Nuestro sistema educativo en todos sus niveles, desde la educación inicial hasta la educación superior, hace muchas décadas se viene desarrollando sobre la base de un concepto del ser humano reducido en su integridad. Trabaja con tres dimensiones del ser, la dimensión biológico-corporal, la psicológica y la social, y omite (sin justificarlo) la cuarta dimensión esencial constituyente, la espiritual.
Todavía mantenemos la visión errada de Descartes al repartir el estudio y la investigación de la materia a las ciencias y la dedicación a explorar el espíritu a la Iglesia y las religiones. Un reparto cuya arbitrariedad han hecho ver científicos reconocidos universalmente como Ken Wilber (“El espectro de la conciencia”, “Los tres ojos del conocimiento”, “El ojo del espíritu”) y neurólogos como Antonio Damasio con sus investigaciones “El error de Descartes” y “El misterio de la conciencia”.
Las fronteras entre ciencia y espíritu que Descartes trazó no son las que, por ejemplo, la física cuántica diseña, como nos hace ver Fritjof Capra en su “Tao de la Física”. Y, sobre todo, pensar que el espíritu no es objeto, no es tema de investigación científica es una idea que hoy no tiene sentido, porque cada día aparecen nuevos científicos e investigaciones demostrando lo contrario. Hoy se investiga y reconoce el potencial y la actividad espiritual del ser humano.
La neurología aporta frecuentes conclusiones sobre las evidencias de nuestra dimensión espiritual detectadas en nuestro cerebro. Recientemente Andrew Newberg del Centro Myrna Brind de Medicina Integral de la Universidad Thomas Jefferson de Filadelfia ha publicado con el título traducido al castellano “La religión en nuestro cerebro” (Edit. Martínez Roca, 2015) las conclusiones de sus investigaciones en diferentes situaciones y experiencias espirituales.
Newberg confirma lo que Richard Davidson demostró a principios del milenio sobre las neuronas que se activan cuando el sujeto investigado entra, por ejemplo, en meditación espiritual.
El interés y la actualidad de la formación y desarrollo de la dimensión y el potencial espiritual del ser humano crece entre los científicos y especialistas en desarrollo humano, lo que se confirma con las constantes publicaciones que aparecen sobre temas como neuroespiritualidad, espiriteria, neuroteología e inteligencia espiritual.
La honesta humildad de Howard Gardner, creador de la “Teoría de la múltiples inteligencias”, al decir en su libro “La inteligencia reformulada” que reconocía que en la historia de la humanidad ha habido eminentes personas de extraordinaria inteligencia espiritual, pero que con su método él no estaba en condiciones de demostrarlo, ha sido superada y ya son muchos los investigadores y escritores que ofrecen importantes estudios y publicaciones de divulgación sobre la inteligencia espiritual.
Siempre estuvo claro que el ser humano tiene la dimensión espiritual, pero una visión reduccionista de lo que es hacer ciencia y sobre qué se puede hacer investigación científica, marginó al espíritu de los ámbitos científicos y académicos. Un grave error que afortunadamente para muchos ya está superado, pero en otros muchos sigue prevaleciendo la inercia excluyente, con la lamentable consecuencia de influir expresamente en la manera de entender la educación formal.
El orgullo de la ciencia positivista, que ve solamente con los ojos de los sentidos y con parte de los ojos de la razón, pero tiene cerrados los ojos del espíritu, ha hecho creer que a la verdad que merece total aceptación se llega sólo por las ciencias así entendidas, cuando hay que reconocer que en la vida hay verdades definitivas a las que la ciencia no llega, ni tiene respuestas para preguntas tan emocionantes y trascendentales como por qué nacemos, por qué morimos, cuál es el sentido último de nuestra vida, cuál es la razón del amor. Cortar las alas a los educandos, ignorando su dimensión espiritual en la planificación educativa, impide que puedan aprender cómo aproximarse a lo trascendente, a los misterios de lo existente, a los propios misterios de su ser y privarles de bellísimos vuelos superiores que nos hacen posible escalar y bucear hacia la altura y la profundidad de lo divino.
Una educación formal que ignora la dimensión espiritual del ser humano ofrece un humanismo mutilado, nada menos que amputando e ignorando aquello que más le diferencia a todo ser humano de los demás seres vivos.
jmonterotirado@gmail.com
Fuente del Artículo:
http://www.abc.com.py/edicion-impresa/opinion/el-humanismo-de-nuestro-sistema-educativo-1586808.html