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The story of a separate and unequal Canadian health care system

Resumen: Maureen Lux es un profesor de historia en la Universidad de Brockquien habló con una multitud de invitados sobre su nuevo libro «Camas separadas: una historia de los hospitales indios en Canadá, 1920s-1980» en el que explora la historia de hospitales de la India y las muchas contradicciones en el seno de la asistencia sanitaria para los canadienses indígenas en el siglo 20 .  En el mismo  se reseña un capitulo doloroso en la historia de Canada en relación al trato con sus aborigenes cuyos hijo fueron internos en las escuelas residenciales, mientras que las mujeres indígenas eran asesinadas y desaparecidas, situación que en la actualidad es  oficialmente objeto de una investigación nacional. Al igual que la segregación racial vivida en las escuelas, tambien acontecieron situaciones similares en hospitales llamados «hospitales de la India», como se les conocía en el momento, operado en Canadá hasta la década de 1970, creados inicialmente para aislar a los pacientes indígenas con tuberculosis, pero que pronto se convirtieron en una forma de asegurar a los colonos canadienses por una parte los beneficios de la modernización de los hospitales sin tener que compartirlos con los pacientes indígenas, y por otra para asegurarse tener pacientes para la experimentación.

Canada is still coming to grips with several painful chapters in its history of relations with Aboriginal people. Canadians are finally becoming broadly acquainted with the shameful history of residential schools, and the issue of murdered and missing indigenous women is now officially the subject of a national inquiry.

Less well-known is the history of racially segregated hospitals in Canada. So-called «Indian hospitals,» as they were known at the time, operated in Canada until the 1970s.

[Residential schools and Indian hospitals] are rather like nodes in a larger web of incarceration, segregation, marginalization. – Maureen Lux

Born out of a mixture of paternalism, prejudice, and fear, Indian hospitals were created to isolate Indigenous tuberculosis patients — but they soon became a way to ensure settler Canadians could reap the benefits of modernizing hospitals without having to share them with Indigenous patients.

They were under-staffed and over-crowded, and some former patients say they were the victims of abuse and medical experimentation.

They rarely judged the Indian hospitals against other hospital standards. Instead, they judged the Indian hospitals against the perceived inadequate homes on reserves. So regardless of the conditions in the hospitals, the bureaucrats always understood that patients were better off in hospital than they would have been at home. It was very much the same justification that was used to take children from their homes and put them in residential school. – Maureen Lux

Maureen Lux is a professor of history at Brock University. She spoke to guest host Kevin Sylvester about her new book, Separate Beds: A History of Indian Hospitals in Canada, 1920s-1980s, which explores the history of Indian hospitals and the many contradictions at the heart of healthcare for Indigenous Canadians in the 20th century.

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Fuente: http://www.cbc.ca/radio/thesundayedition/revolver-at-50-canada-s-history-of-segregated-healthcare-frog-march-firings-penny-lang-1.3707673/the-story-of-a-separate-and-unequal-canadian-health-care-system-1.3707678

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Libro: Una visión sobre «Trabajo social y lucha de clases»

América del Sur/Argentina/05 de Agosto de 2016/Autora de la Reseña: Nancy Mendez/Fuente: La Izquierda Diario

Libro: Una visión sobre «Trabajo Social y lucha de clases»

Autora: Andrea Oliva

Este libro, publicado en el año 2007, constituye un aporte indispensable a la hora de abordar el trabajo social desde una perspectiva crítica de la profesión, para analizar como surgieron las instituciones de servicio social, la autora nos plantea que es sumamente fundamental ver los hechos en el plano de la lucha de clases, de este modo “el Estado” tomó en sus manos las necesidades sociales como respuesta a la lucha de los trabajadores, y esto es lo controversial para pensar nuestra intervención, desmitificando de esta manera que el Trabajo Social sea la simple evolución de distintos tipos de ayuda social; es decir que no surgió el trabajo social por pedidos de limosna o caridad que de manera individual se solicitaron, sino que fue la respuesta de un estado que debió dar respuesta a las demandas colectivas de las organizaciones de trabajadores en un momento histórico determinado.

¿Caso individual o demanda colectiva?

Quienes hemos estudiado Trabajo social sabemos que algunos asocian no de manera inocente el surgimiento de nuestra carrera al abordaje del “caso individual” asociando de esta manera el abordaje individual al surgimiento de nuestra intervención profesional , intervención que fue “evolucionando” con el tiempo, llegando de esta manera a los distintos tipos de intervención estatal como la conocemos hoy; Oliva revierte este pensamiento con su investigación, mostrando que si se han creado instituciones destinadas a intervenir en demandas de la población , estas demandas fueron colectivas , producto de la organización de los trabajadores que lucharon por la conquista de sus derechos , para lo cual se organizó toda una infraestructura urbana para intervenir en lo que se denomina la cuestión social ( las problemáticas que surgen de la contradicción capital-trabajo) es decir que el discurso indigenista en nuestro país se relacionó de manera directa con la consecuencias de la cuestión social del periodo y ante esto la necesidad de los sectores gobernantes por mantener el orden y el control social frente al contexto de crisis política que atravesaba nuestro país.

En el libro la autora realiza un análisis del movimiento del capital a finales del siglo XIX y principios del siglo XX en nuestro país con las inmigraciones masivas que fueron fundamental para el desarrollo del capitalismo y en ese movimiento que llevó a la concentración de la fuerza de trabajo , se presentaron nuevas demandas que constituyeron una ruptura en las formas de organización existente hasta ese momento.

Otro factor a considerar que toma en su libro y que se desprende del anterior fue el proceso de urbanización: ya que el crecimiento poblacional no estuvo correspondido por una planificación urbana que cubra la alimentación, vivienda, salud, educación, de los trabajadores y sectores populares ,por tal motivo se constituyeron en una serie de problemáticas para la clase obrera, la cual respondió con distintos tipos de organización, en colectividades, asociaciones de socorros mutuos, sindicatos y partidos políticos, donde no solo su organización estaba destinada a sus derechos elementales como la alimentación, vivienda, educación , etc ; sino que también reclamaron por sus conquistas sindicales, aumentos de salario, eliminación del trabajo infantil , jornada laboral de 8 horas, por los derechos de las mujeres trabajadoras quienes ya se habían incorporado al mercado de trabajo en la industria , talleres, como empleadas domésticas; luchas obreras que han tenido a fines del siglo XIX y principios del siglo XX en nuestro país la influencia de la asociación Internacional de Trabajadores surgida en Inglaterra en 1864 conocida como la I Internacional y en 1889 la II internacional , organización internacional de los trabajadores para enfrentar a los capitalistas y luchar por una sociedad libre de explotación y opresión.

La profesión de Trabajador social no puede comprenderse sin las luchas de los pueblos, sin la organización de los trabajadores por mejorar las condiciones de vida. Es la demanda colectiva la que plantea la necesidad de dar respuestas colectivas, es decir la creación de los servicios sociales con el financiamiento público. (Oliva, A. Trabajo Social y Lucha de clases. Ed. Imago Mundi, Buenos Aires, 2007)

Este libro nos permite problematizar sobre la profesión en su historia, reflexionando sobre los orígenes del movimiento obrero y la creación de las primeras organizaciones de tipo sindical a fines del siglo XIX, comprendiéndola en la dinámica misma del capitalismo como sistema económico, político y social para reconocer nuestros intereses como trabajadores, reconociéndonos en los intereses de la clase trabajadora.

Fuente: http://www.laizquierdadiario.com/Una-vision-sobre-Trabajo-Social-y-lucha-de-clases-de-Andrea-Oliva

 

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Un Cura del S. XVII más feminista que tú

Por Marina Pibernat

En general, poco se habla de lo que conocemos como “querella de las mujeres”; ya sea en la enseñanza obligatoria, en las universidades o en los medios de comunicación. Esto es así a pesar de que la querella de las mujeres fue un intenso debate en los campos filosófico, político y literario que abarcó toda Europa durante la segunda mitad de la Edad Media y toda la Edad Moderna. El objeto de debate era la supuesta inferioridad natural de la mujer y, lo que es lo mismo, la supuesta superioridad natural del hombre. Como es de esperar, los participantes fueron mayoritariamente hombres. Pero allá por 1400 una mujer, Christine de Pizan, intervino con La Ciudad de las Mujeres, aportando por primera vez ideas ya propiamente feministas, reivindicativas de la igualdad entre hombres y mujeres.
Puede que a veces nos cueste pensar en términos de feminismo en períodos anteriores a la Ilustración, pero lo cierto es que las demandas de justicia social por parte de las mujeres – y hombres, como veremos – son muy anteriores a la articulación de lo que denominamos feminismo. ¿Tan raro sería que así fuera? ¿Debemos asumir las feministas que las mujeres que nos preceden asumieron impertérritas su destino subalterno? Si hubiera sido así, ¿en dónde se habría podido gestar el feminismo?
Precisamente este largo pasado “pre-feminista”, que entronca con la Ilustración y que vemos recogido en la extensa querella de las mujeres, es mantenido en los márgenes de la oficialidad; en el enésimo intento de hacer de las mujeres una especie de presencia fantasmagórica, que está pero no está, en toda la historia del pensamiento filosófico y de la acción política. De este modo, a las vivas no nos queda otra que dialogar con unos fantasmas que sólo parecen manifestarse ante nosotras para movernos los muebles que la oficialidad ha puesto en nuestras cabezas.
Unos siglos antes de que Chistine de Pizan escribiera La Ciudad de las Mujeres, muchas ya habían decidido llevar una existencia material y espiritual al margen de las estructuras de subordinación de la época, y a pesar de los discursos médicos y filosóficos que las concebían como física y moralmente débiles respecto de los hombres. Las llamadas Beguinas – Beatas, en el Reino de Castilla – si bien eran mujeres de espiritualidad y conocimiento, eran también laicas, ya que no eligieron la vida monacal porque rechazaban formar parte de la jerarquía de la iglesia, o de cualquier otra, como el matrimonio. Existieron beguinatos, como llamamos a las comunidades informales que constituyeron esas mujeres, en toda Europa, naciendo en Flandes a finales de s.XII.
Las mujeres de los beguinatos no sólo se dedicaban a la vida contemplativa y espiritual, también a la enfermería, la enseñanza y a otras actividades comerciales e industriales para poder vivir, incluyendo el pedir limosna. El origen social de las beguinas era muy diverso, desde campesinas hasta nobles, pasando por las hijas de la incipiente burguesía que se empezaba a conformar en las ciudades. Con el tiempo, hacía finales de la Edad Media, las beguinas serían perseguidas por la Inquisición, y muchas de ellas se integrarían en la Orden Jerónima; otras seguirían su camino de independencia, y continuarían siendo perseguidas.
Muchas de ellas pudieron intervenir en la querella de las mujeres a través de la escritura desde la corriente humanista – que supuso el acceso a la educación para muchas mujeres – o plasmando sus propias experiencias. Así, las beguinas representaron la vertiente más social de la querella de las mujeres, en contraposición a su vertiente académica, dominada por hombres y basada en los textos clásicos que se referían a la mujer como un ser incompleto, un hombre castrado. Los textos aristotélicos se había convertido en lectura obligatoria en las universidades desde el s. XIII.
En la segunda mitad del s. XVII, un joven parisino destinado por su familia burguesa a la carrera eclesiástica, llamadoFrançois Poulaine de la Barre y nacido en 1647, tuvo que hacer lo que cualquier estudiante de la historia conoce bien y tragar con los contenidos oficiales del programa. Pero todo aquello que caía fuera del ámbito académico era discutido igualmente en los salones literarios de la ciudad, organizados por mujeres aristócratas cultas del movimiento preciosista. Él participó en ambos espacios de debate intelectual.
Pronto se sintió atraído por la nueva filosofía cartesiana, y en 1673 hizo su aportación a la querella de las mujeres conDe la Igualdad de los Sexos, discurso físico y moral en el que se destaca la importancia de deshacerse de los prejuicios. En ella, Poulaine de la Barre aplicaba el racionalismo cartesiano llevándolo más allá, hasta el ámbito social y de las costumbres, político al fin y al cabo. Así, se anticipó a la Ilustración, y lo hizo desenmascarando el prejuicio según el cual la razón de las mujeres es naturalmente inferior a la de los hombres.
La desigualdad de bienes y de condiciones de vida hace que muchas personas juzguen que los seres humanos no somos iguales. Si buscamos en qué se fundan estas opiniones hallaremos que sólo están basadas en el interés o en la costumbre”.
Ciertamente esto parece encajar con una visión materialista de la conciencia, según la cual el contexto social, cultural y económico determinan nuestras visiones sobre el mundo y sobre los seres humanos. Además de hacer notar la influencia del medio social, este filósofo apuntó a lo que mucho más tarde llamaríamos interseccionalidad diciendo que:
No hemos observado lo que pueden hacer en nosotros los hábitos, las prácticas, la educación y el estado exterior, es decir, la combinación de factores como el sexo, la edad, la fortuna o el cargo que nos ubican en la sociedad”.
Todo esto, pues, influye en la forma de observar las verdades que se nos presentan, y es por esto que Simone de Beauvoir, más de tres siglos después, encabezaría su obra El Segundo Sexo (1949) con dos citas. La primera, de Pitágoras: “Hay un principio bueno que ha creado el orden, la luz y el hombre, y un principio malo que ha creado el caos, las tinieblas y la mujer”. Y la segunda: “Todo cuanto han escrito los hombres sobre las mujeres debe ser sospechoso, pues son a un tiempo juez y parte”, de Poulaine de la Barre.
Con su obra de 1673, pues, nuestro cura francés fue el primero en toda la historia de la filosofía en convertir a la mujer en el sujeto epistemológico de referencia para así desvelar el prejuicio de la naturalización de la desigualdad sexual, es decir, la subordinación de la mujer. Y es precisamente relevante el hecho de que atribuyera a la cultura la desigualdad social entre hombres y mujeres, mientras que afirmaba que naturalmente son iguales en capacidades, virtud o inclinación al vicio.
En 1674 se editó un París otra obra suya, La Educación de las damas para la formación del espíritu en las ciencias y las costumbres, en la que profundizó en la cuestión de que la inteligencia no tiene sexo; y, consciente de la influencia de ese “estado exterior” al que se refirió, en la idea de una necesaria educación e instrucción de las mujeres. Se trataba de una propuesta cartesiana de método educativo como base de una educación igualitaria y universal.
Uno de los grandes filósofos de la Ilustración, ya en el sigo XVIII, que trató la cuestión de la educación en relación con la igualdad fue el misógino Rousseau – que aquí no merece negritas -. Es bien sabida la segregación con la que este filósofo trató la cuestión de las mujeres y su educación, especificado en el capítulo “Sofía” de su “Emilio” de 1762. Es por esto que Celia Amorós ha definido la obra de Poulaine de la Barre como la senda perdida entre Descartes y Rousseau. Unos planteamientos radicales y muy novedosos de igualdad entre hombres y mujeres, que tristemente parece que cayeron en saco roto, por lo menos en cuanto al discurso académico y político oficiales.
Poulaine de la Barre siguió pensando y escribiendo fiel a sus planteamientos filosóficos, lo que le llevó a enfrentarse con la jerarquía eclesiástica, a dejar el catolicismo y a pasarse al calvinismo, a casarse y tener hijos. Esto le costó el repudio de su familia y el exilio en Ginebra, donde murió en 1725. Aristóteles – que tampoco merece negritas aquí – sigue siendo lectura obligatoria en todas la universidades. No así nuestro cura francés, cuyos radicales postulados forman parte de esta fantasmagórica presencia femenina pero también feminista – en la que encontramos mujeres pero también hombres – por ser permanentemente expulsada del hilo oficial de cualquier rama del conocimiento filosófico, histórico y socio-cultural.
No hace falta detenernos extensamente en la necesidad feminista de reconstruir los hilos genealógicos de la acción política de las mujeres y del pensamiento filosófico feminista que el discurso oficial se ha encargado de ir cortando. Indudablemente Poulaine de la Barre formaría parte de estas genealogías. Si hemos querido traer aquí algunas de las tesis de este cura del s. XVII es por rescatar un importante referente entorno al debate entre cultura y naturaleza en relación al estudio del género. Somos unas cuantas personas las que percibimos un aumento de los postulados que naturalizan unas diferencias sexuales que son en realidad diferencias sociales, y en parte lo hacen apelando a la biología, al cuerpo o a la reproducción.
Poulaine de la Barre dejó claro que las diferencias biológicas no suponían racionalmente ninguna diferencia que explicara las desigualdades sociales entre hombres y mujeres, que creerlo provenía de prejuicios erróneos; aunque quienes lo sustentan pasen por grandes sabios, cuando en el fondo dicen lo mismo que cualquier ignorante. Incluso en el mismo seno del feminismo encontramos ahora visiones que definen a la mujer en función de su corporeidad y su biología antes que por su historia y sus concepciones filosóficas y antropológicas. Así, caen en el mismo error una y otra vez, probablemente por simple desconocimiento; relegando otra vez a la mujer al ámbito de lo natural, de lo biológico y, en última instancia, de lo inmutable. Y es en esta supuesta inmutabilidad, lógicamente ahistórica, que el prejuicio patriarcal lleva aferrándose miles de años. Y es que si partimos de lo inmutable, jamás podremos pensar en realizar cambios. Que todo esto sea así es más fácil cuando a la sociedad se le niega la historicidad de las concepciones sociales de lo que es la mujer o el conocimiento de la participación femenina en las revoluciones políticas, sociales y culturales.
No deja de ser irónico que un cura parisino de la Edad Moderna, de cuando aún no existía propiamente el feminismo, fuera más feminista que muchos – ya no digamos curas – hombres y mujeres, algunas hasta autodenominadas feministas, que en la actualidad siguen haciendo gala del mismo prejuicio que Poulaine de la Barre hirió de muerte sin otra herramienta que su razón. La conocida antropóloga Margaret Mead, una relevante personalidad en las teorías de la construcción del género como producto socio-cultural, ya dijo que frente al cambio social y al temor que éste provoca es fácil recurrir a explicaciones de tipo biológico que dan sensación de inmutabilidad.
Ninguna teoría o explicación científico-filosófica que no parta de la idea de cambio o que no pueda asumir la historicidad de sus propios términos tiene nada que ver con el feminismo. Es necesario que el feminismo combata este tipo de concepciones; ya que precisamente la teoría feminista debe esforzarse en obligar al conocimiento a replantearse a si mismo y a sus objetos de análisis. Dejaremos para otro día la cuestión del feminismo como epistemología, cuya primera muestra podemos ver en los textos de este contestatario cura parisino del s. XVII, François Poulaine de la Barre.
———————
Fuentes:
De Beauvoir, S. (1949) El Segundo Sexo. Ediciones Cátedra, Universitat de Valencia, 2014, Madrid.
Mead, M. (1977) Cultura y Compromiso. Gedisa Editorial, 1990, México.

Rivera Garretas, M. M; (1996). La querella de las mujeres: una interpretación desde la diferencia sexual. Política y Cultura, primavera, 25-39.

Los textos de Poulaine de la Barre son difíciles de encontrar tanto en edición física como digitalizada. En este enlace se puede acceder a parte de su obra «De la Igualdad de los Sexos» de 1673.

Fuente: http://ladyaguafiestington.blogspot.com/2016/06/un-cura-del-s-xvii-mas-feminista-que-tu.html
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Maisanta, nace la leyenda

América del Sur/Venezuela/22 de Julio de 2016/Fuente: Tatuy Tv – Aporrea

Este 29 de julio se estrena la película venezolana «Maisanta, nace la leyenda» una producción de la Villa del Cine.

La historia cuenta la vida del joven Pedro Pérez Delgado* quien combatió contra las tiranías que pretendían dominar a la naciente República de Venezuela. Su crecimiento tendrá que ver con una importante transición política y económica del país en la cual se desarrolla intensas historias de amor.

El nuevo film, se estrena este 29 de julio y el público podrá disfrutar de esta cinta venezolana protagonizada por los actores: Gabriel Mantilla quien interpreta a Maisanta (jóven) y Ramón Roa (adulto).

Esta película contará con la participación de Alberto Alifa interpretando a (Pedro Pérez Delgado); Karina Velázquez (Felicia); Beatriz Vázquez (Josefa); Daniela Bueno (Petra); Pedro Luis Blanco (Mateo); Favio Mayid (Andrés) entre otros.

*Más sobre Maisanta:

 

Descarga el afiche de la película:
http://www.albatv.org/IMG/jpg/afiche-maisanta-_bajaoficial.jpg

Pedro Pérez Delgado en Wikipedia:
https://es.wikipedia.org/wiki/Pedro_P%C3%A9rez_Delgado

Los cuentos del Arañero, «Maisanta»:
http://www.cuentosdelaranero.org.ve/maisanta/

Fuente: http://www.aporrea.org/actualidad/n294098.html

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Para hallar sentido a una conmemoración

Centroamérica/Cuba/22 de Julio de 2016/Autor: Pedro de la Hoz/Fuente: Granma

Una de las páginas más infames de la historia, la esclavitud a la que fueron sometidos por siglos mujeres, hombres y niños procedentes del continente africano, solo terminó en Cuba a la altura de 1886, mucho tiempo después que en la mayoría de los territorios del hemisferio occidental.

Si bien el 13 de febrero de 1880 la Corona española decretó una ley que proclamaba “el cese del estado de esclavitud en la isla de Cuba”, los dueños de esclavos continuaron explotando a estos amparados por el artículo 3 de un documento que establecía el derecho de los patronos “de utilizar el trabajo de sus patrocinados”. Una jerga legal eufemística disimuló la continuidad de un brutal régimen de explotación.

Hubo que esperar seis años más para que el llamado Patronato se extinguiera. El final de la esclavitud en la Isla no fue un regalo de la metrópoli colonial ni de la necesidad de actualizar las relaciones de producción, sino el re­sultado de largos años de lucha abolicionista que, en el caso de Cuba, estuvo vinculada a la lucha por la independencia. El gesto de Carlos Manuel de Céspedes al iniciar la insurrección anticolonial el 10 de octubre de 1868 resultó elocuente: al alzarse en armas dio la libertad a sus esclavos. Mucho tiempo antes, en 1812, José Antonio Aponte, negro libre, artesano y pintor, lideró una conspiración para independizar a Cuba y emancipar a los esclavos.

El comercio trasatlántico de esclavos africanos y la explotación de esa mano de obra en las plantaciones azucareras y cafetaleras constituyó la base de la acumulación capitalista de los países europeos. La modernización de la economía de los países desarrollados occidentales —incluyendo a Estados Uni­dos— no pue­de explicarse sin el régimen esclavista.

Mas no se trata de ver las cosas desde un ángulo estrictamente económico. El historiador Pedro Pablo Rodríguez describió la esclavitud como “una verdadera patología social y cultural, muchos de cuyos aspectos significativos han quedado ocultos bajo el velo del tiempo, todo ello condicionado a su vez por los intereses y las perspectivas afines o surgidos de ella”.

Lo que la doctora María del Carmen Barcia, con dolor, expresa acerca del sufrimiento de los seres arrancados de sus tierras durante la travesía trasatlántica —“por muchos datos que los historiadores hayamos acopiado es imposible reconstruir toda la iniquidad, la vileza, el desamparo, la humillación y las crueldades que los africanos sufrieron”, nos dice—, es válido para asomarnos al horror del barracón, el látigo sobre los cuerpos, los castigos en el cepo, la violación de las mujeres, la destrucción de las familias y la sobrexplotación productiva de no se sabe cuántos esclavos, incluso de los nacidos bajo esa condición en nuestra tierra.

Nada de esto puede ser olvidado, como tampoco la resistencia que dio lugar al cimarronaje. Ni la incorporación masiva de los antiguos esclavos a las gestas independentistas. Ni los aportes que esos africanos, preteridos y ninguneados, hicieron, pese a la voluntad de sus explotadores, a la forja de la nación y la cultura cubanas.

Es por ello, como observó el poeta y antropólogo  Miguel Barnet, que “tomar conciencia plena de lo que significó el gigantesco holocausto de la trata esclavista moderna para los pueblos subsaharianos, yo diría que el más terrible que haya conocido la humanidad, es también tener presente la profunda huella estampada por hombres y mujeres que atados por gruesas cadenas llegaron a nuestras costas para nunca más regresar a sus tierras, a sus familias y a sus culturas”.

Estos presupuestos no solo deben animar la conmemoración del aniversario 130 de la abolición de la esclavitud en Cuba, sino también la sistemática promoción del conocimiento de nuestra historia y el cultivo de una sensibilidad que nos haga entender íntegramente, sin fracturas ni vacíos, nuestra identidad.

Las jornadas conmemorativas llaman la atención sobre acontecimientos y procesos, pero las lecciones que se desprenden de estos únicamente se asimilan y trascienden cuando encarnan de manera permanente y creativa en el tejido social y la memoria individual de quienes en esta época proyectan y construyen el futuro.

El 4 de septiembre de 1998, durante una visita a la Sudáfrica de Mandela, Fidel Castro, sintetizó una realidad: “Sin África, sin sus hijos y sus hijas, sin su cultura y sus costumbres, sin sus lenguas y sus dioses, Cuba no sería lo que es hoy”.

Fuente: http://www.granma.cu/opinion/2016-07-21/para-hallar-sentido-a-una-conmemoracion-21-07-2016-22-07-24

Fuente de la imagen: http://www.bandera-de.com/cuba/

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Eduardo Galeano. Espejos: Una historia casi universal

Autor: Eduardo Galeano

Año: 2008

Editorial: Siglo XXI 

País: España

ISBN: 97884-323-1314-1 

Sinopsis: Aquí no hay fuentes bibliográficas. No tuve más remedio que suprimirlas. A tiempo advertí que iban a ocupar más páginas que los casi seiscientos relatos de este libro…

«Los espejos están llenos de gente. Los invisibles nos ven. Los olvidados nos recuerdan. Cuando nos vemos, los vemos. Cuando nos vamos, ¿se van?»

Descargar: http://resistir.info/livros/galeano_espejos.pdf

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Israel: La herencia judía mizrají se incorpora en los programas escolares

Asia/Israel/10 Julio 2016/Fuente y Autor: Aurora-israel

En una decisión sin precedentes, el ministerio de Educación ha incorporado el legado cultural judío mizrají (oriental proveniente de los países musulmanes, sefardí y del Norte de Africa) a la currícula escolar.

El ministro de Educación Naftali Bennett expresó: «Después de 68 años, estamos corrigiendo un error histórico y voy a procurar que cada estudiante aprenda acerca de su herencia familiar y se enorgullezca de ella.» Los estudiantes de todas las edades aprenderán acerca del patrimonio sefardí y mizrají.

Bennett recibió las sugerencias de un comité encargado de la introducción de la cultura e historia mizrají y sefardí en el programa escolar israelí, coordinado por el poeta Erez Bitón. Entre ellas, se cuentan viajes de patrimonio histórico para los jóvenes a los Balcanes, la región del Magreb y España, visitas en las ciudades periféricas de Israel, y preguntas acerca de la historia judía mizrají en los exámenes de matriculación de la escuela secundaria.

Los judíos mizrajíes (orientales) provienen de Oriente Medio y los judíos sefardíes de la Península Ibérica, mientras que judíos ashkenazíes provienen típicamente de Europa Central y Oriental.

Bitón agradeció a Bennett, diciendo: «Este es un momento emocionante. Este trabajo es resultado de la dedicación de 100 personas que se sentaron juntas durante cinco meses.»

El comité recomienda que la promoción de la herencia judía sefardí y mizrají debe convertirse en una misión nacional y debe comenzar en el jardín de infantes y continuar a través de los institutos de educación superior.

Sobre el tema de la enseñanza del Holocausto, el comité recomendó que, junto con el foco central en la comunidad judía ashkenazí, las lecciones deban incluir también las experiencias y testimonios de judíos que vivían en el norte de África y en Tesalónica, Grecia, durante ese tiempo.

El comité también recomendó lecturas de las obras de Biton, así como las obras de los escritores Sami Michael, Dan Benaya Seri, Amira Hess y los poetas jóvenes Roy Hasan y Adi Kaisar en el plan de estudios de literatura.

Tambien recomendo que todos los estudiantes universitarios en los programas de educación y todos los profesores de historia cursen estudios obligatorios en la historia de la comunidad judía sefardí – mizrají desde el siglo XVII hasta el siglo XX como condición para recibir una licencia de enseñanza.

Para las clases de educación cívica, el comité recomendó la inclusión del «caso de los niños judíos yemenitas» (la desaparición de cientos de bebés y niños pequeños de familias de inmigrantes de Yemen, países árabes y los Balcanes desde 1948 hasta 1954), el movimiento de justicia social mizrají Panteras Negras, los disturbios de Wadi Salib, entre otros temas.

«Incluso si implican sentimientos de confrontación y debate, es importante promoverlos, ya que son parte integral del tejido social dinámico», dice el informe.

Cada año, alrededor de 30 de noviembre, el día que marca la expulsión de los judíos mizrajíes de los países árabes, debe ser una semana de estudios dedicada al tema, incluyendo viajes de estudios pertinentes, recomienda el informe.

Los estudiantes también deben aprender sobre el fallecido presidente Itzjak Navón, que era de origen sefardí, así como sobre el fallecido Rabino sefardí de Israel Ovadia Yosef.

El comité ha ampliado sus recomendaciones a la esfera académica, sugiriendo que el Consejo de Educación Superior en Israel debe comprender 50% de representantes mizrajíes-sefardíes. El consejo pidió además establecer una nueva facultad de estudios del patrimonio mizrají-sefardí bajo el área de humanidades e incrementar la investigación en el campo.

El coste global de las recomendaciones del comité sería de 250 millones de shekels (unos 64,3 millones de dólares) por año.

La ministra de Cultura Miri Regev, ella misma de origen marroquí y conocida defensora de la cultura mizrají y sefardí, alabó a Bennett y declaró: «estoy feliz e incluso emocionada de ver concretadas las recomendaciones del Comité Bitón y que el Ministerio de Educación sea una parte de la revolución por la justicia cultural. 2016 es el año en que comienza la edad de oro de la cultura mizrají en Israel».

Fuente de la noticia: http://www.aurora-israel.co.il/articulos/israel/Nacional/72505/

Fuente de la imagen: http://1.bp.blogspot.com/-PCN4dXjS19A/UdYTHgD1DQI/AAAAAAAAACg/y1Jf-DhcFsY/s244/judaismo.jpg

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