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La educación

Por: Rodrigo Santillan Peralbo

La educación es determinante en el desarrollo de los pueblos. Sólo el capitalismo neoliberal extremo cree que la ignorancia permite no reclamar, conformarse con las dádivas, agradecer por tener trabajo con salarios miserables y aceptar mansamente que el lobo sea el lobo del hombre, según afirmaban el latino Plautus y, luego, el inglés Hobbes.

El país está en plena crisis, sin remedio, porque la educación está en crisis. Si los pueblos fuesen educados, jamás permitirían que el país llegase a la crisis moral de estos tiempos, que la corrupción reine en todos los espacios de poder, que la ignorancia y prepotencia sean méritos en los más altos y bajos círculos políticos.

Cristóbal Flores Cisneros, Marcelo Murgueytio Jarrín y Edwin Salas Cádenas, miembros constituyentes de la Asociación Nacional de Profesionales por la Educación dicen que en el Ecuador se vive un generalizado pesimismo acerca del futuro, tanto de las actuales como de las nuevas generaciones de nuestra nación. Anímicamente prevalecen la decepción, vergüenza, frustración, la confusión causada por los engaños, las falacias, las componendas político-administrativas con que se gobernó al país en las dos últimas décadas. La sociedad, soporta estas consecuencias y presiente, con temor, un empeoramiento de la calidad de vida y a la vez la impotencia de no poder hacer nada o muy poco para evitar una catástrofe social.

La impunidad sigue como una característica unida a los hechos delictivos que, día a día, se revelan ante la colectividad ciudadana. Hay una especie de sopor, indiferencia, resignación y dejar que el accionar corrupto haya sido y sea parte ‘normal’ del convivir nacional. Sin educación de calidad el país muere entre la ignorancia, la inmoralidad y un bárbaro quemeimportismo.

Fuente: https://lahora.com.ec/quito/noticia/1102340767/la-educacion

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Educar es cuidar: campaña de concientización para la prevención del COVID-19

Por Héctor Rodríguez Cruz

Ojalá que el gobierno dominicano se haga eco de esta propuesta. Ojalá que la iniciativa no se convierta en una tarea secundaria adicionada al quehacer de  ministerios y  otras instancias públicas.

Una gran mayoría de los dominicanos de todas las clases sociales le ha dado la espalda a la pandemia. La niegan. La ignoran. La desafían. Pese a que se dispone de mucha información sobre la gravedad del coronavirus y de la necesidad de seguir pautas para su prevención, muchas personas aún se niegan a aceptar el grave peligro del contagio del COVID-19. ¡Grave y preocupante también es la ignorancia!

Desgraciadamente, esto provoca que cada día las cifras de contagiados y de muertos vayan en aumento y que se alejen las posibilidades de detener el COVID-19 con todas sus consecuencias. Que son muchas, graves y costosas. No alienta en nada el saber que esta misma situación se da también en otros países.

En el país la situación presenta altos niveles de peligrosidad de contagio que no se detienen solamente con multas y apresamientos. Hay que ir más allá de estos castigos. Urge sensibilizar a todos los ciudadanos para que tomen muy en serio el cuidado de sí mismos, de sus familias y de los otros. No se trata tampoco de tolerar la falta de prudencia y de responsabilidad frente al COVID-19.

De lo que se trata es de concientizareducar, reeducar y motivar a toda la población para que asuma la prevención y el control de la pandemia de manera reflexionada, inteligente y responsable, comenzando por cumplir las medidas restrictivas impuestas por las autoridades sanitarias para evitar el contagio.

Quizás la idea de esta campaña no resulte tan novedosa. En septiembre del 2020 el Ministerio de Salud Pública y el Servicio Nacional de Salud (SNS) acordaron impulsar una campaña de gestión comunitaria y educación ciudadana contra el COVID-19. Aunque rindió sus frutos, la iniciativa tuvo un bajo impacto, debido a su cobertura limitada, la falta de preparación de los actores, su corta duración y su gobernanza.

Sin embargo, aprovechando aquella primera iniciativa, hay que concebir y realizar otras estrategias más abarcadoras, efectivas y medibles para mejorarla, vigorizarla y ampliarla mediante un mejor diseño, una mejor planificación y administración; mejor seguimiento y evaluación de la misma, involucrando un mayor número instituciones, líderes y agentes de todo el territorio nacional mediante una vigorosa alianza público-privada.

Proponemos una Campaña de Concientización para le prevención del COVID-19, “esencialmente educativa”, mediante un “Modelo de Abordaje Movilización Social/Comunitaria” que incluya , a su vez, programas de marketing social y acciones de divulgación y movilización comunitarias y de difusión en medios de comunicación públicos y privados, determinando el periodo de duración y la medición de su impacto. Enfocada, además, en la formación en ciudadanía.

La divulgación y movilización comunitarias incluyen además diversos enfoques e intervenciones, entre ellos: reuniones comunitarias, sesiones de capacitación o “concienciación” con la participación de autoridades públicas, expertos, gobiernos locales, gremios profesionales, líderes religiosos, comunitarios, académicos y empresariales; partidos políticos, legisladores (en representación de sus provincias y circunscripciones), agentes del orden público, comunicadores y medios de comunicación, incluyendo el acompañamiento “gratuito” de los Organismos Internacionales y de Agencias de Cooperación Internacional.

Otros métodos innovadores que pueden ser eficaces para la Campaña “Educar es Cuidar” que proponemos, incluyen el juego de roles, las tecnologías electrónicas (teléfonos móviles y computadoras), el teatro callejero, el arte, la música y las actividades culturales. Así como plataformas digitales o aplicaciones para mantener informados a los ciudadanos, ofrecer datos abiertos y permitir la participación pública como aprendizaje colaborativo y como expresión democrática.

El énfasis educativo de la Campaña de Concientización “Educar es Cuidar” constituye una estrategia particularmente útil que implica el “proceso de crear y transmitir un mensaje bien elaborado tanto para educar, con el fin de profundizar los conocimientos del público sobre el COVID-19, como para fomentar actitudes favorables y modificar normas sociales y comportamientos visibles indeseados”.

En este sentido, compartimos un caso exitoso. El Centro Internacional de Estudios Superiores de Comunicación para América Latina, CIESPAL, y la Agencia de Cooperación Internacional del Japón, JICA, están desarrollando una campaña educativa de prevención del COVID 19. Se denomina ¡Vamos a cuidarnos! ¡Yo te cuido, tú me cuidas, nos cuidamos!, dirigida a los habitantes de la ciudad de Quito, Ecuador, donde se han registrado la mayor cantidad de casos. La campaña se inició en diciembre del 2020 y durará hasta el mes de marzo del 2021. ¡Si se puede!

Ojalá que el gobierno dominicano se haga eco de esta propuesta. Ojalá que la iniciativa no se convierta en una tarea secundaria adicionada al quehacer de ministerios y otras instancias públicas. Ojalá que se organice como un amplio voluntariado nacional movido e inspirado por una alianza público-privada. Y si se requiere de recursos, ahí están los millones generados por las “multas”.

En estos momentos de pandemia y de agravadas incertidumbres hay que educar al pueblo para dar un salto en su calidad de ser y en su “calidad de conciencia”. Es tiempo de educar para cuidar la vida. Para escapar de la muerte. Es tiempo de educar para cuidar la esperanza para que nos arranque de la apatía, la indiferencia y la resignación.

¡Educar es Cuidar! ¡Hagámoslo nosotros!

Fuente: https://acento.com.do/opinion/educar-es-cuidar-campana-de-concientizacion-para-la-prevencion-del-covid-19-8907837.html

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Entrevista a Andreas Malm «Nuestra lucha es la de una fuerza contra otra, no la del conocimiento contra la ignorancia»

Entrevista 

Andreas Malm (Mölndal, Suecia, 1977) se ha convertido en uno de los pensadores con más visibilidad dentro del ecosocialismo, también en el estado español, con dos libros aparecidos en apenas unas semanas y otros más que están por venir.

Desde que publicara Capital fósil, recientemente traducido al castellano, su preeminencia no ha dejado de crecer, en parte debido a la claridad y el vigor de su manera de escribir, pero sobre todo gracias a la contundencia (incluso la brutalidad) de sus análisis y propuestas. La editorial Errata Naturae ha publicado hace poco uno de los últimos libros del autor sueco, El murciélago y el capital. Coronavirus, cambio climático y guerra social, en el que, inspirándose en cómo los bolcheviques lidiaron con una situación catastrófica de varias dimensiones (social, política, económica, bélica, energética…) durante el fin de la primera guerra mundial, la revolución de octubre y la guerra civil rusa, propone retomar la noción de comunismo de guerra y poner en marcha un leninismo ecológico que nos permita salir de la actual crisis ecosocial global, la cual se está manifestando también en múltiples niveles: pandemia, emergencia climática y desigualdades sociales rampantes a escala planetaria. Para ello, Malm pone sobre la mesa la necesidad de apropiarnos de todos los recursos materiales y sociales a nuestro alcance, utilizarlos para recuperar el ímpetu comunista de salvación y redirigir esta crisis contra sus causas y, especialmente, contra sus causantes. Hemos tenido la oportunidad de entrevistar al autor en torno a estas propuestas, sus complicaciones y sus posibilidades.

Aunque a primera vista podría parecer que el cambio climático y la crisis del COVID-19 presentan profundas similitudes debido a sus implicaciones globales y de urgencia, en tu libro subrayas las muchas diferencias que hay entre ellos. Pese a que no existían muchas pruebas científicas acerca del COVID-19 ni análisis políticos sobre las posibles soluciones, muchos gobiernos aplicaron medidas rápidas y drásticas sin demasiado debate político. En el caso del cambio climático, tras décadas de investigación disponemos de una cantidad abrumadora de pruebas sobre sus causas y sobre qué hacer, pero en este momento las medidas que es necesario aplicar parecen políticamente irrealizables. ¿Qué crees que puede aprender el movimiento climático de esta aparente paradoja y de la relativa importancia que tiene la «verdad científica» si no está vinculada a la importancia del poder?

Esta es una muy buena pregunta, porque señala una lección que al movimiento climático se le debería quedar grabada a fuego después de este año: el progreso no deriva del conocimiento, deriva del poder y del equilibrio de fuerzas. Parece haber una relación inversa entre las acciones más relevantes y la cantidad de conocimiento que las acompaña; como sugerís, la sobreabundancia de pruebas científicas sobre el calentamiento global viene acompañada por una actitud de pasividad, mientras que las acciones más dramáticas para combatir el COVID-19 (se llegó al punto de dejar en suspenso economías enteras) emergen de una base con una comprensión muy rudimentaria acerca de la pandemia. Por lo tanto, el movimiento por el clima ya no puede simplemente seguir pidiendo a los políticos que presten atención y «escuchen a los científicos», un enunciado repetido por gente como Greta Thunberg. Si bien esa postura tiene, por supuesto, muy buenas intenciones, está pasando por alto lo que es la clave del asunto: los políticos se alinean con las posturas científicas solo si los intereses de la clase dominante, responsable de la destrucción que ahora mismo está en marcha, son sobrepasados y derrotados o si estos no aparecen siquiera cuestionados. La pregunta que el movimiento debería hacerse es más bien esta: «¿Cómo construimos el músculo social necesario para obligar a los estados a hacer lo que hace falta?». No tanto «¿por qué no escucháis a la ciencia?» sino «¿cómo forzamos a los gobiernos, tan plegados hasta ahora al capital fósil que han ignorado la montaña inmensa de pruebas científicas, para que empiecen a actuar?». En otras palabras, ¿cómo rompemos los lazos que los unen al capital fósil y los ponemos a funcionar como aparatos que apliquen una transición ecológica? Lo que yo creo, por supuesto, es que esta transición no puede tener lugar sin que los estados se encarguen de ella, pero nunca va a suceder si son los estados los que tienen que tomar la iniciativa: el principal motor serán las fuerzas situadas fuera del estado, fuerzas populares, dentro del movimiento climático y aliado con él, que hagan que los gobiernos se comporten de manera distinta a como lo han venido haciendo hasta ahora. No estoy diciendo que el movimiento (incluida Thunberg y sus cuadros) no hayan intentado lograr precisamente esto; probablemente la generación de 2018-2019 se ha acercado más que ninguna otra dentro de la historia del movimiento a encarnar este papel. Pero tenemos que pensar en nuestra lucha como la de una fuerza contra otra más que como la del conocimiento contra la ignorancia. Porque la política no viene determinada por la presencia de la verdad científica; desde luego, esta es una lección que sacar de la comparación entre la crisis del coronavirus y la crisis climática.

Afirmas que la deforestación y la destrucción de ecosistemas están entre los principales desencadenantes de la zoonosis, las pandemias y el cambio climático. ¿Qué podrían hacer los países del norte global para frenar esta destrucción y comenzar a restaurar ecosistemas situados más allá de sus fronteras? ¿Está sucediendo esto de algún modo que nos pueda resultar visible?

Lo primero sería tomar el control público de las cadenas de suministro que llegan a zonas tropicales de tala masiva de árboles. Los estados del norte global deberían dejar de aplicar su capacidad de orden, mando y mapeo sobre la ciudadanía (y, añadiría, sobre la gente migrante) y empezar a hacerlo sobre las compañías que sacan sus mercancías de pastizales y plantaciones y minas y cultivos situados donde hasta hace poco se alzaban bosques. Que esto se puede hacer es evidente, no hay ningún obstáculo técnico. Pero no estamos viendo nada que se le parezca; de hecho, a estas alturas de 2020 solo hemos visto lo contrario: una deforestación acelerada de las áreas tropicales más sensibles del planeta. Las carreteras penetran tanto en las selvas tropicales del Amazonas, del centro de África y del Sudeste Asiático que la integridad de estos ecosistemas se halla en peligro inminente. La devastación del interior del Amazonas llegó este verano a un punto de intensidad nuevo, cuando hubo empresarios que se adentraron en la región para incendiar bosques enteros, al tiempo que el gobierno de Indonesia decidía abrir sus selvas a la inversión extranjera, sin límite alguno a la tala. Y todo eso en mitad de una pandemia, cuando cabría pensar que los estados se lo iban a pensar dos veces antes de dar alas a una mayor destrucción forestal. Porque lo cierto es que la ciencia es tremendamente clara acerca del hecho de que la deforestación es el principal desencadenante de la zoonosis. Cuando las carreteras se abren paso a través de los bosques, los patógenos que habitan en ellos entran en contacto con los seres humanos; cuando se talan bosques enteros, los portadores (como los murciélagos, que portan los coronavirus) se ven obligados a irse a otro lugar. Es aquí donde el contraste entre el coronavirus y el cambio climático se esfuma: es precisamente allí donde se ven involucradas las principales entidades de acumulación de capital donde los estados no han estado preparados para llevar a cabo ningún movimiento contra las causas de la pandemia. En su lugar, lo que hemos visto este año ha sido cómo se echa más gasolina al fuego de la fiebre global: más deforestación, lo que ha causado el surgimiento de nuevas enfermedades infecciosas, junto a una mayor quema de combustibles fósiles. Todos los pasos se están dando en la dirección equivocada.

En «El murciélago y el capital» hay una idea que aparece con frecuencia y que nos resulta interesante: no solo la deforestación y la destrucción de ecosistemas están entre los principales desencadenantes tanto de las pandemias como del cambio climático, sino que también es muy importante en este sentido la mercantilización y subsunción de la vida animal a los circuitos del capital. Llegas incluso a proponer, de manera bastante provocativa, que deberíamos alcanzar un «veganismo global obligatorio». En este sentido, ¿crees que el antiespecismo, que ahora mismo en la práctica parece estar políticamente separado de la lucha ecologista, podría tener un papel relevante en la lucha contra el cambio climático y viceversa?

Eso creo, sí. El «veganismo global obligatorio» es, por supuesto, una provocación. No tengo ninguna intención de prohibir el consumo de carne al pueblo sami o a comunidades del Amazonas con las que no se ha establecido ningún contacto. Pero sí que creo que la generalización del veganismo sería un fin deseable dentro de la transición que necesariamente tiene que hacer en su dieta el norte global rico; eso para empezar. Nuestras metrópolis no pueden seguir cebándose gracias a las preciadas tierras que hay por todo el planeta. Lo que hace falta es utilizar la tierra para otros fines que no son ni la producción de carne ni la de lácteos; especialmente se deben dedicar a la resilvestración y la reforestación, que permitirán absorber CO2 y estabilizar el clima. Estamos alcanzando un punto en el que el interés de la humanidad por su propia supervivencia (y debemos suponer que existe tal interés, al menos más allá de las clases dominantes, de la extrema derecha y demás gente que parece poseída por una arrebatadora pulsión de muerte) se está alineando de manera objetiva con la de otras especies. Lo que quiero decir es lo siguiente: la crisis de biodiversidad ahora mismo se ha vuelto también peligrosa para los seres humanos. El COVID-19 es la primera manifestación épica de esta respuesta. Lo que ha sucedido hace poco en la granja de visones en Dinamarca nos ha puesto ante los ojos de nuevo el mismo asunto: al tener enjaulados a quince millones de criaturas, la industria danesa de visones (que es la más grande del mundo, pues produce abrigos de piel y productos de pestañas falsas para un segmento de consumidores espantosamente rico) generó las condiciones perfectas para que el Sars-Cov-2 saltase de nuevo a organismos animales, mutase y volviese otra vez a los seres humanos de una forma potencialmente desastrosa. Por tanto, el estado danés ahora está liquidando esa industria. Esto es algo que, por supuesto, los y las activistas por los derechos de los animales han estado exigiendo desde hace una eternidad por compasión hacia los visones, que necesitan deambular y nadar y andar escarbando; para estas criaturas, la vida en una jaula es de un terror abyecto. Y ahora finalmente se ha convertido en una fuente de terror también para los seres humanos. En el mismo espíritu, el cambio de la comida de origen animal a la de origen vegetal en nuestra dieta debería estar motivado por un interés humano por nosotros mismos. Por decirlo de algún modo, el antiespecismo se convierte así en un abandono con base antropocéntrica del reino animal.

En tu libro hay una parte en la que hablas de algo que para mucha gente de izquierdas no es fácil de asumir: la necesidad de hacer cesiones, un asunto que incluso los bolcheviques tuvieron que afrontar y que se vuelve aún más inevitable cuando apenas disponemos de fuerza política y queremos empezar a crecer, que es lo que sucede actualmente. ¿Cómo podríamos combinar esta necesidad con la de empezar a ver cambios drásticos de manera inmediata? ¿Cómo puede el movimiento climático empezar a levantarse a partir de esta idea de un diálogo entre reforma y revolución, y no solo a partir de la oposición negativa entre reforma revolución?

A mí, que vengo del movimiento trotskista, la conceptualización que más me atrae de la relación entre reforma y revolución sigue siendo la idea de «reivindicaciones transitorias»: se elevan reivindicaciones que articulan intereses materiales inmediatos de los grupos subalternos, pero ello, precisamente por esta razón, entra en conflicto con el statu quo y acaba apuntando aún más allá. Las reivindicaciones más básicas por una transición climática tienen esta forma. La abolición total de aquello que normalmente denominamos «industria de combustibles fósiles» (las compañías que extraen sus beneficios directamente de la producción de petróleo, gas y carbón) es una reivindicación de mínimos para lograr la estabilización del clima. Toda aquella persona que tenga cierta idea sobre la crisis climática sabe también que esas empresas no pueden seguir existiendo en cuanto tales. Deben ser apartadas de la economía de manera inmediata y para siempre. Sin embargo, eso abriría un agujero enorme en el tejido del capitalismo tal cual existe actualmente y no sabemos qué puede surgir al otro lado; perfectamente podría ser alguna versión de una sociedad poscapitalista. No obstante, es importante no poner el carro delante de los bueyes. No se arranca diciendo «acabemos con el capitalismo», esa no es la lógica de las reivindicaciones transitorias. Uno empieza exigiendo lo que es necesario ahora y luego sigue la dinámica social de esa demanda allí donde le lleve. Por poner un caso un poco más concreto, pensemos en un país del que rara vez se habla en este contexto: Francia. La empresa privada más grande del país es Total, una de las compañías de petróleo y gas más grandes del mundo. Como cualquier otra empresa del sector, ahora mismo está planeando una expansión de su producción para la década actual, la misma en la que las emisiones se deben reducir a la mitad a nivel mundial si queremos conservar alguna posibilidad de tener un calentamiento global que esté por debajo de 1,5 ºC. Evidentemente, Total tiene que dejar de existir. La manera más obvia de lograr que eso suceda sería nacionalizar la compañía y poner fin a toda su producción de petróleo y gas (y yo añadiría que habría que convertirla en una entidad dedicada a absorber CO2 de la atmósfera en lugar de a emitirlo). Es también evidente que el estado francés no está pensando hacer esto ni nada que se le parezca. Al contrario, el presidente Macron respalda los planes que tiene Total de irse al Ártico a hacer perforaciones en busca de más petróleo, y lo hace en el mismo momento en el que hay científicos informándonos de que el calentamiento en el Ártico se está dando a tal velocidad que los depósitos de hidrato de metano ubicados en el fondo del mar se están activando, filtrando así a la atmósfera este gas de efecto invernadero ultrapotente, uno de los mecanismos de retroalimentación más temidos y peligrosos del sistema climático. Pero imaginemos que el estado francés, sometido a algún tipo de presión de masas, de hecho socializase Total y se la quedase. ¿Sería eso compatible con el capitalismo tal cual lo conocemos en Francia o apuntaría, de manera más o menos inevitable, a un lugar situado más allá del statu quo? Esa es la lógica de las reivindicaciones transitorias en la crisis climática: trascienden la oposición binaria entre reforma y revolución. Y, en este momento de emergencia, lo cierto es que no podemos permitirnos quedarnos atascados en ningún tipo de insistencia purista en ninguna de las dos. Sencillamente hay que hacer lo hay que hacer.

Dentro del mismo marco de reforma revolución, en el libro sugieres que incluso los revolucionarios más radicales del siglo veinte tuvieron que mantener cierta continuidad con el antiguo régimen debido a las circunstancias extremas que estaban afrontando. Las nuestras no solo son extremas, sino que además nos dan muy poco tiempo para reaccionar. ¿Crees que deberíamos hacernos a la idea de que los cambios políticos más importantes de la próxima década para superar lo peor del cambio climático se darán dentro del antiguo régimen capitalista? ¿O esta es la receta perfecta para el desastre y el derrotismo?

Retomo la respuesta a la pregunta anterior: no podemos aceptar el capitalismo como un marco del que no podemos escapar y en el que tenemos que permanecer mientras resolvemos el problema del clima. No obstante, tampoco podemos decir que solo acabando primero con el capitalismo vamos a poder abordar el asunto del clima. Eso es una bobada. La lógica de la reivindicaciones transitorias, a riesgo de repetirme, es la de insistir en las políticas que resulten más evidentes (pensemos en la petición de paz en Rusia en 1917) y después, dado que estas políticas solo pueden ser llevadas a cabo a través de la confrontación con las clases dominantes, o al menos con fracciones de la clase dominante, prepararnos para ir más allá de su gobierno, si es eso lo que hace falta. La transición climática es un viaje que no empieza (que no puede empezar) con el fin del capitalismo, como tampoco pudo la revolución rusa. Puede terminar en ello, pero eso aún no lo sabemos. Lo que sí sabemos es que ninguna de nuestras exigencias (emisiones cero, la liquidación de la industria de combustibles fósiles, revertir la deforestación, etcétera) va a darse sin lucha. Y esa lucha debemos darla hasta el final. Todo depende de ello.

En otras entrevistas has señalado que esta cuarentena a nivel global ha supuesto todo un golpe para la lucha contra el cambio climático, la cual parecía estar en auge antes de marzo. Además, como decíamos antes, la pandemia ha demostrado que es más que necesario un movimiento social potente para dotar de ambición y sentido a las intervenciones estatales. Esto nos podría recordar otro de los preceptos leninistas: debemos estar preparados para aprovechar el momento. ¿Cómo podría prepararse el movimiento climático antes de una posible vuelta a la normalidad, cómo debería proceder cuando eso suceda (si es que sucede)? ¿Crees que la actual situación podría ser redirigida contra el capital fósil? En resumidas cuentas, ¿qué aspecto podría tener hoy ese «momento a aprovechar»?

Una cosa que defiendo en How to Blow Up a Pipeline: Learning to Fight in a World on Fire, que aparecerá en la editorial británica Verso en enero y algo más tarde en castellano [Cómo dinamitar un oleoducto. Nuevas luchas en un mundo en llamas será publicado también por Errata Naturae], es que el movimiento por el clima tiene que aprovechar los momentos de desastres climáticos, es decir, debemos aprender a actuar cuando nos golpeen sucesos meteorológicos extremos. Hasta el momento, el movimiento ha seguido un calendario ajeno al clima (huelgas los viernes, eventos contra las cumbres de la COP) y rara vez ha ajustado sus acciones a desastres reales, pero la próxima vez que Australia sufra unos incendios infernales, el movimiento debería lanzar una serie de acciones militantes contra la industria del carbón del país, y el próximo verano que Europa padezca un calor y unas sequías insoportables, deberíamos atacar las infraestructuras y tecnologías de combustibles fósiles para dejarle claro a la gente que, a menos que desarmemos esta maquinaria, vamos a arder hasta la muerte. El leninismo ecológico en funcionamiento sería eso: transformar una crisis de los síntomas en una crisis contra las causas. Los momentos de condiciones meteorológicas extremas y el sufrimiento que los acompaña deben ser politizados como los episodios bélicos que en realidad son. Son también los momentos en los que existe el potencial de ganar un apoyo masivo para la resistencia contra los combustibles fósiles; el verano de 2018 en Europa y lo que vino después (Fridays for Future y Extinction Rebellion) así lo indican. Tenemos que aprender a golpear cuando la cosa se está poniendo caliente, de manera bastante literal. Es entonces cuando las acciones militantes de masas se deben escalar, llegando a tomar las infraestructuras y tecnologías de combustibles fósiles, también dentro de las ciudades, para asfixiarlas hasta tal punto que los estados se vean obligados a negociar su desmantelamiento permanente. Pero está claro que hay algo de camino que recorrer hasta llegar ahí.

Como dices en el libro, el comunismo ha sido un movimiento fuertemente vinculado a las ideas de emergencia y salvación, desde el Manifiesto comunista hasta el periodo de 1914-1945 y hasta, queremos creer, la actual crisis climática. ¿Crees que si abordamos el cambio climático y la destrucción de ecosistemas desde una perspectiva realmente de emergencia, esta sería inherentemente comunista, al menos en espíritu (si es que existe tal cosa)?

Debemos atrevernos a enfrentarnos a la propiedad privada. Esto es inevitable, es el alfa y el omega. Que eso requiera un comunismo en toda regla es harina de otro costal; yo creo que en ningún caso lo hace de manera axiomática. Uno puede concebir de manera lógica la abolición de las industrias de combustibles fósiles sin la abolición del capitalismo como modo de producción. Pero, de nuevo, la abolición de las primeras perfectamente puede llevar a una ruptura con el capitalismo. A fin de cuentas, las reivindicaciones transitorias básicas y de mínimos apuntan algo que se parece bastante al comunismo de guerra.

En todo caso, sí afirmas que las experiencias comunistas históricas fueron una especie de operación de rescate a partir de fallos catastróficos anteriores, esto es, fueron empresas inherentemente trágicas. Dices que deberíamos estar dispuestos a aceptar esta situación y a tener por delante una vida de lucha sin cuartel. Todo indicaría que esto es así y, pese a todo, vivimos en sociedades en las que cualquier cambio significativo viene después de haber convencido a un porcentaje importante de la población. Un comunismo del desastre, en estas condiciones, podría parecer un suicidio político perfecto a la hora de hacer campaña por él. ¿Qué opinas al respecto?

En las pancartas yo no escribiría «¡Comunismo del desastre ya!», sino que plasmaría reivindicaciones como las que hemos mencionado, que puedan granjearse un apoyo extenso, como lo hacen, claro está, la reivindicaciones por un Green New Deal, por una transición justa y otros proyectos similares. Lo que pasa con el comunismo en el siglo veintiuno (si pensamos en el comunismo como una sociedad sin clases en la que todo el mundo tiene sus necesidades básicas cubiertas) es que probablemente tendría que construirse en una situación de escasez más que de abundancia. No tenemos más que pensar en el aumento del nivel del mar. Si crece dos metros, la mayor parte de Bangladés y todo el sur de Irak van a estar inundados, y puede que ya sea demasiado tarde para evitar este crecimiento, dada la velocidad y la irreversibilidad potencial del derretimiento del hielo en Groenlandia y en la Antártida occidental. Así pues, de aquí a un siglo, el comunismo en países como Bangladés o en el sur de Irak tendría una forma más parecida a la del comunismo de guerra o del desastre que a propuestas como el «comunismo de lujo totalmente automatizado», que parten de una «capacidad de suministro extremo» de cualquier bien que podamos desear. Bien pudiera ser que hubiera una escasez extrema de los bienes más básicos, incluso de un suelo sobre el que poner los pies. ¿Cómo cubriríamos entonces las necesidades de todo el mundo? ¿Podemos hacerlo sin dejar atrás las terribles desigualdades que existen en una sociedad de clases? Son preguntas que debemos hacernos de manera seria. Tendríamos que formular nuestras reivindicaciones más inmediatas pensando en evitar hacer más daño a la Tierra, pero sabiendo que hay un daño que ya se le ha hecho.

Dicho todo esto, cierras tu libro vinculando las ideas de supervivencia y utopía. La de utopía es una noción que nos resulta muy cercana, pensada no solo como la necesidad de dibujar un futuro imaginario mejor, sino también, y de manera muy concreta, un presente diferente. ¿En tu idea de «comunismo de guerra» hay espacio para el pensamiento utópico?

Desde luego. Como señalo en el libro (si bien no me extiendo en ello, ya lo han hecho otras personas) una transición que deje atrás los combustibles fósiles es compatible con mejoras radicales en las vidas de la gente. Puede venir acompañada de mejores trabajos, trabajos más seguros y, lo que no es menor, menos trabajo: jornadas laborales más cortas, más tiempo libre. De hecho en el comunismo de guerra original existía también una pulsión utópica: la emergencia de la guerra civil rusa ofreció la ocasión de experimentar con una vida sin dinero ni propiedad privada. Evidentemente, no salió demasiado bien. Pero la supervivencia y la utopía no son conceptos opuestos por definición. La primera podría hallarse en la segunda y necesitarla.

Fuente: https://contraeldiluvio.es/nuestra-lucha-es-la-de-una-fuerza-contra-otra-no-la-del-conocimiento-contra-la-ignorancia-entrevista-con-andreas-malm/

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¿Educamos para la ignorancia?

España / 2 de diciembre de 2018 / Autor: Salvador Rodríguez Ojaos / Fuente: El Blog de Salvaroj

«La ignorancia completamente consciente es el preludio de cada avance real de la ciencia.» James Clerk Maxwell

¿Estamos educando a nuestros alumnos y alumnas de forma que los hacemos ignorantes?

No, rotundamente no… si entendemos ignorante como algo negativo: Que carece de cultura o conocimiento(según la Real Academia de la Lengua, 2.ª acepción).

Pero sí que deberíamos estar educándolos como ignorantes según su 1.ª acepción en el diccionario de la RAE: Que ignora o desconoce algo. Como leí hace unos días en un artículo de La Vanguardia en la educación de nuestros jóvenes estamos pasando del «sé que esto es así, pero no sé por qué» al «no sé qué es, pero puedo averiguarlo».

Durante muchos años la educación se ha basado en el convencimiento de que se podía alcanzar el conocimiento. Pero en el mundo actual necesitamos una educación que se base en la posibilidad de adaptarnos constantemente a él, que nos dote de las herramientas que nos permitan alcanzarlo en un momento y en unas circunstancias concretas.

Y es que en la sociedad del conocimiento, no siempre este está al alcance de todo el mundo. Ni es cierto que todo este a un clic, ni que Internet sea el depósito de todo el saber de la humanidad. La única certeza de la sociedad del conocimiento es que la generación acelerada y continua de datos e información genera constantemente ignorancia, pues nadie es capaz de saberlo todo… ¡ni falta que hace!

Ante este estado permanente de ignorancia, la educación que damos a nuestros alumnos y alumnas debe ser asertiva, resiliente y proactiva, porque lo importante no es lo que sabemos sino lo que aún no sabemos. Ser conscientes de nuestra ausencia de un conocimiento es lo que nos permitirá alcanzarlo, siempre y cuando disponga de las destrezas y habilidades que me permitan hacerlo.

Y es que hay una gran diferencia entre ignorancia y estupidez, La ignorancia nos señala «lo que queda por hacer», la estupidez nos hace creer que podemos «alcanzar el conocimiento pleno». El conocimiento genera ignorancia… y este principio debe estar siempre presente en nuestra manera de educar.

La ignorancia que no nos podemos permitir en educación es aquella que no enseña a trabajar colaborando en equipo, que no saber enseñar a enfrentarse a nuevas situaciones, retos o desafíos, que no deja de castigar el error, que creer que el error es un fracaso y no un paso hacia el éxito.

Como dijo Karl Popper: «La verdadera ignorancia no es la ausencia de conocimiento, sino la negativa a adquirirlo«.

Fuente del Artículo:

http://www.salvarojeducacion.com/2018/11/educamos-para-la-ignorancia.html

ove/mahv

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Perú: Educación sexual para evitar más embarazos

Por: eltiempo/06-10-2017

Las cifras de embarazos adolescentes en la Subregión Luciano Castillo Colonna (más de 2.200 menores) invita a reflexionar sobre la necesidad de insistir en la educación sexual de nuestros niños y niñas a fin de que tomen decisiones responsables, informadas y consentidas.

Al revés de lo que algunas personas opinan -quizá con buena fe, pero también cegadas por anticuados tabúes y otras hipocresías- la educación sexual no es equivalente a la promoción de la promiscuidad, sino que permite que quienes se convertirán mañana en ciudadanas y ciudadanos aprendan acerca de sus propios cuerpos, del valor del mismo, de la necesidad de cuidarlo y de las consecuencias de cometer ciertos actos. La educación sexual enseña, sobre todo, el valor de la responsabilidad frente a nuestros actos libres y la necesidad de asumir la vida con cabeza fría. Un importante vacío educativo, rellenado muchas veces con temores de abuelas, es precisamente el relativo a los actos coitales, su carácter fisiológico pero también su significado cultural y su relevancia social y personal.

Una consecuencia nefasta de haber descuidado la promoción de la educación sexual es la alarmante tasa de abortos que por semana ocurren en Sullana y otras provincias de la Subregión LCC, pero también en Piura y Talara: si el Estado pretende luchar contra los abortos en clínicas falsas o la comercialización de medicamentos abortivos (que se venden como caramelos en los mercados), debemos apostar a la educación. No es un eslógan sino una enorme verdad que la explosión demográfica sin control es una consecuencia de la ignorancia.

*Fuente: eltiempo.pe/editorial-educacion-sexual-evitar-mas-embarazos/

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La educación de calidad no tiene sentido, si los funcionarios no son de calidad

Por: César Sagastume

Es preocupación de los distintos estratos sociales demandar una educación de calidad que el Estado debe proveer a los futuros servidores.  Muchas veces, las recomendaciones trilladas de especialistas y expertos que dan alrededor del problema en la formación de ciudadanía con conciencia cívica para trabajar por un patria deteriorada y desgastadas no ha logrado corrige el problema.

Se hace necesario analizar otras aristas del asunto, debiéndose considera el comportamiento de funcionarios que se ha enquistado que en todos los estratos sociales y entidades que fueron desmoronando al Estado Republicano para mantener el status quo  de pobreza ignorancia, violencia, corrupción, deterioro ambiental y desnutrición; lo que nos lleva a la conclusión que por varias generaciones el sistema educativo no ha establecido lineamientos claros en la formación de su recurso humano propiciando una educación elitista, que no permite las mismas condiciones educativas para todas la clases sociales.

Se puede afirmar que existe una educación elitista en todos los niveles educativos que reciben educación de calidad, empero la mayoría deben de conformarse con migajas de educación de baja calidad, que por ampliar la cobertura por mandatos externos implementan programas que apenas alcanzan a dar pinceladas del conocimiento necesario para responder a las exigencia profesionales que se dan en todos los niveles educativos desde la preprimaria hasta la universitaria, otorgando al final un titulo que da acreditación para su desempeño con baja calidad para atender las demandas de una nación libre y soberna.

No se puede negar que los objetos y sujetos del CNB están considerados, pero olvidan  los componentes del currículo subyacente que complementan la formación de un ciudadano digno y capaz, que dejan al margen el ejemplo de las estructuras criminales y poderosas que manejan el Estado, sin obviar las estructuras poderosas transnacionales que manejan condiciones para mantener a los Estados en esta caótica situación, y que deben dar ejemplo para complementar el currículo para la formación del ciudadano apto y competente.

Cuando estas organizaciones mal llamados partidos políticos,  nombran a los menos aptos a ser candidatos, proponiendo al pueblo elegir bajo nominaciones perversas y compuestas para crear maldad, y tener como única opción elegir a los menos aptos, que al final se pierden en la ambición, corrupción y la ineptitud, argumentando que el pueblo los eligió.

Estas circunstancias nos hacen caer al círculo vicioso de volver a equivocarnos  a sabiendas que nos tropezamos con la misma piedra, tendido nuevamente la trampa de que el pueblo no sabe elegir sus autoridades que al final estos, terminan pagando su incapacidad, contratando  asesores que se dicen expertos, que al final de cuentas ya están satanizados para orientar a los ineptos.

Lo anteriormente expuesto hereda una cultura negativa para propiciar la capacidad académica a cambio de ser listo, tramposo sinvergüenza, mentiroso para alcanzar los cargos más importantes en la toma de decisiones, haciendo al margen la preparación académica y el conocimiento científico en aspectos sociales, culturales, económicos, políticos Etc.

Constituyéndose en un mensaje subliminal y directo de una cultura equivocada a la juventud, que para gobernar no se necesita la academia de calidad y que no vale sacrificarse tanto en el estudio porque basta adquirir como sea un titulo que le de créditos de calidad poco deseable.  Es el momento de garantizar la elección de candidatos para elegir a los mejores hombres y mujeres de este país, para anhelar esperanzas que en las próximas elecciones, se cuente con el recurso humano mejor calificado para la recreación del Estado de la primaveral Guatemala.

Fuente: http://s21.gt/2017/07/28/educacion-de-calidad-no-tiene-sentido/

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