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Los Facundos que llenan nuestras aulas

Reproducimos nota de opinión de Mercedes Lizondo, profesora de Filosofía en escuelas secundarias de Tucumán, y referente de la Agrupación Marrón Docente.

Mercedes Lizondo/Agrupación Marrón Docente – Pan y Rosas

“Preceptor, no voy porque no tengo zapatillas”. Así, Sergio le hacía saber a mi compañero Marcelo, que es preceptor en la escuela en la que trabajamos, que la causa de que su nombre en el registro escolar marque varios ausentes es que no tiene zapatillas para ir a la escuela. No es una historia particular, los docentes tenemos las aulas llenas de ausencias.

Sergio tiene trece años. Vive en La Banda del Río Salí. Cuando los diarios y las redes sociales se inundaron con la muerte de Facundo en las manos de la policía de Manzur, me acordé de Sergio.

Hacer paralelismos de historias de vida es un tanto reduccionista, porque vacía la reflexión de los sueños y deseos subjetivos de cada pibe. Pero lo que se puede generalizar, son las condiciones de vida que atraviesan a los miles de nuestros niños y jóvenes que crecen entre la eterna exclusión de un sistema rancio, que nada tiene para ofrecerles más que la distribución de la miseria. Unos pocos mancillan los sueños de millones de explotados. ¿Absurdo no?

Camino entre los diarios, recorro las redes. Veo construir el enemigo, brindar por su muerte, saltear el dolor de las tripas reclamando el pan de cada día, el deseo muerto de los juguetes que se anhelan en las vidrieras. Pero también veo que se empiezan a cuestionar las raíces del entramado perverso en el que se define la vida (y la muerte) de millones de personas. Raíces que van tejiendo cada uno de los gobiernos de turno, mientras que las flores crecen sólo para unos pocos.

Sí, existe el enemigo. No es Facundo, no es el que construyen los medios masivos de comunicación ni la rabia vomitada en las redes sociales. Hay responsables, con estómagos entrenados con criterios gourmet, con cuentas que terminarían con el llanto de todas las mamás y papás que veo a diario por falta de laburo, por sus pibes muertos por la droga o en manos del estado y su policía.

No hace falta construir el enemigo, hace falta desnudarlo.

Te lloro Facundo. En estas líneas te doy mi palabra de dedicar cada día de mi vida a luchar para que todos nuestros Facundos tengan, finalmente, un mundo libre de miserias, lleno de colores y pelotas de caucho de las más lindas para que griten los goles más grandes del mundo.

Fuente: https://www.laizquierdadiario.com/Los-Facundos-que-llenan-nuestras-aulas

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‘No interesa que la gente piense demasiado’: Francesc Orella

España / 10 de junio de 2018 / Autor: Julia Alegre Barrientos / Fuente: El Tiempo

La serie ‘Merlí’, que emite Netflix, ha reabierto el debate sobre la importancia de la filosofía.

Al otro lado del teléfono retumba una voz poderosa, lúcida, de hombre curtido y experimentado. Saluda de forma correcta y se prepara para recibir el aluvión de preguntas de la periodista. “Tienes 15 minutos”, advirtió su representante antes de concertar la entrevista telefónica.

Es Francesc Orella (Barcelona, 1957), el catalán que da vida a Merlí, el profesor de filosofía sobre el que gira la trama de la serie del mismo nombre, producida por la televisión de Cataluña TV3 en 2015 y que Netflix convirtió en un éxito después de comprar los derechos de emisión en 2016.

¿Le esperabas el éxito mundial de la serie?

Para nada. Éramos conscientes de que los guiones eran muy interesantes y atractivos y que valía la pena cuidarlos.

Sobre todo teniendo en cuenta que es una serie en catalán…

Sí, pero es bueno que los productos locales tengan una proyección internacional.

¿Le resulta llamativo que el público avale una serie 100 por ciento catalana en un momento en el que Cataluña está inmersa en una situación política tan particular respecto a España? 

La situación política viene de lejos y es un momento delicado, complicado. Se han radicalizado las posiciones; estamos en un momento difícil realmente. Esto ha coincidido con la grabación de la serie, pero, independientemente del tema político, la serie refleja la situación actual de la sociedad, el mundo de los adolescentes, de la enseñanza, de eso trata y con eso se pueden identificar muchas personas. Es un producto en el que no se niega la realidad de la sociedad catalana y, de hecho, en algunos momentos se reflejan esas cuestiones. La verdad es que esta coincidencia tiene algo de irónico.

¿Qué tienen en común Francesc y Merlí?

Hay muchas cosas en común, como por ejemplo el sentido del humor o el ser políticamente incorrecto. También que es un hombre que empatiza con la gente joven o el hecho de que es un poco gamberro –incómodo, sinvergüenza–, un provocador. Y también en el tema de las mujeres: Merlí es un seductor compulsivo y eso no me es ajeno (se ríe).

¿Cómo fue el proceso de acercarte a la filosofía?

Antes de empezar la serie tuve algunas reuniones con profesores para conocer detalles de lo que es la enseñanza en las aulas y acceder a experiencias personales. Reconozco que cuando empecé a estudiar los capítulos, cada uno dedicado a un filósofo, sí que me entró curiosidad por conocer más y he echado mano de libros de filosofía y me he comprado otros. Por supuesto, hay pensadores claves: Sócrates, Nietzsche, Schopenhauer, Platón… Pero me gustaría señalar de los contemporáneos a Zygmunt Bauman, Walter Benjamin o Slavoj Žižek.

¿Qué aprendizajes se pueden extraer de la serie?

La serie habla del mundo de la enseñanza y el mundo de los adolescentes como ejes centrales a través de la filosofía, y cómo la filosofía, y en general las asignaturas de humanidades, es una materia que se debe reivindicar. Hay que replantearse esa obsesión porque los alumnos tengan una formación científica y técnica porque el objetivo de la sociedad es producir y producir… Las humanidades y las asignaturas artísticas están más desprestigiadas. De hecho, en varios sistemas educativos de diferentes países se están cuestionando acabar con ellas.

¿Por qué?

La filosofía es una asignatura incómoda que pretende crear una reflexión en los alumnos. Motiva la capacidad de reflexión, de crítica y de análisis en ellos. Invita a replantearse y preguntarse cosas, a cuestionarse. Más que dar respuestas, es hacer preguntas, ser activo, no pasivo; a ser un sujeto pensante que se cuestione todo. Eso en la sociedad capitalista actual es cada vez más incómodo: no interesa que la gente piense demasiado.

¿Cuál es el principal problema de la educación?

La enseñanza tiene que replantearse. Los profesores tienen que esforzarse en enseñar sus asignaturas de una forma más estimulante, más creativa y más motivadora para los alumnos. No hace falta ser un Merlí para lograrlo, porque él es radical y extremo en muchas cosas, pero la serie reivindica que el sistema educativo debe evolucionar y cambiar en el contenido y las formas.

¿Qué puede hacer la filosofía para cambiar la realidad social?

El mundo atraviesa por un momento de resignificación de valores, con políticas que tienden más al individualismo y el nacionalismo. Creo que las bajas pasiones o la emocionalidad tienen que ver con ese populismo, nacionalismo e incluso separatismo imperante en las sociedades. La extrema derecha está resurgiendo y esto se está viendo claramente en Europa y en todo el mundo. Mira, por ejemplo, quien gobierna en Estados Unidos. Estamos en un ciclo de retroceso en el mundo, y esto lo que hace es excitar las ideas primarias, la xenofobia o incluso el racismo, el sentirse superior al otro. Hay que combatirlo y hacerlo con filosofía, con una educación integral y humanística. Estamos en un momento complicado y a la deriva intelectual. Realmente soy pesimista y creo que hace falta más que nunca esa formación humanística, empezando por las escuelas.

¿Nos volvemos menos filosóficos a medida que crecemos o no es una cuestión de edad?

Es verdad que con la edad nos volvemos más egoístas y la reflexión está muy mediatizada y muy limitada a la sociedad de consumo, que ha producido seres limitados a nivel mental. Estamos más ocupados en el tener que en el ser, en el consumir que en el crear, y las consecuencias las estamos viendo: una crisis de valores.

Fuente de la Entrevista:

http://www.eltiempo.com/cultura/cine-y-tv/protagonista-de-merli-francesc-orella-habla-de-la-serie-de-netflix-222794

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Revista: Sophia Colección de Filosofía de la Educación Número 24 / enero-junio de 2018 (PDF)

Ecuador / 3 de junio de 2018 / Autor: Sophia

El Paradigma de la Cosmodernidad: Reflexiones Filosóficas sobre Ciencia y Religión

 Javier Collado Ruano

Abstract  0 | PDF Downloads  57 HTML Downloads  51 EPUB Downloads  21 PDF (English) Downloads  19 | DOI https://doi.org/10.17163/soph.n24.2018.01

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 Page 53-85

Reflexiones sobre la religión como saber de salvación desde el pensamiento de María Zambrano

 Carmen Villora Sánchez

Abstract  0 | PDF Downloads  51 HTML Downloads  28 EPUB Downloads  20 PDF (English) Downloads  8 | DOI https://doi.org/10.17163/soph.n24.2018.02

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 Page 87-107

Contribuciones del Evangelio de Mateo para la pedagogía progresista

 José Guerra Carrasco

Abstract  0 | PDF Downloads  48 HTML Downloads  52 EPUB Downloads  21 PDF (English) Downloads  6 | DOI https://doi.org/10.17163/soph.n24.2018.03

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 Page 109-144

Educación y liberación desde la óptica de Leonidas Proaño

 Juan Illicachi Guzñay, Jorge Valtierra Zamudio

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 Page 145-170

La religión y la formación de la civilidad

 Alberto Isaac Rincón Rueda

Abstract  0 | PDF Downloads  35 EPUB Downloads  22 HTML Downloads  31 PDF (English) Downloads  17 | DOI https://doi.org/10.17163/soph.n24.2018.05

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 Page 171-205

El pensamiento crítico y las creencias religiosas

 Manolo Acosta Muñoz

Abstract  0 | PDF Downloads  47 EPUB Downloads  22 HTML Downloads  58 PDF (English) Downloads  33 | DOI https://doi.org/10.17163/soph.n24.2018.06

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 Page 209-237

La escuela pensada desde el pluralismo a favor de una cultura de paz

 Jessica A. Bejarano Chamarro, Eyner F. Chamorro Guerrero, Diego A. Rodríguez Ortíz

Abstract  2 | PDF Downloads  56 EPUB Downloads  22 HTML Downloads  46 PDF (English) Downloads  17 | DOI https://doi.org/10.17163/soph.n24.2018.07

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 Page 239-263

La banalidad de una guerra y sus víctimas silenciosas

 Yolanda Susana Celi Garcés

Abstract  0 | PDF Downloads  38 EPUB Downloads  23 HTML Downloads  32 PDF (English) Downloads  11 | DOI https://doi.org/10.17163/soph.n24.2018.08

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 Page 265-290

Transformaciones de la educación comunitaria en los Andes ecuatorianos

 Juan Sebastián Granda Merchán

Abstract  2 | PDF Downloads  46 EPUB Downloads  19 HTML Downloads  46 PDF Downloads  12 | DOI https://doi.org/10.17163/soph.n24.2018.09

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 Page 291-311

Pensamiento dominante, educación y medios de comunicación

 Antonio Luis Terrones Rodríguez

Abstract  0 | PDF Downloads  83 EPUB Downloads  19 HTML Downloads  49 PDF (English) Downloads  17 | DOI https://doi.org/10.17163/soph.n24.2018.10

Link para la descarga:
https://sophia.ups.edu.ec/index.php/sophia/issue/view/24/61
Fuente de la Reseña:
https://sophia.ups.edu.ec/index.php/sophia/issue/view/24
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Filosofar en la rebelión de los saberes

Venezuela / 20 de mayo de 2018 / Autor: Enrique Contreras Ramírez / Fuente: Aporrea

De allí que la política, dentro del marco de la rebelión de los saberes, en su significado radical, es una reyerta en lo ideológico, político e incluso militar por las formas de organización socio-económica que ha de tener nuestras sociedades, libre de todo tipo de dominación, de relación opresor-oprimido y de cualquier imposición en esa relación de poderes…

Para América Latina, la política debe entenderse, como el espacio rebelde de la imaginación creadora, que debe concentrarse en desconstruir los presupuestos teóricos fundacionales de la dominación eurocentrista en todos los órdenes y poder recuperar lo que para muchos es el paradigma de la «utopía perdida», ante la complejidad de un mundo globalizado que ha intentado aplastar las luchas por la emancipación de nuestra América Latina y de esta manera retomar el horizonte, para elaborar en colectivo una alternativa al actual modelo de dominación, llámese capitalismo o socialismo, fiel expresión de modelos de acumulación imperial que en la actualidad desbastan el planeta y donde los ESTADOS-NACIÖN, son convertidos en ESTADOS CORPORATIVOS, manejados por ese ESTADO PROFUNDO que alimenta el imperio del gran capital.

De allí que la política, dentro del marco de la rebelión de los saberes, en su significado radical, es una reyerta en lo ideológico, político e incluso militar por las formas de organización socio-económica que ha de tener nuestras sociedades, libre de todo tipo de dominación, de relación opresor-oprimido y de cualquier imposición en esa relación de poderes, por lo tanto en esa reyerta tal aspiración se constituye en un objetivo irrenunciable, pues se trata de cómo hacer para que la inmensa mayoría de la población se encuentre en condiciones de igualdad en el más amplio sentido y para tales fines se requiere construir el poder popular en una relación de horizontalidad, para poder salir y no quedar preso de los falsos discursos emancipatorios, de esa izquierda colonizada por el eurocentrismo, que al llegar al poder gobierna en el teatro de la institucionalidad colonial, repitiendo y reproduciendo inclusive de manera más sofisticada el modelo de dominación.

Para los que militan en la «utopía perdida», que no son otros que los resignados, los atrapados, los que militan en la «razón de la derrota», esos que predican que ya no hay nada que hacer por comodidad y que la globalización lo atrapo todo, se encuentran en la telaraña tendida del enemigo que decían combatir y que hoy por su conducta y razones, se constituyen en perversos aliados de los intereses del opresor. En la práctica dejaron de existir para ellos y de manera subalterna y servil funcionan para otros, cercenan su existencia y dejaron de ser seres para sí.

Lo contrario a esta posición, sostenemos que si es posible diseñar una estrategia en colectivo, desde todos los puntos de vista, con todos aquellos sectores que tienen conciencia de la necesidad de emancipar la patria, para desbaratar y erradicar tal dominación. Aquellas personas que no pueden decidir y orientarse por sí mismas no existen, no son; y por lo tanto, la lucha debe conducirse a viabilizar la capacidad de todos, es colectiva, es un compromiso histórico, es libertario. Esto sólo puede lograrse, en un proceso concientizador, que les permita a los seres humanos –tal y como lo plantea Paulo Freire- asumirse como tales.

El ser es histórico y si es histórico el sujeto no puede verse como un objeto por estar vinculado, hermanado a ese proceso ontocreador de razonar, de interpretar, de comprender, de entender y de pensar para tomar decisiones. El ser humano en su existencia se encuentra definido por una temporalidad, además de poseer una cosmogonía política, cosmogonía política que a muchos les permite visualizar la relación dominante-dominado.

FORMAR PERSONAS PENSANTES

Si el ser humano tiene estas capacidades como sujeto histórico, razón tendría nuestro Simón Rodríguez al señalar que los latinoamericanos podemos inventar nuestra propia existencia, nuestro propio modelo de sociedad y dejar de imitar modelos extranjeros ajustados a otras tierras, de otros continentes que en nada se parecen a lo que realmente somos y divorciados totalmente de nuestras realidades, donde el eurocentrismo ha jugado su papel dominante y que rechazara Simón Rodríguez al rebelarse frente al viejo orden colonial que impuso la subalternidad en el marco de la servidumbre.

Dentro de esa rebelión de los saberes, se encontraba para Simón la necesidad de formar personas pensantes, que comprendieran e interpretaran las realidades de una sociedad que para ese entonces respondía y hoy sigue respondiendo a los intereses del colonialismo de turno, que no han permitido la emancipación de nuestros pueblos, que no ha permitido desarrollar a plenitud las capacidades humanas de nuestra gente, de desarrollarse con identidad propia y que ha enajenado con su pensamiento la conducta de los latinoamericanos al hacernos pensar como ellos y no como nosotros.

Simón Rodríguez, produce la ruptura del pensamiento colonialista, con el pensamiento libertario que coloca la posibilidad real de la emancipación de nuestros pueblos, es el pensamiento sometido por el colonialismo el que se rebela en épocas de independencia con Bolívar, es el pensamiento que se alza con Zamora, es ese pensamiento que se sigue anidando en los pobres del campo y la ciudad en su subconsciente, esperando el momento propicio para rebelarse en teoría practica contra el opresor.

Se trata de una batalla entre los saberes, entre el opresor y el oprimido, entre modelos de sociedad en el marco de un juego político donde se quiere seguir imponiendo la dominación y el sometimiento frente a la rebelión y la defensa en la búsqueda de un modelo socio-económico que no tenga que ver con las viejas civilizaciones, llámese socialismo o capitalismo, para poder inventar una sociedad con verdaderos horizontes de humanización.

Hay necesidad entonces de rescatar nuestros saberes sometidos y a partir de los mismos, elaborar un corpus que en el plano de nuestro espacio latinoamericano, no pierda la perspectiva de la necesidad de reivindicar nuestra identidad guardada en nuestra propia historia, historia llena de luchas que en el fondo abrazan la esperanza de un mañana mejor.

Fuente del Artículo:

https://www.aporrea.org/actualidad/a253823.html

Fuente de la Imagen:

https://www.alfabetizaciondigital.redem.org/relacion-entre-filosofia-y-educacion-notas-para-repensar-el-quehacer-docente/

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Teoría, verdad y educación: actualidad de la Pedagogía socrática y platónica.

España / 13 de mayo de 2018 / Autor: Marcos Santos Gómez / Fuente: Paideia

Explicar por qué hay que estudiar a los griegos antiguos para comprender el presente de la escuela tiene su dificultad; aun más, explicarlo a futuros educadores en una de las numerosas facultades de Educación (o de Ciencias de la Educación) que en España han asumido un sesgo técnico en detrimento del enfoque teóricopropio de la universidad anterior al Plan Bolonia. Pero es precisamente la reflexión en torno a este camino intelectual escogido masivamente por los planes de estudio y guías docentes en los Grados en educación el que puede aclararse en sus consecuencias y alcance acudiendo a los griegos. Porque resulta imprescindible remontarse al origen de la educación en occidente, tal como hoy la conocemos, para hallar su nervio actual más profundo. Un origen que, tanto histórica como teóricamente, nos sigue determinando, pues seguimos dentro de los márgenes de Grecia que dispusieron lo que hoy somos.

En particular, lo que nos caracteriza hoy en su aparente novedad es el rechazo de lo teórico y su suplantación por lo técnico en la investigación y la docencia. Pero esto es, aunque muchos no lo sepan, viejo como occidente, y ya ocurrió en Atenas, la Atenas de Pericles, los sofistas, Sócrates y, metidos ya en el siglo IV a. C., Platón. La pura posibilidad del dilema entre lo práctico-técnico y lo teórico es ya algo que se fraguó entonces en la discusión de Sócrates y Platón con la sofística, y ya se dieron respuestas e inquietudes parecidas a las que hoy podemos formular.

Lo esencial de lo que pasó (y nos pasa todavía) es descrito por Jaeger en su monumental obra clásica Paideia. Recordemos que la tesis principal de este ingente trabajo del conocido helenista es que la necesidad de educar de un modo consciente y ya no relegado al mero aprendizaje espontáneo y vivencial de la tradición, del puro impregnarse de ella, emerge al mismo tiempo que en la cultura se obra la racionalización que la escinde de lo natural, que la desnaturaliza, obligando a una relación distanciada y consciente con la misma. Lo hemos ya escrito y publicado en numerosas ocasiones. A partir del momento en que el saber no es lo que se da por cierto en los poemas, o sea, que no es lo que los poetas (primeros educadores de Grecia) transmitían seductora pero irracionalmente, emerge un “todo” que se empieza a mirar como un algo aparte, como un conjunto definido y separado del individuo, compuesto por los “nuevos” saberes que es preciso estudiar y no solamente interiorizar de manera inconsciente. Se ha superado, por tanto, el modo espontáneo y entreverado en la propia vida y placeres, de insertarse el individuo en su universo cultural o tradición, como por encanto, míticamente, atraído por el canto de las sirenas.

Como excelente compendio de esta perspectiva que ya había intuido a partir de la lectura de la obra de Jaeger, acabo de enfrascarme gratamente en un capítulo magistral de un libro colectivo y antiguo, un clásico del pensamiento pedagógico del siglo XX, y que ha reeditado la editorial FCE. Se trata de:

Château, J. (2013). Los grandes pedagogos. México: FCE (primera edición francesa  1956).

De manera sintética y genial, el autor de este capítulo (hay otro dedicado a Juan Luis Vives de García Hoz, por cierto) ha expuesto perfectamente la idea básica que a lo largo de mis recientes artículos y entradas en el blog de hace ahora justo un año, había querido mostrar. Parte del siglo V a. C., ¿cómo no?, porque en él ya ocurre algo fundamental, por lo menos en Atenas pero vinculado a lo que un siglo antes Jonia ya había desarrollado en torno a la Phisis o mundo natural.

Tras la desnaturalización de los saberes, con la distancia que con la razón (logos) el filósofo había creado ante los mitos y la tradición, se habían dado dos procesos. Uno consistente en la necesidad, ante el desarrollo de las técnicas de las distintas artes y oficios, de enseñar y aprender todo un caudal de conocimientos relacionados con el saber-hacer, es decir, de tipo práctico, relacionado con las técnicas empleadas por los artesanos. Lo que hoy denominaríamos una formación técnica sistemática y polivalente. Y otro fenómeno, que nos interesa mucho, fue la creación de la teoría, como hoy también la poseemos. Lo teórico era algo que aunque nacido históricamente después de lo técnico, sin embargo fundamentaba y dotaba a lo técnico (como un primer paso para la epistemología) a través de la reflexión en torno a la verdad y universalidad o particularidad residentes en el conocimiento. Era la búsqueda (y desde entonces educarse e investigar es precisamente buscar) de algo firme, de una relación de aquello que se sabe con la realidad en su íntima esencia y eternidad, por encima de los mitos y la tradición y fundamentando todo el edificio del conocimiento. La presunción de una verdad desnuda y formal que dotara a los contenidos de un carácter universal y objetivo. Un invento griego que por muy arriesgado que nos parezca es el que propició la aparición, siglos después, de la ciencia. Se colocaron con esto los cimientos para que una idea de lo verdadero, de la verdad desnuda e incluso a priori, de los conceptos, artes e ideas, fundara la posibilidad de explorar y explicar el mundo de un modo ajeno a los intereses que no fueran la mera certeza, la seguridad epistemológica mucho más poderosa que las certezas impuras y relativas que nos ha transmitido la tradición. 

Así, en Grecia, la TEORÍA tiene nada menos que el cometido de hallar lo cierto y lo falso en todo lo que se nos presenta, incluida la tradición y los saberes. Hemos de recordar que esto, es decir, la capacidad de la teoría o del pensamiento distanciado para dotar a lo bueno, al bien, o sea, a los valores, con la categoría de lo verdadero y por tanto con su universalidad, se aplicó al análisis de la tradición y del comportamiento racional (ética). La discusión (teórica) en torno a lo universal o relativo del currículo que enseñaban los sofistas, se fue aplicando al campo de la ética.

Vayamos por partes. En primer lugar la sofística tuvo dos modos generales de darse. Uno, casi ya lo hemos formulado, fue el punto de vista de los saberes estrictamente técnicos, el de los ingenieros y artesanos, saberes que en la universidad medieval apuntarían al Quadrivium y que desarrolló Hipias entre los sofistas. La idea de una formación práctica basada en lo útil y en el operar dentro de las cosas naturales. Así, un sofista sería un profesor, o sea, cobraba a alumnos que pagaban por sus clases, que enseñaba un compendio de saberes prácticos, relacionados muchos con oficios, como una especie de enciclopedia del conocimiento acumulado por los artesanos, un conocimiento útil y apto para sobrevivir con tino en el mundo. En esta primera acepción, no existía ni valoraba la teoría y por tanto lo que hoy denominaríamos “currículo” era detentado por saberes prácticos.

Hubo otra forma de sofística que se situó en el lenguaje como paradigma y en la figura del abogado, o sea, del saber propio de los abogados que estos ponían en marcha en su actividad pública. Esto fue además lo que compuso, por cierto, en la universidad medieval el Trivium o artes relacionadas con el lenguaje y la persuasión. Se consideraba que el conocimiento residía en el habla y los textos que podían ser hábilmente empleados para aquello que fundamentalmente era el fin, creían, del lenguaje, que consistía en conducir a los demás hacia los propios fines. También, como en el modelo técnico, se pretendía el éxito en la sociedad, una vez comprendidos y asumidos sus valores. Aquí aparece algo que hoy tiene mucho sentido en la Pedagogía: los valores. Un valor sería lo considerado bueno, lo que hay que hacer propio, y en función de ello, moverse estratégicamente para acomodarse en la sociedad. Respecto a la tradición esto implicaba una utilización de la misma que no iba más allá de su supeditación al éxito social, es decir, no se formulaba la pregunta sobre el grado de verdad de lo bueno, de los valores que se asumían como fines. Esto quiere decir que tampoco se integraba en esta enseñanza una teoría que fuera capaz de “mirar” o buscar con pretensión de certeza, lo verdadero. No se pretendía la verdad de los valores de la tradición que eran incluidos en la enseñanza de un modo irreflexivo. Los valores eran los fines asumidos de hecho para orientar las estrategias retóricas enseñadas en una relación comercial al alumno que pagaba (y mucho) por ello.

En ambas versiones, señala el capítulo que estamos parafraseando, no podemos establecer un cabal conocimiento científico. No se da siquiera la pregunta por la verdad, o sea, por el valor universal, por el rango que, extraído de las matemáticas, hacía a un saber o a un bien, verdadero a priori y en toda nación o circunstancia. En la medida que hoy la ciencia pretende “hablar” de este modo acerca del mundo, tiene que partir de esta idea de verdad en un sentido formal, matemático y universal. Algo opuesto por completo al relativismo de Protágoras que Platón expone en el diálogo con su nombre y que se nos antoja un texto fundamental para entender la educación. Un relativismo el del sofista en torno a la ética y a la ley. Según este enfoque la virtud no podría enseñarse porque, sencillamente, no existe. No existe la virtud como verdad a la que apuntar con la conducta. “La educación ética, tal como la concibe Protágoras, descubre así su fragilidad y su indigencia crítica. ¿Cómo restaurar la moralidad, instruir a los individuos en la virtud, guiar la conciencia colectiva, sin un efectivo conocimiento de los valores y de los fines? El relativismo de Protágoras no conoce otros valores que los que emanan de la opinión, expresada en la ley de cada ciudad; no dispone de ningún principio que permita juzgar la opinión, verdadera o falsa; (…) si la moralidad no descansa en un saber, carece de fundamento sólido; y la acción educadora, cuando no está dirigida por otros principios que la distinción puramente pragmática de lo normal y de lo patológico, cae fatalmente en el oportunismo” (2013, p. 21).

La consecuencia para la educación y la pedagogía es clara. No puede haber una educación en lo universal y lo máximo que puede regirla es aquello que una sociedad establece como lo bueno y en función de lo cual regirse tácticamente para vivir bien en ella. Se ha eliminado la teoría de la educación y se ha optado por una técnica de la educación que prima el saber hacer como básico recurso que el hombre educado debe adquirir. Un saber hacer que en el lenguaje actual llamamos “competencias”. Las competencias, como todo lo que se reduce a su aspecto técnico, implican o enseñan un actuar eficiente, pero ciego, sin la distancia y el desinterés con que la teoría “miran” a lo que uno mismo o los demás hacen.

Pero la conducta de un sujeto puede ser movida por lo que para Platón, en cambio, son ya valores, valores que encierran un bien que atrae y que, sobre todo, es verdadero. Hay una razón no meramente estratégica en lo que mueve al sujeto y esa razón se basa en que el fin buscado es verdadero, corresponde con una verdad. Dicho de otro modo, hay razones universales para determinados comportamientos, que así pueden fundarse con firmeza. “En esta determinación de la voluntad por el conocimiento descansa la posibilidad de la educación ética; la acción recta procederá infaliblemente, en efecto, de un juicio lúcido. Ahora bien, cualesquiera que sean las incertidumbres de la conciencia colectiva, las variaciones de la opinión, la subjetividad de las preferencias individuales, es posible llevar al sujeto consciente hasta reconocer que existe un ideal que se impone incondicionalmente a la reflexión, a la voluntad razonable, que hay valores independientes de la prevención individual o social, de los prejuicios o del egoísmo, y que responden a la más profunda aspiración del ser que piensa” (2013, p. 22).

Fue Sócrates quien apoyándose en esta cierta fe en la posibilidad de “verdad” y de una absoluta certeza del Bien, quien desarrolló otro tipo de pedagogía que ya no era aprendizaje de saberes técnicos o prácticos o retóricos y que además podía implicar la crítica a la tradición. Se ponía el cimiento para lo que hoy denominaríamos “espíritu crítico”. Esto, metodológicamente suponía que “aprender” o formarse no era tanto una incorporación, al modo de una suma, de un “currículo”, sino el penoso, esforzado y constante cuestionamiento y puesta a prueba de lo aprendido espontáneamente al absorber la tradición. La postulación de una verdad o universalidad posible de alcanzar en los valores, como una consistencia o rango ontológicos inscrito en ellos, era el motor para los diálogos socráticos que consistían en el hallazgo de este tesoro oculto que había que desvelar por vías antes negativas que afirmativas. Si emergía lo afirmativo, o sea, lo que era verdad en medio del desecho de las no verdades, sucedía como en un parto (mayéutica). Esto implicaba un modo socrático de concebir lo universal como algo inscrito en el hombre y posible de reconocer (reminiscencia) aunque generalmente se vive sin dicho reconocimiento, como en letargo. El bien sería este tesoro que rige la conducta y funda la ética, a diferencia de los sofistas, pero cuyo conocimiento en sí es el fin más elevado de la propia ciencia. En el proceso dialéctico de la paideia socrática hay, pues, al mismo tiempo el sentimiento de una carencia y el sentimiento de que es posible adquirir la certeza sobre algo o, en términos de la ética, sobre el bien. “La educación moral halla en la reflexión acerca de las condiciones de la objetividad, en la exigencia de la autonomía espiritual, su fundamento genuino; la virtud puede ser enseñada, porque se reduce a una ciencia; la moralidad descansa en un conocimiento objetivo de los valores” (2013, p. 28).

Es este concepto por el que lo teórico es lo universal, lo que capta la verdad en que lo técnico o la costumbre pueden o no apoyarse, el que puede ser llamado, desde entonces, “ciencia”. Pero, subrayemos, la ciencia se ubica en la hoy tan denostada por muchos pedagogos, “teoría”. “Teoría” es la capacidad de observar distanciadamente lo real, mediante la escrupulosa eliminación de cualquier otro interés que no sea el del saber en sí mismo. Como de manera concisa pero excelente se expone en el libro de Carlos Fernández Liria aludido días atrás, suprimir la teoría implica la condena a ceder de manera ciega a cualquier otro interés que se sobrepone a la verdad. Desde un punto de vista técnico incluso puede llevar a perdernos, pues lo técnico no halla verdades ni mentiras, solo acepta sin cuestionarlo el mundo, la tradición y los valores que hemos heredado o que imperan en la sociedad o que desde instancias jurídicas o políticas se imponen. Y la teoría es el conocimiento que postula y busca una verdad que corresponde de un modo cierto con el mundo, como un íntimo nervio, que puede presentarse de maneras engañosas, inciertas, esquivas pero que siempre reside como una última posibilidad de certeza universal. Desde el punto de vista del científico y la ciencia, esto quiere decir que la TEORÍA es el imperio del saber buscado por el mero afán de saber, en pos de lo verdadero como algo en sí valioso que no se supedita a nada para valer, en la denodada y desinteresada investigación que busca la verdadEl teórico lo es porque se ha elevado sobre lo útil, lo técnico, lo comercial, lo tradicional e incluso sobre los propios mitos. Esto fue el hallazgo griego que, como decía más arriba, nos ha hecho, aun hoy, ser como somos y cuyo estudio es necesario para comprender, por tanto, nuestro más inmediato tiempo presente.

Así la metodología socrática presuponía una teoría que a su vez es lo que hoy posibilita que haya ciencia. Si apelamos a la Historia de la Ciencia, comprobamos fácilmente que lo que ha movido su progreso, el alma de los grandes científicos, ha sido este amor puro por el saber en sí. Fue lo que Platón, en diálogos posteriores a los denominados “socráticos”, pensó sistemáticamente y a fondo, es decir, cómo había que ser y cómo hacerse (educarse) para esa búsqueda incondicional y desinteresada de la verdad. Como señala Moreau, autor del capítulo dedicado a Platón, este fue el primer filósofo de la educación, de la educación como aquel proceso que nos sitúa en la posibilidad de responder a la verdad y buscarla, lo que quiere decir, de emprender un camino teórico para hallar el íntimo nervio del mundo, lo que lo sostiene, lo que no cambia y siendo universal es, también, válido a priori.

La verdad, expondrá el Platón maduro, ostenta un esplendor en sí misma capaz de enamorar y hacer del proceso, como hoy señala Recalcati en su controvertido libro, algo eróticamente incentivado, en la medida en que es esa verdad o su posibilidad y búsqueda lo que dinamiza el proceso educativo en la escuela al modo de la atracción amorosa.

Por último, es necesario puntualizar algo controvertido en relación con la filosofía de la educación platónica, Platón reconoce que no todo el mundo puede alcanzar la verdad por estos medios trabajosos que sitúan a quienes buscan en el abismo de la duda respecto a lo previamente asumido. La filosofía no es para todos. Pero como la verdad es el presupuesto imprescindible para actuar bien, en la medida en que la verdad en sí atrae, resulta necesario crear una cierta propensión por ella previa a la razón. Utilizar a la poesía y sus artes seductoras en contra de la propia poesía. En esto consiste el proyecto de La República, una educación que favorezca la presencia de la verdad en el carácter y por tanto prepare para buscarla o ser receptivos a la misma, aunque estemos hablando de una educación que no es al modo racional que pretendía Sócrates con sus interlocutores. La verdad, y en esto consiste el proyecto pedagógico y filosófico del mencionado libro, ha de reinar en la sociedad, bien sea mediante la educación racional de quienes pueden (los filósofos) o la educación del carácter de quienes no pueden entregarse a la búsqueda racional de la misma, a su hallazgo a través de la dialéctica y el pensamiento. “Esta forma de educación es la única que conviene a los más y al mantenimiento de la moral pública; se impone necesariamente respecto de la infancia, cuando el sujeto que ha de ser dirigido no posee aún el uso pleno de la razón. Pero si no conduce a la autonomía moral, por lo menos no obstruye el acceso a ella; la opinión que inculca no es un prejuicio del que será preciso librarse; coincide con lo verdadero; el que la haya acogido dócilmente, si llega un día a reconocer en ella la razón, ratificará las enseñanzas recibidas cuando niño; descubriendo en ellas, por la reflexión, los valores ideales, recuperará, por decirlo así, viejos conocimientos; reconocerá en su verdad unas nociones que le eran familiares desde hace tiempo (…)” (2013, p. 30).

Es un adelanto de lo que también Rousseau proyectará en Emilio, la creación de un carácter proclive y sensible a la verdad que en el momento de la razón, responderá con gusto a su búsqueda racional y a su disposición en el mundo social. No en vano, el ginebrino menciona como el mayor libro de educación de todos los tiempos a La República. Se trata de una educación que motivada y regida escrupulosamente por lo verdadero (y lo bueno verdadero, o sea, la verdad presente en los valores que como fines han de orientar la conducta del educando), no llega a realizar todavía la autonomía moral, careciendo de racionalidad en cuanto que no es descubierto o elegido por el educando en un proceso reflexivo como eran los diálogos socráticos. Pero aun de un modo previo, actúa despertando el sentimiento y la atracción por lo verdaderamente bueno. Una vez el niño esté en condiciones de razonar y pensar su vida, descubrirá como universalmente bueno aquello en que fue educado. Su vida, antes y después de su autonomía moral, habrá respondido al esplendor de la verdad, porque la verdad es bella y de por sí atrae y produce admiración.

No creo que haga mucha falta subrayar cómo toda esta presentación de la educación en Grecia, sofística o socrático-platónica, nos aclaran circunstancias actuales. Lo hemos subrayado a menudo y seguiremos con ello, pero señalemos ahora, para terminar, el vínculo con una idea sofística de la educación que subyace en la actualísima pedagogía de competencias e incluso en el Aprendizaje Basado en Proyectos, en cuanto estos asumen las valoraciones de hecho existentes en la sociedad, sin ponerlas en cuestión. Se trataría de un modelo técnico tanto de la escuela y la universidad como de la formación de los futuros maestros. La erradicación de la teoría de los estudios, amparada bien es cierto en el mal hacer de la enseñanza académica del pasado, se nos presenta como algo muy peligroso pues, como ocurría con los sofistas, se elimina la posibilidad y el ejercicio de un distanciado análisis de lo que nuestra cultura y sociedad nos presentan como bueno. En realidad lo bueno es lo útil, lo que sirve para el mundo laboral, y es esta misma conexión la que si eliminamos un enfoque teórico como el de Sócrates, la que estamos dejando de poder cuestionar. Hace falta un claro enfoque teórico, sólido, con fe en su propia labor, para que de nuevo el magisterio, las facultades de Educación o de Ciencias de la Educación cumplan aquello que la Ilustración, con sus más y sus menos, designara a la Universidad. Hay que superar la concepción de la formación de maestros como algo regido por lo técnico y por tanto reducido a las didácticas, así como retomar para la Pedagogía una tarea más allá de la consistente en pensar y crear metodologías de enseñanza (en una confusión con la didáctica) o la que se ciñe solamente a describir lo dado,recuperando su carácter teórico, es decir, crítico y socrático. 

Bibliografía:

Château, J. (2013). Los grandes pedagogos. México: FCE (primera edición francesa  1956).

Fernández Liria, C. et al. (2017). Escuela o barbarie. Entre el neoliberalismo salvaje y el delirio de la izquierda. Madrid: Akal.

Fuente del Artículo:

https://educayfilosofa.blogspot.mx/2018/03/teoria-verdad-y-educacion-actualidad-de.html

Fuente de la Imagen:

http://www.quieroapuntes.com/apologia-de-socrates_platon_25.html

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10 mujeres filósofas para estudiar en el aula

España / 6 de mayo de 2018 / Autor: Mar Giner / Fuente: Educación 3.0

¿Cuántas mujeres protagonizan la clase de Filosofía y sirven de modelo para las nuevas generaciones? Os proponemos 10 mujeres filósofas imprescindibles para entender el pensamiento filosófico que ha llegado hasta nuestra época.

 

1 María Zambrano (1904-1991)

La primera de la lista es esta pensadora, filósofa y ensayista española cuya extensa obra, entre el compromiso cívico y el pensamiento poético, no fue reconocida en España hasta el último cuarto del siglo XX. Después de un largo exilio, y siendo ya anciana, recibió los dos máximos galardones literarios concedidos en España: el Premio Príncipe de Asturias en 1981 y el Premio Cervantes en 1988.

2 Hiparquía (360-280 a.e.c)

Hiparquía de Maronea militaba en la peculiar escuela cínica fundada por Antístenes. Fue autora de tres libros y consiguió colarse en las reuniones y banquetes que organizaban los filósofos del siglo, aunque más de uno no viera con buenos ojos su presencia. Cuando murió, hicieron una fiesta en su honor desde la escuela en el pórtico de Atenas y declararon esa fecha como el día de la incorporación de la mujer al mundo la filosofía cínica.

3 Olympe de Gouges (1748- 1793)

Siglos después de Hiàrquía, seguía en tablas la lucha contra de la mujer por lograr los mismos derechos que los hombres. Olympe de Gouges fue el seudónimo utilizado por Marie Gouze, escritora, dramaturga, panfletista y filósofa política francesa. Como otras feministas de su época, la autora de la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana (1791) fue abolicionista y murió en la guillotina por defender a  los Girondinos.

4 Simone de Beauvoir (1908-1986)

Esta escritora, profesora y filósofa francesa fue una firme defensora de los derechos humanos y de la mujer.​ Sus novelas, ensayos, biografías y monográficos se enmarcan en la corriente filosófica del existencialismo​ y su obra ‘El segundo sexo’, se considera fundamental en la historia del feminismo.

5 Sophie de Grouchy (1764-1822)

Esta intelectual del siglo XVIII asistía a escondidas a las clases que recibía su hermano pequeño y así aprendió a hablar varias lenguas. Organizaba tertulias filosóficas en las que se reunían  eruditos como D’Alembert, Adam Smith, Thomas Jefferson e incluso Olympe de Gouges.Tras el final de El Terror jacobino, volvió a retomar su carrera literaria y en 1798 publicó su obra más famosa: ‘Lettres sur la Sympathie’, que acompañó a su traducción al francés de la ‘Teoría de los sentimientos morales’ de Adam Smith.

6 Harriet Taylor Mill (1807-1858)

Filósofa inglesa del feminismo y luchadora por los derechos humanos, se educó en una casa devota del unitarismo y con 19 años se casó con John Taylor. Tras su muerte, en 1852 se volvió a casar con el filósofo del utilitarismo John Stuart Mill, en quien ejerció una influencia con sus ideas feministas. Durante su vida escribió varios ensayos pero pocos llegaron a publicarse en vida: su obra sigue el deseo de establecer la igualdad definitiva entre hombre y mujer en educación, matrimonio y ante la ley, destaca ‘La emancipación de las mujeres’.

7 Lou Andreas-Salomé (1861-1937)

Una de las primeras mujeres que entró en la universidad de Zurich (Suiza). Fue admirada por Nietzsche, Paul Rée y Rilke. Freud dijo de ella que era una mujer “de peligrosa inteligencia”. Gracias a esta última amistad se interesó por el psicoanálisis y consiguió ser una de las pocas mujeres aceptadas en el círculo psicoanalítico de Viena.

8 Mary Wollstonecraft (1759-1797)

Una de las grandiosas figuras del mundo moderno, escribió novelas, cuentos, ensayos, tratados, un relato de viaje y un libro de literatura infantil. En su obra ‘Vindicación de los derechos de la mujer’ (1792) argumenta que las mujeres no son por naturaleza inferiores al hombre, sino que parecen serlo porque no reciben la misma educación. La autora creó en sus obras un orden social basado en la razón y, precisamente, con esta obra estableció las bases del feminismo moderno y la convirtió en una de las mujeres más populares de Europa de la época.

9 Hannah Arendt (1906-1975)

Filósofa y teórica política alemana, fue una de las personalidades más influyentes del siglo XX. Trabajó como periodista y maestra de escuela superior y publicó obras importantes sobre filosofía política, aunque rechazaba ser clasificada como tal, donde defendía el concepto de pluralismo en la política. Fruto de estos pensamientos se situaba de forma crítica frente a la democracia representativa y prefería un sistema de consejos o formas de democracia directa.

10 Christine de Pizan (1364-1430)

Se la conoce como la primera escritora profesional de la historia, además de ser filósofa y poeta humanista. Su obra ‘La ciudad de las damas’ (1405), se sitúa en el inicio de la llamada querella de las mujeres, un debate literario surgido en torno a la situación de las mujeres y su defensa frente a la situación de subordinación que marcaba la época. Además, sus poemas se organizan en colecciones con una trama narrativa extraída de su experiencia personal. Gran parte de su trabajo contenía información biográfica detallada, algo inusual en esa época y sus primeros poemas y baladas de amores perdidos transmitían la tristeza de su prematura viudez.

Fuente del Artículo:

https://www.educaciontrespuntocero.com/recursos/mujeres-filosofas-estudiar-aula/78607.html

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Sobre los maestros

España / 6 de mayo de 2018 / Autor: Marcos Santos Gómez / Fuente: Paideia

Comencé hace unos meses mis clases de la asignatura Fundamentos pedagógicos e historia de la escuela, para primer curso del Grado en Educación Primaria de la Universidad de Granada, con una pregunta que llamaba a cierta introspección autobiográfica en los alumnos. ¿Quién o quiénes han sido tus maestros? Algo que se responde, de manera más o menos consciente, en cualquier intento que se emprenda por parte de una persona de interpretar o comprender la propia vida. Se trata de una cuestión abismal que amenaza con retrotraernos a una suerte de pozo de reflejos, de vagas pinturas de los otros, a menudo sin nombre, que nos constituyen, como algo más semejante al mar en el que se balancea la barquita que somos, y no tanto a la integridad pétrea y rígida del terreno firme. Éste es el de la cadena de causalidades y entidades físicas y palpables que, una tras otra, han devenido en una certidumbre mineral que nos mantiene fijos, establecidos en las moléculas concretas de un aquí. Nuestro viento de la infancia, su sol, su cielo, sus aromas, sus manjares, la mano acartonada de la abuela que evoca el moribundo protagonista de la película American Beauty, una seguridad y una sencillez primordial, un origen del que nos acordaremos, muy probablemente, en el último momento, nos nutren de la ilusión metafísica de ser, de un ser de cristal, de un fundamento que es pilar y raigambre.

Pero para deshacer esta ilusión existen precisamente los maestros. Es curioso, porque tanto la idea de educación como la de maestro se vinculan con la certeza y la construcción de algo, siendo el caso que cuando mejor suceden, ambos, educación y magisterio, son lo contrario, una suerte de agentes de la disolución. Y esto es debido a que nuestra identidad no es un cúmulo positivo de experiencias que se van añadiendo, en la ilusión metafísica tal vez heredada de nuestra naturaleza material, sino un cúmulo de rectificaciones, de matices, de ondulaciones que zarandeando nuestra existencia nos hacen sentir vivos, que de un modo paradójico y titubeante somos y no somos. Así, en algo tan estable, mineral y sólido como es la escuela, la institución que llamamos escuela, pueden mágicamente operar fuerzas de la desintegración que, por fortuna, nos recuerdan que la educación es más que la propia escuela, como si ésta apuntara a un plus que más allá de ella fuera su auténtica y trascendente esencia. Esa tensión que emerge, a veces como huracán, en el aula, emerge en la relación con los maestros y en definitiva con esos gigantes a cuyos hombros, nosotros, enanos caminamos. Ellos nos enseñan, acarreándonos sobre el fango, sobre sus hombros, el secreto enigma de que nos cerca lo fortuito, la gratuidad y la contingencia, acaso soportables gracias a ellos que no ocultan, de hecho, que son eso mismo de lo que nos salvan, y que, aun peor, somos eso mismo de lo que creemos salvarnos.

Éste es el secreto de la cultura escolar, por muy fósil que se nos presente. Con Grecia se abrió un vértigo que en el mito se cantaba y ahora había que organizar, y justo esa misma organización sorda a los abismos primigenios, en apariencia y como se cree en una mirada superficial, era un estruendo y una agitación todavía mayor, la de la desnaturalización del mito que introdujo su nostalgia y que multiplicó el horror y el vacío, como en la vida helada de una vieja muñeca de porcelana que finge que está viva y que en todo su esfuerzo no puede sino clamar que está muerta. Es decir, con la paideia, con la educación que acabaría requiriendo de escuelas y academias, se crea un espacio de mayor resonancia, de un ruido ensordecedor a fuer de reprimido. Esa es la oblicua estela, el mensaje oculto de la escuela. Si hubiera que falsearlo y traducirlo a un mensaje claro, la idea sería que hay una cierta dialéctica en la cultura escolar que aunque quiere hacer un mundo, lo niega, lo pone en evidencia y amenaza con desmontarlo, con mostrar su carácter contingente. Esto, dicho en otras palabras, quiere también expresar que aunque la escuela obedezca a las necesidades prácticas y minerales de lo terrenal, del Estado, pongamos por caso, no es sino una tensión que al alejarnos del misterio, nos resitúa en el mismo y nos obliga, y aquí puede estar la auténtica enseñanza de la misma, a no creer en nada de lo que ella nos cuenta o, para los oídos más lúcidos, puede evocar que estamos en curso. Así, desde las leyes educativas al funcionamiento de un colegio, todo lo escolar nace con el estigma de una nada a la que sirve, por encima de toda función política e histórica (una prueba son las leyes que se dictan para no cumplirlas, como la LOGSE en España, que nació en el cínico escepticismo de decir que se quiere lo que realmente no se quiere), o mejor dicho, la política y la historia reposan sobre esa misma nada que nunca es más obvia que cuando se elude.

Concretando, la verdadera educación de la escuela estriba en situarnos en los puros límites de la existencia, desde la ironía de su forma y de un contenido que revienta esa misma forma. Educarse, pues, es sobre todo percatarse de, en palabras de Borges, la nadería de la identidad, la nadería de toda identidad, que al percibirse en su carácter constructivo deviene artificial y deconstructiva, cuya artificialidad acaba por mostrarnos que somos conducidos por inefables corrientes, poderosas, a las que sólo podemos poner caras de manera precaria y provisional. Por poner un ejemplo de esta misma asignatura que imparto, la verdadera enseñanza de la historia de la escuela, o de la historia, es que somos esa barquita que reposa, o se zarandea, en el océano.

Pongamos algunos ejemplos. En la misma clase a la que aludía al principio de este escrito, nos salieron al paso algunos maestros, fueron visualizados, verbalizados, desde un recuerdo a menudo grato y agradecido, y otras veces, pocas, con ira y despecho, en un sentido que los propios alumnos calificaron de negativo. Tanto en un sentido positivo, como negativo, los maestros marcaron un camino al joven. Se reconoce una cierta vida de otro en uno mismo, cuya enseñanza ha consistido en arrastrarnos o contagiarnos hacia un modo de vida que, cual asidero en el mar de la existencia, se afirma, de un modo previo a toda razón, para conducirse en un camino incierto. El joven entusiasta apuesta por el entrenador de su equipo de fútbol favorito que ha sabido, decía, iniciar la senda humana de un modo de vida, que ha infundido las ganas y el impulso para emerger, para salir de lo que uno era pero, al tiempo que se asume un modo de ser, se abandona algo, como en un nacimiento o en una metamorfosis. Así obran los maestros, nos ponen en camino, en el intermedio entre un final y un nuevo origen. Es responsabilidad y habilidad del caminante hacerse consciente de lo gratuito e injustificable de ese camino, pero esto requerirá acaso, nuevos magisterios, es decir, encuentros y desafíos, nuevas muertes y resurrecciones, porque en definitiva, la educación es un desafío que impulsa, que instaura en nosotros la conciencia de que las cosas pueden ser de muchas maneras. El pensamiento crítico, que tanto alabo en mis clases, tiene como último objeto, en un plano existencial, esa importante función, la de educar una mirada cabal que sea capaz de comprender el mundo como perspectiva, es decir, en su carácter incompleto. Y para esto, también, debe, creo, servir la escuela y la universidad. Me decía alguno de ellos, precisamente, que la razón de que esto deba ser así es que no hay vida plena hasta que se reconoce nuestra vida como vida no plena, como vida incompleta, que, acaso por eso mismo, es sensible al carácter agónico de cuanto nos rodea, a la tensión hacia un indefinido trascender.

Todo esto que sugiero no quiere decir que haya que estudiar, siempre, filosofía, y entrañarse, más que encarnarse, la tradición horadante y ácida del filosofar. En realidad, como antes he señalado, la escuela en sí y, en especial, su contenido, su currículum, aun lleno de sesgos y peligros al que deberían aplicarse miradas y metodologías diversas, como la genealógica, para captarlos, apunta a algo mayor que esos propios sesgos (el propio procedimiento genealógico es ya un revulsivo de toda ilusión identitaria en las cosas y en los propios métodos). Es una desgracia que se hayan perdido viejas sabidurías y que sólo nos quede Grecia, pero Grecia, como cualquiera de esas otras sabidurías, basta para poblar de sombras la ilusión de la clarividencia. Grecia y la filosofía, pero también, evocando otras rutas, la literatura.

En la literatura encuentro uno de esos gigantes que puedo llamar maestro, en mi biografía particular. Se trata de Borges. Si en un autor luce con todo esplendor la tensión entre la inanidad del ser y su intensa belleza, como única evidencia que nos resta, la belleza del mismo, lo único cierto, su eco o halo que irradia la callada melodía de los místicos o la platónica música de las esferas, es Borges. Borges me puso en el camino infundiéndome, como un fuego, una perspectiva estética que de tan autoconsciente es ironía, una lucidez que consiste en no creerse demasiado ni a uno mismo ni al resto, y, en ese modo de vida que es risa de todos los modos de vida y de todos los magisterios, me enseñó, sobre todo, que aunque fallido y seguramente falso, el universo es bello, más bello por incierto e inestable. Es como si de la nada que somos, sólo perdurara, vagamente, la sonrisa, como en el gato de Chesire del libro de Carrol. Eso es, en efecto, dar un pase o truco para soportar la existencia, o sea, para existir, que es al mismo tiempo lúcida asunción de que no es más que eso, un pase o truco. Borges me ha dado el alivio de que al menos, aunque yo no exista, haya existido Borges, de que pueda existir esa raza de inmortales que siéndolo todo, son ninguno, de que, por fortuna, ha habido un hombre que ha podido ser todos los hombres y convertirse en el más irreverente y fluido de todos los centros, en el Aleph donde adquirir un cierto sentimiento oceánico, como decía bellamente Freud, que busca su risa.

Fuente del Artículo:

https://educayfilosofa.blogspot.mx/2017/06/sobre-los-maestros.html

Fuente de la Imagen:

https://periodicocorreo.com.mx/sep-y-snte-acuerdan-aumento-salarial-de-6-1-para-maestros/

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