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Informe de Milenio: Los problemas de empleo, educación y salud en Bolivia se han mantenido aún después de la pandemia

La situación social de Bolivia es el nombre de la investigación presentada esta semana.

La caída de los ingresos de las familias, la mayor informalización del empleo, “la debacle” de la calidad educativa y el colapso del sistema de salud se han mantenido, e incluso se extendieron después de controlada la pandemia por covid-19, son algunas revelaciones del estudio denominado La situación social de Bolivia, de la Fundación Milenio.

Las secuelas de la pandemia, según el informe, permanecen y causan un deterioro evidente en las condiciones de vida de la ciudadanía; se identifican como causas: la fragilidad de la economía y una menor capacidad de creación de empleo.

“Bolivia ha dado muestras de debilidades y falencias crónicas en materia de protección social, y tanto más por cuanto el aumento incesante de la informalidad determina que un elevado porcentaje de la población esté indefensa frente a la inseguridad económica, la precariedad de los empleos y los riesgos de salud, de vejez y otros”, afirma el documento.

Por su parte, el director ejecutivo de Milenio, Henry Oporto, sostuvo: “El estudio muestra un panorama social preocupante, que contradice el relato político oficial de muchos logros socioeconómicos. Los datos y evidencias que aporta dejan en claro que la mejora de algunos indicadores, en los años anteriores a la pandemia, no han sido genuinos ni sostenibles porque no se asentaron en el fortalecimiento de las capacidades humanas de las personas; es decir en una mejor educación y formación laboral, mayor protección sanitaria y puestos de trabajo más seguros, formales y mejor remunerados”.

De acuerdo con el informe la caída de los ingresos laborales, durante el primer trimestre de este año, fue de 12%, en promedio, respecto del nivel de ingresos previos a la pandemia. Además, apunta a un incremento de la brecha salarial de género.

El estudio identifica como el impacto de más largo plazo la pérdida de capital humano, derivada de las consecuencias sanitarias, pero también de la precarización del mercado laboral y del rezago y la pérdida de aprendizajes de los estudiantes, que no se han podido recuperar en los últimos dos años.

El estudio, que oficialmente se presentó el jueves en La Paz, fue realizado por los especialistas: José Gabriel Espinoza, Ernesto Yáñez, Guillermo Aponte y Patricia Philco-Lima, bajo la coordinación de Henry Oporto. Su producción contó con el apoyo y la participación de la Red Procosi.

https://eldeber.com.bo/pais/informe-de-milenio-los-problemas-de-empleo-educacion-y-salud-en-bolivia-se-han-mantenido-aun-despues_337566

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La educación alternativa en Bolivia

Por: Noel Aguirre Ledezma

Con seguridad alguien preguntará, ¿a qué nos referimos por Educación Alternativa? En principio, téngase en cuenta que sus orígenes se encuentran en la educación previa a la colonia, en la “educación natural”; también es parte de las luchas sociales por el derecho a la educación, por ejemplo: escuelas indigenales, Escuela Ayllu de Warisata y propuestas planteadas para transformar el mundo escolarizado desde las organizaciones sociales, comunitarias e indígenas.

La Educación Alternativa (EA), además de un enfoque, según la Constitución Política del Estado (CPE) y la Ley de la Educación 070 es un subsistema del Sistema Educativo del Estado Plurinacional que determina: “El Estado y la sociedad tienen tuición plena sobre el sistema educativo, que comprende la educación regular, la alternativa y especial, y la educación superior…” La EA es una estrategia fundamental para hacer efectivos mandatos como: “Toda persona tiene derecho a recibir educación…” (CPE, art. 17), la educación boliviana “es única, diversa y plural…” (Ley 070, art. 3) o “el Estado, a través del sistema educativo, promoverá la creación y organización de programas educativos a distancia y populares no escolarizados, con el objetivo de elevar el nivel cultural y desarrollar la conciencia plurinacional del pueblo.” (CPE, art. 90) En resumen, la EA es parte de la construcción de un Estado que garantiza el derecho a la educación, es la expresión de la pluralidad de la educación y está llamada a hacer efectiva la educación no escolarizada, además de dar respuestas a las expectativas del pueblo.

La estructura organizativa de la EA comprende las áreas de Educación de Personas Jóvenes y Adultas (EPJA) y Educación Permanente (EP). A su vez, la EPJA desarrolla procesos de formación humanística, técnica y humanística-técnica, mientras que la EP trabaja en la formación de líderes comunitarios, educación técnica comunitaria y fortalecimiento de organizaciones populares y sociales. Los niveles de formación de la EPJA abarcan la primaria y junto a ella la alfabetización y posalfabetización, y la educación secundaria; mientras que la educación técnica puede ser a nivel de técnico básico, auxiliar y medio. Cuenta con dos programas, el Centro Plurinacional de Educación Alternativa a Distancia (Cepead) que ofrece formación a bolivianos que viven más allá de nuestras fronteras y el Sistema Plurinacional de Certificación de Competencias (SPCC) que reconoce capacidades aprendidas en la vida diaria, trabajo y acciones comunitarias. La EA está en permanente adecuación de sus propuestas en función de las expectativas de la población.

En estos tiempos, al igual que el conjunto del sistema educativo, la EA está retada a reafirmar su naturaleza y enfoques, así como a repensar sus horizontes sabiendo leer las lecciones y experiencias de su historia. La EA definitivamente tiene que dejar de ser sustitutiva y remedial a los resultados de los otros subsistemas, tiene que afirmarse en el mandato que le señala la Ley 070, artículo 17, al referirse a sus objetivos: “Democratizar el acceso y permanencia a una educación adecuada en lo cultural y relevante en lo social…” Tiene que ser de veras: Alternativa, una opción de calidad, con pertinencia y relevancia propia a su naturaleza. La EA tiene que consolidarse como Educación Popular y Comunitaria, porque es una educación transformadora y liberadora comprometida con los movimientos sociales, populares e indígenas y por sus metodologías participativas y dialógicas. Tiene que ser inclusiva, porque reconoce la diversidad y se adecúa a las expectativas de la población. Tiene que ser una educación a lo largo y ancho de la vida, lo que supone adecuar su propuesta pedagógica, curricular y de gestión a la diversidad de edad y los distintos grupos poblacionales. Con prioridad tiene que ser una educación productiva vinculada al territorio, centros de producción, cultura y formas de organización sociales. Tiene que generalizar el reconocimiento y homologación de saberes y conocimientos desarrollados en la vida diaria. Decididamente tiene apartarse de la educación escolarizada y aproximarse más a la educación no escolarizada, popular, permanente y comunitaria. La EA tiene que construir la educación en, de y para la vida.

https://www.la-razon.com/voces/2023/09/01/la-educacion-alternativa-en-bolivia/

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México: Pobreza, crecimiento y redistribución. El papel de la educación

Por: Félix Vélez
Para complementar el crecimiento y la reducción en la pobreza con políticas redistributivas eficaces es la hora de elevar la calidad de la educación a todos niveles. De lo contrario, los resultados recientemente publicados en reducción de la pobreza, tendrán un alcance relativamente limitado.

Francois Bourgignon i sostiene que no siempre el crecimiento económico beneficia a los pobres. Se pueden constatar casos en que el ingreso de los pobres disminuyó a pesar del crecimiento de la economía. Normalmente, con el crecimiento sí tiene lugar una reducción, la cual puede ser mucho más rápida si se ve acompañada de medidas de redistribución. La pregunta es cómo crecer y cómo redistribuir.

En México la inversión en infraestructura física tuvo un impacto muy positivo sobre el crecimiento de la economía por décadasdurante el tendido de las principales vías ferroviarias en el Porfiriatoii con la construcción de carreteras a partir de los años veinte, la electrificación y el despliegue de telefonía (ahora telecomunicaciones) en el siglo pasado y hasta la fecha. Dicha inversión tuvo un efecto positivo sobre la acumulación de capital privado, al beneficiarse de externalidades positivas. Una empresa se beneficia de estar bien comunicada y conectada.

Actualmente, agregar un carril más a la autopista de la Ciudad de México a Cuernavaca –por poner un ejemplo– tiene algún impacto sobre sus usuarios, pero no es comparable al que se dio cuando se terminó la original el 18 de noviembre de 1952 y más aún cuando se inauguró la libre el 11 de noviembre de 1927. No es comparable el efecto sobre el crecimiento del ingreso de que por fin se comuniquen dos localidades importantes, con el de reducir el tiempo de traslado en horas pico.

Lo anterior no implica que todo México esté comunicado por carretera –para seguir con el ejemplo– pero ciertamente hay avances innegables en la obra caminera. Y así con otros ámbitos de capital físico. Pero el capital también abarca al capital humano, de nuevo existe un largo camino recorrido: en 1920 el alfabetismo era de 30 por ciento, en 1970 de 70 por ciento y en 2020 de 95 por ciento. Incluso con el saldo negativo del COVID –en el largo plazo el avance cuantitativo es claro.

El reto ahora es cualitativo y tiene un importante impacto sobre la igualación de oportunidades y la reducción de la desigualdad. En realidad lo ha sido por bastante tiempo y los resultados de algunas mediciones –como la prueba PISA– no son alentadores. Brindar capital humano a los pobres es brindarles riqueza. Después de todo, la tierra ya se repartió en México.

Por consiguiente, para complementar el crecimiento y la reducción en la pobreza con políticas redistributivas eficaces es la hora de elevar la calidad de la educación a todos niveles. De lo contrario, los resultados recientemente publicados en reducción de la pobreza, tendrán un alcance relativamente limitado. El crecimiento del gasto social dentro del gasto público, en un contexto de envejecimiento de la población, de elevados subsidios a las llamadas empresas productivas del estado (como PEMEX, que de productiva tiene poco) y de crecientes pagos de servicio de la deuda pública se antoja insostenible. Y no es lo mismo redistribuir ingreso que riqueza.

Ayuda desde luego a México la relocalización geográfica global –“nearshoring”– de las cadenas de suministro, el impacto en Norteamérica de la ley de Chips y Ciencia de Biden y la reestructuración global de la industria automotriz. Ese fue el caso cuando entró en vigencia el Tratado de Libre Comercio de América del Norte el primero de enero de 1994, pero no fue suficiente para que México dejara de ser un país de ingreso medio y pasar a ser de ingreso alto, ni lo será en esta ocasión. iii

Pero hay que pasar del qué al cómo, la econometría tiene un límite. Al respecto, los experimentos aleatorios controlados de campo se vuelven fundamentales. Esto es la evaluación de impacto de distintas acciones en materia educativa. Sólo así se puede ver qué funciona y qué no. Banerjee, Duflo y Kremer iv obtuvieron el premio nobel de economía por su contribución a la evaluación de impacto de los programas sociales.

Algunos de sus hallazgos en materia educativa: 1) proveer más libros de texto gratuito no contribuyó mayormente a mejorar el desempeño de los estudiantes, excepto el de los más destacados; 2) brindar rotafolios no tuvo efecto alguno; 3) ofrecer educación remedial para el estudiantado menos aventajado sí tuvo un impacto sustancial positivo; 4) reducir el número de estudiantes por aula no tuvo efecto, porque los de menor desempeño no se beneficiaron de convivir más de cerca con los de mayor rendimiento; 5) dividir a los grupos en grupos más pequeños, en función de los conocimientos previos adquiridos por el alumnado tiene también efecto positivo, tomar en cuenta lo que sabe el alumnado y no lo que toca según el programa; 6) pagar a las maestra un bono por no faltar a clase redujo el ausentismo y contribuyó positivamente al aprendizaje; 7) reducir el tamaño del grupo contratando maestras de asignatura –cuya permanencia dependía de su desempeño– tuvo un impacto favorable, no así cuando se trató de escuelas con magisterio sindicalizado cuya respuesta a las nuevas contrataciones fue faltar más y enseñar menos.

Desde luego que dichos experimentos son confrontados, esto es, se evalúa su “validez externa” para ver si son generalizables a otros lugares y ámbitos.

En México el presente gobierno eliminó el Instituto Nacional de Evaluación Educativa (INEE) y no existe información sobre el impacto del COVID sobre el aprendizaje, la matriculación, la eficiencia terminal. Da la impresión de que el servicio se encuentra capturado por grupos de interés –magisteriales– y que en la Secretaría de Educación Pública no hay urgencia de cambiar las cosas. Habría que agregar la baja prioridad otorgada al presupuesto de educación pública, 3.24 por ciento del PIB en 2023.

Si la calidad de educación que consumen los pobres no es prioridad para el gobierno, difícilmente se podrá crecer más en el largo plazo, reducir la pobreza de manera permanente y reducir la desigualdad.

* Félix Vélez Fernández Varela (@FelixVelez) es profesor de economía y políticas públicas en el ITAM y Experto México, ¿cómo vamos?. Ha combinado el servicio público con la academia.

i Bourguignon, Francois. (febrero 4, 2004) The Poverty – Growth – Inequality Triangle, Banco Mundial, presentado en Nueva Delhi.

iii Werner y Milo Alexis / Nearshoring, Reforma, mayo 30, 2023.d

iv Banerjee, Abihit, Duflo, Esther y Kremer, Michael. (2019) Understanding Development and Poverty, Scientific Background on the Sveriges Riksbank Prize in Economic Sciences in Memory of Alfred Nobel 2019, The Royal Swedish Academy of Sciences.

https://www.animalpolitico.com/analisis/organizaciones/mexico-como-vamos/educacion-pobreza-crecimiento-redistribucion
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Unesco: ¿Cuáles son los principales desafíos educativos en América Latina y el Caribe?

Durante la 10 ° Cumbre Líderes por la Educación, Nicolás Reyes, oficial de educación de la Unesco, explicó que la pérdida de aprendizajes, la crisis climática y el acceso a educación de calidad son algunos de los retos más urgentes en la región.

Latinoamérica se enfrenta a grandes desafíos educativos como región. De acuerdo con Nicolás Reyes, oficial del Sector Educación de la Oficina de la Unesco en Quito y representante para Bolivia, Colombia, Ecuador y Venezuela, actualmente estamos obligados a “repensar la educación, porque nos enfrentamos a nuevos desafíos como el cambio climático, desigualdades sociales y también a otros retos comunes como países”.

La reinvención del sistema educativo es fundamental para responder a estos desafíos. Durante su intervención en la 10 ° Cumbre Líderes por la Educación, Reyes explicó que se deben pensar en soluciones acordes a las crisis actuales como “el cambio climático, las tensiones democráticas y la llegada de la revolución tecnológica”.

Sobre la incursión de tecnologías como la inteligencia artificial en la educación, el experto dijo que “no hay que dejar de lado los riesgos que tiene para los niños, niñas y jóvenes, pues efectivamente la inteligencia artificial es una herramienta tecnológica que debe ser usada con cautela y cuidado”.

En medio de su intervención, el representante de la Unesco también aseguró que aún quedan muchas metas pendientes para el cumplimiento del cuarto Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) que busca a 2030 “garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad”. “Solo un tercio de las 111 metas van en la trayectoria y el ritmo adecuado, por lo que es una situación crítica”, dijo Reyes.

Ocho desafíos claves

El experto advirtió que hay ocho desafíos claves de cara al futuro educativo de la región: “acceso, inclusión y equidad; contenidos y métodos educativos innovadores y creativos; docentes con mayor formación y desarrollo; aprendizajes significativos y holísticos; la creación de una agenda educativa digital alrededor de la conectividad y la inteligencia artificial; una educación para el desarrollo sostenible y educación sobre cambio climático; y gobernanza y financiamiento de la educación”.

Frente al primer desafío, Reyes dijo que “el sector educativo y el sector salud no pueden trabajar de forma separada, pues son claves para atender emergencias como la pandemia del covid-19, pues hay “unas regiones que están más preparadas que otras”.

Aurora Vergara, Ministra de Educación
Contexto: Cumbre de Educación | Ministra Vergara defendió la reforma a la Ley 30: “Queremos garantizar la oferta educativa en todos los niveles”

Asimismo, sostuvo que el acceso, la inclusión y la equidad educativa son aspectos claves que deben ser atendidos con mayor énfasis en primera infancia, pues “solo el 18,6 % de los niños está accediendo a educación durante sus primeros años de vida y la primera infancia es la ventana de oportunidad que estructura los aprendizajes para toda la vida”.

De igual forma, según él, en educación superior las brechas son grandes, ya que “solo cinco de cada 10 jóvenes en la región, logra acceder a una institución de educación superior”.

El desarrollo de contenidos y métodos educativos acordes al contexto global es otro de los retos. “Es importante una contextualización curricular y pedagógica con autonomía de las comunidades para la construcción de currículos, porque es muy diferente lo que pasa en una región u otra”.

Por otra parte, incrementar el número de docentes calificados en las escuelas, así como reducir los indicadores de aprendizajes perdidos en Latinoamérica es crucial, ya que “el 60 % de los estudiantes de sexto grado no alcanzan el nivel mínimo de lectura y matemática”.

El experto finalizó diciendo que “hay que equiparar el acceso tecnológico en las zonas rurales y trabajar en el concepto de ciudadanía digital. El cambio climático y herramientas alrededor del daño medioambiental, así como la financiación de la educación, son otros tres desafíos a trabajar en busca de un futuro educativo con mayor inclusión y equidad”.

https://www.semana.com/educacion/articulo/cuales-son-los-principales-desafios-educativos-en-america-latina-y-el-caribe/202358/

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El podcast, herramienta para el aprendizaje y la evaluación

Cuando uno se acerca, desde fuera, a la radio o al podcast en las aulas suele estar relacionado con los contenidos y competencias de las clases de Lengua y Literatura, centrados en las habilidad de redactar un guión, de locutarlo después, de utilizar un lenguaje adecuado… Pero este medio de comunicación puede ser una herramienta para cualquier materia, solo hay que echarle un poco de imaginación.

Es el caso de Alberto Medina quien, el curso pasado, realizó una experiencia con su alumnado de 1º de bachillerato en la materia de Biología y Geología en la que hicieron uso del podcast para hablar desde los ecosistemas hasta los sistemas de nutrición de las plantas.

“El mundo de la radio siempre me ha interesado y empecé gracias a un curso en el CEP de Málaga”, explica Medina. Eso sí, no quiere “engañar” a nadie, “hago un poco de trampa”, comenta. El curso en el que desarrolló la actuación fue el pasado, en un centro malagueño en el que tenía un aula de siete estudiantes “que son muy buenas y les gustan las nuevas tecnologías”.

En cualquier caso y, aunque admite, era “comenzar sobre seguro”, utilizó el podcast como una manera “de que el alumnado expusiera lo que estaba aprendiendo, de que pudiera afianzar el contenido”. Durante el curso pudieron realizar programas en los que hablaron de fechas importantes, del papel de la mujer en la ciencia o de la importancia de la dieta saludable (Medina era también el coordinador del programa de hábitos de vida saludable en el centro).

Más allá de los aprendizajes estrictamente curriculares, este docente de ciencias “lucha” contra esa sensación de que son solo quienes dan Lengua y literatura quienes pueden hacer uso de este instrumento, “que parece que los científicos ni leemos ni escuchamos la radio”, bromea. Para él y su alumnado supuso una buena manera de ejercitar la expresión oral, además, “se hace un trabajo de autoaceptación” cuanto chicas y chicos se graban y se escuchan después. “Es una manera de hacer que los más tímidos se expresen”.

Todo esto fue evaluado gracias a una rúbrica que Antonio Medina había desarrollado para medir el desenvolvimiento del alumnado en el uso del podcast. La rúbrica, además, era conocida por chicas y chicos “con la idea de que supieran cuáles eran los ítems que iba a utilizar durante la evaluación”, explica el profesor. Para él, el uso de este tipo de evaluación es interesante porque “cuantas más herramientas, mejor”.

Medina está contento con el resultado del trabajo de su alumnado que realizaron un programa de podcast cada mes. Durante el curso todos han ido cambiando de responsabilidad: buscar información, locutar, editar… para aprender los diferentes pasos que hay que hacer. Y, aunque al principio, él se encargó del montaje del sonido, al final, chicas y chicos se responsabilizaron de todo el proceso.

El instituto en que realizó la experiencia es un centro de compensatoria en el que no hay grandes instalaciones de radio, pero esto no fue un freno. “El único desembolso que hice fue la compra de un micro de segunda mano”, explica Medina. El alumnado participante grababa el contenido o en clase o en sus casas con sus teléfonos móviles y luego, al principio de curso esto lo hacía Medina, se realizaba la mezcla del audio con el programa gratuito Audacity.

Los programas trataban de diferentes asuntos mediambientales y se planteaban, prácticamente, como un corto informativo radiofónico. El hecho de que el trabajo con el podcast tuviera una temporalidad mensual hacía interesante poner la mirada de los temas fuera del centro, de lo que pasa en el día a día en él, para que lo que contasen chicas y chicos no caducase tan fácilmente.

Medina comenta que en el encuentro de Teachers en el que participará pretende explicar, además de los rudimentos para organizar un podcast, que pueden tratarse temas muy variados: “sostenibilidad, animalismo, feminismo… Prácticamente es un un telediario, los temas son infinitos”.

Uno de los problemas mayores que se encontró Alberto Medina cuando comenzó a pensar en el podcast como herramienta educativa fue que no existe información específica sobre cómo utilizarlo con adolescentes, sino que suelen ser contenidos muy generales.

Dio sus primeros pasitos hace tres o cuatro curso durante la celebración del EABE en Andalucía. Se trata de un encuentro de docente surgido hace más de una década a raíz del boom del uso de los blogs en las aulas. En una de sus ediciones, comenta Medina, pudo escuchar un taller sobre podcast y algún tiempo después dio con el curso del centro del profesorado de Málaga sobre ya recibió una formación algo más específica con la que ponerse en marcha.

Gracias a ambos hitos, más allá de la formación, pudo tejer una red más o menos pequeña de docentes interesados en el tema. Una red en la que se comparten saberes y trucos de manera informal, tanto en Twitter como en Telegram.

“Al final, las aulas son nuestras trincheras del conocimiento. Teniendo un móvil y el Audacity, nadie puede ponerte barreras para hacer lo que quieras”. Se trata “de tener imaginación”, explica este docente que, además de tener un micrófono, trabaja con móviles y con programas gratuitos que hay en internet.

El último paso es el de la distribución del contenido. En el caso de este docente y sus alumnos, eligieron iVoox y Spotify para hacerlo. Y aunque parece lo menos importante de todo el proceso, para Medina es también clave “para que el alumnado viera que lo que hace tiene un impacto, aunque fuera mínimo”.

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El papel de la filosofía en la revolución democrática de la educación

Por Christian Laval

Traducción de Richard Saint Jean. Revisión de Sara Oportus

De la escuela neoliberal a la educación democrática

Introducción

Partiré con una reflexión bastante fundamental de Kant sobre la educación:

“He aquí un principio del arte de la educación que los hombres, especialmente los que planean la educación, deben tener ante sus ojos: no debemos solamente educar a los niños según el estado presente de la especie humana, sino según su estado futuro, posible y mejor” (Kinder sollen nicht dem gegenwärtigen, sondern dem zukünftig möglich bessern Zustand des menschlichen Geschlechts), es decir, conforme a la Idea de humanidad y a su destino total. Este principio es de gran importancia. De ordinario, los padres educan a sus hijos sólo en vista de adaptarlos al mundo actual, aunque sea corrupto. Más bien, ellos deberían darles una mejor educación, para que un mejor estado pueda salir en el futuro»1.

Vivimos tiempos particularmente oscuros para la democracia. No solamente en países totalitarios o sometidos a regímenes o gobiernos autoritarios. Incluso en las antiguas democracias liberales y representativas las libertades públicas se ponen en cuestión. La causa más profunda de esta crisis bastante general de la democracia contiene a todas las formas de miseria social, al despojo político, al crecimiento de las desigualdades en la fase neoliberal de la organización política y económica.

Para los educadores, los tiempos son, entonces, particularmente difíciles. No solamente por su situación económica, sino también a causa de las presiones políticas que ellos sufren, las denuncias injustificadas, a veces de la violencia o de la represión del Estado.

Estos tiempos oscuros exigen una fuerte reacción de todos los que creen en la democracia, la verdadera democracia, aquella que John Dewey nos ha enseñado a comprender cómo la democracia radical. A él le importó rehacer por todos los medios el vínculo entre educación y democracia y entre filosofía, educación y democracia.

Podemos pensar quizás que reflexionar en una educación democrática en estos tiempos tan oscuros para la democracia es una curiosa paradoja, o una tentativa a contratiempo.

La crítica de lo que existe o la crítica de las reformas de inspiración neoliberal son necesarias pero insuficientes, porque ellas son reactivas, defensivas. Sin embargo, es conveniente mantener el rumbo del futuro, mantenerse en una lógica de transformación y de revolución. Nada es más importante que hacer las proposiciones ofensivas a fin de no soportar la agenda de los enemigos de la democracia. Y porque se trata de preparar el futuro de las nuevas generaciones, como lo pensaba Kant.

Propuestas ofensivas, ¿en qué dirección? Para repensar y refundar la educación sobre las bases realmente democráticas. Y para eso debemos rehacer colectivamente, pero de una forma nueva, lo que hizo John Dewey hace un poco más de un siglo cuando escribió este monumento del pensamiento, que continúa siendo su obra maestra, Democracia y Educación de 1916.

Revolución escolar

La revolución escolar que debemos pensar ahora es un componente de una revolución democrática más general. Necesitamos una revolución democrática y no solamente una defensa de las instituciones existentes. Y esta revolución, sabemos hoy en día que ella debe ser democrática, social y ecológica. La magnitud de las desigualdades comparables a aquella de finales del siglo XIX, la irracionalidad total del gobierno, de las sociedades por el lucro y la competencia, el colapso del clima y de la biodiversidad, todos estos fenómenos están ligados. Ante las amenazas que pesan sobre los ecosistemas de los que los seres humanos forman parte, no son solamente los modos de consumo o de trabajo que deben cambiar, sino los valores colectivos, la forma de las relaciones sociales, las instituciones políticas.

Es, por tanto, en la perspectiva de esta ruptura que debemos considerar el contenido de la indispensable revolución escolar. Yo diría incluso que es en el posneoliberalismo, en el poscapitalismo que debemos imaginar la educación democrática.

Es tiempo de preguntarnos cómo la escuela y la universidad van a formar individuos que serán mañana capaces de asegurar el control de su destino y la responsabilidad del mundo, una educación para abrir un futuro deseable y devolver una tierra habitable.

Podemos enunciar el sentido general de la transformación deseable: avanzar hacia una sociedad que, en todos los ámbitos, ampliará las capacidades políticas de sus miembros, asegurará su igualdad social y garantizará el respeto de los entornos de vida. Imaginar lo que debería ser la institución de la educación en una democracia social y ecológica del siglo XXI, tal es la tarea colectiva a la que aquí se trata de contribuir.

Criticar los objetivos de la educación neoliberal

El primer gran problema para nosotros hoy es la finalidad social y política de la educación. Hoy la finalidad es la economía. Esta es la razón última de la educación neoliberal. Y todos los cálculos en términos de inversión y de beneficio están ahí para sostener este significado central de la educación hoy en día: la finalidad neoliberal de la educación es la adaptación de los sistemas educativos a los imperativos económicos, y más precisamente, a la lógica de la economía de mercado.

El neoliberalismo escolar es el primado de la economía, según un discurso falsamente democrático, en realidad a la vez utilitario y malthusiano. Los saberes serían demasiado abstractos y muy alejados de la “vida real” (es decir, de la vida profesional), sería apropiado centrar los aprendizajes sobre la adquisición de las competencias útiles para la sociedad, en relación lo más que posible con las empresas. Dicho de otro modo, la concepción utilitarista de los estudios y el objetivo de la empleabilidad sería la vía democrática por excelencia. Un nuevo maltusianismo escolar vergonzoso se ha impuesto poco a poco, el de las “competencias” y los “fundamentos básicos”, lo cual está vinculado al productivismo dominante.

De hecho, en el discurso oficial sobre la educación, es cada vez menos cuestión de “espíritu crítico” o de la “educación del ciudadano” y de cada vez más de “capital humano” y la “cultura de la empresa”, de las “competencias”, de “skills”. La educación es cada vez más considerada como un bien mayormente privado, supeditado a un discurso económico estandarizado; el alumno y el estudiante son vistos como “recursos humanos”, de la pura y simple fuerza de trabajo. El objetivo de la eficacia económica triunfa sobre el de la emancipación humana. En suma, la escuela, como el hospital y como la mayoría de los servicios públicos, está sometida a la lógica invasora de la rentabilidad y la competitividad a la que se han dedicado los responsables políticos de derecha como de izquierda.

Desde finales del último tercio del siglo XX, la problemática neoliberal se ha ido imponiendo poco a poco en el campo escolar a nivel mundial, según “un nuevo orden educativo mundial”. Esto ha representado un viraje muy importante. Por supuesto, las finalidades económicas nunca estuvieron completamente ausentes de los períodos anteriores, pero durante mucho tiempo la educación tenía por finalidad la construcción del Estado nación. La finalidad era política, y más o menos democrática, según los casos. Hemos fabricado la nación por la escuela, reproduciendo para una buena parte de la sociedad, según un dualismo social muy firme, con la escuela de las élites y la escuela de las masas.

El giro neoliberal a finales del siglo XX corresponde, por tanto, a un momento muy particular: el Estado está él mismo comprometido en la competencia económica generalizada que caracteriza la mundialización económica. Y es por eso que la finalidad de la educación cambia al beneficio de la economía. En una palabra, la producción de capital humano se vuelve más importante que la formación del ciudadano nacional. De ahí el carácter central de las “competencias”.

En realidad, en la mayoría de los casos, estamos ante una fórmula de compromiso, donde las dimensiones económicas (como la primacía de las «competencias») y las dimensiones patrimoniales y nacionales, incluso las dimensiones nacionalistas y autoritarias, en casos cada vez más numerosos, en la medida en que el neoliberalismo ofrece una cara cada vez más estatista, autoritaria y brutal.

La transformación de esta escuela, ampliamente sujeta a los imperativos económicos es acompañada de una cierta despolitización de la cuestión escolar, de una tecnificación de los problemas y de las “soluciones”.

Necesitamos, por lo tanto, repolitizar la cuestión de los fines de la escuela y, por eso, ir en a contracorriente de todos los discursos que quieren abstraer la escuela de la sociedad y quieren ver en las crisis de la institución una cuestión de métodos y contenidos pedagógicos, incluso de gestión burocrática. Pero es conveniente igualmente de oponerse a la repolitización reaccionaria a la que estamos asistiendo hoy. Un discurso conservador quisiera obstruir la crisis de la escuela con métodos autoritarios, referencias patrióticas, una disciplina “a la antigua” combinada a veces con un cientificismo “neuronal” como lo hemos visto un poco en todas partes en el mundo.

Democracia social, ecológica, cosmopolita

La gran pregunta, y que no es nueva, es aquella que ha inspirado a numerosos pensadores de la educación, notablemente a numerosos socialistas desde el siglo XIX, es la de saber lo que es la educación para la democracia.

Pero, ¿qué es una democracia radical hoy día y qué reclama ella de la educación? La democracia designa para nosotros la característica de una sociedad en la que el principio del autogobierno es extendido a todas las instituciones territoriales y productivas, a todas las actividades colectivas, ya sean económicas, culturales, asociativas, educativas. La democracia así entendida supone la capacidad de los ciudadanos para reflexionar sobre las instituciones deseables, su poder colectivo para cambiarlas si no les convienen más. En una palabra, la democracia es para nosotros el sinónimo del poder instituyente de los ciudadanos y de los productores, lo que no va sin la auto- reflexividad en el seno de todas las instituciones de la sociedad, ya sean políticas o económicas.

Comprendemos entonces el rol central de la educación en una sociedad que hace del autogobierno su principio general. Ella no debe solamente «socializar» los jóvenes, como lo dice la sociología, debería, además, darles el deseo y los medios para participar en el desarrollo de reglas colectivas, de comprometerse en la discusión y la toma de decisión en común. Una sociedad realmente democrática es específica en que la institución social y política se refleja conscientemente como resultado de un colectivo instituyente. La tarea de la educación democrática es, por lo tanto, no solamente hacer sentir a cada individuo que es miembro de un grupo hacia el que tiene obligaciones, sino también enseñarle a convertirse en un participante activo a la determinación colectiva de las reglas de la vida en común y más generalmente, un participante activo en la vida social y cultural, en su renovación, en su creatividad. Y podemos añadir: un ser plenamente responsable del mundo en el que va a vivir.

La gran pregunta práctica es saber lo que debe ser “la experiencia democrática” en la escuela. Hacer la experiencia de la democracia en la escuela es hacer la experiencia de la inteligencia colectiva con relación al actuar en común, es aprender a cuestionar los saberes y el mundo en conjunto y abrir las vías a sus transformaciones. En una palabra, ella debe ayudar en la formación de “mentalidades democráticas”, según la fórmula de Paulo Freire.

La originalidad de una educación democrática, por consiguiente, es permitir a los alumnos y estudiantes hacer la experiencia de la autonomía individual y del autogobierno colectivo. Esto no es una cuestión de doctrina, sino de práctica pedagógica y de organización institucional: “todo proceso de educación que no visualiza desarrollar al máximo la actividad propia de los alumnos es malo”, señala a justo título, Castoriadis2.

La educación como bien común

Ha llegado el momento de pasar de movilizaciones defensivas a proposiciones ofensivas. Los movimientos de resistencia a las reformas neoliberales en el campo escolar y universitario, y ellos han sido numerosos en todo el mundo desde al menos dos décadas, ellos mismos han sentado, además, el principio básico de una alternativa a la privatización y la sumisión a los imperativos capitalistas: el conocimiento es común, él no debe estar reservado ni a una élite, ni ser objeto de ninguna forma de “cerco” por dinero o lugar de residencia.

Más allá de los motivos iniciales de las movilizaciones, el sentido de todos estos movimientos descansa sobre “el principio de los principios” según el cual “la educación es un bien común, no una mercancía”.

La pregunta es precisamente saber qué implica tal exigencia. ¿Cuáles son sus condiciones y sus implicaciones concretas, sobre los contenidos escolares, sobre la pedagogía, sobre la arquitectura institucional?

Antes cómo debemos entender este tipo de proposición que hemos escuchado en todo el mundo: la educación como “bien común”. Hacer de la educación, de la cultura o de la salud, y de otras áreas de la vida humana y social, un «bien común» remite a una visión política directamente contraria a la concepción propietaria dominante de estas áreas y de estas actividades, dimensión que no se entiende jamás cuando hablamos de “capital humano” o de “capital de salud”. Decir que la educación es un “bien común”, es decir, que ella es inapropiable, que ningún individuo, ningún grupo, ningún Estado no se puede decir ni hacerse el propietario. Ella pertenece a todos por principio. Pero este “bien común” educativo puede encontrar consistencia únicamente en una institución con características muy particulares. Para que la educación sea verdaderamente un “bien común”, hace falta que la institución educativa ella misma sea concebida como un común, es decir, como un espacio institucional a la vez autogobernado por los co-participantes a la actividad educativa, y regido por el derecho de uso ejercido por una colectividad sobre los recursos educativos producidos, mantenidos y puestos a disposición por esta institución.

El primer tema se refiere a la condición primordial de la educación democrática: defender la libertad del pensamiento, cuya traducción institucional se llama las libertades académicas. La escuela debe estar enteramente emancipada de los poderes que hasta ahora han buscado subyugarla e instrumentalizarla, ya sean las religiones, los gobiernos, las empresas capitalistas. En este sentido, toda la educación, desde el jardín de infancia hasta la universidad, debe regirse por la regla absoluta de la libertad de la mente, condición de todo conocimiento racional, y para ello, ella debe ser integrada en una institución independiente de los poderes que hemos llamado la Universidad Democrática.

La educación democrática exige la más completa libertad de pensamiento con respecto a los poderes organizados en la sociedad, sean estos religiosos, partidistas, económicos, ideológicos y estatales. La educación democrática es ante todo una educación libre. Esta es la condición absoluta. Su primera máxima es heredera de la Ilustración: «Sapere aude», Atrévete a usar tu entendimiento, como pide Kant en el opúsculo ¿Qué es la Ilustración?, en 1784. La prohibición de usar la razón equivale a la privación de libertad por sumisión a las mentiras, supersticiones y, más generalmente, a la «dirección de otros».

La educación libre debe ser con respecto a la religión, pero también a los gobiernos y a las empresas.

La “economía del conocimiento” no introdujo más libertad, sino más control en nombre de la finalización productiva de las actividades del conocimiento. Cuanto más se ha integrado la educación en la lógica económica, menos libertad han tenido los profesores e investigadores para elegir sus temas de investigación y el contenido de su enseñanza. Las condiciones de trabajo en el ámbito docente y sus libertades se han deteriorado poco a poco al imponerse una “gestión” de tipo empresarial, que ha burocratizado considerablemente su profesión. El alargamiento del tiempo de trabajo, el aumento y multiplicación de tareas, la presión recurrente de la evaluación y la competencia entre establecimientos y, en la educación superior, los laboratorios para la obtención de créditos han reducido lo que debería ser la condición fundamental de una profesión del conocimiento, la verdadera autonomía.

Se debe extraer una lección para una escuela verdaderamente libre: los contenidos de la enseñanza supone siempre una distancia justa con la realidad económica y social y nunca debe responder a los imperativos de eficacia inmediata. Condorcet dio el principio: “el objetivo de la educación ya no puede ser consagrar las opiniones establecidas, sino, por el contrario, someterlas al libre examen de las sucesivas generaciones, cada vez más ilustradas”3. Asimismo, la escuela debe ser concebida como una institución de contrapoder frente a todos los poderes sociales, económicos, religiosos o políticos dominantes que buscan en la sociedad imponer sus intereses y sus ficciones.

El rol de la filosofía en la enseñanza

Dos roles: promover la libertad de pensamiento y redefinir una nueva coherencia antropológica.

El primer papel de la filosofía es de preservar la independencia de la institución escolar de las intrusiones de los poderes. Se hace un contrasentido sobre la idea republicana en materia de educación al identificarla a su control por el Estado. Condorcet creía en la legitimidad de las sociedades cultas, las únicas, a su juicio, capaces de adecuar la educación a las “verdades más probables” de una época: “Es la única manera de asegurar que la educación se regulará sobre el progreso sucesivo de las ilustraciones, y no en interés de las clases poderosas de la sociedad y privarlas de la esperanza de obtener del prejuicio, lo que la ley les niega”4. Kant se hacía una idea republicana de la universidad. En la introducción de la primera sección del Conflicto de las facultades (1794), Kant define la Universidad como “una especie de república culta” (das gemeine Wesen) compuesta por todos los “profesores públicos” nombrados en los diferentes sectores científicos. Esta república debería poseer su autonomía porque “sólo los eruditos pueden juzgar a los eruditos como tales”. La Universidad formaría así un «cuerpo de eruditos» junto al cual podrían existir «eruditos libres» que no pertenecen a este cuerpo, pero que constituyen ciertas corporaciones libres, llamadas academias o sociedades científicas, o bien que viven en «el estado de naturaleza del conocimiento» y se ocupan como aficionados de la ampliación o difusión del conocimiento.

Recordemos, más allá de los rasgos de una época pasada, esta idea tan importante: la educación es parte de un espacio institucional que le es propio, que tiene sus reglas, sus valores, su ética. Es, en mi opinión, Jacques Derrida quien dio plena dimensión a esta afirmación de libertad de pensamiento que ya hemos encontrado de manera limitada en Kant o Condorcet.

Para Derrida, todo maestro releva en su profesión un espacio de libertad donde todo puede ser interrogado y discutido incondicionalmente. Es lo que él llama «la universidad incondicional»: «esta universidad exige y debería verse reconocida en principio, además de lo que se llama libertad académica, una libertad incondicional de cuestionamiento y de proposición, incluso, más aún, el derecho a decir públicamente todo que exige una búsqueda, un saber y un pensamiento de la verdad5. Para Derrida, esta universidad debería ser, a partir de ahora, por las prácticas propias de sus miembros, el indispensable “lugar de resistencia crítica – y más que crítica – a todos los dogmáticos e injustos poderes de apropiación”6. Esta resistencia incondicional es suficiente para definir el espíritu de la Universidad democrática si le sumamos dos dimensiones: la universalidad de su acceso, no solamente a las generaciones más jóvenes, sino a todos los ciudadanos que deseen dedicarse al aprendizaje y a la investigación; y su carácter cosmopolita, es decir, su apertura a la cooperación de todas las naciones y a la libre circulación global del conocimiento. La Universidad así concebida es un lugar de oposición, en el sentido que la entendió Derrida: “incondicional, tal resistencia podría oponer la universidad a un gran número de poderes: a los poderes del Estado (y, por tanto, a los poderes políticos del Estado-nación y su fantasía de soberanía indivisible: en que la universidad sería de antemano no solamente cosmopolita sino universal, extendiéndose así más allá de la ciudadanía global y del estado-nación en general), a los poderes económicos (a las concentraciones de capital nacional e internacional) , a los poderes mediáticos, ideológicos, religiosos y culturales, etc., en definitiva a todos los poderes que limitan la democracia por venir”7.

El derecho a los conocimientos y el derecho político de controlar los gobernantes, a deliberar, a decidir, a actuar en común están vinculados. Esta Universidad democrática, que debe ser a la vez protegida como institución, pero extendida en principio a toda la sociedad, debe en definitiva hacer causa común con democracia directa y real, dando a todos los medios para juzgar, deliberar, proponer, decidir. No hay razón para limitar el principio de libertad incondicional solo a la educación superior, o a la enseñanza de la filosofía en la última clase de la escuela secundaria. Es toda la escuela la que debe disfrutar de esta libertad de cuestionamiento.

El segundo rol de la filosofía es contribuir a dar una nueva coherencia antropológica a la educación.

La escuela hoy en día está ordenada por dos lógicas más complementarias que contradictorias: el neoliberalismo y el viejo nacionalismo autoritario. ¿Cómo podría la democracia dar una nueva coherencia a los saberes enseñados? ¿Qué “principio educativo” para retomar la fórmula de Gramsci debe gobernar la educación? Los modelos religiosos, positivistas, productivistas del hombre, todas estas figuras antropológicas, ya no tendrán ninguna pertinencia en una sociedad democrática y ecológica. El desafío de la democracia futura es vincular el conocimiento de los hombres en sociedad y el de los procesos naturales. Para decirlo en una palabra, lo que se denomina “Antropoceno” y que algunos denominan más acertadamente “Capitaloceno”, requiere una nueva coherencia de saberes en la era de las catástrofes climáticas engendradas por el capitalismo neoliberal.

La transformación deberá llevar sobre el “espíritu” de la educación: modificar la imaginación industrialista y productivista que hacía creer que los hombres podían ser sin consecuencias sobre los ecosistemas, los “dueños y poseedores de la naturaleza”. La situación actual invita a una nueva «antropología» que subyacería la articulación razonada de la filosofía, de la historia-geografía, las ciencias sociales y de las ciencias de la vida y de la tierra. La gran novedad de tal antropología sería la importancia que ella acordaría al estudio objetivo de los diferentes sistemas sociales, culturales y económicos que componían la historia humana hasta el presente, haciendo espacio para las diversas relaciones, según las culturas y las creencias, de las sociedades con los entornos naturales. Ella haría incluso de estas relaciones de sociedades y sus entornos naturales el nuevo hilo conductor de la educación, en ruptura con las tradicionales concepciones occidentales basadas en el dominio tecnocientífico de la naturaleza concebida como reservorio de recursos disponibles, visión hoy en día por lo menos inadecuada a las cuestiones que surgirá para las nuevas generaciones. No estamos proponiendo aquí de agregar «un componente ecológico» a las enseñanzas existentes, sino que reconocer y cuestionar la especificidad de la «ontología» occidental, para retomar el concepto de Philippe Descola, en su vínculo con la organización económica capitalista, para comprender las consecuencias de su expansión en el planeta durante cinco siglos.

Toda la conciencia histórica está afectada por el capitaloceno porque la finitud es a partir de ahora la marca en lugar y en espacio de la eliminación del desarrollo de las fuerzas productivas y de la extensión de los mercados, y son todos los saberes que se han trastornado paso a paso. Ahora bien, desde este punto de vista, ya no es posible considerar la “naturaleza” exterior, como si estuviera compuesta únicamente por procesos totalmente independientes de la historia humana. Es en este espíritu que se podría reconsiderar el enlace entre las partes divididas de la cultura, entre las ciencias naturales y las ciencias del hombre, y es a esta recomposición de los saberes que se podría dedicar la filosofía en la enseñanza.

Esta conferencia fue presentada el 23 de mayo de 2023 en un Conversatorio, transmitido virtualmente, sobre «La eliminación de la filosofía y el enfoque por competencias. Experiencias en el mundo». Fue organizado por el Grupo de Investigación Filosófica de la UNMSM de Perú. Título original: «De l’école néolibérale à l’éducation démocratique: le rôle de la philosophie dans la révolution démocratique de l’éducation». Se han conservado las citas a pie de página en su idioma original.

Christian Laval es profesor emérito de Sociología, Laboratorio Sophiapol de la Universidad Paris Nanterre.

El traductor, Richard Saint Jean, es estudiante de Economía, Universidad de Buenos Aires. La correctora, Sara Oportus, es estudiante de Filosofía, Universidad de Buenos Aires.

Notas:

1 Kant, Réflexions sur l’éducation, Paris, Vrin, 1980 (1803), p. 77.

2 Cornelius Castoriadis, « Psychanalyse et politique», Le Monde morcelé, Les Carrefours du labyrinthe III, Seuil, Paris, 1990, p. 146.

3  Condorcet, Cinq mémoires sur l’instruction publique, Garnier-Flammarion, Paris, 1994, p. 86- 87.

4 Op.cit., p.170

5 Jacques Derrida, L’Université sans condition, Galilée, Paris, 2001, p. 11-12.

6 J.Derrida, ibid., p. 14.

7 J.Derrida, ibid., p. 16.

Fuente: https://rebelion.org/de-la-escuela-neoliberal-a-la-educacion-democratica-el-papel-de-la-filosofia-en-la-revolucion-democratica-de-la-educacion/

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Educación para la democracia, paz y convivencia

En su libro “Education for the democracy: international experiences inventory”, el profesor Pedro Ignacio Leiva Neuenschwander afirma: “La educación para la democracia está orientada al desarrollo, socialización y discusión en torno a los valores democráticos, principios del buen vivir, derechos, deberes y obligaciones fundamentales que tenemos los peruanos y peruanas para lograr una convivencia armónica en la sociedad”. (https://tinyurl.com/bdduud9v)

En ese contexto, el proceso educativo se prolonga en la vida social con experiencias diarias de aprendizajes en la vida de los ciudadanos. De allí que el fortalecimiento y el impulso de la democracia depende del conocimiento y práctica activa de los valores y los principios del “buen vivir”, con participación de la ciudadanía protagonista y responsable de construir espacios de discusión.

Ante esta realidad social, es prioridad de los educadores poner en práctica, fomentar y difundir los valores y principios democráticos del “buen vivir” para formar a través del proceso de enseñanza a ciudadanos y ciudadanas solidarios, honestos, responsables, justos, tolerantes y comprometidos con su comunidad.

La democracia, como forma de vida, requiere del respeto de los derechos humanos y la práctica de los valores democráticos. La democracia es una forma de vida que hacemos cuando impulsamos la práctica de los valores democráticos como la justicia para contribuir al fortalecimiento de la cultura democrática.

La justicia es un valor que se ha convertido en un derecho garantizado por la Constitución Política del Perú en su artículo 139° sobre los Principios de la Administración de Justicia. En la Declaración Universal de los Derechos Humanos se considera que el respeto a la dignidad intrínseca y los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana, constituye el fundamento de la libertad, la justicia y la paz en el mundo.

La democracia, como sistema político moderno, es una forma de vivir en sociedad que sólo es viable si se fundamenta en conjunto de valores como la libertad, la igualdad, la justicia, el respeto, la tolerancia, el pluralismo y la participación, que requiere de una compleja estructura de procedimientos e instituciones que la hagan posible. Estos valores, que son fundamentales para su funcionamiento, son el resultado de la evolución de nuestras sociedades. Los siete valores fundamentales de la democracia son: Honestidad, Solidaridad, Responsabilidad, Pluralismo, Libertad, Justicia social, Tolerancia e Igualdad.

Estos temas se comentan en el estudio “La educación para una ciudadanía democrática en las instituciones educativas: Su abordaje sociopedagógico”.

“La educación ciudadana es uno de los temas educativos de mayor actualidad, además de abordar aspectos esenciales de la dimensión personal y social del estudiante, posee puntos de contacto importantes con otras direcciones de la práctica educativa”. (https://tinyurl.com/zfn5bmw2). Aun cuando en esta última década del siglo la democracia se ha perfilado como el sistema político en que se desarrolla la vida de los países latinoamericanos, el sistema democrático no ha sido capaz de dar respuesta a todas las necesidades sociales de sus naciones.

No olvidar el “caso peruano”. A propósito de la crisis de democracia, Alexander Benites y Luis Valverde en su ensayo “El estancamiento de la democracia en el Perú”, señalan que: “En las décadas de los años ochenta y noventa, los países latinoamericanos alcanzaron uno de los logros políticos más importantes desde su independencia: la conformación de regímenes con características mínimas para ser catalogados como democráticos”. (https://tinyurl.com/33zw3x3s). Sin embargo, los autores afirman que “el sistema político peruano empieza a degradarse de forma acelerada a raíz de la normalización del uso de mecanismos institucionales extremos, tales como la vacancia presidencial y la disolución del congreso”.

“Esta situación se produce, en parte, por la incapacidad de los gobiernos de la región para dar solución a las graves desigualdades sociales que han caracterizado al continente, pero también por la inexistencia de una institucionalidad realmente democrática. Los sistemas democráticos coexisten con una tradición política arraigada en el autoritarismo y la inexistencia de normas de tolerancia política o participación democrática” (Basombrío 1991, Chaffee, Morduchowiscz & Galperin 1997).

Educar para la ciudadanía democrática requiere pensar en forma integral y profunda en la organización completa del sistema educativo. Es fundamental que la escuela esté alerta a esta exigencia histórica que nos corresponde, el desarrollo del Perú.

Raúl AllainEscritor, sociólogo y analista político. Consultor Internacional en Derechos Humanos para la Asociación de Víctimas de Acoso Organizado y Tortura Electrónica (VIACTEC).

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

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