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España: Acoso a los profesores de Religión: «Han puesto la directa y van a por nosotros» Leer más: Acoso a los profesores de Religión: «Han puesto la directa y van a por nosotros»

España/ 5 de julio de 2016/Fuente: la razón

Varias comunidades han suprimido horas semanales de la asignatura e incluso Aragón quería sacarla del horario escolar.

Juan Latorre Morales es profesor de Religión en Andalucía, una de las regiones donde este colectivo ha sido atacado por la Administración gobernada por el PSOE en forma de reducciones de horario y de obstáculos para poder impartir una materia que los padres de los alumnos eligen mayoritariamente en centro públicos, privados y concertados. Está harto e indignado: «Es inaudito que en este país los profesores seamos la gran lacra. Y, por tanto, hay que crucificarnos». Este docente pone de manifiesto el modus operandi de las administraciones que atacan la enseñanza de la asignatura de Religión, que coinciden, además, con gobiernos de izquierdas, ya sean sólo del PSOE o de éste con Podemos: «Como no pueden romper los acuerdos con la Santa Sede, de momento, pues han decidido, ellos que son tan democráticos, ir quitándonos horas del currículum, horas de clase». En concreto, en Andalucía, hace unos años se suprimió una hora semanal en 1º de ESO y ahora lo quieren hacer en 3º a partir del próximo curso. «Los partidos de izquierdas van a por nosotros y han puesto la directa», añade.

Ante esta situación, en la que se imponen los ataques y el silencio –«los profesores no quemamos contenedores ni cortamos autovías, ni tiramos piedras y, por lo tanto, nadie nos tiene en cuenta»–, cree que hay que plantar cara, luchar por sus derechos: «La enseñanza religiosa tiene que estar siempre en la escuela pública. Cada padre y madre debe poder elegir si su hijo o hija acude o no a esta clase. Quienes no la elijan tienen que tener una materia alternativa de igual categoría y con el mismo reconocimiento. Ambas asignaturas deben ser evaluables y tienen que contar para la nota media. Tan respetable es la opinión de quien decide que sus hijos no den Religión en la escuela como la de quienes decidimos que los nuestros sí lo hagan. Pero esta decisión compete a los padres y madres según nuestra Constitución».

Mientras tanto, siguen las trabas. Una de las últimas ya ha sido denunciada por el sindicato ANPE y tiene que ver con el acceso a las convocatorias de bolsas de trabajo en algunas comunidades autónomas, en las que se exige como requisito a los profesores de Religión estar en posesión del título de especialización didáctica o Máster en Secundaria, cuando hasta la fecha no era necesario. Ante la consulta del citado sindicato, el Ministerio de Educación aclaró que como no existe en la actualidad másteres de profesores de enseñanza secundaria en los que se recoja la especialidad de «enseñanza de religión católica», entiende «que no se puede exigir» un título de estas características para la impartición de esta materia. En cualquier caso, la situación de la asignatura es muy delicada en las autonomías donde gobiernan partidos de izquierda, ya que su propuesta política pasa por reducir al máximo esta enseñanza. De hecho, en Aragón, el Gobierno de PSOE y Podemos recomienda en las instrucciones que envía a los centros que «se minimice la impartición de enseñanzas confesionales en el aula».

Es precisamente en esta comunidad donde se ha producido la última polémica sobre la materia, pues el Ejecutivo autonómico no sólo propuso una reducción del horario en Primaria y en ESO, sino que enviaron la asignatura en 2º de Bachillerato fuera del horario escolar y sin alternativa. Una circunstancia que ha obligado a los obispos de Aragón a plantear un recurso en la sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Superior de Justicia de Aragón (TSJA), que, hace unos días, suspendió cautelarmente la orden que se ponía en marcha el curso que viene. Una decisión que el Tribunal ha justificado por «los perjuicios relevantes, pues coloca a los padres y alumnos que quieran la religión en este curso en una situación desigual». Los encuentros que se habían mantenido entre obispos y el Gobierno aragonés no habían servido para nada con la decisión unilateral de la alianza sociopodemita, tal y como reconoce a LA RAZÓN Bernardino Lumbreras, delegado de Enseñanza del Arzobispado de Zaragoza. «Esta decisión afectaba a muchos alumnos, pues se les ponía en la tesitura de elegir la enseñanza religiosa o perder el autobús que le lleva a su casa. Es discriminatorio y, por eso, pedimos las medidas cautelares».

Por su parte, el sindicato de Profesores de Religión en Centros Estatales (Apprece) en Aragón acusa a las «izquierdas radicales» de ir contra los horarios de Religión «sin respeto alguno a la Ley». Además, ven «pedagógicamente inaceptable que haya centros en los que la asignatura se esté considerando un comodín para organizar los horarios de los profesores» y concluyen que «no podemos aceptar que en comunidades como Andalucía, Aragón, Asturias y Extremadura cualquiera se pueda convertir en intérprete del respeto o no de derechos fundamentales y del cumplimiento de los acuerdos entre estados o convenios entre el Gobierno y las confesiones religiosas, faltando al respeto al profesorado de las enseñanzas de Religión, como si no le asistieran también unos derechos laborales, sometiéndolo a un trato discriminatorio». José María Guardia, su presidente, reconoce a este periódico que en el sindicato apoyan sin fisuras el recurso presentado por los obispos y no descartan personarse, porque en Aragón «han ido un paso más allá que Andalucía, que lideraba los ataques». «Nos sentimos discriminados. Sentimos que nos están faltando al respeto, como si no tuviéramos derechos laborales. Como vemos que no cabe el diálogo, y lo hemos intentado, nos queda la vía judicial», concluye.

Baleares fue la pionera en los recursos judiciales por parte de la Iglesia, que además resultaron favorables; le siguieron Asturias, Andalucía y Aragón. Pero el acoso sigue. Tanto, que los profesores de Religión salieron recientemente a la calle para denunciar «un ERE encubierto» por la reducción de horas lectivas y los contratos por horas. En total, sólo en la comunidad insular podrían perder su trabajo hasta 56 profesores.

Más alumnos en públicos

Y mientras esta batalla ideológica continúa, lo cierto es que el número de padres que inscriben a sus hijos en Religión sigue siendo la opción mayoritaria en centros públicos, privados y concertados. De hecho, en el curso 2015-2016 subieron por primera vez en 13 años los alumnos inscritos en Religión en los centros públicos. El 53% de los alumnos, según el informe anual que publica la Conferencia Episcopal Española. Es decir, un 2,12% más que en el curso 2014-2015. Algo que no sucedía desde el curso 2002-03. Ese año, el 73,9% de alumnos de centros públicos se matricularon en esta asignatura, frente al 69,21% que la escogió en el curso anterior.

Una materia que ayuda «a enfocar»

«Aprende a enfocar. En clase, elige Religión. La vida más clara». Éste es el lema de la campaña que el Arzobispado de Valencia y el Obispado de Segorbe-Castellón llevan realizando los últimos años para promover la enseñanza de la Religión en la escuela y para poner de manifiesto sus bondades. Algunos de los beneficios de la materia son «descubrir el valor de la vida, admirar el arte, alcanzar la paz y entender la historia». En la página web eligereligioncatolica.org se pueden encontrar materiales y argumentos para alumnos, padres y profesores. Según el vicario de Evangelización del Arzobispado de Valencia, Javier Llopis, «sin el conocimiento del hecho religioso sería casi imposible entender «la historia, el valor de la vida o el arte».

Imagen: http://www.larazon.es/documents/10165/0/498×332/0c0/0d0/none/10810/OJFV/image_content_5076769_20160704091300.jpg
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Los sobrevivientes

Colombia7 03 de Julio de 2016/Semana.com

Por:Carl Henrik Langebaek

En Colombia existen por lo menos 86 comunidades indígenas que hablan 65 lenguas diferentes. Esta es su historia, desde que arribaron a este territorio hace 15.000 años.

Los colombianos conocen muy poco, pero hablan mucho sobre los indígenas. Sobre ellos se han inventado toda clase de estereotipos, desde que son salvajes sin educación hasta que son caníbales perezosos. También se han visto como “sabios ambientales” desposeídos de toda tendencia a la violencia (“buenos salvajes” al fin y al cabo); y han sido reducidos a “obstáculos para el desarrollo” o ensalzados a “esperanza de la humanidad”. Ninguna de estas ideas resiste un análisis profundo, pero se arraigan en la mentalidad nacional sin remedio.

Entre las ideas más comunes está que los indios son “nuestros indios”. A partir del desarrollo de la mentalidad criolla americana, los descendientes de europeos inventaron la idea de que los pueblos autóctonos eran ‘suyos’. Los líderes de la independencia relacionaron su causa con la de los nativos que habían sido conquistados por los españoles (sus antepasados, por lo demás), se autoproclamaron víctimas de la conquista y defensores de los indios, aunque ninguno de ellos, Bolívar incluido, parece haber sido proclive a las causas de los indios de carne y hueso. De allí en adelante, y hasta nuestros días, los indígenas han sido “fuente de la nacionalidad” de otros. Hoy, por igual, batallones del Ejército, frentes guerrilleros y bloques paramilitares se han apropiado de nombres indígenas.

En 1492 existía una amplia diversidad de pueblos, una población abundante y un legado nada despreciable de más de 15.000 años de ocupación del territorio. Es probable que la cantidad de nativos rondara por los varios millones de habitantes, siendo el cálculo más optimista cercano a unos 7 millones, lo cual, aunque exagerado, desmiente la idea de un territorio prácticamente desocupado a la llegada de los españoles.

Se trata de gente que llegó en diferentes migraciones originadas en Asia, que entraron al continente a través de Norteamérica. Los pobladores originales se desplazaron inicialmente de norte a sur, pero luego también lo hicieron de sur a norte, de las tierras bajas a los Andes y viceversa. Esta historia explica por qué a la llegada de los españoles la población indígena ya era mestiza, producto de diversas mezclas no solo genéticas sino culturales.

Grupos numerosos ocuparon algunas partes del país como la cordillera Central, el Alto Magdalena, la sabana de Bogotá y la Sierra Nevada de Santa Marta. En otras regiones la presencia fue menor, como en la Amazonia, los Llanos Orientales y la costa Caribe. Algunos pueblos practicaron la agricultura intensiva; otros, una agricultura más móvil y unos más, la caza y la recolección.

En algunos casos, las poblaciones indígenas modificaron ampliamente los ecosistemas e incluso pudieron generar procesos de erosión y sobreexplotación de los suelos. En otros transformaron muy poco el paisaje. Esto se entiende por sus modelos de organización social: comunidades como la muisca de Boyacá y Cundinamarca, o la tayrona de la Sierra Nevada de Santa Marta, estaban jerarquizadas, mientras en otras casi ni existía la diferenciación social. En fin, más de 15.000 años de historia no habían transcurrido en vano: se habían desarrollado múltiples formas de adaptación al medio, y de relaciones económicas, políticas y sociales.

A la llegada de los españoles había una extraordinaria diversidad. Y ellos fueron conscientes de esto. En el siglo XV ninguno se atrevió a considerar que había encontrado un territorio ocupado por poblaciones homogéneas. No obstante, la Conquista precipitó cambios dramáticos que amenazaron esa diversidad. El primero de ellos fue el desastre demográfico: miles de indígenas murieron por las enfermedades introducidas desde el Viejo Mundo (Europa y África especialmente), y en menor medida por los conflictos bélicos y las formas de trabajo forzoso impuestas por los conquistadores.

El hecho es que en menos de 100 años su número se había reducido a una fracción. Pasarían siglos antes de que el territorio que hoy es Colombia se recuperara de ese desastre. Quizá solo a principios del siglo XX alcanzó el nivel de población que existía a comienzos del XVI. El mismo proceso disminuyó la diversidad biológica y cultural de la población. Algunas comunidades se extinguieron, otras se mezclaron entre sí y, en casi todas, el nivel de vida se redujo considerablemente.

La debacle que se inició en el siglo XVI implicó una alteración del paisaje sin precedentes. Enormes áreas antes dedicadas a cultivar quedaron cubiertas de bosques y pajonales o invadidas de ganado. Las sociedades se transformaron social y culturalmente de forma irreversible. Las estructuras de poder prehispánicas cambiaron por completo, las jerarquías tradicionales entraron en crisis: algunas se adaptaron al sistema español y otras colapsaron. En muchos casos comenzó un activo proceso de mestizaje con blancos y africanos. Poblaciones enteras fueron trasladadas o migraron voluntariamente a regiones menos expuestas a la colonización. Las dinámicas económicas también cambiaron, no solo por la llegada de actividades como la ganadería, sino por la imposición de nuevas formas de trabajo a disposición de la Corona, la estructura administrativa virreinal y la Iglesia.

No obstante, la población indígena sobrevivió. No solo en términos biológicos, a través del mestizaje, sino también en términos culturales. Los indígenas del país no son homogéneos: existe en ellos una enorme diversidad biológica, lingüística y cultural. Mantienen formas de ver el mundo, a las otras sociedades y a la naturaleza, muy diferentes entre sí pese a los estereotipos. El país tiene una población de cerca de 1.400.000 indígenas, distribuidos entre 86 pueblos (datos del gobierno) y 102 comunidades (según la Organización Nacional Indígena de Colombia, Onic).

Tienen un alto porcentaje de participación en los departamentos de Vaupés (más del 66 por ciento), Guainía (64 por ciento), La Guajira (45 por ciento), Vichada (45 por ciento) y Amazonas (43 por ciento). También son importantes en términos demográficos en el cauca (21,5 por ciento) y Putumayo (21 por ciento). Algunas poblaciones son, desde el punto de vista económico, campesinas, otras son urbanas y algunas se dedican al comercio. Cerca de 500.000 personas conservan 65 lenguas o dialectos nativos. Además, el 75 por ciento vive en zonas rurales.

Muchas comunidades han recuperado durante los últimos años cantidades considerables de tierra y tienen niveles de vida por encima de sus vecinos mestizos y afrocolombianos. Otras pierden cada vez más sus medios de subsistencia. Sobre el papel, cerca del 31 por ciento del territorio nacional es indígena, pero buena parte de esa tierra se concentra en áreas protegidas y son de gran susceptibilidad al cambio ambiental. Además buena parte de esas tierras son amenazadas permanentemente por la violencia de los grupos ilegales, incluyendo paramilitares y guerrilla, por el cultivo de plantas con las cuales se obtienen drogas ilícitas, o por la minería ilegal.

Ojalá los colombianos cuestionemos el derecho que nos ha asistido desde hace siglos de considerar nuestros a los indios. Ellos solo se pertenecen a sí mismos. Y ojalá también conozcamos mejor y apreciemos a esta importante población, como también a los grupos campesinos y urbanos que deberán jugar un papel fundamental al construir un mejor país.

Fuente: http://www.semana.com/nacion/articulo/el-poder-de-las-razas-historia-de-comunidades-indigenas-de-colombia/480202

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Aproximación histórica del pensamiento criminológico en las Ciencias Sociales

“La criminología es como una bella doncella tierna y de poca edad y en todo extremo hermosa, a quien tienen cuidado de enriquecer, pulir y adornar otras muchas doncellas, que son todas las otras ciencias, y ella se ha de servir de todas, y todas se han de autorizar con ella.” (Anitua, 2005, pág. 3) 

La criminología, síntesis de la cuestión criminal

La criminología resulta ser un espacio controversial, si se realiza una revisión sobre los programas de formación en distintas universidades del mundo, lo criminológico está asociada al ámbito Jurídico, a pesar de ello, los juristas consideran a la criminología como algo de los sociólogos y/o psicólogos, paradójicamente los sociólogos y psicólogos ubican a la criminología como tema de los juristas; en esta disyuntiva la criminología trasciende y se abre lugar a medida que se fortalece en el propio ejercicio profesional y en la investigación.

El campo de estudio de la criminología se ha visto empañado de discusiones recurrentes al menos en América Latina (Gabaldón, 2014), han existido en medio de las disputas académicas posturas, por un lado, a favor de circunscribir la criminología al ámbito del orden jurídico para alcanzar respetabilidad científica y por el otro a tomar en cuenta referentes sustantivos por fuera del derecho para poder construir la noción de delito (Aniyar de Castro, 1986), el estudio de los cambios sociales para algunos dogmáticos no es asunto de los académicos sino de los luchadores sociales (Novoa Monreal, 1985).

El hecho de que la criminología se ubique en mayor medida en las escuelas de derecho, es una limitación para su propio desarrollo (Gabaldón, 2014), puesto que se impone un dogmatismo jurídico propio de la formación de los abogados que claramente delimita mucho más el campo de análisis de la criminología, dejando de lado la necesaria validación empírica y estudios desde la perspectiva social que pueden generar áreas de aplicabilidad más allá de lo normativo-jurídico.

Hablar de criminología como ciencia social es hablar de las propias ciencias sociales y los problemas que han devenido en su conformación, comenzando por considerar a las ciencias sociales como una creación (Wallerstein, 1997), una construcción reciente al igual que la criminología y en constante crisis. La confrontación entre teorías, posturas epistemológicas y paradigmas que caracterizan las ciencias sociales también lo son en el pensamiento criminológico.

La criminología es un ámbito del conocimiento, necesario para todas las ciencias y disciplinas que se relacionan con el control social, la criminalidad y el comportamiento delictivo, espacios ontológicos que se resumen en lo que se llama “la cuestión criminal”, existe mucha discusión sobre la condición de “ciencia” en la criminología, en este trabajo no profundizaremos en ésta disyuntiva, nos concentraremos en la criminología como espacio del saber vinculado a las ciencias sociales más allá del contexto jurídico-penal.

Un breve recorrido histórico de las ciencias sociales

En el transcurso de la historia, las ciencias sociales han desempeñado un rol importante, produciendo conocimiento fundamental para el desarrollo de las personas y las sociedades. En la historia de las Ciencias Sociales, debemos hacer referencia a la historia del pensamiento científico a través del mundo, la manera de gestionar el conocimiento responde a momentos históricos precisos.

Si comenzamos revisando desde el Medievo occidental podemos destacar que el conocimiento era exclusivo del mundo clerical (Wallerstein, 1997), en el renacimiento los filósofos desde la racionalidad descubrieron las leyes naturales y comenzaron a construir los saberes de su tiempo, en el siglo XVIII comienzan a cuestionarse a los teólogos y los filósofos surgiendo un grupo de personas que postularon que la verdad se descubre empíricamente y no por ordenamientos divinos ni deducciones de leyes naturales, estos individuos comenzaron a llamarse científicos dándose así la primera división de los saberes.

Así nace lo que se conoce en el siglo XX como las dos culturas: la cultura filosófica humanística y la cultura científica natural dando origen a una reestructuración de las universidades, en el Medievo europeo la universidad tenía cuatro facultades: medicina, derecho, teología y filosofía. La medicina y el derecho eran saberes específicos para personas que desempeñarían una práctica en la sociedad, la teología era un área de los clérigos y para el resto la filosofía, siendo ésta última la base de todo el saber que se construyó hasta hoy en día, por un lado las ciencias naturales o puras y por el otro humanidades o de artes y letras variando los nombres de acuerdo a los países (Wallerstein, 1997).

Posteriormente con la revolución francesa se fraguan una serie de cambios profundos en la geocultura que trasciende a la idea de tener que estudiar los cambios que pueden darse en las sociedades, así surge un área de conocimiento que se conoce luego como ciencias sociales. Por un lado de las humanidades y por el otro de las ciencias naturales.

En principio se retoma un concepto más antiguo, la “historia” y se ubican a estudiar lo concerniente al pasado. Para estudiar lo concerniente al presente surgen la economía, la política y la sociología respondiendo a la “lógica liberal que concibió la modernidad como la separación de tres áreas diferentes de la realidad: el mercado, el Estado y la sociedad civil” (Wallerstein, 1997, pág. 15), luego de la segunda guerra mundial hubo una expansión enorme del desarrollo acompañado de igual forma de un crecimiento en intereses intelectuales.

En el transcurso de la historia, las ciencias sociales se han enfrentado a dualismos que las ubican en un área en constante movimiento pendular: en un extremo las ciencias puras y en el otro las humanidades, por ejemplo, se encuentra la economía más cerca de las ciencias naturales y  la historia más cerca de las humanidades. Por ende, las ciencias sociales han pasado los últimos dos siglos oscilando entre esas dos epistemologías.

Cuando dentro de los cambios sociales, se estudian los comportamientos humanos considerados indeseados. o que en un sentido más amplio las propias sociedades rechazan, se comienzan a generar conocimientos que más adelante se incluirán en un ámbito de conocimiento llamado criminología.

Un poco de historicidad en los pensamientos criminológicos

Cuando se realiza una lectura de los orígenes de la criminología, nos encontramos con diversos pensamientos y discursos sobre la cuestión criminal, que responden a la sincronía histórica que los caracteriza. Ubicar en la historia un origen concreto de la criminología es difícil, los diferentes discursos están relacionados a la construcción del conocimiento, que de forma diferencial. se hace de acuerdo a las sociedades que se analizan, es por ello que en lugar de analizar una historia de la criminología es más adecuado ubicar el análisis en los pensamientos criminológicos que caracterizaron cada época.

Al realizar un recorrido histórico, la mayoría de los autores comienzan en la Ilustración o desde los planteamientos de Cesare Lombroso con “el Hombre Criminal” (Garrido, Stangeland, & Redondo, 2001), a los criminólogos no nos gusta hablar de un origen muy particular pero totalmente cierto que es el de la “demonología”, estos saberes provenientes de la teología tienen su auge en los inicios de lo que se conoce como el poder punitivo.

En el siglo XIII europeo apareció la estructura del Estado y a través de ella, comienzan a gestionarse los conflictos y una nueva actitud para determinar la verdad de las conductas que se consideraban desviadas; en esa época el método utilizado para esclarecer los hechos y llegar a la verdad era la “inquisición”. Malleus maleficarum (el martillo de las brujas) es el primer tratado de criminología de la historia y tuvo un impacto muy destacado en el juicio contra las brujas del continente.

En el siglo XVIII, ese Estado absolutista sería fuertemente criticado, y uno de los aportes más importantes que se realiza es la inclusión de los conceptos de “delito, pena y juicio”, ello representaría la gestación de una nueva legitimidad en la administración del poder punitivo por parte del Estado. Sectores sociales llamados burguesía, hicieron surgir nuevos discursos criminológicos e instituciones que también conformaban prácticas discursivas como: alienismo, evolucionismo y positivismo; policías y médicos. El pensamiento criminológico de las clases dominantes posteriores al siglo XIX se pretendería no político; “al despolitizar la cuestión criminal, centrándose en la figura del autor de lo definido como delito, el objeto de estudio pasa a ser el delincuente y en concreto el comportamiento criminal.” (Anitua, 2005, pág. 119).

El siglo XIX es precedido por la “revolución industrial” que trajo consigo las innovaciones tecnológicas como las máquinas a vapor que reemplazaron la manufactura y el artesanado, formas de economía típicas de los “campesinos sin tierra”; estos cambios dieron origen a nuevas formas de administración económica. Esta forma de pensar influiría decisivamente en el pensamiento criminológico de la época y, en consecuencia, en sus aportes prácticos, un ejemplo es la difusión en el siglo XIX de las policías nacionales[1]. La Francia post-revolucionaria organizó su policía en 1798 de acuerdo al modelo centralizado absolutista, con el agregado de la legalidad típica de la dominación burocrática. Irlanda creó una policía nacional en 1823, en Londres se creó la Policía Metropolitana en 1829, y en 1844 apareció la Guardia Civil en España (Anitua, 2005)

La principal institución de control formal elegida por la clase burguesa fue la prisión. En el pensamiento imperante de este período (democrático-burgués) los métodos de control eran la escuela, la fábrica, el ejército y la cárcel; ésta última, es la que con mayor claridad impone la disciplina individual y el control de masas.

Estos sistemas estuvieron centrados fundamentalmente en dos modelos: el primero, denominado celular o sistema filadélfico, desarrollado en 1790 y aplicado por primera vez a treinta (30) internos de una antigua prisión del condado en la calle Wainut de Filadelfia. Se basaba en el aislamiento, la prohibición de trabajar, la educación religiosa y el silencio absoluto. El segundo modelo, se desarrolló en 1821 con la intención de hacer una modificación para incluir el trabajo, y por consiguiente, la rentabilidad de las prisiones. Bajo este modelo surge el penal de Auburn en el estado de Nueva York, donde se introdujo el trabajo colectivo en estricto silencio durante el día y mantenía el aislamiento durante la noche.

Este sistema se reprodujo rápidamente por los Estados Unidos y luego por Europa, en donde se implantaron ambos modelos; el primero era considerado más humano por tener en cuenta la introspección; sin embargo; eran frecuentes los casos de suicidio y locura por lo estricto del aislamiento. El segundo modelo fue considerado menos humano porque se realizaban trabajos forzados y se establecieron jornadas laborales exhaustivas de hasta diez (10) horas diarias los siete días de la semana.

La cárcel en el devenir histórico ha cumplido diversos papeles, dependiendo de la forma como cada sociedad ha reaccionado frente al delito. Las formas penales han variado desde sanciones como el descuartizamiento hasta una fase que pudiésemos llamar “moderna” la segregación o el aislamiento del delincuente como terapia para sus males y la defensa social. De igual forma han cambiado los paradigmas en cuanto a lo carcelario, desde el sólo castigo corporal, la expiación de las culpas en soledad, el trabajo y finalmente la educación y readaptación.

En las sociedades democráticas de la modernidad, encontramos que la razón de ser de un sistema penitenciario es la rehabilitación. Sin embargo, desde cualquier punto de vista, la cárcel ha fracasado como institución recuperadora, en términos generales lo que parece conseguir es la promoción de comportamientos delictivos y la profundización de conductas desadaptadas a la luz de las sociedades convencionales por efecto del proceso de prisionización[2]; incluso las que cuentan con una infraestructura adecuada imposibilitan cualquier tipo de intervención eficaz centrada en la persona que pueda finalizar en un cambio conductual tendiente a la  readaptación.

Los pensamientos criminológicos en el espacio científico

El siglo XIX fue un siglo caracterizado por la ciencia aplicada, por el desarrollo de grandes invenciones, en el cual las distintas disciplinas científicas alcanzaron una madurez que aún hoy marcan las explicaciones del sentido común sobre la mayoría de los fenómenos naturales. En el caso de la criminología y la sociología, este siglo marcó el inicio de su concepción científica, a pesar de que las concepciones etiológicas que las nutrían venían desarrollándose en  tiempos anteriores; en el caso de la criminología destacan las primeras concepciones sobre el hombre criminal y la influencia del pensamiento positivista, por ejemplo: la concepción del criminal nato, descrito por Lombroso en donde se hace hincapié en las características físicas-antropológicas (Garrido, Stangeland, & Redondo, 2001).

Éste siglo también marcó el inicio de la estadística delictiva y el estudios probabilísticos sobre ocurrencia del crimen tomando en cuenta elementos de todo tipo como la zona geográfica, condiciones climatológicas, raza, edad, género, entre otros. Los discursos criminológicos con estas inclinaciones, se mantendrían durante el siglo XX, y la sociología adquirió un carácter predominante en ellos, la inclusión de la sociología en el estudio del comportamiento delictivo dio origen a la sociología criminal.

En la primera y segunda década del siglo XX en los Estados Unidos surge lo que se conoce como la Escuela de Chicago, cuya gran virtud fue la inclusión del discurso del desviado en la explicación de la desviación y el delito, en ese sentido comprenden la desviación como una estrategia adaptativa al entorno, contribuyendo al desmantelamiento de la idea de la delincuencia como patología, producto del estudio del desviado como cifra de laboratorio o como dato estadístico (Antón Prieto, 2011).

La influencia de los pensamientos criminológicos desde la perspectiva social originó una serie de planteamientos teóricos enfocados en las relaciones sociales y la influencia de las interacciones entre los individuos como elementos etiológicos del comportamiento delictivo. Autores como Sutherland escriben sobre la teoría de la asociación diferencial y reflexionan sobre los delitos de cuello blanco. Surgen de igual modo las teorías de la reacción social, teorías del conflicto, el marxismo y el pensamiento crítico respecto de la cuestión criminal.

En la década de los años 60 y primeros de los 70, el pensamiento criminológico está marcado por las teorías del Etiquetamiento y la reacción social, donde el grueso del análisis se dirige hacia el control social. Aquí existe una interacción entre el individuo desviado y la sociedad, donde ésta es el sujeto fuerte y el desviado, el débil. Por consiguiente el delito y el delincuente son etiquetas, construcciones sociales que los sujetos frágiles cumplen en el transcurso de la carrera delictiva.

Este pensamiento, es la base de la criminología crítica, donde se afirma que el Estado con su principal herramienta, el derecho penal, son los creadores por definición del delito y del delincuente, el primero una expresión del capitalismo y el segundo una forma de resistencia y respuesta a dicho sistema (Antón Prieto, 2011), situación que se evidencia incluso en nuestros días en los sistemas penales: en general los privados de libertad resultan ser jóvenes, inexpertos, pobres o pertenecientes a grupos minoritarios, es decir sujetos frágiles, vulnerables.

En lo que se ha denominado la época de la postmodernidad, caracterizada por diversos eventos como la caída del muro de Berlín en 1989 y el surgimiento de la sociedad de las redes, se presenta la caída del pensamiento universal, los postulados en las ciencias sociales ya no se pueden generalizar, aparecen los pensamientos concretos, contextualizados, y los paradigmas tradicionales ya no se asumen con tanta solides; la relativización de estos paradigmas epistemológicos desembocan en una crisis etiológica de la criminología (Antón Prieto, 2011).

El acceso a la información global, permite el análisis de una cantidad de situaciones que ponen en tela de juicio los postulados criminológicos más tradicionales: se observan disminuciones en las tasas delictivas en períodos donde se incrementa la pobreza y el desempleo, así mismo aumentan los delitos en etapas de bonanza económica; las clases medias y altas delinquen igual o más que los pobres; es más abundante el delito en áreas acomodadas que en las pobres. Por supuesto, estas situaciones contradictorias con los postulados de la criminología no se dan de la misma forma en todos los lugares, por ejemplo: en Japón la prosperidad y las tasas delictivas tienen una relación inversa, pero en América Latina el aumento de la pobreza parece relacionarse con el aumento de la delincuencia (Antón Prieto, 2011).

En definitiva, el conocimiento de la historia de las sociedades y de la historia de los pensamientos criminológicos, resulta fundamental para comprender aquellos conceptos que forman parte de los discursos actuales, como el de “criminología” que tiene una particular historicidad. La criminología, tiene en la actualidad múltiples y hasta opuestos significados, dependiendo del autor y del enfoque al cual se pertenece. Esto brinda distintas formas de reflexionar sobre la “cuestión criminal”. Los diferentes esquemas de pensamiento acabados en “ismo” han realizado enfoques sobre aspectos distintos de esa cuestión y, también desde presupuestos políticos igualmente disímiles. Estas formas de reflexionar, han permanecido e influyen en el pensamiento criminológico de la actualidad (Anitua, 2005)

Una mirada actual

Al mirar en la historia la evolución de los distintos pensamientos criminológicos, los más antiguos provienen del surgimiento del Estado absolutista, posteriormente surgen los primeros modelos criminológicos integrados de criminología de la Edad Media; pasando por aquellos pensamientos expresados en movimientos como la Ilustración y la Revolución Francesa que generaron importantes cambios en las sociedades; el surgimiento de los sistemas penitenciarios en el siglo XIX; el positivismo criminológico; la inclusión de la sociología y la Escuela de Chicago; las criminologías de la Segunda Guerra Mundial y el nacimiento del pensamiento crítico respecto de la cuestión criminal; hasta llegar a los pensamientos criminológicos de finales del siglo XX.

La criminología afronta numerosos retos en la actualidad, por un lado el estudio de las instituciones de control social formal como el sistema de justicia y por el otro del delito, constructo mucho más complejo, ya que no es considerado un asunto solamente político, ni jurídico, ni policial mucho menos médico psiquiátrico, tampoco sociológico; por lo que requiere un análisis superior, transversal que no puede adjudicarse a un modo de generar conocimiento ni a una forma de pensar, es aquí donde la criminología se justifica como ciencia multidisciplinaria y social.

Aún queda camino por recorrer, la praxis reflexiva en las sociedades modernas nos conduce a plantear nuevas formas de generar conocimiento, nuevas formas de abordar los fenómenos sociales, sobre todo los vinculados a la cuestión criminal, que no pueden ser exclusivos de un área o disciplina particular. Su estudio transversaliza las ciencias sociales, humanas y trascienden lo jurídico-penal. Un importante paso para esta tarea es la promoción de la criminología en espacios universitarios no vinculados, exclusivamente, a las escuelas de derecho, que motiven a profesionales con otras miradas a contribuir en la expansión del campo de estudio de la criminología.

Los criminólogos hoy en día no sólo necesitamos ampliar los modos de comprender el fenómeno de la desviación, sino también debemos comprometernos a ser impulsores de la interdisciplinariedad, para lograr desde la participación de las diferentes ciencias sociales y disciplinas la construcción de saberes criminológicos aplicables a los contextos sociales de la actualidad.

 

Bibliografía

Anitua, G. I. (2005). Historias de los pensamientos criminológicos. Buenos Aires: Editores del Puerto s.r.l. .

Aniyar de Castro, L. (1986). «El jardín de al lado» o «Respondiendo a Novoa sobre la criminología crítica». Doctrina Penal (9), 305-313.

Antón Prieto, J. I. (2011). La criminología como ciencia social. Pasado, presente y futuro. Dialnet (http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=3687937) (13), 38-45.

Clemmer. (1940). The prison community. New York: Rinehart and Winston.

Gabaldón, L. G. (2014). Criminologías Latinoamericana y Norteamericana: Una visión desde el Sur. En L. G. Gabaldón, & Y. Monsalve, Control Social y Seguridad, Investigación para la Política Pública (págs. 19-60). Mérida: Universidad de los Andes, Consedo de Publicaciones Universidad Católica Andrés Bellos.

Garrido, V., Stangeland, P., & Redondo, S. (2001). Principios de Criminología. Valencia: Tirant lo Blanch.

Novoa Monreal, E. (1985). ¿Desorientación epistemológica en la criminología crítica? Doctrina Penal (8), 2636-275.

Silva, A. (2003). Criminología y Conducta Antisocial. Mexico, D.F.: Pax México.

Wallerstein, I. (1997). La historia de las Ciencias Sociales. México: Signum Editores S.A.

[1]  Aunque tienen su origen en Francia, antes y durante el Antiguo Régimen, con el objeto de delación y control total terrorista

[2] El término hace referencia era un proceso similar a la asimilación, observando que de la misma manera como un inmigrante adopta los patrones culturales del lugar al que llega para empezar a vivir, una persona que entra en la prisión sufre un proceso en el que adquiere las costumbres, normas y valores que le son propios a la prisión y a los prisioneros (Clemmer, 1940)

Fuente de la foto: http://mlc-s2-p.mlstatic.com/historia-de-la-criminologia-wehner-669501-MLC20361926892_072015-F.jpg

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Panamá: Los traumas infantiles de la República

Por Olmedo Beluche

Comentario al libro “El miedo a la modernidad en Panamá (1904-1930)”, de Patricia Pizzurno, publicado por editorial Portobelo.

No hay que ser psicoanalista para saber que las conmociones que sufrimos en la infancia nos marcan para toda la vida. Esto, que es cierto para las personas, también lo es para las naciones. Nuestra república nació de un hecho traumático y no tuvo una infancia feliz, según se constata al leer el último libro de la historiadora panameña, Patricia Pizzurno, titulado: El miedo a la modernidad en Panamá (1904-1930), publicado por editorial Portobelo.

Al cerrar la última página, solo pude concluir: “Cuán poco hemos cambiado”. Pizzurno, a veces de manera circunspecta, y otras, jocosa, sin pretender dictar cátedra, deja en claro algo que un historiador nunca puede perder de vista: la diferencia entre el discurso y la realidad, entre lo imaginado y lo realizado, entre lo que dicen las leyes y como se ejecutan.

En este ameno análisis sobre la infancia de Panamá, la autora compara el ideal liberal de modernización que pretendían los “padres fundadores” (como Porras, Andreve, Méndez Pereira, Duncan) y la  mediocre realidad en que se convirtió, llegando a ser apenas una “modernidad híbrida”.

Tómese en cuenta que en 1903, a pesar de  que se conmemoraban los 82 años de la independencia de España, Panamá estaba todavía bajo el signo de la vida colonial, y la mayoría de la población vivía  en zonas rurales aisladas, sumida en el analfabetismo, sin servicios de salud ni escuelas, bajo relaciones sociales semifeudales, en las que 72 latifundistas controlaban entre 6 y 8 millones de hectáreas.

Los conservadores, los próceres del 3 de Noviembre, como su nombre lo indica, no pretendían cambiar el panorama. Por eso, fueron rápidamente desplazados de la administración pública, pero no perdieron el poder del todo, menos el económico.

Fueron  los liberales quienes se propusieron un programa de transformaciones para impulsar el paso de la colonialidad feudal a la modernización capitalista. Pero el proyecto liberal estaba construido sobre los falsos pilares del positivismo, en boga en América Latina, para el que  todo lo europeo era ideal, y toda la causa de nuestros males era cultural, racial y hasta geográfica y climática.

Justo Arosemena, positivista por excelencia, consideraba que la población panameña era “apática por naturaleza”, al estar compuesta por “las tres razas más indolentes” (india, negra e hispana). De allí que la imaginario de la nación excluyera a indígenas y negros, aunque hizo de los hispanos azuerenses y su cultura el centro de la panameñidad. Algunos gobiernos incluso intentaron fomentar la migración europea para lograr el blanqueamiento de la población.

Los liberales, especialmente bajo los gobiernos de Porras, sentaron las bases institucionales del Estado moderno, pero solo a medio camino –nos recuerda Pizzurno–, porque –y este es el tema del libro– la clase dominante tuvo miedo de construir la modernidad que se proponía, por temor a las demandas sociales, económicas y políticas que las masas populares exigirían de acceder a educación, salud y a un régimen verdaderamente democrático.

Prefirieron mantener una república oligárquica y controlada entre primos.

De manera que el gran proyecto liberal se fue quedando a medio camino. La educación, principal vehículo de la “civilización” y la “modernidad” no llegó a todos, y cuando lo hizo fue en escuelas deficientes y maestros mal formados.

La democracia representativa y la separación de los poderes, se quedaron en el papel, pues siguió imperando el gamonalismo, el clientelismo y la compra de votos. El Estado era visto por las élites y sus políticos como la forma de acrecentar sus fortunas.

¡Cuán poco hemos cambiado, 100 años después!

Fuente: http://kaosenlared.net/panama-los-traumas-infantiles-de-la-republica/

Imagen tomada de: http://panamainfo.com/files/images/VAPOR_ANCON.jpg

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Egipto: El puñal de Tutankamón vino del espacio

África/Egipto/29 Mayo 2016/Fuente: ABC /Autor:ÁNGEL GÓMEZ FUENTES

El hierro de la hoja fue confeccionado con un meteorito. Lo confirma un estudio científico ítalo-egipcio, que ha utilizado la técnica de la fluorescencia a rayos X

Tutankamón sigue sorprendiendo a los amantes de la egiptología. Ahora se desvela el misterio del origen de uno de los dos puñales encontrados junto a la momia del faraón: El hierro de la hoja llegó del espacio, es decir, pertenece a uno de los numerosos meteoritos caídos en el desierto egipcio, que aún hoy es fácil recoger. En cierta forma, ya lo sabían los antiguos egipcios y lo habían escrito: Un antiguo papiro cuenta de «un hierro llovido del cielo». A esta conclusión ha llegado un grupo de científicos de Italia y Egipto, mediante análisis químico no invasivo, utilizando la técnica de la fluorescencia a rayos X, confirmando la composición del hierro en porcentajes distintos de níquel y cobalto.

Desde el descubrimiento de su tumba, en noviembre 1922, por los ingleses Howard Carter y Lord Carnarvon, comenzó el debate sobre la naturaleza de los materiales de uno de los dos puñales situados sobre el cuerpo de Tutankamón, que reinó nueve años, desde el 1336 a 1327 a. C.

El hierro, más preciado que el oro

Había una clara justificación para abrir ese debate: «Los objetos egipcios de hierro eran poquísimos. No habían desarrollado la metalurgia del hierro y no tenían minas. Por ello estaba considerado más preciado que el oro», explica Francesco Porcelli, profesor de Física del Politécnico de Turín, cuyo Museo Egipcio está considerado, por valor y cantidad de restos arqueológicos, el más importante del mundo después del museo del Cairo.

Desde el primer momento sorprendió también la elevada calidad de la manufactura de la hoja del puñal, lo que reflejaba la capacidad en la elaboración del hierro que se había alcanzado en la época de Tutankamón.

Este puñal del faraón siempre despertó la curiosidad de los investigadores, porque incluso los detalles de su descubrimiento demostraban que era un objeto precioso: Mide 35 centímetros y no estaba oxidado cuando fue encontrado escondido entre los vendajes de la momia del faraón, para prepararse al encuentro con el más allá.

«Crater lunar» en el desierto egipcio

La teoría del meteorito, ahora confirmada, no es nueva. Había expertos que sostenían hace tiempo que el hierro procedía de un meteorito, mientras otros pensaban que había sido importado: En Anatolia, llamada también Asia Menor (Turquía) existía el hierro en la época de Tutankamón, en el siglo XIV a. C. Un hecho determinó el desarrollo de la historia que confirma la procedencia espacial del hierro del puñal: En el año 2010 se descubrió en medio del desierto egipcio el Kamil Crater, que consiste en un pequeño «cráter lunar», rarísimo en nuestro planeta, ya que normalmente la erosión cancela las señales de los impactos de meteoritos.

En aquella expedición participaron, entre otros científicos, expertos italianos de Pisa y del observatorio astronómico de Pino Torinese. «Cuando fue descubierto el cráter, hablamos del enigma nunca resuelto del puñal encontrado sobre la momia del joven faraón. Decidimos entonces hacer el análisis, superando las resistencias de las autoridades egipcias, que justamente custodiaban celosamente los hallazgos», explica Francesco Porcelli, en declaraciones recogidas por el periódico La Stampa.

Segura procedencia espacial

Este profesor de Física aclara cómo han llegado a establecer que se trata de un metal procedente del espacio teniendo en cuenta su composición, pues el hierro del puñal contiene níquel al 10 por 100 y cobalto al 0,6 %: «Son las concentraciones típicas de los meteoritos. Pensar que pueda ser fruto de una aleación, en estas concentraciones, es imposible», subraya el físico Porcelli, quien ha sido precisamente el estudioso que ha encabezado el proyecto iniciado en el 2014, en el que han participado, con financiación italiana y egipcia, expertos en meteoritos de la Universidad de Pisa, científicos del Politécnico de Milán y de Turín, el CNR (Consejo Nacional de las Investigaciones) y la empresa XGLab; por parte egipcia, el Museo del Cairo y la Universidad de Fayoum. Detalles del estudio aparecen en un artículo publicado en la revista «Meteoritics and Planetary Science».

En definitiva, ahora se puede poner fin a la controversia que mantenían los expertos sobre el preciado puñal, desde que se abrió el sarcófago de Tutankamón custodiado en el Valle de los Reyes. Pero seguirán abiertos otros misterios y supersticiones ligadas a Tutankamón, entre ellas la maldición que habría caído a quien profanara su tumba. Quizás algún día venga también del espacio la solución a algunos de esos misterios que rodean al faraón muerto a los 18 años.

 

Fuente de la noticia: http://www.abc.es/cultura/abci-punal-tutankamon-vino-espacio-201605271431_noticia.html

Fuente de la imagen:http://www.abc.es/media/cultura/2016/05/27/punal-tutankamon-2–620×349.jpg

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Huelgas y organización docente en los orígenes del movimiento obrero argentino

PRÓXIMO LIBRO DE EDICIONES IPS-CEIP

El equipo de edición del libro Historia del movimiento obrero argentino desde sus orígenes hasta la Resistencia reflexiona, en esta entrega, sobre las primeras huelgas y organizaciones docentes.

Lorena Rebella /Domingo 22 de mayo de 2016 |

 

Historia del Movimiento Obrero argentino desde sus orígenes hasta la Resistencia es una obra que, desde Ediciones IPS-CEIP, un equipo de militantes del PTS estamos preparando a cargo de Alicia Rojo quien es una de sus autoras. Trabajadores, mujeres y estudiantes podrán recrear en su lectura la historia de la clase obrera argentina de esos años, desde una perspectiva marxista. El caudal de sus experiencias políticas y de lucha, la influencia de las corrientes anarquistas, socialista y posteriormente comunista, que dejaron impronta en sus primeras tradiciones. A su vez, realiza un balance histórico y un debate con estos grupos acerca de las posibilidades que tuvo el movimiento obrero de abrirse un camino de independencia política, además de un profundo análisis del peronismo hasta 1955 y el posterior proceso de la Resistencia.

En esta entrega nos detenemos en los orígenes y presentamos algunas reflexiones acerca de las primeras luchas y organizaciones docentes cruzadas por importantes debates ideológicos. Las traemos al presente en momentos donde la Argentina está atravesando un intento de avanzada sobre la educación pública y un debate sobre qué educación queremos.

Orígenes

En los orígenes del movimiento obrero los trabajadores fundan sus primeros sindicatos y federaciones nacionales, ponen en práctica sus métodos de clase –movilizaciones, asambleas, huelgas generales– e inauguran sus enfrentamientos con carneros y la policía. Los orígenes llevan la marca indeleble de la inmigración masiva y de las corrientes anarquistas y socialista que vinieron con ella desde el viejo continente.

En el capítulo dedicado a esta etapa nos vamos a topar con el momento en el que las docentes dieron sus primeras peleas y pusieron en pie sus primeros sindicatos. Decimos “las” docentes pues el sistema educativo obligatorio que comenzaba a ponerse en pie hacia fines del siglo XIX era, desde el punto de vista de quienes ejercían la enseñanza, un espacio casi estrictamente femenino, el de las educadoras “naturales”, la “segunda madre”, pero solteras, las “señoritas”.

En el trazado de las primeras luchas dadas por las maestras nos enteramos en el libro que la huelga que abre la historia se remonta al 20 de noviembre de 1881, que ocurre en San Luis por la falta de cobro de los salarios durante ocho meses.

Estas primeras luchas estuvieron cruzadas por grandes debates ideológicos. El de la laicidad y gratuidad es el más recordado.

Un año más tarde, en 1882, dicen que fueron las maestras delegadas las que se quedaron y garantizaron el debate acerca de la educación laica cuando la Iglesia quiso levantar el primer Congreso Pedagógico. Por su parte, Sarmiento se había negado a presidirlo y desde el diario El Nacional despotricaba contra la participación de las maestras.

También encontramos que diez años después, en 1892, surge la primera organización gremial, esta vez en San Juan. Hacia 1910 –contemporáneos al primer ascenso de la lucha de clases que vivió la Argentina en la década del Centenario– tienen lugar los primeros intentos de constituir federaciones nacionales. Ya en 1912 se produce la primera huelga en Buenos Aires.

Como señalamos, la impronta de los anarquistas, socialistas y –desde 1921 que es cuando se funda el PC argentino– de los comunistas, fue de un peso considerable en estas primeras experiencias. Como en la huelga mendocina de principios del siglo XX, que es considerada la primera de alcance nacional en la que interviene la FORA (la central sindical que era dirigida por los anarquistas).

Pero hay que señalar que estas experiencias de lucha y organización tenían un carácter más bien aislado en la docencia y que ocurrían allí donde la influencia de las corrientes de izquierda, con sus mujeres militantes anarquistas, socialistas y comunistas, estaba presente. Mujeres como Angélica Mendoza, detenida en esta huelga, o la prestigiosa pedagoga Florencia Fosatti, que sería reincorporada a su cargo recién en los años 70 para su jubilación, fueron militantes de izquierda en esa época. La primera ese mismo año ingresaba al Partido Comunista y la segunda se afiliaba años más tarde.

 Se trató de huelgas y procesos de organización que cuestionaron varios aspectos de la situación laboral como los nombramientos a dedo, el sistema disciplinario o los cambios de tareas y que señalaban, a la distancia, una pertenencia al mundo de la clase trabajadora.

Aunque ese (auto) reconocimiento llevará más de medio siglo y llegará con la extensión de la organización sindical en la docencia (como respuesta y a la vez motivo de haber cambiado las condiciones sociales y económicas más generales de los asalariados y las suyas propias) y con el primer paro a escala nacional en 1960.

Traer la historia como herramienta para el presente

En esta actualidad de ajuste y de debate acerca de qué vía necesitamos para resistirlo, tiene mucho valor recuperar las lecciones de nuestra propia historia como clase. De eso se trata el libro en cuestión y también parte de nuestra labor militante en la editorial.

Hablamos de los orígenes y sin embargo mucho se vuelve a repetir. El Estado, administrado por familias que continúan siendo los dueños del país, cambiaron sus “vacas atadas” por “paraísos fiscales”. A más de 100 años persisten muchos debates.

Funcionarias del Estado, profesionales, trabajadoras. Hasta el día de hoy se discute qué somos los docentes como si esos años y la proletarización del maestro, que dista entre un momento y otro, no hubiera existido jamás. La naturalización del rol docente como función de las mujeres; la injerencia de la Iglesia; la represión y persecución en las luchas. Bajo una mirada crítica, aspectos tan progresivos como la laicidad que surgió de las conclusiones del Congreso Pedagógico de 1882 no pueden dejar de insertarse en el marco más general de los límites e intereses con los que convivió: el aval a la influencia de la Iglesia, la legitimidad a una educación en valores conservadores y racistas, la justificación de una educación sexista o la continuidad de la exclusión de la naciente clase obrera ¿Sin embargo hoy se consideran como «cosas del pasado”?

Lo mismo el modelo de escuela. El modelo escolar burgués con sus distintos matices, con sus manuales de historia, de ciudadanía o cívica, sus actos escolares y valores que solo muestran la historia desde la visión de las clases dominantes, de la “nación”, sean éstas más conservadoras, se permitan momentos de mayor progresismo o vuelvan a acariciar el sueño tecnócrata.

No es menor la vigencia de problematizar por qué las clases dominantes no conformes con golpear materialmente a la clase obrera, esconden permanentemente su historia o a lo sumo la presentan de a girones o retazos, y por lo general distorsionados. O dicho de otra manera, ¿por qué buscan borrar de la memoria de los trabajadores toda huella de experiencias pasadas que cifren caminos de independencia de clase de las que poder asirse?

Cuando hay vientos de crisis, éstas necesitan descargarlas (el resto ya lo conocemos, un capitalismo todos los días un poco más salvaje). Cuando esto ocurre puede que con esos vientos y en esos enfrentamientos no siempre los dados caigan hacia el mismo lado.Desafiar el poder de los capitalistas, ellos lo saben, no es cosa ligera. Y los trabajadores lo han hecho una y otra vez.

“Necesitamos de la historia, pero de otra manera de como la necesita el ocioso exquisito en los jardines del saber”, dice Walter Benjamin en sus célebres tesis sobre el concepto de historia, en un epígrafe que no es de su autoría, pero que es suyo también. De lo que se trata es de nutrirnos de experiencias y tradiciones y con una mirada crítica recrearlas en base a nuestra experiencia, para llevarlas más lejos aún, de cara al futuro.

Fuente:  http://laizquierdadiario.com/Huelgas-y-organizacion-docente-en-los-origenes-del-movimiento-obrero-argentino

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Película: La profesora de Historia

Película: La profesora de Historia

  • Título original:Les héritiers
  • Año:2014
  • Duración:100 min.
  • País: Francia
  • Director:Marie-Castille Mention-Schaar
  • Guión:Marie-Castille Mention-Schaar
  • Fotografía:Myriam Vinocour
  • Reparto:Ariane Ascaride, Ahmed Dramé, Geneviève Mnich, Xavier Maly, Martin Cannavo,Noémie Merlant, Stéphane Bak
  • Productora:Loma Nasha

Sinopsis:

Anne Gueguen es una profesora de Historia de instituto que además se preocupa por los problemas de sus alumnos. Este año, como siempre, Anne tiene un grupo difícil. Frustrada por su materialismo y falta de ambición, Anne desafía a sus alumnos a participar en un concurso nacional sobre lo que significa ser adolescente en un campo de concentración nazi. Anne usa toda su energía y creatividad para captar la atención de sus alumnos y motivarlos. A medida que el plazo se acerca, los jóvenes comienzan a abrirse a los demás y a creer en sí mismos. Un proyecto que cambiará sus vidas.

 

Fuente de la reseña:https://www.filmaffinity.com/es/film819890.html

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