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Reivindicar el enojo femenino: “Las mujeres enojadas generan revuelo, pero nadie habla de la violencia estructural a la que estamos sometidas”

Fuentes: La Tercera [Collage: Sofía Valenzuela]

Hace un par de semanas, la presidenta del Colegio Médico, Izkia Siches, estuvo en el ojo del huracán. Una conversación en el podcast La Cosa Nostra -donde la doctora criticó el manejo sanitario de la pandemia y sinceró su relación con el Ejecutivo- encendió las alarmas y dejó en entredicho a una de las líderes más destacadas del último tiempo.


Sus palabras fueron honestas, como pocas veces se ve en la esfera pública, y expresaban el sentir de un personal médico agotado y frustrado ante el avance robusto del Covid-19. Sin embargo, su tono y modo de expresarse sacaron ronchas y se transformaron en tema nacional durante varios días. La situación causó tal revuelo que Carlos Peña, en su columna en el diario El Mercurio, acusó de infantilización a Siches, mientras que en redes sociales se cuestionó su salida de protocolo.

Y aunque días después Izkia pidió disculpas por la elección de las palabras empleadas –“Se emitieron en un contexto específico, debí haber tenido en cuenta que ellas serían privadas de dicho contexto”, dijo– la sobre reacción del mundo público no fue la misma que cuando ha sido un hombre el que se deja llevar por el enojo. Y es que no es primera vez que una mujer se ve enfrentada a cuestionamientos y represalias por expresar, con claridad, su molestia en la esfera pública. Por ejemplo, la tenista Serena Williams fue penalizada con mayor fuerza cuando, en la final del US Open, se enfrentó en duros términos contra el árbitro del partido. Ante el hecho, la deportista acusó de sexismo y afirmó que si bien es común ver a hombres rebatiendo las decisiones de los jueces, ninguno es castigado cuando ello ocurre.

“No hay una sola mujer que no comprenda que su enojo es abiertamente denigrado. No necesitamos libros, estudios, teorías o especialistas que nos lo cuenten (…). Las mujeres experimentan la discriminación de formas distintas, pero comparten la experiencia de que al mostrar su enfado se les diga que están locas, son irracionales o están poseídas”, explica la activista de género, Soraya Chemaly, en su libro Rage Becomes Her. En el texto, la autora explica que, a pesar de que la ira puede ser una emoción que nos advierte de posibles amenazas, transgresiones o insultos, a las niñas y mujeres se nos enseña a reprimirla o silenciarla. Una situación que también aborda la autora feminista, Virgine Despentes en su libro Teoría King Kong“Una empresa política ancestral enseña a las mujeres a no defenderse. Como siempre, doble obligación: hacernos saber que no hay nada tan grave y, al mismo tiempo, que no debemos defendernos ni vengarnos. Sufrir, y no poder hacer nada más”

Pero, ¿por qué el enojo se nos ha vuelto una emoción tan esquiva a nivel público? Según la psicóloga, Pía Urrutia (@lapsicologafeminista), existen determinadas construcciones sociales que estigmatizan el enojo femenino y lo asocian a lo irracional. A eso, se suma la noción de la ira como una emoción que rompe con los paradigmas tradicionales y las expectativas que se tienen sobre nosotras. “Históricamente, se les ha privado el enojo a las mujeres porque las saca del rol tradicional de cuidadoras, donde hay otras emociones presentes y donde se valora más la tranquilidad, disponibilidad o empatía. Ahí hay un punto porque, en general, el enojo se asocia a poner límites, mientras que en el cuidado uno tiene que acceder y estar dispuesta. Y eso levanta alertas en un sistema opresor que pretende controlar al sujeto dominado que, en este caso, es la mujer”, analiza.

Urrutia, además, explica que a nivel cultural existe un juicio valórico en torno a las emociones, donde se califica como negativas a todas aquellas que responden a la tristeza, ira o miedo, mientras que se valora como deseables a todas aquellas relacionadas a la felicidad. La psicóloga y académica de la Universidad Diego Portales, Katherine Alvear, coincide con ese diagnóstico: “Cuando una mujer aparece deseante y marcando posición, cae en el ámbito de lo rechazado porque estamos en un contexto donde existe un mandato de felicidad, donde se exige estar bien y donde las expresiones de sentimientos ambivalentes y humanos -vinculados a la rabia, envidia o celos- son mal vistos y no tienen cabida”.

Sin embargo, tal como explica Soraya Chemaly, el enojo no solo nos permite atender situaciones que nos transgreden o ponen incómodas, sino que también nos ayuda a establecer límites y movilizarnos para defender lo que creemos justo. “Del mismo modo en que la sed nos motiva a tomar agua, igual que el hambre nos motiva a buscar alimento, el enojo nos puede motivar a responder a la injusticia”, explica Ryan Martin, presidente del departamento de Psicología de la Universidad de Wisconsin-Green Bay, en su charla Ted Why We Get Mad and Why it’s Healthy.

Así, el enojo puede transformarse en un potente catalizador político. Es, por ejemplo, lo que sucedió en el mayo feminista de 2018, cuando miles de estudiantes salieron de las aulas para protestar y exigir el fin de la violencia sexual, luego de conocerse una decena de casos de abuso al interior de las universidades. “La ira es un catalizador para clamar contra la injusticia y la desigualdad, y esto es algo histórico en lo que coinciden todos los movimientos sociales”, dice la autora de Buenas y enfadadas, el poder revolucionario de la ira de las mujeres, Rebecca Traister al diario El País. “En las marchas, las mujeres enojadas generan revuelo, pero nadie habla de la violencia estructural a la que estamos sometidas. Cuando una persona -que es dominada por un sistema opresor- se enoja, se genera un acto de amor profundo y se producen espacios de resistencia y dignidad”, dice Pía Urrutia.

La comediante argentina, Malena Pichot, tiene claro el poder del enojo y su resonancia en el ámbito público. Por eso, y luego de reunir una serie de textos publicados entre 2017 y 2019 en el medio Página 12, lanzó su libro Enójate Hermana, donde reflexiona sobre las injusticias del sistema patriarcal. “Para mí, decirle a otras mujeres que se enojen, es con la intención de que despierten, de que activen, de que se hagan cargo, de que se hagan fuertes, para todo eso hay que enojarse, porque enojarse también significa que te importa”, explica Pichot.

A nivel físico, expresar el enojo -y no reprimirlo como se nos enseña- tiene múltiples beneficios. Por un lado, nos permite descargarnos de manera inmediata ante alguna situación, pero también nos moviliza a alcanzar nuestros objetivos y nos da la posibilidad de conectar con mecanismos opuestos a los asociados al miedo o tristeza. “El enojo nos permite activar otras respuestas fisiológicas. Nos ayuda a salir de estados asociados a lo depresivo, por ejemplo, que es cuando las personas están más aletargadas. Al contrario de eso, el enojo activa y nos hace salir de ahí”, analiza Urrutia.

A pesar de lo beneficioso que puede ser expresar el enojo en el día a día, darle cabida a reacciones asociadas a la ira puede ser complejo. No solo porque aún son mal vistas, sino porque -si son mal canalizadas- pueden confundirse con la agresividad. “Hay maneras más o menos saludables para expresar el malestar. Se puede estar enojado, pero eso no justifica botar un plato o agredir a alguien”, explica Katherine Alvear. Pero, ¿cómo empezar a expresar el enojo sin caer en lo violento y teniendo en consideración los sentimientos de los otros? “Hay que hacerlo de forma asertiva. Decir ‘me molesta esto porque’. Esto también implica mirarse a sí mismo, en términos de decir ‘qué me pasa, por qué me molesta esto o por qué me molesta tanto’. Y es importante también pensar con quiénes te estás enojando y qué estás expresando con ese malestar”, analiza Alvear y continúa: “Si nos damos permiso para estar enojadas, podemos tener relaciones más profundas”.

Para Pía Urrutia, una buena forma de dar espacio a la expresión del malestar es reconocer y validar -sin prejuicio- nuestras emociones. “Tenemos que conectarnos con esas sensaciones. Yo hago eso en terapia. Le pregunto a mis pacientes dónde sintieron el enojo, pena o alegría porque, efectivamente, se sienten en diferentes partes del cuerpo. Probablemente, el enojo lo sienten en la guata y hacen algo con los puños porque es una respuesta natural de defensa. Esa conexión y reconocimiento de nuestras emociones es un ejercicio que uno puede hacer y que permite escucharlas y validarlas”, analiza.

Sin embargo, Urrutia explica que también podemos hacer un trabajo en lo colectivo que, a pesar de ser difícil, puede abrir las puertas para que se desarrollen este tipo de expresiones. “En el día a día se pueden hacer cambios que tienen que ver con tolerar el enojo de la otra. Tenemos insertado que hay que comportarnos de forma sumisa o ‘señorita’ y el enojo refiere a todo lo contrario. Entonces hay que ser tolerantes para que en nuestros espacios salgamos de esas constantes dominaciones, aún sabiendo que eso nos puede incomodar”, concluye.


Fuente: https://www.latercera.com/paula/reivindicar-el-enojo-femenino-las-mujeres-enojadas-generan-revuelo-pero-nadie-habla-de-la-violencia-estructural-a-la-que-estamos-sometidas/

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Frenar la política de muerte del Gobierno de Bolsonaro en Brasil

Por Sergio Ferrari

En Brasil el movimiento feminista –como todo el sector popular– transita una compleja etapa política. Tanto la pandemia como la ofensiva neoliberal y conservadora obligan a los movimientos populares a ser creativos y audaces.

Esta coyuntura implica más violencia, precariedad y sobrecarga de trabajo, afirma Renata Tica Moreno, del portal digital Capire (https://capiremov.org/es/), militante de la Marcha Mundial de Mujeres e integrante de la coordinación nacional brasilera del Colectivo de Comunicadoras.

Capire es una herramienta de comunicación internacionalista que se creó en 2021 en cinco idiomas con el fin de convertirse en un eco de las voces de las mujeres en movimiento y de hacer visibles las luchas y los procesos de organización en los territorios. Su objetivo, reforzar las referencias locales e internacionales del feminismo popular, anticapitalista y antirracista.

Ante la situación tan compleja en Brasil, la principal tarea es “frenar la política de muerte impulsada por el Gobierno de Jair Bolsonaro”, enfatiza la joven militante. Y recuerda que, para el movimiento feminista de su país, las reivindicaciones esenciales son a favor de la autonomía, por la tierra, contra el racismo y contra todas las formas de violencia. Es decir, promover las resistencias cotidianas de las mujeres en cada territorio, así como las prácticas para organizar la vida común y para transformar la economía. Priorizando la siempre imprescindible movilización social.

Tragedia pandémica

La crisis sanitaria obliga a las organizaciones de mujeres a priorizar la defensa de la vida. Brasil es uno de los países del mundo con más decesos por el virus.

La Marcha Mundial de Mujeres (MMM) de Brasil, participa en la distribución de alimentos y de productos de higiene en diferentes regiones. Y promueve activamente la formación y el intercambio de información, incluso sobre el COVID-19 y temas de salud. La catástrofe social es ya una realidad, constata Moreno. Y los componentes de la misma se multiplican: caída del empleo; aumentos de los precios de los productos de la canasta básica; el hambre que se multiplica y la falta de una adecuada asistencia médica y hospitalaria.

Todo esto ante la mirada cómplice del gobierno, principal promotor de esta política de muerte. “Expresa una irresponsabilidad total hacia el pueblo. Subestima la pandemia (“es solo una gripecita”), reduce la asistencia de emergencia, propagandiza la cloroquina, aunque se sabe que no tiene efectos positivos. Y relativiza la importancia de las vacunas. Adicionalmente, y esto es un aspecto gravísimo, promueve la desinformación. Lo que pasó en Manaos a inicios del año fue brutal: el gobierno no hizo nada para asegurar el aprovisionamiento de oxígeno en una de las ciudades del mundo más golpeadas por el COVID-19. Miles de muertes por falta de lo esencial, insiste.

Y esta trágica situación define la acción de las organizaciones feministas en la coyuntura actual del país sudamericano. “Garantizar las condiciones de existencia, al mismo tiempo que articulamos y fortalecemos la resistencia”, subraya Tica Moreno.

Y explica que para el feminismo popular, esto no es nada nuevo, “ya que una de las características de nuestro movimiento es partir de las condiciones de vida y proponer transformaciones estructurales en la sociedad”. Lo que representa el lema de la MMM: cambiar la vida de las mujeres y cambiar el mundo en un solo movimiento.

Por eso, el trabajo y la alimentación están en el centro de “nuestras prácticas y nuestra política”. Las mujeres se ven muy afectadas por el desempleo y el aumento de la pobreza, ya que constituyen la mayoría en los trabajos informales y precarios, en el sector de los servicios. Combinado con el aumento del hambre y la inseguridad alimentaria, que alcanzó a 55 millones de personas el año pasado, todo indica que en Brasil se vive una crisis que se prolongará en el tiempo, especialmente si no se cambia la dirección política del país.

Solidaridad de abajo

Los gestos diarios de solidaridad que se multiplican, constituyen el balance positivo, subraya la militante feminista. Incluyendo las prácticas de agroecología y de economía feminista. Muchos de los productos distribuidos y compartidos provienen de agricultoras familiares que deben enfrentar una situación muy difícil en el campo. Ellas se organizan para producir, también, mascarillas y productos de higiene.

Ante la desinformación como política dominante sobresale la creatividad para mantener y ampliar las diversas formas de comunicación popular. Por ejemplo, las radios comunitarias y las “bicicletas de sonido”, dotadas de pequeños altoparlantes a transistores para multiplicar la información y la orientación sanitarias. Todo en defensa de la gente y su sobrevivencia, lo que es nuestra principal tarea en esta dramática etapa pandémica. “En síntesis, como lo definimos en nuestro colectivo de comunicación, buscamos asegurar las voces feministas para cambiar el mundo”, concluye Tica Moreno.

“Lucha local, proyección internacionalista” 

Las prioridades de la Marcha Mundial de Mujeres de Brasil; los desafíos en cuanto a formación; la siempre activa perspectiva internacionalista, fluyen en el diálogo con la joven dirigente feminista Renata Tica Moreno. 

P: Las mujeres brasileras organizadas ponen una gran importancia en el combate por la alimentación…

 Renata Moreno: En efecto. Las luchas en torno a la alimentación no sólo tienen que ver con el acceso a alimentos de calidad, sino también con las condiciones de producción y las tensiones que enfrenta el campesinado, la-os agricultores familiares y las comunidades quilombolas en sus territorios. Las transnacionales del agronegocio y la contaminación por agrotóxicos y minería se han multiplicado en Brasil en los últimos años. En paralelo, también crecen las formas de apropiación de territorios para asegurar la preservaciódo el medio ambiente. 

P: ¿ Es decir, valorizar los desafíos cotidianos y locales de la gente ante el impacto devastador de la economía globalizada? 

RM: En la Marcha Mundial de las Mujeres/ Brasil, trabajamos con agendas locales y nacionales, pero siempre articuladas a dinámicas internacionales. Estamos organizando, por ejemplo,  un proceso de formación y movilización contra la ratificación del Acuerdo de Libre Comercio entre la Unión Europea y el Mercosur. Con la perspectiva de visiblizar los impactos negativos que tal acuerdo traería en nuestras vidas, trabajo, naturaleza y políticas públicas. Esta iniciativa forma parte de la crítica feminista al poder de las empresas transnacionales y a los instrumentos que actualizan el colonialismo actual. El internacionalismo guía nuestras prácticas y, también, fortalece nuestras luchas. En mayo pasado se dio otro terrible hecho de violencia racista por parte del Estado: la masacre de Jacarezinho, en Río de Janeiro, que provocó 28 muertes. Ocurrió al mismo tiempo que en Colombia la población se movilizaba y se enfrentaba una grave represión y que Palestina fue atacada por Israel. Como Marcha Mundial de Mujeres de Brasil promovimos un diálogo para tratar de analizar los elementos comunes de esas tres situaciones y evaluar las estrategias de denuncia y solidaridad. Convencidas que hacer circular la información sobre esos hechos es, en sí, una primera estrategia, ya que los grandes medios de comunicación ocultan aspectos esenciales. Todas esas luchas hacen parte del feminismo popular. Necesitan articularse para posibilitar la transforación política y económica de Brasil y en todo el mundo.

P: En esta perspectiva, la formación política de los movimientos sociales aparece como esencial…

RM: Sin duda. Esto no es sólo un discurso, sino parte de nuestras prácticas de construcción de movimientos. Un ejemplo es la Escuela Internacional de Organización Feminista Berta Cáceres que la Marcha está organizando en alianza con otros movimientos. Somos 132 mujeres, de 39 países y territorios, que participamos en un proceso de formación virtual que comenzó en abril y continuará hasta julio. En ella estamos construyendo un conocimiento común, basado en nuestras luchas, en la defensa de la naturaleza y los territorios, en la autonomía sobre nuestros cuerpos y sexualidades y en nuestras políticas de democratización del Estado.  Estamos fortaleciendo, además, la Economía Feminista como una propuesta para organizar la sociedad poniendo como prioridad la sostenibilidad de la vida. Cada quince días publicamos en Capire (www.capiremov.org ) una síntesis de los avances de la escuela. La solidaridad y la organización internacional se fortalecen con las luchas feministas y populares, en cada lugar donde las mujeres resisten, se transforman y transforman.

Frenar la política de muerte del Gobierno de Bolsonaro en Brasil

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COVID-19: “En varios países las situaciones de violencia contra las mujeres aumentaron”

Por: Campaña Latinoamericana por el Derecho a la Educación (CLADE)

Violencia, educación, políticas públicas y género son algunos de los temas que Mónica Novillo, coordinadora de REPEM, abordó en esta entrevista

En el contexto de la pandemia COVID-19, la CLADE entrevistó a Mónica Novillo, coordinadora de la Red de Educación Popular entre Mujeres de América Latina y el Caribe (REPEM), para conversar sobre cómo los impactos del aislamiento y de la crisis de salud y económica pueden afectar la educación y la población más vulnerable, como las niñas y las adolescentes.

Según la coordinadora de REPEM, esta crisis sanitaria revela una serie de desigualdades en nuestras sociedades. “Particularmente en el tema del derecho a la educación, varios países han tomado medidas suspendiendo las clases, cerrando los colegios, lo cual tiene una implicación en el derecho y acceso a la educación de las niñas y de los niños”.

Otro tema importante señalado es el incremento de la violencia. “Debemos reconocer que la problemática de la violencia es estructural y hace referencia a un montón de factores, pero que fundamentalmente en un momento en que hay ansiedad, se están produciendo despidos masivos, gente que está con preocupaciones también económicas y la posibilidad de contar con los ingresos necesarios para la subsistencia de la familia, etc. Están generando condiciones para exacerbar la violencia que existe en nuestros contextos”, afirmó.

Lee la entrevista completa:

¿Cuáles son los impactos de la actual pandemia para las niñas y mujeres, especialmente en lo que toca a sus derechos humanos, como educación, salud, trabajo, protección social y otros?

Mónica Novillo – Hay un impacto diferenciado en términos de género de lo que va a producir y lo que está produciendo ya el Coronavirus, no solamente en términos de salud, sino en los efectos de las medidas que se han tomando, en las condiciones en que viven las mujeres y las niñas.

Un primer impacto tiene que ver con que, en un ámbito de confinamiento, que es una de las medidas que se ha priorizado en todos los países – la cuarentena, la prohibición de circular, la restricción bajo mandato a quedarse en casa -, lo que hace es incrementar el riesgo de las niñas y las mujeres, y también de los niños, a sufrir varias formas de violencia que ocurren en la cotidianidad, en situaciones que podríamos llamar entre comillas “normales” y que ocurren cotidianamente, como la violencia intrafamiliar y la violencia sexual.

Estamos viendo que en varios países los niveles de denuncia de situaciones de violencia contra las mujeres se han incrementado, y el propio secretario general de las Naciones Unidas ya ha alertado sobre la importancia de atender las situaciones de violencia que viven las mujeres y las niñas a nivel global. Ha pedido un cese al fuego de todos los conflictos armados de todos los países, pero particularmente ha llamado la atención sobre la violencia contra las mujeres como un elemento que hay que tomar en cuenta.

“Particularmente en el tema del derecho a la educación, varios países han tomado medidas suspendiendo las clases, cerrando los colegios, lo cual tiene una implicación en el derecho y acceso a la educación de las niñas y niños, obviamente de adolescentes también”

Un segundo elemento tiene que ver con que algunos de nuestros países tienen un alto porcentaje de personas cuyos ingresos dependen del trabajo diario en la calle. Estamos hablando de trabajo informal, que es la forma en que la mayoría de la gente está efectivamente generando ingresos. Se está dando un golpe muy fuerte en las economías familiares, y por eso también los gobiernos y las medidas que se han tomado están incluyendo tratar de resolver las necesidades inmediatas de las poblaciones. Se está disminuyendo la capacidad de generar ingresos, y esto va a tener, a largo plazo, algunos impactos, como por ejemplo: la pérdida masiva de empleos y el golpe a las pequeñas y medianas empresas. [Los impactos serán grandes], particularmente, para las mujeres – porque ellas son en algunos países hasta el 70% de la fuerza laboral en el sector informal, de menor productividad, y ahí es donde se está produciendo mayor impacto.

Esta crisis sanitaria, aunque sea una crisis de salud, lo que está haciendo es revelar una serie de desigualdades en nuestras sociedades.

Particularmente en el tema del derecho a la educación, varios países han tomado medidas suspendiendo las clases, cerrando los colegios, lo cual tiene una implicación en el derecho y acceso a la educación de las niñas y niños, obviamente de adolescentes también.

En este marco, lo que está pasando es que hay grupos, sectores de la población que tienen la posibilidad de seguir las clases a distancia, sin embargo existen otros sectores que no tienen acceso ni al Internet – porque este tiene costo, y más de la mitad de la población de nuestra región no tiene acceso – pero tampoco tienen insumos, como la computadora, una tablet, etc., para seguir las clases en línea. Estos son obstáculos que están planteando claramente que hay una diferencia de acceso y de condiciones para enfrentar esas medidas que se están tomando para mitigar los efectos de la pandemia en la población.

“En el marco de los derechos a la salud y los derechos reproductivos, se ha descuidado la atención a las mujeres gestantes. Pero, particularmente se debe asegurar también la provisión de servicios para anticoncepción, acceso a medicamentos y a métodos de anticoncepción para niñas y adolescentes en el contexto del coronavirus”

A largo plazo, también habrá impactos. Si se cumplen los pronósticos en el sentido de que habrá un golpe muy fuerte en la economía de los países, va a incrementar la cantidad de personas en pobreza extrema en nuestro continente. Si se cumple ese pronóstico, vamos a tener efectos directos en el derecho a la educación de las niñas y los niños. Un primer efecto será justamente que las niñas podrían verse forzadas a dejar la escuela para dedicarse al cuidado de sus hermanos menores, para que las madres y los padres puedan salir a trabajar y a buscar alternativas económicas para subsistir.

Otro de los efectos directos, seguramente, podría ser que se restrinja el derecho a la educación de las niñas, porque ellas se verían también expuestas a uniones tempranas, como ha estado ocurriendo ya en nuestras sociedades. Entonces, lo que está haciendo la crisis es profundizar algunas brechas y algunos efectos en la vida de las niñas y mujeres, a los cuales hay que estar atentos.

Si la crisis económica será tan fuerte, eso también va a tener implicancias en otras formas de violencia, como la trata y el tráfico de personas. Las niñas, particularmente, están más expuestas a esas formas de violencia contra las mujeres.

Otro elemento que nos llama mucho la atención es que, en este contexto de salud, en el marco de los derechos a la salud y los derechos reproductivos, se ha descuidado la atención a las mujeres gestantes. Pero, particularmente se debe asegurar también la provisión de servicios para anticoncepción, acceso a medicamentos y a métodos de anticoncepción para niñas y adolescentes en el contexto del coronavirus. Eso es fundamental.

Hay que considerar también la posibilidad de que, a futuro, se incrementen las tasas de empleo infantil, particularmente para las niñas, quienes cumplen tareas, por ejemplo, en el ámbito gastronómico, apoyando en tareas de cuidado, etc. Hay que prestar particular atención a estos temas que podrían tener un impacto en la vida de las niñas y mujeres.

Queda como un elemento central en el ámbito del coronavirus y de la crisis sanitaria, que los Estados deben proyectar a futuro políticas para fortalecer los sistemas de protección social, y eso implica también distribuir y discutir, reflexionar sobre las tareas del cuidado. El cuidado se ha puesto en el centro de la crisis sanitaria porque estamos hablando de quienes demandan cuidado. Por eso, es tan importante, y las mujeres han sido tradicionalmente las responsables por el cuidado en nuestras sociedades. Entonces, hay que ver cómo en esta crisis, que está poniendo al cuidado en el centro, planteamos una redistribución, para que los desafíos no estén sobre los hombros de las mujeres.


¿Cómo los movimientos feministas se están organizando para contribuir con la superación de esta crisis, desde una perspectiva de igualdad de género?

Mónica Novillo – Ante la debilidad de los sistemas de salud para responder [a la crisis], también se está evidenciando la debilidad para responder a los efectos negativos del coronavirus en la vida de las mujeres.

Una de las primeras respuestas ha sido justamente de las organizaciones y colectivos feministas, las instituciones que tienen trabajo en temas de violencia, ya sea para visibilizar, para organizarse o para difundir el riesgo que existe de que las mujeres sufran situaciones de violencia. Pero, también para difundir los teléfonos oficiales de la policía, los servicios de atención. Se han organizado también servicios de atención psicológica, acompañamiento a mujeres en la crisis del COVID-19, no solamente en temas de violencia, sino, por ejemplo, en casos de embarazos no deseados, habilitando servicios de escucha para mujeres que están con ansiedad. Hay una cantidad de servicios que, ante la ausencia del Estado y en este nuevo contexto, las organizaciones de las mujeres están saliendo a responder.

“A través de las redes virtuales, se está compartiendo información útil para pasar la cuarentena y, sobretodo, información de prevención y para mitigar el impacto negativo de la cuarentena y el confinamiento en la vida y la subsistencia de las familias”

También algunas organizaciones de mujeres están iniciando acciones solidarias con familias que están viviendo penurias para conseguir sobrevivir y subsistir en esta cuarentena. Se ha organizado la distribución de canastas familiares para mujeres trans, trabajadoras sexuales, mujeres que son madres solas, jefas de familia monoparentales, que tienen muchos hijos, etc. Hay una solidaridad feminista que se está poniendo en marcha.

Es muy interesante como, de manera creativa, se están utilizando las redes sociales. A través de las redes virtuales, se está compartiendo información útil para pasar la cuarentena y, sobretodo, información de prevención y para mitigar el impacto negativo de la cuarentena y el confinamiento en la vida y la subsistencia de las familias. También se está dando la discusión sobre la distribución de las tareas y el cuidado al interior de la familia.


¿Qué medidas se demandan de los Estados y la comunidad internacional para proteger y asegurar los derechos de las niñas y mujeres en el actual contexto, en el ámbito educativo y más allá?

Mónica Novillo – Primero, a nuestros Estados, les estamos pidiendo focalizar políticas y medidas tratando de que los sectores más vulnerables, entre ellos las mujeres y niñas, cuenten con la posibilidad de denunciar efectivamente y contar con atención en los casos de violencia.

Los recursos con los que se contaba para la atención de casos y situaciones de violencia intrafamiliar y sexual, entre otros, han sido reducidos. La policía está fuertemente concentrada en vigilar el cumplimiento de las medidas de restricción, para que no anden por la calle, no circulen, etc.. Eso es importante, sin embargo, no puede dejarse de lado atender estas situaciones de violencia, porque son fundamentales.

“Las mujeres ocupan el 70% de la fuerza laboral en salud. Esto significa que hay una mayor exposición de las mujeres por esta relación que existe de su trabajo fuera del hogar como una extensión del mandato social, de cuidar al resto de la población”

El personal médico se ha concentrado fuertemente en la atención del coronavirus y se ha dejado sin protección a las mujeres que están en gestación, que llegan a trabajo de parto y también a los recién-nacidos.

Entonces, es fundamental asegurar que el personal que atiende los casos de violencia contra las mujeres y las niñas, la policía, otras instancias y también el personal de salud, cuenten con los insumos de bioseguridad necesarios para atender adecuadamente a las mujeres que requieran, o demanden servicios de atención.

Las mujeres ocupan el 70% de la fuerza laboral en salud. Esto significa que hay una mayor exposición de las mujeres por esta relación que existe de su trabajo fuera del hogar como una extensión del mandato social, de cuidar al resto de la población. Están, entonces, en el personal de salud y más expuestas a posible contagio del coronavirus.

Otro elemento que no podemos dejar de lado es que los Estados deben diseñar estrategias a la atención inmediata en este momento de la crisis, pero posteriormente deben tomar medidas para asegurar políticas públicas focalizadas hacia las mujeres y niñas, para prevenir los impactos que describí, como por ejemplo: que las niñas se vean de alguna manera forzadas, por el empobrecimiento, a dejar la escuela para cumplir otras tareas de cuidado, trabajo doméstico, o trabajo fuera de las casas, etc. Estas son cosas que suelen ocurrir y ya ocurrieron en otros momentos de la historia cuando se produce una crisis económica.

“Como nunca, estamos viendo que la educación, la salud, el empleo deben ser prioridades para eliminar las desigualdades que caracterizan a América Latina”

A la comunidad internacional, hay que demandar un mayor compromiso para sostener estos procesos. Es decir, esta comunidad tiene que comprometerse para que los países en desarrollo también cuenten con los recursos de cooperación, o asistencia oficial para el desarrollo, de manera que puedan impulsar medidas de protección que a futuro puedan prevenir otros tipos de crisis, como la que estamos viviendo.

La comunidad internacional tiene un rol fundamental para continuar apoyando las prioridades. Esto significa políticas públicas de protección social para no exacerbar y no profundizar las desigualdades que estamos viendo a partir de la crisis.

Como nunca, estamos viendo que la educación, la salud, el empleo deben ser prioridades para eliminar las desigualdades que caracterizan a América Latina.


¿El contexto de pandemia agrava los riesgos de que mujeres y niñas sufran discriminación y violencia?¿Por qué eso ocurre y cómo enfrentar la situación?

Mónica Novillo – Efectivamente, lo que nos está mostrando la pandemia es que se están generando riesgos de que las mujeres y las niñas sufran mayor discriminación y, sobretodo, situaciones de violencia, particularmente violencia sexual.

Debemos reconocer que la problemática de la violencia es estructural y hace referencia a un montón de factores. Pero, fundamentalmente, en un momento en que hay ansiedad, se están produciendo despidos masivos, la gente está con preocupaciones económicas y sobre la posibilidad de contar con los ingresos necesarios para la subsistencia de la familia, se están generando condiciones para que la violencia, que ya existe en nuestros contextos, independientemente del coronavirus, sea exacerbada. Cómo responder a esto, es la gran demanda.

Debemos recordar que la violencia contra las mujeres, la violencia intrafamiliar ocurre en el ámbito de la familia, en los hogares. Muchas veces, son los hogares los lugares más inseguros para las mujeres y las niñas.

“Existe un enorme porcentaje de violencia sexual que sufren las niñas y las adolescentes, la cual es perpetrada también por un integrante de la familia. En circunstancias de confinamiento, de encierro, estas situaciones de violencia pueden verse agravadas”

En algunos países, la violencia contra las mujeres es de los delitos que más se denuncian y siempre ocurre por una persona con quien la mujer ha tenido una relación íntima. En la mayor parte de los casos, ocurre con quien la mujer ha tenido hijos, o con quien está conviviendo. En condiciones especiales y peculiares, como las que estamos viviendo, las mujeres deben permanecer más tiempo en el interior del hogar, y las situaciones son complejas, generando condiciones para que ocurra la violencia contra las mujeres. En otras situaciones [estas violencias] también ocurren, por eso hablo que es una problemática estructural y hay que atenderla de manera integral.

También existe un enorme porcentaje de violencia sexual que sufren las niñas y las adolescentes, la cual es perpetrada también por un integrante de la familia. En circunstancias de confinamiento, de encierro, estas situaciones de violencia pueden verse agravadas, ante el coronavirus. Hay que demandar mayor atención a esta problemática.

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Fuente e Imagen: https://insurgenciamagisterial.com/covid-19-en-varios-paises-las-situaciones-de-violencia-contra-las-mujeres-aumentaron/

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El Ministerio de Igualdad condena un nuevo asesinato por violencia de género en Zaragoza

Por: Tercera Información

  • El número de mujeres asesinadas por violencia de género en España asciende a 14 en 2021 y a 1.092 desde 2003. El número de menores huérfanos por violencia de género es de 6 en 2021 y 310 desde 2013.

  • Noelia VeraMis condolencias y cariño para la familia de la mujer asesinada en Zaragoza. Terrible semana para nuestra sociedad en la que han sido asesinadas 5 mujeres y un niño. Necesitamos más implicación y unidad para erradicar la #ViolenciaDeGénero.

El Ministerio de Igualdad condena un nuevo asesinato por violencia de género en Zaragoza. Se trata una mujer de 35 años asesinada presuntamente por su expareja el pasado 23 de mayo. La mujer tenía un hijo menor de edad y existían denuncias previas por violencia de género contra el presunto agresor.

Con la confirmación de este caso, el número de mujeres asesinadas por violencia de género en España asciende a 14 en 2021 y a 1.092 desde 2003, cuando se empezaron a recopilar datos. El número de menores huérfanos por violencia de género en España asciende a 6 en 2021 y a 310 desde 2013.

 

La ministra de Igualdad, Irene Montero y la delegada del Gobierno contra la Violencia de Género, Victoria Rosell, quieren expresar de nuevo su más absoluta condena y rechazo a este asesinato machista y trasladan todo su apoyo a familiares y amistades de la víctima. Tanto la ministra como la delegada, piden todos los esfuerzos desde las instituciones, administraciones y el conjunto de la sociedad para llegar a tiempo y evitar más muertes.

El Ministerio de Igualdad, por medio de la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género, quiere recordar que el teléfono 016, las consultas online a través del email 016-online@igualdad.gob.es y el canal del WhatsApp en el número 600 000 016, siguen funcionando con normalidad las 24 horas, todos los días de la semana. En el 016 se puede pedir asesoramiento sobre los recursos disponibles y los derechos de las víctimas de violencia de género, así como asesoramiento jurídico de 8 h a 22 h todos los días de la semana, con atención en 52 idiomas y un servicio adaptado a posibles situaciones de discapacidad.

Por otro lado, también recuerda que en una situación de emergencia se puede llamar al 112 o a los teléfonos de emergencias de la Policía Nacional (091) y de la Guardia Civil (062). En caso de que no sea posible realizar una llamada y ante una situación de peligro, se puede utilizar la aplicación ALERTCOPS, desde la que se enviará una señal de alerta a la policía con geolocalización. Estos medios de asistencia pueden ser activados por la víctima y también por cualquier persona que conozca o sospeche de un caso de violencia de género. Es un deber de toda la sociedad.

Fuente e Imagen: https://www.tercerainformacion.es/articulo/actualidad/24/05/2021/el-ministerio-de-igualdad-condena-un-nuevo-asesinato-por-violencia-de-genero-en-zaragoza/

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Invasión

Por Miguel Lorente Acosta | Feminismos

Estamos invadidos, pero no de migrantes, sino de machistas…


Ahora que tenemos cerca la imagen de lo ocurrido en Ceuta, imagínense que la convivencia en democracia se desarrollara de manera pacífica bajo el marco de los Derechos Humanos, y que cada día, no uno de manera puntual, sino todos los días, se produjera un asalto a los límites de esa convivencia por parte de 11.000 machistas violentos que vivieran al margen de esas referencias, y que muchos de ellos, en lugar de tener que trepar por la valla de las leyes y las normas, entraran tranquilamente a través de las puertas que les abre la ultraderecha con su discurso negacionista y la crítica a las medidas dirigidas contra la violencia de género.

Pues eso que parece lejano y ajeno a nuestra realidad es lo que ocurre si tenemos en cuenta los más de 4 millones de hombres que cada año ejercen algún tipo de violencia contra las mujeres (Macroencuesta 2019), y los dividimos por los 365 días del año. 

Cada día 10.958 machistas dan el salto de la violencia de género y agreden a alguna mujer, de los cuales 6.000 lo hacen sobre su pareja o expareja. Y todo ello sucede ante la pasividad de una sociedad que espera a que alguna de las agresiones sea grave o mortal para pedir que se “expulsen” a esos agresores, y que se refuercen las “vallas de la convivencia” con la “alambrada de la Igualdad”.

Pero no ocurre. En violencia de género no hay expulsiones en caliente ni en frío de los agresores, sino que rápidamente obtienen los papeles de la normalidad y el pasaporte de las justificaciones para ocultar la realidad e intentar recuperar los espacios que la Igualdad ha ido liberando de machismo. Es parte de su estrategia para mantener las referencias de una sociedad androcéntrica que en lugar de ponerle límites a quienes abusan de su poder injusto y usan la violencia, colocan el alambre de espino y concertinas alrededor del cuerpo y la vida de las mujeres para que no se salgan de sus roles y espacios.

No es casualidad que los mismos que no quieren ver el factor humano en las crisis migratorias, sean los que no ven el factor inhumano que hay en la violencia contra las mujeres. Al final, la coherencia de los postulados del machismo, hoy enarbolados por la ultraderecha con la complicidad y pactos de la derecha, se refleja en la definición de sus enemigos, que ha situado en el multiculturalismo con su ataque las personas extranjeras migrantes, y en el feminismo con toda la violencia y críticas contra las políticas de Igualdad y a las mujeres.

Sus miedos son nuestros sueños, sus fantasmas nuestros objetivos y su sinrazón nuestra razón. No me preocupa lo que intenten conseguir, sé que no lo van a lograr, lo que me preocupa es el daño que van a causar hasta que la sociedad sea consciente de que no se puede vivir sin Igualdad, como no se podía vivir sin Libertad, Justicia y Democracia y se vivió durante 40 años por la imposición de unos pocos. Hoy, los mismos que añoran aquellos tiempos, son los que no quieren que se viva en Igualdad.

La realidad social no es el resultado de las decisiones políticas, sino la consecuencia de la transformación social que ha ido evolucionando desde el principio de la humanidad bajo los anhelos, los sueños y las aspiraciones de las personas de todo el planeta en cualquier momento de la historia. Siempre ha habido elementos facilitadores para esos cambios, y ataques y obstáculos contra ellos, pero los ideales humanos los han superado hasta llegar al momento actual. Y continuarán a partir de hoy con independencia de las políticas.

La política tiene la responsabilidad de ayudar a esa transformación para que sea armónica, justa y universal, por eso es esencial que haga desaparecer el elemento que más injusto, parcial e interesado puede hacer cualquier cambio, que es la desigualdad impuesta por un modelo androcéntrico para que sea cual sea el cambio, siempre se traduzca en privilegios para los hombres a costa de limitación de derechos para las mujeres.

La sociedad está invadida por el machismo y sus machistas, pero el territorio de la Igualdad cada vez es mayor, y los límites para quienes no quieran convivir en paz y democracia más claros, no por vallas y alambradas, sino por ideas y valores.


Fuente: https://miguelorenteautopsia.wordpress.com/author/miguelorenteacosta/

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La telaraña de los abusos sexuales en la infancia

Fuentes: https://www.pikaramagazine.com

Muchas niñas y niños han sufrido violencia sexual, en un alto porcentaje de las ocasiones cometida por el padre. Mientras la justicia cuestiona los testimonios de las criaturas y las madres que denuncian, las implicadas reclaman colectivizar y politizar un tabú ignorado.


Marta Suria-Vázquez no es Marta Suria-Vázquez. O sí que es ella, pero en su DNI aparece otro nombre. Tuvo que recurrir a esta especie de pseudónimo para contar su historia. Los abusos sexuales en la infancia son más que abusos. Son silencios. Y violencia, dolores, enjuiciamientos. Son sobre todo historias de cuestionamientos, de no creer, de dudar. El sistema judicial no la creyó y, para evitar que se ocultara su historia y poder contarla, nació Marta Suria-Vázquez. Porque lo que vivió en su infancia no es un caso aislado, es una historia colectiva. “Das el paso al mundo exterior y lo que te encuentras es la inmensa nada”, reflexiona por teléfono. Una inmensa nada compartida, porque también cuenta que no son pocas las veces que le dicen “a mí también” o “a mi amiga”, “a mi prima”.

Con una vida de novela autobiográfica, esta mujer, experta en cooperación internacional y consultora de organismos internacionales en asuntos como la resiliencia, trata de que su relato sea un tirón de orejas social. Con una voz suave, en la que no hay espacio para los reproches, solo para las preguntas, pretende que se deje de mirar para otro lado.

“No soy un caso aislado. Así me lo confirman las estadísticas. Soy una de cada cuatro, parte del 23 por ciento de niñas que en España son víctimas de abuso sexual infantil. Soy una de cada cuatro. Sí, has leído bien. Una de cada cuatro. También soy una del 60 por ciento que lo sufre a manos de una persona del entorno familiar. Lo siento, pero las cifras no acaban aquí. Soy una de cada dos donde los casos no son aislados, sino repetidos y continuados. Aunque el 48 por ciento lo olvida, lo relega a la parte más profunda de su cerebro para sobrevivir. Soy una de cada siete, los casos que se denuncian. En el momento en el que escribo, se presentan ocho denuncias al día. Pero yo soy parte del escaso 30% de quienes consiguen llegar a juicio”.

Así arranca Marta Suria-Vázquez Ella soy yo (Círculo de Tiza, 2019), donde narra su vida a través de un relato dividido en dos: como la niña que sufre maltrato por parte de su madre y que tiene problemas de bulimia, y como la mujer adulta que de repente recuerda a través de flashes los abusos sexuales que había sufrido en la infancia por parte de su padre y de los que no había sido consciente hasta la treintena. Lo que empezó siendo un diario en el que anotaba los recuerdos que la golpeaban, se convirtió en un texto que atrapa. Una vez finalizado su largo procedimiento judicial, busca la manera de articular un discurso político sobre los abusos sexuales en la infancia: “No es un libro para víctimas, es para colectivizarlo y las que tienen fuerza que empujen”.

Las cifras

Sí. Los abusos sexuales en la infancia existen. Los datos, que seguro no recogen toda la dimensión real, son abrumadores. Entre un 10 y un 20 por ciento de la población ha sufrido abusos sexuales en su infancia. Este es el porcentaje que más se repite en el informe de Save the Children ‘Ojos que no quieren ver’. También recoge que el Consejo de Europa afirma que al menos, una de cada cinco niñas, niños y adolescentes en Europa es víctima de alguna forma de violencia sexual, incluyendo el abuso, la explotación o la pornografía.

La Fundación Anar atendió, entre enero de 2008 y mayo de 2019, 6.183 casos de abuso sexual a menores de edad. Cuatro de cada cinco eran niñas. Y casi un 40 por ciento de las veces se prolongaron durante más de un año, según apunta esta institución en el estudio ‘Abuso sexual en la infancia y la adolescencia según los afectados y su evolución en España (2008-2019)’. Y los abusadores son en una inmensa mayoría hombres.

No cojas caramelos de extraños es un advertencia que apenas cabe en estas cifras. Porque los abusadores están cerca: el hogar es el lugar en el que con mayor frecuencia ocurren los hechos. Los datos de esta fundación también indican que la mayor parte son perpetrados por el padre (32 por ciento). Si se suman todos los parientes (padres, padrastros, tíos, abuelos, hermanos, primos, etc.) resulta que el 58,8 por ciento de los abusos sexuales a menores de edad en España son cometidos por un miembro de la familia. Y los conocidos también aparecen en las estadísticas (21,2). No cojas caramelos en casa.

Y estos son los casos que se conocen, la gran mayoría están ocultos, silenciados. Save the Children estima que tan solo en un 15 por ciento de las ocasiones son denunciados. Y “un 75 de los que se denuncian se archivan antes de llegar a juicio”, apunta Mª Ángeles Jaime, abogada y presidenta de la asociación de Mujeres Juristas Themis. Y ¿qué pasa con los que se enjuician? Pues que muchas veces no son creídos. La abogada subraya que cuando hay una revelación de una niña o un niño “se produce extrañeza, se piensa que esto no puede pasar, que son muy fantásticos. A veces no queremos creer que estos horrores pasan”.

Las criaturas

En 2016, una niña de nueve años se escondió una grabadora en un calcetín para pillar a su padre después de que un juzgado de Móstoles archivara la denuncia que había interpuesto la madre por abusos. El testimonio de la niña carecía de lógica, se justificó, a pesar de los habituales llantos y quejas cuando tenía que irse con el padre, lo que obligaba a la intervención de la policía. “Como no hay testigos y en la mayoría de los casos no dejan señal física hay que escuchar al menor”, incide la magistrada Helena Gil, de la Asociación de Mujeres Juezas. No siempre es así. La experta en prevención de la violencia infantil de Save the Children Cristina Sanjuán recuerda que existe el derecho de los niños y las niñas a ser escuchados en todos los procesos que les afecten, aunque reconoce que no siempre se cumple.

“¿Cómo había sido posible? ¿Qué había fallado para que con apenas nueve años una niña se viera obligada a pasar por esa situación?”. Con este caso y con esta pregunta arranca Save the Children su informe.

Paula sabe alguna de las cosas que fallan. Paula, por cierto, es un nombre ficticio porque teme revelar su identidad y que eso la perjudique en el proceso judicial que tiene con el padre de su criatura. Todo comenzó cuando la niña, muy pequeña, habló. Y desde entonces los fallos han sido constantes: una pediatra que tarda en poner la denuncia porque no conoce el protocolo, unos servicios sociales que tampoco lo conocen, una administración autonómica que no resuelve las dudas, una policía no quiere recoger la denuncia…. “Lo típico cuando vas una ventanilla y te dan largas. Es violencia institucional pura y dura, y abuso de poder y una misoginia absoluta.Todo el sistema que tenía que hacer su trabajo… que no digo que me crean, pero cuando yo voy tienen que darme el servicio”, cuenta Paula por teléfono, aún encogida, aún dañada.

Su denuncia ha sido sobreseída provisionalmente. Nadie escuchó a su hija y se obvió a la madre: el juicio se centró en analizar la relación entre los progenitores. La justicia, en este caso, determinó que no se llevaban bien. Y caso cerrado. “¡Como si no llevarnos bien eximiera de cometer abusos al progenitor!”, clama la madre en una conversación en la que las palabras “horror”, “terrible” y “pesadilla” salen una y otra vez.

“A la niña hasta hoy no la ha visto nadie, solo el psicólogo de la Seguridad Social que la ha estado tratando un tiempo porque estaba muy alterada”, apunta Paula. La psicóloga Mireia Dardertambién denuncia la desprotección de las criaturas al no ser creídas: “Se hace una negación cultural de que el abuso existe en el seno de la familia. Miramos para otro lado: el sexo es tabú y en el seno de la familia todavía más, preferimos creer que eso pasa en otros países o en familias desestructuradas”.

Las madres

Paula, que apenas ha contado lo que está viviendo a su círculo más cercano, ha tenido que buscar mucha información para entender que lo que les pasa a ella y a su hija no es un caso aislado. Aunque vive a miles de kilómetros, ha sido una asociación gallega la que la ha ayudado a entender el contexto, la estructura en la que operan muchos de estos hechos. “Creen que no ha pasado nada. No investigar porque nos llevamos mal quiere decir que están relacionando lo que dice la niña conmigo y me apuntan a mí, aunque no lo dicen directamente. Lo que ponen sobre la mesa es el falso sap [síndrome de alieción parental]”, cuenta Paula.

La asociación de Mujeres Juristas Themis ha analizado 455 resoluciones judiciales dictadas entre 2010 y 2019 y concluye que las madres denuncian en un 51,24 por ciento de los casos, seguidas de las propias víctimas (18). Pero muchas veces no las creen. Ni a unas ni a otras. De las sentencias absolutorias, un ocho por ciento razonan “que existe una manipulación por parte de un adulto para conseguir un fin. Así, se considera que la menor no quería ir con su padre y que este es el motivo por el que se interpone la denuncia, culpando a la madre de ello”, recoge el análisis que Themis ha hecho para el Ministerio de Igualdad. En un 35 por ciento de ocasiones se achaca la absolución al testimonio contradictorio; además “la tardanza en denunciar, que tiene su fundamento en la idea estereotipada de que todas las víctimas de violencia sexual piden ayuda y denuncian inmediatamente, también fundamenta la absolución en algo más del ocho por ciento de las sentencias”, añade la asociación de juristas.

“Hay un problema de incredibilidad”, lamenta Mª Ángeles Jaime, presidenta de Themis. Cuando estos casos se basan únicamente en testimonios, porque no suele haber testigos, no es raro que no se crea, que se cuestione. Tanto a quien ha sido objeto de abusos como a quien denuncia. “Nuestra experiencia es que, a falta de evidencia físicas o testigos, se vuelve contra quien denuncia. Como la formulan las madres, se cuestiona permanente su credibilidad y siempre se sospecha de un motivo espurio detrás”, añade la abogada.

Sara no denunció. Primero fueron sus médicos los que iniciaron un protocolo de malos tratos. Cuando se separó por este motivo y su hija mayor iba con el padre, de nuevo fue un equipo médico quien inició el protocolo de abusos, ante los síntomas de la niña. Entonces, la psicóloga de violencia de género aconsejó que “no es posible concluir si existe o no abuso por la edad de la menor” y la obligaron a mantener las visitas, a pesar de que la niña no quería. Y el hospital abrió otro nuevo protocolo ante las evidencias, corroboradas por la pediatra mediante un informe. Solo se llama al padre a declarar y nuevo archivo. Por tercera vez la justicia no cree a Sara y la deja sola. El relato lo hace la campaña #MamáEstáCastigada, lanzada por la asociación Mujeres libres, Mujeres en paz, que lleva meses acompañando a Sara para que no sienta sola.

El sistema

A Paula aún la cuesta verbalizar algunas cosas. Y necesita tiempo para leer la documentación judicial. Porque aunque los abusos que ha denunciado sobre su hija sean de momento un caso cerrado, la telaraña judicial la tiene atrapada. Afirma que denunció para salir del infierno, pero ahora ha entrado en otro muy turbio y pegajoso.

“El dilema es terrible y cuando tienes que aconsejar en un despacho, si no hay evidencias, porque son casos en los que es difícil que haya, sabes que implica que se traslade la sospecha y el reproche a la madre que denuncia”, contextualiza Mª Ángeles Jaime.

La sospecha cayó sobre Sara. Porque ante la desprotección del sistema a su hija, decide interrumpir las visitas. Y él pide la custodia. Y se la dan, también la de la hija menor, aunque no tenga filiación paterna. Y Sara no las entrega a la espera de que se le comunique la ejecución de la sentencia. Y él la denuncia por secuestro. “Me las arrebató de manera brutal la policía de la Unidad de Familia y Atención a la Mujer que, se supone, es la especializada en Extremadura para atender a las mujeres víctimas de violencia de género”, explica Sara. Y el duro relato continúa: detención en la comisaría junto con su hija pequeña, que estuvo horas sin comer, trato vejatorio que incluyó que la desnudaran, “arrancamiento” de las niñas, el dolor de escuchar desde el calabozo las llamadas desconsoladas de sus hijas, y los gritos y los lloros. “Entregaron a mis hijas a un desconocido para la pequeña [que no tiene filiación parental porque él nunca hizo el registro necesario] y por el que la mayor sentía miedo, tal y como ella había expresado a su pediatra y a otras profesionales”, cuenta la madre. ¿El resultado? Sara lleva dos años sin ver a sus hijas y tiene una condena de cuatro años de prisión.

Un estudio publicado por la revista Sexual Assault Report recoge que presentar denuncias por abuso puede ser más perjudicial para el progenitor que intenta proteger a la menor que para el agresor denunciado. E indica que en el 20 por ciento de los casos analizados se entregó la custodia al abusador, en el 10 a quien había denunciado y en el restante 70 por ciento fueron custodias compartidas.

¿Qué debe hacer una madre cuando su hija le cuenta lo que hace su padre con ella? Por cierto, en muchos casos son violaciones. “Si denuncias, te criminalizan. Y a las niñas no las escuchan o, si las escuchan, dicen que están manipuladas. Y puedes perder la custodia. O acabar en la cárcel. Y si no denuncias también te pueden criminalizar y quitar la custodia porque no has protegido a la menor”, cuenta otra madre que ha pasado por esta experiencia. Ella tampoco quiere que salga su nombre, por temor a represalias y a exponer a su hija. Y porque su testimonio, de nuevo brutal y asfixiante, quiere que solo sirva para emprender los primeros pasos de este reportaje, para contextualizar y ayudar a entender la magnitud del asunto.

La telaraña obliga reiteradamente a dejar a un lado la identidad e inventarse un nuevo nombre para hablar.

Y aquí entran los estereotipos. Lo de siempre. “Es muy fácil, porque está más instalado, poner a la mujer de bruja y mala, y eso cala en un periquete”, lamenta Paula. La magistrada Helena Gil recuerda que además de sobre las mujeres los prejuicios también calan en los niños y niñas. “Hace falta mucha perspectiva de infancia para instruir estos casos correctamente, no puedes investigar buscando el error y no creyendo la denuncia”, apunta.

Cuando denunció Marta Suria-Vázquez no era una niña ni tampoco una madre, era una mujer adulta. “Mentirosa”, “loca” y “enferma” fueron los calificativos que recibió por una parte de su familia. También denuncia violencia institucional: “Él es inocente y tú la mentirosa, o la loca, o ambas cosas, si no demuestras lo contrario. No se juzga al acusado, sino a la víctima”. Y reclama que cuando “te abres en canal” es necesario un sitio libre de juicio y rebosante de paciencia.

“Mi proceso judicial fue brutal en mayúsculas, fue una batalla de soldados con lanzas y tú eres el centro de la diana. Mi proceso duró cuatro años, desde que fui a la comisaría hasta que recibo el resultado. Tuve que declarar siete veces, repetirlo todo con detalles. Cuando eres pequeña se recurre a la imaginación, a la mentira de la niña, a la manipulación o a la venganza de las madres. Si eres adulta y no ha prescrito entonces todos los exámenes son sobre tu cordura, cómo puede ser que solo lo cuentes en la edad adulta y que no hayas recordado hasta ahora. De pequeña es el sap y de mayor el síndrome de memorias falsas, que es pseudociencia y que usan para cuestionar tus recuerdos y tu memoria”, explica. Y revive que en sus informes se menciona cómo iba vestida, su sueldo y su trabajo. Y tira del hilo y narra que cuando contó sus problemas con el peso y con la bulimia en su adolescencia, uno de los comentarios de los expertos fue que no lo entendía porque era una mujer muy guapa.

La sociedad

Dylan Farrow, hija adoptiva de Woody Allen, hizo públicos en 2014 los abusos de su padre hacia ella cuando tenía siete años. “Woody Allen es un testimonio vivo de la forma en que nuestra sociedad falla a los supervivientes de agresiones y abusos sexuales”, escribió en The New York Times. Con el movimiento #MeToo volvió a clamar. El proceso judicial tras la denuncia de su madre, Mia Farrow, y a la que respondió Allen pidiendo la custodia, nunca penó al director de cine. Este año, a través de un documental Allen vs Farrow, el testimonio de Dylan Farrow sí ha tenido más repercusión y amparo.

En 1998 Zoilamérica Ortega Murillo, la hija de la actual vicepresidenta de Nicaragua, Rosario Murillo, e hija adoptiva del presidente del país, Daniel Ortega, denunció a este por los abusos sexuales sufridos desde que tenía nueve años. Nadie la creyó, tampoco su madre. Cuando el caso llegó a los tribunales había prescrito. Zoilamérica se tuvo que exiliar en Costa Rica. De nuevo fue un documental, Exiliada, el que recordó la historia a la sociedad para, ahora sí, creer a la víctima. “Una de las cosas que me hace sentir más contenta es la humanización de Zoilamérica, porque es muy común que las víctimas de abuso sexual sean estigmatizadas, que les digan ‘mentirosas’ y ‘locas’, que les acusen de tener agendas ocultas y que por eso hablan”, dijo a Pikara Magazine la directora del documental, Leonor Zúniga.

A pesar de la multitud de casos, el abuso sexual en la infancia cuando el abusador es alguien de la familia o, sobre todo, cuando es el padre, no tiene espacio mediático ni político ni social. “La sensación que tengo es que la gente lo rehúye, es tan horroroso, descabellado y tan oscura la idea…”, apunta Paula. “Todavía estamos en la negación”, añade la psicóloga Mireia Darder.

En los últimos años, los medios de comunicación sí han informado de varios casos. “Sale más, pero descontextualizado, con titulares pornográficos, sin análisis. Está más presente, pero me preocupa cómo lo hace porque alimenta la monstruosidad, el suceso, el caso aislado y todo aparece muy judicializado, cuando hay que hablarlo como un asunto de justicia social”, cuenta Suria-Vázquez. Además, la gran mayoría de las noticias están relacionadas con abusos por parte de personas que pertenecen a instituciones religiosas, trabajan en colegios o son monitores deportivos.

La mamá a la que ni siquiera se le ha puesto un pseudónimo lo anunció desde el inicio: “El problema es cuando el abusador es el padre, porque si es un profesor o un monitor cambias a la niña de colegio”. Hay entonces margen para la protección y el cuidado. Hay espacio para las certezas. Las dudas no señalan ni castigan. Al menos, no tanto.

“Todo el abuso en el seno de la familia es un tabú, no solo del padre, sino de tíos, hermanos, abuelos… Es el gran tabú cultural que tenemos, que es el más común y el que menos sale en los medios. El que más sale es de hombres a hombres”, describe Darder. Y ofrece un ejemplo: de los cuatro libros que ha escrito es precisamente el relacionado con abusos sexuales, La sociedad del abuso, el menos vendido.

Las redes

Marta Suria-Vázquez nació para hacer pública su vida, politizarla fue una de las razones por las que escribió su libro. Y también es uno de los motivos por los que busca alianzas y lanza preguntas, porque a pesar de lo vivido sigue sin entender. Pero una cosa tiene clara: “Las palabras no salvan, la compañía sí”.

La mamá que ni siquiera aparece bajo un nombre ficticio también incide en la importancia de las redes “para mantenerte cuerda” y exige responsabilidad social para proteger a las criaturas.
“Si hay una de cada cuatro mujeres abusada, hay uno de cada cuatro hombres abusador, eso significa cambiar la cultura patriarcal entera, no naturalizar la violencia. El cambio tendría que ser tan grande que por eso no se mira. El abuso es la forma de relación que propone el patriarcado”, añade Darder. “Comprender y aceptar el abuso sexual es devastador para la que lo sufre y para la que acompaña”, escribe Suria-Vázquez.

Y Paula finaliza: “Tengo que involucrarme en politizar los abusos. Además de cuidarme y protegerme, esta experiencia de mierda tiene que ir más allá de destrozar mis nervios y la salud de mi hija”.


Fuente: https://www.pikaramagazine.com/2021/05/la-telarana-de-los-abusos-sexuales-en-la-infancia/

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Mary Wollstonecraft: la educación de las mujeres como principio básico de igualdad e independencia

Por: Fernanda Balangero 

Mary Wollstonecraft, la primera filósofa feminista de la historia. Causó un enorme revuelo en su época. La vida y la obra de Mary Wollstonecraft son un ejemplo de la búsqueda de la independencia, que trató de contagiar a las mujeres de su tiempo, pero también, y muy especialmente, a las generaciones que estaban por venir.


En el siglo XVIII se difundió en Europa la idea de la igualdad de las personas, ligada a la Revolución Francesa de 1789. Un gran número de mujeres tomó parte en los levantamientos, como en la legendaria «Marcha sobre Versalles» del 5 de octubre, a la que se unieron más de 8000 trabajadoras y ciudadanas. La libertad, igualdad y fraternidad eran los tres pilares que se reclamaban a viva voz. Si bien la movilización social iba generando cambios, como la creación de nuevas formas de gobierno, el poder seguía estando en mano de los hombres. La Constitución Francesa de 1791 abogaba por la eliminación de los privilegios aristocráticos en nombre de los «Derechos del hombre y del ciudadano», pero denegaba a las mujeres los derechos de ciudadanía igualitaria. La artista y activista francesa Olympe de Gouges escribió ese mismo año Declaración de los derechos de la mujer y de la ciudadana, cuestionando que el elevado objetivo de construir una nueva sociedad en la cual todos los hombres fueran libres e iguales, se dirigiera solo a la mitad de la humanidad. Otros temas que ya habían motivado su activismo eran la abolición de la esclavitud y el derecho al divorcio, pero en 1793 la guillotina puso fin a su vida. Siguiendo las ideas de su libro, en 1792 la escritora inglesa Mary Wollstonecraft publicó Vindicación de los derechos de la mujer, denunciando el estado de ignorancia y dependencia civil en el que se seguía relegando a las mujeres, así como también apelando a legisladores y a la población en general para generar conciencia social sobre la necesidad de un cambio aún mayor.

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En una época en la que una fuerte tradición misógina difamaba a aquellas escritoras que intentaban entrar en el «universo masculino de la literatura», considerando una «falta de recato» que osaran publicar y llevando a muchas a permanecer en el anonimato, Wollstonecraft desafió con sus escritos las sesgadas miradas de prominentes figuras intelectuales y formó parte del estimulante círculo que incluía a Samuel Johnson y Thomas Paine. Como una gran pionera de los movimientos feministas que surgirían años después, tanto sus cartas como sus libros reflejan con gran audacia y originalidad una exploración de los problemas sociales desde una posición que reconoce la humanidad en su totalidad. Los ideales que defendía no habían sido alcanzados hasta el momento ya que delineaban, sin considerar distinciones de clase o casta, la igualdad social e intelectual de los sexos a la vez que asociaban los privilegios de los hombres con la subyugación de la mujer. La consistencia de su planteamiento por la justicia social permea toda su obra, engranando un amplio espectro de temas como la tiranía con que ciertas instituciones sociales oprimen al ser humano, la educación como base de independencia y libertad, las nefastas consecuencias del matrimonio como única alternativa «decente» para una mujer, las degradantes condiciones de los trabajadores pobres y la corruptibilidad de los políticos. El pensamiento filosófico de John Locke y el de Richard Price influyeron en su trabajo, con la afirmación recurrente de que el crecimiento moral e intelectual eran inseparables, iluminándose mutuamente la fe y la mente. Pero su referente destacado fue la historiadora Catharine Macaulay que en 1790 publicó Cartas sobre la educación, afirmando que si hombres y mujeres eran iguales ante Dios también debían serlo en su vida terrenal, proponiendo un modelo educativo que dejara de suprimir la energía natural de las mujeres hasta convertirlas, según el ideal femenino de entonces, en personas dependientes, sentimentales y débiles.

En Reflexiones sobre la educación de las hijas, primer libro de Wollstonecraft de 1786, ya pueden identificarse ciertos trazos de las temáticas que se expondrán en su Vindicación. Se trata de un conjunto de ensayos sobre los cuidados en la infancia, con especial énfasis en la educación de las niñas. Si bien eran comunes los libros de conducta, el suyo se diferenciaba de los tradicionales, y fue su sorprendente enfoque lo que llamó de inmediato la atención del editor Joseph Johnson, quien apostaría por su trabajo desde ese momento. En un capítulo titulado «Situaciones desafortunadas», describe las dificultades a las que se enfrentaban las jóvenes que debían ganar su sustento porque sus padres habían perdido sus medios económicos. Gran parte del contenido surgió de su propia experiencia, puesto que su progenitor era alcohólico y había despilfarrado la herencia familiar. A los 19 años Mary dejó su hogar para trabajar como dama de compañía de una viuda adinerada y luego también como institutriz en una familia de raíces aristócratas. En contraste con la realidad de su propia familia, estas vivencias le brindaron la oportunidad de conocer y reflexionar sobre ciertos estilos de vida que conducían a existencias superficiales y ociosas; puntualizando en la formación que se dirigía a las mujeres, basada en una excesiva importancia en el aspecto exterior, trivialidades y modales artificiales, pensados para impresionar al «sexo opuesto». También ejerció como docente y en su firme compromiso con la educación de todas las personas, expresó ideas revolucionarias para la mentalidad de la época, como promover el ejercicio mental sin descuidar el desarrollo emocional de niños y niñas, sin temor a formar mujeres inteligentes e independientes y hombres preparados para experimentar y mostrar su sensibilidad.

En 1788 publicó la novela Mary y el ejemplar de literatura infantil Relatos originales de la vida real, que en su reedición de 1791 contó con ilustraciones del poeta y grabador William Blake, xilografías que en perfecta armonía con el estilo de Wollstonecraft rompían con la ornamentación rococó de principios del siglo dieciocho y se centraban en iluminar los estados del ser. Hasta ese momento, sus escritos se habían mantenido dentro de lo que se consideraba géneros literarios menores, abiertos en parte a las mujeres: ficción, libros de comportamiento e infantiles. Pero en 1790, con la edición de Vindicación de los derechos del hombre, la escritora entra en un ámbito reservado en ese periodo solo a los varones: la política. Se trató de una respuesta a Reflexiones sobre la Revolución francesa, elocuente y enérgico ataque que Edmund Burke hacía al levantamiento y a sus simpatizantes ingleses. Su aplomo, resolución e integridad la llevaron a desafiar a un oponente del calibre de Burke, quien había sido durante años uno de los principales oradores en la Cámara de los Comunes, representando siempre los intereses de la nobleza y los valores asociados a la caballería. La magnífica argumentación que ella presenta como contrapartida a esa nostalgia por los obsoletos códigos de comportamiento de las clases altas, es un ataque al sistema de valores de la aristocracia que mantenía sometida a la mayor parte de la humanidad, y en sus pasajes más reivindicativos, representa las desventajas y sufrimientos de las clases bajas inglesas, impugnando las verdaderas motivaciones de Burke.

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A pesar de los importantes cambios que la revolución proclamaba, Wollstonecraft sintió un duro golpe tras confirmar que no afectarían materialmente la posición de la mujer en la sociedad. Fue entonces cuando escribió Vindicación de los derechos de la mujer, un libro sin precedentes en cuanto a las observaciones de primera mano que brindaba sobre los obstáculos y situaciones indignas a las que se enfrentaban las mujeres, condenando esa injusticia de manera articulada y contundente. En el Capítulo V, dedica una sección entera a rebatir las teorías expuestas por Rousseau en Emile, sobre la debilidad innata e inferioridad intelectual de las mujeres. Cada una de las páginas de Vindicación está destinada a demoler el estigma que las asociaba con criaturas sentimentales e intuitivas, carentes de capacidad para desarrollar su intelecto, pero muy proclives a desplegar astutamente su coquetería para conseguir sus fines. Afirma que el diferente tipo de educación que hombres y mujeres habían recibido hasta entonces se debía a prejuicios irracionales sobre sus diversas naturalezas, promoviendo mujeres oprimidas, centradas en aspectos superficiales que lograran atraer la protección de un hombre y satisfacer sus necesidades. En sus palabras: «…Es tiempo de realizar una revolución en las formas de conducta enseñadas a las mujeres —tiempo de devolverles la dignidad perdida—…»; «Fortalecer la mente de la mujer para otorgarle amplitud, y de esta forma terminar con la obediencia ciega; pero como la obediencia ciega es algo que necesitan quienes ostentan el poder, tiranos y hedonistas están en lo cierto cuando se esfuerzan por mantener a la mujer en la oscuridad, porque los primeros quieren esclavos, y los segundos objetos de placer»; «Mi deseo no es que las mujeres tengan poder sobre los hombres, sino sobre sí mismas». Su perspectiva era notablemente radical en un periodo en el que las mujeres no poseían derechos políticos; los roles que podían desempeñar fuera de sus hogares se limitaban a unos pocos como empleadas domésticas, institutrices o cuidadoras; y como personas perdían sus derechos legales tras el matrimonio, pasando a manos de sus maridos todos sus bienes.

El libro causó sensación, tuvo una segunda edición ese mismo año en Inglaterra, otras en Estados Unidos y traducciones al francés y alemán. Resultó escandaloso para las mentes más conservadoras e incluso recibió respuestas satíricas, como Vindicación de los derechos de las bestias, del filósofo neoplatónico Thomas Taylor; pero, por otro lado, ecos de sus lúcidos análisis se vislumbran ya en la literatura femenina del siglo XIX. En Villette y en Jane Eyre, la escritora Charlotte Brönte retrató muy bien los aprietos experimentados por las jóvenes que sin dinero y sin una «posición adecuada» debían ejercer como institutrices o maestras en internados. En las novelas de Jane Austen Orgullo y prejuicio, Mansfield Park y Persuasión, algunos de sus personajes femeninos reprueban el modelo tradicional que se espera de ellas, como Elizabeth Bennet que opta «engreídamente» por defender su independencia; Fanny Price que rechaza las trivialidades; y Anne Elliot, quien afirma: «Los hombres han tenido la ventaja sobre nosotras de contar su propia historia. La educación que se les ha brindado ha sido superior a la nuestra: la pluma ha estado en sus manos». La futura poeta Elizabeth Barret solo tenía 18 años cuando leyó Vindicación en 1818 y dos años más tarde declaró su natural independencia de mente así como su repudio por la superficialidad asociada a la vida de las mujeres. En su poema narrativo «Aurora Leigh», escrito en 1857, el énfasis en la educación de la heroína es evidente, así como su necesidad de desarrollarse como artista. Por su parte, en la década de 1850 la escritora George Eliot escribió un interesante artículo en Westminster Review, luego de leer con admiración el libro y observó que en la Inglaterra Victoriana, el libro casi no se vendía, hecho que no resulta sorpresivo siendo una época que se caracterizó por considerar a la mujer «el ángel del hogar». Casi un siglo después, en 1929, Virginia Woolf publicaría un ensayo sobre Wollstonecraft, afirmando: «Está viva y activa, debate y experimenta, escuchamos su voz y rastreamos su influencia, incluso entre los vivos». Y, efectivamente, su trabajo es considerado hoy un clásico de influencia trascendental en la historia social de las mujeres, lectura de referencia de líderes de los movimientos feministas.

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Recientemente (noviembre de 2020) se inauguró una escultura dedicada a Mary Wollstonecraft en la plaza Newington Green en Londres, ciudad en la que más del 90% de los monumentos celebran a hombres. La artista Maggi Hambling ha sido su creadora, dando forma a una figura de mujer desnuda en bronce que emerge sobre lo que parece ser la cumbre de un agudo peñasco. Un gran número de críticas surgieron de inmediato, causando furor entre quienes consideran inadecuado un cuerpo desnudo como su homenaje. Hambling ha explicado su decisión proclamando que la ropa define y restringe las reacciones de la gente, la figura está desnuda, libre de las ataduras de su época y representa a todas las mujeres; ella fue una escritora rebelde y pionera, la escultura motiva un diálogo visual con todos los obstáculos que tuvo que superar y los ideales por los que luchó. En el pedestal, las palabras «For Mary Wollstonecraft» dejan claro que es una obra de arte dedicada a la artista, y no un reflejo de su aspecto físico como pueden ser los retratos que de ella se han realizado. La Tate Gallery de Londres conserva un cuadro pintado por John Opie en 1791, en el que se puede ver a Mary retratada con un aspecto muy acorde al estilo de su época. Fue encargado por un admirador, mientras la autora se encontraba escribiendo Vindicación de los derechos de la mujer, y fue ella quien le dijo: «Si el retrato no se me parece, podrá encontrar un boceto mucho más fidedigno en mi próximo libro… en el cual yo misma apareceré… en mente y corazón». Falleció a los 38 años, días después de dar a luz a su hija Mary Shelley, quien también dejaría una huella indeleble en la historia de la literatura universal como autora de la novela gótica Frankenstein.


Bibliografía—-

FLEXNER, Eleanor (1972) Mary Wollstonecraft. A biography. New York: Coward, McCann & Geoghegan
GORDON, Lyndall (2005) Mary Wollstonecraft: A New Genus. London: Little, Brown & Company
GREENBLATT, Stephen (ed.) (2012) The Norton Anthology of English Literature. Volume 2. New York: W.W. Norton & Company, Inc.
MAZEL, Ella (ed.) (1995) Ahead of her time. A sample of the life and thought of Mary Wollstonecraft. New York: Bernel Books
WOLLSTONECRAFT, Mary (1989) A Vindication of the Rights of Women. New York: Prometheus Books


Fuente:https://tribunafeminista.elplural.com/2021/04/mary-wollstonecraft-la-educacion-de-las-mujeres-como-principio-basico-de-igualdad-e-independencia/

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