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Que la pobreza no te afecte en verano

Por: Saray Marqués

En los últimos días el Gobierno ha anunciado un aumento de presupuesto para enfrentar la pobreza infantil. Se cuentan por miles las niñas y niños que no saldrán de vacaciones y pasarán muchas horas solos en las próximas semanas.

“En un tiempo record” el Gobierno anunciaba el viernes 29 de junio, en Consejo de ministras y ministros, un programa, Veca, que se ha convertido en la primera medida de choque contra la pobreza infantil. En España hay 2,1 millones de niños en riesgo de pobreza –un 28,1% de los menores de 16 años– y, de ellos, 375.000 no tienen garantizada una alimentación sana ni pueden acceder a actividades como campamentos o colonias en el verano. A este grupo, el que presenta mayor riesgo de pobreza en España, se le dedica esta iniciativa, que se materializará en una disposición adicional en los PGE con 10 millones de euros más –con lo que se duplica la partida actual, de 5 millones– para apoyar a las comunidades autónomas y ayuntamientos que, en colaboración con diversas entidades, intentan paliar este déficit que los niños y niñas más vulnerables padecen durante los meses de vacaciones.

La ministra de Educación y FP y ministra portavoz, Isabel Celaá, no puso cifra a los niños y niñas actualmente atendidos dentro de este tipo de programas, que garantizan tres comidas diarias y un ocio de calidad, aunque sí afirmó que este incremento del presupuesto permitirá llegar a más del doble de destinatarios que hasta ahora y, desde luego, “a todos los que cumplan los requisitos de carencia severa” –esos 375.000–. El Gobierno, de hecho, no cierra la puerta a ampliar el presupuesto en función de las necesidades que se detecten: “Si hemos de gastar un millón de euros más, lo haremos. No podemos permitirnos que los derechos de los niños estén tan desprotegidos”, remachó Celaá.

Se evitarán así los “efectos dramáticos” en los más pequeños, esos niños y niñas de entre 4 y 6 años que pueden llegar en septiembre a la escuela con “hasta cuatro kilos menos”, aseveró Celaá, y se proporcionará a los más mayores, hasta los 16 años, más alternativas de tiempo libre, ampliando sus horizontes, muy limitados en sus hogares y sus barrios.

Se trata de la primera iniciativa de la primera Alta Comisionada para la Lucha contra la Pobreza Infantil de España, María Luisa Carcedo, que un día antes anunciaba que contará con el sociólogo de la Universidad de Zaragoza y editorde Agenda Pública, Pau Marí-Klose, como director de Infancia.

La experiencia de la crisis

La necesidad de contar con una alternativa menos precaria, “digna”, en palabras de la vicepresidenta Carmen Calvo, para estos niños y niñas durante los meses de verano está en agenda desde los años más crudos de la crisis. En 2014, la Defensora del Pueblo apelaba a las comunidades autónomas a abrir los comedores escolares en verano para atender a los menores en situación de mayor vulnerabilidad, tras sendas experiencias piloto en verano de 2013 en Canarias, donde los ayuntamientos colaboraban con la Consejería de Educación y la de Empleo para permitir que 182 centros abrieran sus comedores en verano, y Andalucía, que aseguraba tres comidas al día a 4.000 menores dentro de su plan extraordinario de solidaridad y garantía alimentaria.

También en 2014, desde el Ministerio de Sanidad y Servicios Sociales se destinaban 17 millones a apoyar a las comunidades con proyectos similares –que, por ejemplo, en el caso canario supone una inversión de 1,1 millones de euros al año–.

Cuatro años después, con esta partida reducida a un tercio -hasta el anuncio del plan Veca, que la eleva hasta los 10 millones- también en una comunidad pionera como Canarias se ha visto caer el número de inscritos en los comedores escolares y talleres lúdicos de verano. Si en 2014 eran 4.000, este año son poco más de 2.000 los alumnos matriculados para los meses de julio y agosto. Pero la medida sigue siendo necesaria y, mientras lo sea, se seguirá prestando, advierten sus promotores.

Antes del anuncio del programa Veca, diversas voces habían reclamado, en este sentido, que no se baje la guardia en esta batalla. Así, desde CCOO se había comenzado la semana recordando a los “casi 600.000 menores” en situación de vulnerabilidad que se “quedarán sin la posibilidad de acceder al comedor escolar y a actividades educativas y sociales que complementen su educación”. El sindicato reivindicaba “el centro escolar como ámbito de socialización y de vida digna” para esos niños y niñas y apremiaba a las administraciones educativas a “mantener los centros abiertos en verano con un proyecto educativo y sociocultural suficiente y una inversión acorde a las necesidades de la infancia en situación de pobreza”, a través de “políticas públicas coordinadas entre las administraciones centrales, autonómicas y municipales”.

En su alegato, CCOO se hacía eco del que viene siendo un recordatorio estacional de la ONG Educo. Suya es la cifra de 580.000 niños y niñas que, finalizado el curso escolar, no cuentan ni con la posibilidad de un espacio seguro donde disfrutar las vacaciones ni con la de al menos una comida completa al día.

Los sin vacaciones

En sus informes periódicos, Educo, que desde 2013 cuenta con sus propias becas de comedor en verano –las cuales han recibido un 33% más de solicitudes este año y han servido para repartir más de dos millones de comidas en este tiempo– ha ido retratando la realidad de estos niños de la llave, que lo son también durante los meses del curso, y que tienen todas las papeletas para unas limitadas expectativas vacacionales. Así, según una encuesta de Educo, en verano de 2017 el 60% de las familias en riesgo de pobreza que tenían trabajo, con hijos de tres a 16 años a cargo, no se fueron de vacaciones al menos de una semana al año.

Los informes de Educo hablan de trabajadores pobres –el 14,5% de la población asalariada–, que, por el hecho de contar con un trabajo, muchas veces se quedan fuera de determinadas ayudas, para los que precisamente el verano es temporada alta, con lo que conciliar en los meses en que sus hijos pasan más tiempo en casa es aún más difícil. O de padres y madres que no pueden permitirse los campamentos o talleres en verano, aunque la beca sufrague el 75% y se queden en 20 euros a la semana: un 41% de los niños que no se pudieron permitir participar aseguran que fue porque suponía un gasto imposible de asumir por la familia. Y hablan también de esos niños que se quedan en casa viendo la tele o absortos en internet o, si salen a la calle, “se agarran a un clavo ardiendo”, tomando como referente al primero que pillan, en palabras de Roger Caro, de Fundación Ítaca.

Y constatan una brecha. Si vives en un hogar en riesgo de pobreza, tendrás menos probabilidad de asistir a actividades en verano: El 44% de niños y niñas en esta situación, con sus padres trabajando, no acudió a ninguna en verano de 2017. Los que sí acudieron fueron sobre todo menores de 13 años y disfrutaron de estas actividades 9 días, de media. En cambio, si vives en un hogar sin estrecheces, no solo aumenta la probabilidad de haber acudido a campamentos o colonias –solo el 29% no lo hizo- sino que esta es mayor si eres adolescente y los días de disfrute pasan de 9 a 16.

También se posan sobre los efectos de los recortes: “Los recursos que existen que han sido recortados no llegan a todos los que se lo merecen porque tienen una situación adversa. Los criterios que se utilizan son restrictivos, y acaban cubriendo a los que más, más, más lo necesitan, pero hay una base muy amplia que se queda en ese limbo que no está suficientemente atendida (…), denuncia Elisenda Guedea, desde FAPAC.

Y se centran, en definitiva, en lo que Educo define el impacto relacional de la pobreza en la infancia y la adolescencia, pues la escasez no lo es solo de recursos económicos, sino de tiempo y de relaciones de apoyo, familiares y sociales. En sus informes, se hacen eco de los análisis de Carme Montserrat, del Instituto de Investigación sobre Calidad de Vida de la Universitat de Girona, para quien proporcionar a todos los niños en situaciones socioeconómicas difíciles el acceso a este tipo de actividades en verano es una medida compensatoria que, además de redundar positivamente en su salud, su autonomía personal, su rendimiento escolar y sus relaciones interpersonales, en definitiva, el bienestar general de estos menores, lo hace, sobre todo, en el bienestar subjetivo.

Diversos expertos insisten en que estas actividades recreativas, con comida incluida, no son un lujo sino una necesidad para estos niños y niñas, que el acceso al tiempo de ocio se trata de un espacio de protección para la infancia. Así, Maria València, de la Fundació Pere Tarrés, advierte de que “Para los niños que viven en contextos difíciles, rodearse de adultos que muestran una estabilidad y establecer con ellos vínculos afectivos positivos es mucho más saludable que pasar 14 semanas tumbados en el sofá con unos referentes desestructurados”.

El verano es una oportunidad para no desaprender o, mejor, para seguir aprendiendo. Lo constataba recientemente una investigación del Institut Català d’Avaluació de Polítiques Públicas (Iválua) a cargo de Miquel Ángel Alegre, jefe de proyectos de la Fundació Jaume Bofill, sobre el programa Èxit Estiu, que, aplicado durante el mes de julio los últimos cinco años en 50 institutos de Barcelona, ha demostrado incrementar un 12% las probabilidades de promocionar de los 2.000 alumnos de ESO participantes, con riesgo de convertirse en repetidores.

Medidas como esta pretenden rebajar los efectos del llamado verano del olvido, que penaliza sobre todo a los estudiantes de entornos más desfavorecidos, como se ha venido demostrando desde la década de los setenta en EEUU. De hecho, investigadores como Smith y Brewer atribuyen a las vacaciones estivales (de 11 semanas de duración en el caso de España) un desfase de tres meses (por año) en estos estudiantes con respecto a sus pares con entornos más estimulantes.

La respuesta de las organizaciones

Es por este importante efecto compensador de las desigualdades de estos programas en verano que las organizaciones de infancia valoran el Veca. Desde Unicef, Gabriel González-Bueno, especialista en políticas de infancia, reconoce que, siendo los programas de ocio, tiempo libre y comedor durante los meses de verano competencia autonómica y local, el Estado, con esta dotación extra de recursos, puede reforzarlos.

“Informes como los de Educo se centran en la realidad de miles de niños que se pasan las tardes durante el curso en casa solos, porque la incapacidad económica de la familia obliga a los padres a trabajar en esos tiempos, sin alternativa de cuidados. Y su situación se agrava en verano. No se van de campamentos ni de vacaciones, y no por elección propia, y pasan aún más tiempo solos, con el consiguiente desorden de horarios desde edades tempranas, con los hermanos mayores cuidando de los pequeños…” comienza. Ante esto, recalca, este tipo de programas ejercen como alivio: “Pero desde Unicef constatamos que nos encontramos muchas veces ante medidas de urgencia, a corto plazo, coyunturales, y apostamos no tanto por este tipo de servicios [apertura del comedor escolar estos meses completada con talleres lúdicos] sino por dotar a las familias de recursos suficientes para que sean ellas las que elijan sus soluciones durante el verano, si sus hijos van al campamento o no, como cualquier otro niño. Los servicios que se ofrecen en los colegios no son malos, pero lo vemos como algo limitado, puntual, cuando la lucha contra la pobreza requiere un abordaje en general”.

Sí, el indicador que mide la situación de pobreza o exclusión social (At Risk of Poverty and/ or Exclusion, AROPE) tiene en cuenta entre sus ítems la posibilidad de poder pasar fuera del hogar de residencia al menos una semana al año. Y en España, según la reciente Encuesta de Condiciones de Vida del INE, un 32% de hogares con niños de menos de 17 años no puede permitírselo –con variación desde el 23% del País Vasco al 45% de Extremadura-. Por tanto, González-Bueno ve positivo que desde el Gobierno se intente ayudar con una mayor partida a las instituciones y organizaciones que en los últimos años han multiplicado sus iniciativas para ofrecer una alternativa de ocio durante los meses de verano –en el caso de los niños el AROPE considera ir una semana a algún sitio nuevo o una segunda residencia, a casa de un amigo/ familiar/ vecino o de campamento-, pero esperan algo más.

El hecho de que se haya creado un Alto Comisionado contra la Pobreza Infantil, así como las personas elegidas –María Luisa Carcedo, con un perfil más político, y Pau Marí-Klose, más académico- les hace albergar esperanzas de que la política de infancia devenga en política de Estado: “No se podrá con estos PGE, pero es importante que se vaya abriendo ya un diálogo amplio en esta materia”.

Como Unicef, otras organizaciones de infancia proponen una prestación por hijo a cargo de 1.200 euros al año, frente a los 291 euros de ahora, y cambiar los umbrales para acceder a ella, de forma que llegue a las familias de los 2,1 millones de niños en riesgo de pobreza en España. Es el caso de Save the Children, que reclama continuidad en los planes de choque para la lucha contra la pobreza infantil para que de verdad tengan impacto, y hace constar la aspiración a un 2,4% del presupuesto para políticas de familia e infancia, en línea con la media europea: “La pobreza infantil solo puede combatirse con inversión y los niños han sido los más olvidados en los PGE de los últimos años. Es urgente dotar los planes de lucha contra la pobreza infantil del presupuesto necesario si no queremos ver cómo los niños y niñas más vulnerables siguen heredando la pobreza de sus hogares”, señala Andrés Conde, director de Save the Children España.

También desde Educo se aplaude el programa Veca por permitir que más niños y niñas disfruten este verano de las vacaciones, pero se reconoce que “queda mucho por hacer” y se subraya la importancia de “impulsar modelos de conciliación adecuados para las familias con niños a cargo”.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2018/07/02/que-la-pobreza-no-afecte-en-verano/

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Cambridge y Oxford, espacio vetado para los universitarios negros

Estados Unidos/16 de Junio de 2018/El Periódico

Un estudio desvela la escasa propensión de estos centros a aceptar estudiantes afrocaribeños

Los últimos datos revelados por la Universidad de Cambridge muestran que seis de sus 29 facultades han admitido menos de 10 estudiantes negros entre el 2012 y 2016. Una de ellas, el St Edmund’s College, no aceptó ningún estudiante negro de entre los 35 que solicitaron una plaza durante estos cinco años. Estos datos han sido revelados por el diario Financial Times, que solicitó una acta de libertad de información, que permite reclamar una información concreta a entidades públicas.

Estos datos ven la luz después de que el mes pasado se supiera que una de cada cuatro universidades de Oxford no aceptó a ningún estudiante de origen afrocaribeño entre 2015 y 2017 y que los estudiantes blancos tenían el doble de opciones de ser admitidos en igualdad de condiciones.

Propósito de enmienda

La Universidad de Cambridge ha admitido la existencia de este déficit, pero también ha explicado que este año se ha incrementado el número de estudiantes negros en un 62%. También ha dicho que están trabajando para cambiar esto pero que “aun hay que hacer mucho más” y que no lo pueden hacer ellos solos sino que necesitan la ayuda de las escuelas.

Cambridge destaca que han aumentado la partida económica destinada al programa Objetivo Oxbridge, que ofrece asesoramiento individual, cara a cara, a los estudiantes negros en las escuelas, para que se preparen mejor para poder entrar en Oxford y en Cambridge, las dos universidades más prestigiosas del país.

Marcar la pauta

En este sentido, el diputado laborista de origen guyanés, David Lammy, explicó que cuando un joven estudiante negro con las mejores notas de un barrio complicado solicita entrar en Cambridge y lo rechazan, “al año siguiente los vecinos de su misma etnia, brillantes estudiantes, ya no intentan entrar”. El año pasado Lammy, que abandera la lucha contra la falta de diversidad en las universidades, ya acusó el año pasado a Oxford y Cambridge de “apartheid social”.

Fuente: https://www.elperiodico.com/es/internacional/20180605/cambridge-y-oxford-espacio-vetado-para-los-universitarios-negros-6858013

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Violencia impacta en la niñez latinoamericana y caribeña

Centro América/07 Junio 2018/Fuente: Prensa Latina
Un informe de Save the Children reveló que las tasas de homicidio más altas del mundo se concentran hoy en América Latina y el Caribe, lo que impide el pleno desarrollo de los infantes.
Según el estudio, cerca de 75 niños, niñas y adolescentes entre cero y 19 años mueren cada día debido a la violencia interpersonal, registrándose las cifras más altas en Honduras, Venezuela, Colombia, El Salvador, Brasil, Guatemala, Trinidad y Tobago, República Dominicana, Belice, Panamá, Haití y Jamaica.

Si bien hay avances en muchos indicadores, la violencia sigue siendo la principal amenaza para los niños y adolescentes en la región, afirmó la directora para América Latina y el Caribe de Save the Children, Victoria Ward, quien mostró preocupación por estos indicadores.

‘A pesar de los avances en materia legislativa para proteger a la niñez, todavía vivimos en un contexto sumamente violento, donde decenas de niños y niñas son asesinados cada día’, apuntó.

En su segundo año de edición, el informe Las múltiples caras de la exclusión describe un panorama desalentador en la región, al reflejar indicadores asociados a problemas de salud, desnutrición, exclusión de la educación, trabajo infantil, matrimonio y embarazo precoz.

Solo en Guatemala, la mitad de los niños menores de cinco años tienen retraso en el crecimiento debido a la alta tasa de desnutrición, explicó Lyda Guarin, especialista regional de protección contra la violencia.

El texto refiere que entre las amenazas sobresale también la prevalencia de embarazos entre las adolescentes, un fenómeno ‘que parece estar disminuyendo en todas las regiones, excepto en América Latina y el Caribe’, acotó Ward.

Datos de Save the Children reflejan que actualmente en la región, el 11 por ciento de las adolescentes entre 15 y 19 años están casadas o en unión, siendo República Dominicana (27,5), Ecuador, Belice, Honduras y Nicaragua las naciones con más incidencia en este indicador.

Con respecto al embarazo, el informe develó que más del siete por ciento de las muchachas entre 15 y 19 años dan a luz cada año, lo que indica que el promedio regional supera en 1,5 veces el mundial.

‘El matrimonio y embarazo precoz en algo están asociados a la cultura, pero también tienen que ver con legislaciones. Hay varios países que están avanzando en la disminución de matrimonios de menores de 18 años y es algo en lo que hay que seguir pensando’, explicó Guarin.

Y subrayó: ‘Los embarazos en menores de 14 años hay que verlos con una mirada crítica, porque gran parte de estos embarazos están relacionados con la violación sexual’.

Ante esta realidad, el estudio resaltó la necesidad de que los gobiernos tomen medidas para que ningún niño o niña muera por causas evitables o tratables, ni sufra violencia extrema o se vea privado de un futuro debido a desnutrición, matrimonio y embarazo precoz o trabajo forzado.

Fuente: http://www.prensa-latina.cu/index.php?o=rn&id=184576&SEO=violencia-impacta-en-la-ninez-latinoamericana-y-caribena
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México: Los pobres fuera de las universidades. La actual sociedad de castas

México/26 de Mayo de 2018/LJZ

Los jóvenes entran de manera selectiva a estudiar una carrera: parecemos una sociedad de castas. Los pobres entran en un 20 por ciento a las universidades, es decir, 8 de cada 10 jóvenes que ingresan a las instituciones de educación superior son de los deciles superiores de la escala de ingreso. Lo que también se expresa en los estados de la república: en Chiapas, Oaxaca o Guerrero existen coberturas de educación superior que oscilan del 15 al 19 por ciento; mientras que en Sonora o Nuevo León rebasan los 35 puntos porcentuales. Zacatecas está en los promedios nacionales de 28 de 100. Lo importante es constatar el giro clasista en la oportunidad de estudiar: tanto en los estados (unos pobres y otros de renta media), como al interior de cada estado, los jóvenes que están en las aulas son los que pertenecen a las clases medias y altas. La desigualdad brutal en aquellos que logran el derecho a educarse. Lo que a su vez se observa en las mediciones de movilidad social. Si la educación es el movilizador social más importante, la desigualdad educativa tiene como efecto la petrificación de los estratos sociales: en México la cuna es destino. La tierra de la injusticia.

Hubo dos décadas de acelerado crecimiento de todas las coberturas educativas, de 1990 al 2010. Después de ese tiempo, el proceso se congeló. En secundaria se pasó de 54 a 96 por ciento; en bachillerato subió de 17 a 53 por ciento; y en educación superior (en promedios nacionales) se brincó de 8 a 26 por ciento. Fueron los tiempos de la descentralización y federalización de la educación. En los últimos años sólo el bachillerato ha podido crecer un poco, la educación superior sigue estancada. Así las cosas, significa que los presupuestos de este último nivel educativo son por demás regresivos: gasto público (de todos) que financia a los ricos. La única manera de curar esa regresividad es con mejores coberturas. Más inversión.

Otra cosa es el análisis de las oportunidades reales de movilidad de aquellos que logran entrar. Aquí hay factores muy interesantes: resulta que un factor de movilidad no es el conocimiento adquirido, sino el capital social apropiado por los jóvenes durante su cursada. En otras palabras: en las universidades donde asisten los hijos de los empleadores, es donde los alumnos alcanzan mejores tasas de colocación, pero es por las relaciones sociales que logran durante los estudios, no a los estudios mismos. Traducido: la amistad es un valor económico esencial. Por ello, en las universidades públicas donde hay poca presencia de las familias de los empleadores (entre los que se cuenta clase política), aun cuando sean académicamente muy buenos, tienen pocas posibilidades de colocación en los puestos de ventaja en el mercado laboral. Hace falta arrancar una reforma social profunda para cambiar el rostro de la sociedad de castas en que vivimos. Socialmente, aun, vivimos en la Colonia.

Fuente: http://ljz.mx/2018/05/25/los-pobres-fuera-de-las-universidades-la-actual-sociedad-de-castas/

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Informe: «En épocas de crisis el racismo recrudece».La brecha entre blancos y negros en Latinoamérica.

Por: actualidad.rt.com/23-05-2018

América Latina presenta grandes condiciones de desigualdad, manifestada en los ingresos, el acceso al trabajo, la educación, salud y vivienda digna, que varían según el color de piel. Mientras en Argentina se escondió a la minoritaria comunidad afro durante décadas, en otros países de la región, como Brasil y Colombia, el conflicto toma mayores dimensiones por su densidad poblacional y su inmensa brecha social.

«No es fácil ser parte de una minoría en Argentina», considera Miriam Gomes, una ciudadana afrodescendiente nacida en el Cono Sur. Su padre llegó al territorio latinoamericano partiendo desde Cabo Verde, su país de origen, un pequeño grupo de islas ubicado en el océano Atlántico que al día de hoy apenas supera los 500.000 habitantes. En la actualidad, según la entrevistada, hay unas 25.000 personas vinculadas a aquella nación —por haber nacido allí o tener ascendencia con ese origen— radicadas en el suelo argentino.

Miriam Gomes, presidió cuatro veces la Sociedad Caboverdiana en Argentina.«El racismo es histórico en la escuela. Esto no se enseña porque la nación argentina se constituye como un proyecto de país que se pretendía blanco, culturalmente europeo. Había que borrar rastros de otras culturas, sobre todo en el siglo XIX».Miriam Gomes, presidió cuatro veces la Sociedad Caboverdiana en Argentina.

«La comunidad llegó a mediados del siglo XIX y comienzos del XX, en calidad de ciudadanos libres, pero huyendo de las condiciones de sometimiento en las que vivían con el colonialismo portugués», repasa. Asimismo, aquellas islas «tenían falta de agua, en verdad pueden pasar cinco, seis o siete años sin lluvias, lo que provocó hambrunas tremendas a lo largo de su historia». Así las cosas, los inmigrantes que llegaron al continente americano «encontraron trabajo rápidamente en la marina mercante o en astilleros», enseña, «lo que permitió que las comunidades se asentaran, resolviendo el tema del idioma, la salud y el trabajo».

Gomes es argentina e hincha de Racing —uno de los equipos grandes del fútbol argentino—, aunque la construcción del sentido común local siempre planteó que el ciudadano argentino debe ser blanco, exclusivamente, dejando a un lado a negros e indígenas. Aclarar que nació en la región rioplatense es una constante en su vida: «Ponen en duda mi nacionalidad todo el tiempo, me preguntan de dónde soy. La primera impresión es creer que uno es de afuera, la extranjerización», comenta. Por esta clase de obstáculos sociales, es necesario que las comunidades minoritarias se mantengan unidas. En efecto, la entrevistada presidió la Sociedad Caboverdiana de Argentina en cuatro oportunidades, siendo la primera mujer en hacerlo desde 1993: «También tuve que librar una batalla al interior de la comunidad contra el machismo y el patriarcado», destaca.

La historia de las comunidades afrodescendientes en Argentina está oculta. De hecho, pocos saben que habitan el territorio incluso antes de la conformación del Estado moderno. La idea de que el país está conformado exclusivamente por descendientes de europeos, causalmente, traspasó fronteras y también se repite en otros sitios de la región, invisibilizando a muchos colectivos sociales.

Miriam Gomes, presidió cuatro veces la Sociedad Caboverdiana en Argentina. «No tenemos acceso a la toma de decisiones ni a los poderes del Estado. Nuestros chicos apenas terminan la escuela primaria, la confrontación racial es muy fuerte y muchos abandonan».Miriam Gomes, presidió cuatro veces la Sociedad Caboverdiana en Argentina.

Miriam fue docente de Literatura durante más de 30 años en colegios públicos de la provincia de Buenos Aires, y sostiene que este pensamiento se sostuvo por un fuerte sesgo ideológico, también desde las aulas: «El racismo es histórico en la escuela. Esto no se enseña porque la nación argentina se constituye como un proyecto de país que se pretendía blanco, culturalmente europeo. Había que borrar rastros de otras culturas, sobre todo en el siglo XIX». Los alumnos difícilmente aprendan sobre héroes, patriotas, artistas, pensadores, gestas y luchas de la comunidad afro, que también integran la cultura argentina.

Sobre el aspecto educativo, critica que en las escuelas suele enseñarse que en 1813, cuando se impulsó la libertad de vientres —que garantizaba la libertad a los hijos de esclavas —, se terminó la esclavitud en su totalidad. «La esclavitud se abolió en 1853», cuando nació la Constitución Nacional, desmiente. Al respecto, expresa: «En realidad, siempre me llamó la atención que Argentina tuvo cuatro décadas de vida republicana conviviendo con un régimen esclavista y nadie hace hincapié en ese dato». A veces, la indiferencia duele más que un garrotazo policial.

La parte negra de la historia

El historiador Diego Buffa, uno de los coordinadores del Programa de Estudios Africanos del Centro de Estudios Avanzados de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), enseña que bajo la conformación de las naciones en la región creció el actual sesgo cultural: «Los que eran distintos al grupo dominante a menudo fueron víctimas de un trato racista, porque el mero hecho de que fueran diferentes se consideraba una amenaza en función del concepto de un Estado monolítico«.

Asimismo, destierra el mito histórico —sostenido incluso en el 2018— de que el país tenía tan pocos negros, que simplemente desaparecieron en el siglo XIX, por arte de magia. Lejos de ello, el experto señala que durante la colonia había importantes comunidades afros en las provincias de Córdoba, Santiago del Estero, Tucumán y Buenos Aires, que persisten en la actualidad. Particularmente, la importante cantidad de comunidades cordobesas se evidencia también con la duración de sus políticas racistas; por citar un ejemplo, la UNC exigía la ‘pureza de sangre’ para ingresar al ámbito académico, hasta la Reforma Universitaria de 1918, destaca Buffa.

Un hombre afrodescendiente vende productos en las calles de Cartagena, Colombia. / Fredy Builes / Reuters

«En casi todas partes, esta población es víctima de discriminación racial y exclusión, razón por la cual sufre grandes privaciones económicas y sociales, al igual que ocupa un número mucho menor de cargos directivos en la sociedad que los alberga», subraya el especialista. Desde su punto de vista, este grupo social no solo incluye a descendientes de africanos esclavizados traídos a América Latina durante el período colonial, «sino también a un nuevo conjunto de africanos que —aunque minoritario en relación al primero — llegaron y siguen llegando en busca de una mejor situación económica o por razones políticas, desde finales del siglo XIX».

«Seguimos excluidos»

Por su parte, Gomes puntualiza en la construcción del sentido común local y critica a los medios de comunicación que «perpetuaron la idea de exotización y los estereotipos». Y sigue: «Basta con mirar revistas como Caras y Caretas de principios del siglo XX, donde la mayoría de las publicidades tenían negros en posiciones animalescas, caracterizados como monos y siempre asociados a productos de limpieza, contrastándolos con hombres blancos».

Estos estereotipos, opina la docente, se vinculan también al machismo: «Hoy se piensa que la mujer negra está siempre dispuesta al sexo». Por otro lado, subraya que el contexto social acentúa esta clase de tensiones, porque «en épocas de crisis, el racismo recrudece». Para finalizar la entrevista, manifiesta: «El objetivo es la inclusión social, porque seguimos excluidos. No tenemos acceso a la toma de decisiones ni a los poderes del Estado. Nuestros chicos apenas terminan la escuela primaria, la confrontación racial es muy fuerte y muchos abandonan». Según Gomes, el problema «ahora se ve enfocado en los inmigrantes senegaleses, que sufren acoso policial, persecución, violencia física, verbal y simbólica».

Oficina de migraciones en Argentina. / Martin Acosta / Reuters

Así lo confirma Arfang Diethiou, presidente de la Asociación de Residentes Senegaleses en Argentina (ARSA): «La mayoría son vendedores ambulantes, tenemos problemas con el espacio público y la Policía», destaca. Diethiou nació en Senegal y llegó a Sudamérica por razones económicas. Al igual que él, hay aproximadamente 5.000 personas más. «No dejan a los muchachos trabajar en la calle. Siempre hay problemas, porque a nuestra gente no le queda otra», se queja. Según describe, la mayor parte de este colectivono tiene papeles, es decir, vive en el país de modo irregular o inestable. Por ello, es casi imposible obtener un empleo formal: «Con la crisis que hay en Argentina, es mucho más difícil conseguir un trabajo sin ser argentino», describe. Pero eso no es todo, el acceso a la vivienda o una cobertura médica es un anhelo casi inalcanzable para aquellos senegaleses que no tengan documentos.

«A mí me pasó, queriendo alquilar un departamento. Entré a una inmobiliaria y me dijeron que no había nada para mí, pero cuando entró un argentino, pidiendo lo mismo, le dijeron que sí», recuerda. En definitiva, ¿cuáles son sus principales obstáculos?: «El color de piel», responde, sin vacilaciones. Pero va más allá: «A veces hay discriminación silenciosa, la gente te ve como si fueses un ladrón», lamenta. Sin embargo, a pesar de estos graves conflictos, Diethiou dice que se sienten integrados: «Por lo general hay buena onda con los argentinos». Aun así, aunque tenga optimismo, todavía les adeudan sus derechos básicos. Por lo pronto, el trabajo informal implementado por senegaleses se convirtió en una postal habitual en las calles de la Ciudad de Buenos Aires, donde la tensión con las fuerzas de seguridad aumenta cada día.

Brasil y Colombia, dos ejemplos de la brecha

Hay países de la región donde la brecha social es mucho más evidente y abarca a una inmensa cantidad de personas. Brasil es el caso más paradigmático: la mitad de su población —unos 97 millones de personas—, es afrodescendiente. Nadie podría decir que se trata de una minoría, aunque las diferencias sociales así lo hagan parecer. Un estudio de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) explicaba en 2012 que, si bien la injusticia en la distribución de la riqueza entre blancos y negros se estaba reduciendo, todavía había grandes inequidades: la proporción de adultos pobres era 1,3 veces mayor en negros, con el 34,5%, que entre los blancos, con el 26,6%. Resta por ver si aquellos índices se modificaron tras la asunción del presidente Michel Temer, en agosto del 2016.

Un manifestante sostiene una pancarta durante el Día Nacional de la Conciencia Negra en Brasil. / Nacho Doce / Reuters

Colombia es otro caso ejemplar para graficar la discriminación, que se manifiesta de forma implícita y explícita en la sociedad. Allí, uno de cada diez ciudadanos es afrodescendiente. Basta con recorrer cualquier ciudad o pueblo colombiano para percibir que el acceso a un trabajo estable, en la mayoría de los casos, es una cuestión de piel. En la zona costeña esta brecha social es aún más escandalosa. Casi todos los vendedores ambulantes son negros, y ofrecen productos variados: ropa, comidas, jugos, artículos de bisutería como pulseras o aretes y también estupefacientes, a plena luz del día. A su vez, la mayoría de las mujeres afros que trabajan en la calle brindan masajes en las playas, principalmente a turistas.

Las diferencias socioeconómicas se perciben a simple vista e impactan los ojos, pero más allá de percepciones subjetivas, hay estadísticas que así lo demuestran. En 2010, un informe titulado ‘Desigualdad étnico-racial en la distribución del ingreso en Colombia’, realizado por expertos en economía de la Universidad del Valle, sostenía que, en promedio, los afrodescendientes percibían ingresos un 32% más bajos que los blancos. Lo curioso del estudio es que a medida que los ingresos aumentan, también crece la brecha. Por ejemplo, si tomamos al sector más rico de la población blanca y lo comparamos con los más adinerados de la población afro, los blancos de clase alta percibían un 40% más que los negros, aumentando la diferencia por el color de piel.

Afrodescendientes extraen metales preciosos en el río Dagau, departamento de Cauca (Colombia). / Jaime Saldarriaga / Reuters

Como bien puede suponerse, la desigualdad económica también se traduce en otra clase de desigualdades sociales, como la educativa. Volviendo a hablar de promedios, la comunidad negra tiene 7,4 años de educación aprobados, mientras que los blancos alcanzan los 9,4. En esa línea, el informe destaca que, en la media, la retribución económica que recibe un ciudadano blanco por cada año que sume a su formación educativa es un 20% mayor al ingreso que recibe una persona afro por hacer exactamente lo mismo. Ya pasaron ocho años de aquel relevamiento, pero basta con visitar el país para comprobar que el contexto social y económico no cambió demasiado.

La región en cifras

  • ¿Cuántos afrodescendientes hay en América Latina?

Un extenso estudio publicado por la CEPAL y Naciones Unidas en 2016 expuso, basado en censos desarrollados por cada país entre los años 2010 y 2013, que la región tiene aproximadamente 527 millones de habitantes. De ese total, más de 111 millones pertenecen a la comunidad afro, es decir, el 21%. Los países con más habitantes negros son: Brasil —97 millones de personas, el 50,9% de la población total—, Colombia —4,8 millones, el 10,5%—, Cuba —4 millones, el 35,9%—, México —1,3 millones, 1,2 %— y Ecuador —un millón, 7,2%—.

  • En promedio, son más pobres

El artículo también revela los injustos contextos económicos presentes en Brasil, Ecuador, Perú y Uruguay, con datos del 2014. Sobre el ‘Gigante de Sudamérica’ grafica que el 33% de la población negra se encontraba en el sector más pobre de la sociedad, mientras que en la población blanca eso solo ocurría con el 16%. En Ecuador las diferencias también son considerables: si se mide de modo proporcional, el 34% de los afros estaban entre los más empobrecidos, mientras que entre los blancos el número alcanzaba al 22%. Esto significa que, en ambos casos, una de cada tres personas afrodescendientes se encontraba en una situación vulnerable. 

En Perú, los afrodescendientes tenían al 20% de su población entre los más pobres, pero los blancos solo tenían el 13%. Uruguay, que tiene una comunidad afro mucho más pequeña que en naciones como Brasil o Colombia, de todos modos tiene un problema grande: mientras que entre los blancos hay un 27% de personas ubicadas en el quintil más humilde del país, entre los negros ese sector social alcanza al 50% de toda su población, es decir, casi el doble.

  • Mortalidad infantil

Los índices de niños que mueren antes de cumplir el año de vida también son mucho más altos en pequeños afrodescendientes. En Colombia se da la diferencia más grave: de 1.000 infantes blancos, 16 fallecen, pero si el mismo criterio se usara con 1.000 niños afros, las muertes aumentan a un promedio de 26,3. En Ecuador la mortalidad alcanza una media de 20,5 pequeños de piel blanca y 25 afrodescendientes.

En Brasil la diferencia es entre 18,7 y 24,2, mientras que en Venezuela la brecha está entre 14,3 y 18,4. Según el informe, la única excepción a esta alarmante regla es Argentina, donde de cada 1.000 niños afros el 12,5 pierde la vida, pero la cifra se agranda a 14 entre las personas blancas. Cabe destacar que en aquel país los negros no abarcan, según datos oficiales, ni el 1% de la población total.

  • Mortalidad materna

Las madres afros ocupan un lugar alarmante en las estadísticas, principalmente en Ecuador, Colombia y Brasil. En el primer escenario, según datos recogidos entre 2010 y 2013, por cada 100.000 nacimientos se producen 69,1 muertes maternas en todo el país. Sin embargo, si reducimos los 100.000 nacimientos solo sobre la población afro, hay 272,5 fallecimientos en madres, aumentando la cifra de modo exponencial. En Colombia, con estadísticas del mismo período, la diferencia es entre 66,5 y 152,9, mientras que en Brasil, con números del 2011, la brecha va desde 50,6 hasta 68,8. «Las condiciones de pobreza en que viven las mujeres afrodescendientes en la región agravan sus condiciones de salud sexual y reproductiva», comunica el informe. Asimismo, repasa que «si bien la mortalidad materna ha disminuido en la región, continúa siendo alta en el caso de las mujeres afrodescendientes».

  • Embarazo adolescente

La franja etaria considerada va desde los 15 hasta 19 años. En Brasil, Uruguay, Costa Rica, Colombia, Venezuela, Nicaragua, Ecuador, Argentina, Panamá y Honduras, «entre un 14% y un 25% de las adolescentes afrodescendientes ya han tenido al menos un hijo». Salvo por estos últimos tres países, donde las estadísticas se revierten, en el resto el porcentaje de embarazo adolescente es bastante más elevado entre mujeres afros, principalmente en Ecuador (otra vez): el 25,3% de las adolescentes afrodescendientes son madres, mientras que entre las chicas blancas el número se reduce al 16,7%.

  • Educación

Si consideramos las personas que acceden a la universidad, una de las instancias superiores en la vida educativa, el estudio de la CEPAL y Naciones Unidas revela que en Colombia solo el 9,3% de la población afro ingresa a una casa de estudios, mientras que en los blancos el 17,2% de ellos aprende una carrera por la vía académica. La diferencia en Uruguay es todavía peor: de 5,2% a 20,4%.

En Ecuador, en tanto, la brecha va desde 12,9% a 30,3%, por citar algunos de los tantos ejemplos latinoamericanos. En Argentina, los números sobre la ecuación vuelven a revertirse; el 23,7% de los negros llega a la universidad, entre los no afrodescendientes la cifra es 20,3%. Vale aclarar, sin embargo, que las estadísticas, en promedio, son del año 2010; desde aquel entonces al 2018 muchas corrientes migratorias arribaron al Cono Sur y merecen nuevas estadísticas.

  • Desempleo

En Honduras, Costa Rica, Argentina, Nicaragua, Venezuela, Uruguay, Panamá, Colombia, Ecuador y Brasil la tasa de desocupación es mayor, en proporción, entre personas negras, a diferencia de Bolivia, donde ocurre lo contrario. El caso brasilero, con datos del 2010, es de los más complejos: el 6,6% de los hombres afros estaban sin empleo, y en los varones blancos el 4,5% no tenía trabajo. La diferencia entre mujeres es más grande: 12,4% de las negras y 8,1% de las blancas. En Uruguay, la brecha entre hombres negros y blancos desempleados es del 4,8% y 4,3%, pero si hablamos del sexo femenino, el dato crece al 12,5% y 8,4%, respectivamente.

  • Ingresos

Aquellos que sí tienen empleo también encuentran grandes diferencias monetarias, solo por ser afrodescendientes, y aún mayores si son mujeres. Supongamos que hay un grupo de personas que tiene el mismo grado de educación, en este caso, alcanzando el nivel terciario. Sin considerar la experiencia laboral de cada uno, la única diferencia que habría entre ellos sería su color de piel y el sexo.

Una mujer sin hogar está sentada en su casa improvisada en Río de Janeiro, Brasil. / Pilar Olivares / Reuters

Los números de la discriminación son contundentes: «Entre las personas ocupadas que se ubican en el tramo más elevado de escolaridad, se puede observar que las mujeres afrodescendientes reciben un ingreso por hora equivalente a un 58% del que reciben los hombres no afrodescendientes; a su vez, los hombres afrodescendientes perciben un ingreso equivalente al 73% del que reciben los hombres no afrodescendientes, en tanto que las mujeres no afrodescendientes perciben un 75% del ingreso que obtienen los varones no afrodescendientes». Por si no se entendió, según las estadísticas, las mujeres negras, aun teniendo aptitudes académicas, perciben salarios considerablemente peores, incluso que hombres afro, y por supuesto, mujeres blancas. Los hombres blancos, en promedio, son quienes más dinero reciben por hacer sus tareas, al tope de la escala valorativa racial.

A pesar de que el conflicto tenga una raíz histórica, nacida en la conquista de América con la implementación de políticas esclavistas y la utilización de mano de obra africana, la brecha social perdura. Pasaron más de cinco siglos desde la colonización europea. Parece que fue ayer.

«Desamor, desencuentro, perdón y olvido, cuerpo con mineral. Pueblos trabajadores, infancias pobres, cinco siglos igual», canta el artista argentino, León Gieco.

Leandro Lutzky

*Fuente: https://actualidad.rt.com/actualidad/272524-epocas-crisis-racismo-recrudece-brecha

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El presente de los jóvenes, el futuro de las sociedades

Por: Juan Carlos Yáñez

En América Latina, los excluidos de la escuela tienen un perfil común: a los diecisiete años nueve de cada diez adolescentes de hogares socioeconómicamente mejor posicionados cursan estudios, mientras la mitad de los más pobres los truncó.

El terrible homicidio de tres estudiantes de cine en el estado mexicano de Jalisco cimbró las ya delicadas fibras sociales. El hecho mismo es funesto luego de la desaparición de 43 estudiantes en Ayotzinapa, Guerrero, sin que todavía sepamos la verdad.

Cada noche nos vamos con noticias funestas, y cada despertar nos recibe con otras iguales o peores. La desmesura engendra límites insospechados. Los detalles que circulan sobre la forma en que fueron asesinados los tres estudiantes conmueven por la brutalidad, la sinrazón de las causas y por los victimarios, también jóvenes.

Pocas horas después del anuncio de la fiscalía jalisciense, en Tamaulipas, norte del país, un grupo de sicarios arremetió contra estudiantes de una escuela secundaria superior, con saldo de cinco lesionados. La cosa no termina ahí. Tres días más tarde se descubrió la desaparición de otros seis jóvenes oriundos de Tlaxcala, luego de ser detenidos en un pueblo de Oaxaca.

Jóvenes son la mayor parte de los desaparecidos en México. Jóvenes son las víctimas preferidas de los grupos mafiosos que se disputan el mapa del narcotráfico, en el papel de sicarios o socios. Jóvenes que ya no llegan a la cárcel, pese a cortas y frenéticas carreras delincuenciales, porque son asesinados. En el penal para menores en Colima, el estado donde vivo, son más los custodios que los presos. Signos reveladores del destino que depara a miles de jóvenes en una nación que miraba con optimismo el futuro por el prometedor bono demográfico.

Los jóvenes universitarios mexicanos de hoy, los más escolarizados en la historia, enfrentan perspectivas desoladoras, como en Europa, y especialmente España. Esta condición de la juventud, rehén de la delincuencia y con altos grados de escolarización, coexiste con el descomunal contingente de jóvenes que no estudian ni trabajan, los inapropiadamente llamados “ninis”, que colocan al país como potencia mundial en ese renglón oprobioso.

El problema se gesta en la infancia. Pablo Gentili acuñó una expresión que parece delirante, pero dolorosamente plausible para millones de latinoamericanos: la experiencia de la infancia es la vivencia del hambre. La exclusión de la escuela y del mundo del trabajo que sufren los jóvenes invisibles es compleja y simboliza el funcionamiento deficiente del sistema social. Los jóvenes son víctimas, pero su desgajamiento ocurre cuando todavía no llegan a la educación media; el embudo se cierra a las puertas de la ciudadanía.

Como es evidente en la bibliografía, la inclusión de nuevos actores en la escuela, provenientes de sectores sociales marginados, no ha sido acompañada de políticas que favorezcan permanencia y egreso con buena educación. Los sistemas educativos son más grandes, pero su capacidad no se robusteció en consecuencia; las medidas parecieron atender a una lógica clientelar y no a una que revirtiera inequidades. La exclusión se trasladó al interior de los centros escolares, legitimando la presunta incapacidad de ciertos sectores para permanecer en la escuela, creando circuitos diferenciales de calidad. Las políticas contra la desigualdad han sido parciales e insuficientes, pues agotan su eficacia en una primera inscripción. Mujeres y pobres son las víctimas principales, aunque la fórmula completa es: mujer indígena pobre habitante de zonas rurales.

Por otro lado, si la adolescencia es una etapa de socialización caracterizada por la incorporación de recursos para participar en la vida adulta, estamos, dice Vanesa D’Alessandre, frente a personas para quienes la adolescencia nunca comenzó, que brincaron de la infancia a la adultez.

Juan Carlos Tedesco (Educación y justicia social en América Latina, FCE/UNSM, Buenos Aires) fue contundente: “En la región, para una parte muy importante de los alumnos de sectores sociales desfavorecidos el acceso a la escuela representó acceder a la experiencia del fracaso escolar… En todos los países analizados se pudo comprobar que los alumnos provenientes de los sectores más pobres abandonaban prematuramente la escuela, mientras que los sectores medios y altos permanecían en ella hasta los grados finales”. En América Latina, los excluidos de la escuela tienen un perfil común: a los diecisiete años nueve de cada diez adolescentes de hogares socioeconómicamente mejor posicionados cursan estudios, mientras la mitad de los más pobres, a la misma edad, los truncó. Si dichas variables juegan para la escolarización, también para la incorporación a la actividad económica, es decir, las probabilidades de que un adolescente excluido de la escuela trabaje, aumenta en los sectores sociales carenciados.

La invisibilidad de los jóvenes no es privativa del caso mexicano o latinoamericano. En el libro de conversaciones entre Zygmunt Bauman y Riccardo Mazzeo, éste señala que en Italia cada año 120 mil jóvenes con edades entre 15 y 19 años se agregan a las listas de los neets: quienes ni estudian, ni trabajan, ni realizan algún tipo de aprendizaje. En total, más de dos millones de italianos. Una de las consecuencias nefastas de estas lógicas de operación recuerda predicciones más viejas sobre el futuro que nos rebasó: “Es la primera vez de la que tengamos memoria, en que ‘toda una generación de graduados’ se enfrenta a una alta probabilidad, casi a la certeza, de conseguir unos empleos que serán ad hoc –temporales, inseguros y de tiempo parcial–. O unos pseudoempleos impagados ‘de adiestramiento’ que han sido recalificados, de modo engañoso, como de prácticas. Todos ellos considerablemente por debajo de las habilidades adquiridas por los estudiantes y a años luz por debajo del nivel de sus expectativas” (Bauman).

¿Epílogo o epitafio?

La terrible muerte de los jóvenes estudiantes mexicanos es otro impactante recordatorio de las deudas de los sistemas políticos en un continente rico y diverso, pero con modelos despiadados de justicia social y profundamente demagógicos, amparados por la impunidad y el cinismo. ¿El presente sombrío de los jóvenes es augurio del futuro de las sociedades?

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2018/05/04/el-presente-de-los-jovenes-el-futuro-de-las-sociedades/

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El desplazamiento de la población en medio rural y las implicaciones educativas. Caso de Jilotzingo, Estado de México

Por: El Observatorio del Derecho a la Educación y la Justicia

Jilotzingo es un municipio de comunidad rural perteneciente al Estado de México y ubicado al límite de exclusivos fraccionamientos como son Zona Esmeralda, Valle Escondido, Chilucas, Bosque Esmeralda y Condado de Sayavedra. La mayoría de sus pobladores son ejidos colectivos, dedicados a las actividades agrícola y pecuaria. Cuenta con cinco escuelas comunitarias multigrados, cuyas matrículas han venido disminuyendo paulatinamente durante los últimos años, esto a causa del desplazamiento de la población a las zonas urbanas próximas. Bajo esta problemática surgen las siguientes preguntas: ¿Cuáles son los motivos que conlleva a la población a desplazarse? ¿Es posible que los jóvenes de medio rural consigan mejores y más oportunidades educativas en las zonas urbanas? ¿Están por desaparecer las escuelas rurales?

De acuerdo a Lapointe (1985), durante el gobierno de Lázaro Cárdenas (1934-1940), la agricultura comercial mexicana era marginada por el dominio de latifundistas mexicanos y extranjeros, generando una fuerte crisis económica y de inequidad social. De aquí surge la reforma agraria, la cual pretendía con el nombramiento de ejidos colectivos “promover un mercado interno de bienes y servicios, asegurar la paz social y facilitar la industrialización” (Lapointe, 1985: 15). Hoy en día los grupos de dominios económicos siguen siendo una amenaza para lograr una sociedad equitativa y, los preceptos por los cuales se construyeron políticas sociales se han disipado bajo una lógica de mercado de capitales.

Las escuelas rurales que en sus inicios se caracterizaban por ser una población mayormente campesina, hoy bajo la lógica de la ´modernización´, han sufrido transformaciones, debido a la invasión de muchas empresas a sus territorios, trayendo consigo diferentes demandas laborales. De acuerdo a Rivera (2012) existe una transición “de lo rural a una gama de diversos fenómenos provenientes de los espacios urbanos-globales que hace que los jóvenes experimenten una resignificación de valores, expectativas e identidades” (p.78), es el caso de muchas de estas escuelas que se encuentran ubicadas en un límite muy estrecho entre el espacio rural y el urbano.

Por ejemplo, las comunidades de las escuelas comunitarias en Jilotzingo, en donde muchos de los ejidatarios han recibido ofertas para vender sus terrenos, en otros casos han sido obligados y hasta expropiados, por grupos de empresarios dedicados al desarrollo urbanístico de la zona. Estos casos han sido denunciados en diferentes medios de comunicación, como son los diarios digitales, El Sol De Toluca, La Jornada y El Universal, sin embargo, hasta el momento no se ha recibido ninguna respuesta por parte de los organismos gubernamentales correspondientes al caso.

La escuela comunitaria Heroínas Mexicanas sobrevive en medio de una constante invasión territorial; donde anteriormente existían campos de cultivos y de producción ovina, ahora son escuelas privadas con múltiples ofertas educativas, gimnasios, concesionarios, construcción de viviendas exclusivas y otras ofertas de servicios generadas para clientes con alto poder monetario, muy lejos del alcance de sus pobladores originarios.

En conversación con las maestras de la escuela comunitaria Heroínas Mexicanas, la docente Miriam, explicaba que muchas de las madres de estudiantes, expresan su necesidad de emigrar hacia la ciudad en búsqueda de fuentes de ingresos, aspirando a un trabajo remunerado como personal de limpieza en casa de familia, buhonera o cocinera en algún puesto de comida rápida, ya que no cuentan con preparación profesional calificada. Entre tanto, la maestra Patricia comentaba su preocupación por la escuela: “en unos años la escuela comunitaria desaparecerá al igual que todos los proyectos y el cariño que aquí ha surgido”. Estas palabras evocan un sentimiento de olvido y desprecio por el trabajo que día a día se entreteje en estas comunidades.

Las diversas pruebas de evaluación nacionales e internacionales indican que la población educativa a nivel básico en medio rural es inferior a lo esperado por la media de estos indicadores, por tanto, se “ha impulsado la invisibilización de experiencias significativas en estos contextos” (Cruz y Juárez, 2017: 1). Sin embargo, existen ventajas que, por las mismas características de la población rural se pueden presentar como “oportunidades” de desarrollo potencial educativo para los estudiantes. En palabras del maestro José Luis Prado:

En los ámbitos rurales, los maestros encuentran jóvenes más sanos en todos los aspectos y con verdadera disposición para el aprendizaje. Ahí todavía no está maleada la sociedad, en un medio urbano todos se cuidan de todos y en un rancho todos se conocen, todos se cuidan y se protegen (Ponce, Rico, Ceja y Noriega, 2015).

Y esta ayuda es recíproca desde los maestros hacia su comunidad que, a través de su compromiso con los estudiantes los guían al saber, aún en condiciones de carencia. Lo mismo sucede del estudiante a sus maestros, a quienes respetan y valoran. Existen casos documentados de gestión de experiencias exitosas en la educación básica en medio rural en donde “los docentes destacan como ventaja la autonomía y libertad de que disponen…” (Cruz y Juárez, 2017: 1).

La escuela y la comunidad rural en México han sido protagonistas de numerosas luchas, buscando no ser excluidas por el resto de la sociedad mexicana. Los modos de producción agrícola y pecuaria deben ser protegidos como un bien patrimonial que benefician a todos los ciudadanos, ya que resguardan el ecosistema y la economía nacional, tan importantes en una ciudad que sufre uno de los niveles de contaminación más elevados del mundo, además de elevadas tazas de desigualdad social y económica. La educación de calidad para la diversidad, la inclusión y la cohesión social, es un derecho que se han ganado todos los mexicanos incluyendo a los pobladores de las zonas más inéditas del país.

Referencias

Cruz, S. M., Juárez, B D (2017). Educación rural en El Salvador y México: los casos de escuelas primarias unitarias. México. CREFAL. Recuperado en http://www.crefal.edu.mx/rieda/images/rieda-2018-1/exploraciones4.pdf.

Lapointe, Marie (1985). La reforma agraria de Cárdenas en Yucatán, 1935-1940. Université Laval, Québec Canadá.

Ley Agraria. Diario Oficial de la Federación. Estados Unidos de México. México, 26/02/1992

Ponce, G., Rico, R., Ceja, J., Noriega, N. (2015) Voces de los maestros rurales ante la Reforma Educativa. Periódico Digital Cambio, recuperado en http://www.cambiodemichoacan.com.mx/nota-256762

Rivera González, José Guadalupe; (2012). Juventudes emergentes: percepciones en torno a la familia, la escuela, el trabajo y el ocio en jóvenes en contextos rurales en San Luis Potosí, México. Cuicuilco, Enero-Abril, 73-95.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/el-desplazamiento-de-la-poblacion-en-medio-rural-y-las-implicaciones-educativas-caso-de-jilotzingo-estado-de-mexico/

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