Por: Esther Ruiz Moya
Tantas ganas de 2021 y ha venido con fuerza, esperemos que no haga bueno a 2020. Cualquier 8 de enero de cualquier año (de los de antes) estaríamos pensando en la dieta, en las rebajas, en la cuesta de enero… Pero este año, de momento, el coronavirus sigue siendo protagonista con una nueva cepa que esperamos se quede en actriz secundaria, aunque estos días los informativos abren con un nombre propio de mujer, Filomena. Sin olvidar que seguimos en estado de alarma, con toques de queda, en una posible tercera ola y sobrevolando la idea de un nuevo confinamiento que esperemos no se haga realidad.
Y por si esto fuera poco, aún estamos en shock con las imágenes del asalto al Capitolio, otra vez el mundo insólito, al que peligrosamente nos estamos acostumbrando. La que conocemos como “cuna de la democracia” ha sido asaltada por los que se les llena la boca de democracia cuando ganan y la desprecian cuando pierden. Gravísimo intento de Golpe de Estado alentado por el aún Presidente de Estados Unidos, un país en el que conviene recordar, se puede ir armado. Esto no hace sino poner de relieve la debilidad de la democracia frente a los populismos y esto nos toca a todos. Esta vez la turba consiguió entrar en el Congreso, en otros lugares, no tan lejanos, lo rodearon.
Los que nos representan tendrían que ser conscientes de su responsabilidad, de sus frases, de sus comportamientos porque las palabras, según quien las diga, no son sólo palabras. Los “apreteu”, “el cielo no se toma por consenso sino por asalto”, el “no nos representan” el “Fraude electoral” o por ejemplo, hablar de “escraches” como manifestación de libertad de expresión… no suponen otra cosa que alentar la violencia e incitar a ella y de aquellos polvos vienen estos lodos. Lo ocurrido nos debe poner en alerta sobre el peligro de los populismos, que crecen en tiempos de incertidumbre y desesperanza, en los que se “adora al líder” sin medir las consecuencias y justificando lo injustificable.
La democracia es respetar nuestras instituciones y a quienes hay en ellas, nos gusten o no, les hayamos votado o no porque realmente ahí están quienes nos representan, es la voluntad de un país y por eso, no todo vale aunque lo hagan envueltos en la bandera de “indignados” y creyéndose adalides de “la democracia real”. La democracia es cumplir las leyes no saltárselas y si te las saltas asumir las consecuencias y si en esas consecuencias está la cárcel, no queda otra que cumplir la condena sin favores y sin indultos.
Ayer el ataque al corazón se cogió a tiempo y se salvó la vida, pero sin duda, ha sido un aviso para que el resto prestemos atención a los síntomas y cuidemos nuestros corazones peligrosamente debilitados.
Fuente: https://www.diariocritico.com/opinion/esther-ruiz/ataque-al-corazon-de-la-democracia