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Cincuenta millones de personas en situación de esclavitud moderna

Por: Eduardo Camín

Proclamar dialécticamente los derechos humanos en su lucha contra el trabajo forzoso significa crear un horizonte de sentido mediante el cual los individuos aislados puedan expresarse, afirmarse a sí mismos como una comunidad de hombres y mujeres libres e iguales

Cincuenta millones de personas vivían en situación de esclavitud moderna en 2021: 28 millones de ellas eran obligados a trabajos forzados y 22 millones estaban atrapadas en matrimonios forzados que, según las últimas “Estimaciones mundiales sobre la esclavitud moderna”, es la antítesis de la justicia social y el desarrollo sostenible.

Estas estimaciones revelan que casi una de cada 150 personas en el mundo se encuentra en esa terrible situación. Peor aún: el número de personas en situación de esclavitud moderna ha aumentado en 10 millones en los últimos cinco años. Las mujeres y los niños siguen siendo desproporcionadamente vulnerables.

La esclavitud moderna se da en casi todos los países del mundo, y atraviesa líneas étnicas, culturales y religiosas. Más de la mitad (52%) de todos los trabajos forzados y una cuarta parte de todos los matrimonios forzados se encuentran en países de renta media-alta o alta.

Trabajo forzoso

La mayoría de los casos de trabajo forzoso (86%) se dan en el sector privado. El trabajo forzoso en sectores distintos de la explotación sexual comercial representa el 63% del total, mientras que la explotación sexual comercial forzosa representa el 23%. Casi cuatro de cada cinco personas sometidas a explotación sexual comercial forzada son mujeres o niñas.

El trabajo forzoso impuesto por el Estado representa el 14% de las personas sometidas a trabajo forzoso. Casi una de cada ocho personas que realizan trabajos forzados son niños (3,3 millones) y más de la mitad de ellos se encuentran en situación de explotación sexual comercial.

Los primeros meses de la pandemia de Covid-19 estuvieron acompañados de numerosos informes sobre el trabajo forzoso vinculado a la crisis. Las perturbaciones de los ingresos a causa de la pandemia provocaron un mayor endeudamiento entre los trabajadores y, con ello, se observó un marcado aumento de la servidumbre por deudas entre algunos trabajadores que carecían de acceso a los canales de crédito formales.

La crisis causó un deterioro de las condiciones de trabajo de tal magnitud que en algunos casos propició el trabajo forzoso de un sin números de trabajadores. Sin embargo, se sabe poco sobre la manera en que han evolucionado los riesgos de trabajo forzoso desde el inicio de la crisis y una vez que se puso fin a los cierres estrictos de los centros de trabajo en la mayoría de los países y la economía mundial comenzó su frágil recuperación.

Subsisten muchos motivos de preocupación al respecto. El Banco Mundial señala que la pobreza extrema —una importante métrica del riesgo de trabajo forzoso— sigue siendo muy superior a la tendencia anterior a la pandemia y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) señaló que la recuperación del empleo se ha estancado en una gran parte del mundo.

Por otra parte, sostiene el Informe, las personas en situación de trabajo forzoso son sometidas a múltiples formas de coacción para obligarlas a trabajar en contra de su voluntad. La retención sistemática y deliberada del salario, utilizada por los empleadores abusivos para obligar a los trabajadores a permanecer en un puesto de trabajo por miedo a perder los ingresos acumulados, es la forma más común de coacción, experimentada por el 36 por ciento de las personas en situación de trabajo forzoso.

En segundo lugar, se sitúa el abuso de la vulnerabilidad por medio de amenazas de despido, que experimenta uno de cada cinco trabajadores en situación de trabajo forzoso. Las formas más graves de coacción, como el confinamiento forzoso, la violencia física y sexual y la privación de lo necesario para satisfacer las necesidades básicas son menos comunes, pero no por ello menos importantes.

Matrimonio forzado

Se estima que 22 millones de personas vivían en un matrimonio forzado en un día cualquiera de 2021. Esto indica un aumento de 6,6 millones desde las estimaciones globales de 2016.

La verdadera incidencia de los matrimonios forzados, en particular los que involucran a niños de 16 años o menos, es probablemente mucho mayor de lo que las estimaciones actuales pueden captar; estas se basan en una definición estrecha y no incluyen todos los matrimonios infantiles que se consideran forzados porque el niño no puede dar legalmente su consentimiento para casarse.

El matrimonio forzado está estrechamente vinculado a actitudes y prácticas patriarcales muy arraigadas y depende en gran medida del contexto. La abrumadora mayoría de los matrimonios forzados (más del 85%) fue impulsada por la presión familiar. Aunque dos tercios (65%) de ellos se dan en Asia y el Pacífico, si se tiene en cuenta el tamaño de la población regional, la prevalencia es mayor en los estados árabes, con 4,8 personas de cada 1.000 en la región en situación de matrimonio forzado.

Más de dos tercios de las personas obligadas a casarse son mujeres. Esto equivale a unos 14,9 millones de mujeres y niñas. Pero los hombres y los niños también son objeto de esta práctica. Tres de cada cinco personas que viven en condiciones de matrimonio forzoso lo hacen en países de ingresos medianos bajos. Sin embargo, las naciones más ricas no son inmunes a este flagelo, ya que el 26 por ciento de los matrimonios forzosos ocurren en países de ingresos altos o de ingresos medianos altos.

Los miembros de la familia son los principales responsables de la gran mayoría de matrimonios forzosos. La mayoría de las personas que declararon sobre las circunstancias de un matrimonio forzoso señalaron que fueron obligadas a casarse por sus padres (73 por ciento) u otros familiares (16 por ciento)

Los migrantes, especialmente vulnerables al trabajo forzoso

Los trabajadores migrantes tienen tres veces más probabilidades de realizar trabajos forzados que los trabajadores adultos no migrantes. Si bien la migración laboral tiene un efecto ampliamente positivo en las personas, los hogares, las comunidades y las sociedades, este hallazgo demuestra cómo los migrantes son especialmente vulnerables al trabajo forzoso y a la trata de personas, ya sea por la migración irregular o mal gobernada, o por las prácticas de contratación injustas y poco éticas.

“Es escandaloso que la situación de la esclavitud moderna no mejore. Nada puede justificar la persistencia de este abuso fundamental de los derechos humanos”, dijo el Director General de la OIT, Guy Ryder. “Sabemos lo que hay que hacer, y sabemos que se puede hacer. Es fundamental contar con políticas y regulaciones nacionales eficaces. Pero los gobiernos no pueden hacerlo solos. Las normas internacionales proporcionan una base sólida, y es necesario un enfoque que incluya a todas las partes. Los sindicatos, las organizaciones empresariales, la sociedad civil y los ciudadanos de a pie tienen un papel fundamental que desempeñar”, añadió.

António Vitorino, Director General de la OIM, dijo que este informe subraya la urgencia de garantizar que toda la migración sea segura, ordenada y regular. “La reducción de la vulnerabilidad de los migrantes al trabajo forzoso y a la trata de personas depende, en primer lugar, de marcos políticos y jurídicos nacionales que respeten, protejan y hagan realidad los derechos humanos y las libertades fundamentales de todos los migrantes -y de los migrantes potenciales- en todas las etapas del proceso migratorio, independientemente de su situación migratoria”, señaló.

Añadió que “toda la sociedad debe colaborar para revertir estas impactantes tendencias, incluso mediante la aplicación del Pacto Mundial sobre Migración“.

Grace Forrest, directora fundadora de Walk Free, señaló que “la esclavitud moderna es la antítesis del desarrollo sostenible. Sin embargo, en 2022, sigue apuntalando nuestra economía mundial. Es un problema creado por el hombre, relacionado tanto con la esclavitud histórica como con la persistente desigualdad estructural. En una época de crisis agravadas, una auténtica voluntad política es la clave para acabar con estos abusos de los derechos humanos.”

Acabar con la esclavitud moderna

El informe propone una serie de medidas que, tomadas en conjunto y con rapidez, supondrían un avance significativo para acabar con la esclavitud moderna. Entre ellas se encuentran mejorar y hacer cumplir las leyes y las inspecciones de trabajo; poner fin al trabajo forzoso impuesto por el Estado; reforzar las medidas para combatir el trabajo forzoso y la trata de personas en las empresas y las cadenas de suministro; ampliar la protección social, y reforzar las protecciones legales, incluida la elevación de la edad legal para contraer matrimonio a los 18 años sin excepción.

Otras medidas son abordar el mayor riesgo de trata y trabajo forzoso para los trabajadores migrantes, promover la contratación justa y ética, y un mayor apoyo a las mujeres, niñas y personas vulnerables.

Una vez más nos vemos sometido frente al problema de fondo relativo a los derechos humanos que no es tanto el de denunciarlos como concepto deliberativo, sino el de protegerlos y aplicarlos, pues la cuestión de su fundamentación ya ha sido resuelta por la Declaración Universal de 1948 de Naciones Unidas.

Además, la propia Conferencia General de la Organización Internacional del Trabajo, congregada en Filadelfia en su vigésima sexta reunión, adoptó el 10 de mayo de 1944, la Declaración de los fines y objetivos de la Organización Internacional del Trabajo y de los principios que debieran inspirar la política de sus miembros.

La Conferencia reafirmó los principios fundamentales sobre los cuales está basada la Organización y, en especial, los siguientes: el trabajo no es una mercancía; la libertad de expresión y de asociación es esencial para el progreso constante; la pobreza, en cualquier lugar, constituye un peligro para la prosperidad de todos.

Asimismo, reafirmó la lucha contra la necesidad debe proseguirse con incesante energía dentro de cada nación y mediante un esfuerzo internacional continuo y concertado, en el cual los representantes de los trabajadores y de los empleadores, colaborando en un pie de igualdad con los representantes de los gobiernos, participen en discusiones libres y en decisiones de carácter democrático, a fin de promover el bienestar común

Conviene recordar entonces, de manera sinóptica, que el despliegue de la idea de dignidad humana en tanto núcleo central de los derechos humanos abarca el concepto de trabajo forzoso, y por ende el concepto derivado de la esclavitud moderna.

Proclamar dialécticamente los derechos humanos en su lucha contra el trabajo forzoso significa, fundamentalmente, crear aquel horizonte de sentido mediante el cual los individuos aislados pueden expresarse, afirmarse a sí mismos como una comunidad de hombres libres e iguales. Claro, se trata de la autoproclamada democracia del capitalismo. “Esa” de libertades y privilegios pero para unos pocos, es decir, de una cierta idea de dignidad humana, reñida con la realidad, que esbozan los informes.

Fuente de la información e imagen: https://www.alai.info/

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¿Qué significa ser víctima de la esclavitud moderna?

El trabajo forzoso en el contexto doméstico, en la industria de la construcción y la agricultura, así como la explotación sexual siguen siendo formas comunes de esclavitud moderna.

Hombres, mujeres y niños en todo el mundo son obligados a trabajar en sitios de construcción, en tiendas, en granjas o en casas como empleadas domésticas. La esclavitud moderna implica robar el trabajo de millones de personas para que otros obtengan ganancias. Esto significa despojar a las víctimas de participar plenamente en la vida política y económica de nuestra sociedad y, por ende, de sus derechos humanos.

Así lo describió el exdirector del Centro para la Investigación de Políticas de la Universidad de las Naciones Unidas, James Cockayne, en entrevista para teleSUR.

Cockayne aseveró que actualmente toda forma de esclavitud moderna es ilegal, pero seguimos viendo estas prácticas en todos los países del mundo. Sin embargo, poco a poco la sociedad ha empezado a entender el costo que tiene la esclavitud para toda la humanidad y su sustentabilidad.

«Cada vez entendemos más que al mantener a millones de personas fuera de la plena participación en la vida política y económica, perdemos el impacto positivo que traerían a la actividad económica y al incremento del desarrollo social», explicó.

La esclavitud no fue abolida, evolucionó

«La esclavitud moderna es un término utilizado para describir una serie de delitos y violaciones de las normas legales, todo lo cual implica tratar a otra persona como si fuera propiedad», detalló Cockayne.

El investigador de Naciones Unidas indicó que si bien la esclavitud tradicional fue abolida, en la actualidad persisten formas de explotación como trabajo forzoso, explotación sexual para fines comerciales y matrimonio forzoso «en el que una persona se comporta como si la otra persona es su propiedad».

En este sentido, el trabajo forzoso en la agricultura y el tráfico de personas para la explotación tienen a menudo a migrantes como víctimas, indicó Cockayne.

Cifras de la esclavitud moderna

De acuerdo a la «Estimación mundial sobre la esclavitud moderna: Trabajo forzoso y matrimonio forzoso», hasta 2016 había alrededor de 40,3 millones de personas sometidas a la esclavitud moderna, es decir, 5,4 víctimas por cada 1.000 personas en todo el mundo. Asimismo, 1 de cada 4 son niños.

La cifra incluye 24,9 millones de personas en trabajo forzoso, de las cuales 16 millones son explotadas en el trabajo doméstico, la industria de la construcción o la agricultura. Mientras que 4,8 millones son víctimas de la explotación sexual forzosa y otras 4 millones se encuentran en situación de trabajo forzoso impuesto por el Estado.

Además, las niñas y mujeres son especialmente vulnerables, pues ellas representan el 99 por ciento de las víctimas en la industria sexual comercial y el 58 por ciento en otros sectores. A esto se añade que hay 15,4 millones de víctimas del matrimonio forzoso.

La ONU publicó un mapa interactivo para conocer la prevalencia de la esclavitud moderna en todas las regiones del mundo. Para explorar el mapa entra aquí.

Esclavitud en la cadena de suministro y valor

La esclavitud moderna a menudo tiene lugar en las cadenas de suministro y de valor nacionales e internacionales de las empresas, dijo Cockayne. Esto ocurre porque todo tipo de productos, como computadoras, teléfonos, ropa, cosméticos y hasta alimentos, están siendo fabricados por personas sometidas a trabajo forzoso en todos los rincones del planeta, utilizando materias primas que son extraídas por más víctimas de la esclavitud moderna.

Los países en vías de desarrollo suelen ser los lugares donde se halla mano de obra barata. Luego, estos bienes y servicios son trasladados a países desarrollados para su consumo. De esta forma, la esclavitud moderna se convierte en una consecuencia del actual sistema económico globalizado. Es aquí donde el rol de las empresas adquiere gran importancia.

Cockayne aseveró que las empresas tienen la obligación de identificar los riesgos en sus cadenas de suministro y valor para evitar que sus productos sean creados e importados con mano de obra esclava. Pero también es esencial que se compromentan a eliminar esos riesgos. «No es suficiente simplemente alejarse del riesgo, porque si una empresa encuentra el riesgo de esclavitud moderna y termina la relación con el proveedor, el proveedor encontrará a otro cliente», explicó.

Pese a las altas cifras de esclavitud moderna, el investigador de la Universidad de Naciones Unidas considera que la ciudadanía, los gobiernos y el sector corporativo cada vez prestan más atención a los derechos humanos y buscan eliminar los riesgos para las personas de quedar atrapadas en la esclavitud moderna.

Por otro lado, Cockayne aseveró que los consumidores también pueden ayudar. El primer paso es «simplemente generar consciencia sobre el tema y comprender cómo el sistema en el que todos participamos continúa apoyando la esclavitud moderna».

El segundo paso es revisar las opciones de consumo. «Cuando se compra un par de jeans, preguntarse de dónde proviene el algodón y si hubo trabajo infantil implicado en la producción». Esta manera de ver el mundo como consumidores puede resultar abrumadora, admitió Cockayne, pero el propósito es pensar en el origen y fabricación de todo lo que damos por sentado, de forma que empecemos a batallar contra la esclavitud moderna.

Alianza 8.7, unión contra la esclavitud

«Hace aproximadamente cuatro años, todos los países del mundo se comprometieron con la Agenda 2030 y esta incluye una lista de 17 objetivos de desarrollo sostenible y uno de esos objetivos, el número ocho, es sobre el trabajo decente para todos, el cual incluye la Meta 8.7, que se centra en adoptar medidas efectivas para terminar con la esclavitud moderna para 2030», relató Cockayne.

Así nació la Alianza 8.7, una hermandad global cuyo propósito se concentra en lograr cumplir la Meta 8.7, la cual establece lo siguiente: «Tomar medidas inmediatas y eficaces para erradicar el trabajo forzoso, poner fin a las formas modernas de esclavitud y la trata de seres humanos, y asegurar la prohibición y eliminación de las peores formas de trabajo infantil, incluidos el reclutamiento y la utilización de niños soldado y, a más tardar en 2025, poner fin al trabajo infantil en todas sus formas.»

Cocakyne, quien también es directo del proyecto Delta 8.7, la plataforma de conocimiento de la Alianza 8.7., especificó que se trata de «un grupo de todos los actores que están trabajando para abordar la esclavitud moderna», junto a países, sociedad civil, sindicatos y empresas.

Además de la Alianza 8.7, las Naciones Unidas cuenta con diversas agencias como la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que aborda la adopción de leyes y programas contra el trabajo forzoso; el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), «que se enfoca en los riesgos para los niños, la trata y el trabajo infantil, todo lo cual cae bajo la esclavitud moderna».

Mientras que la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) se concentra en los problemas de la trata de personas, especialmente a través de las fronteras.

La esclavitud moderna no tiene solución a corto plazo y tampoco depende únicamente de políticas gubernamentales. Se trata de una lucha que requiere la acción de todos los sectores de la sociedad, incluidos los consumidores, que pueden convertirse en agentes de cambios.

Fuente de la información e imagen: https://www.telesurtv.net

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El rostro de la esclavitud moderna en el Líbano

Rahim Teshome llegó a Beirut cuando tenía 15 años por medio de una ‘kafala’, un sistema de patrocinio por el que empresas y familias importan mano de obra barata. Nunca le pagaron, le confiscaron su pasaporte etíope y la violaron. Su historia es la de miles de trabajadoras domésticas

Rahim Teshome habla de Etiopía como si no fuese el país que la vio nacer. No siente nostalgia ni apego por sus raíces. A sus 26 años recuerda su infancia con mucha distancia pues, desde muy temprana edad, supo que su futuro no estaba Adís Abeba. Con tan solo seis años quedó a cargo de sus hermanas mayores tras la muerte de sus padres. “Era muy pequeña, la vida era difícil, iba a escuela, no teníamos comida y por ello decidí salir”, recapitula. En 2012 tenía 15 años y una vecina le recomendó marcharse al Líbano, como había hecho su hija, bajo el sistema de la kafala.

Kafala en árabe significa protección y, en origen, era la fórmula prevista en el derecho islámico para la acogida de huérfanos. Sin embargo, en las últimas décadas se ha convertido en el medio usado por las empresas y particulares para importar mano de obra barata a los países del Golfo y Oriente Próximo, principalmente en sectores como el de las labores domésticas o la construcción.

“Me dijeron que iba a trabajar con una familia, que me arreglaría los papeles y que cobraría un sueldo para ayudar a mis hermanas”, asegura sonriendo mientras rememora lo que iba a ser el plan perfecto de una niña que soñaba con salir de la pobreza. Embarcó con otras 150 menores de edad etíopes; ninguna sabía ubicar el Líbano en el mapa, pero estaban convencidas de que, desde su nuevo destino, iban a poder ayudar a sus familias. “El viaje fue muy largo. Estuvimos varios días en un aeropuerto de Yemen sin comida y durmiendo en el suelo”, dice Teshome.

Rahim Teshome mira hacia el exterior a través de una ventana de la sede del Anti-Racism Movement (ARM), en Beirut. Llegó al Líbano cuando tenía 15 años, le confiscaron el pasaporte y la violaron. Su historia se repite entre los miles de trabajadoras domésticas extranjeras.
Rahim Teshome mira hacia el exterior a través de una ventana de la sede del Anti-Racism Movement (ARM), en Beirut. Llegó al Líbano cuando tenía 15 años, le confiscaron el pasaporte y la violaron. Su historia se repite entre los miles de trabajadoras domésticas extranjeras.BRAIS LORENZO

“Me duele mucho recordar las condiciones en las que llegué. Tenía mucha hambre y estaba agotada”, añade. Fue a buscarla la madame, título con el que se refiere a su empleadora, la señora que la acogió como empleada doméstica y que desde entonces se convirtió en su dueña. Así lo establecen las normas de extranjería, que otorgan a los empleadores un control absoluto sobre “sus patrocinados”.

Fara Baba, portavoz del Anti-Racism Movement (ARM), lo explica: “En determinados sectores, no están amparados por el Código del Trabajo libanés. El Código de la kafala le da el poder al que da empleo y no protege a las trabajadoras como en este caso. Por eso lo llamamos una esclavitud moderna”. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) denuncia que se trata de un círculo vicioso de salarios bajos y falta de protección social. “El sistema vigente va en contra del reconocimiento del servicio doméstico como un empleo decente. Algo que afecta tanto a migrantes como a nacionales que pudieran estar interesadas en formar parte de este sector”, detalla Zeina Mezher, portavoz de Migración Laboral de la OIT para el Líbano.

Según datos oficiales, hay unas 250.000 mujeres migrantes, procedentes de África y del sudeste asiático, que son trabajadoras domésticas en un país de seis millones de habitantes. “Por nuestra experiencia sobre el terreno sabemos que este número es mucho mayor. El propio cónsul de Etiopía afirmó el año pasado que había alrededor de 450.000 ciudadanos etíopes aquí. Esto significa que el número total es mucho mayor”, aclara Baba.

El problema no era el trabajo. El problema no era mi agotamiento físico y mental. Mi problema es que me violaban el hijo y el padre de la familia

Teshome no tardó en darse cuenta del peso que caía sobre su espalda: “Me vi con 15 años gestionando una casa. Todo, absolutamente todo, lo tenía que hacer yo. Cuidaba desde los más pequeños hasta a los más mayores. Trabajaba las 24 horas del día, los siete días de la semana; y nunca me pagaban”, denuncia la joven llena de indignación. “Para comer o beber agua tenía que esperar a que la madame se marchara”, relata sobre las condiciones en las que vivía.

Cada vez habla más atropellada, como si necesitara contarlo todo, antes de que la sorprendan. Los gestos y la mirada la delatan, pese al esfuerzo que hace por disimular la angustia al recordar las atrocidades vividas. Se interrumpe y busca el aire que parece escapársele sin remedio; se frota las manos sobre las rodillas como quien busca el modo de coger impulso y enfrentarse a una realidad que no consigue dejar atrás. “El problema no era el trabajo. El problema no era mi agotamiento físico y mental”. Vuelve a hacer una pausa. “Mi problema es que me violaban el hijo y el padre de la familia”. De nuevo, el silencio.

“Ahora quiero denunciarlo y no me importa decirlo. Muchas chicas se suicidan tras sufrir abuso sexual”, anuncia con decisión. Además, insiste en que vienen de “sociedades muy conservadoras” en las que, si pierden la virginidad, son repudiadas. “Aunque hayamos sido violadas, nos consideran culpables”. La experiencia de su joven vida la ha llevado a entender que la violencia que se ejerce sobre las mujeres por el mero hecho de serlo, es estructural. Este tipo de abuso es más probable que suceda cuando las que trabajan a “puerta cerrada y con poca interacción con el mundo exterior”, recalca la portavoz de la OIT para Líbano. “Se hace aún más posible en un ambiente de trabajo desprotegido y donde el sistema priva a estos empleados del derecho a vivir y hacer su labor con dignidad”.

Desde el Movimiento Antirracista libanés resaltan que muchas de las muertes de trabajadoras domésticas son consideradas suicidio por las autoridades libanesas. “Para evitar abrir una investigación sobre las acusaciones de abuso y homicidio por parte de los empleadores”, explica su portavoz. Aseguran que es habitual que estos aleguen que “su protegida” tenía problemas de salud mental con el fin de presentar su muerte como autoinfligida y, por lo tanto, desentenderse de cualquier responsabilidad, pese a la existencia de denuncias por abusos. “Las Fuerzas de Seguridad Interna (ISF) calculan que, entre 2008 y 2018, 1.366 mujeres se habían quitado la vida en el Líbano, de las que el 13,4% eran inmigrantes etíopes”, añade Baba.

“Hace unos días, una joven etíope embarazada por violación fue expulsada del país por la familia que la empleaba. Volvió a Etiopía a criar al bebé y es que abortar no está bien visto”, denuncia. En el caso de Teshome, el hijo de la familia donde trabajaba comenzó el acoso, primero sutilmente, luego exigiéndole que le enseñara su ropa interior, después se desnudaba delante de ella y, finalmente, aprovechando los momentos en los que su madre no estaba, pasó a violarla. “Cuando le dije a la madame que su hijo me pedía cosas extrañas, me exigió que le obedeciera, que era mi hermano”, asevera. “Al cabo de un tiempo, su marido también empezó a violarme”.

Finalmente, Teshome, después de que el hijo la agrediese sexualmente por la mañana y el padre por la tarde, decidió jugársela y escapar. “Me tiré por el balcón de un segundo piso. Tenía que elegir entre la vida o la muerte”, zanja. Se salvó, pero había huido con lo puesto y sin su pasaporte, en poder de la madame. Se levantó del suelo magullada, se escondió en un callejón hasta recuperarse y tomar una decisión. Al poco, ya había puesto rumbo a Beirut, la capital.

Rahim Teshome habla con Fara Baba, portavoz del Anti-Racism Movement (ARM). Según datos oficiales, hay unas 250.000 mujeres migrantes, procedentes de África y del sudeste asiático, que son trabajadoras domésticas, pero las ONG estiman que son muchas más.
Rahim Teshome habla con Fara Baba, portavoz del Anti-Racism Movement (ARM). Según datos oficiales, hay unas 250.000 mujeres migrantes, procedentes de África y del sudeste asiático, que son trabajadoras domésticas, pero las ONG estiman que son muchas más.BRAIS LORENZO

“Me quedé deambulando en las calles y con mucho miedo a la policía porque era una persona ilegal”, relata. En la capital se juntó con otras jóvenes etíopes que también se habían escapado y desde entonces ha hecho todo tipo de trabajos para salir adelante. “He limpiado muchos bares, casas y almacenes. He trabajado en cocinas y en hoteles. A veces me pagaban, pero muchas otras me decían que, como era ilegal, no podía cobrar”, concluye.

Según Baba, la crisis en el Líbano, agudizada por la pandemia, ha creado más conciencia sobre las terribles condiciones de las mujeres migrantes bajo el sistema de la kafala. Muchos empleadores, con el desplome de la libra libanesa, ya no podían pagar los salarios. En lugar de repatriar a las empleadas con el depósito que abonaron cuando las contrataron, las mantienen sin sueldo y abusando de ellas; otros prefieren abandonarlas en las puertas de sus respectivos consulados, “sin haberles pagado y sin devolverles sus pasaportes”, asegura Baba.

En 2020, un grupo técnico coordinado por la OIT trasladó al Ministerio de Trabajo un plan de acción para desmantelar la kafala que permitiría rescindir los contratos por parte de los empleados domésticos migrantes. En segundo lugar, este aborda todos los componentes del trabajo forzoso, “como la confiscación de pasaporte, el retraso en el pago de estipendios o el abuso horario”, asegura Mezher. Sin embargo, subraya que erradicar está práctica es un camino complicado: “El reconocimiento oficial de que es un sistema abusivo que pone en riesgo vidas humanas es un punto de partida crucial”.

Hay trabajadoras domésticas que deciden volver a sus países, aunque no es fácil por temas burocráticos. “Cuando hablaba con mis hermanas, me decían que tenían a un hombre dispuesto a casarse conmigo. Era mayor, pero les daría una buena dote”. Para Teshome, regresar no estaba en sus planes, pues “habría sido transitar de una cárcel a otra”.

Lo he perdido todo, incluso mi libertad y mi dignidad. Me he ahogado tantas veces en el país de los cedros, que no me da miedo el mar

Líbano atraviesa una de las crisis económicas más graves de su historia moderna y, según la OIT, esto ha hecho bajar la demanda de empleadas domésticas. Denuncian que las agencias de contratación todavía están tratando de identificar nuevos mercados en el intento de motivar a mujeres a trabajar en el país árabe. “Existe un alto riesgo en tales tendencias, ya que las inmigrantes no cuentan con conocimientos suficientes sobre el contexto laboral y carecen de vías de buscar ayuda si es necesario”, asegura Mezher.

Para Teshome, la vida en las calles de Beirut también fue igualmente traumática. “Te ven una mujer negra y se creen que pueden hacer contigo lo que quieran”. Finalmente, se casó con un sudanés. “Necesitaba tener un apoyo y seguridad”, se justifica. “Esta es una sociedad machista. Es mejor casarme a que me violen. Nadie tiene por qué acosarme en la calle o en las casas”.

Rahim Teshome ayuda a su hijo, de seis años, a realizar las actividades escolares en el interior de su casa. “Tengo mucho miedo por él, pero debo garantizarle un lugar seguro. Si aquí el Estado no se hace cargo por el sistema de la kafala implantado, tendremos que buscar alguna solución”.
Rahim Teshome ayuda a su hijo, de seis años, a realizar las actividades escolares en el interior de su casa. “Tengo mucho miedo por él, pero debo garantizarle un lugar seguro. Si aquí el Estado no se hace cargo por el sistema de la kafala implantado, tendremos que buscar alguna solución”.BRAIS LORENZO

Pese a todo, su vida no ha cambiado demasiado, puesto que aún vive con el temor a ser detenida; lo que ha hecho puede ser motivo de cárcel o deportación. Además, no tiene papeles y sabe que jamás los tendrá y, aunque ahora tiene un hijo nacido en el Líbano, este también está en situación irregular. “La madame me dijo que mientras ella viviera, yo nunca tendría mi permiso de residencia”. La preocupación de Teshome ahora es su niño de seis años; cuando cumpla los diez, sin el permiso de residencia, no podrá ir al colegio. Su vida está limitada al trayecto de la escuela a casa. “No puedo dejarle jugar por si le pasa algo; sin documentación, pueden quitármelo”.

Ahora, su único objetivo es tener papeles. Pero lo sabe inalcanzable, ya que necesita el visto bueno de la madame y cree que ella no dará su brazo a torcer. Ahora, Teshome está preparándose para volver a emigrar. “Tengo mucho miedo por mi hijo, pero tengo que garantizarle un lugar seguro. Si aquí el Estado no se hace cargo por el sistema de la kafala implantado, tendremos que buscar alguna solución”. No tiene una fecha marcada en el calendario, pero su intención es marcharse a Turquía y de ahí intentar llegar a Europa cruzando el Mediterráneo. “Lo he perdido todo, incluso mi libertad y mi dignidad. Me he ahogado tantas veces en el país de los cedros, que no me da miedo el mar”.

Fuente: https://elpais.com/planeta-futuro/2022-05-03/el-rostro-de-la-esclavitud-moderna-en-el-libano.html

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Libro(PDF): Lo sólido en el aire. El eterno retorno de la critica marxista

Reseña: CLACSO

*Disponible sólo en versión digital

 

Los intelectuales, nos propone Eduardo Grüner, son aquellos que ven en la cultura no su apariencia de orden estático y apolíneo, sino su estado de crisis , palabra de la cual deriva aquel otro vocablo que caracteriza al pensamiento crítico cuyo ejercicio –siempre entre el conflicto trágico y la negatividad– define el rol de los intelectuales y constituye el objetivo de este volumen de ensayos. A través de una incesante interrogación a la tradición de “los marxismos”, el autor emprende una crítica ideológica al presente, un análisis de la decadencia del pensamiento crítico en la actualidad y una penetrante relectura de la obra de Marx tanto en clave general como específicamente latinoamericana. Se trata, como comenta Gisela Catanzaro en la introducción, de un “ajuste de cuentas” que busca menos dictaminar una sentencia final que preguntarse, en torno a cada concepto y avatar político, “¿cómo sigue la historia?”.

Autor: Eduardo Grüner.

Gisela Catanzaro. Rodolfo Gómez. [Presentación]

Editorial/Edición: CLACSO.

Año de publicación: 2021

País (es): Argentina

ISBN: 978-987-722-876-2

Idioma: Español

Descarga: Lo sólido en el aire. El eterno retorno de la critica marxista

Fuente e Imagen: https://www.clacso.org.ar/libreria-latinoamericana/libro_detalle.php?id_libro=2349&pageNum_rs_libros=0&totalRows_rs_libros=1534

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Nuestras vidas (se/nos) consumen

Por: Daniel Seixo

El día ha sido largo. El trabajo es una absoluta locura y desde que esta maldita pandemia ha asolado a la humanidad, todo ha cambiado de forma precipitada confundiendo y revolviendo nuestra realidad común. Son ya ocho, nueve, quizás diez horas las que hoy has pasado delante del ordenador en una habitación minúscula alquilada a cada año que pasa un poco más lejos del centro de la ciudad, un poco más apartado de lo que fue tu vida, tu barrio, las ilusiones propias de un joven que se quería comer el mundo y ha terminado devorado sin piedad por la sociedad. Realmente ya no sabes si Néstor y Ana, tus nuevos compañeros de piso, son personas que valga la pena conocer o no, tu interrelación con ellos no ha pasado en esta ocasión de un par de cervezas compartidas los primeros días, charlas acerca de las tareas comunes en este piso al que solo un irremediable optimista o un cretino podría llamar hogar y las típicas discusiones acerca de los gastos y la pesadumbre que cada inicio de mes viene acompañada con numerosas facturas que pagar puntualmente si no quieres arriesgarte al vértigo del fracaso y la pobreza.

Realmente sabes bien que no es propio del ser humano reducir tu socialización a esos parámetros, pero tras interminables mudanzas y sus posteriores decepciones inevitables cuando el sueldo recorta tus posibilidades de vida, tras el baile de compañeros de habitáculo que hace que cueste demasiado intentar ganarte la confianza o considerar amigos a personas a las que ahora apenas ves cuando entras y sales del portal o a las que intuyes por sus ruidos alguna noche, la apatía ha terminado ganando terreno a la humanidad. Por ello, sentado ante el ordenador reflexionas acerca de como todo esto comenzó mucho antes de que el virus hiciese acto de presencia, puede finalmente el Covid simplemente sea un síntoma de la verdadera enfermedad capitalista, un aviso, una última oportunidad… Se te está yendo la pinza, es eso. Te levantas, sales al salón y tras lavarte la cara con agua fría y comprobar tus ojeras frente al televisor, piensas en que quizás necesites comer algo, olvidar la presión del curro para que entregues cada vez mejores resutlados en menos tiempo y la sensación de que quizás seas el siguiente de tus amigos en pasar a engrosar la lista del paro. Todos han caído uno por uno, todos han visto como sus carreras, sus másteres, sus academias de idiomas y toda la mierda que nos vendieron como un éxito asegurado, no son más que una delicada rama a la que agarrarse mientras el suelo se deshace bajo nuestros pies. Solo los niños de papa tiene el futuro asegurado, solo la herencia de una clase social privilegiada puede aportar tranquilidad a un mundo demasiado líquido, demasiado inestable, demasiado desigual.

Hace mucho que no follas, hace mucho que no sales, hace mucho que no sientes, que no vives, que no eres realmente feliz, si es que alguna vez has llegado a serlo… Pero te han dicho que eso es lo adecuado, lo moderno, lo cool, navegar por una indefinición constante, “surfear la vida” e inventarte mil excusas oportunamente esgrimidas cada vez que acudes a un garito demasiado extraño y demasiado caro en el que nadie te entra diciendo que es fontanera, electricista o secretario, todos sus trabajos contienen mucha creatividad aderezada con anglicismos que esconden la profunda precariedad y tristeza de nuestras vidas. Sexo rápido, empleos rápidos, alineación instantánea y comida basura eficazmente puesta a nuestro servicio con una simple Aplicación electrónica. Sabes que es una mierda, una vía rápida para la explotación laboral y que algún otro pringado como tú a estas horas estará recorriendo la ciudad a toda pastilla para entregar una caja de condones a un par de críos que se han conocido por Tinder, la cesta de la compra a una anciana cuya interacción social se reducirá a esos escasos segundos de contacto visual con algún repartidor o una hamburguesa pasada, repleta de colesterol y demasiado cara destinada a ser engullida en soledad por algún fracasado. Ese es tu papel, un actor secundario en esta cadena de consumo sexual, social y alimenticio.

Hubo un tiempo en el que te consideraste un joven sofisticado, concienciado y comprometido con la sociedad, un simpatizante o incluso activista de izquierdas, por aquel entonces ni se te pasaría por la cabeza participar de esta clara máquina de explotación capitalista que fomenta la esclavitud moderna encadenando a un trabajo precario a miles de riders sin apenas derechos, por aquel entonces te calzarías las deportivas, un pantalón viejo, pero que te hacía sentirte cómodo, y saldrías a la calle a tomar algo y cenar a base de tapas. Quizás conocerías a alguna persona interesante, terminarías en un pub del centro y posteriormente camino a un after o a una casa de una desconocida a la que llamarías al día siguiente para continuar la charla acerca de los cambios sociales o literarios que ambos considerabais imprescindibles la noche anterior. Puede que todo eso se haya ido a la mierda con la pandemia o simplemente puede que ya estuviese muerto antes, la lluvia, la nevera vacía, el menú con patatas y bebida o mil excusas oportunamente desplegadas ante nuestros ojos a las que agarrarnos, para no admitir que el trabajo te está matando, para no gritar que no soportas a tu jefe y que no es que no lo soportes por sus exigencias y su pedantería, no solo por eso al menos, no lo soportas porque ese maldito cretino te está chupando la sangre sin ser otra cosa que un alienado más en esta cadena, un pobre diablo que solo obedece órdenes para poder comprarse el nuevo modelo de Audi y quizás irse de putas algún fin de semana con los jefes de las demás secciones. Vamos, nadie en este maldito edificio tiene tiempo para una familia, nuestra vida se basa en el consumo, en fomentar el consumo de otros peones del tablero, en consumir nuestro talento en un trabajo repetitivo y mal pagado, en consumir nuestro tiempo, nuestra vida, otros cuerpos, comida basura, el planeta… Todo se reduce ya únicamente al consumo.

La comida está tardando demasiado, enciendes la televisión y las cifras de muertos y contagiados bailan ante tu presencia en la pantalla, una fiesta de jóvenes adinerados, un alcalde que se vacuna saltándose su turno, burlas por la eficacia de la vacuna rusa en un nuevo capítulo de la guerra fría, acciones de alguna farmacéutica que suben ante el anuncio de su poco aprecio por la ciencia o la salud humana, mentiras del gobierno, mentiras de la oposición y un repartidor de Deliveroo que esa noche sin embargo llevaba un cajetín de Glovo y que ha perdido la vida al estrellar su moto contra un camión de basura mientras llevaba una hamburguesa pasada, repleta de colesterol y demasiado cara destinada a ser engullida en soledad por algún «fracasado». Ese ha sido su papel, el de un actor secundario en esta cadena de consumo sexual, social y alimenticio que termina en el frío asfalto de la capital mientras la vida sigue, mientras las compañías buscan a un sustituto y se desentienden rápidamente de la responsabilidad por el accidente. Mientas el ministerio le da vueltas a una problemática laboral que está muy clara, pero que nos quieren hacer creer que realmente es compleja. Mientras la esclavitud vuelve, mientras el ejército industrial de reserva crece y la rabia aumenta, mientras tú esperas tu hamburguesa y un enfermero jubilado intenta reanimar sin éxito durante más de 30 minutos a un trabajar 48 años que se suma hoy a las víctimas de la pandemia capitalista. Esa es hoy nuestra sociedad, demasiado rápida, demasiado distópica y muy poco humana.

Fuente e imagen: https://nuevarevolucion.es/nuestras-vidas-se-nos-consumen/

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La esclavitud moderna: Un caso en Brasil

Un caso en Brasil evidencia la persistencia de intolerables casos de abuso de los derechos humanos.

La mirada sobre la esclavitud ha adquirido notoriedad en los últimos años a partir de los ataques a figuras de esclavistas que, como se ha analizado largamente, no pueden ser juzgados bajo la ética y las normas del presente. Que el tráfico de esclavos fue un capítulo aterrador, nefasto y aún no superado es una cuestión siempre digna de revisitar, aunque asumiendo ese principio de extemporaneidad que lo sitúe en su perspectiva histórica. Lo que sí requiere una mirada muy exigente del presente es la herencia viva de la esclavitud que perdura entre nosotros. Mucho más extensa de lo que se suele considerar y con tentáculos enormes en todos los contextos.

El rescate de Madalena Gordiano, una brasileña captada por una familia del Estado de Minas Gerais cuando apenas tenía ocho años y pedía limosna, en cuyo seno ha servido casi 40 años como criada sin sueldo, sin derechos, sin educación e incluso explotada económicamente como un activo bajo su propiedad, debe remover conciencias. Y abrir debates.

Gordiano, que al ser liberada en noviembre tras la denuncia de un vecino tenía 46 años y se expresaba con dificultad, es un símbolo del legado de la esclavitud que pervive en Brasil, el último país americano en abolirla después de 350 años de una explotación que dejó una herencia aún insoportable. Se trata de un caso extremo que está en manos de los jueces, pero nos recuerda que la explotación a personas sin recursos —especialmente si son mujeres— y sin el poder que da la raza blanca corroe nuestro universo.

En Brasil, los negros y mestizos, herederos de los africanos, constituyen el 56% de la población, pero su esperanza de vida, sus ingresos, su formación y seguridad es sensiblemente menor a la de la población blanca. El 75% de las víctimas de asesinato son negros o mestizos. En los últimos 25 años, en Brasil han sido rescatadas 55.000 personas de trabajos esclavos, labor más complicada en el caso de las criadas.

La desigualdad a la que condujo el esclavismo y que pervive en la actualidad forma parte de los debates abiertos en el continente americano, desde las protestas del Black Lives Matter en Estados Unidos a la mencionada ofensiva contra las estatuas esclavistas. Pero la fenomenología del abuso de derechos básicos con sabor a esclavitud del siglo XXI es plural y en muchos casos no tiene que ver con un componente racista, desde los niños soldados hasta la explotación sexual o trabajos forzosos de distinta índole. La línea de avance que une el Renacimiento, la Ilustración, la Declaración Universal de Derechos Humanos y otras conquistas más recientes tiene todavía recorrido por delante, incluso en los países más avanzados. No cabe complacencia de ninguna clase.

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Brutal ataque a los derechos laborales en India

Brutal ataque a los derechos laborales en India

En muchos países, la pandemia de coronavirus es utilizada por empresarios y gobiernos para restringir los derechos democráticos y laborales. En la India, millones de trabajadores fueron arrojados a las calles al comienzo de la pandemia, y ahora ven reducidos sus derechos laborales.

Millones de trabajadores arrojados brutalmente a las calles

El 22 de marzo de 2020, el Primer Ministro indio apareció en televisión y, con su conocido estilo sensacionalista, anunció un bloqueo total en todo el país debido al Covid-19. Todo el transporte público, incluído el transporte ferroviario y de autobuses, se suspendió en el lapso de solo cuatro horas: esto dejó a los más de 40 millones de trabajadores migrantes de varias aldeas y de las regiones más remotas de la India, que trabajan en grandes ciudades como Delhi, con pocas posibilidades de regresar a sus hogares.

Sin trabajo, sin comida y sin dinero, millones de estos trabajadores esperaron una ayuda que nunca llegó, así que comenzaron a marchar hacia sus aldeas, cargando todo lo que pudieron en sus espaldas. Mientras la clase alta estaba ocupada publicando memes sobre Covid-19 en Facebook y Twitter confinados en sus casa para protegerse del virus, de norte a sur de una de las áreas geográficas más grandes del mundo, las calles y autopistas nacionales estaban llenas de trabajadores que regresaban caminando a sus hogares. Desde entonces, hemos visto cientos de imágenes de trabajadores migrantes de grandes ciudades industriales como Delhi, Mumbai, Bangalore y Calcuta que regresan a sus aldeas en India durante la epidemia.

Ha habido muchas imágenes de estos trabajadores migrantes del interior del país que marchaban a pie en ausencia de transporte, trabajo y dinero; de niños de 8 años caminando descalzos para cubrir grandes partes de la distancia de 1.800 kilómetros; una madre arrastrando a un niño dormido y exhausto sobre las ruedas de su valija durante cientos de millas a través de las rutas. Mientras algunos viajaban en rickshaws (vehículo ligero de tres ruedas mecanizado o a tracción humana, muy popular en Asia) con una familia completa de cinco personas sentadas en ellos durante millas, otros en los techos de los camiones sin seguridad, sin comida ni agua potable, sobreviviendo con unas galletas y las últimas rupias (moneda india) de su salario, que no recibieron los últimos dos meses. La BBC anunció que veinticuatro personas habían muerto durante ese viaje interminable.

Brutales ataques a los derechos de los trabajadores

Después de meses de viaje, los que sobrevivieron al hambre, la pandemia, los accidentes de tránsito y simplemente la caminata de 1.800 km, finalmente llegaron a casa. Al escuchar las noticias, descubrieron que todas las leyes laborales que los protegían habían sido suspendidas.

El 8 de mayo de 2020, mientras muchos trabajadores migrantes todavía estaban en el camino, Adityanath Yogi, el primer ministro de Uttar Pradesh, uno de los estados más grandes del norte de India, adoptó, durante una reunión especial del gabinete, una ordenanza titulada «Orden de exención temporal de ciertas leyes laborales en Uttar Pradesh, 2020». Con este texto, Yogi, que encabeza el partido político de extrema derecha Bharatiya Janata Party (BJP), y conocido por sus discursos discordantes, suspende las leyes laborales esenciales en la industria por un período de tres años. Las leyes sobre horas máximas de trabajo, la ley sobre sindicatos, la ley sobre empleo industrial, la ley sobre disputas industriales y la ley de fábricas se levantaron para promover a las empresas a establecerse en Uttar Pradesh «para estimular la economía». En una sola ordenanza, Yogi elimina las principales disposiciones de la legislación laboral, empujando a los trabajadores a la esclavitud. En el estado de Gujarat, su homólogo Vijay Rupani tomó las mismas medidas.

La ironía de la situación es que el año pasado se aprobaron proyectos de ley y peticiones en varios estados gobernados por la «izquierda», como Kerala, para oponerse a la Ley de Cambio de Ciudadanía que discrimina a los musulmanes indios, que etiquetaba como inconstitucionales porque el gobierno estatal no puede regular la autoridad del gobierno central. Sin embargo, hoy la suspensión de las leyes laborales por parte del gobierno de Uttar Pradesh, en contra de la directiva central, no se ha considerado inconstitucional como muchos abogados indios, incluidos los ex presidentes de la La Corte Suprema de la India, ha llamado el uso de la sección 213 por el Gobernador de Uttar Pradesh para aprobar esta ordenanza como inconstitucional.

Estos cambios afectarán particularmente a las mujeres, ya que se han suspendido las leyes clave a favor de las trabajadoras, como la Ley de prestaciones de maternidad y la Ley de igualdad de remuneración. Desde el comienzo de la pandemia, la mayor parte del trabajo de cuidados ha recaído aún más en las mujeres. La eliminación de estas leyes también eximirá a las fábricas e industrias de la obligación de establecer centros de cuidado infantil para mujeres trabajadoras.

La suspensión de las leyes laborales en Uttar Pradesh y el estado de Gujarat, dos estados gobernados por la extrema derecha del BJP, es la más importante en la eliminación de todas las leyes de protección laboral. Pero los gobiernos de otros estados también han seguido su ejemplo. En el estado de Madhya Pradesh, se ha hecho posible contratar y despedir empleados en cualquier momento, sin cumplir ningún contrato. Además, se eliminaron todas las inspecciones de fábrica, lo que hace imposible verificar si se tuvo en cuenta la salud y la seguridad e higiene de los trabajadores durante el período del Covid-19. El estado de Punjab, liderado por el Congreso, eliminó el salario mínimo para los trabajadores altamente calificados.

La esclavitud moderna india

Los 250 años de lucha contra el colonialismo han sido una lucha contidiana. Esta lucha fue esencialmente de los trabajadores contra la esclavitud de las plantaciones y contra el trabajo en condiciones de servidumbre. Se han sacrificado miles de vidas por la conquista de los derechos laborales actuales. Sin embargo, el Covid-19 se ha utilizado para crear una excepción general en nombre de la «reforma de la legislación laboral». En un solo gesto, los estados de Uttar Pradesh, Maharashtra, Punjab, Rajasthan y otros estados de la India han anulado muchas leyes laborales clave al aprobar ordenanzas inconstitucionales. Esto incluye aumentar el número de horas de trabajo de 8 a 12 horas, y en algunos casos a 18 horas por día. Irónicamente anunciado «de forma voluntaria», como si los trabajadores tuvieran una opción, con un «descanso de una hora» cada seis horas. Si bien la mayoría de los medios indios han aplaudido esta reforma, que se presentó como a favor de los derechos de los trabajadores, la mayoría de los trabajadores aún no son conscientes de las consecuencias de la eliminación de estos derechos.

El 22 de mayo de 2020, tres meses después del anuncio del «cierre» vinculado a Covid-19, diez sindicatos convocaron protestas en todo el país y llevaron el caso a la Organización Internacional del Trabajo (OIT) .

India ha sido miembro de la OIT desde el 28 de julio de 1919, antes de su independencia, y ha firmado muchos convenios de la OIT. Sin embargo, algunas de las ordenanzas adoptadas en los últimos meses están en violación directa del artículo 23 de la OIT. Después de que la organización emitió una advertencia al gobierno de la India señalando estos cambios, este emitió una directiva a los gobiernos estatales interesados, ​​sugiriendo que las secciones de estas ordenanzas que entran en conflicto con los convenios de la OIT no se promulguen. Pero en realidad, estas sugerencias no protegen a los trabajadores: son sólo un ajuste marginal para lograr el cumplimiento mínimo de las normas de la organización.

Muy a menudo, para los trabajadores indios, la ley no es sinónimo de justicia. Los casos permanecen ante los tribunales durante varios años, después de los cuales el trabajador ya no tiene la fuerza para luchar, lo que disuade aún más las quejas por las injusticias. Sólo se puede imaginar un retorno a la esclavitud en estas condiciones donde las leyes laborales en sí mismas se debilitan y se eliminan descaradamente en nombre de las reformas. Sin embargo, la legislación laboral no es la única en cuestión. A medida que las ordenanzas aprobadas por el Parlamento se convierten en una nueva forma de hacer negocios y se deja de lado la democracia, el 21 de julio de 2020, comenzaron las protestas de los agricultores contra la Ordenanza de Comercio y Comercio de Productos Básicos 2020. (Promoción y Facilitación), el Acuerdo 2020 sobre Garantía de Precios y Servicios Agrícolas (Empoderamiento y Protección del Agricultor) y la Ordenanza 2020 (Modificación) de Productos Básicos.

Los agricultores protestaron contra la reducción de los mercados que terminarán con el precio mínimo de base. A principios de esta semana, vimos imágenes de los cultivos de los agricultores que estaban siendo aplastados y la violencia policial contra los agricultores en el estado de Uttar Pradesh, que estaban tratando de desalojarlos de sus tierras de cultivo. A medida que la lucha continúa, las posibilidades de responder en los países se vuelven cada vez más limitadas. En todo el mundo, los empresarios y los gobiernos están aumentando los ataques contra los derechos de los trabajadores y los derechos democráticos con el pretexto de la crisis económica y sanitaria. Frente a estos ataques coordinados, debemos enfrentarlos con organización de los trabajadores en todo el mundo.

Fuente de la Información: https://www.laizquierdadiario.pe/Brutal-ataque-a-los-derechos-laborales-en-India

 

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