Educar con valores

Por: Francisco Massó

La tradición socrática, Sra. Celaá, determina que educar consiste en sacar a la luz aquellos valores que, potencialmente, contiene todo educando. No se trata de instruir, que es término marcial, ni de adoctrinar como, posiblemente, hicieron con usted las Teresianas, ni de catequizar adeptos para la causa progresista de quienes disponen de palacios en Neguri.

Educar es descubrir el poder del discípulo y acompañarlo en el proceso de hacerlo efectivo, igual que el gemólogo talla el brillante y saca de él iridiscencias insospechadas, convirtiéndolo en un diamante. Como indica la etimología de la palabra diamante, “adamatos” en griego, es alguien duro, que no puede ser vencido. Sólo un diamante puede tallar a otro, que permanecerá incólume, fiel a la forma recibida al ser tallado. No podemos llevar la metáfora muy lejos, porque el ser humano no es un carbón, está vivo y es un proceso estocástico, de esos en los que, si cambia alguno de sus elementos, cambia todo el conjunto, como ocurre con el caleidoscopio.

La educación sienta una base de sustentación del desarrollo posterior de la persona, crea formas y destapa valores que van a labrar el carácter, los hábitos, la manera de estar en el mundo y de dialogar con los demás, que hacen a cada ser humano singular, único, diferente incluso al proyecto constructivo que pudiera tener en mente el educador.

Pongamos un ejemplo próximo: durante la Dictadura, los niños recibíamos clases de catecismo en la escuela; pasábamos de ser Cruzado de Cristo Rey a Congregante Mariano y las niñas Hijas de María, desde la primera comunión; veíamos películas látigo negro o censuradas; habíamos de participar en misiones (no precisamente pedagógicas) o, una vez adultos, en cursillos de cristiandad, etc. Todo esto lo puso en solfa El Florido Pensil de Sopeña.

Con independencia que la pretensión de ser perfectos es siempre una apuesta en pro de la neurosis, aquello era una formación reactiva que aspiraba a convertir a la sociedad en una especie de noviciado. En definitiva, una forma de locura trazada por una mente cuartelera, que terminó estrellándose, afortunadamente.

Por la ley del péndulo, tras el destape, la “movida” y el desarrollismo económico, los ideales actuales de un amplio sector de la juventud están circunscritos al consumo de estímulos, el hedonismo y la prisa urgente. Hoy “estamos en el ir”, como dijera Julián Marías. No sabemos hacia dónde, ni a qué; pero vamos, gregariamente, en la barahunda del mogollón, a tontas y a locas, a empellones y risotadas, entre espasmos sexuales y efluvios etílicos.

Como quiera que cualquier generalización es injusta, me referiré a una parte de la juventud de hoy, constituida por antiguos “niños-verdugo”, que ha crecido en medio de cosas y soledad. El niño-verdugo suele desconocer dónde y en qué trabajan sus padres; esto es, carece de referentes; ha pasado su niñez en un almacén de cosas que exigía, porque todos sus amigos las tenían; igual que demandaba las zapatillas deportivas y ropa que habían de usar de la marca precisa; ha peregrinado por infinitas actividades extraescolares, donde andaba aparcado, al no haber conciliación familiar. En resumen, este niño ha sido educado en un frenesí de estímulos y caprichos, entre antojos ocasionales sin límites y demandas impositivas absolutas, sin mentores, ni guías.

Mientras, los padres trabajaban y también hacían horas extraordinarias, porque habían de pagar la hipoteca, el préstamo del coche, las vacaciones en el mar y comprar cosas. Todo esto ocurría antes que llegara la informática y el teléfono portátil, que son los referentes de ahora.

Cuando ha llegado la pandemia, la falta de auto-contención, la indisciplina, el consumo voraz de estímulos, el hedonismo, las urgencias del sexo y las de “estar en el ir”, la insolidaridad, el egocentrismo y el “a mí, plin, o ahí me las den todas”, son los aliados de la propagación de la enfermedad.

Aquel ascetismo de Franco era un despropósito. El resultado de una educación sin valores es el botellón, salir a la madrugada, coger el punto etílico y “mojar”, no importa con quién. A continuación, o entremedias, rayarse, sin que tampoco tenga importancia con qué. A estas bacanales le llaman “socializarse” y tienen intermitencia semanal, entre ir a Tarifa, a coger el viento fresco del Estrecho y, de paso, bajarse al moro, o subir a Astún o a La Molina, también a coger el fresco, si hay nieve y polvo blanco. Todo son estímulos y pretextos de consumo para “estar en el ir”.

Sin embargo, el diamante va por dentro. No lo supieron descubrir. O, tal vez, no hubo otros diamantes que lo tallaran. Tampoco hay culpables. El fracaso es del sistema social, en su conjunto. El ordenamiento también ha de ser sistémico, de la familia y el colegio, si queremos conseguir algo diferente a un ser humano epicúreo, pantagruélico e incontinente.

De las instituciones políticas, que se dedican a la educación, no cabe esperanza alguna de recibir ayuda para “educere” en sentido socrático, porque ellas están en “inducere”, invadir con su ideología y pseudo-valores, para crear “masa crítica” a la que manipular con facilidad. A ellas no les interesa la individualidad; prefieren la grey, el mogollón, y cuánto más acéfalo, mejor, aun cuando termine siendo una horda a merced de sus impulsos.

El diamante brilla por sí mismo, por su geometría, por sus características idióticas. Y cada uno somos uno, tallado, o sin tallar.

Fuente: https://www.diariocritico.com/opinion/francisco-masso-educar-con-valores

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La indiferencia y su efecto bumerán

Por: Ilka Oliva Corado

Más que miedo y desconocimiento es pereza. Más que miedo es individualismo. Más que miedo es complicidad por conveniencia. Más que miedo es indiferencia en las sociedades devastadas por la mediocridad. Sociedades infestadas de racismo, clasismo, homofobia, estereotipos, haraganería, fascismo, cachurequería y doble moral.

Millones de burbujas flotantes donde habitan seres plagados de insensibilidad y desprecio, que piensan que están a salvo del horror de la miseria, la exclusión y la violencia porque ellos no son los otros; esos otros que ellos con su mediocridad y dogmas sentencian, excluyen y vulneran en nombre de las clases sociales, la mezquindad y el avasallamiento. Sociedades pasivas sin memoria que con su inacción solapan turbas de corruptos, ruines y genocidas; que violentan a los otros, siempre a los otros. Una inacción a conveniencia, siempre.

Los violentados son los otros: los que denuncian, los que luchan por la justicia, los que sueñan, los que abren caminos, los que tienen memoria, los que buscan la unidad de los pueblos, los que siembran esperanza: ellos son el enemigo por instinto. Por puro instinto saben que estar del lado de los vasallos les permitirá permanecer en la comodidad de sus burbujas flotantes. Hediondos todos al germen rancio de la infamia. Se lamen entre ellos, para impregnarse unos a otros de la peste de la insensibilidad y la desmemoria, para que la miseria de los otros nunca los alcance, pero saben perfectamente que los miserables son ellos, solamente ellos.

Estas sociedades cómplices, escogen a quienes los representarán en el gobierno, para que el sistema no se mueva ni un ápice de su lugar, para que los cimientos del patriarcado, la misoginia, el machismo, el racismo, el clasismo y la homofobia sigan intactos. Creen que sus burbujas son intocables y que sus dogmas los mantendrán a salvo, creen que nunca los alcanzarán: la miseria, el abuso y la exclusión. Creen que nunca necesitarán de los otros más que para que carguen en sus hombros las burbujas flotantes donde estos destilan la pestilencia del sopor del solapador. Creen que nunca pisarán el suelo de los mancillados, ellos los mancilladores.

Creen que jamás serán violentados, excluidos y empobrecidos. Creen que sus dogmas jamás se les voltearán. Que jamás enfrentarán la justicia de la vida. Que la mancilla no tocará a sus puertas. Que jamás se verán en la necesidad de un aborto clandestino. Que el amor que es el amor no respetará sus géneros ni sus clases sociales. Que el dolor no alcanzará sus burbujas. Que la violencia jamás las atravesará.

Creen que esas clicas criminales son leales y que jamás las traicionarán, se equivocan rotundamente. Esas sociedades mediocres también son utilizadas por la enorme maquinaria del status quo precisamente por sus dogmas. Son más utilizables que las masas que desconocen. Las burbujas flotantes aunque no lo soporten también son parte de ese todo que conforma el hilar de la humanidad.

Pero ya las está alcanzando el efecto bumerán que estas mismas han creado, pensando ilusoriamente que la destrucción masiva la vivirán los otros, simples burbujas flotantes. Y cuando la violencia, la injustica, el dolor, la exclusión y el escarnio partan en dos las débiles burbujas flotantes donde se resguardan, conocerán en carne propia lo que han obligado a vivir a los demás. Y no habrá grito que sea escuchado, y el dolor de la pérdida de un ser querido por la violencia que estas mismas han creado y solapado las hará corcovear de dolor. Y buscarán a sus desaparecidos desesperadamente. Tocarán mil puertas sin que se abra ninguna.

Y clamarán por justicia y gritarán hasta el cansancio y más. Y llorarán hasta quedarse sin lágrimas y se arrastrarán, vencidas, pudriéndose en sus dogmas; dogmas por las que fueron utilizadas por los enormes tentáculos del capital. Y verán por primera vez en sus vidas su vulnerabilidad de simples partículas de nada. Y aún así no aprenderán, por instinto, por ego, por dogmas seguirán arrastrándose imaginándose dentro de aquella burbuja flotante llena de mierda.

El efecto bumerán ya está en marcha.

Fuente: https://www.aporrea.org/ddhh/a269089.html

 

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Etnocentrismo Versus Diversidad

María del Pilar Cordero César

¿Por qué tenemos que aceptar la diferencia?

El mundo cambia, la sociedad cambia, la globalización (cosificando todo dentro de un valor de mercado), nuevos paradigmas que aparecen como contradictorios, utópicos y poco confiables, nuevas tecnologías que modifican la conducta, nuevos trabajos, nuevos empleos, nuevos roles sociales de la mujer, de los indígenas, los niños y su realidad virtual, los tribalismos, los integrismos islámicos, etc. Dice Pérez Lindo, “en todo caso estamos más cerca de un proceso de hibridación de culturas  que de la guerra de civilizaciones que anunciara Samuel Huntington”. Sin embargo, ¿nos acercamos más a la guerra que a la integración?

El tema que aborda Pérez Lindo sobre filosofía del nuevo mundo[i] es actual, polémico, real y da para análisis de cómo el etnocentrismo está vigente y funcionando cuando las políticas sociales y educativas insertan como tema innovador la multiculturalidad o diversidad cultural como un reconocimiento de la naturaleza humana hacia la búsqueda del bien común (o patrimonio común). Sin embargo, este bien, en la realidad sigue sin existir.

El pensamiento y la cultura de la humanidad han estado marcados por el etnocentrismo durante los últimos siglo -hasta hoy-, sin embargo, por otro lado, se dice que se ha avanzado en el reconocimiento de derechos humanos y las democracias, con esto se cree que se ha superado las ideologías dominantes, únicas, conocedoras de la verdad pero de conceptos manipuladores.

Entre los aportes del pensamiento contemporáneo se debe destacar, dice Pérez Lindo, la crítica al etnocentrismo, al reduccionismo racionalista, al cientificismo y a otras desviaciones que llegaron con la Modernidad (2010). De estas malformaciones, el etnocentrismo figura entre las más destacadas porque legitimó el colonialismo y la destrucción de otras culturas. El “Etnocidio” no fue una práctica exclusiva de occidente (Pérez L.2010).

Continua Pérez, el pos modernismo estimuló la crítica filosófica pero también el egocentrismo, propio del individualismo occidental. La civilización moderna burguesa occidental llevó adelante la individuación del hombre y de la mujer, más allá de los límites que impone en cualquier cultura los procesos de socialización. Europa inventó el individualismo moderno y, aclara el autor, la individuación se considera una etapa evolutiva de la especie, individualismo es una modalidad de la cultura (2010).

La contradicción entre el mundo globalizado con su cultura capitalista, tecnológica, mediática y consumista y el reconocimiento en declaraciones internacionales sobre la dignidad, la solidaridad, la igualdad y hoy la diversidad es una realidad. En la dinámica de los conflictos actuales, dice Pérez, la regla parece ser la diversidad mientras que en la mayor parte del siglo XX eran los denominadores comunes los que daban sentido a los grandes movimientos sociales (socialismo, comunismo, fascismo, nacinalismos, tercermundismo, populismo, etc) (Pérez L. 2010).

Ahora estamos asistiendo al reconocimiento de las diversidades culturales, a la contemporaneidad de las culturas. Esto constituye un verdadero acontecimiento en la historia de la humanidad. Implica una reconciliación con las “diferencias”, una afirmación de pluralismo cultural. Hoy coexisten culturas propias del Neolítico con tribus urbanas y tribus informáticas (Pérez L. 2010).

Estamos en la era de las contradicciones, lo que es, que parece, no es, atiende la diversidad mientras fomentas el individualismo y la competencia.

¿Será que no hay contradicción?, sino que sencillamente no hemos comprendido lo que somos los seres humanos, nos interesa más el tener que el ser, olvidamos reconocernos como seres solidarios, ¿no será que la insistencia en la lucha por el reconocimiento de la diversidad se ha puntualizado por que es tanta la “diferencia” que hemos fomentado y nos ha orillado a la desconfianza, a la falta de identidad, a la tolerancia, a las guerras, conflictos, abusos? Todos éstos son el origen de un NO reconocimiento a la identidad de las personas, su sociedad y sus culturas. Dice Pérez, pese a las declaraciones Internacionales sobre diversidad cultural, hacia el 2009 el mundo padece guerras y conflictos en todo los continentes que tiene que ver con la negación de las identidades culturales o del derecho de autodeterminación de distintos pueblos. El reconocimiento del “otro”, de la diversidad, es todavía precario (2010). Es tan precario, que está generando en el mundo la idea que la diferencia es peligrosa, basta ver las políticas de Trump, los grupos radicales que crecen en miembros y en acciones, desde los fundamentalistas religiosos, los ecologistas, los altermundistas hasta los movimientos los sin tierra.

El reconocer en el otro lo que yo soy como ser humano y lo que puedo ser con la colaboración del otro, es parte del conocimiento de la realidad, pero si esta realidad está fragmentada ¿qué podemos esperar de las acciones del hombre con el hombre mismo?, ¿cuál es su parámetro de medición respecto a los otros y lo otro? sería mejor empezar a desarrollar la solidaridad y el pensamiento de que un yo, más un tú, da un nosotros, y esto es la fuerza del cambio, de la aceptación de la persona a la diversidad que suma.

La defensa de los derechos sigue siendo una lucha desde su declaración en 1789 pero ¿entendimos que éstos derechos incluye todo en cuanto pertenece a la naturaleza humana completa? así, no sería necesario elaborar consignas, leyes, declaraciones por los que tenemos que luchas cuando son de las personas. Nos olvidamos que están ahí…pero las olvidamos por que no las usamos.

Nadie nos tiene que otorgar derechos humanos, sin embargo, nos los han dado, y por lo tanto, nos los pueden quitar. ¿Se pueden quitar por decreto?

Como última reflexión, la migración, que es un grave problema de reconocimiento a la identidad del otro, es la que ha creado las grandes civilizaciones.

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Referencia:

Pérez Lindo A, (2010) ¿Para qué educamos hoy? Filosofía de la educación para un nuevo mundo. Argentina, Edit. Bibios

Fuente del articulo: http://www.ruizhealytimes.com/opinion-y-analisis/etnocentrismo-versus-diversidad

Fuente de la imagen:

 http://www.ruizhealytimes.com/sites/default/files/styles/articles_vertical/public/articles/2017/03/etnocentrismo.jpg?itok=_jarYlz

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