosque y pasto en la provincia de Ávila. Recientemente, también hemos sido testigos de la muerte de oxígeno, un problema con graves consecuencias ambientales, y también sociales.
El cuidado del medioambiente, por lo tanto, no es una opción, sino una necesidad que nos apela a todos. Para ello, es importante la concienciación. O, dicho de otra manera, la educación, ya que es evidente que tenemos que cambiar determinados hábitos de vida como nuestra manera de producir y consumir, exprimiendo el planeta como si no tuviera límites.
EDUCACIÓN AMBIENTAL, PUNTA DE LANZA DE LA LEGISLACIÓN
Ante este escenario, surge una pregunta. ¿Y ahora qué hacemos? La respuesta es clara. La educación se posiciona como una herramienta fundamental en el proceso de construcción social que tenemos ante nosotros. La educación con propósito, por lo que en este caso hay que potenciar aspectos relevantes para nuestra propia sostenibilidad como especie, como todo lo que tiene que ver con el medioambiente y su situación actual.
Desde el ámbito institucional, ya se están dando pasos en este sentido. Ejemplo de ello es la nueva Ley de Educación, que pretende, entre otros aspectos, promover una cultura basada en la sostenibilidad ambiental para que el alumno pueda acceder a los aprendizajes y competencias necesarios para promover el desarrollo sostenible, y que los docentes reciban capacitación específica relacionada con la Agenda 2030.









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