Por: Miriam Lang*
Una lectura diferenciada del resurgimiento de la extrema derecha en Bolivia, de las responsabilidades del gobierno y de las opciones que tienen las fuerzas transformadoras
Entrevista con Mario Rodríguez, El Alto
Mario Rodríguez vive en El Alto, Bolivia, donde forma parte del equipo de Wayna Tambo y de su estación de radio comunitaria. Es integrante de la Red de la Diversidad, de la red latinoamericana de Cultura Viva Comunitaria y del Grupo de Trabajo Permanente sobre Alternativas al Desarrollo.
Mario, hay dos interpretaciones principales que circulan acerca de los sucesos recientes en Bolivia: La una, que también es la oficial de Evo Morales y Álvaro García Linera, afirma que se trata de un golpe cívico-policial. La otra habla de una fiesta de la democracia, que logró triunfar sobre el fraude electoral. ¿Qué comentarios te provocan estas interpretaciones?
Para entender lo que está pasando es importante remontar al referendo del 21 de febrero de 2016 sobre la posibilidad de Evo de postularse una vez más como candidato a presidente en estas elecciones de ahora, en la que una mayoría del electorado le dijo que no, que debería ser el pasado su último mandato. Luego el gobierno activó una serie de mecanismos legales bastante turbios para asegurar su candidatura a pesar de este resultado del referendo, lo que desató en los últimos años una batalla en torno a la legalidad de esta candidatura.
El otro elemento es que a pesar de que nadie cuestiona que Evo Morales obtuvo una mayoría relativa en estas elecciones de octubre, hubo demasiados indicios de manipulación del voto para obtener la diferencia de más del 10% que se requiere en Bolivia para evitar una segunda vuelta, que el gobierno temía perder.
¿Puede ser que ya en 2016 haya habido manipulación del voto?
No se puede descartar del todo esta posibilidad, pero en este entonces el Tribunal Supremo Electoral tenía mucha más independencia, había personas que defendieron mucho eso y que han renunciado a sus puestos desde entonces.
Entonces, estos fueron los dos detonadores principales de un movimiento social en resistencia a la reelección de Evo, que involucró a amplios sectores de la población, con una predominancia de las clases medias en las grandes ciudades del país. Una parte de esta movilización era gente indignada que salió espontáneamente en defensa del voto y contra este aferramiento del gobierno al poder. Pero al mismo tiempo presenciamos otra dinámica, que actuó muy organizadamente en este escenario: la derecha organizada se montó sobre este movimiento espontáneo con una estrategia planificada, y en eso muy posiblemente hubo también asesorías externas, por ejemplo, del gobierno de Estados Unidos.
Desde estos espacios ya se incitaba a no aceptar ninguna victoria de Evo Morales en las elecciones por venir. Se hablaba de que vivimos en dictadura y que las elecciones son convocadas por el dictador.
Luego, después de las elecciones primero la voz más visible era del candidato opositor Carlos Mesa, que obtuvo entre 36 y 37% de los votos, pidiendo una segunda vuelta. Al cabo de una semana cambio este liderazgo, aparece la figura del presidente del Comité Cívico de Santa Cruz, Luis Fernando Camacho, y se comenzó a pedir anulación de toda la elección y nuevas elecciones sin la participación de Evo Morales. Las demandas se fueron radicalizando, luego ya se pidió la renuncia, y ahora detención y encarcelamiento del presidente, vicepresidente y todo su gabinete.
¿Nos puedes contar un poco más quién es Luis Fernando Camacho, por favor?
Luis Fernando Camacho viene de una familia de empresarios de Santa Cruz, no el más grande pero importante, con actividades financieras y agrarias. Ha sido líder de la Unión Juvenil Cruceñista, una agrupación que destacó por acciones violentas en el conflicto de la Media Luna de 2008/2009, cuando las provincias de tierras bajas planteaban separarse de Bolivia. En este entonces, era evidente que la UJC era de extrema derecha y tenía raíces en el fascismo, por ejemplo usaban mucho el símbolo de la svástica nazi y había actuaciones conjuntas con la Falange Socialista Boliviana. Sin embargo, posteriormente llegaron a acuerdos con el gobierno de Evo Morales, al igual que los sectores empresariales de Santa Cruz, y hubo un pacto temporal que ahora se volvió a romper. Se dice que Luis Fernando Camacho está ligado a una iglesia evangélica muy derechosa que se instaló aquí hace unos tres años, en todo caso su discurso está muy marcado por el cristianismo reaccionario, habla mucho del mandato de Dios.
La otra figura que destaca y se asoció con Camacho es Marcos Pumari, de familia de procedencia minera de Potosí de sectores populares que están enfrentados con el gobierno de Evo hace mucho tiempo a partir de un conflicto sobre concesiones mineras. Pumari ha sido importante para que este sector radicalizado de la oposición pueda afirmar que no es solo de Santa Cruz y que también hay indígenas en su seno.
El 10 de noviembre, cuando estos personajes llegan a la puerta del palacio de gobierno dicen públicamente que van a sacar a la Pachamama de este lugar y que ahora vuelve Jesucristo. Luego logran entrar al palacio, colocan a la biblia en el centro de la bandera boliviana y se arrodillan allí.
¿Por qué se habla de que son ellos que conformarían ahora un gobierno, si ni siquiera participaron en las elecciones pasadas?
Efectivamente, Camacho pretende conformar un gobierno con un militar, un policía y un representante cívico. Esto sí configuraría un golpe de estado puro y duro. Constitucionalmente, el gobierno transitorio debería ser conformado por la cabeza del poder legislativo, pero las presidencias de ambas cámaras renunciaron en la ola de renuncias que hubo en el oficialismo.
En todo caso, aunque Camacho intenta consolidar y montarse sobre esta imagen divulgada internacionalmente de la “ciudadanía festejando en defensa de la democracia”, requeriría un mínimo de institucionalidad para legalizar un gobierno de transición – y esta solo puede darse a través de una decisión de la Asamblea Legislativa. Los líderes de partidos de oposición apoyan a esta salida porque devolvería protagonismo a los partidos políticos, que ahora lo han perdido.
Lo que es innegable es que un escenario de violencia callejera y caos, como comenzó a manifestarse en la noche del domingo al lunes en varias ciudades, favorecería la opción de Camacho de un gobierno cívico-militar para “restablecer el orden”. Lo que parece muy incierto en este momento es si el gobierno de Evo Morales logra retomar la iniciativa.
En 2006, cuando Evo Morales llega al gobierno, Bolivia es el país latinoamericano con el mayor grado de organización social. Organizaciones indígenas, pero también sindicales. Evo llega después de fuertes luchas contra el neoliberalismo y siendo parte de estas estructuras organizativas. ¿Qué ha pasado con estas organizaciones hoy?
Gran parte de ellas siguen existiendo como estructuras y siguen siendo muy masivas. Sin embargo, las organizaciones afines al gobierno se han vuelto altamente dependientes del y funcionales al poder ejecutivo en estos 13 años de gobierno. Están profundamente inmersas en el reparto de prebendas del estado, han perdido su autonomía y con ello su capacidad de crítica, pero también de movilización. En los últimos días hubo necesidad de estas voces, pero, aunque en algunos lugares hubo movilizaciones fuertes de apoyo, por ejemplo de los cocaleros de Cochabamba, no se logró nada contundente a nivel nacional como en otras épocas. Es llamativo que mucha gente con la que hablé en los últimos días sí defienden al gobierno de Evo, pero no se movilizan, no se sienten representadas en esta mediación tan subordinadas de estas organizaciones.
Luego, hay otra clase de organización que se centra en la resistencia territorial contra el extractivismo o contra megaproyectos, de estructura comunitaria. Estas organizaciones han pasado más bien anonadadas en este conflicto actual, o en algunos casos, sus liderazgos se han volcado ya desde hace algún tiempo hacia partidos de oposición de derecha, por los que son funcionalizados más como un elemento folclórico indígena.
Bolivia también ha sido el país que constitucionalizó diferentes tipos de democracia, más allá de la representativa, también la participativa y la comunitaria. Y ha colocado en el debate del continente la descolonización y la despatriarcalización. ¿Qué está pasando ahora con esto?
En cuanto a la despatriarcalización, hay que decir que incluso durante los años de gobierno, se recrudeció el ejercicio del patriarcado. Bolivia es hoy el país con los mayores índices de violencia de género y sobre todo de feminicidios en el continente. Hoy desde las fuerzas cívicas se refuerza mucho este imaginario del macho blanco superior, incluso desde la corporalidad. Es terrible lo que se está produciendo en términos simbólicos.
Frente a esto, hay una multitud de grupos y colectivos menos jerárquicos y estructurados, en principio críticos del gobierno, que en los últimos días se expresaron en defensa de estos elementos centrales, fundacionales del proceso de cambio: la plurinacionalidad, la descolonización, la despatriarcalización, los derechos de la Pachamama. Dicen: “no podemos permitir que todo eso se muera ahora”. Mientras el MAS centra su discurso en la democracia liberal representativa y el haber ganado el voto, ellos reivindican las dimensiones de la democracia más radical, más profunda.
Hay que recalcar que una mayoría relativa del electorado sí votó por Evo, y mucha gente aquí en El Alto ayer estaba agradeciéndole por la política social de estos años, también por una gran estabilidad económica que se logró en comparación con el resto de América Latina; por que las personas indígenas hayan por fin alcanzado dignidad, que ya no hayan tenido que tener vergüenza de llevar pollera en estos años. En estos sectores no hay mucha discusión sobre el hecho de que la base económica de esta política social haya sido la expansión del extractivismo.
Entonces, podemos afirmar que hoy, de cierto modo revive esta agenda de transformación profunda, tapada en estos 13 años por muchos discursos y prácticas del gobierno, y abandonada poco a poco por las grandes organizaciones sociales afines. Aunque de momento, su articulación puede darse más desde la resistencia a este fuerte embate de la derecha que desde la construcción de alternativas propiamente. Esto se verá más adelante. Los sucesos de los próximos días probablemente determinarán si estas fuerzas nuevamente son invisibilizadas por la centralidad de la figura de Evo como víctima de este ataque de la derecha y símbolo del cambio, o si logran afirmarse con un protagonismo propio y más articulado.
*Profesora investigadora en el Área de Estudios Sociales y Globales de la Universidad Andina Simón Bolívar, sede Ecuador. Cofundadora del Grupo Permanente de Trabajo sobre Alternativas al Desarrollo en 2011. Ha acompañado procesos y movimientos sociales en América Latina desde la década de 1980
Fuente: Revista Alba