África oriental y central, la educación bajo ataque: 1,9 millones de niños que se ven obligados a abandonar la escuela

Redacción: Tyn Panamá

Son 9.272 las escuelas cerradas por la creciente inseguridad en 8 Países, tres veces al año 2017. Dice que la última preocupante informe de UNICEF, «la Educación en situación de riesgo en África occidental y central». Más de 1,9 millones de niños han sido forzados a dejar la escuela en África occidental y central, debido a que el aumento de los ataques y las amenazas de violencia en contra de la educación en toda la región.

Déficit de los fondos de 72%. los niños que viven en zonas de conflicto en África occidental y central representaron el 1 niño de 4 en todo el mundo en necesidad de asistencia humanitaria, incluida la educación y otros servicios que son críticos para el aprendizaje. Sin embargo, hasta el 12 de agosto hubo un déficit de fondos por valor de 72% en el fin de adelantar programas de apoyo a estos niños.

Triplicado en tres años, el cierre de las escuelas. hasta junio De 2019, 9.272 las escuelas han sido cerradas en Burkina Faso, Camerún, Chad, República centroafricana, la República Democrática del Congo, Malí, Níger y Nigeria, debido a la inseguridad. – el triple de la cifra registrada a finales de 2017. En Camerún, más de 4.400 son las escuelas se cerraron con fuerza, más de dos mil en Burkina Faso, más de 900 en Malí. Los cuatro Países afectados por la crisis en la cuenca del Chad – Camerún, Chad, Níger y Nigeria, que se mantuvo aproximadamente en el mismo alto nivel, que van desde 981 1.054, entre el final de 2017 y junio de 2019.

métodos de enseñanza nuevos y flexibles. Con más de 40 millones de niños de entre 6 y 14 años de edad pierden su derecho a la educación en África occidental y central, es esencial que los gobiernos y sus socios están trabajando para diversificar las opciones disponibles para una educación de calidad», dijo Marie-Pierre Poirier, Director regional de UNICEF para África occidental y central. «Modelos de enfoques apropiados culturalmente, innovador, integrador y flexible, que cumplen con los estándares de calidad de aprendizaje, puede ayudar a llegar a muchos niños, especialmente en situaciones de conflicto» .

¿Qué estás haciendo con UNICEF. Trabajar con las autoridades y las comunidades educativas para sostener las oportunidades para el aprendizaje de las alternativas, incluyendo los centros de aprendizaje, la comunidad, los planes de estudio escolares, radio, tecnologías para la enseñanza y el aprendizaje y las iniciativas de aprendizaje en las comunidades religiosas. UNICEF también proporciona herramientas para los profesores que trabajan en lugares peligrosos, psicosociales y de apoyo y asistencia para los niños en edad escolar que llevan las cicatrices emocionales de la violencia.

Las directrices de la Relación. 
– Los Estados están obligados a proteger la educación, el apoyo y la aplicación de la Declaración sobre seguridad en las escuelas.
– la enseñanza y el aprendizaje debe estar orientado a la construcción de la paz y en apoyo de la educación de las niñas.
– Todos los niños, incluidos los niños refugiados, migrantes y personas desplazadas, que debe ser capaz de continuar aprendiendo.
– los padres y la comunidad deben ser socios esenciales para garantizar que los niños, especialmente las niñas, tengan acceso a una educación de calidad.
– los gobiernos donantes deben participar en la financiación multianual y flexible para el apoyo a la educación en situaciones de emergencia y crear vínculos con la planificación en la educación en el largo plazo.

«La República va a luchar siempre en defensa de la libertad de información, a sus lectores y a todos aquellos que tienen en el corazón los principios de la democracia y de la convivencia civil»

Fuente: http://www.tynpanama.com/opinion/Africa-oriental-y-central-la-educacion-bajo-ataque-19-millones-de-ninos-que-se-ven-obligados-a-abandonar-la-escuela-h5456.html

 

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África, esclava de la intolerancia

Por: Geraldo Elorriaga

La corrupción política, la ignorancia social y el fanatismo religioso impiden al continente avanzar en el respeto a los derechos humanos. Los tímidos progresos de Sudáfrica aportan un rayo de esperanza

Lo llaman derechos humanos, pero suele ser una cuestión de mera supervivencia. Las calles africanas se llenan de individuos que protestan, fundamentalmente, por medidas que amenazan la subsistencia de la población. Las marchas semanales que amenazan al Gobierno sudanés estuvieron motivadas, en su inicio, por la subida de la barra de pan de una a tres libras, unos seis céntimos de euro, mientras que las revueltas sociales en Zimbabue remiten a una subida del carburante y el aceite doméstico. No olvidemos que la requisa de las mercancías de un vendedor ambulante desencadenó la caída del régimen tunecino y el fenómeno de la Primavera Árabe.

La precariedad condiciona tanto la conducta de las masas como de sus dirigentes. La última reforma del Código Penal en Angola, recientemente aprobada, acaba de despenalizar la homosexualidad y ampliar los supuestos necesarios para acceder al aborto legal, incluyendo la violación. El cambio político de la antigua colonia portuguesa evidencia algo más que un talante progresista. El rumbo del nuevo presidente Joao Lourenço parece íntimamente ligado a su necesidad de acceder a las líneas de crédito de los países occidentales.

La lucha por las libertades civiles goza de mayor recorrido allí donde las condiciones económicas y educativas han impulsado el tejido social. Las clases medias han impulsado las demandas políticas y, a menudo, han liderado y reconducido protestas populares que, como en el caso de Sudán, han surgido como respuesta inmediata a medidas impopulares.

Tras la democracia formal de muchas repúblicas impera el autoritarismo de una élite corrupta

La realidad política africana es convulsa porque, a menudo, la fachada institucional tan sólo maquilla un escenario complejo. La democracia formal de muchos de sus Estados no se corresponde con realidades autoritarias donde una elite acapara el poder y se resiste a compartirlo. En este sistema, las reformas legislativas se convierten en papel mojado ante la escasa capacidad para hacerlas efectivas. La corrupción, la falta de una Administración que llegue hasta el ciudadano, las trabas de la burocracia y la ignorancia lastran su plasmación efectiva y el progreso.

Excluidos de la educación

El aborto, la despenalización de las relaciones homosexuales o la equidad de género, además, se enfrentan a la animadversión de la opinión pública, que los considera valores occidentales ajenos a su cultura e, incluso, los rechaza abiertamente. El conservadurismo social se ha convertido en una herramienta de enganche para cultos de procedencia cristiana y musulmana, que suelen condenar a quienes se enfrentan a la corriente mayoritaria. Las minorías religiosas, tribales o sexuales suelen ser las víctimas de esta falta de tolerancia, tan útil para las clases dirigentes.

La educación resulta la clave para la transformación social. Unos noventa millones de jóvenes -la mitad de los menores africanos- no asisten a una escuela, según datos del Banco Mundial, y otros 40 millones la abandonarán en próxima década. La falta de formación mediatizará no sólo su futuro personal, sino también el de los Estados que habitan. Su escasa capacidad crítica no facilitará el cambio de mentalidad y la demanda de un sistema mejor de derechos y libertades.

La mutilación genital femenina es ilegal en Egipto, pero afecta al 90% de las mujeres

El análisis de la situación en seis países nos muestra las lacras y carencias habituales en todo el continente. Algunas son específicas, relacionadas con su turbulento pasado, pero otras son compartidas y hablan del mantenimiento de la violencia como instrumento de dominación, la intolerancia y el sometimiento de la mujer.

Costa de Marfil: Cicatrices abiertas

El crecimiento económico favorece la cicatrización de las heridas de la guerra y aplaca la sed de justicia que aún experimenta Costa de Marfil. Porque el país del golfo de Guinea, uno de los más prósperos de la región, ejemplifica la incapacidad de muchos Estados africanos para dar respuesta a las violaciones de los derechos humanos que causa un conflicto interno. No se han dirimido responsabilidades por la guerra civil de 2011, que provocó masacres y desplazamiento de civiles. Las consecuencias, además, se proyectan en la actualidad, con la proliferación de bandas armadas que extorsionan a la población.

El país también es un modelo de desarrollo legislativo ineficaz, con medias contra la violencia sexual que no resultan prácticas por la pervivencia del estigma social y el difícil acceso a los tribunales. La modernidad de esta potencia emergente también contrasta con la pervivencia de tradiciones como la mutilación genital femenina, que afecta al 88% de las mujeres de la zona septentrional, la poligamia, soportada por el 28% de las esposas, y el matrimonio levirato, que implica el casamiento forzado de la viuda con el hermano del difunto.

Mauritania: La tiranía de la ‘zina’

Los caminos de la justicia mauritana son inescrutables y una mujer de aquel país que denuncie una violación corre el riesgo de acabar en prisión. Esta república islámica prohíbe las relaciones sexuales fuera del matrimonio y una interpretación restrictiva de este delito, conocido como ‘zina’, puede convertir a la víctima en culpable. Existe un proyecto de ley contra la violencia y el acoso, pero aún se halla pendiente de aprobación parlamentaria.

A este país, donde convergen poblaciones de origen árabe y otras subsaharianas, se le achaca un importante déficit en el capítulo de los derechos humanos. A la discriminación social, económica y política de las comunidades de origen meridional y piel oscura se suma la pervivencia de formas de esclavitud, derogadas por la ley, pero que permanecen vigentes y afectan a decenas de miles de personas. Además, las prácticas homosexuales, la blasfemia, el sacrilegio y la apostasía son merecedoras de la pena capital. El bloguero Mohammed Mkhaitir permanece en prisión desde hace cinco años tras criticar el uso que, a su juicio, realiza el Gobierno islámico para discriminar a las minorías.

Egipto: La primavera marchita

La Primavera Árabe supuso un soplo de libertad en un país hasta entonces férreamente controlado por el Ejército, un poderoso aparato político, social y económico. Pero la apertura no cristalizó. El triunfo de los islamistas provocó la reacción militar y el golpe del general Al Sisi se tradujo en un regreso a las viejas fórmulas. Amnistía Internacional denuncia prácticas frecuentas como la detención arbitraria, la tortura, las desapariciones y ejecuciones extrajudiciales.

La población sufre la presión de los cuerpos de seguridad y la no menos violenta del Estado Islámico, responsable de matanzas de policías y civiles. Junto a los problemas políticos, existen otros de tipo social ampliamente arraigados. Los problemas de seguridad se ceban con las mujeres; no en vano El Cairo es considerada la capital mundial del acoso sexual. La Administración ha llegado a culpabilizar a las víctimas, acusándolas de provocar su propia desdicha. La mutilación genital femenina es ilegal, pero su índice del 90% de afectadas tan solo resulta superado por Guinea y Somalia. La falta de libertad religiosa se ceba con la minoría cristiana copta, objetivo de terroristas y de la discriminación de una Constitución que confiere al islam la condición de religión de Estado.

Kenia: La excusa yihadista

La potencia de África Oriental, dotada con una variedad de culturas e importante desarrollo asociativo, no escapa a las carencias habituales. La presión del yihadismo radical coarta la libertad de prensa, sometida a la censura por motivos de seguridad, y acentúa la autonomía de los cuerpos policiales, sospechosos de perpetrar todo tipo de abusos con absoluta impunidad. Oscar Kamau y John Paul Oulu, dos activistas de los derechos humanos empeñados en dar a conocer esta guerra sucia, fueron asesinados en 2009, y tales crímenes aún no han sido resueltos. El derecho a la vida aparece condicionado por la frágil situación de las comunidades del norte, afectadas por la sequía y el hambre. Uno de cada tres kenianos sufre desnutrición. Este escenario resulta ideal para que Uhuru Kenyatta, su presidente, arguya que la abolición de la ley que penaliza el sexo gay no constituye una cuestión de derechos humanos. Al parecer, la emergencia humanitaria también impide que él mismo y su partido sean juzgados por las atrocidades cometidas tras las elecciones de 2007.

Uganda: La homofobia más feroz

La celebración de elecciones periódicas y la concurrencia de partidos suele dar lugar a una democracia formal, que no necesariamente implica ser real. Uganda mantiene ese carácter y, al mismo tiempo, mantiene limitaciones a la libertad de prensa, y las fuerzas de seguridad son criticadas por acosar a la oposición. La república ribereña de los Grandes Lagos también sufre problemas comunes a buena parte del continente, como el trabajo infantil, lacra que afecta al 36% de los niños entre 5 y 14 años.

El espíritu conservador de la sociedad, a menudo rentabilizado por las sectas carismáticas, se manifiesta en iniciativas políticas como una ley contra la homosexualidad, aprobada en 2014, que criminalizaba tanto estas relaciones sexuales como a las ONG que apoyaran al colectivo. Estados Unidos y varios países europeos amenazaron con retirar sus ayudas y el Tribunal Constitucional invalidó la norma. Pero la homofobia se ha exacerbado en el país y los medios locales han llegado a publicar cientos de fotos de presuntos gais.

Sudáfrica: Salir del ‘apartheid’

El país más rico del continente es también el más avanzado en materia de protección del individuo, con una regulación excepcional dentro del continente. La Constitución, aprobada en 1994, incluye una Comisión de Derechos Humanos, obligada a abordar todas las denuncias en este ámbito y establecer reparaciones, pero también a investigar de forma proactiva cualquier tipo de atentado contra la libertad y llevar a cabo una acción educativa.

El fin del régimen del ‘apartheid’, que discriminaba en función del color de la piel, dio lugar a un nuevo marco normativo con talante progresista. Sudáfrica es el único país del continente que ha legalizado el matrimonio gay. Pero el país del arco iris tampoco escapa a males comunes, como son la inseguridad ciudadana, la brutalidad policial y el clientelismo o la capacidad de la burocracia para distribuir subvenciones en función de afinidades políticas. Además, la violencia sexual adquiere dimensiones alarmantes. Uno de cada cuatro varones adultos reconoce haber cometido abusos contra mujeres, incluida la habitual ‘violación correctiva’ de lesbianas.

Fuente: https://www.laverdad.es/sociedad/africa-esclava-intolerancia-20190411120142-ntvo.html

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Neoderechas: contra el laicismo y los derechos sociales

Por: Juan J. Paz-y-Miño Cepeda
Prensa Latina
La conquista del laicismo fue uno de los objetivos de los radicales y liberales latinoamericanos que enfrentaron a los conservadores y a la iglesia católica durante el siglo XIX y buena parte del XX. Con la implantación del laicismo coincidían varios principios: separar el Estado de la iglesia, secularizar a la sociedad, institucionalizar el matrimonio civil y el divorcio, instaurar el registro civil, respetar la libertad de cultos, garantizar la libertad de pensamiento, así como de imprenta.

De manera que lograr el poder e implantar esa gama de principios liberales tuvo, en el camino, duras confrontaciones -y hasta guerras civiles- porque ni la iglesia católica ni los conservadores estuvieron dispuestos a permitir el dominio de tesis que consideraban la encarnación del demonio o, por lo menos, de los ateos, masones, impíos y herejes que las fomentaban.

El ejemplo histórico de estos procesos ha sido México, durante La Reforma (1858-1861): gracias a la Constitución liberal de 1857 y a los gobiernos de Benito Juárez (entre 1858 y 1872) se implantó el laicismo. Procesos parecidos ocurrirían en otros países latinoamericanos. En Ecuador, el triunfo de la Revolución Liberal (1895), acaudillada por Eloy Alfaro y la Constitución de 1906, conquistó los principios y valores liberales y laicos. Sin embargo, en Colombia el laicismo fue recién introducido, en forma definitiva, en la Constitución de 1991.

Otro proceso crucial en la historia de América Latina ha sido la conquista de los derechos sociales y laborales. Ello fue posible por el ascenso de las luchas de campesinos, indígenas, trabajadores y pobladores, acompañados de intelectuales y profesionales que defendían sus causas, fenómeno que ocurre a fines del siglo XIX y, particularmente, con el avance del siglo XX.

Fueron, además, síntomas del progreso de las relaciones capitalistas que tuvieron distintos ritmos, pues en buena parte de los países latinoamericanos los regímenes oligárquicos continuaron vigentes hasta mediados del siglo XX.

Nuevamente, como una especie de momento histórico definitorio, se ubica la Revolución Mexicana de 1910 y, especialmente, su Constitución de 1917. En este 2019, precisamente, se conmemora el centenario de Emiliano Zapata (1879-1919), uno de los campesinos revolucionarios del México insurgente.

Con la Constitución mexicana fueron reconocidos la reforma agraria y los principios laborales más sensibles: pro-operario, jornada máxima, salario mínimo, contratación individual, sindicalización, huelga, indemnizaciones, seguridad social, reparto de utilidades. En Ecuador, la Revolución Juliana (1925-1931) marcó el inicio de un largo proceso para superar el régimen oligárquico, e implantó similares derechos sociales consagrados por la Constitución de 1929. En Brasil, la Carta Magna de 1934 reconoció esos derechos, aunque en forma tibia, si se la compara con la mexicana o la ecuatoriana.

Sin duda, en América Latina podemos encontrar otros fundamentos históricos a procesos que vive la región en la actualidad. Pero resalto los dos que he mencionado, esto es el laicismo y los derechos sociales-laborales como ejes vertebradores de lo que ha sido la evolución política en el siglo XX e inicios del XXI.

Y esto porque, tras el ciclo de los gobiernos progresistas latinoamericanos, el retorno del conservadorismo político y el neoliberalismo económico se asientan en burguesías y oligarquías cuya agresividad conceptual no tiene límite alguno en romper con las viejas conquistas históricas.

En Brasil, precisamente, de la mano de las sectas evangélicas y hasta de las máximas figuras del gobierno de Jair Bolsonaro, la religiosidad revive para hacer frente a la política, la intolerancia apunta a desmontar el laicismo, la fe se abandera contra el evolucionismo darwiniano, el cuestionamiento y ataque a las diferencias sexuales y de género, o el racismo y el clasismo con aires de superioridad, adquieren su rumbo propio y, además, son bendecidos y saludados por la elite “blanca”.

Los conceptos del neoliberalismo restaurado sobre bases fanáticas definen rumbos que retroceden a la época de las luchas conservadoras contra los liberales y radicales. Es la era de las neoderechas. Y parece que Marx recobra vigencia cuando sostuvo que la religión era el opio del pueblo.

Lo mismo ocurre en el campo de los derechos sociales-laborales. De la mano de burguesías rentistas, conservadoras y reaccionarias, en todos los países se clama por la “flexibilidad” y la precarización del trabajo, con el supuesto de que ello dinamizará a la empresa privada y permitirá la ocupación de nueva fuerza de trabajo ahora acumulada en el sector informal y subocupado. Se trata de otro retorno a épocas anteriores, a situaciones laborales que existieron antes de la implantación de las Constituciones sociales latinoamericanas.

Con burguesías que van delineando un camino hacia el fascismo criollo, bajo regímenes electorales y formalmente democráticos -dentro de los cuales se destruyen principios y conquistas históricos-, América Latina bien podría entrar a un ciclo de nuevo dominio oligárquico. El único camino para evitarlo sigue siendo el trabajo intelectual continuo sobre las conciencias colectivas, la movilización de los sectores populares y la organización de la sociedad, a fin de que la resistencia no sea pasiva, sino activa.

Juan J. Paz-y-Miño Cepeda es Doctor en Historia Contemporánea de la Universidad de Santiago de Compostela. Decano de la Facultad de Comunicación, Artes y Humanidades de la Universidad Tecnológica Equinoccial (UTE). Coordinador Académico, en Ecuador, de la Asociación de Historiadores Latinoamericanos y del Caribe (ADHILAC). Miembro de Número de la Academia Nacional de Historia.

Fuente: http://firmas.prensa-latina.cu/index.php?opcion=ver-article&cat=P&authorID=129&articleID=2613&SEO=paz-y-mino-cepeda-juan-jose-neoderechas-contra-el-laicismo-y-los-derechos-sociales

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Hacia la Postguerra del Gran Medio Oriente.

Por: Thierry Meyssan. Red Voltaire. 11/04/2018

Contradiciendo las apariencias que tanto aprecia la propaganda atlantista, Thierry Meyssan prefiere interpretar las relaciones internacionales a largo plazo. Estima que lo sucedido en Siria durante los 7 últimos años no fue una guerra civil sino una agresión externa y parte de una guerra regional de 17 años en el Gran Medio Oriente. De ese vasto conflicto, en el que Rusia sale vencedora ante la OTAN, está surgiendo poco a poco un nuevo equilibrio mundial.

Todas las guerras terminan con vencedores y vencidos. Los 17 años que acabamos de vivir en el «Medio Oriente ampliado», o Gran Medio Oriente, no serán la excepción de esa regla [1]. Saddam Hussein y Muammar el-Kadhafi fueron eliminados, Siria está ganando, pero no hay otro perdedor que el pueblo árabe.

Lo más que puede hacerse es fingir creer que el problema es sólo en Siria. Y que, en Siria, es sólo en la Ghouta. Y que, en la Ghouta, el Ejército del Islam [2] ha perdido. Pero ese simple episodio no bastará para proclamar el fin de las hostilidades que asolan la región, destruyen ciudades enteras y provocan la muerte de cientos de miles de hombres, mujeres y niños.

Sin embargo, la fábula de la extensión por contagio de las «guerras civiles» [3] permite a los 130 países y organizaciones internacionales que participaron en las reuniones cumbres de los «Amigos de Siria» negar sus responsabilidades y mantener la frente alta. Y, como nunca reconocerán su fracaso, seguirán perpetrando abusos y crímenes en otros teatros de operaciones. En otras palabras: la guerra que desataron en esta región terminará pronto, pero continuará en otra parte.

Desde ese punto de vista, lo que se puso en juego en Siria a partir de la declaración de guerra de Estados Unidos –la adopción en el Congreso estadounidense de la Syrian Accountability Act, en 2003, o sea hace casi 15 años– habrá moldeado el orden mundial que está surgiendo. En efecto, aunque casi todos los países del «Medio Oriente ampliado» se han visto debilitados por lo sucedido, y algunos incluso destruidos, sólo Siria se mantiene en pie e independiente.

Por consiguiente, el Pentágono ya no podrá poner en práctica la estrategia del almirante estadounidense Cebrowski, tendiente a destruir las sociedades y Estados de los países no globalizados y a obligar los países globalizados a pagar por la protección de los ejércitos estadounidenses para tener acceso a las materias primas y las fuentes de energía de los países destruidos. Aplicar esa estrategia será imposible en esta región, pero tampoco será posible en otros lugares del mundo.

Por iniciativa del presidente Donald Trump, las fuerzas armadas estadounidenses están abandonando lentamente su respaldo a los yihadistas y comienzan a retirarse del campo de batalla. Pero eso no convierte a la administración Trump en un gobierno de filántropos, sólo están siendo realistas y esa actitud debería poner fin a su implicación en la destrucción de Estados.

Volviendo a las bases de la Carta del Atlántico, en la que Londres y Washington se ponían de acuerdo, en 1941, para controlar juntos los océanos y el comercio mundial, Estados Unidos se prepara también para sabotear el comercio de su rival chino. Donald Trump está reformando el grupo QUADS (al que también pertenecen Australia, Japón y la India) para limitar los desplazamientos de la flota mercante china en el Pacífico. Simultáneamente, nombra como consejero para la seguridad nacional a John Bolton, cuya gran realización –bajo la administración de Bush hijo– fue implicar a los países de la OTAN en la vigilancia militar de los océanos y del comercio global.

Es muy probable que el gran proyecto chino de creación de «rutas de la seda», terrestres y marítimas, no llegue a concretarse en los próximos años. Como Pekín ha decidido hacer transitar sus mercancías a través de Turquía –en vez de hacerlo a través de Siria– y de Bielorrusia –en vez de Ucrania–, seguramente seremos testigos de la aparición de «desórdenes» en los países seleccionados como vías de paso.

En el siglo XV, China trató de reabrir la «Ruta de la Seda», construyendo para ello una gigantesca flota de 30 000 hombres, bajo las órdenes del almirante musulmán Zheng He. A pesar de la calurosa acogida que aquella flota pacífica recibió en el Golfo Pérsico, en África y en el Mar Rojo, aquel proyecto fracasó. El emperador ordenó quemar toda la flota y China se replegó sobre sí misma durante 5 siglos.

El presidente Xi se inspira hoy en aquel ilustre precedente para concebir la «Belt and Road Initiative» (Iniciativa del Cinturón y Ruta de la Seda). Pero, al igual que el emperador Ming Xuanzong, el presidente Xi podría verse obligado a renunciar a ese proyecto, lo cual implicaría la pérdida de las enormes sumas que su país está invirtiendo para concretarlo.

Por su parte, el Reino Unido no ha renunciado a su plan de nueva «revuelta árabe», que reedita la maniobra que le sirvió –en 1915– para poner a los wahabitas en el poder, desde Libia hasta Arabia Saudita, aunque la llamada «primavera árabe» de 2011, destinada a poner el poder en manos de la Hermandad Musulmana, se ha estrellado contra la resistencia siro-libanesa.

Londres pretende aprovechar el «giro hacia Asia» de Estados Unidos para restaurar su propio esplendor en las tierras de su antiguo imperio. Hoy se dispone a salir de la Unión Europea y orienta sus fuerzas armadas en contra de Rusia. Ha tratado de reunir a su lado el mayor número posible de aliados mediante la manipulación del «caso Skripal», pero ha sufrido numerosas decepciones, como la negativa de Nueva Zelanda a seguir haciendo el papel de dócil «dominion». Lógicamente, Londres reorientará a sus yihadistas en contra de Moscú, como ya lo hizo antes, durante las guerras desatadas en Afganistán, Yugoslavia y Chechenia.

Rusia, única gran potencia que sale victoriosa del conflicto en el Medio Oriente, ha logrado concretar el objetivo que Catalina La Grande [4] se había fijado: tener acceso al Mediterráneo y salvar la cuna del cristianismo, pilar de la cultura rusa.

Moscú debería ahora desarrollar la Unión Económica Euroasiática, a la que Siria desea integrarse –Damasco ya presentó su candidatura en 2015. En aquel momento, la adhesión de Siria a esa asociación de países quedó en suspenso a pedido de Armenia, inquieta ante la entrada de un país en guerra en ese espacio económico común.

El nuevo equilibrio del mundo ya es bipolar desde el momento en que Rusia dio a conocer su nuevo arsenal nuclear. Es muy probable que el mundo se divida en dos, pero no por que exista una «cortina de hierro» sino sólo por voluntad de las potencias occidentales, que ya están separando los sistemas bancarios y que pronto tratarán de hacer lo mismo con internet. Ese orden mundial bipolar se basaría en la OTAN, que ya no tendría enfrente el Pacto de Varsovia sino la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC). En un periodo de 30 años, Rusia ha pasado la página del bolchevismo y ha desplazado su influencia del centro de Europa hacia el Medio Oriente.

Mientras tanto, en un movimiento de balanza, Occidente –el antiguo «mundo libre»– se convierte en un conjunto de sociedades coercitivas de falso consenso. La Unión Europea se dota de una burocracia más grande y opresiva que la de la desaparecida Unión Soviética, mientras que Rusia vuelve a ser el defensor del Derecho Internacional.

*Fuente: http://www.voltairenet.org/article200455.html

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