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España: Cuarta edición del concurso de memoria histórica para jóvenes

El concurso, con tres modalidades diferentes, está pensado para chicas y chicos desde secundaria hasta los 35 años. Cada persona puede entregar hasta dos trabajos para cada una de las modalidades que consisten en un ensayo historiográfico, un escrito literario o un vídeo.

Hasta ahora el concurso se había restringido al ámbito de la Región de Murcia, pero en esta ocasión es de ámbito estatal. Por eso se admitirán trabajos en cualquiera de las lenguas oficiales del Estado, siempre y cuando adjunten una traducción al castellano

Los trabajos deben centrarse en cierto marco temporal que irá desde la dictadura de Primo de Rivera hasta la Transición democrática, incluida esta.

Habrá dos tipos de participantes: estudiantes de secundaria o bachillerato y alumnado universitario o menor de 35 años.

Ambos podrán participar en las tres modalidades del concurso. La primera de ella es un ensayo histórico o investigación inéditos. La segunda, un trabajo literario que tenga como centro de interés algún aspecto de la Memoria Democrática o de sus protagonistas. En este caso, los textos pueden ir desde el microrrelato a la poesía, pero no deben sobrepasar los 25 folios o las 50 páginas. La tercera modalidad es audiovisual. Un vídeo con una duración de entre uno y tres minutos.

El concurso cuenta este año con una subvención de la Secretaría de Estado de Memoria Democrática que ha permitido un aumento considerable en la cuantía económica de los premios, que se encuentran, según la modalidad, entre los 600 y los 900 euros. La cuantía puede consultarse en las bases. Los trabajos podrán entregarse hasta el 1 de mayo.

En cualquier caso, los jurados tendrán en cuenta la calidad del trabajo conforme a su modalidad y categoría, su pertinencia en el campo de la memoria histórica y su relevancia para la memoria colectiva y social.

El jurado en las dos primeras modalidades estará conformado por Francisco Espinosa Maestre, como presidente
honorario, y por historiadoras e historiadores: Mirta Núñez Díaz-Balart, Dolors Marín Silvestre, Pedro M.ª Egea Bruno, Fernando Hernández Sánchez y Ángel del Río Sánchez.

En el caso de la modalidad audiovisual, el jurado estará presidido por Carlos Olalla, (cineasta, profesor de audiovisual y director del Festival de FESTIMED), Alfonso Burgos (director de cine y profesor en la Universidad de Zaragoza), Laura
Mena García (especialista en comunicación audiovisual y profesora de la escuela de cine de la Fctad de Comunicación de la U. de Murcia), y el profesor Pedro M. Egea Bruno (catedrático emérito de la Universidad de Murcia) quien velará por el rigor histórico.

Los trabajos escritos serán publicados por la Universidad de Murcia, mientras que los audiovisuales se proyectarán en el festival de cine por la memoria democrática (Fescimed) y en la Filmoteca Regional Paco Rabal el día de la entrega de los premios, en septiembre de 2024.

Las bases completas del concurso pueden consultarse en el siguiente enlace: https://nuestrofuturoesnuestrahistoria.blogspot.com/2024/01/iv-concurso-nuestro-futuro-es-nuestra.html en donde, además, se puede encontrar la dirección de correo electrónica a la que enviar los trabajos.

 

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Opinión | Historia Latinoamericana: ¿Celebrar, conmemorar o reflexionar?

Por: Sofía García-Bullé

La conversación sobre el aspecto crítico de la historia es crucial en el aula para la formación de una identidad cultural más completa y madura del estudiantado.

Bajo el marco del Día de la Raza, se abre de nuevo una conversación siempre presente cada 12 de octubre desde que el revisionismo histórico nos llevó a reevaluar la manera en que recordamos el descubrimiento y colonización de América. La pregunta principal en este tema, la que abre el debate es, ¿debemos seguir celebrando esta efeméride?

Nuevas perspectivas y revisiones históricas han llevado al centro de la conversación lo complicado del legado de los europeos tras descubrir y conquistar el nuevo mundo. Si bien los primeros registros favorecieron a personajes históricos como Cristóbal Colón y Hernán Cortés como héroes y exploradores que hicieron avanzar la historia y trajeron invaluables contribuciones a la cartografía, el comercio y la formación del continente americano, estos recuentos dejaron en un segundo plano la experiencias de quienes pagaron un precio enorme durante la colonización de América: las razas originarias.

Simplemente el título Descubrimiento de América, conlleva un gran número de implicaciones, como el que el continente y sus habitantes no existían como tal hasta que las potencias europeas los “descubrieron” o que se trató de un proceso inocuo o sin violencia, cuando el paso inmediato tras el descubrimiento fue una campaña bélica de conquista. Quizás a este proceso sería más adecuado llamarlo: la invasión de América, pero hacerlo también conlleva una serie de riesgos epistémicos, filosóficos y culturales bastante serios. ¿Cómo la recordaríamos entonces? ¿Cómo una guerra perdida y no como el inicio histórico del continente como lo conocemos? ¿Qué identidad cultural tendríamos entonces? ¿Mayas? ¿Tlaxcaltecas? ¿Yaquis? Entenderíamos México de una forma totalmente diferente, quizás ni siquiera como país, porque no lo éramos antes de la llegada de los españoles y la consecuente liberación tras la independencia. ¿Qué reparaciones pensaríamos que deberían otorgarse desde esta identidad cultural que denuncia el descubrimiento de América como invasión? ¿Cómo complicaría esta situación el panorama geopolítico actual y las relaciones internacionales con Europa? Si creen que estas preguntas son un dolor de cabeza, hay otra más complicada, ¿cómo entenderíamos entonces el concepto y consecuencias culturales del mestizaje? La resignificación total de un evento histórico puede tener aristas muy filosas cuando se realiza desde un pensamiento radical, aún dentro de un contexto de buenas intenciones y búsqueda de justicia.

En el 2019 el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, nos mostró un vistazo de cómo se ve un gobierno mexicano que gestiona relaciones con España a través de la perspectiva de invasión en vez de descubrimiento. El mandatario solicitó del Rey de España y del papa Francisco, una carta de disculpa por los abusos cometidos a los pueblos originarios de México durante la conquista hace 500 años. El gobierno español rechazó con firmeza el contenido de la carta de López Obrador y contestó lo siguiente:

«La llegada, hace 500 años, de los españoles a las actuales tierras mexicanas no puede juzgarse a la luz de consideraciones contemporáneas. Nuestros pueblos hermanos han sabido siempre leer nuestro pasado compartido sin ira y con una perspectiva constructiva, como pueblos libres con una herencia común y una proyección extraordinaria».

Reiteraron también su disposición para trabajar conjuntamente con México para construir un marco apropiado que magnifique la amistad y cooperación entre los países para retos futuros. Este año, el papa Francisco, jefe de Estado del Vaticano, emitió recientemente una carta de disculpa. La comunicación oficial fue leída públicamente por Rogelio Cabrera, cardenal y presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano. Este mensaje de reconocimiento y reivindicación tardó más de dos años en producirse. Si bien el proceso con el Estado Vaticano fue lento pero favorable, las relaciones con España abrieron un inciso sin duda complicado. Todo este intercambio es un excelente ejemplo de cómo una perspectiva histórica sin memoria de los oprimidos puede ser tan incompleta y peligrosa que una visión que use la historia como herramienta exclusiva de retribución o rendición de cuentas.

El escritor Leopoldo Mendívil ofrece un punto de vista revelador y crítico acerca de la historia en el primer capítulo del libro “México a tres bandas”, escrito en colaboración con sus colegas Pedro J. Fernández y Juan Miguel Zunzunegu Mendívil habla de dos bandos que se aproximan a la historia de México de maneras opuestas: los antiespañoles, quienes detestan a Cortés y todo lo que vino con la conquista, y los antiaztecas, que aborrecen a este imperio prehispánico por su sistema de tributo y afiliación a los sacrificios humanos. Ambas opiniones son reduccionistas y pasan de largo aspectos importantes de los cómos y porqués del México prehispánico y de la Nueva España. Como el hecho de que la conquista fue concretada por los mismos pueblos originarios. Durante la batalla en la que cayó Tenochtitlán, el registro de españoles presentes varía de 400 a 850. De acuerdo a Zunzunegi, los pueblos originarios pelearon con 150,000 soldados.

“Toda nación existente hoy es el resultado de muchos conquistadores en el pasado”. En su corta pero contundente máxima, Mendívil aboga por una perspectiva de la historia analítica que no simplifique el pasado colectivo a una cuestión de “héroes y villanos”. Reconocer el papel de los indígenas americanos en la conquista de México no tiene porqué borrar las atrocidades cometidas por exploradores, soldados y evangelizadores españoles. El entender que la cultura mexicana es la base de una identidad nacional y es digna de celebrarse, igual que la de todos los demás países en América (latinos o no) no está peleado con reconocer que las circunstancias en las que estas culturas nacieron no fueron la epítome del respeto a los derechos humanos. Pero en una época en la que los países eran creados y establecidos por el poder de las potencias militares, ¿qué conquista está libre de crímenes contra la humanidad?

Entonces, ¿dónde encaja toda esta extensa lección de historia en el cuestionamiento de cómo es correcto significar fechas históricas importantes como el Día de la Raza? Este problema se puede resolver desde el aula. Si hablamos de enseñar historia, es necesario enseñarla como una herramienta de aprendizaje social, el repositorio de una memoria colectiva, el entendimiento de las circunstancias que constituyen el presente, ya sean buenas o malas, no como la base de un culto a eventos y personajes del pasado.

En una fecha como esta podemos tanto celebrar como conmemorar. Celebrar el legado de la cultura de los pueblos originarios, conmemorar la tragedia de las injusticias sobre las cuales se erigieron las colonias en América, quizás tengamos el espacio para hacer ambas cosas, pero lo que no podemos dejar de hacer bajo ninguna circunstancia es reflexionar sobre lo complejos y multidimensionales que son los eventos históricos de esta naturaleza.

La conversación en clase sobre la historia como el recuento de las vivencias de personas, así como el desarrollo de eventos internacionales del pasado que responden a una agenda de intereses, algunos de estos todavía vigentes, es crucial para crear una conciencia histórica capaz de ver los grises y que no esté limitada a celebrar ciegamente eventos a los que está ligado un gran costo humano, pero tampoco invisibilizar los procesos que dieron lugar a los aspectos positivos de las culturas e identidades que tenemos hoy.

¿Cómo hablas de la historia detrás del Día de La Raza en el aula? ¿Abres conversación sobre la complejidad de los eventos que formaron el continente? ¿Te centras en la parte de la celebración? Cuéntanos en los comentarios.

Fuente de la información e imagen: https://observatorio.tec.mx

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¿Qué es el revisionismo histórico?

Por: Sofía García-Bullé

El revisionismo histórico nació muy cerca de la política, pero puede ser útil si su fin es académico.

La historia es, sin duda, una de las ciencias sociales más fascinantes. A través del registro de eventos podemos hacernos una idea de lo que ha sucedido en el pasado y cómo este transcurrir ha formado el mundo que conocemos.

En artículos anteriores hemos hablado sobre lo que es la historia y la historiografía. Siendo la primera la recolección y documentación de eventos importantes que comprenden un pasado común, y la segunda un estudio de cómo se realiza esta tarea. La historiografía, más que contarnos sobre un sucesos históricos como la conquista de México, la Revolución Industrial o el primer aterrizaje en la luna, nos cuenta sobre cómo escribieron las personas que participaron en el evento.

Esta disciplina se centra en el análisis de la historia. Se conforma de una serie de teorías y técnicas para estudiar, entender e interpretar los hechos históricos. El trabajo del historiador es tomar las piezas del rompecabezas que representan las diferentes fuentes de un suceso o período histórico para culminar en un relato cohesionado.

Darle sentido a la historia es un proceso que puede realizarse de distintas maneras, por eso existen varias escuelas y corrientes de la historiografía. Una tendencia que ha tomado popularidad esta última década ha sido el revisionismo histórico.

¿Por qué mirar el pasado con ojos del presente?

El revisionismo histórico, como su nombre lo indica, consiste en volver a revisar las fuentes sobre un registro o periodo histórico, ya sea con una perspectiva diferente o con nuevos datos que pudieran alterar cómo vemos una parte de la historia.

Esta forma de revisitar la historia desprende aspectos tanto positivos como negativos. Casos como los de Rosalind Franklin, cuyo trabajo fue instrumental en el descubrimiento de la cadena de ADN, no habría sido conocido ni se hubiera vuelto foco de conversación de la comunidad científica de no existir una intención de regresar a rescatar elementos importantes de una historia que ya había sido contada y solidificada en la memoria colectiva.

Otras instancias positivas de la aplicación del revisionismo histórico están ayudando a rescatar visiones completas sobre sociedades antiguas como la vikinga, por ejemplo, de la que se ha descubierto recientemente que se era multiétnica y no exclusivamente escandinava, además de contar con una visiones muy progresivas acerca de género y sexualidad.

El punto clave para dimensionar el uso del revisionismo histórico como algo positivo es que el propósito de aplicarlo sea completar la información sobre algún evento o periodo o revelar algún conocimiento oculto pero verdadero sobre el tema en cuestión. El problema con este enfoque, es que no siempre se utiliza con este propósito.

Negacionismo y revisionismo político

El origen del revisionismo es político, al haber surgido como una forma de revisitar y mirar con otros ojos el marxismo. Sin embargo, hay que tener cuidado en qué tan políticos e ideológicos son los fines de revisitar y proponer nuevas formas de dimensionar un hecho histórico. Esta tendencia académica también ha sido la base para buscar formas de negar eventos históricos importantes, como el Holocausto judío, el genocidio armenio, e inclusive, fundamentar un interés por el terraplanismo. El ideal del revisionismo histórico es encontrar la verdad en un devenir pasado, completar panoramas históricos y enriquecer la forma en que vemos los sucesos que han construido nuestra realidad actual.

Mientras el propósito de esta corriente historiográfica sea saber más y entender mejor la historia, contará como una herramienta epistémica valiosa. Pero para lograr esto es necesario que los historiadores estudien e investiguen si bien, no con una completa objetividad, si con un compromiso académico y educacional mayor a cualquier afiliación política e ideología.

¿Habías oído antes sobre el revisionismo histórico? ¿Qué piensas de su rol en la forma en  que vemos la historia hoy en día? Cuéntanos en los comentarios.

Fuente de la información e imagen: https://observatorio.tec.mx

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Historia e Historiografía, ¿Cuál es la diferencia?

Por:

La historia es el suceso, y la historiografía la forma de estudiarlo y darle sentido.

Definir el concepto de historia pudiera parecer algo simple si la vemos superficialmente. A diferencia de rubros del conocimiento más exactos, como las matemáticas, la historia es una ciencia social viva y flexible, y la perspectiva juega un papel crucial en la forma en cómo se define.

Si le preguntas a un niño de primaria, la historia puede ser o su materia favorita, o la que tiene todas esas fechas y datos que le cuesta aprender. Para un antropólogo, la historia podría ser un conjunto de estos acontecimientos y hechos, especialmente los vividos por una persona, por un grupo o por los miembros de una comunidad social. Un maestro podría ver  la historia como narración ordenada y detallada de estos acontecimientos y hechos, así como de aquellos que están relacionados con algún aspecto de la actividad humana.

El diccionario Oxford ofrece todas estas definiciones  para un solo campo de estudio porque al hablar de historia, el punto de vista es crucial para entender cómo y porqué se escribe en primera instancia.

Este registro escrito de quién o quiénes son testigos de sucesos que construyen una memoria colectiva, es la razón por la que la historia existe como la conocemos. Tenemos acceso a ella a través de fuentes tangibles y podemos enseñarla en las escuelas. Pero, ¿cómo se relaciona la historia con la historiografía? ¿Qué es y por qué no son exactamente lo mismo?

¿Cómo construimos una visión del pasado?

Para entender el concepto de historiografía, es necesario pasar por el proceso que hace posible tanto el suceso como el registro. Fernando Pacheco, profesor universitario  de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México y especialista en Ciencias Sociales y Humanidades explica, muy claramente, la forma en que la historia existe, se estudia y se analiza.

Un acontecimiento es un discurso de primer orden, el registro de tal hecho histórico, es un discurso de segundo orden; hasta aquí abarca lo que conocemos como historia. La investigación y análisis de los registros históricos corresponde a un tercer orden, esto último es la historiografía.

¿De quién depende la historia?

No necesitas ser un profesional de la historia para participar en ella, en artículos anteriores hemos hablado sobre cómo las fuentes históricas han evolucionado de acuerdo a factores como los recursos para generar textos y quién tenía acceso a ellos. Hoy en día, cualquier persona con acceso a internet puede generar un registro histórico a través de una red social, un blog o cualquier espacio público virtual.

Pero, ¿quién evalúa que determinado contenido esté generando o relatando un momento histórico? ¿Quién se encarga de elaborar una visión completa con las perspectivas pertinentes acerca de tal evento? Este trabajo lo hacen los historiadores.

Los historiadores se dedican a la investigación, análisis e interpretación de los textos y registros históricos. Usualmente se especializan en alguna corriente historiográfica determinada y se enfocan en un periodo histórico específico o en algún aspecto que distingue a tal periodo.

El trabajo de historiador consiste en averiguar y procurar todas las fuentes posibles acerca del periodo o aspecto que estudia, y armar, con la información obtenida y su interpretación, un relato cohesivo a través del cual podemos entender eventos pasados. Este es el proceso detrás de los libros de historia que leemos o los currículums de la materia que armamos en las escuelas.

El historiador se distingue por su persistir investigativo, su pasión por la lectura, su  capacidad de procesar grandes volúmenes de información y un sentido crítico para ordenar, y priorizar datos al momento de hilvanar un recuento histórico. El mayor compromiso de un profesional de la historia no es con la objetividad, es imposible serlo 100% cuando tu objeto de estudio son las experiencias pasadas de la gente, pero sí es fundamental la veracidad, la flexibilidad para encontrar la interpretación más óptima y la empatía para encontrar un equilibrio entre los dos aspectos anteriores.

En esta línea de trabajo, también es importante considerar que la historia no solamente es el objeto de estudio, es el camino al aprendizaje y a un entendimiento más profundo no de un conjunto de eventos, sino de cómo estos han formado el mundo que conocemos ahora.

¿Has dirigido o participado en una clase de historiografía? ¿En qué aspectos difiere de una clase de historia? ¿Crees que es importante que desde los niveles básicos se entienda esta diferencia? Cuéntanos en los comentarios.

Fuente e Imagen: https://observatorio.tec.mx/edu-news/historia-historiografia

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Busca AMLO tirar puentes, ¿rescatará la historia?

Por:  Sofía García-Bullé

El mandatario mexicano hace un intento por recuperar el conocimiento histórico.

El pasado miércoles, el presidente Andrés Manuel López Obrador causó revuelo una vez más en los titulares al anunciar su iniciativa para retirar los “puentes”, la práctica de mover el asueto de un día festivo al lunes o viernes más próximo. El motivo citado para esta propuesta fue su preocupación por la falta de conocimiento histórico en los niños.

“Los niños en las escuelas hablan de puentes pero no del por qué no asisten a la escuela un viernes o lunes como acaba de suceder, y resulta que hoy, el 5 de febrero, nadie recuerda que se promulgó la Constitución”.

López Obrador calificó de lamentable que las fechas cívicas y el conocimiento histórico que se desprende de las mismas haya caído en el olvido y agregó que propondrá reformas para recuperar ese conocimiento, que considera parte importante para la identidad nacional. La intención es sin duda loable, pero queda la duda de si la estrategia del presidente mexicano ataca solamente un síntoma o la enfermedad completa que implica el estado de la educación histórica en México.

Sin maestros no hay historia

El problema de la educación histórica en México es mucho más complejo que no recordar las fechas por las que se está dando un “puente”. El problema surge de que hay muy pocas ofertas educativas y aún menos oportunidades laborales para los historiadores. Debido a esto, el número de historiadores que hay en México no alcanzaría ni para cubrir el 2% de las clases de Historia en el sistema educativo mexicano. ¿Cómo es la preparación del maestro de Historia de México entonces? ¿Necesita ser historiador? Si no es así, ¿tenemos definido cuál es el perfil idóneo para este rubro de la educación?

El Dr. Sebastián Plá Pérez, investigador del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación (IISUE) de la UNAM, explicó que un profesor de historia debe tener sensibilidad, conocimiento de la materia, conocer los contextos y ser intelectual. “Debe darse al profesor la libertad de ser un intelectual, quitarle ese yugo de funcionario público que le están poniendo hoy en día con los temas de evaluación tan centralizados”, expresó el también especialista en enseñanza de la historia. Agregó que ser maestro de Historia no debe solamente repetir los conocimientos proporcionados por el Estado o una institución educativa, pero que sí debe de existir un “piso académico” con conocimientos básicos del cual el estudiante pueda partir. De acuerdo a Plá, lo que diferencia a un maestro de Historia de un repetidor, es la capacidad no solo de conocer sino de discutir y dar contexto a los contenidos relevantes en una clase de Historia.

La historia está en las fuentes

El registro histórico es la única herramienta que tenemos para acceder al conocimiento de eventos del pasado. Nuestra visión sobre el transcurrir de los ayeres se forja completamente alrededor de estas fuentes y esto influye también en la forma en que construimos el presente histórico usando el contexto proporcionado por eventos previos.

Por eso las fuentes en las que nos basamos para enseñar historia son tan importantes, y de acuerdo a expertos en historiografía, estas a veces se quedan cortas.  En el 2014, el Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México (INEHRM), diagnosticó una serie de errores en los libros de texto gratuitos de historia para los niveles de primaria y secundaria. Estas fallas abarcaban incluso nombres y fechas importantes equivocadas, como errar los años en los periodos presidenciales de Benito Juárez, Porfirio Díaz y Francisco I. Madero.

En 2018 se incluyó una imagen de la banda estadounidense Nirvana para ilustrar el concepto de “jóvenes mexicanos de los 90’s”. Patricia Galeana, directora del INEHRM agregó que la educación secundaria cuenta con altos índices de reprobación de la materia de Historia. Galeana declaró: “Cuando vemos a los jóvenes en segundo y tercero (de secundaria) ya se les olvidó todo lo que vieron en quinto y sexto”.

¿Qué soluciones podrían funcionar?

Los “puentes” vacacionales como los conocemos surgieron en el 2005, durante el mandato del presidente Vicente Fox con el objetivo de incentivar el turismo y disminuir el absentismo escolar de los niños cuyas familias tomaban los días de la semana hábil posteriores  o anteriores al asueto. Esta decisión, y la que ahora propone AMLO en 2020, tienen mucho que ver con la asistencia de los estudiantes a la escuela y casi ninguna relación con la calidad de la enseñanza de la historia en México, sin embargo, sí se puede hablar de un mayor interés en este sexenio por preservar y difundir el conocimiento cultural e histórico.

El manual de la Nueva Escuela Mexicana, de la Secretaría de Educación Pública (SEP), muestra un panorama más completo sobre cómo la SEP quiere mejorar la impartición de conocimiento, tanto general como histórico, durante el presente sexenio. La idea de rescatar el conocimiento histórico como parte fundamental de la identidad nacional es integrar a la familia en la enseñanza y remembranza de la historia. Partiendo de que la teoría no es suficiente, y a través de actividades asignadas por el docente, se busca involucrar a la familia en conversaciones con el tema de la historia fuera del salón de clases, o motivarlos a realizar visitas a sitios históricos o arqueológicos ligados a las fechas en las que hay asueto.

En artículos anteriores hemos sugerido que la educación histórica no solo debe servir para incentivar la adherencia a una identidad nacional, sino también un sentido crítico hacia los componentes cívicos y políticos de la historia. Para un problema tan complejo como el de la enseñanza y aprendizaje de la Historia en México no necesitamos una solución, necesitamos varias: Una mejor preparación para los maestros de Historia, mejores materiales didácticos, mejores programas académicos que conceptualicen esta materia como un transcurrir de eventos que forman el presente y no como un conjunto de fechas y eventos que hay que memorizar para pasar una prueba; estrategias de enseñanza que sepan aprovechar el conocimiento histórico como herramienta tanto como generar un sentido de pertenencia a una nación como para la reafirmación de un sentido crítico que convoque a la acción positiva y no solo a la repetición de datos.

La iniciativa de López Obrador podría verse como ingenua o insuficiente ante las circunstancias, pero habría que ver si su estrategia para rescatar la enseñanza de la Historia incluye no solo tirar puentes, sino construir nuevas rutas hacia una conciencia histórica mexicana a través de la educación.

Fuente e imagen:  https://observatorio.tec.mx/edu-news/amlo-puentes-escolares

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Opinión: El reto de la historiografía en la era digital

Por: Sofía García-Bullé

Construir una perspectiva histórica en un mundo en el que predomina el registro digital es un gran desafío.

La primera experiencia que algunos tuvimos en las clases de historiografía, el proceso por el cual se realiza la recopilación y divulgación de la historia, fue leer y analizar relatos de primera mano de personas que tuvieron una participación importante en el proceso de forjar el mundo que tenemos ahora.

Para los que asistieron a clases de historia antes de la era digital, textos impresos como “Cartas de Relación” de Hernán Cortés, o los escritos varios de Walter Raleigh, fueron fuentes básicas para aproximarse a entender la influencia europea sobre el continente americano durante la era del colonialismo. Estudiar esa época es fácil en términos de selección de fuentes, el porcentaje de la población que sabía leer y escribir era mínimo, el trabajo de escribas y la imprenta eran caros; se trataba de un recurso accesible solo a las clases pudientes o personas que pudieran procurar mecenas. Es por eso que las obras escritas en esa época, y que nos acompañan hasta hoy, son pocas en comparación, por ejemplo, con los inicios del siglo XX, en el que la proporción de la gente con la habilidad de escribir era mucho mayor, la imprenta se había vuelto un recurso más generalizado y ya existía la prensa como un poder comunicativo de gran influencia.

Saltamos unos 100 años en el futuro y la situación es muy diferente, la producción y lectura de contenidos está completamente democratizado, el acceso a la educación básica es un derecho, y cualquiera que tenga una conexión a Internet y la habilidad de leer y escribir puede plasmar sus contenidos en espacios públicos como redes sociales, sitios web, blogs, videos, podcasts y más. De tener tal vez unas 100 a 200 obras de registro histórico en épocas coloniales, a unas miles a cientos de miles entre el periodo post-revolución industrial e inicios del siglo XX. Hoy tenemos tantas personas registrando instancias del transcurrir histórico al mismo tiempo que se podrían llenar galaxias con ese contenido.

¿Cómo sortear entre tanta información? ¿Cómo jerarquizar, decidir lo que es importante como registro y lo que no? ¿Cómo preservar esta información, ponerla en contexto y divulgarla? ¿Cómo cambia el significado y relevancia del registro histórico ahora que que hay millones de personas escribiendo la historia diario, en 140 caracteres o menos, por ejemplo?

Enseñarla bajo este nuevo contexto también es un reto. Antes de la era digital había métodos y recursos muy ligados a las fuentes originales de la historia para comunicarla en un salón de clases, hoy los maestros pueden utilizar desde análisis de canciones modernas que se volvieron virales, hasta el impacto de la semiótica de los memes. Gracias a esta flexibilidad de fuentes, el registro, divulgación y enseñanza de la historia ha dejado de ser un proceso unilateral para convertirse en un diálogo interactivo, para entender este proceso necesitamos hablar de dos de las herramienta más importantes de la historiografía: El registro y el análisis.

La distancia entre el registro y el análisis

En cuanto a oportunidades de registrar la historia estamos mejor que nunca gracias a todas las plataformas de publicación digital que tenemos en la actualidad pero, ¿qué hay de la distancia entre el registro, la lectura y el análisis que constituyen la forma de la perspectiva histórica?

Si hablamos, por ejemplo, de “Historia General de las cosas de la Nueva España” de Bernardino de Sahagún o “De Londres a Ladysmith via Pretoria” de Winston Churchill; estos son trabajos que tras su registro han recibido lecturas y análisis de expertos en historiografía, sociología, antropología, e incluso hasta crítica literaria. El tiempo en el que un evento histórico o experiencia personal era registrado, divulgado y analizado, representaba un periodo mucho mayor e instrumental en la formación de una perspectiva histórica. La noción de que la historia como tal no se hace en el momento sino tras el juicio posterior de las generaciones venideras ha sido una piedra angular en nuestro entendimiento de la historia como concepto y disciplina de estudio.

Hoy en día, esa distancia ya no existe, figuras tan importantes como congresistas o presidentes ya no esperan años para hacer un compendio de sus decisiones políticas y hablar de la relevancia histórica de las mismas, o cómo afectan o benefician a la sociedad a la que sirven. En cambio, nos cuentan todos los días si participaron en un rally a favor de los derecho reproductivos, si van a autorizar un “tarifazo” o si se comieron un taco bowl a la hora de la comida. Esta información se encuentra en espacios públicos digitales donde la gente puede opinar al momento si están de acuerdo o no con una agenda política pro-derechos reproductivos, si un aumento sorpresivo en el costo de transporte público les parece bien, si está bueno el taco bowl o si el hecho de comerlo sirve para minimizar el peso de decisiones políticas racistas. Pero, ¿es esto historia? ¿O es un compendio de experiencias personales y percepciones en tiempo real? ¿Cuál es la diferencia entre una y otra? ¿Es un criterio válido para discernir entre lo que es relevante como hecho histórico o lo que no?

La relación entre experiencia personal y suceso histórico

La Historia es la disciplina que hace uso de diversas fuentes y métodos académicos para recopilar y divulgar un conjunto de eventos colectivos que han tenido influencia en la formación del mundo que vivimos ahora. La historiografía es el proceso por el cual se realiza esta recopilación y divulgación. Pero la situación se complica cuando la historia y la historiografía coexisten en la misma dimensión espacio-temporal.

Si regresamos otra vez a tiempos coloniales, es fácil hablar sobre la significancia histórica de la experiencia personal de Hernán Cortés al pisar por primera vez suelo del Imperio Azteca, ningún otro enviado de potencias europeas lo había hecho antes. Esta fue la primera instancia del trágico contacto entre las dos civilizaciones y formaba parte de la intención colonizadora de un reino entero. Cada palabra que él escribiera sobre este acontecimiento invariablemente iba a ser parte de un documento histórico importante. La experiencia personal de Cortés es parte integral del momento histórico de la invasión y conquista de Tenochtitlán.

Más de 500 años después, un hombre comparte su opinión sobre la generación Millennial y la generación Z, a través de un video en TikTok. El contenido de la misma no es nada sobresaliente. Su perspectiva es tan similar a la compartida por muchos de sus congéneres, que el New York Times ni siquiera se molesta en averiguar su nombre cuando publican una nota al respecto del fenómeno que provocó. “Los Millennials y la generación Z tienen el síndrome de Peter Pan, no quieren crecer nunca”, dice el hombre, quien sostiene que la visión y los esfuerzos de la generaciones posteriores a él no comprenden los pasos para un cambio de sistema sustentable. Esta perspectiva individual, pero este tipo de discursos personales también pueden ser parte de un evento histórico, si se viralizan.

Hoy la historia ya no se trata solo de ser el primero en hacer algo o en descubrirlo, o de ser una figura pública importante con poder de decisión sobre cómo transcurre el presente. Se trata también de formar parte de ese momento aleatorio que se convierte en contenido viral y lo conecta con cuestiones sociales, políticas y económicas que definen nuestro presente. También se trata de generar un término breve, conciso y atrayente como el OK Boomer, frase popularizada por la reacción de las generaciones más jóvenes ante el video. La respuesta intergeneracional masiva que se dio en las redes, representa la experiencia personal y perspectiva de millones de miembros de la generación Z y Millennial, pero también representa un momento histórico en el que un comentario individual moviliza una reacción global y visibiliza cuestiones de alto interés colectivo, como los peligros de la negación del cambio climático, la crisis financiera a nivel mundial, o el enorme desbalance económico y de justicia social entre las distintas clases socioeconómicas, además de otras problemáticas.

La frase y su significancia se han colado en espacios que marcan un interés histórico a través de la toma de decisiones políticas, tales como el parlamento de Nueva Zelanda, en el que la legisladora Chloe Swarbrick, de 25 años, usó el término “OK Boomer” para responder a otro miembro del parlamento de mayor edad, quien intentó interrumpir su discurso sobre la urgencia de enfrentar la realidad ambiental en la que vivimos. Esta democratización de las narrativas que hilan la historia tiene un efecto sobre las nuevas generaciones que han combinado un alto uso de recursos digitales con una creciente conciencia social. Lo que ha resultado en una construcción de la historia a través de muchas voces, no solo a través de una.

La labor del historiador en un presente histórico democratizado

En este punto del transcurrir histórico es imposible hablar de Historia sin los espacios digitales, que ya no solo sirven para registrar sucesos sino que también prestan plataforma e impulso a los mismos. Habíamos mencionado anteriormente que ya no existe una distancia en cuestión de tiempos entre el registro, lectura y análisis de sucesos de importancia histórica. Este nuevo panorama obliga a moderadores sociales de contenidos e historiadores, a desarrollar un sentido crítico como nunca antes había sido necesario para seleccionar, discernir y saltar tanto contexto como significancia a toda la información que hila nuestro presente histórico.

“La Internet nos está empujando, en buenas y malas maneras, a darnos cuenta de que la versión oficial de los eventos no siempre debería ser avalada y aceptada sin cuestionamientos,” dijo Jenna Wortham, colaboradora del New York Times en 2016. La periodista cultural presentó un punto importante acerca de cómo se construye y revisa la perspectiva histórica con las herramientas que tenemos actualmente. Los historiadores ahora pueden actualizar el registro mucho más rápido tomando en cuenta fuentes más diversas que ofrezcan una visión más completa de los momentos históricos.

Las omisiones y datos incompletos en los registros históricos son una ocurrencia común. Antes de la era digital podrían pasar años antes de que estos fueran detectados y corregidos, hoy pueden ser días, algunas veces hasta horas. Este proceso puede darse gracias a una aproximación a la disciplina de la Historia que toma en cuenta tanto hechos históricos como el crisol de experiencias humanas dentro de ese momento histórico, son ambas cosas las que construyen una perspectiva histórica completa.

La labor del historiador en la era digital es entender la diferencia conceptual y simbiosis entre estos dos elementos, de forma que pueda navegarlos y realizar un registro coherente y certero que parta de los testimonios que conforman un momento histórico, pero que pueda unificarlos en un solo contenido, a través del cual podamos entender las realidades cronológicas que ya son parte del pasado y prestan contexto a nuestro presente.

Fuente: https://observatorio.tec.mx/edu-news/historiografia-era-digital

Imagen: Gerd Altmann en Pixabay

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Brasil: Ministro de Educación anuncia que los libros escolares dirán que no hubo golpe de Estado en 1964

Brasil / 7 de abril de 2019 / Autor: Redacción / Fuente: NODAL

El golpe de 1964 será borrado libros escolares

El ministro de Educación de Brasil, el profesor de origen colombiano Ricardo Vélez Rodríguez, anunció que en los libros escolares se quitarán las actuales referencias al golpe de estado de 1964, que será ahora abordado como un movimiento impulsado por la sociedad civil.

“Habrá cambios progresivos en los libros didácticos en la medida en que se rescate una versión más amplia de la historia”, declaró Vélez Rodríguez.

El 31 de marzo de 1964 fue separado de su cargo el presidente constitucional Joao Goulart como consecuencia de “una decisión soberana de la sociedad brasileña”, que dio lugar a un “régimen democrático de fuerza”, planteó el funcionario.

Su opinión coincide con la del presidente y militar retirado Jair Bolsonaro, quien la semana pasada reiteró que el régimen que gobernó entre 1964 y 1985 “no fue una dictadura”.

Bolsonaro suprimió un decretó de 2011 que prohibía celebrar la dictadura y determinó que el 31 de marzo ésta sea conmemorada en los cuarteles militares.

El revisionismo histórico que altera la interpretación de los hechos ocurridos hace 55 años tiene que plasmarse en los contenidos de la educación pública, sostiene Vélez Rodríguez.

“El papel del ministerio de Educación es regular la distribución de los libros didácticos y elaborarlos de forma tal que los niños puedan tener una idea verídica, real, de lo que fue su historia”, dijo el funcionario, en línea con Bolsonaro.

El ministro “está haciendo propaganda política”, replicó el profesor Roberto Romano, responsable de la cátedra de Etica en la Universidad de Campinas.

“Hay una historiografía científicamente establecida con testimonios históricos, documentos, personas aún vivas que fueron torturadas, exiliados” que demuestran que en Brasil hubo una dictadura, sostuvo el académico.

Vélez Rodríguez y el canciller Ernesto Araújo, adhieren a un revisionismo histórico inspirado en el filósofo Olavo de Carvalho, considerado uno de los hombres con más influencia ideológica sobre el propio Bolsonaro.

El presidente dijo el martes en Israel, tras visitar el memorial del Holocausto, que el nazismo fue un movimiento de izquierda.

Planteo que fue refrendado ese mismo martes por el ministro de Exteriores Araújo quien recomendó leer con más “profundidad” la historia de la primera mitad del siglo XX.

“La historia ha sido manipulada por esta nueva derecha con fines políticos, para legitimar sus objetivos políticos”, planteó el historiador Bruno Leal, de la Universidad de Brasilia.

Fuente de la Noticia:

Ministro de Educación anuncia que los libros escolares dirán que no hubo golpe de Estado en 1964

ove/mahv

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