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«La vida es lucha», el libro de las huelguistas de las residencias de Bizkaia. Cynthia Luz Burgueño

Redacción: Rebelión

“La vida es lucha, si no luchas no consigues nada”, dice una joven trabajadora que ha estado más de un año de su vida en la huelga de residencias de personas ancianas de Bizkaia. Una reseña del libro que relata la larga huelga que ha puesto en el centro la respuesta de las mujeres a la precariedad y a la crisis de los cuidados.

Las trabajadoras de las residencias para personas mayores de Bizkaia están haciendo historia. Y como la historia tiene que quedar registrada con sus fuentes orales, escritas y fotográficas, se ha publicado este libro tan merecido para ellas, en euskera y en castellano con el título “No eran trabajadoras solo mujeres. Testimonios de las huelguistas de las residencias de Bizkaia” (Ed.Manu Roblez-Arangiz Institutua) escrito por Onintza Irureta Azkune con un prólogo de Irantzu Varela Urrestizala. También en catalán por la editorial Tigre de Paper, con el título “El verd és el nou lila», traducido por Oriol Valls.

Se trata de un libro que da cuenta de una de las huelgas más largas de la década en el País Vasco en el año 2016, -junto a la emblemática huelga de Panrico en Catalunya (2013-2014)-, con 378 días de jornadas en los que, asumiendo el riesgo de que el cansancio desgastara sus fuerzas, contrariamente las ha fortalecido dando a conocer en todo el Estado una realidad que no sólo ocurre en Bizkaia: la de los trabajos de cuidados, altamente feminizados, vergonzosamente pagados y precarizados y atravesados por casos de abuso y maltrato patronal. La realidad también de uno de los nichos más mercantilizados del capitalismo que son las residencias para personas mayores y dependientes, cada vez más privatizados y precarios en cuanto a la calidad del servicio.

Esta misma realidad está integrada en las reivindicaciones de las trabajadoras, en sus camisetas verdes, en sus batallas de género en la lucha de clases, de las mujeres, de las trabajadoras que se organizaron hartas de sus condiciones de trabajo y salarios bajos. Hartas de que los trabajos de cuidados altamente feminizados -perpetuados por la duradera e histórica división sexual del trabajo- se infravaloren para justificar la explotación y bajas condiciones laborales. Como explica la introducción del libro, “Nos hicieron saber que la suya no era una lucha exclusivamente laboral, sino que también era una lucha feminista. Denunciaron que estaba en juego la dignidad del trabajo de cuidados y que ellas estaban pagando las consecuencias de la apuesta privatizadora de las instituciones públicas”, por lo que no dudaron en incomodar a la patronal pero también a la Diputación Foral de Bizkaia.

Antes de comenzar con los relatos vivos, el libro comienza dedicando ocho capítulos breves a los precedentes de una huelga “que no surge de la nada”, sino que sienta sus bases en previas experiencias durante la década de los ochenta. En estos capítulos con títulos muy creativos y anécdotas ilustrativas, el libro se propone también explicar el rol del sindicato ELA -el de mayor representación sindical en el sector- en los procesos de huelgas y lucha sindical, dando a conocer importantes triunfos. Desde la pelea por un convenio propio para las residencias de Bizkaia que no se firmaría hasta el año 2003, cuando “trataban a las trabajadoras de una manera totalmente indigna, prácticamente como esclavas”. Y cuando la mayoría de las trabajadoras eran mujeres y negociaban los hombres, ELA se propuso invertir esa pirámide patriarcal de representación sindical y darle peso a las mujeres en la delegación de las negociaciones. Se avanzó además en mayor coordinación entre los centros de Bizkaia.

Ese convenio se firmó tras la primera huelga que arrancó en la residencia de Kirikiño, votada en “Una asamblea de cinco minutos”, tal como lo titula el capítulo en el que la narra, e implicó avances importantes en sus condiciones laborales. Era una época dura para realizar huelgas, las trabajadoras eran consideradas “criminales”, eran insultadas y acusadas de abandonar a las personas ancianas, cuestión que las patronales instrumentalizaban. También fueron duramente criticadas por los familiares de los ancianos. Hasta que éstos se empezaron a organizar y a crear lazos con las trabajadoras, siendo conscientes de que la precariedad y sobre explotación hacia ellas repercutía en la atención a las personas ancianas. Un ejemplo de ello es que sólo contaban con ocho minutos para despertarlas, asearlas, vestirlas y levantarlas por la mañana.

Después de un relato breve e interesante a la vez sobre los precedentes de la huelga de 378 días, el libro nos ilustra con imágenes de periódicos, fotos y carteles que recorren los hitos más importantes en las luchas por los convenios. La última parte del libro está enfocada en las voces de ocho trabajadoras que nos relatan sus experiencias. Una mezcla de mujeres de diferentes edades, generaciones, muchas con experiencia sindical o en el movimiento feminista, otras no.

Además de reflejar las vergonzosas condiciones laborales de las trabajadoras, saca a la luz lo duro y difícil que es su trabajo: “Nosotras somos sus manos, sus piernas, les hacemos todo, y también los escuchamos”, explican dos de las más jóvenes voces del libro, las de Lara y Verónica. Por eso su lucha se resume en: “Un descanso digno para las gerocultoras, una vida digna para los residentes”. Otra crítica importante que se relata en los testimonios de las trabajadoras, es el rol del poder político y sus representantes como el diputado general de Bizkaia o la diputada de Bienestar Social, que se desligaban de su responsabilidad y mandaban a las trabajadoras a negociar con la patronal, cuando los centros son públicos.

Los ataques de la patronal, la implementación de las Reformas Laborales, las luchas por mejoras en los convenios, entre otras cuestiones, han mantenido durante años a las trabajadoras de las residencias de Bizkaia organizadas y luchando. Hasta la prolongada huelga del año 2016 de 378 jornadas. “Tú has hecho oposiciones, ¿o qué? ¿Te piensas que estás en el sistema público? ¡Ni en vuestros mejores sueños! ¿Pero vosotras quién os habéis creídos que sois?”. Así respondía la patronal cuando las trabajadoras, en su lucha por el quinto convenio, reclamaban salario mínimo de 1.200 euros, sueldo íntegro durante las bajas, incremento del plus de los domingos.

Reclamaban un salario que les permitiera ser económicamente independientes y dejar de ser las que llevan el supuesto ’salario complementario de sus maridos’ de 600 euros que cobraban cuando no tenían convenio, tal como muchas veces les decían sus jefes entre gritos y maltratos. El significado es profundo, como explica el libro, “Nos encontramos ante un sector feminizado, ligado al trabajo de cuidados llevado a cabo por mujeres, considerado como una especie de prolongación del trabajo que las mujeres siempre han realizado en sus hogares”.

Los testimonios de las mujeres demuestran con rigurosidad el propósito del libro: dar cuenta de la relación entre una lucha laboral y la “conciencia feminista”, siendo un colectivo de 4.500 mujeres de un sector de 5.000 trabajadoras y trabajadores. Desde el comienzo de la crisis, la extensión de múltiples luchas de la clase trabajadora con las mujeres al frente, han dotado al movimiento feminista de reivindicaciones sociales, políticas y laborales, de combatividad y de reinvindicaciones más integrales como: contra la explotación, la precariedad o el maltrato patronal, insultos machistas, el acoso patronal y el abuso sexual en los centros de trabajo. El 8 de marzo todos estos agravios contra las mujeres se transformaron en pancartas de reivindicaciones que antes no tenían viabilidad en el movimiento feminista de las décadas del noventa.

No obstante, aún para sectores del feminismo institucionalizado, esta realidad ha tardado tiempo en ser reconocida. Y así se desliza la crítica en los relatos de las mujeres, de que el movimiento feminista llegó tarde a apoyarlas y, en especial, el feminismo institucional como el Instituto vasco de la mujer, Emakunde, que, como relata Kontxi, “tampoco se puso en contacto con nosotras, fuimos nosotras las que tuvimos que llamar a su puerta”. Si las trabajadoras muestran un feminismo contrapuesto al feminismo liberal como el de Ana Botín, también han cuestionado al feminismo institucionalizado, muchas veces alejado de la realidad de la mayoría de las mujeres, las trabajadoras, las migrantes y racializadas y jóvenes precarias.

En un reciente libro de la que soy coautora, “Patriarcado y Capitalismo. Feminismo, clase y diversidad” [1] , explicamos cómo, en la actualidad, ya no se puede ocultar la importancia de las tareas de cuidados y su traslación- prolongación de las tareas del hogar al trabajo asalariado, muy precario y cruzado por todo tipo de brechas. Como tampoco se puede seguir ocultando que, dentro de la clase trabajadora asalariada, el 48% somos mujeres y que, como relatan las trabajadoras de las residencias, ya no ocupamos un rol subsidiario en el mercado laboral. El sistema capitalista patriarcal oculta las tareas de cuidados y domésticas ubicándolas en una esfera exclusivamente privada. Y divide el trabajo asalariado del no asalariado, como si las tareas de reproducción del capital (trabajo no remunerado) fueran parte de un sistema aislado.

Las huelgas de las trabajadoras de las residencias de más de 378 días han sido el antecedente de las dos huelgas generales feministas el 8M. Las huelgas generales que han parado los centros de trabajo junto al conjunto de la clase trabajadora por las reivindicaciones más sentidas de las mujeres, ayudaron a superar esa falsa división entre el trabajo doméstico, las tareas de cuidados tan invisibilizadas por las patronales y las burocracias sindicales, y el trabajo asalariado cada vez más femenino y diverso, contra la violencia machista y los feminicidios.

Una generación de trabajadoras han decidido dejar de llorar a la “jaula donde se echa la ropa sucia” y muchas de ellas han transformado su vida. Como relata Marisol, “Me he convertido en una persona sin miedo, que está orgullosa de lo que ha hecho y que si hubiera otra huelga la volvería a hacer”. Y, ¡cuidado!, el 2020 promete más huelgas por la mejora del próximo convenio. Tal vez este libro tendrá un segundo y así lo deja caer en el último capítulo a modo de conclusión, “Vidas que se transforman”.

Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=265454

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Colombia: Asesinan a dos jóvenes estudiantes al interior de su vivienda

América del Sur/Colombia/09-02-2020/Autor(a) y Fuente: www.publimetro.co

El crimen ocurrió en la madrugada de este viernes. Asesinan a dos jóvenes estudiantes al interior de su vivienda.

Según los primeros reportes entregados, sobre las 2 de la madrugada, las dos jóvenes estudiantes fueron asesinadas dentro de la casa que habitan.

Primeras hipótesis del caso, argumentan que se trató de un homicidio en medio de una pelea de pareja, pues una de las mujeres estaba discutiendo con su esposo, cuando este sacó un cuchillo y la apuñaló. Seguidamente atacó a la otra mujer porque presenció la situación.

Las mujeres fueron encontradas dentro de una de las habitaciones, con varias heridas en su cuerpo.

Al parecer, el hombre se encontraba en alto estado de embriaguez en el momento en que cometió este aberrante acto. Aunque logró huir del lugar, el sujeto fue capturado por la Policía.

Reportan que las dos mujeres eran estudiantes de la Universidad Industrial de Santander.

Asesinan a dos jóvenes estudiantes al interior de su vivienda.

Fuente e Imagen: https://www.publimetro.co/co/noticias/2020/02/07/asesinan-dos-jovenes-estudiantes-vivienda.html

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Venezuela: Mujeres alzaron su voz contra el femicidio y la violencia

América del Sur/Venezuela/26-01-2020/Autor(a) y Fuente: diariodelosandes.com

Bajo la consigna “ni una menos”, un grupo de mujeres se reunieron en la plaza Bolívar de Valera, en horas de la mañana del pasado 17 de enero, para alzar su voz en contra del femicidio y el maltrato contra la mujer, promoviendo una vida libre de estos delitos.

Las mujeres repartieron volantes a los ciudadanos para tomar conciencia e informar sobre estas violaciones, que pueden ser sancionadas con penas entre veinte y veinticinco años de prisión.

Defendiendo el artículo 14 numeral 20 de la reforma de la Ley Orgánica por el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia, publicada el 25 de noviembre del 2014 en Gaceta Oficial número 40.548, que establece el femicidio como “la forma extrema de violencia de género, causada por odio o desprecio a su condición de mujer, que degenera en su muerte producidas tanto el ámbito público como privado”.

Cifras

A comienzos de noviembre del año pasado, se registraban 335 casos de femicidio, esto según los medios Cotejo.info y Medianálisis. Para el momento del informe, Zulia y el área Metropolitana de Caracas lideraban como las entidades en las que más muertes de este tipo ocurrían, con 59 y 53 respectivamente.

La legislación establece además que existen 21 tipos de violencia, y prevé que quien fuere sancionado por este delito, no tendrá derecho a gozar de los beneficios procesales de ley ni a la aplicación de medidas alternativas de cumplimiento con la pena.

A pesar de los grandes avances en igualdad de género a nivel mundial, en Venezuela, las mujeres siguen siendo un blanco para los abusos, violencia, robo y muertes. Pero estas mujeres demostraron valentía, siguen en pie de lucha para revertir la situación y disminuir estas alarmantes cifras. /José Leonel Pineda ECS

Fuente e Imagen: https://diariodelosandes.com/site/mujeres-alzaron-su-voz-contra-el-femicidio-y-la-violencia/

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Bolivia: Educar para prevenir el feminicidio

Redacción: Opinión

La violencia de género, que muchas veces termina en feminicidio, es un fenómeno social que debe ser abordado desde la educación, además de las sanciones legales y punitivas en contra del o los responsables. El índice de feminicidios, a nivel mundial, es alarmante.

Los datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) muestran que en 2019 —al menos— unas 3.500 mujeres fueron asesinadas por cuestiones de género en 25 países de Latinoamérica y el Caribe; aunque la cantidad podría ser mayor, dado que en algunos lugares solo se contabiliza este delito, cuando es cometido por la pareja o expareja de las víctimas.

Según este organismo, en varios países de Centroamérica y Bolivia se registran las tasas más altas de feminicidios de la región. Y, los datos lo confirman. En nuestro país, los primeros 15 días del 2020 ya se registraron 13 casos, casi uno por día.

Ante este panorama desolador, la presidenta de transición, Jeanine Áñez, declaró a esta gestión como el Año de la Lucha Contra el Feminicidio e Infanticidio, y anunció nueve tareas para combatir la violencia hacia las mujeres y los niños.

Una de ellas, enfocada en la educación para la prevención. Este año se incluirá esta temática en la directriz de los contenidos de enseñanza en los niveles primario y secundaria del sistema educativo, dentro el marco del Programa Socio Comunitario Productivo, reconocido en la ley 070 de Educación Avelino Siñani-Elizardo Pérez.

Apuntar a desarticular la cultura machista desde la escuela, no es una tarea sencilla pero sí necesaria, dado su rol formador y transformador para las nuevas generaciones.

Se tiene que abordar la problemática desde diferentes perspectivas, con la par- ticipación de toda la comunidad educativa para construir nuevas relaciones basadas en el respeto y no en la violencia.

Dada la urgencia que existe, el abordaje  del tema en la materia Valores, Espiritualidad y Religiones, tal como se anunció, debe ser casi de inmediato, vale decir, a inicio del año escolar, previsto para el 3 de febrero.

En ese sentido, se espera que los maestros del área reciban la capacitación suficiente para que compartan con los estudiantes de los distintos niveles.

Las tareas de prevención contra la violencia de género no deben esperar, así como tampoco la apertura que los padres de familia deben tener para que sus hijos reciban información útil y necesaria.

Fuente: https://www.opinion.com.bo/opinion/editorial/educar-prevenir-feminicidio/20200115232108746199.html

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Feminicidio, un mal que siguió creciendo en Perú en 2019

Por: Manuel Robles Sosa.

Cuando faltan muy pocos días para terminar el año, nadie en Perú se atreve a dar por cerrada la cuenta anual de 164 mujeres víctimas de feminicidio, pues los asesinatos de mujeres ocurren casi a diario.
El problema es de tal magnitud que el presidente Martín Vizcarra, que tiene a una ministra en observación por cuestionadas declaraciones sobre uno de los casos, volvió a ocuparse del tema y señaló que a diario hay noticias sobre los niveles que alcanzan la violencia y los feminicidios.

En una visita a la sureña ciudad de Arequipa, dijo que los autores deben ser castigados, pero anotó que una de las principales tareas del Estado es formar, mediante la educación, ‘buenos ciudadanos para evitar conductas y comportamientos violentos’.

El mandatario tiene bajo análisis la situación de su ministra de Justicia, Ana Revilla, quien el 25 de diciembre, preguntada sobre derivaciones del horrendo asesinato de una madre y tres de sus hijos, se negó a responder, alegando que ‘en este momento no, estoy en Navidad’.

Vizcarra consideró inaceptables las palabras de la ministra, que volvió a motivar pedidos de su retiro del cargo, al lamentar que sus palabras hubieran sido ‘malinterpretadas’, aunque después pidió disculpas por no responder como debía.

Las críticas a Revilla la acusan de indolencia ante una gran tragedia y hasta de frivolidad y consideran que debe dejar el gobierno, sin que el mandatario se haya pronunciado al respecto.

El horrendo crimen que motivó la pregunta del reportero pudo ser impedido por los agentes de una estación policial ubicada a menos de 200 metros del lugar de la tragedia, pero los policías no actuaron como debían, de inmediato.

Los vecinos, al escuchar una discusión a gritos y notar que la violencia era inminente, acudieron a la comisaría a pedir ayuda pero los agentes solo acudieron casi una hora después, cuando el homicida había ya prendido fuego a la casa con las víctimas dentro.

Debido a ello, seis oficiales y tres agentes que estaban en la estación, han sido acusados ante la fiscalía por el procurador del Ministerio del Interior, Enrique Benites, por el delito de denegación o deficiente apoyo policial.

La indolencia policial, que contiene una buena dosis de machismo, es otro de los factores que propician la violencia contra las mujeres y el feminicidio sigan en aumento, pese a sistemas de alerta, refugios para mujeres golpeadas, teléfonos de emergencia y otras medidas preventivas aplicadas sin éxito por el Estado.

Son numerosos los casos de víctimas de feminicidio que antes de ser asesinadas acudieron a la policía tras una golpiza y solo recibieron consejos de volver a casa y solucionar el problema hablando con el agresor; y hasta sugerencias de que el ataque podía ser merecido.

Por eso las organizaciones feministas y los organismos de derechos humanos demandan mayor preparación de los policías en la igualdad de género, para erradicar de sus filas el machismo.

El presidente Vizcarra fue más allá y señaló que la educación no solo debe forjar buenos estudiantes con capacidad para los números o las letras, sino hacer que tengan calidad humana y sean respetuosos y tolerantes.

Los expertos en educación, sociólogos, psicólogos y otros profesionales consideran también que se debe formar a las nuevas generaciones en el enfoque de género establecido en el programa escolar, que inculca valores contra el machismo que considera a la mujer un objeto sobre el que el varón tiene derechos patrimoniales.

El comentarista de televisión Nicolás Lúcar apuntó que de ese machismo proviene la frase emblemática de los feminicidas: ‘Mía o de nadie’, que llega al extremo de que incluso la unión de pareja se ha roto mucho tiempo atrás, muchos varones machistas pretenden que la expareja no tenga otro compañero.

Sin embargo sectores religiosos conservadores y fundamentalista, con el apoyo de empresarios y políticos neoliberales, pretenden eliminar el enfoque de género alegando que es una especie de demoníaca ideología que apunta a ‘homosexualizar’ a los niños.

Esos sectores poco o nada dicen sobre el feminicidio y las constantes agresiones y violaciones a mujeres.

Una de sus representantes más furibundas, Beatriz Mejía, planteó recientemente en una polémica electoral, su rechazo a la propuesta progresista de legalizar el aborto en casos de violación.

Alegó que ‘las violadas no son tantas’ (se estima que son diez por día) como para adoptar esa despenalización y que en vez de autorizarlas a interrumpir la gestación resultante de una violación, a las mujeres debería enseñárseles a cuidarse ‘con métodos naturales’ para no resultar embarazadas.

Fuente de la reseña: https://www.prensa-latina.cu/index.php?o=rn&id=330725&SEO=feminicidio-un-mal-que-siguio-creciendo-en-peru-en-2019
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ONU Noticias: Violencia contra las mujeres, niños migrantes, emisiones

ONUNOTICIAS

Una de cada tres mujeres ha sufrido violencia física o sexual en algún momento de su vida.  En América Latina y el Caribe, al menos 3.529 mujeres fueron asesinadas en 25 países en 2018 por razones de género. Las nuevas políticas migratorias en Centroamérica, México y Estados Unidos están poniendo a miles de niños en un gran riesgo y dificultando que puedan obtener asilo en un país seguro, según denuncia UNICEF.

Audio:
Beatriz Barral y Carla García
Duración:
3’47»
https://news.un.org/es/audio/2019/11/1465821?jwsource=cl
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El feminicidio es un crimen de lesa humanidad

Por: Ricardo Lagos

La violencia contra las mujeres es una profunda injusticia mundial. Es un gran obstáculo para cumplir los derechos humanos de las mujeres y niñas y alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible

La equidad de género y los derechos de las mujeres son fundamentales para garantizar un futuro mejor para todos y todas. Son valores que subyacen a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) adoptados por todos los Estados miembros de las Naciones Unidas. No obstante, hay una impactante desconexión entre las declaraciones realizadas por los líderes de Nueva York y Ginebra y la vida –o muerte– en las calles en mi región, particularmente en América Latina.

Mi región alberga a 14 de los 25 países con más altas tasas de feminicidio en el mundo, es decir, de mujeres o niñas asesinadas por razón de género. En América Latina y el Caribe, 12 mujeres y niñas son asesinadas cada día. Sin embargo, el 98% de los casos no llegan a proceso judicial. Estas estadísticas alarmantes deberían avergonzarnos e instarnos a exigir acciones por parte de los líderes para salvar vidas y proteger los derechos y la dignidad de las mujeres y niñas.

Los asesinatos por razón de género son la culminación de una serie de actos violentos. En general, las personas no son conscientes de la cadena de eventos que llevan al feminicidio. En América Latina, tenemos una cultura de alta tolerancia hacia la violencia contra las mujeres y niñas. Se ha normalizado la violencia. Es vista como parte de la vida de las mujeres, especialmente de las que pertenecen a comunidades social y económicamente desfavorecidas con bajos niveles de educación y desarrollo.

La violencia contra las mujeres es una profunda injusticia mundial. Es un gran obstáculo para cumplir los derechos humanos de las mujeres y niñas y alcanzar los ODS. Actualmente, ningún país está en condiciones de alcanzar la equidad de género dentro del plazo estipulado, ni en el mundo desarrollado ni en los países en desarrollo. Es una conclusión devastadora acerca de nuestras prioridades globales, que demuestra que debemos hacer más.

La Iniciativa Spotlight para eliminar todas las formas de violencia contra las mujeres y niñas es un paso en la dirección correcta. Esta iniciativa global impulsada por la ONU y la Unión Europea apunta a erradicar el feminicidio en cinco países de la región: Argentina, El Salvador, Guatemala, Honduras y México.

En Argentina, la Iniciativa está apoyando la creación de Redes de Adolescentes y Jóvenes por la Igualdad. Estas redes promueven métodos de prevención comunitarios que instan a los jóvenes a reflexionar sobre roles de género y masculinidad nociva, y plantean soluciones comunitarias para erradicar los feminicidios. La Iniciativa también brinda capacitación a periodistas sobre eliminación de los estereotipos de género en la cobertura de noticias sobre violencia contra las mujeres y niñas.

En Guatemala, la Iniciativa está apoyando a la sociedad civil para que abogue por la investigación de las amenazas contra los defensores de los derechos humanos de las mujeres. En El Salvador, la Iniciativa Spotlight está permitiendo el acceso a oportunidades económicas para sobrevivientes de violencia, y en México, está ayudando a garantizar que el sistema judicial tenga las herramientas correctas y los enfoques adecuados para identificar los feminicidios y llevar adelante las causas judiciales correspondientes.

Este es un avance importante, pero no es suficiente. ¿Qué podemos hacer en otros países latinoamericanos donde la violencia misógina y la discriminación continúan prevaleciendo? ¿Cómo podemos cambiar las actitudes y políticas para proteger mejor a las mujeres en todos los niveles de la sociedad? Necesitamos que los líderes tradicionales, religiosos y políticos aborden este grave abuso de los derechos humanos, así como las personalidades notables del mundo empresarial y académico que pueden tener una influencia social considerable.

Tenemos que ponerle fin a la impunidad y fortalecer el sistema judicial para investigar, enjuiciar y sancionar a los responsables e invertir en el acceso de las mujeres a los servicios de justicia. Sobre todo, debemos invertir en servicios centrados en las sobrevivientes que alienten a las mujeres y niñas a hablar y buscar apoyo si están experimentando abuso.

Cuando introduje las reformas de bienestar y protección social como presidente de Chile a inicios de la década del 2000, aprendí rápidamente que el recurso más importante para las víctimas de violencia de género era contar con refugios donde pudieran albergarse y estar seguras, lejos de sus abusadores. Garantizar que las mujeres puedan acceder a estos servicios sin correr el riesgo de empobrecimiento era un elemento crucial de dichas reformas, y continúa siendo una prioridad actualmente en toda la región. Esto significa que diferentes sectores como salud, servicios sociales, la policía y el sistema judicial deben trabajar en forma conjunta y no en silos.

Debemos invertir en prevención de la violencia contra las mujeres. Hay cada vez más evidencia global que demuestra que la prevención es posible si se asignan los recursos necesarios y hay voluntad política.

Como hombres, debemos promover representaciones positivas de lo masculino. Tenemos que darles un buen ejemplo a nuestros hijos. Esto incluye desafiar las mentalidades tóxicas machistas que promueven la aceptación de la violencia contra las mujeres, en nuestras escuelas, en los lugares de trabajo, en las instituciones religiosas y en nuestros hogares.

También es clave que apoyemos y escuchemos a las sobrevivientes y a las organizaciones y los movimientos feministas. Deben tener voz y voto a la hora de analizar estrategias, soluciones y decisiones. Es inspirador el ejemplo de Irinea Buendía, cuya hija, Mariana Lima, fue asesinada por su marido en México. La búsqueda de justicia de esta valiente madre durante seis años sentó un precedente clave en materia de procesamiento de feminicidios en México.

Son dignas de imitar las iniciativas de promoción y litigio del Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio —una alianza de 49 organizaciones de derechos humanos de México— que ha mejorado la rendición de cuentas y ha aumentado el acceso a la justicia en casos de feminicidio a lo largo de México y América Latina.

El movimiento #NiUnaMenos de Argentina ha tenido un éxito notable así como los múltiples grupos de mujeres que abogan incansablemente por el empoderamiento de las mujeres y la equidad. Tenemos que hacer más para garantizar que reciban financiamiento y apoyo suficiente que les permita continuar este importante trabajo.

No podemos abordar este problema o imaginar un mundo mejor y más justo sin ellas.

Fuente: https://elpais.com/elpais/2019/08/06/planeta_futuro/1565107246_365654.html

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