Las Cumbres, un monroísmo agotado

Por: Juan J. Paz-y-Miño Cepeda

La Doctrina Monroe (1823) garantizó la influencia de los EE.UU. en América Latina durante el siglo XIX y justificó su expansión en el XX.

Bajo ese marco, la I Conferencia Panamericana (1889/90) realizada en Washington, se propuso crear la unión aduanera americana, implantar una moneda de plata única, unificar aranceles, regular el tráfico comercial y la solución de conflictos. En medio de la inédita situación internacional creada por la I Guerra Mundial (1914-1918), un nuevo intento de coordinación económica continental fue el Primer Congreso Financiero Panamericano, convocado en Washington (mayo 1915). Los intereses centrales de los EEUU en ese congreso fueron: “establecer relaciones financieras más estrechas y más satisfactorias” entre los países del continente, desplazar los créditos europeos (cerrados por la guerra) con los norteamericanos, asegurar la posibilidad de establecer sucursales o agencias de la Federal Reserve en los diversos países, fortalecer “los medios de transporte oceánicos”, arribar a una “legislación uniforme” para imponer el “patrón oro” y regular lo relativo a documentos de comercio. No logró sus objetivos. De modo que décadas más tarde fue convocada la I Reunión de Ministros de Hacienda de las Repúblicas Americanas (Guatemala, noviembre de 1939), que concluyó sólo en proyectos y recomendaciones, aunque sumamente ambiciosos, en diversas áreas: monetaria, cambiaria, bancaria, aduanera, tributaria y sobre libre comercio. La II Guerra Mundial volvió a alterar el panorama. Pero la conferencia de Bretton Woods (1944) finalmente resultó exitosa, pues fue el punto de partida efectivo para intentar la mundialización económica hegemonizada por los EEUU. Allí nacieron el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF, generalmente conocido como Banco Mundial), que concretaron las perspectivas de coordinación en dos áreas: la monetario-financiera y la relativa al desarrollo. Más difícil fue lograr un acuerdo en el campo comercial, aunque en 1948 entró en vigor el GATT (General Agreement on Tariffs and Trade), que funcionó de facto entre las partes contratantes, hasta la constitución de la Organización Mundial de Comercio (OMC) en 1995, con la cual surgió un mercado internacional regulado en forma obligatoria para sus miembros, en cuanto a bienes, servicios y propiedad intelectual.

Aunque las décadas de la Guerra Fría implicaron el uso del monroísmo para preservar al continente del “peligro” comunista y para cercar a Cuba en aras de la democracia occidental, el desarrollismo impulsado en América Latina logró despegar al capitalismo en la región. Le siguió la globalización transnacional bajo hegemonía de los EEUU en las dos décadas finales del siglo XX, favorecida por las políticas del presidente Ronald Reagan (1981-1989), las cartas de intención del FMI para garantizar el pago de la extendida deuda externa en América Latina, la ideología neoliberal del “Consenso de Washington” y finalmente el derrumbe del socialismo en la URSS y Europa Oriental. En esas circunstancias, también tomó auge la recurrente idea histórica de constituir el área de libre comercio; y bajo esa perspectiva se convocó la I Cumbre de las Américas, realizada en Miami en 1994, cuyo propósito central fue el “libre comercio” y la “comunidad de democracias” de las Américas, vinculada a la OEA (https://bit.ly/38Zzu7g). En la II Cumbre realizada en Chile (1998) quedó constituida el “Área de Libre Comercio de las Américas” (ALCA), que reunió a 34 países del hemisferio, con la exclusión de Cuba.

Al realizarse la IV Cumbre (Argentina, 2005), también se reunió la Cumbre de los Pueblos, donde los presidentes Hugo Chávez (Venezuela), Néstor Kirchner (Argentina) e Inácio Lula da Silva (Brasil) condenaron y frenaron el ALCA. En 2012, el presidente ecuatoriano Rafael Correa anunció que no asistiría a la VI Cumbre (Colombia) si se excluía a Cuba, una posición asumida igualmente por los países del ALBA, lo que obligó a la presencia de Cuba en la VII Cumbre (Panamá, 2015). Fue un hecho histórico que permitió la apertura diplomática entre los EEUU y Cuba, que arribó a la visita de Barack Obama a La Habana (marzo 2016), un proceso revertido por el presidente Donald Trump (2017-2021), en una época de predominio de gobernantes conservadores y neoliberales en América Latina. Para la VIII Cumbre (Perú, 2018), el presidente venezolano Nicolás Maduro, no fue invitado, aunque estuvieron presentes varios representantes de la oposición, pero tampoco asistió el presidente Trump, aunque sí el vicepresidente Mike Pence.

Con el nuevo presidente Joe Biden, la convocatoria a la IX Cumbre en Los Ángeles (junio 2022), con la exclusión de Cuba, Nicaragua y Venezuela, ha vuelto a remover el escenario continental. El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador fue el primero en cuestionar esa exclusión (https://bit.ly/3slcjed), despertando iguales reacciones de otros mandatarios. Finalmente, no asistieron a la Cumbre ocho presidentes (https://cnn.it/3QhUIhR). Alberto Fernández, presidente de Argentina, pronunció un fuerte discurso de cuestionamiento a las exclusiones, a la OEA, al BID y al “pensamiento único” que se ha querido imponer (https://bit.ly/3xpCaDu); mientras el presidente Biden trató de minimizar el asunto enfocando la necesidad de la unidad continental, ante los desafíos que enfrenta la democracia actual en el mundo (https://bit.ly/3xE3yz8).

Lo que se advierte como una fuerza indetenible en esta larga historia, es que el desarrollo de las cumbres ha demostrado la creciente polarización de dos tendencias: la americanista de tipo monroísta y la latinoamericanista que la cuestiona. EEUU confía en los gobiernos conservadores y neoliberales, pero avanzan los gobiernos progresistas, democráticos y de nueva izquierda que toman definiciones propias. Y esta tendencia se proyecta como una nueva realidad histórica, en la cual el viejo americanismo monroísta cada vez sirve menos para la unidad de propósitos continentales bajo los intereses privilegiados de los EEUU. Se ha juntado a éste la geoestrategia que trata de convencer que China y Rusia son “amenazas” al continente, mientras en la región, gobernantes de ideologías contrapuestas encuentran en esos mismos países posibilidades económicas y opciones para el desarrollo (https://bit.ly/3mDjnj7). Históricamente está agotada la visión neoliberal, bajo cuyos conceptos nunca se promovió el bienestar colectivo en América Latina y, como se experimenta en la actualidad, no solo agrava las condiciones de vida y trabajo, tampoco soluciona los problemas económicos y, sobre todo, agudiza las confrontaciones sociales y políticas.

Las nuevas realidades, en un mundo que avanza al multilateralismo, presionan al cambio de la visión continental. Un orden internacional basado en reglas, como postulan hoy los EEUU, forzosamente se inclina al reconocimiento de la diversidad latinoamericana, en la cual los mejores “aliados” y “socios” para la unidad continental han dejado de ser los gobiernos sujetos al tradicional monroísmo y esclavizados a la ideología neoliberal, que impiden conquistar los objetivos del bienestar y la democracia, reconocidos en palabras, mientras afianzan una cultura de privilegios para las capas ricas.

Fuente Original:  www.historiaypresente.com

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La importancia de las Comunidades de Aprendizaje para la Vida

Por: Miguel Ángel Pérez

A últimas fechas se ha puesto de moda un dispositivo novedoso en educación, las llamadas Comunidades de Aprendizaje para la Vida (CAV), aunque quisiera iniciar haciendo una precisión. En primer lugar, las comunidades de aprendizaje tienen un atributo social y en segundo están en contexto; serían comunidades de aprendizaje social y en contexto para la vida (CASCV).

Cuando las políticas públicas o un modelo educativo determinado surgido desde la esfera gubernamental se vinculan, con la organización, despliegue o muestra especial interés por generar comunidades de aprendizaje social en contexto, nos obliga a iniciar problematizando y clarificando dicho campo de estudio educativo.

Una comunidad de aprendizaje social podría definirse como un ejercicio de trabajo educativo pensado en facilitar la generación y uso de aprendizajes a la vez que se le define como una alternativa pedagógica consistente en facilitar la generación de aprendizajes a partir de involucrar a los distintos sujetos a modo de actores socio educativos de una comunidad determinada.

El aprendizaje es socialmente construido cuando se involucra a los sujetos en cuestión y como parte de ello se les obliga a circular las concepciones del mundo que han construido y a estar dispuestos a asimilar los saberes de los otros que integran el resto de la comunidad.

En nuestro medio debido a la cultura y a las tradiciones pedagógicas nos enfrentamos a dos grandes inconvenientes los cuales se tornan en obstáculos para desplegar y cumplir con los propósitos de las comunidades de aprendizaje social.

En cuanto al factor cultural nuestra realidad educativa no tiene un fuerte arraigo en cuanto al trabajo en comunidad, se privilegian los logros individuales por encima del compromiso colectivo y de construcción colectiva del conocimiento.

Y en cuanto a las tradiciones escolares, desde la formación inicial de los docentes, no se buscan las alternativas pensadas en el trabajo en comunidad.

Las comunidades de aprendizaje social implican eso, construir aprendizajes socialmente legitimados en y para la comunidad, nuestro sistema ha privilegiado la construcción individual de los aprendizajes en contextos solipsistas y mediados por los intereses particulares de los actores y entonces desdibujada la comunidad aparece en un segundo plano o terminarán por desdibujar la figura y la importancia de la comunidad.

Por último, la generación de aprendices socialmente legitimados se ve fuertemente interpelada por la agresiva oleada de la ideología neoliberal que coloca por encima el individualismo, el énfasis de los valores pensados en el consumo, en la inversión del menor esfuerzo y al concebir a la comunidad como la sumatoria de individualidades. ¿entonces de qué se trata?

De vivir sobre una burbuja de paradojas en donde los discursos caminan en una dirección y la realidad social y educativa corre a pasos agigantados en sentido contrario.

Fuente : http://www.educacionfutura.org/la-importancia-de-las-comunidades-de-aprendizaje-para-la-vida/

Imagen:  https://www.shutterstock.com/image-photo/students-library-campus-education-knowledge-concept-427333528?irgwc=1&utm_medium=Affiliate&utm_campaign=Pixabay+GmbH&utm_source=44814&utm_term=https%3A%2F%2Fpixabay.com%2Fimages%2Fsearch%2Fcomunidades%2520de%2520aprendizaje%2F

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El furor por los discursos de las neurociencias

Por: Carina V. Kaplan.

 

En los últimos tiempos, todo se explica por las funciones cerebrales: el amor, la autoestima, el éxito o fracaso escolar

El furor por el discurso de las neurociencias es evidente. Si entramos a una librería observaremos que hay una mesa repleta de libros dedicados a las funciones cerebrales y a las emociones desde ciertos enfoques de las denominadas neurociencias; algunos de ellos más de corte científico y otros de sentido común. En los últimos tiempos, todo se explica por las funciones cerebrales: el amor, el enojo, la autoestima, el voto, el éxito o fracaso escolar.

Hay una suerte de retorno al cerebro. Nadie puede poner en duda las importantes contribuciones científicas de las neurociencias a nuestras vidas. Sin embargo, sí se pueden poner en cuestión ciertos usos mercantilizados de sus conceptos. Por ejemplo, cuando se distingue entre cerebros de pobres y cerebros de ricos. Es falso que la pobreza se aloje en el cerebro o en los genes; sin embargo, estamos plagados de discursos racistas que proclaman que la desigualdad es natural y que hay quienes nacen superiores en contraste con la inferioridad de otros (mujeres, indígenas, negros, pobres).

En lugar de referirse a la subjetividad, los discursos de la neuromanía prefieren hablar del cerebro que ama, el cerebro que piensa, el cerebro que aprende. Y entonces es legítimo preguntarse: ¿Qué oculta este fanatismo por el cerebro y los genes? ¿Por qué nos seduce tanto la ideología neoliberal del cerebro? ¿A qué responde este giro semántico que reduce al sujeto a su cerebro? ¿Por qué ese afán de explicar lo social por el dictado de la biología?

El racismo biologicista nos hace creer que el orden social es reflejo de la biología. Esta mirada conservadora de la desigualdad humana no es nueva. Hace siglos que el discurso ideológico (fabricado con el ropaje academicista) nos quiere imponer la creencia sobre la inferioridad de ciertos individuos y grupos. Pensemos en la creaneometría (medición de cráneos) del siglo XIX como expresión del neodarwinismo social que sirvió de base para clasificar a la humanidad en varias «razas» diferentes y jerarquizadas. En su obra El origen del hombre Darwin se refiere a las «razas humanas» distinguiéndolas entre las «civilizadas» y las «salvajes», apelando a una supuesta correlación existente entre tamaño del cerebro y facultades mentales. Darwin afirma que la creencia de que existe en el hombre alguna estrecha relación entre el tamaño del cerebro y el desarrollo de las facultades intelectuales se apoya en la comparación de los cráneos de las razas salvajes y las razas civilizadas, de los pueblos antiguos y modernos, y por la analogía de toda la serie de vertebrados» (1). El biólogo e historiador de la ciencia Stephen Gould, en su fantástica obra La falsa medida del hombre estudió las tesis craneométricas de varios autores y mostró que se habían manipulado datos y rellenado los cráneos para justificar sus nociones precientíficas sobre las diferencias raciales.

Precisamente, la ideología del cerebro y de los genes refuerza el efecto cuna al escindir el orden biológico del orden sociocultural; por lo cual auto-responsabiliza a los individuos por sus batallas ganadas o perdidas.

Estas creencias les hacen muy mal a la escuela ya que reafirman ideas prejuiciosas de que hay quien «no nació para aprender» o «no le da la cabeza para el estudio» o «no está hecho para la universidad». La educación es precisamente una práctica cultural que intenta romper el vínculo entre origen social (y cualquieras otras condiciones del sujeto) y destino. Los educadores tomamos el punto de partida de nuestros estudiantes no como veredictos condenatorios sino como desafíos de enseñanza. La escuela puede cambiar destinos.

Dicho esto, es necesario meterse comprometidamente en el debate sobre el efecto del discurso de la neuromanía que se traslada acríticamente al campo educativo. No podemos pensar a nuestros estudiantes exclusivamente como cerebros que aprenden. No somos mentes sin tiempo epocal sino sujetos existenciales en camino de nuestra humanización. Donde las emociones también son aprendidas y producen lazo social.

Para quienes buscamos como utopía la justicia educativa, lo central es analizar las condiciones de posibilidad desigual que tienen nuestras infancias y juventudes para transitar su escolarización. El problema de la desigualdad en las trayectorias y logros escolares no radican en el cerebro ni en los genes de la familia. Si hay diferencias de aprendizajes en la escuela, no se deben a cuestiones innatas que el individuo ya trae por naturaleza, sea desde su composición neurológica cerebral o bien desde su casa. La desigualdad educativa remite a desigualdad en la estructura de oportunidades, que es donde hay que poner la lupa y el horizonte. La ideología neoliberal del cerebro nos distrae del camino.

Fuente del artículo: https://www.lacapital.com.ar/educacion/el-furor-los-discursos-las-neurociencias-n1748521.html

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Chile: “Más libertad para la industria de la Educación”. Una incómoda verdad y tres tristes mentiras

Por: Observatorio Chileno de Políticas Educativas-OPECH

El presidente Piñera, en uno de esos arrebatos de espontaneidad a los que nos tiene acostumbrados de vez en cuando, ha señalado que el proyecto de ley que el gobierno denomina de “Admisión Justa[1]” es necesario porque “da más libertad a los que están en la industria de la educación” (sic).

De esta forma, el presidente nos ha dicho una importante e incómoda verdad. Verdad que esconde, también, tres tristes mentiras.

La verdad es que el objetivo de esta ley es hacer más fácil el trabajo de los sostenedores (quienes administran nuestras escuelas y liceos). Ellos, sin duda, se verían beneficiados si se les permite seleccionar (aún más) a las y los estudiantes con mejores rendimientos y a quienes cuentan con más y mejores apoyos familiares. Es decir, si se les permite a quienes manejan la “industria de la educación” elegir a quienes van a educar. Obviamente elegirán a aquellos estudiantes con mejores notas y con menos conflictos familiares, en detrimento de aquellos que viven situaciones más complejas en sus hogares. Este asunto es clave: los estudiantes no seleccionados no son los menos inteligentes, sino los que obtienen menores puntajes en las pruebas estandarizadas como el SIMCE (la literatura científica es muy clara en Chile y en el mundo en el sentido de no confundir inteligencia con puntajes en pruebas estandarizadas, estas pruebas sólo miden capital cultural y social de los estudiantes). En ese sentido, es una selección de las variables de cuna del estudiantado.

¿Por qué es algo tan apreciado para los sostenedores seleccionar a estudiantes que obtienen altos puntajes SIMCE? El sistema escolar chileno funciona premiando a las escuelas con altos puntajes SIMCE y castigando a las que tienen bajos puntajes. Los premios van desde tener más autonomía financiera hasta captar, vía marketing ministerial, mayor matrícula y así obtener más recursos económicos, debido a que en Chile las escuelas reciben recursos en función de la cantidad de estudiantes que tienen, una de las joyas ideológicas neoliberales que se aplican sólo en este país. Se trata de una situación muy anómala a nivel mundial, pero que guía el comportamiento de quienes manejan la “industria de la educación” desde hace más de 35 años.

La parte incómoda de la verdad: el modelo educativo de mercado, privatización, competencia y destrucción de la educación pública, si bien se implementó a sangre y fuego a comienzos de los años ’80 en plena dictadura cívico-militar, se ha perfeccionado sistemáticamente durante los distintos gobiernos civiles de la Concertación de Partidos por la Democracia, del primer gobierno de Piñera y de la Nueva Mayoría. En otras palabras, durante los distintos gobiernos civiles posdictadura se han aprobado decenas de leyes educativas, las cuales, al no cambiar los pilares del sistema, sistemáticamente han ido en beneficio de un actor central en la educación. Este actor no son los niños, niñas y jóvenes, tampoco los padres y madres, y las comunidades educativas como se nos ha hecho creer, sino los sostenedores, los administradores, los dueños de la “industria de la educación”.

Gracias a esta importante e incómoda verdad que nos recuerda el presidente, podemos entender medidas que se han tomado a lo largo de estas décadas, que no tienen ninguna lógica desde el enfoque de “fortalecimiento de la educación pública” que tantos gobiernos esgrimieron, y que es un eje fundamental de la democracia de todo país. Solo algunos ejemplos: La igualdad de trato por parte del estado a instituciones públicas y privadas y la obligación de seguir compitiendo por recursos (LGE 2007, Ley SEP 2008), reducir calidad educativa a puntajes SIMCE (Ley de Aseguramiento de la Calidad de la Educación 2011), el traspaso gigantesco de recursos estatales a manos de sostenedores privados (Ley de Inclusión 2015), la creación de una agencia público/privada para administrar los servicios locales con directores de servicio con perfil gerencial (Ley de Nueva Educación Pública 2017), asociar el salario docente (trabajo colectivo de por sí) a rendimientos en pruebas estandarizadas individuales (Ley de Carrera Docente, 2016), facilitar los despidos docentes por parte de los sostenedores (Ley de Calidad y Equidad o Ley Lavín, 2011).

Ahí la incómoda verdad, pero ¿dónde están las tres tristes mentiras?

La primera salta a simple vista si uno lee las declaraciones de la ministra de educación y concretamente el texto de este proyecto de ley, cuyos fundamentos se exponen en 10 párrafos. Siendo la selección escolar uno de los temas más estudiados a nivel mundial durante las últimas décadas, estos fundamentos citan sólo dos estudios. Uno que señala que el “efecto par”, es decir que la influencia positiva que tienen los rendimientos estudiantiles en aulas con pares diversos, es “difícil de medir” (Illanes, 2014) y otro llamado la “educación con patines” escrito por un conocido filósofo liberal y un economista neoliberal, publicado por “ediciones el mercurio” (Fontaine y Urzúa, 2018). No obstante, la evidencia mayoritaria, tanto nacional como internacional, señala justamente lo contrario: desde el punto de vista pedagógico, en aulas heterogéneas todas y todos los estudiantes ganan, aprenden de sus diferencias, se potencian mutuamente (Manzi, 2007; McEwan, 2003; Patacchini, Rainone y Zenou, 2017; Radic, 2014; Rodríguez, 2010; Taut y Escobar, 2012).

La segunda dice relación con que esta ley no es una ley que fortalezca la calidad de la educación y promueva a los estudiantes que lo merecen; por el contrario, es una ley que fortalece la gran segregación y estratificación de nuestro sistema educativo (OCDE, 2017), reproduciendo la desigualdad social y condenando a la gran mayoría de nuestros estudiantes a vivir en ghettos. La verdad, detrás de la mentira, es que éste es un proyecto de segregación escolar y de fortalecimiento justamente del negocio en educación. Está claro que más que responder a evidencias (al igual que todo el entramado legal de estos casi cuarenta años), responde a una creencia ciega en los supuestos beneficios de la competencia entre estudiantes, la estratificación social, el mercado y la privatización.

La tercera, y grave mentira, es que este proyecto de ley de “Admisión Justa”, tal vez incompleto en su preparación, no está fundado en una preocupación por la educación, se lanza para sacar de la agenda pública el intenso debate respecto a la necesidad de que el ministro del interior renuncie después de haber mentido abiertamente al país sobre las verdaderas circunstancias en las cuales, desarmado, fue asesinado Camilo Catrillanca en un operativo de Carabineros.

Por último, no se puede pasar por alto que, una vez más, se lanza un proyecto de ley que no cuenta con la participación de los actores del mundo educativo. Es más, no tiene ninguna intención de que así sea, toda vez que se presenta al inicio de las vacaciones de verano, cuando ni estudiantes ni docentes se encuentran en las escuelas, sus espacios naturales de organización. A pesar de aquello, diversas voces críticas se han levantado durante esta semana rechazando el proyecto, grupos de académicos con años de trayectoria en investigación educacional y el mismo Colegio de Profesores, en su Asamblea Nacional Programática, ha señalado la necesidad de realizar las gestiones y manifestaciones necesarias para impedir su aprobación.

Con todo, a más de una década de luchas por la educación pública en nuestro país, y frente a la clara intención del gobierno de turno de imponer leyes a espaldas de la ciudadanía, seguimos sosteniendo que una verdadera transformación requiere la participación activa de ésta en la creación de un sistema nacional de educación pública articulado, que forme ciudadanos y promueva la integración social, no la segregación.

Observatorio Chileno de Políticas Educativas – OPECH

Movimiento por la Unidad Docente – MUD

[1] El nombre exacto del proyecto es “Ley que perfecciona el sistema de admisión escolar, incorporando criterios de mérito y justicia” (Mensaje N°362-366)

Fuente: https://radio.uchile.cl/2019/01/22/mas-libertad-para-la-industria-de-la-educacion-una-importante-e-incomoda-verdad-y-tres-tristes-mentiras/

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La educación ante el auge del fascismo

Por: Enrique Díez

Nos jugamos el futuro de nuestros hijos e hijas, y el de la sociedad en su conjunto. Educación o barbarie, no hay neutralidad posible.

En Finlandia, Alemania, Dinamarca, Francia, Suecia, Grecia, Hungría, Croacia, Letonia, Lituania, Polonia, Ucrania, Italia y desde el 2 de diciembre de 2018 España, se ha asentado la presencia del fascismo en los parlamentos europeos.

El fascismo radicaliza los valores conservadores, para atraer y canalizar el enfado de clases medias, trabajadoras y populares que se sienten abandonadas e indefensas ante las políticas europeas de austeridad. Políticas de austeridad aplicadas a “los de abajo”, como medidas únicas e inmutables, ante la crisis económica y social. Una crisis que se percibe ya como un “saqueo sin fronteras” de las élites financieras, que han conseguido, sin embargo, salir reforzadas y más enriquecidas aún, si cabe, de esa “crisis” provocada por su propia voracidad sin límites.

El fascismo que vuelve a asentarse en Europa y que se extiende de forma imparable por buena parte del mundo (Estados Unidos con Donald Trump, Brasil con Jair Bolsonaro, Filipinas con Rodrigo Duterte, etc.) no tiene nada de antisistema, sino que constituye el plan B autoritario del sistema a través del discurso antiélites. Un discurso, profundamente neoliberal, pero teñido de aspectos y elementos simbólico-emocionales conservadores (banderas, himnos, símbolos, etc.), que rechaza toda forma de organización colectiva (organizaciones sociales, sindicatos, partidos políticos, etc.) que demanda derechos sociales y justicia, alentando el mesianismo y los “líderes autoritarios” como salvadores en quienes confiar ciegamente.

En el tablero diseñado por el neoliberalismo, el fascismo cumple una función clave: la de ocultar las raíces reales de la injusticia social y la crisis para, de esta forma, neutralizar la posibilidad de que se cuestione la responsabilidad en aquellas de las élites económicas y financieras.

Lo que hace la extrema derecha es sembrar la discordia entre los perdedores del modelo neoliberal, fomentando, por una parte, el orgullo de sentirse superior y, por otra, canalizando la ira popular hacia los colectivos más vulnerables. Así, mientras se alimenta la guerra entre pobres, los cenáculos neoliberales siguen repartiéndose el pastel y la fractura social se acrecienta.

Con dos efectos colaterales terribles: el primero, que vemos como gran parte de los postulados de la extrema derecha están siendo asumidos por la derecha y los liberales, especialmente las políticas migratorias, claramente discriminatorias y punitivas, y las políticas represivas en materia de derechos y libertades. El segundo, que reconstruyen el imaginario colectivo, amplificado por los medios de comunicación, situando a todo movimiento progresista de “izquierdas” (Unidos Podemos) como si fuera el otro extremo de la ecuación, en la “extrema izquierda”. De tal forma que el centro del tablero político queda redefinido por el conservadurismo (PP) y el neoliberalismo (C’s) que se convierten automáticamente en opciones de centro, “moderadas” y “responsables”.

Se está así redefiniendo el campo de disputa, tildando de forma similar de populistas tanto a las opciones fascistas (totalitarias y antidemocráticas) como a las opciones comunitarias de defensa del bien común, el reparto de los recursos y la justicia social. Ocultando la gravedad de esta equiparación, mediante el epíteto vacío de “populismo” que oculta e invisibiliza el fascismo. Como se ha usado también en algunos análisis históricos del golpe de estado del 36 y la dictadura franquista, pretendiendo mantener una “equidistancia” entre víctimas y verdugos, entre fascistas alzados y un gobierno republicano elegido democráticamente.

Una segunda causa del auge del fascismo es la tragedia que ha supuesto la gestión de la crisis por parte de la socialdemocracia en toda Europa. Los partidos socialdemócratas han aplicado los mismos principios del neoliberalismo y las políticas de austeridad. Ante lo cual, buena parte de la población se ha sentido engañada por quienes en otras épocas fueron los defensores del Estado Social y de Bienestar. Esto ha sido crucial para provocar una sensación generalizada de hundimiento de los principios de democracia, justicia social y solidaridad, que podemos situar como tercera causa del auge del fascismo. Y una cuarta causa: el desarrollo del precariado como condición de vida de buena parte de la población joven, base del descontento social de generaciones hipotecadas, ante la perspectiva de futuro de “vivir pagando para morir debiendo”.

Pero la causa fundamental del auge del fascismo se debe a que el modelo neoliberal ha ganado actualmente la guerra ideológica. Hemos asistido a una guerra ideológica, irregular y asimétrica, en la que la batalla por la narrativa ha sido clave en la fabricación de una determinada percepción de la población y las audiencias mundiales de cara a imponer imaginarios colectivos impregnados de contenidos y sentidos afines al pensamiento dominante, que cada vez une más y “simbiotiza” capitalismo, neoliberalismo y fascismo. Las élites económicas y financieras sí que han tenido claro que hay una permanente lucha de clases, y que, esta batalla, ellos la están ganando por goleada. Y, justamente, porque están ganando esta guerra ideológica, es por lo que también ganan la guerra económica y el poder, a pesar de (o, precisamente por) la corrupción, la memoria del fascismo, la represión, etc., etc.

Sus proclamas han colonizado el pensamiento, los deseos e, incluso, las esperanzas de gran parte de la población. Aplicaron el análisis de Gramsci: si controlan la mente de la gente, su corazón y sus manos también serán suyos. Pasado el tiempo de la conquista por la fuerza, llega la hora del control de las mentes y las esperanzas a través de la persuasión. La ‘McDonalización’ es más profunda y duradera en la medida en que el dominado es inconsciente de serlo. Razón por la cual, a largo plazo, para todo imperio que quiera perdurar, el gran desafío consiste en domesticar las almas. De tal forma que el discurso neoliberal ha acabado siendo visto como condición natural y normal.

Lo privado frente a lo público. La libertad individual frente al bien común y la justicia social. El rechazo a los impuestos frente a la aportación colectiva para la protección social y solidaria. La ideología del esfuerzo que externaliza las causas de las dificultades y convierte a la víctima en culpable, revictimizándola. La ideología del emprendimiento que responsabiliza a las víctimas de su suerte y su futuro. La cultura de la autoridad, la sumisión y la obediencia debida. La ideología del pensamiento positivo, complemento necesario para ayudar a autorregular la conciencia opresiva de la explotación y sentirse incluso un colaborador libre y proactivo en la propia explotación, mediante técnicas de management y coaching emocional.

Se ha instaurado así una constante, permanente y sólida pedagogía del egoísmo, base esencial de la ideología neoliberal, que hunde sus raíces en el interés propio como impulso vital y trascendental. Una pedagogía que está reconstruyendo, a través de los medios, las prácticas y los discursos sociales y educativos, un nuevo sujeto neoliberal que ve en el egoísmo y las relaciones de competencia y de mercado la forma natural y normal de estar y ser en el mundo. Un sujeto cuyo primer mandamiento es “ayúdate a ti mismo”. Que desprecia cualquier obligación moral vinculada a la solidaridad colectiva. Una persona formada en la lógica de la competición, cuyas relaciones y prácticas sociales se transforman en cálculos e intercambios regidos por el cálculo del máximo interés individual.

Debemos combatir esta pedagogía del egoísmo, no solo en la escuela sino a través de todos los medios de educación formal y no formal, si queremos superar de una vez por todas el fascismo. Es necesario, claro está, acabar con las políticas de austeridad, poner coto a los beneficios, los paraísos fiscales y el rescate de los bancos y fondos financieros y establecer medidas para conseguir un estado de bienestar social global, que contemple los límites del planeta. Es imprescindible que los partidos gobernantes sean más transparentes y menos oligárquicos y corruptos. Pero, sobre todo, debemos fortalecer la autonomía de pensamiento y de crítica para combatir la posverdad y la política de las emociones de la ideología neoliberal. Porque es más fácil evadirse de una prisión física que salir de esta “racionalidad” neoliberal elegida “libremente”, ya que esto supone liberarse de un sistema de normas instauradas mediante técnicas de interiorización y control del yo.

No podemos seguir siendo “indiferentes” ni “obedientes” ante la pobreza y el hambre, ante la guerra y la crueldad, ante la insolidaridad y el egoísmo brutal, ante el saqueo del bien común, ante la intolerancia y el fascismo. La verdadera munición del capitalismo no son las balas de goma o el gas lacrimógeno; es nuestro silencio. Ya lo decía Martin Luther King: “Tendremos que arrepentirnos en esta generación no tanto de las malas acciones de la gente perversa, sino del pasmoso silencio de la gente buena” que miramos para otro lado ante el auge del fascismo.

Como diría Ernesto Sábato: “Estamos a tiempo de revertir esta masacre. Esta convicción ha de poseernos hasta el compromiso”. Nos jugamos el futuro de nuestros hijos e hijas, y el de la sociedad en su conjunto. Educación o barbarie, no hay neutralidad posible.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2018/12/04/la-educacion-ante-el-auge-del-fascismo/

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Las juventudes indoafrolatinoamericanas en el contexto de la crisis del capitalismo neoliberal actual

Por Jorge Díaz Piña e Iliana Lo Priore.

Reflexionar sobre las juventudes es una tarea muy compleja,  ya que para empezar, no es posible demarcarlas con precisión de los presuntos “estados biopsicosociales” denominados como niñez y  adultez, por cuanto ambas son  condiciones sin límites o contornos nítidos más allá de los pretendidos como biofísicos o corporales estandarizados por las clasificaciones etarias    impuestas por saberes o disciplinas instituidas con esa finalidad por la Modernidad para controlar las prácticas sociocorporales, desde que fue acogida e impuesta la concepción de Immanuel Kant respecto de que la adultez implicaba la ruptura con la minoría de edad al individuo usar la razón para guiar su conducta, la razón o racionalidad instrumental, funcional o adaptada al orden de la lógica del poder dominante en las sociedades. Es de recordar que la niñez es un concepto también moderno ya que se le consideraba como adultos pequeños. De aquí que se estime a las juventudes como una condición intermedia de inmadurez transitoria y que debería ser breve entre ambos estados con características contrapuestas a la adultez ideológica primordialmente: comportamiento indisciplinado en el sentido de insubordinado ante las normas de poder dominantes, con racionalizaciones o pensamientos no ajustados a la racionalidad funcional o instrumental hegemónica, etcétera. Características estas que pueden ser toleradas hasta cierto límite, y doblegarlas o someterlas a través de la sujeción de los cuerpos para ser erradicadas por las instituciones disciplinadoras o normalizadoras creadas a tales efectos: hacer dóciles y útiles a los cuerpos.

Por otra parte, su complejidad también se muestra con respecto a los contextos diferenciadores de juventudes, o de múltiples contextualizaciones, por razones de clase social, género, étnicas, territoriales, ambitales, etcétera, que englobamos en lo que denominamos indoafrolatinoamericanidad para referir a un  condicionamiento socio-étnico-cultural producto de la mezcla histórica de esta tres originarias etnias predominantes en esta región desde la colonización europea, que implicó desde su comienzo la negación de la otredad sociocultural de la dignidad indoafricana, y que conformaron híbridamente nuestras alteridades (efecto ético dignificador por reconocimiento del condicionamiento socio-étnico-cultural aludido) en sus mixturas y ambivalencias: indígena, afrodescendiente y latina europea. Debido a estas causas descartaremos decir en singular, juventud, por cuanto lo que corresponde es referir juventudes, en plural, remarcamos. Contextualizaciones que a su vez, han sido configuradas y reconfiguradas conflictivamente e históricamente por la violencia, coacción y resistencia ideológico-políticas causantes de los cambios inducidos en esta espacialidad, dividida interesadamente en países y parcialidades, así como consecuencia, igualmente,   de la adscripción geopolítica dependiente forzada desde la época colonial hasta el día de hoy en el que sufrimos una globorrecolonización de tipo neoliberal y no “globalización”, en el marco del agotamiento civilizatorio y crisis estructural  de la Modernidad capitalista, –a cuyo trance epocal presente se ha nombrado como Posmodernidad–, y que repercute en todos los ámbitos de nuestras sociedades, particularmente en las juventudes indoafrolatinoamericanas.  Con estas encrucijadas o cruces “vectoriales”, entre otros posibles, respecto a la reflexión que deseamos hacer sobre las juventudes indoafrolatinoamericanas, realizaremos una aproximación para intentar contribuir parcialmente a  su caracterización en la actualidad.

Tal vez el rasgo que caracteriza con más fuerza transversalmente a la mayoría de las juventudes indoafrolatinoamericanas es su “compromiso de ser”.  Es un rasgo que diferenciadamente en su intensidad y expresión, reviste su condición existencial, sobremanera en las territorialidades urbanas o citadinas por cuanto en las comunidades rurales o campesinas, las afrodescendientes y las indígenas, sus identidades socioculturales están más arraigadas por ser-en-su-alteridad dignificadoras y, en consecuencia, resisten más las embestidas mediáticas consumistas neoliberales individualistas o narcisistas “para ser”, y las identificaciones-desidentificadoras capitalistas disociadoras por desvinculantes, o “líquidas” por aformes, diluidas y fluyentes, así como ambivalentes por paradójicas y contradictorias como las denominó Zygmunt Bauman, que calan más en los centros urbanos.  El compromiso de ser conlleva la potencia del deseo y del esfuerzo por existir que se concreta en la autonomía de sus voluntades (“voluntad de poder” en términos nietzscheanos), sin postergación de realización en un futuro incierto de adultez, y en la asociación con otros que se reconocen como iguales de modo empático aunque sea transitoriamente; se es ante y con el otro, los otros, lo otro, las otredades, no tan solo ante sí mismo.  Asociaciones a las que Michel Maffesoli ha etiquetado posmodernamente como “nuevas tribus”.

Este compromiso de ser, está a mitad de camino entre la inquietud o preocupación de/por sí y el cultivo o cuidado de sí de Michel Foucault, para quien se ha de intentar hacer de la vida propia una ética estética, una “obra de arte”. Si los jóvenes encuentran o perciben adversidades insalvables  de diversos ordenes para realizar sus deseos y esfuerzos pueden caer en lo que denominamos el “descuido de sí” de tipo anómico, conduciendo, por ejemplo, a los integrantes de los sectores populares excluidos, entre otras destinaciones indignificantes de su condición, a la drogadicción inducida por las mafias narcotraficantes o a asociarse a bandas delincuenciales para sentir pertenencia pseudoidentificadora.  Esta precedente destinación obedece, en última instancia, a la falta de poder generalizado en los sectores populares, y al uso indiscriminado de la violencia y marginación estatal contra sus jóvenes por parte de los cuerpos policiales y de otras instituciones, por cuanto la representación de esa falta de poder induce distorsionadamente  en ellos, su compensación en la  perversidad de adquirir poder coactivo sobre los cuerpos de otros a través de su sometimiento por vía de la violencia física que ha ocasionado la muerte de manera criminal, o los enfrentamientos autodestructivos entre grupos o bandas por la supremacía territorial.

Ello puede conducir, por otro lado, debido a las presiones de poder dominantes con la intención de adaptar a los jóvenes al orden establecido para “ser” alienadamente, que es un no-ser-autónomo y crítico, a manifestaciones de rebeldía contrainstitucional, primordialmente en los estudiantes,   contra el orden instituido (movimientos sociales antiburocráticos y nuevas tribus) y a vincularse con organizaciones políticas radicales o a grupos antipolíticos y apartidistas.  Aquí es de señalar que la rebeldía producida en los jóvenes por este tipo de malestar, trata de ser neutralizada al naturalizarla como algo inmanente a su edad, especie de sarampión pasajero, con la finalidad de descalificar su potencial subversivo, cuando no es reprimida a través de la violencia del poder de Estado. En esto incidirán fundamentalmente las representaciones o valoraciones (no valores principalmente) que frente al entorno, y en interacción con él, hayan asumido en esos momentos y de los habitus (disposiciones formadas por los esquemas de percepción, pensamiento y acción heredados, según Pierre Bourdieu) de la procedencia social de clase de sus familias, grupos de pares, comunidad residencial, etcétera.

No será la misma disposición, o equipamiento sociocultural, habitus, en un joven proveniente de clase media o  de la pequeña burguesía que la de uno que procede de los sectores populares marginados, ya que  el contexto está tendencialmente prefigurado por la estructura diferenciadora capitalista para favorecer a unos y otros no. Esto se evidencia fácilmente en la desigualación que reproduce la institución escolar a lo largo de su recorrido.  A unos les garantiza el “éxito escolar”, y a otros los excluye o los degrada laboral o profesionalmente, son de segunda o tercera categoría en función de la división social y “técnica” del trabajo capitalista.  Asimismo, la exclusión opera en aquellos jóvenes que no pueden proyectar en un tiempo medio o largo su escolaridad debido a los requerimientos económicos de su familia o de sí ante el  costo de su manutención escolar.  Esto hace parecer que Martín Heidegger tuvo razón al señalar que  “el ser es el sentido del tiempo”  en su famoso texto El ser y el tiempo.

En todo lo anteriormente expresado, tiene una poderosa incidencia ideológica subrepticia la “lógica del máximo rendimiento del tiempo” o economía política de la temporalidad existencial, una invasiva derivación simbólica del tiempo socialmente productivo abstracto de la fuerza de trabajo requerido para generar valor o la  plusvalía capitalista (“el tiempo es oro” desde que se generalizó la dinámica explotadora del plusvalor), que presiona para imponerse sobre los jóvenes en contra de la renuencia “alógica” y la resistencia cuasiconsciente de la atemporalidad existencial o “presentista”. Mediante la cual ellos suspenden la transcurrencia simbólica del  tiempo promedio de sus vidas instituido con la finalidad de formarse laboral o profesionalmente e iniciar su desempeño como trabajadores al servicio del capital, con el propósito de sentirse con autonomía sobre sus vidas, dueños de sí mismos para ser, aprovechando re-creadoramente el “tempo o ritmo vitalista” de su juventud, y en rechazo a las coacciones o seducciones manipuladoras que los quieren reducir a esa condición alienante por unidimensional del capitalismo. Reivindicando de este modo lo que hemos llamado su compromiso de ser consigo mismos.

Aquí hay que aclarar para evitar confusiones, que al destacar la suspensión de la lógica del máximo rendimiento, no reivindicamos el alienante presentismo hedonista neoliberal (“el goce corporal del hoy”) que es propiciado mediáticamente en las juventudes por medio de la deshistorización de su ubicación o posicionamiento consciente socioculturalmente, cuando se historiza por vía de la autobiografía o autonarrativa de sus vidas en relación con la incidencia de la transcurrencia del tiempo histórico (pasado-presente-posible futuro) de su grupo social, comunidad, región, nación y  mundo (las acciones político-sociales pasadas de los antepasados u otros ausentes, en función del actual presente, que exigen e implican un reconocimiento de aquellos y un  reclamo del emplazamiento y accionar responsables de las juventudes para el presente de éstas y el futuro de los demás que advendrán).

A los que expresan su renuencia a aceptar la lógica del máximo rendimiento del tiempo,  se suman quienes sufrieron la decepción de haber creído en las ofertas ideológicas del discurso neoliberal de favorecer su ilusa conversión individualista y narcisista exitosa en empresarios de sí (de explotarse económicamente a sí mismos en función de usar mercantilmente a los demás con base en el desarrollo instrumental de  competencias manipuladoras), con tan solo asumir la adecuación de su personalidad, carácter o subjetividad (ser-sin-alteridad al negar su condición ético-cultural o potencialidad  dignificadora, su compromiso de ser junto con los otros), para ser competitivos con independencia de su procedencia sociocultural y del contexto de las dinámicas centrífugas capitalistas, de un capitalismo neoliberal que además está en  crisis estructural, y terminaron como obreros o empleados tercerizados de empresas contratistas, o desempleados. Esto es, sin el éxito prometido publicitariamente, y leyendo textos de  autoayuda masajeadores de su ego exaltado y luego lastimado, para recuperarse con las ilusiones terapéuticas de la autoestima. Pero que ante  la fuerza impactante de la realidad contextual hoy están de regreso y  toman su tempo para la recuperación repotenciadora de un posicionamiento dignificador de su condición de juventud en tanto alteridad asumida, el cuidado o cultivo de sí, es decir, de reconocerse con capacidad de realizar todavía sus deseos sin competitividad alguna con los otros, sino bajo la ayuda y acompañamiento de los demás iguales, con expectativas recíprocas de realizarse al margen de la lógica capitalista del máximo rendimiento del tiempo. La situación decepcionante experimentada con el neoliberalismo, los puede conducir a la reflexión crítica sobre sus posibilidades y limitaciones existenciales en un sistema socioeconómico como éste.

Las limitaciones neoliberales para la existencialidad de la mayoría de las juventudes ha generado nuevas contradicciones sociales en indoafrolatinoamérica que deben ser tomadas en cuenta por quienes quieren animar e impulsar de manera antiburocrática las luchas sociales y culturales en función de la transformación anticapitalista de las sociedades. La competitiva asocialidad del individualismo y del narcisismo neoliberales empujan hacia la desconfianza en los otros, o en  la sociedad, provocando con ello el aumento de la oposición individuo-sociedad e individuo-Estado por cuanto el individualista ve que su “libertad” es obstruida o reprimida,  al ser asumida neoliberalmente como capacidad de elegir o decidir sin limitaciones bajo el criterio tan solo de su autoridad, ya que es regulada por la libertad individualista de los demás, de la sociedad, así como por la normativa coexistencial y contractualista del Estado.

No obstante, esta oposición neoliberal individuo-sociedad-Estado es burocráticamente administrada por el Estado neoliberal para evitar estallidos agudos de conflictividad social , por medio de la gestión cientificista y tecnologicista antiética de las conductas para producir una socialidad controlada desde la manipulación mediática de sus necesidades y deseos, es decir, de su subjetividad, a partir del ofrecimiento de modos ilusorios de auto-realización alienantes, y de, como hemos dicho, terapias de autoayuda, de autocontrol, de autodominio, etcétera (tecnologías de autogobierno del yo), para atenuar las angustias y patologías que aquella conflictividad provoca colectiva e individualmente. Nada que envuelva definiciones o identificaciones sustanciales o fuertes, sino superficiales o de tipo ligth, es decir, en las que prevalezca la liviandad para manipularla a conveniencia. Siendo estos controles flexibles y operantes bajo la seducción mediática prevalecientemente.  Todo ello encubierto bajo la restricción o represión de que la crisis libertaria de la individuación, o incluso del individualismo neoliberal, pueda ser pensada en su desalienación o superada en otro contexto social  redefiniendo la relación individuo-sociedad-Estado, y replantee radicalmente la satisfacción de sus necesidades y deseos, una libertad-otra, o lo otro, lo diferente: una existencia subjetiva alternativa para ser realmente. Sin embargo,  la recuperación capitalista tiene límites infranqueables  en tiempos de crisis de sus dinámicas y su lógica; esto abona a favor de las posibilidades para que las juventudes estafadas y las prevenidas por las experiencias de otros como ellos, se animen, con base en su compromiso de ser, en la búsqueda de cambios económicos, sociales, culturales y políticos que favorezcan su auténtica realización  en función de la afirmación ético-cultural de sus alteridades libertarias.

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