Page 8 of 9
1 6 7 8 9

Escritos en los cuerpos racializados. Lenguas, memoria y genealogías

09 febrero 2017/ Autora:Karina Bidase/Fuente:Mujeres en Red

El contenido de este libro es propio del tiempo en que vivimos. Se encuentra inscrito en la genealogía de las luchas de las mujeres y feministas frente a los feminicidios, ejemplificadas aquí por el acontecimiento conocido como «Ni Una Menos».

En ese mapa de los feminismos del Sur, las teorías feministas des y poscoloniales ocupan un lugar destacado, cuestionando las representaciones victimizantes y homogeneizadoras de las mujeres del Tercer Mundo hoy llamado Sur Global, bases de «una retórica salvacionista» que resulta en un proyecto de corte colonizador.

Asimismo, reflexiona acerca de la ética de la responsabilidad feminista ante el problema de la narración de la trama y la memoria. Frente a lo «inenarrable», ¿cómo llegar a escribir una narrativa feminista que sea eficaz simbólicamentede escribir esas pérdidas, que sea capaz de interpelar al mundo?

«Escribo este libro a la luz de las movilizaciones de organizaciones sociales que luchan contra los feminicidios en mi país: Ni Una Menos. Junto con La Casa del Ecnuentro; la Campaña Nacional contra las Violencias a las Mujeres; la Comisión Provincial de la Memoria; la comunidad Siluetazo contra los feminicios y las desapariciones de mujeres (…)

El espesor de este libro es propio de este tiempo. Concentración de cuerpos reclamando justicia por las mujeres asesinadas en Argentina, Chile, Brasil, Uruguay por el sistema capitalista y patriarcal-racista y en nombre de él. Se encuentra inscripto en la geneaología de las luchas de los movimientos de mujeres y feministas de la región.»

Fuente: http://www.mujeresenred.net/spip.php?article2268

Comparte este contenido:

Asignatura pendiente

Por: Ana Lilia Herrera Anzaldo

Erradicar de raíz la discriminación, la violencia y los feminicidios es un tema de formación.

En la antesala de la segunda década del siglo XXI, va siendo hora de que nuestro país erradique, para siempre, cualquier práctica de inequidad o desigualdad motivada por el género.

Ello exige la premisa fundamental de fijar que la fuerza y la talla no son símbolo de superioridad, pues los seres humanos nos convertimos en una especie superior no por nuestra fuerza, velocidad o agudeza de los sentidos, sino por la inteligencia. Lo relevante es ejercitar la razón.

El propósito de la igualdad entre hombres y mujeres, y los principios de no discriminación están orientados a destacar la dignidad del ser humano y establecer los valores de las personas como un baluarte para la vida y para el desarrollo social, tomando en cuenta un ámbito cultural y educativo que otorgue mejores condiciones sociales a la gente.

Son muchos los documentos y manifiestos que a lo largo de la historia se han esmerado en proclamar la equidad de la mujer respecto al hombre, tal como la Carta o Declaración Internacional de los Derechos Humanos, la cual expone la necesidad de un pleno desarrollo y progreso de la mujer en todos los ámbitos de la sociedad.

Hoy, en México y el mundo, tenemos marcos normativos, información e indicadores que ya desagregan por género diferentes fenómenos, pero erradicar de raíz fenómenos como la discriminación, la violencia y los feminicidios es un tema de formación.

La desigualdad social no es superioridad. Se debe de convencer de que el rico no es superior al pobre, o el blanco sobre el moreno, el más instruido sobre el menos educado; el católico sobre otras religiones; el que nació aquí sobre el que nació allá; el mestizo sobre el indígena; el religioso sobre el ateo; el sano sobre el enfermo; el capacitado sobre el discapacitado; el joven sobre el viejo; o el adulto sobre el niño. La igualdad debe ser un horizonte en todos los ámbitos.

Es urgente, desde la escuela, fijar la idea de que los hombres y las mujeres somos y seremos diferentes, pero ello no nos hace superiores o inferiores entre nosotros. La percepción y la inequidad son construcciones sociales que reclaman con urgencia cambios sociales dirigidos, como el que se logró con la política de población implementada en nuestro país en la década de los años 70 y que redujo de manera notable el número de hijos por pareja.

Así como las máquinas no pueden estar construidas de partes iguales, la sociedad se compone de seres diferentes que, en conjunto, deben perseguir el mismo fin: el bienestar de todos. Equidad no es que todos hagan lo mismo, sino que todos nos pongamos de acuerdo en función de nuestras capacidades y habilidades.

La inequidad de género que aún persiste en diversas regiones de nuestro país es –a querer o no– una forma de discriminación. Es urgente consolidar la idea de que el tratamiento subordinado de la mujer es una forma de discriminación tan atroz como la discriminación racial, religiosa, de clase o por alguna discapacidad.

Sin duda, hoy debemos plantearnos la formación en valores y en la defensa de nuestros derechos como personas desde el hogar, pero la escuela debe constituirse en una plataforma de inclusión, solidaridad y promoción de la igualdad.

El objetivo es extender la igualdad y el respeto de nuestros derechos a todos los campos de la vida social, empezando por la relación hombre-mujer, a través de asignaturas que desde la educación básica eduquen para lograrlo.

Por ello, hoy resulta indispensable una auténtica herramienta de cambio en el desarrollo de mujeres y hombres, como la implementación de una estrategia educativa transversal en materia de derechos humanos de las mujeres y perspectiva de género, que se centre en transformar los patrones culturales y enseñe a las niñas, niños y adolescentes, entre otras cosas, a identificar la violencia, a no generarla y a denunciarla.

Fuente: http://www.vanguardia.com.mx/articulo/asignatura-pendiente

Comparte este contenido:

De los “crímenes pasionales” a los femicidios en Argentina

Por:

Todavía hay diferencias en la tipificación de los femicidios, pero el concepto comienza a afianzarse en Argentina. Ya no se habla de “crímenes pasionales” sino de asesinatos de género. El cambio de lenguaje es el primero de los muchos pasos que faltan para erradicar la cultura de violencia.

Los cambios conceptuales son el resultado de las movilizaciones feministas como la del 3 de junio de 2015 y las de este año, que se tradujeron en multitudinarias marchas bajo la consigna de “Ni Una Menos”. Entre ellas se destaca la última del 19 de este mes, tras el brutal asesinato de la adolescente Lucía Pérez.

La joven de 16 años, de la ciudad bonaerense de Mar del Plata, fue drogada, violada y empalada hasta morir, un caso que unió a miles de mujeres y hombres, bajo una misma consigna: “basta de femicidios”.

“Los femicidios no han aumentado pero no han disminuido. Una mujer cada 30 horas es asesinada” en Argentina: Ada Rico.

“Fue una movilización profundamente radical, de hermandad entre mujeres de identidades diversas que hacen de la diferencia una fuente de su poder”, dijo a IPS la coordinadora del Programa Sur-Sur del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso), Karina Bidaseca, también de la Red de Derechos Humanos del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet).

“Si tocan a una, saltamos todas”, “Vivas nos queremos”, fueron otras consignas sentidas que trascendieron las fronteras nacionales, de América Latina hasta algunos países europeos como España y Francia, “lo que marca la posibilidad de imaginar y tejer un nuevo proyecto societal que cuestiona la cultura patriarcal en todas sus dimensiones”, agregó Bidaseca, autora del libro “Escritos en los cuerpos racializados. Lenguas, memoria y genealogías (pos)coloniales del feminicidio” (UIB).

La última movilización fue precedida por un “paro” de mujeres de una hora, bajo el lema “Si mi cuerpo no importa produzcan sin mí”.

“Fue un paro de mujeres, inédito en la historia de las movilizaciones de mujeres, que muestra a través de esa consigna un cuerpo que se rebela al capital, que advierte el daño que está causando la crueldad en la malla simbólica y en la reproducción del capitalismo en el reparto de las riquezas que producimos las mujeres en las casas y fuera de nuestras casas”, agregó Bidaseca.

Desde el 25 de noviembre de 2014, está vigente el Primer “Registro Nacional de Femicidios” de la Justicia Argentina, que comprende todas las causas por homicidios de mujeres (niñas, adolescentes y adultas) y perpetrados por varones por razones asociadas a su género.

Según ese informe, durante 2015, 235 mujeres fueron asesinadas por esa condición. En 20 por ciento de los casos había denuncias previas por violencia de género y a 70 por ciento las mató un conocido en el que alguna vez habían confiado. Apenas 7 casos tuvieron condena.

Pero ese y otros registros considerados indispensables para diseñar políticas públicas contra la violencia de género, presentan diferencias con los de organizaciones no gubernamentales.

Según el documento elaborado por La Casa del Encuentro a partir de informes de prensa, hubo 286 femicidios, además de otros 42 “vinculados” de hombres y niños en 2015. Bajo este concepto se incluyen las personas asesinadas al intentar impedir el femicidio o “atrapadas en la línea de fuego”.

También involucra a quienes tienen vínculo afectivo o familiar con la víctima, o que fueron asesinados por el femicida para castigar y destruir psicológicamente a quien consideran su propiedad.

Además, el informe considera a “las víctimas colaterales”. Entre 2008 y 2015, 2.518 hijas e hijos quedaron huérfanos, 1.617 de los cuales eran menores de edad.

“Consideramos que tiene que haber ajustes porque hay diferencias de conceptos”, explicó a IPS la presidenta de La Casa del Encuentro, Ada Rico.

Por ejemplo, los expedientes enviados a la Corte no monitorean los casos de “agresores suicidas” (que se matan después del femicidio). Tampoco de robo con asesinato tras un abuso sexual.

“Si un hombre roba pero abusa y asesina a la víctima mujer es femicidio a todas luces”, enfatizó.

Según la organización, 50 por ciento de los femicidios incluyen abuso sexual seguido de muerte, y el restante 50 por ciento se da en el marco de relaciones de pareja, antes conocidos como “crímenes pasionales”.

“Hoy hay mucha más visibilidad en los medios de los casos de femicidio y otro tratamiento. Cuando comenzamos en 2008, se hablaba de crímenes pasionales, una forma de justificar la conducta del agresor. Hoy se habla de violencia de género y de femicidios”, destacó Rico.

Para ella, el movimiento “Ni Una Menos”, que contribuyó al cambio conceptual, es un reflejo de “la sociedad (que) se manifiesta abiertamente contra la temática de la violencia de género” e impulsa a muchas familias y víctimas a denunciar.

Después de cada marcha, en La Casa del Encuentro “se triplican los pedidos de información, no sólo de víctimas sino de familiares preguntando cuáles son las herramientas para ayudar a la víctima”, explicó.

La movilización no incide, sin embargo, en la disminución de casos.

En lo que va del año, según el observatorio de la organización Mujeres de la Matria Latinoamericana (MuMaLá), 226 mujeres ya fueron asesinadas por su condición de género.

“Los femicidios no han aumentado pero no han disminuido. Una mujer cada 30 horas es asesinada en nuestro país”, explicó Rico, aunque, observó, actualmente hay una mayor visibilización de los casos en los medios y una “sociedad más atenta”.

Para Mabel Bianco, presidenta de la Fundación para Estudio e Investigación de la Mujer (Feim), el lema “Ni Una Menos” ayudó a que “la sociedad argentina, sin diferencias de ningún tipo esté pidiendo no sólo políticas sino un cambio cultural en toda la sociedad”.

“Creo que los femicidios no van a desaparecer de un día para el otro por una marcha o una ley o un plan gubernamental. Esto requiere mucho más tiempo y un trabajo en distintos planos”, destacó Bianco a IPS.

Pero para ello, analizó, “es clave por ejemplo que los medios cambien sus mensajes sexistas que continúan manteniendo la discriminación de las mujeres o su menor valoración en relación a los hombres” o con “programas que continúan mostrando a las mujeres como meros cuerpos y sino trabajadoras del hogar”.

El Consejo Nacional de las Mujeres (CNM) presentó el “Plan Nacional de Acción para la Prevención, Asistencia y Erradicación de la Violencia contra las Mujeres 2017-2019, que incluye demandas de “Ni Una Menos”, como hogares integrales para las que están en situación de violencia con equipos interdisciplinarios, y programas de capacitación de género para la policía.

Mientras tanto, “se están haciendo algunas cosas como la prueba en algunas provincias de la tobillera, el refuerzo y la actualización de la linea 144 (de denuncias), la terminación de los refugios iniciados hace dos años por el anterior gobierno”, pero eso implica que también las provincias avancen y que amplíen sus presupuestos, señaló Bianco.

Sin embargo, cuestionó el debilitamiento de programas como el de la Educación Sexual Integral en las escuelas que “incluye la revisión y cambio de roles estereotipados de género que mantienen la desigualdad de las mujeres”.

Mientras que en el plano internacional, a Bidaseca le preocupa “el giro a la derecha” que define el movimiento de mujeres y disidencia sexual como una “ideología de género”.

“Es un guión fundamentalista de grupos reaccionarios que pretenden clausurar las conquistas logradas por el movimiento de mujeres a lo largo de su propia historia”, sostuvo.

Fuente: http://www.ipsnoticias.net/2016/10/de-los-crimenes-pasionales-a-los-femicidios-en-argentina/

Comparte este contenido:

Declaración de Phumzile Mlambo-Ngcuka, Directora Ejecutiva de ONU Mujeres: La sociedad paga el precio por el asesinato de mujeres

27 octubre 2016/Fuente: ipsnoticias

ONU Mujeres está profundamente preocupada por la brutal violencia sexual y el asesinato de mujeres y niñas que ha sido recientemente señalada por las mujeres en Argentina y que repercute en toda América Latina y más allá. Esta es una forma de terror íntimo que ha sido normalizada en su magnitud y a través de la aceptación de su inevitabilidad en algunas partes. Pero no es normal y no puede continuar.

Más allá de los costos personales inaceptables, se revelan profundos y perjudiciales fallos de la sociedad que últimamente tienen un alto costo en la pérdida de progreso en cada país.

Unimos nuestras voces a todos aquellos que dicen “Ni una menos” y llamamos a acciones urgentes en todos los niveles, desde los gobiernos hasta las personas que impulsan cambios, para prevenir que no haya ni un solo asesinato más. La violencia contra las mujeres y las niñas debe parar.

Primero de todo, el reciente caso de femicidio de una adolescente en Argentina y el asesinato de una niña de 9 años en Chile no deben quedar sin castigo. Globalmente, la impunidad es un elemento clave en la perpetuación de la violencia y la discriminación contra las mujeres. Si los hombres pueden tratar a las mujeres tan mal como quieran con pocas o ninguna consecuencia, ello niega todos los esfuerzos para construir un mundo que sea seguro para las mujeres y las niñas y en el que ellas puedan florecer.

La sociedad paga el precio por el asesinato de mujeres

Phumzile Mlambo-Ngcuka, directora ejecutiva de ONU Mujeres. Crédito: Devra Berkowitz/ UN Photo

 

 

 

 

 

 

 

Globalmente, unas 60.000 mujeres y niñas son asesinadas cada año, con frecuencia como una escalada de violencia doméstica. Estudios nacionales en Sudáfrica y Brasil estiman que cada seis horas una mujer es asesinada por su compañero íntimo. El hogar no es un refugio y es arriesgado para las mujeres denunciar a sus agresores. Salir al exterior también comporta peligros. Estudios recientes en Brasil indican que el 85 por ciento de las mujeres tienen miedo a salir a la calle. En Port Moresby, Papúa Nueva Guinea, en torno al 90 por ciento de mujeres y niñas han experimentado alguna forma de violencia sexual cuando acceden al transporte público.

Como comunidad internacional hemos articulado fuertemente su espacio propio para una población pujante de mujeres y niñas, y las múltiples formas en que esto es mejor para todos. Desde la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible adoptada en septiembre de 2015 hasta la Nueva Agenda Urbana adoptada esta semana, está claro que debemos acabar con la violencia y prevenir su repetición. Ello requiere de leyes y políticas públicas, ciudades seguras, transporte público, mejores servicios y el compromiso de hombres y niños en la construcción de una cultura que acabe con todas las formas de discriminación contra las mujeres y niñas y que lleve al fin del femicidio.

El cambio debe suceder a muchos niveles, tanto en las estructuras culturales como físicas de nuestras sociedades. Trabajamos de cerca con la sociedad civil y el movimiento feminista, que han sido actores clave en la denuncia de la violencia, impulsando el cambio de políticas y proponiendo soluciones. Para recoger más información y apoyar el fin de la impunidad, junto a la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (OACNUDH), hemos desarrollado un modelo de protocolo que permite investigar este tipo de crímenes adecuadamente para acabar con la impunidad, además de identificar las brechas en la cadena de investigación para lograr prevenir los femicidios. Vamos a usarlo inicialmente para la investigación del femicidio en América Latina, donde el número de países con altas tasas de femicidio está creciendo. Estamos alineadas con la Relatora Especial de Naciones Unidas para la Violencia contra las Mujeres, sus causas y sus consecuencias, que ha llamado al establecimiento de un observatorio global de femicidio con un panel interdisciplinario de expertos para recolectar y analizar datos sobre femicidios.

Existen algunos progresos alentadores: en América Latina, 16 países —casi la mitad de los países en la región— han adoptado legislación para asegurar que el femicidio es adecuadamente investigado y castigado.

Esto debe ser una tendencia global. No es la responsabilidad de un solo sector, pero sí un esfuerzo colectivo y coordinado. Llamamos a que los gobiernos reconozcan la magnitud y las implicaciones de la violencia contra las mujeres y las niñas, y se comprometan a recoger datos con los cuales cuantificarla y no sólo a proveer servicios para las sobrevivientes y víctimas, sino a incrementar sustantivamente una fuerte acción judicial para lograr el cierre de casos y las respectivas condenas; además de esfuerzos constructivos y creativos para prevenir y castigar todos los crímenes violentos contra las mujeres y las niñas.

A nivel mundial, el año pasado suscribimos el objetivo de igualdad de género y eliminación de todas las formas de violencia contra las mujeres y las niñas. Lograr esto no es solo el fin de una terrible violación de los derechos humanos, es la clave para la construcción de un mundo mejor y más equitativo —un planeta 50–50.

Fuente: http://www.ipsnoticias.net/2016/10/la-sociedad-paga-el-precio-por-el-asesinato-de-mujeres/

Comparte este contenido:

Consternarse no es suficiente

Por Ilka Oliva Corado

Cada vez que nos enteramos de una noticia desagradable, (una violación sexual, de un feminicidio, de una masacre, de un acto terrorista)  nuestra primera reacción y última  es consternarnos y quedarnos ahí; como si con eso cumpliéramos con nuestra cuota de conciencia social como muestra de nuestro compromiso colectivo.   Con toda la injusticia y  dolor que a través de la historia ha hecho este mundo pedazos, nosotros seguimos refugiándonos en nuestra egolatría. Hasta que el dolor no nos toque de cerca y nos rasgue la piel en carne viva, nosotros seguiremos ajenos, inhumanos e insensibles a la desgracia ajena.

Desgracia que es resultado  de nuestro silencio, dejadez e inconsecuencia política. Defender la alegría, decimos, como escudo para no vernos en la necesidad de convertir el pensamiento en acción. Miedo de armarnos de valor y pelear por lo que es justo, porque mientras no seamos nosotros los mancillados, todo está bien.

Consternarnos, con un grito de espanto, en una oración, en una misa de cuerpo presente. Consternarnos en una alabanza, en una corona de flores. En un instante de sosiego que nos apacigua  y nos excluye de la realidad. Y nos vestimos de galas y brindamos y osamos festejar la dicha y el privilegio de nuestra felicidad.  De tener un jardín propio mientras miles se mueren de hambre en las calles. De tener amueblado de comedor mientras miles comen de los basureros. De tener agua caliente y bañera, mientras miles se mueren de sed.

Y festejamos esa loción fina que nos acabamos de comprar, el par de zapatos nuevos que hace juego con nuestra colección, el cambio de teléfono inteligente y nuestros viajes vacacionales que necesitamos exponer al mundo a través de las redes sociales, para que nos vean pues; placenteros de nuestra dicha. ¡Privilegiados!

Y mostramos al mundo los reconocimientos que nos dan, inmersos en la vanidad que nos hace sentir únicos, inmortales, importantes. ¡Sobresalientes!  Mientras el mundo se desmorona a la velocidad de la luz. Mientras miles perecen en las fauces del capital, mismo  que nos convierte en esclavos del consumismo y nos aparta de la realidad y nos mantiene en un perenne estado de shock que nos manipula como juguetes de cuerda, como marionetas.

Y la vida es otra cuando estamos lejos del dolor, por eso le huimos, no lo encaramos. Por eso fingimos no verlo, nos damos por desentendidos cuando la vida nos pide a gritos que reaccionemos, que tomemos acción.  Y por eso las muertes de miles de niños por hambruna nos consternan  momentáneamente y oramos para que sus almas encuentren refugio en  algún lugar. ¿Qué causan en nuestra conciencia los niños que mueren víctimas de genocidios? ¿Ellos también importan? ¿Qué tanto? ¿Qué es un genocidio para nosotros? ¿Cuál es el significado de una guerra? ¿De una invasión?

Pero la vida sigue, decimos, y nos escudamos en el mundillo ese de la indolencia y de nuestra alegría y felicidad, que pregonamos por doquier.  Ahí estamos a salvo, ahí podemos vivir a nuestras anchas, sin que un ápice de nuestra conciencia nos encare. Y nos muestre nuestra podredumbre humana, nos haga sentir el hedor que expele  de nuestra piel moribunda.  Nos acomodamos para que sean otros los que vayan a la línea de fuego. Pobres diablos soñadores de mierda.

Y nos duele la vida solo cuando el agua caliente se acaba, cuando se va la luz, cuando se nos acabó el champú, o cuando por culpa del tráfico llegamos tarde a una cita. Y nos sentimos las personas más infelices del mundo cuando llegó Navidad y no tuvimos para comprar estreno o para hacer la cena esa de gala, al estilo burgués.

Y curiosamente no se nos va la vida cuando  vemos que en Siria la invasión y el genocidio está acabando con la belleza de la primavera que siempre ha florecido en la sonrisa de los niños. Lo que está haciendo Israel con Palestina, ese genocidio, ese robo de tierras, esa usurpación. O Cuando el mar se traga a quinientos refugiados por semana. O cuando el desierto diseca a docenas de inmigrantes indocumentados que buscan llegar a Estados Unidos. No nos duele la vida cuando un gobierno neoliberal  por el que votamos, muele a palos a los más mancillados del sistema y de la impunidad.

Nos duele sí,  y nos consternamos para toda la vida cuando la tragedia toca a la puerta de nuestra casa y la habita.  Y nos consternamos cuando el reconocimiento y el aplauso no llegan, entonces sí nos deprimimos, nos dejamos caer a causa de nuestro narcicismo.

Y mientras nosotros estamos deprimidos por banalidades, (porque no tenemos para teñirnos el cabello o comprarnos esa botella de ron de exportación) la vida en otras latitudes del planeta, o la vuelta de la esquina, está pidiéndonos a gritos que la volteemos a ver. Si tan solo tuviéramos la entereza de  mirar, de escuchar, de sentir, todo lo que el mundo nos dice constantemente, seríamos otra humanidad, no la porquería que habita este planeta.

Consternarnos no es suficiente. El mar no sería mar sin la fuerza de las olas y la tempestad.

Audio: https://soundcloud.com/ilka-oliva-corado/consternarse-no-es-suficiente

Blog de la autora: https://cronicasdeunainquilina.com/2016/08/18/consternarse-no-es-suficiente/

 Ilka Oliva Corado. @ilkaolivacorado contacto@cronicasdeunainquilina.com

18 de agosto de 2016, Estados Unidos.

Imagen de Roberto Huarcaya, tomado de la página: http://psiquiatria-residente.blogspot.com/2010/07/exilio-interior-ideario-de-un-viaje.html

Comparte este contenido:

La danza de los amparos

Carolina Vásquez Araya

Algunos casos se transforman en paradigma de impunidad.

En Guatemala comienzan a darse muestras de un proceso trascendental destinado a enderezar entuertos jurídicos. En la medida que pasan los meses y se descubre el nivel de impunidad bajo cuyo manto se han protegido desde delincuentes de poca monta hasta asesinos a gran escala, en la ciudadanía crece la esperanza por el establecimiento del muy ansiado estado de Derecho.

Tal aspiración no es gratuita. Durante poco más de un año se han visto desfilar por las Cortes a un ex Presidente y a una ex Vicepresidenta de la República, más un buen puñado de ex ministros de Estado y otros funcionarios afines, algo totalmente sorprendente en un país cuyo sistema ha sido diseñado para cobijar a los corruptos, sobre todo cuando éstos pertenecen a los círculos de poder.

La población va de asombro en asombro ante las capturas de políticos y empresarios, siguiendo con atención las extenuantes jornadas de interrogatorio presididas por el juez Miguel Ángel Gálvez. El papel jugado por la Cicig y el Ministerio Público ha sido fundamental para darle consistencia a los casos y mantener fuera de circulación a los individuos más poderosos del país.

Sin embargo, en el sistema de administración de justicia de Guatemala existe un caso que no avanza; uno que de manera inexplicable permanece detenido a pesar de todas las evidencias presentadas por la fiscalía. Es un caso paradigmático cuya resolución quitaría el tapón que impide el curso de la justicia y permitiría resolver otros casos similares de violencia femicida. Se trata del asesinato y desaparición de Cristina Siekavizza, una joven madre supuestamente golpeada hasta la muerte por su esposo, Roberto Barreda.

Lo que hace de este caso un paradigma es la influencia de los personajes involucrados. Para entenderlo, habría que remitirse a la trayectoria profesional de los padres del sindicado, quienes desde sus altas investiduras como magistrados de la Corte Suprema de Justicia han de haber cultivado amistades y sentimientos de gratitud tan profundos entre sus pares como para superar cualquier escollo jurídico, haciendo del tráfico de influencias un verdadero arte.

Treinta han sido las acciones y recursos presentados ante la Corte de Constitucionalidad por la familia Barreda De León en los 5 años transcurridos desde la desaparición del cuerpo de Cristina. Once de ellos por Joaquín Flores, cuñado de Roberto Barreda; 9 por Beatriz Ofelia De León, madre de Barreda –uno de ellos para separar a la Fundación Sobrevivientes como querellante adhesivo-; 6 por el sindicado, con algunos de los cuales pretende retirar el caso del tribunal B de Mayor Riesgo; y 5 por otras personas ligadas al proceso.

Mientras la familia Barreda se afana por salir bien librada de este crimen deleznable, la familia Siekavizza, el Inacif y el Ministerio Público, con el apoyo de la Fundación Sobrevivientes en su calidad de querellante adhesivo, continúan incansables su lucha contra la impunidad. Durante los 5 años transcurridos desde la desaparicion de Cristina la han buscado en fincas, ríos, lagos y terrenos baldíos, en donde el asesino –y quien lo asistiera en ese proceso- pudo haber enterrado o sumergido su cuerpo, sin hallarla.

Estas son las incongruencias de un sistema de administración de justicia aún pendiente de depuración. La nefasta tradición del encubrimiento entre pares –lo cual también sucede en otras disciplinas- constituye un obstáculo y se podría catalogar como un acto de complicidad criminal toda vez impide el imperio de la ley. La reforma del sector justicia es, más que una demanda ciudadana, una necesidad vital para Guatemala.

Fuente del articulo: http://www.telesurtv.net/bloggers/La-danza-de-los-amparos-20160711-0003.html

Fuente de la imagen: http://entrelineas.com.mx/wp-content/uploads/2016/02/impunidad-570×365.jpg

 

Comparte este contenido:

El Quinto Patio

Once años no es nada

Por Carolina Vazquez Araya

No estamos entendiendo. Los embarazos en niñas son producto de violación.

Sin duda mi columna ya les parece disco rayado, pero si no menciono en este espacio a Mariela Vásquez Díaz, su existencia pasará inadvertida porque una niña embarazada no es noticia hasta cuando muere. Mariela era una adolescente de 15 años. “No lloren por mí, tomé la decisión porque estaba embarazada” reza la escueta nota con la cual explica su decisión de suicidarse. El mismo procedimiento de colgarse de una soga fue utilizado por Diana Marisol Carrillo López, de 18 años y con siete meses de gestación, quien decidió poner fin a su vida en mayo del año pasado.

Así como Mariela y Diana, miles de menores son abusadas sexualmente por hombres de su entorno cercano, algunas desde sus primeros años de vida. Lo excepcional en estos casos es haber tomado la decisión de acabar con su vida. A muchas otras víctimas de violación la vida se les acaba más lentamente y de distinto modo: convirtiéndose en adultas sin haber disfrutado su niñez, cargando con un hijo cuando ni siquiera tienen conciencia de su propia infancia, enfrentando un futuro cortado de tajo por un adulto abusador cuyos crímenes quedarán impunes al ser tolerados por una sociedad patriarcal que mira hacia otro lado.

¿Recuerdan a la niña de 11 años rescatada por la Procuraduría General de la Nación hace pocos días, presuntamente embarazada por su padrastro? ¿Y otra de 13 años, originaria de Quiché, ingresada al hospital Roosevelt con 28 semanas de gestación? Son solo ejemplos de un problema de enormes dimensiones poco advertido por la ciudadanía. De acuerdo con el Observatorio de Salud Reproductiva, Osar, Guatemala registró aproximadamente 58 mil embarazos en niñas y adolescentes durante los primeros siete meses de 2015 y 71 mil en 2014. Por si fuera poco, de las 680 denuncias registradas en 2014 por abuso sexual contra menores, apenas se resolvieron 40 con condenas. Esos números tan marcadamente desiguales constituyen ya de por sí la evidencia de impunidad en uno de los delitos más recurrentes y perturbadores de esta sociedad. Se supone que el sub registro en este tema alcanza dimensiones dantescas, dadas las cifras de embarazos que los superan largamente.

Pero algo sucede que el Estado se abstiene de tomar acciones correctivas para reducir o eliminar esta pandemia de abusos contra la niñez guatemalteca. Si es presión de las instituciones eclesiásticas o simple desidia de las autoridades, no está tan claro, más parece una poderosa combinación de ambas con un componente adicional: el desprecio por esta importante mitad de la población conformada por niñas, adolescentes y mujeres adultas.

Al no tener voz ni voto en las decisiones concernientes a su vida, su salud, su acceso a la educación, se encuentran en una tremenda desigualdad de condiciones en un sistema que las ha marginado históricamente y continúa haciéndolo por obra y gracia de una casta política corrupta y clientelista.

El sistema –con su paredón de influencias capaz de bloquear cualquier iniciativa paritaria- provoca un daño irreversible a estas generaciones de nuevas ciudadanas cuyo destino está sujeto a la desvalorización de su sexo, el desprecio por su esencia femenina, la discriminación profunda desde las bases de la cultura en la cual nacieron. Los intentos por desarrollar campañas de educación destinadas a erradicar la ignorancia sobre salud sexual y reproductiva se estrellan una y otra vez contra un machismo pasado de siglo. Es hora de entender que no es un asunto de moral sino de justicia y supervivencia. Y que de políticas correctas de un Estado laico depende la vida de miles de seres humanos.

elquintopatio@gmail.com

Artículo enviado por su autora a la redacción de OVE

Imagen tomada de: http://www.embarazo-precoz.com/wp-content/uploads/2014/07/embarazo-precoz1.jpg

Comparte este contenido:
Page 8 of 9
1 6 7 8 9