Por: Lucia Ixchiu
La crisis actual en Guatemala es consecuencia del pacto liderado por una élite oligarca colonial que por más de 500 años está acostumbrada a vivir del despojo y a ser mantenida con los impuestos de la población
Este es un texto introductorio de lo que será mi pluma K’iche para este espacio digital transterritorial migrante y escribo desde el exilio. En algún otro texto, podremos hablar y ampliar sobre la situación que vivimos y por qué salimos del país, ahora nos enfocamos en el contexto.
Para quienes no lo sepan, el país conocido hoy como Guatemala es un territorio que forma parte de lo que se ha denominado como Mesoamérica. En este territorio se parió una de las civilizaciones más importantes del mundo que los antropólogos han nombrado como la civilización maya.
Guatemala tiene una historia colonial de mas de 531 años, con un despojo vigente y permanente, es de los territorios donde hubo genocidio hace menos de 30 años, en su historia reciente y fue de los primeros territorios que tuvieron procesos revolucionarios en la región en el 1944 y a raíz de esto fue intervenida por la CIA en 1954. Ha sido gobernada y controlada por dictaduras militares en sus últimos 200 años y en su frágil y reciente democracia, con la firma de los Acuerdos de Paz, la oligarquía de origen vasco colonial, continúa teniendo un control en absolutamente todos sus poderes estatales, es decir, no hay una democracia como tal y este país funciona a lo que mejor podríamos entender como una finca bananera.
Iximulew (Guatemala) o Tierra del maíz, en el idioma K’iche, es el nombre reconocido como originario antes de la invasión colonial, es un país con más del 60% de población indígena
Iximulew (Guatemala) o Tierra del maíz, en el idioma K’iche, es el nombre reconocido como originario antes de la invasión colonial, es un país con más del 60% de población indígena, donde habitan 25 naciones, 22 de raíz maya, garífunas, xinkas y poblaciónes mestizas. La lucha y la organización han sido tan fuertes como la represión. La resistencia indígena ha sido quien ha sostenido el país en medio de tanta violencia y empobrecimiento.
El despojo neoliberal extractivo llegó con la firma de los Acuerdos de Paz en 1996 y se profundizó con el Tratado de Libre Comercio en el 2005, en medio de este expolio permanente. Los procesos “democráticos” electorales se han convertido en otra forma de control de lo que he nombrado como la dictadura colonial vigente. Guatemala ha sido gobernada por más de 70 años por la extrema derecha con vínculos con los militares y redes de crimen organizado, que han hecho del desfalco y el robo de las arcas del Estado su modus vivendi.
GUATEMALA¿Qué está pasando en Guatemala?
Ya en el 2017, Guatemala se convierte oficialmente en una dictadura judicial que se da desde las cortes de justicia y creo que es importante prestar atención a esto, pues lo de golpear al Estado ha representado un cambio de paradigma al menos en el continente, puesto que ya no son golpes desde los cuarteles sino desde las leyes y las cortes. Algunos analistas los han denominado “golpes blandos”, pues aseguran que no hay muertos. Es así como el orden constitucional se rompió y se violentaron además de la constitución, otras leyes internas y tratados internacionales, ante el silencio y la complicidad de la comunidad internacional.
En medio de la dictadura, Guatemala tuvo elecciones este año y como suele ser en el sistema electoral y de partidos políticos, el proceso tuvo más de 20 partidos de extrema derecha, controlados y al servicio de la elite colonial. Negando inscripciones a partidos progresistas. Los resultados de la segunda vuelta fueron sin duda una sorpresa para el pacto de impunidad. Contra todo pronóstico ganó contundentemente, después de más de 70 años de gobiernos de extrema derecha, un partido progresista “Movimiento Semilla”, con más del 60% de los votos, ante un partido de derecha continuista, el “Unión Nacional de la Esperanza (UNE)”.
La crisis actual deviene de esto, de la negativa de la dictadura por reconocer los resultados electorales. Y del pacto liderado por una élite oligarca colonial que por más de 500 años está acostumbrada a vivir del despojo y a ser mantenida con los impuestos de la población. Los sirvientes de la dictadura son el dictador Alejandro Giammattei, actual presidente y Consuelo Porras, fiscal del Ministerio Público.
Ante la crisis de ingobernabilidad provocada por las elites y ejecutada por sus lacayos, sólo la organización comunitaria ancestral ha podido hacer frente a la ignominia en la que se encuentra la finca colonial que intenta ser un país
A finales de septiembre, los criminales que gobiernan el Estado se robaron las urnas que contienen los votos físicos y eso desencadenó la molestia de toda la población y las organizaciones indígenas más importantes del país se levantaron para sostener hasta hoy un mes de movilizaciones ininterrumpidas, junto con la paralización de 20 días de las principales vías del país.
Ante la crisis de ingobernabilidad provocada por las elites y ejecutada por sus lacayos, sólo la organización comunitaria ancestral ha podido hacer frente ante la ignominia en la que se encuentra la finca colonial que intenta ser un país. 32 días han pasado desde que inició la resistencia liderada por 48 cantones del Totonicapán, Alcaldia indigena de Solola, Autoridades indígenas del departamento de Totonicapán, Cofradías de Chichicastenango, Autoridades de Santa Lucía Utatlán y autoridades indígenas a nivel nacional, con una resistencia popular histórica sin precedente.
Para iniciar esta pluma empezamos con esto, viendo el país de lejos y siendo parte de una colectiva que da seguimiento y documenta lo que está pasando, viendo a través del lente de otras y otros más, seguiremos narrando historias.
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Fotografía: El salto diario. Paro nacional indefinido en Guatemala. Los manifestantes exigen la renuncia de la Fiscal General Consuelo Porras y el Fiscal Anticorrupción Rafael Cucurrichiche. Foto: Imelda Tax/ Prensa Comunitaria