El desafío de educar en zonas de contexto crítico

Por: Camila Beltrán.

La organización Jóvenes Fuertes crece en todo el país.

En 2014, cuando la psicóloga María José Soler se encontraba haciendo un doctorado en Buenos Aires, quiso entender por qué los jóvenes, más específicamente la generación Millenials (aquellos nacidos entre 1980 y 1999), tenían tanta intolerancia a la frustración y no perseveraban en sus metas. Durante los cursos conoció en profundidad la psicología positiva, que trata sobre el desarrollo de fortalezas, virtudes y personalidad de las personas y, según contó a El País, eso la deslumbró.

A partir de allí se dio cuenta de que en el país no habían planes sistemáticos que apuntaran a que los adolescentes y jóvenes tuvieran un espacio curricular donde pudieran trabajar sus fortalezas, así como desarrollar el carácter, la empatía, la compasión, el autocuidado o el voluntariado, entre otros.

“Muchas veces la educación está centrada en eliminar lo malo y no en apuntalar lo que cada uno tiene de bueno. La psicología positiva, en tanto, busca identificar las fortalezas de las personas, hacer que puedan dar su máximo potencial y tener espacios donde poder trabajar esos aspectos”, explicó la psicóloga Soler.

Primeros pasos.

Fue entonces que se propuso crear -junto a un grupo de docentes y psicólogos- la organización sin fines de lucro “Jóvenes Fuertes”, con el objetivo de crear planes de educación y visitar instituciones educativas en zonas de contexto crítico. Desde entonces han venido trabajando de forma gratuita en el Jubilar, Los Pinos, Madres de la Cruz, Liceo 33, Liceo de Palmitas y la UTU de Fray Bentos, entre otros. Sus programas también se han extendido a distintas empresas e instituciones y a grupos particulares, aunque en esos casos los talleres son pagos, ya que es lo que les permite financiar las intervenciones en los centros educativos. De todas formas, aclara, siempre es sin fines de lucro.

“Nos contrataron de UPM para formar ´agentes de cambio social`, que es identificar personas que en su medio pueden influir para el desarrollo de bienestar y crecimiento personal. Creamos también una diplomatura de dos años en Psicología Positiva aplicada que brindamos en Paysandú y Fray Bentos en un primer momento, y luego, dado el éxito, lo hicimos también en Montevideo.

“Actualmente estamos yendo asimismo a Tacuarembó y a Durazno a formar gente”, expresó la psicóloga Soler. Desde que se fundó, la organización ha trabajado en 9 departamentos, atendió a cerca de1.500 alumnos por año y ha capacitado a 155 educadores.

Experiencias.

Según contó Soler, uno de los grupos a quien le dio el taller estaba integrado por una policía de la localidad Pasos de los Mellizos, en el departamento de Río Negro.

“Ella quería hacer algo por los jóvenes que no trabajaban ni estudiaban, y a partir de la diplomatura logró crear un grupo de jóvenes comunitarios que se dedican a hacer acciones sociales en los pueblos de la zona”, contó la psicóloga.

El año pasado, en tanto, hicieron en Fray Bentos, Paysandú y Río Negro “la semana de la gratitud” y a los talleristas les quedó grabada la imagen de los camioneros cargando los buzones en donde los habitantes del lugar irían poniendo sus cartas con los agradecimientos.

Otra de las intervenciones fue la Semana de la amabilidad, durante la cual los niños en las escuelas hacían poemas sobre ese tema y lo iban a recitar a abuelos. El objetivo fue “crear acciones de buena onda y bienestar. Todo el tiempo estamos pensando en intervenciones nuevas para lograr un cambio social positivo”.

Otro de los programas con los que cuenta Jóvenes Fuertes es el de Educación del Carácter.

“En este caso la idea surgió luego de que muchos padres se acercaran preocupados por sus hijos sobre distintas temáticas, como el manejo de redes, el consumo de alcohol y drogas, el bullying y la autoestima”, explicó Soler. “A partir de allí creamos un programa que consta de tres talleres con grupos de entre 15 y 20 integrantes, en donde se abordan esas problemáticas, se trabaja en las fortalezas que tienen que desarrollar los jóvenes para poder manejar esas situaciones y luego se le da una devolución a los padres, además de una serie de tips”.

Espacio curricular para descubrir fortalezas.

Todas las propuestas que realiza Jóvenes Fuertes “son con fundamento científico”, sostiene Soler. “Hemos hecho una medición de impacto que publicamos en revistas internacionales, en la que mostramos los resultados que vamos obteniendo para que no quede únicamente en una iniciativa, sino que cuente con un aval científico de que lo que hacemos le sirve a la gente”.

Un estudio realizado por esta organización con estudiantes Secundaria y docentes, mostró que los adolescentes presentaban un nivel medio de bienestar psicológico, por encima del 50% de la población de referencia iberoamericana. Por su parte, el grupo de docentes presentó también un nivel alto, por encima del 75% de la población de referencia.

El estudio de Jóvenes Fuertes concluye afirmando que ambos grupos mostraron adecuados niveles en las dimensiones de autocontrol, sus vínculos, la aceptación y la autonomía.

Además, se sostiene que no existen diferencias de género de acuerdo con los niveles de bienestar psicológico en el grupo de estudiantes adolescentes.

Fuente del artículo: https://www.elpais.com.uy/informacion/educacion/desafio-educar-zonas-contexto-critico.html

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Niños mimados, adultos débiles: llega la ‘generación blandita’

  • Berta G. De Vega

¿Mimamos demasiado a los pequeños? Una nueva ola de expertos aboga por endurecer su carácter.

Suma escolar: padres que llevan la mochila al niño hasta la puerta del colegio + padres que piden que no se premie a los mejores de la clase porque los demás pueden traumatizarse + padres que le hacen los deberes a los niños que previamente han consultado en los grupos de WhatsApp = niños blanditos, hiperprotegidos y poco resolutivos.

Cuenta Eva Millet, la autora de Hiperpaternidad (Ed. Plataforma), que ya hay niños que, al caerse, no se levantan: esperan esa mano siempre atenta que tirará de ellos. En ciertos colegios han empezado a tomar nota. Y, en algunos países, el carácter ya forma parte del debate sobre la Educación.

Esto no es la nueva pedagogía. Gregorio Luri, filósofo y autor del libro Mejor Educados (Ed. Ariel), suele recordar que la educación del carácter es tan tradicional en ciertos colegios británicos como para que haya llegado a nuestros días una frase atribuida al Duque de Welington: «La batalla de Waterloo se empezó a ganar en los campos de deporte de Eton». En los campos de Waterloo o en las canchas del mítico colegio inglés, cuna del establishment, ningún niño esperaba que le levantaran si podía solo.

En España, se habla de «educación en valores», pero puede que no sea lo mismo. El carácter se entiende como echarle valor, coraje, actuar en consecuencia cuando se sabe lo que está bien o está mal, no limitarse a indignarse. Como dice Luri, «ahora mismo en España les fomentamos la náusea en lugar del apetito». En su opinión, los niños de ahora saben cuándo se tienen que sentir mal ante determinadas conductas, pero educar el carácter es animarles a dar un paso, a ser ejemplo, a que sus valores pasen a la acción. Si están acosando a un niño, no callarse y protegerle. Decir no a la presión del grupo.

El carácter ha vuelto cuando se ha sido consciente de que podríamos estar criando a una oleada de niños demasiado blanditos. Con padres que se presentan a las revisiones de exámenes de sus hijos, que abuchean a los árbitros en los partidos y que han hecho el vacío a niños que no invitaban a sus retoños a los cumpleaños. «Yo he tenido a un chaval de 19 años que se me ha echado a llorar porque le suspendí un examen», cuenta Elvira Roca, profesora de instituto. «Le dije que no me diera el espectáculo. Vino su madre a verme y me dijo que había humillado a su hijo. Le tuve que decir que estaba siendo ella quien le humillaba a él».

COMO EN EL RUGBY

Nicky Morgan era ministra británica de Educación con David Cameron e hizo bandera de la educación del carácter. «Para mí, los rasgos del carácter son esas cualidades que nos engrandecen como personas: la resistencia, la habilidad para trabajar con otros, enseñar humildad mientras se disfruta del éxito y capacidad de recuperación en el fracaso», decía en su cruzada por extender ese tipo de educación, muy vinculada al rugby. Suena familiar. Suena a Si, el poema de Rudyard Kipling y su verso sobre la victoria y el fracaso, esos dos impostores a los que hay que tratar de igual forma, que figura en la entrada de la cancha principal de Wimbledon.

Alfonso Aguiló escribió Educar el carácter (Ed. Palabra) hace 25 años. No ha parado de reeditarse y traducirse desde entonces: «Tener buen carácter no significa estar todos cortados por el mismo patrón. Pero estoy seguro que casi todos nos pondríamos de acuerdo en que ser honrado, trabajador, generoso, justo, leal, empático, valiente, austero, recio y organizado son buenas cualidades». ¿Cómo se educa el carácter? No desde la teoría, desde luego. «La educación en valores es algo abstracto. Las virtudes son los valores integrados en la persona», explica.

Este veterano profesor confirma que tenemos ahora a generaciones de niños blanditos y no se escandaliza: «Son ciclos normales del desarrollo de una sociedad. Cuando una familia quiere que sus hijos no pasen las dificultades por las que sí pasaron ellos la sociedad se vuelve más cómoda, blanda, menos esforzada. Pasa también con los países». Según Aguiló, la educación del carácter no tiene que ver con el dinero y sí con el capital cultural de las familias, con el modo de transmitir cómo afrontar la vida: «He conocido a madres que limpiaban escaleras para que sus hijos llevaran unas zapatillas de marca y a gente de dinero que también los mimaba mucho».

En EEUU, la cadena de colegios KIPP, con tasas de éxito académico inéditas en las zonas donde se instalan, insisten en la educación del carácter como indispensable: «Trabaja duro. Sé amable», han resumido en los carteles enormes que decoran sus centros. En ese país, Angela Duckworth se ha convertido en la gurú del estudio de la personalidad. Tiene un laboratorio donde analiza qué rasgos hacen que los niños tengan éxito de mayores. Está tan ocupada que no da entrevistas, dice su equipo. Siempre cuenta que, pese a las buenas notas, su padre le decía que no se creyera especial. «La tendencia a mantener el interés y el esfuerzo para conseguir metas a largo plazo», la fuerza de voluntad, es el rasgo que, según Grit, su reciente best seller sobre el poder de la perseverancia, define a las personas con éxito. Ha trabajado en barrios marginales y ha estado en West Point, la academia militar de EEUU, analizando cómo eran los 1.200 cadetes que pasaban las durísimas pruebas iniciales. Niños a los que no levantaron del suelo cuando podían ellos solos.

Fuente: http://www.elmundo.es/papel/todologia/2017/01/11/5874d407268e3e6f3a8b45bc.html

Imagen: e04-elmundo.uecdn.es/assets/multimedia/imagenes/2017/01/10/14840514508088.jpg

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