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«Falta una brigada conjunta de hombres y mujeres contra el machismo»

Por: El diario.es. 

Un alegato contra el feminicidio, una denuncia social que apunta a males sociales que se silencian como el machismo o a otros como el racismo o el clasismo que se practican sin rubor. Todo eso y quizá muchas otras interpretaciones son las que deja el libro ‘Los Divinos’ (Alfaguara, 2018) de la escritora colombiana Laura Restrepo (Bogotá, 1950).

Acaba de pasar por  Literaktum, el “festival de literatura y pensamiento de San Sebastián” que se celebra hasta el 24 de noviembre en la ciudad, centrado en  la temática del dolor como rasgo de la condición humana.

La periodista de eldiarioclm.es, Carmen Bachiller, fue la encargada de conducir ‘La vida duele II: La impunidad del monstruo’, uno de los cerca de 30 actos del festival, en este caso en  el Museo San Telmo de la ciudad, a través de una entrevista y un posterior coloquio.

‘Los Divinos’ es una historia de ficción basada en un hecho real: el secuestro, violación y asesinato de Yuliana Samboní, una niña indígena bogotana de siete años, torturada salvajemente por el arquitecto Rafael Uribe, hoy en prisión, y que sacudió a toda la sociedad colombiana en 2016.

Laura Restrepo es periodista, maestra y activista política vinculada al movimiento trotskista en España y Argentina y llegó a ejercer de mediadora en el proceso de paz de Colombia en los años 80 del pasado siglo. Su llegada a la literatura tuvo mucho que ver con la falta de libertad para publicar en su país y que le llegó a costar el exilio.

‘Los Divinos’ es una auténtica bofetada a las conveniencias sociales, al machismo, a los silencios cobardes de la sociedad con la violencia, del tipo que sea. Ella dice que  no tuvo más remedio que escribir la novela. Lo hizo en apenas tres meses con el convencimiento de que “la literatura es un puente” que, en este caso, permitiría “escarbar en la raíces y destapar lo que durante tanto tiempo ha sido un secreto: la idea de que para las mujeres es una deshora haber sido agredidas. Ha sido uno de los factores de silencio. Que hoy en día se pueda hablar de ello es realmente un cambio fundamental”.

«Cuento mentiras para decir verdades», comentaba durante la entrevista en Literaktum. ‘Los Divinos’ no es la crónica periodística de un hecho real sino un relato de ficción con personajes y situaciones tejidas por la autora para provocar una determinada reacción en el lector.

¿Qué tipo de sociedad crea monstruos capaces de violar y asesinar a una niña de siete años? Laura Restrepo obliga a hacer examen de conciencia con su novela, incluso en un país como Colombia con décadas de violencia a sus espaldas. «Habíamos sido un país de crímenes de guerra, de narcotráfico, por desalojo de tierras… Este lo fue por placer y lo realizó un tipo encantador, guapo, vestido de Armani y profesional impecable».

«No me interesaba tanto un seguimiento de los hechos porque ya lo había hecho la prensa profusamente, sino que fuera una novela intimista para entender en qué clase de sociedad vivimos para que algo así pueda suceder». La novela no carece de sentido del humor: «Ese humor bogotano, muy cínico, de buscar el doble sentido. Pero no quería hacer caricaturas ni pintar monstruos, que lo son, sino dejar ver esa apariencia de seducción».

El libro es una denuncia social en toda regla. Quizás también una especie de terapia porque hablar cura. Laura Restrepo aborda sin eufemismos la lacra de la violencia sexual. Consigue indignar pero también atemoriza la naturalidad con la que los personajes hacen uso de ella.

«Una vez que ha caído la ética religiosa, no alcanzamos a construir una ética laica, cívica. Hay una falta de códigos para tratarnos los unos a los otros y creo que es grave»

Hablar del mal en el más amplio sentido de la palabra no es algo nuevo en su trayectoria literaria, podemos verlo en ‘Pecado’ (Alfaguara 2016), como ella misma recordaba.

“Como militante política siempre he pensado que faltaba una visión ética de las cosas. Hemos llegado a un punto en la humanidad en que solo la política no nos da respuestas, a menos que la pongamos dentro de un marco ético determinado. Una vez que ha caído la ética religiosa, no alcanzamos a construir una ética laica, cívica. Hay una falta de códigos para tratarnos los unos a los otros y creo que es grave. Es una especie de analfabetismo en términos éticos. De  ahí mi obsesión por escribir del mal pero también del bien”, comentaba en Literaktum.

Los «preconceptos» sobre racismo o machismo en el mundo editorial

Con ‘Los Divinos’ vuelve a mostrar su sublime dominio del lenguaje que va mucho más allá de las meras palabras porque si algo caracteriza sus novelas es la idea de luchar contra lo políticamente correcto a través de la literatura.  No es una tarea nada fácil dentro del mundo editorial: le ocurrió con los prejuicios raciales cuando escribió ‘La novia oscura’ y su agente literario negociaba su publicación en distintos países del mundo y ha vuelto a suceder con ‘Los Divinos’. “Tienes que estar rompiendo siempre la falsa interpretación sobre el racismo o el machismo, sobre una serie de preconceptos por parte de los editores».

La dureza de la novela radica en que la víctima es una niña. «Los editores norteamericanos me pidieron que cambiase su edad, que fuese una teenager», confiesa Restrepo, quien explicaba que también quiso mostrar  distintas situaciones de «desprecio hacia  la mujer», curiosamente, desde la perspectiva de un narrador masculino.

«Si lo hubiera escrito desde el punto de vista de una mujer, era tal el odio por quien había cometido el crimen…Hubiera sido una novela en blanco y negro. No tenía interés. La violencia sexual es una abominación, eso ya se sabe».

La autora plantea en su novela «hasta qué punto el desprecio por la mujer se sitúa en una secuencia de situaciones que sí son tolerables para la sociedad. La cosificación, el desprecio, la utilización…” y, sin embargo, el libro no está exento de una crítica implícita a aquellas mujeres tan machistas o más que los hombres al prestarse voluntariamente al papel de mujeres objeto.

 “Creo en la fortaleza femenina, en la revolución de las mujeres porque tenemos un papel fundamental en la transformación de la sociedad”, dice, pero no es una mujer de blancos y negros sino más bien de intentar distinguir entre todos los colores, en cualquier aspecto de la vida. Por eso apunta a la necesidad de la autocrítica: “Está muy bien señalarnos como víctimas cuando lo somos pero también somos responsables en buena medida de un machismo que sigue rampante”, para confesar que “no me llama la atención el ‘abc’ del feminismo”.

Habla de la mujer colombiana con orgullo. “Es muy libre porque le ha tocado enfrentarse a toda clase de plagas. Los hombres se han ido a la guerra, al narcotráfico, con los paramilitares…y los pueblos salen adelante porque las mujeres se imponen a criminales, bandidos o políticos ladrones y logran mantener a la comunidad en pie”.

En Colombia apenas el 10% de las agresiones sexuales llegan a juicio, lo reconocía en  una entrevista en El Espectador Liliana Bernal, encargada de juzgar al asesino de la pequeña en un país que, dijo, “invisibiliza a sus víctimas”. ¿Por qué entonces este caso llegó a conocerse tanto, a llenar páginas de periódicos y tuvo a una abultada sentencia de 60 años? Laura Restrepo cree que “tuvo que ver con el hecho de que la niña fuese indígena, de una familia desplazada por la violencia y obligada a acercarse a la ciudad, habitando uno de los cinturones de miseria de Bogotá. Los indígenas en Colombia tienen una organización poderosa, una identidad muy fuerte”.

¿Y qué hay de la educación en igualdad en Colombia? “Allí el problema es más bien de clase”, respondía, para alejar la idea de que la mujer colombiana esté “relegada”. En su opinión “no es así porque si hay alguien que está jugando un papel en Colombia son las mujeres. Son tremendas”.

Falta una “brigada conjunta” de hombres y mujeres contra el machismo

Restrepo dedica el libro “al día en que todos los hombres, a la par que las mujeres, se manifiesten en las calles contra el feminicio”. ¿Cómo estamos de cerca para lograrlo?, le preguntaban. “Nos vamos acercando, sin la complicidad de los hombres no vamos a avanzar mucho. Sé de tanto hombre bueno que se horroriza a la par con las mujeres de tanto machismo y tanta violencia contra las mujeres… Han de ser una brigada conjunta”.

Este 2018 se ha caracterizado por la fuerza de movimientos feministas como el ‘Me too’, el 8M en España o ‘Ni una menos’ en Argentina, entre otros. “Todo este tema de la violencia sexual estaba tan tapado, tan reprimido…que ha tenido un momento de estallido muy interesante. En Lima, cuando llegas al aeropuerto, lo primero que ves son fotos de niñas a las que se busca. ¿Por qué tantas?, pregunté. Me dijeron que se las roban para los burdeles de la selva. Al menos ahora hay voluntad de denuncia, de protesta”.

Cree que hay interés en “ponerle fin a todo esto, desde cosas mínimas que nos hemos acostumbrado a tolerar” y se muestra esperanzada en que “ojalá se logre una transformación en la Justicia, tan de carácter patriarcal”.

Fuente de la reseña: https://www.eldiario.es/clm/Laura-Restrepo_0_836417427.html

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Brasil: “Cómo maté a mi hija” la removedora crónica de un padre conquista las redes

Redacción: Montevideo Portal

Narrado en primera persona, el relato procura llamar la atención sobre la responsabilidad colectiva en los casos de feminicidio.

Brasil es un país sumamente castigado por el flagelo del feminicidio, lacra que en nuestro país también campa a sus anchas.

Conmovido por esas muertes cotidianas -trece al día, según las estadísticas- el historiador brasileño Cadu de Castro escribió y compartió en Facebook una conmovedora crónica.

En su breve relato, el autor deja claro que un feminicidio no se produce sólo en el instante en el que un hombre le arrebata la vida a una mujer. Comienza mucho antes, y con la involuntaria y anónima complicidad de todos.

Publicado hace menos de un mes, el relato de Castro fue compartido más de cincuenta mil veces y reproducido en varios medios de prensa brasileños.

A continuación, ofrecemos el texto traducido al español.

Soy machista. Fui criado así. Crecí, me casé y tuve una hija. Siempre sometí a mi mujer, algo que me parecía completamente natural. Al fin y al cabo, el machismo es tan estructural que se naturaliza. Usaba adjetivos como incompetente, idiota, estúpida, para criticar muchas de sus palabras y posturas, y así disminuirla, empequeñecerla. Nunca la agredí físicamente, pero ejercía violencia psicológica. Mi hija fue criada en ese ambiente.

Me reía de los chistes que humillan o descalifican a las mujeres, y los reproducía. Cuando alguna se ofendía y protestaba le preguntaba si no tenía sentido del humor, era sólo un chiste, una broma. Aparte de eso, siempre fui muy moralista, especialmente cuando veía mujeres con ropas muy cortas. Muchas veces dije que estaban pidiendo ser violadas. Recuerdo que una vez me contaron sobre un caso de violación de una chica «modernosa» del barrio donde vivo, y cuestioné si se trataba realmente de una violación. Al fin y al cabo, ella abusaba, lo pedía ¿no? Mi hija escuchaba todo eso.

Defendía que hombres y mujeres son muy diferentes y por eso sus derechos no podían ser iguales. Reproducía las falacias de que el hombre es más racional y la mujer más sentimental, que tener muchas mujeres en un mismo lugar de trabajo no da resultado, que la mujer habla demasiado, que le gustan los chismes, que los hombres son más competentes para gerenciar negocios, que hay mujeres a las que les gusta que les peguen, que los niños mal educados lo son por culpa de la madre, etc. Mi hija aprendió todo eso.

Una vez, un vecino agredió físicamente a su mujer. Mi esposa y mi hija hablaron de llamar a la policía, pero lo impedí. Dije que «en pelea de marido y mujer no se mete cuchara». ¿Quién sabe lo que ella hizo para hacerle perder a él la cabeza? Mi hija incorporó esa idea.

Deshumanizaba la figura femenina. A las mujeres más independientes y despegadas de esas reglas morales que yo defendía, las llamaba vacas, yeguas, cerdas. Decía que el feminismo era cosa de mujeres «mal atendidas», feas, desequilibradas, desubicadas. Me ofendía cuando alguien me llamaba machista, y decía, «ni machismo ni feminismo, nada de ismos». Mi hija llegó a reproducir algunas de mis expresiones.

Recuerdo cuando ella me lo presentó. Estaban empezando a salir. Una vez la oí conversando con una amiga y le contaba que a veces era un poco grosero, pero los hombres son así, ¿verdad? Yo era su referencia.

En otra ocasión hablaba con una prima sobre cómo lo encontró con otra, pero él se disculpó y dijo que era sólo un desliz, que la amaba. Recordó que unos años antes, su madre había descubierto algunas aventuras mías, y que eso era, al fin y al cabo, cosa de hombres.

Él me caía bien. Era un muchacho simpático y trabajador. Reía mucho de los chistes sobre mujeres que le contaba, y hasta aportó algunos nuevos que ampliaron mi repertorio.

Hace poco ella llegó a casa con un hematoma en un ojo, el rostro hinchado y marcas en los brazos. Le pregunté sobre eso y contestó que se había caído por las escaleras, pero que estaba bien, que no hacía falta que me preocupara. Le pregunté si todo iba bien con su marido y me dijo que sí, que él la amaba.

Ayer recibí una llamada de la policía. Supe que mi hija estaba muerta. Su compañero la había tirado del balcón desde un décimo piso. O la había apuñalado, o baleado, o estrangulado, o golpeado hasta la muerte durante una pelea conyugal.

Los vecinos oyeron sus gritos pidiendo socorro, pero nadie intervino ni llamó a la policía. Al fin y al cabo, en pelea de marido y mujer no se mete cuchara.

Yo caí, o fui apuñalado, o baleado o estrangulado junto con mi hija. Ahora yazgo en este suelo frío, La caída, o el tiro, o el estrangulamiento, o los golpes, o la puñalada que destrozó mi alma, agudizó mis sentidos. Puedo ver, oír. Veo ahora con una claridad y lucidez que me lastiman: el machismo, que siempre naturalicé y reproduje, oprime, hiere, mata. Oigo el grito de los feminismos. Es un grito de dolor. Es un grito ancestral. Es un grito por igualdad de derechos y oportunidades. Es un grito por respeto. Es un grito por la vida. Es el grito de mi hija. Es el grito de tu hija.

Es tarde para mí. Es tarde para ella. Maté a mi hija. En cada acto machista maté a mi hija. Maté también otras hijas, hermanas, madres. Defender y reproducir el machismo es mancharse las manos con sangre. Tú puedes aún salvar a tu hija, hermana, madre y tantas otras mujeres. Actúa antes de que sea tarde.

Debes estar preguntándote si esta historia es verídica. Respondo: sí y no. Sí porque ocurre todos los días, en muchos lugares y a muchas familias. Criamos una serie de feminicidas, y algunos feminicidas en serie. Brasil está entre los países con mayor tasa de feminicidios: ocupa la quinta posición en un ranking de 83 naciones. Mueren 13 mujeres al día en casos de feminicidio, y casi el 80% de ellas a manos de sus parejas.

Y no, no es verídica porque no me ocurrió a mí.

Simplemente escribí esta crónica porque me sentí tocado por un grave problema social: el machismo, al que tenemos que exponer, revelar y combatir todos los días y en todas partes.

Tengo la dicha de estar rodeado de mujeres feministas. Esposa, hija, sobrina, nuera, primas y amigas

Crié una hija feminista. Desde pequeña le enseñé a aceptar un NO sólo si tenía una justificación coherente, proviniera de quien proviniera, incluido yo.

Cuando surgieron expectativas sobre hacerla estudiar ballet, la apoyé para que entrenara taekwondo como ella quería. Ahora es cinturón negro segundo dan. Fue campeona brasileña combatiendo con hombres (en aquella época no había otras mujeres) y campeona panamericana. Está casada con un tipo maravilloso. Y ahora esperamos a Mel, su hija y mi primera nieta, y sólo de pensarlo me lleno de amor y ternura.

Necesito luchar por un mundo mejor para ella. Por un mundo mejor para todas las mujeres. Quiero un mundo mejor para todas las personas.

Y para eso, nosotros, los hombres, tenemos que empeñarnos en una férrea lucha que comienza dentro de cada uno de nosotros, contra el machismo nuestro de cada día. Tenemos que desaprender lo que somos.

¡Sólo los feminismos salvan! Esa lucha es de todos nosotros. Le enseño eso a mi hijo, que es un tipo maravilloso.

Fuente: https://www.montevideo.com.uy/Mujer/-Como-mate-a-mi-hija-la-removedora-cronica-de-un-padre-conquista-las-redes-uc694135

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Antes, durante y después del 8 de Marzo

Por: Ilka Oliva Corado

La sirvienta seguirá siendo sirvienta, sin beneficios laborales ni derechos humanos. Todo el día, humillada, entre mierda.

La jornalera seguirá siendo jornalera, excluida y violentada, trabajando con el lomo partido de sol a sol, los 7 días de la semana. Hasta las galeras donde duermen tiradas sobre el suelo, no llega el feminismo.

La maquiladora, seguirá pudriéndose en una fábrica, sin derecho ni para ir al baño en horas de trabajo. 117 años después del feminicidio de 123 trabajadoras en aquella fábrica en Nueva York.

Y en el 2017, el feminicidio de 41 niñas en un Hogar Seguro, del gobierno de Guatemala, violentadas sexualmente y torturas por el gobierno.

La tortillera, seguirá quemándose la vida y los sueños frente a un comal. Será la artritis la que la consuma en el olvido de la sociedad.

Antes, durante y después del 8 de Marzo, la paria seguirá siendo paria. Porque hasta la alcantarilla no llega el feminismo. No llega el de las redes sociales, el de las exposiciones artísticas y mucho menos el de acción que es el consecuente, el que transforma.

La mujer negra, indígena y transexual seguirá siendo excluida por el feminismo burgués y blanco. Porque éste también tiene sus límites cuando se trata de romper con el patriarcado, el racismo y el clasismo.

Para la vendedora de mercado, no existe el Día Internacional de la Mujer, tampoco para la analfabeta que lava ropa ajena, ni para la que se desloma limpiando habitaciones de hotel.

No existe para la que vive en un basurero ni para la que hace malabares frente a un semáforo.

No hay 8 de Marzo, para las niñas, adolescentes y mujeres que son violentadas en los bares y en las casas de citas, no hay derechos ni antes, ni durante, ni después. No hay marchas feministas mundiales que hagan un paro mundial exigiendo la eliminación de bares, la eliminación de la explotación sexual, de la trata de personas. No las hay, porque hasta ahí no llega el feminismo. ¿Por que quién levanta la voz por una paria? ¿Qué es una paria en marco feminista?

No habrá 8 de Marzo, ni antes, ni durante ni después, hasta que sean las parias, desde su misma entraña las que se paran así mismas, y tomen el espacio que les han arrebatado falsas feministas, burguesas y oportunistas que ven en la ideología feminista la oportunidad para sobresalir individualmente tomando ventaja de la marginación y el abuso de otras.

Serán las parias, indígenas, negras, transexuales, marginadas, obreras, las que reescribirán el feminismo mundial, las que como Roxa Luxemburgo, Clara Campoamor y Emma Goldman, vayan más allá de lo que es políticamente correcto y derrumben los muros y se salten los cercos y borren toda huella del feminismo de ocasión.

Un día, más temprano que tarde, saldrán desde las entrañas de la alcantarilla, las mujeres que con voz de trueno lucharán por sus derechos, sin permitir que ninguna oportunista las represente. Ese día, caerá la bullaranga que hoy vemos como feminismo de salón, de etiqueta, el feminismo intelectual para las fotos, oportunista y burgués: el feminismo de azadón.

Y ese día, ese día, será la alcantarilla la que hablará y el mundo tendrá que escucharla.

Fuente del articulo:https://cronicasdeunainquilina.com/2018/03/07/antes-durante-y-despues-del-8-de-marzo/

Fuente de la imagen:https://www.google.co.ve/search?biw=1517&bih=653&tbm=isch&sa=1

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La patria es ahora

Ilka Oliva Corado

Cuando ganó las elecciones Otto Pérez Molina, pensé que Guatemala había tocado fondo, una sociedad que fue incapaz de enjuiciarlo por los crímenes de lesa humanidad lo estaba llevando a la presidencia, aquello fue una puñalada por la espalda a los familiares de las víctimas y una falta a la Memoria Histórica y a la dignidad, de por sí.

Nos lo tuvimos que calar hasta que a saber ni cómo la justicia empezó a resollar, una justicia vapuleada, mancillada, desaparecida, enterrada en cuanta fosa clandestina existe en la historia guatemalteca. Una mancilla con rostro de niños agonizando por hambruna, de niñas vulneradas en lo más puro de su ser, de campesinos y jornaleros explotados históricamente. De miles de migrantes que en el desarraigo de la diáspora y el sacrificio de las remesas, sueñan con el retorno a la patria que los echó.

Lo imposible sucedió en Guatemala, el genocida Pérez Molina fue presidente. Caímos hondo.

Pensé que habíamos tocado fondo pero por el contrario, el acabose fue que se rajaron a ir a por una Asamblea Nacional Constituyente (porque decir revolución ya son palabras mayores) y en nombre de Dios y el petate del muerto votaron por Jimmy Morales, que era peor que Pérez Molina, por solapar el Genocidio negándolo y el oportunismo de ultrajar una vez más a ese suelo que ha visto correr tanta sangre. Desleal a la patria, a la identidad y afín a la injusticia y a la corrupción. Un personaje dantesco ad hoc a esa parte de la sociedad fanática y manipulable, en nombre del odio y el petate del muerto.

De esa sociedad recalcitrante ya no sorprende nada, es la alfombra por donde desfilan los que hacen de la fe y la doble moral las armas más poderosas para saquear a un pueblo. Ya vimos en lo que resultó el flamante “ni corrupto ni ladrón.” Ya no se puede caer más hondo, llegamos al culo del abismo, es hora que nos saquemos las estacas, nos levantemos y nos pongamos de pie, por dignidad colectiva.  Guatemala necesita una revolución, cortar de raíz con la impunidad, con la corrupción, con el tuétano de la miseria en el país.

El momento es éste, y las revoluciones se pueden hacer de muchas maneras, pero necesitamos cambiar patrones, necesitamos indignarnos de verdad, necesitamos sentir en carne propia el oprobio que viven los más golpeados del sistema. Necesitamos dignificarnos colectivamente. Para cambiar Guatemala no es suficiente ir a gritar los sábados e ir a sonar bacinicas con chinchines dos horas frente al Congreso.

Guatemala no se cambia retuiteando y haciendo reventar las redes sociales con cuanta palabrería sale de la comodidad de estar atrás de una pantalla de computadora o teléfono celular, redes sociales a las que poca parte de la población tiene acceso. Nos convertimos campantes, en revolucionarios de redes sociales, donde no hay mayor esfuerzo que el teclear una oración o un párrafo. Compartir una fotografía o un video. En ese mundo paralelo a la realidad. Y con eso sentimos que ya pusimos nuestra dosis diaria de amor a la patria. La patria, que deambula en cada cargador de bultos, en cada huele pega, en cada niño encerrado en una cárcel porque el Estado lo abandonó.

La patria que llora en cada feminicidio, en cada árbol arrancado, en cada río envenenado. La patria que llora cuando se mutila ecosistemas en nombre de minerías y limpiezas sociales. Cuando se escupe la cultura y se le pisotea, en nombre de convenios y carencias.

Una patria a la que hemos maltratado, una patria que no merecemos. Unos por hacer y otros por solapar.

Celebrar la impunidad, celebrar la corrupción en nombre de religiones y doble moral, nos convierte en igual de corruptos. Ser revolucionarios de redes sociales, tampoco nos dignifica colectivamente. Es pura pantalla nada más. Aquí la pregunta obligatoria es, ¿14 millones de guatemaltecos se van a dejar majear por 105 diputados y una clica criminal que se cubre cada vez que puede, con el petate del muerto?

Es ahora, la patria es ahora. Guatemala se merece reverdecer.

Fuente del articulo: https://cronicasdeunainquilina.com/2017/09/13/la-patria-es-ahora/

Fuente de la imagen: https://cronicasdeunainquilina.files.wordpress.com/2017/09/21731579_1698361696841883_7674523669635408153_o.jpg?w=166&h=289

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Altos índices de violencia contra mujer sudafricana, confirma estudio

Sudáfrica/07 septiembre 2017/Fuente: Prensa Latina

Pese al avance democrático en Sudáfrica en las últimas dos décadas y los numerosos programas en favor de la mujer, la violencia de género se mantiene con altas tasas y especialistas recomiendan hoy tomar urgente medidas adicionales para frenarla.
Un reporte del Centro para el Estudio de la Violencia y la Reconciliación (CSVT, por sus siglas en inglés) con respaldo de Oxfam Sudáfrica ofrece detalles de este fenómeno que padecen una cada cinco sudafricanas mayores de 18 años y una cada tres féminas de edades similares que viven en entornos de mayor pobreza.

Esas estadísticas realizadas por el Muestreo Demográfico y de Salud de Sudáfrica en 2016 son respaldadas por el Consejo de Investigación Médica, que en 2009 reportó que tres mujeres mueren cada día en este país en las manos de sus esposos, amantes o novios.

Bajo el título Violencia contra la mujer en Sudáfrica, un país en crisis, el documento de 80 páginas aborda los distintos ángulos de este serio problema que provoca una tasa de femicidio cinco veces más alta que la del mundo.

También Sudáfrica se destaca por índices superiores de violencia sexual.

Este panorama ocurre en un país que cuenta con fuertes legislaciones y políticas alineadas con las convenciones internacionales de protección a la mujer y de promoción de sus derechos, y con numerosas organizaciones de la sociedad civil que ofrecen servicios esenciales al sector femenino de la población.

‘No obstante, pese a las miles de protecciones legales e intervenciones del Estado y de asociados no estatales, Sudáfrica continúa experimentando extremadamente altas tasas de violencia. Esto eleva las preocupaciones sobre la seguridad humana vinculada a las mujeres en particular y al país en su conjunto’.

Sobre el tema, el informe agrega que esta situación hace preguntarse por qué la violencia contra las mujeres persiste en Sudáfrica y qué es necesario hacer para frenarla.

Al investigar el asunto, los especialistas confirmaron que las sobrevivientes de la violencia la experimentaron varias veces a lo largo de su vida.

Señalaron que estos actos están vinculados con relaciones de poder y se alimentan de vulnerabilidades, incluyendo discapacidades, dependencia económica, inequidades sobre bases de identidad y circunstancias personales de mujeres y niños.

Es por esta razón, que los estudiosos consideran que las estrategias para enfrentar esa violencia deben estar vinculadas intrínsecamente con alcanzar la igualdad de género de manera más generalizada y con la educación sobre el tema desde edades tempranas.

Dijeron que esa educación de niños y niñas para promover relaciones respetuosas y la igualdad de género es muy importante porque es mucho más fácil cambiar actitudes y comportamientos en la niñez y la juventud que en la adultez.

Otro aspecto que abordan para enfrentar esta violencia es incrementar el empoderamiento de la mujer a través del fortalecimiento de sus actitudes empresariales y los derechos laborales, promover el acceso universal a la educación y ofrecerles financiamiento y control de esos recursos.

En esta batalla contra la violencia infligida a las mujeres por sus compañeros íntimos sugieren incorporar una amplia participación de la comunidad, que deberá usar recursos ya existentes como se hizo en Liberia, en particular en áreas rurales donde las féminas carecen de recursos adecuados.

Al analizar el fenómeno, los expertos constataron que la violencia y negligencia de los padres tienen gran influencia en la formación de masculinidades violentas, por lo que es necesario aplicar estrategias de prevención para impulsar una crianza saludable, con lo cual se requiere apoyo comunitario, de las escuelas y de la prensa.

El estudio recuerda notorios casos de violaciones y asesinatos de jóvenes en este país, donde se reportan asaltos sexuales de ancianas -entre ellas una de 86 años- y de niños, el más terrible el de un bebé de nueve meses por el amante de la madre.

Fuente noticia: http://www.prensa-latina.cu/index.php?o=rn&id=113237&SEO=altos-indices-de-violencia-contra-mujer-sudafricana-confirma-estudio

Fuente imagen: http://www.guiaongs.org/wp-content/uploads/2017/05/mujer-maltratada-destacada-354×451.jpg

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Una de cada cuatro mujeres justifica y acepta las agresiones del marido en Angola

Fuente: ABC

Unos 2.000 casos de violencia doméstica al día sacuden la ex colonia portuguesa.

La violencia machistaalcanza niveles preocupantesen la ex colonia portuguesa de Angola, donde una de cada cuatro mujeres justifica y acepta las agresiones físicas que sufren por parte de su marido. Es decir, un 25% de la población femenina se flagela con una resignación que encuentra su caldo de cultivo en el bajo índice educativo reinante en un país gobernado con mano de hierro por el dictador José Eduardo dos Santos desde hace 38 años.

Los datos salen a la luz en vísperas de las «elecciones» que determinarán el 23 de agosto quién sucede al tirano en el poder, aunque se trata de un proceso con escasas garantías democráticas, de acuerdo con las advertencias y denuncias de la oposición en la clandestinidad.

El Instituto Nacional de Estadística de Portugal ha colaborado con el Ministerio de Salud de Angola para poner en pie tan alarmante estudiosobre el día a día de cientos de abnegadas esposas en ese enclave africano. Porque, además, se da la circunstancia de que ese porcentaje supera incluso al de hombres que opinan de manera similar, asentado en el 21%.

Aceptan las agresiones y les justifican

 Las mujeres en cuestión no solo aceptan el hecho de ser agredidas sino que piensan que ellos tienen razón en varios de los supuestos objeto de análisis, tal cual certifica un informe relativo a 2015 y 2016.

Los motivos que llegan a interiorizar las afectadas van desde atreverse a discutir hasta dejar quemar la comida en el fragor de las palabras, pasando por salir de casa sin avisar, descuidar la atención a los niños y rechazar al hombre cuando le proponga mantener relaciones sexuales.

Y todo en una nación con grandes diferencias entre la capital, Luanda (la ciudad más cara del mundo, en medio de la creciente pobreza que impera en el resto del territorio), y las provincias de Malanje o Bié, por citar solo dos ejemplos.

«Los casos de hombres y mujeres que están de acuerdo en que el marido pegue a su esposa disminuye en las regiones con un mayor nivel de escolaridad», refleja el estudio, realizado con la ayuda técnica de Unicef.

Los números lo refrendan: solo un 9% acepta la violencia doméstica en Cuanza Norte, mientras que el porcentaje se dispara hasta el 47% en el caso de Malanje.

Infidelidad del marido

No obstante, tampoco puede olvidarse otra de las conclusiones del informe: un 16% de los hombres y mujeres con título de enseñanza secundaria llega a asimilar los mismos argumentos que rigen las agresiones.

Más aún: un 53% de la población femenina del castigado país no ve los ataques en su contra como una justificación de peso para negarse a satisfacer los deseos sexuales de ellos. Y es que la sociedad angolana está habituada a comprender ese rechazo solo en caso de que se descubra lainfidelidad del marido.

El Foro de Mujeres Periodistas de la ex colonia lusa ha tomado cartas en el asunto con otras revelaciones añadidas para poner de relieve que ladesigualdad entre hombres y mujeres campa a sus anchas allí.

De acuerdo con sus estimaciones, unas 2.000 esposas sufren agresiones diariamente a lo largo de ese territorio de habla portuguesa.

Una de sus portavoces, Susana Mendes, declaró en la radio de Lisboa que esta cantidad es, en realidad, mucho mayor. ¿La razón? Se desconocen las verdaderas estadísticas, en vista de que muchas mujeres angolanas no se atreven a denunciar a sus agresores, en gran parte por falta de preparación y por desconocimiento de unos derechos que, con todo, apenas son reconocidos en Angola.

La policía no ayuda

La situación de falta de garantías queda retratada con el episodio de privación de libertad vivido por el rapero y activista Luaty Beirao, acusado de un delito de «conspiración» por el régimen de José Eduardo dos Santos.

Por si fuera poco, los momentos «kafkianos» aguardan a las mujeres que se deciden a acudir a las comisarías, asoladas por unos altos índices de corrupción.

De hecho, el mencionado Foro acredita que varias de las personas del género femenino que osaron dar el paso se encontraron con respuestas de los agentes tipo: «¿Por qué se te ocurre hacer cosas que desagradan a tu marido?».

El resultado es que las afectadas caen abatidas en un pozo de desesperación que las lleva a resignarse a convivir con semejantes grados de violencia.

En este contexto, en absoluto es extraño que las pocas organizaciones dedicadas a dar cobijo a las víctimas tengan que recurrir al sustento de los colectivos solidarios portugueses.

«Las agresiones no cesan porque continúa la impunidad de los agresores», reconoce desde Lisboa la activista Delma Monteiro, a quien le viene a la mente la muerte de la conocida periodista radiofónica Márcia Salupendo, toda una estrella en Angola y que perdió la vida después de ser salvajemente golpeada por su entonces compañero sentimental, Chimbalanga Mariano, un funcionario gubernamental de la dictadura.

Fuente: http://www.abc.es/sociedad/abci-cada-cuatro-mujeres-justifica-y-acepta-agresiones-marido-angola-201708071958_noticia.html

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Uruguay: Se lanza libro que recoge siete miradas académicas sobre el suicidio y reclama dejar de mirar para el costado

América del Sur/ Uruguay/Leo Lagos

Las cifras son alarmantes, pero el tabú nos impide aceptar la realidad: en Uruguay son más las personas que se suicidan que las que pierden la vida en siniestros de tránsito. Mientras que para enfrentar las muertes en las calles y rutas se toman medidas como la tolerancia cero al alcohol y se realizan campañas públicas, para el suicidio la única gran estrategia que se adopta es la del avestruz.

No son superhéroes que luchan en solitario contra la maldad del mundo. Tampoco son salmones que nadan contra la corriente. Sin embargo, un poco de eso tienen. Pablo Hein es docente e investigador del Departamento de Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República (Udelar). Cristina Larrobla es investigadora y docente en la Unidad de Salud Mental en Comunidad de la Facultad de Medicina de la Udelar. Ambos son miembros del Grupo de Comprensión y Prevención de la Conducta Suicida, una unidad multidisciplinaria que involucra a las facultades de Medicina, Ciencias Sociales, Humanidades y Ciencias de la Educación, Información y Comunicación, Psicología y a la Dirección de Salud Mental y Poblaciones Vulnerables de la Administración de los Servicios de Salud del Estado (ASSE). Me reciben en una pequeña oficina atiborrada de ejemplares de 70 años de suicidio en el Uruguay: 7 disciplinas, 7 entrevistas y 7 encuentros, libro financiado por la Comisión Sectorial de Investigación Científica en su colección Art. 2, que recoge material del Programa de Comprensión Pública de Temas de Interés General y que se presenta hoy a las 9.00 en la sede de ASSE.

La publicación es necesaria y oportuna: por más esfuerzos que se hayan realizado, la tasa de suicidio de Uruguay sigue siendo la más alta de América Latina. Los números, lejos de bajar, parecen estar aumentando. En julio el Ministerio de Salud hará públicas las cifras de suicidios de 2016. Pablo Hein no es optimista: “Lamento decirlo, pero hay altas probabilidades de que las cifras hayan aumentado respecto de 2015, que ya fue un año de pico de suicidios”. Eso es lo que resulta alarmante: los dos picos de suicidios en las últimas décadas en Uruguay se registraron en 2002, en plena crisis, y en 2015, tras diez años de bonanza económica. ¿Por qué los uruguayos decidimos matarnos? ¿Por qué no hacemos nada por los que se matan a nuestro lado? Despejada la crisis económica como único factor explicativo, ¿no es tiempo de hacer algo al respecto? ¿Por qué no hablamos del asunto?

“El presidente de la República ha dicho varias veces que no hay que hablar del tema porque es un tema que se contagia. Nosotros, desde el Grupo de Comprensión y Prevención de la Conducta Suicida, pensamos que no es así”, dijo Hein. La línea de argumentación del presidente viene de larga data y parte de la premisa de que el suicidio es un fenómeno que genera imitación. “Si bien hablar del tema puede ser un factor de riesgo, por ejemplo, en los suicidios de cantantes populares para los adolescentes, y la OMS [Organización Mundial de la Salud] tiene un manual específico para los medios de comunicación acerca de cómo comunicar esas muertes, hay estudios empíricos que indican que la sociabilización del tema es provechosa”, aclaró Larrobla. De hecho, uno de los tantos mitos asociados al suicido afirma que los medios tienen prohibido informar sobre las muertes autoinfligidas. Hein retrucó: “En los medios hay ignorancia. Piensan que no se puede informar. Si el periodismo nacional viera lo que es el periodismo español, el periodismo francés o el periodismo alemán, dejaría de hacer eso de no informar sobre el suicidio”.

La sociedad es la culpable

Pensar que el suicidio se contagia como una enfermedad infecciosa es una de las tantas maneras que la sociedad elige para perpetuar el tabú ante la muerte y no ver lo que le disgusta. Otra consiste en pensar que se trata de un asunto de la psiquiatría. Pero Hein acotó: “El suicidio es un fenómeno de la sociedad. Ni siquiera se puede trasladar únicamente al entorno familiar. No son los López o los Hein, que no vieron un problema que tenía su hijo. Tratamos de silenciar el tema, que es de toda la sociedad, y se lo atribuimos a una familia específica”. Larrobla complementó: “También tiene que ver con patrones sociales de lo que es público y lo que es privado, con qué es lo que los medios hacen público y qué no. Lo mismo venía pasando con el tema de la violencia doméstica, que hoy se empieza a visibilizar. Antes era un tema privado: si se era un buen profesional o un buen gobernante, no importaba lo que la persona hacía en la casa con la mujer o con los hijos. Ese manejo de lo público y lo privado nos sirve como excusa para no visibilizar el problema y no hacernos cargo de él”. Hein considera que el problema es más profundo: “No todos los suicidios son sociales, pero tampoco son todos económicos, ni todos debidos a desórdenes mentales. Uruguay no tiene que discutir sólo el tema del suicidio, sino el tema de la muerte, el de quién controla la muerte y el del poder médico que hay en torno a ella”. Ante esto, hizo un llamado a la acción: “Es momento de sacarse el miedo. Es tiempo de políticas integradoras que trasciendan las recetas o los manuales psiquiátricos o psicológicos. ¡En la Comisión Honoraria de suicidio no hay ningún asistente social! Está el Mides [Ministerio de Desarrollo Social], pero no está la Facultad de Ciencias Sociales ni la de Comunicación. ¿No será tiempo de empezar a pensar la comunicación del suicidio?”.

La pregunta de Hein resonó unos segundos y antes de que el sonido de sus palabras dejara de rebotar en la habitación, fue por más: “El único informe sobre suicidio, que salió al aire el año pasado en Canal 10, duró tres minutos y 20 segundos. Terminó con una psiquiatra diciendo que el suicidio es un tema meramente psiquiátrico”. Si uno lee el libro 70 años de suicidio en el Uruguay queda claro que eso no es así. Pero resulta que esos discursos son funcionales: expían de toda culpa a la sociedad en general y a quienes deciden las políticas. “Si a la sociedad se le dice que el suicidio es un tema de neurotransmisores, todos nos quedamos tranquilos. Pero después viene la Ballena Azul y la gente no entiende por qué hay adolescentes que se suicidan”, argumentó Hein, que no esquivó el bulto: “Capaz que es porque les pongo la vara muy alta en las clases y se sienten frustrados. O capaz que es porque a mis hijos les transmito, hasta inconscientemente, ciertos niveles de consumo desmedido”. Larrobla dijo que los medios de comunicación no siempre callan: “El único caso de suicidio que los medios publican es el del que comete feminicidio y luego se autoelimina. Para ese no hay tabú, y además te describen con lujo de detalles cómo hizo para matar a la madre delante de los hijos y cómo hizo luego para pegarse un tiro él”. Y una vez más, los medios deforman la realidad: “En términos estadísticos, es más alto el fenómeno de los hombres de entre 35 y 45 años que se matan sin matar a la pareja”, ilustró Hein. Entre los hombres de esa edad el divorcio es un factor de riesgo mayor que entre las mujeres, pero tal vez el hecho no sea tan atractivo para los medios de comunicación, ya que no les permite vender una historia con un culpable que hace algo aborrecible.

Un poco irónicos

Larrobla dijo que esto “va de la mano de la visibilización de la violencia de género”. “En la medida en que se sacó el velo de ese tabú, se habla más del tema. Pero con el suicidio cuesta más”, agregó. Tendemos a repetir que la gente se suicida más los domingos; sin embargo, los datos indican que no es así. También repetimos que la gente se suicida más en invierno. Hein aclaró: “Eso es una gran mentira uruguaya, que además es funcional, porque el invierno no se puede cambiar. Entonces nos quedamos tranquilos. La gente se suicida más en noviembre y diciembre, que es el período en el que uno evalúa su año”. Es más, el suicidio en Uruguay presenta características que se mantienen estables en el tiempo y que permitirían desplegar acciones más concretas que quejarse del opresivo invierno: “En Uruguay hay un suicidio cada 14 horas. ¿Quién el próximo que se va a matar? No te sé decir si es un jugador de fútbol, una profesional o un ama de casa. Pero te puedo decir que el mes que viene se van a matar más hombres que mujeres, más adultos mayores que jóvenes, más adolescentes que adultos, sin contar los ancianos, más hombres divorciados que hombres casados, que las mujeres que se suiciden van a ser tanto solteras como casadas. El suicidio es un fenómeno muy predecible en los grandes números”. Larrobla acotó: “La historia personal, la individualidad y la subjetividad tienen un peso muy importante, y son los elementos que hacen más difícil detectar y poder prevenir el suicidio. Podés hacer una campaña de prevención pensando en esos perfiles muy generales, pero no podés saber quién va a intentar suicidarse en los próximos diez minutos”.

Para Hein, los uruguayos somos un poco irónicos: “Festejamos cosas como la baja de la mortalidad infantil, pero no nos angustiamos por otras, como la tasa de suicidio adolescente”. Luego acribilló a la diaria con datos: “En 2015 hubo 208 homicidios. Unas 500 muertes por accidente de tránsito y 569 muertes por suicidio según cifras oficiales. Siempre hubo, salvo en el año 2012, más muertes por suicidios que por homicidios o por accidentes de tránsito. Entonces, Uruguay es irónico: piensa en los homicidios y en las muertes en el tránsito, pero no piensa con la misma intensidad y con la misma sociabilización en el suicidio. ¿Por qué no nos estamos diciendo ‘cuidate de vos mismo’, ‘cuidá al que tenés cerca’?”. Larrobla sentenció: “Este no es un tema exclusivo de psiquiatras y psicólogos. Todos podemos ser vehículo de referentes y de derivaciones oportunas. Lo que demuestran muchos estudios es que hablar de manera correcta, con los elementos necesarios y con un buen sistema de derivación en red, es un factor protector. Lo que no se habla, se actúa”.

Fuente: https://ladiaria.com.uy/articulo/2017/6/se-lanza-libro-que-recoge-siete-miradas-academicas-sobre-el-suicidio-y-reclama-dejar-de-mirar-para-el-costado/

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