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Lengua y cultura: las palabras en la lucha por la hegemonía

In ayahuitl, in poctli. Niebla y humo. Fama. (Diccionario del náhuatl en el español de México)

A Enrique Dussel, in memoriam

Una de las fuentes de los impulsos en la formación de Antonio Gramsci para elaborar su concepto de “hegemonía” es su estudio de la lingüística, previo a sus lecturas de Marx y Lenin. Según Diana Fuentes (“Cultura y lenguaje en Antonio Gramsci: apuntes para una hermenéutica de la hegemonía”), Gramsci maduró una serie de ideas sobre cómo una lengua prevalece sobre otras, en una compleja combinación de imposición de la autoridad y de aceptación activa por parte de quien adopta elementos de una lengua y cultura diferentes a la propia. De ahí que la “hegemonía” no sea mera imposición, fuerza y poder vertical, sino que tenga su momento de consenso y haya una aceptación, aquiescencia, activa por parte del hegemonizado.

Así lo dice Diana Fuentes: … “Bartoli destacó que las formas de “competencia”, el “contacto” y los centros de “irradiación” entre dos o más lenguas están relacionadas con el poder cultural, es decir, con la forma en que se impone una cultura, ya sea, dice él, por las armas o por la fascinación y el prestigio –fascino/ prestigio—, provocados por el espíritu de superioridad de otro pueblo. Consideró, además, que esta otra forma de poder cultural –fascino/ prestigio— tiene como rasgo característico la aquiescencia frente al dominio, es decir muestra un carácter activo de parte de aquél que asimila las costumbres y los modos de pensamiento distintos a los propios. Esta es la razón que ha llevado a investigadores actuales, Lo Píparo, De Mauro, y en otro sentido, a Ives y a Boothman, entre otros, a considerar que ésta es la fuente de la que proviene el sentido del concepto de hegemonía en el pensamiento gramsciano más allá de su innegable extracción leninista.”

Gramsci criticó la idea de imponer el toscano como lengua oficial en Italia y de adoptar el esperanto como lengua franca de los socialistas, pues, según él, ambas propuestas desconocen el modo como las lenguas evolucionan realmente, como los seres vivos.

Los elementos tomados por Gramsci de sus lecturas sobre el modo en que los idiomas o las lenguas interactúan, “compiten” y se superponen una por encima de otras, le permiten salir del acartonado marxismo de la “ideología” como “superestructura” y valorar la lengua (palabras, idioma, habla), así como la cultura, como visiones del mundo que permiten una hegemonía, al lograr no sólo por la dominación, sino por la fascinación y el prestigio, la aceptación activa de quien asume lo hegemónico. En la filosofía de la praxis, las palabras, las ideas, producen poder, hegemonía.

Pensemos por ejemplo en el prestigio de lo español o lo francés durante el virreinato o el porfiriato, así como la fascinación y el prestigio de lo estadunidense y la lengua inglesa en el actual periodo industrial, capitalista, hegemonizado por los Estados Unidos. Los pueblos árabes pueden odiar sinceramente a Estados Unidos y su bandera, pero permiten a sus niñas y niños jugar con barbies o con muñecos de Supermán, Batman o la Mujer Maravilla, que parecen inocentes juguetes pero portan el prestigio del “american way of life”.

Sin embargo, la hegemonía no es unilateral, no solamente domina verticalmente de arriba a abajo, sino que las “clases subalternas” aportan elementos que modifican a la lengua y cultura hegemónica: por ejemplo, los nahuatlismos y otras palabras originarias de las lenguas o idiomas de los pueblos nativos americanos en el castellano. O la influencia de la música y la cultura de La India en el grupo originario de la ex metrópoli, Gran Bretaña, The Beatles.

Asimismo, incluso en la dominación sobre lenguas de pueblos conquistados o colonizados puede haber políticas que impongan el sentido de ciertas palabras con fines de dar o restar legitimidad a una idea.

Un ejemplo que aporta Carlos Montemayor es la voz caribe “cacique”, de la cual explica: “Para evitar el uso de Señor o Señores de los pueblos y salvaguardar el sentido de la palabra señor como solamente privativo de la jerarquía de la Corona, la Iglesia, o la religión cristiana, se impuso el nuevo término como resultado no de la vitalidad de la voz sino como política de lenguaje. Esta “distorsión” semántica, esta obligación de incluir una voz indígena por encima de otras, no tuvo origen o motivación “lingüística” propiamente dicha, sino política: mantener como un tipo marginal o inferior de autoridad a los “señores” de los pueblos indígenas, sentido que hasta la fecha tiene la voz [“cacique”] como autoridad ilegítima o de facto, fuera del orden constitucional de las modernas repúblicas.” (“El náhuatl en el español de México, Fundamento métodos y criterio del presente diccionario”, en Montemayor (coord.), Diccionario del náhuatl en el español de México.)

De manera que el conflicto por la hegemonía, siempre en disputa, pasa por toda la cultura, en el más amplio sentido de la palabra, y especialmente por la lengua, el habla, el idioma, palabra por palabra. Nombrar es poder. Como pensaba Ernesto Cardenal, se puede asumir la poesía como el deber de desmentir a las agencias internacionales (imperiales) de prensa. Así como importa definir “cacique” o “señor”, importa definir la belleza, el terrorismo, la paz, la guerra, la autonomía, el derecho, el arte e incluso los nombres de personas, lugares, enseres, plantas y animales, porque están en lucha cosmovisiones enteras.

Que la hegemonía no es un poder cómodamente instalado y sin rivales sino un campo en perenne disputa lo explica muy bien Rhina Roux (“Subalternidad y hegemonía, Gramsci y el proceso estatal”): “Lo que aquí se propone es comprender la hegemonía, usualmente entendida como sinónimo de “ideología dominante” o de “consenso”, en términos menos esencialistas y más procesuales y dinámicos: como un vocablo que permitió a Gramsci conceptualizar el conflictivo proceso político y cultural de conformación de una relación estatal, así como su disputada y frágil reproducción en las prácticas cotidianas, el lenguaje y las mentalidades.”

En las prácticas cotidianas, como dice Slavoj Zizek, sin necesidad de “creer” en una ideología, por ejemplo, la del dinero, basta que lo usemos todos los días “como si creyéramos” y la ideología prevalece. El lenguaje y las mentalidades: basta que nos avergoncemos de las lenguas indígenas o de los “usos y costumbres” (es decir, normatividades, moral, cultura) indígenas para que vayamos sucumbiendo a la fascinación y el prestigio de lo que tiene origen español, francés, inglés, estadunidense, etcétera, por encima de lo nahua, lo maya o lo quechua. Así podemos ir introyectando la “inferioridad” de nuestro color de piel, vestimenta, modo de construir viviendas o de pensar, o bien, recuperar el orgullo de ser, como la comunidad afroamericana (Black is Beautiful) o la chicana (Brown is Beautiful), o la hoy combatiente comunidad otomí en la Ciudad de México.

Pero también está la resistencia soterrada, camuflada, vestida de eclecticismo, sincretismo, aunque sea vista desde arriba como mero folklor. Palabras, metáforas, símbolos, representaciones, imágenes, ideas, giros idiomáticos, bordados, canciones, refranes, adivinanzas, rezos, saberes, leyendas, mitos… cada construcción cultural y lingüística puede tener su peso en la disputa por la hegemonía, desde los casos obvios de cómo se cuenta la historia patria o historia nacional y cómo se enseña la lengua materna o lengua patria hasta las más sutiles distinciones literarias, científicas, filosóficas o teológicas: disputamos cómo es el mundo, cómo lo nombramos, cómo lo conocemos, el lugar y el destino que tenemos en él.

Aceptamos la hegemonía actual, pero también aportamos elementos para una nueva correlación de fuerzas, para una posible futura hegemonía que ya no sea de ellos sobre nosotros, sino, ¿por qué no?, de un nosotros libre.

Una disputa central por la hegemonía hoy es si prevalecerá una cultura de vida, de biofilia, o una cultura de muerte, el necropoder, la necrofilia, el dinero, las armas y la guerra. Negar la legitimidad de la violencia homicida y llamar a los genocidios por su nombre es parte de esa lucha por palabras e imaginarios que significan vida o muerte: futuro o fin y cancelación del futuro.

Fuente de la información e imagen:  https://zapateando.wordpress.com

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Entrevista a Enrique Dussel: “El intelectual debe ser un militante, debe tomar partido”

Por:  Lautaro Rivara

ALAI conversó en exclusiva con Enrique Dussel, uno de los principales intelectuales del Sur Global. Dialogamos sobre el momento geopolítico, la descolonización, el rol de los intelectuales, el nuevo evangelismo, las derechas de la región y los desafíos que enfrenta América Latina y el Caribe en este ciclo histórico.

Enrique Dussel es para los pueblos del Sur Global lo que Hegel fue para las burguesías europeas del siglo XIX. Como el filósofo de Stuttgart, el mendocino decidió volver a pensarlo todo, desarrollando un pensamiento sistemático y riguroso, pero sobre todo comprometido y radical. Su mirada atenta y voraz ha pasado por casi todos los campos: la filosofía, la historia, la teología, la ética, la política, la geopolítica, la antropología, la arqueología, la pedagogía, la estética y la erótica. 

Pero comparar a Dussel con Hegel significa señalar todo lo que tiene de antagónico respecto al gran filósofo de la burguesía alemana y mundial: Dussel fundamenta la liberación allí donde se justificó la esclavitud, promueve la descolonización frente a la permanencia de la colonialidad, afirma la historicidad de América frente al encubrimiento occidental, pondera lo colectivo y lo comunitario frente al individualismo liberal, defiende la intrínseca dignidad humana frente al racismo, el patriarcado y el capital.

Enrique Dussel es uno de los principales animadores de la filosofía de la liberación, movimiento que fundó en 1971 junto a pensadores como Mario Casalla, Rodolfo Kusch, Horacio Cerruti Guldberg, Arturo Andrés Roig y otros. Su formación parte del marxismo y el cristianismo, anuda ética y política, y abreva en lo que ha dado en llamar el “giro descolonizador”, una crítica frontal al eurocentrismo y el occidentalismo formulada desde los países del Sur Global.

Dussel nació en la provincia de Mendoza, en Argentina, en el año 1934. Estudió filosofía en la Universidad de Cuyo, trabajó como carpintero en Nazaret, y se especializó en historia y teología en París. Ya de regreso a su país natal, y con el advenimiento de la dictadura cívico-militar de 1976, fue expulsado de la universidad, viendo censurada su labor intelectual. Finalmente, un atentado con bomba perpetrado en su domicilio por grupos paramilitares lo llevó a exiliarse en México, en donde desarrollaría la mayor parte de su obra. El conjunto de su vastísima obra, que supera los 50 volúmenes, se encuentra disponible en su propia página web, en acceso abierto para el estudio de investigadores, docentes y militantes populares.

Conocido por su cercanía con los movimientos sociales, Dussel no ha manifestado excusas ni reparos a la hora de destinar parte de su tiempo para oficiar de pedagogo y formador de militantes populares. En la actualidad se desempeña como uno de los organizadores de la Escuela Descolonial de Caracas y como secretario de formación política de MORENA, en México. Su defensa irrestricta de procesos como la Revolución Cubana, el proceso de cambio en Bolivia, y la Revolución Bolivariana de Venezuela, le han llevado a sostener amargas polémicas con otros teóricos descoloniales. A continuación, la entrevista que generosamente nos concedió.

Lautaro Rivara: En “Carta a los indignados”, un libro que tiene ya una década, usted se refirió a sí mismo como “un viejo militante”. ¿Qué significa para usted la militancia, ejercida desde el campo intelectual? ¿Cuáles son las principales tendencias y desafíos de nuestra época?

Enrique Dussel: Ser militante significa adversar la realidad que vivimos. La filosofía de la liberación que practico y contribuí a fundar nació hace muchos años, de parte de una generación que ya está terminando sus días: podríamos decir que lo hizo en el año 68, aunque la Revolución Cubana, importantísima, se dio una década atrás. Nosotros fuimos muy influidos por la lectura de Herbert Marcuse, de Paulo Freire, de Frantz Fanon, de las grandes figuras intelectuales y militantes de aquella época.

Hoy, después de más de 50 años, sigo militando desde la filosofía, desde las armas del pensamiento, sigo estudiando y pensando en los nuevos temas de América Latina. Pero siempre me apasiona volver a José Martí, a José Carlos Mariátegui, a todos los que pensaron en la necesidad de una segunda emancipación. Porque América Latina pudo emanciparse de España y Portugal, pero para ser sometida luego al neocolonialismo bajo la égida de Estados Unidos, que nos considera su patio trasero desde la Doctrina Monroe.

“Por el surgimiento de la potencia industrial que es China, por el equilibrio militar establecido con Rusia, y por la falta de liderazgo en Estados Unidos (…) estamos ante la posibilidad de una segunda emancipación”

Todos los golpes de Estado impulsados por Estados Unidos, o por estados europeos, buscaron garantizar nuestra subordinación, nuestra explotación económica. Cualquier fuerza que se opusiera era declarada comunista, se impulsaba el golpe y se colocaban militares al frente del Estado. Fue el caso por ejemplo del golpe contra Jacobo Arbenz, en 1954, en Guatemala, que marca el comienzo de una fuerte presencia de Estados Unidos en América Latina.

En mis obras sobre filosofía política nunca dejo de traer a la memoria la historia y la realidad de los Estados Unidos. Suele ser considerado un país desarrollado, con una población democrática. Pero es un país de enormes contradicciones, racista, guiado por los ideales de Hollywood, la burguesía norteamericana, el FMI, etcétera.

Creo que por el surgimiento de la potencia industrial que es China, por el equilibrio militar establecido con Rusia, y por la falta de liderazgo en Estados Unidos –hoy en plena crisis–, estamos quizás ante la posibilidad de una segunda emancipación, lo que nos permitirá situarnos de igual a igual frente a los norteamericanos. De no ser así, estableceremos mejor relaciones con China, país que parte de una larga historia que ignoramos, que fue una potencia industrial mucho antes que Europa y Estados Unidos. La hegemonía norteamericana está llegando a su fin, y eso se ve con la Nueva Ruta de la Seda, que ya llega hasta Argentina. Además, Europa también se está quedando sin aire, tensionada entre Oriente y Occidente. Se trata de un tema muy actual, el de nuestra segunda emancipación.

Pareciera que la crisis de la OEA –un ministerio extranjero de colonias– llevará a su reemplazo por la CELAC, un instrumento que se potencia con la política exterior de Andrés Manuel López Obrador. Esto significa todo un paso adelante.

L.R: Usted se manifestó en reiteradas ocasiones sobre la falta de autoestima intelectual y el carácter burocrático de la academia en los países periféricos. Y también fue crítico de algunos intelectuales decoloniales que rompieron con los procesos más avanzados de la región. ¿Cual es la relación entre decolonialidad y anti-imperialismo?

E.D: La decolonialidad y el antiimperialismo deben ir de la mano: deben ser un solo movimiento. Debemos superar esta situación mental colonial en que vivimos: debemos superar el modelo de intelectual latinoamericano que siempre está citando autores norteamericanos y europeos, víctima de un tremendo colonialismo epistemológico. Debemos beber también de nuestras propias fuentes. Estamos, sin embargo, atravesando un proceso de descolonización epistemológico: tenemos nuevos problemas, y sobre todo problemas nuestros, que no son los de los europeos y norteamericanos. Si seguimos imitándolos, buscando al último autor de moda, entonces ya no vamos a poder pensar lo nuestro. Debemos leer a nuestros autores, conocer nuestras tradiciones políticas, intelectuales e históricas.

dussel chavez
Enrique Dussel junto a Hugo Chávez en ocasión de la entrega del Premio Libertador.

Hoy, un intelectual decolonial, un intelectual militante, debe tomar partido por todos estos procesos de mediano plazo, pensando en el largo plazo en la superación del capitalismo, en la construcción de una sociedad ecológica, en la superación del uso del petróleo y las energías no renovables. Estamos en una época de grandes cambios: la filosofía y el pensamiento crítico debe tomar nota de estas cosas. También de la pandemia, que evidenció el fracaso del neoliberalismo, que entregó la salud al capital privado. Esta realidad exige pensar con urgencia lo que está sucediendo y demanda un gran compromiso intelectual y político, de tipo militante. Debemos retomar todos nuestros grandes ideales y aplicarlos a fines realizables. Esta situación, insisto, nos da una ventana de oportunidad para avanzar en una segunda emancipación.

L.R: Le propongo ahora que hablemos de religión. Desde su formación teológica y marxista, ¿cómo caracteriza al crecimiento exponencial del evangelismo neopentecostal en la región? Usted supo decir que “el socialismo está debajo del cristianismo”. ¿Qué hay debajo del nuevo evangelismo?

E.D: La tradición católica dio dos frutos bien diferenciados: uno, obsesionado con los temas tradicionales, la propiedad privada, que aceptó el dominio del capital y a lo sumo le propone algunas reformas. Este abreva directamente en las corrientes de derecha. Pero hay otro fruto, en la teología de la liberación, y hoy en el mismo Papa, que expresa una posición mucho más progresista y popular.

“Necesitamos un Estado robusto para servir obedencialmente a las exigencias del pueblo. Pero también hay que poner en cuestión al Estado que conocemos”

Las iglesias neopentecostales, muchas de ellas de origen e influencia norteamericana, tienen una ideología mucho más coherente y adecuada con el capitalismo dependiente. Por desgracia, en muchos casos, como sucedió recientemente en Bolivia, algunos sectores apoyan fervientemente los golpes de Estado, volviéndose movimientos antipopulares y, teológicamente, anticristianos. Para ellos, la religiosidad popular latinoamericana es vista como una infiltración en el cristianismo que hay que negar. Ellos toman algunos textos de la Biblia, y le dan una lectura capitalista e individualista, como la presidenta de facto Jeanine Áñez, cuando entró a palacio con la biblia en la mano, despreciando la wiphala, la bandera quechua-aymara. Esta idea de luchar con el evangelio contra los símbolos indígenas es una aberración, propia de un cristianismo conservador, neoliberal y pronorteamericano.

L.R: Quisiera preguntarle ahora por las viejas y nuevas derechas en América Latina y el Caribe y por sus tesis de política. Muchos debates se han dado y se seguirán dando sobre el lugar de la democracia frente al asedio de minorías intensas cada vez más racistas, violentas, misóginas y antidemocráticas. ¿Qué democracia es la que hay que defender, y cuál la que hay que construir?

E.D: Hay que partir por oponer la democracia representativa y la participación democrática del pueblo, que son dos cosas distintas. La cuestión es crear instituciones donde el pueblo pueda participar constitucionalmente en el gobierno. En Venezuela, por ejemplo, hay un poder representativo, pero hay también un poder participativo, que se organiza desde las bases, en donde la gente tiene la posibilidad de reunirse en el barrio, en colectivos mayores, y plantear entonces exigencias al poder representativo.

Tenemos que imaginar un nuevo tipo de Estado, no la anulación de aquel como si fuera intrínsecamente perverso. Necesitamos un Estado fuerte para defendernos, por ejemplo, del imperialismo. Necesitamos un Estado robusto para servir obedencialmente a las exigencias del pueblo. Pero también hay que poner en cuestión al Estado que conocemos. Hacer que la gente pueda participar, que no sea sólo representativo, que no se reduzca a una cúpula burocrática que gobierna desde arriba hacia abajo. Hay que modificar las instituciones políticas desde la base para poner un límite a la representación. La participación no puede ser sólo eventual, a través de algún tipo de plebiscito o consulta: la participación debe ser orgánica, con la presencia constante del pueblo, con las instituciones construidas a tal efecto. Eso exige por supuesto un tipo radicalmente nuevo de Estado, de una revolución con la participación institucional del pueblo.

L.R: En debate con diferentes corrientes liberales, usted supo decir que, al menos en el Sur Global, siempre fuimos comunidad, nunca fuimos individuos. Considerando la mirada sobre el Estado que nos acaba de compartir ¿cuál es el rol de la comunidad? ¿Qué rol juega la comunidad en los procesos de descolonización política y ante los procesos de individualización tan intensos que venimos viviendo?

E.D: El régimen liberal pensó sólo en un tipo de organización representativa, en donde la élite, sobre todo dineraria, los más ricos, logran imponer sus candidatos. En teoría el pueblo vota, pero en realidad sólo confirma lo que la élite ya eligió. Así funciona en esencia el sistema plutocrático norteamericano. Lo revolucionario será organizar, institucionalmente, de abajo hacia arriba, la participación popular. Lo que necesitamos es fortalecer la comunidad: que en el barrio haya reuniones de base, procesos de democracia directa que vayan ascendiendo hacia la constitución de un poder nacional participativo. Hay que aprender para eso de la constitución venezolana, que reconoce cinco poderes: ejecutivo, legislativo, judicial, ciudadano y electoral, el que a su vez también es elegido. Todas las instituciones, desde las iglesias hasta los clubes de fútbol, deben ser democratizadas. Debemos crear un estado de cinco poderes para que haya una participación real del pueblo, hoy manipulado por liderazgos espurios, no democráticos. Esto es una cuestión central en la ideología, en la definición del Estado, y en la construcción de comunidad. Porque, en definitiva, eso somos: comunidad.


Esta entrevista hace parte de la edición 555 de la revista de ALAI, que puede descargarse de forma íntegra aquí

Fuente de la información e imagen: https://www.alai.info
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Entrevista a Enrique Dussel: La filosofía de la liberación, en toda Latinoamérica

Por: Mónica Mateos-Vega

La pandemia y los nuevos medios de comunicación, como el Zoom, hacen posible que por primera vez la filosofía latinoamericana esté planteando al mundo preguntas y no simplemente comente los argumentos de autores eurocentristas, celebra Enrique Dussel. Hace medio siglo, el también historiador y teólogo comprendió la importancia de la descolonización de nuestro pensamiento. Próximamente, el CFE publicará el libro ‘La Estética de la liberación’. Foto Marco Peláez. Mónica Mateos-Vega

Ciudad de México. Por primera vez en la historia, la filosofía latinoamericana, aquella que germinó del pensamiento de Enrique Dussel (1934, Mendoza, Argentina; naturalizado mexicano), está planteando al mundo preguntas y no simplemente comentando los argumentos de autores eurocentristas.

Así lo explica en entrevista con La Jornada quien es considerado uno de los padres de la filosofía de la liberación, a propósito de una antología de su obra, con ese título, que acaba de publicar la editorial Akal, la cual incluye las tesis fundamentales de la enorme ventana filosófica, abierta de par en par por el maestro hace medio siglo.

Se trata de un libro de más de 900 páginas, “un kilo de filosofía”, bromea Dussel antes de iniciar la charla a distancia en la que la frescura de sus ideas se concreta, como siempre, en una clase magistral.

“La pandemia y estos nuevos medios para comunicarnos, como el Zoom –explica el también historiador y teólogo–, han hecho posible que la filosofía de la liberación esté presente en todos los países latinoamericanos, en grupos importantes y en congresos específicamente dedicados a ella; por ejemplo, en Argentina hay diplomados, en Chile he dado conferencias; toda América Latina se ha hecho presente porque es una filosofía crítica, la única que no está repitiendo el pensamiento europeo o haciendo comentarios de lo que dicen Jürgen Habermas (Gummersbach, Alemania, 1929) y otros autores europeos.

“Nosotros ya pensamos con nuestra cabeza y más bien les planteamos a ellos los problemas en los que no han pensado, porque todo ese pensamiento filosófico europeo-estadunidense es del centro y nosotros estamos en la periferia. Ellos no han pensado qué han provocado en la periferia y en el mundo colonial, qué es lo que han destruido, cuál es su culpabilidad.

“Entonces, son ellos los que tienen que comenzar a repensar su propia filosofía y se los estamos indicando. Hemos logrado una gran presencia en Alemania, Italia, Francia; en Estados Unidos hay todo un movimiento de filosofía de la liberación entre los latinos; entonces, se ha universalizado.

“La idea de fondo es que América Latina está luchando por lo que llamo segunda emancipación, y eso lo dijeron el filósofo peruano Carlos Mariátegui (1894-1930) y el cubano José Martí (1853-1895): la segunda emancipación ya no es de España y Portugal, es de Estados Unidos.”

El libro Filosofía de la liberación: una antología está dedicado al doctor Juan José Bautista, filósofo boliviano y alumno de Dussel, quien junto con Katya Colmenares se encargó de escribir la introducción, y que lamentablemente falleció el año pasado.

El ex rector de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM) insiste en que hay un pensamiento europeo-estadunidense “que tiene la hegemonía de la palabra filosófica, y entonces todos nuestros filósofos se cansan de citar autores, sobre todo franceses, alemanes e ingleses, y la filosofía entre nosotros es comentario, no enfrentar la realidad”.

Pero la filosofía de la liberación, celebra el autor de 74 libros y más de 400 artículos sobre el tema, “se ha movilizado ya por todo el continente, aun por Estados Unidos y Europa, porque es un pensamiento decolonial, de la vida, y tenemos muchas cosas qué decir de esta pandemia y de esta crisis mundial.

“Estamos cumpliendo 52 años de haber iniciado el proceso de pensar a América Latina desde nuestra filosofía. En esta antología hay artículos que publiqué en 1965 en la Revista de Occidente, en Madrid, (editada por la Fundación José Ortega y Gasset), sobre una historia de América Latina distinta a la eurocéntrica. En realidad, anticipamos lo que hoy se conoce como el proceso de descolonización. Soy uno de los teóricos, junto con Ramón Grosfoguel y Walter Mignolo, de la descolonización de nuestro pensamiento; eso es la filosofía latinoamericana”.

La segunda emancipación, detalla Dussel, tiene que ver tanto con “el problema de la dictadura en Nicaragua, lo que están sufriendo Venezuela, Cuba, con el golpe de Estado en Honduras y ahora su gobierno democrático; todo es parte de la lucha contra Estado Unidos para tener nosotros el pie de igualdad y no ser el patio trasero, sino una pieza de la casa. Es toda una crisis que vive América Latina, que no es igual a lo que pasa en África, o en el mundo islámico, o en el Oriente.

“La lucha latinoamericana se debe al enfrentamiento con Estados Unidos; por eso, cuando el presidente Andrés Manuel López Obrador dice que la Organización de Estados Americanos (OEA) no sirve para nada, estamos completamente de acuerdo, al igual que cuando propone que hay que conformar una Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe, pues la OEA es el departamento colonial estadunidense en América Latina desde donde se organizan golpes de Estado para luego decirnos que no somos democráticos.

“En la segunda emancipación tenemos que ser considerados países libres, con una soberanía cuyo sujeto es el pueblo latinoamericano, no los dictámenes de Estados Unidos. Por eso, la filosofía de la liberación es muy crítica del avasallamiento y dominación que ese país ha hecho, y del pensamiento estadunidense y europeo metropolitano y colonial.

“La filosofía de la liberación es un sistema filosófico abierto, no son temitas lanzados al aire. Es un pensamiento académico, concreto, que tiene todo: lógica, antropología, historia, ética, política, tecnología y ahora, hasta la estética (su próximo libro).”

Dussel, profesor fundador y ahora emérito de la Universidad Autónoma Metropolitana, narra que cuando vivió en Europa varios años estudió la filosofía helenocentrista. “La conozco bien, pero hago una filosofía latinoamericana, desde nuestras tradiciones. He luchado por ella; luego de 50 años y de haber sido discriminado en un principio en instituciones como la Universidad Nacional Autónoma de México, ahora me toca cosechar los frutos de una fidelidad crítica que ya es aceptada, pues se trata de un pensamiento que es el futuro.

“Luego de todo este trabajo, ya estoy listo para rendir cuentas. Los años pesan, tengo 87. Si se termina la pandemia creo que puedo volver a dar clases presenciales y eso me rejuvenece, pues soy más comunicante en el sentido oral que escribiendo, entusiasmo a los alumnos y me sirve para recibir el impulso de seguir viviendo y pensando para ellos.

“Como decía León-Portilla: tengo mucha juventud acumulada, y ahora con Pablo Gonzalez Casanova cumpliendo 100 años, vamos a ver si llegamos también”, concluyó el filósofo.

Fuente de la información e imagen:  https://www.jornada.com.mx

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El Sistema educativo debe aplicar ‘nuevo espíritu’ de enseñanza: Dussel

América/México/06/05/2020/Autor y fuente: aristeguinoticias.com

El sistema educativo debe ser reformado para instaurar una «nueva escuela mexicana» que privilegie la creatividad y el pensamiento crítico entre jóvenes, niñas y niños, sostuvo el filósofo Enrique Dussel. El también académico urgió a las autoridades a llevar a cabo un «cambio radical» en las escuelas con el fin de formar una «nueva juventud» preparada para una nueva realidad tras la pandemia de Covid-19.

 

Fuente: https://m.aristeguinoticias.com/0205/mexico/sistema-educativo-debe-aplicar-nuevo-espiritu-de-ensenanza-dussel-resumen/

Imagen:  https://pixabay.com/photos/artistic-bright-color-colored-2063/

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Vida humana, muerte y supervivencia: la ética material en la obra de Enrique Dussel

Reseña:

Autor: Gabriel Herrera Salazar

El presente trabajo es relevante para todos aquellos que se inician en la filosofía de la liberación, científicos sociales críticos que parten de fundamentos éticos y luchadores sociales que en sus actos de habla llevan implícita la praxis de la liberación. Puede considerarse como un paso previo a mi obra publicada en 1998 bajo el título: Ética de la liberación en la edad de la globalización y la exclusión, la cual en el 2013 se publicó por primera vez traducida al inglés, lo que hace que su lectura, discusión y crítica lleguen a nuevos rincones del mundo.
Para nosotros, la afirmación de la vida es el contenido de todos los actos humanos y el fin último de la existencia humana; esta es la diferencia que existe con el actual sistema capitalista, el cual tiene como fin último el aumento de la tasa de ganancia. El mal consiste en la perversidad del sistema actual, que ha llevado a poner en crisis la vida de todas las especies que habitamos en el planeta Tierra.
Un sistema que produce muerte es injusto y debe éticamente ser cambiado por otro diferente y más equitativo. La liberación se juega en el límite de la vida, en la sobrevivencia del oprimido, el excluido, la víctima. Es por ello que el criterio material de la ética de la liberación es la vida humana En diciembre del 2007 en el CIDECI-Universidad de la Tierra, don Durito de la Lacandona —en voz del subcomandante insurgente Marcos— nos dijo: “Cuando parece que no queda nada, quedan los principios”. La ética de la liberación es una ética de principios, principios que están inspirados en la digna lucha del EZLN.
El escrito que el lector tiene en sus manos es el resumen de los apuntes de Gabriel Herrera, un alumno que siguió mis cursos desde el año 2000, cuando era estudiante en la carrera de filosofía en la Universidad Autónoma Metropolitana Iztapalapa.

Ofrece una guía teórica-pedagógica que sitúa la argumentación filosófica de una ética material crítica fundamentada en seis principios, y en Vida humana, muerte y sobrevivencia. La ética material en la obra de Enrique Dussel pocas páginas logra digerir un trabajo que está expuesto en más de seiscientas.
Esperamos que el análisis de esta obra contribuya al diálogo intercultural en el marco del intercambio sobre ética y política frente al despojo.

Descarga gratis en: http://biblioteca.clacso.edu.ar/Mexico/cesmeca-unicach/20170419035719/pdf_656.pdf

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Enrique Dussel en la III Escuela de Pensamiento Crítico Descolonial en Venezuela. 1ra Parte (Video)

Por: La Iguana Tv. 

El filósofo, teólogo, académico e historiador argentino radicado en México, Enrique Dussel, estuvo en la realización de la III Escuela de Pensamiento Descolonial que se realizó en los espacios de la Biblioteca Nacional de Caracas.

Este encuentro fue desde el lunes 22 hasta el viernes 26 de octubre y contó con la participación de Enrique Dussel (México), Ramón Grosfoguel (Puerto Rico), Juan José Bautista (Bolivia), Houria Bouteldja (Francia), Karina Ochoa (México), Sabelo J Ndlovu-Gatsheni (Surafrica) y José Romero-Losacco (Venezuela).

Fuente del vídeo: https://www.youtube.com/watch?v=xTfe-IMtV1M&app=desktop

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