América del Sur/ Ecuador/ 27.05.2019/ Fuente: www.eluniverso.com.
Las altas calificaciones a menudo reciben mucha atención, pero expertos en educación insisten en que las escuelas deben mirar también a aquellos que se están quedando atrás, y preguntarse por qué.
Esa es una de las conclusiones de quienes lideraron el Congreso Nacional de Educación realizado por la Mesa Cantonal de Concertación de Discapacidad de Guayaquil, el Departamento de Inclusión Social de la Organización de Estados Americanos (OEA), la Fundación para las Américas y la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil en octubre del año pasado.
La Fundación para las Américas es una afiliada a la OEA. Su objetivo es delinear acciones a corto, mediano y largo plazo para la educación inclusiva en América Latina y el Caribe. Una de esas acciones fueron los centros tecnológicos comunitarios, para que personas con discapacidad accedan a la tecnología con fines profesionales y personales. “Al momento hay 184 centros en América Latina, incluido Ecuador”, dice la representante Liliana Mor.
Entusiasmo en Ecuador
Uno de los conferencistas del Congreso fue el educador británico Mel Ainscow, quien ante todo manifiesta que el uso del término educación inclusiva es confuso. Cada quien entiende una cosa diferente, y esto se debe, irónicamente, a que se trata el tema de la inclusión como algo separado, aparte.
“La inclusión no debe estar separada de las otras políticas educativas, sino que debe ser vista como un principio de derechos humanos”, aclara Ainscow. Allí entra la evaluación del currículo, del presupuesto, de todo lo que tiene que ver con educación. “Se trata de todos los niños y todas las niñas siendo valorados como iguales”.
¿Cómo poner ese principio en práctica? Involucrando a todos los actores de la educación, sostiene. “El profesor está en el centro de la agenda. Los maestros necesitan ser entrenados para que entiendan el principio de inclusión, y para que sigan capacitándose e innovando durante su desarrollo profesional en la escuela”. Si bien el educador tiene que verse a sí mismo como un proyecto en desarrollo, quienes tienen funciones directivas en la escuela deben ofrecer las posibilidades.
Ahora, el experto asegura que no todo es cuesta arriba. De su visita a Ecuador, dice haber visto un gran entusiasmo en nuestro país: “Profesores, estudiantes, familias, funcionarios públicos; la próxima etapa, es construir sobre ese entusiasmo”.
Inclusión en políticas públicas
Los marcos legales tienen que estar conectados con las políticas de educación. “No habrá sociedades inclusivas sin escuelas inclusivas”, es la conclusión de Pamela Molina, especialista en Discapacidad de la OEA, quien también disertó el año pasado en el congreso en Guayaquil.
“No se trata de crear nuevas leyes, sino de revisar las que hay. La inclusión debe estar en todas las políticas públicas”, dice, y repite una de las premisas: cada estudiante importa, e importa de la misma manera.
Ella es quien plantea que es imperante monitorear del impacto de las políticas de inclusión, pero no en función del éxito escolar (mirar entre los que alcanzan las mejores calificaciones), sino en los que se quedan atrás. “Tenemos que preguntarnos: ¿Por qué estamos reprobando a ciertos estudiantes?”. ¿Es porque no estudiaron o es porque hay factores que los excluyen de participar de la experiencia educativa a la par que sus compañeros? Discapacidad, problemas familiares, situación migratoria.
Las políticas públicas, insiste, deben basarse en la experiencia y el conocimiento de todas los actores involucrados: autoridades educativas, proveedores de salud, académicos, familia, educadores y administradores. “Tenemos que trascender de la escuela”.
Fuente de la noticia: https://www.eluniverso.com/larevista/2019/05/19/nota/7334501/que-nadie-se-quede-rezagado-es-reto-educacion-inclusiva?utm_source=facebook&utm_medium=social-media&utm_campaign=addtoany