Por: Jordi Martí
En estos últimos tiempos estoy muy interesado en saber qué está sucediendo en el ámbito educativo de Estados Unidos, Reino Unido, Australia y Canadá. Estoy siguiendo en las redes sociales a determinados docentes e investigadores que están, tanto en sus redes como en determinados eventos, realizados de forma periódica y llenos hasta la bandera, hablando de evidencias e investigaciones educativas Y viendo cómo también hay partidos políticos, e incluso sectores dentro de los propios partidos, que les apoyan y están interesados en lo que dicen.
Este modelo de “insurgencia” educativa contra el mainstream está muy bien explicado en el siguiente artículo (enlace). Un artículo en el que se dicen cosas tan interesantes como las siguientes:
Una vez que los docentes llegan a las aulas, a menudo se ven rodeados de ideas generalizadas sobre el aprendizaje que no están necesariamente respaldadas por pruebas científicas: ideas como que los alumnos retienen la información durante más tiempo si la descubren por sí mismos; que los niños son tan diferentes que es imposible enseñarles a todos por igual; o que los profesores no deberían guiar el aprendizaje, sino dejar que los niños tomen la iniciativa.
¿Os suena al discurso mayoritario en redes sociales de nuestro país, en los medios o en aquellos personajes que, curiosamente, siempre desde encima de una tarima, con un discurso unidireccional, critican las tarimas y el discurso unidireccional?
Ahondando en el artículo, a continuación se habla de gurús. De esos personajes que, en la mayoría de ocasiones sin haber pisado un aula de etapas obligatorias y, por desgracia, con una, entre muy baja y nula, capacidad de investigación o interpretación de investigaciones (eso siempre y cuando no se equivoquen porque solo se lean las conclusiones y la traduzcan mal) dictan máximas educativas. Máximas que, ni corresponden a lo empírico (lo que sucede en el aula) ni mucho menos a lo que dicen las evidencias. Y son ideas que calan entre los docentes de aula porque, al final lo que quiere uno en su profesión es que le den soluciones o le digan qué se está encontrando ahí.
Estas ideas son promovidas a menudo por grandes “gurús” de la educación o por populares charlas TED que responden a las actitudes culturales estadounidenses sobre el aprendizaje. Los estadounidenses están particularmente apegados a la idea de que los genios nacen, no se hacen a través de la (a menudo difícil) instrucción en el aula. Las filosofías románticas centradas en el niño, como Montessori y Waldorf, a menudo se tergiversan en la creencia de que los niños deben ser libres de aprender de la manera que les convenga, o no se convertirán en pensadores críticos o adultos creativos.
Las filosofías románticas, en los últimos tiempos, se han centrado en nuestro país en el DUA y en un determinado modelo de inclusión que no se sustenta ni por la evidencia, ni por la realidad. Además esa filosofía barata, mezclada con el pensamiento positivo y el retorcer datos (decir que menos suspensos o más titulados es sinónimo de más aprendizajes es una barbaridad) hace que haya un modelo de discurso, avalado por personajes cuyo único secreto para ser creídos es que tienen un nutrido grupo de seguidores en las redes.
¿De verdad que no hay posibilidad de tener profesionales que hablen de evidencias e investigaciones y sean mainstream? Es que esos profesionales existen. Hay algunos profesionales e investigadores, e incluso divulgadores, que intentan difundir esas investigaciones y evidencias. Hay quienes intentan preguntarse, con pruebas, cómo podemos mejorar la educación. El problema es que no llenan auditorios, no tienen un discurso cómodo al no apelar a los sentimientos y, por desgracia, no tienen el apoyo que tienen los discursos vacíos y emocionales.
Aunque sus ideas se están generalizando, este grupo de base recibe bastantes críticas, tanto en persona como en Internet. Pero una de las razones por las que están ganando adeptos es precisamente porque son docentes, una fuente de confianza para otros educadores. Los grupos que han acumulado un gran número de seguidores, como el grupo de base ResearchED, con sede en el Reino Unido, lo han hecho en parte porque honran y comparten las experiencias de aprendizaje científico de los propios profesores, algo que no suele ocurrir en el entorno de alta presión de la “guerra de la lectura”, la “guerra de las matemáticas” y otras guerras educativas.
Además, si os fijáis en lo que os pongo arriba, y también lo reproduzco del artículo que os he enlazado, sucede lo mismo que en esos países que he comentado al principio que en el nuestro. Si alguien se atreve a cuestionar EL RELATO se lo intentan “cargar”, mediante críticas ad hominem, creación de hombres de paja o cuestionando/ridiculizando su interés en mejorar la educación. Es que he oído a varias personas de un determinado colectivo decir y apoyar la frases de varios de ellos diciendo, de forma totalmente explícita, “que lo que hace más daño a la educación es creernos lo que dicen las evidencias o hacer caso a lo que los docentes ven en sus aulas de etapas obligatorias”. Y ya no digamos cuando dicen que “los que saben menos de enseñar Matemáticas son los titulados en Matemáticas”. Es que no hay por dónde coger sus afirmaciones. Eso sí, copan el debate educativo y se llevan todo el apoyo mediático. Y no entro en cuando se les cuestiona el RELATO y se ponen, o bien de perfil, o bien van de víctimas.
Hay algo que duele mucho al RELATO. Y es que sean los docentes de aula de etapas obligatorias los que empiecen a leer investigaciones, a bucear entre las evidencias y a aportar sus experiencias de aula. Experiencias que, mayoritariamente, no coinciden con lo que dicen una minoría que sucede en las aulas.
En nuestro país necesitamos “insurgentes”. Necesitamos que políticamente se apoye una mejora educativa basada en la evidencia. Es imprescindible dar voz a esa insurgencia. Y no para que esos “insurgentes” se conviertan en un referente de nada. Es para que en las aulas se pueda mejorar la educación que está recibiendo el alumnado. Para que, con políticas adecuadas, se pueda empezar a revertir lo que está sucediendo en muchos países en el ámbito educativo. Algo que solo se conseguirá dando más voz a los “insurgentes” y empezando a poner cordones sanitarios a los que tienen un RELATO perjudicial para el alumnado, basando su discurso en humo y en crear unas evidencias que no existen, hablando de aulas que tampoco son las que se encuentran los docentes en su día a día.
Están empezando a vislumbrarse a algunos insurgentes. Por ahora, una insurgencia, minoritaria a nivel mediático. Eso sí, como estamos viendo los que nos pasamos por las redes sociales y leemos los artículos relacionados con la educación que se publican, dando mucho miedo a los que hasta ahora gestionaban el RELATO. Un miedo al que solo pueden reaccionar con ira, frustración e insultos. Algo que a más de uno ya ha hecho abrir los ojos.
¡Viva la insurgencia educativa!
Fuente de la información e imagen: https://xarxatic.com