Por: Ángel Pérez.
¿Qué nos pasa a los seres humanos, que conociendo los peligros de la extinción no reaccionamos? De acuerdo con un artículo de la BBC, en el año 2018 en Brasil se deforestaron 1.347.132 hectáreas, Colombia aportó a ese daño ambiental 176.977 hectáreas.
Inhumano, pero cierto, reconocer que la consternación mundial que lograron las imágenes sobre los incendios y la destrucción de la selva amazónica serán olvidadas, en dos o tres meses. Acá al parecer están fracasando los sistemas educativos, la cultura, las ONG, los expertos, medios de comunicación y los gobiernos, que en esencia tienen la responsabilidad de incidir en la creación de un pensamiento crítico en los seres humanos, que sirva de soporte para desarrollar una mayor conciencia social y ambiental, para que los hechos de Brasil y de otras partes del mundo, que dañan la vida en la tierra, no se repitan y hasta se incrementen cada año.
Desde la racionalidad humana y el sentido mínimo de supervivencia pregunto: ¿Cómo aceptamos y elegimos gobiernos locos como los de Trump y Bolsonaro? Ellos con una agenda populista y con apoyo de empresarios, partidos políticos y de pequeños agricultores, en campaña actuaron sin asco para hacerse elegir, anunciaron que una vez asumieran la presidencia se dedicarían desde el Estado a favorecer el desarrollo económico, a pesar que este causará daño a la conservación del medioambiente y a la preservación de la tierra.
De alguna manera con la elección de mandatarios como Trump y Bolsonaro la sociedad terminó decidiendo en favor de: talar árboles; usar energías contaminantes de manera indiscriminada; ampliar cultivos y áreas para ganadería; extraer minerales sin cuidado y sin las reparaciones respectivas; así como de otras acciones productivas o económicas que afectan los equilibrios naturales y la vida en la tierra. En su afán por promover el desarrollo económico, para estos gobiernos son un obstáculo las normas y las instituciones encargadas de preservar y proteger el medioambiente. En el documento de la BBC, antes citado, se sostiene que quienes apoyaron a Bolsonaro “creen que es muy grande el área protegida de la región del Amazonas y que el personal de medioambiente tiene demasiada influencia”.
Al analizar la forma como los medios de comunicación en Colombia informaron sobre los incendios y la destrucción de la selva amazónica se puede deducir que para la mayoría de los colombianos éste es un problema lejano, de Brasil. Un estudio, elaborado por la Cepal y Parques Nacionales, sostiene que Colombia participa con “476.000 km2 de la región amazónica, lo que representa el 6,4 % del total del bioma amazónico y el 41,8% del territorio nacional”. Además, sus habitantes son pobres, un 45,8 % de los hogares en la región presentan necesidades básicas insatisfechas, muy superior al promedio nacional (27,7 %).
También el país debe reconocer que se requiere un cambio estructural frente a la destrucción de la tierra, tenemos que poner nuestra parte, un sistema educativo proclive en términos de Michael Sandel a crear buenos seres humanos, donde en una época muy polarizada y de engaños, se imponga una base social más dispuesta para una política del bien común, es decir de la vida humana y la naturaleza. No es una tarea fácil, los intereses económicos y políticos en este caso no coinciden.
El país requiere una nueva cancillería que defienda intereses nacionales, regionales y universales, vinculados al medioambiente, eso es nuevo y debe ser esencial para que los ciudadanos elijan, a futuro, propuestas políticas. Colombia es un Estado débil frente a los objetivos de las empresas trasnacionales, de las arbitrariedades de gobiernos vinculados a grandes intereses económicos y aún de empresarios nacionales, para no mencionar el narcotráfico, culpable de que en Colombia existan más de 200.000 hectáreas dedicadas al cultivo de coca.
No todo está perdido, un ejemplo, en el segundo encuentro cultural y educativo realizado en Honda, Tolima, denominado: La Magdalena Fest, que tiene el propósito de dar a conocer y salvar el rio Magdalena, directivos de la CAR mostraron los esfuerzos realizados para que las aguas del el rio Bogotá dejen de contaminar, proceso que terminará en 2026.
Lo que ocurre en Honda es extraordinario, autoridades, pescadores, comerciantes, cultivadores, educadores, académicos, estudiantes y gente de la cultura local y nacional discuten durante dos días alrededor de un festival sobre cómo ver, oír, saborear, sentir y sanar el río, para ello se utiliza el museo, música, imágenes, videos y se habla de la gastronomía, entre otras acciones, siempre alrededor del rio Magdalena. Educación y cultura unidos para salvar el río, allá empezaron en el 2018, ¿cuándo iniciarán acciones los departamentos y municipios ubicados en la región amazónica para salvar la selva?
Fuente del artículo: https://www.dinero.com/opinion/columnistas/articulo/educacion-y-cultura-frente-a-la-tragedia-ambiental-por-angel-perez/275992