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Los instrumentos para la evaluación docente en Perú

América del Sur/Perú, 02 de Septiembre de 2017.  Fuente: http://larepublica.pe.

Docentes creen que las herramientas de la evaluación están mal planteadas, que son subjetivas y tampoco respetan la ley. Mientras autoridades educativas manifiestan que solo con estas se garantizará la calidad educacional.

Los docentes retornaron progresivamente a las aulas, pero mantienen su rechazo a la evaluación de desempeño docente tal y como está planteada. La expresión masiva es que el Ministerio de Educación (Minedu) utilizará instrumentos subjetivos, que no están acorde a la realidad de las regiones del Perú. Las mediciones arrancan este año a las profesoras del nivel inicial.

En conjunto, la evaluación consta de cuatro instrumentos. El gerente regional de Educación, Guido Rospigliosi Galindo, explicó que el primero corresponde a las rúbricas de observación en el aula; son seis y son las más cuestionadas por los profesores (fueron desarrolladas en la edición del 27 de agosto). En esta fase, el director acreditado observará durante 60 minutos el desempeño del maestro en el aula. La fecha de la prueba será acordada con anticipación y si el docente no la supera, tendrá una oportunidad más para rendirla.

El segundo instrumento es la pauta de observación de la gestión del espacio y los materiales en el aula. En esta fase, dos evaluadores, de forma inopinada visitarán la clase del docente.Calificarán cinco criterios: seguridad, limpieza, bienestar, accesibilidad y organización. Serán dos visitas como mínimo y cuatro como máximo.

La encuesta a las familias es el tercer instrumento. Será entregada a los padres y tiene dos partes, la primera indaga sobre la comunicación del maestro con el padre de familia y la segunda sobre la atención que brinda a los niños. La encuesta es anónima.

El cuarto y último instrumento es la pauta de valoración de responsabilidad y compromiso del docente. Aquí calificarán si el profesor cumple con el horario establecido, si llega tarde o tiene faltas. El medio de verificación es el parte de asistencia.

En base a los cuatro instrumentos se establecerá el puntaje final que es sobre cuatro. El profesor debe obtener como mínimo un promedio de 2,6 en el conjunto de instrumentos para superar la evaluación.

La especialista en Educación Inicial, Olivia Tokunaga, manifiesta que el modelo de evaluación está bien planteado ya que mide aspectos imprescindibles para garantizar calidad de aprendizaje. A diferencia de una prueba escrita que recoge el conocimiento, este modelo se centra en el hacer.

PUNTOS EN CONTRA

La insistencia del Minedu en que la prueba es formativa y no punitiva no convence a los docentes. Para ellos, la intención de despedirlos es clara.

Esperanza Medina, especialista en Educación, del instituto Crece, analizó el modelo de evaluación y sostuvo que está completamente fuera de lugar, desde el punto de vista pedagógico, social, procedimental y humano.

Refiere que el objetivo de una evaluación es recoger la realidad y en función de ello, introducir elementos de cambio, asignar mejor los recursos y potenciar la función educativa.

Para la especialista, el docente ha sido reducido a su mínima expresión por todos los gobiernos. “¿Es justo que ahora se les quiera exigir una talla alta cuando siempre los han mantenido en la mínima”.

Sostiene que el 80% de docentes está inhabilitado por el propio sistema educativo a responder el reto que ahora se les pide. Coincidió en que los instrumentos son subjetivos. Bajo su análisis, pretender que un niño esté atento casi una hora es absurdo, pues pedagógicamente, un escolar atiende diez minutos. Por eso los maestros deben acudir a múltiples recursos, sobre todo lúdicos, hacerlos interactuar para captar la atención.

COLEGIO DE PROFESORES

Acerca del resto de instrumentos, dijo que no se puede imponer una forma cuadrada y decir que así debe ser. Además, que la responsabilidad y el compromiso se mida en base a la asistencia y puntualidad es errado.

En tanto, el decano del Colegio de Profesores del Perú, Alex Paredes Gonzáles, manifestó su oposición a la evaluación. Refirió que para elaborar la evaluación de desempeño, el Minedu no respetó la Ley General de Educación. En esta se señala que el profesor debe “participar en los programas de capacitación y actualización profesional, los cuales constituyen requisitos en los procesos de evaluación docente». Agrega que el artículo 57 también estipula que la evaluación debe ser con la participación de la comunidad educativa y la institución gremial. Y en el artículo 80, letra f, se establece que el Minedu debe “dirigir el Programa Nacional de Formación y Capacitación Permanente del magisterio en coordinación con las instancias regionales y locales”.

Gonzáles recordó que tal programa no existe en la actualidad. La última vez que el grueso de docentes fueron sometidos a capacitación fue en 1995, cuando se aplicó el Plan Nacional de Capacitación Docente (PLANCAD). Fue un sistema de formación continua, obligatorio, que duró un año. Pese a que hubo otro en 2008, no fue obligatorio y solo un porcentaje se capacitó.

Por eso, el Colegio de Profesores plantea que la evaluación sea suspendida este año, el 2018 se aplique el Programa de Actualización y recién el 2019 se haga la evaluación.

Paredes criticó que en Arequipa, el Minedu haya enviado a una psicóloga para hacer los talleres de profundización a los maestros que serán evaluados y no a profesionales en Educación.

Fuente noticia: http://larepublica.pe/politica/1084783-los-instrumentos-para-la-evaluacion-docente

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Investigación: Alternativas para la evaluación del trabajo académico

Queríamos evaluar y terminamos contando: alternativas para la evaluación del trabajo académico

Investigadores: Angélica Buendía, Susana García Salord, Rocío Grediaga, Monique Landesman, Roberto Rodríguez-Gómez, Norma Rondero, Mario Rueda y Héctor Vera.

Una de las políticas públicas de mayor impacto y continuidad para orientar, regular e incentivar el desempeño del personal académico de tiempo completo en las universidades públicas del país está sustentada en los programas de estímulos a la productividad, los cuales surgieron con el propósito de mejorar la calidad de la educación superior universitaria. El supuesto básico de estas políticas asoció los incentivos económicos con el impulso al personal académico para obtener posgrados, atender las tareas involucradas en la formación docente y participar en los programas institucionales de investigación y difusión.

En los programas de estímulos subyace un efecto de agregación: si la mayor parte de la planta académica de tiempo completo cumple con los requisitos establecidos, el resultado deberá ser la mejoría en la calidad esperada. En esencia, están orientados a premiar, mediante cuotas de sobresueldo, la productividad académica expresada básicamente en el número y la calidad de los productos de investigación, así como la actividad docente, medida por el número de asignaturas, tutorías y tesis dirigidas. Estos programas de estímulos representan, así, una fórmula de pago por méritos.

Aunque los múltiples programas de estímulos coinciden en ciertos rasgos, difieren en aspectos como el monto del sobresueldo asignado, los requisitos a cumplir y los procedimientos de evaluación correspondientes. En su origen, cumplían principalmente una función compensatoria del deterioro salarial ocurrido en la década de los ochenta y su intención era retener en las universidades al personal de mayor calificación. En la actualidad operan como un segundo régimen y tabulador que gobierna la actividad académica en las instituciones. Aunque conservan su carácter voluntario para los profesores e investigadores, es un hecho que por su implicación en el ingreso económico, la mayor parte del personal académico de tiempo completo –a gusto o disgusto– acude a su convocatoria.

Como la asignación de las categorías es por periodos determinados, previa evaluación, , los aspirantes pueden ascender, conservar la categoría, o descender. Esta condición se traduce en una presión continua para enfocar la actividad individual a la acumulación de tareas y productos contemplados en los protocolos y reglas operativas. De esta manera, los estímulos se han consolidado e institucionalizado como rutas de la trayectoria académica y profesional del personal académico generando un orden donde son prioridad el trabajo individual, el enfoque de competitividad de tareas y resultados, la producción documentable, y el uso del tiempo de trabajo en las actividades que acreditan la satisfacción de requisitos.

Se trata de una racionalidad meritocrática que tiende a desplazar a otras lógicas académicas, principalmente aquellas relacionadas con la simple satisfacción de contribuir, desde la vocación, la responsabilidad y el compromiso compartido, a los ejes centrales de la misión universitaria: formar estudiantes, generar bienes de conocimiento y cultura, y participar en su difusión social. La tensión entre ambas racionalidades –académica e instrumental– explica la aparente paradoja entre el éxito de la política asociada con los programas de estímulos (su permanencia, su progresiva extensión en el ámbito de la educación superior pública y su amplia capacidad de convocatoria) y las críticas que diversos actores, como especialistas, responsables de la instrumentación e incluso los propios académicos, han repetido prácticamente desde sus inicios.

Estos programas se desarrollaron a mediados de la década de los ochenta; su origen se fundamentó en el pago por mérito asociado a la evaluación, visto como la única vía para mejorar las deterioradas condiciones de los académicos de carrera —es decir— se dirigen únicamente a un sector de la profesión académica (aproximadamente a un 30 por ciento del total). El Sistema Nacional de Investigadores (SNI) es el programa más visible de estas políticas pero actualmente la mayoría de las instituciones de educación superior cuentan con un programa de este tipo. Además, en paralelo al SNI, la Secretaría de Educación Pública, en colaboración con la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES), puso en marcha programas basados en fondos extraordinarios concursables para las universidades públicas, que implicaban también procesos de evaluación individual. Este fue el caso del Programa Nacional de Superación del Personal Académico (Supera), el Programa de Mejoramiento del Profesorado (Promep, hoy Prodep) y el Programa de Estímulos al Personal Docente.

Efectos del actual sistema de evaluación

Aunque las políticas buscaban instaurar una cultura de la evaluación, lo que los distintos programas de evaluación generaron fue un aparato burocrático dedicado al recuento curricular. Aunque no exento de algunas virtudes, ese resultado no instituyó prácticas que les permitieran a los evaluados contar con guías y retroalimentación para mejorar su quehacer profesional; lejos de ello, los académicos se toparon con pesados aparatos administrativos que los empujaban a producir más, sin que hubiera modelos que especificaran el sentido y los estándares de calidad de sus actividades docentes y de investigación. En resumen, se implementó, un sistema de recompensas para quienes entregaran cierto tipo de productos y no una evaluación que los orientara para ser mejores académicos.

Los programas en curso, más que hacer una evaluación académica, han institucionalizado el recuento curricular pues no cumplen con la función de valorar integralmente el aporte de los resultados a la acumulación de conocimientos, la calidad en la formación de recursos humanos ni la retroalimentan a los evaluados para que los resultados les permitan mejorar su desempeño. Los programas miden lo que se puede medir, no lo que se requiere sistematizar para promover la calidad de las actividades académicas. Es más fácil contar las publicaciones que evaluar los resultados de las labores docentes, por lo que éstas se han menospreciado entre los indicadores, minimizando el esfuerzo que los académicos destinan a ellas. La evaluación actual ha llegado a confundir el indicador con el trabajo que “cuenta”, pero no valora, reconoce o retroalimenta, más bien segmenta y etiqueta desempeños individuales, disociándolos de los objetivos de desarrollo institucional. Esta condición genera, a su vez, que los programas sobrevaloren ciertas actividades sobre otras —por ejemplo, la investigación por encima de la docencia, la difusión de la cultura y la vinculación social— sin analizar los aportes y su calidad en el marco de los campos de conocimiento o institucionales, el tipo de resultados, las tradiciones disciplinarias y la etapa de la trayectoria de los sujetos evaluados.

Por otro lado, los programas actuales, más que instancias que busquen mejorar los resultados de académicos e instituciones, parecen mecanismos de supervisión y control, basados en la desconfianza mutua entre gobierno e instituciones, y entre las instituciones y sus académicos.

Dada la multiplicación de programas, la frecuencia de las evaluaciones, la diversidad de formatos, el tipo de requisitos y el incesante incremento del número de instituciones, programas y académicos a evaluar, los académicos —especialmente los más reconocidos— cuando fungen como evaluadores destinan una parte importante de su tiempo, concentración y energía a procesos rutinarios. De igual forma, los evaluados consumen también una gran cantidad tiempo para cubrir los requisitos y proporcionar las evidencias solicitadas.

La periodicidad y cantidad de los programas de evaluación desalienta los trabajos de investigación de largo plazo, que frecuentemente son desplazados por proyectos de corto alcance. Esto ha conducido a la institucionalización de vicios y simulaciones, promoviendo un productivismo sin impacto organizacional ni disciplinario que se asocia directamente con la búsqueda de recursos económicos adicionales.

La evaluación del trabajo académicoafecta más directamente a una minoría selecta de instituciones y académicos. Los graves problemas de los profesores de tiempo parcial se han atendido poco, porque en general se hace énfasis en la investigación y en la diversidad de actividades y funciones que sólo realizan los académicos de tiempo completo. En la mayoría de las instituciones de educación superior la desatención a la evaluación del trabajo académico de un extenso grupo de profesores de tiempo parcial que sostienen la docencia en un alto porcentaje —sobre todo a nivel de licenciatura— ha ampliado la brecha en las condiciones laborales y los ingresos entre los profesores de tiempo completo y los de tiempo parcial. Además, las repercusiones de los premios, “estrellas” y “medallitas” de los distintos programas son inequitativos y estratifican a los académicos, quienes compiten en desigualdad de condiciones para alcanzar los indicadores, debido a las diferencias en términos contractuales, en contextos formativos y en apoyo institucional.

Resulta igualmente pertinente mencionar dos situaciones económicas vinculadas con las evaluaciones: los salarios y la jubilación. En el primer caso, se ha desatendido la discusión del tema central de los salarios dignos, pretendiendo que con la incorporación de remuneraciones no salariales se resuelve el problema de recuperar los ingresos y se logra estabilidad para garantizar la autonomía necesaria para producir conocimiento y formar los recursos que se requieren para el desarrollo social. Al no encarar la discusión en los salarios base, se desvía la atención hacia medidas parciales en vez de concentrarse en la búsqueda de mejores condiciones de trabajo para los miembros de la profesión académica. Por otra parte, los programas de recompensas han contribuido a obstaculizar el retiro de los académicos. Esto en la medida en que los estímulos representan un alto porcentaje del ingreso, pero no repercuten en el monto de la jubilación ni en otras prestaciones. La planta académica ha envejecido, lo que, sumado a las restricciones presupuestales para la creación de nuevas plazas, dificulta la renovación de la planta académica y propicia el desempleo de los egresados de los programas de posgrado, que por su expansión son un número cada vez mayor. Por consiguiente, los procedimientos de evaluación en curso han afectado el relevo generacional.

Una propuesta para transformar la evaluación del trabajo académico

Podemos afirmar que las evaluaciones que hoy se realizan en el marco de los diferentes programas de incentivos no cumplen con varios de los requisitos esenciales en cualquier proceso de evaluación académica:

– que la evaluación tenga la finalidad de promover el desarrollo de los evaluados y no la de premiar o castigar;

– que los evaluadores emitan recomendaciones que aporten a mejorar los resultados y a propiciar la confluencia entre los objetivos de las trayectorias personales y las metas de las instituciones en que se participa;

– que los criterios de evaluación respondan a las particularidades de lo que se evalúa y que consideren las múltiples dimensiones del trabajo académico;

– que las reglas y los procedimientos sean explícitos y claros para todos los participantes (por ejemplo, las reglas para subir o bajar de nivel en un programa de estímulos o escalafón);

– que los resultados sean transparentes;

– que existan recursos de revisión.

Nuestra propuesta para mejorar las evaluaciones del trabajo académico es establecer a la evaluación como una estrategia institucional de valoración sistemática del trabajo global que realiza cada académico en pro del cumplimiento de los objetivos institucionales y del desarrollo del conocimiento en su campo de especialización. Se trata de abrirle paso a la función diagnóstica y formativa, propia de la evaluación académica, cuyo propósito central es la mejora sistemática de los procesos de trabajo, la superación continua de las personas, los grupos y las instituciones encargadas de llevarlos a cabo.

Para esto proponemos reemplazar el recuento curricular por una evaluación académica concebida como una evaluación diagnóstica, no centrada exclusivamente en los productos sino en el análisis integral de los procesos de trabajo, con la intención de identificar: los objetos de trabajo y los propósitos que cada académico se planteó; los retos y las dificultades que encontró y las formas de resolverlos; los recursos de que dispuso y el tiempo que invirtió; los avances y aportes que logró en distintos ámbitos; los puntos vulnerables y los pendientes que restan por encarar; los intereses y preocupaciones que surgieron y pretende trabajar y sus necesidades de superación académica.

La evaluación diagnóstica será una evaluación formativa en la medida en que se lleve a cabo como un ejercicio de reflexión colegiada, de retroalimentación y de intercambio informado entre colegas que asumen el papel de interlocutores y no de jueces. Y, ciertamente, dicho potencial será una realidad en la medida en que el proceso de evaluación cuente con la participación activa y comprometida de evaluados y evaluadores.

Proponemos, pues, propiciar el tránsito hacia la evaluación diagnóstica y formativa. Se pueden introducir cambios significativos en la medida en que el recuento curricular periódico de los productos se inscriba en la evaluación y autoevaluación de los procesos, entendidas como apreciaciones integrales del trabajo en las que se toma en cuenta el proyecto institucional, las condiciones objetivas en las que se realiza el trabajo, el tipo de nombramiento de cada académico, la disciplina de referencia, el momento de la trayectoria individual, la edad y el género.

Este tipo de evaluación tendría lugar en los grupos, equipos o unidades de adscripción más próximos, donde el académico realiza su trabajo cotidiano. Sus instrumentos serían el plan de trabajo y el informe de actividades anuales, y todo el proceso de evaluación estaría a cargo de los mismos involucrados. Los resultados de la evaluación se presentarían en el cuerpo colegiado de la institución encargado de dictaminar los planes e informes anuales de todos los académicos.

Para realizar una valoración integral de los expedientes proponemos que –al margen de que se trate de un programa de incentivos, de becas o de una evaluación colegiada del trabajo individual, en el interior de un grupo o de un equipo– el resultado de la evaluación sea una apreciación global del trabajo de cada académico, en la que consten en breve dos cuestiones: 1) un balance general que valore la calidad del trabajo realizado en función de la trayectoria del académico, las condiciones institucionales y personales de trabajo, apoyado en los productos reportados; 2) sugerencias que, a modo de retroalimentación, le permitan al académico hacer los ajustes necesarios para reorientar su plan de trabajo hacia el logro de un mejor desempeño.

De la misma manera, independientemente de la modalidad de evaluación de que se trate, siempre deberá garantizarse el derecho al recurso de revisión y a solicitar, según el caso, una nueva evaluación a cargo de evaluadores distintos de los que emitieron el primer resultado.

Cabe mencionar aquí otra ausencia notoria en las modalidades de evaluación vigentes: la evaluación de la evaluación, que incluya tanto el trabajo de los evaluadores como el funcionamiento y resultados de la aplicación de los programas mismos. Para ello, es conveniente establecer criterios y procedimientos claros. Se podrían tomar en cuenta, entre otras cosas, las horas que requiere; la cantidad de expedientes a cargo de cada evaluador; la dinámica de trabajo de las comisiones dictaminadoras; el tipo de dificultades más frecuentes; los índices de aprobación y rechazo; el contenido y el número de las solicitudes de revisión; las valoraciones de los académicos sobre el proceso y el grado de avance en los objetivos planteados. A partir de esto se harían los ajustes que se consideren necesarios para las siguientes evaluaciones.

Dada la gran cantidad de expedientes que típicamente hay que atender, haría falta estimar con mayor seriedad el número necesario de evaluadores en función del tiempo real que exige la evaluación rigurosa de cada expediente. No es recomendable recargar a los evaluadores con un número excesivo de expedientes, como sucede en la actualidad. Es deseable que los evaluadores sean elegidos por los profesores de las unidades académicas de una lista de sus pares, y que éstos no sean las autoridades de la institución. Finalmente, cabe recordar que el nivel alcanzado en los programas de estímulos —sean del SNI o de algún otro—, no representa un criterio que garantice ser un(a) buen(a) evaluador(a).

Conclusión

Cualquier intento por mejorar sustancialmente los procesos de evaluación del trabajo académico tendrá que afrontar el problema medular de que hoy la evaluación está unida a la administración de los ingresos económicos de los académicos en forma de estímulos y sobresueldos. Esto hace que sea urgente poner sobre la mesa de discusión la necesidad de un salario base digno y suficiente para todos los académicos.

La presente propuesta representa un acercamiento para atender las limitaciones y los efectos de los actuales programas de estímulos y pretende ofrecer a las instituciones de educación superior un nuevo horizonte de referencia para la transformación de la evaluación de sus académicos. Se trata de transitar del recuento curricular a la evaluación diagnóstica y formativa, introduciendo nuevos fundamentos y criterios en los programas vigentes. Las virtudes de nuestra propuesta son la construcción de un sistema real de evaluación que sea equitativo y transparente, que fomente la participación de los académicos en el proceso, que esté articulado a un proyecto institucional, que permita mejorar la calidad de las prácticas académicas y que respete la heterogeneidad de las instituciones, sus posibilidades reales de cambio, la diversidad de disciplinas y trayectorias. También pretende simplificar la maquinaria burocrática que participa en las evaluaciones, evitar las contradicciones entre los distintos mecanismos vigentes, contribuir a la autonomía de las instituciones y reducir el costo en trabajo y dinero de los procesos. Nuestro objetivo, en última instancia, es presentar sugerencias, criterios y cuestiones de carácter operativo para avanzar en la implementación de la propuesta general, que cada institución adaptaría a sus características específicas.

Angélica Buendía es profesora investigadora del Departamento de Producción Económica de la UAM-Xochimilco.

Susana García Salord es investigadora del Instituto de Investigaciones en Matemáticas Aplicadas y Sistemas de la UNAM.

Rocío Grediaga es profesora investigadora del Departamento de Sociología de la UAM-Atzcapotzalco.

Monique Landesman es profesora de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala de la UNAM.

Roberto Rodríguez-Gómez es investigador del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM.

Norma Rondero es profesora investigadora del Departamento de Sociología de la UAM-Atzcapotzalco.

Mario Rueda es investigador del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación de la UNAM.

Héctor Vera es investigador del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación de la UNAM.


1 El presente documento nació con el interés de propiciar una discusión colectiva para mejorar los sistemas de evaluación del trabajo académico en las instituciones de educación superior en México. Nuestra intención es que las ideas aquí vertidas circulen y se debatan entre el mayor número posible de académicos. Este texto es una versión resumida de un escrito más extenso que puede consultarse aquí. Además nos interesa escuchar los comentarios y reacciones de todos los interesados en este tema.

Fuente reseña de investigación: http://educacion.nexos.com.mx/?p=588

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Aprendizajes esperados de todos los grados de primaria en México. Un apoyo a docentes

Aprendizajes esperados de todos los grados de primaria en México. Un apoyo a docentes.
Util para los proceso de planificación, mediación y evaluación educativa.
Enseguida les dejo los links de cada grado, solo den clic al material que necesiten:
https://onedrive.live.com/view.aspx?resid=65B768667135794!166&ithint=file%2cdocx&app=Word&authkey=!AMY4YN-bZ-6MNdU
https://onedrive.live.com/view.aspx?resid=65B768667135794!165&ithint=file%2cdocx&app=Word&authkey=!AFcqLpL6Xtsu71Y
     https://onedrive.live.com/view.aspx?resid=65B768667135794!168&ithint=file%2cdocx&app=Word&authkey=!AP9788TCp_DpzV8
Fuente documentos: http://apoyoparaelmaestro.blogspot.mx/2015/11/aprendizajes-esperados-de-todos-los.html
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UNAM y Comipems: el error de agosto

América del Norte/México, 19 de agosto de 2017. Fuente: www.jornada.unam.mx. Autor: Hugo Aboites

Ante las protestas de aspirantes y sus familiares por el error que afectó a más de 11 mil 600 aspirantes el presidente del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) dijo: no es un problema mayor(www.notisistema.com/noticias/inee-pide-esclarecer-error…Agosto 8). Con una declaración así, se entiende entonces por qué la evaluación del INEE a los maestros se diseña y aplica con total indiferencia a sus repercusiones humanas y educativas. La UNAM, en cambio, no sólo reconoció de inmediato el error y, en consecuencia, planteó su voluntad de resolverlo, sino que, por voz del director general de Evaluación Institucional (noticiero Radio Educación, agosto 10) también reconoció lo que ha sido estadísticamente patente: que el examen estandarizado que se utiliza para el ingreso al bachillerato tiene fuertes sesgos de género y clase social. En otras palabras, que este instrumento que aparta lugares para los mejores, está hecho de tal manera que coloca en desventaja a los jóvenes de familias pobres y especialmente a las jóvenes, sin importar los buenos promedios.

En este contexto, es alentador lo que informa un boletín del Movimiento de Aspirantes Excluidos de la Educación Superior (Maes): que el miércoles 16, en reunión con la Comipems (que incluye a la UNAM) se acordó analizar conjuntamente una propuesta distinta para el ingreso a la educación media superior. Alentador, cualquier avance que sirva para reparar el grave error en que incurre un procedimiento cuyo instrumento de medición no mide bien cuando se trata de mujeres y jóvenes de ciertos grupos sociales (los más desprotegidos socialmente). Constituye un paso positivo para humanizar el ingreso al bachillerato; un nivel escolar que desde hace años en la Constitución expresamente se reconoce como un derecho de atención obligatoria. Y para corregir eso, ni siquiera se necesitaría regresar al sistema anterior donde cada institución hacía su propio examen.

Ocasión también propicia para analizar otros problemas del procedimiento: 1) Obliga a más de 300 mil aspirantes cada año a pagar una cuota de 350 pesos para poder ingresar a un nivel educativo público y obligatorio. Y el destino principal de esos millones de pesos es el Ceneval, agencia privada de exámenes. 2) Hace que cientos de aspirantes ingresen a la UNAM sin haber presentado el examen de esa institución. Porque las reglas Comipems señalan que si se escoge a la Nacional como segunda opción no es necesario presentar el examen de esa universidad, sino el del Ceneval. 3) No tiene supervisión propia, da un voto de confianza al Ceneval y eso genera que deban ser los evaluados y sus protestas los que detecten errores como el de este mes, pero también otros: reactivos defectuosos, condiciones deplorables en que se presenta la prueba, distorsiones académicas que genera un examen deliberadamente diseñado para que sólo unos cuantos de los aspirantes tengan altos puntajes. 4) Se aplica sin que esté claro el fundamento legal que tiene la Comipems para hacer cobros y asignar estudiantes a instituciones disímiles, incluyendo a la UNAM, IPN, Conalep, Cetis. 5) Igualmente, no existe un marco de derechos humanos o legalidad propio y público que se proponga como referencia a la hora de crear reglas, requisitos, cobros y criterios de asignación que tienen profundas repercusiones en las vidas de cientos de miles de jóvenes cada año.

La masiva discriminación afecta las vidas y la salud sicológica de muchos jóvenes –hay verdaderas oleadas de depresión–, pero además trae consigo altísimos costos sociales. La enorme cantidad de jóvenes sin escuela y sin trabajo en la Ciudad de México se está convirtiendo en el ejército de reserva del narcotráfico y de la corrupción, y constituye una poderosa fuerza de deterioro social. Y las escuelas e instituciones de educación media superior y superior –lugares de procesos educativos– comienzan a ser cada vez más seriamente rebasados. Y lo ocurrido en Tláhuac no es más que una señal de una nueva etapa en que ha entrado la Ciudad de México. Si antes era una de las entidades con menos deserción en el país, con el inicio del procedimiento coercitivo Comipems (1996) se convirtió en la primera, luego disminuyó, pero últimamente ya ha vuelto al segundo lugar más alto de abandono en el país. Son cerca de 100 mil jóvenes que dejan cada año las escuelas de la ciudad y cada vez más de ellos se ven obligados a vivir de choferes mal pagados, en peserosbicitaxis, la venta informal, y muy cercanos al creciente clima de distribución de drogas, robos, asaltos y violencia (www3.inegi.org.mx/sistemas/sisept/default.aspx?t=medu24s=est&c=21784).

Deberíamos preocuparnos más por estos efectos que por las resistencias meritocráticas o eficientistas a adoptar un procedimiento más humano y socialmente sensible. Las protestas son la única fuerza que frente a evaluadores y autoridades, señalan con claridad un camino distinto al que sigue hoy el país en el terreno educativo. La batalla por una educación emancipadora, libre de temor y persecución; incluyente; llena de solidaridad; conocimiento y apoyo mutuo puede parecer perdida, pero no mientras haya maestros y estudiantes, padres de familia que defiendan todo lo humano que puede tener.

*Rector de la UACM

Fuente de la noticia: http://www.jornada.unam.mx/2017/08/19/politica/014a2pol

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Uganda: UNEB Boss Elected President of African Examinations Body

Uganda/ August 14, 2017/Allafrica

Resumen: El director ejecutivo del Consejo Nacional de Exámenes de Uganda: Dan Odongo, ha asumido la presidencia de la Asociación para la Evaluación Educativa en África (AEAA), estableciendo la integración de los países francófonos y árabes como su principal objetivo

The executive director of Uganda National Examinations Board Dan Odongo has assumed the presidency of the Association for Educational Assessment in Africa (AEAA), setting the integration of Francophone and Arab countries as his primary target.

Odongo today assumed office at the closure of a five-day AEAA conference at Speke Resort Munyonyo under the theme Enhancing efficiency and effectiveness in educational assessment in an era of educational change.

In his acceptance speech, Odongo said it was unfortunate that of all the 23 countries that were represented, none of the assessment bodies was from a French-speaking country. He also wants countries from Arab North and Portuguese-speaking nations to participate to ensure that AEAA is wholly continental.

«We learnt that part of the reason for their absence was the fact that the conference language, which has been majorly English, did not favour their attendance due to lack of translation facilities,» Odongo said.

However, The Observer has learnt that AEAA conference organisers had procured translation devices but they lay idle for the entire five days since Francophone members had not been informed in advance about their existence of the devices.

Meanwhile, Odongo said becoming president was a personal honor as well as a show of trust in the institution of Uneb and Uganda in general.

«I have a strong belief, and I know that within our institutions, there exists an abundance of expertise in various aspects of assessment which we can share for our mutual benefits through regular benchmarking.»

PROMOTE SOFT SKILLS

The conference was closed by state minister for higher education, Dr John C Muyingo, who agreed with the delegates that public examinations should integrate practical and soft skills.

Muyingo said acquisition of generic skills by learners will make them become globally-competitive in line with the ongoing Skilling Uganda programme that equips learners with technological and science skills.

«We have decided to accommodate soft skills in our current review of the lower secondary school curriculum,» Muyingo said. «The idea behind it is to ensure that at whatever level somebody leaves our education system, they are able to easily join the employment world.»

Muyingo added that the education ministry has started regional consultation workshops for the curriculum that is expected to be piloted in schools next year, and later implemented in 2019.

AEAA executive secretary Dr Edmund Mazibuko said the week-long deliberations would help improve the efficiency and effectiveness of respective examination bodies.

Mazibuko said integrating soft skills was still a challenge in many education systems due to its complexity exacerbated by the low levels of assessment literacy among the would-be key stakeholders in soft skills assessment.

 «It was noted that contemporary employers required more competence in soft skills than ever before, thus calling upon examining bodies to consider assessment of soft skills,» Dr Mazibuko said.

He explained that all assessment practitioners have been tasked to think of demand-driven soft skills assessment frameworks developed with synergies of employers, communities and assessment professionals.

The conference also encouraged examination bodies to conduct frequent reviews of their assessment procedure as well as institute prohibitive penalties to contain examination malpractice.

Muyingo commended the outgoing AEAA president Esau Nhandara, also the director of Zimbabwe Schools Examination Council, for steering the association as well as ‘peacefully’ handing over office to Dan N Odongo, the Uneb executive secretary.

The conference attracted delegates from Botswana, Cameroon, Ethiopia, France, Ghana, India, Kenya, Lesotho, Liberia, Malawi, The Netherlands and Nigeria. Others are Sierra Leone, South America, South Sudan, Swaziland, Tanzania, The Gambia, Uganda, UK, USA, Zambia and Zimbabwe.

Fuente: http://allafrica.com/stories/201708120035.html

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La evaluación educativa: el fracaso del sexenio

Por: Abelardo Carro Nava

Hace unos días, revisaba con mis alumnos del Centro de Actualización del Magisterio (CAM), el texto de María Antonia Casanova titulado: “La evaluación educativa”. Texto que hoy por hoy, es fundamental para comprender la evaluación que se desarrolla en el Sistema Educativo Mexicano (SME), o en cada uno de los centros escolares de mi querida República Mexicana. Y digo que es fundamental porque su contenido, da para analizar los diversos procesos a través de los cuales, los docentes y los propios alumnos, son parte de ese ejercicio que, particularmente en este sexenio, se ha desdibujado: la evaluación educativa.

“La evaluación: concepto, tipología y objetivos”, fue el tema central de discusión y de un riquísimo debate. En primer lugar, porque a diferencia de lo que puede suceder en las escuelas normales o en las universidades, como sabemos, en el CAM, asisten docentes de diferentes niveles educativos a actualizarse, capacitarse y profesionalizarse y, en razón de ello, las experiencias y argumentos que cada uno de éstos poseen, fueron, insisto, altamente enriquecedores. En segundo lugar, el tema como tal, se encuentra en boga, con todas sus aristas, con todas sus dificultades, con todas sus complejidades, dadas las declaraciones que el consejero presidente del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), Eduardo Backhoff, realizó en días pasados con la intención, pienso, de enfatizar la importancia de la evaluación y de la reforma educativa, solo que al respecto tal parece que a dicho consejero, se le olvido que el organismo que dirige es autónomo. Y, en tercer lugar, porque como también sabemos, el periodo de evaluación al desempeño docente se aproxima y, palabras más, palabras menos, las reglas del juego las han cambiado, aunque en el discurso se diga lo contrario.

Pues bien, como podrá usted darse cuenta, en breves pero sustanciosas líneas, le he planteado el escenario a partir del cual, el análisis resultó harto interesante: el académico, el político y el administrativo-pedagógico. Resulta pues, que del académico, muchos de mis estudiantes, reafirmaron el conocimiento que tienen con relación al proceso que deben llevar a cabo para evaluar los procesos de aprendizaje en sus alumnos. Con cierto grado de variación intelectual, pero, repito, con claridad en cuanto a los conceptos, significados, formas de aplicación, etc. Esta situación, de alguna forma, satisfizo a quienes tuvimos la oportunidad de intercambiar saberes en los días en lo que abordamos este tema. Tal y como decía, se reafirmaron conocimientos.

Por lo que toca al ámbito político, mucho se dijo al respecto. Se hizo especial énfasis en el origen de la “reforma educativa”, las modificaciones en las leyes y que dieron pie a la Ley General del Servicio Profesional Docente o la “autonomía” del INEE; en fin, de todas aquellas argucias que el Gobierno Federal, de común acuerdo con los diversos partidos políticos y políticos, a través del Pacto por México, echaron a andar con la intención de “mejorar” la calidad de la educación en México.

Con relación al tema administrativo-pedagógico, éste necesariamente aterrizó en lo que cotidianamente viven los maestros en sus aulas y en sus escuelas. Traigo a colación una situación que fue una constante: la falta de asesoría técnico-pedagógica de los ATP, directores y supervisores, y de las propias autoridades educativas de la Secretaría de Educación en el estado o de los estados de los que éstos provienen; expresiones se dejaron sentir de diversas formas, mismas que concluyeron en el escaso sentido que los profesores le dan a la evaluación a la que son sometidos – dadas las exigencias secretariales – y, las que ellos llevan a cabo para valorar el aprendizaje de sus alumnos.

Este breve cúmulo de experiencias que le he compartido, mi apreciable lector; son parte de esas realidades que vivimos quienes, nos encontramos en una aula, frente a un grupo, y con el mundo de problemas que a diario enfrentan nuestros alumnos. Como podrá darse cuenta, los hechos distan de las afirmaciones que en días recientes, Guevara Niebla y Backhoff, han hecho con relación a la evaluación educativa.

Estudiosos en la materia, especialistas, investigadores, profesores, colegas y alumnos, hemos dado cuenta de los grandes problemas que ésta enfrenta, y enfrentará, en lo sucesivo. No verlo, y argumentar que éste ha sido uno de los logros del sexenio, es miopía, y miopía severa. No, no me equivoco al afirmar que esta propuesta sexenal es un fracaso. Y lo concibo de esta manera, porque desde su origen estuvo mal concebida, mal diseñada, mal planteada y, lo que es peor, mal ejecutada.

Coincidiendo con Gil Antón al respecto, no se trata de ver quién fue primero, el huevo o la gallina, sino de entender – curioso es que el presidente del INEE no lo haya hecho dado su conocimiento en la materia – que, como proceso, la evaluación sigue un orden, una serie de pasos, vaya, de una metodología que, a fuerza de ser sincero, hoy por hoy, sigue causando estragos en los maestros, hinchando el aparato burocrático Secretarial y alejando al docente de su función: la pedagógica.

Cierto, habrá quien me diga que la valoración de los procesos de aprendizaje se encuentra inmersa en la pedagogía pero, ¿acaso se habrá preguntado cuánto tiempo pasa el docente evaluando, recuperando productos o subiendo evidencias? No vayamos tan lejos, no sé si usted se ha preguntado por qué los profesores tienen que entregar evaluaciones en el mes de junio (a un mes de que concluya el ciclo escolar) cuando aún tienen varios, pero varios días que trabajar con sus alumnos varios temas de singular importancia. ¿Esos contenidos ya no se evalúan?, Sencillo, ¿es una carrera contra los tiempos administrativos o se trata de lograr aprendizajes significativos en nuestros alumnos?

En conclusión mi apreciable lector: el sexenio está viendo sus últimos meses y la carrera por la silla grande se aproxima, ¿cree usted que alguien, en su sano juicio político, quiera echarse encima al magisterio? Si, la evaluación educativa es el fracaso de este sexenio, y lo es, por su exclusiva finalidad política que desde el inicio ha perseguido.

Ojalá y en lo sucesivo, quien ocupe un lugar en Los Pinos, también se preocupe de priorizar el tema educativo antes del político. Un sueño guajiro de quien, con preocupación, observa la disonancia existente entre aquellos que desde sus escritorios pretende con su “magia” cambiar al mundo, y los que a diario, cambiamos ese mundo: los maestros de México.

Fuente noticia: http://profelandia.com/la-evaluacion-educativa-el-fracaso-del-sexenio/

Fuente imagen: http://cecauf.com.ar/wp-content/uploads/2015/10/Diplomatura-en-Evaluación-Educativa.jp

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La UNESCO y la Agencia de Calidad de la Educación de Chile reúnen a más de 100 especialistas en evaluación de América Latina

Por: UNESCO

Expertos en evaluación educativa de 17 de los 19 países que participarán en el cuarto Estudio Regional Comparativo y Explicativo (ERCE) se reúnen en un taller que tiene lugar entre el 2 y el 4 de agosto de 2017 en Santiago de Chile. El propósito de la formación es contribuir colectivamente al diseño de los instrumentos de este estudio regional que la UNESCO aplicará a nivel continental el año 2019.

Los especialistas son convocados conjuntamente por la UNESCO a través del Laboratorio Latinoamericano de Evaluación de la Calidad de la Educación (LLECE) y por la Agencia de Calidad de la Educación de Chile. El taller reúne a equipos que desarrollan instrumentos nacionales de evaluación en sus respectivos países y a profesionales que poseen formación disciplinaria en las áreas de matemática, lenguaje y ciencias naturales. La cita forma parte del proceso de promoción y formación de los equipos vinculados en la evaluación del aprendizaje a gran escala, tanto a nivel nacional como regional.

El taller es una de las instancias donde estos expertos podrán contribuir al diseño de las pruebas del estudio ERCE y en él también se promoverán conocimientos teóricos y prácticos para la elaboración de “buenos” ítems de evaluación de aprendizaje mediante procesos de monitoreo a nivel nacional y regional.

La formación cuenta con el apoyo de entidades técnicas que participan en la elaboración del estudio ERCE: el Centro de Medición MIDE-UC de la Universidad Católica de Chile; el Centro de Investigación Avanzada en Educación (CIAE) de la Universidad de Chile, y la Agencia de Calidad de la Educación de Chile. Cada una de estas entidades aportará en temas que van desde la presentación del contenido curricular hasta los procesos de evaluación y elaboración de los ítems.

El coordinador general del LLECE, Atilio Pizarro, expresó que “uno de los pilares centrales del laboratorio es promover el desarrollo de capacidades en los equipos nacionales y colaborar con la generación de sistemas propios de monitoreo y seguimiento de los aprendizajes. Este taller es clave para el desarrollo del estudio ERCE porque dará pie a la construcción de los instrumentos a través de los cuales se evaluará a los estudiantes de los 19 países participantes. Este evento es el más grande que se ha planificado durante el año 2017 y es una muy buena oportunidad para el intercambio entre países sobre sus enfoques y contenidos curriculares”.

Por su parte, el secretario ejecutivo de la Agencia de Calidad, Carlos Henríquez, destacó que “junto a la UNESCO hemos organizado este taller para preparar esta prueba, articulando conocimientos, metodologías y cronogramas de trabajo entre los distintos países, además de una agenda de trabajo con las autoridades del continente, para que la evaluación de la calidad recoja visiones y experiencias compartidas”.

La evaluación necesita procesos confiables

Los procesos confiables de evaluación de los aprendizajes son esenciales para la calidad de la educación. Para realizarlos es necesario poseer instrumentos que sean capaces de identificar de manera adecuada la capacidad de respuesta que poseen los estudiantes, siendo esencial contar con ítems de respuesta correctos y acordes a los contenidos que serán evaluados a nivel regional por el estudio ERCE

Es por esta razón que el Laboratorio Latinoamericano de Evaluación de la Calidad de la Educación (LLECE), liderado por la UNESCO, continúa desarrollando instancias de desarrollo de capacidades nacionales, con miras a la implementación en 2019 del Cuarto Estudio Regional Comparativo y Explicativo (ERCE). Esta importante tarea forma parte de la misión encargada a la UNESCO, de dar seguimiento y monitorear la nueva agenda educativa hacia el 2030.

*Fuente: http://www.unesco.org/new/es/santiago/press-room/single-new/news/la_unesco_y_la_agencia_de_calidad_de_la_educacion_de_chile

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