Los mil y un fracasos de la Reforma Educativa y sin embargo se mueve

Por: Roberto González Villarreal, Lucía Rivera Ferreiro, Marcelino Guerra Mendoza. Integrantes del Cuerpo Académico: Intervención y Formación en Gestión  Educativa. Área Política Educativa, Procesos Institucionales y Gestión. Universidad Pedagógica Nacional. Sede: Ajusco

En abril, la reforma educativa se declaró muerta. Fracasó, dijeron sindicalistas, opinólogos, expertos, padres de familia, conferenciantes, periodistas, opositores y, quién lo dijera, antiguos colaboradores, como diputados y senadores del PAN y el PRD.

No es un tema nuevo, aparece una y otra vez, al final, durante o previo a las movilizaciones de los maestros inconformes; en eventos, en foros o en la presentación de programas, informes y evaluaciones parciales. Casi podría decirse que, como diagnóstico o profecía, el fracaso ha acompañado a la reforma desde un principio.

Hace casi un año, después de las grandes protestas de 2016, que tuvieron en la masacre de Nochixtlán su momento límite, la propia CNTE extendió el certificado de muerte de la reforma educativa. En el Foro Hacia la construcción del proyecto de educación democrática, realizado en agosto de 2016, en el que participaron académicos e investigadores habituales, las razones del fracaso se explicaron en cuatro puntos: el diagnóstico limitado de la problemática educativa; la concepción mercantilista de la educación; el desconocimiento de las potencialidades de participación de los maestros; y la versión equivocada de la evaluación punitiva (Regeneración, 10 Agosto de 2016. http://regeneracion.mx/cnte-realiza-foro-hacia-la-construccion-del-proyecto-de-educacion-democratica/).

Lo cierto es que, tras ese diagnóstico terminal, la reforma educativa siguió. Aunque moderando su velocidad, como en las evaluaciones obligatorias, convertidas en voluntarias (por el momento), en la administración de despidos, en las negociaciones con algunos dirigentes (como en la sección 9 y la 22) y en el reconocimiento de problemas de aplicación y diseño (como en las mismas evaluaciones, sobre todo en cuestiones de notificaciones, reactivos mal hechos e infraestructura tecnológica deficiente e insuficiente). Pero siguió, evaluando y despidiendo profesores, continuó con Escuelas al CIEN, Escuelas al Centro, la normalidad mínima, la autonomía de gestión, el control del tiempo, y todos los demás programas de la reforma, que no se ven tanto, pero ahí están, operando en el cotidiano escolar.

Siguió, también, como respuesta a una demanda reiterada de la crítica, una reforma curricular. Desde mediados de 2016 ya circulaba una versión del Nuevo Modelo Educativo, que fue presentado formalmente el 13 de marzo de 2017.  En este momento, junto a otras cuestiones de coyuntura, reapareció el tema del fracaso de la reforma. Una vez más.

¿Deseo o realidad? El nuevo diagnóstico del fracaso ¿es terminal?, ¿ahora sí? O como en las otras ocasiones ¿veremos nuevas iniciativas, nuevos procesos, nuevos programas? ¿Se trata de un diagnóstico o de un deseo? Porque, hay que decirlo, en muchas ocasiones el triunfalismo y el wishful thinking conducen a la desmovilización y/o al encubrimiento.

¿Pero qué es la reforma?

No es un tema fácil, quizá aquí se encuentre uno de los principales problemas de cualquier diagnóstico. Para muchos opinantes, la reforma educativa es la evaluación docente; a partir de aquí, se elaboran silogismos muy simples. Si no se han cumplido –y ya no se pueden cumplir- las metas de la evaluación de permanencia, entonces la reforma es un fracaso. La reforma está en agonía. Su muerte es prematura y está anunciada.

Desde luego, se pueden achacar múltiples responsabilidades: que si estuvo mal hecha; que intentó abarcar demasiado; que no se pudo aplicar; que son los cangrejos de siempre; que fue por las resistencias de los maestros, sobre todo los de la CNTE; por separado, o en varias combinaciones, estas han sido las más mencionadas. Por eso, dicen, ya no va, es el gran fiasco de EPN. Lo que falta es esperar que termine el sexenio, y cuando venga otro gobierno (el de AMLO, por ejemplo), se acabará con esta pesadilla.

Nada nos gustaría más que así fuera. Sin embargo, el camino al infierno está empedrado con buenas intenciones. Este diagnóstico que da por muerta a la reforma está errado, más aún, es peligroso por dos razones fundamentales, aunque hay otras que por cuestiones de espacio no podemos tratar.

La primera es que no hay una evaluación, sino varias evaluaciones. La de ingreso es una, la de diagnóstico otra, la de promoción y permanencia, otras más. Y estas no se han detenido, siguen, aunque ralentizadas y con engaños, por ejemplo eso de que ahora serían voluntarias o que habría aumentos hasta del 30% en los ingresos de maestros con resultados destacados. No es cierto, ni son voluntarias, ni se han detenido, en muchos casos, los docentes no han recibido el estímulo prometido. Mientras la evaluación docente siga en la legislación y, sobre todo, en la Constitución, será muy complejo, en la actual composición legislativa, cambiarlas. Son constitucionales, cualquier conflicto será interpretado a la luz de ellas. Tendrán la fuerza del derecho. Es lo que siempre hacen los neoliberales: modificar las instituciones y las reglas, a su imagen, semejanza y conveniencia.

La segunda razón es más profunda. La reforma NO es la evaluación docente. Las evaluaciones SON PARTE de la reforma; pero no SON la reforma. En realidad, la reforma es un dispositivo complejo, un conjunto de acciones, instituciones, discursos, organizaciones, iniciativas, campañas que tienen como propósito reconfigurar el sistema educativo nacional, en sus fundamentos operativos, constitucionales, estratégicos y subjetivos. Su propósito central -más no el único-, es modelar la conformación de sujetos neoliberales, crear individuos que subjetiven la incertidumbre, la precariedad, la flexibilidad, la obediencia a los códigos del hipermercado educativo, útiles a la fase cognitiva del desarrollo capitalista que estamos viviendo.

Por eso la reforma inició con el magisterio, para transformar la base subjetiva de la enseñanza y cortar todas las modalidades colectivas de contratación; por eso inició doblegando a los maestros, de la CNTE, del SNTE y de todos los demás sindicatos educativos. Pero la reforma no quedó ahí, siguió con el SIGED, con la centralización de nómina mediante el FONE, con la autonomía de gestión, con las Escuelas al Centro, con la Normalidad Mínima, con las Escuelas al CIEN, con la panoplia de cursos, talleres, diplomados, seminarios y cursos a cargo de múltiples organizaciones que trabajan en red (como mostraremos en un libro próximo), que expanden e introyectan el mercado educativo, que están modificando las prácticas, los hábitos y el perfil de los docentes, y que ahora adelantan otro LADRILLO en esta reconfiguración: el Nuevo Modelo Educativo. En él se continúan los objetivos y los propósitos de la reforma: mercado educativo con  sujetos flexibles, ordenados, desafiliados de toda organización colectiva y precarizados. Justo como antes se hizo en la reforma laboral.

Política de la desmovilización y del compromiso

Es comprensible que en una lucha política se pretenda minar al adversario, atacarlo por su mediocridad y sus inconsecuencias, desvalorizar sus conquistas y reducir sus alcances. Es comprensible. Del mismo modo, se entiende que las fuerzas de las resistencias necesiten valorar sus esfuerzos, reivindicar sus luchas, incluso magnificar sus logros, recordar sus víctimas y sus hazañas. Se entiende. Sin embargo, ¿qué ocurre cuando en una guerra –¡y la reforma lo es, sin duda alguna!- los diagnósticos están errados, se minimiza al adversario, se leen mal las señales, se ignoran sus movimientos? Nada bueno. Y eso es lo que muchos críticos, incluyendo los analistas de los fallos didácticos del modelo, militantes y promotores de la educación alternativa, quizá sin verlo ni quererlo, están contribuyendo a hacer.

La reforma no ha muerto, la reforma va, sigue por muchos más caminos que los de la evaluación, ciertamente ralentizada por la lucha de los maestros, y también, hay que decirlo, por las prisas del INEE y de la SEP, por sus diferencias internas, incluso por sus incompetencias. Pero la reforma va, pausada y en revisión, no precisamente para cambiar sus objetivos y estrategias, sino para adecuarlas, refinarlas y profundizarlas.

La reforma, por desgracia, no se agota en la evaluación, cada día se despliegan más acciones, más microiniciativas, más avances tácticos que pasan por instrumentales, es el caso de toda la parafernalia de cambios en la reorganización escolar, el manejo del tiempo a través de nuevos calendarios y horarios, de reuniones de consejo técnico hiper reguladas, de la priorización de ciertos contenidos y actividades en detrimento de otros, de la incorporación de nuevas figuras directivas, y recientemente también, a despecho de lo que digan quienes piensan que la reforma se hizo al revés, a través del nuevo modelo educativo. Cabe recordar que tres de los cinco ejes que lo conforman, ya estaban considerados en las leyes y en marcha en las escuelas, con la diferencia de que aumentará la batería de cursos posibles, gracias a ese amplio espectro de posibilidades de intervención que da la autonomía curricular, para introducir desde la programación neurolingüística, educación financiera, en valores (del mercado), emprendedurismo, cultura empresarial, superación personal, etc.

Los objetivos de la reforma, sus tácticas y estrategias, incluso sus instrumentos, no están muertos ni oxidados, sino en constante evolución. Las críticas de los expertos han servido, pero para llamar la atención del poder en las fallas, para exigirle eficacia, eficiencia y congruencia. Esas críticas son funcionales al poder; le sirven de acicate y de cobertura.

Pareciera que esta crítica, al concentrarse, contradictoriamente, en lo que no logró alcanzar la reforma pero no quisiéramos que sucediera, clama estar al frente para modular alcances, logros y metas, como si le interesara gobernar la reforma con otros colores y otros partidos.

Es preciso recordar que ningún mal diagnóstico gana nunca la guerra; por el contrario, desmoviliza y crea falsas expectativas; en este caso, porque la reforma está ahí, opera silenciosamente en los cambios de reglas, en los nuevos programas, aún con buenas intenciones, como parecen ser todos esos cursos de convivencia, manejo de emociones, educación para la paz, resiliencia, visitas al Museo Interactivo de Economía, talleres de resolución de conflictos, talleres de cómputo y demás acciones no evaluadoras, cada vez más relevantes de la reforma educativa; los críticos parecen no observarlas, y aún quienes se niegan a evaluarse, las realizan cotidianamente.

Por todo esto decimos: un diagnóstico que se anticipa a declarar muerta la reforma educativa, realizado en medio de una confrontación, sirve como reafirmación política y como salida declarativa ante una situación caótica y limítrofe. Su fuerza es la de la convicción y la de la apuesta. Nada más. Pero sus riesgos son mayores: encubrir los efectos metalaborales de la reforma, dejarla avanzar en las iniciativas micro que ya están modelando las prácticas, los perfiles y la identidad docente, ya se irradia en la formación de los educandos y en la organización de las escuelas. En este proceso, insistir en la muerte de la reforma, es propiciar la desmovilización y el triunfalismo. La reforma sigue, y se preparan nuevas batallas. Mejor tenerlo claro antes de que nos vuelvan a sorprender y someter.

Fuente: http://insurgenciamagisterial.com/los-mil-y-un-fracasos-de-la-reforma-educativa-y-sin-embargo-se-mueve/

Comparte este contenido:

Reforma fracasada

Por: Hugo Aboites

Pésimo fin de año para la reforma educativa. Uno más sin que haya al menos una perspectiva clara para ésta, pues incluso su existencia misma es incierta, ahora que comienza de lleno la carrera por la Presidencia. Por otra parte, los maestros en Michoacán, Chiapas y Oaxaca anuncian más protestas para el próximo año y el nuevo gobernador de esta última entidad capta bien que no tiene otra alternativa que sentarse a negociar. Además, la Secretaría de Educación Pública (SEP) se encuentra hoy en el dilema de volver a aplicar o no las evaluaciones obligatorias, y cualquier decisión que tome le será muy problemática.

Asimismo, no se pudo dar un solo paso en la discusión de la reforma a nivel de educación superior y, algo inusitado, el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) piden a la SEP que piense bien su propuesta de transportar a millones de niños fuera de sus comunidades. Y la estocada final con que cierra este año son los resultados de la prueba del Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos (PISA) de la OCDE.

México, como se informa ( La Jornada, 6/12/16, página 40), no sólo continúa teniendo el más bajo puntaje a escala mundial en las, por otro lado, discutibles pruebas PISA, sino además es uno de los más decepcionantes casos de América Latina, considerando la importancia económica y educativa de México. Tal vez algunas reformas no producen efectos fulminantes y generalizados, pero cuatro largos años algo deberían haber generado. Y se explica la ausencia, porque ni siquiera se ha concluido lo que se pensaba sería una breve etapa preliminar: la de imponer un nuevo modelo de relación laboral.

De hecho, ahora se prevé que será en 2018 cuando se aplique finalmente algo propiamente educativo. El nuevo modelo educativo, sin embargo, es una propuesta que amenaza con no ser ni nueva ni con aliento transformador, porque en un envase llamativo recicla mucho del modelo educativo actual. Lo más importante, además, es que no es una reforma que tenga en cuenta un contexto sumamente adverso.

¿Es posible pensar que un México con casi 30 mil desaparecidos, más de 100 mil muertos y cientos de miles de víctimas de una guerra puede generar una dinámica de aséptica reforma educativa? El hecho de que cientos de escuelas deban cerrar porque los maestros son víctimas de secuestros y extorsiones, ¿no tiene un impacto negativo en un sistema complejo que requiere, además de normas y autoridad, inspiración y propósitos capaces de entusiasmar a niños, niñas y jóvenes, a maestros, padres de familia, comunidades? ¿Acaso los niños que en las escuelas deben aprender a tirarse al suelo y a protegerse con mochilas blindadas son inmunes a las tensiones y preocupaciones fundamentales de una guerra? ¿Pueden apreciar en esa hostil intemperie lo que ha sido la historia de su país, de la ciencia, la poesía, el placer de leer y escribir y el conocimiento de por qué, cómo y cuándo surgieron los números y los cálculos fundamentales? ¿Pueden conocer lo que es su pueblo y región y el significado que tiene en la vida de la nación, más allá de los estereotipos y las distorsiones de la televisión comercial y enajenante? ¿Es posible pensar que podrán tener una infancia y adolescencia normales y disfrutar el conocimiento? Una reforma abstraída del contexto, de la circunstancia real de los estudiantes, ¿puede responder a los miedos e inquietudes de los niños y jóvenes? Peor aún, cuando esta idea de combate, de persecución se lleva al terreno educativo.

La mejora de la educación necesita de una reforma que no declare, junto a la guerra contra los narcos, la guerra a los maestros; una guerra ya prolongada que hace que haya caído precipitadamente el interés de muchas y muchos jóvenes por dedicar su vida al magisterio. Para quienes tenemos más de cuatro décadas en esta siempre apasionante carrera llena de desafíos y satisfacciones, esa es una muy triste noticia y síntoma de una enfermedad deliberadamente inducida en lo fundamental del sistema educativo.

La experiencia de este fracaso monumental de la educación mexicana aparece afortunadamente entremezclada con la sólida y creciente determinación de muchos maestros por rescatar su profesión y escuela, a pesar del contexto tan adverso, y luchar no sólo por sus derechos laborales, sino por una reforma sobre necesidades y bases reales, propuestas educativas distintas. Estas deberían ser capaces de combinar lo local, pero también el problemático contexto nacional e internacional, cada vez más determinante de lo que ocurre en cada región; combinar el conocimiento y sabidurías locales y ancestrales con otros conocimientos, culturas y con la dinámica científica. Responder a los desafíos de la inmediatez violenta, pero armar también una mirada más amplia, a mediano y largo plazos, hacia la formación de ciudadanos comprometidos con sus comunidades y sus derechos y legítimos intereses. Instaurar una pedagogía para la libertad y la creatividad, que interactúe con la necesidad de una formación fincada sólidamente en las ciencias y humanidades. Un proceso educativo basado en la libertad creativa del pensamiento para darles dinamismo –ahí mismo en el salón de clase– a las verdades sociales, políticas y científicas y evitar verlas como absolutas. Todo esto para que sea realmente distinta a lo que ahora tenemos.

Fuente: http://insurgenciamagisterial.com/reforma-fracasada/

Comparte este contenido: