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Las plataformas sociales, en plena lucha contra las noticias falsas

Noticia Global/AikaEducacion

Gigantes tecnológicos como Facebook, Google, Apple o Microsoft, entre otros, se han unido más que nunca para luchar contra las fake news. Con la crisis del coronavirus, circulan muchas noticias falsas a través de diferentes plataformas sociales, lo que les ha llevado a tomar medidas para luchar contra los bulos.

La crisis de la COVID-19 ha provocado la unión de empresas tecnológicas con el mismo fin: acabar con la circulación de las noticias falsas. Desde hace semanas, las diferentes plataformas han anunciado medidas con las que limitar y poner trabas aquellas informaciones no veraces.

La alianza histórica entre Google y Apple

Una de las grandes sorpresas que está dejando esta crisis mundial es la alianza entre Google y Apple. Ambos han acordado una lucha conjunta mediante el rastreo de datos a través de una aplicación. Podrán ofrecer al usuario la forma exacta de saber si ha estado en contacto con alguna persona contagiada y, por ende, tomar las medidas para no propagar el virus.

Google también ha llegado a un acuerdo con otros gigantes tecnológicos como Facebook, Microsoft o Twitter. A través de un comunicado, han anunciado el acuerdo con el que planean crear nuevas medidas desde sus plataformas para frenar la circulación de informaciones falsas. Pero no son los únicos en aunar fuerzas, pues cada día más plataformas sociales se unen a esta ‘moda’ y establecen más medidas de control con las fake news.

Las redes sociales establecen nuevas medidas para frenar las informaciones falsas

Instagram, Twitter o Facebook, entre otras, también se hacen valer de su búsqueda personalizada para recomendar cuentas oficiales. Cuando los usuarios buscan «coronavirus», la plataforma indica aquellas fuentes oficiales de referencia a las que acudir para recibir información contrastada y fiable. Así como limitar el alcance y la visibilidad en publicaciones falsas o de contenido dañino para el usuario.

Además de las medidas contra las noticias falsas, muchas de estas empresas también están haciendo aportaciones económicas a diferentes entidades para apoyar proyectos. Por ejemplo: TikTok ha hecho una donación a Europa para profesionales del sector sanitario y educativo.

El contenido audiovisual, en alza durante el confinamiento

Empresas y medios de comunicación tienen por delante un reto muy importante: buscar el interés del público joven. Su interés prima por el contenido audiovisual, por lo que, herramientas como TikTok o YouTube pueden ayudar a acercar informaciones de calidad de una forma atractiva para ellos. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha abierto su propio perfil en TikTok para ofrecer información veraz acerca de la pandemia.

Las plataformas de contenido audiovisual se han convertido en una herramienta imprescindible durante esta cuarentena. Son muchas las páginas que ofrecen entretenimiento o recursos educativos para continuar aprendiendo desde casa y recibir información de calidad. Cada plataforma, y a su manera, está ofreciendo diferentes medidas para que el contenido que el usuario reciba sea fiable por fuentes oficiales, tal y como se resume en esta imagen interactiva:

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Entrevista a Álvaro Jiménez Millán: Colombia: despertar ciudadano y dilemas políticos después del «21-N»

Por: Marc Saint-Upéry

En noviembre pasado, Colombia vivió una ola de movilizaciones que muchos compararon con las de Chile. En un país donde la protesta siempre fue criminalizada, y asociada a la guerrilla, miles de personas, sobre todo jóvenes, salieron a las calles con nuevas y viejas demandas. En esta entrevista, Álvaro Jiménez Millán analiza las dinámicas del movimiento, sus actores y sus perspectivas, en un contexto marcado por los obstáculos al proceso de paz y los cotidianos asesinatos de líderes sociales. Al mismo tiempo, dibuja una cartografía de los liderazgos que, en el espacio de centroizquierda e izquierda, buscan desplazar al uribismo en el poder. Jiménez Millán es analista político, columnista de la revista Semana, dirige la Campaña Colombiana contra Minas Antipersonal y es cofundador de Colombia Risk Analysis, una iniciativa de estudio sobre el riesgo político en Colombia, y de Crudo Transparente, centro de pensamiento e incidencia sobre el impacto socioeconómico y político de la industria del petróleo en el mismo país.

La opinión pública latinoamericana e internacional ha quedado muy sorprendida por el carácter novedoso y por la potencia de las movilizacionede noviembre de 2019 en Colombia. Pero la continua y frenética espiral de acontecimientos mundiales ha dejado un poco en la sombra las secuelas de este movimiento. ¿Qué se puede decir al respecto?

La sorpresa fue también para Colombia. El 21 de noviembre de 2019 (conocido como el 21-n) significó un despertar colectivo, con liderazgos parciales y difusos, que puso en evidencia múltiples aspiraciones, especialmente en las ciudadanías jóvenes del país. Hubo novedad, diversidad, fuerza y mucha alegría. El 21-n fue también un Basta ya de la ciudadanía frente al hecho de que el uribismo continúe siendo el modelador de la coyuntura política y del futuro del debate nacional. Se trata también de una escenificación de rupturas y de la búsqueda de nuevos liderazgos, de nuevas formas de expresión, de desobediencia frente al establishment, pero también frente a la oposición clásica de la izquierda más «organizada». El 21-n se lo tomó la ciudadanía.

Luego hubo réplicas como aquellas que se dan luego de los terremotos, pero se fue perdiendo la fuerza y el entusiasmo inicial se redujo, con lo que no se puede negar que el proceso se debilitó. Adicionalmente, no hubo liderazgo ni capacidad orientadora del proceso. Las centrales obreras y el Comité del Paro han quedado rezagados, divididos e incluso se ven rechazados por sectores que acompañaron las marchas del 21-n en las diferentes ciudades. De allí que el fenómeno del 21-n se pueda considerar superado por la estrategia gubernamental, que logró enfriar el momento.

La estrategia del gobierno tuvo tres elementos que le permitieron ser exitosa: por un lado, la política informativa del «miedo al vandalismo» (estimulada por las informaciones sobre los acontecimientos en Chile), que permitió justificar la salida del ejército a la calle, la mano libre al Escuadrón Móvil Antidisturbios (esmad) de la Policía Nacional y la descalificación a los voceros del paro por irresponsables y peligrosos. Por otro lado, se satanizó como oportunistas a quienes desde el liderazgo político pudiesen incidir en la dirección del proceso. Finalmente, hubo lo que el gobierno llama la «Conversación Nacional», que permitió crear una interlocución paralela, con el apoyo de los medios, del sector empresarial y de la Iglesia católica, que defienden este espacio como manera de institucionalizar la protesta para que el país «no se salga de madre». El efecto real es que hasta hoy se desconoce al Comité del Paro y la negociación planteada por este.

Por último, la cercanía con las celebraciones de fin de año, que distrajeron la atención de la ciudadanía, contribuyó a apagar el entusiasmo del 21-n.

En el 21-n y las movilizaciones sucesivas se ha expresado una mezcla compleja de reivindicaciones de índole socioeconómico (pensiones, impuestos, educación, etc.), de rechazo vigoroso a la figura de Iván Duque –y, aparentemente, también al uribismo en general y a la casta política tradicional–, pero asimismo un clamor contra la violencia estatal y paramilitar. ¿Cómo se articulan estas demandas tan heterogéneas?

Creo que lo que hubo fue un grito colectivo y, si se quiere, desesperado. En la masividad de la protesta, incidió el agotamiento de la opinión ciudadana frente al descaro institucional que expresaba el gobierno a través del Ministerio de la Defensa, que minimizaba el asesinato de líderes sociales e intentó ocultar el asesinato del ex-combatiente de las farc [Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia], Dimar Torres, por parte de un suboficial del ejército, acompañado por acusaciones mentirosas que trajeron a la memoria la práctica de las ejecuciones extrajudiciales conocidas como «falsos positivos» en Colombia.

El desarrollo de estos episodios devino en la salida del ministro de la Defensa, Guillermo Botero, luego de un debate parlamentario en el que se comprobó además que el ministro y el propio gobierno escondieron la muerte de niños durante un bombardeo a un campamento de las disidencias de las antiguas farc en el departamento del Caquetá. Ese hecho potenció la indignación contra el gobierno, que en buena parte se refleja en la masividad del 21-n.

Las otras reivindicaciones que articuló el Comité del Paro suman 104 y son reclamos de índole económica, regulatoria, social, además del rechazo al asesinato de líderes sociales e indígenas, etc. Sin embargo, este comité que convocó el 21-n se ha quedado sin aire suficiente al desinflarse la movilización de la calle y al enfrentar la estrategia de Conversación Nacional del gobierno.

Eso dicho, en el espacio creado por el gobierno, la cantidad de peticiones es mucho mayor, son miles, en muchos casos coinciden con las de las marchas y son contrarias al interés del gobierno. Por ejemplo, se ha pedido que se instale la mesa de negociaciones con el Ejército de Liberación Nacional (eln), que se suspenda la técnica del fracking para la explotación de petróleo o que se cambie el modelo económico basado en el uso de combustibles fósiles. No van a esa conversación solo los amigos del gobierno. Van también sectores que no tienen organización, individuos que sienten la posibilidad de decir cosas, de «quejarse» a ver si los escuchan, organizaciones que no se sienten representadas por el Comité del Paro o gente común y silvestre que va a ver si el gobierno les pone atención.

Pero la Conversación Nacional rompe el esquema de la convocatoria al 21-n, que tenía un comité responsable, unas peticiones y una exigencia de negociarlas. Ahora hay unas mesas coordinadas por personas a las que el gobierno convocó con apoyo de la Iglesia y de los empresarios para que escuchen a organizaciones e individuos en cada línea temática, sin un propósito claro, con una extensión en el tiempo indefinida, y a ver qué va pasando.

Así que no hay verdadero camino de negociación frente a las exigencias del 21-n. No hay reconocimiento real al Comité del Paro y se produce una suerte de paralelismo gubernativo frente a un movimiento social reivindicativo de múltiples orígenes. De allí la eficiencia de la estrategia del gobierno. No hay negociación, hay «conversación», y en el entretanto, los medios de comunicación con más audiencias ayudan en su mayoría al gobierno, poniendo en duda si la continuidad del paro vale o no la pena para la ciudadanía, estimulando la narrativa de que los vándalos se fortalecen, etc., etc. Y amplificando versiones de que el 21-n habría sido un plan de los «rusos», de Nicolás Maduro, de las disidencias de las farc, del eln, etc. Esto sin duda contribuyó a deslegitimar el proceso post-21-n, está cada vez más deslegitimado, por cierto no en los grupos organizados o militantes de izquierda, sino entre las clases medias de centro y de centroderecha, cuya participación fue la novedad que les dio fuerza a las protestas. Nunca antes estos sectores de la sociedad –de los que una parte se había expresado positivamente frente a la paz durante el plebiscito– habían acompañado reivindicaciones económicas o de normatividad laboral.

¿Qué se puede decir hoy del movimiento sindical colombiano? ¿Cuál es su nivel de presencia y de efectividad en la sociedad? ¿Está en una fase de redinamización, o lo del 21-n fue solo un efecto de oportunidad coyuntural?

El movimiento sindical por sí solo tiene poca convocatoria en la sociedad colombiana. En general, los sindicatos y su dirigencia no son una referencia para la mayoría de la población. Tenemos un movimiento sindical anacrónico, cuyas formas organizativas y de comunicación están ancladas en los años 60 del siglo xx. Sus liderazgos siguen excluyendo a las mujeres en los niveles de dirección fundamental y sus discursos hablan de temas que son marginales para la mayor parte de la población económicamente activa del país. No se puede hablar de redinamización en el mundo sindical. Ellos fueron parte de los convocantes a la fiesta (no fueron los únicos), y sin embargo no pusieron la música, no definieron lo que ocurrió el 21-n. Y luego del 21-n, la gente en la calle claramente no quiere que ellos sean sus voceros. Los estudiantes, las nuevas ciudadanías, los animalistas, la población lgtbi+, los artistas, entre otros que se movilizaron, tienen agendas diferentes de la de las reivindicaciones laborales, no le entregan ni le entregarán su voz a la dirigencia de la Central Unitaria de Trabajadores (cut) o del movimiento sindical en general.

Las pensiones no son la preocupación de los jóvenes, los suyos son temas como la calidad del aire, la sostenibilidad del planeta, y esos discursos no son los de los sindicatos ni los de las dirigencias sindicales. Si algo han demostrado el 21-n y sus desarrollos, es el anacronismo y la desconexión del liderazgo sindical con las ambiciones y las agendas del movimiento urbano, joven, estudiantil, desempleado, excluido, indígena, que se expresó con fuerza en esta fecha.

Parecería que, de un modo muy parecido a lo que pasó en Chile, hubo una especie de bifurcación o de paralelismo no sinérgico entre modos de protesta y de movilización muy novedosos y creativos, incluso lúdicos –y relativamente ajenos al repertorio de la izquierda tradicional–, y brotes de furia caótica y de vandalismo cuyas fuentes y modalidades no son fáciles de identificar y que, por supuesto, fueron instrumentalizados y exagerados por el poder. ¿Cómo lo ve?

La instrumentalización de la violencia real o imaginada fue exitosa para el gobierno en los días previos a la marcha del 21-n. Por eso fue fácil y conveniente para la derecha y sectores radicales de la derecha que llegáramos al toque de queda en Bogotá y Cali. Generar miedo sobre lo que ocurriría, llamar a proteger las ciudades de los vándalos, fue la estrategia semanas antes del 21-n, y al finalizar la jornada se vería la efectividad de esa estrategia. Es cierto que la ciudadanía, después del 21-n, respondió lúdicamente, como se vio por ejemplo en la jornada de cacerolazos. Pero este espíritu creativo y pacífico quedó desbordado por el miedo al «vandalismo», la imagen de los tanques en las calles de Bogotá, de las pedreas violentas, etc. La cuestión de las pedreas, que fue marginal en la realidad, a través de su manipulación mediática se ha convertido en un tema sensible. Eso no solo porque hay acusaciones de todo tipo frente a este y otros hechos posteriores, sino adicionalmente porque los sectores de centroderecha, para diferenciarse de la izquierda y fortalecer posiciones en el debate político, sostienen que las marchas no pueden afectar el diario y normal discurrir de las ciudades. Los sectores que defienden la parálisis de actividades son señalados como vándalos que perturban el orden y quieren destruir la sociedad.

Sin embargo, muchos observadores dicen que, pese a sus límites, el proceso de paz y el retorno de las farc a la vida civil han generado cierta «desestigmatización» de la protesta social, que permitió a nuevos sectores unirse a ella sin miedo y sin recelo. ¿Concuerda con esta caracterización?

Hay más deseo que realidad en esa afirmación. De hecho, los días previos al 21-n fueron de estigmatización de la protesta y promoción del miedo por parte del gobierno. «Impediremos que pase lo de Chile», «Maduro y Cuba no van a vencer en Colombia», «No van a obtener en la calle lo que perdieron en las urnas»: desde la Presidencia hasta medios importantes de radio y televisión promovieron este discurso, pasando por los voceros de las Fuerzas Armadas. Protestar en Colombia sigue siendo visto como algo negativo, sospechoso y manipulado por intereses foráneos.

Además, los liderazgos de centroderecha, alternativos a la derecha paramilitar pero cuidadosos frente a los intereses del statu quo histórico, repiten junto al gobierno de Duque que la protesta es válida «pero sin violencia», pese a que ninguno de los dirigentes del paro o del 21-n llama a la violencia (hay que insistir en esto). Esta expresión repetida refuerza la idea promovida por el gobierno de que la protesta amenaza la tranquilidad ciudadana, que no puede bloquear vías, no puede suspender servicios. Es decir que solo es aceptable la protesta «aconductada». Todo esto crea desconfianza sobre la salida a la calle, aunque hay que reconocer que los nuevos gobiernos locales, especialmente los de Bogotá, Medellín y Cali, promueven por su lado la validez de la protesta y luchan contra la estigmatización de las marchas y sus liderazgos. Pero lo hacen insistiendo en que no debe haber bloqueos y suspensiones de servicios, e incluso desarrollando iniciativas de protocolos locales para controlar la violencia en las marchas. Esto genera discrepancias en el movimiento social, porque la línea de separación entre estas iniciativas y los mensajes del gobierno nacional es muy delgada y se confunde en la opinión pública.

Si uno observa la historia de Colombia, afirmaciones de este tipo vigorizan lógicas de pensamiento vigentes durante el conflicto armado según las cuales toda protesta era infiltrada por la guerrilla y sus promotores eran señalados como «guerrilleros de civil». En la situación actual posterior al Acuerdo de Paz, el discurso y las iniciativas de los nuevos gobiernos locales aún no alcanzan para que la sociedad en su conjunto asuma o refuerce lógicas de transición que legitimen la protesta social y la comprendan como una búsqueda de escenarios de solución a diferencias subyacentes en el ámbito de la vida social y económica del país que requieren de mecanismos extraordinarios de negociación.

Además, este debate sobre estigmatización de la protesta y la violencia en ella está afectado por la disputa sobre las elecciones presidenciales en 2022 –que es un factor relevante en los desarrollos post-21-n–. Los llamados del senador y ex-candidato presidencial Gustavo Petro a que se mantenga el paro hasta que el gobierno se siente a negociar son rechazados por la mayoría de los líderes y partidos políticos que se expresan en el Congreso y que se postulan como alternativa al gobierno de Duque. Los dirigentes del Partido Verde y los del Polo Democrático Alternativo, así como los partidarios de Sergio Fajardo, señalan a Petro como incendiario e irresponsable y como promotor de la violencia.

En los últimos años, hubo varios paros universitarios nacionales, tres paros agrarios, varias «mingas» indígenas, paros cívicos en Choco y Buenaventura, movilizaciones estudiantiles gigantescas en Bogotá, Medellín, Cali, Manizales, Barranquilla y Bucaramanga y varias movilizaciones e iniciativas ciudadanas en varios lugares del país. ¿Se puede ver ahí una anticipación de lo que pasó en noviembre, o se trata de algo diferente?

No creo que se observe una lógica de crescendo continuo. Lo que hay es un gran descontento y, al mismo tiempo, una enorme dispersión del movimiento social. Parecía que el 21-n sería el factor de condensación, pero lo que vemos meses después es que la dispersión y división son mayores, lo que no significa que no vayan a darse nuevas movilizaciones. Los esfuerzos de coordinación entre las expresiones rurales y urbanas de las protestas son aún débiles e involucran fundamentalmente a los sectores organizados o militantes que, a pesar de ser los más activos, no fueron el eje del fenómeno 21-n.

¿Cuál fue el papel de las redes sociales en la movilización? ¿Prevalecieron sus funciones positivas de coordinación espontánea y descentralizada o se manifestó más bien el riesgo de olas de fake news y manipulación?

Al inicio de la jornada, el rol principal de las redes sociales fue el de transmitir información que sirvió para extender el movimiento y las marchas. Ese proceso fue cambiando con el paso de las horas y, al término del 21-n, se convirtió en un alimentador del miedo, con fake news sobre vandalismo, anuncios sobre oleadas de personas que llegaban a robar y vecinos que se armaban, con lo que la protesta fue perdiendo simpatías minuto a minuto.

Sin embargo, las redes sociales fueron y siguen siendo un poderoso instrumento de comunicación, especialmente entre los jóvenes. Son un dinamizador de emociones en favor y en contra de la protesta, instrumento de denuncia y socialización de situaciones, pero no parece que alguna estrategia particular en las redes sociales haya jugado algún rol significativo el 21-n. Fue una herramienta permanente tanto de quienes promovieron la movilización diversa como de quienes al caer la tarde de ese día impulsaron el miedo como fórmula. Los días posteriores, las redes han sido útiles para impulsar las nuevas jornadas, hacer visibles nuevas vocerías, especialmente de artistas, y tuvieron un rol muy relevante en difundir y buscar apoyo en la comunidad de colombianos en el exterior.

El «No» al proceso de paz levemente mayoritario en el plebiscito de 2016 parecía expresar, entre otras cosas, una cierta indiferencia de sectores urbanos más o menos «protegidos» frente a los sufrimientos y dilemas de territorios periféricos víctimas de los embates más crueles de la violencia política y criminal. Pero ahora se ha visto una participación importante de sectores medios urbanos en estas movilizaciones y en su reclamo de cumplimiento sincero e integral del proceso de paz. ¿Cómo lo explica? ¿De veras la mayoría de la sociedad colombiana ha decidido dejar de «mirar para el otro lado» frente a la violencia contra líderes sociales y poblaciones marginadas? ¿No hay riesgo de que, con el posible deterioro creciente de las condiciones de seguridad en varios territorios, caiga de nuevo una capa de indiferencia y de fatalismo sobre estos hechos?

Los sectores urbanos que vimos movilizados el 21-n en su mayoría fueron los mismos que marcharon por el «Sí» durante el plebiscito. Ese empate político negativo de la sociedad colombiana no se ha resuelto y el país político continúa profundamente dividido sobre el proceso de paz y sobre la coyuntura. A esa división contribuyen factores como la postura del gobierno de Duque, que buscó desde sus inicios destruir la Jurisdicción Especial para la Paz (jep) y el sistema de justicia transicional que es la almendra del acuerdo con las farc. No es poca cosa, pues expresa la voluntad del gobierno de debilitar el acuerdo. A ello deben sumarse otros elementos: el crecimiento de las disidencias de las antiguas farc y la profunda división de su liderazgo (Iván Márquez versus Timochenko), con las consecuencias que ello implica para la estabilidad de la reincorporación colectiva a la vida civil; la convocatoria a rearmarse a los antiguos combatientes; y, no menos importante, la nueva y múltiple división de la expresión partidista legal de la ex-guerrilla –que también se llama farc, pero ahora significa Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común– y sus flojísimos resultados electorales. Hay que mencionar también el crecimiento del eln y su dominancia en vastas e importantes regiones como el Chocó y el Catatumbo, la ruptura de relaciones con Venezuela, la tensión permanente derivada del apoyo del liderazgo colombiano a la estrategia de Estados Unidos contra Maduro, el apoyo a Juan Guaidó y la dinamización de los carteles locales e internacionales de la coca.

Todos estos factores, así como los caminos de solución a estos desafíos, dividen las opiniones y son temas relevantes para las regiones. Por ejemplo: uso o no de aspersión aérea o erradicación forzada de cultivos de coca en contra de decisiones constitucionales; incumplimiento de los compromisos del anterior gobierno con miles de campesinos sobre sustitución voluntaria de los cultivos; parálisis de los procesos de inversión en las áreas de presencia de las antiguas farc. Todos estos temas siguen polarizando el debate nacional y dan a muchos colombianos la idea de que el proceso de paz no avanza, idea respaldada por discursos oficiales como el de la ex-ministra del Interior Nancy Patricia Gutiérrez, quien recientemente, antes de salir de su cargo, calificó dicho proceso como «semifallido».

Los asesinatos de líderes sociales fueron un factor que detonó la participación de muchos en el 21-n. Sin embargo, la negativa del gobierno a negociar con el Comité del Paro y la ausencia de un liderazgo más allá de ese comité que, interpretando banderas como el asesinato de líderes sociales, hubiese logrado generar una interlocución con el gobierno para tratar ese tema específico, han reducido la capacidad de asombro, y los asesinatos se han «normalizado». Eso hasta el punto de que en el mes de enero de 2020 se denunció un promedio de uno por día y el país no salió a marchar, con la excepción de unos pocos activistas, mientras solo algunos líderes políticos estuvieron haciendo la denuncia en redes sociales. El seguimiento social que hoy se hace frente al asesinato y riesgo permanente del liderazgo social, especialmente en pequeños municipios y áreas rurales del país, no es suficiente. Dados los últimos desarrollos post-21-n y la profundización de la división actual en el país, los llamados de alerta han disminuido y efectivamente el fatalismo viene tomándose buena parte de la opinión pública. Con este antecedente, es imposible afirmar hoy que la movilización social hará cambiar de rumbo al gobierno o que lo obligará a relanzar una política de construcción de paz, abocar el fin del conflicto armado por un camino diferente al de manu militari o evitar el deterioro del proceso de paz.

Cierto es que subsisten dinámicas de mejoramiento de la vida de los campesinos en materia de paz, seguridad y potencialidades de desarrollo en algunas regiones de Putumayo, Huila, Meta o Caquetá y otros territorios. Pero en las regiones de frontera con Venezuela, en el corredor del Pacífico y otras importantes áreas del país, continúa mandando el que tiene la pistola más grande. La existencia de los pobladores de esas zonas discurre en medio de desplazamientos, minas antipersonal, confinamientos y riesgos permanentes para su vida y su economía producto del control territorial transitorio o semipermanente que ejercen diversos actores armados no estatales.

Uribe fue un presidente bastante popular en su tiempo, y su política de «seguridad democrática» contó con la aprobación explícita o tácita de muchos sectores de la sociedad –y no solo de las elites ultraconservadoras–. Pese a la división en la opinión que usted menciona, ¿cómo se explica el cambio de humor relativo de la sociedad frente a los enormes «daños colaterales» de las políticas de seguridad?

Buena parte de esa explicación radica en que la seguridad dejó de ser la preocupación de los núcleos urbanos –que representan la mayoría de la población–, al contrario de lo que era en los inicios del siglo xxi. Las farc no son hoy una amenaza para los colombianos, no existen. Uribe se ha quedado en el aire con un discurso anticuado cuya obsesión presente es «evitar que nos convirtamos en Venezuela» (un tema más agitacional que real para los colombianos); eso, sin desconocer que esta afirmación le facilita reeditar su viejo discurso antiterrorista. Lo que preocupa a los jóvenes son temas como la lucha contra la corrupción, la sostenibilidad ambiental, el animalismo, la migración, la defensa del agua, la educación, la calidad del aire, el modelo económico. Uribe y su partido están fuera de sintonía con estos temas, y eso vale también de hecho para la mayoría de los liderazgos políticos nacionales. Pero más allá del cambio generacional, sí hay también una evolución de opinión en los antiguos votantes por Uribe, que no hay que confundir con el núcleo duro de los uribistas. Esos ex-electores no uribistas de Uribe de inicios del siglo xxi comprenden mejor los retos actuales, andan buscando proyectar sus negocios internacionalmente, no comparten la visión de Donald Trump para la región ni tampoco su proteccionismo a ultranza, y perciben los riesgos que se derivan de la política estadounidense actual para la modernización de la economía y la política del país.

En buena parte de los jóvenes existe la certeza de que Uribe, al igual que los partidos históricos y sus liderazgos, son el «viejo país», que identifican como criminal y asociado al paramilitarismo. No expresa ni representa sus preocupaciones, no conecta con sus sueños, sino que quiere conducirlos por el camino ya recorrido, con su perpetuación de la violencia, la inequidad y la corrupción. Dicho esto, es interesante observar que la pirámide generacional está cambiando y Colombia está envejeciendo, de allí que el país de Uribe siga teniendo fuerza. Por ello, la apuesta de poner a Duque como presidente permitió un juego de espejos en el que Uribe se ponía en sintonía con la ambición de relevo generacional y, a la vez, conservaba la política anticuada y tramposa que Duque expresa.

Al mismo tiempo que se produce esta expresión del malestar ciudadano, las fuerzas político-parlamentarias alternativas a la vieja partidocracia, y en particular las fuerzas de centro renovadoras, de centroizquierda y de izquierda –pese a sus relativamente buenos resultados electorales en los últimos escrutinios– parecen bloqueadas en conflictos personales o recelos tal vez más clánicos que ideológicos…

Las candidaturas que se presentan como alternativas son proyectos personales fuertes que obedecen exclusivamente al liderazgo de cada una de sus figuras. Los de Sergio Fajardo, Gustavo Petro, Jorge Robledo son liderazgos cuajados en el tiempo y son ellos quienes deciden sus candidaturas o no. Incluso alguien como Fajardo había dicho públicamente –luego de la elección de Duque– que nunca más sería candidato. Hoy, a dos años y meses del fin del gobierno de Duque, anda en gira presidencial. Robledo decidió también, él solito, ser candidato. No obedecen a procesos colectivos. Petro se reclamó candidato el día en que Duque ganó la elección como presidente. El Partido Verde tiene hoy su figura más reconocida en la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, que parece obedecer más a procesos de partido. Sin embargo, bajo el ala de su institucionalidad, existe una protocolización de divisiones que giran alrededor de las candidaturas mencionadas, sin lograr un equipo sólido en su pensamiento y acción.

Derivado del Acuerdo de Paz con las farc y ante los ataques del gobierno contra él, se creó el colectivo Defendamos La Paz (dlp), un grupo de opinión en el que se expresan diversas corrientes alternativas: la nueva farc; la ruptura del viejo Partido Liberal liderada por el ex-ministro Juan Fernando Cristo; sectores de centro renovador que impulsaron la candidatura de Humberto de la Calle, cabeza de la delegación de paz del gobierno de Juan Manuel Santos; y distintos sectores de izquierda. Estas fuerzas apuntan a la promoción de un frente o de un escenario de encuentro para 2022. Si bien esto aún no se define con claridad, intentan ser un jugador en la próxima coyuntura electoral.

Pero tienen también en común su rechazo a la lógica política que expresa Petro y la animadversión a incluirlo en un esfuerzo de confluencia de izquierdas, centros o cualquier nombre con el que quieran denominarse. Porque efectivamente, en Colombia, la política alternativa es principalmente clánica. Así se tengan similitudes o diferencias ideológicas, lo que predomina son las animadversiones personales de cada líder.

Resulta por tanto correcto afirmar que hoy, el consenso entre los sectores de centroderecha y centroizquierda (Fajardo, Robledo, Juan Manuel Galán, Angélica Lozano y otros senadores verdes) es no juntarse con Petro, definir su cercanía como tóxica y preservar con él o con sus seguidores enconadas peleas por redes sociales. Esas mismas disputas, en ocasiones grotescas, las reproducen los formadores de opinión de centroizquierda, izquierda, voceros de la derecha y centroderecha frente a lo que llaman el «petrismo», a menudo acusado de ser el «comodín» colombiano del «chavismo-madurismo».

En el Senado y la Cámara de Diputados, las «bancadas alternativas» han buscado ser eficientes en lo relacionado con la defensa de proyectos sobre el cumplimiento del Acuerdo de Paz. Los esfuerzos colaborativos se presentan de manera coyuntural y en temas específicos: aspersión aérea, negociaciones de paz, respeto a los protocolos firmados con los países garantes (Noruega y Cuba) para el proceso de paz con el eln, entre otros. Hay diferencias en especial sobre temas económicos y ambientales (por ejemplo, frente al tema de combustibles fósiles o del fracking) entre los congresistas del Partido Verde, los del Polo y los de la coalición Colombia Humana-Unión Patriótica, liderada por Petro. Los integrantes de las «bancadas alternativas» han hecho uso conjunto del «derecho de réplica» a las alocuciones presidenciales, pero no son una fuerza unificada. Debe anotarse que Petro y sus posiciones políticas son motivo de polémica por la representación que tienen o no frente a los demás sectores.

Dentro de estas bancadas podrían generarse más iniciativas comunes de cara a 2022. Se mueven discusiones en ese sentido y lo que se observa es que las sinergias especialmente ocurren entre el Partido Verde, sectores del Polo y algunos congresistas de los viejos partidos que se declararon en independencia o en oposición frente al gobierno. Pero esa búsqueda de sinergias y esfuerzos comunes frente a 2022 excluye a Petro.

¿Cómo se explica este rechazo a Petro?

Personalmente, pienso que Petro ha demostrado ser el candidato con mayor solidez conceptual y raigambre popular, y también con mayores agallas para llamar las cosas por su nombre. Su postura sobre temas como la agenda de las nuevas ciudadanías –desde su campaña a la Alcaldía–, el cambio climático, la defensa del agua, la calidad del aire, la educación, el reconocimiento de las drogas como un tema de salud pública, la lucha implacable contra la corrupción y el paramilitarismo, deberían ser credenciales suficientes para gozar de un amplio apoyo. Me parece el líder más moderno frente al debate global en materia de modelo de desarrollo y retos de la democracia. Sin embargo, la posibilidad de que Petro, que obtuvo la segunda votación presidencial con ocho millones de votos, tenga el respaldo de los demás sectores para encabezar una candidatura es nula. Es el líder más polémico y controversial hoy en el país, y es declarado como el enemigo del Partido Verde, del Polo, de la corriente de Fajardo, además de los partidos tradicionales y en especial del uribismo. Es el diablo temido al que no se le puede aceptar ningún tipo de desarrollo.

Por un lado, sus afirmaciones conceptuales críticas, sin concesiones al statu quo, lo distancian de los sectores de centro, que lo ven como una amenaza para la estabilidad de la economía y de la estructura institucional. Pero hubo también episodios como el video donde se lo ve recibiendo dinero en bolsas de un amigo y contratista1, y aspectos negativos como su enconada actitud en redes contra diversos actores que podrían ser potenciales aliados, su individualismo para tomar decisiones y la actitud de «endiosamiento» que generan sus seguidores más radicales. Todo esto debilita su potencial entre las capas medias.

Aunque hoy no parece que tenga posibilidades de ser un candidato de coalición, estoy convencido de que jugará un papel relevante en el debate y todavía puede ser una sorpresa si consigue nuclear a sectores importantes de la población. Por eso su estrategia es construir masa crítica para presentarse solo y obtener una votación que lo ponga en segunda vuelta.

¿Qué otros escenarios de candidaturas «alternativas» se presentan?

La otra posibilidad para superar electoralmente el uribismo y la dominancia de la vieja partidocracia expresada por Duque sería que, en 2022, sectores del establishment político y empresarial, así como muchos de los votantes que respaldaron a Duque, apoyen a Fajardo. Los factores relevantes que pueden potenciar aún más esa candidatura serían: un impacto positivo de la gestión de Claudia López –quien repetidamente ha expresado su apoyo a la candidatura de Fajardo– en Bogotá (no puede negarse el peso y significado de la capital como factor de la política de relevo al uribismo); un crecimiento nacional del liderazgo de Fajardo semejante al que logró localmente López sobre sectores medios de la población; un éxito de la estrategia de los sectores de centro y de derecha de identificar a Petro con el «chavismo-madurismo».

La próxima campaña presidencial tendrá como coordenadas esenciales el despliegue de los liderazgos unipersonales, la situación con Venezuela (migración, desarrollo de la estrategia de eeuu, con sus aspectos de guerra encubierta), las dinámicas territoriales de violencia que siguen creciendo en los bordes de la frontera agrícola del país y las zonas limítrofes con los países vecinos, la capacidad de perturbación institucional del eln y de las disidencias conducidas por antiguos líderes de las farc y las dinámicas de la economía del narcotráfico (fumigaciones, incidencia en las comunidades, etc.).

¿Qué es de Álvaro Uribe y de las derechas?

El partido de Uribe, el Centro Democrático, es el partido de gobierno, y Duque es fiel a la lógica política de su jefe. Uribe es la fuerza de Duque y el uribismo de Duque es su elemento de estabilidad. Además de un ganador, Uribe sigue siendo un factor determinante de las decisiones de Estado en el país. Si bien es cierto que el mundo empresarial, político y los medios no lo aplauden como antes, muchos siguen respaldando su gobierno, el gobierno de Duque, aun considerándolo un aprendiz de baja calificación.

Eso dicho, el silencio que mantiene Uribe estos últimos meses se debe a los desarrollos judiciales. El juicio contra Santiago Uribe, su hermano, sospechado de actividades paramilitares, está a punto de resolverse. Este hecho le toma mucho de su tiempo y, adicionalmente, lo preocupan las decisiones que pueda tomar la Corte Suprema de Justicia sobre las acusaciones graves que existen en su contra2.

En el liderazgo de los partidos y movimientos que ayudaron a elegir a Duque asumen que Uribe no podrá definir la nueva figura presidencial. Sin embargo, saben que todavía es y será un actor relevante en las elecciones de 2022. Por su parte, la derecha más dura sigue siendo uribista fiel. Sus representantes no quieren pelearse con Duque, pero a menudo expresan públicamente inconformidades que los ayudan a mostrar su vigencia e importancia dentro del Centro Democrático. Sus éxitos son evidentes: logran mantener su agenda beligerante con Venezuela, tienen los cargos más relevantes del ejecutivo (Defensa, Relaciones Exteriores), preservan el mando fundamental de las Fuerzas Armadas y sus voceros son la voz fuerte dentro de la junta directiva de la empresa colombiana de petróleos, Ecopetrol.

El interrogante es ¿cómo actuarán en 2022? ¿A quién impulsarán como candidato? Mientras llega esta definición, hacen debates e impulsan medidas de control a los ímpetus de algunos aliados moderados que quieren romper el Centro Democrático y fragilizar a Uribe de cara a 2022. Con Duque, la derecha más reaccionaria se reacomoda y tiene garantizada su supervivencia en el poder por lo que resta del gobierno. Lo que podemos afirmar es que, así como es claro que habrá alternativas al uribismo en 2022, también es cierto que ni al cajón del uribismo ni al de la vieja partidocracia colombiana se les ha puesto el último clavo.

Fuente e imagen: https://nuso.org./articulo/colombia-despertar-ciudadano-y-dilemas-politicos-despues-del-21-n/

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Alejandro Perales: “Es fundamental entender que los principales perjudicados de la información falsa somos los usuarios”

Por Aika Educacion/Belen Sancho

La crisis del coronavirus ha traído consigo una crisis en la información. Los medios de comunicación producen muchísimo contenido y, a ello, se suma un gran aumento de la proliferación de noticias falsas. Alejandro Perales, presidente de la Asociación de Usuarios de la Comunicación (AUC),  considera fundamental el papel del usuario para frenar la circulación de las fake news.

El papel de asociaciones como la AUC garantiza a la población un instrumento para velar por sus derechos. Esta asociación lucha por garantizar el derecho frente a los medios y las tecnologías de la comunicación. “Nos preocupan dos cosas: la propia generación de noticias falsas y las informaciones falsas que afectan a la seguridad económica o a la salud de las personas”, afirma Perales en relación a los productos y ofertas que han aparecido en Internet.

“Los medios tradicionales han recuperado mucho terreno desde el punto de vista de fuente fiable”

Los medios de comunicación tienen la tarea de informar con veracidad y desmentir bulos. Pero los usuarios también tienen la obligación de contribuir a ello. Perales considera fundamental, pues los principales perjudicados ante las fake news es la propia sociedad. “Las noticias falsas menoscaban nuestro derecho a la información veraz”, apunta Perales.

El informe de Reporteros Sin Fronteras sobre el estado de la libertad de prensa en el mundo señala el retroceso de Europa. En este último año, se han llevado a cabo vulneraciones de este derecho a lo largo del continente. Perales considera que, “en términos generales, la libertad de prensa está garantizada”.  Pero se muestra prudente, pues considera que ve un peligro si “se tomaran determinadas decisiones en favor de la veracidad de la información que al final acabaran menoscabando la libertad de expresión”.

La pandemia del coronavirus va a traer consigo muchos cambios en diferentes aspectos. Los medios de comunicación han sido de los primeros en tener que adaptarse a las circunstancias para poder seguir ofreciendo información al usuario. Mientras tanto, la población tiene en su mano poder aportar su granito de arena. Frenar la circulación de noticias falsas, así como cumplir la normativa en todo momento es la prioridad.

Fuente: http://www.aikaeducacion.com/entrevistas/alejandro-perales-es-fundamental-entender-que-los-principales-perjudicados-de-la-informacion-falsa-somos-los-usuarios/

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La incertidumbre epistémica y las crisis de salud

Por: Sofía García-Bullé

La ciencia es falible, los líderes que la comunican no necesitan ser perfectos, solo sinceros.

Cuando una pandemia alcanza dimensiones globales, la comunicación, la veracidad y la agilidad con la que se comparten los datos es clave. En artículos anteriores, hemos hablado sobre el peligro de las noticias sin fondo y de la información falsa durante el desarrollo de una crisis de salud. Sin embargo, aún si toda la información es verdadera, expedita y clara, existe otro problema en el área cognitiva y social que complica cómo procesamos situaciones como esta: la incertidumbre epistémica.

El término se refiere a ese margen de error en datos o cifras científicas, consecuentes de una falta de conocimiento en el proceso modelo. Este grado de inexactitud es común cuando se trata de traducir a números el avance de un virus con el que no nos habíamos enfrentado antes, cuyos patrones de avance no pueden predecirse con facilidad a números, porcentajes, estadísticas o datos que proyecten certeza.

¿Qué efectos tiene la incertidumbre epistémica?

La ciencia y la incertidumbre van de la mano. Cualquier académico podría explicar sin problema que sin importar la disciplina que se estudie, la incertidumbre es una compañera habitual al camino al conocimiento y la obtención de datos factuales. Podría decirse que la incertidumbre jugó un papel importante en la elaboración del método científico, diseñado para trabajar con base en la hipótesis, algo que creemos pero no de lo que no tenemos pruebas, para llegar a una comprobación y un conocimiento factual.

Idealmente, es a través de la comprobación y el conocimiento factual que la comunidad científica y líderes de diversas esferas obtienen la confianza del público al que responden. Pero la cosa se complica cuando no es posible producir conocimiento factual a la misma velocidad que la gente se contagia, padece la enfermedad y en casos extremos fallece.

Como consecuencia, científicos, periodistas y servidores públicos se han vuelto reacios a proporcionar información que implique entrar en áreas de incertidumbre epistémica, algo muy difícil de evitar cuando se está tratando de comentar sobre el avance de una epidemia nueva.

¿La transparencia ayuda?

Ante un panorama que parecía denotar un hartazgo y falta de confianza hacia los expertos, científicos en el Centro Winton de Riesgos y Comunicación de Evidencia de la Universidad de Cambridge, realizaron un estudio para analizar los efectos de comunicar verdades de incertidumbre epistémica y su correlación con la con la confianza del público que recibe estas comunicaciones.

Los investigadores probaron la reacción del público ante datos presentados en forma cualitativa, usando términos como “se estima que” o “aproximadamente”, además de datos presentados en forma cuantitativa, en la que los comunicadores se centraban en cifras, porcentajes y rangos numéricos. Las reacciones fueron más positivas ante comunicaciones con base en datos, asimismo cuando los comunicadores intentaban ser certeros y honestos.

 “Como público, debemos esperar que  perspectivas científicas sobre la naturaleza del virus y cómo combatirlo cambien conforme se descubren más evidencia, y estar preparados para cambiar nuestra conducta acorde a esto”. 

Generar confianza no se logra con base en la proyección de infalibilidad, más bien de honestidad. En la mayoría de los casos, comunicar verdades a medias o limitar la información puede ser contraproducente, ya que tiene un impacto negativo en la veracidad percibida sobre la información que comparte un comunicador ya sea un líder político, científico o periodista.

Existe un espectro amplio de cosas que no sabemos y no podemos predecir con exactitud en la ocasión de una pandemia como esta, pero esto no debe detener o asustar a las personas responsables de compartir información, es importante que lo sigan haciendo para mantener un nivel de confianza alto entre quienes están a cargo de las estrategias para manejar la crisis de salud y el público general.

Esta confianza es crucial, no solo para mantener la credibilidad de quienes comunican, sino la paz mental de los que reciben la información y el orden social en las comunidades, estados y países afectados por la pandemia. De la misma forma en que es necesaria esta comunicación a pesar de la incertidumbre epistémica, este frágil equilibrio entre locutores y receptores depende de la flexibilidad del público a adaptarse a datos nuevos y a remarcar los límites de la incertidumbre al tiempo que van recibiendo más información.

“Como público, debemos esperar que  perspectivas científicas sobre la naturaleza del virus y cómo combatirlo cambien conforme se descubre más evidencia, y estar preparados para cambiar nuestra conducta acorde a esto”, explica Lorraine Daston, historiadora de ciencia en el Instituto Max Planck para la Historia de la Ciencia en Berlín.

La incertidumbre en una situación de pandemia es imposible de evitar, pero esto no es algo intrínsecamente negativo, mientras se tenga en cuenta que esta abre un camino a la adaptabilidad, el análisis, el pensamiento crítico, la practicidad y la calma, no solamente a la posibilidad del miedo o el desorden social.

Fuente e imagen: https://observatorio.tec.mx/edu-news/incertidumbre-epistemica

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La cadena australiana ABC y su aporte a la alfabetización mediática

Oceania/Australia/Aikonews/ Kelly Robledo

La revolución de Internet y, con ella, la comunicación en línea es una de las principales características de la era en la que vivimos. Si bien, muchos de los avances tecnológicos relacionados a esta fueron creados el siglo pasado, los últimos años han tenido un mayor desarrollo y expansión. Y a medida que estos avanzan, es importante que la audiencia se eduque para ser consciente y crítica de la información que recibe. En esta línea, mucho se habla actualmente de la necesaria media literacy (alfabetización mediática).

Académicos como Carlos Scolari, Buckingham y Domaille explican que hablar de media literacy implica que el público genere conciencia crítica, tenga una participación democrática e, incluso, sepa disfrutar de la oferta de los medios. En esta línea, resulta de interés conocer cómo es que las cadenas de información contribuyen a la causa.

La iniciativa de la Australian Broadcasting Corporation (ABC) destaca en este aspecto con el trabajo que realiza desde su plataforma ABC Education. En esta web dedica exclusivamente un apartado a la Media Literacy, en el que comparte contenido propio con el que ahonda en temas que van desde los principios básicos sobre la generación de noticias y qué es la alfabetización en medios, hasta fenómenos como las fake news o la interactividad, además de dar tips para profesores de la materia.

La sección Explaning News se divide a su vez en dos apartados: News Basics y Learn from experts. En el primero se ofrecen notas en las que mayormente son los mismos periodistas de ABC quienes explican de forma sencilla y creativa (vídeo, texto o imagen), pero rigurosa, temas sobre la producción de información periodística. Se incluyen, por ejemplo, publicaciones sobre ética, opinión y periodismo de investigación. En el segundo, Lear from experts, podemos ver entrevistas a expertos de la industria informativa en formato de vídeo corto, y con ellos aprender sobre cómo los medios afrontan los desafíos de la tecnología.

Por su parte, el espacio Questioning Media desarrolla dos temas principales titulados Fake or False News y Fact check essentials. En estos se tiene acceso a notas y recursos interactivos relacionados a la temática de noticias falsas y verificación. Destaca el juego Real, LOLZ, oops or fake? que la misma ABC ha desarrollado y que consiste en que los estudiantes aprendan a cómo comprobar la credibilidad de una noticia.

En el apartado Teacher Tips, la ABC pone a disponibilidad de los maestros diversos recursos para usar en clase y educar sobre los medios, también ofrece kits de herramientas, plantea retos y concursos, da sugerencias de gestión de asignaturas con ayuda de los medios; todos estos acompañados de una guía detallada de aplicación. Asimismo, proporciona links de interés que dirigen a páginas externas que abordan la misma línea temática. Uno de los recursos que más llama la atención dentro de esta sección es el interactivo Fact vs opinion vs analysis, diseñado para ayudar a los estudiantes a comprender las definiciones de hechos, opiniones y análisis de noticias.

Por último, en la sección Media Literacy Week se comparte contenido que profundiza en la alfabetización mediática como tal. De esta forma, se ofrecen notas textuales o en vídeo que explican la importancia de dedicar esfuerzos en pro de una sociedad que haga un consumo consciente de la información. También, presenta casos destacados a nivel mundial sobre medios que trabajan en esta línea.

Además de desarrollar estos cuatro apartados, ABC Media Literacy ha reservado un espacio, al final de su web, denominado More on Media Literacy, desde el cual se puede acceder a páginas que gestiona la misma cadena, con las que se suma a la lucha contra la desinformación. Estas páginas son ABC Factcheck, Navigating the News, Science y Backstory.

Fuente: http://www.aikaeducacion.com/en-profundidad/la-cadena-australiana-abc-y-su-aporte-a-la-alfabetizacion-mediatica/

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Producción Científica China Bajo La Lupa

Por: Sofía García-Bullé

En tiempos de alta tensión internacional, el conocimiento puede volverse un arma y los académicos fuentes de información confidencial codiciada.

Las universidades son espacios donde se genera y comparte conocimiento y donde se llevan a cabo grandes descubrimientos científicos y tecnológicos a través de la investigación científica. El propósito de la investigación científica es aportar conocimiento y recursos que contribuyan al  avance de la humanidad. En algunas ocasiones, el proceso de investigación implica la producción y manejo de información altamente sensible y confidencial, por lo que se exige a los científicos evitar verse influenciados o comprometidos por intereses políticos o económicos ya que un caso de deshonestidad académica en este tipo de situaciones puede provocar incidentes internacionales.

En artículos anteriores hemos hablado sobre cómo el panorama geopolítico puede afectar el trabajo y hasta la integridad física de académicos de diversas áreas del conocimiento. Estas situaciones suelen darse ante el temor constante de los regímenes políticos del uso indebido de la información que pueda comprometer la seguridad nacional de países enteros. A continuación presentamos tres casos en los que malas prácticas y el manejo inadecuado de información confidencial, se extendieron más allá del rubro académico para convertirse en un conflicto entre naciones.

Un conflicto sobre declaración de fondos

El pasado martes 11 de febrero, autoridades federales estadounidenses arrestaron a Charles Lieber, uno de los principales expertos en nanotecnología a nivel mundial. El científico mantenía su posición como presidente del departamento de Química en la Universidad de Harvard cuando aceptó un puesto de asesor en la Universidad de Wuhan, China. El objetivo era apoyarlos como experto en la fundación de un laboratorio y crear propuestas de investigación estratégicas y visionarias.

De acuerdo a los reportes del Buró Federal de Investigación (FBI por sus siglas en inglés) de los Estados Unidos, el Dr. Lieber recibió 15 millones de dólares en fondos por parte de el Instituto de Salud y el Departamento de Defensa estadounidenses; a la vez  que sus empleadores en China, le pagaban 50,000 dólares mensuales para fondos para investigación, pagos que no habían sido reportados por el científico.

El conflicto se debe a que, en Estados Unidos, todo investigador debe revelar si recibe fondos de otros países. Tras encontrar este encubrimiento, el Departamento de Defensa cuestionó al Dr. Lieber al respecto, quien a su vez proporcionó información falsa. Actualmente Lieber se encuentra suspendido de su posición en Harvard y enfrenta cargos federales por mentir al Departamento de Defensa.

¿Un posible caso de espionaje exitoso?

Yanqing Ye trabajó como investigadora en el departamento de Física, Química y Bioingeniería Médica de la Universidad de Boston hasta abril del 2019, posteriormente la Dra. Ye regresó a China. Los problemas con su estancia surgieron recientemente cuando fiscales federales de los Estados Unidos denunciaron que en la aplicación para su visa, la científica ocultó su posición como teniente en el Ejército Popular de Liberación, el ejército nacional de la República Popular China. Sin embargo, el currículum que la investigadora presentó a la Universidad de Boston al aplicar,  incluía información sobre un grado académico obtenido en la Universidad Nacional de Tecnología de Defensa, la institución de educación superior del Ejército Popular de Liberación.

Los fiscales además sostienen que durante su estancia de investigación en Estados Unidos, la Dra. Ye siguió recibiendo y llevando a cabo órdenes de sus superiores en la milicia china. El gobierno estadounidense levantó cargos contra la investigadora por fraude de visa, realizar declaraciones falsas y conspiración con un gobierno extranjero, pero no ha sido arrestada, dado que se encuentra en China.

Publish or perish”: un cáncer de la academia

Otro caso es el de Zaosong Zheng. El investigador afiliado a la Universidad de Harvard fue descubierto tratando de salir del país con 21 ampolletas robadas de un laboratorio del Centro Médico Beth Israel Deaconess, en Boston.

Las ampolletas contenían material de una importante investigación relacionada con el desarrollo del cáncer. Tras ser arrestado, el académico admitió haber intentado escapar con estas muestras para publicar la investigación bajo su nombre en China e impulsar su carrera científica. Zhen enfrenta cargos por contrabando y falso testimonio, y actualmente se encuentra bajo la custodia del gobierno estadounidense.

¿Qué pasa cuando solo es un error desafortunado?

Los arrestos y procesos mencionados anteriormente forman parte de un despliegue del gobierno estadounidense ante las sospechas y amenazas de espionaje y robo de información motivadas por las tensiones internacionales entre Estados Unidos y China. El gobierno estadounidense ha comentado repetidamente la necesidad de proteger agresivamente el conocimiento generado en el país que pudiera ser robado y utilizado por otras potencias mundiales. Casos como los anteriores podrían darle la razón, pero, ¿qué tan estrictos pueden ser en términos de colaboraciones internacionales académicas sin caer en un caso extremo de paranoia? y ¿Cómo afectaría esta práctica a la apertura científica y colaboración académica?

En agosto del año pasado, Feng Tao, quien trabajaba como químico en la Universidad de Kansas fue acusado de fraude por el supuesto fallo en comunicar una posición de tiempo completo en una universidad china, mientras recibía fondos federales estadounidenses. A diferencia del caso del Dr. Lieber, por ejemplo, el académico no proporcionó información falsa y aparentemente no mostró malicia ni dolo en la omisión de la información sobre su puesto en China.

Su abogado, Peter R. Zeidenberg, declinó comentar sobre el caso específico del Dr. Tao, pero sugirió que los fiscales estadounidenses podrían estar persiguiendo desmedidamente a académicos chinos con lazos internacionales que solamente cometieron un error de comunicación y no necesariamente son espías. “Los profesores tienen periodos libres en verano, a veces toman trabajos en China durante ese tiempo, y no creen que sea necesario reportarlo”, comentó el abogado. Zeidenberg agregó que el estar desinformados sobre la obligación de reportar asignaciones en el extranjero puede costarle muy caro a profesores y académicos, a los que se les pueden imputar cargos por fraude con penas de hasta 20 años, más aún si se levantan cargos por contrabando, espionaje o conspiración.

Una política de cero tolerancia

A partir del 2018, el fiscal general de Estados Unidos, Jeff Session, inició una estrategia para enfrentar la posibilidad de espionaje internacional, especialmente de China. Hoy en día hay cientos de investigaciones abiertas involucrando el trabajo de académicos de procedencia china o de aquellos que tienen lazos con instituciones de este origen.

En muchos casos se investigan y persiguen conducta que ocurrieron hace muchos años, en los que los criterios de seguridad no eran los que se aplican hoy en día. Frank Wu, profesor de leyes y ex-presidente del Comité de los 100, una organización de chino-americanos prominentes, ha calificado estas nuevas estrategias como innecesariamente agresivas y potencialmente devastadoras para el desarrollo de la ciencia americana, debido a que el país asiático contribuye financieramente a la producción científica de Estados Unidos y, más aún, un enorme número de colaboradores académicos tiene conexiones con China.

El miedo al espionaje y al robo de conocimiento por parte de Estados Unidos, viene no solo de la noción de China como un enemigo potencial en la arena científica, sino en la idea de que solo en Estados Unidos se produce conocimiento tecnológico de punta, lo cual aumenta el peligro de que otras potencias mundiales intente apropiarse de este. Tomando en cuenta el panorama geopolítico actual, las medidas precautorias para proteger la información pueden ser útiles, pero es crucial que las autoridades y las instituciones de educación superior encuentren una forma de asegurar un buen uso de la información en las instancias de cooperación científica internacional sin dejar de habilitar las plataformas que hacen posible esta cooperación y generan el conocimiento científico en primer lugar.

Fuente: https://observatorio.tec.mx/edu-news/ciencia-china-bajo-la-mira-estados-unidos

Imagen: Gerd Altmann en Pixabay

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¿Sobrevivirá la ciencia de Brasil a Bolsonaro? Recortes, contaminación ideológica y analogías con España

Por:

«It was the best of times, it was the worst of times,

it was the age of wisdom, it was the age of foolishness,

it was the epoch of belief, it was the epoch of incredulity,

it was the season of light, it was the season of darkness, (…)»

Apertura de Historia de Dos Ciudades (Charles Dickens, 1859)

La ciencia brasileña se encuentra en uno de sus peores momentos. Las posiciones frecuentemente incomprensibles del presidente Bolsonaro auguraban cambios drásticos en 2019. El gobierno ultraconservador ha mostrado una capacidad inesperada de infligir grandes daños al sistema científico y académico del país, y de infligirlos en muy poco tiempo y en muchas áreas diferentes. Sería tedioso enumerar todas las declaraciones, decisiones y políticas reaccionarias del primer año del gobierno de Bolsonaro, pero presentaremos una síntesis de sus acciones sobre los servicios públicos de investigación en general, y en concreto sobre aspectos relacionados con el sistema de universidades públicas federales, la financiación de la investigación y la formación de postgrado. Una síntesis que nos permitirá observar los paralelismos con las políticas de otros gobiernos neoconservadores como los de Trump, Orban o Putin, y las que promueve en nuestro país el tándem Abascal-Casado.

La política neoliberal del gobierno de Bolsonaro, reforzada por sus correligionarios en los gobiernos de cerca de la mitad de los estados brasileños, afecta directamente a los funcionarios públicos de varias maneras. En primer lugar, hay una campaña activa de desmoralización y acoso contra los servidores públicos en todas las esferas de la administración pública. Esta campaña utiliza datos parciales, engañosos e incluso falsos para difundir que hay demasiados servidores públicos y que estos tienen salarios muy elevados, presentándolos como un grupo de privilegiados con bajo rendimiento profesional que hacen que el sistema público sea extremadamente ineficiente, llevando al colapso de las cuentas públicas.

Esta campaña está siendo utilizada por el gobierno brasileño para legitimar ante la sociedad la suspensión de nuevos concursos públicos, recortar los derechos y beneficios de los funcionarios en activo, y desmoralizarlos hasta el punto de conseguir que renuncien a defender sus derechos, a ejercer la libertad de cátedra o a replicar con evidencias a la cascada continuada de ‘fake news’ y pseudoverdades. Aunque en Brasil los funcionarios públicos están mejor pagados que en España –en relación al salario medio de cada país-, estas afirmaciones son, en la forma en la que se presentan, abiertamente falsas.

Tras estos ataques hay una discusión económica y social más profunda sobre el gasto público y el tamaño del estado, cuál es la cantidad idónea de servidores públicos y cuál debe ser su eficiencia. Esta podría ser una discusión importante para la economía brasileña, en la que el análisis del funcionamiento de las administraciones federales y estatales en el pasado y en la actualidad por economistas, sociólogos y politólogos permitiría identificar qué tramo dentro del gradiente de incremento del gasto público conduciría a un mayor desarrollo y bienestar de la población de manera más eficiente.

Teóricamente, quizás sea posible que una sociedad ideal formada por ciudadanos altamente preparados y que se rijan por un elevado código moral pueda controlar la codicia inherente al capitalismo y funcionar de manera eficiente con un estado de pequeño tamaño, bajos impuestos y poco control macroeconómico. Sin embargo, Brasil tiene todavía una estructura económica claramente postcolonial, muy dependiente del sector primario y organizado alrededor de un puñado de grandes propietarios, unas clases medias acomodadas relativamente pequeñas, grandes sectores de la población con bajos niveles educativos y rentas bajas, e importantes bolsas de pobreza. No olvidemos que el gran logro de los gobiernos de Lula da Silva fue elevar por encima del umbral de la pobreza a alrededor de 30 millones de brasileños.

Pero el gobierno Bolsonaro no está planteando un debate acerca de cuál sería la configuración más adecuada de un estado federal que controle los vaivenes del mercado y garantice la justicia social teniendo en cuenta las particularidades de Brasil dentro de los límites de una economía global fundamentalmente capitalista. En lugar de afrontar esta discusión de manera seria y profunda, a partir de información y análisis comparativos honestos, el núcleo duro del gobierno ultraconservador brasileño ha puesto su empeño en una campaña sistemática de ataques y desmoralización de los funcionarios públicos.

La universidad pública en general, y el sistema federal de educación superior en particular, han sufrido una sucesión de feroces recortes desde el comienzo del gobierno de Bolsonaro. Este sistema público ya arrastraba una situación de precariedad creciente, con recortes y suspensión del salario de profesores que comenzaron durante los gobiernos progresistas de Dilma Rouseff, y que dieron lugar a grandes movilizaciones. Esa precarización dio paso, con la llegada de Bolsonaro, a una política de desmantelamiento planificado, ejecutado desde el propio Ministerio de Educación, al que pertenecen las universidades federales y del que dependen sus presupuestos. Estos ataques están afectando directamente al funcionamiento de las universidades, con recortes y paralización de recursos básicos en gastos como energía, agua, limpieza, seguridad, transporte, etc. Pero también afectan indirectamente a sus profesores y alumnos a través de una intensa campaña de difamación.

Los ataques se intensificaron aún más con la toma de posesión del nuevo ministro de educación en abril de 2019. Abraham Weintraub, un economista proveniente del sector financiero y conocido por su afición a los tweets incendiarios, comenzó su mandato con un recorte del 30% de los recursos destinados a las universidades federales – que, según él, promueven la «balburdia» (alboroto, confusión) en sus campus. Su campaña de difamación alcanzó el punto álgido (hasta la fecha) a final de 2019, cuando declaró en la televisión y redes sociales que las universidades federales tienen extensas plantaciones de marihuana y laboratorios de química involucrados en la producción de drogas – una afirmación que reiteró en una audiencia pública en el Congreso Nacional y que le ha hecho acreedor de demandas por parte la Asociación de Directores de las Instituciones Federales de Educación Superior y otras instituciones.

Los ataques del ministro Weintraub buscan criminalizar la fuerte respuesta de la comunidad educativa ante la sucesión de brutales recortes (especialmente la reducción del 42% del presupuesto del ministerio, el más bajo de los últimos 14 años ya antes de aplicarle ese recorte), que representaban las primeras grandes movilizaciones contra el gobierno de Bolsonaro. El carácter autoritario del ministro quedó claro cuando, el 30 de mayo, alentó denuncias contra «los profesores, funcionarios, alumnos, padres y responsables que divulgaran y promocionaran protestas dentro de escuelas y facultades». Lejos de corregirle o llamarle al orden, el propio presidente Bolsonaro calificó como «idiotas útiles» a los manifestantes dos semanas después, durante una visita a EE.UU.

El objetivo último es, según sus propias declaraciones, reducir el gasto público y desmantelar el sistema federal de educación superior. Según el ministro, el sistema de universidades federales es «costoso e ineficiente». Eso a pesar de su elevada calidad, sobre todo en comparación con el sistema privado de educación superior brasileño, y su hegemonía en la práctica en términos de la investigación científica que se realiza en Brasil. De hecho, la investigación científica en el país y la capacitación de recursos humanos altamente cualificados a nivel de master y doctorado se realiza casi exclusivamente en universidades públicas.

¿Cómo propone el gobierno mantener el nivel formativo e investigador del país con menos de la mitad de los recursos públicos destinados a financiarlos? La solución del gobierno de Bolsonaro ha sido el programa Future-up, dedicado a «…promover una mayor autonomía financiera en las universidades e institutos federales, por medio del incentivo a la captación de recursos propios y al emprendimiento». Un programa que muchos expertos consideran mal enfocado, y que ha sido fuertemente criticado por la gran mayoría de la comunidad académica. Es interesante señalar los paralelismos con la política de I+D+i de los gobiernos de Rajoy, con Wert al frente del Ministerio de Educación: los ambiciosos objetivos de sustituir la inversión pública por inversión privada entre 2013 y 2020 se quedaron en nada, y los fuertes recortes en la primera no solo no fueron compensados por la segunda, sino que la arrastraron a descensos aún más pronunciados – dejando al sistema científico en la situación de colapso actual.

Mientras tanto, las iniciativas científicas a largo plazo se priorizan exclusivamente en función de los intereses geopolíticos o macroeconómicos del país, como ha ocurrido con la reciente renovación de la financiación para la nueva base Antártica brasileña. Subyacente tanto a estas prioridades como a los ataques descritos hay un fuerte componente ideológico liderado por el «gurú» intelectual del gobierno de Bolsonaro, Olavo de Carvalho. De Carvalho ha declarado, por ejemplo, que la ultraderecha ha logrado el poder en Brasil, «pero no domina la estructura cultural», por lo que el siguiente paso del proceso debe ser «conquistar las universidades y el pensamiento», lograr la «hegemonía cultural» y «acabar» con la «dictadura mediática» dominada por la izquierda.

Y la cosa no acaba aquí. En paralelo al desmantelamiento y la persecución de las universidades, el gobierno de Bolsonaro está atacando también a las principales instituciones de apoyo a la investigación en Brasil – especialmente CNPq y CAPES, que se ocupan de financiar, respectivamente, la investigación y la formación de postgrado. De nuevo, mediante fuertes recortes económicos y paralizando ejecuciones presupuestarias y de becas que afectan a miles de estudiantes. Y, lo que es todavía más preocupante, introduciendo una serie de medidas, como las repetidas amenazas de fusión entre CNPq y CAPES, que no persiguen ninguna mejora de gestión y sólo buscan desmantelar la estructura actual, reducir el presupuesto total de investigación y, en definitiva, promover la inestabilidad y la falta de confianza en el sistema. La contestación a estas reformas ha llevado a la destitución de Anderson Correia como presidente de CAPES tras un año de mandato. Pero en lugar de enmendar la plana, el ministro Weintraub ha colocado al frente de la institución a Aguiar Neto, un rector evangélico defensor de la enseñanza del creacionismo en lugar de la teoría evolutiva.

Esta situación está llevando a una gran cantidad de académicos brasileños a tomar el camino del exilio para continuar con su investigación, con la esperanza de que sea un paréntesis temporal hasta que la situación mejore con un nuevo gobierno. Aunque enraizada en las carencias históricas del sistema académico y de I+D del país, en la crisis económica de los últimos años y en un lustro de recortes presupuestarios a la investigación, el primer año del gobierno Bolsonaro podría estar disparado esta fuga de cerebros.  Una vez más, las analogías con las peores fases de la crisis del sistema español de I+D son espeluznantes. La fuga de cerebros en nuestro país (que ha bajado de ritmo en la actualidad pero que no ha llegado a desaparecer ni mucho menos) llenó de titulares y preocupación a la comunidad científica internacional y a la sociedad española en su conjunto.

Si juntamos este panorama con los constantes ataques negacionistas de la evidencia científica del gobierno Bolsonaro en temas como salud, sexualidad, cambio climático o conservación de la naturaleza, el panorama actual de la ciencia y la educación superior en Brasil es desolador. Tan sólo en el ámbito del gobierno federal, la comunidad académica sufre el acoso prácticamente continuo de los ministros de Economía, Educación, Relaciones Exteriores, Medio Ambiente, Agricultura, y Mujer, Familia y Derechos Humanos, al que se suma el propio Presidente de la República. Un ensañamiento con la ciencia y la cultura que solo amaina puntualmente con la sustitución del secretario de cultura por sus claras tendencias pro-nazis. No es difícil imaginar que el camino de ideologización cultural que iniciaría la imposición del pin parental en las comunidades gobernadas por las políticas de Vox en nuestro país desemboque en el fomento de ideas contrarias a la evidencia científica.

Dentro de esta coyuntura, el papel del Ministro de Ciencia y Tecnología (+ Innovación y Comunicación), el ex-astronauta Marcos Pontes, resulta contradictorio. Por un lado, no participa en el juego del acoso, las noticias falsas y las declaraciones absurdas; por otro, sin embargo, resulta difícil entender cómo alguien con un mínimo de conocimiento científico puede convivir con semejantes compañeros en el Consejo de Ministros. Algunas fuentes sugieren que el sistema de I+D brasileño aún no se ha derrumbado por completo porque el ministro ha sido capaz de defender la importancia de la ciencia y la tecnología a puerta cerrada. Sin embargo, y a falta de más datos, casos como el de la destitución de Ricardo Galvão como director del Instituto Nacional de Pesquisas Espaciais (INPE) por divulgar datos sobre la deforestación en la Amazonia, colocando un militar en su lugar, indican que las políticas dictadas por el ministro Pontes van a seguir las líneas fundamentales de sus compañeros del gobierno, alejándose de la gestión basada en datos y evidencias.

La crisis económica de Brasil que comenzó en 2015 se ha utilizado para justificar la demonización del servicio público y el acoso y derribo de las instituciones académicas a través de recortes presupuestarios de universidades y agencias de financiación de la investigación. Sin embargo, las actuaciones y declaraciones del gobierno de Bolsonaro dejan claro que tan sólo una pequeña parte de los problemas que está experimentando la ciencia brasileña se deben al ciclo económico desfavorable. El problema más grave al que se enfrenta es la adopción, por parte del gobierno brasileño, de una visión claramente ultraconservadora, anticuada, anticientífica y antieducativa. Una visión incompatible con la educación y la ciencia modernas, que acabará lastrando gravemente tanto el desarrollo económico y social de Brasil como el bienestar de su población.

Fuente del artículo: https://www.eldiario.es/cienciacritica/Sobrevivira-Brasil-Bolsonaro-Recortes-Espana_6_989411072.html

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