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Fernando Ariza: Leer no hará más inteligentes a nuestros hijos, pero sí más listos

Fernando Ariza, profesor de Literatura de la Universidad CEU San Pablo, explica en este artículo la importacia de la lectura desde pequeños y el papel de los padres para que se convierta en un hábito.

Hay muchos motivos para que nuestros hijos adquieran afición a la lectura. Algunos están en boca de todos, pero otros pueden resultar sorprendentes. Una de las consecuencias más asombrosas de leer es el desarrollo de la empatía y la teoría de la mente .

Al leer ficción, transformamos un mundo que solo existe en negro sobre blanco en un universo de colores, formas, sonidos y olores; pero, además, le damos vida a unos diálogos y unos monólogos neutros. Recreamos caracteres, expresiones, tonos de voz y movimientos de los ojos. I maginamos personas, las modelamos en nuestra mente y, con el paso de las páginas, se nos hacen tan cercanos como nosotros mismos.

Esa experiencia personal con los personajes de las novelas provoca algo difícil e importante: sacarnos de nosotros mismos para contemplar la vida desde la perspectiva de otra persona (aunque sea ficticia). Fuera de la literatura nunca vamos a poder hacer eso y para los niños la experiencia es brutal . Pensemos en esos personajes que ocuparon nuestras primeras lecturas: Atreyu, Bilbo Bolson, Alicia, Harry Potter, Willy Wonka… Estoy convencido de que para nosotros fueron más reales que muchos seres de carne y hueso que rondaban, allá en lo alto, nuestras vidas infantiles.

Ese punto, más allá del puro entretenimiento, es lo que desarrolla las capacidades con las que empezábamos esta columna. El niño y adolescente (unas edades especialmente egocéntricas), gracias a la ficción, salen de su yo para contemplar el mundo desde otro lugar . Como consecuencia, desarrollan su capacidad empática, que no es otra cosa que ponerse en la cabeza de otro. Su consecuencia es lo que se llama «teoría de la mente» (en sustitución al incompleto término de «inteligencia emocional»), gracias a la cual logramos adivinar reacciones en los demás y actuar en consecuencia.

Cada uno nace con un determinado nivel de inteligencia, pero esa aparente injusticia se equilibra con la listeza. Saber interpretar a las personas, leer entre líneas y adivinar comportamientos, además de conocernos a nosotros mismos , son capacidades de una «persona lista»; es perfectamente trabajable desde pequeño y diría que la lectura es el mejor modo de lograrlo.

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Covid-ficciones (tres microrrelatos sobre los potenciales del presente)

Por: Amador Fernández-Savater

 

“Necesitamos ficciones para creer en la realidad de lo que vivimos”

  1. El muro

Finalmente decidieron separarse. La ciudad se dividió en dos: los jóvenes al Oeste y los mayores al Este. Un gigantesco Muro electrificado cortaba la ciudad como un limpio hachazo. Los jóvenes nunca asumieron que la pandemia tuviera que ver con ellos. Los mayores, más y más asustados por sí mismos, no supieron encontrar otra salida. Extrañas noticias jamás verificadas de un complot juvenil para contagiarse masivamente en Fiestas de Vida y de Muerte acabaron por decidirles. Al cumplir 14 años los jóvenes eran apartados de sus padres y enviados a la zona Oeste, llamada Ciudad Diamante. A partir de los 25 podían volver a la Zona Este, la Ciudad de Vidrio, como fuerza de trabajo simple o cualificada según los rendimientos tele-escolares. Algunas voces se levantaron al principio hablando de segregación y autoritarismo, pero apenas nadie protestó por aquella medida. Era el comienzo de los Nuevos Tiempos, todo era posible, todo estaba justificado. Los padres y los hijos se encontraban semanalmente en compuertas de cristal a lo largo del Muro. Los expertos estudiaron que la tristeza social por el distanciamiento fue muy intensa durante los tres primeros tres años, pero la vida retomó pronto su normalidad. Y así fue cómo se dividió la ciudad.

 

  1. El desafío

Apareció cuando ya estaba a la vista el tercer confinamiento, mientras la situación social se degradaba al tiempo que se iba aceptando como normal. Aquel mensaje-llamamiento convocaba a los que no tienen nada que perder, a los que lo han perdido ya todo a extender por todas partes el contagio si no se garantiza a todos un salario digno en la cuarentena. Hacer del cuerpo un arma, usar el virus como palanca, un desafío inaudito. La amenaza se ejecutaría la mañana del primer día de confinamiento, individualmente, por grupos, en masa (…) Ya estamos muertos, no tenemos miedo.

El mensaje corrió como la pólvora, entre la incredulidad de todos. ¿Iba en serio? ¿Quién se atrevía a tomar así a la sociedad entera como rehén? La derecha llamaba a encontrar y castigar rápidamente a los responsables. La izquierda decía comprender el fondo del mensaje, pero sin compartir las formas. Los anticapitalistas lo juzgaban “aventurerista” y “equivocado sobre la correlación de fuerzas”. Los teóricos de la renta básica lamentaban que empañaba su propuesta, “que es viable sin recurrir a la violencia”. Pero al otro lado no había nadie, sólo un silencio cada vez más inquietante y muchos rumores: “conozco a una persona que lo va a hacer”, “he visto a unos vecinos organizándose”, “de últimas tienen razón, no queda otra”.

El pánico y la expectación crecían en paralelo, en el clima de un capítulo de Black Mirror. Hasta que llegó la famosa alocución del gobierno, cuyo contenido no se esperaba nadie. Nunca pudo descubrirse quién redactó aquel mensaje-llamamiento, pero todo lo que vino después lo tuvo como origen.

 

  1. La fiesta

En aquel lugar las fiestas habían tenido siempre un componente popular muy fuerte. Así que cuando, en el año I d.C., las autoridades decidieron cancelarlas, el gesto casi automático fue convocar una asamblea para ver qué hacer. Allí se reunieron todas las tribus: las Madres del Puerto, los punkis del Barrio Antiguo, los vecinos del Alto, los fiesteros de la playa de los Ingleses.

Un punki jovencito tomó la palabra y formuló la cuestión: “no podemos hacer las fiestas como siempre, como si no pasara nada, pero tampoco queremos aceptar la cancelación sin más, por miedo. Nuestro deseo es celebrar juntos un año más a nuestra diosa de Agosto”. El desafío pasaba por organizar unas fiestas donde el cuidado fuese un asunto colectivo, teniendo en cuenta las exigencias que imponía la nueva situación. ¿Cómo hacer que la precaución no implicase alejamiento, sino un nuevo juego, un nuevo arte de las distancias?

Toda la gente sabía bien que no se inventa una fiesta desde la nada, por decreto, así que se pusieron a excavar en viejas tradiciones que pudieran servir. Las Madres rescataron aquella curiosa reverencia tan “japonesa” que se practicaba antiguamente en el Puerto como saludo. Los punkis recuperaron esa furiosa danza, cuyo recuerdo fue sepultado después por el pogo, donde cada uno bailaba solo y al mismo tiempo vibraba con los demás. Los vecinos del Alto recobraron aquel lento Ritual de Cortejo tan presente en su primera adolescencia, motivado a medias por la timidez y a medias por la vigilancia de los padres. Los fiesteros aportaron toda su sabiduría en la creación de ambientes.

Desde luego aquellas fiestas no serán recordadas por su eficacia, puntualidad ni armonía, pero todo eso fue compensado por la energía intensa de una implicación sin delegación. Lo que se celebró ese agostó fue la reapropiación de la existencia y la conquista de un nuevo sentido del vínculo social.

Lo que nadie podía prever es que toda esa energía se prolongase a la vuelta de verano y que tantos experimentos surgieran entonces para reinventar radicalmente la educación y la salud, el trabajo y el consumo, como se habían reinventado las fiestas, probando así que, como dicen los clásicos, una sola chispa puede incendiar toda la pradera.

Fuente e imagen: http://lobosuelto.com/covid-ficciones-tres-microrrelatos-sobre-los-potenciales-del-presente-amador-fernandez-savater/

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“Sex Education”, temporada 2: Sami Outalbali, el actor francés que intepreta a Rahim

Por: .

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Mejores libros futuristas: ¿Cuáles son?

Redacción: Actualidad Literatura

La ficción ambientada en el futuro, generalmente abordando una realidad distópica que desde décadas obsesiona al arte y las letras, siempre ha sido uno de los géneros más aplaudidos por los lectores. Prueba de ello son estos mejores libros futuristas que en han llevado a más de uno a plantearse si la Tierra, tal y como la conocemos hoy día, va por el mejor camino.

La máquina del tiempo, de H.G. Wells

La máquina del tiempo de HG Wells

Muchos años antes de que Orson Welles sembrase el pánico en Estados Unidos al emitir una grabación radiofónica que advertía de la llegada de los extraterrestres de la novela de H.G. Wells La guerra de los mundos, uno de los escritores más visionarios de su generación lanzaba La máquina del tiempo, obra insignia de la literatura de ciencia ficción. Publicada en 1895, la obra sirvió para acuñar el término “máquina del tiempo” con la que el protagonista, un científico del siglo XIX, viajaba al año 802.701 para descubrir la presencia de unos seres llamado Eloi sin cultura ni inteligencia. Un clásico.

Un mundo feliz, de Aldous Huxley

Un mundo feliz de Aldous Huxley

¡Oh qué maravilla!
¡Cuántas criaturas bellas hay aquí!
¡Cuán bella es la humanidad! Oh mundo feliz,
en el que vive gente así.

Estas palabras mencionadas por el personaje de Miranda en la obra La tempestad, de William Shakespeare, supondrían la perfecta inspiración para Huxley a la hora de escribir Un mundo feliz, sumayor obra y uno de los mejores libros futuristas de la historia. Publicada en 1932, la historia nos traslada a una sociedad consumista apoyada en la hipnopedia, o la capacidad de aprendizaje a través de los sueños aplicada a unos humanos cultivados a imagen y semejanza de una cadena de montaje. Un mundo “feliz” conseguido gracias a la supresión de la cultura, la globalización o el concepto de “familia” en el mundo tal y como hoy lo conocemos. Toda una (terrible) revelación.

Yo, robot, de Isaac Asimov

Yo robot de Isaac Asimov
  • Primer ley de la robóticaUn robot no puede hacer daño a un ser humano ni, por inacción, permitir que un ser humano sufra daño.
  • Segunda ley: Un robot debe obedecer las órdenes dadas por los seres humanos, excepto cuando estas entren en conflicto con la primera ley.
  • Tercera ley: Un robot debe proteger su propia integridad, siempre y cuando esto no impida el cumplimiento de la primera y segunda ley.

Estas tres leyes sirvieron como base para la Trilogía de la Fundación, un  conjunto de libros y relatos con los que Asimov se convirtió en visionario en una época, la de los años 30, en la que la ciencia comenzaba a despegar. De todos los relatos incluidos, Yo robot es posiblemente el más famoso de todos ellos al representar de forma más narrativa el conflicto desatado por una robótica concebida como gran aliada de la sociedad en un futuro no muy lejano.

1984, de George Orwell

1984 de George Orwell

La Segunda Guerra Mundial alimentó la creencia en muchos pensadores de que el ser humano podía convertirse en su propio enemigo y utilizar el totalitarismo para arruinar la libertad del ser humano. De ahí que en 1949, el lanzamiento del libro de Orwell fuese abrazado por unos lectores que encontraron en sus páginas una revelación que venía anunciándose desde hacía tiempo. Ambientada en el Londres de un distópico año 1984, la novela presenta el famoso recurso del Gran Hermano, principal aliado de la Policía del Pensamiento a la hora de controlar a una sociedad donde pensar o expresarse de una forma diferente a la establecida queda totalmente prohibido. Años después de 1984, la sociedad todavía no ha sucumbido a tan distópico panorama, pero el control que ejercen las nuevas tecnologías o las dictaduras existentes confirman que, quizás, no estemos tan lejos.

¿Te gustaría leer 1984, de George Orwell?

Fahrenheit 451, de Ray Bradbury

Fahrenheit 451 de Ray Bradbury

Considerada junto a las anteriores 1984 y Un mundo feliz como la “trinidad” denovelas distópicas de nuestro tiempo, Fahrenheit 451 se convierte en una referencia directa a la literatura, arte que en un futuro supone un peligro para la humanidad, ya que les hace pensar demasiado y comenzar a hacerse preguntas. De ahí que el protagonista, un bombero llamado Guy Montag se le encargue la paradójica tarea de quemar libros. El nombre de la novela, el cual hacer referencia a la temperatura de la escala Fahrenheit en la que los libros comienzan a arder (el equivalente a 232,8 º C), bebe directamente de la influencia de una de las grandes inspiraciones de Bradbury, Edgar Allan Poe, para narrarnos una historia tan siniestra como poderosa adaptada al cine en 1966 por el visionario François Truffaut.

La carretera, de Cormac McCarthy

La carretera de Cormac McCarthy

El siglo XXI se ha convertido en un buen tiempo para la novela distópica y futurista, convirtiendo el género en el mejor motor cultural a la hora de reflexionar. Un buen ejemplo es La carretera, una de las mejores novelas estadounidenses de los últimos veinte años como bien demostró su éxito de ventas o los premios Pulitzer y James Tait Black Memorial que McCarthy recibió a los pocos meses de la publicación del libro en 2006. Ambientada en una futura Tierra destruida por una catástrofe no especificada en el libro, la obra sigue los pasos de un padre y su hijo a través de un mundo de polvo, soledad y, ante todo, hambre, la principal causa que lleva a los protagonistas a enfrentarse a los nuevos caníbales de un planeta agónico.

Los juegos del hambre, de Suzanne Collins

Los juegos del hambre de Suzanne Collins

En el futuro estado de Panem, el Capitolio domina 12 distritos sumidos en la pobreza. Este es el motivo por el que el pérfido líder Snow cada año recluta a un niño de cada estado para que compita en un concurso televisado llamado Los juegos del hambre, donde la misión consiste en eliminar a todos los contrincantes hasta resultar ganador. Una tradición que se ve desafiada tras la llegada de Katniss Everdeen, protagonista de las tres entregas publicadas en 2008, 2009 y 2010, derivando en la famosa saga cinematográfica protagonizada por Jennifer Lawrence. Una de las novelas distópicas juveniles más exitosas de los últimos tiempos y toda una fuente de inspiración para otras muchas obras similares como Divergente o El corredor del laberinto, publicadas en años posteriores.

Fuente: https://www.actualidadliteratura.com/mejores-libros-futuristas/

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España: Un grupo de investigadores universitarios estudia cómo las series de televisión influyen en la construcción de identidad

España/17 de Julio de 2017/20 Minutos

El grupo de investigación, que hace diez años que trabaja en este campo, ha puesto en el punto de mira de su último proyecto -‘El papel de la ficción televisiva en los procesos de construcción identitaria del siglo XXI’ (2014-2017)- series destacadas de la ficción norteamericana como ‘House of Cards’ (Netflix, 2013-), ‘Orange is the New Black’ (Netflix, 2013-), ‘Orphan Black’ (BBC America, 2013-), ‘Girls’ (HBO, 2012-), ‘Masters of Sex’ (Showtime, 2012-), ‘Person of Interest’ (CBS, 2011-), ‘Boardwalk Empire’ (HBO, 2010-2014), ‘Fringe’ (Fox, 2008-2013), ‘Bionic Woman’ ( NBC, 2007), ‘Mad Men’ (AMC, 2007-) y ‘Westworld’ (HBO, 2016).

Los investigadores partían de la idea de que la ficción audiovisual en general y la televisiva, en particular, «tienen un papel importante en la remodelación y la reconducción de actitudes sociales individuales y colectivas, en la medida en que actúan como elemento conector entre las audiencias y la realidad». Además, «son un medio fundamental a través del cual los públicos contemplan el mundo».

En este sentido, los investigadores del Rirca han servido de estas series para analizar los procesos de construcción de identidades en el siglo XXI. Desde la perspectiva de que la identidad -o las identidades- no es un fenómeno inmutable, el equipo de la UIB ha estudiado la ficción televisiva como un producto cultural que influye en el imaginario colectivo.

Este análisis se ha realizado básicamente sobre tres ejes: la identidad sexual y de género; las repercusiones de los avances tecnológicos y científicos sobre la construcción de la identidad; y el fenómeno ‘fandom’ y la cultura participativa. Fruto de este proyecto, el equipo ha destacado que la ficción televisiva tiene como característica principal su «estrecha relación» con el imaginario de la contemporaneidad «no sólo por los temas que desarrolla sino también por su grado de hibridez estética y conceptual».

La ficción contemporánea resulta, así, «una especie de espejo donde se cuestionan los discursos hegemónicos ofreciendo, en la mayoría de los casos, discursos contrahegemónicos y críticos que inciden especialmente en una reflexión en torno a la identidad en el sentido más amplio del término y la memoria como parte fundamental en la construcción identitaria».

El equipo del Rirca que participa en este proyecto lo forman la doctora Marta Fernández Morales, investigadora principal del proyecto hasta 2016; la doctora Patricia Trapero Llobera, investigadora principal del Rirca y actual investigadora principal del proyecto; y el doctor Rubén Jarazo Álvarez. También participan la doctora María Dolores Narbona Carrión, de la Universidad de Málaga; la doctora María Isabel Menéndez Menéndez y el doctor Ignacio Fernández de Mata, de la Universidad de Burgos; el doctor Iván Bort Gual y el señor Ignacio Bergillos García, del Cesag-Universidad Pontificia de Comillas. Además, también han colaborado la doctora Astrid Maria Fellner, de la Universidad de Saarland (Alemania); la doctora Viera Novakova, de la Universidad Pavol Josef Safárik (Eslovaquia); y la doctora Meritxell Esquirol Salom, de la Universidad de Girona.

Fuente: http://www.20minutos.es/noticia/3090617/0/grupo-investigadores-universitarios-estudia-como-series-television-influyen-construccion-identidad/

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Porque los profes también leen

21 de junio de 2017 / Fuente: https://compartirpalabramaestra.org

Por: Miyer Pineda

Una reflexión a propósito de la novela ‘Los muertos’ de Jorge Carrión.

Leí Los muertos (2010) en unas cuantas horas; esa poderosa novela de Jorge Carrión que poco a poco se vuelve un clásico de la literatura. Hace mucho no leía en los terrenos literarios un texto así. No era uno de esos típicos novelones pseudo-existencialistas cargado de injertos y de hallazgos fáciles que ahora se imponen ofrecidas como el secreto más grande –hay que decirlo- del mercado. Los muertos es una maquiavélica construcción; una suerte de caja china con la que el lector se distrae hasta que cae en un laberinto que lo pone a cuestionar múltiples nichos en los que intentaba refugiarse.

Me recordó la novela Los detectives salvajes (1998) aun sabiendo que el laberinto de Bolaño extraviaba al lector en el desierto y en otras zonas muertas propias de su extensión; también me recordó The fight club (1996) de Chuck Palahniuk, consciente de la voluble pesadez que impone el ritmo de esa nocturna y extraña forma de resistir el mundo que significa esta novela.

Pero Los muertos es otra cosa; me recordó a Huxley: “¿Y si este mundo fuera el infierno de otro planeta?”. La novela de Carrión es un rigor distinto que recorre los rituales de las últimas generaciones que son lúcidas y conscientes de su mundo; de la virtualización terrible de las emociones.

Y al fondo la novela de Phillip K. Dick, ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?  O incluso las Crónicas marcianas de Ray Bradbury con Blade Runner (1982) de fondo.

También el guiño al cine: me recordó Soy leyenda (2007), pero sobre todo Seven (1995); películas que nos dejaron habitar el infierno, la ciudad de Nueva York, uno de los círculos del infierno de Dante.

Sin embargo estoy siendo sesgado: la novela también se ofrece como un diálogo sobre el impacto en la construcción de lo humano que ha sostenido la industria del entretenimiento y su simbiosis con el arte durante las últimas décadas.

He dicho los rituales de las últimas generaciones, y entonces debo señalar algunos de ellos para dar cuenta de uno que otro de los problemas que nos plantea esta novela:

La televisión como una suerte de matrix a través de la cual nos encontramos con nuestras emociones y con nuestra necesidad de complejidad; y no estoy hablando de la estupidez que la mayor parte del tiempo nos inyectan a través de ese aparato; recordemos que R-H Moreno Durán decía que la televisión no era más que un poco de propagandas interrumpidas por unos programas; no, hablo de la complejidad laberíntica que se encuentra ahora en esos recintos a través de series que hacen las veces de folletines contemporáneos y que logran seducir por su poder argumental.

Se tiene que aceptar que hay series de televisión que se pueden considerar como obras maestras. Personalmente considero que Breaking Bad logró unos  niveles únicos y hasta ahora insuperables de rigor estético; y son ese tipo de series las que se terminan convirtiendo en parte de la banda sonora de nuestro ocio vital; camino que había sido inaugurado por The Wonder Years a finales de los ochenta.

En la novela también se encuentran los problemas de la ficción y de la realidad, o el de los derechos que poseen los personajes de ficción a morir dignamente, a que los dejen tranquilos, a que no abusen de su memoria, ni de sus restos. Sí, así como lo leen. Y de la mano con este tópico, tenemos el dolor que produce la muerte de uno de estos personajes. Recuerdo una anécdota que contaba el poeta Jorge Eliécer Ordóñez sobre el llanto que le produjo a Gabo la muerte del coronel Aureliano Buendía. O para no ir más lejos, la desazón que produjo en el espectador la golpiza que le propinó Bane a Batman en la tercera parte de la trilogía de Nolan, The Dark knight Rises (2012): Bane le ha quebrado la espalda al murciélago luego de propinarle una paliza, la pantalla se pone oscura por un segundo, y todos nos sentimos angustiados, pensamos que el murciélago ha muerto, o peor, que ha quedado inválido, y entonces ¿qué haremos sin héroes?

Sin embargo, más allá de esta subversiva idea se encuentra una radiografía de lo que sucede con los planteamientos de teóricos como Peter Singer quien plantea que así como es necesario comenzar a reconocer los derechos humanos en verdad, también debe legislarse sobre los derechos de los animales, las ballenas, los delfines, los perros, etc., y si esto es plausible e incluso necesario, ¿por qué no pensar que don Quijote o los replicantes de Blade Runner también tienen derechos?

La novela encara la relación entre identidad y memoria; en alguna parte plantea la tesis de que “tener un nombre significa poseernos” (47); así abordamos el nombre del esclavo, el del desaparecido, el de la víctima, el del replicante, pero sobre todo, el derecho a la memoria, a poseer críticamente un pasado, esa otra ficción que se le debe disputar a la Historia.

Desde esta perspectiva se pueden advertir los nefastos ataques a la memoria, ya sea desde la estupidez y la frivolidad, o desde los mecanismos de control del sistema, y así entonces resignificar la cada vez más importante labor de la hermenéutica para dignificar a Mnemósine en los terrenos de la comprensión.

En Los muertos toda cicatriz es un segundo ombligo porque nadie se conoce hasta que no ha dado vida, o la ha defendido, o la ha guerreado. La novela propone esa noción de que todo es un relato, y de que somos piezas en el relato dramático del cosmos, esa novela escrita a miles de voces, a través del gran narrador que es un Topo desapareciendo frente a los ojos de Nadia (Los muertos), o de Nadie (La Odisea).

Los muertos aborda el problema de la Historia como ficción y el de la ideología como ficción, porque es un hecho que necesitamos ficciones para vivir y no sucumbir ante la horda de las vivencias primitivas; el problema es que esas ficciones aplastan y delimitan la utopía de lo humano: En la novela un adolescente pinta en un muro “No hay futuro”” (131), y otro personaje cuenta que “Estábamos muertos y podíamos respirar” (154).

Como lo hacen muchas novelas en los últimos años, Los muertos también asume la reflexión sobre la novela, ese dispositivo estético que reflexiona sobre sí mismo; así entonces se presenta como el terreno ideal en el que se despliegan los abismos y los fantasmas interiores en su diálogo con el mundo. Jugar a ser Dios, dirigir el concierto interpretar todos los instrumentos y ser el único público.

Carrión estuvo en Tunja. No sé quién hizo la gestión para traerlo a estas tierras en las que alguna vez estuvo el mar. Conversó con Darío Rodríguez, otro gestor cultural y desocupado lector. El Festival se llamó Carmina ¡Qué labor tan importante cumplen estos señores que se dedican a hacer encuentros, talleres literarios y a mantener espacios de lectura! Revitalizan nuestro encuentro con la literatura, esa otra forma de desaparecer.

Carrión habló de sus novelas, de sus ensayos, de sus series favoritas. Firmó libros, y en cierta forma enalteció el quehacer literario en estas tierras áridas para la escritura de rigor, capaz de conversar con el mundo.

Escribí este texto porque hace unos días uno de mis estudiantes me pidió que le recomendara un libro que lo golpeara. Le dije que le respondería en una columna para que la sugerencia llegara a más oídos ávidos de leer cosas geniales. Por ahora les recomiendo algunos consejos de Carrión sobre el arte de escribir[1], mientras, me dispongo a leer Los huérfanos, la novela que le sigue a Los muertos y que hace parte de una tetralogía. Sin embargo confieso que me toma algo de tiempo; es un problema proponer en este juego a Carrión contra Carrión. Ahí nos vemos.

[1] www.microrevista.com/consejos-a-un-joven-escritor/

Fuente artículo: https://compartirpalabramaestra.org/blog/porque-los-profes-tambien-leen

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El relato de sí en la escuela

10 de mayo de 2017 /Fuente: https://compartirpalabramaestra.org/

Por: Jairo Hernando Gómez Esteban

Las historias de vida no solo son una técnica de investigación social, también pueden constituirse en una importante estrategia formativa cuando se plantea en términos prospectivos y ficcionales para realizar cambios en el rumbo de nuestras vidas y organizar la experiencia de múltiples formas.

La vida solo puede ser entendida si se mira hacia atrás. Pero la vida solo puede ser vivida si se mira hacia adelante

S. Kierkegaard

La narración de la propia vida se revela como una forma de expresión individual, como un objeto social con nombre propio que es producto de unas prácticas institucionalizadas que exigen que seamos reconocidos con la autoridad de la primera persona, con un relato de sí.

Cuando los seres humanos son inducidos a una construcción reflexiva de su propia existencia, a relatar su biografía -entendida como la representación que los actores hacen de su propia vida y no necesariamente como el curso efectivo de lo que realmente ocurrió, se produce un proceso de biografización entendido como la interpretación cultural que se hace de los trayectos de vida resultante de los proyectos biográficos y su puesta en acción. Por tanto, la sociedad deja de ser la formadora de biografías para pasar ella a ser configurada por aquellas, produciéndose eso que tan acertadamente Norbert Elias llamó la sociedad de los individuos. Se puede llegar incluso a emplear tramas narrativas canónicas o paradigmáticas de líderes o héroes políticos o artísticos para autoexaltarse o autopromoverse, y dotar de esa manera a su propia historia de un significado simbólico general, como es el caso de algunos políticos norteamericanos que habitualmente utilizan la “trama” de la vida de Abraham Lincoln, un hombre sencillo que, gracias al trabajo duro y a educarse a sí mismo, alcanza el cargo más alto de su país y lo guía en tiempos de crisis.

Ahora bien, no solo somos lo que hacemos sino lo que nos hubiera gustado hacer, y también, lo que dejamos de hacer. La persona en la que nos hemos convertido condensa todo aquello que no fuimos, que quisimos ser, o que decidimos no ser. Y en todas esas decisiones, omisiones y contingencias, la ficción, aviesa y prevaricadora, siempre ha jugado el papel más importante. Y no podría ser de otra manera: son muchos los acontecimientos imaginados y recreados como si en realidad hubieran ocurrido y que, eventualmente, pueden tener el mismo efecto en nuestra vida, la misma capacidad de suspender el tiempo, la misma fuerza de revelación, la misma magia en la confluencia de detalles y matices que los acontecimientos efectivamente vividos y experimentados. Los dos -los acontecimientos imaginados y los vivenciados- pueden tener la misma significatividad y valor para el devenir subjetivo de cualquier individuo, los dos pueden interrumpir y torcer una trayectoria vital; al fin y al cabo, los dos cumplen la misma función en la vida: producir metamorfosis, rupturas, revelaciones inéditas, emprender nuevas empresas, apostarle a otros sueños.

Esta función fabuladora de nuestra existencia, como la llamaba Bergson, permite crear personajes a partir de los cuales nos contamos a nosotros mismos y cuya función es indispensable tanto para la existencia de nosotros mismos como para la de la sociedad, conlleva una aspiración a la realización personal que, consciente o inconscientemente, visualiza múltiples posibilidades identitarias y abre la contingencia para habitar mundos plurales y variados a través de nuestras propias experiencias. Esa huida de la realidad a través de partículas del subjuntivo como “qué habría pasado si”, busca ocuparse no tanto de cómo son las cosas sino de cómo podrían ser o cómo me gustaría que fueran, al fin y al cabo, lo importante es lo que está delante de mí, lo que me permite orientar y dirigir mi acción, y en esta elección y en esta apuesta, emergen y se yuxtaponen intencionalidades, deseos, creencias, prácticas atávicas, significados vernáculos que se proyectan y se materializan en una narrativa que siempre habla de lo que está más allá, en lo que el yo cree, o presiente, o intuye adónde debe ir.

No solo somos lo que hacemos sino lo que nos hubiera gustado hacer, y también, lo que dejamos de hacer. La persona en la que nos hemos convertido condensa todo aquello que no fuimos, que quisimos ser, o que decidimos no ser. Y en todas esas decisiones, omisiones y contingencias, la ficción, aviesa y prevaricadora, siempre ha jugado el papel más importante.

¿Cuáles son las implicaciones del relato de sí en la escuela desde esta perspectiva prospectiva y ficcional que estoy proponiendo? En primer lugar, que los individuos, estudiantes y profesores, se afiancen en sus vidas o, por el contario, logren cambiarlas. Al otorgarle un sentido a aquellos acontecimientos y obras que están por encima de esa vida precaria y violenta que, inmerecida o injustamente, le ha tocado sufrir a muchas personas, no solo se realiza una operación de configuración, sino que le permite al individuo establecer las discordancias y concordancias de su existencia y, por tanto, apuntalar o cambiar el rumbo de su historia. Es por eso que el efecto del acontecimiento no se agota en la ruptura, la fractura o el corte, sino que también implica potencialidades de desarrollo que impulsan al sujeto a seguir proyectándose a futuro, a continuar realizando acciones que lo consoliden como agente de su propia vida.

En segundo lugar, es necesario abandonar el anacrónico concepto de proyecto de vida que tanto daño le hace a los estudiantes y que generalmente es entendido en términos unilaterales y unívocos, para dar paso a un concepto más plural y polifacético como el de trayectorias vitales (Bourdieu) que describen la curva de las diferentes posiciones en un espacio en sí mismo en movimiento y sometido a incesantes transformaciones que ocupa un sujeto a lo largo de su vida.

En tercer lugar, una biografía prospectiva, esto es, proyectada a futuro, conlleva construir múltiples formas de mundos alternativos dela misma manera como hay muchas formas de organizar el conjunto de nuestra experiencia. Es por esto que no se puede destacar un mundo sobre los demás, o hacer de él la única realidad o el único mundo actual del cual el resto de mundos o realidades son sólo sus versiones o proyecciones, ni tampoco que podamos construir cualquier mundo que queramos: sólo quiere decir que cualquier mundo correctamente construido tiene por sí mismo más realidad que los otros.

Fuente artículo: https://compartirpalabramaestra.org/columnas/el-relato-de-si-en-la-escuela

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